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UNA FIESTA PAGANA HALLOWEEN
HALLOWEEN, UNA FIESTA PAGANA
CHRISTIAN TRONCOSO CASTILLO
Muchas son las restricciones que se hacen en estas fechas sobre la exportada
fiesta de Halloween y las razones para celebrarla o dejar de hacerlo siempre abundan. En
este breve ensayo, pretendo revisar el tema desde un punto de vista - siempre ceñido a
las Escrituras - dispuesto a analizar este festejo y sus implicancias espirituales, sin caer
en los dos extremos: ni la satanización de todos los elementos que la componen, ni la
irresponsabilidad ante los hechos.
Hasta donde sabemos, Halloween es una fiesta de origen celta. Los celtas fueron
un grupo étnico de origen indoeuropeo, cuyos indicios vienen desde el siglo V a.C
(aunque investigaciones señalan su presencia hacia la Edad del Hierro, siglo XII a.C.
aprox.) y se difuminan por la Edad Media. Hay que recalcar que, si bien este pueblo fue
un grupo que compartía una cultura en común, nunca llegó a constituir un reino unificado
(así como los griegos, por ello es que sería un error hablar de Imperio Griego). Su
poblamiento del territorio europeo involucró, el norte de España (Galicia, Asturias y
Celtiberia, un poco más al sur) y gran parte de Francia; pero su establecimiento más
perdurable fue en las regiones más alejadas: Irlanda, Escocia, Gales y otros sectores de
la actual Gran Bretaña. Los celtas poseían una rica cultura que se extendía en
organización política, grupos lingüísticos y mitologías. Grandes historias como la del Rey
Arturo, o el mismísimo romance de Tristán e Isolda – que sería de inspiración para
Romeo y Julieta – tienen orígenes celtas.
La fiesta de Halloween deriva de la celebración del Año Nuevo celta, que era el
final de la temporada de cosecha. La mayoría de los pueblos que dependían de la
siembra y cosecha para subsistir, tenían una religión muy relacionada con la naturaleza;
es decir, para ellos los cambios estacionales tenían una importancia sagrada, puesto que,
literalmente, de ellos dependía su existencia en tanto pueblos y en tanto individuos. Por
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esta razón, cada pueblo que adoraba a la naturaleza por su importancia en las cosechas
organiza su calendario según las fechas que son importantes: inicio y término del otoño,
invierno, primavera y verano; solsticios; equinoccios; la primera y la última cosecha; etc.
El término «pagano» señala, precisamente, este aspecto de la religión, puesto que deriva
de pagus, en latín, «campo»; creo necesario quitar el valor negativo y de prejuicio que
tiene esta palabra. Originalmente, la celebración era muy similar a muchos cultos otros
solsticiales y, por lo tanto, era una fiesta que festejaba la vida de la naturaleza en todo su
esplendor. Esta fiesta no tiene nada de satánico en particular. Ahora bien, hay que
entender que la demonización de las mitologías y religiones de todas las otras culturas
que no fueran la cristiana fue acontecimiento más político que espiritual, y fue llevado a
cabo por la Iglesia Católica en la Edad Media, con el fin de apoderarse del dominio
religioso y, por eso, económico y político entre los diversos pueblos europeos.
Respecto de lo anterior, creo que no se debe juzgar nada sólo a partir de su
origen. Primero, porque nosotros no tuvimos origen judío y Dios nos llamó a ser sus hijos;
así también parece suceder con los objetos en Hechos 10 (Pedro y Cornelio), cuando es
quitada también la restricción respecto a los animales de origen impuro. Segundo, porque
comenzar a diferenciar el origen de algo para saber si es impuro constituye una empresa
demasiado pretenciosa y absurda (pretenciosa porque pretende demasiado y absurda
porque no tiene sentido): por ejemplo, casi siempre se cita la palabra “bacán” como una
palabra que no debe decirse por derivar de “bacanal”, las fiestas a Baco; sin embargo,
muchas otras palabras derivan etimológicamente de aspectos relacionados a las
religiones o mitologías: un santiamén (del término del rezo católico), araña (“Aracne”,
deidad griega), ojalá (“si Alá quiere”), orfeón (“Orfeo”, deidad griega), casi todos los días
de la semana (lunes es el día de la Luna; martes, el de Marte; miércoles, el de Mercurio;
jueves, el de Juno; viernes, el de Venus), incluso, la etimología más aceptada de la
palabra latina Deus (de la que deriva nuestra palabra “Dios”) es que proviene de Zeus… y
así podríamos llegar a comprender una buena parte de vocablos de nuestro idioma.
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Hacer una lista de palabras, fiestas o cosas que se pueden o no respetar no sólo
es religión, sino que va en contra de lo que la Biblia señala en Colosenses 2:20-21 “Pues
si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si
vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni
aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas
se destruyen con el uso?”. Cabe aquí hacer un alcance, Dios es claro en señalar que hay
objetos o situaciones que no se deben mantener; pero la razón de ello no es que
acarreen espíritus consigo, ni que sean satánicos de forma asolapada; sino porque
constituyen idolatría, es decir, porque ocupan en el corazón del hombre el lugar que debe
tener Dios: “Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni
oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a
Jehová tu Dios” (Deuteronomio 7:25). Es decir, los objetos que deben desecharse y aún
quemarse, son aquellos abiertamente dedicados a otros dioses. Éstos, no sólo incluyen
esculturas o imágenes, además de libros de brujería (cf. Hechos 19:19); sino que, por
extensión también caben dentro de este mandato todos aquellos objetos que hayan
representado algún tipo de ídolo en la vida de un cristiano: discos musicales, posters,
camisetas de fútbol; incluso, cartas de ex-novios(as), televisores, computadores, según
corresponda a cada caso. Actualmente, la fiesta de Halloween no está dedicada a los
dioses celtas; pero sí a los dioses del este tiempo como son el consumismo, la
materialidad y la violencia. En términos espirituales, esta fiesta solsticial ha perdido su
valor original y, por lo tanto, su valor místico como experiencia simbólica. Por lo demás,
casi todo chileno mayor de veinte años, participó también en una fiesta solsticial pagana;
pero que, al igual que Halloween, está degradada a ser sólo una celebración popular: la
“cruz de mayo” celebrada todavía en muchos lugares del país, no tiene relación alguna
con el cristianismo – excepto por la cruz –, sino que desciende de una antigua tradición
eslava, con el objetivo de celebrar los primeros indicios del verano en el Hemisferio Norte.
A pesar de que es un ejercicio poco común, imaginemos, por un momento, a un
celta del siglo III a.C: un hombre de familia que amaba a su esposa y le daba a sus hijos
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lo que podía dentro de las limitaciones de su época y cultura, incluso, en su corazón no
ha albergado lugar para el odio. Tan piadoso ha sido, que uno de sus hijos ha tenido la
oportunidad de hacerse un druida, un sacerdote celta: ¿cómo serán juzgados ellos si no
conocieron a Cristo ni la Ley que Dios le dio a Moisés porque estaban muy lejos? El
apóstol Pablo, nos explica que aquellos que a ellos su juicio proviene según su ley en
Romanos 2:12 “Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y
todos los que bajo la ley han pecado, por la Ley serán juzgados”. Por lo general,
pensamos en los celtas y sus druidas como engañadores; pero, en realidad, no son más
que generaciones de engañados, ciegos que han tratado con todas sus fuerzas de guiar a
otros ciegos.
Así como con las palabras, los objetos y las fiestas, ocurre con todos los símbolos
de tradiciones paganas. Por lo que es difícil que un símbolo, en sí mismo, invoque a un
espíritu satánico; al menos que, quien lo utilice realmente lo quiera. La historia de los
símbolos en todas las culturas nos dice que tienen sentidos diferentes, muchas veces,
hasta contrapuestos. Por esta razón, es que no podemos relacionar a un símbolo sólo
con un dios, espíritu o tradición determinada: cruces, lunas, estrellas, animales, sirenas,
calabazas, etc. Por ejemplo, actualmente, cuando vemos una swástica pensamos en
Hitler y el asesinato de inocentes, en la represión, la guerra, la violencia, la destrucción y
la muerte. Sin embargo, este símbolo es mucho más antiguo y lo encontramos en
tradiciones tan distintas como los indios Navaho de América del Norte, templos budistas y
mosaicos romanos del siglo I d.C ¿eso hace a esos pueblos nazis? Claramente, no. La
swástica está relacionada con los ciclos vitales y el paso del sol, sus puntas que van
hacia el lado representan un movimiento y, por lo tanto, la vida. Entonces, vemos cómo es
que los símbolos también sufren una degradación de su sentido original que está muy
relacionado con la mentalidad de la cultura (su cosmovisión, su cosmogonía y el tipo de
relación causal que, según ellos, gobierna el universo) y vienen a ser simples íconos o
logos promocionales de ideologías. Ejemplos de ello abundan y podríamos extendernos
bastante en analizar este aspecto y relacionarlo con la estética – básicamente, vinculada
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a la destrucción y a la muerte – que se ocupa en Halloween; pero, nos extenderíamos
demasiado. Eso sí la Biblia explicita que los objetos no tienen espíritus en sí mismos, sino
por lo que obra a través de ellos: “Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se
avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no
hay espíritu en ella” (Jeremías 10:14). Hay que recalcar que siempre cuando la Biblia
señala aspectos que acarrean maldición, estos aspectos son acciones, sólo uno de ellos
es objeto. Aquéllos son: (1) deshonrar a padre y/o madre, Gen.27:12: “Quizá me palpará
mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición”; (2)
desobedecer las leyes, Isa. 24:5-6 “Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque
traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta
causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa
fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres”; (3) robar y
(4) jurar falsamente, o sea mentir, Zac 5:3 “Entonces me dijo: Esta es la maldición que
sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del
rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo)
será destruido”; (5) no decidir de corazón dar la gloria a Dios, Mal. 2:2 “Si no oyereis, y si
no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré
maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido,
porque no os habéis decidido de corazón”; (6) ser colgado de un madero, Gal 3:13 “Cristo
nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito:
Maldito todo el que es colgado en un madero)”; (7) unas aguas amargas, que yo creo,
son, a la vez infertilidad y símbolo de la falta de perdón, Núm. 5:19 “Y el sacerdote la
conjurará y le dirá: Si ninguno ha dormido contigo, y si no te has apartado de tu marido a
inmundicia, libre seas de estas aguas amargas que traen maldición” y, finalmente, (8) la
casa del impío, es decir, el que no es piadoso ni santo, Prov. 3:33 “La maldición de
Jehová está en la casa del impío, Pero bendecirá la morada de los justos”. Es curioso
advertir, por ejemplo, que en una historia paradigmática sobre maldición como lo es la del
pecado de Acán, se mencionan al menos cuatro de éstas: “Israel ha pecado, y aun han
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quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta
han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres” (Josué 7:11).
Los celtas, como cualquier otro pueblo, poseían una religión que adoraba a la
naturaleza, su fiesta solsticial de Halloween – que debe entenderse en su propio contexto
y mentalidad cultural – no tiene nada que ver con la actual, ni en su forma ni en su fondo.
Pero la celebración actual adora a los dioses de esta época y seguirla implica una acción
en contra de las Escrituras.
A partir de lo que hemos revisado en torno al estudio de los símbolos y la historia
de las religiones, se puede decir que nada es satánico si no es explícitamente satánico.
Por ello, de lo que más debemos cuidarnos, no es de la fiesta ni sus símbolos, puesto que
no tenemos lucha contra carne ni sangre (Efesios 6:12) sino de los que explícitamente
están en contra de la Iglesia de Dios, de su palabra y de su perdón. En esto, lo principal
es saber que los satanistas contemplan en su calendario tres fechas importantes en el
año: sus propios cumpleaños, la noche de Walpurgis y Halloween. Debe hacerse mención
que la elección de la fechas responden a razones siempre arbitrarias, es decir, no hay
nada en el 31 de octubre que sea en sí mismo satánico, sino que se eligen como
convenciones (acuerdos), tal cual nosotros celebramos la Navidad el 25 de diciembre,
aun cuando sabemos que lo más probable es que Jesús haya nacido las primeras
semanas de septiembre.
Anton Szandor Lavey, el escritor de la biblia satánica, menciona las tres fechas
enunciadas en el párrafo anterior como las festividades religiosas satánicas y sólo hace
nota breve respecto del origen de ellas; pero no da razones para la elección de las
fechas. Lo importante es saber que en ellas se practican rituales en contra del cuerpo de
Cristo. Por lo tanto, debemos ser prudentes y no darle al diablo más poder del que tiene,
sin embargo, tampoco relajarnos ya que en nuestra vida batallamos una lucha, en la cual
intervienen poderes reales. El llamado es a no ser descuidados con Halloween; pero
también, a no ser religiosos ni supersticiosos.
Dios les bendiga.