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1 Historia de España

Historia de España - oupe.es · bre de de 1808, tanto España como Portugal se vieron libres de tropas francesas, excepto la región situada al norte de la línea del Ebro. Posteriormente,

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CASTILLA-LA MANCHA CONVOCATORIA JUNIO 2009

S O L U C I Ó N D E L A P R U E B A D E A C C E S OAUTORA: Marta Monje Molina

� � Califato. Término con el que se designa la dignidaddel califa, su jurisdicción y el tiempo que dura sumandato o el de sus sucesores. La palabra procededel árabe jalifa, que significa, en referencia a Maho-ma, «sucesor» o «lugarteniente». El califa era el líderpolítico y espiritual de los musulmanes. Durante laEdad Media, el título fue utilizado por los omeyas deDamasco, los abasíes de Bagdad, los fatimíes en elnorte de África, los omeyas de Córdoba y los almoha-des. El cargo se mantuvo vigente hasta principios delsiglo xx.

Durante la época de presencia política musulmanaen la Península Ibérica (siglos VIII-XV), el período cono-cido como califato de Córdoba (929-1031) constituyela fase de mayor poder y esplendor de al-Ándalus. Elcalifato siguió a las etapas del emirato dependiente(711-756) y el emirato independiente (756-929). Seinició cuando Abd al-Rahman III, emir desde el año912, se proclamó califa en Córdoba (929), restauró launidad del Estado islámico, muy dañada durante la fase final del emirato independiente, y estableció lahegemonía de al-Ándalus sobre toda la PenínsulaIbérica. A nivel internacional, Abd al-Rahman III inten-tó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe eislámico y promovió el desarrollo artístico e intelec-tual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azaha-ra). Su sucesor, Al-Hakam II (961-976), fue un notableerudito y un gran protector de la cultura. Continuó lapolítica de su padre, consolidó el centralismo de losomeyas y mantuvo la hegemonía militar de al-Ánda-lus sobre los reinos cristianos del norte de la Penínsu-la Ibérica y en el Magreb. Tras la muerte de Al-Hakam II,los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder deforma simbólica. Aprovechando la minoría de edaddel nuevo califa, Hisham II (976-1013), el gobiernoefectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí,Almanzor. Él y sus dos hijos, que le sucedieron en elpoder, son conocidos como los amiríes. Almanzorcontroló la Administración y el Ejército, y emprendióexpediciones de castigo contra los reinos cristianosdel norte. Tras la muerte de Almanzor, uno de sushijos pretendió ser nombrado sucesor del califa His-ham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a losdirigentes religiosos y al pueblo. En el año 1009 esta-lló una revolución en Córdoba durante la cual fueronasesinados los amiríes. Por último, en el año 1031, unaasamblea de notables decretó en Córdoba el final delcalifato, dando paso a la fase histórica de al-Ándalusconocida como primeros reinos de taifas.

� Almanzor. Nombre con el que es conocido el caudillomilitar andalusí Muhammad Ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur (el victorioso, 940-1002). Almanzor era miem-bro de una familia de terratenientes de origen yeme-ní que había formado parte de las primeras oleadasde invasión a principios del siglo VIII. Se formó en Cór-doba y se relacionó con los círculos de palacio hastaconvertirse en administrador de la sultana Subh,esposa de Al-Hakam II. A la muerte de Al-Hakam II,Almanzor fue nombrado visir y tutor de su sucesor,Hisham II (965-1013). Aprovechó la minoría de edaddel nuevo califa para controlar el gobierno, la Admi-nistración y el Ejército —cuyo tamaño aumentó con-siderablemente reclutando mercenarios bereberes—,imponiendo una dictadura militar y la defensa de laortodoxia religiosa. De su rigorismo son ejemplos la depuración de la biblioteca del califa y la amplia-ción de la mezquita de Córdoba. Él y sus dos hijos,que ocuparon el poder después de su muerte, sonconocidos como los amiríes.

Almanzor aumentó la presión sobre los reinos cristia-nos del norte, contra los que realizó numerosas expe-diciones. Les exigió además contribuciones y someti-miento. Durante su gobierno, emprendió más decincuenta aceifas. El objetivo era conseguir botín parasufragar los gastos que suponía el mantenimiento desu ejército y reducir el déficit fiscal del califato, asícomo aumentar su prestigio y acallar a quienes criti-caban la falta de legitimidad de su poder. Entre lasprincipales campañas de Almanzor destacan las de981 contra León —durante la cual conquistó Zamoray venció en Simancas— y la de 985 contra Cataluña(saqueo de Barcelona), aunque la de mayor resonan-cia fue la realizada en 997 contra Santiago de Com-postela. En la última de sus expediciones se internóen La Rioja y destruyó el monasterio de San Millán dela Cogolla. Al retirarse enfermó y murió en Medinaceli(1002). Algunos cronistas reseñan que fue derrotadoen la batalla de Calatañazor (1000); sin embargo, larealidad histórica indica que esta batalla concluyócon una victoria más de Almanzor. A los pocos añosde su muerte se produjo una rebelión en Córdobacontra el gobierno de sus descendientes. El califato seinternó en un proceso de disolución y desapareció enel año 1031.

� Romanización. Proceso histórico por el cual la pobla-ción indígena de Hispania asimiló los modos de vidaromanos. No fue un proceso homogéneo en el tiempo—se intensificó notablemente a partir del siglo I a. C.

Opción A

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bajo la pax romana— ni tuvo la misma incidencia entodas las áreas, ya que fue muy acentuado en el litoralmediterráneo y más leve en el interior, el norte y elnoroeste. La romanización se manifestó en diversasfacetas: administración territorial, urbanización yobras públicas, estructuras económicas y sociales,derecho, religión y cultura.

La administración territorial varió a lo largo de lossiglos. Durante la República (197 a. C.-siglo I a. C), His-pania se dividió en dos provincias: Hispania Citerior eHispania Ulterior. En el Alto Imperio (siglos I a. C.-III) seincrementó el número de provincias a tres: Bética,Lusitania y Tarraconense. Durante el Bajo Imperio(siglos III-V) se introdujo una circunscripción de ámbi-to superior, la diócesis, y se amplió el número de lasprovincias. La diócesis de las Hispanias englobabavarias provincias: Gallaecia, Lusitania, Bética, Cartagi-nense, Tarraconense y Mauritania Tingitana, dirigidaspor un vicarius (delegado). Hacia 385 se añadió unanueva provincia, Baleárica.

La ciudad fue la unidad administrativa básica y elprincipal instrumento de romanización de los territo-rios conquistados. Se crearon nuevas ciudades (colo-nias como Emerita Augusta) o se transformaronpoblaciones ya existentes (Malaca, Gades, Saguntum,Cartago Nova y Tarraco). Las ciudades tenían un pla-no de planta ortogonal con dos grandes ejes —cardo(norte-sur) y decumanus (este-oeste)—. Disponían deun foro o espacio urbano donde se ubicaban los cen-tros de poder del municipio —la basílica, donde seimpartía justicia; la curia, centro de Administraciónmunicipal; el tabularium o archivo—, los templos ylas tabernae o tiendas. En las afueras se encontraban lanecrópolis (cementerio) y diferentes edificios paraespectáculos públicos: teatros, anfiteatros y circos.Los centros urbanos también estaban dotados deinfraestructuras para las comunicaciones (puentes,puertos y faros), higiénicas (red de cloacas) y para elabastecimiento de agua (acueductos y cisternas). Lasciudades de Hispania estaban comunicadas por unared viaria (calzadas) que contribuyó a mejorar lasrelaciones económicas y a cimentar la unidad penin-sular y del Imperio.

La economía se basaba en la minería y la exportaciónde los productos de la trilogía mediterránea (vino,aceite de oliva y trigo), los salazones y el garum ogaro (salsa de pescado macerado con sal), así como lacerámica local (sigillata hispánica). La sociedad hispa-na estaba formada por grupos de diferente situaciónjurídica: colonos itálicos, élites indígenas, indígenaslibres, libertos (esclavos liberados), y esclavos.

El latín era la lengua utilizada en el derecho, la cienciay la cultura. El derecho romano fue un importanteinstrumento para la romanización. En el ámbito reli-gioso, los romanos respetaron los cultos locales,siempre que no amenazaran la lealtad a Roma y alemperador. Tras la implantación del cristianismo, la

Iglesia colaboró en la latinización de la sociedad his-pánica, además de en su evangelización. Entre los his-panorromanos que destacaron en el ámbito culturaly científico figuran los Séneca, padre e hijo —drama-turgo el primero y filósofo y preceptor del emperadorNerón el segundo—, el poeta Lucano; el agrónomoColumela y el geógrafo Pomponio Mela. En el terrenoartístico cabe destacar los edificios destinados al ocio(teatro y anfiteatro de Mérida), los monumentos con-memorativos (arco de Bará) o las obras públicas(acueducto de Segovia y puente de Alcántara). La crea-ción artística tuvo también notables manifestacionesen el campo de la escultura y el mosaico.

� División de Hispania en Citerior y Ulterior 197 a. C.

Destrucción de Numancia 133 a. C.

VIII Concilio de Toledo (Bajo Recesvinto) 653

Batalla de Covadonga 722

� El documento 1 está constituido por dos mapas en losque se representa el desarrollo de la Guerra de la Inde-pendencia (1808-1814). El primero refleja la fase de pre-dominio francés, entre los años 1808 y principios de1812; en él se sitúan varias batallas que marcaron lasdiferentes alternativas del conflicto durante estos años.Aunque en el mapa se indica que prácticamente todo elterritorio de la Península Ibérica se mantuvo bajo domi-nación francesa, lo cierto es que esta estuvo sujeta a unaserie de avances y retrocesos. Entre agosto y noviem-bre de de 1808, tanto España como Portugal se vieronlibres de tropas francesas, excepto la región situada alnorte de la línea del Ebro. Posteriormente, tras la rendi-ción de Madrid a Napoleón (diciembre de 1808), su her-mano José I no inició la conquista de Andalucía hastaprincipios de 1810 (el sitio de Cádiz se inició en febrero);asimismo, los franceses alcanzaron las cercanías de Lis-boa en octubre de ese mismo año y se retiraron mesesdespués. Tanto en Portugal como en España, su dominiodel territorio fue precario y se mantuvieron focos deresistencia, además de en Portugal y Cádiz, en Cataluña,Galicia y el Levante español.

En el segundo mapa se representa la línea de avance delos ejércitos británico-portugueses y españoles entre1812 y 1814 y sus principales victorias. La línea de avan-ce aliada, sin embargo, no fue continua. A la toma deCiudad Rodrigo (enero de 1812) y la victoria de Arapiles(julio de ese mismo año), que hizo posible la toma deMadrid, siguió un «reflujo francés» que permitió José Irecuperar la capital de su reino entre noviembre de1812 y mayo de 1813. Fue a lo largo de ese último año,como consecuencia del desastre de los ejércitos napoleó-nicos en Rusia, cuando se produjo la retirada francesa yel avance definitivo del Ejército aliado hacia el norte dela Península.

La Guerra de la Independencia, provocada por la inva-sión de los ejércitos de Napoleón para instaurar unamonarquía satélite de Francia en España, marcó el iniciode la historia contemporánea en nuestro país, ya que

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tuvo como consecuencia el derrumbe de las estructurasde gobierno del Antiguo Régimen y condujo a la prime-ra experiencia de gobierno de corte liberal durante lasCortes de Cádiz (1810-1813). Fue un conflicto complejopor tres razones:

� Tuvo los rasgos de una guerra civil entre los españo-les partidarios del rey José I Bonaparte (afrancesados)y quienes se oponían a él por las armas.

� En su transcurso se produjo una crisis política entrelos españoles que se oponían a la invasión francesa.Esta se debió inicialmente al vacío de poder provoca-do por la ausencia del monarca considerado legítimo,Fernando VII, y, más adelante, a la división entre lospartidarios del rey ausente: absolutistas, ilustrados yliberales.

� Por último, formó parte de un conflicto internacionalmás amplio, abierto en 1792 entre Francia y lasmonarquías legitimistas europeas y que no concluyóhasta 1815.

Los prolegómenos de la guerra estuvieron marcadospor la debilidad española frente a Napoleón, quienhabía completado el cerco sobre Manuel Godoy, favori-to de Carlos IV y María Luisa de Parma, convirtiéndoloen un mero peón de su política. Por el Tratado de Fon-tainebleau, firmado en octubre de 1807, el Ejército fran-cés penetró en la Península para ocupar Portugal. Deesta forma, el emperador pretendía completar el blo-queo continental emprendido contra su principal ene-migo, Gran Bretaña. Tras la toma de Lisboa, el 30 denoviembre, la familia real portuguesa huyó a Brasil; sinembargo, siguieron entrando en España tropas france-sas. A medida que transcurrían los primeros meses de1808, quedó claro que Napoleón, además de completarel bloqueo continental, pretendía acabar con la dinastíade los Borbones. A esta delicada situación se añadió lagrave crisis política interna que concluyó con la abdica-ción de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII (motínde Aranjuez, 17-19 de marzo de 1808). Carlos IV revocósu decisión unos días después y abrió una crisis dinásti-ca que Napoleón utilizó para alcanzar sus propios fines.Apoyándose en su posición de predominio, el empera-dor francés «medió» en el conflicto y atrajo a ambos aBayona (Francia), donde logró que renunciaran a laCorona (5 y 6 de mayo).

Mientras tanto, en Madrid se registraron constantes inci-dentes entre la población y las tropas francesas, quedesde marzo habían ocupado la ciudad y se habían con-vertido en el auténtico poder político. Esta situacióndesembocó en un motín popular el 2 de mayo de 1808:a la noticia de la salida de la familia real siguió el rumorde que los soldados de Napoleón no venían a apoyar aFernando VII sino a deponerlo. En esta sublevación, lasclases populares madrileñas se enfrentaron a las cargasde la caballería francesa en la Puerta del Sol. Tambiénparticiparon soldados españoles, como los oficiales deArtillería del cuartel de Monteleón. Los soldados de Napo-león acabaron con el motín a las pocas horas y fusila-

ron a un elevado número de madrileños en las afuerasde la ciudad.

Durante el mes de mayo, el eco de la revuelta y la noticiade las abdicaciones llegaron a todos los rincones deEspaña. Se constituyeron de forma espontánea numero-sas juntas, instituciones formadas por notables localesque actuaban en nombre del rey pero cuya única legiti-midad procedía del pueblo. La necesidad de coordinar-se obligó a formar juntas supremas provinciales y, mástarde, una Junta Suprema Central en Aranjuez (septiem-bre de 1808), que posteriormente se trasladó al sur, pri-mero a Sevilla y después Cádiz, ante el avance francés.La persona designada por Napoleón para ocupar el tro-no español fue su hermano, José Bonaparte. El nuevorey se rodeó de ilustrados y afrancesados españoles ehizo aprobar una Ley Fundamental para el reino, el Esta-tuto de Bayona (julio de 1808). Durante su reinado, con-dicionado por los avatares de la guerra, abolió los dere-chos señoriales y la Inquisición, suprimió las órdenesreligiosas masculinas y las órdenes militares y continuóla desamortización iniciada por Godoy. Para contrarres-tar el Estatuto de Bayona, la Junta Suprema Central convo-có unas Cortes, que abrieron sus sesiones en Cádiz (1810).Estas Cortes, dominadas por los liberales frente a jovella-nistas y absolutistas, promulgaron medidas similares alas del rey José I y aprobaron la Constitución de 1812,que reflejaba el programa de los liberales de la época.

Desde la perspectiva militar, la Guerra de la Indepen-dencia se caracterizó por la superioridad táctica de losejércitos de Napoleón —que durante la primera fase delconflicto infligieron severas derrotas a los ejércitos espa-ñoles en campo abierto, salvo excepciones como labatalla de Bailén (julio de 1808)— y su insuficiencianumérica para llevar a cabo un control eficaz del territo-rio conquistado. Tres factores resultaron decisivos en eldesarrollo de la guerra. En primer lugar, la presencia deun contingente militar británico, dirigido por ArthurWellesley, futuro duque de Wellington, que desde susbases en Portugal operó en coordinación con las fuerzasespañolas. En segundo lugar, el surgimiento de las gue-rrillas —que hostigaron las líneas de comunicación fran-cesas y obstaculizaron el control del territorio— y, porúltimo, la situación bélica en el resto del continente,especialmente desde 1812 tras el inicio de la campaña deRusia, que obligó a Napoleón a retraer tropas y recursosde la Península. La guerra se desarrolló en tres etapas:

� Mayo-octubre de 1808. Tras las rebeliones de mayo,los franceses se plantearon la ocupación efectiva delterritorio peninsular. En el noroeste el ejército napoleó-nico derrotó a los españoles en las batallas de Cabe-zón (junio) y Medina de Rioseco (julio), pero fue frena-do en el paso del Bruch (Cataluña) y no pudo tomarValencia. Asimismo, se emprendieron sin resultadoslos sitios de Zaragoza y Gerona. El mariscal Dupont seinternó en Andalucía sin asegurar su retaguardia,derrotó a los españoles en el Puente de Alcolea ytomó Córdoba. El saqueo de la ciudad provocó el

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levantamiento de la comarca. Aislado, Dupont empren-dió una retirada que se vio obstaculizada por el botíntomado en Córdoba. El general Castaños le cortó elpaso y los franceses sufrieron una estrepitosa derrota(batalla de Bailén), la primera que sufría un ejércitonapoleónico. El 1 de agosto desembarcó en Portugalun cuerpo expedicionario británico al mando deArthur Wellesley que, semanas después, derrotó enVimeiro al general Junot. Este se vio obligado a firmarel Convenio de Sintra, en virtud del cual el ejércitofrancés fue evacuado a Francia por la flota británica.Estas derrotas obligaron a los invasores a replegarsedetrás de la línea del Ebro.

� Octubre de 1808-julio de 1812. Inmediatamente seprodujo la reacción francesa. Tras asegurar la situa-ción en Europa, Napoleón concentró en el País Vasco,La Rioja y Navarra un ejército de 200 000 hombres (laGrande Armeé) y, dirigiéndolo personalmente, rompiócon facilidad el centro del dispositivo español quepretendía frenarlo en Gamonal (Burgos, 10 de noviem-bre). Continuó hacia el sur y, tras forzar el paso deSomosierra, el 4 de diciembre entró en Madrid. Pocosdías después, se produjo el avance hacia Valladoliddel cuerpo expedicionario británico, al mando delgeneral Moore (Wellesley había debido regresar alReino Unido para dar explicaciones sobre el Conveniode Sintra). Napoleón atravesó el Guadarrama e hizoretroceder a las fuerzas de Moore hasta La Coruña,donde fueron reembarcadas en enero de 1809.

Se inició entonces una guerra de desgaste (1809-1811) durante la cual los franceses trataron de domi-nar el territorio peninsular a través de tres líneas de penetración: Levante, Portugal y Andalucía. Sinembargo, se mantuvieron focos de resistencia y sur-gió el fenómeno de las guerrillas, dirigidas por líderesde extracción popular, como Juan Martín el Empeci-nado y el Cura Merino (Castilla) o Espoz y Mina (Nava-rra). En el este se produjo la confluencia de las fuerzasfrancesas del valle del Ebro y Cataluña, y concluyó elsegundo sitio de Zaragoza, que capituló el 20 defebrero de 1809. Pese a que Gerona resistió hastafinales de diciembre, buena parte de Cataluña estabaen manos francesas a finales de año. En el oeste, elmariscal Soult penetró en Portugal desde Galicia yalcanzó Oporto, pero fue rechazado por los británicos(mayo). Meses después se produjo un avance anglo-español sobre Madrid. En julio de 1809, una fuerzadirigida por Wellesley (que había recuperado el mandodel ejército británico) y el general Cuesta derrotó alos franceses en Talavera; sin embargo, las bajas sufridasen la batalla y la estrategia británica de no alejarse desus bases en Portugal impidieron explotar ese éxito.Tras esta acción, Wellesley fue nombrado comandan-te de las fuerzas de la Península Ibérica. En octubre laJunta Central planteó una nueva ofensiva sobreMadrid, para lo que reunió un ejército de 50 000 hom-bres que encomendó al general Areizaga. El rey Josésalió al paso de esta fuerza y la destruyó en la batalla

de Ocaña (19 de noviembre de 1809). Tras esa derrotael avance de las fuerzas imperiales hacia el sur quedólibre.

A principios de 1810 los franceses atravesaron Despe-ñaperros, ocuparon Andalucía y en febrero iniciaronel sitio de Cádiz, donde se refugió la Junta Central.Poco después, esta se disolvió y se formó la PrimeraRegencia. Paralelamente, las fuerzas de ocupaciónprogresaron en Cataluña (caída de Lérida, mayo) y enel Levante alcanzaron Valencia aunque debieron reti-rarse al poco tiempo. En mayo el mariscal Massénainició desde Salamanca una nueva penetración enPortugal. Tras tomar las plazas fuertes de CiudadRodrigo y Almeida, se hizo con el control de Coimbray prosiguió su avance hasta alcanzar la línea fortifica-da de Torres Vedras (octubre de 1810), dispuesta porWellesley para la defensa de Lisboa. Ante su solidezMasséna no se atrevió a atacarla y solicitó refuerzos,pero las tropas que podían haber engrosado su ejér-cito se encontraban ocupadas protegiendo de lasguerrillas las líneas de comunicación entre Madrid yFrancia. Aislado y sin avituallamientos, emprendió laretirada en marzo de 1811. Ese año, la crisis con Rusiaprovocó una retirada de efectivos de la Península, loque debilitó las fuerzas de José I. Estas fueron derro-tadas en Fuentes de Oñoro (frontera de León y Portu-gal, mayo de 1811); al mismo tiempo, el generalBeresford sitió (sin éxito) Badajoz —tomada en marzopor Soult— y derrotaba en La Albuera a los franceses.Sin embargo, estos siguieron avanzando en Cataluña(toma de Tarragona y Figueras) y en el Levante (nue-vo avance sobre Valencia en diciembre, que fue ocu-pada en enero de 1812).

� Julio de 1812-1814. En esta última fase cambió el sig-no de la guerra. Los aliados tomaron la iniciativa yfinalmente pudieron expulsar a los ejércitos france-ses del suelo peninsular. Wellesley inició el avancealiado: en enero de 1812 tomó Ciudad Rodrigo trasun sitio de dos semanas y en abril se apoderó deBadajoz. En julio, el ejército aliado infligió una severaderrota al ejército del mariscal Marmont en la bata-lla de Arapiles (Salamanca). La derrota obligó a losfranceses a levantar el sitio de Cádiz, abandonarAndalucía y retirarse de Madrid (agosto). Mientras el almirante Popham hostigaba a los franceses en elCantábrico, Wellesley sitió Burgos (septiembre-octu-bre), pero hubo de iniciar una rápida retirada ante lacontraofensiva francesa, que permitió a José I recupe-rar Madrid (noviembre).

El año 1813 estuvo marcado por el desastre de Napo-león en Rusia y la necesidad de defender el imperiofrente a las fuerzas rusas, prusianas y austriacas. Enmayo, Wellesley tomo Salamanca y Zamora y derrotóa los franceses en Vitoria el 21 de junio. Suchet aban-donó sus posiciones en Levante y Aragón, y los alia-dos iniciaron el asedio de San Sebastián (junio). El día31 de agosto las fuerzas aliadas frenaron en San Mar-

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cial, al este de la capital guipuzcoana, un intento fran-cés de recuperar la ciudad. Tras la toma de San Sebas-tián (8 de septiembre), la guerra se trasladó a la fron-tera. Los aliados cruzaron el Bidasoa el 7 de octubre yPamplona cayó el 31 de ese mismo mes. En diciembrede 1813 tuvo lugar la firma del Tratado de Valençay,por el cual Napoleón reconoció a Fernando VII comorey de España. En 1814 los últimos soldados france-ses abandonaron la Península Ibérica, aunque el avan-ce aliado prosiguió a lo largo de los meses siguienteshasta la toma de Bayona (abril de 1814).

Las principales consecuencias de la Guerra de la Inde-pendencia fueron:

� Grandes pérdidas demográficas. Se calcula que murie-ron unos 200 000 franceses y alrededor de 500 000españoles. A las muertes ocasionadas por los enfren-tamientos armados hay que sumar las producidas porlas represalias, la dureza de la vida diaria (hambrunaen Madrid en 1812) y las epidemias.

� Enormes pérdidas materiales: edificios destruidos,especialmente, en ciudades sitiadas como Zaragoza yGerona o bombardeadas, como San Sebastián; cam-pos arrasados y cosechas perdidas por los episodiosbélicos y los saqueos de ambos bandos.

� Difusión de una nueva forma de lucha, la guerrilla, quesería empleada en conflictos posteriores, como la Guerrade Secesión Americana y la Segunda Guerra Mundial.

� El Sexenio Absolutista

Tras su confinamiento en Francia, Fernando VII llegó aEspaña en 1814 y fue aclamado por el pueblo en variaslocalidades españolas como símbolo de la paz, la nor-malidad y la legitimidad restablecidas después de laguerra. El monarca recibió también presiones (como elcélebre Manifiesto de los persas entregado al rey en abrilde 1814) por parte de altos oficiales del Ejército, de laIglesia y de políticos conservadores para anular la Cons-titución y disolver las Cortes, reunidas entonces enMadrid. En esta línea, el propio rey dio un golpe de Esta-do el 4 de mayo de 1814 al promulgar en Valencia undecreto que anulaba todas las reformas aprobadas enlas Cortes, incluida la Constitución de 1812. Al decretosiguió la disolución de las Cortes por la fuerza y la perse-cución de los políticos liberales, muchos de los cualestuvieron que exiliarse. Finalmente, Fernando VII entró enMadrid aclamado por sus súbditos. El rey procedió a res-tablecer las instituciones de 1808: se restauraron losconsejos y la Inquisición, así como la jurisdicción seño-rial y sus privilegios, y se suspendió la desamortiza-ción emprendida en 1813. Sin embargo, el restableci-miento de la monarquía absoluta pronto se enfrentó auna serie de problemas insalvables:

� Una gran inestabilidad en el Gobierno. Los ministroseran relevados de forma continua, en especial el deHacienda, debido a la influencia de la camarilla y a laincapacidad de gobernar con un sistema políticoobsoleto.

� Una crisis en la Hacienda estatal. La deuda del Estadoespañol era un antiguo problema, pero se agravó conla Guerra de la Independencia, que había generadograves trastornos económicos. A estos se unió el pro-ceso de emancipación de los territorios americanos,que privaba a la Corona de unos ingresos fundamen-tales, dificultaba las relaciones comerciales y el des-arrollo de la industria y obligaba al Estado a efectuarun gasto extraordinario por el continuo envío de tro-pas a las colonias para sofocar las rebeliones que allíestallaban. Además, resultaba imposible imponer unsistema tributario que garantizara al Estado los ingresosnecesarios sin alterar los privilegios económicos ysociales de los diferentes grupos.

� La acción de la oposición política liberal. Al no poderexpresarse públicamente, los liberales recurrieron a laconspiración y a la rebelión militar. La conspiración secanalizó a través de sociedades secretas como lamasonería, mientras que la rebelión militar se expresóen los pronunciamientos, que fueron frecuentes a lolargo del siglo XIX.

Tras varios pronunciamientos fracasados (Espoz y Mina,Díaz Porlier, Lacy, Vidal), en enero de 1820 el oficialRafael del Riego se sublevó con sus tropas en Las Cabe-zas de San Juan (Sevilla), proclamando la vigencia dela Constitución de 1812. En ese momento se habíanconcentrado en Andalucía tropas preparadas paraembarcar con destino a América. La acción de Riego,que contó con el respaldo de la burguesía liberal gadita-na, no encontró el apoyo del resto de la población. Sinembargo, la pasividad de los partidarios del rey provocóque se produjeran en el mes de febrero insurreccionesmilitares en otras localidades (La Coruña, Zaragoza) quesecundaron el pronunciamiento. En marzo Fernando VIIdecidió restablecer la Constitución de 1812.

El Trienio ConstitucionalDurante el Trienio Constitucional o Liberal (1820-1823)se intentaron aplicar las reformas aprobadas por las Cor-tes de Cádiz, como la supresión definitiva del Tribunalde la Inquisición y la abolición del régimen señorial, y sereemprendió la desamortización, aplicándola a losmayorazgos, que fueron suprimidos. También se abordóuna reforma eclesiástica para reducir el número demonasterios y órdenes religiosas; los bienes de las órde-nes eliminadas se nacionalizaron (pasaron a manos delEstado) y se vendieron. Asimismo, se redujo a la mitadel importe del diezmo cobrado por la Iglesia. En esteperíodo se constituyó la Milicia Nacional, un cuerpo decarácter civil, al margen del Ejército, formado por ciuda-danos dispuestos a defender la Constitución. Tambiénse aprobaron el Reglamento General de InstrucciónPública (la primera legislación española sobre enseñan-za), el primer Código Penal y una nueva división delterritorio español en 52 provincias.

Los liberales se dividieron en dos facciones cada vezmás definidas: los moderados, también llamados docea-ñistas, creían que bastaba con aplicar las medidas apro-

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� � Marqués de la Ensenada. Título nobiliario por el quees conocido el estadista español Zenón de Somodevi-lla (1702-1781). Tras servir como administrador en lascampañas de Italia, fue nombrado secretario de Gue-rra y Estado por Felipe V en 1741. Dos años despuésocupó la presidencia del Consejo de Castilla y se con-virtió en el político de mayor peso de la época. Impul-só el fortalecimiento de la Marina y el Ejército y tratóde reformar la Hacienda pública implantando una«única contribución»; para ello ordenó la realizacióndel catastro que lleva su nombre. Favoreció además elcomercio (supresión de las aduanas interiores), laindustria (proteccionismo, exenciones fiscales) y lasobras públicas. Acordó un segundo Concordato conel papado (1753), que estuvo vigente hasta el sigloXIX, y que concedía al monarca el derecho de patrona-to universal (presentación por el rey al Papa de suscandidatos a obispos y a otros cargos eclesiásticos) yla potestad de apropiarse de las rentas de los obispa-

dos vacantes. Tras la muerte de Felipe V, Ensenadamantuvo su influencia durante los primeros años delreinado de su sucesor, Fernando VI, pero cayó en des-gracia en 1754 y sufrió el destierro. Regresó a la corteal ser proclamado rey Carlos III. Sin embargo, tras elmotín de Esquilache fue acusado de connivencia conlos jesuitas y desterrado a Medina del Campo, dondevivió hasta su muerte.

� Ilustración. Corriente de pensamiento que se difun-dió por Europa en el siglo XVIII. En el caso de Españafue la base de las reformas llevadas a cabo por los pri-meros Borbones, especialmente Carlos III. Los rasgosmás importantes del pensamiento ilustrado fueron elempleo de la razón para el análisis y la mejora de lasociedad española, el fomento de la economía nacio-nal (agricultura, industria y comercio), el impulso delconocimiento científico y la educación y la creenciaen el progreso y la posibilidad de lograr la felicidadindividual.

badas entre 1810 y 1813. Los exaltados eran los organi-zadores de la Revolución de 1820 y reivindicaban refor-mas más radicales. Los primeros gobiernos del TrienioLiberal, hasta agosto de 1822, estuvieron en manos de moderados. Entre estos se encontraban Agustín deArgüelles y Francisco Martínez de la Rosa, que habíanestado en el exilio e incluso habían sido encarceladosdurante la primera etapa absolutista de Fernando VII.Por su parte, los exaltados, entre los que figuraban elpropio Rafael del Riego, Juan Álvarez Mendizábal y Anto-nio Alcalá Galiano, lideraron diversas protestas urbanasa finales de 1821 (como la batalla de las Platerías enMadrid), que inauguraron los movimientos popularesurbanos de signo liberal característicos del siglo XIX. Elgrupo de liberales exaltados se hizo cargo del Gobiernoen 1822.

Durante el Trienio Liberal se generó por primera vez undebate público sobre la acción del Gobierno gracias alas libertades constitucionales de imprenta, reunión yexpresión. Dicho debate se canalizó a través de las socie-dades patrióticas (clubes de discusión política), los cafésy la prensa libre. En toda España llegó a haber más dedoscientas sociedades patrióticas; habitualmente se reu-nían en un café (como el célebre de La Fontana de Oro,en Madrid, que sirvió de inspiración a Benito Pérez Gal-dós en su primera novela) y empleaban como medio deexpresión la prensa política, que tuvo una gran expan-sión en esos años. También se popularizaron cancionesy tonadillas, como el Trágala y el Himno de Riego.

En este período surgió también una oposición de carác-ter conservador al régimen liberal. El rey, cuyos poderesestaban muy limitados por la Constitución de 1812, seenfrentó en varias ocasiones a sus ministros y a las Cor-

tes. Un sector del Ejército y de las élites del AntiguoRégimen lo apoyaban, ya que consideraban que estaba«secuestrado» por los liberales. La mayor parte del clerose oponía también a las reformas y a la desamortizacióny atrajo a su causa al campesinado, que percibía el libe-ralismo como un movimiento de clases medias urbanasfavorable a los terratenientes. Los miembros de la oposi-ción contrarrevolucionaria, conocidos como absolutis-tas, realistas o apostólicos y, más despectivamente, comoserviles, acuñaron el lema «Dios, patria y rey», frente a ladoctrina liberal. La contrarrevolución se manifestó endistintas rebeliones militares urbanas, como la que tuvolugar el 7 de julio de 1822 en Madrid, cuando la GuardiaReal intentó un golpe de Estado con la complicidad delmonarca. Los realistas también organizaron una guerrade guerrillas rural que se prolongó hasta 1823. Las gue-rrillas más activas se encontraban en las zonas monta-ñosas de Cataluña, el País Vasco, Navarra y el norte deCastilla. En el Pirineo catalán se llegó a formar unGobierno absolutista conocido como la Regencia deUrgel (1822). Fue suprimido por las tropas gubernamen-tales, y sus miembros se refugiaron en Francia.

El régimen liberal fue derrocado por la intervenciónextranjera, acordada por varios países en el Congreso deVerona (1822) y solicitada por el propio Fernando VII.Francia organizó la expedición conocida como los CienMil Hijos de San Luis, que penetró, con muy poca oposi-ción, en España en abril de 1823. El Gobierno , sin apoyopopular, se trasladó a Sevilla y después a Cádiz, lleván-dose al rey consigo. Finalmente, capituló y liberó almonarca (octubre de 1823). Se inició entonces un nuevoperíodo de Gobierno absolutista conocido como laDécada Ominosa (1823-1833).

Opción B

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Los canales de difusión de las ideas ilustradas fueronlas academias (Real Academia Española, 1713-1714;de la Historia, 1735-1738, y de Bellas Artes de San Fer-nando, 1744); las nuevas instituciones de enseñanzasuperior (Real Seminario de Nobles de Madrid, 1725;Seminario Patriótico de Vergara, 1767); los consuladosy las sociedades económicas de amigos del país —cuyos objetivos eran la difusión de la ciencia, enespecial las consideradas útiles, y el fomento de laeconomía, y estaban integradas por nobles terrate-nientes, clérigos reformistas y funcionarios locales—y las instituciones culturales y científicas (LibreríaReal, 1714-1716; Jardín Botánico de Madrid, 1755;Observatorio Astronómico de la Marina en San Fer-nando, 1753).

Al ámbito de la Ilustración perteneció también unimportante grupo de intelectuales (Gregorio Mayánsy Siscar, Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor deJovellanos), científicos (José Celestino Mutis) y litera-tos (José Cadalso, Juan Meléndez Valdés, Leandro Fer-nández de Moratín).

La función social del arte era, según los seguidores de laIlustración, educar la moral pública y el buen gusto.Las manifestaciones artísticas debían atenerse a unasrígidas normas que dieran medida y orden a los exce-sos formales del Barroco. Consecuente con estas ideasfue el neoclasicismo, estilo artístico que predominó enlas reformas urbanísticas llevadas a cabo en Madriddurante la segunda mitad del siglo XVIII por Carlos III(fuentes de Neptuno, Apolo y Cibeles, el Museo delPrado, la Puerta de Alcalá). Mención aparte merece el pintor Francisco de Goya, que de retratista ilustradode aristócratas, intelectuales y miembros de la familiareal pasó a ser un pintor genial, difícil de clasificar.

� Tratados de Utrecht. Denominación que engloba auna serie de acuerdos bilaterales firmados en esta ciu-dad neerlandesa (1713) y en Rastadt (Alemania, 1714)por las potencias que habían intervenido en la Guerrade Sucesión Española (1701-1715). Dichos acuerdosno solo marcaron el final de la intervención extranjeraen el conflicto en España —la guerra se prolongó enCataluña hasta el asalto a Barcelona en 1714 y en lasIslas Baleares hasta la capitulación de Mallorca e Ibizaen 1715—, sino que establecieron un nuevo orden enEuropa y en el ámbito colonial tras el conflicto abiertoentre Francia y España, donde reinaban los Borbones,y la Gran Alianza de La Haya, formada en 1701 porInglaterra, Austria, Provincias Unidas y Prusia, y a laque posteriormente se sumaron Saboya y Portugal.

En virtud de estos acuerdos, Felipe V fue reconocidocomo rey de España y de las colonias americanas; en contrapartida, hubo de renunciar a sus derechos a la Corona francesa y realizar importantes concesio-nes territoriales que pusieron fin a la presencia espa-ñola en el norte de Europa e Italia. El gran benefi-ciado de los acuerdos de Utrecht fue el Reino Unido,que se consolidó como potencia naval y comercial

hegemónica y pudo frenar el expansionismo francésen los Países Bajos e Italia.

Siguiendo las disposiciones establecidas en los trata-dos de Utrecht, España cedió Menorca y Gibraltar alReino Unido que, además, vio reconocido su derecho aparticipar en el comercio con las Indias: el envío anualde un barco de mercancías (navío de permiso) a laferia de Portobelo (Panamá). El Reino Unido, además,se hizo con el monopolio del comercio de esclavosafricanos en América, llamado asiento de negros, queestaba en poder de Francia.

Asimismo, España debió ceder Sicilia a Saboya y per-dió definitivamente los Países Bajos del sur, el Milane-sado, Nápoles y Cerdeña, que pasaron al Imperio ale-mán. También realizó concesiones territoriales a lasProvincias Unidas y Prusia. Por último, cedió a Portu-gal la Colonia del Sacramento (Uruguay), un impor-tante enclave para el comercio y el contrabando conlas Indias de portugueses e ingleses.

� Comienzo de la privanza del duque de Lerma 1599

Tratado de Lisboa 1668

Tratados de Utrecht 1713

Carlos III ocupa el trono de España 1759

� El texto es una fuente primaria histórico-jurídica, ya querecoge algunos artículos de la Constitución española de1931, que estuvo vigente entre 1931 y 1936 y, en la zonarepublicana, hasta el final de la Guerra Civil en 1939.Dichos artículos reflejan las características del régimende la Segunda República: social y democrático (art. 1, 44,52), igualitario (art. 2), laico (arts. 3, 26, 27) y descentrali-zado (arts. 1, 21). La Constitución de 1931 estaba com-puesta por 125 artículos organizados en nueve títulos,además de dos disposiciones transitorias. De las sieteleyes fundamentales promulgadas en España, pertene-ce, junto a las constituciones de 1869 y 1978, al grupode las que poseen un carácter democrático. Las de 1812,1837, 1845 y 1876 establecían algún tipo de limitaciónen el censo electoral, repartían la soberanía nacionalentre las Cortes y el rey en beneficio de este último o norecogían de modo suficiente los derechos individuales.

En 1930 dimitió el general Primo de Rivera, que habíagobernado España como dictador desde el golpe deEstado de septiembre de 1923. Alfonso XIII confió enton-ces el poder al general Berenguer, quien intentó retor-nar a la normalidad constitucional de 1876. En enero de1931 se formó un Gobierno monárquico de concentra-ción, dirigido por el almirante Aznar y compuesto porpolíticos aún favorables al rey (de la Cierva, Romanones,García Prieto, Cambó). El nuevo ejecutivo anunció laconvocatoria de elecciones municipales y constituyen-tes, y se comprometió a conceder la autonomía a Cata-luña. No toda la derecha favorecía el regreso la situaciónanterior a la Dictadura: antiguos miembros de la UniónPatriótica creada por Primo de Rivera constituyeron laUnión Monárquica Nacional (1930), que rechazaba elrégimen parlamentario.

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Entretanto, la oposición republicana había creado nue-vos partidos: Acción Republicana (1925), liderado porAzaña; el Partido Republicano Radical-Socialista (1929),dirigido por Marcelino Domingo; la Organización Repu-blicana Gallega Autónoma (ORGA, 1929), de carácterautonomista, y Esquerra Republicana de Catalunya(marzo de 1931), una formación nacionalista encabeza-da por Francesc Macià y Lluís Companys. Parte de laderecha conservadora y católica también se adhirió alrepublicanismo con la creación de la Derecha LiberalRepublicana (1930), en la que militaron antiguos libera-les como Niceto Alcalá-Zamora y exmauristas comoMiguel Maura. A estas fuerzas se sumaban los radicalesde Alejandro Lerroux, representantes del republicanis-mo histórico.

En agosto de 1930 los partidos republicanos firmaron elPacto de San Sebastián, por el que se comprometían allevar a cabo una insurrección que instaurara la Repúbli-ca. Crearon un comité revolucionario, que era, en reali-dad, un Gobierno provisional clandestino presidido porAlcalá-Zamora. En octubre se unieron al Pacto el PSOE y la UGT, ofreciendo el respaldo de una huelga general(que no llegó a realizarse). Algunos militares protago-nizaron una sublevación fallida en Jaca (diciembre de1930), que se adelantó a la insurrección proyectada porlos firmantes del Pacto de San Sebastián. La Repúblicano llegó a través de un pronunciamiento militar sino deuna convocatoria electoral que se interpretó como unplebiscito sobre el cambio de régimen: las eleccionesmunicipales (celebradas el 12 de abril de 1931). Los firmantes del Pacto de San Sebastián acudieron a ellas for-mando una coalición electoral que resultó victoriosa enlas grandes ciudades. El rey, falto de apoyos, partió al exi-lio. El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda Repú-blica española.

Ese mismo día se constituyó un Gobierno provisional,constituido casi íntegramente por los miembros del comi-té revolucionario formado un año antes a raíz del pactode San Sebastián, que también presidió Alcalá-Zamora.En su primera declaración, el 14 de abril, el nuevo ejecu-tivo anunció la celebración de elecciones constituyen-tes. A su preparación estuvieron destinadas algunas delas primeras medidas aprobadas en las semanas siguien-tes: revisión del censo electoral, nombramiento de unacomisión jurídica asesora para elaborar el proyecto deConstitución y rebaja de la edad para alcanzar la condi-ción de elector de 25 a 23 años. Asimismo, antes de laconvocatoria de elecciones, se promulgaron algunos delos decretos de reforma militar —preparados por elministro de la Guerra, Manuel Azaña— y sobre la mejorade las condiciones laborales en el campo, impulsadospor el ministro de Trabajo, Francisco Largo Caballero,que indicaban la decidida voluntad del Gobierno deiniciar un amplio proceso de reformas. En mayo se pro-dujo el primer roce con la Iglesia (declaración contraria ala República del cardenal Pedro Segura) y pocos díasdespués estalló un motín popular, que derivó en la que-ma de conventos y edificios religiosos en varias ciuda-

des españolas (10-13 de mayo). La derecha hizo respon-sable de los sucesos al régimen republicano.

Las elecciones constituyentes se celebraron a finales dejunio y dieron una gran mayoría a los partidos de la coa-lición gobernante. La fuerza mayoritaria fue el PSOE,seguido por los radicales de Lerroux y los radical-socia-listas de Marcelino Domingo; eran minoritarios los parti-dos de Alcalá-Zamora y Azaña, así como los nacionalis-tas. Las derechas, que acudieron divididas a los comicios,obtuvieron una escasa representación. El 14 de juliotuvo lugar la apertura de las Cortes y se procedió a laelección de su presidente, el socialista Julián Besteiro. Enlos días siguientes se constituyó la comisión parlamen-taria para preparar el proyecto definitivo de Constitu-ción, bajo la dirección del también socialista Luis Jimé-nez de Asúa. El proyecto fue presentado a finales deagosto y comenzó a debatirse inmediatamente. Lospárrafos, reproducidos en el texto, sobre la naturalezadel nuevo régimen—«España es una República demo-crática de trabajadores de toda clase […]» y «La Repúbli-ca constituye un Estado integral […]»— fueron objetode un duro debate y se aprobaron por estrecho margen.

La polémica volvió a encenderse en octubre, con la dis-cusión de los artículos relativos a la separación Iglesia-Estado. La medida era similar a la adoptada en Francia yAlemania; con ella se pretendía reducir a la Iglesia alámbito exclusivamente religioso, desligándola de la polí-tica y de la economía nacional. La aprobación de estosartículos (26 y 27) provocó la dimisión de Alcalá-Zamoray del ministro de Gobernación, Miguel Maura. Ocupó la presidencia del Gobierno Manuel Azaña, líder de unaformación minoritaria, Acción Republicana, pero quegozaba de gran prestigio intelectual y estaba teniendouna actuación destacada como ministro de la Guerra. Eltratamiento que se daba a la cuestión religiosa en laConstitución provocó la oposición radical de toda la dere-cha católica y de la Iglesia, que no se identificaron con elrégimen republicano a partir de ese momento. Estoexplica, en parte, la ambigüedad mostrada por algunospartidos de la derecha española —la CEDA especial-mente— con respecto a la República. Por otra parte, laoposición política de la Iglesia incrementó el anticlerica-lismo popular, y desde algunos sectores se consideró alos religiosos aliados naturales de la derecha antilibe-ral. Finalmente, la Constitución fue aprobada el 9 dediciembre de 1931 y, un día después se procedió a laelección del primer presidente de la República, NicetoAlcalá-Zamora.

La Constitución de 1931 establecía que el régimen polí-tico español sería una «república». El origen de la sobe-ranía era explícitamente «el pueblo». La primacía la teníael poder legislativo unicameral, representado por elCongreso de los Diputados. Sometido a este se encon-traban el poder ejecutivo (el jefe del Gobierno y el presi-dente de la República) y el Tribunal Supremo, cúspidedel poder judicial. El presidente de la República contabacon cierto margen para elegir o deponer al jefe del

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Gobierno, pero él mismo podía llegar a ser destituidopor las Cortes. Se establecía el Tribunal de GarantíasConstitucionales, que debía declarar la constitucionali-dad de las leyes que se aprobasen. Los diputados a Cor-tes se elegían por sufragio general masculino; en 1933se amplió el sufragio a las mujeres. El presidente de laRepública era designado de forma indirecta a través decompromisarios. Las corporaciones municipales tam-bién eran elegidas por sufragio universal.

Además de configurar un régimen democrático existíala voluntad de poner fin a las enormes desigualdadeseconómicas y sociales que existían en la época. Comopunto de partida, en el artículo 25 de la Constitución serechaza cualquier tipo de privilegio. Se incluyó, además,una extensa declaración de derechos individuales (liber-tad de conciencia, garantías procesales, libertad deexpresión, etc.) y sociales (protección del trabajo infantily femenino, limitación de la jornada laboral, salario míni-mo, acceso a la Seguridad Social, etc.). También se limitóel derecho a la propiedad, ya que esta era susceptible deexpropiación forzosa por motivo de utilidad social, aun-que siempre con indemnización. Se establecía, asimis-mo, la posibilidad de nacionalizar algunos servicios deinterés común o públicos (transportes, telefonía…).

Tal y como se indica en el texto, el artículo 1 establecíaque «la República constituye un Estado integral compa-tible con la autonomía de los municipios y las regiones».Con la denominación Estado integral se pretendía evitarla definición de España como Estado unitario o federal,mientras se hacía compatible el mantenimiento de la uni-dad del país con la autonomía de las regiones que losolicitaran. En este sentido el primer Estatuto de Auto-nomía aprobado en la Segunda República fue el deCataluña (septiembre de 1932). El Estatuto vasco seaprobó en plena Guerra Civil (octubre de 1936), al igualque el gallego (febrero de 1938), si bien, este último nollegó a aplicarse.

En la Constitución se afirmaba de modo tajante la sepa-ración entre Iglesia y Estado. Así, en el artículo 3 sedeclara la aconfesionalidad del Estado y la libertad deconciencia (art. 27). En el 26 se priva a la Iglesia católicade los privilegios de los que disfrutaba. Esto últimosuponía acabar con los acuerdos de desamortización,por los que el Estado, a cambio de enajenar los bieneseclesiásticos, se comprometió en su día a mantener a laIglesia. Se terminaba con el subsidio al clero y se privabaa las órdenes religiosas de inmunidad fiscal. Asimismo,se consideraba a las confesiones religiosas como asocia-ciones, por lo que estas deberían inscribirse en un regis-tro y no podrían ejercer ni la enseñanza ni actividadescomerciales o industriales. También se disolvía la Com-pañía de Jesús, sin citarla, por obedecer a una autoridaddistinta de la legítima del Estado, es decir, al papado.

En el artículo 43 se reconocía el divorcio. Se establecía laigualdad de derechos para ambos sexos dentro delmatrimonio y la posibilidad de disolución de este pormutuo acuerdo o a petición de cualquiera de los cónyu-

ges (causa justa). El reconocimiento del derecho aldivorcio suponía que el Estado asumía la prerrogativade regular el vínculo matrimonial por encima del dere-cho canónico, en un claro ejercicio de supremacía de lasleyes del Estado sobre las eclesiásticas (de acuerdo conel principio de que España era un Estado laico). La Leyde Divorcio se aprobó en 1932.

� Aprobada la Constitución de la Segunda República endiciembre de 1931, se produjo la elección del nuevo jefedel Estado: Niceto Alcalá-Zamora, quien había abando-nado la presidencia del Gobierno en octubre al estar endesacuerdo con los artículos 26 y 27 de la Constitución,que regulaban las relaciones entre la Iglesia y el Estado.Su sucesor al frente del ejecutivo, Manuel Azaña, quemantuvo su cargo de ministro de la Guerra, se dispuso aproseguir el programa reformista marcado por el Gobier-no provisional. En los meses anteriores, él mismo habíainiciado la reforma militar; también se habían dictadomedidas favorables a los trabajadores, especialmentelos del campo. Alejandro Lerroux, líder del Partido Repu-blicano Radical, se mostró partidario de convocar elec-ciones al considerar concluido el período constituyente.Al ser derrotada esta opción, se produjo la salida de losradicales del Gobierno.

Azaña conservó su mayoría gracias al apoyo de los socia-listas y mantuvo su Gobierno hasta septiembre de 1933.Sin embargo, durante su mandato debió enfrentarse anumerosas dificultades: descontento en el Ejército (gol-pe militar fallido de agosto de 1932), presión crecientede la derecha antiliberal (carlistas, monárquicos alfon-sinos y derecha católica) e insurrecciones de los anar-quistas de 1932 y enero de 1933. Durante la segunda deestas insurrecciones se produjeron los incidentes de CasasViejas (Cádiz), que provocaron un fuerte desgaste en elGobierno y en el propio Azaña. A medida que transcu-rría el año 1933, el Gobierno comenzó a tener proble-mas para mantener una mayoría favorable. La crisiseconómica provocó un aumento del paro y de la con-flictividad, y la presión de los militantes del PSOE y UGTsobre los miembros socialistas del Gobierno era cadavez mayor. Además, una mayoría de los parlamentariosrepublicanos deseaba la salida de los socialistas del eje-cutivo y lograron que el presidente Alcalá-Zamora apro-vechara una crisis de Gobierno para retirar su apoyo aAzaña y encargar a Lerroux la formación de un gabinetebasado en el apoyo del Partido Radical (septiembre de1933). Los radicales ensayaron varias fórmulas de coali-ción y, finalmente, se convocaron elecciones paranoviembre de 1933, que dieron la victoria a las candida-turas de centro y derecha. Se abrió entonces una nuevaetapa: el Bienio Radical-cedista (1933-1936). En su con-junto el balance del Bienio Reformista puede resumirseen los siguientes aspectos:

� Reforma agraria, con la que se pretendió realizar unaredistribución de la propiedad de la tierra para satis-facer la demanda de los jornaleros. La Ley de ReformaAgraria (septiembre de 1932) tuvo el inconveniente

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de que se aplicó en todo el país en lugar de ceñirse alos latifundios del sur, molestando innecesariamentea muchos pequeños y medianos propietarios que,sobre todo en Castilla, se opusieron a ella.

� Reformas laborales, promovidas por el socialista LargoCaballero, ministro de Trabajo, que crearon un nuevomarco de relaciones laborales. Destacan la Ley de Con-tratos de Trabajo y la Ley de Jurados Mixtos, así comolas de aplicación exclusiva en el campo (leyes de Tér-minos Municipales, de Laboreo Forzoso y de Acciden-tes de Trabajo en el Campo). Además, se impuso lajornada laboral de ocho horas en la agricultura.

� Fortalecimiento del Estado civil y laico. A este campopertenecen las medidas impulsadas por Azaña comoministro de la Guerra. Sus objetivos eran reducir elenorme número de oficiales, reorganizar la adminis-tración del Ejército y la enseñanza militar, modernizarlas escalas y someter la jurisdicción militar a la civil. Alámbito del fortalecimiento del Estado laico pertene-cen las leyes de Congregaciones Religiosas (1933) yde Divorcio (1932), así como la secularización de loscementerios. Estas medidas, junto a la expulsión delcardenal Segura y la quema de conventos y edificiosreligiosos de mayo de 1931, además de la tajanteseparación entre Iglesia y Estado del nuevo régimen,provocaron la oposición del clero (prácticamente en

bloque) y del catolicismo militante al Gobierno de laSegunda República.

� Reforma educativa. El objetivo fue crear un sistemaeducativo público y laico. Se estableció la coeduca-ción y se prohibió a las asociaciones religiosas ejercerla enseñanza. Además, se mejoró la formación de losdocentes y se construyeron nuevas escuelas prima-rias e institutos. En el ámbito cultural destacaron lasMisiones Pedagógicas y otros experimentos de socia-lización de la cultura en medios rurales y obreros(grupos teatrales, Universidades Populares).

� Autonomías regionales. En su artículo 12, la Constitu-ción fijó las condiciones para la aprobación de estatu-tos de autonomía: propuesta por la mayoría de losayuntamientos o por aquellos cuya población superelas dos terceras partes del censo electoral de laregión, aprobación en plebiscito por las dos terceraspartes del censo, aprobación de las Cortes con la con-dición de que los estatutos presentados respeten lospreceptos constitucionales. La acción del Gobiernodurante el primer bienio se concentró en la aproba-ción de un Estatuto de Autonomía para Cataluña(septiembre de 1932). En el proceso de negociación elpresidente Azaña jugó un importante papel. Tambiénse presentó el estatuto vasco, cuya tramitación quedóparalizada durante el Bienio Radical-cedista.