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Historia de la Psicología Cátedra I Módulo IV Primera Parte LOS PRIMEROS DESARROLLOS DE LA PSICOLOGÍA EN LA ARGENTINA Ana María Talak Federico Corniglio - 2008 -

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Historia de la Psicología Cátedra I

Módulo IV Primera Parte

LOS PRIMEROS DESARROLLOS DE LA PSICOLOGÍA EN LA ARGENTINA

Ana María Talak Federico Corniglio

- 2008 -

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INDICE

Introducción

1. Los primeros desarrollos académicos: la psicología como una ciencia primera. 1.1. La nueva psicología: "partir de la experiencia". 1.2. La nueva psicología experimental como psicofisiología y psicología clínica. 1.3. Las dimensiones científica y filosófica de la psicología. La psicología biológica de Ingenieros. 1.4. Ingenieros y el problema de la conciencia. 1.5. La Sociedad de Psicología de Buenos Aires (1908-1913). 1.6. Nuevos debates acerca de la naturaleza de la psicología.

2. Los usos de la psicología. 2.1. Introducción: ¿Se puede hablar de los inicios de una profesionalización? 2.2. Los usos de la psicología: presentación general. - Psicología y clínica. - Psicología y criminología. - Psicología y educación.

Bibliografía general (todos los puntos)

LISTADO DE SIGLAS UTILIZADAS

FFYL: Facultad de Filosofía y Letras UBA: Universidad de Buenos Aires

INTRODUCCIÓN

Ana María Talak Este módulo abordará los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina, durante las

primeras décadas del siglo XX. En este período no había carreras universitarias de psicología ni un proyecto de perfil profesional del psicólogo diferenciado de otras prácticas profesionales, como estuvieron presentes en cambio en la psicología de los años sesenta, objeto de estudio de la segunda parte de este módulo. Sin embargo, a partir de la creación de los primeros cursos universitarios de psicología, se observa un despligue de contenidos de la disciplina a través de cursos, producción de investigaciones y saberes "psicológicos", debates acerca del estatus de la disciplina, desarrollos institucionales que apoyaron la producción de estos saberes, y usos de estos saberes en diferentes ámbitos, como la educación, la criminología, la clínica psicopatológica y la interpretación de la sociedad. Los autores argentinos, además, tuvieron como referentes corrientes de pensamiento europeo y norteamericano, del siglo XIX y principios del siglo XX. Sin embargo, leyeron a los autores extranjeros sobre la base de problemas e intereses locales, y desde las perspectivas de diferentes disciplinas y profesiones ya consolidadas o en vías de conformación. A partir del análisis de las revistas de la época (especializadas en psiquiatría, en criminología, en ciencias sociales, en educación), de los programas académicos de enseñanza de la psicología y ciencias consideradas afines, así como de los libros producidos sobre la base de esa enseñanza universitaria, puede distinguirse una recepción médio-clínica, una recepción criminológica

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(médico-jurídica), una recepción educativa y una recepción ensayística psicosocial relacionada con la reflexión y la interpretación histórica y las ciencias sociales.

En primer lugar se abordará en este módulo el estudio histórico del desarrollo de la psicología, teniendo en cuenta cuestiones teóricas e institucionales, y el fin práctico que se otorgaba a este conocimiento en relación a la posibilidad de fundar intervenciones en la educación intelectual y moral, en la escuela, en la familia, en la relación médico-paciente, en las prisiones y en la conducción de la sociedad. Estos primeros desarrollos de la psicología asumieron la orientación de la "nueva psicología" como ciencia positiva basada en la experiencia. Si bien en principio se consideraban válidos todos los métodos que permitieran el acceso a la misma, la experimentación aparecía como el camino más seguro para legitimar como "científico" este estudio de la experiencia frente a otras ciencias ya consolidadas. Así, la expresión "psicología experimental" se usó muchas veces como sinónimo de "psicología científica". Pero más allá de la identidad unificada a la que alude la expresión "psicología experimental", se constata una diversidad de concepciones y de prácticas. Por otra parte, la creación de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (que funcionó entre 1908 y 1913) debe verse en relación a este interés de promover el desarrollo de un saber que iba definiendo sus límites teóricos a la vez que se consideraba fundamental también en un sentido práctico.

En segundo lugar, se mostrarán los usos de la psicología en el cruce con otras disciplinas y prácticas profesionales, tales como la educación, la psiquiatría y la neurología, la criminología y el pensamiento social. Estos usos de los conocimientos psicológicos no fueron meras aplicaciones de saberes teóricos, sino que contribuyeron a la producción misma de los conocimientos al permitir la formulación de problemas específicos y aportar categorías conceptuales y ámbitos y prácticas de investigación de otras disciplinas. En esos cruces disciplinares se produjeron y legitimaron nuevos conocimientos psicológicos y desde ellos se pretendió justificar ciertas prácticas de intervención.

1. LOS PRIMEROS DESARROLLOS ACADÉMICOS: LA PSICOLOGÍA COMO UNA CIENCIA PRIMERA.

La nueva psicología: "partir de la experiencia".

Este "momento inaugural" de la psicología comenzó, aproximadamente, con la creación de los primeros cursos universitarios de psicología (en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires), aunque tuvo sus antecedentes en el comtismo del grupo normalista de Paraná, y alcanzó su momento culminante alrededor de 1910. Coincidió con la actividad desarrollada por la "tercera generación de positivismo argentino", así llamada por Alejandro Korn1, y con la época de los estudios de la psicología basados en la fisiología y en el determinismo de las ciencias naturales. La anatomía y la fisiología del sistema nervioso constituían el fundamento desde el cual la psicología aspiraba a desarrollarse como ciencia, y a consolidar la base de la filosofía positiva.

El pensamiento positivista en la Argentina, desarrollado a partir de las últimas décadas del silgo XIX (aproximadamente 1880) y los primeros años del siglo XX, se caracterizó a grandes rasgos por su naturalismo y cientificismo. Según el naturalismo, todos los fenómenos deben verse como fenómenos de la naturaleza, y por lo tanto, sometidos a leyes naturales. Se llama cientificismo a la postura que considera que el espíritu y los métodos de la ciencia deben extenderse a todos los dominios de la vida intelectual y moral, y de ahí la pretensión de fundar las hipótesis de carácter metafísico en los resultados fundamentales de la ciencia de la época. Se

1 Alejandro Korn (1936), Influencias filosóficas en la evolución nacional, Buenos Aires, Claridad.

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llamaba en esa época filosofía positiva o filosofía científica a esta filosofía que buscaba fundar sus razonamientos y conclusiones en los resultados positivos de las ciencias empíricas. En Argentina, la palabra positivo comenzó a hacerse corriente en los escritos de los intelectuales en la década de 1830, para designar lo que se consideraba objetivo, real, natural, y también lo que era progresista en lo social y político2. Esta doble referencia quedó asociada en los desarrollos del positivismo de fines del siglo XIX.

El positivismo no sólo fue un pensamiento que brindó un marco para plantear interpretaciones de la realidad social en un momento en el que se buscaba consolidar el estado y la nación. También logró articular sus ideas en instituciones que se ocupaban de modelar prácticas sociales en función de los objetivos de las élites dirigentes. Oscar Terán ha destacado la intervención exitosa del pensamiento positivista en dos aspectos: por un lado, al abordar la explicación de los efectos no deseados del proceso de modernización que vivía la sociedad argentina en esas décadas y de detectar los obstáculos en la realización de ese proyecto de modernización; por el otro, al hacerse cargo de pensar e inventar una nación3. Volveremos a este tema al analizar la articulación entre diversas prácticas profesionales y de intervención social con los saberes psicológicos.

Es en este clima de ideas en el que hay que entender los primeros desarrollos de la psicología académica. El primer curso universitario de psicología apareció en el plan de estudios de la Facultad de Filosofía y Letras, de la UBA, creada en 18964. La ubicación académica de la psicología entre las disciplinas filosóficas5 incidió también en las dificultades de su desarrollo autónomo posterior. El carácter "desinteresado" de las disciplinas humanísticas y la ausencia de una estructura académica capaz de sostener actividades de investigación de carácter profesional en la Argentina, contribuyó a que los egresados tuvieran fundamentalmente la docencia como perspectiva laboral. La Facultad de Filosofía y Letras, entonces, tuvo entre sus objetivos la formación de docentes de enseñanza secundaria en las áreas humanísticas, y este objetivo docente, como veremos, marcó cierta orientación a los estudios universitarios de psicología.

Ahora bien, esta ubicación de la psicología entre las disciplinas filosóficas y su definición a la vez como ciencia natural, como ciencia positiva, concordaba con el desenvolvimiento de la psicología en Europa. En Alemania, la enseñanza de la "nueva psicología", de carácter empírico, se desarrolló dentro de las mismas cátedras de filosofía. Se esperaba de la psicología una contribución al tratamiento de los problemas del conocimiento, desde los métodos empíricos que recientemente había incorporado6. En Francia, la psicología era "oficialmente" una rama de la filosofía7, no obstante los anuncios proclamados por Théodule Ribot (La psychologie anglaise contemporaine 1870; La psychologie allemande contemporaine 1879) e Hyppolite Taine (De l´intelligence 1870) acerca de la necesidad de desarrollar una nueva psicología científica, positiva, 2 Véase Ricaurte Soler (1979), El positivismo argentino. Pensamiento filosófico y sociológico, México, Universidad Nacional Autónoma de México. [Primera edición: Panamá 1959.] 3 Véase Oscar Terán (1987), Positivismo y nación en la Argentina, Buenos Aires, Puntosur, pp. 11-54. 4 Acerca de la historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, puede consultarse la siguiente bibliografía: Pablo Buchbinder (1997), Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA; J. Torres Revello (1964), Historia de las universidades y de la cultura superior (desde la rpesidencia de Mitre hasta la revolución de 1930). En Academia Nacional de la Historia. Historia Argentina contemporánea 1862-1930, vol. II, Buenos Aires, El Ateneo, pp. 163-215; el clásico libro de Tulio Halperin Donghi (1962), Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA. 5 En 1898 el plan de estudio tomó su forma definitiva. Se dividía en cinco años, y otorgaba el título de Doctor en Filosofía y Letras, previo examen general y de tesis, y de Profesor en alguna de sus tres áreas: Filosofía, Letras e Historia. Psicología se cursaba en el primer año y formaba parte del área de Filosofía. 6 Véase U. Geuter (1992), The Professionalization of psychology in Nazi Germany, (edición original en alemán en 1984), tr. R. Homes, Cambridge University Press.

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y experimental en lo que fuera posible. En la Argentina, la primera cátedra universitaria de la psicología en la Universidad de Buenos Aires asumió estas representaciones. Rodolfo Rivarola, primer profesor del curso de psicología, la reconoció estrechamente relacionada con la filosofía pero la proclamó al mismo tiempo como ciencia positiva, producto de un proceso de particularización del saber, de acumulación de conocimientos y de un aumento de precisión y rigor en sus resultados gracias al concurso de los métodos objetivos.

Fragmento del "Discurso inaugural de la Cátedra de Filosofía" de R. Rivarola (1898). "El reconocimiento de la evolución como ley universal, es la base del sistema concebido más amplia y sólidamente en los tiempos modernos, aplicándose lo mismo a la biología, que a la psicología, a la sociología, a la política o a la moral." (p. 127) "La acumulación de los diversos datos referentes a cada una de las partes en que el espíritu de clasificación divide la ciencia, tiende a particularizarlas cada vez más, creándoles una independencia que las convierte en ciencias especiales; y esto se manifiesta hoy en la filosofía como en todas las ciencias." "Esa particularización convierte la psicología en una ciencia especial, cuyos límites se extienden a la vez que se definen a medida que avanza el examen diario del hecho concreto, y se le asigna a una clasificación." (p. 128) "Una psicología que limite su investigación a los fenómenos puramente humanos, será una psicología especial, la psicología humana. Una psicología en que se trate particularmente, como en la obra de Romanes, de la inteligencia de los animales, es una psicología particular, con relación a la humana. Una ciencia que sin entrar en el detalle de los hechos, de las analogías y de las comparaciones, trate de comprender en un cuadro único los hechos de los detalles que son innumerables, y que se esfuerce en hacer la síntesis, aprovechando los análisis hechos por la psicología humana y por la psicología comparada; será la psicología general. (Richet)" (p. 129) Fuente: Rivarola, R. (1898), "Discurso inaugural de la Cátedra de Filosofía", Anales de la Universidad de Buenos Aires, 14, pp. 111-130.

Al mismo tiempo, la creación de laboratorios de psicología experimental como complemento de las cátedras universitarias de psicología científica debe verse dentro de un marco más amplio que definía la nueva psicología ante todo como aquella que "partía de la experiencia". La observación era vista como la base segura e indiscutible de cualquier conocimiento verdadero. La filosofía positiva de la ciencia postulaba la inducción a partir de los datos de la experiencia. En este contexto, la observación ante todo, y la experimentación como una de sus variantes, eran los caminos privilegiados para el estudio de la experiencia.

En la enseñanza de la psicología también estaba presente una dimensión práctica, la de fundar una intervención racional sobre las problemáticas sociales e individuales que afectaban los procesos de modernización de la sociedad y del estado argentino en ese período. El conocimiento psicológico de la evolución individual y de las sociedades, y de sus manifestaciones patológicas, se ofrecía como la base científica a partir de la cual los educadores, los políticos, los intelectuales y los hombres de ciencia podrían deducir las formas más eficaces de intervención.

La búsqueda de un reconocimiento del carácter científico de la psicología, llevó a destacar discursivamente el valor del método experimental, y estimuló la creación de espacios académicos dedicados explícitamente al desarrollo de la orientación experimental en psicología (cátedras y laboratorios). Esta voluntad de fundación institucional y su relación con los fines teóricos y prácticos antes mencionados, era destacada por los mismos hombres que participaron en los

7 Véase J. Carroy y R. Plas (1996), "The origins of French experimental psychology: experiment and experimentalism", History of the Human Sciences, 9 (1), pp. 73-84.

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primeros desarrollos de la enseñanza de la psicología, tanto en la justificación de la selección de los contenidos y de los resultados limitados alcanzados, como en la interpretación histórica que los mismos formulaban acerca de lo ya realizado en el país8.

Se produjo así un deslizamiento semántico entre los términos "experiencia" y "experimentación", en el cual se mantenía el significado emotivo favorable del último en relación con el estatus científico que este suponía. Carroy y Plas9 muestran que los términos "expérimentalisme" y "expérimentaliste" aparecieron por primera vez en el Larousse du XIXe siècle en la edición de 1870, definidos respectivamente como "un sistema científico fundado en la experiencia" y como "un científico que basa sus estudios en la experiencia". El experimentalista no era entonces alguien que realizaba experimentos, sino "un adepto a la doctrina experimental". En la práctica, la expresión psicología experimental terminó aludiendo tanto al método como a una posición doctrinaria, la cual podía ser asumida sin llevar a cabo experimentos concretos en psicología.

Las formulaciones difundidas por los primeros profesores que se hicieron cargo del curso de psicología en la UBA (Rodolfo Rivarola, Nicolás Matienzo, Norberto Piñero), pueden entenderse en relación con estas ideas. Eran abogados, que no realizaban prácticas experimentales de psicología, pero difundían las nuevas corrientes de una psicología científica basada en la experiencia y que recurría a los aportes de las ciencias naturales. La nueva psicología experimental como psicofisiología y psicología clínica.

No obstante, un nuevo paso en la institucionalización de esta dirección se realizó cuando Horacio G. Piñero, un médico, se hizo cargo del curso de Psicología y fundó un laboratorio de psicología experimental en 190210. El curso adoptó explícitamente la orientación "experimental", la cual era fundamentalmente, para Piñero, psicología fisiológica, en tanto "verificación y control de los fenómenos fisiológicos que acompañan a los estados de conciencia". La introspección no quedaba excluida, ya que siempre se debía partir del "examen de conciencia"11.

Sin embargo, lo que se llamaba investigación experimental en psicofisiología incluía más que experimentos psicofisiológicos en sentido estricto. Como “experimentos psicofisiológicos” se desarrollaron estudios e inscripciones gráficas de las funciones de circulación central y periférica, respiración, contracción muscular, fonación, etc. También se llevaron a cabo estudios de fisiología general (trabajos que Piñero desarrollaba ya en el Laboratorio de Fisiología en la Facultad de Ciencias Médicas). Los estudios de estesiología y estesiometría estaban destinados a explorar y medir la acuidad (agudeza) de los órganos de los sentidos, para lo cual tenían múltiples aparatos y, más tarde, incorporaron la colección de aparatos de estesiometría de Toulouse y Piéron, dados a conocer en 1904. También realizaron experimentos llamados "psicométricos", destinados a medir la duración de los actos psíquicos a través del estudio de los tiempos de reacción. Por último, existía un instrumental específico para desarrollar estudios antropométricos, que apuntaban a

8 Véase Horacio G. Piñero (1904), "Conclusiones del Profesor de Psicología Experimental Doctor Horacio G. Piñero", Revista de la Universidad de Buenos Aires, II, pp.391-394; y (1916), Trabajos de psicología normal y patológica, Facultad de Filosofía y Letras, vol. I, pp. VII-XI. 9 Véase J. Carroy y R. Plas (1996), ob. cit., p. 75. 10 Acerca de la formación de un Museo con los aparatos de este primer Laboratorio de Psicología Experimental, puede consultarse María del Rosario Lores Arnaiz, Lucía Darín, Daniela Rugna, y Graciela Giuliano (1997), "La integración del primer Museo de la psicología experimental argentina en la Universidad de buenos Aires", Anuario de Investigaciones, vol. V, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, pp. 367-382. 11 Horacio G. Piñero (1901), "Psicología experimental y pedagogía científica", en Trabajos de psicología normal y patológica, Buenos Aires, 1918, 2da edición, p. 47.

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determinar la "fórmula física del sujeto" a través de la medición de aspectos físicos en grandes cantidades de sujetos12.

Esta nueva psicología incluía también la observación clínica como fuente importante de abordaje de la experiencia psicológica. La llamada psicología patológica ocupaba un tercio de los contenidos del curso de psicología. La inclusión del estudio de los fenómenos psíquicos "anormales" dentro del curso de psicología experimental retomaba la tradición psicopatológica francesa. La observación clínica suponía la observación del fenómeno "anormal" como una variación producida no por el investigador, sino por la naturaleza. La vinculación entre fisiología y patología desarrollada durante la primera mitad del siglo XIX en Francia13, que apuntaba al establecimiento de una terapéutica racional fundada en un saber científico, fue extendida programáticamente al campo de la psicología a partir de los prefacios de las mencionadas obras de Taine y Ribot de 1870. Definida la enfermedad como un "experimento natural" y dentro de un marco evolucionista, lo anormal era conceptualizado como una variación de los fenómenos normales (que podían ser explicados fisiológicamente y ser tomados como control, esencial para llevar a cabo una investigación “experimental”) o bien, como una regresión a estados de evolución más primitivos. Estas conceptualizaciones fundaban, a su vez, las posibilidades y límites de las intervenciones terapéuticas.

Así, en el curso de psicología, el “método patológico” incluía la observación clínica, la comparación de manifestaciones mórbidas con manifestaciones normales de las funciones psíquicas y el establecimiento de correlaciones con el funcionamiento orgánico, y el estudio de los fenómenos de hipnotismo y sugestión. Estos últimos, también eran utilizados como procedimientos para indagar los fenómenos anormales, y, en tanto tales, eran considerados procedimientos "experimentales" inducidos. La psicología científica en tanto psicología experimental abarcaba entonces tres tipos de experimentación: la "experimentación provocada" (las investigaciones psicofisiológicas y de tiempos de reacción), la "experimentación inducida" (estudios sobre y por medio del hipnotismo y la sugestión) y la "experimentación natural" (el llamado método “patológico”). Las dimensiones científica y filosófica de la psicología. La psicología biológica de Ingenieros.

El desarrollo de este curso de psicología experimental no significaba, no obstante, el desarrollo de toda la psicología científica. Horacio Piñero aclaraba que la psicología científica era esencialmente la que "con amplitud de miras", partía de los hechos, sin detenerse en cuestiones metafísicas, y recurría al aporte de todas las ciencias positivas, entre ellas especialmente la fisiología14. En 1904 Piñero manifestó la necesidad de crear un segundo curso de psicología que abarcara los contenidos que su curso, de carácter experimental, no abordaba. Estos contenidos pertenecerían a una psicología "filosófica", y complementarían los de su curso, brindando a la enseñanza de la psicología un sentido más acorde al ámbito académico en el cual se desarrollaba (es decir, entre las disciplinas filosóficas, en la FFYL)15. De esta manera, por primera vez apareció formulado como un problema la definición de la psicología y su inserción institucional. Por un lado, la psicología científica era más que la psicología experimental, pero cuando se

12 Véase G. Navarro (1911), "Síntesis de los trabajos prácticos efectuados en el Laboratorio de psicología experimental de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires durante los cursos de 1902 a 1909", Archivos de Pedagogía y ciencias afines, VIII, pp. 241-252; Anónimo (1911), "Laboratorio de psicología experimental de la Universidad de Buenos Aires", Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines, VIII, pp. 253-257; H. G. Piñero (1916), ob. cit. 13 Véase G. Canguilhem (1971), Lo normal y lo patológico, México, Siglo XXI. 14 Véase H. G. Piñero (1901), ob. cit., p. 47; y (1903), "La psychologie expérimentale dans la Republique Argentine", Revista de la Sociedad Médica, XI, pp.403-412. 15 Véase H. G. Piñero (1904), ob. cit..

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planteaba crear otro curso que abarcara lo que la psicología experimental no desarrollaba, se lo consideraba psicología filosófica. Además, el desarrollo de una orientación exclusivamente experimental en el seno de una Facultad de Filosofía sin su correspondiente articulación "filosófica" con las demás asignaturas, se veía como incoherente y requería ser solucionado.

El problema de la definición de la psicología y su relación con las ciencias naturales y con las disciplinas filosóficas se puso de manifiesto en los problemas de articulación de los dos cursos de psicología. Una vez creado el segundo curso de psicología en 1906, y luego del fracaso de Krueger en conseguir respaldo académico para desarrollar sus contenidos16, José Ingenieros asumió como profesor en 1908. Desde allí y desde su participación en la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (creada ese mismo año), elaboró una formulación teórica de la psicología que fue aceptada y, durante algunos años, constituyó un marco unificado en el cual se reconocieron como pertenecientes a un mismo campo disciplinar hombres de diversas inserciones profesionales que contribuían a la enseñanza de la psicología o desarrollaban prácticas en las que la aplicación del conocimiento psicológico resultaba fundamental 17. El primer trabajo donde Ingenieros explicita esta formulación teórica es el artículo "La psicología biológica", aparecido en el primer volumen de los Anales publicados por la Sociedad de Psicología, que luego fue incorporado con modificaciones en su obra Principios de psicología biológica (publicada en 1911).

Si bien la orientación filosófica y la científico-naturalista habían estado presentes ya en las ideas de Horacio Piñero (1901) y en las de Rodolfo Rivarola (1898), Ingenieros fue el primero en desarrollar sistemáticamente los problemas de la articulación entre ambas orientaciones y en analizar las consecuencias de la adopción del marco naturalista y los postulados básicos que la definían: el evolucionismo, el naturalismo, el determinismo y el monismo energetista. Formuló los lineamientos generales de la psicología como ciencia natural, como un capítulo de la biología, y desarrolló al mismo tiempo los aspectos filosóficos de sus fundamentos y su relación epistemológica con las ciencias en general y con la filosofía, ubicando su propia reflexión en el terreno de la filosofía.

De acuerdo con esta concepción naturalista, las funciones psíquicas se producen en los seres vivos y, por consiguiente, debían estudiarse como funciones biológicas. Por lo tanto, la psicología era un capítulo especial de la biología, la cual estudiaba además de las funciones psíquicas otras funciones biológicas.

El monismo energetista aludía a la unidad de lo real a partir de la concepción de una energía que se transforma y se manifiesta de diferentes formas especializadas: como energía mecánica, energía química, energía vital y energía psíquica. Todas estas formas de energía obedecen a las leyes de la energía que son leyes naturales.

En el esquema de Ingenieros, el evolucionismo y el determinismo aparecían articulados de una forma necesaria con el monismo energetista, ya que éste era sustentado en una concepción evolutiva de la energía y de las funciones a través de las cuales se manifestaba. La adaptación al medio, clave de la evolución, produce necesidades cada vez más complejas en la materia viva, que promueven el desarrollo de funciones a su vez cada vez más complejas. De ahí que las funciones psíquicas no se consideraran como propias sólo del ser humano, sino que se manifestaban en todas las especies en diversos grados de complejidad.. Ingenieros afirmaba que la forma más elemental en que se manifestaban la funciones psíquicas era la irritabilidad

16 Véase Hugo Klappenbach (1994), "La recepción de Wundt en la Argentina. 1907: creación del Segundo Curso de Psicología en la Universidad de Buenos Aires", Revista de Historia de la Psicología, 15 (1/2), pp. 181-197. 17 Véase J. C. Ríos y A. M. Talak (1999) "La articulación entre el saber médico y diversas prácticas de la psicología, en la Sociedad de Psicología de Buenos Aires entre 1908-1913", Anuario de Investigaciones, VI, pp. 572-581.

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protoplasmática, mientras la más compleja, en su otro extremo, era la imaginación creadora. Desde esta definición biológica de las funciones psíquicas, como la capacidad de reaccionar a las acciones del medio, podía considerar a las funciones psíquicas como una propiedad de todos los seres vivos, propiedad que sólo variaba en cuando a su grado de complejidad, y que se desarrollaba evolutivamente en una continuidad en la que no cabían saltos cualitativos. La conciencia, por ejemplo, para Ingenieros, lejos de caracterizar las funciones psíquicas, sólo representaba una parte de ellas.

Ingenieros retomó entonces la definición del objeto de la psicología desde el marco evolucionista como el estudio de las funciones psíquicas en su cambio continuo18, en la evolución en las distintas especies, en la evolución del individuo y en la evolución de las sociedades que estudiaba la psicología social. Esta "psicología genética" tenía métodos genéticos, definidos como el abordaje sistemático de la evolución continua de las funciones psíquicas en todas sus manifestaciones, desde las más rudimentarias hasta las más complejas. Sin embargo, en la práctica, estos "métodos genéticos" constituían más bien un marco interpretativo que definía la dirección en la que otros métodos, como la observación, la experimentación, etc., eran usados.

En función de los nuevos criterios, Ingenieros cambió la valoración jerárquica entre los métodos. El "método genético" era el propio de la "psicología genética", mientras que todos los demás constituían "métodos particulares", subordinados a ese "criterio" general19. Todos los métodos particulares eran vistos como formas especiales de observación: extrospectiva, introspectiva, a través de los propios sentidos o con instrumentos de registro, observación experimental. Entre ellos, la observación "extrospectiva" era la fundamental, ya que el fin de la psicología era estudiar las funciones "evolutivamente". La experimentación aparecía en este esquema sumamente relativizada, no en cuanto a su valor y rigurosidad como método objetivo (el único que posibilitaba la cuantificación), sino en cuanto a los aportes limitados que podía brindar a la psicología genética. Estos aportes se circunscribían por un lado, al estudio evolutivo del individuo que había aportado la psicología infantil y la psicopedagogía (sobre todo los trabajos de Víctor Mercante, Rodolfo Senet y Alfredo Calcagno en la Universidad de La Plata), y por el otro, los trabajos de química biológica, de fisiología del sistema nervioso y de los órganos de los sentidos, y de etología, que eran la base de la psicología comparada. El resto de la psicología genética se basaba en la observación y en el traslado de conclusiones sobre el conocimiento de la evolución individual a aspectos de la evolución filogenética y sociogética. Esta traslación de las conclusiones se justificaba sobre la base de la ley biogenética fundamental de Haeckel, según la cual la evolución del individuo era paralela a la de la especie a la que pertenecía.

La teoría de la recapitulación, es decir, la idea de una analogía entre la vida del individuo y la vida de la especie humana (y por extensión, la evolución de las naciones, de las sociedades), se había convertido en un lugar común, en un supuesto no cuestionado, en diferentes disciplinas de la época: embriología, fisiología, antropología humana y antropología criminal, teoría de la raza, psicología de la infancia, teoría de la educación y psicoanálisis. Más allá de los diferentes significados que las ideas pueden asumir en contextos diferentes, Paolo Rossi señala que para el caso de la teoría de la recapitulación puede hablarse de "una suerte de paradigma de la cultura".20

Haeckel y la ley biogenética fundamental "En los escritos de Ernst Haeckel publicados entre 1866 y 1899, la doctrina de la recapitulación encontró su más conocida y popular expresión con el nombre de "ley biogenética fundamental". Es

18 Horacio G. Piñero había definido ya en 1901 y 1903 19 José Ingenieros (1911), ob. cit., pp. 426-431. 20 Paolo Rossi (2003), El pasado, la memoria, el olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 135.

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oportuno recordar que una de las obras divulgadoras de Haeckel, El enigma del universo (1899), vendió cien mil ejemplares en el año de su publicación, tuvo diez ediciones en veinte años y fue traducida a veinticinco idiomas. Según esa "ley fundamental", la ontogénesis, o sea, el desarrollo individual de los embriones, es una recapitulación, abreviada e incompleta, de la filogenia o del desarrollo evolutivo de la especie. Para retomar la terminología de Haeckel: "La ontogénesis es la breve y rápida recapitulación de la filogenia (...) En el curso de su rápido desarrollo, un individuo repite las más importantes mutaciones de forma que evolucionaron en sus antepasados durante su lento desarrollo paleontológico"21. Haeckel 1) hacía referencia a antepasados adultos; 2) hacía referencia a un proceso de "aceleración"; 3) veía en la filogenia "la causa mecánica" de la evolución; 4) concebía la historia de la vida sobre el modelo de la ontogénesis; 5) afirmaba la existencia, en aquella historia, de una ley del progreso y del perfeccionamiento. Él mezclaba temas tomados contemporáneamente de Goethe, Lamarck y Darwin. A pesar de sus entusiasmos darwinianos, se movía en el ámbito de la "biología" lamarckiana y (por todas estas razones) era, como ha escrito Jacques Roger, "un predarwiniano"22. Fuente: Paolo Rossi (2003), El pasado, la memoria, el olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 133.

Según Ingenieros, el sueño de que la psicología alcanzara un carácter científico por medio de la cuantificación de todos sus conocimientos no se había logrado. Si bien la utilización de procedimientos experimentales había mostrado frutos innegables en el terreno de la psicofísica, de la psicofisiología, de la medición de la duración de procesos psíquicos y su relación con el trabajo intelectual, etc., los límites de los dominios en los que había dado resultado no se habían podido extender en lo más mínimo. La interpretación de esta situación por varios autores de la época como una crisis de la psicología experimental muestra un escenario complejo ya en los mismos orígenes en cuanto a la definición de la psicología y su estatuto epistemológico.23

Pero según Ingenieros no sólo no debían desconocerse los resultados de la psicología experimental en los campos restringidos en los que se había desarrollado, sino que también había cumplido una importante tarea al enseñar a los "psicólogos espiritualistas que las funciones psíquicas están condicionadas por el funcionamiento del organismo y puso en evidencia la posibilidad de conocer algo de nuestra vida mental independientemente de la reflexión introspectiva"24.

Ingenieros discutió también la interpretación dominante de considerar el método patológico como un método experimental. Théodule Ribot, el autor de referencia en los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina, había vinculado la psicofisiología con la biología, no con las ciencias físicas y matemáticas. Ribot había relacionado la psicofisiología con la patología mental, siguiendo a Claude Bernard quien a partir del conocimiento de la relación entre las perturbaciones funcionales y las lesiones orgánicas había tratado de conocer las funciones normales.25 Según Ingenieros, este método patológico, clínico, no era experimental, sino extrospectivo, descriptivo y comparativo como el de las ciencias naturales. Excluía la cuantificación y las fórmulas matemáticas. Sólo en la investigación en psicofisiología el investigador producía la lesión para observar las perturbaciones psíquicas que sobrevenían. Si no se podía previamente determinar las condiciones del fenómeno, la observación no podía ser considerada experimental. No obstante,

21 E. Haeckel (1866), Generelle Morphologie der Organismen, Berlín, Georg Reimer, II, p. 300. 22 Cfr. J. Roger, Darwin, Haeckel et les Français, en Y. Conry (dir.) (1983), De Darwin au Darwinisme, Paris, Vrin, pp. 149-165 (pp. 157-158); S.J. Gould (1977), Ontogeny and Philogeny, Cambridge (mass.), Harvard University Press, p. 7. Citados en Paolo Rossi (2003), ob. cit., p. 133. 23 Véase con respecto a este tema Antonio Caparrós (1991), "Crisis de la psicología: ¿singular o plural? Aproximación a algo más que un concepto historiográfico", Anuario de Psicología, Facultat de Psicología, Universitat de Barcelona, nº 51, pp. 5-20. También en: www.elseminario.com.ar. 24 José Ingenieros (1911), ob. cit., p. 420. 25 Véase G. Canguilhem (1971), ob. cit.

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Ingenieros consideraba que el método patológico era el más fecundo de la psicología científica. Redefinida ésta desde las ciencias biológicas, Ingenieros relativizó el aporte del método experimental y la dependencia que la psicología tenía de él para ser considerada como ciencia. Al mismo tiempo revalorizó la observación y el método patológico desde el marco evolucionista.

Ingenieros pensó la psicología en su doble faz de ciencia natural y disciplina filosófica. Su propia obra, Principios de psicología biológica, era un desarrollo filosófico de la psicología. En tanto la psicología como disciplina científica formaba parte de la biología, las hipótesis filosóficas podían construirse a partir de sus desarrollos basados en la experiencia, se conectaban con los problemas básicos de la filosofía científica en general. Esos problemas eran: la materia viva, la personalidad consciente y el pensar. Estos tres problemas fueron abordados desde los postulados básicos ya mencionados (naturalismo, evolucionismo, determinismo y monismo energetista).

Por último, mientras Horacio Piñero desde una concepción paralelista psicofísica aceptaba los aportes de la introspección como complemento de todos los trabajos de psicología experimental, Ingenieros, desde una concepción monista y desde una posición de crítica filosófica sostuvo reparos serios a la introspección.

Luego del alejamiento de Ingenieros en 1911, Carlos Rodríguez Etchart se hizo cargo durante varios años del segundo curso de psicología. Mantuvo los contenidos delineados por Ingenieros, agregando algunos temas de propia elaboración sobre los sentimientos y la psicología energética26.

Ingenieros y el problema de la conciencia.

Ana María Talak y Federico Corniglio

La experiencia consciente, estudiada por la psicología tradicional entendida como ciencia del sentido interno, constituía un problema para una psicología basada en un monismo energetista y en una concepción evolucionista, como la de Ingenieros. Se analizará a continuación el abordaje que el autor hizo de este problema en sus Principios de psicología. Esa obra fue publicada por capítulos en 1910, en la Revista Argentina Médica. Luego fue publicada nuevamente en 1911 bajo el título “Psicología Genética. Historia natural de las funciones psíquicas” por la revista Archivos de Psiquiatría y Criminología. En ese mismo año, fue publicada en España como Principios de psicología biológica. En ediciones posteriores, revisadas por el autor, se llamó Principios de psicología, siendo la sexta la edición la definitiva. El energetismo como marco teórico.

El energetismo postulaba que todos los fenómenos se explicaban por transformaciones de la energía, las cuales producían diferentes estados de la materia a partir de sus condensaciones. Cada forma de la materia se caracterizaba por determinadas formas de equilibrio energético. Así, la pluralidad de fenómenos se interpretaba en términos de una transformación constante de las formas de energía en la materia inerte, en la materia orgánica, en los procesos biológicos, psicológicos y sociales. Esta transformación energética era entendida en términos de evolución: se sostenía que ciertas estructuras derivaban de otras (morfogenia) y se adquirían propiedades nuevas (fisiogenia). Las expresiones de estructura y adquisición de propiedades eran usadas para establecer la continuidad entre la materia inerte y los seres vivos. Los términos órganos y funciones eran sus equivalentes en el ámbito de los seres vivos. Por último, la noción de equilibrio energético era usada por Ingenieros para establecer la continuidad entre los diversos estados de la materia inerte y las formas de seres

26 En 1912, Carlos Rodríguez Etchart publicó un trabajo sobre la "psicología energética" en seis capítulos, que correspondían a las clases dadas en su curso de psicología. Parte de este trabajo había sido publicado ese mismo año en la Revista de la Universidad de Buenos Aires y al año siguiente en los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines.

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vivos, realizando una doble operación: desde la energética físico-química hacia la biología y la psicología, en las cuales el concepto de adaptación era entendido como formas de equilibrio energético; y desde la biología evolucionista hacia la físico-química, en la cual los diversos estados de la materia eran entendidos como “especies” de la materia, que se transformaban unas en otras, y la “variabilidad” de los estados de materia se veían como la variación de los seres vivos y las especies.

La energética moderna a la que aludía Ingenieros, llegó a ser una visión extendida a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La expansión de la concepción energética se había iniciado varias décadas atrás, en relación al surgimiento de la termodinámica y a las elaboraciones del concepto de energía27. La noción de energía, entendida en términos de su capacidad para producir transformaciones, se convirtió en la clave para interpretar la transformación constante de todo el universo. Las nociones fundamentales de esta energética universal eran las de transformación y conservación. En este proceso de expansión de la concepción energética, un vocabulario de connotación energetista llegó a formar parte de los términos aceptables en la visión científica de la psicología: permutas energéticas, adaptación como equilibrio energético, las condiciones físicas del equilibrio, carga y descarga, etc. Dentro de esta visión fisicalista de la biología y de la psicología, se eliminaban los movimientos independientes de los organismos, ya que todo movimiento se proponía como una reacción a un excitante, que restauraba la pérdida de equilibrio a través de la función biológica de la asimilación. El determinismo energético de todos los movimientos de los seres vivos fundaría también el de las conductas humanas y sociales.

La transformación continua de las funciones psíquicas entendida en términos energéticos, se producía en respuesta a las condiciones del ambiente que actuaban sobre los organismos. Por un lado, el carácter continuo de la transformación obedecía a la acción constante de ese medio que rompía las condiciones de equilibrio de los organismos y la necesidad de actuar para restablecer el equilibrio. Por el otro, la idea de permanencia se traducía en la de continuidad, dada por las transformaciones atómico-moleculares, que producían cambios en las estructuras y en las funciones correspondientes, que daban lugar a variaciones individuales. Una concepción de la experiencia entendida también en términos energéticos, sería el eje de una concepción evolucionista que acentuaba la semejanza y la continuidad a través de la postulación de cambios cuantitativos graduales, y que tenía en el concepto energético de la memoria su contraparte lógica, en la vinculación de los fenómenos psíquicos con los fenómenos biológicos y los fenómenos físico-químicos en general.

La memoria orgánica.

En la tradición filosófica y en la historia de la psicología ha habido numerosos debates acerca del carácter representativo de la memoria, por ejemplo, qué representa la memoria del pasado, y cómo se actualiza ese pasado en el presente. Uno de los resultados de la difusión y del impacto de la teoría de la evolución en las diferentes áreas de la cultura durante la segunda mitad del siglo XIX, fue la posibilidad de plantear una historia filogenética, biológica, como un tercer tipo de historia junto a la historia del individuo y la historia de las colectividades. Esta historia biológica era posible porque se postulaba una memoria biológica, orgánica.

Tradicionalmente, la memoria era definida como una actividad de la vida interna, ligada estrechamente a la experiencia consciente, objeto de estudio de la psicología. En el último cuarto del siglo XIX, diferentes caminos convirtieron a la memoria en un objeto biológico. Por un lado, Gauchet ha señalado la importancia de la comunicación sobre la memoria como función general de la materia organizada, que presentó el fisiólogo alemán Ewald Hering en 1870, en la Academia Imperial de Ciencias de Viena. Este trabajo planteó por primera vez un tema que llegaría a ser fundamental en la historia de la psicología a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La memoria no quedaba ya limitada a la facultad consciente de 27 Véase Cristina Furió-Gómez, Jodi Solbes y Carles Furió-Mas (2007), “La historia del primer principio de la termodinámica y sus implicaciones didácticas”, Revista Eureka. Enseñ. Divul. Cien., IV, Nº 3, pp. 461-475.

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reproducción intencional de ideas; ampliaba su alcance al definirse también como una facultad de estados inconscientes.28 La memoria orgánica abarcaba el recuerdo involuntario, las acciones automáticas (hábitos) y procesos de desarrollo de carácter heredado. Este último aspecto estableció una analogía entre memoria y herencia que fue aceptada por los darwinistas en general, y por los lamarckianos en especial. La comprensión de la ontogenia como un despligue secuencial de los caracteres de acuerdo con su adquisición filogenética, concordaba con la idea de la herencia de los caracteres adquiridos y la visión de la ontogenia como la memoria del organismo de su historia pasada.

La aceptación de la idea de una evolución filogenética condujo a pensar que, junto a una historia individual y una historia de las colectividades, había también una historia biológica, cuya trascendencia comenzaba a vislumbrarse en relación con tópicos raciales y nacionalistas presentes en la época. Memoria de la materia organizada e historia filogenética se convirtieron en categorías explicativas de una gran cantidad de temas fundamentales en esa época, entre ellos la herencia de caracteres adquiridos, el instinto y el hábito, y de allí su influencia en el temperamento y en la personalidad.

Por último, otro aporte fundamental lo constituyeron las investigaciones de las patologías de la memoria asociadas a lesiones cerebrales, en una época en que el estudio de las enfermedades se consideraba un laboratorio natural para investigar los déficit de los mecanismos normales. Los pacientes psiquiátricos comenzaron a ser estudiados para buscar los déficit de la memoria.

Todos estos desarrollos contribuyeron a la definición de la memoria como objeto biológico y no ya exclusivamente como objeto psicológico. Sin embargo, esta perspectiva biológica terminó convirtiéndose en el marco teórico dominante en las investigaciones neurofisiológicas y psicológicas de la memoria, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

José Ingenieros abordó el tema de la memoria filogenética articulando esta noción con las de experiencia filogenética, ontogenética y sociogenética, y la noción de imaginación, con implicancias significativas a nivel teórico y a nivel de las reflexiones sobre cuestiones sociales, cuestión esta última que no será profundizada aquí.

Apelando a los términos de su esquema energetista, Ingenieros definió la memoria como “la propiedad de conservar una modificación estructural como consecuencia de todo desequilibrio energético precedente” y la experiencia como el “conjunto de modificaciones del equilibrio energético, determinadas por las excitaciones y reacciones precedentes”29. Para que un fenómeno psíquico pudiera ser consciente, y tener carácter representativo, debía estar relacionado, según Ingenieros, con la experiencia anterior, y la memoria era la condición de posibilidad de ese enlace. Esta memoria que era capital en la experiencia individual, se vinculaba también a la historia social y a la historia filogenética:

Toda variación útil adquirida en la experiencia individual puede ser imitada por el grupo o transmitida hereditariamente, incorporándose a la experiencia de la sociedad o de la especie.30

Desde esta base, Ingenieros distinguía además de la experiencia ontogenética (las modificaciones estructurales consideradas en el curso de la evolución individual), una experiencia filogenética (esas modificaciones consideradas en el curso de la evolución de la especie) y una experiencia sociogenética (las modificaciones consideradas en el curso de la evolución de los grupos sociales). Según Ingenieros, todas las variaciones de función (entre ellas las funciones psicológicas) se heredaban como variaciones de estructura, según la

28 Marcel Gauchet (1994), El inconsciente cerebral, Buenos Aires: Nueva Visión. El mismo autor señala que en 1880, Samuel Butler publicó en Inglaterra Unconscious Memory, una “explotación filosófico-literaria bien conocida” de las ideas de Hering, e incluyó una traducción al inglés de la comunicación de Hering. 29 José Ingenieros, Principios de psicología, Buenos Aires, Losada, 1946 [reproduce la sexta edición definitiva de 1919], p. 117 y 115, respectivamente. 30 José Ingenieros, Principios de psicología, op. cit., p. 115.

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correlación entre variaciones estructurales y variaciones funcionales. La noción de memoria como propiedad de la materia viva fundaba la posibilidad de una experiencia filogenética, que articulaba la herencia y el aprendizaje adaptativo.

Las variaciones adquiridas en la evolución de un individuo son hábitos constituidos en el curso de la experiencia, mediante la memoria. Los hábitos son determinados por las condiciones del medio y son procesos de adaptación en el sentido de menor resistencia.31

La herencia de las variaciones adquiridas era entendida como la transmisión hereditaria

de las modificaciones estructurales y funcionales determinadas por un hábito. Una vez heredado, el hábito se transmitía “como disposición favorable para su desarrollo en los descendientes”, es decir, se transmitía como instinto, como tendencia psíquica. Recordemos que ya dijimos que el instinto era para Ingenieros el “conjunto de tendencias o disposiciones creadas por el hábito, en una especie determinada”.32 La continuidad funcional nerviosa.

El historiador Marcel Gauchet ha mostrado cómo el reconocimiento de que la actividad primordial de todo el sistema nervioso (y no sólo de la médula espinal) era refleja ("continuidad funcional nerviosa"), y que, por lo tanto, la actividad primordial del cerebro era automática, inconsciente, minó las bases de la idea clásica del hombre como dueño y señor de sí mismo, basado en su capacidad de actos y pensamientos conscientes y voluntarios.33 Sin embargo, la articulación del doble registro de la experiencia (la actividad involuntaria, automática, y la experiencia consciente), permaneció como un problema de difícil resolución, ya que para la explicación de la actividad consciente no bastaba invocar la continuidad funcional del sistema nervioso34. El problema de la conciencia recibió diversos tratamientos. O bien, se negó la existencia de la conciencia, al ser ésta vista sólo como un epifenómeno, o como efectos de conciencia. En este caso, la conciencia carecía de eficacia causal. O bien, se le reconoció un poder causal sobre la conducta, pero un poder limitado por la presencia constante de la actividad inconsciente.

La extensión del modelo evolucionista al terreno de la psicopatología y de la neurofisiología, condujo a la concepción de que los seres se desarrollaban evolutivamente a través de una complejización y diferenciación crecientes, que suponía niveles de organización. Lo superior surgía de lo inferior e intentaba dominarlo. La actividad refleja, inconsciente, era lo primero, y a partir de ella surgía la actividad consciente, pero conviviendo conflictiva y permanentemente con la inconsciente. La homogeneización de ambas actividades (consciente e inconsciente) y la interacción dinámica entre ellas, constituyeron un esquema que tuvo como pilares la continuidad nerviosa y el evolucionismo, y que recibió en las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX, diversas interpretaciones.35

Entre los autores argentinos de comienzos de el siglo XX, José Ingenieros fue el que más extensamente se ocupó de este “enigma de los enigmas” y retomó críticamente lo que sus contemporáneos extranjeros habían desarrollado. Ante todo propuso una nueva forma de plantear el problema, redefiniendo los términos y el objeto mismo de indagación. Luego, esbozó una respuesta, de carácter filosófico, que permitía articular en su opinión tanto los resultados empíricos de la investigación psicológica y científica en general, como las hipótesis de carácter filosófico. El problema de la conciencia, según Ingenieros.

31 José Ingenieros, Principios de psicología, op. cit., p. 136, 32 José Ingenieros, Principios de psicología, op. cit., p. 137. 33 Marcel Gauchet (1994), El inconsciente cerebral, Buenos Aires: Nueva Visión. 34 Véase Henri Ellenberger (1976), El descubrimiento del inconsciente (1970), Madrid, Ed. Gredos. 35 Véase Marcel Gauchet, op. cit.

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El “problema de la conciencia” era el de cómo explicar la experiencia consciente, cómo se produce la revelación subjetiva de los fenómenos psíquicos, su conocimiento consciente por parte del sujeto, dentro de un esquema fisicalista y evolucionista. Si la conciencia, o el sentido interno, había sido tradicionalmente el objeto privilegiado de la psicología, la elaboración de un esquema fisicalista para la psicología exigía nuevas articulaciones conceptuales para integrar esta experiencia. Así lo intentaron las diversas corrientes de la psicología que incorporaron métodos objetivos en la investigación psicológica. Este problema no parecía resolverse simplemente explicando los procesos neurofisiológicos que constituían su base material. A pesar de la incorporación de los métodos objetivos en el estudio de las funciones psíquicas, el estudio de la experiencia consciente seguía pareciendo para muchos imposible sin la introspección. El supuesto metodológico del paralelismo psicofísico, permitía el trabajo con los métodos experimentales objetivos, buscando las correlaciones entre las magnitudes físicas y los cambios en la experiencia consciente. Este principio se postulaba como un principio metodológico, que permitía llevar a cabo las investigaciones empíricas, sin tomar posición acerca del estatus ontológico de los fenómenos psicológicos conscientes. Sin embargo, los autores eran conscientes de que se trataba de una forma de dualismo funcional o metodológico, aún cuando sus sostenedores aspiraban a un monismo ontológico en el plano metafísico.

Si bien Ingenieros ubicó decididamente las funciones psíquicas conscientes entre los fenómenos naturales, y por lo tanto, sometidas al dominio de las leyes naturales, el problema de la experiencia consciente quedó instalado de modo inestable en la frontera entre la ciencia y la filosofía. Ingenieros planteó una teoría naturalista de la conciencia que buscaba ser compatible con los resultados de la ciencia contemporánea.

En primer lugar entonces, Ingenieros negaba diversas hipótesis dualistas acerca del problema de la conciencia, es decir, hipótesis a partir de las cuales se pensaba a la conciencia como una entidad sobrepuesta a la base biológica del organismo. No obstante, Ingenieros no negaba la existencia de fenómenos conscientes.

Criticaba así a los dualistas y a los psicofisiólogos que sostenían el paralelismo psicofísico. Al igual que su contemporáneo William James36, Ingenieros afirmaba que no existía ninguna realidad a la que pudiera llamarse conciencia. El término 'conciencia' expresaba la abstracción de una propiedad común de ciertos estados o fenómenos psíquicos que eran conocidos por el sujeto en el cual se producían. Entonces, en vez de hablar de conciencia, que podía llevar a una ilusión verbal por la cual se objetivaba la idea que expresaba, Ingenieros proponía usar las expresiones de cualidad consciente de los fenómenos psíquicos, funciones psíquicas conscientes, de experiencia consciente o de personalidad consciente37. Ingenieros señalaba que al considerar a la conciencia como algo realmente existente, filósofos y psicólogos habían sido víctimas de una ilusión puramente verbal, “cimentada en el equívoco lenguaje del animismo racionalista y en la larga tradición escolástica”. “Estamos en presencia de un símbolo de nuestro lenguaje, de una fórmula general aplicada a varios fenómenos concretos: la conciencia es una abstracción objetivada”.38 Ingenieros utilizó la comparación con el término 'color': éste también expresaba la abstracción de una propiedad común a los objetos coloreados, pero no por eso la propiedad existía por sí misma, como realidad autónoma.39

36 James, W. (1904), "Does "Consciousness" Exist?" en McDermott J.J. (comp.), The Writtings of William James, Chicago, University of Chicago Press, 1977. James, William, The Principles of Psychology (1890), Cambridge (MA), Harvard University Press, 1983. 37 Véase José Ingenieros, Principios de psicología, op. cit., cap. VI: “La formación natural de la personalidad consciente”, pp. 247-289. 38 José Ingenieros, Principios de psicología, op. cit., p 255. 39 “Con toda razón se ha dicho que, así como “el color” no es nada fuera de los objetos coloreados, “la conciencia” no es nada fuera de los fenómenos conscientes…” ibidem.

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El problema, entonces, era determinar cómo algunos fenómenos psíquicos adquirían la cualidad consciente en el marco del esquema explicativo monista, energentista y evolucionista sostenido por Ingenieros.

En este abordaje, el autor retomaba las nociones básicas que revisamos anteriormente, sobre intercambios energéticos, experiencia y memoria. Según Ingenieros todo organismo vivía en constantes permutas energéticas con el medio. Este medio se encontraba en constante modificación. Las excitaciones recibidas por el organismo en este intercambio podían determinar modificaciones en la estructura de la materia viva. La repetición de una excitación similar conducía a la creación de vías orgánicas de mayor y menor resistencia para la realización, por ejemplo, de los movimientos requeridos para la adaptación a esas variaciones energéticas del medio. Ingenieros llamaba memoria a esta propiedad de la materia viva para conservar las modificaciones estructurales resultantes de su contacto con el medio. Esta constante permuta energética determinaba la construcción progresiva de sistemas de reacciones adaptativas, con los cuales entraban en relación todas las experiencias ulteriores del organismo. Este conjunto de modificaciones del equilibrio energético del organismo, determinado por la serie de excitaciones y reacciones precedentes, constituía para Ingenieros la experiencia de un ser vivo. Como ya se señaló, esta experiencia podía ser filogenética (si se refería a las modificaciones adquiridas en el curso de la filogénesis), ontogenética (modificaciones adquiridas en el curso de la vida misma del individuo) o sociogenética (sociogénesis de los agregados sociales). Recordemos en este punto que para Ingenieros las variaciones útiles adquiridas en la experiencia individual podían ser imitadas por el grupo (experiencia social), o transmitidas hereditariamente, incorporándose a la experiencia de la especie. Las funciones psíquicas, en última instancia, estaban constituidas por el aporte de todas estas experiencias.

Ahora bien, Ingenieros sostenía que la posibilidad y el grado de conciencia de los fenómenos psíquicos dependían de que las excitaciones recibidas por el organismo estuvieran relacionadas, en términos de semejanza o desemejanza, con la experiencia previa del organismo (entendida en términos de tendencia heredada o de hábito adquirido). Se revela en este punto la importancia otorgada a la experiencia de la especie en relación a la del individuo, mucho más acotada temporalmente. Por otra parte, la posibilidad de acumular experiencia es postulada como una propiedad elemental de la materia viva en general, pudiendo darse estas modificaciones, por ejemplo, tanto en organismos unicelulares como en el humano. Desde esta perspectiva, se desprende que organismos sumamente primarios contarían, según Ingenieros, con la posibilidad de adquirir funciones psíquicas de carácter consciente. Por último, si el carácter consciente era adquirido sólo en la medida en que una nueva excitación entraba en relación con la experiencia previa del individuo, entonces no toda función psíquica adquiría carácter consciente.

Básicamente, se trataba entonces de un solo fenómeno fundamental, la excitación, cuya relación con la experiencia previa podía variar. Ingenieros llamaba sensación a la excitación sentida o conocida por el organismo, es decir, relacionada con excitaciones previas.

Bajo el postulado evolucionista, Ingenieros sostenía asimismo que el carácter consciente de una función psíquica determinada poseía una función adaptativa y de protección del organismo (biofilaxia). Este era otro de los criterios empleados por Ingenieros para explicar la diferenciación de las funciones psíquicas concientes de las inconcientes. En este punto, la actividad consciente podría constituir una variación útil para la adaptación a nuevas situaciones, es decir, para la supervivencia del individuo en la lucha por la existencia. Por otra parte, la función psíquica podría devenir inconsciente en caso de que implicara reacciones a situaciones repetidas, caso en el que no resultaba necesaria una nueva adaptación del organismo. Así, el término inconsciente aludía a la cualidad de procesos diversos, aunque relacionados entre sí por su carácter automático.

La personalidad consciente de un individuo dependía, por último, del grado y sistematización de la experiencia filogenética y de las variaciones adquiridas en el curso de la

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ontogénesis individual. En este punto, dado que se trataba de una formación progresiva de la experiencia individual, la personalidad consciente no tenía un origen, sino un desarrollo, correspondiente a las sucesivas puestas en relación entre las excitaciones provenientes del medio y la experiencia previa del individuo. En este sentido, Ingenieros afirmaba que “la distinción entre el yo y el no yo es el resultado natural de la experiencia”. Por último, la desigual experiencia individual, por las diferencias de la herencia (temperamento) y la educación, determinaba las variedades de la personalidad.

La personalidad consciente, determinada entonces por las relaciones entre un medio y una experiencia individual permanentemente variables, se presentaba para Ingenieros como una personalidad en modificación continua. En este sentido, Ingenieros trabaja en el último apartado del texto la problemática de la unidad y continuidad de la personalidad consciente, que recupera los sentidos de los términos transformación y conservación presentes en el marco energetista. La unidad de la personalidad consciente, era referida a la unidad fisiológica del organismo, sobre la cual la personalidad consciente se formaba de manera progresiva; y fundaba la continuidad de la experiencia.

Ingenieros abordó el problema de la conciencia apelando al energetismo, al modelo del reflejo y al evolucionismo, y se distanció de persistentes y problemáticas posiciones dualistas. Sin embargo, el esquema explicativo propuesto no podía sobrepasar los límites que el mismo marco teórico le imponía. Partía de una pregunta acerca de la cualidad consciente de algunos fenómenos psíquicos y apelaba para su explicación a conceptos de memoria y experiencia entendidos en términos cuantitativos y energéticos. La aproximación gradualista presentaba problemas en la explicación de todo aquello que no se presentaba en términos de diferencias cuantitativas, sino en términos de cualidades diversas. La Sociedad de Psicología de Buenos Aires.

Ana María Talak

En el mes de noviembre de 1908 se fundó la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, fundamentalmente por iniciativa de Francisco de Veyga, titular de la cátedra de Medicina Legal en la Facultad de Ciencias Médicas, y de Horacio G. Piñero, como ya vimos, titular del primer curso de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras. Por esa fecha se elaboraron los estatutos de la Sociedad, pero sus sesiones científicas mensuales se iniciaron en abril de 1909. Los trabajos producidos entre 1909 y 1913 (último año de funcionamiento de la Sociedad) fueron publicados en tres volúmenes como Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, en 1910, 1911 y 1914.

Los miembros de esta sociedad, cuyo principal objetivo era “el cultivo de esta ciencia y la difusión práctica de sus principios”40, tenían en común más allá de sus diferentes formaciones académicas (médicos, abogados, educadores, criminólogos, etc.), la dedicación a la enseñanza superior de la psicología o de disciplinas estrechamente relacionadas con ella. En ese sentido, la Sociedad permitió reunir en un campo común de investigaciones a los estudiosos en Biología, Psicología Normal y Patológica, Psicopatología Legal, Pedagogía, Estudios Sociales y Culturales, “evitando de esta manera que los numerosos aportes científicos se malograran en revistas de limitada circulación, de vida efímera y de diversa índole”.41 La Sociedad se organizó en cuatro secciones: Psicología Normal, Anormal, Pedagógica y Social.

40 Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 1, pág. 351. 41 Américo Foradori (1935), "La Psicología en la República Argentina", Anales del Instituto de Psicología. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, I, p.229.

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Entre los artículos publicados en los Anales, se encuentra una serie de textos42 que tematizaron la situación de la psicología en tanto saber académico teórico. Todos estos textos además de analizar la situación vigente de la psicología, discutían lo que ella debía ser, hacia dónde debía tender su desarrollo. De ahí el carácter programático de estos textos.

Entre ellos, los trabajos de José Ingenieros (La psicología biológica) y de Francisco De Veyga (La enseñanza de la psicología) tuvieron una importancia especial. Por un lado, ambos tenían un carácter inaugural. El de Ingenieros introdujo el primer volumen de los Anales y formulaba los fundamentos del marco teórico de la psicología. El de Francisco de Veyga, por su parte, inauguró las sesiones científicas de la Sociedad, en abril de 1909. Por el otro, ambos abordaban cuestiones clave en relación a la creación y desenvolvimiento futuro de la Sociedad recién fundada. Al formular los fundamentos teóricos de la psicología que orientaría la producción de los trabajos de la Sociedad, Ingenieros logró una articulación teórica que permitiría un trabajo diversificado pero identificado como en un mismo campo de producción por sus protagonistas; y de Veyga, al abordar los problemas de la enseñanza de la psicología y establecer la relación entre estos y el estado de la disciplina, definía en forma precisa el papel que cumplían –y podrían cumplir- los miembros de la Sociedad, dedicados a la tarea docente, en el campo disciplinar y en el de la enseñanza.

Ya vimos la caracterización de la psicología que realizó Ingenieros en el artículo "La Psicología Biológica" que abrió el primer volumen de los Anales. Los cuatro postulados ya mencionados caracterizaban el marco común tanto de los desarrollos filosóficos como científicos del proyecto de psicología que proponía Ingenieros. Los problemas básicos con los cuales la psicología se conectaba con la filosofía científica era: la materia viva, la personalidad consciente y el pensar. Las respuestas a estos tres problemas se basarían en una hipótesis de carácter filosófico: la formación natural de todos esos procesos.

Desde otra perspectiva, el trabajo de Francisco de Veyga, abordaba el tema del estado de la disciplina como causa de los problemas de la enseñanza de la psicología. Señalaba, además, que el principal interés de los miembros de la Sociedad, e incluso la razón de la constitución de la misma, debía ser la enseñanza de la psicología.

Si bien, según Francisco de Veyga, no se podía poner en duda que la psicología era una ciencia, varios aspectos del estado de la misma iban en contra de esta idea. Estos aspectos eran: la falta de un orden interno y de un método en el trabajo científico; la ausencia de obras que abarcaran el conjunto de la disciplina con un “espíritu científico” (es decir, sin dedicarse sólo a una escuela o a ciertos temas); y las relaciones estrechas y parciales que se establecían entre la psicología y las demás disciplinas científicas y filosóficas (por ejemplo, se rechazaba la filosofía; se subordinaba la psicología a la biología sólo en palabras, pero no en los desarrollos concretos; el distanciamiento cada vez mayor con respecto a la matemática). Este estado de cosas era la única causa de la “anarquía de opiniones sobre la enseñanza de la psicología”.43

No obstante, proponía que para modificar esa situación no había que buscar actuar sobre la causa, sino sobre la cátedra. La misma estaba al alcance de la esfera de acción propia y, además, la cátedra terminaría modificando con el tiempo el ambiente científico. De ahí que la solución

42 José Ingenieros (1910), "La psicología biológica", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 1, pp. 9-34. De Veyga, F. (1910), "La enseñanza de la psicología", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 1, pp. 37-52. Rodolfo Rivarola (1911), "Unidad y organización de la ciencia", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 2, pp. 166-177. Horacio G. Piñero (1911), "La psicología en la cultura argentina", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 2, pp. 178. Cristofredo Jakob (1914), "La psicología orgánica y su relación con la biología cortical", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 3, p. 47. 43 Francisco De Veyga (1910), ob. cit., p. 46.

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propuesta se formulara en el ámbito de la tarea docente: en él había sido planteado el problema original; era en ese ámbito donde era posible actuar y lograr cambios concretos; y era la enseñanza de la disciplina la que terminaría influyendo en el estado de la disciplina. Proponía que la enseñanza de la psicología incluyera: el conocimiento previo de las ciencias naturales (base del estudio de la psicología); el conocimiento de la historia de la psicología (para mostrar el progreso de la ciencia y, a partir de la comparación, fijar los límites de una cuestión en el momento vigente); la práctica de las reglas del método experimental; la amplitud de miras en la investigación; y la aplicación de los conocimientos psicológicos “al terreno de las demás ciencias”.44 Por último, señalaba la necesidad de retomar el estudio de la filosofía, supeditándola a la psicología, y como punto terminal y ámbito “práctico” de aplicación de la psicología.

El análisis de estos dos textos muestra que desde perspectivas diferentes se buscaba la formulación de un proyecto de saber psicológico autónomo, en cuanto a la autorrepresentación de los miembros de la Sociedad, y que permitiera identificar en un campo teórico común las diversas producciones teóricas y prácticas.

Nuevos debates acerca de la naturaleza de la psicología.

En 1917, el debate sobre la articulación entre los dos cursos volvió a mostrar la permanencia del problema de la definición de la psicología. Frente a una propuesta de Rivarola de eliminar el segundo curso de psicología, se debatió acerca del estado de la disciplina y del valor de los métodos que contribuían a su desarrollo. Alejandro Korn veía el naturalismo como un modelo ya perimido "...Es también lícito disentir de este dogmatismo naturalista un tanto anticuado y afirmar que después de cuarenta años de laboratorio, la psicología todavía no es una ciencia natural de carácter objetivo y que mantiene el noble fuero de ser la primera de las ciencias del espíritu".45 Rodolfo Rivarola, en ese momento decano de la FFYL, sostuvo que era un error considerar que la psicología tenía una naturaleza doble, científico-experimental y filosófica, ya que su objeto de estudio presentaba una unidad fenoménica. Horacio Piñero, profesor titular de psicología durante casi dos décadas, volvió a reafirmar la concepción dualista que se señaló anteriormente (una base fisiológica y experimental y un desarrollo filosófico y en conexión con los otros desarrollos científicos), apelando a criterios de diferente tipo: uno de carácter político-institucional, la pertenencia a una facultad de filosofía, y otro de carácter epistémico, el nuevo interés por la filosofía "de moda" -nombró a los franceses Bergson y Boutroux- y su articulación con la ciencia.

El debate continuó en 1918, y se dejó en claro que el problema de la definición de la psicología no tenía por el momento resolución y se optó por una salida política: la seguridad del naturalismo había quedado atrás; la filosofía mostraba que podía y debía complementar los resultados de la ciencia, para darles una valoración más ajustada; por lo tanto, los dos cursos se mantenían con sus respectivas orientaciones (uno de carácter experimental y el otro de carácter teórico y filosófico), para que posibilitaran la recepción de los aportes de las diversas corrientes contemporáneas, siempre con la esperanza de que la unidad se alcanzaría en algún momento.46

El problema de la enseñanza respondía a un problema más profundo: el de la naturaleza de la psicología. El problema radicaba en las formas inconciliables de concebir la psicología como ciencia natural o como ciencia del espíritu. Quedó claro para todos los participantes que la

44 Francisco De Veyga (1910), ob. cit., p. 48. 45 Filosofía y Letras (1917), "Sesión del 5 de noviembre de 1917", Revista de la Universidad de Buenos Aires, XXXIX, p. 360. 46 Filosofía y Letras (1918), "Sesión del 5 de abril de 1918", Revista de la Universidad de Buenos Aires, XXXIX, pp. 375-380.

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decisión adoptada no resolvía el problema, sino que se trataba de una decisión institucional, que, con "criterio amplio y desinteresado", posibilitara el desarrollo de todo lo que contribuyera a la disciplina, a la espera de un momento en que las condiciones de su definición fueran más favorables

En suma, vimos que en el desarrollo académico de la psicología en la Universidad de Buenos Aires primó la voluntad de fundar institucionalmente un desarrollo "positivo" de la psicología. En esa dirección se lograron resultados concretos. De ahí la creación del laboratorio y la orientación de las cátedras. En general, se llamaba "experimental" a todo aquello que posibilitara el estudio controlado de la experiencia. La inserción institucional dentro de la Facultad de Filosofía, y los debates en torno a la definición académica de la psicología incidieron en las diferentes valoraciones e interpretaciones de lo que eran "investigaciones experimentales", y su relación con la clínica y la observación. En estas divergencias, no pueden desconocerse el papel que cumplieron los protagonistas individuales mencionados.

Discursivamente, se intentó definir la psicología como una ciencia primera en un doble sentido: primera en cuanto al orden del saber, ya que todas las ciencias se basan en el conocimiento que puede desarrollar el ser humano y la psicología estudia cómo conoce el hombre, cómo produce ciencia a partir de su experiencia psicológica; y primera porque su saber sobre las relaciones humanas y el desarrollo psíquico individual y social, permitiría intervenir en las relaciones humanas en las que se ejercen influencias para dirigir y modelar conductas, sea en forma explícita o inconsciente. De ahí la articulación entre psicología y pedagogía; entre psicología experimental y pedagogía científica; entre conocimiento e intervención. 2. LOS USOS DE LA PSICOLOGÍA Introducción: ¿Se puede hablar de los inicios de una profesionalización?

Se ha dicho ya que durante estas primeras décadas del siglo XX se desarrolló una psicología sin psicólogos, y que no estuvo presente el proyecto de constituir un rol profesional autónomo de psicólogo. Sin embargo encontramos diferentes prácticas profesionales en las que fue surgiendo una necesidad de tener conocimientos psicológicos, para poder abordar ciertos tipos de problemas. A la vez, a estos profesionales que podían usar los conocimientos psicológicos, o que dentro de su profesión tenían una mirada "psicológica", se los llamaba a veces psicólogos. Podría plantearse entonces la pregunta de si no podrían considerarse estas prácticas en donde se usaban los conocimientos psicológicos de un modo central (no simplemente secundario) como un temprano desarrollo profesional de la psicología.

Según Geuter47, la profesionalización de disciplinas académicas constituye el proceso de institucionalización de áreas específicas de aplicación del conocimiento en una disciplina determinada. Una profesión constituye un campo de actividad que no sólo requiere la aplicación de conocimiento científico sistemático sino también de una institución educacional de carácter superior con el propósito específico de adquirir ese conocimiento científico. Y fundamentalmente que esa adquisición sea documentada mediante determinados procedimientos de certificación, los cuales califican al individuo para llevar a cabo ciertas actividades profesionales y constituyen un requisito en el mercado de trabajo para acceder a cierta labor específica.

Si tomamos como ejemplo la actividad de la Sociedad de Psicología, vimos que la pertenencia a la Sociedad estaba condicionada por la dedicación a la enseñanza de la psicología o

47 U. Geuter (1992), The Professionalization of psychology in Nazi Germany, (edición original en alemán en 1984), tr. R. Homes, Cambridge University Press.

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a la producción de trabajos que contribuyeran a la misma, y no por haber obtenido una certificación de un estudio específico en psicología que los habilite para una actividad ocupacional.

La Sociedad de Psicología se creó en un período en el cual se estaban llevando a cabo los primeros desarrollos de enseñanza universitaria de la psicología, y durante el cual se buscaba definir más concretamente su perfil teórico y las posibilidades de aplicación de los conocimientos psicológicos en diferentes ámbitos profesionales y teóricos. La regulación de las primeras actividades especializadas en las que la aplicación de la psicología aparecía como eje central o, por lo menos, como un instrumento indispensable, provino de los mismos colegas que tenían en común su actividad docente en torno a la psicología, y no de una organización educacional específica que habilitara como tal para una actividad diferenciada de otras. El criterio de reconocimiento era la trayectoria intelectual y docente.

Si bien la creación de la Sociedad de Psicología supuso un proceso de diferenciación (de delimitación de saberes específicamente psicológicos) y de distancia social (ya que no cualquiera podía participar en esta Sociedad y era necesario ser admitido por los pares según la contribución realizada a la disciplina psicológica o a la enseñanza de la misma), ambos procesos no estaban institucionalizados a través de un control y una habilitación estatales, sino a través de criterios provenientes de un cuerpo colegiado que tenía en cuenta más la contribución específica al campo que la habilitación de un título universitario específico.

Si se tiene en cuenta que los miembros de la Sociedad poseían estudios académicos de carácter superior obtenidos en instituciones de organización estatal, y que los roles profesionales en los cuales se aplicaba la psicología, en su mayoría, se encontraban en el sector público, puede verse el papel del estado en ese proceso de articulación entre saber académico y prácticas psicológicas, mediatizado en este caso por los criterios de los miembros de la Sociedad. Estos definieron por primera vez un marco teórico compartido que permitió determinar con claridad los límites de los saberes y prácticas psicológicas legítimas, esto es, científicas, y promover aplicaciones de la psicología en diferentes campos ocupacionales con tradiciones más establecidas.

El intento de conformar un ámbito de producción común en torno a la psicología, se realizó desde diferentes ocupaciones. Si bien hubo conciencia de un marco común de producción teórica y práctica, no hubo un proyecto de desarrollar una psicología profesional con una identidad propia en tanto actividad ocupacional. Los usos de los conocimientos psicológicos siempre aparecían supeditados, en lo que se refiere a actividad ocupacional, a otras profesiones ya constituidas y reconocidas como tales. Encontramos fundamentalmente: 1) el ámbito médico-psiquiátrico y la clínica, 2) el ámbito médico-legal y la criminología, y 3) la educación. Además, se puede distinguir un cuarto grupo de problemas y de planteos en torno a la interpretación de la sociedad y los problemas de la evolución. La psicología, como instrumento intelectual de comprensión, constituía un medio indispensable para lograr una comprensión de la propia realidad y la transformación de la misma. Por lo tanto, aún este cuarto grupo posee una dimensión práctica explícita, ya que al conocimiento, a la comprensión de los problemas de la realidad social era inherente la intención de su utilización en una intervención promotora del cambio.

En consecuencia, al indagar la articulación entre el saber académico y diversas prácticas psicológicas, vemos que al mismo tiempo que se buscaba una articulación entre un saber reconocido como científico y una actividad fundada en él, estuvieron ausentes otros aspectos imprescindibles para la configuración de una profesión en sentido estricto, como la conformación de un campo ocupacional específico, diferenciado de otros, y el control del entrenamiento y la habilitación por parte de quienes ejercían el papel de regular las relaciones entre las demandas sociales de expertos y los productores de ese saber especializado.

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Los procesos de articulación entre saberes y prácticas psicológicas desarrollados en Alemania y en Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, ilustran los rasgos específicos de estos procesos en diferentes contextos nacionales.

En Alemania, la institucionalización de las prácticas psicológicas basadas en los saberes académicos se realizó tardíamente, durante el período nazi. Tal como lo muestran Geuter y Danziger,48 antes de este período, la articulación entre los saberes académicos y diversas aplicaciones del mismo debió afrontar obstáculos principalmente de carácter académico para lograr cierto reconocimiento como campo autónomo de saber y ocupacional. En sus comienzos, la psicología académica tuvo que desarrollarse primero dentro de las cátedras de filosofía. Cualquier incremento de cargos para la enseñanza de la psicología, fue duramente resistido por los profesores de filosofía. La polémica adquirió progresivamente un carácter definidamente político.49 Al mismo tiempo, las posibles aplicaciones de este saber psicológico eran definidas en primer lugar como la contribución, a través de sus nuevos métodos empíricos, a la resolución de problemas filosóficos, especialmente los de carácter epistemológico. En el siglo XX, la utilización de conocimientos psicológicos aplicados en la industria y en la guerra permitió la adquisición de cierta reputación de la psicología entre un público más amplio que el estrictamente académico. Luego, el interés por la psicología aplicada, principalmente desde el Ministerio Prusiano de Ciencia, Arte y Educación, y desde el Ministerio de Trabajo e Industria, alrededor de los años '20, se tradujo en medidas estatales que favorecerían la institucionalización de las prácticas psicológicas, al mismo tiempo que crearían condiciones favorables para abandonar la subordinación casi exclusiva a la filosofía que la psicología había tenido desde el siglo XIX

En cambio en EEUU el proceso de la institucionalización de las prácticas y saberes psicológicos fue radicalmente diferente. En 1892 en la Universidad de Clark, Stanley Hall, el primer doctor en filosofía con orientación en psicología en EEUU, junto con 31 especialistas en psicología que venían trabajando en el país, fundaron la primera asociación de psicólogos del mundo, la American Psychological Association.50 Contribuyeron a este acontecimiento no sólo la ausencia de una subordinación de los estudios de psicología respecto a la filosofía en los ámbitos universitarios, que permitiría una rápida implantación del saber psicológico académico autónomo, sino también el contexto institucional y político norteamericano, a finales del siglo XIX, que favorecía una rápida legitimación institucional de los resultados de las investigaciones psicológicas.51 Este temprano proceso de profesionalización de la psicología supuso la existencia de un grupo de especialistas que definieron, sin mayores obstáculos, una “identidad profesional”, la del psicólogo, en la medida que el producto de sus estudios tuvo una rápida aplicación en los ámbitos sociales, económicos, educativos y hasta militares y por ende una legitimación estatal y privada, ya que la joven Nación Norteamericana requería de soluciones a las problemáticas que la consolidación de su modelo capitalista moderno generaba.

48 Véanse U. Geuter (1992), ob. cit. y Kurt Danziger (1990), Constructing the subject. Historical orignis of psychological research. Cambridge University Press. 49 Véase U. Geuter (1992), ob. cit., p. 44. 50 Bajo la influencia de filósofos psicólogos, formados en Europa, como es el caso de William James, se fue configurando un progresivo y rápido desarrollo de los estudios psicológicos. fundamentalmente a través de las investigaciones realizadas en los primeros laboratorios de psicología experimental (1883), de los primeros cursos de psicología en las universidades de Harvard, Pennsylvania, Columbia (Nueva York), Johns Hopkins y Clark y publicaciones como la American Journal of Psychology en 1887. Pero si bien los enfoques de estos estudios de psicología estaban originariamente inspirados en la psicología experimental wundtiana, los objetivos propuestos en la utilización del método experimental, en la elección de los temas de estudio e investigación, y en la aplicación de los resultados, definieron un carácter propio a este primer momento de la psicología experimental en EEUU. 51 Véanse Kurt Danziger (1990), ob. cit. y Allan Buss (1975), Psychology in Social Context, Nueva York Irvington Publishers.

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Los usos de la psicología: presentación general.

Brevemente, realizaremos una presentación general de los diversos usos de la psicología en los ámbitos mencionados. Psicología y clínica.

Hemos visto que las líneas fundamentales de esta nueva concepción de "psicología científica" siguieron las vías abiertas por dos modelos básicos: el de la fisiología y el de la psicopatología, vinculadas con la tradición psiquiátrica (y su objeto privilegiado en la locura), la tradición neuropatológica (y las enfermedades nerviosas) y la tradición "psicosocial". Nos interesa destacar en esta presentación la articulación entre el modelo fisiológico y la tradición psicopatológica francesa en los desarrollos de una psicología de la anormalidad y de una clínica psicoterapéutica, diferenciada del clásico tratamiento psiquiátrico.

Todas las dimensiones de la experiencia eran estudiadas en su funcionamiento normal y patológico, dentro de un enfoque evolutivo, que abarcaba diferentes "ramas" de la psicología: el estudio de las funciones psíquicas en diferentes especies dentro de una psicología comparada, el estudio evolutivo del niño al adulto dentro de una psicología evolutiva y el estudio del desarrollo de las sociedades, desde las más primitivas a las más civilizadas, y desde su desarrollo histórico, entendido como la génesis de la sociedad actual, dentro de una psicología social íntimamente vinculada a las ciencias sociales y a la historia.

La estrecha vinculación entre psicología y fisiología en los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina seguía una tradición que veía el estudio de los fenómenos patológicos como el complemento necesario del estudio de la fisiología normal. Esta tradición francesa se había desarrollado en el ámbito de las prácticas clínicas, ámbito que destacaba ciertos problemas y buscaba realizar una intervención terapéutica para restablecer el funcionamiento normal. Esta tradición se diferenciaba claramente de las prácticas investigativas en psicología llevadas a cabo en Alemania, por ejemplo, en donde se privilegiaba la determinación del funcionamiento normal del hombre adulto y los problemas de investigación estaban más estrechamente ligados a problemas de carácter teórico y filosófico.

Dos temas fueron fundamentales en el proceso de expansión de los problemas y herramientas conceptuales de la fisiología experimental hacia las prácticas investigativas en psicología. Por un lado, las características funcionales del movimiento reflejo, que desembocó en la postulación de la unidad funcional de todo el sistema nervioso y en el reconocimiento de un automatismo que sirvió para explicar tanto actividades "normales" realizadas cotidianamente, como los fenómenos de hipnotismo y sugestión, y a partir de ahí ciertos fenómenos mórbidos estudiados por la clínica52. Por otro lado, la fisiología sensorial, que dentro del campo de investigación propiamente fisiológica condujo a planteos en relación a aspectos "psicológicos" de las variaciones de estimulación sensorial (tales como la intensidad, la ubicación espacial y la duración temporal). La sensación y la percepción se convirtieron en los objetos privilegiados de la investigación psicológica experimental, a los que pronto se incorporaron la memoria y la atención.

Estos temas fueron abordados desde un enfoque proveniente de la tradición de investigación de la psicopatología francesa, que se centró más en investigaciones que permitieran abordar otro tipo de problemas planteados desde la clínica, que incluían la inhibición y el automatismo psicológico, el psiquismo inferior y superior, conciencia e inconciencia desde las hipótesis de la

52 Véase Horacio G. Piñero (1910), "La atención y la cerebración. Motricidad e inhibición. Explicación fisiológica y exploración gráfica". Argentina Médica, 8 (38), pp. 509-525; y José Ingenieros (1904), Histeria y sugestión, en Obras Completas, tomo II, Ed. Mar Océano, Buenos Aires, 1962.

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desagregación poligonal, la herencia fisiológica, psicológica y patológica, así como el hipnotismo y la sugestión53.

Lo normal y lo patológico eran considerados por los autores argentinos de este período como "hechos" objetivos que formaban parte de la "experiencia". Siguiendo tesis del siglo XIX, se consideraba que los fenómenos patológicos eran idénticos a los fenómenos normales respectivos, excepto por determinadas variaciones cuantitativas. De esta manera, no se pensaba en una diferencia cualitativa esencial entre lo normal y lo patológico, sino sólo en una diferencia cuantitativa, de grados, que se manifestaba como un hiper o un hipo funcionamiento de la actividad fisiológica normal.

Siguiendo la idea positivista fundamental de "saber para actuar", se veía toda técnica, toda intervención, como una aplicación del saber científico. La terapéutica, por consiguiente, debía ser una intervención racional, basada en el conocimiento "objetivo" de los "hechos". Ya se señaló que el método patológico, surgido primero en el terreno de la clínica médica y apoyado en el terreno de la fisiología, veía “lo anormal” a partir de su distanciamiento con respecto a algo tomado como norma. Los planteos de Auguste Comte y Claude Bernard, acerca de la identidad de los fenómenos normales y patológicos llegó a constituirse en el siglo XIX un dogma de carácter científico, y se constituyó en un marco dentro del cual todos los demás planteos podían adquirir sentido y credibilidad54. Una vez constituido en dogma indiscutible, fue posible extenderlo a la psicología, operación que fue iniciada durante la segunda mitad del siglo XIX por H. Taine y, fundamentalmente, por Théodule Ribot.

Ribot fue el que decididamente retomó la definición de la enfermedad como un "experimento natural" y la utilizó para interpretar los fenómenos de la patología mental. Si la experimentación era considerada como una “observación provocada” (o inducida), la enfermedad como un experimento de la naturaleza era vista como una “observación aducida”. A su vez la concepción claramente evolucionista reorientó la interpretación de la psicopatología y buscó fundar una terapéutica basada en la posibilidad de intervenir sobre la enfermedad entendida como una regresión a estadios previos de la evolución individual. Ribot instauró como objetos legítimos de investigación el niño y el primitivo, y fundó la orientación patológica evolutiva a través de la publicación de tres libros: Les maladies de la mémoire (1881), Les maladies de la volonté (1883) y Les maladies de la personnalité (1885).

En la Argentina, el estudio de los fenómenos mentales patológicos se asociaba a la exigencia de pensar un intervención fundada racionalmente, ya sea en la clínica, en las prácticas criminológicas, en la educación, y en los problemas sociales, los cuales eran interpretados desde categorías de la psicopatología. Desde el punto de vista conceptual, se buscaba la explicación de los fenómenos anormales en la fisiopatología. Esta incluía conceptos relativos al funcionamiento del sistema nervioso y el esquema del polígono de Grasset55, que postulaba la división del psiquismo en un “psiquismo superior” y un “psiquismo inferior”, integrados en el centro o de la conciencia, o bien con la posibilidad de diferentes grados de desagregación, lo cual permitía

53 Véase el mencionado programa de Psicología de Piñero PIÑERO, H. G. (1915), "Programa analítico y breve sumario del curso de psicología normal y patológica. Año 1914", Revista de la Universidad de Buenos Aires, tomo XXIX: 5-43. 54 Según Canguilhem (1974), ob. cit., cap.1, la influencia de estos autores sobre la filosofía, la ciencia y la literatura del siglo XIX ha sido considerable, en cuanto han sido muy leídos en los círculos médicos y desempeñaron el papel de portaestandartes. 55 Véase José Ingenieros (1904), Histeria y sugestión, ed. cit., cap. XII, p. 158. La primera edición de 1904, llevaba el nombre de Los accidentes histéricos y las sugestiones terapéuticas, Buenos Aires, Librería de J. Menéndez. A partir de la reedición de 1906, y en las siguientes ediciones, se llamó Histeria y sugestión. Estudios de psicología clínica, que fue luego el título más conocido.

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explicar tanto las disociaciones fisiológicas, como las patológicas que se manifestaban en los accidentes histéricos.

Las neurosis, y en especial las manifestaciones histéricas, al ser abordadas como enfermedades del funcionamiento del sistema nervioso, se convirtieron en el objeto privilegiado de las intervenciones terapéuticas, distanciadas de los modelos de la psiquiatría y del hospicio. Como señala Vezzetti, la recepción de la obra de Charcot, desde el trabajo inaugural de José María Ramos Mejía, Estudios clínicos sobre las enfermedades nerviosas y mentales (1893), y la obra Histeria y sugestión de José Ingenieros (1904), significó un "punto de partida de un verdadero giro en la concepción de las perturbaciones psíquicas", "un paso decisivo hacia un "paradigma" neuro y psicopatológico renovados, que se funda en las neurosis, se distancia de la filiación pineliana, de la nosología de la enajenación mental y de la institución del manicomio para reencontrar otros orígenes: Mesmer y los magnetizadores".56

El uso del hipnotismo era predominantemente con un fin terapéutico. Pero Ingenieros delimitó su utilidad a través de una triple finalidad. Además del objetivo terapéutico, concebido como una especie de reeducación y de prevención de nuevos ataques o de la aparición de los “accidentes”, el uso experimental del hipnotismo permitía precisar el diagnóstico y contribuir al conocimiento de los procesos normales y de la fisiología57. El diagnóstico podía ser precisado si, “experimentalmente”, se provocaba por hipnotismo el mismo síntoma que el paciente relataba. Así se podía observar con cuidado y detenimiento las características de los mismos y no depender exclusivamente del relato del paciente, que muchas veces podía, sino simular, sí tal vez exagerar las características del padecimiento, debido a una sensibilidad más acentuada. La última finalidad mencionada, se relacionaba estrechamente con la finalidad docente y de investigación.

La definición de la criminología esencialmente como una psicopatología del delincuente58, ilustra esta convergencia de los discursos naturalistas aplicados para entender la lógica de los conflictos sociales, morales y jurídicos. La simulación y la degeneración fueron otros temas investigación criminológica, para cuyo abordaje se recurrió a categorías psicológicas desde una concepción evolucionista y en términos de explicación de las funciones psíquicas como funciones biológicas de adaptación. Ambos temas aparecieron planteados en el campo criminológico, en el campo médico-clínico, en la interpretación ensayística "psicosocial" y en el campo educativo, en relación a cómo pensar la intervención educadora en esos casos. Por otra parte, en la interpretación de los fenómenos sociales, y, específicamente, la relación entre las multitudes y las élites, también estuvo presente el modelo del automatismo psicológico ya mencionado, a la vez que se recurrió, con diferentes variantes, a términos de la psicología naturalista para explicar la evolución de las sociedades y de la conformación de la identidad nacional, analizando el papel de la herencia y de la educación en una visión que combinaba elementos spencerianos con lamarckianos, que no dejaba de recurrir a la vinculación entre psicología, fisiología y patología que caracterizó la psicología de este período en la Argentina. Psicología y criminología.

En Buenos Aires, durante la primera década del siglo XX, se constituyó el dispositivo público criminológico a partir del funcionamiento de varias instituciones estatales que respondían

56 Hugo Vezzetti (1996), Aventuras de Freud en el país de los argentinos, Buenos Aires, Ed. Paidós. 57 “La experimentación clínica mediante el hipnotismo, siendo uno de los hechos más interesantes en el estudio de la histeria, es generalmente poco cultivada en las clínicas de enseñanza, no obstante las numerosas adquisiciones que de ella podrían recabar la fisiología y el diagnóstico. El hipnotismo se emplea, casi exclusivamente, como recurso terapéutico”. (Ingenieros (1904), Histeria y sugestión, ed. cit., cap.2). 58 Véase José Ingenieros (1902), "Valor de la psicopatología en la antropología criminal", Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría, vol. I, pp. 1-11.

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a la necesidad de producir conocimientos en el campo del saber criminológico, de constituir ámbitos de observación y experimentación de estos fenómenos sociales ligados al delito y de intervenir en la asistencia y control de los mismos. Estas instituciones eran: el Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional, el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Capital, el Hospicio de las Mercedes y su sala de alienados delincuentes, que funcionaban en coordinación con las cátedras de Medicina Legal, Clínica de las Enfermedades Nerviosas, Clínica de las Enfermedades Mentales, los mencionados cursos de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras, y publicaciones médicas y jurídicas, sobre todo los Archivos de Psiquiatría, Criminología y ciencias afines, que comenzaron a publicarse a partir de 1902. La llamada criminología moderna de finales del siglo XIX y principios del siglo XX recurrió a un marco biológico-evolucionista en el que el papel de los médicos adquiría una función significativa. Desde un enfoque naturalista y cientificista, la criminalidad era definida como una patología, que afectaba tanto al individuo como a la sociedad. El tratamiento de los problemas relacionados con la delincuencia debe verse en relación al proceso de modernización del país y al intento de consolidar un proyecto de Nación, que significaron grandes transformaciones en la trama social, económica y cultural. Buenos Aires, constituida ya como una urbe cosmopolita, padecía el fenómeno del incremento de la delincuencia como uno de los males modernos que acompañaban a los procesos de urbanización. El Estado y sus instituciones encararían la criminalidad mediante el recurso a una intervención práctica-disciplinaria que convocaba a los científicos y sus saberes académicos. La criminología argentina, con la obra de autores como Francisco de Veyga y José Ingenieros, partió del agotamiento del paradigma lombrosiano: el peso de la antropología criminal debía ser sustituido por una psicopatología del delincuente, y la utilización de la categoría de degeneración biológica debía ser reinterpretada a partir de las causas sociales que incidían en la conducta del delincuente. Sin dejar de estar presente, el marco naturalista sería reinterpretado en función de un abordaje psicosocial de la problemática criminal. Hacia 1910, después de una década de producción de textos, la publicación de una profusa casuística y la elaboración de un marco de análisis psicocriminológico muestran la consolidación de una nueva especialidad de la psicología, la psicopatología criminal, que tomaba a la personalidad del delincuente como objeto de conocimiento psicológico y a la llamada “mala vida” como la problemática a intervenir.59

La cátedra de Medicina Legal contaba con un Servicio de Observación de Alienados, pensado como un laboratorio de psicopatología social. Allí recibían formación práctica los estudiantes de la cátedra (luego también los estudiantes del primer curso de Psicología de la FFYL) y desde allí, se brindaba asesoramiento médico-legal a la Policía. Este asesoramiento consistía en discriminar dentro de la población de delincuentes los que padecían algún cuadro de alienación mental o bien diversos tipos de patología mental que, sin coincidir con la alienación mental, suponían diferentes grados de responsabilidad con respecto a sus acciones. Esta actividad exigía una atenta observación de los casos y algún tipo de clasificación psicológica de los delincuentes60, y fue en relación a ella que se desarrolló durante las primeras décadas del siglo XX una práctica pericial de tipo "psicológica" que fue diferenciándose cada vez más de la pericia psiquiátrica, aunque nunca llegó a independizarse totalmente de ella durante este período. Psicología y educación

59 Véase de Julio César Ríos (1997), "José Ingenieros: psicología y mala vida", Anuario de Investigaciones, vol. 5, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, pp. 501-517. 60 Véase, por ejemplo, José Ingenieros (1906), "Nueva clasificación de los delincuentes", Archivos de Psiquiatría, criminlogía y ciencias afines, vol. V, pp. 30-39.

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La utilización del saber psicológico en la educación se enmarcaba en un problema más amplio y complejo: el del logro de una identidad nacional y la necesidad de diseñar formas de intervención que transformaran la sociedad en la dirección deseada. La conformación de un sistema de educación pública debe verse en relación a estos problemas. La psicología aparecía como un instrumento indispensable para diseñar una didáctica y una pedagogía científicas.

Desde la obra de Sarmiento, la educación pública se veía como el medio que permitiría alcanzar un doble objetivo. Por un lado, la adquisición del conocimiento y el desarrollo de la cultura civilizada como patrimonio universal. Por el otro, la concepción y utilización de la educación pública como medio para desenvolver los valores propios de la nacionalidad, comprometida en la formación de un sujeto social y moral: el niño argentino. Las Escuelas Normales creadas a partir de 1880, el Instituto Nacional de Profesorado Secundario (que después de varios inconvenientes, comenzó a funcionar en 1908), la Sección Pedagógica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata (a partir de 1906, convertida en Facultad de Ciencias de la Educación en 1914), así como la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, abordaron el problema de la formación docente como la clave para incidir en la transformación del sistema educativo.

En los discursos sobre educación, la pedagogía y la didáctica se presentaban como disciplinas científicas, objetivas y neutras, que basaban sus conclusiones en el conocimiento psicológico científico (sobre los procesos de conocimiento y sobre la evolución psicológica de los niños y los adolescentes) y en la reflexión filosófica “positiva”, en tanto reflexión a partir de lo que los hechos muestran y como complemento de los mismos.61

En este contexto, se privilegió el estudio de aquellas "aptitudes" que se consideraban involucradas en el desarrollo cognitivo y afectivo de los individuos, y sobre las que podía intervenirse pedagógicamente. Si bien los autores argentinos de este período (Rodolfo Senet, Víctor Mercante, Antonio Vidal entre otros) consideraban la herencia biológica como básica y determinante en muchos aspectos, les interesó indagar sobre todo las posibilidades que dejaba esta herencia para la intervención educativa. La noción misma de "aptitud" articulaba las ideas de "lo dado biológicamente" y "lo desarrollado a partir de la influencia del ambiente y del ejercicio". De ahí que se convirtiera en el objeto privilegiado de indagación de una nueva disciplina: la "psicopedagogía". Esta se ocupaba de producir conocimientos psicológicos para responder problemas pedagógicos y didácticos, y usaba tanto los trabajos de investigación del Laboratorio de Psicopedagogía (creado en la Universidad de La Plata) como la aplicación de tests psicopedagógicos en forma de cuestionarios, a grandes cantidades de poblaciones infantiles, cuyos resultados luego eran analizados estadísticamente.62 Los problemas educacionales que guiaban la selección y desarrollo de los trabajos de investigación eran: determinar las aptitudes de cada raza, sexo y edad dentro del grupo de la escuela; determinar los efectos diferenciales de la cultura; determinar la edad para comenzar los aprendizajes escolares, en el nivel primario y secundario; determinar los procedimientos didácticos más eficaces, en relación a la rapidez de la adquisición, a su precisión y a la persistencia del conocimiento; determinar la capacidad del hombre y de la mujer, para enseñar ciertas asignaturas y a un grupo escolar dado; determinar las crisis psico-morales (las crisis evolutivas, por ejemplo, el estudio de la pubertad realizado por Mercante en su obra La crisis de la pubertad y sus consecuencias pedagógicas, 1918).

La escuela era vista como el "laboratorio" de una psicología evolutiva y pedagógica científicas. Y los educadores, como los principales contribuyentes al desarrollo de la misma. La 61 Véase por ejemplo, Antonio Vidal (1914), "Los factores psicológicos del movimiento educacional contemporáneo", Anales de la Sociedad de Psicología, vol, 3, pp. 425-511. 62 Véase Víctor Mercante (1911), "Valor de la psicoestadística en pedagogía", Anales de la Sociedad de Psicología, vol. 2, pp. 279-287.

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escuela permitía acceder a gran cantidad de sujetos, en contraste con el laboratorio, que suponía el trabajo con muy pocos sujetos y que, por lo tanto, brindaba una base más parcial para realizar después las generalizaciones. El conocimiento psicológico de los niños no apuntaba a conocer sus diferencias individuales, sino la "colectividad infantil", para poder aplicar los resultados de las investigaciones a la educación de los mismos63. A diferencia de la aplicación de tests y cuestionarios en la psicología diferencial de Galton64, en la cual se buscaba conocer las diferencias específicas de los individuos en relación con una población, las investigaciones llevadas a cabo en la Argentina se acercaban más a la forma de trabajo de Stanley Hall, el cual se basaba en la recolección de información por parte de los docentes, y en el estudio, de esta forma, de grandes poblaciones de niños y adolescentes.

Los trabajos de investigación en los laboratorios65 tomaron la orientación y sus criterios de investigación científica de las diversas prácticas vigentes de psicología experimental (psicofisiología, psicofísica, mediciones de tiempos de reacción, mediciones antropométricas) y del conocimiento de la evolución mental (que incluía el uso de "tests mentales"). Entre las investigaciones psicológicas también se incluyó el estudio de las "anomalías" o "trastornos" del desarrollo evolutivo, tanto en relación con intereses clínicos, como en relación con problemas educativos (la indisciplina, la educación de los "anormales") y criminológicos (delincuencia infantil, posibilidad de rehabilitación "pedagógica" y "psicológica" de los delincuentes). La delincuencia infantil y la indisciplina escolar eran vistas como desviaciones con respecto a una norma evolutiva ideal; esta norma ideal se expresaba en una esperada adaptación al medio escolar66 y las desviaciones eran identificadas con patologías. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Anónimo (1911), "Laboratorio de psicología experimental de la Universidad de Buenos Aires", Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines, VIII, pp. 253-257. Beccaria, C. (1984), De los delitos y de las penas, Buenos Aires, Hyspamérica. Buchbinder, P. (1997), Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA. Buss (1979), "Galton, el nacimiento de la psicología diferencial y la eugenesia. Factores sociales, políticos y económicos", Dpto. Publicaciones, Facultad. de Psicología, UBA, 1992. [Tr. al cast. del libro de Alan Buss (ed.)(1979), Psychology in Social Context, New York (USA), Irvington Publishers.] Buss, A. (1976), Psychology in Social Context, Nueva York, Irvington Publishers. Caimari, Lila (2004), Apenas un delincuente: crimen, castigo y cultura en la Argentina, 1880-1955, Buenos Aires, Siglo XXI.

63 "No es un niño determinado el que debemos conocer; son los niños, es la colectividad infantil la que nos interesa". Rodolfo Senet (1911). Elementos de psicología infantil. Buenos Aires, Cabaut, p. XI. Véase también el artículo de Víctor Mercante (1911), ob.cit. 64 Véase Allan Buss (1979), "Galton, el nacimiento de la psicología diferencial y la eugenesia. Factores sociales, políticos y económicos", Dpto. Publicaciones, Facultad. de Psicología, UBA, 1992. [Tr. al cast. del libro de Alan Buss (ed.)(1979), Psychology in Social Context, New York (USA), Irvington Publishers.] 65 En la primera década del siglo XX en Argentina, se crearon tres laboratorios de psicología experimental: el ya mencionado Laboratorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, a cargo de Horacio G. Piñero, fundado en 1902; el del Instituto Nacional de Profesorado Secundario, a cargo de Félix Krueger, desde 1906; y el de la Sección Pedagógica de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad de La Plata, bajo la dirección de Víctor Mercante, fundado en 1906. De los tres, los dos últimos estaban dedicados explícitamente a los problemas "psicopedagógicos". 66 Véanse Julio Ríos y Ana María Talak (2000), "El “niño delincuente” entre la psicología, la criminología y la pedagogía en la Argentina (1900-1910)", IX Anuario de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA, pp. 117-126; y Julio Ríos y Ana María Talak (1999), "Los espacios urbanos de la niñez 1890-1920", en Marta Madero y Fernando Devoto (dirs.) (1999), Historia de la vida privada en la Argentina, Tomo II, Buenos Aires, Editorial Taurus, pp.138-161.

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