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Solamente en Potosí murieron ocho millones de indios por la am- bición europea. Ocho millones de muertes es demasiado dolor como para olvidar que fueron causadas solamente por una insaciable sed de poder y riqueza.

Heredia. v Taki Ongoy

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Victor Heredia escribe sobre potosí.

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Solamente en Potosí murieron ocho millones de indios por la am­bición europea. Ocho millones de muertes es demasiado dolor como para olvidar que fueron causadas solamente por una insaciable sed de poder y riqueza.

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LOS HUESOS DE LOS MUERTOS

Dicen en ia actuaiidad ios guías de las minas dei Cerro de Potosí, que con ia piata que recogieron de esa imponente montaña, ahora horadada por dentro, podrían hacer un puente desde el Alto Perú hasta Sevi­lla; guardan silencio un segundo para luego agregar: "pero podrían hacer dos puentes con los huesos de los muertos en estos socavones".

EL CERRO MAGNÍFICO

En 1545, Diego Huallpa encontró vetas de plata en un monte llamado Sumaj Orcko ("el cerro hermoso"). Poco tiempo después el lugar fue bautizado como Cerro Rico. Potosí era la ciudad más cercana y quedó asocia­da para siempre con la historia de sangre, muerte y codicia que se tejió alrededor de la mina de plata. El lugar formaba parte del Virreinato del Alto Perú. En la actualidad es territorio del Estado Plurinacionai de Bolivia.

IVIinería en Potosí es el nombre de este grabado de Theodor de Bry, publicado en ¡Historia Americae sive Novi Orbis en 1596.

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P O T O S Í

Lloras , penas,

sangras por mí, - •

alto cielo de Potosí.

Fauces abiertas í- - - - -como una puerta ' ̂ '"^' ~"

de los infiernos,

de los infiernos - -

y la oscuridad. " „

Ciegos, mancos, -

muertos de sed,

rotos, infectos,

lejos de Dios .

Es la tragedia

una miseria,

u n evangelio

de promiscuidad.

A la muerte, a la muerte besaremos

en la boca cerrada de los muertos

y una tumba de plata forjaremos

para morir una vez más.

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LA MITA DE POTOSÍ

En Potosí el sistema de mita se cobró decenas de miles de vidas. El inmenso yacimiento de plata atrajo a los colonizadores, y así Potosí se convirtió, en tan sólo cien años, en la ciudad más poblada de todo el conti­nente. No importaba si los indios morían luego de jor­nadas de dieciséis horas de labor arrancándole la plata al monte sin siquiera un pico o una pala. l*Jo importaba si caían desde las alturas o si agonizaban bajo el sol calcinante. El cerro llegó a tener alrededor de cinco mil bocas de mina y socavones: estaba lleno de plata.

DICEN LAS CRÓNICAS

Según los cronistas de la época, debido al sistema de mita la mina contaba con trece mil quinientos trabaja­dores organizados en turnos (de varios meses de duración) compuestos por nueve mil quinientos hom­bres. Mientras unos trabajaban, el resto aguardaba. ¿El resultado?: muerte, muerte y más muerte pero, ade­más, la extracción del 50% de toda la plata que se extrajo en el mundo entero a fines del siglo XVI.

C E D E Í * # k P O T O S í*^-

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Somos ocho millones los perdidos,

nuestros huesos se pudren en la mina.

Es tan negra la noche como el día.

Tortura y sed. Plata y dolor.

A la muerte, a la muerte besaremos.

- V ' .^ '' 'f

Quien estima en poco á los Indios, y juzga que con la ventaja que tienen los Españoles de sus personas y caba­llos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar cualquier tierra y nación de Indios, mucho se engaña. Aba está Chile, ó por mejor decir Arauco y Tucapél, que son dos valles que ha mas de veinte y cinco años, que con pelear cada año, y hacer todo su posible, no les han podi­do ganar nuestros Españoles cuasi un pie de tierra, por­que perdido una vez el miedo á los caballos y arcabuces, y sabiendo que el Español cae también con la pedrada, y con la flecha, atrévense los bárbaros, y centranse por las picas, y hacen su hecho.

AcosTA, JOSÉ DE: HISTORIA MORAL Y NATURAL DE LAS INDIAS. T. II. RAMÓN ANGLES IMPRESOR. MADRID. 1894.

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por Atahualpa para ser liberado -cantidad suficiente como para colmar tres celdas como aquella en la que se hallaba cautivo el Inca. N o obstante haber reunido la cantidad solicitada y enviada desde todo el Tahuantin-suyu, Pizarro creyó que no era necesario cumplir la palabra dada a las bestias y, a instancias del mismo Val-verde, acusó a Atahualpa de idolatría, fratricidio, po l i ­gamia, incesto y de haber -presten atención- ocultado u n tesoro. E n la mañana del 26 de julio de 1533 fue sometido a muerte por garrote v i l . Moría Atahualpa y nacía una nueva lucha... hasta hoy vigente.

REIVINDICACIÓN '

EN LOS VALLES C A L C H A Q U Í E S

Entre 1630 y 1637 u n pueblo luchó denodadamente, y con todas las armas a su alcance, contra la explotación y la injusticia de la que era víctima a manos de los enco­menderos locales en tierras calchaquíes. Algunos l lama­ron a aquellas "rebelión diaguita"; otros las denominan "guerras calchaquíes". Todos se refieren, en f in, al con­junto de insurrecciones que se produjeron a lo largo de los Andes en tierras de las actuales provincias de La Rioja, Catamarca, Tucumán y Salta.

L a resistencia al avance español que seguía -como antes habían seguido los incas- el antiguo camino incai­co se dio de inmediato. E n la zona conocida como Valles Calchaquíes, la amenaza del español era precedida por los relatos que habían bajado de Cuzco, de Vilcabamba, de Tiahuanaku... relatos sangrientos voceados por chas-

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quis veloces con pulmones inmensos, con sangre satura­da de oxígeno a través de quebradas, abras y todo el altiplano; valles, ríos y nieblas densas; costas, arenales y desiertos poblados... Chasquis que cubrían el inmenso entramado que conformaba el Capac ñam, la "columna vertebral del Estado Inka"^. Hacia el fin de las Guerras Calchaquíes ese pueblo desmembrado llevaba más de d e n años batallando contra el invasor.^

Las formas de explotación de las poblaciones locales tenían tres patas entrelazadas entre sí en la forma de tres instituciones básales del orden colonial: la mita, la enco­mienda y la reducción. •

L a mita era una antigua institución incaica que con­sistía en que, en determinadas épocas del año, contin­gentes de pobladores eran conducidos a otra zona del Tahuantinsuyu para colaborar con determinadas activi­dades en favor de la comunidad. Luego de pasado ese tiempo, volvían a su terruño y continuaban con sus actividades habituales. Las condiciones bestiales de tra­bajo con la llegada de los españoles convirtieron esa institución en una sentencia de muerte con muchas posibilidades de cumplirse.

L a encomienda era, en cambio, una institución feu­dal que estaba muriendo en España cuando los invaso­res arribaron a nuestras tierras. E l encomendado en los

6 E l Capac ñam era el camino que unía el Cuzco con el resto del Tahuantinsuyu. Hacia el sur llegó hasta el río Maipo. (Stehberg, Rubén: Los caminos Inka en Chile).

7 Boixadós, Roxana. El fin de las guerras calchaquíes. La desnatu­ralización de la nación yocavil a La Rioja (1667). En http://ppct.caicyt.gov.ar/ índex.php/corpus/article/view/250

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feudos tributaba a su señor y estaba a cargo de él. Pero también el señor debía poner, de su parte, el cuidado de ese siervo. E n América, en realidad casi no se cobraba tributo, sino que la inmensa mayoría de los encomenda­dos trabajaban constantemente para el encomendero, transformando la encomienda en esclavitud. =

Por último, la reducción era u n espacio geográfico delimitado en el que los pobladores originarios podían vivir en total libertad (siempre dentro de los límites establecidos). Tenían, además, total libertad para elegir a su dios... siempre que fuese el cristiano.

Ninguna de estas tres formas de sujeción logró apa­ciguar el temple libertario de los pueblos denominados calchaquíes, mejor llamados diaguitas.^

E n el sector medio de los valles habitaban gualfin-gastas, sichagastas, taquigastas, bombolanes, anguin-gastas, ampascachas, tolombones, paciocas y colalaos (entre los más populosos); en el sector sur vivían los quilmes, yocaviles, anguinahaos, tocpos, anchapas, tucumangastas e ingamanas. E l alzamiento terminó cuando cayeron en poder de los españoles las jurisdic­ciones de Londres y L a Rioja, en 1643; los últimos en ser vencidos fueron los andalgalás, maitines y abaucanes. E n 1635 las comunidades de los sectores medios y sur del valle Calchaquí acordaron con las autoridades colo­niales ser subditos del rey, y así poder permanecer en sus tierras siempre y cuando acudieran -como en una especie muy sui generis de m i t a - a Salta o Tucumán.

8 Este nombre les fue dado por error, ya que era el nombre de uno de los curacas, Juan Calchaquí.

9 Boixadós, Roxana: Op. Cit.

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í A Chelemín, líder de la rebelión, le cortaron la cabe­za, pero la historia, como ya hemos dicho, continuó; el espiral -colmado de hiatos- de las luchas populares no se detendría y la mirada hacia los sustentos ideológicos de esas luchas continuará orientándose hacia atrás para aprender del pasado, de la memoria, de la identidad y de los derechos propios. Los ecos de la rebelión duraron hasta 1643, y no obstante haber sido aplastada, los valles calchaquíes se mantuvieron como u n bastión inexpug­nable.

Entre 1656 y 1665 volvió a retumbar el eco de la gue­rra en los valles. Esta vez no sería u n hombre de su pueblo quien comandaría la rebelión, sino u n impostor, u n tal Pedro Chamizo, que se hacía llamar Pedro Bohór-quez y se presentaba como descendiente del último Inka. Tras diferentes alianzas con curacas de la región y tras casamientos que legitimaban las uniones se organi­zó la expulsión de los invasores. E l impostor fue captu­rado en 1659, aunque la rebelión perduró hasta el p r i ­mer lustro de la década del sesenta del siglo xvii . Merca­do Villacorta, gobernador de Tucumán, terminó pacifi­cando la región. . ,

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V Í C T O R H E R E D I A

TAKI ONGOY L A S L Á G R I M A S D E A M É R I C A