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Comunicación Alternativa Lic. en Ciencias de la Comunicación FFyL-UNT 1 Hegemonía y Comunicación Alternativa Tina Gardella “La operación de códigos naturalizados revela no la transparencia y naturalidad del lenguaje, sino la profundidad del hábito y la casi universalidad de los códigos en uso; ellos producen reconocimientos aparentemente naturales y esto tiene el efecto ideológico de ocultar las prácticas de codificación que están presentes.” Stuart Hall-“Codificar-decodificar” en Culture, Media y Lenguaje. Un planteo inicial Hablar de hegemonía en la comunicación y particularmente en la Comunicación Alternativa, es hablar de poder. De quienes lo producen, de quienes lo resisten, de porqué se lo lucha y como es que se lo construye. Hablar de hegemonía es hablar de relaciones de poder. Y hablar de relaciones de poder es hablar de lo político. Lo político en tanto se diferencia de la política según Jorge Alemán 1 , como el instante en que el sujeto adviene, como ese momento ontológico de la constitución misma de esa singularidad, lo que nos hace ser a cada uno lo que somos, irrepetibles. Precisamente a partir de esta distinción y aportando a los debates actuales, Aleman hace la diferencia entre capitalismo y hegemonía: El capitalismo, por su capacidad de conectar lugares, de carecer de barreras, de absorber las crisis y potenciarse con ellas, de expandirse transversalmente, de expulsar todo lo que sea posible, al ser un movimiento circular, ilimitado, donde lo nuevo llama a lo nuevo para anularse como novedad y no producir acontecimiento, donde lo diferente llama a lo diferente para que nunca surja la diferencia…en es e sentido el capitalismo no es hegemonía sino que es un poder. La hegemonía se construye con las singularidades y siempre es vacía, tiene como punto de partida la heterogeneidad, no puede borrar nunca las diferencias. Las propias construcciones hegemónicas no satisfechas de las propias instituciones neoliberales y esas demandas ingresan a una cadena equivancial. Nunca son borradas en las lógicas de la articulación hegemónica. Opongo la estructura del discurso del capital que es un poder, a los proyectos hegemónicos. Llamo política al discurso del capital y a su vocación de realizar como voluntad acéfala la conexión de todos los lugares en el circuito de las mercancías. Llamo político a lo hegemónico, que es siempre por esencia: fallido, 1 Psicoanalista, escritor y ensayista argentino cuyo pensamiento aúna psicoanálisis, filosofía y política. Profesor Honorario de la UBA y de la UNSM. Consejero Cultural España/Argentina.

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Comunicación Alternativa Lic. en Ciencias de la Comunicación FFyL-UNT

1

Hegemonía y Comunicación Alternativa

Tina Gardella

“La operación de códigos naturalizados revela no la transparencia y

naturalidad del lenguaje, sino la profundidad del hábito y la casi

universalidad de los códigos en uso; ellos producen reconocimientos

aparentemente naturales y esto tiene el efecto ideológico de ocultar

las prácticas de codificación que están presentes.”

Stuart Hall-“Codificar-decodificar” en Culture, Media y Lenguaje.

Un planteo inicial

Hablar de hegemonía en la comunicación y particularmente en la Comunicación

Alternativa, es hablar de poder. De quienes lo producen, de quienes lo resisten, de

porqué se lo lucha y como es que se lo construye.

Hablar de hegemonía es hablar de relaciones de poder. Y hablar de relaciones de

poder es hablar de lo político. Lo político en tanto se diferencia de la política según

Jorge Alemán1, como el instante en que el sujeto adviene, como ese momento

ontológico de la constitución misma de esa singularidad, lo que nos hace ser a cada uno

lo que somos, irrepetibles.

Precisamente a partir de esta distinción y aportando a los debates actuales,

Aleman hace la diferencia entre capitalismo y hegemonía:

El capitalismo, por su capacidad de conectar lugares, de carecer de barreras,

de absorber las crisis y potenciarse con ellas, de expandirse

transversalmente, de expulsar todo lo que sea posible, al ser un movimiento

circular, ilimitado, donde lo nuevo llama a lo nuevo para anularse como

novedad y no producir acontecimiento, donde lo diferente llama a lo

diferente para que nunca surja la diferencia…en ese sentido el capitalismo

no es hegemonía sino que es un poder. La hegemonía se construye con las

singularidades y siempre es vacía, tiene como punto de partida la

heterogeneidad, no puede borrar nunca las diferencias. Las propias

construcciones hegemónicas no satisfechas de las propias instituciones

neoliberales y esas demandas ingresan a una cadena equivancial. Nunca son

borradas en las lógicas de la articulación hegemónica. Opongo la estructura

del discurso del capital que es un poder, a los proyectos hegemónicos. Llamo

política al discurso del capital y a su vocación de realizar como voluntad

acéfala la conexión de todos los lugares en el circuito de las mercancías.

Llamo político a lo hegemónico, que es siempre por esencia: fallido,

1 Psicoanalista, escritor y ensayista argentino cuyo pensamiento aúna psicoanálisis, filosofía y política. Profesor Honorario de la UBA y de la UNSM. Consejero Cultural España/Argentina.

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inestable y debe jugar su partido en la brecha de la estructura de

emplazamiento del discurso del capitalismo. 2

Para este autor, una cosa es la producción de subjetividad por las lógicas del

poder, que es como vivir la propia vida como empresa y otra cosa es la singularidad

irreductible que surge en el advenimiento con la lengua en su existencia hablante,

sexuada y mortal.

“Si se confunde estas dos cosas y creemos que el poder definitivamente capta ese

momento de surgimiento del sujeto, entonces sí el crimen es perfecto y entonces sí

podemos decir que los medios fabrican sujetos, producen sujetos cuando no es así

porque la singularidad no puede ser producida”- dice Aleman. Y llama político al

instante en que el sujeto adviene y política a la producción de subjetividad. Agrega

además:

“Si se borra ese momento ontológico de la constitución misma de esa

singularidad, lo que nos hace ser a cada uno lo que somos, irrepetibles, si se

borra y se confunde con la producción de subjetividad, no hay lugar para

ejercer resistencia, ni para recuperar los legados históricos, ni para practicar

la rememoración y la invención. La política es lo que surge de los

dispositivos del poder del capital y lo político es lo inapropiable.

¿Puede entonces la comunicación participar de la constitución de lo político como

acto de resistencia y creación? ¿Hasta qué punto es la comunicación la que crea las

condiciones de producción para que lo inapropiable no deje de ser inapropiable?

Tema no menor toda vez que situamos a la comunicación como el centro de un

proceso dialéctico que abarca –como dice Mata3- el pensar y el hacer y por lo tanto, la

experiencia de vida y el trabajo específico.

Comunicarse, desde lo experiencial, es vincularse, poner en común, compartir,

intercambiar. Pero también la comunicación suele transformarse en una tarea y un

desafío laboral en distintos ámbitos de la actividad social, cultural y pública. Tanto a la

dimensión experiencial como a la laboral, las atraviesa tensiones, luchas, conflictos,

oposiciones, negociaciones, fusiones e integraciones que van re configurando prácticas

sociales como procesos comunicacionales que construyen hegemonía. Añade Mata

2 Exposición El retorno de lo político en el Foro del Pensamiento Nacional y Latinoamericano por una nueva Independencia, en la provincia de Tucumán, el 8 de Julio de 2015. 3 Mata M. C. (2003) Nociones para pensar la comunicación y la cultura masiva, Centro de Comunicación Educativa La Crujía, Curso de Especialización Educación para la Comunicación, Buenos Aires.

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El terreno del discurso social, el terreno de la cultura y la comunicación es

un terreno de modelación social, y por ende, terreno de disputas y

negociaciones, conflictos y acuerdos del orden del sentido. Reconocer lo que

hegemoniza ese campo no impide proponer alternativas, emprender el

camino del cuestionamiento.4

En su texto “Hegemonía, un concepto clave para comprender la comunicación”,

Jorge Huergo5 presenta otro panorama en tanto es a partir de desentrañar el concepto de

hegemonía como nos acercamos a una cabal comprensión de los alcances constitutivos

de lo político y de la comunicación.

En ese texto Huergo traza un camino para entender el concepto de hegemonía

desde sus inicios y de cómo este concepto fue re-significándose en la historia del

pensamiento político y de las prácticas socio-culturales.

Pero lo más importante de su texto es la ubicación del concepto de hegemonía

como concepto clave para mirar los procesos políticos relacionados con el sentido y no

con la fuerza y de cómo la comunicación actúa en esa construcción del sentido.

Por eso la Comunicación Alternativa tendrá, como una de las particularidades

sobresalientes, el trabajar para de-construir esos sentidos naturalizados, las verdades

impuestas del orden establecido, la negación y/u omisión de los intereses y derechos de

quienes no están incluidos en ese orden…al menos no desde sus propios intereses y

derechos.

La hegemonía como proceso

Esta frase la plantea Raymond Williams6 para quien la hegemonía es un complejo

entrelazamiento o articulación de fuerzas políticas, sociales y culturales diferentes, con

el fin de constituir y sostener la conducción de una sociedad, sin necesidad de hacerlo

por el dominio coercitivo o por la fuerza.

Incluso también es un proceso el mismo concepto de hegemonía. En el texto

mencionado, Huergo presenta ese proceso del concepto al señalar que el término

hegemonía ya lo utilizaban los griegos antes de Cristo. Para ellos significaba la

conducción o dirección de otros, el poderío o la preponderancia para gobernar un grupo

4 Ibidem 5 Ficha de cátedra de Jorge Huergo, referente en el campo del eje comunicación/educación. Facultad de Periodismo UNLP. 6 Williams R., novelista, dramaturgo, comunicólogo inglés de la Escuela de Birmighan, uno de los padres de los primeros estudios culturales.

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o una sociedad. También se lo relacionaba con la teoría de la guerra y con las teorías del

conflicto en las relaciones sociales en general.

En la historia del pensamiento político han existido -hasta las aportaciones de

Antonio Gramsci- dos significados prevalecientes del concepto de hegemonía:

La hegemonía como dominio, como coacción, como la fuerza ejercida por los

poderosos sobre los subordinados, como la sumisión política en lugar del

consenso cultural.

La hegemonía como capacidad de dirección intelectual, moral y cultural en

virtud de la cual una clase dominante o aspirante al dominio logra acreditarse

como legítima alcanzando el consenso como clase dirigente.

Antonio Gramsci: del dominio al conformismo

A este político y pensador italiano se le debe el mayor aporte para la construcción

de una teoría de la hegemonía7.

Para Gramsci, una clase ejerce su primacía y dominio sobre los grupos

antagonistas, a través de la coerción de aparatos propios de la “sociedad política”, pero

también lo hace mediante la hegemonía, en cuanto articula y dirige a los grupos sociales

aliados o neutrales, a través de los aparatos hegemónicos de la “sociedad civil”.

Según el teórico italiano, un grupo concreto ejerce la dirección del conjunto social

integrando en forma subordinada a la mayoría, aislando a los menos y encarnando con

éxito el interés general. La hegemonía se despliega siempre naturalizando en tanto que

“sentido común”, un determinado orden, integrando en él en forma subordinada al

mayor número posible de grupos sociales subalternos, y fragmentando, neutralizando y

aislando a los potenciales desafiantes de ese régimen.8

Gramsci entendía que la diferencia fundamental entre la política en los Estados

“orientales” y los “occidentales” estribaba en el carácter del poder político de unos y

otros. Mientras que en los estados tradicionales el poder de los grupos dominantes

estaba sostenido fundamentalmente por la coacción y la represión, en los estados

7 Antonio Gramsci nació en la isla de Cerdeña, Italia, en 1891. Participó en la fundación del Comité Central de Partido Comunista Italiano. Siendo diputado, fue detenido por el gobierno fascista de Mussolini en 1926. En 1929 comienza a escribir su obra fundamental “Los cuadernos de la cárcel”. 8 Gramsci A., Cuadernos V, 1929-1937

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modernos se sostienen en primer lugar por su capacidad de integración y articulación de

la sociedad civil y sus instituciones (educación, iglesia, ocio, prensa, etc.) a favor del

régimen existente.9

Para Gramsci, las prácticas hegemónicas tienen por objeto la formación del

conformismo cultural en las masas; este conformismo cultural se manifiesta como una

serie de actitudes, de comportamientos, de valores y de pensamientos que permiten a

una clase ejercer su supremacía y articular, para los fines de su dominio, los intereses y

las culturas de otros grupos sociales.

Es decir que este proceso que es fundamentalmente cultural, le permite a los

grupos dominantes, hacerse también dirigentes de la sociedad. Para esta finalidad, los

grupos dominantes trabajan el inter-juego entre hegemonía y consenso a través de la

educación, el derecho, los partidos políticos, la opinión pública, los medios de

comunicación.

En este caso, ha sido muy estudiado en comunicación, el rol de la televisión como

modelo de lectura en tanto herramienta que construye realidad a través del

entretenimiento fundamentalmente; construcción de realidad en tanto el poder de decir

es el poder de leer la realidad, es decir, de poner y situar las cosas y las personas en

algunos lugares y no en otros.

Uno de los referentes político/intelectual latinoamericano que re significan a

Gramsci es Álvaro García Linera. Al reflexionar sobre el proceso que llevó a Bolivia a

tener un presidente indígena, García Linera produce siempre conceptualizaciones

significativas en relación a la construcción de hegemonía como construcción de sentido

común, al que se refiere como esos preceptos íntimos, morales, lógicos con los que la

gente organiza su vida. Expresa:

¿Cómo organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo? ¿Lo deseable de

lo indeseable, lo positivo de lo negativo? No se trata sólo de un tema de

discurso, se trata de un tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo nos

ubicamos en el mundo. En este sentido, lo cultural, lo ideológicos, lo

espiritual, se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera, ni hay

consolidación de un proceso revolucionario si no hay una profunda

revolución cultural.10

9 Errejón I. (2011), El 15-M como discurso contrahegmónico, Encrucijadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales, Madrid. 10 García Linera A., Discurso al recibir el Honoris Causa en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Buenos Aires, 2016.

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6

Desde la teoría política, Danieldo Campione,11

también hace referencia a la

realidad latinomericana:

Preguntarse por la vigencia para la realidad latinoamericana de hoy de la

problemática gramsciana de la hegemonía, es comenzar por registrar los

enormes cambios que esa realidad (y la mundial) han sufrido en estos

últimos años. Ese proceso de cambio de las últimas décadas se ha

manifestado como una contraofensiva de las clases dominantes. Parte de su

dinámica se extrajo de la voluntad consciente de revertir, por medio de

transformaciones estructurales, „orgánicas‟ y no con medidas de coyuntura,

el ascenso en la movilización y las luchas sociales de los años ‟60-‟70,

apoyada en una reformulación económica, social y política del capitalismo a

escala mundial, pero ha tenido un efecto paradójico: al destruir las

organizaciones de las clases subalternas, „descabezar‟ a su dirección,

promover el „transformismo‟ de sus intelectuales orgánicos, ha minado

también su propia capacidad (la de las clases dominantes) de ejercer una

„dirección intelectual y moral‟, ha disminuido la posibilidad de erigir

indispensables „bases materiales‟ para esa dirección, y ha desmantelado las

herramientas organizacionales (partidos con capacidad de organización y

movilización de masas, sindicatos reformistas y burocratizados) que le

permitieran en su momento construir esos „equilibrios inestables‟, esa

capacidad para las „soluciones de compromiso‟ que Gramsci sitúa como

cimiento de la transformación de una clase en „dirigente‟[1]. Al derrotar a su

adversario de clase, los capitalistas latinoamericanos han disminuido

paradójicamente su potencialidad de construcción hegemónica.12

Por lo tanto la hegemonía no es un mero proceso de dominio, sino que debe

visualizarse a través de las vinculaciones entre la cultura y lo político. La cultura misma,

como lo expresa Martín Barbero13

, es una espacio de hegemonía:

La dominación, lejos de ser un proceso de imposición desde el “exterior” de

lo social y de la cultura, es un proceso en el que una clase se hace

hegemónica en la medida en que logra representar intereses diferentes de las

clases populares y, además, en la medida en que los sectores populares se

reconocen “adentro” del proceso hegemónico; es decir que lo asumen, lo

hacen propio, son conformistas con él.

Para Barbero es importante el estudio de estos temas en tanto interpela a no

desconocer la conflictividad de los procesos comunicacionales porque es imposible

entenderlos desde la armonía y la transparencia, puesto que al hacerlo se eliminan los

factores políticos, en tanto lo político es la asunción de la opacidad de lo social en

cuanto realidad conflictiva y cambiante.

11 Profesor de Teoría del Estado y de Evolución del Estado Argentino en la UBA, del comité editorial de la revista "Periferias" y de la conducción de la Asociación Antonio Gramsci. 12 Op. Cit 13 Barbero M. (1987), De los medios a las mediaciones, Barcelona, Edit. Gili.

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En ese proceso, la cultura como espacio de hegemonía, es algo que se transforma

permanentemente: se transforman las culturas y las identidades dominantes y se

trasforman también las culturas e identidades populares, conformando entre ambas,

articulaciones muchas veces insospechadas.

Este es un abordaje muy importante para el estudio de lo popular. Para Alberto

Cirese14

lo popular no es lo original, lo folclórico, lo puro, lo esencial o lo sustancial,

sino que lo popular siempre está en proceso de conformación o de transformación,

visible a través de los usos y de las relaciones que la cultura popular establece con otras

culturas.

Las culturas populares sobreviven a través de estratagemas, de tácticas

cotidianas, frente a las estrategias hegemónicas, de manera de poder materializar sus

modos de vivir y de pensar. A través de estas tácticas y estrategias, las culturas

populares logran filtrar, apropiarse y reorganizar lo que viene de la cultura hegemónica:

productos de mercado, producciones artísticas, modos de pensar y de vivir, etc.

En la cultura de masas, precisamente, es posible observar que las culturas

populares logran articular lo que viene de su memoria con lo que viene del mercado

burgués. Agrega Barbero al respecto:

La necesidad de repensar la mirada desde la cual se piensa a la comunicación

se vincula con el imperativo de cuestionar como se puede pasar tanto tiempo

intentando comprender el sentido de los cambios en la comunicación,

incluidos los que pasan por los medios, sin referirlo a las transformaciones

del tejido colectivo, a la re organización de las formas de habitar, trabajar y

jugar. Y cómo podríamos transformar el “sistema de comunicación” sin

asumir su espesor cultural y sin que las políticas busquen reactivar la

experiencia creativa de la gente, esto es, su reconocimiento como sujetos

sociales.15

Uno de los libros más importantes de los 90, Culturas híbridas de Néstor

García Canclini está fundado en la cuestión de la hegemonía. Esa fusión entre

poder, identidad y discurso que permite el concepto, fue seguido en sus otros

14 Mario Alberto Cirese fue un antropólogo italiano estudioso de la cultura popular. Sus reflexiones aportan acerca del movimiento social de los hechos culturales y de las relaciones hegemónicas de la cultura y la cultura subalterna, sobre todo en los textos de tradición oral. 15 Barbero M., (1990) De los medios a las prácticas en La comunicación desde las prácticas sociales: reflexiones en torno a su investigación. AAVV, Cuadernos de Comunicación y prácticas sociales Nº 1. Programa institucional de investigación en comunicación y prácticas sociales. Méjico, Universidad Iberoamericana.

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textos que dan cuenta de la complejidad de fenómenos entramados de cultura,

política y comunicación.

"En la circulación, y sobre todo en el consumo, los bienes y mensajes

hegemónicos interactúan con los códigos perceptivos y los hábitos

cotidianos de las clases subalternas. El repertorio de bienes y mensajes

ofrecidos por la cultura hegemónica condiciona las opciones de las clases

populares, pero éstas seleccionan y combinan los materiales recibidos -en la

percepción, en la memoria y en el uso- y construyen con ellos, como

el bricoleur, otros sistemas que nunca son el eco automático de la oferta

hegemónica".16

Para Alejandro Grimson, cuando los maestros, los mineros, los indígenas, los

campesinos, o quien fuera, logran que una parte de quienes no integran su colectivo

comprendan que en esa lucha se encuentran en juego otras luchas, comienza el carácter

específicamente hegemónico y no estrictamente corporativo de la disputa. Y agrega:

Si una hegemonía es siempre un proceso abierto, es porque niveles de

conflictividad le son inherentes y exigen redefiniciones en el tiempo,

impidiendo clausuras que no sean momentáneas. Pero además, una

hegemonía contempla la habilitación de lugares políticos de enunciación,

posiciones de sujeto que, incluso concediendo aquello que no sea esencial,

permitan perpetuar las desigualdades principales. Conviene anotar que dada

la complejidad de los procesos latinoamericanos, “hegemonía” o “poder”

nunca fueron palabras malditas, sino elementos constitutivos de la vida

social y hegemonías y poderes de diferentes tipos.17

Mata desde los estudios de la cultura masiva, Barbero y su desplazamiento de los

medios a las mediaciones, García Canclini y el uso que las clases sub alternas hacen de

la cultura, Grimson y la cultura como política de las diferencias, abordan la

construcción de hegemonía en tanto es lo que constituye a los sujetos políticos en sus

luchas y negociaciones por el sentido.

Pero es Ernesto Laclau18

quien ofrece una reflexión acerca de las preguntas de

sobre cómo funciona la capacidad de crear consenso y legitimidad y en particular, cómo

y bajo qué condiciones los de “abajo” son capaces de darle la vuelta a la subordinación

y conformar un bloque histórico que dirija y organice la comunidad política.

16 García Canclini N. (1984). Gramsci con Bourdieu: hegemonía, consumo y nuevas formas de organización popular. Nueva Sociedad. N° 71, Colombia. 17 Grimson A. /Bidaseca K. (coordinadores) (2013), Hegemonía cultural y políticas de la diferencia, Buenos Aires, CLACSO. 18 Ernesto Laclau fue un teórico político argentino pos marxista, profesor en la Universidad de Essex y Doctor Honoris Causa en varias universidades argentinas. Dirigió la revista Debates y Combates.

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9

Ernesto Laclau: la articulación en el proceso hegemónico

La articulación es un elemento condicionante del proceso hegemónico según el

aporte de Laclau19

: para que exista hegemonía debe existir una práctica de articulación.

La articulación significa que dos elementos -dos identidades, dos culturas- se ponen en

relación, y al relacionarse cada una contribuye a la formación de una situación cultural

diferente a ambas, que sin embargo no anula a ninguno de los dos elementos.

Esta comunidad política supone pensar a la política como disputa de sentido, en

la que el discurso no es lo que se dice verdadero o falso, desvelador y encubridor –de

posiciones ya existentes y constituidas en otros ámbitos como el social, el económico,

etc.- sino una práctica de articulación que construye unas posiciones u otras, un sentido

u otro, a partir de “datos” que pueden recibir significados muy distintos según se

seleccionen, agrupen, y sobre todo, contrapongan.

Este proceso de articulación en el proceso hegemónico es simbólico y puede

adquirir distintos significados, según los intereses políticos que le otorguen sentido. El

ejemplo de la aparición de la Virgen de Guadalupe en México en el siglo XVI da cuenta

de estas tensiones20

. Como todo símbolo popular, la Guadalupana es polisémica. Su

capacidad de condensar múltiples significados y de constituirse en punto de

convergencia sociocultural es indudable. Por un lado el Papa Juan Pablo II y Televisa

utilizaron su imagen en 1990 para quitarle legitimidad a la corriente teológica de la

liberación. Por el otro, los chicanos y zapatistas también la relacionan con la

movilización y resistencia en la lucha contra la discriminación e injusticia de sus hijos

por parte de EE.UU.21

De alguna manera, Laclau se nutre de los abordajes de Raymond Williams22

que

si bien no hablan de “articulación”, plantean que la hegemonía es un entrelazamiento de

fuerzas políticas, sociales y culturales diferentes con el fin de constituir y sostener la

conducción de una sociedad sin necesidad de hacerlo por el dominio coercitivo o por la

19 Laclau E., Mouffe Ch., (1985), Hegemonía y estrategia socialista, Londres, Edit. Verso. 20 La Virgen de Guadalupe se constituyó más que en un mito, en un símbolo de dominación y resistencia a la vez. Fue enarbolada por Hidalgo contra la Virgen de los Remedios de los realistas al iniciarse la etapa final del movimiento de independencia. Ha sido el símbolo de diferentes momentos de la historia mexicana, en las luchas por la independencia y por la hegemonía. Los zapatistas la llevan también como estandarte y en sus sombreros, al reclamar tierra y libertad. 21 Una muestra de ello es que los acompañó en las huelgas de 1965, en California y en marchas de campesinos en Texas. 22 Williams R., (1997), Marxismo y Literatura, Barcelona, Edit. Península.

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10

fuerza. De manera que debe existir cierta internalización práctica de los valores, la

ideología y las prácticas de los sectores dominantes. Pero también, es imprescindible

tener en cuenta la articulación o entrelazamiento de diferentes formas de luchas

culturales y sociales y no sólo diferentes grupos políticos.

La hegemonía como proceso de formación discursiva

Laclau considera que la sociedad es una gran configuración discursiva: nada de lo

que en ella ocurre carece de significado. Desde este lugar, el lenguaje configura, es

decir, no sólo hace posible o impide la experiencia sino que también la expresa y la

interpreta.

Los significantes y significados que conforman la sociedad como configuración

discursiva, son históricos, es decir, que son variables, abiertos, contingentes (no

necesarios) y procesuales (no esenciales).

Esto es importante tenerlo en cuenta para comprender los dos sentidos en los que

trabaja la hegemonía con la finalidad de construir y sostener el orden social:

La producción de un imaginario de orden, coincidente con los propios

intereses de los sectores dominantes (el orden, también es contingente, variable,

abierto aunque la historia lo presenta cada vez como si fuera el único camino

posible). Este orden se presenta además, como algo natural.

La elaboración de una serie de equivalencias discursivas por la que

determinados significantes tienen un significado fijo y permanente que no

debería ser subvertido.

Estas equivalencias van configurando estatutos en tanto se naturalizan

determinados significados que son sociales e históricos. El significante “mujer” por

ejemplo no siempre o no en todas las culturas, fue identificada como “ama de casa”.

Por otra parte, surgen otros significados que alteran la equivalencia y marcan

ciertas diferencias; “mujer” también puede significar “trabajadora”. Es decir que en

cierto lapso, estos significados pueden ser integrados en los estatutos, en la serie de

equivalencias del significante “mujer”. Pero esto dependerá en gran parte de las

culturas particulares e incluso de las culturas de las distintas clases sociales.

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11

En determinados momentos emergen significados que subvierten el sentido de

un estatuto como por ejemplo “mujer”= “travesti”. En estos casos en que los

significados se desvían de los significados naturalizados en el estatuto, se produce

cierta frontera imaginaria porque quedan del “otro lado” y generan cierto pánico

moral.23

Es decir que como bien lo explica Huergo, la formación hegemónica va

estableciendo fronteras, límites fijos que pretenden estabilidad con el fin de

afirmarse como un orden social: ubicar esas situaciones del otro lado de una frontera

imaginaria y ubicarse a sí misma como lo opuesto de esas situaciones; situaciones

que pasan a ser objeto de pánico moral, de control y de disciplinamiento.

Pero además, la formación hegemónica, con el fin de obtener consenso y

legitimidad, trabaja para que toda la sociedad asuma y acepte esas fronteras. Es más:

aspira que quienes están del otro lado, deseen y aspiren a pasar las fronteras. Para

eso, interpela, es decir, invita a ser de determinadas maneras a los sujetos, a través

de la educación, la formación de opinión pública, los medios de comunicación.

Estas estrategias de un “deber ser” se visibilizan notablemente en abordajes sexistas

y misóginos de medios de comunicación que reproducen estereotipos y naturalizan

abordajes prejuiciosos y discriminatorios.24

Esto es central para la relación comunicación/hegemonía, ya que en las

culturas se hacen dominantes determinados significados y otros son censurados

moralmente, son objetos de pánico moral y los sujetos que los encarnan suelen ser

discriminados. En ese proceso, la comunicación tiene un rol preponderante.

Como trabaja la hegemonía desde lo discursivo

Laclau lo explica así: en una “formación social”, que es la referencia

empírica, se construye una “formación hegemónica”, que es una producción

simbólica o imaginaria.

23 Pánico moral/pánicos morales es un concepto clave de la sociología que se cruza con la comunicación en relación a como se lo construye y/o reafirma desde los medios de comunicación. Un clásico en el tema es Pánicos Morales de Kenneth Thompson, profesor de Sociología del Reino Unido. Reeditado por el Departamento Publicaciones de la UNLP en 2011. 24 Un caso muy elocuente fue el tratamiento del femicidio de la adolescente Melina Romero de 17 años, a quien se presentaba como “una fanática de los boliches que no terminó la secundaria”…Diario Clarín y TN Noticias del 13 de Setiembre de 2014.

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Como referencia empírica, la formación social está constituida por elementos

variables, contingentes (es decir, no necesarios) y procesuales. Como producción

simbólica, la formación hegemónica va estableciendo fronteras, límites fijos que

pretenden estabilidad.

Por ejemplo, ser villero, ser joven, ser militante, más allá de todo análisis

sobre las causas de esas situaciones, es una situación variable, contingente y

procesual. Lo que hace la formación hegemónica es, con el fin de afirmarse como un

orden social, ubicar esas situaciones del otro lado de una frontera imaginaria y

ubicarse a sí misma como lo opuesto de esas situaciones, que pasan a ser objeto de

pánico moral, de control y de disciplinamiento.

Los villeros “cabecitas negras”, los jóvenes “indisciplinados y

contestatarios” o los militantes “rebeldes y violentos”, son ubicados así en un lugar

marginal, al margen de ese orden social, del otro lado de la frontera simbólica.

Lo que trata de hacer la formación hegemónica es afirmar, como deseable,

una sociedad ordenada, es decir: burguesa (no villera), adulta, seria (no

desordenadamente joven) y que observe las formalidades políticas (no el violento

desorden del activismo militante).

Pero además, la formación hegemónica –con el fin de obtener consenso y

legitimidad- hace que toda la sociedad asuma y acepte esas fronteras; incluso apunta

a que la mayoría de los villeros, los jóvenes o los militantes por ejemplo, aspiren a

pasar las fronteras, es decir, a responder y asumir el orden para sus prácticas: ser

burgués, ser adulto, adecuarse a las formalidad políticas.

Para esto, la formación hegemónica interpela –es decir, “invita” a ser de

determinada manera-, a los sujetos a través de la educación, la formación de opinión

pública y los medios de comunicación.

Los pares binarios

Para Laclau, es posible observar cómo la formación hegemónica, desde el

punto de vista estratégico, organiza el campo social a través de pares binarios, que

tienen una fuerte función ideológica al estructurar las percepciones del mundo.

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El ejemplo del discurso sarmientino típico de “Civilización o Barbarie” es

altamente clarificador: la civilización es el espíritu, el progreso, lo deseable, lo

racional, la ciudad, etc. y la barbarie es la naturaleza, el atraso, lo indeseable, lo

irracional, el campo, etc. En este caso, la estrategia fue “civilizar la barbarie”,

ubicando a la barbarie del otro lado de la frontera imaginaria, internalizando y

aceptando la dicotomía y naturalizando y disciplinando conductas mediante un

sistema educativo que masificaba saberes y formas de acción europeas y

norteamericanas.

Así es posible entender no sólo como es que los significados naturalizados

responden a los intereses dominantes y a los procesos de dominación, sino también

comprender como es que los dominados muchas veces asumen actitudes

conformistas, es decir, aceptan como naturales aquellos significados y los asumen

como propios, de modo que colaboran en la reproducción social del pánico moral y

la discriminación.

Las crónicas policiales en los diarios y en los informativos de televisión, dan

sobrada cuenta de discursos familiares que en defensa de acusaciones por parte de la

policía, naturalizan los estereotipos y prejuicios sociales (“Mi hijo trabajaba, no era

un vago…”-dice una madre-, con lo que se supone que si estaba sin trabajo, bien

podía haber sido el que haya delinquido…)

Lo mismo sucede con las crónicas periodísticas donde las adolescentes que

sufren violaciones y hasta son muertas “les gustan los boliches, no estudian, usan

polleras cortas…” o con activistas estudiantiles a quienes se identifican como

“crónicos estudiantes que no se reciben nunca”… Es decir, una caracterización de

los jóvenes como perturbadores del orden social.

Este tipo de representaciones y significaciones están generalizadas, es decir,

son adoptadas y asumidas como propias por vastos sectores sociales e incluso por

los mismos sujetos que están al borde experimentar este tipo de situaciones

relacionadas con el desempleo, el no estudio o la informalidad.

Así es como trabaja la hegemonía en el nivel del lenguaje; y de tal forma el

lenguaje configura la experiencia, que muchas veces la imposibilita.

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En el campo de la educación, esto es claramente visible cuando encontramos

docentes o autoridades educativas para quienes los sectores periféricos son

“irrecuperables” y por lo tanto no hay que perder tiempo en esos niños o jóvenes

que “nunca van a aprender nada”…Excluidos en la práctica, más allá de las

políticas públicas de inclusión. En el ámbito universitario y más allá de ingreso

irrestricto o no, muchos docentes que piensan, y hasta le dicen a algunos que “la

Universidad no es para ellos”, logran que los propios estudiantes piensen que

efectivamente, “ellos no son para la Universidad”.25

Esto significa que están condenados, que hay una situación “natural” de la que

no pueden escapar. La hegemonía trabaja precisamente cuando son los propios

estudiantes quienes incorporan este tipo de representaciones, las internalizan, las

hacen propias y no pueden vivir experiencias de aprendizaje. Es decir, colaboran

con la condena “natural” a la que son condenados; y no pueden vivir experiencias

autónomas de esas significaciones.

Esto es lo que refuerza, desde el dominado, el poder y las relaciones de la

dominación. De manera que la dominación, en términos de hegemonía, no actúa por

la fuerza, sino a través del consenso, de la legitimidad y del conformismo.

Los sectores populares ofrecen consenso a aquellas representaciones sociales

sostenidas por significados: las consienten, las sienten como si fueran propias.

Además, las legitiman: consideran o creen que son legítimas, que se sostienen en

una especie de legalidad natural, que hace posible el orden social.

Finalmente los sectores populares, los estudiantes, los excluidos, pueden ser

conformistas, es decir que están conformes con las ideas o representaciones que

proliferan sobre ellos, aunque ellas provengan de los dominadores con el fin de

sostener su dominación.

25 Eduardo Rinesi, doctor en Filosofía, ex rector de la Universidad General Sarmiento, expresa que “encima de insultarlos y humillarlos, los docentes universitarios repiten una y mil veces que los estudiantes vienen con demasiados déficits de la secundaria, es decir, que el problema siempre es de ellos, nunca se les ocurre pensar que quizás, se esté enseñando mal”. En Cuales son las posibilidades reales de producir una interacción transformadora entre Universidad y Sociedad (2012) Documentos para el Debate, Instituto de Estudios y Capacitación, Conadu, CTA.

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Los puntos nodales

Los puntos nodales son significantes que también organizan el campo social.

Según Laclau, son significantes para los cuales son permitidos distintos

significados. Esto sucede en determinados períodos históricos.

Uno de los ejemplos que aporta es el de “Perón vuelve” porque admitía

diferentes significados: la instalación de un gobierno peronista sindical, la

constitución de una patria socialista, un gobierno de mano fuerte, etc. Lo mismo con

la frase emblemática “Que se vayan todos” que para algunos significaba que se

llame a elecciones, o que gobiernen las asambleas populares, o que vuelva Menem,

entre tantas otras acepciones.

Cada uno de estos significados se ven provisoria y precariamente articulados,

amarrados en ese punto nodal. Sin embargo, triunfará aquel que sea capaz de

articular a todos los demás. Si no, ocurrirá que los significados, llegado el momento

histórico determinado, permanecerán en lucha por la hegemonía sobre otros. Una

lucha no sólo simbólica, son también material, como lo fue, por ej. la lucha entre la

tendencia revolucionaria y el lopezreguismo en los años 70.

Por lo general, los puntos nodales operan articulaciones precarias y

provisorias. En otros momentos, las articulaciones alrededor de puntos nodales

pueden tener mayor consistencia hegemónica. Como por ej. el significante nodal

“Democracia”, donde más allá de los diferentes significados, hay cierta

homogeneidad. O el significante “Meritocracia” que es festejada por sectores

subalternos que reniegan de sus propios orígenes o por las clases altas que

concentran dinero y poder que justifican la obscena disparidad entre su riqueza y la

extrema pobreza de otros, mediante argumentos perversos que afirman lo que

niegan, y rechazada por quienes no ven mérito alguno en exigencias que no tienen

en cuenta las desigualdades existentes y el sentido de ser sujetos de derechos.26

Lo importante es tener presente que los significantes nodales están abiertos.

El significado que se les atribuya tendrá relación con el proceso de lucha por el

26 Para Natalia Torrado, docente de la Universidad del Cine, Buenos Aires, la posibilidad y el impacto de una versión publicitaria de la meritocracia como la de Chevrolet, constituye el síntoma actual de un profundo malestar en la cultura, que bajo el signo de la posmodernidad, cristalizado en un inconsistente discurso que se pretende a favor de la diversidad, no sabe qué hacer exactamente con el problema del “otro”. Agencia Paco Urondo (APU), 21 de mayo de 2016.

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significado, un problema comunicacional en la construcción de hegemonía. Y esto

ya es un problema no sólo simbólico, sino fundamentalmente material, donde se

articula lo cultural y lo político.

Los significantes “flotantes”

En esta articulación juegan un papel principal lo que Laclau llama

“significantes flotantes”, como aquellos símbolos o nombres portadores de

legitimidad pero que no están anclados a un sentido determinado y por tanto pueden

servir de catalizadores y estandartes de un conjunto de fragmentos o reclamos

desatendidos que se convierten en un “nosotros” político con voluntad de poder, lo

cual requiere siempre la definición de un “ellos” responsable de los problemas.

Estas demandas son las que se van articulando más allá de su contenido

particular en demandas más universales que cuestionan al sistema. Ello es posible en

un momento determinado, en tanto estas demandas se cristalizan en palabras o

consignas en disputa que, por la sobrecarga de significados que se le han atribuido

históricamente, dejan paulatinamente de ser conceptos para ser nombres: son

significantes tendencialmente vacíos, susceptibles de ser llenados por uno u otro

contenido particular, en cuyo caso pasan así a designar la nueva totalidad

construida.27

Es decir que no es una operación de descripción sino de generación de

sentido. “Justicia”, “Patria”, “Libertad” son ejemplos de significantes

tendencialmente vacíos cuyo anclaje siempre estará en disputa en una verdadera

“guerra de posiciones” en la construcción de una voluntad colectiva, en una

articulación política que asegure el consenso de los grupos dirigidos como así

también en la construcción de lo que Gramsci llamaba, “voluntad colectiva

nacional-popular” (1937: Cuadernos V).

En relación a estos significantes, Iñigo Errejón da cuenta de su importancia al

analizar la irrupción inesperada que significó el movimiento 15-M en España al

generar una nueva identidad como los llamados “indignados”:

27 Para ampliar el estudio de la hegemonía desde las lógicas de constitución de lo político, ver los análisis de E. Laclau y C. Mourffe (1985) en Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Londres.

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El 15-M consiguió suscitar simpatías de una amplitud inédita en la medida

en que fue capaz de operar dentro –no contra- el sentido común de época. En

lugar de rechazar de plano los referentes principales que ordenaban las

lealtades de los españoles, jugó a re significarlos, interrumpir la cadena que

los ligaba con el establishment y re articularlos dentro de una narrativa que,

al contrario, los oponía a éste. En lugar de una voluntariosa guerra de

movimientos contra el orden existente, emprendió una flexible y ágil guerra

de posiciones que aprovechó los núcleos de buen sentido (Hall.1996:432)

para re significarlos en su favor vinculándolos al empeoramiento cotidiano

de las condiciones de vida.28

Es decir que para Laclau la sociedad, que nunca logra constituirse como un todo

armónico debido a que las posibilidades de relación entre los componentes de un orden

político -consignas ligadas a demandas- siempre son mayores que las relaciones

actuales entre las mismas, es un producto temporal de la acción política y se constituye

a partir de la identificación colectiva con algunos "significantes vacíos"; “patria”,

“pueblo”, "igualdad", "nación", "raza pura", entre otras, cumplen acabadamente ese

papel. Así es como la sociedad, no es más que el producto de una "nominación"

aceptada masivamente como el rasgo definitorio de la identidad colectiva.29

Otras miradas

Certificando que aún hoy la teoría de Gramsci ofrece múltiples lecturas dado los

contextos cambiantes, el citado Campione al analizar la realidad latinoamericana a la

luz de los conceptos gramscianos, expresa que el bloque en el poder no aspira hoy

seriamente a ejercer la dirección obteniendo un consenso permanente y activo, sino más

bien a la neutralización y debilitamiento político e ideológico, a la desorganización y

parálisis política, al retiro duradero de la esfera pública de las clases subalternas. Y

amplía sobre conceptos de gran actualidad:

Toda intervención „de masas‟ (aun las de carácter subordinado, heterónomo)

es vista como potencialmente peligrosa para la „gobernabilidad‟ del sistema.

El resultado más auspicioso para la clase capitalista es que, por

condicionamiento y por presión, por manejo de „aparatos hegemónicos‟ en

medida mayor que el Estado nacional, los conglomerados empresarios

garantizan la aplicación fiel de sus políticas, sin tener que tomar la

responsabilidad directa de la misma. Los círculos de la gran empresa suelen,

incluso, sumarse entusiastas a la generalizada denigración de la „clase

política‟, ya que ese desprestigio tiene al menos dos consecuencias que les

son gratas: a) la „despolitización‟ voluntaria de amplios sectores sociales, al

mantenerse al margen de una actividad a la que juzgan esencialmente

mentirosa y deshonesta; b) la desviación de la aversión que podría despertar

28 Op. Cit. 29 Laclau E. (2005) La razón populista. México. FCE

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la actitud de los grandes capitalistas, hacia quienes cada vez más

válidamente se puede considerar su „personal subalterno‟.30

Para Laclau, el léxico hegemónico orienta la acción colectiva, pues no sólo opera

como "metáfora" de las consignas propias de múltiples grupos particulares, sino que,

debido al compromiso establecido con él, está directamente ligado a sus prácticas. El

lenguaje opera así, no como una dimensión extrínseca a ella pues sólo está vivo en las

"prácticas". La lucha por la hegemonía ese modo, la lucha por establecer un léxico

monopólico que oriente la acción colectiva.31

Sin embargo la sociología moderna interpela estos conceptos al plantear que si

bien se asume el carácter discursivo de la formación de la sociedad y así da cuenta de

una dimensión esencial de la acción política, debilita a la vez el valor político del

lenguaje argumentativo-racional, tanto desde el punto de vista descriptivo como del

prescriptivo.

En última instancia un grupo alcanza la hegemonía o no con independencia

de las razones que ofrezca para hacerse a ella: las razones, para Laclau,

operan sólo como legitimaciones a posteriori de la identificación afectiva

con tesis o consignas (Laclau, 2005: 203). Sin desconocer el papel

fundamental que tienen las emociones en la vida política (Elster, 1995), esa

propuesta omite que para los actores sociales las justificaciones son parte

esencial de sus acciones; las creencias pueden ser de hecho entendidas como

disposiciones a actuar de cierta forma debido al compromiso con un juicio

considerado justificado. Las creencias, en esa medida, implican el ejercicio

de la racionalidad.32

Para estos autores, la teoría de la hegemonía de Laclau puede ser así re-descripta

desde un horizonte menos hostil a la razón, entendida aquí como la facultad de justificar

los juicios capaces de determinar la propia conducta, sin que se pierda su núcleo: que la

acción de los agentes políticos está orientada a priori a la formación de consensos

masivos en torno a la identidad común -incluyendo en ella la definición de expectativas

comunes, lecturas del pasado, definición de problemas a resolver- de un conjunto de

grupos sociales heterogéneos.

30 Campione D. (2003), Hegemonía y contrahegemonía en la América Latina de hoy: apuntes sobre una

nueva época, Apuntes de Cátedra, UBA 31 Laclau E. Mouffe, Ch.(2004) Hegemonía y estrategia socialista. México. FCE.

32 Carlos Andrés Ramírez es Profesor de la Carrera de ciencia política de la Pontificia Universidad

Javeriana -sede Cali- en Colombia.

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Para la teoría política, los grupos con proyectos políticos, esto es, con proyectos

hegemónicos, buscan siempre persuadir a la población de adoptar sus creencias:

Su pretensión, en consecuencia, es que la mayoría de agrupaciones posibles

se disponga a actuar en conformidad con su perspectiva particular. Si un

grupo de este tipo no ha conseguido aún convertir su proyecto en una

formación hegemónica, el propósito de su estrategia argumentativa será

generar entonces un cambio de creencias. Ese es el efecto pretendido de su

acción comunicativa. No obstante, no es eso siempre lo que consiguen, pero

no por ello fracasan; a veces, como diría Lyotard, "la política es la tragedia

para la autoridad y la comedia para el pueblo" (Lyotard, 1991: 167), pero,

dejando de lado este caso, el éxito de un proyecto político no depende

siempre de que alcance el efecto deseado. Si, siguiendo una distinción de R.

Pinto, puede distinguirse entre los "efectos directos" y los "efectos oblicuos"

de un argumento, en donde los primeros remiten grosso modo a que las

personas persuadidas actúen en conformidad con una razón contenida en él y

los segundos, más diversos, a cambios en su set de creencias que no

conducen sin embargo a tal acción (Pinto, 2010), los argumentos de un

grupo político pueden ser efectivos aun cuando no generen efectos directos.

Si un grupo logra que no se acojan los argumentos de un adversario, al

sembrar dudas sobre ellos, por ejemplo, o al asociarlos a ciertos temores

colectivos, está logrando un efecto -aun si la población no hace lo esperado

motivada por esos argumentos-. Y muchas veces eso basta para asegurar, al

menos parcialmente, su posición hegemónica. El consenso también puede

incluir elementos de consentimiento pasivo: grupos que no hacen nada

particularmente útil al mantenimiento de una formación hegemónica, pero,

debido al influjo de los argumentos dominantes, no obstaculizan su

reproducción. Ese es el caso, por ejemplo, de algunos segmentos de la

población alemana durante el nacionalsocialismo: no eran nazis

comprometidos -como muchos otros-, pero, debido a sus dudas sobre las

ventajas de la democracia representativa y el temor al comunismo ruso, que

los nazis habían propagado eficazmente, participaron del consenso vigente.33

A modo de conclusión

La hegemonía se despliega siempre naturalizando en tanto que “sentido

común”, un determinado orden, integrando en él en forma subordinada al mayor

número posible de grupos sociales subalternos, y fragmentando, neutralizando y

aislando a las potencias desafiantes de ese régimen.

No obstante, la hegemonía es un régimen siempre incompleto e inestable, en

la medida en que se base en un juego de inclusiones y exclusiones en la coalición de

poder que depende de una disputa y una redefinición de los grupos en tensión

33 Ramírez C. A. (2011), Consensos fracturados: Hegemonía y Teoría de la Argumentación, Revista de Ciencia Política, Universidad Javeriana, Volumen 31 Nº 2, Colombia

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constante, así como de la capacidad del sistema político para representar y tramitar

eficazmente un número significativo de reclamaciones.

En relación a qué es la hegemonía y cuál es la lógica política que la sustenta

según Ernesto Laclau, dice Jorge Alemán:

Partamos de los momentos básicos de su constitución como concepto

fundamental de una “ontología política”. Primero: la realidad está

constitutivamente construida por discursos; los afectos, los cuerpos, las

pulsiones, están atravesados por el discurso, marcados por sus significantes,

determinados por una retórica y una gramática que suspende toda idea de

una “fuerza original e inmanente” que se puede representar directamente.

Segundo: estos discursos que constituyen la realidad lo hacen de tal manera

que no pueden nunca representarla en su totalidad. El discurso constituye a

la realidad, no la puede representar de modo exhaustivo, y sin embargo, se

tiene que hacer cargo de intentar representarla de un modo fallido. Esta

brecha “ontológica” entre discurso y realidad es irreductible e imposible de

ser suturada. La representación vehiculizada por el discurso es

estructuralmente fallida, existirá siempre una “heterogeneidad” que impide

que la representación se produzca como totalidad. Por último, en este límite

del discurso al representar la realidad, frente a esta heterogeneidad

irreductible, frente a esta “diferencia” imposible de cancelar, se articula el

momento político que llamamos hegemónico.34

La hegemonía remite entonces a lo político, como la necesidad insustituible

de articular y generar imaginarios que aúnen y movilicen. Poder que significa como

lo estudia Laclau

…la capacidad de un actor político para presentar su proyecto particular

como encarnando el interés general. No se trata sólo de liderazgo ni de mera

alianza de fuerzas, sino de la construcción de un sentido nuevo que es más

que la suma de las partes y que produce un orden moral, cultural y simbólico

en el que los sectores subalternos e incluso los adversarios deben operar con

los términos y sobre el terreno de quien detenta la hegemonía, convertida ya

en sentido común, que no puede quebrarse desde la absoluta exterioridad que

condena a la irrelevancia. 35

Pero la hegemonía no se reduce a pensar cómo actúa la dominación,

distribuyendo y reproduciendo discursos, significados, ideologías y prácticas

favorables a los sectores dominantes; es decir: cómo se configura el conformismo

política, social y culturalmente.

Si la dimensión consensual del poder político pasa por procesos de

comunicación, en los cuales se transfieren enunciados de un grupo a otros como

componentes de sus argumentos, y no sólo como significantes vacíos, es sólo

34 Alemán J. Hegemonía y poder neoliberal, Psicología, Página 12, 23 de abril de 2015. 35 Ibidem

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asumiendo los límites de su eficacia como pueden ser incorporados

consecuentemente en la teoría de la hegemonía.

Bien ha señalado Niklas Luhmann como en sociedades con altos niveles de

diferenciación funcional la vocación totalizante y conminatoria del sistema

político, manifiesta en los mensajes con carácter vinculante que envía a la

"sociedad" o al "pueblo", vale para el resto de sistemas como un tipo más de

información que es asimilada por cada uno ellos desde su propio código

(Luhmann, 2000: 197; Staheli, 2000: 109-128). En términos de la teoría de la

hegemonía, en la cual una pluralidad de comunidades de creencias,

relativamente autónomas unas frente a otras y frente a la "sociedad política",

ocupa el lugar de los sistemas sociales funcionalmente diferenciados, eso

significa que todo consenso impulsado por un grupo particular crece sobre

un suelo fangoso: las diversas apropiaciones de los argumentos del grupo

dirigente.36

Comprender la hegemonía también implica percibir los modos en que los

sectores populares se resisten a los significados dominantes y los impugnan. Pero

esa impugnación y esa resistencia no es sólo una oposición a los significados

dominantes. También es una práctica bien concreta que consiste en saltar las

fronteras imaginarias y luchar por los espacios sociales donde los sujetos puedan

lograr mayor autonomía y encarnación de otros significados posibles para la vida y

para las relaciones sociales.

La hegemonía, en definitiva, tiene que ver con una serie de prácticas y

subjetividades para crear una voluntad colectiva, un nosotros. Y presenta siempre la

interpelación acerca de cómo convertir el descontento y sufrimiento de mayorías en

nuevas hegemonías populares. De cómo expandir el horizonte de lo posible para que

la política sea creación, tensión y apertura.

Desde la comunicación, es la dimensión en la cual se juega el conformismo o

la resistencia, donde se juega la posibilidad de ser más libres, más autónomos y más

humanos; donde se juega la posibilidad de luchar por una sociedad y por unas

condiciones de vida más justas, que superen los mandatos, las prescripciones y las

interpelaciones dominantes.

Para los comunicadores, estos abordajes nos permiten reconocer a la

Comunicación como parte del campo de lucha por el significado de la experiencia,

de la vida y del mundo.

36 Citado por Ramírez en Consensos fracturados: Hegemonía y Teoría de la Argumentación.

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Y precisamente por estar articulada con lo Cultural y lo Político, la

comunicación no puede ser reducida sólo a estrategias, instrumentos o herramientas

a implementar, sino a las estrategias para ampliar el horizonte a los modos y formas

de escribir la experiencia y el mundo, es decir, a las prácticas comunicativas en su

capacidad de alterar las posiciones políticas dadas y de transformación del orden

hegemónico imperante.

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