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Dos son los caminos por los que se puede dar un tratamiento eco- iómico a los recursos que integran el mundo físico circundante. Uno, aplicando los conocimientos de las ciencias de la naturaleza a los problemas relativos a la gestión que de ese entorno hacen las sociedades humanas. Otro, extendiendo a los elementos constituti- vos de este entorno físico procedimientos de valoración que permi- tan incluirlos en la lógica económica corriente, que razona en tér- ninos de costes, precios y beneficios monetarios reales o simulados. Zstos dos enfoques deberían complementarse para lograr resultados prácticos de interés a escala social, pero las barreras académicas y mentales dificultan hoy por hoy su convergencia. El presente volumen apunta a superar estas barreras, mostrando los esfuerzos que se desarrollan, en el primero de los enfoques se- ñalados, tendiendo puentes desde las ciencias de la naturaleza hacia la gestión económica que suelen pasar desapercibidos, no sólo al común de los economistas, sino también de los científicos naturales, que permanece prisionero de preocupaciones experimentales e inge- nieriles extremadamente parcelarias. Porque hay que tener presente que el reciente afán de extender la reflexión económica sobre ese nmedio ambiente^ de recursos na- turales y residuos artificiales, se enfrenta a una compartimentación académica y administrativa poco propicia para ello. Y como ocurre normalmente, cuando aparece un problema nuevo difícil de encajar en una estructura conceptual o administrativa antigua, se genera una situación de transición fértil de ambigüedades y compromisos poco esclarecedores. N o olvidemos que el sistema ecléctico de Tycho Bra- he (que postulaba que los planetas giraban alrededor del Sol, pero que éste lo hacía alrededor de la Tierra) sustituyó durante un tiempo al de Tolomeo, abriendo camino hacia la plena aceptación de la nue- va cosmología de Copérnico, Kepler y Galileo. En el caso que nos ocupa, lo que está en discusión es si: para resolver las nuevas preo- cupaciones, el razonamiento económico ha de seguir girando en tor-

Hacia una ciencia de los recursos naturales

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Articulo de JM Naredo

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Dos son los caminos por los que se puede dar un tratamiento eco- iómico a los recursos que integran el mundo físico circundante. Uno, aplicando los conocimientos de las ciencias de la naturaleza a los problemas relativos a la gestión que de ese entorno hacen las sociedades humanas. Otro, extendiendo a los elementos constituti- vos de este entorno físico procedimientos de valoración que permi- tan incluirlos en la lógica económica corriente, que razona en tér- ninos de costes, precios y beneficios monetarios reales o simulados. Zstos dos enfoques deberían complementarse para lograr resultados prácticos de interés a escala social, pero las barreras académicas y mentales dificultan hoy por hoy su convergencia.

El presente volumen apunta a superar estas barreras, mostrando los esfuerzos que se desarrollan, en el primero de los enfoques se- ñalados, tendiendo puentes desde las ciencias de la naturaleza hacia la gestión económica que suelen pasar desapercibidos, no sólo al común de los economistas, sino también de los científicos naturales, que permanece prisionero de preocupaciones experimentales e inge- nieriles extremadamente parcelarias.

Porque hay que tener presente que el reciente afán de extender la reflexión económica sobre ese nmedio ambiente^ de recursos na- turales y residuos artificiales, se enfrenta a una compartimentación académica y administrativa poco propicia para ello. Y como ocurre normalmente, cuando aparece un problema nuevo difícil de encajar en una estructura conceptual o administrativa antigua, se genera una situación de transición fértil de ambigüedades y compromisos poco esclarecedores. N o olvidemos que el sistema ecléctico de Tycho Bra- he (que postulaba que los planetas giraban alrededor del Sol, pero que éste lo hacía alrededor de la Tierra) sustituyó durante un tiempo al de Tolomeo, abriendo camino hacia la plena aceptación de la nue- va cosmología de Copérnico, Kepler y Galileo. En el caso que nos ocupa, lo que está en discusión es si: para resolver las nuevas preo- cupaciones, el razonamiento económico ha de seguir girando en tor-

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J. M.8aredo.y F..Paa

.mercantiles o si, por el contrario, debe os condicionantes del universo físico e

mica se afana en extender una ro sobre este o aquel elemento

* % ql,% \ln medio ambiente que se presupone azaroso y desordenado, someterlo a su lógica decisional ,del coste-beneficio. Se trata así

detmplantar la propiedad y el mercado sobre los bienes <<medioam- bientales* en litigio, o bien de simular dicho mercado mediante la imputación de valores teóricos a estos bienes, a partir de cálculos de riostes de oportunidad=, 'precios sombra*, «valores de contingen- cian, etc., que sirvan de guía para la gestión. Aunque este proceder no exige revisar, sino extender, los fundamentos de la teoría econó- mica establecida, es6 sirviendo de revukivo para abrirla hacia otros sistemas de razonamiento que inciden también sobre los problemas de gestión del mundo físico. En efecto, los ejercicios de valoración mencionados ponen bien de manifiesto que el mercado no es nin- guna entelequia, sino que ha de tomar cuerpo sobre un marco ins- timcional y unos derechos de propiedad concretos que condicionan su extensión y sus resultados en precios, costes y cantidades inter- cambiadas. De ahí que haya surgido un neoinstimcionaüsmo econó- mico que, viendo que el mercado puede ofrecer tantas soluciones reales o simuladas como marcos institucionales se le impongan, trata de identificar aqueUos marcos cuyas soluciones se adapten mejor a las.posibilidades y los condicionantes del entorno físico.

Porque hace faita demasiada buena, o mala, fe para postular que la mera privatización de los recursos naturales acarrea por fuerza su conservación, cuando la vida diaria ofrece continuas evidencias en sentido contrario. {Quidn no recuerda, por ejemplo, que la implan- tación en el siglo xx de la propiedad burguesa de la tierra, o - c o n palabras de Jovellanos en su Informe sobre la Ley Agraria- <del pleno derecho de los propietarios al aprovechamienco de sus esquil- mas*, coadyuvó a la desforestación del país y al deterioro de sus suelos? (0 el sinnúmero de razas ganaderas autóctonas extinguidas o en curso de extinción, pese a que sus ejemplares fueron desde siempre propiedad privada?

Todo esto parece olvidarse cuando se recomienda ahora la pri- vatización de ballenas y elefantes como panacea para salvarlos man- teniendo la confusión en dos niveles. Uno, el que evita aclarar que la propiedad sobre un recurso puede ser condicián necesaria, pero

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Presentación Xlll

en ningún caso suficiente, para su conservación. Necesaria, en cuan. to que difícilmente se puede garantizar la conservación de algo que al no pertenecer a nadie, todo el mundo puede usar y deteriorar ' Insuficiente, en cuanto que una vez apropiado un recurso nada ga- rantiza que su eventual propietario prefiera conservarlo a explotarlo con un enfoque *minero. que implique su agotamiento o deterioro. Fue precisamente un biólogo matemático, Colin Clark, quien esta- bleció formalmente este resultado: si la tasa de actualización (o de descuento o interés) es mayor que la tasa de crecimiento de un re- curso (mas la expectativa de aumento del precio) entonces lo arazo- nable. para el propietario privado es agotar el recurso, aunque éste sea renovable (aspecto éste desarrollado más adelante en el capítulo de José Antonio Pereiro sobre «La gestión de los recursos pesqueros,,).

El otro nivel de confusión es el que presenta la propiedad privada individual, que otorga al propietario el libre derecho al <uso y abu- so,, de la cosa poseída, como única forma de propiedad posible fren- te a una propiedad pública abstracta que se identifica, ora con bienes de <<libre acceso*, ora con un dominio sujeto a los manejos de la burocracia estatal. Lo cual ignora, primero, la existencia de otras formas de propiedad compartida -vecinal, concejil, cooperativa, ...-

i que han tenido un peso importante en la historia de la humanidad, y después, que nunca los propietarios pueden disponer con absoluta libertad de lo poseído, ya que se ven condicionados en mayor o menor medida por el marco socioinstitucional que regula y garantiza sus propiedades.

De esta manera, la posible extinción o deterioro de un recurso no depende tanto de que su propiedad sea más o menos individual o compartida, como de la interacción entre los afanes de actualizar ingresos de sus explotantes y propietarios y la disciplina de gestión que imponga o tolere el marco institucional vigente. Por ejemplo, la propiedad compartida de un recurso como la pesca, ha inducido a desarrollar modelos sobre el comportamiento físico del mismo según las distintas hipótesis de gestión, para acordar, con conocimiento de causa entre los países, normativas que compatibilicen la explotación

' Sólo cabria garantizar la conservaci6n de un recurro no apropiado, mediante un compromiso o pacto social generalizado que acuerde poner coto a las prlctieas que provocan su deterioro. Tal sería el casa de un acuerdo internacional que prohibiera la fabricación de ciertas rprays o productos nocivos para la capa de ozono de la atm6sfera.

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con la conservación de los s t u ~ k s de peces. A la vez que, por el contrario, la propiedad privada del suelo fértil no ha incentivado los modelos de relación entre las prácticas agrarias y el futuro de este recuso, ni ha evitado que sus explotantes lo deterioren en aras de unos ingresos inmediatos. Y es que hay que reconocer sin tapujos que la cuenta de resultados y el plan financiero de una empresa pueden y suelen reposar sólidamente sobre operaciones extractivas o transformadoras que tienen como horizonte cierto el agotamiento físico de algún recurso, evidenciando la habitual asimetría entre la viabilidad financiera de proyectos individualizados y la inviabilidad física de su extensión espacial y temporal. este es el caso inequívoco de las actividades mmeras cuya consideración económica requiere especial atención para trascender el limbo de los planteamientos eco- lógicos y medioambientales ordinarios y avanzar hacia una ciencia aplicada de la gestión de los recursos naturales en la que la opción entre extracción, fabricación, sustitución y reciclaje de los materiales y sustancias utilizadas por el hombre se guíe por criterios económi- cos o, también en la que el propósito de hacer que la sociedad hu- mana repose sobre bases más sostenibles tenga un mayor reflejo en i la formación de costes y precios del que actualmente tiene.

1 La consecuencia lógica de este modo de razonar es que el mer- cado deja de ser la panacea que garantiza por sí sola el <óptimo económico., para convenirse en un instrumento más a utilizar sobre , bases controladas para conseguir soluciones que se adapten a deter-

1 minados objetivos o estándares socialmente acordados sobre el en- torno físico. Lo cual empuja a abrir el universo hasta ahora aislado de lo económico a la realidad física, a sus modelos predictivos, a las

1 opciones recnológicas y a los procesos de negociación social, trasla- dando el centro de discusión económica desde el interior del mer- cado hacia informaciones e instituciones exteriores al mismo.

Pero japortan las ciencias de la naturaleza informaciones sobre el mundo físico en formatos útiles para ser utilizados como guía de la gestión económica? Por lo general no ocurre así.

Bien es cierto que la conceptualización básica del funcionamiento de los recursos naturales en el marco de la biosfera y del ecosistema ya está hecha por la ecología, tanto en lo concerniente a la relación

4 de los organismos con su entorno como en términos de materiales, energía e información. El flujo de energía que recibe este planeta desde el sol mueve los ciclos de materiales que discurren entre los seres vivos y el medio inerte, de la misma forma, como señala un

I

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conocido ecólogo teórico, <<que una corriente de agua hace girar las ruedas de un molino,,. Así, la energía se degrada, por inevitabilidad termodinámica, a la vez que la materia discurre en ciclos cerrados.

Pero aunque el marco genérico conceptual ecológico y termodi- námico - q u e es, en definitiva, el que establece los límites everda- derosu a la economía de los recursos- está bien establecido desde hace décadas, ello no excluye la urgente necesidad de nuevos desa- rrollos teóricos y metodológicos.

Recordemos que aunque hace ya más de un siglo que entró en crisis el dogma mecanicista sobre el que se apoyó tanto el saber científico como la propia sociedad industrial, con esta crisis apare- cieron contradicciones y disfunciones entre las distintas disciplinas, que todavía perviven. Lo cual no sólo se traduce en el conocido divorcio entre una economía estándar que permanece anclada en el mecanicismo, y los desarrollos de la ecología y la termodinámica que lo trascendieron hace tiempo, sino en que hasta bien entrado el siglo actual no se consiguió una aproximación coherente y generalmente aceptada entre física y biología o, también, entre ciencias del cosmos, ciencias de la tierra y ciencias de la vida. Por ejemplo, si bien cabe buscar el origen del concepto de biosfera, que establece la conexión entre estas últimas, en el libro de Vernadski, La biosfera (publicado en 1926 en ruso y en 1929 en francés) e incluso en autores anterio- res ', hubo que esperar a la posguerra mundial para que este con- cepto pasara a ser admitido con generalidad en la comunidad cien- tífica. Lo mismo que hubo que esperar a la aparición en 1944 del libro del físico Erwin Schrodinger ;Qué es la vida?, para que se estableciera con generalidad una conexión coherente entre física y biología que trascendiera la paradoja de un sistema del mundo físico que excluía la vida o que daba pie a considerarla como fruto del azar (Monod) o del abswdo existencia1 (Camus). De manera que, hasta hace poco, resultaba difícil tender puentes sólidos desde las ciencias de la naturaleza hacia la economía, cuando estaban por afian- zar todavía conexiones fundamentales entre las propias ciencias de la naturaleza.

El término biosfera fue usado por primera vez en 1875 por el geólogo auitríai E. Sucss, como un paralelo de voces ya existenres -atmósfera, litosfera, hidrosfera- que designaban las distintas cubiertas o estratos del planeta. Vernadsky, al retom la plabra aproxima su concepra al actual, desracando la interacción entre la vida el resto del conjunto de la Tierra.

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I Hoy nos encontramos con que no sólo hace falta contar con un marco conceptual adecuado y generalmente asumido por los espe- cialistas, sino que hay que dotar ese marco de los desarrollos que hagan operativa su aplicación a los problemas concretos que plantea la gestión de nuestro entorno físico. Así, aunque se ha vertido mu- cha tinta sobre el significado económico de la Ley de la Entropía o Segundo Principio de la Termodinámica,. hay que advertir que ala termodinámica convencional no ha dispuesto de herramientas ade- cuadas para resolver estos problemas (económicos) de una forma cómoda y general. La entropía es una función excesivamente abs- trusa cuando se quiere calcular en sustancias reales. La energía uti- lizable, o "exergía", más simple de aprehender, tiene sin embargo similares o mayores problemas de cálculo y no han sido (salvo ex- cepciones) desarrollados sus análisis a pesar de que esta función se conoce desde principios de siglo:. >.

A su vez, la ecología sigue prisionera en parte de sus orígenes biológicos, de forma que los ecólogos sienten especial fascinación por el estudio de los sistemas naturales poco intervenidos por el hombre. Tal propensión contrasta, sin embargo, con las demandas de predic- ciones sobre los desequilibrios generados precisamente por las acti- vidades humanas. Así, la energía proveniente del sol que por vía metabólica se introduce en los ecosistemas, incluido el hombre, es cada vez más reducida en términos relativos frente a la energía exo- somática utilizada por el hombre 4. Como se senala más adelante, en el capítulo dedicado a las aportaciones de la ciencia ecológica, a

I efectos metodológicos puede ser muy cómodo considerar un subsis- tema humano y un subsistema natural, a menudo enfrentados o, al menos, separados, pero conceptualmente no tiene rigor tal distin- ción. Como indica Margalef al comentar un famoso programa inter- nacional de estudios ecológicos 5, más que Hombre y Biosfera ha- bría que hablar de Hombre en la Biosfera. De este modo, la visión sectorial de los ambientalistas, que quizá contribuye a extender inad-

' J M. Naredo y A. Valero, Sobre la conexión riirre tcrmodii>ámica ). e:on<imia convrncional., lnfo-on Comer&! ErpiBo:a. jiinio-juli~ de 1989 ' La cncreia endoromitica de la humaiiidad en su coniunio, erro cs. :a absorbidl

vía metabóli; por los alimentos se considera, según &naciones plausibles, de 0,5.10'2 W, frmre a los 6,8.1OL2 W consumidas tan sólo en forma de combustibles iósiles, siendo <rW* vatioi por metm cuadrado.

Programa MaB -Man and Biosphere-, de la IJNESCO: Mugdcf imnizi pro- poniendo MoB: Mui on Biosphere.

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vertidaniente una imagen adcsordenadaa de lo ecologico, entrentan- do artificialmente lo xnatural. a lo humano, se vería corregida por una visión global más inteligible de lo que realmente constituye la supuesta vaguedad del medio ambiente. Pero ello exigiría acercar esta visión global a los problemas que suscita la gestión diaria, tema éste en el que queda mucho por hacer.

Las ciencias aplicadas a la gestión de los recursos concretos -pes- ca, minería, sistemas agrarios, e t c . , de los que la segunda parte de este libro y sin ánimo exhaustivo se ocupa, han realizado un enorme esfuerzo para completar a nivel de detalle el marco conceptual alu-

l dido. Sin embargo, persiste la brecha entre las ciencias de la natu- raleza que configuran ese marco general de conocimiento útil para la gestión (ecología, termodinámica, geología, ...) y las ingenierías que guían las intervenciones humanas sobre el medio, que se suma a aquella otra que actualmente separa las argumentaciones económicas (crematísticas, sería mejor decir) y la propia lógica física del funcio- namiento de los recursos. De tal modo, que en la actualidad, y ante cualquier conflicto ambiental, se da como una suerte de guerra de trincheras, a modo de frente inamovible entre dos tipos de razones que, muy simplificada y torpemente, se califican de aeconómicasn frente a aecológicas~ o .ambientales*, y dado que la lógica intrínseca del uso de los recursos es una sola, de esta confrontación no surge nada positivo.

Ambos discursos en paralelo están condenados a no entenderse salvo que se superen las brechas indicadas. La economía ya lo está haciendo o, por mejor decir, algunas corrientes todavía minoritarias, que están relativizando la noción usual de sistema económico -que permanecía encerrada en el universo aislado de los valores pecunia- nos o de cambio- para abrirla a los sistemas y las instituciones que gobiernan la gestión del mundo físico. Pero las ciencias físico-natu- rales también deberán realizar un esfuerzo similar en sentido con- trario, para dar la mano a esas corrientes, si no quieren contentarse con sus ¶uehaceres experimentales e ingenieriles parcelarios, o con desempeñar, todo lo más, un papel contestatario y testimonial ais- lado frente a la lógica económica todavía imperante. De ahí que digamos eHam una ciencia aplicada a la gestión de los recursos*, para resaltar que ¶ueda un amplio camino que recorrer hasta que tal ciencia se consolide. Y de ahí que reuniéramos bajo este mismo titulo -en un Seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Valencia- el grupo de especdistas que, sensibles a la

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necesioaa oe avanzar en la direccion indicaoa, colabora ahora en la presente publicación.

En las páginas que siguen la reflexión económica escapa a su campo habitual y ya bastante trillado de los valores mercantiles, para recaer sobre el mundo físico desde el arsenal metodológico de las ciencias de la naturaleza. Lo económico rompe así su habitual ais- lamiento para servir de punto de encuentro obligadamente transdis- ciplinar. La marcada diversidad de formación y profesión de los autores, les permite enjuiciar con probada solvencia las aportaciones y las lagunas existentes para tratar los problemas que suscita la ges- tión económica desde sus diversos campos disciplinares y temáticos.

En la primera parte, se aborda el tema desde cada una de las tres disciplinas que aportan esquemas generales para enjuiciar económi- camente la gestión del mundo físico: esa economía de la naturaleza que es la ecología, esa economía de la física que es la tewnodznámica, y la econornia propiamente dicha, que pese a haberse encerrado en el universo de los valores mercandes, debe abrirse ahora para hacer las veces de aglutinante que coadyuve a conectar entre sí ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre para velar porque los sistemas de vida de las sociedades humanas, además de ser viables, merezcan el calificativo de .económicosn. Pues aunque la discusión de la fun- cionalidad y viabilidad de la generalización de patrones de consumo y opciones tecnológicas debe realizarse a la luz de los conocimientos científicos actuales, no es posible elegir entre ellos solamente con criterios científicos 6. Lo cual no sólo otorga un papel importante a la ética para superar las ambivalencias e incertidumbres que compor- ta la toma de decisiones en este campo, sino también al diseno de marcos jurídicos, administrativos ... y estadísticos que la infonnen de la mejor manera posible.

Precisamente porque queda camino por recorrer para culminar la problemática antes esbozada, hemos estimado pertinente rematar

Así lo demuestra esa especie de teorema de Godel de las ciencias sociales que S el teorema de h w . En efecto, como colof6n a una larga cadena de cfiticar a las desmesundar pretensiones de los.+conomisus de apoyar en Ir. agregación de utiüdz- des, preferencias y valores la obtención de -5ptimosr decisionales que se suponíui inequivocamence superiores a cualquier alternatira, el teorema de Arrow viene n pre- cisar hs condiciones rui restrictivas que exigiría la agregación de preferencias para lograr una elección colectiva exenta de contradicciones incernu, reconociendo así, de hecho, que por lo común, las decisiones políticas o econ6mi- han de llevar por fuerza un componente normativo.

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economistas, contables o estadísticos encargados de esta misión re- sulta altamente incentivador para ir dando vida, en el terreno de las aplicaciones, al propósito general antes apuntado de tender puentes desde la lógica explicativa de los sistemas del mundo físico hacia aquella otra propia de los valores mercantiles que se plasma en la idea usual de sistema económico. '

Por último, la segunda parte del libro da cuenta del .estado de las artes. disponibles para gestionar con criterios económicos cada uno de los recursos y las temáticas consideradas, que van desde los minerales, el agua, el suelo fértil, la diversidad biológica y los recur- sos pesqueros, hasta los sistemas agrarios y urbano-industriales que los utilizan. Ni que decir tiene que esta parte es fundamental para descender desde la problemática general a las aplicaciones concretas o también desde los niveles amplios de agregación y razonamiento. - hasta aquellos otros de intervención y de proyecto.

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siones físicas y monetarias en formatos útiles para guiar la gestión la concienciación. El esfuerzo de síntesis al que se ven forzados Ic