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CASTILLA Y LEÓN CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009

S O L U C I Ó N D E L A P R U E B A D E A C C E S OAUTORA: Marta Monje Molina

Tema El texto está compuesto por una serie de fragmentos extraí-dos del libro de Francisco Ruiz Gómez, Introducción a la His-toria medieval. Se trata de una fuente secundaria de carác-ter historiográfico. En él se describen las líneas generalesque marcaron la evolución histórica de Castilla y la Coronade Aragón durante la Baja Edad Media, tanto en sus aspec-tos políticos como en el orden social y económico.

Según Ruiz Gómez, la Baja Edad Media en dichos territoriosse caracterizó por la tendencia centralizadora de la monar-quía, que provocó frecuentes enfrentamientos con la noble-za, la otra fuerza dominante de la época. Dicha confronta-ción produjo resultados diferentes en Castilla y en laCorona de Aragón. Mientras en Castilla se tendió hacia elautoritarismo monárquico, en Aragón predominó el pactis-mo, tendencia que se materializó en el fortalecimiento delas diputaciones generales y en el mayor grado de indepen-dencia de las Cortes con respecto a la Corona.

En el orden social y económico, la Baja Edad Media en losreinos hispano-cristianos estuvo dominada por la crisisdemográfica del siglo XIV, cuya culminación fue la pestenegra de 1348. Las consecuencias de esta crisis determina-ron la evolución económica y social del siglo siguiente. EnCastilla se produjo una fase de expansión demográfica yeconómica. Cataluña, sin embargo, padeció una decadenciacomercial y una reacción señorial que provocó agudas ten-siones sociales.

El mapa, una fuente gráfica de carácter secundario, muestrael avance de la Corona aragonesa en el Mediterráneo entrelos siglos XIII y XV. La expansión geográfica es otro de los ras-gos que caracterizó a los reinos peninsulares durante laBaja Edad Media. Si la Corona de Aragón lo hizo a través delMediterráneo, Castilla y especialmente Portugal se concen-traron en el Atlántico.

En los inicios de la Baja Edad Media (siglos XIV y XV) se habíaalcanzado en la Península Ibérica una fase de relativa esta-bilidad desde el punto de vista territorial. Los reinos cristia-nos habían completado prácticamente el proceso deReconquista y el poder de al-Ándalus se reducía al reinonazarí de Granada. El resto del territorio lo ocupaban laCorona de Aragón, y los reinos de Castilla, Navarra y Portu-gal. Era la llamada España de los cinco reinos. Al igual queen el resto de Europa, en ellos se hizo sentir la desacelera-ción de la fase expansiva vivida durante los siglos XII y XIII,que se transformó en una grave crisis a lo largo del siglo XIV.Esta crisis se manifestó a nivel demográfico, económico ypolítico (Guerra de los Cien Años). Se produjo además enesta época una fuerte inquietud espiritual en el seno de laIglesia (Cisma de Occidente), que dio lugar a numerosos

movimientos de reforma y herejías. En Castilla y Aragóninquietudes de este tipo provocaron la persecución de lasminorías religiosas (judíos, mudéjares) y de los conversos.

La primera manifestación de la crisis bajomedieval fuedemográfica. En el siglo XIV, y en algunos casos desde el últi-mo tercio del siglo XIII, se produjo en toda Europa un nota-ble descenso de la población. Esto se debió a las hambru-nas reiteradas, provocadas por las malas cosechas, a lasepidemias (como la peste negra de 1348) relacionadas conel hambre y propagadas por la ausencia de medidas higié-nicas y sanitarias, y al ciclo de violencia feudal y guerras civi-les que estos males llevaron aparejados. En la Península Ibé-rica, los reinos más afectados por la crisis demográficafueron Navarra y la Corona de Aragón y, dentro de esta,Cataluña. En Castilla, el descenso de la población fue menory se dio una importante recuperación en el siglo XV.

La tendencia a la despoblación en las áreas rurales, sobretodo las del norte del Sistema Central y del Ebro, ocasionóun descenso de la producción agraria que originó proble-mas de abastecimiento en las ciudades. Para encarar la nue-va situación se adoptaron una serie de soluciones quetransformaron la economía: se abandonaron las tierras demenor rendimiento, con lo que aumentó la productividad;crecieron los pastos para la ganadería trashumante, espe-cialmente en el interior de Castilla (dirigida por el HonradoConcejo de la Mesta) y en Aragón, con lo que comenzó laexportación de lana; la agricultura se reorientó hacia culti-vos de interés industrial y comercial (lino, cáñamo, azafrán,frutos secos, cítricos, caña de azúcar), destinados a la expor-tación (sobre todo en Cataluña y Valencia); se promovió laactividad pesquera, y la navegación en el Atlántico y elMediterráneo; por último, con el incremento del comercio alarga distancia progresó el artesanado urbano y la cons-trucción naval.

Estas transformaciones cristalizaron en una fase expansivade la economía castellana durante el siglo XV. Por un lado, sefortaleció la ruta hacia el Atlántico norte, vía principal deexportación de la lana castellana (procedente de Burgos) ydel hierro vizcaíno a través del puerto de Bilbao con destinoa los mercados europeos, especialmente Nantes (Francia),Londres (Inglaterra) y Brujas (Flandes). Castilla importaba,desde Flandes, manufacturas de lujo y otros productos delos países del Báltico. Por otro lado, la ruta del Atlántico sur,en torno al eje Sevilla-Cádiz, estaba controlada por los geno-veses y permitía acceder a los productos africanos (oro, mar-fil y esclavos), a los paños y telas italianas y a los productos yespecias de Oriente. La unión de ambas rutas se estable-cía a través de una densa red de ferias que impulsaban el comercio peninsular; entre ellas destacaba la de Medina

Opción A

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del Campo, que desde principios del siglo XV se celebrababianualmente.

Las transformaciones de la economía en los reinos cristia-nos peninsulares tuvieron importantes consecuenciassociales, como el aumento del poder de los señoríos (mayo-res cargas sobre los campesinos, nuevos privilegios como elmayorazgo, mayor presión sobre los monarcas) y de losconcejos (gobiernos municipales), controlados por la bajanobleza y los burgueses. A ambos se opuso una fuerte resis-tencia campesina antiseñorial o anticoncejil.

En la Baja Edad Media también se produjeron importantestransformaciones a nivel político en la Península Ibérica.Surgieron las Cortes, asambleas en las que estaban repre-sentados los tres estamentos medievales. Su celebraciónempezó a ser habitual en los siglos XIII (en Castilla y Aragón)y XIV (en Navarra), aunque se convocaban de forma irregular,generalmente cuando los monarcas querían solicitar unacontribución (impuesto) especial. También abordaron losmonarcas la unificación de las leyes mediante la creaciónde una legislación inspirada en el derecho romano queotorgase más prerrogativas a la Corona frente a la nobleza ylas ciudades. Como se indica en el texto, los resultados deestas transformaciones políticas fueron diferentes en losdos mayores reinos peninsulares. Mientras en Castilla sefueron implantando una serie de instituciones que reforza-ron progresivamente el poder de los monarcas, en la Coro-na de Aragón tuvo un mayor peso el pactismo, por el cuallas instituciones representativas de sus diferentes reinosejercieron una mayor influencia sobre la política de losmonarcas, concentrados en la expansión en el Mediterrá-neo. Un factor común en ambos reinos fue el conflictoconstante entre los monarcas y las tendencias disgregado-ras de las diferentes facciones nobiliarias.

� Castilla. Los primeros años del siglo XIV estuvieron domi-nados por las minoridades de Fernando IV (1295-1312) yAlfonso XI (1312-1350), ambas bajo la regencia de Maríade Molina. El poder de la nobleza aumentó y las ciudades,organizadas en hermandades concejiles, cobraron prota-gonismo. Al llegar a la mayoría de edad (1325), Alfonso XIintentó reconstruir el poder real. Disolvió las hermanda-des y recuperó territorios de realengo perdidos. Tambiénintentó someter a la nobleza, aunque se apoyó en ellaen su lucha por el control del estrecho de Gibraltar con-tra los benimerines (batalla de Salado, 1340). Fortalecióademás la administración central nombrando letradosde procedencia no nobiliaria y promulgó el Ordenamien-to de Alcalá, en un intento de conseguir la uniformidadjurídica del reino, aunque con él también reforzó elpoder señorial. Los inicios del reinado de su hijo, Pedro I(1350-1369), estuvieron marcados por las consecuen-cias de la gran epidemia de 1348 y la crisis económica.En las Cortes de Valladolid (1351) los nobles solicitaronla realización de una encuesta sobre la situación de los rei-nos para establecer cuáles eran los derechos del monar-ca y cuáles los de los nobles (Becerro de las Behetrías). Ladisputa por esos derechos fue un factor importante en las luchas entre el monarca y las facciones nobiliarias

—encabezadas por el hijo bastardo de Alfonso XI, Enri-que de Trastámara— que caracterizaron el reinado dePedro I. El monarca se empleó con gran dureza contraestas facciones, de ahí su apelativo de Cruel. Finalmentefue derrotado y asesinado en Montiel por Enrique, aliadoa Francia y Aragón.

Con Enrique II (1369-1379) se estableció la dinastía de losTrastámara en Castilla. El nuevo rey hizo grandes conce-siones a la nobleza (mercedes enriqueñas), aunque tam-bién se apoyó en las Cortes para establecer las audien-cias (órganos de justicia) y restituir las hermandades. Susucesor, Juan I (1379-1390), defendió los derechos de lanueva dinastía frente a Juan de Gante, casado con Cons-tanza, hija de Pedro I, y trató infructuosamente de con-vertirse en rey de Portugal (batalla de Aljubarrota, 1385).Además, limitó las mercedes enriqueñas, estableció unaestrecha colaboración con las Cortes y constituyó el Con-sejo Real. El desorden nobiliario se extendió nuevamentedurante la minoría de su sucesor, Enrique III (1390-1406);además se produjeron disturbios antijudíos (1391) ennumerosos lugares de Castilla. Una vez alcanzada sumayoría de edad, Enrique III inició un nuevo ciclo de for-talecimiento del poder real: desplazó a los miembros desu familia que controlaban el gobierno del reino, arreba-tó a las Cortes el control de la alcabala y extendió el régi-men de corregidores a las ciudades.

En el siglo XV aumentó la influencia de la dinastía Tras-támara en Aragón y Navarra. Fernando de Antequera,hijo de Juan I, ejerció la regencia durante la minoría deedad de su sobrino, Juan II (1406-1454); en 1412 fue ele-gido monarca de Aragón tras la muerte sin descendenciade Martín I (compromiso de Caspe). En 1419, las Cortes deMadrid decretaron la mayoría de edad de Juan II. Su rei-nado estuvo marcado por la rivalidad con la alta nobleza,que recibió la ayuda de Aragón y Navarra. El monarca seapoyó en su valido Álvaro de Luna, quien derrotó a lasfacciones nobiliarias en la batalla de Olmedo (1445). Pesea estas luchas, Juan II llevó a cabo una importante laborlegislativa y su corte albergó una rica actividad literaria.

El reinado de su hijo, Enrique IV (1454-1474), tuvo dosfases. En la primera, reanudó la Guerra de Granada, esta-bleció acuerdos con la alta nobleza e incluso llegó aaceptar la Corona de Cataluña que le ofrecían los suble-vados contra Juan II. La segunda parte estuvo marcadapor la oposición de la nobleza; esta negaba que Juana,fruto de su matrimonio con Juana de Portugal, fueserealmente hija del monarca y atribuía la paternidad alfavorito del rey Beltrán de la Cueva. Enrique IV cedió ini-cialmente a las pretensiones de la nobleza y nombrócomo heredero a su hermanastro Alfonso, pero prontoreemprendió la lucha contra los nobles, quienes en la«farsa de Ávila» (1465) lo destronaron simbólicamente. Elconflicto se prolongó hasta 1468, en que murió Alfonso.Ese mismo año, Enrique IV, por el Pacto de los Toros deGuisando, designó como su sucesora a Isabel, hermanade Alfonso. La boda de esta con Fernando de Aragón(1469), provocó una nueva ruptura y el monarca designó

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entonces a Juana la Beltraneja como su sucesora. A lamuerte del rey, Isabel I se proclamó reina de Castilla (1474-1504) y con ayuda de su marido derrotó a Juana, casadacon Alfonso V de Portugal. En 1479 Fernando heredó laCorona de Aragón, lo que propició la unión dinástica deambos reinos. Los Reyes Católicos completaron la unidadpeninsular (Guerra de Granada, 1482-1492) y reafirmaronel poder real sentando las bases del Estado Moderno.Para ello se apoyaron en las instituciones establecidaspor sus predecesores (corregidores, chancillerías, audien-cias, Consejo Real) y en otras nuevas (Santa Hermandad,Consejo de la Suprema Inquisición).

� Corona de Aragón. Durante la Baja Edad Media, losmonarcas impulsaron una política exterior muy aventu-rada y se vieron obligados a ceder patrimonio, privilegiosy derechos a los grandes señores y a hacer todo tipo deconcesiones a las Cortes a cambio de préstamos y ayu-das. Había unas Cortes diferentes para cada reino (Ara-gón, Cataluña y Valencia), además de unas generales.Junto a ellas surgieron otras instituciones que velaronpor que el monarca no vulnerase las leyes de cada reino,como el Justicia Mayor de Aragón o la Generalitat enCataluña y en Valencia.

La expansión aragonesa en el Mediterráneo se basó enun próspero comercio (impulsado desde Barcelona) conItalia, el norte de África y Oriente. Los comerciantes cata-lanes importaban productos de Oriente (sedas, especias,tejidos de lujo) que luego distribuían al resto de la Penín-sula. El iniciador de esta política de expansión fue Pedro III(1276-1285), quien conquistó Sicilia a costa de su ene-mistad con el Papado y Francia. La nobleza aragonesaprotestó porque no se le había consultado sobre unadecisión que implicaba enfrentarse al Papa, y consiguióque el rey concediera al reino de Aragón el PrivilegioGeneral, por el que se comprometía a respetar sus fuerosy derechos y a convocar Cortes anualmente. Varios añosdespués se firmaron los Privilegios de la Unión, en la mis-ma dirección. La oligarquía catalana, asimismo, logró laprerrogativa de convocar Cortes. También en esta épocasurgió el Justicia Mayor de Aragón, cargo judicial cuyafunción era velar por la correcta interpretación de losfueros y que inicialmente controló la nobleza.

La lucha por el control de Sicilia continuó durante los rei-nados de Alfonso III (1285-1291) y Jaime II (1292-1327),hasta que, por la paz de Caltabellotta (1302), Sicilia seseparó de la Corona de Aragón (se asignó a Fadrique, ter-cer hijo de Pedro III); a cambio, Jaime II recibió Cerdeña yCórcega, que ocupó entre 1323 y 1324. Tras la Paz de Cal-tabellotta, Fadrique de Sicilia pudo desembarazarse delos almogávares que, dirigidos por Roger de Flor, fueronenviados en defensa del emperador bizantino paraluchar contra los turcos. Posteriormente, estos mercena-rios saquearon varias islas griegas y controlaron losducados de Atenas y Neopatria (Tesalia), que entregarona la Corona de Aragón. Asimismo, por las vistas de Mon-teagudo se acordó con Castilla la expansión en el nortede África; el acuerdo permitió a la Corona aragonesa

aumentar su influencia en Tremecén (Tilimsen, Argelia),Bugía (Bejaia, Argelia) y Túnez. Jaime II reforzó su posi-ción frente a los nobles con el apoyo de las ciudades ydecretó la indisolubilidad de los reinos de Aragón, Cata-luña y Valencia, decisión que fue confirmada por su suce-sor, Alfonso IV (1327-1336).

Durante el reinado de Pedro IV (1336-1387) la Corona deAragón sufrió los efectos de la peste negra. Este monarcatrató de pacificar Cerdeña, foco de constantes rebeliones,lo que le enfrentó a Génova. En 1343 arrebató el reino deMallorca a Jaime III; cuando este trató de recuperar sureino con ayuda de Francia, volvió a derrotarlo en labatalla de Lluchmayor (1349). Pedro IV contrajo matrimo-nio con Leonor de Sicilia, en un intento por recuperar laisla, objetivo que consiguió gracias al matrimonio de sunieto, Martín el Joven, con María, reina de Sicilia (1379).Durante su reinado, el monarca aragonés se enfrentótambién a Castilla (guerra de los dos Pedros) y apoyó aEnrique de Trastámara frente a Pedro I. En el ámbito de lapolítica interna, tras derrotar a la nobleza aragonesa yvalenciana con ayuda de las ciudades, suprimió los Privi-legios de la Unión (1348). A cambio del apoyo al monar-ca, las ciudades exigieron un mayor poder para sus insti-tuciones representativas, las Cortes y la Generalitat, unadiputación permanente de las Cortes que supervisaba laacción del monarca y la gestión de los subsidios concedi-dos al rey. En Cataluña, la primera diputación permanen-te se había establecido en 1289, y en Valencia en 1321. Sufunción era controlar el cobro de contribuciones decidi-das en Cortes, llamadas drets del general o generalitats,porque ningún grupo social estaba exento de su pago.La Generalitat adquirió un carácter permanente en Cata-luña. Sus funciones eran la defensa de los estamentosrepresentados en las Cortes y el control financiero y fiscalde los recursos del Principado; ejercía las funciones de unTribunal de Justicia. Esta línea política se confirmó en lasCortes de Monzón (1362-1363), en las que los reinospeninsulares lograron fortalecer su autonomía fiscal.

Al igual que sus predecesores, Juan I (1387-1396) tuvoque concentrarse en la defensa de sus posesiones medi-terráneas. Defendió el reino de Mallorca frente a Jaimede Armagnac y apoyó a su hermano Martín en Sicilia. Sinembargo, perdió Atenas y Neopatria, y permitió que larevuelta se extendiera en Cerdeña. A su muerte le suce-dió su hermano, Martín I (1396-1410), rey de Sicilia. Estemonarca murió sin descendencia, lo que dio origen auna crisis dinástica que se resolvió en el Compromiso deCaspe (1412).

En la reunión de Caspe participaron representantes delos reinos de Aragón, Cataluña y Valencia, y en ella se deci-dió la elección de Fernando de Antequera, regente deCastilla; la decisión supuso el establecimiento de los Tras-támara en la Corona de Aragón. En los inicios de su reina-do, Fernando I (1412-1416) hubo de ceder en las Cortesde 1413 a la presión pactista de las oligarquías catalanasy permitir el fortalecimiento de la diputación general deCataluña. Asimismo, en 1418 la Generalitat valenciana

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adquirió un carácter permanente. Su sucesor, Alfonso V(1416-1458), se enfrentó a un proceso similar en Valenciay Aragón. Durante el reinado de este monarca se produjoun importante avance en la expansión mediterránea: laconquista de Nápoles (1442), que lo enfrentó a Génova,Francia y al Papado. A su muerte (1458), el reino napolita-no pasó a su hijo y se desvinculó de la Corona de Aragón.Su prolongada ausencia —no regresó a la Península Ibé-rica tras la toma de Nápoles— y los gastos de la guerraahondaron la crisis económica y las tensiones sociales ensus reinos, especialmente en Cataluña.

Durante el reinado de su sucesor, Juan II (1458-1479),dichas tensiones desembocaron en una guerra civil.Antes de suceder a su hermano, Juan II se había converti-do en rey de Navarra por su matrimonio con Blanca I. A lamuerte de esta, Juan heredó el trono, postergando a suhijo Carlos, príncipe de Viana, lo que provocó el enfrenta-miento entre agramonteses, que apoyaban a Juan, ybeaumonteses, partidarios de Carlos. Tras acceder al tro-no en la Corona de Aragón bajo el nombre de Juan II, elconflicto en Navarra se extendió a Cataluña, donde a lastensiones sociales entre señores y campesinos someti-dos a la remensa, por una parte, y entre la alta y baja bur-guesía, por otra, se añadió el enfrentamiento del rey conlas instituciones catalanas. En 1462 estalló una guerracivil en el Principado, que no concluyó hasta diez añosdespués. A la muerte de Juan II, le sucedió su hijo, Fernan-do el Católico (1479-1516), quien puso fin al conflicto dela remensa por la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486)y prosiguió la política mediterránea de sus predecesores.Por su matrimonio con Isabel la Católica, la Corona deAragón quedó desde entonces unida a la de Castilla.

En Navarra, el poder de los señores fue muy elevado y losenfrentamientos entre clanes rivales casi permanentes;además, muchos de sus reyes, de origen francés, nisiquiera residían allí, por lo que colaboraron, por lo gene-ral, con las Cortes (que eran únicas para todo el reino,como en Castilla). Con la instauración de la dinastíaEvreux (1328), se mantuvo la implicación del reino en losasuntos franceses. Carlos II el Malo (1349-1387) tuvo unaactiva participación en la Guerra de los Cien Años. Suhijo, Carlos III el Noble (1387-1425) desvinculó al reino dela Corona francesa. Instituyó el Consejo Real, el tribunalde la Corte y la Cámara de Comptos. Además impulsó lareorganización territorial del reino y fortaleció el Ejército.Tras el matrimonio de Blanca de Navarra con el futuroJuan II de Aragón, Navarra entró en la órbita aragonesa.La hija de ambos, Leonor de Aragón actuó como lugarte-niente del reino hasta la muerte de Juan II. El matrimoniode Leonor con el conde de Foix vinculó el reino a estacasa hasta su conquista por Fernando el Católico (1512).

La Corona portuguesa quedó, a partir del siglo XIV, enmanos de la dinastía de Avís, cuyo primer rey, Juan I, reci-bió el apoyo de la burguesía mercantil de Lisboa y otrasciudades costeras. Desde entonces, la Corona patroci-nó la expansión por la ruta sur del Atlántico, que condujoa la ocupación de Ceuta y Tánger, y la colonización de

Madeira y las islas Azores. A continuación, marinos portu-gueses exploraron la costa occidental africana, primeroen busca de oro y luego con el fin de abrir una ruta atlán-tica hacia las Indias para obtener especias orientales.Entre 1487 y 1488, el portugués Bartolomeu Dias llegó alcabo de Buena Esperanza, en el sur de África. Posterior-mente, Portugal acordó con el reino de Castilla el ámbitode influencias en el Nuevo Mundo descubierto por Colón(Tratado de Tordesillas, 1494).

El reino nazarí de Granada supo resistir al empuje de Cas-tilla y los benimerines gracias a una hábil diplomacia y alpago de parias a unos y otros. El reino atravesó su etapade mayor esplendor durante los reinados de Yusuf I(1333-1354) y Muhammad V (1354-1391). A finales delsiglo XV, la crisis dinástica y la guerra civil debilitaron suposición y facilitaron su anexión por el reino de Castillatras una guerra de diez años (1482-1492).

Términos históricos� Cristóbal Colón. Marino genovés (1452-1506) que al ser-

vicio de los Reyes Católicos descubrió el continente ame-ricano en 1492. Trabajó en su juventud como agentecomercial y realizó varios viajes por el Mediterráneo y elAtlántico. Tras un naufragio frente a las costas de Portu-gal, se estableció en Lisboa en 1476. En los años siguien-tes continuó sus actividades comerciales e inició su for-mación como navegante y cartógrafo. Los testimonios dealgunos navegantes que indicaban la existencia de tierrafirme situada a occidente, más allá de Madeira y las Azo-res, y su conocimiento de las teorías geográficas de laépoca le llevaron a formular la hipótesis de que era posi-ble alcanzar las Indias navegando hacia el oeste. Llegó ala conclusión, errónea, de que la distancia entre las costasoccidentales de Europa y las orientales de Asia eramucho menor que la real; casualmente, sus cálculos secorrespondían con la distancia existente entre el archipié-lago canario y las Islas Vírgenes. En 1484 presentó la pro-puesta de realizar un viaje a Cipango (Japón) en la Cortede Juan II de Portugal pero, ante las condiciones que sele exigían, decidió dirigirse a la corte castellana. Pudoestablecer contacto con los Reyes Católicos a través delprior del monasterio de La Rábida. El encuentro con losmonarcas tuvo lugar en Alcalá de Henares (1486). Inicial-mente el proyecto fue rechazado; sin embargo, algu-nos miembros de la corte (especialmente el tesorero Luisde Santángel, que convenció a la reina) comprendieron lasposibilidades que este ofrecía y finalmente los monarcasaceptaron las propuestas de Colón.

Tras firmar las Capitulaciones de Santa Fe (abril de 1492),una donación de los Reyes Católicos por la que era nom-brado almirante, virrey y gobernador general de las tie-rras que descubriera, Colón pudo organizar su primerviaje. Partió de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492 contres naves: la Santa María, la Pinta y la Niña y unos cienmarinos. El 12 de octubre alcanzó la isla que los nativosllamaban Guanahaní y que Colón denominó San Salva-dor (actual isla Watling, en las Bahamas). La expedición

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llegó también a las islas de Juana (Cuba) y La Española(Santo Domingo/Haití). Colón acababa de descubrir unnuevo mundo; sin embargo, siguió creyendo que habíallegado a las Indias.

Colón realizó otros tres viajes. En el segundo (septiembrede 1493-junio de 1496) exploró las Antillas menores, SanJuan Bautista (Puerto Rico o Borinquen) y Santiago(Jamaica). En el tercer viaje (mayo de 1498-noviembre de1500) descubrió la isla de Trinidad y el continente ameri-cano a la altura del Orinoco. Isabel y Fernando, alarmadospor el caos que reinaba en La Española y por los costesde los viajes, despojaron a Colón de su rango y lo hicie-ron apresar. Una vez rehabilitado, pero sin recuperar susantiguos privilegios, Colón inició su cuarto y último viaje(mayo de 1502-noviembre de 1504): exploró las costasatlánticas de América central buscando algún paso quecondujese a las islas de las especias; no lo halló. A suregreso, se estableció en Valladolid e intentó recuperarsus antiguos privilegios. Murió con el convencimiento dehaber llegado a Asia.

� Comuneros. Nombre con el que son conocidos los parti-cipantes de una rebelión que, entre 1520 y 1521, prota-gonizaron las ciudades castellanas contra la política delnuevo monarca del reino, Carlos I (1516-1556). Dichasciudades se autoproclamaron una comunidad, de ahí ladenominación de comuneros a sus partidarios.

El movimiento comunero, dirigido por la pequeña noble-za y el bajo clero, gozó de un amplio apoyo popular. Tuvoun carácter político y económico: sus partidarios exigie-ron al monarca que prescindiera de los consejerosextranjeros y acatara la voluntad del reino, es decir, de losprocuradores de las ciudades representadas en las Cor-tes. Los comuneros reclamaban además la reducción deimpuestos, la protección de la industria textil y reformasmunicipales a favor de los plebeyos y contra la nobleza.

Tras su llegada a España en 1517, las primeras medidasadoptadas por Carlos I fueron mal acogidas por las ciu-dades castellanas, que ya en las Cortes de Valladolid(1518) formularon sus protestas y le recordaron almonarca que era su madre, Juana I, quien ostentaba lacondición de reina. El rey partió hacia Barcelona, donderecibió la noticia de su elección como emperador delSacro Imperio Romano Germánico (junio de 1519). Carlos Iaumentó los impuestos indirectos (alcabala) y convocóCortes para solicitar los fondos necesarios para sufragarsu elección imperial. El malestar se extendió en las ciuda-des castellanas y se formó una opinión contraria a laopción imperial. En marzo de 1520, con la presencia delrey, las Cortes abrieron sus sesiones en Santiago y pocodespués se trasladaron a La Coruña. En un ambiente tenso,y tras conseguir la financiación necesaria, Carlos I partiódejando al cardenal Adriano como gobernador regente.En mayo estallaron disturbios en Burgos, Segovia y Gua-dalajara contra los acuerdos aceptados por sus procura-dores. En Toledo los rebeldes expulsaron al corregidor, seerigieron en comunidad e instituyeron una Junta deGobierno; al mismo tiempo estalló una revuelta en Sego-

via contra las pesquisas del alcalde Rodrigo Ronquillodirigida por el notable local, Juan Bravo. A principios dejunio, Toledo propuso la celebración de una reunión enla que se acordasen una serie de exigencias: la anulacióndel servicio de las Cortes de La Coruña, la prohibición dela salida de dinero del reino, la reserva de los cargospúblicos a los naturales del reino y la designación de uncastellano para dirigir el Gobierno en ausencia del rey. Enla reunión, celebrada finalmente en agosto en Ávila, seformó la Junta de Ávila, que se declaró independientedel gobernador del reino y nombró a Juan de Padillacapitán general de las milicias ciudadanas. Solo asistie-ron representantes de Toledo, Segovia, Salamanca y Toro,lo que parecía indicar que el movimiento perdía fuerza.Sin embargo, un ataque fallido a Medina del Campo porfuerzas leales al cardenal Adriano que concluyó con elincendio de la ciudad, provocó la indignación general yreavivó la rebelión. Juan de Padilla se trasladó a Tordesi-llas, donde residía Juana I. Allí se unieron al movimiento14 de las 18 ciudades con voto en Cortes, y la llamadaSanta Junta se erigió en asamblea representativa y gobier-no en nombre de la reina.

Adriano, indeciso inicialmente, reconstruyó poco a pocola situación. Se ganó el apoyo de la nobleza y recuperó elcontrol de Burgos. En diciembre de 1520 tomó Tordesi-llas. La junta se retiró entonces a Valladolid, desde dondeorganizó diferentes incursiones contra los dominiosnobiliarios, pero fue incapaz de recuperar la iniciativapolítica. En la batalla de Villalar (1521), los comunerosfueron derrotados, y sus tres líderes principales, Juan Bra-vo (de Segovia), Juan de Padilla (de Toledo) y FranciscoMaldonado (de Salamanca), ejecutados. Las ciudades deToledo y Segovia sufrieron una durísima represión.

� Felipe II. Rey español (1527-1598). Hijo de Carlos V e Isa-bel de Portugal, Felipe II tenía ya experiencia de gobiernocuando accedió al trono. En 1539, con doce años, asumióla dirección de los reinos hispánicos durante una de lasausencias de su padre con ayuda de un consejo deregencia. En 1543 contrajo matrimonio con María de Por-tugal, quien murió durante el nacimiento de su primerhijo, Carlos de Austria, cuyo trágico destino constituyóuno de los elementos que contribuyeron a formar laleyenda negra contra el monarca. En 1548 emprendió unviaje por Italia, Alemania y Flandes para conocer susdominios. En 1554 contrajo un nuevo matrimonio conMaría I de Inglaterra para conseguir la unión de España eInglaterra; sin embargo, los planes se vieron frustradospor la muerte de la reina cuatro años después. Posterior-mente, estableció otros dos matrimonios con Isabel deValois y Ana de Austria, con quien tuvo un nuevo herede-ro varón, el futuro Felipe III.

Tras la abdicación de Carlos V en 1556, Felipe heredó losdominios hispánicos y en Indias, Borgoña e Italia. Una vezen el trono español su política se hispanizó, aunquemantuvo la línea de actuación de su padre en dos aspec-tos fundamentales: la lucha por la hegemonía en Europay la defensa a ultranza de los territorios que formaban su

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patrimonio. Estableció su corte en un lugar fijo, Madrid(1561), desde donde ejerció un gobierno personal sobresus dominios apoyándose en un sistema de consejos yen diferentes secretarios de su confianza. Su carácterindeciso propició el surgimiento de dos facciones en lacorte: una en torno al duque de Alba; la otra dirigida porla princesa de Éboli y el secretario Antonio Pérez.

Durante el reinado de Felipe II, aumentó el autoritarismopolítico y religioso en los reinos hispánicos. De lo prime-ro son ejemplos la dureza con que castigó al príncipeCarlos y la ejecución del Justicia Mayor tras los sucesosde Aragón (1590-1592). Muestra de su autoritarismo reli-gioso fue el impulso dado a la Contrarreforma en Españapara evitar que las minorías religiosas minasen la unidadde su reino (represión de los focos protestantes en Casti-lla, dispersión de los moriscos tras la Guerra de las Alpu-jarras, 1568-1570).

En el ámbito de la política exterior, la Paz de Cateau Cam-brésis con Francia al principio de su reinado, permitió aFelipe II concentrarse en la defensa del Mediterráneooccidental frente a los turcos y los piratas berberiscos, aquienes venció en la batalla de Lepanto (1571). El mayorproblema con el que tuvo que enfrentarse, sin embargo,fue la rebelión en los Países Bajos, conflicto que se pro-longó durante los siguientes ochenta años (1568-1648) yque provocó su enemistad con Inglaterra debido al apo-yo que Isabel I prestaba a los rebeldes. Para derrotar aInglaterra, Felipe II envió contra este reino la denomina-da Armada Invencible (1588); la expedición acabó endesastre. Unos años antes, en 1580, el rey había asumidola Corona portuguesa, lo que le convirtió en soberano deun inmenso imperio «donde no se ponía el sol».

Pese a disponer de enormes fuentes de ingresos (proce-dentes, sobre todo, de las Indias aunque también deimpuestos castellanos como la alcabala), Felipe II nopudo cubrir los gastos derivados de su política en Euro-pa. Este desequilibrio endeudó a la Corona y provocó lasbancarrotas de 1557, 1575 y 1596.

� Tratado de Utrecht. Denominación que engloba a unaserie de acuerdos bilaterales firmados en esta ciudadneerlandesa (1713) y en Rastadt (Alemania, 1714) por laspotencias que habían intervenido en la Guerra de Suce-sión Española (1701-1715). Dichos acuerdos no solo mar-caron el final de la intervención extranjera en el conflictoen España —la guerra se prolongó en Cataluña hasta elasalto a Barcelona en 1714 y en las Islas Baleares hasta lacapitulación de Mallorca e Ibiza en 1715—, sino que esta-blecieron un nuevo orden en Europa y en el ámbito colo-nial tras el conflicto abierto entre Francia y España, don-de reinaban los Borbones, y la Gran Alianza de La Haya,formada en 1701 por Inglaterra, Austria, Provincias Uni-das y Prusia, y a la que se sumaron Saboya y Portugal.

En virtud de estos acuerdos Felipe V fue reconocidocomo rey de España y de las colonias americanas; encontrapartida, hubo de renunciar a sus derechos a laCorona francesa y realizar importantes concesiones terri-toriales que pusieron fin a la presencia española en el

norte de Europa e Italia. El gran beneficiado de los acuer-dos de Utrecht fue el Reino Unido, que se consolidócomo potencia naval y comercial y pudo frenar el expan-sionismo francés en los Países Bajos e Italia.

Siguiendo las disposiciones establecidas en los tratadosde Utrecht, España cedió Menorca y Gibraltar al ReinoUnido que, además, vio reconocido su derecho a participaren el comercio con las Indias: el envío anual de un barco demercancías (navío de permiso) a la feria de Portobelo(Panamá). El Reino Unido, además, se hizo con el monopo-lio del comercio de esclavos africanos en América, llamadoasiento de negros, que estaba en poder de Francia.

Asimismo, España debió ceder Sicilia a Saboya y perdiódefinitivamente los Países Bajos del sur, el Milanesado,Nápoles y Cerdeña, que pasaron al Imperio alemán.También realizó concesiones territoriales a las ProvinciasUnidas y Prusia. Por último, cedió a Portugal la coloniadel Sacramento (Uruguay), un importante enclave para elcomercio y el contrabando con las Indias de portuguesese ingleses.

Preguntas� La Reconquista fue el proceso histórico durante el cual

los núcleos cristianos peninsulares conquistaron las tie-rras que habían ocupado los musulmanes a partir delaño 711. Este período de la historia de España se des-arrolló, con algunas interrupciones, entre los siglos VIII yXV. Contribuyeron a acelerar la recuperación de las tie-rras dominadas por el islam la caída del califato de Cór-doba (primera mitad del siglo XI), el fin del Imperio almo-rávide (mediados del siglo XII) y la desaparición delpoder almohade (primera mitad del siglo XIII). En laReconquista se pueden diferenciar varias fases:

� Primera etapa: inferioridad de los reinos cristianos(siglo VIII-mediados del siglo XI). El dominio del islamsobre el territorio del reino visigodo de Toledo no fuecompleto. En el norte peninsular aparecieron núcleoscristianos que, con el tiempo, constituyeron grandesreinos. El primer reino que surgió en la Cordillera Can-tábrica fue el de Asturias: entre 718 y 722, un jefelocal, Pelayo, derrotó a los musulmanes cerca de lagruta de Covadonga (Cangas de Onís, Asturias). Duran-te el reinado de Alfonso II (791-842), la corte se trasladóa Oviedo. Al este, en la frontera entre al-Ándalus y elreino de los francos surgieron diversos estados pire-naicos: el reino de Pamplona (posteriormente deNavarra), los condados de Aragón, Sobrarbe y Riba-gorza, y el condado de Barcelona. En esta época lahegemonía de al-Ándalus fue clara: todos los reinoscristianos sufrieron las aceifas (campañas de pillaje)de Abd al-Rahmán III (912-961) y Almanzor (981-1002), y se vieron obligados a declararse vasallos delcalifato de Córdoba.

En Asturias, los sucesores del rey Alfonso II extendie-ron el reino hasta el valle del Duero, una zona fronte-riza despoblada: la capital se trasladó a León. Navarrase expandió hasta el Ebro y se anexionó los condados

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del Pirineo central. Durante el reinado de Sancho Gar-cés III el Mayor (1004-1035), se apoderó del condadode Castilla. Tras la muerte de este monarca emergie-ron dos nuevos reinos: Castilla y Aragón.

� Segunda etapa: avances sobre los valles del Tajo y delEbro (mediados del siglo XI-mediados del siglo XII).Fueron varias las circunstancias que permitieron laexpansión cristiana en esta fase: 1) se constituyeronlos reinos de taifas que, debido a su debilidad, se vie-ron obligados a pagar parias (tributos) a los reinoscristianos con las que estos financiaron sus conquis-tas; 2) los reinos cristianos experimentaron un impor-tante crecimiento demográfico y económico; 3) sur-gió un nuevo reino de la unión de Castilla y León, queprotagonizó los avances más importantes. Su rey,Alfonso VI, conquistó Toledo (1085) y controló el valledel Tajo, y sus sucesores resistieron las invasionesde almorávides (1090-1145) y almohades (1156-1212).Se consolidó también el dominio castellano de LaRioja y los territorios vascos. Como contrapartida, enla zona occidental del reino castellano-leonés, el con-dado de Portugal se constituyó en reino con Alfonso Icomo primer monarca (1139-1185), quien controló lacosta atlántica desde el Miño hasta el Tajo, conquis-tando Lisboa en 1147.

Por su parte, Aragón (reino unido a Navarra desde elsiglo XI), bajo el mando de Alfonso I el Batallador(1104-1134), conquistó Zaragoza (1118) y controló elvalle del Ebro. Más tarde, el reino de Navarra se sepa-ró y quedó reducido a un pequeño territorio. Aragónencontró un nuevo aliado en el condado de Barcelo-na, hegemónico en Cataluña, a través del matrimonio(1137) entre el conde Ramón Berenguer IV y Petroni-la, la hija de los reyes aragoneses. El reino surgido deesta unión pasó a llamarse Corona de Aragón.

� Tercera etapa: hegemonía cristiana (siglo XIII). A partirde la derrota almohade en las Navas de Tolosa (Jaén,1212), la superioridad cristiana fue nítida: se produjoun espectacular avance de Castilla, Portugal y Aragón.Los reinos de Castilla y León se unieron definitiva-mente con Fernando III, rey de Castilla (1217-1252) y de León (desde 1230). Este monarca ocupó los vallesdel Guadiana y del Guadalquivir, conquistando Jaén(1246) y Sevilla (1248). Alfonso, hijo de Fernando,tomó el reino de Murcia (1243) y, ya coronado reycomo Alfonso X (1252-1284), ocupó Cádiz (1261),Huelva y Jerez. Portugal, por su parte, conquistó ElAlentejo y El Algarve.

La expansión de la Corona de Aragón se debió a Jai-me I el Conquistador (1213-1276), que se adueñó delas Islas Baleares (1229-1235) y de Valencia (1238). Losreinos de Mallorca y de Valencia, recibieron leyes einstituciones diferentes de las de Aragón y Cataluña.

� Cuarta etapa: conquista del reino nazarí de Granada(1481-1492). A mediados del siglo XIII, el único territo-rio que permanecía en manos de los musulmanes erael reino nazarí de Granada, que abarcaba las actuales

provincias de Granada, Málaga y Almería. Este reinofue conquistado por los Reyes Católicos. En una pri-mera fase (1481-1484), se produjo la conquista deAlhama, favorecida por la guerra civil entre los pre-tendientes al trono nazarí. En una segunda etapa(1485-1487), los Reyes Católicos tomaron Málaga, trasun asedio durísimo. El resto de las plazas del reinonazarí se entregaron sin apenas resistencia (1488-1492). Finalmente, en enero de 1492 las tropas caste-llanas entraron en Granada y el antiguo reino nazarípasó a formar parte del de Castilla.

� Fase de la historia de al-Ándalus, que siguió a las etapasdel emirato dependiente (711-756) y emirato indepen-diente (756-929). El período se abrió cuando Abd al-Rah-man III, emir desde el año 912, se proclamó califa en Cór-doba (929). Abd al-Rahman III restauró la unidad delEstado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalussobre toda la Península Ibérica. Promovió además eldesarrollo artístico e intelectual en Córdoba y Madinatal-Zahra (Medina Azahara). Su sucesor, Al-Hakam II (961-976), fue un notable erudito y un gran protector de lacultura. Continuó la política de su padre, consolidó elcentralismo de los omeyas y mantuvo la hegemoníamilitar de al-Ándalus sobre los reinos cristianos del nor-te de la Península Ibérica y en el Magreb. Tras la muertede Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieronen el poder de forma simbólica. Aprovechando la mino-ría de edad del nuevo califa, Hisham II (976-1013), elgobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido anda-lusí, Almanzor. Él y sus dos hijos, que le sucedieron en elpoder, son conocidos como los amiríes. Almanzor con-troló la Administración y el Ejército y emprendió expedi-ciones de castigo contra los reinos cristianos del norte.En el año 1009 estalló una revolución en Córdobadurante la cual fueron asesinados los amiríes. Por último,en el año 1031, una asamblea de notables decretó enCórdoba el final del califato.

� La política exterior de los Reyes Católicos se caracterizópor los siguientes rasgos:

� Recuperación de la unidad peninsular. Para elloemprendieron la conquista del reino nazarí de Grana-da (1481-1492) y establecieron una política de alian-zas matrimoniales con Portugal. Manuel I el Afortuna-do contrajo matrimonio con dos de las cuatro hijas delos Reyes Católicos, Isabel y María. Aunque la muertede Isabel impidió la unión dinástica en aquel momen-to, esta iniciativa permitió a Felipe II ocupar el tronoportugués en 1580, ya que su madre, la emperatrizIsabel, era hija de Manuel I y María de Castilla.

� Rivalidad con Francia. Fernando el Católico reivindica-ba como parte del patrimonio familiar la recupera-ción de los territorios perdidos por los Trastámara ara-goneses: Navarra (donde había reinado su padre,Juan II, y desde 1479, los condes de Foix, de origenfrancés), Rosellón y la Cerdaña (condados que Juan IIhabía cedido al rey de Francia a cambio de su apoyoen la guerra civil catalana) y Nápoles (territorio cons-

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tantemente reivindicado por Francia donde reinabanlos Trastámara).

Inicialmente, Carlos VIII de Francia buscó un acuerdocon Fernando que le permitiera llevar a cabo sus pla-nes de expansión en Italia. Para ello firmó con él elTratado de Barcelona (1493), por el que Aragón pudorecuperar el Rosellón y la Cerdaña. Sin embargo, elconflicto estalló en torno al reino de Nápoles. MuertoCarlos VIII, su sucesor Luis XII acordó con el Rey Cató-lico el reparto de dicho reino (Tratado de Granada,1500). Las hostilidades se reanudaron dos años des-pués. En 1503 las tropas francesas fueron derrotadasen Ceriñola y Garellano y los Trastámara recuperaronNápoles.

� Expansión en el norte de África. Este objetivo implica-ba conflictos con los reinos musulmanes del norte deÁfrica, una zona que siempre había tenido un graninterés comercial para Aragón y, tras la conquista deGranada, también para Castilla.

� Expansión en el Atlántico. La expansión hacia el sur seenfrentó a muchas limitaciones debido a los acuerdosfirmados con Portugal. Sin embargo, en virtud del Tra-tado de Alcaçovas (1479), Castilla pudo emprender la conquista de las Islas Canarias entre 1483 y 1496. Elarchipiélago se convirtió en punto de escala del primer viaje de Colón a las Indias —y de los tres pos-teriores— que concluyó con el descubrimiento delcontinente americano. En 1493, los Reyes Católicosobtuvieron del papa Alejandro VI las llamadas bulasInter caetera, que otorgaban a Castilla el dominio de

las tierras descubiertas o por descubrir al oeste de unalínea imaginaria, trazada en el sentido de los meridia-nos, a cien leguas de las islas Azores. Ante las protes-tas portuguesas, fue necesario suscribir el Tratado deTordesillas (1494): desde entonces la línea de demar-cación quedó situada a 370 leguas al oeste de las islasportuguesas de Cabo Verde. De esta forma, Castillatomó posesión de las tierras situadas al oeste delmeridiano 46° oeste, aproximadamente (América, conla excepción de Brasil), y Portugal, de las localizadas aleste (Brasil).

Con respecto a las rutas atlánticas del norte, la rivali-dad con Francia obligó a los Reyes Católicos a buscarla alianza de Inglaterra, el Sacro Imperio Romano Ger-mánico y los Países Bajos (Flandes), para lo que recu-rrieron a una amplia política matrimonial con estosestados, además de con Portugal. Juan, el primogéni-to, contrajo matrimonio con Margarita de Habsburgo,mientras que Juana, el tercero de los vástagos de losreyes, lo hacía con el hermano de Margarita, Felipe(apodado el Hermoso). La infanta Isabel se casó conAlfonso, heredero del trono portugués y, muerto este,con su hermano, quien ocupó el trono con el nombrede Manuel I. Como Juan e Isabel murieron prematura-mente, Carlos de Gante (1500-1558), hijo de Juana(Juana I) y Felipe de Habsburgo, heredó el patrimoniofamiliar: los Países Bajos y Alemania, por parte paterna,y Castilla y Aragón, por línea materna. La hija menorde los Reyes Católicos, Catalina, contrajo matrimoniocon Arturo, príncipe de Gales y, a su muerte, con elfuturo Enrique VIII de Inglaterra.

Tema El texto es un fragmento del libro España: sociedad, políticay economía (siglos XIX y XX), firmado por los historiadores JoséMaría Jover Zamora, Guadalupe Gómez-Ferrer y Juan PabloFusi. Se trata, por tanto, de una fuente secundaria de carác-ter historiográfico. En él se indica cuáles fueron los tres pila-res sobre los que, a juicio de los autores, se sostuvo el siste-ma de la Restauración. En primer lugar, el partido alfonsino,acaudillado por Cánovas, a partir del cual se construyó eledificio político e institucional del régimen, que se caracte-rizó por la defensa de la monarquía borbónica y del libera-lismo doctrinario (una variante no democrática del liberalis-mo que abogaba por la defensa de la propiedad y delorden social). El segundo motor del régimen estaba forma-do por el mundo de los negocios, representado por la bur-guesía catalana y valenciana y los intereses coloniales anti-llanos. Finalmente el tercer pilar de la Restauracióncanovista fue el Ejército, sobredimensionado tras un siglode guerras civiles y garante de los intereses de los partida-rios de este sistema político, tanto materiales (de ahí su

oposición a cualquier reforma en Cuba) como espirituales(integridad nacional, prestigio de lo español).

La caricatura publicada en La Campana de Gracia es unafuente gráfica de carácter primario. Representa al presiden-te del Gobierno, Práxedes Mateo Sagasta (derecha), y aEugenio Montero Ríos tras la firma del Tratado de París (10de diciembre de 1898), que puso fin a la guerra con EstadosUnidos y consagró la pérdida de los últimos restos delimperio colonial español en Cuba y Filipinas. Sagasta fue,junto con Cánovas, el mundo de los negocios y el Ejército,otro de los «motores» de la Restauración. Líder de la facciónmoderada de los progresistas en el Sexenio Democrático(1868-1874), durante la Restauración integró en el sistema alos partidarios de la Constitución de 1869 y dirigió el PartidoLiberal, que convirtió en alternativa al Partido Conservadorde Cánovas. Ocupó la presidencia del Gobierno en numero-sas ocasiones. Él fue quien tuvo que hacer frente desde lapresidencia del ejecutivo a la fase final de la insurreccióncubana y a la guerra contra Estados Unidos. Montero Ríos(1832-1914) fue un destacado político del Partido Liberal y

Opción B

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ministro de Gracia y Justicia y de Fomento con Sagasta envarias ocasiones. Formó parte de la delegación españolaque firmó el Tratado de París. La caricatura refleja la sensa-ción de derrota y el pesimismo que se extendió por ampliossectores de la sociedad española tras el desastre del 98.Ambos políticos, acompañados por un lloroso león español,transportan con gesto triste en una camilla, que bien podríaser un féretro, el «Tractat de Pau» de París. La campana deGracia era un semanario de carácter satírico, republicano yanticlerical. Fundado en 1870, mantuvo una línea crítica conel sistema político de la Restauración mientras este se man-tuvo vigente. En 1932, el semanario fue adquirido por Esque-rra Republicana de Catalunya. Dos años después fue clausu-rado como consecuencia de la Revolución de octubre.

La importancia del Ejército en la Restauración, destacada enel texto inicial, se constata ya en los orígenes de este régi-men político. A lo largo de 1874, superada la ofensiva carlis-ta del año anterior, varios generales (Concha, Martínez Cam-pos, Echagüe) se mostraron favorables al regreso de losBorbones (Isabel había cedido sus derechos a su hijo Alfon-so en 1870). Fue precisamente el pronunciamiento protago-nizado en Sagunto (diciembre de 1874) por uno de estosmilitares, el general Arsenio Martínez Campos, el que acabócon el Estado republicano, vigente desde febrero de 1873, ypermitió el regreso de la dinastía borbónica en la personade Alfonso XII. Asimismo, los grupos de interés antillanostambién se mostraron favorables a esa solución y, desde1872, apoyaron financieramente la causa alfonsina. El jovenmonarca instauró un sistema político con el que se trató decerrar el ciclo de inestabilidad que había caracterizado a lahistoria española desde el acceso al poder de los gobiernosliberales. El artífice de este sistema fue Antonio Cánovas delCastillo, un político de amplia experiencia, que había sidomiembro de la Unión Liberal de O’Donnell y que durante elSexenio Democrático encabezó la facción de los modera-dos partidarios de la legitimidad borbónica encarnada en elhijo de Isabel II. En diciembre de 1874, poco antes del golpede Martínez Campos, Cánovas había hecho firmar al prínci-pe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst (nombre de la acade-mia militar británica donde estudiaba el heredero al trono);en este documento se trazaban las líneas básicas de su pro-grama político. El objetivo de Cánovas era dotar a la monar-quía restaurada de un sistema liberal y autoritario (liberalis-mo doctrinario) que permitiera la alternancia pacífica en elGobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierdaque no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrec-ción o al pronunciamiento para acceder al poder, comohabía ocurrido en tantas ocasiones durante el reinado deIsabel II. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o anti-nacionales quedaron excluidos, porque el funcionamientodel sistema político, manipulado desde el poder, impedía demanera fraudulenta la participación de las formacionescontrarias al sistema canovista.

Los fundamentos de la Restauración

Los cimientos sobre los que se sustentó el sistema políticode la Restauración fueron la pacificación del país, la promul-gación de una nueva Constitución y la formación de los dos

grandes partidos sobre los que se articuló la acción degobierno en el último cuarto del siglo XIX.

En lo que respecta a la pacificación del país, en el momentoen que Alfonso XII accedió al trono, estaban en curso la Ter-cera Guerra Carlista (1872-1876) y la primera Guerra deCuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos cons-tituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presididopor Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemasque los habían provocado. Los carlistas habían sido neutra-lizados como fuerza militar, pero la supresión de los fuerose instituciones vascas (1876) fue una de las causas del pos-terior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo. Ade-más, la última de las guerras civiles había provocado un cre-cimiento excesivo del Ejército y una serie de desequilibriosen su composición (exceso de oficiales) y funcionamiento(sistemas de ascensos). Manuel Cassola, ministro de la Gue-rra, intentó llevar a cabo una reforma militar (Ley Constituti-va del Ejército, 1887), a la que se opuso la burguesía, contra-ria al servicio militar obligatorio que proponía el ministro,antes de ser abortada por los propios militares.

En cuanto a la guerra de Cuba, la Paz de El Zanjón de 1878tuvo un carácter provisional. No solucionó la aguda divisióninterna entre los sectores partidarios de las reformas socia-les y de un mayor grado de independencia con respecto ala metrópoli y los burócratas, comerciantes y azucarerosespañoles residentes en la isla, que se oponían a cualquiertipo de reforma política, social (como la abolición de laesclavitud) o económica, que liberase a Cuba del régimende monopolio del que se beneficiaba España. Un indicio deque los problemas persistían fueron la Guerra Chiquita de 1879 y las rebeliones de 1883 y 1885. La acción de losgobiernos españoles en años posteriores, presionados porel Ejército y los grupos de interés en la isla, fue tímida: laabolición de la esclavitud fue tardía (1880-1886) y un pro-yecto de autonomía para la isla no se llevó a cabo.

La Constitución de 1876 fue otro de los elementos fundamen-tales del sistema político de la Restauración. Inspirada en laley fundamental moderada de 1845, permaneció en vigorhasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en variasocasiones. El texto constitucional establecía un modelo deEstado centralista en el que el rey y las Cortes compartíansoberanía. El catolicismo era la región oficial, aunque semantenía la tolerancia hacia otros cultos y la declaración dederechos de la Constitución de 1869. En la práctica, no exis-tía una clara división de poderes, y el rey tenía un predomi-nio indiscutible sobre el Parlamento. El monarca era el man-do supremo del Ejército, elegía el Gobierno y teníaautoridad para disolver las Cortes. Asimismo, podía vetar losproyectos de ley y ejercer la iniciativa legislativa. En definiti-va, era el árbitro del sistema. La Constitución de 1876 esta-bleció además unas cortes bicamerales. El Congreso fue ele-gido por sufragio censitario hasta 1890; a partir de ese añose instauró el sufragio universal o, más precisamente, gene-ral masculino. En cuanto al Senado, parte de sus miembroseran elegidos por la Corona y el resto por las corporacionesy los mayores contribuyentes, mediante un sistema indirec-to que favoreció la formación de oligarquías.

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El juego de partidos de la Restauración se articuló en tornoa dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador,situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llamadoinicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquierdaliberal. El primero fue liderado por Cánovas hasta su muerteen 1897, y posteriormente por Francisco Silvela. Agrupó aliberales moderados, antiguos miembros de la Unión Libe-ral, ex progresistas (como Romero Robledo) y algunos tradi-cionalistas (Alejandro Pidal). El líder del Partido Liberal fuePráxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igual queCánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalistadurante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobiernocuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En elPartido Liberal se integraron antiguos progresistas y demó-cratas del Sexenio Democrático como Montero Ríos, Moreto Martos. Algunos republicanos moderados, como Castelar,se acercaron a él pero sin ingresar en sus filas.

Ni el Partido Liberal Conservador ni el Partido Liberal eranorganizaciones de masas sino partidos de notables. Lasdiferencias ideológicas eran escasas y su composiciónsocial e intereses, prácticamente idénticos. Su fortaleza nodependía tanto de la cohesión interna de sus miembroscomo de la influencia de su líder y su capacidad para man-tener unidas las distintas facciones del partido. Mientrasvivieron sus fundadores no hubo problemas graves decohesión interna, aunque con el cambio de siglo afloraroncon frecuencia. Ambas fuerzas se alternaron en el poder, enlo que se conoció como el turno de partidos, mecanismoque en última instancia era activado por el monarca, no porla voluntad popular. El turno de partidos se inauguró en1881, cuando Alfonso XII encomendó la formación deGobierno a Sagasta, en lugar de a Cánovas, y se oficializótras la muerte de Alfonso XII en 1885. Su esposa, María Cris-tina de Habsburgo, embarazada de quien sería Alfonso XIII,asumió la regencia. Cánovas, presidente del Gobierno cuan-do murió el rey, acordó con Sagasta cederle el poder duran-te los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo).

El mecanismo de funcionamiento del turno de partidos era elsiguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía serdesignado por el rey y contar con una mayoría parlamenta-ria sólida. De no ser así, obtenía del monarca el decreto dedisolución de las Cortes y promovía la convocatoria de unaselecciones a la medida. Este procedimiento fue una fuenteconstante de corrupción que provocó el rechazo de ampliossectores de la población. A finales del siglo XIX, la sociedadespañola era fundamentalmente agraria, con una poblaciónurbana relativamente escasa y una opinión pública pocodesarrollada. Al mismo tiempo el Estado era débil. Ambosfactores propiciaron la aparición del fenómeno del caci-quismo, a través del cual una minoría pudo controlar la vidapolítica y los mecanismos del poder del Estado. El caciquis-mo fue más eficaz en las zonas rurales que en las urbanas,donde la opinión pública y los votos eran más difíciles decontrolar.

El desarrollo político

Pese a las deficiencias del sistema de turno de partidos,conservadores y liberales tomaron decisiones importantes.

En primer lugar se impulsaron una serie de medidas libera-lizadoras, especialmente durante el llamado ParlamentoLargo (1885-1890), dominado por los liberales. Se aproba-ron la libertad de prensa e imprenta, la de cátedra y la deasociación (Ley de Asociaciones de 1887), que propició laaparición de los sindicatos, como la unión General de Traba-jadores (UGT, 1888). También se promulgó la Ley del Jurado(1888), que permitía a la sociedad participar en la adminis-tración de Justicia y el Código Civil (1889), y se instauró elsufragio general masculino (1890). Por otra parte, se realiza-ron algunos esfuerzos por acercarse a los problemas socia-les y a la condición obrera. Ese fue el objetivo de la Comi-sión de Reformas Sociales, precedente del Instituto deReformas Sociales (1903), que daría lugar, posteriormente, ala constitución del Ministerio de Trabajo. En el ámbito eco-nómico, destacó el debate entre los partidarios del protec-cionismo y del librecambismo, que se saldó con la adopciónde medidas proteccionistas para proteger los intereses dela industria catalana y vasca, de la minería asturiana y de losproductores de cereal castellanos.

Fuera del sistema se desenvolvían las formaciones antidi-násticas. Los carlistas se dividieron entre quienes eran parti-darios y opuestos a colaborar con el régimen. En el otroextremo del espectro político, los republicanos ejercían unagran influencia en los mayores núcleos urbanos, pero man-tuvieron la división que les caracterizó durante el SexenioDemocrático entre los posibilistas de Castelar, los radicalesde Ruiz Zorrilla y los federales de Pi i Margall.

A la existencia de estas fuerzas hay que añadir el surgimien-to de dos movimientos políticos opuestos al sistema cano-vista, el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos.En el primer caso, se dividió en dos tendencias: el socialismo(fundación del PSOE en 1879 y de la UGT en 1888) y el anar-quismo, escindido entre quienes estaban a favor de laacción legal y quienes eran partidarios de la «propagandade los hechos», es decir, del terrorismo. Estos últimos lleva-ron a cabo en la década de 1890 numerosos atentados; elpropio Cánovas fue asesinado en 1897 por un anarquistaitaliano. En lo que respecta a los nacionalismos periféricos,los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. Enel primer caso se produjo un largo proceso de formacióndel catalanismo político en las décadas de 1880 y 1890,período en el que tuvieron lugar acontecimientos impor-tantes, como la formación del Centre Catalá de Valentí Almi-rall (1882) y de la Unión Catalanista (1891), la publicación delas Bases de Manresa (1892) —el primer programa políticoexplícito del catalanismo— y la constitución de la LligaRegionalista (1901). En el País Vasco, Sabino Arana fundó elBizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido NacionalistaVasco (PNV). En Valencia y Galicia también se desarrollaronmovimientos regionalistas.

Aunque eran evidentes las carencias del sistema, el edificiopolítico de la Restauración canovista se sostuvo sin gravesproblemas mientras vivieron sus dos principales líderes,aunque el problema colonial, que se manifestó en la segun-da mitad de los noventa, hizo que este se tambaleara. Comose ha visto más arriba, el conflicto en Cuba se mantuvo

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latente después de la firma de la Paz de El Zanjón. A ello seañadía la implicación creciente de Estados Unidos. La islaexportaba a este país el 90 % de su producción de azúcar ytabaco y la presión estadounidense para defender sus inte-reses fue aumentando progresivamente. En 1892, el Gobier-no de Washington logró un arancel favorable para sus pro-ductos, y en años posteriores comenzó a financiar a losindependentistas.

Finalmente, la guerra de la independencia cubana estallóen febrero de 1895, con el llamado Grito de Baire. Un añodespués se produjo la rebelión en Filipinas, encabezada porEmilio Aguinaldo. El general Polavieja, al mando de las tro-pas españolas, actuó con extrema dureza y ejecutó al prin-cipal líder independentista filipino, José Rizal. La rebeliónfue sofocada en 1897, pero rebrotó a principios de 1898.

España envió a Cuba un contingente cada vez mayor de tro-pas. El general Valeriano Weyler, nombrado jefe militar de laisla por el entonces presidente del Gobierno, Antonio Cáno-vas, desarrolló una política de gran dureza contra los insu-rrectos, lo cual generó una intensa campaña en la prensaestadounidense a favor de la intervención militar. El asesi-nato de Cánovas por un anarquista en 1897 provocó enEspaña una crisis gubernamental que se saldó con el regre-so al poder del liberal Sagasta (1897-1899), quien relevó aWeyler de su puesto y optó por una estrategia de negocia-ción que incluía la concesión de la autonomía a Cuba. Enese contexto se produjo la voladura del Maine (febrero de1898), un acorazado estadounidense que había fondeadoen el puerto de La Habana. La prensa y el Gobierno de Esta-dos Unidos culparon a España del incidente y se ofrecierona comprar la isla. El Gobierno español optó por la guerra,opción que fue mayoritariamente compartida por la opi-nión pública española.

Estados Unidos declaró la guerra a España en abril de 1898y aplastó a las escuadras españolas en Cavite, frente a Mani-la (mayo de 1898), y en las proximidades de Santiago deCuba (mayo-julio de 1898). España apenas pudo ofrecerresistencia y el 12 de agosto de 1898 acordó el fin de lashostilidades (Protocolo de Washington), ratificado en el Tra-tado de París el 10 de diciembre de ese mismo año. Españareconoció la independencia de Cuba y cedió a Estados Uni-dos Puerto Rico, la isla de Guam, en las Marianas, y Filipinas.Un año después, vendió al Imperio alemán el resto de susposesiones en el Pacífico: las islas Carolinas, las Marianas(excepto Guam) y Palaos.

La pérdida de las últimas colonias fue conocida en Españacomo el desastre del 98, y tuvo importantes repercusiones.Entre ellas destacan las siguientes:

� El resentimiento de los militares hacia la clase políticadirigente, causado por la derrota y el sentimiento dehaber sido utilizados.

� El crecimiento de un antimilitarismo popular, puesto queel reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó a quienesno tenían recursos, ya que la incorporación a filas podíaevitarse pagando una cantidad. Esto, unido a la repatria-ción de los soldados heridos y mutilados, incrementó el

rechazo de las clases populares al Ejército. El movimientoobrero hizo campaña contra este reclutamiento injusto,lo que provocó la animadversión de los militares hacia elpueblo y las organizaciones obreras.

� La aparición del regeneracionismo, un importante movi-miento intelectual y crítico que rechazaba el sistema dela Restauración al considerarlo una lacra para el progresode España o, en el caso de los regeneracionistas másextremos, un símbolo de la decadencia moral del país.

El país se sumió en una profunda crisis, que no fue aprove-chada por los grupos que se oponían al sistema. En 1899 elliberal Sagasta fue sustituido por el conservador FranciscoSilvela, quien intentó impulsar un programa de «regenera-ción nacional». Sin embargo, su Gobierno se enfrentó a unafuerte oposición a la política de su ministro de Hacienda,Raimundo Fernández Villaverde, y a una gran inquietudobrera. Tras su dimisión le sustituyó tan solo por unos mesesel también conservador Marcelo Azcárraga (1900-1901),quien dio paso a la última etapa de Gobierno de PráxedesMateo Sagasta (1901-1902), durante la cual se inició el reina-do de Alfonso XIII (1902-1931).

Términos históricos� Fernando VII. Rey español (1808; 1814-1833). La primera

fase de su reinado se inició como consecuencia de laconspiración de Aranjuez (marzo de 1808), que provocóla abdicación de su padre, Carlos IV. Apenas un mes des-pués, Fernando VII viajó a Bayona (Francia), donde Napo-león consiguió su abdicación en favor de Carlos IV, quienpreviamente había cedido la Corona al emperador fran-cés (abdicaciones de Bayona, mayo de 1808). Durante laGuerra de la Independencia, Fernando VII permanecióconfinado en el castillo de Valençay, hasta que en diciem-bre de 1813 acordó con Napoleón su regreso a España.

A su llegada, anuló la labor reformadora de las Cortes deCádiz y abrió un período de gobierno absolutista conoci-do como primera Restauración (1814-1820), que se carac-terizó por una gran inestabilidad, agravada por la eman-cipación de los territorios americanos y la crisis en laHacienda estatal. Tras varias sublevaciones fracasadas, losliberales recuperaron el poder gracias al pronunciamien-to de Riego (enero de 1820). Fernando VII no tuvo másremedio que aceptar la Constitución de 1812.

Durante el Trienio Liberal (1820-1823), etapa en la que serestablecieron las leyes aprobadas en Cádiz y se impulsóun amplio programa de reformas, el rey mantuvo unaposición de sorda resistencia contra los diferentes gobier-nos, tanto de los moderados como de los exaltados, yapoyó desde la sombra las manifestaciones de oposiciónabsolutista. A solicitud de Fernando VII, Francia organizóla expedición conocida como los Cien Mil Hijos de SanLuis, que acabó con la segunda experiencia de gobiernoliberal en España (1823).

Se abrió entonces la Década Absolutista u Ominosa(1823-1833), en la que se restablecieron de nuevo las ins-tituciones de la monarquía absoluta, aunque se tendióhacia un reformismo moderado. Pese a que los liberales

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fueron objeto de una dura represión, la oposición másbeligerante procedió de los partidarios del absolutismomás radical, que promovieron levantamientos, como larevuelta de los malcontents o agraviados en Cataluña(1827). En 1829 Fernando VII contrajo matrimonio conMaría Cristina de Nápoles y promulgó la PragmáticaSanción de 1789, que derogaba la Ley Sálica impuestapor Felipe V, según la cual las mujeres no podían reinar.La medida, que favoreció a su hija Isabel en detrimentode su hermano Carlos María Isidro, provocó un conflictodinástico que condujo a la Primera Guerra Carlista(1833-1840) y al nacimiento del movimiento carlista.

� Desamortización. Proceso legal que tuvo lugar en Espa-ña a lo largo del siglo XIX y que consistió en poner a laventa en el mercado libre bienes raíces o inmuebles(edificios, tierras), también llamados propiedades de«manos muertas» o amortizadas. Estos bienes pertene-cían a personas e instituciones que las tenían vincula-das (es decir, no podían comprarlas ni venderlas, aun-que sí donarlas y heredarlas). En esta situación seencontraban los mayorazgos, casi todas las posesionesde la Iglesia y muchas tierras de propiedad municipal. Eldebate sobre la desamortización se inició a finales delsiglo XVIII, aunque las primeras medidas desamortizado-ras no se llevaron a cabo hasta el siglo XIX.

Las primeras desamortizaciones fueron ordenadas porGodoy para financiar las deudas heredadas del reinadode Carlos III y los gastos de la guerra con el Reino Unido.Durante las Cortes de Cádiz (1810-1812) y el TrienioLiberal (1820-1823) se aprobaron medidas similares,que fueron neutralizadas durante las fases de gobiernoabsolutista. El primer gran proceso desamortizador fuellevado a cabo por el ministro de Hacienda Juan ÁlvarezMendizábal (1836-1837). Afectó a los bienes del cleroregular y tuvo como consecuencia la desaparición denumerosas órdenes religiosas. Sus objetivos fueron elacopio de fondos para la Hacienda estatal, arruinadapor la Primera Guerra Carlista, y asegurar el apoyo políti-co a la reina de la nueva clase de propietarios que sur-giese tras la operación. La segunda gran desamortiza-ción, o desamortización general, se realizó en 1855.Promovida por el ministro de Hacienda Pascual Madoz,supuso la subasta de todos los bienes raíces que no per-tenecían a individuos privados. Afectó sobre todo a laspropiedades concejiles. Al liquidar los bienes comunalesde los pueblos, la medida afectó a los campesinospobres y arruinó a los municipios.

Al margen de la recaudación de fondos para la Hacien-da estatal, las desamortizaciones no cubrieron los obje-tivos que se habían propuesto los gobiernos liberales alimpulsarlas: no se creó una clase de medianos propieta-rios y en muchos se favoreció a la gran propiedad. Tam-poco se dieron mejoras en la productividad que hubie-sen supuesto un aumento de la producción; esta selogró por la roturación de nuevas tierras.

� Cantonalismo. Levantamiento federalista que tuvolugar en varias ciudades de Andalucía, Valencia y Mur-

cia durante la Primera República española. Sus impulso-res pretendían establecer de manera inmediata y direc-ta una organización federal del Estado mediante la aso-ciación libre de cantones (municipios). El movimientocantonal estalló el 12 de julio de 1873 en Cartagenacomo protesta ante la lentitud del Gobierno por apro-bar una Constitución federal. El levantamiento provocóque se presentara precipitadamente un proyecto deestas características (fue redactado por Emilio Castelaren apenas veinticuatro horas) cinco días después, mien-tras el movimiento se extendía a otras ciudades (Valen-cia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Granada), acompañado enalgunos casos (Alcoy) por una revolución social. Ante laimposibilidad de alcanzar un acuerdo sobre el textoconstitucional, debido a la división de los republicanosde distinto signo, y las críticas que lo hacían responsa-ble del levantamiento por su política contemporizado-ra, Francisco Pi i Margall, segundo presidente de la Pri-mera República en cinco meses y principal defensor dela opción federalista, dimitió. Ocupó su puesto NicolásSalmerón, partidario de una política de mayor firmeza.En las semanas siguientes, Salmerón recurrió al Ejércitopara neutralizar los principales focos de insurrección enAndalucía y Levante. A mediados de agosto, el movi-miento estaba prácticamente sofocado. Resistieronalgunos enclaves, como Málaga, que cayó en septiem-bre de 1873. A partir de entonces la sublevación quedóreducida al cantón de Cartagena, cuyo Gobierno domi-naba la escuadra y el arsenal existente en la ciudad. Elúltimo bastión del movimiento cantonal se rindió enenero de 1874.

� Francisco Franco. Militar español (1892-1975). Estudióen la Academia de Infantería de Toledo, en la que se gra-duó en 1910 con un rendimiento mediocre. Los prime-ros años de su carrera estuvieron ligados a la Guerra deMarruecos, durante la cual dirigió el Tercio de Extranje-ros (1923) y protagonizó un fulgurante ascenso que lellevó al generalato en 1926. Posteriormente, fue directorde la Academia Militar de Zaragoza (1928-1931), hastasu clausura por el Gobierno de la Segunda República, ydirigió la represión en Asturias durante la Revolución deoctubre en 1934. Ocupó la jefatura del Estado Mayortras el nombramiento de Gil Robles como ministro de laGuerra (1935). Celebradas las elecciones de febrero de1936, presionó, junto con el propio Gil Robles y CalvoSotelo, al presidente del Gobierno saliente, Manuel Por-tela Valladares, para que invalidara los resultados ydecretara el estado de guerra.

Se comprometió en el último momento con el levanta-miento militar de julio de 1936 y se hizo cargo de laguarnición de Marruecos (19 de julio), la más podero-sa del Ejército español. Solicitó ayuda a la Alemania naziy a la Italia fascista para poder trasladar sus tropas a laPenínsula. Conseguido su objetivo a principios de agos-to, inició un rápido avance hacia Madrid a través deExtremadura. Sus éxitos le dieron la primacía entre losmilitares sublevados y el 1 de octubre fue proclamado

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Generalísimo y jefe del Gobierno y del Estado español.Considerado un estratega prudente, aprovechó la supe-rioridad militar de la que disponía, gracias a la ayudamilitar alemana e italiana, para derrotar lentamente alEjército republicano en la Guerra Civil (1936-1939).

Tras su victoria, estableció un régimen de corte fascistaque se caracterizó por una durísima represión a sus opo-sitores y en el que él concentró la jefatura del Estado ydel Gobierno, el mando supremo del Ejército y el lideraz-go del partido único (FET y de las JONS). En los primerosaños de la Segunda Guerra Mundial, Franco se aproximóa las potencias del Eje, aunque finalmente mantuvo laneutralidad española. La victoria aliada en este conflictoprovocó el aislamiento de su régimen. Superó las presio-nes de quienes abogaban por un cambio político (monár-quicos y republicanos) dando más peso a los católicos ensus gobiernos e impulsando una institucionalización quedotara a su dictadura personal de cierta legitimidad.

El estallido de la guerra fría puso punto final a la fase deostracismo internacional. La firma de los pactos con Esta-dos Unidos (1953), el Concordato con la Santa Sede(1953) y el ingreso en la ONU (1955) apuntalaron su régi-men, que se vio beneficiado por una fase de fuerte creci-miento económico en la década de 1960. Sin embargo,la oposición democrática creció en los últimos años de lavida de Franco, así como la división entre sus partidariossobre el futuro del franquismo tras la muerte del general.Su sucesor, Juan Carlos I, estableció un régimen demo-crático.

Preguntas� La Constitución de la Restauración (1876) se mantuvo

vigente hasta el 14 de abril de 1931, fecha en la que, trasla abdicación de Alfonso XIII, España dejó de estar regi-da por una monarquía parlamentaria y se instauró unrégimen republicano.

La crisis en la que se sumió el sistema político de la Res-tauración desde 1917 concluyó con la instauración de laDictadura de Primo de Rivera (1923-1930). La Constitu-ción de 1876 no fue derogada, aunque sí se suspendie-ron algunas garantías constitucionales y se disolvieronlas Cortes. La incapacidad del dictador para perfilar unnuevo sistema institucional convirtió su etapa de gobier-no en un paréntesis. Tras la dimisión de Primo de Riveraen 1930, Alfonso XIII confió el poder a otro general,Dámaso Berenguer, quien intentó retornar a la normali-dad constitucional de 1876. En enero de 1931 fue reem-plazado por el almirante Juan Bautista Aznar. El nuevopresidente del Gobierno formó un gabinete monárqui-co de concentración y anunció la convocatoria de elec-ciones, municipales primero y a Cortes constituyentesdespués.

Por su parte, los partidos republicanos firmaron el Pactode San Sebastián (agosto de 1930), por el que estable-cieron un comité revolucionario y se comprometieron allevar a cabo una insurrección que instaurara la Repúbli-ca. En octubre se unieron al Pacto el PSOE y la UGT.

Algunos militares protagonizaron una sublevación falli-da (Jaca, diciembre de 1930), que se adelantó a la pro-yectada por el comité revolucionario. Celebradas las elec-ciones municipales el 12 de abril, la victoria de lasfuerzas representadas en el Pacto de San Sebastián enlas grandes ciudades se interpretó como un plebiscito afavor del cambio de régimen. El rey, falto de apoyos, par-tió al exilio el 14 de abril.

Tras las elecciones de junio de 1931, se formaron unasCortes constituyentes que debatieron una nueva Consti-tución aprobada en diciembre de 1931. La nueva leyfundamental establecía un régimen democrático, parla-mentario, laico y descentralizado. El origen de la sobera-nía residía explícitamente en «el pueblo». La primacía latenía el poder legislativo, unicameral, representado porel Congreso de los Diputados. Sometido a este seencontraban el poder ejecutivo (el jefe del Gobierno y elpresidente de la República) y el Tribunal Supremo, cúspi-de del poder judicial. Un Tribunal de Garantías Constitu-cionales debía declarar la constitucionalidad de las leyesque se aprobasen. Los diputados a Cortes se elegíanmediante sufragio general masculino (las mujeres vota-ron por primera vez en 1933). El presidente de la Repú-blica era designado de forma indirecta a través de com-promisarios. Las corporaciones municipales tambiéneran elegidas por sufragio universal.

Además de una extensa serie de derechos individuales,también se reconocían derechos sociales: protección deltrabajo infantil y femenino, limitación de la jornadalaboral, salario mínimo, etc. Se reguló el derecho a lapropiedad, que podía ser expropiada por motivo de uti-lidad social a cambio de una indemnización. Asimismo,se establecía la posibilidad de nacionalizar servicios deinterés común o públicos (transportes, telefonía…).

En cuanto a la organización territorial del Estado, se con-templaba la aprobación de estatutos de autonomía paralas regiones, para lo cual estas debían presentar un pro-yecto que se sometería a referéndum en su región ydebía ser aprobado en las Cortes. Además, se preveía laformación de cabildos insulares en Canarias y Baleares.

Finalmente, se instauró una tajante separación entre laIglesia y el Estado, que terminaba con el subsidio al cleroy prohibía ejercer la enseñanza a las órdenes religiosas,a las que también se privaba de inmunidad fiscal. Seestablecía la igualdad de trato, por parte del Estado,hacia las demás confesiones religiosas.

� A lo largo del año 1917 estalló una crisis política enEspaña que adoptó una triple dimensión: el enfrenta-miento de un sector del Ejército con el Gobierno (mayo-junio), representado en el movimiento de las juntas mili-tares de defensa, la reunión de una asamblea deparlamentarios que propugnaban la reforma del sistemapolítico (julio) y una huelga general (agosto) impulsadapor las organizaciones obreras. Las tres crisis eran mues-tra de la pérdida del impulso reformista que caracterizóla acción de los gobiernos durante los primeros años del reinado de Alfonso XIII, la tensión que provocaba la

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Guerra de África en el Ejército y el fracaso por abrir el sis-tema político diseñado por Antonio Cánovas del Castilloen 1876 a las fuerzas políticas emergentes (movimientoobrero, republicanos, nacionalistas) y establecer caucesde genuina participación política.

Los problemas se vieron agudizados desde 1913 por ladivisión en el seno de los partidos dinásticos (Liberal yConservador), que dificultó la gobernabilidad del país, y el estallido de la Primera Guerra Mundial. La Gran Gue-rra aceleró el proceso de industrialización en España,que se mantuvo neutral en el conflicto, pero provocótambién una subida de precios y el recrudecimiento delas protestas sociales.

La primera manifestación de la crisis procedió del Ejér-cito. En mayo de 1917 el capitán general de Cataluñaordenó la detención de unos militares que se negaban adisolver las juntas de defensa. Estas juntas habían comen-zado a establecerse en 1916. Eran grupos de interés for-mados por militares descontentos con el encarecimientode la vida y la política de ascensos en el Ejército, que favo-recía a los llamados africanistas, destinados en la Guerrade Marruecos. La tensión creció y en junio el Gobierno delliberal de Manuel García Prieto, constituido en abrilde 1917, cayó por su política de no transigir ante las jun-tas. Fue sustituido por un gabinete encabezado por elconservador Eduardo Dato que las reconoció y admitiósus reivindicaciones. Además, el Gobierno de Dato sus-pendió las garantías constitucionales y las Cortes.

Poco después, los diputados catalanistas convocaron unaasamblea de parlamentarios en respuesta a las medidasdecretadas por Dato, que se reunió el 19 de julio. En ellaparticiparon los catalanistas, los republicanos y el únicodiputado socialista, Pablo Iglesias. Su objetivo era forzarla formación de un Gobierno provisional y la convocato-ria de unas cortes constituyentes para reformar la Cons-titución, además de la concesión de Estatuto de Auto-nomía para Cataluña. La Asamblea fue disuelta a lospocos días sin ningún resultado.

En ese contexto, la UGT, en colaboración con la CNT,organizó una huelga general indefinida el 13 de agostode 1917, desencadenada por una huelga de ferroviariosiniciada el 9 de agosto. Aunque el motivo alegado eraprotestar por el incremento de los precios de los alimen-tos básicos, la huelga abría la posibilidad de una revolu-ción que derrocara al sistema de la Restauración. Sinembargo, el programa de los sindicatos, muy alejado delreformismo, impidió cualquier apoyo de los elementosmoderados opuestos al régimen. El conflicto duró unoscinco días. El Ejército no apoyó a los huelguistas, sinoque los reprimió (hubo más de setenta muertos); tam-poco la totalidad de los republicanos respaldó la protes-ta. El comité organizador de la huelga (formado, entreotros, por Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero)fue detenido.

La crisis de 1917 mostró la amplitud e intensidad deldescontento que suscitaban los gobiernos de AlfonsoXIII. Sin embargo, la heterogeneidad social y las radicales

diferencias de objetivos de los diferentes movimientosde oposición impidieron la formación de un frentecomún que obligara a emprender reformas. Los partidosdinásticos, pese a sortear la crisis, tampoco salieron for-talecidos, sino todo lo contrario. Desde entonces hastael golpe de Primo de Rivera en 1923, se vivió una situa-ción de continua inestabilidad (catorce gobiernos enseis años), caracterizada por el bloqueo parlamentario yla casi permanente suspensión de las Cortes.

� El Sexenio Democrático (1868-1874) constituyó el pri-mer intento de establecer en España una democracia,tal y como era entendida en el siglo XIX. El período pue-de dividirse en tres fases: una primera, marcada por laRevolución de 1868 y la búsqueda de un nuevo rey(1868-1870), a la que siguió el reinado de Amadeo deSaboya (1871-1873) y, finalmente, la Primera República(1873-1874).

Este período histórico dio comienzo con la Revoluciónde septiembre de 1868, denominada por sus partidarioscomo la Gloriosa. Se inició en Cádiz con un pronuncia-miento militar dirigido por los generales Prim y Serrano,líderes respectivos de los progresistas y los unionistas. Aellos se unió el almirante Topete, unionista, al mando dela Armada. La insurrección recibió el apoyo popular,generalmente liderado por los demócratas, que organi-zaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reinafueron derrotadas por las del general Serrano en Alcolea(Córdoba); este hecho dejó libre la entrada a Madrid delos sublevados. Isabel II se exilió en Francia.

Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobiernoprovisional que debía promover la elección de Cortesconstituyentes. Estaba presidido por Serrano y participa-ban en él progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, RuizZorrilla) y unionistas (Topete). Del Gobierno provisionalestaban excluidos los demócratas, quienes tenían unagran influencia en las populares juntas revolucionariasde las ciudades, que reclamaban el sufragio generalmasculino, la libertad de imprenta, culto y asociación yla supresión de los consumos y las quintas. Finalmente,el Gobierno provisional disolvió las juntas y sus gruposde voluntarios armados. A cambio, estableció la mayorparte del programa demócrata. Esto provocó la inme-diata escisión del Partido Demócrata en dos facciones:cimbrios (dispuestos a cooperar con el Gobierno al mar-gen del régimen político, monarquía o república, siem-pre que se respetase la democracia) y republicanos (quecreían indispensable la implantación de una repúblicafederal).

El Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes enenero de 1869 por sufragio general masculino. Lograronla mayoría en la nueva cámara los llamados guberna-mentales (unionistas, progresistas y cimbrios). Repre-sentaban el centro político y defendían una monarquíaparlamentaria, no borbónica y democrática, basada enla soberanía nacional y en un Gobierno elegido por lasCortes y responsable ante ellas. El Partido RepublicanoFederal representaba a la izquierda. Además del cambio

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CASTILLA Y LEÓN CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009

de régimen, planteaban la abolición de las quintas, lasupresión de la esclavitud en las colonias y una legisla-ción favorable a los trabajadores. Una facción del parti-do, los denominados intransigentes, propugnaban lainsurrección armada y el federalismo local. En el otroextremo del espectro político, los moderados o alfonsi-nos apoyaban el regreso de los Borbones y la Constitu-ción de 1845. Muy debilitados, a partir de 1873 su líderfue Antonio Cánovas del Castillo. Por último, los carlistasconstituían la extrema derecha de las Cortes. Enemigosde la democracia, aceptaron el juego parlamentario deforma temporal; pronto provocaron la Tercera GuerraCarlista (1872).

La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Cons-titución de 1869, la más liberal de las aprobadas en elsiglo XIX, que estableció una monarquía constitucional,el sufragio general masculino directo y reconoció unaamplia serie de derechos individuales, naturales e inalie-nables. El nuevo régimen hubo de enfrentarse además alas reivindicaciones populares y republicanas que exigíancambios profundos, como el reparto de tierras o mayorjusticia social (insurrecciones en Andalucía, Levante yCataluña de 1868 y 1869). También estallaron motinesde subsistencia, contra las quintas y huelgas industriales.A la conflictividad en el interior se añadió el conflicto enlas colonias. En 1868 se inició una sublevación indepen-dentista (Grito de Yara), liderada por el hacendado Car-los Manuel Céspedes, la primera Guerra de Cuba, queconcluyó en 1878 con la Paz de El Zanjón. En el ámbitoeconómico, el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola,emprendió una política liberalizadora y estableció lapeseta como única moneda nacional. Además, rebajólos aranceles aduaneros en contra de los intereses pro-teccionistas (arancel Figuerola, 1869).

Una vez aprobada la Constitución, y hasta encontrar unmonarca que ocupara el trono español, fue nombradoregente el general Serrano. El general Prim se hizo cargodel Gobierno. Para ocupar el trono español se pensó endistintos candidatos, entre ellos, el duque de Montpen-sier, cuñado de la reina Isabel II, e incluso en el mismoEspartero. Finalmente, el candidato elegido fue Amadeode Saboya, hijo del rey de la recién unificada Italia. Sinembargo, cuando el nuevo monarca desembarcó enEspaña (30 de diciembre de 1870), su principal valedor,el general Prim, había sido asesinado en Madrid.

Amadeo I fue considerado un intruso por los partidariosde los Borbones, tanto carlistas como isabelinos; tam-bién sufrió el rechazo de los defensores de la República.Además, tras la muerte de Prim, la coalición guberna-mental comenzó a desintegrarse. La rivalidad dentro delPartido Progresista se encarnó en los dos herederospolíticos del general. Por un lado, Práxedes MateoSagasta, más cercano a los unionistas, formó el PartidoConstitucionalista; por otro, Manuel Ruiz Zorrilla, próxi-mo a los demócratas, fundó el Partido Radical. La divi-sión entre estas dos facciones impidió que se estable-ciera un turno entre los partidos que diera estabilidad

al sistema (en dos años se convocaron tres eleccionesgenerales y se sucedieron seis gobiernos). A la volatili-dad política se unió el temor a la revolución social y elestallido de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Final-mente, en febrero de 1873, aprovechando un conflictoentre el Gobierno de Ruiz Zorrilla y el Ejército, Amadeo Idecidió abdicar. Se decidió entonces el establecimientode la República, que fue una solución de urgencia pac-tada entre los radicales de Ruiz Zorrilla y los diputadosrepublicanos.

La Primera República (1873-1874) fue proclamada el 11de febrero de 1873. Se procedió a la formación de unGobierno presidido por el republicano Estanislao Figue-ras, pero con mayoría de radicales. Los republicanos, sinembargo, deseaban convocar elecciones para reunirunas Cortes constituyentes; los radicales, para evitarlo,promovieron dos golpes de Estado con la ayuda delEjército (febrero y abril de 1873). Tras el fracaso de estastentativas, los republicanos se adueñaron del Gobierno.

Finalmente, en mayo, se convocaron elecciones y se for-mó un nuevo Gobierno presidido por Figueras. Tras surepentina dimisión, le sustituyó el republicano federalFrancisco Pi i Margall. Se inició entonces el proceso deelaboración de una nueva Constitución (la de 1873), queno llegaría a aprobarse. Entre los problemas más gravesa los que la Primera República tuvo que enfrentarsefigura el cantonalismo, un movimiento espontáneo decarácter federalista que pretendía establecer de manerainmediata y directa la estructura federal del Estado.Impulsado por los republicanos intransigentes en elverano de 1873, este movimiento fue conocido comocantonalismo porque se formaron cantones (municipiosautónomos) en Levante, Murcia y Andalucía. Pi i Margalldimitió y fue sustituido en la presidencia por Nicolás Sal-merón (julio de 1873), quien sofocó el movimiento a lolargo de agosto y septiembre con ayuda del Ejército.Solo resistió el cantón de Cartagena, cuyo gobierno con-trolaba el arsenal y la flota situada en la ciudad, hastaenero de 1874. En septiembre Emilio Castelar sustituyó aSalmerón, quien había decidido dimitir por una cuestiónde conciencia, y disolvió las Cortes. En la sesión de rea-pertura de estas, en enero de 1874, el general Pavíaentró en el edificio por la fuerza con efectivos de laGuardia Civil y las disolvió.

Posteriormente, en 1874, la presidencia de la Repúblicafue ejercida por el general Serrano, quien mantuvo lalínea autoritaria de Castelar. Serrano se apoyó en los libe-rales que no habían colaborado con la República federal,como Topete, Sagasta y Cristino Martos. En diciembre de1874 Antonio Cánovas del Castillo, que promovía elregreso de los Borbones, hizo firmar al príncipe Alfonso,hijo de Isabel II, el Manifiesto de Sandhurst, en el quedetallaba su programa político. Finalmente, el pronun-ciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, el29 de diciembre de 1874, acabó con el Sexenio Revolu-cionario y dio paso a la Restauración de la monarquíaborbónica en la figura de Alfonso XII.