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HANS KELSEN: Esencia y valor de la democracia. 1920 Imprimir HANS KELSEN. Extractos de su ensayo “Esencia y valor de la Democracia” escrito en 1920. […] La democracia moderna descansa, puede decirse, sobre los partidos políticos, cuya significación crece con el fortalecimiento progresivo del principio democrático. Dada esta realidad, son explicables las tendencias -si bien hasta ahora no muy vigorosas- a insertar los partidos políticos en la Constitución, conformándolos jurídicamente con lo que de hecho son ya hace tiempo: órganos para la formación de la voluntad estatal. Esto constituiría solamente un fenómeno parcial de aquel proceso que se ha denominado de “racionalízación del poder”, y que va aparejado con la democratización del Estado moderno. De todos modos, no son pocos los obstáculos que se oponen a esta racionalización en general y a la consagración de los partidos políticos como órganos constitucionales del Estado en especial. No hace mucho tiempo todavía las legislaciones desconocían oficialmente la existencia de los partidos políticos, adoptando frente a ellos una actitud abiertamente negativa, y aun hoy no se tiene plena conciencia de que la hostilidad de las antiguas monarquías centroeuropeas contra los partidos, y la contraposición esencial establecida por la ideología de la monarquía constitucional, sobre todo entre los partidos políticos y el Estado, no era sino una enemistad mal disimulada contra la

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HANS KELSEN. Extractos de su ensayoEsencia y valor de la Democraciaescrito en 1920.[] La democracia moderna descansa, puede decirse, sobre los partidos polticos, cuya significacin crece con el fortalecimiento progresivo del principio democrtico. Dada esta realidad, son explicables las tendencias -si bien hasta ahora no muy vigorosas- a insertar los partidos polticos en la Constitucin, conformndolos jurdicamente con lo que de hecho son ya hace tiempo: rganos para la formacin de la voluntad estatal. Esto constituira solamente un fenmeno parcial de aquel proceso que se ha denominado de racionalzacin del poder, y que va aparejado con la democratizacin del Estado moderno. De todos modos, no son pocos los obstculos que se oponen a esta racionalizacin en general y a la consagracin de los partidos polticos como rganos constitucionales del Estado en especial. No hace mucho tiempo todava las legislaciones desconocan oficialmente la existencia de los partidos polticos, adoptando frente a ellos una actitud abiertamente negativa, y aun hoy no se tiene plena conciencia de que la hostilidad de las antiguas monarquas centroeuropeas contra los partidos, y la contraposicin esencial establecida por la ideologa de la monarqua constitucional, sobre todo entre los partidos polticos y el Estado, no era sino una enemistad mal disimulada contra la democracia. Es patente que el individuo aislado carece por completo de existencia poltica positiva por no poder ejercer ninguna influencia efectiva en la formacin de la voluntad del Estado, y que, por consiguiente, la democracia slo es posible cuando los individuos, a fin de lograr una actuacin sobre la voluntad colectiva, se renen en organizaciones definidas por diversos fines polticos; de tal manera que entre el individuo y el Estado se interpongan aquellas colectividades que agrupan en forma de partidos polticos las voluntades polticas coincidentes de los individuos. As no puede dudarse que el descrdito de los partidos polticos por parte de la teora y la doctrina del derecho poltico de la monarqua constitucional encubra un ataque contra la realizacin de la democracia.Slo por ofuscacin o dolo puede sostenerse la posibilidad de la democracia sin partidos polticos. La democracia, necesaria e inevitablemente, requiere unEstado de partidos.sta es la mera comprobacin de una realidad que, estando demostrada por el desarrollo de todas las democracias histricas, refuta una tesis, todava muy extendida, segn la cual la naturaleza de los partidos polticos es incompatible con la naturaleza del Estado, y ste, con arreglo a ella, no puede alzarse sobre grupos sociales, como son los partidos polticos. La realidad poltica demuestra lo contrario. Lo que se pretende denominar naturaleza o esencia del Estado es, en verdad, con gran frecuencia un determinado ideal, y en este caso, un ideal antidemocrtico.[]La actitud adversa a la constitucin de los partidos, y hostil, en el fondo, a la democracia, sirve, consciente o inconscientemente, a fuerzas polticas que tienden a la hegemona de un solo grupo de intereses, que en la misma medida en que se niega a tomar en cuenta otro inters ajeno, procura disfrazarse ideolgicamente como inters colectivo orgnico, verdadero y comprensivo. Toda vez que la democracia como Estado de partidos insiste en deducir la voluntad colectiva de la voluntad de los partidos, puede prescindir de la ficcin de una voluntad colectiva orgnica y suprapartidista. Un avance incontable conduce en todas las democracias a la divisin del pueblo en partidos polticos, o, mejor dicho, ya que preliminarmente no exista el pueblo como potencia poltica, el desarrollo democrtico induce a la masa de individuos aislados a organizarse en partidos polticos, y con ello despierta originariamente las fuerzas sociales que con alguna razn pueden designarse con el nombre de pueblo. Si las Constituciones de las repblicas democrticas - que en ste como en tantos puntos se hallan todava bajo el influjo de la ideologa de las monarquas constitucionales - niegan el reconocimiento jurdico a los partidos polticos, no es desde luego con la intencin que perseguan aqullas, o sea la obstruccin a la democracia, sino por ceguera ante la realidad.La insercin constitucional de los partidos polticos crea tambin la posibilidad de democratizar la formacin de la voluntad colectiva dentro de su esfera. Esto es tanto ms necesario cuanto que puede suponerse que es precisamente la estructura amorfa de este mbito lo que da lugar al carcter sealadamente aristocrtico-autocrtico que tienen los procesos deformacin de la voluntad colectiva dentro del mismo, aun en partidos de programa radicalmente democrtico. La realidad de la vida del partido, en la que los personajes destacados pueden influir mucho ms intensamente de lo que podran hacerlo dentro de los lmites de una Constitucin democrtica, de aquella actividad en que todava alienta la llamadadisciplina del partido- cuando en las relaciones entre los partidos, esto es, en la esfera parlamentaria de la formacin de la voluntad no existe en modo alguno una disciplina anloga del Estado -, asigna, por regla general, al individuo un -campo muy exiguo de autodeterminacin democrtica.[]La existencia de la democracia moderna depende de la cuestin de si el Parlamento es un instrumento til para resolver las necesidades sociales de nuestra era. Aunque la democracia y el parlamentarismo no son idnticos, no cabe dudar en serio - puesto que la democracia directa no es posible en el Estado moderno - que el parlamentarismo es la nica forma real en que puede plasmar la idea de la democracia dentro de la realidad social presente. Por ello, el fallo sobre el parlamentarismo es, a la vez, el fallo sobre la democracia.La llamada crisis del parlamentarismo ha sido suscitada, en gran parte, por una crtica que interpreta equivocadamente la esencia de esta forma poltica y que, por consiguiente, no comprende bien su valor. Pero cul es la esencia del parlamentarismo ? Cul es la esencia objetiva que no debe confundirse con la interpretacin subjetiva que, por motivos conscientes o inconscientes, tratan de dar los partcipes o interesados en esta institucin? El parlamentarismo significa:Formacin de la voluntad decisiva del Estado mediante un rgano colegiado elegido por el pueblo en virtud de un derecho de sufragio general e igual, o sea democrtico, obrando a base del principio de la mayora.Una vez reconocido que la idea de la legalidad, no obstante conducir a restricciones de la democracia, debe ser mantenida para la realizacin de sta, se hace necesario instar para ella todas las instituciones de control que puedan asegurar la legalidad de la funcin ejecutiva y que slo pueden ser consideradas como incompatibles con la democracia por una demagogia miope. La primera de ellas es la jurisdiccin contencioso administrativa, cuya competencia debe extenderse en el mismo grado y medida en que los actos administrativos sean accesibles a influencias ejercidas por el partidismo poltico. No slo los actos administrativos individuales son susceptibles y necesitan de un control judicial, sino tambin las normas generales de los reglamentos, y especialmente las leyes, sin otra diferencia sino que el control de los primeros se refiere a su legalidad, y el de las segundas, a su constitucionalidad. Este control incumbe a la jurisdiccin constitucional, cuya funcin es tanto ms importante para la democracia cuanto que el mantenimiento de la Constitucin dentro del proceso legislativo representa un inters eminente para la minora, para cuya proteccin se han ideado los preceptos sobre qurum, mayora cualificada, etc. Por esto si la minora debe tener asegurada su existencia y eficacia polticas, tan valiosas para la esencia de la democracia, si no ha de estar expuesta a la arbitrariedad de la mayora y si la Constitucin no ha de ser unalex imperfecta, o sin sancin, debe concederse a aqulla la posibilidad de apelar directa o indirectamente a un tribunal constitucional.Sorprende que precisamente sea el ideal socialista aquel cuya realizacin exija la renuncia a los mtodos de la democracia, puesto que el socialismo desde Marx y Engels parte del supuesto fundamental, no slo para su teora poltica, sino tambin econmica, de que el proletariado explotado y empobrecido constituye la inmensa mayora de la poblacin, y que este proletariado slo necesita adquirir conciencia de su situacin de clase para organizarse en el partido socialista y entablar la lucha de clases contra una minora exigua. El socialismo, pues, haba de reclamar la democracia, por creerse seguro de un gobierno cuya posesin le garantizaba la mayora. Pero ya el surgimiento de democracias burguesas en la primera mitad del siglo XIX, y, ms todava, su consolidacin, as como los progresos posteriores del desenvolvimiento democrtico, desmintieron las esperanzas del socialismo. Por qu no se convierte la democracia meramente poltica en otra tambin econmica, es decir, por qu gobierna un grupo burgus-capitalista y no proletario-comunista, si el proletariado, formado en la mentalidad socialista, rene la mayora, y el sufragio de la mayora le asegura el predominio en el Parlamento? Naturalmente esta pregunta slo se refiere a los casos en que impera la genuina democracia y est asegurada la generalidad e igualdad de los derechos polticos, como ocurre en las grandes democracias de la Europa occidental y Amrica. De seguro no bastan para dar respuesta ni las impurezas de los sistemas electorales, ni la divisin en circunscripciones, ni los obstculos para el ejercicio del sufragio opuestos a ciertas categoras de electores, etc., como tampoco el influjo poderoso de la Prensa capitalista. Si la democracia civil se detiene en el estadio de la mera igualdad poltica, sin que sta conduzca a una igualdad econmica, la razn de ello est - como demuestra la experiencia de las revoluciones ms recientes, especialmente la rusa - en que el proletariado interesado en la igualdad econmica y la consiguiente estatizacn o socializacin de la produccin, en contra de lo que afirma el socialismo desde hace varios decenios, lejos de constituir, al menos hasta ahora, la inmensa mayora del pueblo, slo forma una dbil minora. ste es el motivo para el cambio de principios en el mtodo poltico aceptado por una parte del socialismo, al reemplazar la democracia, que Marx y Engels consideraban todava compatible con la dictadura del proletariado, por la forma propiamente dictatorial : por una dictadura que se presenta como absolutismo de un dogma poltico y de un rgimen partidista personificador de aquel dogma. As ocurre que la extrema izquierda del partido proletario abandona el ideal democrtico creyendo que el proletariado no puede conquistar el poder dentro de esta forma, al menos en plazo previsible, mientras que la extrema derecha de los partidos burgueses hace lo mismo, pensando que la burguesa no podr defender el poder poltico, siquiera por mucho tiempo, dentro de la democracia.En el oscuro horizonte de nuestro tiempo, asoman la dictadura de partido, dictadura socialista del proletariado, o dictadura nacionalista de la burguesa;tales son las nuevas formas de la autocracia.