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Higiene y bacterias
REPORTAJE: vida&artes
Tanta limpieza nos debilitaLa higiene ha reducido las enfermedades infecciosas, pero ha
aumentado las del sistema inmune - La ausencia de algunas bacterias influye en las alergias, la diabetes y la obesidad
MÓNICA L. FERRADO 03/07/2009
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Al bebé que empieza a gatear y a explorar el mundo le gusta tocar,
ensuciarse y llevárselo todo a la boca. Los adultos deben evitar que
se exponga a elementos dañinos, enseñarle que hay que lavarse las
manos y ser limpio. Pero tampoco se le debe meter en una caja de
cristal. Un poco de suciedad puede ser bueno porque mientras
satisface su curiosidad, su sistema inmune se entrena para reconocer
a los verdaderos agentes infecciosos, y su cuerpo se va poblando de
bacterias amigas que, como un ecosistema integrado, protegerán y
ayudarán a trabajar a su cuerpo. Algunos estudios atribuyen el
exceso de protección de los niños frente a su entorno como causa del
aumento de las alergias, las dermatitis y algunas enfermedades del
sistema inmune ¿Viven los niños en ambientes demasiado asépticos?
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La dermatitis se ha duplicado durante los últimos 10 años Los niños
que conviven con animales tienen menos alergias
Influyen el contacto con la naturaleza, los fármacos y la alimentación
La flora intestinal es el ecosistema más poblado de la Tierra
"El problema no es la higiene en sí misma, sino que no es selectiva y
se han aniquilado algunos viejos amigos", afirma Francisco Guarner,
del hospital de la Vall d'Hebrón en Barcelona, investigador de
MetaHit, una parte del proyecto Microbioma Humano en el que
investigadores de todo el mundo están construyendo un mapa de las
bacterias que habitan en el cuerpo humano, en zonas como la boca,
la piel y el intestino. Esta macroinvestigación permitirá ver el
impacto sobre la salud humana de esta aniquilación microbiana no
selectiva. Los científicos esperan averiguar cómo interactúan con los
genes de nuestras células y cómo su presencia o ausencia nos puede
alterar.
Sus resultados pueden corroborar ideas que la teoría de la higiene
señala desde los años 70. Con esta hipótesis, algunos científicos ya
apuntaban que, si bien la higiene había permitido acabar con las
grandes infecciones de la historia, también había aniquilado
gérmenes necesarios. "A partir de los años cincuenta empiezan a
aparecer nuevas enfermedades relacionadas con el sistema inmune y
la teoría de la higiene las relaciona con dos aspectos: el sistema
inmunitario estaba más equilibrado para combatir enfermedades
cuando había más bacterias, y también hemos eliminado bacterias
amigas que establecían sistemas de tolerancia. Por eso respondemos
a los alérgenos del aire como si fueran patógenos y de forma
exagerada", explica Guarner.
Aún hoy, los expertos coinciden en que se trata de una teoría difícil
de comprobar. Pero ya son muchos los estudios epidemiológicos que
muestran diferencias entre la salud de personas que en su infancia
han estado expuestas a determinadas bacterias y las que no. El más
conocido, realizado tras la caída del el muro de Berlin, permitió ver
que la incidencia de alergias, asma y otras patologías autoinmunes
era menor entre los habitantes del Este, y mayor entre los de la zona
occidental, mas rica y limpia, con acceso a antibióticos y vacunas.
A la falta de entrenamiento o inmadurez del sistema inmune se
atribuye, en buena parte, que las alergias a alimentos hayan pasado
entre 1992 y 2005 de afectar de un 6% a un 15% de los niños; que la
dermatitis atópica haya aumentado de un 5% a un 11% y que las
alergias respiratorias hayan pasado de un 75% a un 80%. "Al haber
menos infecciones el sistema inmune actúa también menos, aunque
seguramente intervienen factores hereditarios y del ambiente". Ana
María Plaza, jefa de la sección de alergias del hospital catalán Sant
Joan de Déu asegura: "No es bueno mantener a los niños dentro de
un cubo estéril. Es beneficioso que salgan al campo, a la montaña.
Han de jugar, estar en contacto con la naturaleza y con las plantas.
Debemos volver a buscar un equilibrio entre la vida actual y en el
medio natural".
Muchos investigadores prefieren situar la influencia de la higiene en
un contexto más amplio. "No significa que tengamos que dejar de
lavarnos. Es una consecuencia de la calidad de vida que hemos ido
ganando", afirma Antonio Valero, alergólogo del hospital Clínic de
Barcelona. "La teoría de la higiene no lo explica todo. En este
aumento de las alergias también interviene la contaminación, el
hecho de haber cambiado nuestros hábitos alimentarios con comida
tratada y que usamos más medicamentos, antibióticos y
detergentes", puntualiza Valero.
Sin embargo, pocos dudan de que la desaparición de una bacteria en
nuestro ecosistema corporal puede ser tan catastrófica como la
extinción de una especie en el Amazonas. Por ejemplo, nuestra flora
intestinal es el ecosistema más poblado de la tierra, con más de cien
billones de bacterias, pertenecientes a entre 500 y mil especies. El
cuerpo humano alberga diez veces más células bacterianas que
humanas, una proporción impactante que sugiere una interacción
más importante de lo que podría parecer entre nosotros y las
bacterias que transportamos.
Los gérmenes empiezan a colonizar nuestro cuerpo nada más llegar
al mundo. Algunos estudios demuestran que el parto vaginal facilita
la formación de la flora intestinal del recién nacido. "El niño nace
con anticuerpos de la madre, pero las bacterias no lo colonizan hasta
que nace. Al principio, las más abundantes son las bifidobacterias,
que obtiene por la leche materna", explica Miquel Viñas, catedrático
de microbiología del campus de Bellvitge de la Universidad de
Barcelona. "Es un proceso lento y gradual que ocurre en un periodo
corto de tiempo. Para un niño saludable es positivo entrar en
contacto con bacterias, pero tampoco se debe fomentar la infección
como protección", afirma.
Gracias a la higiene, también se ha conseguido que la incidencia de
enfermedades infecciosas en Occidente haya disminuido a tan sólo
un 10%. "Sin embargo, el impacto de las enfermedades autoinmunes
se ha multiplicado por cinco", explica Guarner. Tras este aumento se
podría encontrar la desaparición de algunas bacterias de la flora
intestinal que cumplen importantes funciones en la programación y
regulación del sistema inmune.
La microbiota (el conjunto de microbios en el cuerpo) de los niños
que tienen alergias, asma o alguna otra dolencia autoinmune es
diferente a la de otros niños sanos. ¿Causa o consecuencia? Un
estudio publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology,
realizado por la Universidad de Lund, en Suecia, demuestra que los
niños con una menor diversidad en la flora bacteriana en la primera
semana después de nacer tienen más posibilidades de desarrollar
dermatitis atópica en el primer año y medio de vida.
Diferentes estudios han demostrado que los niños que viven con
animales, sea un perro, gato o incluso animales de granja, tienen
menos riesgo de padecer alergias. El dato lo corrobora otra
investitgación de la Universidad de Illinois, que analizó las
reacciones alégicas de su personal de laboratorio que trabajaba con
ratones. Quienes no tenían alergia a los roedores se habían criado en
entornos rurales. También se ha comprobado que la convivencia con
más niños aumenta las defensas. Los que van a la guardería sufren
menos alergias. Los hijos de familias numerosas son menos
susceptibles a las alergias, sobre todo los más pequeños, porque con
sus hermanos están expuestos desde que nacen a más infecciones.
En el intestino, el aumento de enfermedades inflamatorias en los
países desarrollados también se atribuye a la ausencia de algunas
bacterias, La incidencia de la enfermedad de Crohn, por ejemplo,
que se debe a una excesiva respuesta inmunológica que ataca la
flora intestinal, se ha multiplicado por cuatro en los últimos 20 años.
"En esta patología podrían faltar bacterias protectoras", afirma el
experto Guarner. "Estudios con animales criados en ambientes sin
gérmenes han permitido demostrar una menor densidad de linfocitos
y de inmunoglobulina en la mucosa intestinal. Se ha observado
también que algunos de ellos juegan un papel importante en la
inducción de las llamadas células T reguladoras. En este tipo de
enfermos se ha observado que existe un desequilibrio en la presencia
de bacterias protectoras", añade.
Una de las investigaciones de referencia sobre esta patología
intestinal se publicó en 1994 en la revista The Lancet. Se llevó a
cabo en Gran Bretaña, con población nacida entre los años 40 y 50.
Las personas que durante la infancia vivieron en un hogar que
carecía de agua caliente y, por lo tanto, la higiene era menos
exhaustiva, la incidencia de la enfermedad de Crohn era menor.
La disminución de la biodiversidad bacteriana también podría influir
en otras enfermedades relacionadas con el sistema inmune, como la
diabetes, la obesidad e incluso la esclerosis múltiple, otra de las
enfermedades que más ha aumentado en las últimas décadas.
Xavier Montalbán, director del Centro de Esclerosis Múltiple de
Catalunya, es muy cauto a la hora de pronunciarse. Reconoce que la
menor exposición a las bacterias puede ser una explicación, pero
afirma que otros estudios lo atribuyen a deficiencias en otros
elementos reguladores del sistema inmune, como la vitamina D y el
sol, y también a la presencia del virus de Epstein Barr. En la
esclerosis, las celulas T destruyen por equivocación la mielina que
recubre y protege la neurona. Así se inicia el proceso
neurodegenerativo.
En cuanto a la diabetes, un estudio de científicos de la Universidad
de Yale y de Chicago, publicado recientemente en Nature revela que
algunas bacterias intestinales podrían ofrecer protección frente al
desarrollo de la diabetes tipo 1. El origen de esta anomalía está en
que el sistema inmune ataca a las células pancreáticas.
Otra de las habilidades de las bacterias del tracto intestinal consiste
en su capacidad para extraer energía de los alimentos ingeridos. Se
ha visto que la diversidad bacteriana es diferente en individuos
obesos y delgados. En definitiva, el balance energético de nuestro
cuerpo dependería, al menos en parte, de si las bacterias del tracto
intestinal son más o menos eficientes a la hora de consumir las
calorías de los alimentos que previamente hemos ingerido.
Los miembros de una misma familia comparten una dieta similar y
un entorno similar. Por eso acostumbran a compartir el microbioma
intestinal, aunque haya algunas variaciones individuales. Ésta es la
razón por la cual estudiar y comparar la flora intestinal de hermanos
gemelos idénticos, uno delgado y otro obeso, ha resultado reveladora
para las investigaciones de Jeffrey Gordon, del centro de Ciencias del
Genoma de la Escuela de Medicina de Washington.
De esta forma los investigadores han podido determinar que, en su
comunidad microbiana intestinal, hay diferencias sobre todo en la
presencia de dos bacterias involucradas en el metabolismo de los
hidratos de carbono, los lípidos y los aminoácidos. También ha
quedado comprobado que la presencia o ausencia de estas mismas
bacterias influye igualmente en algo tan importante como la síntesis
de vitaminas.