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Halperin Donghi.
Para qué la inmigración? Ideología y política inmigratoria en la Argentina
(1810-1914).
I A lo largo de todo el siglo XIX la inmigración fue considerada un instrumento esencial en la
creación de una sociedad y una comunidad política modernas. Las razones para el surgimiento de
un consenso tan vasto y duradero en torno de una política que no podía sino introducir cambios
cataclismitos en al sociedad argentina son necesariamente complejos. Algunas de ellas son
herencia del pasado prerrevolucionario, otras se vinculan con la complejidad de las funciones
asignadas a inmigrantes… Pero estas contradicciones no son lo bastante marcadas y sistemáticas
como para desembocar en la propuesta de varios proyectos alternativos de transformación
económico-social que tuviesen en común la apelación a la inmigración masiva. Se traducen, en
cambio, en una constante ambigüedad de métodos y objetivos.
II A partir del último tercio del siglo XVIII la expansión económica del litoral rioplatense, que
ha seguido hasta entonces una marcha vacilante se torna sostenida. En las peculiares condiciones
del Río de la Plata es deseable que la escasa mano de obra de concentre en actividades en que la
productividad es más alta, y las ventajas que en este aspecto exhibe la ganadería frente a la
agricultura y la artesanías son evidentes.
El problema de la población es examinado sobre todo en cuanto a la campaña: si ello se
debe a que en la opinión de estos observadores la ciudad está ya sobrepoblada y luego de 1810
las razones por el énfasis del poblamiento rural serán diferentes.
III La ideología pro-inmigratoria que acompaña a la rápida expansión argentina de medio
siglo anterior a 1914 es articulada por los hombres de la generación de 1837; sus elementos
esenciales no son sin embargo individualizados por ese grupo y están ya presentes, por el
contrario en las observaciones sobre política inmigratoria de Rivadavia.
Para este gente la inmigración debe se blanca y europea, como agente destructor de las
degradantes habitudes españolas.
La herencia colonial es para SARMIENTO algo más que un conjunto de “habitudes”, de
tendencias intelectuales o prejuicios ideológicos: es todo un estilo de vida, moldeado por el marco
natural brindado por el espacio americano; en lenguaje de Sarmiento, el fruto de la “colonización y
las peculiaridades del terreno”.
El mérito de la revolución fue haber abierto la posibilidad de una experiencia histórica más
compleja, de la que el contacto con el mundo no hispánico es uno de los aspectos más positivos.
Si España es el problema, Europa la solución: la presencia extranjera es civilizadora.
Sin embargo, será en Europa, donde Sarmiento aprenderá no sólo a dar alcance preciso a
las denuncias contra las modalidades sociales de la industrialización, sino todavía a medir los
límites inesperadamente estrechos de ese proceso mismo, a descubrir toda una vasta Europa de
estilo de vida inesperadamente arcaico; ve en Francia la supervivencia de una campesinado
encerrado en un horizonte estrecho y dominado por un antiguo estilo de vida.
Esa experiencia europea enseñará a Sarmiento a apreciar de modo más positivo el legado
español y colonial. Pero esta no es la lección más importante, sino que es también a partir de esa
experiencia que se lanza a la búsqueda de un modelo nuevo: EEUU. El secreto de su éxito, no
esta en ninguna superioridad étnica, sino mas bien en un conjunto de desarrollos económicos,
sociales y culturales que presenta como consecuencia de la existencia en el nuevo país de un
auténtico mercado nacional, que incorpora efectivamente aún a los miembros más aislados de la
comunidad norteamericana. En este marco nuevo halla también una justificación nueva para su
interés por la educación masiva: la palabra escrita es instrumento irremplazable en la creación de
ese mercado nacional.
En los EEUU los inmigrantes, lejos de constituí una influencia civilizadora, crean delicados
problemas de adaptación a un estilo de civilización mas avanzado que su comarca de origen, es
allí un elemento de barbarie, aún así también de transformación, al que EEUU no podría haber
renunciado.
El ejemplo norteamericano le ofrece una lección más general, una invitación a ver a la
inmigración con mirada desmitificadota. La inmigración es todavía posible y necesaria, pero debe
ser encauzada, a la vez que fomentada, por un ESTADO capaz de gobernar los procesos
económicos y sociales que su política contribuye a desencadenar, y decidido a ponerlos al servicio
de un plan de transformación que el libre juego de las fuerzas económicas no podría llevar a feliz
término.
Para ALBERDI el aumento rápido de la población no es visto como la única ventaja que
proporciona la inmigración, a través de ella el trabajo europeo complementa al capital europeo en
al tarea de crear una comunidad civilizada en el remoto rincón del mundo que es el Río de la Plata.
Alberdi postula la necesidad de un estado fuerte, cuya función –mas delimitada- es volcar fuerza
contra los obstáculos locales que enfrentan esos agentes civilizadores externos; no es su tarea
definir las reglas de juego al que se incorporan esas nuevas fuerzas socioeconómicas, que por el
contrario, el libre juego entre ellas alcanza resultado constantemente benéficos.
Postula una educación por la vida en sociedad y la participación en una economía
modernizada; contra Sarmiento, proclama que para ser buen obrero no es necesario el alfabeto.
En 1856 Sarmiento va a lanzar las denuncias más violentas contra el latifundio ganadero
que condena a una parte tan grande de la población rural a una existencia errante e insegura. No
obstante, nada más lejos de su intención que lanzarse seriamente a un ataque frontal al régimen
de la tierra, y en efecto bien pronto Sarmiento volverá a contemplar las desdichas del gaucho con
su habitual ecuanimidad.
Sarmiento así, está más cerca que Alberdi del temple de esa Argentina que lentamente
emerge luego de la caída de Rosas: la ideología liberal-conservadora que ofrece justificación para
las transformaciones a menudo brutales impuestas al país por su renovada elite dirigente convive
con una democrática, cuya parcial disidencia no alcanza intensidad suficiente para trocarla en
corriente ideológica alternativa, y mucho menos en inspiración real de una fuerza política opositora:
lo que esa ideología democrática ofrece es más bien un conjunto de temas y motivos que ofrecen
instrumentos de expresión ya preparados, que cualquier oposición hallará oportunamente a su
alcance cuando necesite justificación menos anecdótica a su disidencia.
La es a pesar de todo, algo más que el resultado d una ciega oleada humana que el poder
político no podría, no en verdad aspira a controlar. Bajo la égida de Urquiza se multiplican en el
Litoral las experiencias colonizadoras. Poblar la frontera es el recurso heredado de la sabiduría
administrativa borbónica y en ella surge, en efecto, la primera colonia agrícola.
La crisis de 1874 socava el sistema de crédito, no pocos de los colonos, imposibilitados de
seguir pagando las cuotas que los transforma definitivamente en dueños de las tierras, se resignan
a trocarse en arrendatarios. Mientras los avances del ferrocarril y de la frontera indígena siguen
abriendo nuevas tierras, esa abundante oferta asegura condiciones todavía atractivas a los
arrendatarios.
Si en las zonas cerealeras la inmigración proporciona compradores para una clase
terrateniente especuladora, y luego arrendatarios para una rentista, en Buenos Aires provee un
número sobreabundante de peones a un sector terrateniente que mantiene su función empresaria.
Es la inmigración la que hace posible la expansión del sector rural en etapas en que el movimiento
de precios internacionales está lejos de tener los mismos efectos.
La creciente presencia de inmigrantes en la campaña da lugar a un fenómeno que la
prensa extranjera de Buenos Aires y las representaciones de países de emigración siguen con
alarma creciente, y describen como una oleada xenófoba, traducida en un impresionante aumento
de la violencia contra los extranjeros.
IV
El aquietamiento de las controversias en torno al orden rural refleja el hecho de que
aquellos cambios sociales capaces de alcanzar fácil repercusión política no ocurren ya en la
campaña. Es sobre todo en las ciudades que crecen más rápidamente donde tienden a
concentrarse los conflictos. La tentación de explicarlos precisamente por esa presencia extranjera
es muy comprensible, sobre todo desde el momento en que ciertos motivos sociales explícitos se
agregan a los temas tradicionales del conflicto político.
En la década de 1870 oímos por primera vez un argumento que veinte años más tarde
será reiterado hasta la saciedad: son los extranjeros los responsables de importar la noción de
lucha de clases a un país que ignora porque no la necesita, ya que para él carece de toda
relevancia: la igualdad de oportunidades que ofrece esta sociedad abierta excluye la formación de
alineamientos estable e irreconciliablemente enemigos.
Si en la década del 70 la creciente crisis financiera y finalmente económica hace posible la
coexistencia de esas trayectorias demasiado exitosas con una generalizado malestar capaz de
alimentar tensiones que hacen por lo menos imaginable el desencadenamiento de conflictos
frontales dentro de la sociedad, en la siguiente una ola de avasalladora prosperidad sólo deja lugar
para ala aceptación o la recusación global de ese orden aparentemente sin fisuras.
Hay un desarrollo técnico-económico rápido, pero también hay ferrocarriles en África,
explica Sarmiento. Como es habitual en él, ese descubrimiento marca uno de los puntos en los que
oscila su pensamiento; otro punto es la coincidencia con la secularización de la educación, política
de Roca, que hace que Sarmiento vea en ese gobierno el continuador legítimo del propio.
Sarmiento ve en la participación activa de los inmigrantes en la política argentina la única
manera de sacarla del marasmo en que ha caído. Pero para que los inmigrantes descubran que
sus intereses como sus afectos los ligan a la comunidad argentina es preciso que se curen de la
nostalgia. Para él, los inmigrantes son víctimas de una falsa conciencia de su propia situación, y
paradójicamente se hacen tanto menos capaces de percibirla cuanto más exitosa es su integración
en la sociedad argentina.
Sarmiento ve a la Argentina escindirse en un país político (nativos viven de la política,
maquinaria dependiente que controla el gobierno federal y provincial) y un país económico
(inmigrantes), bastaría que se nacionalicen y así inundasen las listas electorales para que esta
situación fuese abolida. Sin embargo, Sarmiento no esta teniendo en cuenta, que el sistema
electoral no es mas que una farsa.
Para los inmigrantes prósperos mantenerse al margen de la política, les permite sacar
provecho de determinados conflictos internos; y a los menos prósperos la ventaja de conservar la
protección consular, contra la arbitrariedad de las autoridades locales. Sarmiento reprocha a los
inmigrantes aceptar demasiado fácilmente el primitivismo de la situación política local, a penas
descubren posibilidades de obtener ventajas de él.
Sarmiento desespera y reprocha que los inmigrantes no cumplan el papel salvador que él
les asignó, y así muchas veces critica y se burla de estos. No obstante su asimilacionismo es la
expresión ideológica más benévola de una creciente toma de distancia frente al fenómeno
inmigratorio, que por otra parte es expresado en una clave de xenofobia por otros autores.
A partir de 1890 surge en el país un movimiento obrero la mayoría de cuyos dirigentes y
militantes son extranjeros; si bien había un Partido Socialista con dirigentes argentinos, serán los
anarquistas quienes arraiguen entre sectores más amplios de los obreros. Los anarquistas desde
sus comienzos se muestran dispuestos a recurrir a la violencia.
La ligazón entre agitación popular y presencia inmigratoria pasa a primer plano bajo estos
estímulos. La edite político-social está tanto más preparada a percibir esa vinculación por cuanto
ya antes de que emergiesen las formas organizadas de protesta obrera ha comenzado a percibir
en el temple de las clases trabajadoras urbanas transformaciones que marcaban el fin de de la
deferencia tradicionalmente tributada a esa élite por el resto de la sociedad urbana.
En 1902 la Ley de Residencia, tiene como fin frenar los avances de la sindicalización.
Autoriza a expulsar extranjeros por decisión administrativa y apoyo la noción de agitadores
ultramarinos como causantes del desorden social. La Ley de Defensa Social de 1910, respuesta a
la difusión del terrorismo, complementa disposiciones que golpean específicamente a los
extranjeros con otras que tipifican actividades como delictuosas, no estrictamente terroristas.
“Los terroristas no son argentinos, no sólo su invocación de doctrinas ultramarinas, sino ya
su conducta, marcada por una constante y sanguinaria cobardía, revelan demasiado claramente su
origen extranjero.”
Sin embargo, estos motivos xenófobos, tan libremente evocados para justificar la
represión, no se traducen en ninguna modificación de la política inmigratoria; es precisamente en
esos años cuando la inmigración alcanza sus cifras más altas sin que se crea oportuno poner
obstáculos a sus avances.
La xenofobia aparece como un argumento apologético, en defensa de un orden en torno al
cual hay cada vez menos consenso. A tal punto se utilizarán estos argumentos, que serán también
empleados por interés económicos también extranjeros.
V
Surge también un interés por una temática Nacionalista; intento de cubrir la represión
antiobrera como cruzada antigringa, de acuerdo a visiones de la izquierda. No hay duda de que
entre las motivaciones de ese redescubrimiento nacionalista se encuentra la anterior interpretación.
SI embargo no es la visión dominante, no porque el surgimiento de organizaciones de clase de los
sectores obreros no represente un peligro, sino porque al lado de éste se advierte otros quizás no
menos temibles a los que una ideología nacionalista puede también dar respuesta.
Se hacía indispensable la regeneración del Estado: a través de una base política mas
amplia y menos pasiva que las reducidas clientelas electorales manipuladas por las maquinas
políticas.
Roque Sáenz Peña aplicará por primera vez el sufragio universal de forma honrada. La
UCR, era llamada a integrarse, y funcionaría como incentivo para la transformación de las
clientelas en un partido moderno, capaz de revitalizar al Estado.
La reordenación de la lucha política debe entonces complementarse con una vigorización
del sentimiento nacional inducida por el Estado de modo primordial, aunque no exclusivo, mediante
el adoctrinamiento escolar. Si en la Argentina la familia no es un instrumento eficaz de transmisión
del sentimiento nacional, no es primordialmente, porque en los hogares con fuerte componente
inmigratorio lo debilite, sino porque lo que se enseña en la palabra y el ejemplo es una sabiduría
cínica y desengañada, que excluye la idea misma de cualquier sacrificio por objetivos
supraindividuales.
El nuevo nacionalismo refleja un cambio radical en la imagen de la relación entre la
Argentina y el mundo: si abrirse a éste y a sus aportes había sido la solución preconizada desde
1837, en el clima de rivalidades ínter imperialistas ahora dominantes el irreducible elemento de
hostilidad presente en toda relación entre países se destaca con evidencia nueva, y la necesidad
de una cohesión nacional más sólida para afrontar un clima cada vez mas marcado por esa
hostilidad recíproca se torna igualmente evidente.
Pero precisamente por eso el nuevo nacionalismo no podría incluir componentes
antiinmigratorios capaces de retardar la asimilación de los extranjeros en la comunidad nacional.
Lejos de presentarse como una ideología antiinmigratoria, se propone como la adecuada para un
país que debe reconciliarse con las transformaciones demsiado rápidas que ha sufrido.
El triunfo de la UCR marcó una temporaria agudización de los conflictos y debates que
parecían dejados definitivamente atrás. El nacionalismo radical era más diferenciado que el
conservador, era una adhesión a la nación más que a la corporización en el cuerpo nacional de
una cierta experiencia política. El radicalismo, deseoso de aunar voluntades encuentra en la
adhesión común a la nación un elemento de cohesión indispensable a sus heterogéneos reclutas.
Aparece el nacionalismo, entonces, como la ideología adecuada para un partido interclasista, que
no se ve a si mismo como una alianza de clases, sino que se rehúsa a tomar posición global frente
a estos conflictos.
JORGE SÁBATO – La clase dominante en la Argentina moderna (introduccion)
LOS GRANDES TERRATENIENTES PAMPEANOS COMO CLASE DOMINANTE: NOTAS
CRÍTICAS
Ya había comenzado a considerarse a la concentración de la propiedad territorial como un
obstáculo para lo que en la época se denominaba “el progreso”.
La clase terrateniente era descripta por la literatura de la época como reveladora de una
economía de características señoriales, anudada fuertemente al pasado, obstaculizando e
impidiendo el desarrollo capitalista autónomo y armónico de las sociedades nacionales.
La concepción de Sábato es distinta a la comúnmente aceptada acerca del rol de los grandes
terratenientes como clase dominante, en lugar de suponer la tierra como elemento exclusivo,
coloca en un mismo plano la pertenencia de la tierra y el manejo de actividades comerciales y
financieras por parte de un grupo social considerando que ese grupo habría emergido como
clase dominante gracias a su habilidad para disponer, con un alto grado de concentración, del
control conjunto de esas actividades económicas.
1870/80 se inicia el proceso que forma a la Argentina moderna y que respondía a dos
condicionamientos convergentes:
1) Externo: la expansión del capitalismo industrial en Europa que provocó una demanda
creciente de materias primas y alimentos y que, a su vez, liberó una enorme masa de
trabajadores en condiciones de migrar. Estos sucesos fueron precedidos por una revolución
tecnológica en los transportes y en las comunicaciones que permitió aproximar los
continentes y constituir un mercado unificado a escala mundial.
2) Interno: las ventajas comparativas ofrecidas por la pampa húmeda, la escasez de mano de
obra compensada con la fuerza de trabajo inmigrante y las condiciones políticas logradas
hacia 1880 (régimen federal que fue un acuerdo entre sectores bonaerenses y determinados
grupos del interior del país).
1857-1914: ingresan al país 3.300.000 inmigrantes provenientes en su mayoría de España e
Italia, que se instalan en la pampa húmeda: Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba.
Argentina pasa a ser en esos años uno de los mayores abastecedores de maíz, lino, carnes
enfriadas, congeladas y en conserva, avena y trigo del mundo.
Los capitales extranjeros que entran se invierten principalmente en ferrocarriles, transportes,
servicios urbanos y frigoríficos.
El rápido crecimiento dio lugar a la mayor acumulación de toda la historia económica argentina.
El elemento básico y fundamental que habría producido el desarrollo económico argentino en
ese período está constituido por las “ventajas comparativas” de la región pampeana para la
producción de bienes agrícolo-ganaderos en el contexto mundial, lo que se habría expresado
en una “renta diferencial” de la tierra pampeana dentro del mercado internacional en el que
había quedado integrada.
Sábato dice que la idea de que la clase de los grandes terratenientes fue realmente la
dominante se basa en dos supuestos:
– la supuesta de una perfecta correlación entre el poder económico proveniente de la
propiedad sobre la tierra, el poder social y el poder político que automáticamente provoque la
apropiación de la parte sustancial de la renta diferencial
– la ignorancia de la posible existencia de otros sectores poderosos que podrían “interferir” las
relaciones económicas creadas
A los supuestos anteriores Sábato agrega que si bien pueden haber sido los beneficiados por
las transformaciones no implica necesariamente que los grandes terratenientes hayan sido los
propulsores del proceso. Además nombra otra posible postura: la idea de que la verdadera
clase dominante, la mayor beneficiaria y la real impulsora de las transformaciones de la
economía y la sociedad no estaba en el país sino en el extranjero, en las economías
capitalistas centrales, actuando a través de sus diversos agentes en Argentina, por lo que la
clase dominante local no sería más que subordinada a aquella.
Con respecto a la suposición de que hubo una división del trabajo tácita en la que los nativos se
habrían quedado con el control de la tierra y los extranjeros con el control del comercio, Sábato
muestra la existencia de familias como los Anchorena, quienes tenían la habilidad de jugar
simultáneamente a varias fuentes de acumulación. Esto pone en duda la hipótesis de los
puros terratenientes como clase dominante.
La consolidación de esta clase dominante habría impulsado la especialización dependiente de
la economía argentina, la preponderancia de los grandes terratenientes habría trabado el
desarrollo de la industria y, por consiguiente, de un capitalismo más integrado maduro y
autónomo por.
– apropiarse privilegiadamente del excedente generado y canalizarlo preponderantemente
hacia la ampliación del sector agropecuario,
– favorecer un librecambio que atentaría contra la expansión de una industria incipiente, cuyos
mayores costos de producción hubieran requerido alguna forma de protección aduanera para
crecer y madurar,
– malgastar una gran parte del excedente apropiado en un consumo ostentoso, suntuario e
improductivo, cuando no en operaciones especulativas rurales y urbanas que tampoco
contribuían al desarrollo productivo de la economía.
En las condiciones anteriores, la industria estaría sujeta a una doble restricción. Su desarrollo
dependería de inversiones extranjeras acordes a la situación dependiente del país y, por otra
parte, se generaría una pequeña clase de industriales nacionales colocados en una posición
totalmente subordinada a la clase terrateniente incapaz de expandirse frente al desarrollo
obtenido por los países centrales y por el librecambio impuesto por el modelo agroexportador.
Según Sábato, las industrias no estaban en una posición secundaria respecto del agro, sino,
quizás, no existía un clivaje social que correspondiera a la especialización económica sectorial.
Según Sábato la clase dominante no responde necesariamente al “patrón tierra”, sino que
junto a la cuestión de la tierra las actividades comerciales y financieras constituyen la clave de
la consolidación y comportamiento de dicha clase en Argentina a fines del siglo XIX.
Los sucesivos “booms” de los cueros, del tasajo, de la lana, habrían creado ciertos mecanismos
(comportamientos empresariales) con dos rasgos sobresalientes:
– el nexo de estos fenómenos con necesidades contingentes y variables de las economías
centrales, y
– el tipo de comportamiento “flexible” que esos elementos habrían gestado.
Dos características definitorias del comportamiento de las clases dominantes:
– FLEXIBILIDAD: esa capacidad de adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones fue
encontrada sólo por un sector empresario pequeño (por la naturaleza de sus actividades y la
diversificación de sus capitales), ya que muchos encontraban límites en su capacidad
individual y en el tipo de características de sus unidades productivas.
– ESPECULACIÓN: con la afluencia de capital extranjero y la extensión del ferrocarril se
desató una especulación con las tierras y la suba de los valores inmobiliarios. Esta fiebre de
los negocios, de la ganancia rápida y de la toma de beneficios en un sector económico para
colocar en otro, fue generadora de fortunas y también de la ruina de ciertos sectores que no
supieron jugar o no tuvieron el conocimiento de los riesgos de una economía mutante.
Gracias a la multiplicidad de sus negocios, los comerciantes estaban en condiciones de
dispersar riesgos sin dejar de usufructuar por eso los beneficios que ofrecían las
oportunidades especulativas.
La compleja relación COMERCIO-FINANZAS fue un mecanismo de consolidación de poder
económico dentro de un país en el que la especulación y la crisis imperaban simultáneamente.
Esto distingue la primera fase en la formación de la clase dominante.
El PERÍODO ESPECULATIVO contribuyó a la consolidación de la clase dominante debido al
mantenimiento de ciertas fórmulas económicas y a cierta racionalidad frente al frenesí
económico. Esta fase llegará a su fin con la crisis de 1890 y abrirá una segunda fase influida
por el desarrollo agrícola de la provincia de Buenos Aires, incorporada tardíamente a la
producción cerealera.
El desarrollo de la agricultura provocó el aumento de la población rural cuyos consumos y
necesidades fueron generando un creciente y multiplicado eslabonamiento de actividades
económicas cuyos efectos se extendieron a diversos ámbitos. Por fin, el desarrollo de una
ganadería refinada, fenómeno estrechamente ligado al empuje de la agricultura, y el frigorífico
serán los últimos eslabones de una cadena de actividades económicas firmemente enlazadas
que darán la fisonomía definitoria a la clase dominante durante este período de formación. Esta
segunda etapa puede ser denominada como de NETO DESARROLLO CAPITALISTA en
Argentina.
A diferencia de otros países en los que el sector industrial había constituido la actividad
económica líder del desarrollo capitalista, en Argentina es el sector agropecuario no
sólo el que impulsa la transformación sino, además, el que la domina.
Pero, este sector agropecuario, dentro de una economía capitalista liberal presenta, entre otras,
una peculiaridad muy importante: la de estar sujeto a rigideces de producción y riesgos de
mercado comparativamente mayores que la producción industrial. Además, la actividad
agropecuaria está sometida a las contingencias naturales. Y si es ese sector el que impulsa y
difunde la expansión del desarrollo capitalista, toda la economía se encontrará sometida a
contingencias y riesgos comparativamente mayores que en un país en el que es la industria la
actividad promotora.
Por ese motivo, adquiere una crucial importancia la formación de mecanismos y
comportamientos adaptados a funcionar en condiciones de riesgo, tanto para aprovechar
oportunidades como para amortiguar perjuicios.
Si la clase dominante se encuentra implantada en el comercio y las finanzas, dispone de
grandes posibilidades de dispersar riesgos entre distintas actividades productivas y de
aprovechar con gran rapidez coyunturas favorables. La mentalidad con la que se está
dispuesto a actuar dentro de una gran empresa agropecuaria es más la de un
comerciante o financista que la de un productor agropecuario.
El terrateniente pampeano no se ajustaba a la figura típica del gran propietario rural en otros
lugares de Latinoamérica. A menudo no eran dueños de una sola y grande propiedad sino que
poseían una serie de campos de tamaño variable distribuidos en diversos lugares con lo que
disminuían los riesgos de las contingencias locales y que a largo plazo compensaban los
mayores costos operativos y gerenciales que eventualmente acarrea la división de las
explotaciones.
Lejos de ser la principal preocupación de los empresarios la producción, tenían una vocación
comercial muy alerta para aprovechar las oportunidades de un mercado internacional
cambiante en rápida evolución.
Si, entonces, los grandes propietarios eran al mismo tiempo comerciantes y financistas o
seguían el rumbo marcado por estos, la clase dominante habría resultado mucho menos
conservadora en el momento de la incorporación de lo que la concepción tradicional sugiere.
Al contrario, esa clase se habría encontrado en condiciones más que propicias, por esas
posibilidades y por su mentalidad, para aprovechar y acelerar enormemente la transformación
de la economía argentina en ese momento. Pero serían esas mismas características las que
más tarde frenarían el desarrollo capitalista del país.
Miguez Eduardo
La Agricultura y la ganadería 1880-1914
(la gran expansión agraria)
El mercado de tierra luego de la “campaña del desierto”
Durante las presidencias de Avellaneda y roca llego a su fin, en lo sustancial, uno de los rasgos básicos de la sociedad rioplatense anterior: la frontera interior.
La frontera había tenido un enorme impacto en la estructura social y económica de la sociedad rioplatense, y muy en particular en su medio rural. Las campañas de Alsina y Roca, y sus continuaciones en Patagonia y el Chaco, pusieron a disposición de la sociedad de origen europeo enorme territorios, e incrementaron la seguridad de la propiedad y la vida en otros aledaños.
Ahora posible instalar en las nuevas tierras un sistema productivo que potenciará sus posibilidad. En primer lugar era necesario definir la condición jurídica de las tierras dentro del sistema de propiedad establecido por las leyes del estado. Era necesario determinar su potencial productivo, y el tipo de producción que mejor se adaptaba a sus características, a su fertilidad y clima, pero también a su ubicación relativa a los mercados y la evolución de los precios. Finalmente era menester dotarlas de capital y trabajo para ponerlas en producción.
Una antigua y persistente ideología agrarista, propiciaba la distribución de tierras en pequeñas unidades para la colonización agrícola. Pero varios factores pesaban en su contra. La financiación de la propia campaña de Roca se efectuó a través de bonos canjeables por tierras, y un mecanismo similar se utilizo para premiar a los militantes que participan de ella. Para un estado siempre hambriento de fondos, la venta de grandes extensiones a estancieros o especuladores prometía recursos frescos más inmediatos que la colonización. Fueron las propias condiciones productivas de las tierras, y la evolución mercado, las que terminaron determinando una estructura agraria a través del proceso de privatización. En el centro-norte de Santa Fe continuo el proceso de
colonización agrícola, en tanto que el sur de Santa Fe y Córdoba y Buenos Aires evolucionaron hacia la consolidación de la estancia. El nordeste de La Pampa vio florecer algunas colonias agrícolas junto a estancias ovinas. En Patagonia de cierta aptitud agrícola, carecían de mercados a los cuales volcar su producción. Surgió así la gran estancia patagónica, orientada a la cría ovina (destinada al mercado chileno).
En las tierras cordilleranas más pobres de Neuquén y sur de Mendoza se desarrollo una cría caprina trashumante. En la región chaqueña la experiencia no fue menos variada. Desde la enorme extensión de la explotación forestal (una vez mas, con un fuerte componente de capital internacional) pasando por un limitado interno de ingenio azucarero, llegando hasta la colonización algodonera.
El periodo 1880-1845 es testigo de una extraordinaria expansión ferroviaria. Pueden diferenciarse distintos tipos de ferrocarriles. Algunos captan y multiplican el transporte de regiones ya desarrolladas. Otros deben ellos mismos generar la actividad económica que les permita sustentarse. Hay líneas troncales cuya función principal es unir puntos distantes. Otros, en cambio, tienen una intensa actividad en cada una de sus estaciones intermedias. En tanto que el ferrocarril del Oeste y el Sur captan el trafico de una rica zona lanera. El ferrocarril parece haber sido casi una condición necesaria para el despegue regional, al intensificar la inserción regional en el mercado nacional e internacional, favoreció a los sectores que en mejores condiciones estaban para aprovechar las oportunidades que estos mercados presentaban, promoviendo el surgimiento de una considerable diversidad regional. Lo que si tuvo el ferrocarril fue en el establecimiento de una estructura de precios en el mercado de bienes y factores, la evolución de este ultimo es un indicador clave del desarrollo de la expansión agraria. Sobre el desarrollo de la estructura rural pesaron más las aptitudes naturales, las tecnologías productivas y las condiciones de oferta de factores, que las condiciones institucionales o las vocaciones especulativas.
La expansión productiva 1880-1914: la ganadería
Si algo había caracterizado al desarrollo agrario había sido la producción lanar. Para entonces, esta producción dominaba casi toda la provincia de Buenos Aires, y se había extendido sobre Entre Ríos y sur de Santa fe y Córdoba. Con la “conquista de Desierto” se abrieron enormes extensiones a la producción. Los nuevos territorios, eran destinados en principio a la cría del vacuno criollo o mestizo, pero luego la introducción de lanares. Se produjo otro cambio, conocido como desmerinizacion y luego de algunos años de experimentación se logro desarrollar un método de congelamiento de carnes que hacia factible su exportación. así, las viejas merino comenzaron a ser desplazadas por razas de origen británico –especialmente Lincoln- que si bien eran inferiores en calidad de lana, se adaptaban también a la producción de carne.
La creciente valorización del vacuno va a propiciar un nuevo cambio en la distribución regional de la producción ovina. El flujo de inmigrantes no solo aumentaba la población, sino que premiaba una carne mas adaptada al gusto europeo que la que ofrecía el viejo ganado criollo. El refinamiento de las razas bovinas será motorizado por un reducido grupo de importantes inversiones.
Hacia mediados de la década, se hace visible una producción especializada en el creciente mercado de exportación, el que sufrirá un retroceso hacia 1900 por la prohibición británica al ganado argentino como consecuencia de la fiebre aftosa. El impacto de esta restricción, sin embargo, será muy breve.
La agricultura
Las colonias santafecinas, estimuladas por mercados locales, habían logrado establecer ya de manera sólida para 1880. Para esa fecha había unas setenta colonias, que cubrían un total de más de ochocientas mil hectáreas. En los quince años siguientes se crearon más de trescientas nuevas colonias. El tamaño de las unidades de producción no deja dudas sobre el papel de la pequeña propiedad en este proceso. Es cierto que su superficie total era menor a la de las grandes estancias, pero dado que el grueso de la actividad agrícola se concentraba en las unidades menores, no parece haber dudas sobre el papel de las colonias en la producción agrícola santafecina.
Las colonias santafecinas, entonces, especializadas mayormente en trigo, dan cuenta de buena parte de la etapa inicial de la expansión agrícola.
La demanda de pasturas tiernas para el ganado refinado comenzó a presionar sobre la producción agrícola. El contexto de alto costo del dinero y escasez de crédito general en la economía del periodo, agudizado por la crisis de 1889/90, no era favorable para la fuerte inversión que requería roturar extensas superficies para instalar pasturas artificiales. Una carta de Benigno del Carril proponía un método para solucionar este proceso, establece contratos de aparcería para la siembra de tres cosechas, agregando semilla de alfalfa junto con la tercera siembra.
En la propuesta de Del Carril el secreto estaba en los contratos de aparcería. Alambrando potreros de 2000 hectáreas y subdividiéndolos en lotes amojonados de 200, ocho o diez aparceros aseguraban un enorme lote de alfalfa.
En Córdoba como Santa Fe al sur de Rosario, el cultivo triguero se realizo bajo diversas formas: colonias, aparcería en las estancias como complemento de la ganadería o simplemente una especialización en el arrendatario o la aparcería agrícola.
La tradición ha ubicado al trigo en el centro de la expansión agraria argentina, y esto refleja los hechos de buena parte del periodo. Pero como ya viéramos, en vísperas de la guerra en realidad era el maíz el principal producto de exportación Argentina. El maíz, por su alto rinde, lo transformaba en la opción más remunerativa, especialmente en tierras templadas con buena humedad.
El tercer producto agrícola de la gran expansión argentina fue el lino, en su doble función textil y oleaginosa. El lino era una opción de muy alto rendimiento económico por hectárea, pero un fuerte efecto de desgaste sobre la tierra. Cultivo orientado totalmente a la exportación, manteniéndose en un nivel relativamente bajo en la década siguiente, y experimentando una fuerte expansión, al igual que el maíz y el trigo, desde comienzos de siglo. Otros cereales, como la avena y el centeno, complementaban el panorama de la agricultura exportable de la pampa húmeda.
Cultivos regionales
Hubo cultivos industriales de la época colonial que tuvieron más fortuna. El desarrollo azucarero dio lugar a una renovación económica de la vieja elite local. Y el apoyo que esta producción recibió del Estado Nacional fue clave para su crecimiento. Además de la extensión ferroviaria, los productores tucumanos obtuvieron una protección aduanera especial, para incentivar la producción local frente al producto Caribeño y Brazilero, de menor costo.
también la vid un cultivo colonial regional que se convertía en una agroindustria floreciente contando con fuerte apoyo del Estado. La llegada del ferrocarril a Mendoza en 1885, impulsada por el Estado, así como la legislación provincial que promovía el cultivo de vid, fueron elementos significativos en la expansión de esta producción. Para entonces el viñedo había desplazado a la
alfalfa como principal actividad agrícola, aunque en superficie cultivada la leguminosa (utilizada para el engorde) seguía teniendo primacía.
Otro creciente agroindustria del periodo fue la forestal. Las iniciativas para la explotación de los grandes bosques subtropicales en busca de sus maderas fueran numerosas tanto en el noreste como en el noroeste, y de ellas surgieron varias empresas exitosas de capitales nacionales o extranjeros. La forestal, si bien instalo ferrocarriles, plantas industriales y embarcaderos en sus propiedades, el tipo de explotación que practicaba limito su efecto sobre el desarrollo regional. Esto, y el fuerte control social regional, generaron intensos debates entre contemporáneos historiadores sobre los efectos sociales y ecológicos de la empresa. El capital ingles también tuvo un fuerte impacto en la otra actividad agrícola de alta capitalización, el cultivo frutal en el valle rionegrino. Esta producción se desarrolla tardíamente, habiendo debido esperar la instalación de sistemas de regadío.
Estas modalidades reflejan no solo las características técnicas de la reproducción, sino la situación del mercado de mano obra. Siendo esta generalmente escasa y cara, y por lo tanto de difícil control, el gran capital prefirió en general avanzar poco en el ámbito de la producción agrícola, dejando un campo abierto a pequeños y medianos productores regionales.
Trabajadores y empresarios rurales
Las condiciones de escasez laboral, no afectaron solo a la agricultura industrial. Todo el desarrollo agrario de amplias regiones de la argentina del siglo XIX fue marcado por el signo de la falta relativa de trabajadores. La escasez elevaba el costo del trabajo. Si las cosechas eran exitosas, la inversión podía ser ampliamente justificada. Pero la rentabilidad de las cosechas estaba sujeta a fuertes variaciones – sequías, langosta y otras plagas, inundaciones, lluvias en la época de la cosecha – o de caídas de precios en el momento de la venta del producto. Ya hemos visto que parte de la respuesta a esta situación vino a través de la difusión de una versión moderna de una muy vieja instrucción agraria europea; la aparcería agrícola.
Disponibilidad monetaria, ganancia y riesgo son los factores en juego en las formas de contratación rural. Tampoco debe pensarse que el arrendamiento y la aparcería fueron siempre una forma de contratación laboral.
El otro gran sector de trabajadores agrícolas estuvo constituido por asalariados temporarios, mayormente contratados para la cosecha (esta requirió volúmenes crecientes de trabajadores estaciónales). Esta masa de trabajadores proviene de la llamada “migración golondrina”, trabajadores italianos y españoles que vendrían a la Argentina luego de la cosecha europea. El Estado favoreció estas inmigraciones con campañas publicitarias en Europa. La mayoría de los casos los inmigrantes no lo hacían por una sola cosecha. Por el contrario, concluida esta, buscaban trabajo para el invierno en las ciudades, o incluso en áreas como Tucumán, que requerían trabajo agrícola invernal. Se sumaba a un conjunto mayor de emigrantes internos del interior, trabajadores urbanos, o simplemente peones y jornaleros que durante el año Vivian de la construcción o la obra publica ( eran una mano de obra excelente).
El trabajo asalariado fue también la forma de empleo más habitual en la ganadería.
En el temprano periodo lanar fueron frecuentes las formas de aparcería, pero sea para 1880 esta modalidad contractual estaba en un merma. Aunque menos conocido, el fenómeno también parece frecuente en la cría bovina. Por otro lado, parecía que era bastante habitual que los puesteros fueran, más que asalariados, pequeños productores autónomos, que guardaban el ganado de estancia a cambio un porcentaje en la ganancia, y de autorización para pastar sus propios
animales en las tierras del establecimiento. La labor ganadera requerirá de una mano de obra permanente con el gran establecimiento, que sin duda fue provista por planes nativos, o inmigrantes, con frecuencia, bajos.
Otro aspecto de la estructura empresarial de la actividad lanar era en la distinción entre cría encarnada (engorde). En general las tierras de menos riquezas de pasturas, son utilizadas para la cría de animales a los dos o tres años los animales eran llevados a campos de mejor calidad y más próximos a los puntos de comercialización, para que alcanzaran su peso ideal, y fueron colocados en el mercado. Había dos sectores productivos diferenciados, criadores en invernadores.
Una parte muy significativa de la ganadería eran llevada a cabo con grandes productores, y hay muchísimas evidencias de que éstos combinaban ambas actividades. Cuando los campos carecían de actitud para efectuar la cría y en engorde, era práctica habitual entre los grandes productores la adquisición de campos de invernada. Así, no parecen existir evidencias de las supuestas dependencias de los criadores respecto de los invernadores...
Parece evidente que la relativa abundancia de tierras y escasez de mano de obra y capital, abrió también el camino un tipo de relación contractual en la base hasta posibilidades de movilidad social, y que creaba gran diversidad de situaciones productivas. En general, la crisis de 1890 cerró la etapa por más dinámica estructura social agraria Argentina, pero sólo en la región central de su desarrollo.
La movilidad social no un simple mecanismo por el cual se accede la propiedad rural. Más bien, un proceso multiforme, que permitió que muchos individuos desarrollen sus propias y variadas estrategias de progreso, con resultados también muy variados. Por supuesto, sólo en casos muy excepcionales alguien logró elevarse de la nada a inmensas fortunas. Algunos alcanzaron sólidas propiedades, otros, un bienestar que le permitió un buen pasar en su madurez, ya fuere en la Argentina rural o urbana, o regresando sus tierras. ¿Qué puede decirse de los más grandes empresarios? Algunas interpretaciones bastante generalizadas han visto a la gran estancia como un espacio de lujo y ostentación, carente de eficacia productiva. Sin duda, hubo ostentación en más de un caso lo que resulta poco sorprendente. Pero nada más erróneo e identificar este lujo con ineficacia económica. Resulta cada vez más evidente que la gran estancia fue un centro de constante renovación productiva.
Otras investigaciones han mostrado como el camino del desarrollo agrario estuvo sembrado de innovaciones, riesgos, aciertos y errores. La mayoría de los empresarios que llevaron a cabo el desarrollo fueron nativos. ya fueran viejos miembros de la élite terrateniente, o exitosos inmigrantes más recientes o sus descendientes, o pequeños a para aparceros los nativos o inmigrantes, la poderosa transformación de la ganadería y la agricultura argentina no fue producto espontáneo de la fertilidad de las pampas, las condiciones de transporte y comercio internacional. Un variado conjunto empresarial fue quien tradujo esas condiciones favorables en un notable fenómeno de crecimiento. Por supuesto, no todo los grandes terratenientes fueron innovadores.
El crédito agrario y la tecnificación.
La expansión agraria consigo un intenso proceso de renovación tecnológica, una pregunta clave es sólo el origen del capital que financiaron dicha renovación, y los mecanismo de crédito que los hicieron accesibles a los productores. La renegociación en 1827 de la antigua deuda del crédito
Baring de 1824, se había restablecido el crédito externo el que se había volcado fundamentalmente hacia la construcción de ferrocarriles y préstamos al Estado. Esto jugó un papel crucial para el desarrollo agrario, los capitales externos que ingresaron al aún muy incipiente sistema financiero, se volcaron fundamentalmente al crédito comercial. La expansión agraria fue motor del crecimiento económico, y ofreció atractivas tasas de beneficio a los inversores. El capital comercial también fue la fuente financiera de peso, a través de varios mecanismos. Por ejemplo, las grandes empresas exportadoras, tanto de lana como el cereal, ofrecían créditos a sus acopiadores locales y estos lo transmitían a los productores. Pero hubo otra fuente de financiamiento agrario aún más específica. Se trata de la creación oficial de bancos hipotecarios, primero en la provincia de buenos a aires y posteriormente en el estado nacional. Los bancos operaban a través de bonos (cédulas hipotecarias) que se emitían a favor del propietario, y éste colocaba en el mercado. Las células se colocaron tanto del país como en el exterior, canalizando un considerable flujo de capitales hacia el sector rural. Se ha argumentado que el crédito sólo sirvió para incrementar la especulación improductiva, y un aumento superfluo de los valores inmuebles.
Uno de los problemas centrales en cuanto a la cuestión de la financiación rural se ha referido al carácter segmentado del mercado de crédito. Por un lado el crédito institucional no estaba tan concentrado en la gran propiedad como se suponía. Por otro el crédito un informal del comercio local parece haber sido menos inequitativo de lo supuesto.
Otros rasgos impuesto por la disponibilidad de factores a la estructura agraria pampeana, estrechamente vinculado al problema del crédito, fue el aprovechamiento intensivo de la tecnología agrícola. La falta de mano de obra propicio la adopción relativamente rápida de maquinaria agrícola. Pero la escasez de crédito impidió la intensiva tecnificación individual del productor, como ocurrió en Canadá o Estados Unidos. Otro fenómeno vinculado, fue la existencia de grandes capitalistas que invertían en maquinaria agrícola, y cultivaban enormes extensiones con contrato de arriendo o a porcentaje de la cosecha. En cuanto a la ganadería, sus demandas de capital son menores en la agricultura. Además, las mayores inversiones se requieren en la producción de reproductores de calidad, actividad que fue concentrada por grandes establecimientos con acceso directo nacional e incluso externo.
Nota: la existencia de una frontera abierta, con abundancia de tierras fértiles, y la demanda internacional para la producción de sus tierras es el punto de partida de este análisis a abrir un ingreso