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Historia de Las Mujeres en Occidente Tomo v El Siglo XX

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  • Historia de las mujeres en Occidente Bajo la direccin de Georges Dubyy Michelle Perrot

    Traduccin de Marco Aurelio Galmarini

    taurus minor

  • Ttulo original: Storia dlie donne 1990, 1991, 1992, Gius. Laterza & Figli, Spa, Roma-Bari. Todos los trabajos han sido traducidos de sus lenguas originales. 1993, Santillana, S.A.

    De esta edicin: Grupo Santillana de Ediciones, S. A., 2000 Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Telfono (91) 744 90 60 Telefax (91) 744 92 24 Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Beazley 3860. 1437 Buenos Aires Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, Mxico, D.F. C. P. 03100 Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80, n. 10-23 Telfono 635 12 00 Santaf de Bogot, Colombia

    Colaboradores de la edicin espaola:

    Direccin editorial: Jos Antonio Milln. Direccin tcnica: Reyna Pastor. Revisin tcnica y coordinacin del volumen: Mary Nash. Iconografla: La iconografla de todos los captulos, a excepcin de la de Francois Borin, es aportacin de la edicin espaola, as como los pies correspondientes. Edicin grfica: Teresa Avellanosa. Redaccin de pies de ilustraciones: Mara Teresa Constantin.

    1993, de la traduccin: Marco Aurelio Galmarini 1993, de los captulos espaoles: Susana Bianchi, Gabriela Cano, Mara Carmen Garca-Nieto, Elena Grau, Eni de Mesquita Samara, Mary Nash, Mara Dolores Ramos, Maria Izalda Santos de Matos.

    Diseo de la cubierta: Pep Carri y Sonia Snchez Ilustracin de cubierta: Early Coloured Liz. Andy Warhol, Vegap, Madrid, 2000. ISBN: 84-306-0392-1 (tomo 5) ISBN: 84-306-0397-2 (obra completa) Dep. Legal: M-21.338-2000 Printed in Spain - Impreso en Espaa

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni por ningn medio, sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

  • Tomo 5 El siglo XX Bajo la direccin de Franoise Thbaud

    Nancy F. Cott Luisa Passerini Anne-Marie Sohn Anne Higonnet Victoria de Grazia Nadine Lefaucheur Gisela Bock Rose-Marie Lagrave Danile Bussy Genevois Mariette Sineau Hlne Eck Yasmine Ergas Franoise Navailh Yolande Cohen Franoise Collin Jacqueline Costa-Lascoux Marcelle Marini

    Captulos espaoles bajo la direccin de Mary Nash

    Mara Dolores Ramos Mara Carmen Garca-Nieto Pars Elena Grau Biosca Gabriela Cano Susana Bianchi Eni de Mesquita Samara Maria Izalda Santos de Matos

  • NDICE PRESENTACIN 21 por Georges Duby y Michelle Perrot INTRODUCCIN : 23 por Franoise Tbbaud

    LA NACIONALIZACIN DE LAS MUJERES 39,

    LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL: LA ERA DE LA MUJER o EL TRIUNFO DE LA DIFERENCIA SEXUAL? 45

    Franoise Tbbaud

    MOVILIZACIN DE HOMBRES, MOVILIZACIN DE MUJERES '49

    1914, ao de las mujeres, ao de la guerra 49~ Movilizaciones femeninas 53 La masculinizacin de las mujeres 59 T H E WOMEN'S AGE? 63

    Una experiencia de libertad 65 El peso de la tradicin y las ambigedades de la modernidad .. 69 El ncleo duro de la familia.... 76

    EL IMPUESTO DE LA SANGRE 79

    Muerte de los hombres, dolor de las mujeres 80 Experiencias femeninas 82

    GUERRA DE LOS HOMBRES, PAZ DE LAS MUJERES? 85

    El fracaso del pacifismo femenino 87

    Feminismo, nacionalismo y derecho de voto 91

    GUERRA Y RELACIN ENTRE LOS SEXOS 96

    El reflujo de la posguerra 96 Guerra y diferencia sexual 99

    AcerResaltado

  • M U J E R M O D E R N A , E S T I L O N O R T E A M E R I C A N O : L O S A O S V E I N T E 1 0 7

    Nancy F. Cott

    Produccin y consumo en gran escala 108 Grupos domsticos y familias 110 Ideologa y comportamiento sexuales 111 Companionate marriage 112 El empleo femenino: para todas? 115 Intervencin del cientfico social 116 La nueva administracin domstica 119 La nueva crianza de los hijos 120 La publicidad en la sociedad de consumo 121 Conclusin 124

    LOS ROLES SEXUALES EN FRANCIA Y EN INGLATERRA: UNA TRANSICIN SUAVE 127

    Anne-Marie Sohn

    LAS MUJERES ENTRE LA MADRE EN EL HOGAR Y LA "GARONNE" 128

    La garonne y la flapper: clichs de los Aos Locos 128 La mujer en el hogar o la verdadera vocacin femenina 130

    MADRE, ESPOSA Y TRABAJADORA 131

    /La resistencia del trabajo femenino 132 Working mother o femme d'intrieur 136 Triunfo de las madres? 141 Matrimonio y libertad femenina 144 HACIA EL FIN DE LA "ETERNA MENOR DE EDAD" 151

    Condiciones jurdicas menos discriminatorias 151 Ciudadanas activas o pasivas 153

    PATRIARCADO FASCISTA: LAS ITALIANAS BAJO E L G O B I E R N O D E M U S S O L I N I , 1 9 2 2 - 1 9 4 0 1 5 8

    Victoria de Grazia

    AcerResaltado

  • La remodelacin de las polticas de gnero 159 El legado del patriarcado liberal 164 Los orgenes de la poltica sexual fascista 169 Poltica reproductiva 173 Poltica familiar 176 Poltica laboral 181 Organizacin poltica 185

    P O L T I C A S SEXUALES NACIONALSOCIALISTAS ~ E H I S T O R I A DE LAS MUJERES 193 Gisela Bock

    Del antinatalismo al genocidio: dimensiones del racismo nacionalsocialista en materia de gnero 195

    El empleo femenino 204 Poltica de familia, reforma social

    y estado nacionalsocialista del bienestar 210 Poltica, poder y organizaciones nacionalsocialistas

    de mujeres 218

    M U J E R E S D E ESPAA: D E L A R E P B L I C A AL FRANQUISMO 2 2 7

    Danile Bussy Genevois

    LOS AVANCES REPUBLICANOS 228

    La reivindicaciones femeninas 228 Las reformas propuestas a las mujeres 230 Los ecos de los cambios 231

    LA ACELERACIN DE LOS ANTAGONISMOS 233

    Las mujeres de derechas 233 La evolucin de las republicanas 237 La Guerra Civil espaola 239

    LA INSTALACIN DEL FRANQUISMO 241 La lucha por la "cruzada" 241 La rectificacin legislativa 242 Mujeres reducidas al silencio 243

  • M U J E R E S DEL DESASTRE. CIUDADANAS POR EL DESASTRE? LAS FRANCESAS BAJO EL RGIMEN DE VICHY (1940-1944) 247

    Hlne Eck

    ANTE TODO, LA FAMILIA 250

    Diferencia y complementariedad de los sexos 251 Continuidad e inflexin del derecho 252

    ENTRE MODERNIDAD Y REACCIN PATRIARCAL: LA ACCIN DE LAS MUJERES EN LA CIUDAD 2 5 6

    Educacin y cultura femeninas: el papel de los cristianos 257 "Servir": la ambivalencia de lo social 259

    L O S VALORES FAMILIARES ANTE LA EXPERIENCIA

    DE LA GUERRA 2 6 2

    TRABAJO Y SUBSISTENCIA 265

    El rgimen de Vichy y el trabajo de las_ mujeres 265 1940-1944: una recuperacin del empleo femenino? 267

    El peso de lo cotidiano 269

    PATRIA 272

    "Todo francs, toda francesa, puede hacer algo" 272

    La Resistencia: fraternidad e igualdad de sexos? 275

    TRAS CINCO AOS DE TORMENTA 279

    E L M O D E L O S O V I T I C O 284

    Franoise Navailh

    LA DCADA CONTRADICTORIA 285

    Los marxistas, la mujer y la familia 287 Kollontai, feminista a su pesar 288 Una nueva Rusia 293 Libertades y desrdenes 296 "Mujer de Oriente, qutate el velo!" 299

  • LA REVOLUCIN CONSERVADORA 301

    Industrializacin y moral: el retorno de la familia 302

    Dos pasos atrs, un paso adelante 306

    UN FRACASO SEGURO 307

    Una mayora minoritaria 308 Un modelo discutible y discutido 310 Un futuro por inventar 312

    M U J E R E S , C R E A C I N Y REPRESENTACIN 315

    INTRODUCCIN 317

    DIFERENCIA Y DIFERENDO: LA CUESTIN DE LAS MUJERES EN FILOSOFA 3 1 9

    Franoise Collin

    La metafsica de los sexos 320 Mujeres y feminidad: el psicoanlisis 326 Revolucin poltica, revolucin libidinal 332 Crtica del falogocentrismo 340 Alteridady dilogo 343 El pensamiento feminista 349

    EL LUGAR DE LAS MUJERES EN LA PRODUCCIN CULTURAL. EL EJEMPLO DE FRANCIA 358

    Marcelle Marini

    1970-1990: un periodo decisivo 361 La presencia de las mujeres en el campo literario 369 Entre universal y especfico 374 Escritura femenina y crtica literaria 382

    SOCIEDAD DE CONSUMO Y CULTURA DE MASAS 388 Luisa Passerini

    La cultura de masas, entre masculina y femenina 389 Modelos culturales y sociedad de consumo 394 Entre Apocalipsis e integracin 402

  • M U J E R E S , IMGENES Y R E P R E S E N T A C I O N E S 410 Anne Higonnet

    Periodo interblico y consumo: los estereotipos 411 Los nuevos soportes 419 La apropiacin visual de s misma 425

    L A S G R A N D E S M U T A C I O N E S DEL SIGLO 433

    INTRODUCCIN 435

    P O B R E Z A F E M E N I N A , D E R E C H O S DE LAS MADRES

    Y E S T A D O S D E L BIENESTAR (1890-1950) 438 Gisela Bock

    1890-1930: un feminismo maternalista 443 Las primicias de una poltica de la maternidad 456 1920-1960: maternidad, paternidad y ciudadana 464

    M A T E R N I D A D , FAMILIA, E S T A D O 479

    Nadine Lefaucheur

    LA FAMILIA EN LA TORMENTA 479

    Tempestad en los ndices 480 Crisis del modelo familiar nuclear o tempestad

    en un vaso de agua? 484

    UN NUEVO RGIMEN DE MATERNIDAD 487

    WELFARE Y TRABAJO DE REPRODUCCIN 491

    "Liberacin" del trabajo domstico 491

    "Colectivizacin" del trabajo de reproduccin 495

    "CASADAS" CON EL WELFARE} 497

    Empleos del Welfare y autonoma respecto del vnculo conyugal 498

    Welfare y proteccin ante la disolucin del vnculo conyugal 501

  • U N A EMANCIPACIN BAJO T U T E L A . E D U C A C I N Y TRABAJO DE LAS MUJERES EN EL SIGLO xx 506

    Rose-Marie Lagrave

    TRABAJO O FAMILIA: CUL ES LA PATRIA DE LAS MUJERES?, 1918-1945 508

    Del espritu a la letra 509 Proyectos de hombres, destinos de mujeres 512 La hora de la verdad: el paro 518

    EL DESENCANTO DE LOS "TREINTA GLORIOSOS": 1945-1975 523

    La Europa de las asalariadas 524 Explosin escolar y desilusin social 527 Una competencia abortada 532

    EL ARTE DE SACAR P R O V E C H O DE LA DIVISIN SEXUAL: 1975-1990 536

    La construccin escolar de las diferencias 537 Una nueva modalidad de empleo 540 Una segregacin sofisticada 546

    A P U E S T A S 553

    L A S MUJERES EN LA CIUDAD: D E R E C H O S DE LAS MUJERES Y DEMOCRACIA 557

    Mariette Sineau

    EL ACCESO A LA CIUDADANA 558

    El modelo anglosajn y nrdico 561 El modelo latino y sus "derivados" 565 El viento de las reformas: 1960-1980 570

    LA PARTICIPACIN EN EL PODER 575

    Una mayora absoluta de electoras 576 Por un puado de electas 583

  • Las mujeres en poltica: una oportunidad para la democracia? 588

    EL SUJETO MUJER: EL FEMINISMO DE LOS AOS SESENTA-OCHENTA 593

    Yasmine Ergas

    Seales de resurgimiento 593 Perspectivas feministas 597 Reconstruccin y deconstruccin de la mujer 602 Una praxis de separacin y distincin 606 Separatismo y autonoma 608 Las campaas a favor de la autoposesin femenina 612 Parbolas de movilizacin 618

    D E L O F E M E N I N O A L F E M I N I S M O : E L N A C I O N A L I S M O D E Q U E B E C E N F E M E N I N O 621

    Yolande Cohen

    LA MUJER TRADICIONAL Y LA SUPERVIVENCIA

    DE LA NACIN 625

    TERRE ET FOYER: COOPERACIN Y COMUNIDAD NACIONAL 629

    Qu mujeres y qu hogares? 631

    Cambios en la continuidad 633

    LA RUPTURA DEL CONSENSO 636

    La identidad amenazada 636 La afirmacin nacional de Quebec 638 La igualdad para la independencia 639 M U J E R , P R O C R E A C I N Y B I O T I C A 644

    Jacqueline Costa-Lascoux

    U N A HISTORIA YA ANTIGUA 646

    LA FILIACIN DEL HIJO DE LA CIENCIA 651

    El hijo despus de la muerte 653 El hijo de un tercero 655

  • DERECHO AL HIJO O DERECHOS DEL HIJO? 658

    Hijo de qu derecho? 659 La maternidad de sustitucin 662

    P A L A B R A S D E M U J E R E S 667

    PALABRAS DE MUJERES 669

    KLNDERHEITSMUSTER, CHRISTA W O L F 6 7 0

    JE VOUS SALUE, MARIS, NELLY KAPLAN 673

    U N A M I R A D A E S P A O L A 677

    M U J E R E S E N ESPAA Y E N H I S P A N O A M R I C A C O N T E M P O R N E A 6 7 9

    Mary Nash

    M A T E R N I D A D , M A T E R N O L O G A Y REFORMA EUGENICA EN ESPAA, 1900-1939 687

    Mary Nash

    MANDATO BIOLGICO Y COMETIDO SOCIAL: LA MATERNIDAD 688

    La maternologa como garanta de la higiene de la raza y del correcto desempeo de la maternidad biolgica 692

    Maternidad y la voz de las mujeres 695 "El nuevo evangelio de la redencin":

    "maternidad consciente" y control de natalidad 699

    REFORMA SEXUAL Y REFORMA EUGENICA DEL ABORTO 703

    M A D R E S D E L A R E V O L U C I N ? M U J E R E S E N L O S M O V I M I E N T O S SOCIALES ESPAOLES, 1 9 0 0 - 1 9 3 0 7 0 9

    M.a Dolores Ramos

    PADRE, PATRN, PADRE ETERNO: EL ESTADO VIGILA Y CONTROLA A LAS MUJERES 710

  • HUIR DE LA TUTELA, "MATAR AL PADRE" 715

    Huelgas contra el patrn 717 Ante todo madres: huelgas de comunidad

    y motines de subsistencia 718

    T R A B A J O Y O P O S I C I N POPULAR DE LAS MUJERES D U R A N T E LA DICTADURA FRANQUISTA 7 2 2

    M." Carmen Garca-Nieto Pars

    M O D E L O DE MUJER QUE CRE EL "FRANQUISMO" Y LOS COLECTIVOS DE MUJERES QUE GENER 7 2 4

    EL TRABAJO, ESTRATEGIA DE SUPERVIVENCIA E INTEGRACIN 7 2 7

    Los aos de la autarqua en el campo: hambre y miedo 728 La ciudad y los aos del "desarrollismo" 730

    DE LA SUPERVIVENCIA A LA OPOSICIN Y PARTICIPACIN CIUDADANA 7 3 2

    DE LA EMANCIPACIN A LA LIBERACIN Y LA VALORACIN DE LA DIFERENCIA, E L M O V I M I E N T O D E MUJERES E N E L E S T A D O ESPAOL. 1965-1990 736

    Elena Grau Biosca

    La lucha por la democracia (1965-1975) 736 Visibilidad del movimiento de mujeres (1975-1979) 739 Punto de inflexin (1979-1982) 743 Una nueva situacin, el feminismo dentro

    y fuera de las instituciones (1982-1990) 745

    R E V O L U C I N , F E M I N I S M O Y CIUDADANA EN MXICO, 1915-1940 749

    Gabriela Cano

    Ciudadanas fuera de la ley 752 Sufragistas en campaa 755

  • LAS MUJERES EN EL PERONISMO ( A R G E N T I N A , 1945-1955) 763

    Susana Bianchi

    Las mujeres en el cambio social 764 Las mujeres en los orgenes del peronismo 765 Eva Pern y la ciudadana de las mujeres:

    el retorno al hogar 766 Las mujeres en las polticas del Estado 769 Los mbitos de participacin pblica:

    la poltica de las mujeres 771 La experiencia de las mujeres 772

    M A N O S F E M E N I N A S . T R A B A J O Y RESISTENCIA D E LAS MUJERES BRASILEAS ( 1 8 9 0 - 1 9 2 0 ) 7 7 5

    Eni de Mesquita Samara y Maria Izilda Santos de Matos

    Entre la casa y el trabajo 777 Las mujeres y el trabajo fabril 778 Fuera de los muros de la fbrica 781 Deshaciendo la trama 785

    BIBLIOGRAFA 789

    I L U S T R A C I O N E S 831

    Los AUTORES 833

  • Presentacin Georges Duby y Michelle Perrot

    Cuando la editorial Laterza nos propuso trabajaren una His-toria de las mujeres, aceptamos entusiasmados.

    Estamos convencidos de que ha llegado el momento de presentar al gran pblico el balance de las investigaciones que con tanto vigor se han desarrollado en estos ltimos veinte aos, primero en el mundo anglo-sajn y ms tarde en Francia, Italia y los otros pases europeos.

    Durante mucho tiempo las mujeres quedaron abandonadas en la sombra de la historia. Luego comenzaron a salir de esa sombra, incluso gracias al desarrollo de la antropologa, a la atencin que se prest al tema de la familia, a la afirmacin de la historia de las "men-talidades" que se dirige a lo cotidiano, a lo privado, a lo individual. Pero fue sobre todo el movimiento de las mujeres el que las ha lleva-do al escenario de la historia, con ciertos interrogantes acerca de su pasado y de su futuro. Y las mujeres, en la universidad y fuera de ella, han abordado la investigacin sobre sus antepasados, afin de com-prender las races del dominio que padecieron y el significado de las relaciones entre los sexos a lo largo del tiempo y a travs del espacio.

    En efecto, precisamente de esto es de lo que se trata. El ttulo de Historia de las mujeres tiene una indudable capacidad evoca-dora. Pero es menester cuidarse mucho de creer que las mujeres sean objeto de historia en tanto tales. Lo que intentamos comprender es su lugar en la sociedad, su "condicin", sus papeles y su poder, su silen-cio y su palabra. La variedad de las representaciones de la mujer, una vez Dios, otra Madona, otra Bruja..., he ahilo que queremos reco-ger en la permanencia y en las transformaciones.

    Una historia de relaciones, que pone sobre el tapete la sociedad entera, que es historia de las relaciones entre los sexos y, en consecuencia, tambin historia de los hombres.

    Una historia de larga duracin de la Antigedad a nuestros das, que reproduce en los cinco volmenes la periodizacin de la historia de Occidente. En efecto, nuestra atencin se centra en esta zona del mundo: el Mediterrneo y el Atlntico son nuestras orillas.

  • Esperamos que un da se produzca una historia de las mujeres en el mundo oriental o en el continente africano. Es probable que tengan que escribirla las mujeres y los hombres de esos pases.

    "Feminista" en la medida en que est escrita desde una pers-pectiva igualitaria, nuestra historia pretende estar abierta a las dis-tintas interpretaciones. No queremos hablar en cdigo ni levantar vallas ideolgicas, sino todo lo contrario: nos interesa proponer interrogan-tes nuevos, a la vez que afirmarnos en una pluralidad de figuras y de temas, con una multiplicidad de puntos de vista. La Historia de las mujeres es el fruto de un trabajo de equipo, que se realiz bajo nuestra direccin. Cada volumen se confi a la responsabilidad de una historiadora que, a su vez, llam a colaborar a un grupo de autores, segn criterios de competencia, deseos y disponibilidad. Setenta per-sonas en total: naturalmente, no es la totalidad de los estudiosos que trabajan en estos temas, pero s esperamos una muestra signi-ficativa de ellos.

    Auguramos a quienes lean esta Historia de las mujeres que la obra ser para ellos a la vez balance provisional, instrumento de trabajo, placer de la historia y lugar de la memoria.

  • Introduccin Franoise Thbaud

    Al escuchar hoy en da privilegio de la historia con-tempornea vidas de mujeres que han pasado a lo largo del siglo, nos asombra la tragedia y la grandeza de su existencia. Repentinamente cogidas por la guerra, la revolucin o la dic-tadura, pero tambin espectadoras y actrices de un enorme trastorno de la relacin entre los sexos.

    Esto no quiere decir que el siglo XX marque trmino algu-no de la historia de las mujeres, tras un continuo e ineluctable progreso hacia su emancipacin. Aun cuando el siglo XX geo-poltica, que nace en medio del huracn de la Primera Guerra Mundial y de la Revolucin rusa, est hoy en da definitivamente muerto, la nocin de "fin de la historia", que se ha utilizado para designar el triunfo del liberalismo tras el hundimiento del blo-que del Este, no ha resistido por mucho tiempo el embate de los acontecimientos europeos o mundiales. Por otra parte, qu sig-nificara para las mujeres? El crepsculo de los varones en la afirmacin de una sociedad extraa a la de los hombres? El adve-nimiento de un mundo de gemelos de sexo opuesto, de un mun-do en el que "cada uno es el otro"? O la constitucin de un espa-cio verdaderamente comn a hombres y mujeres, un espacio en el cual la igualdad de derechos y de oportunidades preservara la diferencia de las identidades? Los feminismos contempor-neos, centrados en la constitucin de un sujeto femenino y pre-sa continua de la tensin entre la necesidad de construir una iden-tidad femenina y la de demoler la categora "mujer", siguen debatiendo la cuestin, aunque parezca que en la construccin de un futuro sea cada vez ms deseable una tercera va, a modo de sntesis. Qu quiere una mujer? Qu quieren las mujeres?" Actor sexuado de una historia en desarrollo, el lector encontrar en este libro material de reflexin, aunque no la respuesta a esta pregunta, que no corresponde al orden del saber ni podra constituir el hilo conductor de una historia de las mujeres.

  • 2 4 INTRODUCCIN

    Tal vez resulte ms asombroso an no hallar el relato crono-lgico de la emancipacin femenina, puesto que tan evidente re-sulta que la vida de las nias no se asemeja a la de sus madres, y tan indudables y acumulativas parecen sus conquistas (derecho de vo-to, maternidad sin peligro, anticoncepcin, oportunidades profe-sionales.. .), hasta llegar a atribuir a las mujeres una manifiesta su-perioridad en trminos de esperanza de vida. Pero qu es una "con-quista", producto de una construccin social que, precisamente, es menester deconstruir? Hay que preguntarse por su naturaleza, por la manera en que se presenta, por sus adversarios y sus promotores, por sus consecuencias y los replanteamientos que acarrea tanto en el plano real como en el simblico. Y pensar all estn, para re-cordrnoslo, el peso actual de la militancia antiabortista o el de-sarrollo del SIDA que quiz ninguna conquista es definitiva. Con-servar de su origen militante la idea de que la historia de las muje-res obedece, ante todo, a la de progreso obstaculiza nuestra com-prensin de fenmenos que son mucho ms complejos.

    {Olvidadas las masacres y los aos negros, la percepcin posi-tiva del siglo XX, de un siglo XX conquistador y que se opone al siglo Victoriano, est condicionada por una serie de imge-nes: la garonne, producto de la guerra y de los aos locos, la mujer "liberada", producto de la pildora, o incluso la "super-woman" de los aos ochenta, producto del feminismo y de la sociedad de consumo, capaz de hacer malabarismos entre su carre-ra, sus hijos y sus amores. Pero, en su contexto, las dos prime-ras imgenes se utilizaron ms bien para denunciar la transgresin de la barrera de los sexos o de la doble moral que para aplau-dir conquistas femeninas^Y la ltima, fustigada por Betty Frie-dan en The Second Stage parece cuando menos ambigua al ofrecer un modelo inaccesible a la mayor parte de las mujeres de hoy y agudizar al mismo tiempo las tensiones que surgen de exigencias contradictorias. Para Rose-Marie Lagrave que des-cribe en este volumen el arte de sacar provecho de la divisin sexual, su funcin social estribara incluso en enmascarar el aumento de las desigualdades entre los hombres y las mujeres.

    Con todo, estas imgenes tienen el mrito de formular, ade-ms de la nocin de conquista, el tema de los acontecimientos que tienen sentido para las mujeres y que trastornan la cronologa mas-culina de la historia general. Y su mayor mrito consiste en desta-

  • INTRODUCCIN 25

    car que sera imposible concebir la historia de las mujeres sin una historia de las representaciones, desciframiento o descodificacin de las imgenes y del discurso que expresan la evolucin del imagi-nario masculino y de la norma social. A este respecto, el siglo XX, siglo de la psicologa y de la imagen, confirma ante todo que la cultura occidental ha desarrollado pocas maneras de representar positiva-mente a las mujeres. Aun cuando el freudismo introduce una ma-yor complejidad en la definicin de los sexos y de la identidad sexual, tanto la filosofa como las nuevas ciencias sociales reflejan durante mucho tiempo el sexismo ordinario de lo social, que define la especificidad femenina al servicio del hombre y de la familia. Ador-nado con las galas de la modernidad, respaldado por la ciencia y di-fundido por esos nuevos medios de comunicacin que son el cine, las revistas y la publicidad, el modelo de la madre-esposa-sin pro-fesin triunfa al democratizarse. La preocupacin demogrfica de los Estados, que no es tema especfico de las dictaduras, el discurso mdico acerca de las normas de crianza de los nios en sociedades cada vez ms atentas a la medicina, y luego el discurso psicolgico sobre las relaciones madre-hijo, refuerzan sin duda la presin a fa-vor de la mujer en el hogar. La nueva evaluacin de la sexualidad y la aceptacin del deseo femenino van acompaados de una presin normativa a favor de la conyugalidad y de ideales de apariencia f-sica inspirados en las estrellas y las modelos, que toman forma en los concursos de belleza y a los que obsesiona la delgadez. Mien-tras, se impone, entre las definiciones visuales de la feminidad mo-derna, la de un ama de casa profesional, reina del hogar y avisada consumidora. La publicidad le vende objetos, pero tambin repre-sentaciones de s misma muy cercanas, en aspectos llamativos, a los modelos antiguos. Tambin convierte a la mujer en objeto sexual, cuya posesin se desea, imagen que se afirma violentamente en una pornografa invasora con el desarrollo de las revistas y luego de los videofilmes... Pero el siglo XX tambin es el siglo en el cual las mu-jeres, cada vez ms mujeres, toman la palabra y el control de sus iden-tidades visuales; subrayan las implicaciones polticas de la repre-sentacin, intentan romper los estereotipos y proponen mltiples vas de realizacin personal. El hecho de que la imagen de las mu-jeres se haya vuelto ms compleja y cambie hoy ms rpidamente que nunca, constituye un primer signo de una mutacin, que es pre-cisamente lo que este volumen trata de medir, comprender y datar.

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    Que este volumen no sea, o no sea solamente, el relato de la emancipacin o la historia de las representaciones, se debe a que, al igual que los cuatro tomos anteriores de la coleccin, se inscribe en una problemtica ms amplia, deudora de vein-te siglos de historia de las mujeres. Me es imposible evocar aqu la riqueza de los debates nacionales e internacionales a que esa problemtica ha dado lugar y que mereceran un libro por s mismos. Me limitar a recordar, de modo forzosamente esque-mtico, lo que, ms all de la diversidad de los puntos de vista y de los temas abordados, caracteriza el talante comn de los autores e introduce a una nueva lectura del siglo XX.

    Durante mucho tiempo, la historia fue la historia de los hom-bres, a los que se conceba como representantes de la humanidad. Muchos trabajos para el periodo contemporneo se cuentan por millares han mostrado que las mujeres tambin tienen una his-toria y son agentes histricos de pleno derecho. Pero ya no se trata atolladero terico que puede llevar a contrasentidos histricos de estudiarlas aisladamente, como si estuvieran en el vaco, sino ms bien de proponer un enfoque sexuado del siglo, de introducir en la historia global la dimensin de la relacin entre los sexos, del gen-der de las norteamericanas que podra traducirse en francs por genre, en italiano por genere, en alemn por Geschlechty en castellano por gnero. Y de hacerlo con la conviccin de que la relacin entre los sexos no es un hecho natural, sino una interaccin social cons-truida e incesantemente remodelada, consecuencia y al mismo tiempo motor de la dinmica social. Por tanto, es una categora de anlisis til, tan til como las de las relaciones, tan familiares a los historiadores, entre las clases, las razas e incluso las naciones o las generaciones; productora de saberes como toda nueva mirada so-bre el pasado; deseosa de abrir caminos a una nueva escritura de la historia que tome en cuenta el conjunto de las relaciones humanas sin descuidar sus interacciones. De esta suerte, es imposible com-prender el racismo nazi si no se tiene en cuenta su dimensin se-xuada, que es uno de sus factores constitutivos; a la inversa, incor-porar el anlisis del racismo al del sexismo nazi lleva a afirmar que la poltica hitleriana respecto de las mujeres no es una poltica he-cha de pronatalismo y de culto a la maternidad, sino de antinatalis-mo, culto a la virilidad y exterminacin en masa de las mujeres. Siem-pre que se ha planteado esta cuestin, los diferentes artculos del

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    volumen han tratado de articular sexo y clase, sexo y nacionalidad, sexo y edad, sexo y religin, trminos que son, el uno para el otro, los unos para los otros, factores de diferenciacin de grupos que con harta frecuencia se consideran homogneos.

    Desde este punto de vista, el lector no ha de interrogarse acer-ca de las conquistas femeninas, sino acerca de la evolucin del gen-der system, a la vez conjunto de roles sociales sexuados y sistema de pensamiento o de representacin que define culturalmente lo mas-culino y lo femenino y que dan forma a las identidades sexuales.

    Por una parte, se ha de relacionar siempre la evolucin de la condicin femenina con la de la condicin masculina: si en el mun-do del trabajo, la feminizacin de determinados oficios no hace ms que perpetuar la separacin estructural entre hombres y mujeres, la posibilidad de emplear mtodos anticonceptivos modernos no s-lo libera a las mujeres de embarazos no deseados, sino que, adems, les da, en detrimento de los varones, el dominio de la fecundidad, por lo que debe considerarse de una significacin paralela a la de las modificaciones del derecho civil que, en el mismo momento, aca-ban con su subordinacin privada.

    La Gran Guerra empieza a ser vista como un corte abrupto al poderoso movimiento de mujeres de principios de siglo. 1908. Womens Social and Political Union.

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    Por otra parte, jams se ha de perder de vista lo que da sen-tido a las actividades y a los estatus respectivos de hombres y de mujeres, en cuyas mltiples formas se buscarn las funciones y los verdaderos compromisos de toda retrica sobre el "gnero", ya se origine en los poderes, ya en los individuos, ya en grupos. Esta retrica, que ms a menudo se emplea para jerarquizar y expre-sar las relaciones de poder, ms bien frena que acelera el cambio. A pesar de que durante mucho tiempo las mujeres describieron como emancipadora la guerra, cuyos efectos se dejan sentir mucho despus del cese de las hostilidades, la Gran Guerra se mues-tra por entonces profundamente conservadora en la medida en que, lejos de las aspiraciones igualitarias y de los interrogantes rela-tivos a la identidad, favorece incluso en el seno mismo del femi-nismo el triunfo de un pensamiento dicotmico en materia sexual. Del mismo modo, ms all de la generalizacin del sufragio, mal llamado universal, pues slo involucra a los varones adultos, lo poltico parece todava un santuario masculino con un pua-do de elegidas para una mayora de electoras, un campo de domi-nios reservados que recrean la antigua divisin entre lo masculi-no poltico y lo femenino social, cuyas responsables no slo son percibidas como intrusas por los colegas masculinos, sino que a veces ellas mismas se perciben como marginales. A pesar de todo, citemos las famosas ministras de Salud que en su poca legaliza-ron el aborto: la revolucionaria rusa Alexandra Kollontai, la anar-quista espaola Federica Montseny y, ms recientemente, la fran-cesa Simone Veil...

    Esto equivale a decir que esta historia de las mujeres es tam-bin, por lo menos entre lneas, la de los hombres en tanto seres sexuados, la de la masculinidad en este siglo en que se perfilan tan-tas figuras viriles. El lector puede ser sensible a lo que esta his-toria de las mujeres aporte a la historia general, naturalmente tam-bin a la social, pero a su vez a la historia cultural cuya periodizacin y contenidos pone en tela de juicio al subrayar, por ejemplo, la ambivalencia de la cultura de masas, camino de emancipacin y al mismo tiempo fuente de informacin. Asimismo, debe ser sensible a lo que aporta, tal vez del modo ms llamativo, a la his-toria poltica, que sigue siendo una de las modalidades dominantes de la interrogacin histrica, y a lo que desvela de las polticas de guerra que sealan al enemigo en femenino y dan origen a un Esta-

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    do, padre coercitivo y protector de las mujeres. Debe ser atento a la naturaleza del fascismo o del nazismo, nuevos sistemas sexua-dos de explotacin que garantizan la estabilidad de las relaciones entre los sexos, a la especificidad del rgimen de Vichy y del fran-quismo, rgimen "nacional-catlico", o a la emergencia y el fun-cionamiento de los Estados del bienestar que transformaron, en provecho de los derechohabientes del jefe de familia, las propuestas de los primeros movimientos de mujeres que a comienzos de siglo reclamaban el reconocimiento pblico de la maternidad como fun-cin social. Y quiz aprecie tambin en qu puede esta historia de las mujeres ayudar a comprender la originalidad de Quebec, cuya historia se lee en este volumen a travs del binomio nacio-nalismo-feminismo, o la derrota del modelo sovitico, marcado, lo mismo en el dominio de las relaciones de sexo que en lo dems, por el economicismo y el voluntarismo jurdico: A. Kollontai, que no crea en la degeneracin espontnea de la familia burguesa y soaba con una nueva moral obrera, fue criticada por "george-sandismo", por delante tal vez de su poca, en un pas pobre, rural y asediado, en donde la sociedad civil y en particular las mujeres, estuvieron siempre aplastadas por el derecho y el poder central.

    Se entiende hace falta destacarlo? que la historia de los feminismos y de los movimientos de mujeres forma parte de la historia poltica occidental. Historia inacabada el periodo 1920-1960, que durante tanto tiempo se tuvo por un "interludio entre dos feminismos", se encuentra en pleno desciframiento, y, sin embargo, esencial para la comprensin del siglo: cmo los movimientos de los derechos de la mujer, surgidos del siglo XIX y alimentados de racionalismo y de liberalismo, responden al cudruple desafo de la masificacin, del comunismo, del nacio-nalismo y del freudismo? Qu vnculos tena con los movimientos de liberacin de las mujeres que surgen en los aos sesenta de la izquierda radical, de las luchas anticolonialistas y de los movimientos de liberacin sexual?... Historia que procura avanzar desafiando las categoras utilizadas y, sobre todo, de acuerdo con la nocin peyorativa del "feminismo burgus", la oposicin sempiterna entre feminismo igualitario y feminismo de la diferencia. Del mis-mo modo que la problemtica de los sexos regenera el pensamiento poltico al subrayar que la igualdad requiere el reconocimiento y la inclusin de las diferencias, la historia de las mujeres tambin

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    puede enriquecer la historia general al interrogarse y al interro-garla como proceso cognoscitivo, al renovar la crtica de las fuen-tes y de los mtodos mediante categoras sexuadas que estructu-ran nuestra comprensin cultural de la diferencia entre los sexos. En este sentido, "el discurso sobre el discurso", que a menudo se le ha reprochado, es ms una necesidad que un capricho o una solu-cin fcil....

    El mismo estado de nimo mueve a las otras disciplinas que tan generosamente contribuyeron a este volumen sobre el siglo XX: filosofa, derecho, sociologa, ciencias polticas, crtica litera-ria, todas ellas marcadas, igual que la historia, por los efectos del feminismo contemporneo en el campo del conocimiento. La intro-duccin de la dimensin sexuada impide asimilar en ella la gene-ralidad a la realidad de un solo sexo o considerar como universal un punto de vista unilateral. Cuestiona presupuestos ideolgicos que pueden contener y reforzar los discursos eruditos o los datos cuantificados. Esto vale en particular para el anlisis del trabajo, fundado en estadsticas que atribuyen siempre los hijos a las madres, que no tiene en cuenta la actividad domstica, pues est dominado por la idea de que el trabajo es, para los hombres, un derecho natural, y para las mujeres, una anomala que es menes-ter explicar, y que est siempre, como la economa poltica del siglo pasado, dispuesto a legitimar naturalizndola la divisin sexual del trabajo.

    Pero entonces, qu decir del siglo XX, a la vez el ms san-guinario de la historia de la humanidad y aquel en el que las muje-res, mucho tiempo despus que los hombres, acceden a la moder-nidad? El siglo de la guerra total en el que las vctimas civiles y militares se cuentan por decenas de millones. El siglo del geno-cidio que no slo desconoce la piedad particular para el sexo feme-nino, sino que, muy por el contrario, extermina a las mujeres ju-das como madres de una generacin futura. El siglo en el que las mujeres habrn de sufrir no slo las consecuencias de sus propios compromisos aunque inhumana para todos, a veces la repre-sin se hace sexuada (violaciones, pelo rapado) para atacar a las mujeres en su feminidad, sino tambin la terrible nocin de cul-pabilidad familiar que la mayora de los regmenes totalitarios pone en prctica: la Alemania nazi, la Espaa franquista o la URSS esta-liniana. Agreguemos a todos los nombres de mujeres militantes

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    que se citan en este volumen los de estas dos mujeres excepcio-nales que se conocieron en Ravensbrck: la periodista checa Milena Jesenska, amiga y traductora de Kafka, que, plena de fer-vor, denunciaba todas las opresiones, y la comunista alemana Mar-garethe Buber Neumann, que ha dejado testimonio de los cam-pos de concentracin de Stalin y de Hitler y ha conservado la memoria de su amiga muerta en 1944.

    Tecnolgico, el siglo XX aporta, tanto a los hombres como a las mujeres, mejor salud y longevidad acrecentada (pensemos en la victoria sobre la mortalidad infantil), mayores niveles de edu-cacin y nuevos modos de vida, marcados por la urbanizacin y la multiplicacin del consumo de bienes y servicios. Una vida que, en conjunto, a pesar de los defectos y de las desigualdades de las sociedades de consumo, se podra calificar como mejor, como menos consagrada al trabajo y al sacrificio. Para las mujeres, eso se tra-duce ante todo en una transformacin del trabajo del hogar y del rgimen de la maternidad, que disminuye el tiempo requerido para las actividades de reproduccin y les permite una mayor partici-pacin en la vida social. Pero, para quienes estuvieron tanto tiempo atrapadas en la red de la comunidad natural que es la fami-lia, y mantenidas al margen de la dinmica de los derechos indi-viduales desencadenada por la Revolucin francesa, la moderni-dad es, an ms, la conquista de una posicin de sujeto, de individuo de pleno derecho y ciudadana, la conquista de una autonoma econmica, jurdica y simblica en relacin con los padres y los maridos. Entonces se afloja la presin de las restric-ciones, cuya fuerza y variedad saldra a luz, como con todo estu-dio monogrfico, con un enfoque temtico de principios del siglo XX.

    Dnde situar, cmo explicar esta revolucin de las relaciones entre los sexos, que parece hoy inducir una crisis masculina de iden-tidad, todava difcil de captar pese a que se pueden dar mltiples seales de ella? El corte clsico de 1945 que abre en Occidente una poca duradera de democracia y de crecimiento econmico no es operativo, a pesar de la generalizacin del sufragio feme-nino. Por segunda vez, las desmovilizaciones suenan como res-tituciones de la verdad que remite a las mujeres, en nombre de su civismo y de su diferencia, a la esfera privada, centrada en el hijo y que se proclama como la clave de la reconstruccin naci-

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    nal. En realidad, esta generacin que conoci la guerra es, en dis-tintos pases, la profesionalmente menos activa, la ms prolfca del siglo y poco inclinada a involucrarse en las formas clsicas del debate poltico: los aos cincuenta son testigos del apogeo de la madre-ama de casa, cuyo condicionamiento ideolgico, tanto por los medios de comunicacin de masas como por los... psicoana-listas, es denunciado en 1963 por Betty Friedan en The Femini-ne Mystique, el libro ms vendido del mundo sobre el tema de las mujeres, uno de los textos fundamentales del feminismo despus de^4 Room of One's Own, de Virginia Woolf (1929) y Le Deuxime Sexe, de Simone de Beauvoir (1949). En realidad, si bien es cier-to que, en la Francia republicana, el rgimen de Vichy constitu-ye una ruptura poltica, tambin lo es que se inscribe en la con-tinuidad de una poltica familiar que, desde los aos veinte a los sesenta, destina las mujeres a la maternidad y los hombres al tra-bajo remunerado. Pocos demcratas y laicos han denunciado la vocacin totalitaria o el peso de la moral religiosa en la voluntad de controlar el vientre de las mujeres. Este libro hubiera debido dejar un espacio mayor para las minoras neomalthusianas la norteamericana Margaret Sanger, los franceses Jeanne y Eug-ne Humbert, lo mismo que para todas las militantes de la maternidad libre, a menudo vinculadas, sobre todo en el perio-do interblico, al movimiento internacional de reforma sexual, toda-va tan poco conocido. Y tambin se trata de una cuestin fun-damental pero de dimensiones inabarcables hubiera debido intentar medir, a lo largo del siglo, el papel de las iglesias y de las religiones en la vida de las mujeres. La Iglesia Catlica, que, por cierto, es el principal sostn de la nocin de diferencia y parece ms conservadora que las otras en materia de relaciones entre los sexos inflexibilidad ante todo mtodo anticonceptivo, recha-zo del matrimonio de los sacerdotes o de la ordenacin de las muje-res, tambin produce generaciones de militantes catlicas y sin-dicalistas, mujeres partidarias de la renovacin, que contribuyen a la evolucin del catolicismo y de la condicin femenina, pero que no pueden detener la decadencia de la prctica religiosa.

    Slo a mediados de los aos sesenta, esto es, ms de medio siglo despus de las promesas de la Belle poque, comienza real-mente a esbozarse una nueva divisin sexual en la mayor parte de los pases occidentales, nueva divisin cuyos componentes, y ms

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    an sus factores, son difciles de jerarquizar: sin duda, hay que men-cionar la paz, la prosperidad y los descubrimientos tecnolgicos citemos tambin el nombre de Gregory Pinkus, el inventor de la pildora anticonceptiva, pero tambin los acontecimientos de 1968, que algn da habr que estudiar con un enfoque sexual, y ms an los movimientos de mujeres que denunciaban vigorosa-mente el "patriarcado", sus leyes y sus imgenes. Aparentemen-te, lo que ms evolucion fue la esfera de lo privado. Por una par-te, tena a favor un viento de reformas que haca entrar la idea de igualdad de marido y mujer, primero en el derecho privado de los pases de Cdigo Napolenico y luego en los de Common Law, al tiempo que haca desaparecer la de jefe de familia; el derecho civil, que ha perdido normatividad, autoriza a partir de ese momento una pluralidad de modelos familiares y de roles feme-ninos. Por otra parte, la liberalization de la anticoncepcin y el aborto, que permite a las mujeres la reapropiacin de su cuerpo y de su sexualidad, les otorga el dominio de lo recndito y pro-hibe a los Estados las formas ms represivas de manipulacin de la familia. Qu otra cosa puede verse en el eslogan feminista "un hijo, si quiero y cuando quiera" que el deseo de reprivatizar la fun-cin de reproduccin que todo el siglo, para mejor o para peor, ha desplazado al dominio pblico? No es fundamental el deseo de acuar una nueva definicin de la relacin entre lo femenino y lo maternal, que no sea ya la asignacin a una funcin? Muy pocas feministas contemporneas han seguido hoy a sus antecesoras sobre esta cuestin tan controvertida, debido a que hoy parece ms fcil obtener la "liberacin" de las mujeres mediante su afirmacin en el mundo laboral y la presin privada sobre los hombres para que compartan las tareas hogareas, que a travs de una visin mater-nal del sexo femenino y el reconocimiento pblico de la mater-nidad como funcin social.

    Pero la medida del cambio no se muestra con tanta claridad en la oposicin entre lo privado y lo pblico como en el juego de su articulacin, ni tanto en el aislamiento de un dominio o de un factor original como en la bsqueda de efectos inducidos y de una causalidad circular. La presencia creciente de las mujeres en el mer-cado de trabajo, as como en el campo cultural y poltico, provo-c la evolucin del derecho privado y la mutacin de las activi-dades domsticas, las cuales, a su vez, facilitaron la ampliacin de

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    la esfera pblica femenina. Si bien el derecho social, lo mismo que el derecho fiscal, conserva muchas huellas de la desigualdad de los. sexos en el matrimonio y sigue siendo desfavorable al traba-jo de las esposas, los Estados del bienestar han acrecentado ms an la autonoma de sus ciudadanas en relacin con la institucin conyugal: mediante la creacin de empleos, la proteccin social asegurada, el alivio del trabajo de mantenimiento y cuidado de los miembros de la familia. El acceso masivo de mujeres a la educa-cin y el trabajo remunerado, a pesar de la desigualdad de opor-tunidades escolares y el carcter no mixto de los empleos, tiene consecuencias que son dignas de atenta consideracin. Algunas ya se han citado: la desaparicin legal de la autocracia marital y la muerte del ama de casa tradicional; la orientacin izquierdis-ta del voto femenino, que contradice una reputacin de conser-vadurismo poltico que lleva a las jvenes a votar masivamente a la izquierda; y quiz, aunque es ms difcil de saber, al advenimiento de una democracia familiar en la vida cotidiana, la invencin de nuevas relaciones amorosas o la modificacin de la imagen que los hombres y las mujeres se hacen de s mismos y del sexo opues-to. En todos estos procesos, y en particular en la conquista de la autonoma poltica y simblica el decir "nosotras las mujeres", el feminismo, o ms bien los feminismos, de los aos sesenta y setenta, han desempeado un papel decisivo al postular la femi-nidad como categora fundamental de la identificacin poltica y al organizarse como espacio autnomo en el que poda operarse su deconstruccin y su reconstruccin.

    Pero no se engae el lector. El empleo del pasado sirve ms para poner de relieve la rapidez y la radicalidad de los cambios que para significar la culminacin de un proceso, la victoria de las muje-res o el regreso a relaciones ms "normales" entre los sexos, tras los "excesos" de la era feminista. La aparente decadencia del femi-nismo hay quienes hablan de posfeminismo tiene tanto de trans-formacin como de desaparicin, y la historia contina en incesante recomposicin, al mismo tiempo imprevisible e nte-gramente contenida en el pasado...

    Del mismo modo, el empleo del plural, "las mujeres", no pre-juzga en absoluto una unidad del segundo sexo. La multiplicidad de los sujetos femeninos es algo que el feminismo ha descubierto, tal vez a sus expensas, en los desacuerdos entre diferentes colectivos,

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    en las contradicciones que enfrentaron a militantes negras y mili-tantes blancas en Estados Unidos, y ms an en la confrontacin con las mujeres del Tercer Mundo, que, con ocasin de las confe-rencias quinquenales de la dcada de la mujer (1975-1985), acusa-ron de imperialismo a las occidentales. En el corazn mismo de Oc-cidente, no todas las mujeres, ya sea por su situacin social, ya sea por su estatus profesional, ya sea por su nacionalidad, tienen las mis-mas oportunidades de adquirir una autntica autonoma individual y de elegir su vida. Buen ejemplo de ello son los riesgos que, lo mis-mo que ayer se asociaban a la soledad femenina, se dan hoy en co-nexin con la monopaternidad. No faltan otros ejemplos en este vo-lumen, tan atento a la comparacin y a la matizacin, pero que qui-z ignore demasiado la marginalidad.

    Ahora es menester insistir en ello. Este libro, que llama a la realizacin de empresas paralelas y complementarias, no es una his-toria universal ni una historia exhaustiva en su campo. Slo es una historia occidental de las mujeres occidentales, y, ms exactamen-te, una historia de las mujeres blancas nativas de Occidente. Le fal-ta la dimensin, todava poco estudiada desde este punto de vista, de las relaciones entre Occidente y el resto del mundo, la medida de la dominacin Norte-Sur, que pasa, tras la era de la colonizacin, por el imperialismo econmico o cultural y las migraciones de poblacin. Lamento muy en particular la ausencia de un artculo sobre el consumo masivo, que tuviera en cuenta esa dimensin, aparte de la revolucin del espacio domstico, las desigualdades sociales y las relaciones de dominacin a escala mundial. Pero hay muchas otras cuestiones que se plantean en torno a la articulacin de sexo y raza y que llaman a una doble respuesta: por nuestra parte, por parte de los hombres y por parte de las mujeres involucradas. Qu sentido tuvo el encuentro entre colonizadoras y colonizadas? Qu relaciones se establecen entre las mujeres, entre ambos sexos, cuando chocan varias civilizaciones ? Qu hay de imaginario y de fantasmas sexuales en esta confrontacin? Qu papel desempean las mujeres emi-grantes o sus hijas en la conservacin de la identidad nacional o, por el contrario, en la voluntad de integracin?

    Lo mismo que en el siglo XIX, la ambicin occidental parecer al mismo tiempo justificada y desmedida. La unidad geogrfica y cultural de Occidente Europa y Amrica del Norte se tie, en el siglo XX, de una definicin econmica

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    pases ricos y desarrolladosy de una definicin poltica. Pero se puede dejar de lado la experiencia sovitica, que desde su ori-gen intent constituir un universo de nuevas relaciones de sexo (como de clase) y que fue durante dcadas un sueo para los comunistas de todo el mundo y fuente de tantos interrogantes sobre los desfases entre la utopa y la realidad. El enfoque de este siglo, pues, a la vez cronolgico y temtico, con el propsito de destacar las diversidades nacionales de comienzos del siglo XX, que es cuando Europa expresa la voluntad de "nacionalizar" a las mujeres y de resistir, con sus propios modelos de feminidad, al comunismo, por un lado, y a la norteamericanizacin, por otro. Luego la internacionalizacin, incluso la informacin, muy a menudo bajo la gida norteamericana, del mundo contem-porneo. En este sentido, quiz, los Estados Unidos no tengan en este volumen el espacio que se merecen. En general, el esfuerzo de comparacin ha llevado antes a establecer mode-los que al anlisis complejo de las interacciones que se produ-cen en la cultura de masas, en las migraciones individuales y colectivas y en los encuentros internacionales.

    De esta manera se esboza ante el lector una geografa diferenciada de las relaciones de sexo y su evolucin. Tierras de innovacin: Estados Unidos ms all de sus cclicos acce-sos de puritanismo, de la "mujer moderna" al Women's Lib, o la Europa del Norte, cuyo mejor ejemplo es el de la Suecia socialdemcrata. Estos desfases histricos y culturales enfren-tan la Europa anglosajona a la Europa latina, caracterizada por el Cdigo Civil napolenico, y ms an a la Europa medi-terrnea, donde por mucho tiempo sobrevive un derecho de carcter confesional y regmenes dictatoriales. Caracterizada, lo mismo que en todo Occidente, por la cada de la fecundidad y de la nupcialidad, el aumento de la actividad laboral femeni-na y la democratizacin de la pareja y de la sociedad poltica, su evolucin reciente no es menos notable. En efecto, estimu-la el surgimiento de una historia de las mujeres que en Espa-a se enorgullece de reanudar los lazos rotos con la audaz experiencia republicana y de superar la reconstitucin franquista de la historia. Y quiz tambin invitacin a los pases de Euro-pa del Este a unirse a nosotros tanto en este terreno como en otros.

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    Por ltimo, es til una precisin que evite todo malen-tendido. La ausencia de contribucin masculina no es el resul-tado de una exclusin deliberada, sino el de una realidad historiogrfica: puesto que es la historia de nuestras madres y de nuestras abuelas, puesto que a menudo est menos cient-ficamente acotada, la historia de las mujeres del siglo xx es, con mayor razn que para los periodos anteriores, cosa de muje-res. Pero, para nosotros, el sexo del autor no implica por s mismo ruptura epistemolgica. La unidad de este volumen y de esta coleccin, si bien no su originalidad, reside en el enfoque, en el modo de cuestionar el pasado y el presente. Al trmino de la aventura corresponde al lector, sea o no historiador, decir si le parece fecunda.

    La historia de las mujeres no es el final de la historia, no es el punto de vista de los puntos de vista que aspira a la visin total. Pero en el momento en que la historia, presionada por la actualidad, se interroga sobre su identidad como disciplina y sobre sus principios de inteligibilidad de lo real, bien puede constituirse en una de las vas de enriquecimiento de los mode-los histricos, nico modo de explicar la complejidad de los pro-cesos sociales.

  • La nacionalizacin de las mujeres

  • De una guerra a la otra, durante la primera mitad del siglo XX discurren aos de masacre, de crisis y de dictadura, que ocho artcu-los reinterpretan desde el punto de vista de las relaciones de sexo, inte-rrogando las nociones de igualdad y de diferencia, de resistencia y de consentimiento, de emancipacin y de opresin.

    Hacia los aos veinte y como consecuencia del progreso tecno-lgico norteamericano y de las luchas feministas anteriores surge en Estados Unidos un modelo de mujer moderna, que orienta nuestra visin del cambio de los roles sexuales en el siglo XX pero cuyo con-formismo es tan grande como su fuerza de emancipacin. En el Este, la nueva Unin Sovitica da origen a una humanidad industriosa de dos sexos gemelos en donde las mujeres son las primeras vctimas de una legislacin muy liberal de la familia/que se da sin lucha y luego se modifica segn el arbitrio de los imperativos del poder central. Y, en medio, Europa, quebrada por la Gran Guerra e invadida por la cultura norteamericana, defiende sus particularismos nacionales. Enfrentados al doble desafo de la democratizacin y de "'la cuestin de la poblacin " considerada como una cada demogrfica, pero tam-bin como una nueva distribucin entre los sexos, la mayor parte de los Estados europeos acaba con las distinciones liberales anteriores entre lo privado y lo pblico, la familia y el Estado, el individuo y el Estado.\De la Suecia socialdemcrata, respetuosa de las opciones femeninas, a la dictadura fascista y la dictadura nazi, pasando por la Francia republicana, luego dominada por el rgimen de Vichy, todos tratan, ms o menos autoritariamente, de ^nacionalizar^ a sus ciu-dadanas, ya sea mediante el desplazamiento de la maternidad al domi-nio pblico y el surgimiento de las premisas de los Estados del bienestar, ya sea mediante la movilizacin de las mujeres para ponerlas al ser-vicio de la patria en guerra, e, incluso, mediante su regimentacin en organizaciones consagradas a la grandeza nacional^ En la Ale-mania nazi, cuya asimilacin a cualquier otro rgimen totalitario resulta imposible pese a los intentos revisionistas en razn del genocidio del pueblo judo y del gitano, esta nacionalizacin destru-ye los valores familiares tradicionales y coloca a las mujeres al ser-

  • vicio de la comunidad tnica del pueblo alemn, ya sea como madres, como militantes o como trabajadoras. Por otra parte, no parece haber dudas acerca de la necesidad de revisar la opinin, inspirada en la idea marxista o feminista del trabajo emancipador, para la cual los reg-menes autoritarios habran destinado las mujeres a la maternidad. En efecto, no slo ocurre que el fascismo, el nazismo y el rgimen de Vichy supieron adaptar su ideologa natalista -fuertemente mati-zada en Alemania por un antinatalismo racista a las respectivas realidades econmicas, sino que, adems, en la Europa de entregue-rras, no es eso lo que constituye su especificidad.

    Largo es el camino que va de la nacionalizacin de las muje-res a "la tentacin nacionalista "y de la tentacin nacionalista al papel contradictorio de las mujeres en el nazismo, y difcil el debate hist-rico, decisivo en esta primera parte. Pasa a travs del feminismo, que, en busca de una continuidad en la opresin patriarcal, mostr una cierta tendencia a considerar "a las mujeres (alemanas) como vcti-mas: a menudo slo como vctimas, y a veces como las nicas vcti-mas". Por tanto, hemos tratado, en la medida de lo posible, de encargar los captulos nacionales a historiadores de los pases en cues-tin, y en particular el episodio nacionalsocialista, verdadero desafo de memoria. As, pues, quien intenta articular elsexismoy el racis-mo nazis es Gisela Bock, cuyo trabajo sirve de eco o contrapunto a otros trabajos, como los de la francesa Rita Thalmann o la norteamerica-na Claudia Koonz. Estos trabajos permiten un mejor conocimiento de las ideologas y de los movimientos confesionales o laicos, mascu-linos o femeninos modernistas tradicionalistas, que en la Alema-nia de los aos veinte acabaron de un golpe con la Repblica de Weimar y preconizaron la regeneracin del pueblo alemn. Y per-miten tambin comprender, ms all de los desastres de un orden mas-culino y racista, la seduccin que el Tercer Reich pudo ejercer sobre muchas mujeres, vidas de restauracin moral y familiar, y nostl-gicas de un Lebensraum (espacio vital) femenino.

    Pero, cmo zanjar el debate actual sobre el origen y la parte de responsabilidad que correspondi a las alemanas o/y a sus orga-nizaciones en los crmenes nazis? Sepueden imputar esos crmenes principal y globalmente a las mujeres que se habran unido al nazis-mo en su funcin de madres y de esposas y habran permitido la vio-lencia masculina al arrullar el descanso de los verdugos y otorgar de esta manera al rgimen una imagen de humanidad?Se puede ver

  • en este rgimen la consecuencia y la forma ltima de la divisin de las esferas masculina y femenina? No lo creo. Pero plantear la cues-tin del consentimiento de las mujeres y de los hombres al parecer, la resistencia, todava inexplorada en parte, fue tan poco extendida en un caso como en el otro, lleva a reflexionar sobre los peligros de esta divisin sexual y ms todava sobre los riesgos de la adaptacin hipcrita al totalitarismo y al racismo.

    Esta larga seccin histrica invita tambin a reflexionar sobre el lugar de la guerra en el siglo, y, ms modestamente, sobre la sexuacin de las polticas belicistas. Sin embargo, sera difcil propo-ner una sntesis sobre la Segunda Guerra Mundial, que adopta en realidad formas muy diversas segn los pases.

    Tradicionalmente identificada con la virilidad y, por tanto, cues-tin de hombres, la guerra exige ahora la movilizacin de las reta-guardias, a la vez que reparte sus vctimas y extrae sus fuerzas de ambos sexos. Sin embargo, en una historia a largo plazo de las rela-ciones entre hombres y mujeres, la guerra, dados sus efectos simbli-cos y materiales, parece ms bien una fuerza conservadora, e incluso reaccionaria, que un impulso renovador. Ni la Guerra Civil espao-la, donde se destacan muchas milicianas, ni la Resistencia francesa, que llev a tantas mujeres a la deportacin y a la muerte, parecen haber fundado, a pesar de la fraternidad del combate, la igualdad de responsabilidad ni el reconocimiento de mritos iguales. Cuando la accin de resistencia se torna militar, cuando se organiza un ejrci-to regular, las mujeres quedan al margen de los lugares de primera lnea; y todas las posguerras exaltan la especificidad de las tareas feme-ninas. No escapan a la regla las guerras de liberacin nacional, que a veces modificaron los comportamientos individuales de los ex com-batientes por ejemplo, las mujaidines argelinas solan tener menos hijos que sus hermanas de la misma generacin, pero raramente las relaciones de sexo. Y de los movimientos de lucha armada en el Tercer Mundo o de la guerrilla urbana en Occidente, posiblemente la Fraccin Ejrcito Rojo, llamada tambin grupo (Andreas) Baa-der-(Ulrike) Meinhof; fue la nica que, heredera de una tradicin terrorista, no releg a las mujeres a una posicin subordinada. Por tanto, se apruebe o no, cabe interrogarse sobre qu es lo que se juega en la feminizacin actual de los ejrcitos occidentales que, por otra parte, ha sido rechazada por Alemania.

  • La Primera Guerra Mundial: la era de la mujer o el triunfo de la diferencia sexual? Franoise Thbaud

    "Es la hora inaugural de la historia para las mujeres del mundo. Es la era de las mujeres", exclama con entusiasmo la sindicalista norteamericana seora Raymond Robins en el con-greso de la National Women's Trade Union League (WTUL), rea-lizado en 1917. Como un eco transocenico, el ensayista francs Gaston Rageot o el historiador feminista Lon Abensour salu-dan "el alba de una nueva civilizacin" y "el advenimiento de la mujer a la vida nacional".

    Durante la Primera Guerra Mundial e inmediatamente des-pus de su finalizacin se extendi ampliamente la idea segn la cual el conflicto blico haba trastocado las relaciones de sexo y eman-cipado a las mujeres en mucho mayor medida que los aos y aun los siglos anteriores de lucha. Tanto en la literatura como en el discurso poltico era un tpico que la ruptura fuese celebrada o denunciada, rigurosamente medida o llevada al paroxismo. Ms tarde, los re-cuerdos modelados por la conmemoracin o la presencia de los ex combatientes slo conservarn los nombres de los hroes de la gue-rra o de los campos de batalla. Simblicamente, en toda Europa la estatuaria en honor de los muertos en Francia, unos 30.000, vuelve a poner a cada sexo en su lugar. Para las mujeres slo hay re-ferencias alegricas: la Victoria, la viuda desconsolada y, en forma excepcional, la madre que maldice la guerra. Sin embargo, todava

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    se aspira el perfume sulfreo de La Garonne, la nueva mujer, de cos-tumbres y aspecto viril, que la historiografa y los manuales escola-res transmiten, aunque sin profundizar demasiado. En 1922, Vic-tor Margueritte crey escribir una simple "fbula moral"; sin em-bargo, en la atmsfera conformista de la paz lograda por la fuerza de las armas, su xito fue escandaloso llegaron a venderse un mi-lln de ejemplares y conoci el brillo de la Orden de la Legin de Honor, que le fue otorgada. La novela, traducida a doce lenguas, circul por toda Europa.

    A partir del momento en que las armas callaron, se escribieron decenas de miles de obras para tratar de comprender ese gigan-tesco acontecimiento que, al precio de muchos sufrimientos y de millones de muertos, sacudi en sus fundamentos mismos a Europa y al mundo en el siglo XX. En la mayora de ellas se encuentran pocas huellas de mujeres, salvo historias anecdticas de la retaguardia: el cuestionamiento serio no radicaba all. De la serie de Carnegie a la tesis magistral de G. H. Soutou L'or et le sang, el enfoque predominante del conflicto fue econmico y pol-tico, esto es, objetivos, causas y costes de la guerra, estrategias y tcticas militares. Ms reciente y ms sensible a las conmociones de la retaguardia, la historia social, que tantos caminos ha abier-to, no poda desconocer la presencia de las mujeres, mxime en el caso de las trabajadoras de guerra. Pero el impulso lleg en espe-cial de los interrogantes del movimiento feminista de las dcadas de los sesenta y setenta. Qu hacen, qu transformaciones sufren las mujeres de los pases beligerantes? No afecta la guerra de modo diferente a uno y otro sexo? Trauma prolongado para los hom-bres, es para las mujeres mero duelo, sufrimiento y agobiante fun-cin maternal? Acaso no es tambin, debido a la ruptura del orden familiar y social, a la apertura de nuevas actividades, la era de lo posible? Se planteaba as toda una lnea nueva de problemas: la relativa al papel de la guerra en el largo camino hacia la emanci-pacin femenina. Y se daban tambin las primeras respuestas entu-siastas, al menos en lo tocante a las mujeres britnicas que estu-diaron David Mitchell o Arthur Marwick.

    Es de imaginar una subversin paralela en el orden de las cosas? El mostrar que la guerra no es una empresa exclusivamente masculina equivale a descubrir nuevas responsabilidades y nue-vos oficios para las mujeres jefas de familia, municioneras

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    ("munitionnettes"), conductoras de tranvas e incluso auxiliares del ejrcito, as como verlas adquirir movilidad y confianza en s mismas. Hay mentes que comentan, juzgan, caricaturizan o foto-grafan las actividades y los comportamientos femeninos. A fina-les del conflicto se constituy oficialmente en Gran Bretaa, gracias al Imperial War Museum (IWM) y a su Subcomit del Tra-bajo Femenino de Guerra, y extraoficialmente en Francia y en Ale-mania, por intermedio de organizaciones femeninas como la sociedad L'Effort fminin franais una memoria muchas veces hagiogrfica de la movilizacin femenina. Cuando, en la dcada de los setenta, la historia oral les concede la palabra, casi todas las entrevistadas expresan un sentimiento de liberacin y un orgullo retrospectivo. "Out of the cage" ("Fuera de la jaula"), dicen los testimonios recogidos por el IWM o el museo de Sou-thampton. Efectivamente, hemos hecho eso, y ya nada fue lo mis-mo que antes, dicen las ancianas de Francia.

    Sin embargo, en el ao 1977 James F. Mac Millan destaca-ba la fuerza del conservadurismo francs en materia de roles sexuales, y consideraba que la guerra no haba hecho otra cosa que consolidar el modelo femenino de madre-ama de casa. Los his-toriadores de los aos ochenta (el fenmeno generacional resul-ta particularmente notable en Gran Bretaa con los trabajos de Gail Braybon o los de Deborah Thorn) tambin niegan la tesis que sostiene el carcter emancipador de la guerra y muestran, tras una relectura crtica de las fuentes, el carcter provisional o meramente superficial de los cambios. La guerra de acuerdo con esta ltima visin de las cosas slo fue un parntesis antes del retorno a la normalidad, un teatro de sombras en el que aparen-temente slo las mujeres de retaguardia desempearon los pape-les principales. Ms an, la guerra habra bloqueado el movimiento de emancipacin que, ya a comienzos del siglo xx, se esbozaba en toda Europa y se encarnaba en una new Woman econmica y sexualmente independiente, as como tambin un poderoso movi-miento feminista igualitarista e imaginativo. Y lo habra blo-queado al reafirmar la identidad masculina, que en vsperas de la guerra se hallaba en crisis, y al volver a conferir a las mujeres su funcin de madres prolficas, de amas de casa en el mejor de los casos, liberadas por una mejor gestin domstica y de espo-sas sometidas y admiradas.

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    En el presente, la problemtica de la emancipacin, que aisla del resto de la humanidad a las mujeres y su historia y que tan acti-va ha sido durante tanto tiempo y todava hoy domina ciertos en-foques historiogrficos es seriamente discutida. Ute Daniel, que firma uno de los primeros libros alemanes sobre el tema, nos invi-ta a no medir la emancipacin con los criterios de hoy, sino, por el contrario, a reconstruir metdicamente la percepcin y la vivencia de los agentes histricos, muy a menudo alej ados de las intenciones de los poderes o de las organizaciones sociales. Las norteamerica-nas, por su parte, han abierto nuevas perspectivas con el concepto de gender system, conjunto de roles sociales sexuados, pero tambin sistema de pensamiento que estructura esos papeles de manera bi-naria y modela tanto la identidad masculina como la femenina. La cuestin ya no consiste en saber si la guerra afecta directamente a los sexos, sino de qu manera redefine, real y simblicamente, la re-lacin masculino-femenino. De ah la importancia como lo ha su-gerido el coloquio Women and War, organizado por el Center for European Studies de Harvard en enero de 1984 , que se otorga a los discursos y a las representaciones oficiales a los que hay que des-pojar de la retrica del gnero para medir su verdadera fuerza en calidad de freno al cambio, y lo mismo con todas las formas de ex-presin cultural en las que puedan leerse reacciones a la conmocin sexual a que dio lugar la guerra. De all tambin el desplazamiento de la historia de las mujeres de las zonas marginales de la historia, y la voluntad de volver a escribir la historia de la guerra con una pers-pectiva sexuada. Joan W. Scott va ms lejos an, a mi juicio, con su voluntad de hacer que la historia de las mujeres se encuentre con la historia poltica, atenta a lo que tenga que revelar sobre polticas de guerra. El gender que se traduce como "gnero" se muestra, pues, como un principio de organizacin, incluso como un arma de guerra, de tal modo que tanto su construccin como su decons-truccin constituyen un frente de lucha para los Estados, los gru-pos y los individuos.

    La historia de las mujeres durante la Primera Guerra Mundial ya tiene una larga andadura. Las pginas que se lee-rn a continuacin aspiran a ser, siquiera modestamente, el resul-tado de ese recorrido intelectual, con la preocupacin, ms all de las convergencias, por mostrar las peculiaridades naciona-les y la variedad de las experiencias femeninas.

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    Movilizacin de hombres , movilizacin de mujeres 1914, ao de las mujeres, ao de la guerra

    Julio de 1914: hace buen tiempo ese verano, y nadie duda de la inminencia del drama. En Francia, la prensa se ha limitado a mencionar el asesinato del archiduque heredero de Austria, Fran-cisco-Fernando, acaecido el 28 de junio en Sarajevo. En realidad, presta menos atencin a los lejanos Balcanes que al proceso de Hen-riette Caillaux, que cierra el ltimo escndalo poltico de la Belle poque. Las feministas se marchan de vacaciones tras la gran mani-festacin sufragista del 5 de julio en honor de Condorcet, apo-teosis de un movimiento que, en su diversidad, conoce por enton-ces una verdadera edad de oro y espera obtener, tras otras conquistas, la igualdad poltica. Con la fuerza que le daban sus 9.000 afiliadas, la Union franaise pour le suffrage de femmes (UFSF), que quiere convencer y proceder por etapas, lanza en verano un lla-mamiento nacional en favor de la proposicin Dussaussoy-Buis-son, que permitira a las francesas participar en las elecciones muni-cipales de 1916. La C G T prepara su congreso de otoo, en cuya agenda figura, tras el gran debate provocado por el caso de Emma Couriau, la prohibicin de trabajar en el mundo editorial, la cuestin del trabajo femenino.

    Tambin en Gran Bretaa, el lugar de la mujer ha cam-biado bajo el impulso de un movimiento feminista ms radical, que se enfrenta a la ideologa victoriana de las esferas separa-das y de la doble moral sexual. En los agitados aos que pre-ceden a la guerra, la cuestin femenina ocupa el primer plano de la discusin pblica, por delante del problema irlands o de la agitacin social. Nacida en 1903 en el Lancashire la Wo-men's Social and Political Union (WSPU) adopt la estrategia y el tipo de propaganda de los socialistas y logr convertir la cues-tin del voto en un problema fundamental en Inglaterra y en otros sitios se las conoca como las "militant women", las "suf-fragettes" o incluso como "las furias criminales de Londres", se derrumba como consecuencia conjunta del ciclo violencia-represin y del autoritarismo de las Pankhurst. En el verano de 1914, Christabel se refugia en Francia para evitar la prisin,

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    pero la federacin sufragista de la seora Fawcett (la NUWSS: National Union of Women's Suffrage Societies), que cuenta con el apoyo de muchos liberales y de trabajadores, muestra la fuerza de sus 480 sociedades y 53.000 afiliadas en un inmenso desfi-le por las calles de Londres. 1914 habra podido ser el ao de / las mujeres. Es el ao de la guerra, el que vuelve a poner a cada sexo en su sitio.

    En unos pocos das, del 28 de julio al 4 de agosto, Euro-pa arde como una gran hoguera. Por doquier, el estupor de la poblacin da paso a la resignacin o al entusiasmo, un entusiasmo ms urbano que rural, ms masculino que femenino. Pues los espritus estn preparados. En Francia, la escuela haba man-tenido el recuerdo de las provincias perdidas y haba sembra-do la conviccin de que la Repblica, rgimen de derecho y rgimen pacifista, no poda lanzarse a una guerra injusta. Orgu-llosos de su xito econmico y seguros de la superioridad de su civilizacin, los alemanes se lanzan al asalto de la barbarie rusa y de una Francia "afeminada". Casi todos los soldados ima-ginan una guerrera corta y caballeresca en la que podran expresarse elevados valores morales y vivir la comunidad de hom-bres, imagen anacrnica confirmada por la vestimenta o el ritual (el pantaln rojo en Francia, el tambor en Alemania). Y por todas partes su partida da lugar a escenas colectivas de patriotismo en las que la distancia social queda abolida y las lgri-mas de las mujeres son peor recibidas que sus aclamaciones.

    It Extrao verano ese de 1914, que separa radicalmente los sexos y resucita, tras las luchas de preguerra, una cierta armo-na sexual. La movilizacin de los hombres fortifica los senti-mientos familiares y da vida al mito del hombre protector de la madre patria y de los suyos; las primeras cartas de los sol-dados hablan de la piedad filial, del amor de las mujeres y, a veces, de la nostalgia de los hijos. La historiografa evoca siempre la Unin sagrada de los partidos polticos y la de las clases socia-les, muy raramente la de los sexos. Sin embargo, en Francia, donde la guerra, en beneficio de unnimes elogios, impone silen-cio a una literatura antifeminista que expresaba hasta el deli-rio el miedo a la emancipacin femenina, los contemporneos la han interpretado como el saludo complacido al advenimiento de una mujer purificada, que se revelaba a s misma y a los dems,

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    consciente, a partir de ese momento, de su naturaleza profun-da y de sus deberes eternos, fuente de amor universal y de penetracin entre las clases; en resumen, la encarnacin del ideal femenino burgus del siglo XIX..

    En efecto, servir se convierte en la consigna de las francesas que se dedican a reconfortar a los soldados en las cantinas, a cuidar de los heridos en los hospitales auxiliares de las sociedades de la Cruz Roja o a alimentar a los indigentes: refugiados que acompaan la retirada de los ejrcitos aliados, desempleados de todos los oficios, vctimas -i: la total desorganizacin del pas, familias de moviliza-dos. En Francia, y tambin en Alemania y en Gran Bretaa, en don-de la dirigente sindical Mary Macarthur coopera con la reina Mary en la Queens Work for Women Fund, el taller de ropa blanca es el smbolo de esta actividad caritativa que propone a las mujeres necesitadas un trabajo de costura, actividad indudablemente femenina, a cambio de una comida y, a veces, de una mdica suma de dinero.

    Las feministas participan en esa fiebre de servicio y suspenden sus reivindicaciones para cumplir, mejor incluso que las otras, con los deberes de las mujeres y dar as pruebas de respetabilidad. Marguerite Durand, que durante las dos ltimas semanas de agosto de 1914 vuelve a publicar la famosa revista La Fronde, y la seora Fawcett en Common Cause, del 14 de agosto, escriben lo mismo: "Mujeres, vuestro pas os necesita... Mostrmonos dignas de la ciu-dadana, se atienda o no a nuestras reclamaciones". Como Jane Misme, directora de La Franaise, rgano principal del feminismo modera-do, en su primer nmero de guerra: "Mientras dure la prueba por la que est pasando nuestro pas, no se permitir a nadie hablar de sus derechos; respecto a l, slo tenemos deberes". Amnistiadas, las Pankhurst se convierten en verdaderos sargentos reclutadores, cu-ya retrica militarista y sexuada defender una causa noble y cum-plir con el deber de hombre para mirar a las mujeres a la cara, casi no se distingue de la de los carteles oficiales. "LAS MUJERES DE GRAN BRETAA DICEN 'ADELANTE'", estoicas, pero firmes, en la ventana del home...

    Apostando por una guerra corta, los Estados beligerantes tie-nen la esperanza puesta en la resignada espera de las mujeres y se congratulan de que las feministas se unan a la causa nacional, pero, ms all de la caridad, rechazan las propuestas femeninas de ser-vicio, que a veces llegan al alistamiento militar de mujeres. Las

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    alemanas de la poderosa Bund Deutscher Frauenvererine (BDF), en su congreso de 1912, haban propuesto un ao de servicio social para las jvenes; el 3 de agosto de 1914 crean el Servicio Nacional de Mujeres (NFD: Nationaler Frauendienst), que, reconocido por las autoridades, desempea la funcin de tropa auxiliar de la administracin para la asistencia y el aprovisionamiento. En Gran Bretaa slo se acepta la movilizacin de una minora de voluntarias de clases acomodadas en las granjas o en la polica urba-na. A la doctora Elsie Inglis, que presenta un plan de hospitales de ultramar los futuros y clebres Scottish Women s Hospitals de Francia y de Serbia, el War Office responde: "Id a casa y que-daos quietas". El caso de Francia es ejemplar en esta poltica sexua-da: el 5 de agosto, una ley instituye la asignacin de mujer de movi-lizado, no con el propsito de asegurar la subsistencia de las familias, sino de levantar la moral del soldado que transfiere as al Estado-padre las funciones de sostn material inherentes al jefe de familia. El da 7, el presidente del Consejo Viviani lanza un lla-mamiento a las mujeres francesas, en realidad a las campesinas, las nicas que l considera como de urgente necesidad en el cam-po que los hombres han abandonado, y les habla con el lenguaje viril de la movilizacin y de la gloria: "De pie, mujeres france-sas, nias, hijas e hijos de la patria! Sustituid en el campo de tra-bajo a quienes estn en el campo de batalla. Preparaos para mos-trarles, maana, la tierra cultivada, las cosechas recogidas, los campos sembrados! En estas horas graves, no hay tarea pequea. Todo lo que sirve al pas es grande. En pie! A la accin! Manos a la obra! Maana la gloria ser para todo el mundo". Pero como Marguerite Durand, que suea con un servicio militar auxiliar para las mujeres, tambin la escritora seora Jack de Bussy se ve recha-zada, junto con su Ligue des Enrles, constituida el 30 de julio

    En nombre del derecho de los soldados y de la unin nacio-nal, todos los Estados beligerantes, salvo Estados Unidos, instauran lo que las britnicas llaman separation allowances, que en la mayor parte de los casos se pagan tanto a concubinas como a esposas leg-timas y, lo que resulta un fenmeno notable, en funcin de la can-tidad de hijos. Mientras que Gran Bretaa, durante todo el tiem-po que dura la guerra, ofrece a todas las personas implicadas una asignacin relativamente elevada (ligeramente superior al sala-rio femenino medio para una mujer sola), Francia y Alemania man-

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    tienen una poltica de asistencia con una suma escasa (Francia, 1,25 francos por da ms 0,50 por hijo, cuando el kilo de pan vale 0,40 francos), incompatible con una asignacin por desempleo y, en principio, reservada nicamente a las necesidades y que se elimina cuando la beneficiara vuelve a percibir un salario sufi-ciente. Sin embargo, a todas partes llegan con gran lentitud. As pues, en los medios populares, la catstrofe sentimental se dupli-ca por una catstrofe econmica. El fervor patritico no puede hacer olvidar la miseria material que incita a recurrir a las insti-tuciones de caridad y a los pequeos anuncios de trabajo. En efec-to, el paro es elevado y de larga duracin en las industrias de lujo: los empleos femeninos del comercio y de la industria repre-sentan en Francia en agosto de 1914 alrededor del 40 por 100 de los anteriores a la guerra y menos del 80 por 100 en julio de 1915. Pars, tanto por sus estructuras industriales como por la pro-ximidad del frente, resulta particularmente afectado. Con excep-cin de las enfermeras ya alistadas en las sociedades de asisten-cia a los heridos, con excepcin de las campesinas y de las tenderas que se hacen cargo de la tarea que el marido ha abandonado, en todas partes la movilizacin de la mano de obra femenina es len-ta y tarda. Para cambiar este estado de cosas ser necesario ver de otra manera la guerra y vencer mltiples reticencias respecto del trabajo femenino, tras haber comprobado la insuficiencia y la inadecuacin de otras reservas de mano de obra.

    Movilizaciones femeninas La guerra no es lo que se esperaba. En el otoo de 1914 no

    hay vencedores ni vencidos y en Occidente el frente se estabili-za a lo largo de ms de 800 kilmetros desde Flandes hasta la fron-tera Suiza. Disipada la ilusin de una victoria rpida, los belige-rantes ya no pueden contentarse con vivir de sus reservas industriales y deben volver al trabajo. Guerra prolongada, guerra de hombres y guerra de material, la Gran Guerra requiere el sostn de la reta-guardia, el concurso de las mujeres. En cuatro aos y medio se movilizan en Francia ocho millones de hombres (esto es, ms del 60 por 100 de la poblacin masculina activa) y trece millones en Alemania, mientras en Gran Bretaa, que instaura el servicio mili-tar en mayo de 1916, tras dos aos de alistamientos voluntarios, la cifra slo llega a los 5,7 millones. Los mortferos combates devo-

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    ran hombres y municiones e inauguran armas nuevas. A partir de los arsenales nacionales y de empresas privadas reconvertidas, cada pas, dotado de una estructura gubernamental adecuada en mayo de 1915 se crea en Francia la subsecretara de Estado para la arti-llera y las municiones, mientras que en Gran Bretaa se establece el Ministerio para las municiones, levanta una industria de gue-rra que multiplica los efectivos obreros y la produccin. La guerra se convierte en una guerra moderna, en una guerra total que moviliza todos los espritus y se libra en dos frentes: el battlefront y el homefront, el primero casi exclusivamente masculino; el segundo, donde las feministas, con mayor o menor xito tratan de implicarse, mayoritariamente femenino. Pero all se acaban las analogas. Las modalidades y las proporciones de la movilizacin femenina requieren anlisis nacionales.

    En Francia, pas de gran actividad femenina antes de 1914 (7,7 millones de mujeres trabajaban, de las cuales 3,5 millones eran campesinas), fue donde la movilizacin de las mujeres tuvo un carcter ms emprico, a imagen de un liberalismo apenas entor-pecido por la guerra, a pesar de la accin de hombres como Etienne Clmentel, ministro de Comercio o Albert Thomas, minis-tro socialista de Armamento. Las mujeres leen ms los anun-cios, escuchan ms los consejos de una vecina o tienen menos incon-veniente en golpear las puertas de las empresas que en inscribir-se en las oficinas departamentales de colocacin a las que el Ministerio de Trabajo dio impulso en el ao 1915. La contrata-cin es a veces una cuestin de familia, una buena accin desti-nada a evitar toda competencia al finalizar la guerra y asegurar la moralidad de las reclutadas, ya sea mujer, hija o hermana de un movilizado. Raro en la industria, este proceso es frecuente en casas de comercio, bancos o compaas de transporte y en determina-das administraciones.

    Francia tiene "financieras", "ferroviarias" que limpian, controlan o registran, revisoras de metro, factoras, sus cobradoras e incluso conductoras de tranva. En las fbricas de material blico, la mano de obra femenina es el ltimo recurso tras la contrata-cin de civiles, el llamamiento de 500.000 obreros movilizados, instituido por la ley Dalbiez, o la importacin de mano de obra extranjera y colonial. En el otoo de 1915 aparecen las primeras circulares ministeriales que invitan a los industriales a emplear muje-

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    res all donde sea posible; los carteles oficiales, lo mismo que las oficinas de reclutamiento se multiplican tanto en Pars como en las provincias. A pesar de que las organizaciones femeninas hayan intentado, bajo la advocacin de las grandes figuras del feminis-mo, racionalizar el reclutamiento, las obreras provienen de los cua-tro puntos cardinales atradas por los salarios altos o en busca de cualquier tipo de empleo. Tambin all, al igual que en toda la indus-tria, realizan tareas cada vez ms diversificadas. A comienzos del ao 1918 su nmero llega a 400.000, esto es, un cuarto de la mano de obra total (un tercio en la regin parisina), y se erigen en ver-daderos smbolos de la movilizacin femenina en Francia, as como de la penetracin de las mujeres en sectores tradicionalmente mas-culinos.

    Pero la movilizacin de las francesas es limitada y el mundo del trabajo no est invadido por el trabajo femenino. En 1916, segn las estadsticas del Ministerio de Trabajo, el personal femeni-no de la industria y del comercio vuelve a su nivel de preguerra y slo al final de 1917, en todo el apogeo del empleo femenino, lo sobrepasa en un 20 por 100 a aqul. Constituye el 40 por 100 de la mano de obra, contra el 32 por 100 de antes de la guerra. Sin embargo, no se paraliz ninguna actividad; en Alemania, por el contrario, la movilizacin de las mujeres parece haber llevado al extremo la escasez de mano de obra.

    Esta es por lo menos la tesis de Ute Daniel, que se opone a la idea comnmente admitida de que hubo un aumento masivo del trabajo femenino y discute la validez de la fuente utilizada ms a menudo, las estadsticas de las cajas de seguro mdico. Es cier-to que hay una movilizacin de alemanas con destino a las indus-trias de guerra, en un primer momento dbil y espontnea a pesar de los esfuerzos del NFD, pero que luego se centraliza y se intensifica en la segunda mitad de la guerra, momento en que se adopta una organizacin militar de la economa y el trabajo feme-nino se considera indispensable para la victoria del pas. El pro-grama Hindenburg de noviembre de 1916, que endurece la dic-tadura de los jefes militares sobre la poltica interior, confa la movilizacin industrial a la Oficina de Guerra (Kriegsamt) del gene-ral Groener, otorga prioridad absoluta a la industria de armamento y le asegura la mano de obra gracias a la instauracin de un ser-vicio auxiliar obligatorio para todos los hombres de 17 a 60 aos

  • 56 LA NACIONALIZACIN DE LAS MUJERES

    (Hilfdienst, ley de 5 de diciembre de 1916). El aislamiento de muje-res fue rechazado por las autoridades civiles y desaconsejado por las feministas del BDF, que propusieron una movilizacin de muje-res a cargo de las mujeres mismas y una poltica social especfi-ca. En el seno del Kriegsamty de cada una de sus subdivisiones sur-gen dos organismos dirigidos por mujeres: un Departamento de Mujeres (Frauenreferat), encargado del reclutamiento, y un Ser-vicio Central del Trabajo Femenino (Frauenarbeitszentrale: FAZ), encargado del bienestar de las obreras. A comienzos de 1918 hay unas mil mujeres que trabajan en estos servicios bajo la direccin de Marie-Elisabeth Lders, del BDF.

    No hay duda de que esta movilizacin desemboca en un cre-cimiento absoluto y relativo del empleo femenino en la metalurgia, los metales, la electricidad y la qumica, crecimiento particularmente acusado en las grandes empresas: hay historiadores alemanes que hablan de un crecimiento superior al 50 por 100 en las empresas con ms de diez asalariados, de las que Krupp constituye un caso extremo con 30.000 mujeres sobre 110.000 personas a finales del conflicto. Pero, ms an que en Francia, este crecimiento redunda en detrimento de los sectores femeninos, totalmente sacrificados en una Alemania sometida al bloqueo, y parece menos importante que la expansin sugerida por muchas estimaciones locales del trabajo a domicilio reconvertido para la produccin blica. Las cos-tureras de la Selva Negra fabrican municiones; las corseteras, telas para tiendas de campaa y cajas de galletas; otras, que en algunos casos trabajan por primera vez, hacen sacos, mscaras antiguas, cal-zado e incluso uniformes completos.

    En efecto, por qu responder a los llamamientos culpabiliza-dores de las autoridades o a las conferencias patriticas de Gertrud Bumer, presidenta del BDF? Todo ello no logra enmascarar total-mente las fricciones internas de la burocracia alemana, como las re-ticencias de los sindicatos y de los empleadores, que a veces, en el momento mismo de la contratacin, obligan a las mujeres a firmar su futura dimisin. Adems, muchas veces el hecho de ingresar en la industria de guerra requiere una movilidad incompatible con las car-gas de familia. La economa de penuria, que se instala a partir de 1915 y constituye el nudo central de la experiencia femenina de este pas lleva consigo una sobrecarga de trabajo domstico que devora las ener-gas y limita la atraccin que ejerce el salario. Tanto ms cuanto que

  • LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL 57

    el Estado o las autoridades locales proporcionan a muchas familias dinero que alcance justo para lo que hay en las tiendas, ya sea en for-ma de subsidio a las desempleadas del gremio textil o de asignacio-nes a las Kriegerfamilien: en 1917, cuando el canciller invita a las au-toridades a evitar la mezquindad y toda forma de coaccin hacia las mujeres que no buscan empleo, casi un tercio de las familias se be-nefician de dichas asignaciones. La poltica social de guerra que ase-gura al soldado la proteccin de su familia por parte del Estado, im-pide la regulacin del mercado de trabajo e incluso contrarresta los esfuerzos de movilizacin femenina.

    "La situacin es grave. Las mujeres deben contribuir a resol-verla" dicen las pancartas de la impresionante marcha del 17 de ju-lio de 1915 bajo el lema "Right to serve". Organizada por la seo-ra Pankhurst con ayuda del novsimo Ministerio de Armamento, seala al mismo tiempo la conve