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Historia Del Arte Universal II Apuntes

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UNIVERSIDAD

DE HUELVA HISTORIA DEL ARTE UNIVERSAL II

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Renacimiento Renacimiento es el nombre dado al amplio movimiento de revitalización cultural que se produjo

en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo

de las artes, aunque también se produjo la renovación en la literatura y las ciencias naturales y

humanas. El nombre Renacimiento se utilizó porque éste retomó los elementos de la cultura

clásica. El artista y escritor italiano Giorgio Vasari fue uno de los primeros autores en utilizar la

expresión en su obra Vidas de pintores, escultores y arquitectos famosos, publicada en 1570.

Además este término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de

estancamiento, causado por la mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media.

El Renacimiento planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las

artes, la política y las ciencias, cambiando el teocentrismo medieval por el antropocentrismo

renacentista. De hecho, el Renacimiento rompe con la tradición artística y filosófica de la Edad

Media.

Históricamente, el Renacimiento fue contemporáneo de la Era de los Descubrimientos y las

conquistas ultramarinas. Ésta "Era" marca el comienzo de la expansión mundial de la cultura

europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento de América, lo cual rompe la

concepción medieval del mundo, fundamentalmente geocéntrica.

El Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante

los siglos XV y XVI. En este período la sociedad fue estando dominada progresivamente por

instituciones políticas centralizadas, con una economía urbana y mercantil en la que se

desarrolló el mecenazgo de la educación, las artes y la música. El desmembramiento de la

cristiandad, el desarrollo de los nacionalismos, la introducción de la imprenta y la consiguiente

difusión de la cultura y la revolución ideológica se potenciaron. El determinante de este cambio

social y cultural fue el desarrollo económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo

mercantil.

El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio atraído por el

saber y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez que investigaba las

técnicas del claroscuro, las formas de representar la perspectiva, y el mundo natural

(especialmente la anatomía humana y las técnicas de construcción arquitectónica). El paradigma

de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, pro también Miguel Ángel Buonarroti, Rafael

Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen de la

Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y

arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.

Mientras en Florencia surgía el arte del Quattrocento o primer Renacimiento (siglo XV), se

produjo un fenómeno parecido y simultáneo en Flandes (especialmente en pintura), basado en la

observación de la vida y la naturaleza y muy ligado a la búsqueda de la humanidad de Cristo.

Este Bajo Renacimiento tuvo gran repercusión en la Europa Oriental.

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la hegemonía

artística de Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III) apoyaron

fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad Clásica.

Con las guerras de Italia muchos de los seguidores del nuevo estilo emigraron, propagando así

los principios renacentistas por toda Europa Occidental.

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Renacimiento Italiano El Renacimiento se organiza tradicionalmente en dos hemisferios, el Quattrocento (siglo XV), y

el Cinquecento (siglo XVI). La delimitación no es exacta, de manera que los rasgos de uno

pueden estar presentes en otro y viceversa. Sin embargo, sí es posible agrupar por semejanza de

intenciones a los autores de uno y otro siglo.

Características Generales

1. El por qué de la renovación.

La península italiana nunca se había visto implicada íntimamente con la corriente internacional del gótico. Sus manifestaciones góticas tienen un carácter muy particular,

siempre más ligado a su propia tradición románica y clásica que a las evoluciones

estilísticas de Francia, el gran eje rector del estilo gótico. Durante el Trecento la inquietud

diferenciadora había ido planteando las bases de una renovación del arte que conmocionó

sus cimientos hasta llegar a preguntarse por la esencia misma de este arte y de sus artífices,

en especial por el papel de los pintores como agentes intelectuales que deseaban ser

incluidos en la élite de la cultura y la alta sociedad. Los grandes pilares de la renovación son

varios, siendo el más llamativo el del Humanismo como nuevo enfoque para la visión de la

sociedad, el cosmos, y el papel central del hombre. Por ello, la anatomía del hombre fue

objeto de cuidadoso estudio por parte de los científicos, que dibujaron uno a uno sus

descubrimientos. La maestría necesaria para estos dibujos confundió con frecuencia el papel

del científico con el del pintor, que adquiere por eso una relevancia inusitada hasta ese

momento. Un pintor, además, debía de tener hondos conocimientos de mitología, historia y

teología para estar capacitado en la representación decorosa de las historias que había de

narrar. El centrarse en lo humano no significa un abandono de lo divino, sino que lo divino

es revisado desde la perspectiva humana para dotarlo de una mayor significación: Dios trata

de hacerse inteligible a la razón humana, en vez de limitarlo a la emoción de la fe.

2. Cómo se recupera la cultura clásica. El mecanismo de recuperación de la razón tuvo sus apoyos en la reintroducción de la

sabiduría clásica: los textos de la Antigüedad que se conservaban fueron traducidos. La

caída de Constantinopla en manos sarracenas provocó un éxodo masivo de artistas e

intelectuales bizantinos, que se instalan en Italia y llevan con ellos nuevos manuscritos

clásicos. El peso de la tradición clásica indujo a denominar la pintura de este estilo como

pintura alla antiqua, puesto que la modernidad, entendida como avance y desarrollo de los

presupuestos góticos, se centra en la pintura flamenca, la pintura alla moderna.

3. Los nuevos mecenas. El patrocinio de la Iglesia sobre las artes sigue siendo mayoritario, pero abandona el

monopolio; así, las florecientes repúblicas mercantiles se llenan de familias de comerciantes

que establecen auténticas dinastías, como los Médicis, que apoyan su poder en la Banca

internacional, el control de las rutas marítimas y el prestigio que les otorga ser mecenas de

artistas y científicos. Gracias a esta entrada en escena de un nuevo mecenazgo se produjo un

aumento de los géneros, que hasta ese momento se habían limitado a la pintura religiosa. Se

inicia con fuerza el esplendor del retrato, puesto que los mismos que pagan el arte desean

contemplarse en él. Se introducen mitologías, frecuentemente con trasfondos religiosos,

incluso mistéricos, de difícil interpretación excepto para círculos restringidos: es el caso de

la sofisticada obra de Botticelli el Triunfo de la Primavera.

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4. Consciencia de época y reconocimiento de autor.

El Renacimiento es, además, uno de los primeros movimientos en tener consciencia de época, es

decir: sus integrantes se autodenominan como hombres del Renacimiento, como inauguradores

de una nueva Edad, la Edad Moderna, por oposición a la que identifican ya como Edad Media y

que consideran nexo de transición entre el esplendor de la Antigüedad clásica y el nuevo

esplendor de su propia época. Es en este período cuando los artistas empiezan a firmar sus

obras, sus datos biográficos son recogidos por los especialistas en arte, sus teorías pictóricas

componen tratados de gran elaboración intelectual... el mito del genio moderno inicia su proceso

en estos años, con destellos como Rafael o Leonardo.

Gracias a su propio esplendor, Italia fecundó los Renacimientos de otros países, como fueron

España y Francia.

Pintura Renacentista Italiana

La pintura renacentista abarca el período de la historia del arte europeo entre arte de la Edad

Media y el arte barroco. La pintura de esta época está relacionada con el «renacimiento» de la

antigüedad clásica, el impacto del humanismo sobre artistas y sus patronos, nuevas

sensibilidades y técnicas artísticas y, en general, la transición entre el periodo medieval y los

comienzos de la Edad Moderna.

Por la falta o escasez de buenos maestros, optando los artistas por imitar las obras de los

grandes maestros anteriores en lugar de estudiar la naturaleza para crear sus obras originales. En

el manierismo se exagera el movimiento en las figuras, la expresión es afectada y amanerada o

poco natural de los rostros.

Sandro Botticelli Sandro Botticelli es el nombre por el que popularmente se conoce a este pintor. Botticelli

era el apodo de su hermano mayor, Giovanni, cuya obesidad provocó que el mote de tonelete se

extendiera a todos los miembros de la familia. Con 17 años entró en el taller de Fra Filippo

Lippi, uno de los pintores florentinos más afamados del Quattrocento. Su aprendizaje tuvo lugar

en Prato y duró unos cinco años. Hacia 1465 Sandro hace sus primeros trabajos bajo la atenta

mirada de su maestro. Desde 1470 Botticelli dirige un estudio en una casa adquirida por su

padre. Será ese año cuando reciba el primer encargo procedente de una institución oficial, la

Fortaleza para los "Sei della Mercanzia". Su inclusión en la lista de la "Compagnia degli Artisti

di San Luca" data de 1472. Su estilo en aquellas fechas gustaba de las figuras lineales y el

empleo de un colorido brillante. En 1474 se traslada a Pisa para realizar una serie de frescos en

el cementerio de la localidad. Un año más tarde se iniciará la estrecha relación entre la familia

Médici y Botticelli, colaboración que será larga y fructífera. Las obras realizadas en estos

últimos años de la década de 1470 - especialmente retratos como el de Giuliano de Médici -

aumentarán su prestigio hasta ser llamado en julio de 1481 por el papa Sixto IV para trabajar en

la decoración de la Capilla Sixtina. La Rebelión contra la Ley de Moisés y la Escena judía y las

tentaciones de Cristo son las dos obras ejecutadas en Roma. Acabado el trabajo Sandro regresa

a Florencia. En esta década de 1480, Botticelli realizará sus obras más importantes: la serie de

Nastagio degli Onesti, la Madonna del Magnificat y sus escenas mitológicas - el Nacimiento de

Venus o la Primavera - con las que verá aumentar su éxito. Su bello estilo está en su momento

álgido; estilo que se encuentra a caballo entre los conceptos del Renacimiento y el espíritu del

gótico tardío, integrando en sus obras el pensamiento de sus clientes, por lo que sus encargos

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fueron numerosos. En la década de 1490 se iniciará la influencia del monje benedictino

Girolamo Savonarola en la religiosidad de los florentinos, que afecta al propio Botticelli,

comprobándose un giro hacia el ascetismo, como comprobamos en obras como la Piedad. El

fallecimiento del clérigo, en 1498, afectará mucho al ánimo del pintor, aumentando el ascetismo

en sus trabajos como observamos en la Natividad de 1500, la única obra firmada y fechada que

se conserva. Hacia 1500 el estilo de Sandro era totalmente superado por el de Leonardo o

Miguel Ángel. En 1502 será acusado anónimamente de mantener relaciones homosexuales con

sus ayudantes y discípulos, acusación que no tendrá consecuencias judiciales ni sociales ya que

dos años después sería miembro de la comisión que decidió el emplazamiento de la estatua del

David de Miguel Ángel. Botticelli falleció en Florencia el 17 de mayo de 1510.

Leonardo da Vinci Leonardo da Vinci es uno de los grandes genios del Renacimiento, destacando como artista, inventor y descubridor. Nació Vinci y se crió en Florencia. Aprendió en el taller de

Verrochio, siendo ya con 20 años maestro independiente. Se interesó mucho por descubrir

nuevas técnicas para trabajar al óleo. Su reputación crecía y los encargos aumentaban, a pesar

de que era frecuente en él dejarlos inacabados.

Su habilidad en todas las disciplinas artísticas le abrió las puertas de la corte milanesa de

Ludovico el Moro; sirvió a Cesare Borgia en la Romaña, al nuevo gobierno francés de Milán,

estuvo en Roma con Giuliano de Médici y terminó sus días en los castillos del Loira.

La obra pictórica de Leonardo es muy escasa y discutida. Él mismo no se definía como pintor,

sino como ingeniero y arquitecto, incluso como escultor; aún así, su prestigio en vida alcanzó

dimensiones prácticamente desconocidas. Su producción estuvo marcada por el interés hacia el

claroscuro y el sfumato, la técnica con la que difumina los contornos, consiguiendo una

excelente sensación atmosférica como se aprecia en su obra más famosa, la Gioconda. Su faceta

como dibujante también es destacable, conservándose una gran cantidad de apuntes. Al final de

su vida sufrió una parálisis en el brazo derecho que le impedía pintar, pero no continuar

dibujando y enseñando.

Leonardo representó una ruptura con los modelos universales establecidos durante el

Quattrocento. Se opuso al concepto de “belleza ideal”, defendiendo la imitación de la naturaleza

con fidelidad, sin tratar de mejorarla. Y así contempla la fealdad y lo grotesco, como en sus

dibujos de personajes deformes y cómicos, considerados las primeras caricaturas de la historia

del arte. Su dominio del color y la atmósfera le hace también el primero en ser capaz de pintar el

aire: la perspectiva aérea o atmosférica es una característica inconfundible de su obra, en

especial de los paisajes.

Vivió en una época en la que el humanismo y el estudio de los clásicos estaban de plena

vigencia; sin embargo, parece que tuvo dificultades intentando aprender latín y griego, los

idiomas cultos y la llave de acceso a la cultura filosófica neoplatónica que dominaba Italia y

parte de Europa. Leonardo escribió la mayor parte de sus escritos en toscano, un dialecto

florentino, pero escribía al revés.

Tras su muerte, Leonardo se ha convertido en el paradigma de "hombre del Renacimiento",

dedicado a múltiples investigaciones científicas y artísticas. Sus obras han determinado la

evolución del arte en los siglos posteriores. Su vida personal es en gran parte un misterio;

apenas han llegado indicaciones acerca de sus costumbres, gustos o defectos. Se sabe que era

estrictamente vegetariano, por sus cartas y escritos sobre anatomía, en los que llama a los

omnívoros "devoradores de cadáveres". También parece bastante probado que Leonardo era

homosexual: sufrió persecución por este hecho y estuvo a punto de enfrentarse a la Inquisición.

Sus protectores consiguieron siempre que eludiera el juicio público, que en otros casos

terminaba con la quema en la hoguera de los supuestamente culpables. En cualquier caso,

Leonardo permaneció soltero y sin hijos.

El artista que tal vez se mostró más influido por la obra de Leonardo fue Durero, que al igual

que el maestro italiano trató de demostrar el carácter científico de la pintura.

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Masaccio Un genio asombroso apareció en escena para heredar, casi inmediatamente, el renombre de

Gentile: Tommaso di Ser Giovanni fue conocido por sus contemporáneos como Masaccio,

seguramente porque fue tan devoto de su arte que prestó poca atención a cuestiones prácticas,

incluida su apariencia. Masaccio revolucionó el arte de la pintura, y, si la generalmente aceptada

fecha de su muerte es correcta, murió justo antes de su veintisiete cumpleaños. Sus

innovaciones son visibles en los frescos que pintó en la capilla de la familia Brancacci en la

iglesia de Santa Maria del Carmine en Florencia.

Las enseñanzas del nuevo estilo óptico, que Gentile aprendió fragmentariamente, las incorporo

Masaccio de una vez y en su totalidad, y creó un nuevo y casi alucinante sentido de masas reales

existentes en el espacio real.

Masaccio ejecuto su milagro casi sin el uso de la línea, que para él solo existe cuando una masa

de cierto color y un grado de luz se superponen a una masa diferente. La forma se consigue por

el impacto de la luz en un objeto. Masaccio no necesita la vela de Gentile en la oscuridad ante

un modelo; la luz real de la ventana de la Capilla Brancacci en bastante para él.

Masaccio, siguiendo a Donatello y Gentile, aunque más convincentemente que ambos, dirige el

ojo en la distancia, sobre la costa de Galilea, más allá de los árboles medio muertos,

aparentemente con nuevas ramas y follaje, para recorrer la extensión de las montañas a lo lejos,

y eventualmente hacia el cielo, con sus nubes flotantes.

Piero della Francesca Hoy en día se afirma unánimemente que el pintor toscano más grande de mediados del siglo XV

es Piero della Francesca un descubrimiento reciente, pues fue despreciado antes del comienzo

del siglo XX, y apenas apreciado en la Florencia contemporánea, en donde sabemos que residió

solo en una ocasión, en 1439, como asistente de Domenico Veneziano. Su obra fue realizada, en

su mayoría, para centros provinciales en el sur de Toscana. De hecho, en sus últimos años, Piero

escribió un elaborado tratado sobre perspectiva, postulando y demostrando tesis al modo de la

geometría de Euclides.

Unos años antes de 1460, probablemente Piero pintó el sublime fresco de la Resurreccion para

la casa consistorial de su natal Borgo San Sepolcro, en cuyo escudo de armas aparece el Santo

Sepulcro. Piero prestó poca atención al drama, pero, sin embargo, representó el acontecimiento

como una verdad intemporal.

Todos los elementos figurativos y arquitectónicos en el arte de Piero están preparados por

dibujos en perspectiva y simplificados para manifestar su carácter geométrico esencial. La

grandeza y los fundamentos matemáticos existentes en las composiciones de Piero plasman de

una forma impresionante en su gran seria de frescos, que datan seguramente de 1453-1454, en la

Iglesia de San Francesco en Arezzo.

Las últimas obras de Piero presentan una evidencia creciente de lo que tenia asimilado como

consecuencia de su estudio de la pintura holandesa: utilizo tanto una emulsión de aceite y

temple como aceite solo, para producir los efectos de la perspectiva atmosférica y de luz, sobre

los tejidos y las joyas, que caracterizan su retratos de perfil de Federigo da Montelfetro y

Battista Sforza.

Rafael Sanzio El cuarto gran maestro del Renacimiento medio florentino y romano fue Raffaello Sanzio,

conocido como Rafael. El ideal de armonía del alto Renacimiento alcanza en su arte su más

acabada expresión. Educado primero en Urbino por su padre, Giovanni Santi, un pintor

mediocre, Rafael trabajó por algún tiempo en el estudio de Perugino, cuyo estilo asimiló con

tanta perfección, que con frecuencia es difícil distinguir los cuadros del maestro de los de su

joven discípulo.

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Hacia 1505 Rafael, con veintidós años de edad, llegó a Florencia, cosechando un éxito

inmediato. Leonardo y Miguel Ángel habían establecido el estilo del Alto Renacimiento en

Florencia. Rafael satisface la demanda con facilidad y gracia, y durante sus tres años de estancia

pinta un número considerable de retratos y de Vírgenes, entre las que destaca la encantadora

Virgen de los prados, fechada en 1505.

La pintura de Rafael es más simple, el gentil maestro de Urbino no había diseccionado

cadáveres y solo le interesaba relativamente la anatomía. Para él, el objetivo primordial de toda

composición era la armonía que lo llena todo en esta obra.

Julio II eligió al joven Rafael para completar en las estancias vaticanas el ingente programa

iconográfico que estaba realizando Miguel Ángel en la cerrada Capilla Sixtina, al otro lado del

estrecho patio. Rafael mantuvo su posición como pintor de corte hasta su temprana muerte. Sus

ideales de armonía en las figuras y en la composición acabarían siendo reconocidos como los

principios del alto Renacimiento, y será por tanto a Rafael, más que a Miguel Ángel, a quien se

remitan los artistas clasicistas de los siglos siguientes.

Arquitectura Renacentista Italiana

Arquitectura del Renacimiento o renacentista es aquella producida durante el período

artístico del Renacimiento europeo, que abarcó los siglos XV y XVI. Se caracteriza por ser un

momento de ruptura en la Historia de la Arquitectura, en especial con respecto al estilo

arquitectónico previo: el Gótico; mientras que, por el contrario, busca su inspiración en una

interpretación propia del Arte clásico, en particular en su vertiente arquitectónica, que se

consideraba modelo perfecto de las Bellas Artes.

Produjo innovaciones en diferentes esferas: tanto en los medios de producción (técnicas de

construcción y materiales constructivos) como en el lenguaje arquitectónico, que se plasmaron

en una adecuada y completa teorización.

Otra de las notas que caracteriza este movimiento es la nueva actitud de los arquitectos, que

pasaron del anonimato del artesano a una nueva concepción de la profesionalidad, marcando en

cada obra su estilo personal: se consideraban a sí mismos, y acabaron por conseguir esa

consideración social, como artistas interdisciplinares y humanistas, como correspondía a la

concepción integral del humanismo renacentista. Conocemos poco de los maestros de obras

románicos y de los atrevidos arquitectos de las grandes catedrales góticas; mientras que no sólo

las grandes obras renacentistas, sino muchos pequeños edificios o incluso meros proyectos,

fueron cuidadosamente documentados desde sus orígenes, y objeto del estudio de tratadistas

contemporáneos.

Brunelleschi Nacido en Florencia en 1377, Brunelleschi es el más importante arquitecto del Renacimiento. Es

autor del arquetipo de palacio renacentista, y el primero en construir iglesias en el mismo estilo.

Prestigioso ya en su tiempo, dedica veinticinco años a resolver el problema técnico que supone

la inmensa cúpula de la catedral florentina.

Sus inicios artísticos empiezan en el dibujo y los trabajos de orfebrería. Se dirige a Roma para

estudiar los monumentos clásicos, de los que extrae su estilo. Participa en el concurso para la

construcción de la puerta norte del baptisterio de Florencia, en 1401, pero no resulta vencedor.

Construye la cúpula de Santa María del Fiore, de 42 metros de diámetro. Sus iglesias toman

como ejemplo las basílicas cristianas, siempre a la búsqueda de la creación de obras en estilo

clásico. Nuevamente la cúpula le aparece como reto en la capilla Pazzi (1424). La solución

servirá de precedente para la basílica de San Pedro en Roma. En el palacio Pitti crea el modelo

del palacio renacentista italiano, haciendo desaparecer de la construcción la característica torre

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defensiva medieval y ocupando la fachada con un ornamento almohadillado. Fallece en

Florencia en 1446. Es una característica de la permutabilidad de las artes en los siglos XV y XVI el que Filippo

Brunelleschi el fundador del estilo renacentista en arquitectura, fuera educado como escultor.

Tras su derrota, en 1402, por Lorenzo Ghiberti en el concurso para las puertas de bronce del

Baptisterio de Florencia, Brunelleschi marchó a Roma, donde pasó muchos meses, tal vez junto

al escultor Donatello, algo más joven que él, estudiando y midiendo los edificios antiguos. En

1417, Brunelleschi ganó el concurso para coronar el inconcluso Duomo de Florencia con una

colosal cúpula.

El resultado es una estructura de masas predominantes, simplicidad, claridad de exposición y

fácil expresión de diseño, elevándose “sobre los cielos, con la extensión suficiente para cubrir

con su sombra todo el pueblo toscano”. A comienzos del siglo XVI, se intentó rellenar, en un

lado, el incompleto espacio entre el tambor y la cúpula con una galería decorativa, cuya forma

trivial no hizo más que poner de relieve la grandeza de las hechuras de Brunelleschi.

En el Hospital de los Inocentes comenzado en 1419, Brunelleschi tuvo una gran oportunidad de

trasladar sus conocimientos de la arquitectura antigua a los términos del siglo XV.

El sistema de proporciones de Brunelleschi se puede seguir fácilmente; la altura de cada

columna compensa la anchura del entrepaño entre las columnas, así como su profundidad desde

la columna a la pared. Brunelleschi sacrificó, tanto en la disposición general como en el carácter

de los capitales y entabladuras, el esplendor y riqueza de los originales romanos que había

estudiado, en beneficio de una austera sencillez que acentúa la claridad de su organización.

Le acentuada tendencia matemática del arquitecto produjo no sólo un sistema de formulas

geométricas básicas y proporciones simples, sino también la invención, ya relatada, de lo que

acaso sea el primer sistema consistente de perspectiva en que todas las líneas paralelas, en un

campo visual dado, convergen en un único punto de fuga en el horizonte.

Leon Battista Alberti Nacido en Génova hacia 1404, se formó en Humanidades en Padua y Derecho en Bolonia. En

1435 redactó un "Tratado de la pintura", donde teoriza sobre los gustos estéticos de los pintores

florentinos y su deseo de superar las realizaciones de griegos y romanos. En 1452 escribe su

"Tratado de arquitectura", un ensayo sobre el arte edificatorio incluyendo aspectos técnicos y

que influirá en la tradición arquitectónica renacentista. Realizó la iglesia de San Andrés, en

Mantua (1470), cuyo modelo será adoptado más tarde por los jesuitas; también construyó el

palacio Rucellai (1453) y la fachada de santa María Novella (1458), ambas en Florencia. La

figura de Alberti será tomada como modelo de erudición humanística en la primera mitad del

siglo XV.

El movimiento renacentista, tanto en arquitectura como en escultura y pintura, se rindió, desde

la categoría de un coloso de la cultura, Leon Battista Alberti. Alberti, autor de numerosos

tratados eruditos en latín clásico, escribió tres tratados: Sobre la pintura, Sobre la escultura y

Del arte de la construcción.

Bramante

El arquitecto favorito de Julio II era Donato Bramante, natural de Urbino, espíritu gentil que leía

a Dante en voz alta para el papa, que tenía casi exactamente su misma edad. Bramante, pintor

también, había disfrutado de una larga y distinguida carrera arquitectónica en Milán, donde

había trabajado en estrecha colaboración con Leonardo da Vinci, muchas de cuyas ideas refleja.

De hecho, el Tempietto, un pequeño santuario circular construido después de 1511en Roma

sobre el lugar donde se creía que fue crucificado San Pedro, es una concentración y

simplificación de los esquemas del plano central de Leonardo.

Este principio radial determinó el plano de Bramante para la reconstrucción de San Pedro en

Roma. En 1506 Julio II pensó demoler la Basílica Constantiniana de San Pedro, que por

entonces tenía más de mil cien años, para sustituirla por una iglesia renacentista; su nuevo

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proyecto pudo ser la causa de la interrupción del trabajo de Miguel Ángel en su tumba.

Bramante, tuvo que considerar varias posibilidades distintas para el plano de la iglesia, pero lo

que eligió fue llamativamente leonardesca.

Escultura Renacentista Italiana

La escultura del Renacimiento se entiende como un proceso de procuración de la escultura de

la Antigüedad clásica. Los escultores encontraron en los restos artísticos y en los

descubrimientos de yacimientos de esa época pasada la inspiración perfecta para sus obras.

También se inspiraron en la Naturaleza. En este contexto hay que tener en cuenta la excepción

de los artistas flamencos en el norte de Europa, los cuales además de superar el estilo figurativo

del gótico promovieron un Renacimiento ajeno al italiano, sobre todo en el apartado de

la pintura.

El renacer a la antigüedad con el abandono de lo medieval, que para Giorgio Vasari «había sido

un mundo propio de godos», y el reconocimiento de los clásicos con todas sus variantes y

matices fue un fenómeno casi exclusivamente desarrollado en Italia. El arte del Renacimiento

logró interpretar la Naturaleza y traducirla con libertad y con conocimiento en gran multitud de

obras maestras.

Donatello Nacido en Florencia en 1386 en el seno de una humilde familia, desde joven se formó con

Ghiberti colaborando en los relieves de las puertas del Baptisterio de San Juan de Florencia.

Posteriormente, trabajó con Brunelleschi. Conocedor de la antigüedad clásica, cuya influencia

se reflejará a lo largo de su obra, sus inicios están marcados por la escultura gótica. Así, sus

primeras obras son las estatuas de San Marcos, San Jorge, San Juan Evangelista y Josué, todas

ellas en Florencia. El clasicismo más vigoroso se muestra a partir de 1425, cuando empieza a

trabajar con Michelozzo en la ciudad de Roma, donde esculpe "El entierro de Cristo" y el cáliz

de la sacristía de la basílica de San Pedro. De nuevo en Florencia realiza su obra más

sobresaliente: el David en bronce.

Después de 1435 su estilo se desliza claramente hacia el realismo y la acción dramática, dando a

sus personajes una mayor fuerza expresiva y psicológica. De este período son El Condottiero

Gattamelata, "Judith y Holofernes" y "Los milagros de San Antonio". La expresividad de su

obra en esta época sentará escuela no sólo entre los escultores posteriores sino también entre

pintores, como Mantegna. Donatello falleció en Florencia el 13 de diciembre de 1466.

Ghiberti En el año 1401 se presenta al concurso para la realización de la segunda puerta del Baptisterio.

En esta convocatoria resulta elegido junto con Brunelleschi, pero éste se niega a realizar una

obra conjunta y se retira. Iniciado en el humanismo e inspirado en el obra de Andrea Pisano,

divide la puerta en 28 escenas que recogerán distintos momentos bíblicos. La plasticidad de esta

obra, ejecutada entre 1403 y 1424, supone un avance respecto al estilo gótico tardío. Para el

pulido de la puerta contó con la ayuda de Donatello.

El éxito que le reporta este proyecto le proporciona nuevos contratos. En este tiempo trabaja en

las iglesias de Orsanmichele, San Mateo y San Esteban, además de esculpir los relieves para la

pila bautismal de Siena. En 1425 le piden que realice la tercera puerta del baptisterio, que luego

Miguel Ángel bautizaría con el nombre de "Las puertas del Paraíso". Influido por la concepción

de los espacios en los trabajos de Donatello y Brunelleschi, abandona cualquier resquicio gótico

para convertirse en uno de los primeros humanistas. Para recrear el espacio emplea la

perspectiva, y los fondos de estas composiciones recuerdan a la arquitectura clásica. Otra de las

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innovaciones que introduce para dar una sensación real de la ubicación de los personajes es

variar el tamaño de éstos en función de su proximidad al espectador.

Además de trabajar como orfebre, arquitecto y escultor, fue autor de un tratado formado por tres

libros. El primero de ellos, "Comentarios", trataba sobre las manifestaciones artísticas de la

antigüedad. En el segundo ya analiza las tendencias del Trecento y el Quattrocento, y en el

tercero afronta los asuntos relacionados con las medidas, proporciones y óptica, entre otros

temas.

Miguel Ángel Michelangelo Buonarroti nació en Caprese, cerca de Arezzo, el 6 de marzo del año 1475.

Pertenecía a una familia acomodada, que se trasladó a la capital de Toscana a las pocas semanas

de nacer él.

Con 6 años conoce al pintor Francesco Granicci, de 12 años, que le anima a pintar, lo que no

será del agrado de su padre. Miguel Ángel ingresa con trece años en la "bottega", el estudio de

Domenico Ghirlandaio, con quien aprendería las técnicas del fresco y desarrollaría su

extraordinaria capacidad como dibujante. Tras una corta estancia en la "bottega" inicia estudios

de escultura en el Jardín de los Médici, bajo el patronazgo de Lorenzo "Il Magnifico" y la

dirección artística del donatelliano Bertoldo di Giovanni. Sus primeros trabajos escultóricos se

realizan en estos años bajo la protección de los Médici. La caída de la familia gobernante de la

ciudad provocó la huida del joven artista, primero hacia Venecia y después a Bolonia, donde

estudió las obras de Jacopo della Quercia.

En el invierno de 1495-1496 regresa a Florencia. En estos años juveniles manifiesta ya una

profunda admiración hacia la anatomía, que le llevará a acudir casi todas las noches al depósito

municipal de cadáveres para practicar disecciones que le permitieran conocer mejor la estructura

interna del cuerpo humano. En sus obras escultóricas de estos momentos - especialmente la

Centauromaquia - muestra un gran dominio del movimiento y de la anatomía.

En el mes de julio de 1496 se traslada a Roma por primera vez. En la Ciudad de los Papas

recibirá el encargo de su famosa Piedad del Vaticano. De regreso a Florencia realizó el David y

la decoración de la Sala del Consejo del Palazzo della Signoria. En el boceto demuestra una vez

más su obsesión por el desnudo, que será modelo de un buen número de artistas jóvenes por

aquellas fechas.

En 1505 el papa Julio II reclama a Miguel Ángel que regrese a Roma para encargarle una tumba

con cuarenta figuras. Pero el magno proyecto se vio reducido a la realización del Moisés y los

Esclavos porque los caracteres del Papa y del artista eran tan diferentes que los enfrentamientos,

a pesar de la mutua y profunda admiración que se manifestaban, no tardaron en aparecer. Será el

mismo Julio II quien le encargue su obra maestra: el techo de la Capilla Sixtina, a cuya

decoración dedicará cuatro años, entre 1508 y 1512. En el trabajo no contó con ningún ayudante

y puso de manifiesto el fuerte carácter del maestro y su insatisfacción característica. Tras el

fallecimiento de Julio II en 1513, sus herederos reducen el proyecto de sepulcro, lo que

supondrá un importante varapalo para el maestro.

El papa León X le encarga la decoración de la fachada de san Lorenzo en Florencia - obra que

quedará inconclusa -, realizando también los planos de la Biblioteca Laurentina y las Capillas

Mediceas, donde se alojarían las tumbas de Giuliano y Lorenzo de Médici con las famosas

estatuas de la Aurora y el Crepúsculo y la Noche y el Día. Estos años trabajará para el gobierno

de la República de Florencia como ingeniero militar.

En 1534 Miguel Ángel se instala definitivamente en Roma, donde realizará el Juicio Final, en la

Capilla Sixtina, por encargo del papa Paulo III, quien le nombra pintor, escultor y arquitecto del

Vaticano. En el Juicio Final, Miguel Ángel exhibirá su admiración hacia la anatomía, que le

llevará a desnudar al propio Cristo. Pero la reacción moral no se hizo esperar y ya en vida del

maestro se empezaron a tapar los cuerpos. Llevará a cabo los frescos de la Capilla Paolina

inmediatamente después de acabar con el Juicio.

Desde 1546 Miguel Ángel se dedica especialmente a la arquitectura; asume la dirección de las

obras de la basílica de San Pedro del Vaticano, compaginando los trabajos con el diseño de la

Griselia C. Vizuete Linares Página 11

escalinata del Capitolio y el Palacio de los Conservadores. La fama del maestro alcanzó

elevadas cotas en los últimos años de su vida, siendo nombrado "jefe" de la Academia de

Dibujo de Florencia. Miguel Ángel fallecía en Roma el 18 de febrero de 1564, a la edad de 89

años.

Renacimiento Español

Características Generales

a. El por qué de la renovación

El inicio del Renacimiento en España se liga íntimamente al devenir histórico-político de la

monarquía de los Reyes Católicos. Sus figuras son las primeras en salir de los planteamientos

medievales que fijaban un esquema feudal de monarca débil sobre una nobleza poderosa y

levantisca. Los Reyes Católicos aúnan las fuerzas del incipiente estado y se alían con las

principales familias de la nobleza para mantener su poder. Una de estas familias, los Mendoza,

utiliza el nuevo estilo como distinción de su clan y, por extensión, de la protección de la

monarquía. Poco a poco, la estética novedosa se introduce en el resto de la corte y el clero,

mezclándose con estilos puramente ibéricos, como el arte nazarí del agónico reino de Granada,

el gótico exaltado y personal de la reina castellana, y las tendencias flamencas en la pintura

oficial de la corte y la Iglesia.

b. Cómo se implanta el nuevo estilo La asimilación de elementos dio lugar a una personal interpretación del Renacimiento ortodoxo,

que se dio en llamar Plateresco. Asimismo, se importan artistas secundarios de Italia, se envían

aprendices a los talleres italianos, se traen diseños, plantas arquitectónicas, libros y grabados,

cuadros, etc., de los cuales se copian personajes, temas y composición. En algunos campos,

como la arquitectura, se observa en los primeros años una simbiosis de estilos.

Carlos I es el rey que mejor se relaciona con el arte nuevo, paradójicamente llamado “la manera

antigua”, puesto remite a la Antigüedad clásica. Su patrocinio directo logró algunas de las más

bellas obras de nuestro especial y único estilo renacentista: el palacio de Carlos V en Granada;

el mecenazgo sobre Covarrubias; sus encargos a Tiziano, que nunca accedió a trasladarse a

España, etc.

c. Los principales exponentes españoles Pintores de gran calidad fueron, lejos del núcleo cortesano, Pedro de Berruguete, Juan de

Juanes, Yáñez de la Almedina y Fernando de los Llanos. También aparecen escultores como

Damián Forment, Arnao de Bruselas, Bartolomé de Ordóñez y Alonso Berruguete, entre otros.

En arquitectura destacan Juan de Álava, Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo.

d. Las formas españolas y la imitación del estilo italiano La pintura del Renacimiento español se lleva a cabo normalmente al óleo. Realiza interiores

perfectamente sujetos a las reglas de la perspectiva, sin agolpamiento de los personajes. Las

figuras son todas de igual tamaño, y anatómicamente correctas. Los colores y los sombreados se

administran en gamas tonales, según las enseñanzas italianas. Para acentuar el estilo italiano es

frecuente añadir elementos directamente copiados de allí, como son los adornos a candelieri

Griselia C. Vizuete Linares Página 12

(cenefas de vegetales y cupiditos que rodean los marcos), o ruinas romanas en los paisajes,

incluso en escenas de la vida de Cristo.

Pintura Renacentista Española

La pintura renacentista española es la realizada a lo largo del siglo XVI en las Coronas de

Castilla y Aragón. El Renacimiento italiano se difundió por la Península Ibérica a partir del

litoral mediterráneo. Así, se aprecian diferencias entre las regiones a la hora de incorporarse al

italianismo: es más rápido en la Corona de Aragón, más vinculada con Italia, y tarda más en

llegar al corazón de la Península, donde perviven los modelos flamencos preponderantes en la

época de los Reyes Católicos.

Suele diferenciarse en tres momentos, dividiendo el siglo en tres períodos. Es característico

del Renacimiento español el predominio prácticamente absoluto de la pintura religiosa, siendo

muy ocasionales los temas mitológicos, históricos, alegóricos, o géneros como el bodegón o

el paisaje. Sí se producen retratos, especialmente vinculados con la corte.

España, en la época del Renacimiento, recibe la visita de algunos grandes artistas. Las

posesiones italianas así como las relaciones establecidas por Fernando II de Aragón, entrañaron

movimientos de intelectuales y también de artistas a través del crecimiento de la influencia

española en Europa, y más particularmente en Italia. Llegan a lo largo de todo el siglo

numerosos artistas italianos, pero también flamencos. De todos los pintores que trabajan en

España en el siglo XVI, destaca la figura de El Greco a finales de siglo.

En cuanto a los museos en los que hoy en día pueden verse cuadros de esta época y estilo, ante

todo debe mencionarse el Museo del Prado, siendo también destacados los fondos del Museo de

Bellas Artes de Valencia. Para conocer la obra de El Greco y otros, es fundamental la ciudad

de Toledo y su Catedral. Finalmente, en la Catedral de Sevilla pueden verse diversas obras de

esta época.

Tiziano

El monarca de la Escuela Veneciana en el siglo XVI, análogo a Miguel Ángel en Florencia y

Roma, fue Tiziano Vecellio. Montañés robusto que llegó a Venecia de niño desde la ciudad

alpina de Pieve de Cadore, durante mucho tiempo se creyó que había vivido hasta pasados los

noventa años, aunque recientes investigaciones han rebajado algo esa estimación. El joven

pintor aprendió en los estudios de Gentile y Giovanni Bellini, y luego ayudó a Giorgione en la

realización de algunos de los frescos hoy perdidos que adornaron antaño los exteriores de los

palacios venecianos.

Una vez independiente, Tiziano continuó dando la primacía al color como determinante

principal. No visitó la Italia central hasta 1545-1546, cuando le fue otorgada la ciudadanía

romana en la colina del Capitolio, pero estaba al tanto desde mucho antes, probablemente por

medio de grabados, de lo que ocurría en Florencia y Roma, y asimiló rápidamente las

innovaciones del alto Renacimiento a sus propios fines estilísticos. Tiziano solía empezar con

un rojo tierra, que transmitía calidez al colorido ulterior. Sobre dicha capa pintaba las figuras y

los fondos, con tintas brillantes normalmente. Se dice de él que volvía sus telas inacabadas

contra la pared y las dejaba así durante meses, mirándolas como a sus peores enemigos, y que

luego las suavizaba barnizándolas hasta con treinta o cuarenta capas. Además de darle una

unidad al conjunto, esos barnices profundos a medida que su larga carrera se acercaba a su final.

Fue la suya una vida marcada por los honores y las recompensas materiales. Los precios de

Tiziano eran altos, y su talento financiero fue objeto de caricatura.

Griselia C. Vizuete Linares Página 13

En 1533 se inició su relación con el emperador Carlos V, cuyo poder abarcaba todo el oeste

europeo excepto Francia, Suiza, Italia Central y la Republica de Venecia. Cuenta la leyenda que

el emperador, durante una visita al estudio del pintor, levantó del suelo un pincel que se le había

caído al maestro. Tiziano fue llamado en dos ocasiones a la corte de los Habsburgo, y fue

ennoblecido por el emperador.

Durero

El fundador del Alto Renacimiento alemán fue Alberto Durero de quien se dice con frecuencia

que era un Leonardo da Vinci alemán, a causa de la amplitud de sus conocimientos y la

universalidad de sus realizaciones. Pero no era un investigador científico al estilo de Leonardo;

su búsqueda en el campo de la perspectiva y de la teoría de las proporciones se subordinaba por

entero a propósitos artísticos.

Nacido en la ciudad de Nuremberg, fue educado en la tradición artesanal. Tanto su padre como

su abuelo materno eran orfebres, y el mismo fue aprendiz en un taller de grabado sobre madre.

Con todo, compartió con Leonardo la idea de la nobleza inherente al arte, que trató de elevar en

Alemania de su status artesanal al nivel casi principesco que había alcanzado en la Italia

renacentista. Realizó dos viajes a Italia, visitando Mantua y Padua y permaneciendo durante

largos periodos en Venecia, pero sin ir nunca a Florencia, con cuyas actividades intelectuales

tanto parecían tener en común sus intereses.

De hecho, asimiló los intereses científicos, sobre todos los matemáticos, de los maestros

renacentistas italianos, especialmente Mantegna y Leonardo, en sus estudios sobre la

proporción, enriqueciendo la teoría italiana con su apurado conocimiento del dominio holandés

de cada faceta del mundo natural. Por un momento, su estilo se hizo más blando y sus colores

más libres, a imitación del anciano Bellini y del joven Giorgione, pero nunca abandonó del todo

su herencia lineal germana y pronto volvió a ella.

El Greco

Domenikos Theotokopoulos, generalmente conocido como El Greco, nació en Creta, que

entonces era una posesión veneciana, y aprendió probablemente con los pintores de iconos que

aun trabajaban en el estilo bizantino. Hacia 1560 fue a Venecia, donde un pequeño grupo de

pintores griegos trabajaba trasladando composiciones de maestros venecianos, desde Bellini a

Tintoretto, al estilo bizantino, para la colonia griega local. Durante su estancia en Venecia El

Greco absorbió de los grandes maestros venecianos toda su luminosidad y colorido, y cada

matiz de sus pinceladas.

Tras una estancia en Roma en los años 1570, llegó a España en 1576, donde, en la impetuosa

atmosfera del misticismo contrarreformista, su obra se inflamó. Fue como si, bajo la nueva

inspiración religiosa se hubiera vuelto súbitamente capaz de recrear en un plano contemporáneo

los esplendores del arte bizantino. Indudablemente, el espíritu bizantino permanece en su obra, y

en ese sentido puede ser considerado como el ultimo y uno de los más grandes pintores griegos,

el heredero de la tradición pictórica bizantina.

Griselia C. Vizuete Linares Página 14

Arquitectura Renacentista Española En España, el Renacimiento no fue visto como una ruptura con el mundo medieval sino como

su continuación natural. En arquitectura nos pervive el estilo isabelino, que se transforma en

plateresco. Distinguimos tres periodos: plateresco, purismo y herreriano.

Plateresco

El desarrollo del Renacimiento se produjo principalmente por arquitectos locales. De esta

manera, se creó una corriente puramente española del estilo, que se vio influida por la

arquitectura del sur de Italia (dominios de la Corona de Aragón en esa época). Este estilo

español llamado plateresco, combinaba las nuevas ideas italianas con la tradición gótica

española, así como la idiosincrasia local. El nombre proviene de las extremadamente decoradas

fachadas de estos edificios, que se asimilaban al intrincado y detallista trabajo de los plateros.

En estos años sobresalen los arquitectos Enrique Egas y Juan de Álava.

Purismo

Con el paso de las décadas, la influencia del gótico fue desapareciendo, llegándose a alcanzar un

estilo más depurado y ortodoxo, desde el punto de vista del Renacimiento. El purismo se

caracteriza por una mayor austeridad decorativa, que se limita a algunos elementos concretos,

generalmente de inspiración clásica. Hay un cierto cansancio de la exuberancia decorativa a

mitad del siglo XVI y se imponen los edificios de aspecto más sereno, armónico y equilibrado.

Algunos arquitectos consiguen reciclar su producción tardo-gótica para iniciarse en este nuevo

estilo: tal es el caso, por ejemplo, de Alonso de Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro

de Ibarra. El centro de la producción renacentista se localizó en Andalucía con Diego de

Siloé (fachada de la Catedral de Granada y la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda); Pedro

Machuca (Palacio de Carlos V en Granada), el arquitecto más decididamente clásico; Andrés de

Vandelvira (Catedral de Jaén y de Baeza) y Diego de Riaño (Ayuntamiento de Sevilla).

Herreriano

A mitad del siglo XVI, la iniciación del Monasterio de San Lorenzo del Escorial como símbolo

del poder de Felipe II de España por Juan Bautista de Toledo (fallecido en 1567) y Juan de

Herrera supuso la aparición de un nuevo estilo, que se caracteriza por el predominio de los

elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos.

Significa además la introducción de los postulados manieristas provenientes de Italia.

Este estilo bautizado posteriormente como estilo herreriano en honor de la figura indiscutible

de Juan de Herrera, dominó la arquitectura española durante casi un siglo, y entre sus seguidores

se encuentran figuras tan relevantes como Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o el

portugués Juan Gómez de Trasmonte establecido en México donde alcanzó a ser maestro mayor

de su catedral ya en el siglo XVII.

En todos los casos, los conceptos de la arquitectura y urbanismo de España en el Renacimiento,

fueron llevados a las colonias de América, dónde encontró campo fértil para su difusión dada la

urbanización extensiva que se dio a lo largo de tres siglos y que recibió, también, a estilos

posteriores como el Barroco y el Neoclásico.

Griselia C. Vizuete Linares Página 15

Juan Bautista de Toledo Apenas se tienen datos relativos a los primeros años de su vida. Parece ser que su educación

artística discurre en Italia, donde se adentra en los principios del humanismo. En Roma colaboró

con Miguel Ángel en los trazados de los planos correspondientes a la basílica de San Pedro. En

Madrid interviene en las construcciones reales de San Jerónimo, el Alcázar y Aranjuez. En esta

misma localidad se encarga además de mejorar el trazado urbano.

Se piensa que Juan Bautista de Toledo fue el autor de los planos correspondientes a la Casa de

las siete Chimeneas, que luego ejecutó Juan de Herrera. De sus creaciones hay que destacar el

convento de las Descalzas Reales. También realizó los planos iniciales del Monasterio de El

Escorial, cuya ejecución comienza en 1563 y en la que interviene Juan de Herrera. Otra de sus

creaciones más significativas fueron el patio de los Reyes y los claustros menores.

Juan de Herrera Figura típica del Renacimiento, su apellido ha dado nombre al estilo herreriano, que siguieron

destacados alarifes españoles del siglo siguiente. Su Discurso sobre la figura cúbica revela sus

notabilísimos conocimientos de geometría y matemáticas.

En 1563 pasó a ser colaborador de Juan Bautista de Toledo en la construcción de El Escorial, y

a su muerte le sucedió en la dirección de las obras. Sin duda este monasterio fue la gran

realización de tan singular arquitecto. En esta obra se encuentran las líneas maestras de su estilo,

basado en la horizontalidad, la uniformidad compositiva y una absoluta sobriedad en la

decoración, reducida al empleo ordenado de las formas constructivas y las líneas

arquitectónicas. Otras obras de Herrera serán la Lonja de Sevilla y la Catedral de Valladolid.

Rodrigo Gil de Hontañón Nació en 1500 en Rascafría, en una familia dedicada a la arquitectura y la construcción. Era hijo

del cantero trasmerano Juan Gil de Hontañón y hermano de Juan Gil de Hontañón, el Mozo,

aunque Rodrigo sobresalió respecto a los anteriores. Trabajó en sus primeros años con su padre

con el que colaboró en obras como la Catedral de Valladolid en 1527. En 1533 realizó su

primera obra individual, la Colegiata de Santa María, en Villafranca del Bierzo, con una

decoración propia del plateresco. Sucedió a su padre en 1526, en la dirección de las obras de

la Catedral de Segovia, de la que fue maestro mayor, y asimismo lo fue de la Catedral de

Salamanca a partir de 1538.

Su importancia, sin embargo, se la debe a la Arquitectura civil. Realizó el Palacio de

Monterrey de Salamanca, con soberbia fachada plateresca en la que se intensifica el ornamento

escultórico en los cuerpos superiores rematado en crestería. En 1556 proyecta el edificio

del Colegio Trilingüe de Salamanca (hoy desaparecido), con traza mucho más renacentista.

También realizó el Palacio de los Guzmanes, en León (1559-1566), similar, aunque un tanto

más sobrio, al Palacio de Monterrey. Su obra más conocida es la fachada del Colegio Mayor de

San Ildefonso (1551-1553), actual rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares,

estructurada en tres zonas horizontales: la superior, que cuenta con una galería corrida articulada

por columnas rematadas en pináculos, y las dos inferiores, más desnudas, donde se abren huecos

estandarte platerescos de gran plasticidad.

Entre sus obras destacan numerosas iglesias en diversas provincias, como la iglesia de

Santiago en Medina de Rioseco -en un postrero estilo tardogótico-, la iglesia de

Santiago de Cáceres, la capilla del Deán, en el antiguo convento de San Francisco en Zamora,

obra iniciada por su padre y que él concluyó; la iglesia de San Julián en Toro, la iglesia de San

Sebastián en Villacastín y obras en la Catedral de Plasencia, la capilla mayor de

la Catedral de Ciudad Rodrigo y la contribución en el claustro de la de Santiago.

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Falleció en Segovia en 1577. Las teorías de este prolífico autor se recogieron en el

texto Compendio de architectura y Simetría de los templos del salmantino Simón García,

maestro mayor entre 1667 y 1703 de la Catedral de Salamanca.

Escultura Renacentista Española La aparición del arte renacentista en España se consolidó casi un siglo después de los

comienzos de este estilo en Italia. El Quattrocento no existió como tal estilo renacentista pues

predominaban todavía las formas y el gusto por el gótico. En el siglo XVI, el

Cinquecento italiano, aparecieron las primeras demostraciones, como consecuencia de las

relaciones políticas y militares con Italia y bajo el mecenazgo y tutela de los reyes y de la

nobleza. La escultura renacentista se hizo presente a través de tres vías distintas: Escultores

italianos mandados llamar por los mecenas y que realizaron sus obras en España; obras

importadas, procedentes de los talleres italianos; primera generación de artistas españoles.

En el primer grupo se encuentran los escultores Domenico Fancelli, Pietro Torrigiano y Jacobo

Florentino, llamado el Indaco. Entre las obras encargadas a Italia sirvan de ejemplo el San Juan

del taller de Miguel Ángel para la ciudad de Úbeda y unos cuantos relieves del taller de

la familia Della Robbia. En cuanto a los artistas escultores españoles, la primera generación

estuvo compuesta por Vasco de la Zarza (trascoro de la catedral de Ávila), Felipe

Vigarny (retablo mayor de la catedral de Toledo), Bartolomé Ordóñez (sillería del coro de la

catedral de Barcelona) y Diego de Siloé (sepulcro de don Alonso Fonseca en Iglesia de las

Úrsulas de Salamanca).

A partir del segundo tercio del siglo XVI surgieron en distintas regiones españolas unos artistas

escultores que llegaron a ser los grandes maestros de Renacimiento español. Aunque siguieron

las normas italianas, supieron dar a sus obras un carácter puramente español, creando escuela en

las distintas regiones del ámbito nacional. El material utilizado fue el mármol y el bronce, pero

sobre todo la madera policromada y estofada. De los talleres de los grandes maestros salieron

gran cantidad de retablos, sillerías de coro, imágenes y escultura funeraria.

En el tercer tercio cambió por completo el gusto renacentista español que se inclinó

al clasicismo representado sobre todo en la figura del arquitecto Juan de Herrera. En esta etapa

trabajaron los escultores Pompeyo Leoni y Juan Bautista Monegro.

Diego de Siloé

Diego de Siloé es un escultor que se incluye también en el grupo de transición entre el

Renacimiento del primer tercio y el pleno Renacimiento español del segundo tercio del siglo

XVI. Comenzó su carrera artística como escultor en Burgos, donde creó escuela hasta que

el duque de Sessa le llamó a Granada en 1528 para que terminase la iglesia de San Jerónimo y

fue en esta ciudad donde centró desde entonces su actividad como arquitecto. Diego de Siloé fue

el protagonista y gran maestro del Renacimiento burgalés y granadino.

Trabajó ampliamente en la catedral de Burgos, en la capilla de los Condestables, junto

con Felipe Vigarny, en los retablos laterales donde esculpió un Cristo muerto y un San

Jerónimo penitente de perfecta anatomía. En esta misma capilla de los Condestables trabajó en

el retablo central en 1524 en los relieves de la Presentación, Niño Jesús, Virgen, San José y la

esclava con la paloma, Natividad y Visitación. También decoró la monumental Escalera

Dorada y se ocupó de otras muchas imágenes repartidas por todo el edificio, además de algún

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sepulcro, como el del obispo Luis de Acuña en 1519, para la Capilla de Santa Ana también en la

Catedral de Burgos.

Su labor se repartió por otros lugares de la provincia de Burgos dejando constancia de su buen

hacer como escultor renacentista. Cuando llegó a Granada se dedicó por algún tiempo a esculpir

encargos, aunque pronto tomó las riendas de la arquitectura. Su primer trabajo como escultor

fueron las figuras de los Reyes Católicos que están junto al altar mayor de la capilla Real y que

fueron sustituidas por las anteriores que había labrado Vigarny.

Después siguió con la serie de crucifijos y con más obras para el monasterio de San Jerónimo.

Aun cuando se dedicó plenamente a la arquitectura, nunca dejó de ser escultor y decorador

dejando su trabajo en bóvedas, puertas, etc. Se dice de él que es imposible separar al arquitecto

del escultor. El taller de Siloé fue famoso en Granada y en él trabajaron bastantes profesionales

que a su muerte divulgaron su arte por cada rincón no solo de Andalucía sino del resto de la

península.

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Barroco

Tradicionalmente, se denomina "Barroco" al período que transcurre desde 1600 a 1750. Alcanzó

su momento de madurez en Italia hacia 1630 y se desarrolló en los cuarenta años siguientes. A

partir de este momento se difundió por todas las naciones de Europa, adquiriendo particular

importancia en España y en las ciudades hispanoamericanas. Así podemos distinguir tres

períodos: el temprano o primitivo, de 1580 a 1630; el pleno, de 1630 a 1680; y el tardío o

rococó, de 1680 a 1750.

La palabra “barroco” fue inventada por críticos posteriores, más que por los artistas que

plasmaban dicho estilo. Es una traducción francesa de la palabra portuguesa "barroco", que

significa "perla de forma irregular" o "joya falsa". El término fue usado después con un sentido

despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, pero finalmente

fue identificado como oponente al Renacimiento y como una clase diferente dentro del arte

elaborado.

El barroco es la continuación al manierismo italiano. Abandona la serenidad de las reglas de la

estética clásica para expresar un mundo en movimiento y agitación de los sentidos. En la

sensibilidad barroca se aprecia espectacularidad en lo decorativo, una búsqueda de originalidad

a toda costa, un predominio de la fantasía sobre la fiel representación de la realidad, una

exploración minuciosa de la psicología humana y un gusto desmesurado por la ampulosidad.

Por tanto, la tendencia del barroco es hacia la exageración y la ostentación. Todo fue enfocado

alrededor del Hombre individual, como una relación directa entre el artista y su cliente. El arte

se hace entonces menos distante de las personas, solucionando el vacío cultural que solía

guardar.

El arte barroco en sus más amplias manifestaciones artísticas es un fenómeno complejo de

índole social, político y religioso. Jugó un importante papel en los conflictos religiosos de la

época: en pintura, el énfasis de la acción debía colocarse sobre el dramatismo, dado que la

consigna era ganar al fiel a través de la emoción. En arquitectura, frente a la tendencia

protestante a construir edificios de culto sobrios y sin decoración, la iglesia católica usa para sus

fines litúrgicos la grandiosidad y la complejidad barrocas.

Fuera del patrocinio de la Iglesia, los mecenas privados se multiplican: el afán de coleccionismo

incita a los pintores a llevar a cabo una producción de pequeño o mediano formato para

aumentar los gabinetes de curiosidades de ricos comerciantes y alta nobleza.

Origen

o Causas Políticas-Religiosas: Se suele decir que el Arte Barroco es el

arte de la Contrarreforma, ya que para reaccionar contra la severidad e

iconoclastia del Protestantismo, la Iglesia Católica utilizó la arquitectura, la

escultura y la pintura para contribuir al mayor prestigio de la autoridad papal e

ilustrar las verdades de la fe. También dirigió a los artistas a alejarse de los

temas paganos, y a evitar los desnudos y las escenas escandalosas. La influencia

de la Iglesia, sobre los artistas de todos los ámbitos, iba dirigida a emocionar y

enardecer la devoción mediante estímulos psicológicos. La monarquía también

se sirvió de la magnificencia de este arte para poder hacer propagandas que los

beneficiasen, ya sea en el arte o en la sociedad. La burguesía de la época, que

había logrado obtener un papel muy notable, utilizó el Barroco para expresar

sus ideas y trascender más allá de su época. Estas normas aparentemente

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conservadoras y austeras derivaron en este arte suntuoso y recargado que

llamamos Barroco.

o Causas sociales y psicológicas: El siglo XVII fue una época de

guerra y violencia. La vida se veía frecuentemente atormentada por dolor y la

muerte. Por eso la necesidad del hombre barroco de exaltar la vida agitada e

intensamente. En ese contexto se experimentaba el empuje de amar las pasiones

de la vida, expresado mediante el movimiento y el color. Es más: el barroco

intenta reproducir la agitación y vistosidad de la representación teatral. Así, al

igual que una representación dramática se apoya en un decorado vistoso y

efímero, la arquitectura barroca se subordina a una decoración espectacular.

Otra de las características del barroco es el juego de las sombras: son muy

importantes los contrastes claroscuristas violentos. Esto es apreciable

fácilmente en la pintura, por ejemplo el tenebrismo. También en la arquitectura,

donde el arquitecto juega con los volúmenes de manera abrupta, usando

numerosos salientes que provocan acusados juegos de luces y sombras.

Cuadro comparativo Renacimiento-Barroco

Renacimiento Barroco

Visión plástica y contornos

Visión pictórica y apariencia.

Composición en planos

Composición con

profundidad.

Formas cerradas Formas abiertas.

Unidad compositiva Subordinación al motivo.

Claridad absoluta de cada objeto

Claridad relativa.

Barroco Europeo - Características Generales

o Barroco Italiano

El descubrimiento de América desplaza el polo económico hacia el Atlántico, cuyas rutas son

dominadas por españoles, portugueses e ingleses. Esto provoca que las repúblicas italianas se

reagrupen bajo un poder más fuerte, y las que no caen bajo control extranjero (España y

Francia) se someten a la influencia mayoritaria de los Estados Vaticanos, que deciden depurar

su corrupta cúpula gubernativa. La Iglesia Católica se ve acusada de nepotismo y simonía por

los luteranos, y comprende la necesidad de reformar, lo que conduce al Concilio de Trento y a la

Contrarreforma.

La traducción de este estado de cosas sobre el arte trae importantes consecuencias desde el

primer momento: tras la mesura del Renacimiento y el retorcimiento estético del Manierismo,

en la Roma de los Papas se advierte la necesidad de un arte nuevo, que adoctrine al pueblo en

los recientemente impuestos dogmas de la fe: la virginidad de María, el misterio de la Trinidad,

etc. Se exige a todos los artistas que se alejen de las elaboraciones sofisticadas y de los misterios

teológicos, para llevar a cabo un arte sencillo, directo, fácil de leer. Los personajes han de ser

cercanos al pueblo, y el énfasis de la acción ha de colocarse sobre el dramatismo. Las escenas se

vuelven dinámicas, las composiciones ofrecen variedad y colorido. Las luces, los colores, las

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sombras se multiplican y ofrecen una imagen vistosa y atrayente de la religión y sus

protagonistas.

El arte se colecciona y la secularización propicia que se revaloricen géneros profanos. Sin

embargo, dos polos predominan, agrupados en torno a dos grandes figuras rivales en la época:

Caravaggio, que aglutina a los pintores del Naturalismo tenebrista; y Annibale Carracci, que

trabaja con su hermano y con su primo en un estilo clasicista.

o Barroco Centroeuropeo Las características que conforman el estilo general provienen de Holanda y, en menor medida,

de los Países Bajos, que remiten en gran medida al Barroco italiano y serán la única influencia

extranjera que se deje sentir en la pintura de la época. La producción alemana e inglesa de

pintura barroca es muy escasa y en su mayor parte está realizada por autores de la propia

Holanda o de Bélgica, importada por los clientes. Ésta será una característica básica del Barroco

centroeuropeo: su carácter mercantil.

Holanda es una población de burgueses que desean emular a la nobleza y encargan pequeños

cuadros decorativos con temas visualmente hermosos, pero lejos de las complejas

composiciones mitológicas o religiosas encargadas por los nobles y el clero. Así, es el momento

del triunfo del bodegón, el paisaje y la pintura de género. Hacia 1640, la pintura holandesa pasa

por una fase de oscurecimiento de su paleta en los paisajes: el resultado es un paisajismo lírico y

misterioso con una línea de horizonte relativamente baja, lo que permite desarrollar atmósferas

cargadas de intención, tormentosas o serenas, llenas de nubes que dan variedad a las vistas.

Respecto al retrato, existen dos vertientes: la intimista, que recoge la labor cotidiana de un

personaje de la casa, y la de retrato de grupo, encargado por cofradías de profesionales o

gremios. En el retrato intimista encontramos a Vermeer de Delft, y en el de grupo a Rembrandt.

La pintura de género nos aproxima a una producción diaria, cotidiana, a veces incluso picaresca:

fiestas populares, verbenas, paseos, etc. de gran éxito en la pintura inglesa posterior.

En la antigua Flandes, aparte de la pintura holandesa, tendrá mucha influencia la española, dada

su ligazón histórica. Sus máximos exponentes fueron Rubens, Van Dyck, Jordaens y David

Teniers. Sus bodegones exuberantes, sus escenas picantes y su alegría de color en los cuadros

religiosos gustaron mucho en la Corte española: Rubens inundó la Corte con sus recargadas

composiciones de un Barroco dinámico y de colorido veneciano; Teniers y Van Dyck fueron de

los más apreciados tanto en la península ibérica como en el archipiélago británico, etc.

o Barroco Francés

El Barroco francés se aleja deliberadamente del Barroco de otros países, siendo lo más

aproximado al clasicismo italiano, que será la tendencia predominante. Muchos de los autores

franceses consideraban imprescindible para su formación el viaje a Roma, lo que motivó el

establecimiento de una colonia de artistas franceses en Italia, que albergó figuras de la talla de

Nicolás Poussin o Claudio de Lorena, que ni siquiera regresaron a Francia. Pero el foco que sin

duda resultaba más atractivo era la Corte parisina, en especial en los reinados de Luis XIII y

Luis XIV. Allá se desplazaron artistas como el escultor Bernini, que hizo una entrada triunfal en

París. La Corte de París y la de Versalles centralizaron una producción grandilocuente pero

clasicista, contenida en los cánones del Renacimiento italiano y el Idealismo, en pro de una

maquinaria estatal que se denominó absolutismo. Este régimen ostentaba el dominio total de la

vida del país, incluido el arte. Sus pintores se dedicaron por completo a exaltar a este régimen,

lo cual hizo que se manifestara una magnífica escuela de retrato oficial, idealizado, manifiesto

de poder, a veces elegante pero frío. Los mejores exponentes de este tipo de retrato fueron

Philippe de Champaigne, el favorito del cardenal Richelieu, de quien legó una fascinante

imagen, Sebastien Bourdon, el más italianizante de todos, y Charles Le Brun, quien trabajó

sobre todo en la decoración del nuevo palacio de Versalles.

Griselia C. Vizuete Linares Página 21

Arquitectura Barroca Europea En el barroco la arquitectura va frecuentemente unida al urbanismo. La ciudad se vuelve

escenográfica. El palacio es el típico edificio de vivienda urbana para las familias poderosas. El

hotel es un tipo de vivienda unifamiliar exenta y rodeada de jardines, burguesa. El templo es el

lugar del sermón y la eucaristía. Se trata de un sitio de representación teatral.

Elementos más característicos:

- La línea curva y dinámica es la dominante.

- Elipses, parábolas, hipérbolas, cicloides, sinusoides, hélices, y abundantes arcos de las

más variadas formas sustituyen al perfecto equilibrio del medio punto romano.

- El uso de cúpulas se vuelve muy frecuente, pudiéndose distinguir diferentes tipos, y las

bóvedas se cubren con telares repletos de personajes para conseguir la ilusión del

espacio.

- Uso de soportes dinámicos: el fuste de las columnas se retuerce (columna salomónica)

llegando a generan por su forma sensación de inestabilidad, los soportes se hacen

extremadamente estrechos en su parte inferior (estípite barroco), se curvan los

entablamentos y planos, y aparecen arquitrabes, cariátides y pilastras que no sostienen

nada.

- Abundancia de elementos decorativos: los frontones se parten y adquieren formas

curvas o mixtilíneas; se construyen muchos nichos enmarcados, así como hornacinas y

ventanales con forma ovoide.

- Los muros pierden el sentido plano y se curvan dejando de cruzarse en ángulo recto y

buscando provocar juegos de todo tipo con las perspectivas y los efectos luminosos.

- Aunque se mantiene la tradicional planta rectangular (planta jesuítica), aparecen las

plantas elípticas, circulares y mixtas y las trabazones interrumpidas.

- Hay una decoración vegetal.

Gian Lorenzo Bernini

Bernini nació en Nápoles en el año 1598. Fue alumno de su propio padre hasta el momento de la

muerte de este, en 1623, fecha en la que le toma a su servicio el cardenal Barberini, futuro

Urbano VIII. Bernini siguió favoreciéndose de ese favor en los siguientes pontificados.

Encargado de todas las grandes obras, Bernini dio a Roma su fisonomía moderna.

Una de sus primeras obras como escultor decorador fue, en 1624, el baldaquino de San Pedro,

verdadero manifiesto del nuevo arte por el movimiento del conjunto, los juegos de color bronce

y el empleo de columnas salomónicas. En San Pedro, Bernini trabajó también en la decoración

de la nave, realizó el monumental púlpito (1657), y sobre todo, el doble pórtico de cuatro filas

de columnas dóricas de la columnata (1656-1665) ante la basílica.

El gusto de Bernini por las escenografías animadas, por las monumentales ordenaciones llenas

de movimiento, por los efectos imprevistos, se expresó con notable vivacidad en la fuente que

realizó cerca del palacio Barberini, La fuente del tritón, y en la de la plaza Navona, La fuente de

los cuatro ríos (1648-1651).

En 1658 construye la iglesia de San Andrés del Quirinal, de planta oval con un pronaos

curvilíneo y una fachada de frontones sobre pilastras. En el mismo año inició la pequeña iglesia

del Castel Gandolfo, en cruz griega y con cúpula. Su obra de arquitecto comprende también las

obras en el palacio Barberini (1629) y planos para el palacio de Montecitorio (1650).

Como escultor, tras las composiciones vehementes y llenas de movimiento como son “Apolo y

Dafne” y “Plutón y Proserpina” (1622, Villa Borghese), realizó una serie de bustos famosos,

como los de los reyes Carlos I de Inglaterra y Luis XIV de Francia; estatuas monumentales

llenas de ropajes y gesticulaciones (San Longino, Vaticano); y tumbas de poderosas y

ondulantes líneas y de impresionante elocuencia, como las de los papas Urbano VIII y

Alejandro VII. En la capilla Cornaro de Santa Maria della Vittoria realizó, en un marco muy

Griselia C. Vizuete Linares Página 22

teatral, el famoso grupo del “Éxtasis de Santa Teresa” (1645-1652), que resume el patetismo

barroco y el gusto por el expresionismo y la intensidad dramática. En San Francisco a Ripa

evoca de modo patético la “Muerte de la beata Ludovica Albertoni” (1674).

Giacomo della Porta Della Porta nació en Porlezza, Lombardía. Colaborador de Miguel Ángel y alumno de Vignola,

fue influenciado por ambos maestros. Después de 1563 trabajó sobre los planos de Miguel

Ángel para la reconstrucción de los espacios abiertos de la capital: en la colina del Capitolio

intervino en el diseño de la fachada y las escalinatas del Palacio senatorial.

Tras la muerte de Vignola en 1573, continuó la construcción de la iglesia del Gesù, y

en1584 modificó su fachada con su propio diseño. Desde 1573 lideró la reconstrucción de la

Basílica de San Pedro, y posteriormente, en colaboración con Domenico Fontana, completó

la cúpula (1588-1590). Della Porta completó la mayoría de las fuentes romanas del siglo XVI,

incluyendo las de Neptuno y del Moro.

Francesco Borromini

Borromini es una de las personalidades más destacadas de la arquitectura barroca italiana. Su

obra constituyó una extraordinaria renovación del lenguaje arquitectónico, ya que dio nuevas

soluciones a los problemas del espacio y de la luz y creó originales formas decorativas, que

anticiparon los refinamientos del rococó. Su influencia se extendió por toda Europa y muy

especialmente por Austria y Alemania.

El arquitecto italiano nació en 1599 en Bissone, y tras una corta estancia en Milán se trasladó a

Roma. Allí desarrolló lo más importante de su producción. Trabajando como cantero en las

obras de la Basílica de San Pedro conoció a Maderno, de quien fue discípulo. Entre 1631 y 1633

colaboró con Bernini en la construcción del palacio Barberini y del baldaquino de San Pedro,

pero a propósito de esta obra se produjo una ruptura entre ellos.

El primer edificio independiente de Borromini fue la iglesia de Carlo alle Quattro Fontane

(convento y claustro 1635, iglesia 1639), una de sus creaciones fundamentales. En 1636 recibe

el encargo de construir la iglesia y el convento de los Filipenses (San Felipe Neri), en el cual

destacan el oratorio, con fachada curva, y la biblioteca. Una de sus obras más audaces es el

templo de San Ivo alla Sapienza (1642-1650), de fachada en exedra. Inocencio X le otorgó su

protección durante sus años de pontificado, en los cuales Borromini ocupó el lugar preferente

como arquitecto papal, desbancando a Bernini. Por encargó del Papa dirige la edificación del

palacio Pamphili, realizó la restauración de San Juan de Letrán, respetando su estructura

original, y construyó el convento de Oblatas de Santa Maria dei Sette Dolori. En 1645 comienza

con las obras del colegio de la congregación De propaganda Fide; quedó inconcluso a su

muerte. El último trabajo que realizó por encargo del pontífice fue el templo de San Inés en la

plaza Navona. Tras la muerte de su protector (1655) realizó algunas otras obras de importancia:

Iglesia de Sant’Andrea della Fratte (comenzada en 1653) y de San Girolamo della Carità (1662),

y la fachada de San Carlo alle Quattro Fontane.

Guarino Guarini

Fue al mismo tiempo estudioso de las matemáticas, profesor de literatura y filosofía en Mesina,

y -desde los diecisiete años- arquitecto del duque Filiberto de Saboya. Escribió una serie de

libros de matemática en latín e italiano, entre los que su "Euclides adauctus" es uno de los

primeros tratados de geometría descriptiva.

Diseño un número muy grande de edificios públicos y privados en Turín, incluyendo palacios

para el duque de Saboya, la Iglesia real de San Lorenzo (1666-1680), la mayor parte de la

capilla de la Santissima Sindone (patrona de Turín) (1688), incorporando trabajos previos de

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Castellamonte, el Palacio Carignano (1679-1685), y varios edificios públicos y eclesiásticos

en Módena, Messina, Verona, Viena, Praga, Lisboa y París.

Recibió influencia estilística de Borromini, y su tendencia fue heredada por su alumno, Felipe

Juvara, y el alumno de éste, Bernardo Vittone.

Baltasar Longhena

Fue un arquitecto italiano que se formó en la escuela de Palladio y Vincenzo Scamozzi. Fue el

arquitecto véneto más destacado del Barroco.

Su obra más destacada, construida entre 1631 y 1656, es la Basílica de Santa Maria della

Salute en Venecia. Más tarde concluyó las Procuratie Nuove en la Plaza de San Marcos, que

habían sido iniciadas por Scamozzi.

Louis Le Vau Luis Le Vau fue uno de los creadores del clasicismo francés (el llamado estilo Luis XIV) y que

él supo combinar de manera impresionante con el barroco. Creó un estilo que destacó por la

simplicidad de las construcciones y la elegancia de las decoraciones. Su obra más importante

fue el Palacio de Vaux-le-Vicomte.

Se hizo célebre cuando, en 1654, fue nombrado el principal arquitecto de Luis XIV (Primer

arquitecto del Rey). En 1657, Nicolás Fouquet le encargó la construcción de Vaux-le-Vicomte,

en la que ya apuntaba la grandiosidad antes que el respeto estricto a los cánones de la

arquitectura clásica. Desde 1660 él trabajó para el Rey: terminó el Palacio de

Vincennes construyendo los pabellones del Rey y de la Reina, el hospital de Salpêtrière, trabajó

en la fachada de las Tullerías, reconstruyó la "Galería de Apolo" en el Louvre y llevó a cabo

algunas otras reformas. Poco antes de morir realizó diferentes reformas en el Palacio de

Versalles y diseñó el Colegio de las Cuatro Naciones.

André le Notre

Fue jardinero de Luis XIV de 1645 a 1700, se encargó de diseñar los jardines del Palacio de

Versalles, del Palacio de Vaux-le-Vicomte y de Chantilly. Fue un conocido cortesano que gozó

de la amistad y afecto de Luis XIV. Fue el diseñador de los proyectos de numerosos jardines a

la francesa. Su padre, Jean Le Nôtre fue jardinero del rey Luis XIII. Interesado especialmente

por la perspectiva y las ilusiones ópticas trabajó como supervisor de los jardines y alrededor de

los 40 años realizó su primera obra, junto al arquitecto Luis Le Vau y el pintor y

escultor Charles Le Brun.

Jules Hardouin-Mansart

Nacido como Jules Hardouin, se formó con su primo François Mansart, renombrado arquitecto

iniciador de la tradición clásica en la arquitectura francesa, del que heredaría su colección de

planos y dibujos, así como su apellido. También se formaría con Libéral Bruant, que por

entonces era el arquitecto jefe del Hôtel des Invalides, el hospital de veteranos de guerra de

París. Después de diseñar los planos del Château de Clagny, para Madame de Montespan, se

ganó la estima de Luis XIV.

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Su importante posición en una Francia que era la nación más importante de Europa, le permitió

crear los monumentos más significativos de su período, y marcar la tendencia que tomaría la

arquitectura tardobarroca francesa. La arquitectura francesa extendió su influencia por toda

Europa, llegando hasta San Petersburgo, e incluso a Constantinopla. También hay que señalar,

no obstante, que se especula que debido a su importante posición burocrática, se piensa que

realmente era bastante poco responsable de los proyectos que se construían con su nombre,

críticas que infravaloran la disciplina de control dentro de un estudio de arquitectura de

corte clásico. Su primera obra para el monarca francés fue la ampliación del palacio de Saint-

Germain-en-Laye. Cuando Luis XIV trasladó su corte a Versalles, Mansart fue requerido para

realizar las obras de ampliación, en 1675. Se convirtió en el Primer Arquitecto del rey en 1681,

y realizó todas las obras del Palacio de Versalles, incluyendo las alas Norte y Sur, la Capilla

Real (junto con Robert de Cotte) y la famosa Sala de los Espejos, decorada por Charles Le

Brun, su colaborador. Fuera del palacio, construyó el palacete del Gran Trianón y la Orangerie,

así como las residencias exteriores, como el Palacio de Marly (iniciado en 1679). Fue nombrado

Superintendente de las Construcciones Reales en 1699.

Sir Christopher Wren

Nacido en Wiltshire, Wren era el hijo del diácono de Windsor, un cargo real que causó

privaciones a la familia durante la época de la Commonwealth (1649 - 1660). De niño conoció

al joven príncipe Carlos que más tarde se convirtió en el rey que empleó a Wren como

arquitecto. Su primer proyecto arquitectónico fue el Teatro Sheldonian, que aún se puede ver en

Oxford; también diseñó otros edificios universitarios, tanto en Oxford como en Cambridge,

incluyendo las capillas del Pembroke College y del Emmanuel College.

Tras el gran incendio de Londres fue escogido para ser el arquitecto de San Pablo ya que el

anterior edificio había quedado destruido. El diseño y la construcción de la nueva catedral

empezaron en 1675 y no se terminaron hasta 1710; durante este tiempo, Wren, junto a sus

asociados, diseñó numerosos edificios, incluyendo 51 iglesias para sustituir a las 87 destruidas.

Además, también colaboró en el diseño del Monumento al Gran Incendio de Londres,

el Observatorio de Greenwich, el Hospital de Chelsea, el Hospital de Greenwich, Marlborough

House y otros muchos edificios destacados.

Johann Balthasar Neumann

Nacido en Cheb, en la región de Bohemia, estudió matemáticas para entrar más tarde en el

ejército donde se convirtió en ingeniero militar. Participó de forma destacada en el sitio de

Belgrado a las órdenes del príncipe Eugenio de Saboya. En 1718 se trasladó a Milán y más

tarde, en 1723, a París. Ahí entró en contacto con la influyente familia de los Schönborg que le

convencieron para que siguiera una carrera civil.

La familia Schönborn, que dominaba el principado episcopal de Wurzburgo, decidió a

principios del siglo XVIII construir un palacio con el fin de trasladar la sede del episcopado,

situado previamente en una antigua fortaleza. Los primeros maestros de obra fueron Maximilian

von Welsch (1671-1745) y Johann Dientzenhofer. Más adelante, Neumann fue contratado para

ayudar a Dientzenhofer. Neumann demostró su capacidad para el trabajo y se convirtió en el

maestro principal de una obra que iba a tenerle ocupado durante más de treinta años.

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Sin embargo en 1746, el príncipe-obispo desapareció y su sucesor, que no tenía mucha prisa en

terminar las obras de la residencia, relevó a Neumann de sus funciones. Fue necesario esperar a

la elección de Carl Philipp von Greiffenclau como nuevo príncipe-obispo (sucesión que tuvo

lugar en 1749) para que Neumann pudiera terminar la obra. Inspirándose en algunos de sus

contemporáneos (Lukas von Hildebrandt, Dientzenhofer, Robert de Cotte), Neumann construyó

una obra emblemática del barroco germánico. En el corazón del palacio de encuentra una

monumental escalera con frescos pintados por Giovanni Battista Tiepolo, así como una sala de

honor, la Kaisersaal, cumbre de la pintura mural.

Fischer van Erlach

Fue probablemente el arquitecto austriaco más influyente del periodo barroco. Sus ideas

influyeron profundamente en los gustos arquitectónicos en todo el Imperio Habsburgo y así

queda reflejado en Plan de Arquitectura Histórica y Civil (1721), uno de las primeros estudios

comparativos de la arquitectura mundial.

Se trasladó con 16 años a Roma y allí en Italia, residió los siguientes dieciséis años de su vida y

fue donde se formó como arquitecto. En Roma se incorporó al taller de su compañero

austríaco Johann Paul Schor y al del gran Bernini, lo que le dio la oportunidad de estudiar tanto

la escultura y arquitectura antigua como moderna. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde

amasó una considerable fortuna sirviendo al virrey español.

De regreso a Austria, en 1687, se erigió como un reconocido arquitecto y recibió múltiples

encargos del emperador, la aristocracia y la Iglesia para construir y rehabilitar palacios y

mansiones rurales y templos, por los que consiguió grandes alabanzas al liberar a la arquitectura

austriaca del dominio estilístico de arquitectos italianos como Enrico Zuccalli y Ferdinando

Galli da Bibiena. A pesar de que su obra está cargada de fuertes influencias del barroco italiano,

donde residió tantos años. En 1687 obtuvo el cargo de arquitecto de la corte en el que trabajaría

a las órdenes de tres emperadores.

En sus diseños del siglo XVII, Fischer von Erlach se vio influido por la curvatura de líneas de

Bernini, que tratan de transmitir una sensación de movimiento. Otros focos de influencia en su

obra son las Château de François Mansart y las villas clásicas palladianas, que pudo estudiar

durante sus viajes a Prusia, Holanda e Inglaterra en 1704 y Venecia en 1707.

Fray Alberto de la Madre de Dios

Hasta hace pocos años considerado como un simple aparejador; en la actualidad, gracias a los

constantes descubrimientos documentales, está reconocido como uno de los arquitectos

españoles más importantes del siglo XVII y el introductor de las primeras formas barrocas

en Castilla.

En 1606 figura ya como tracista oficial de la orden carmelita en la obra del convento de Medina

de Rioseco, cuando contaba con tan sólo 31 años, lo que fue el inicio de su brillante carrera.

Este cargo le obligaba a llevar muchas obras a la vez, lo que no le permitía permanecer

demasiado tiempo en cada una, salvo el necesario para trazar o acomodar la traza, moderar,

supervisar, aconsejar o tasar obras, siempre encargadas a otros maestros profesionales no

religiosos. Por eso no todas las obras fueron terminadas con la misma calidad, lo que dependía

de la habilidad de sus directores y de la bonanza económica de los clientes.

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A partir de 1610, el prestigio de fray Alberto creció considerablemente, cuando los generales de

su orden le encargaron un edificio Real, el Monasterio de la Encarnación de Madrid, fundado

por la reina Margarita de Austria en 1610. Con la máxima sencillez arquitectónica fray Alberto

logró crear una fachada realmente bella que sirvió de modelo durante décadas. Sin dejar a un

lado la elegancia, consiguió escenificar los preceptos de pobreza señalados por Santa Teresa de

Jesús, la fundadora de su orden: los carmelitas descalzos. En esos momentos fray Alberto estaba

considerado como el arquitecto más importante del momento, y una vez muerto Francisco de

Mora, el carmelita quedó al frente del resto de obras reales, hasta que en 1616 Juan Gómez de

Mora tomó la iniciativa.

Francisco Hurtado Izquierdo

Fue maestro mayor de las catedrales de Córdoba y Granada y el autor de obras tan emblemáticas

como los sagrarios de las cartujas de Granada y de El Paular (Rascafría). Renovó el lenguaje

arquitectónico y ornamental del barroco cordobés y granadino. En sus edificios se hace patente

el gusto por las plantas centrales, en las que hace gala de su dominio en la combinación de

mármoles embutidos y yeserías, que tapizan los muros y descomponen la luz natural, generando

ambientes ilusorios y vibrantes. Su soporte predilecto es la columna salomónica, aunque

también empleó alternativamente la columna corintia y, andando en el tiempo, el estípite. Como

arquitecto de retablos, se caracteriza por un particular uso de la hoja de acanto, carnosa y muy

rizada, y del lenguaje de placas recortadas superpuestas que, retomando la cultura arquitectónica

de Alonso Cano, da origen al llamado “barroco prismático” que caracterizó la arquitectura

dieciochesca de Andalucía central y oriental.

Fernando de Casas Novoa

Nació en torno al año 1670 en una familia de clase baja. Comenzó con fray Gabriel de Casas a

trabajar en el claustro del conjunto catedralicio de Lugo. A la muerte de su maestro, se encargó

plenamente de la ejecución de las obras. Tiene un solo piso de altura considerable y está

estructurado por pares de pilastras con decoración vegetal semejante a la de Domingo Antonio

de Andrade.

En 1711, surge la oportunidad de su vida: es designado maestro de obras de la Catedral de

Santiago de Compostela. Continúa las obras de Domingo de Andrade en la capilla del Pilar,

donde busca originales efectos cromáticos y ornamentales. Como solución de empalme entre la

fachada del claustro y el Tesoro, realiza el Esconce de las Platerías. El arzobispo Monroy le

encargó varias obras de su patrocinio: la iglesia de los dominicos de Betanzos y el colegio de las

Huérfanas de Santiago de Compostela.

El auténtico espíritu creativo de Casas Novoa brotará en la capilla de Nuestra Señora de los

Ojos Grandes, en la catedral de Lugo. Cúpula sobre bóvedas de horno, arcadas que arrancan de

los pilares, rica policromía donde mandan los dorados, volutas, variada iconografía... capilla y

baldaquino constituyen conjuntamente una de las obras más destacables del barroco gallego.

Pero su obra maestra es la imponente y esbelta fachada del Obradoiro de la catedral

compostelana. La profusión decorativa esencialmente geométrica y la estructura ascensional, el

formato cóncavo, la solidez y la verticalidad, así como las membranas de vidrio como solución

lumínica marcan un hito arquitectónico sin parangón. La iconografía basada en la figura del

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Apóstol Santiago, sus padres, su hermano y sus discípulos, así como la inspiración en un arco de

triunfo clásico hacen de este conjunto la apoteosis del espíritu jacobeo.

Pintura Barroca Durante el Barroco la pintura adquiere un papel prioritario dentro de las manifestaciones

artísticas, siendo la expresión más característica del peso de la religión en los países católicos y

del gusto burgués en los países protestantes.

El pintor barroco plasma la realidad tal y como la vez, con sus límites imprecisos, sus formas

que salen y entran, los objetos de primer plano intrascendente, los escorzos y las posturas

violentas, y las composiciones diagonales que dan a la obra gran dinamismo.

Se acude a los temas religiosos (especialmente escenas de santos) que enriquecen la iconografía

religiosa, mitológicos, el retrato (individual o de grupo), y el bodegón, también llamado

“naturaleza muerta”, que surge como nuevo tema.

No se entiende la pintura barroca sin hacer referencia a dos estéticas diferentes: el tenebrismo y

el eclecticismo. El tenebrismo consiste en el choque violento de la luz contra la sombra. El

fondo queda en penumbra, o desaparece, mientras que la escena queda en primer plano. El

eclecticismo trata de salvar el gusto clásico dentro de la nueva norma. Se trata de una estética

decorativa efectista y teatral.

Como pintores más significativos de este periodo tenemos a Caravaggio, a Rubens y a

Rembrandt.

Pintura Barroca Italiana Existen tres estilos: el tenebrismo, representado por Caravaggio; el eclecticismo, representado

por los Carracci; y la pintura decorativa.

o Tenebrismo Las características básicas del estilo caravaggiesco son:

1. El naturalismo y el rechazo de los ideales clásicos

En las escenas religiosas se trataban como escenas cotidianas,

introduciendo lo vulgar y a gente corriente sin ningún tipo de

idealización. Esto hizo que en algunos casos las obras no fuesen bien

aceptadas por la sensación de falta de respeto que producían hacia el

tema y los personajes.

2. El contraste entre fondo oscuro y figuras iluminadas Para acentuar el realismo, realzaban sus figuras y escenas por los

efectos de luz, haciéndolas destacar sobre el fondo oscuro. Además, la

luz no se difunde suavemente, sino que surge de un vano lateral y cae

sobre la escena delimitando claramente las formas iluminadas, en las

que los colores son vivos e intensos, y las zonas oscuras.

o Eclecticismo La manera de los Carracci permite la expresión de un realismo idealizado,

matizado, ya que busca la belleza ideal y expone las cosas no como son sino

como deberían ser. Esta corriente tuvo una gran acogida entre los medios

eclesiásticos, que rechazaban el naturalismo por sacrílego, y entre los medios

intelectuales, porque resucitan las posibilidades del mundo clásico: mitología y

alegoría. La naturaleza que interesa es una naturaleza ordenada, con un paisaje

bello, sereno y equilibrado.

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Cuadro comparativo corriente naturalista – corriente clasicista

CORRIENTE NATURALISTA Caravaggio

CORRIENTE CLASICISTA Carracci

Inspiración en la realidad Reacción contra los excesos

manieristas

Utilización de modelos reales,

generalmente de personas de aspecto rústico

Creación de modelos para la

representación de pinturas mitológicas

Representación de lo deforme y el

dolor

Representación de una realidad

idealizada

Importancia del claroscuro Colorido de influencia

veneciana

Empleo de la luz artificial e

intencionada para resaltar las formas más

significativas

Temas populares y religiosos

Dramatismo y violencia Composiciones ordenadas y

elegantes de herencia renacentista

Técnica de óleo sobre lienzo Empleo de la técnica del fresco

o Pintura decorativa

Impulsada por la Iglesias y la Aristocracia, se desarrolla a lo largo del S XVII. Tiene la

finalidad de impresionar y envolver al espectador, convenciéndolo de la grandiosidad, veracidad

y legitimidad del poder que se representa.

Las características fundamentales de esta corriente son:

- Decoración con pinturas de los muros, paredes, techos y bóvedas de las iglesias y los

palacios.

- Perspectivas ilusionistas y escenográficas integradas en la arquitectura.

- Movimiento de figuras en vuelo en cielos abiertos.

- Ilusionismo y teatralidad.

- Gran riqueza cromática.

Pintura Barroca Holanda y Flandes

o Escuela Holandesa En los Países Bajos, la zona de la actual Holanda, se va a generar una escuela

pictórica independiente propiciada por la estructura social democrático-

burguesa y por el desarrollo del protestantismo, que provoca la casi total

desaparición de las imágenes, reduciendo el tema religioso a la representación

escasa de escenas bíblicas. La severidad de las costumbres no se presenta en las

obras de temática mitológica. La burguesía, se va a convertir en el cliente de

una pintura en la que el artista no va a disfrutar del reconocimiento social del

que disfrutan en otras zonas de la Europa Barroca. Las obras para esta

burguesía van a ser de escaso tamaño, a la vez que muy abundantes. El retrato

(individual y colectivo), los interiores burgueses o escenas domésticas, las

escenas costumbristas, los paisajes, las representaciones de animales, las

marinas y los bodegones serán los géneros predominantes. Sobresalen Frans

Hals y Rembrandt Van Rijn.

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o Escuela Flamenca Flandes, la actual Bélgica, permanece unida a la corona española y a la Iglesia

de Roma, lo que explica su identificación con los ideales de la contrarreforma y

la pujanza de la temática religiosa. Por otra parte, la aristocracia impulsa el

desarrollo de los asuntos profanos o mitológicos, que se plasman con un

carácter sensual y exuberante en grandes lienzos que cubren las estancias

palaciegas. Los temas costumbristas (las fiestas aldeanas, las bodas, etc.) son

frecuentemente tratados, y en ellos el optimismo y la alegría son característicos.

En los bodegones, o naturalezas muertas, son características las grandes piezas

de caza y la abundancia de alimentos y frutas. Los autores a destacar son Peter

Paul Rubens, Antonio Van Dyck y Jacobo Jordaens.

Pintura Barroca Francesa El estilo clásico y cortesano que acoge Francia tiene dos características básicas: su origen

cortesano, ligado al gusto palaciego, especialmente acentuado durante el reinado de Luis XIV; y

su raíz clásica, que nunca se abandonó durante el Manierismo y que constantemente remite a

Rafael y Miguel Ángel. Incluso la limitada repercusión del tenebrismo naturalista fue mucho

aclarada y equilibrada, en cierto modo, por el clasicismo, que suaviza la violencia dramática de

Caravaggio. Esto no impide que encontremos caravaggistas franceses, como Georges de la Tour

o los hermanos Le Nain, y a muchos otros pintores influidos por la pintura italiana, pero dotados

de gran personalidad, cuyo arte está orientado hacia la realidad del mundo y se satisface con la

representación de escenas familiares. La Corte demanda pintura decorativa para sus palacios, y

una gran cantidad de retratos.

Caravaggio Caravaggio consideraba que el modelo para el arte debía ser la propia Naturaleza. Dentro de

este pensamiento, consideraba a la misma altura un cuadro sobre flores o frutas que otro sobre

historias bíblicas, algo que rompía con la jerarquía de temas existente hasta el momento.

Caravaggio fue uno de los primeros en establecer la naturaleza muerta como género autónomo y

de valor. Al mismo tiempo, consideraba que no existía una belleza única, sino diversas maneras

de enfrentarla, y creía en la presencia de la psicología del autor en su obra. Se enfrentó al

mantenimiento estricto del decoro, pero sí que aprovechó el "moto", típicos de la época. El

decoro es la norma según la cual sólo se eligen para ser representados aquellos elementos que

convienen a la dignidad del tema. El "moto" es el movimiento interno de las figuras, que traduce

las pasiones y la psicología de las mismas, y que Caravaggio aprovechó para plantear actitudes

sorprendentes en sus personajes.

En 1584 Caravaggio viaja a Milán para ingresar en calidad de aprendiz en el taller del pintor

Simón Peterzano, de quien aprendió a manejar la luz, el color y el sentido de la realidad. Entre

los años 1589 y 1592 la situación se vuelve complicada para él, al verse envuelto en un delito de

agresiones que le lleva a la cárcel. Marcha a Roma donde se aloja en un primer momento con el

cardenal Pucci, que le consigue contactos con personajes tan importantes como el Caballero de

Arpino, hombre poderoso que le proporcionó algunos de sus clientes más importantes y le

enseñó la manera de realizar bodegones y fruteros. Caravaggio conoció a otro personaje

trascendental en su carrera: el cardenal Francesco del Monte, experto conocedor de la pintura y

todo un personaje en la intelectualidad romana. El cardenal Del Monte se convirtió en protector

del joven Caravaggio hacia el año 1595, e intrigó para conseguirle sus primeros encargos

públicos de importancia. Aparte de estos, Caravaggio se dedicó mayoritariamente a pintura de

género, para clientes particulares que le pedían obras muy concretas. El autor preparaba para

cada cliente escenas llenas de claves que introducían segundos significados trascendentes que

hacían de un inocente lienzo una sofisticada declaración intelectual. En estas obras se imbrican

las tendencias homosexuales que parecen probadas en Caravaggio y su entorno, el amor por la

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música como medio de alcanzar el amor perfecto, lo andrógino, etc. Algunos de sus modelos se

repiten y el propio artista se autorretrata con frecuencia; pudiera ser que algunos de sus modelos

fueran "castrati", por el aspecto de ambigüedad sexual que presentan. El esplendor de estos

temas en Caravaggio se produjo entre 1593 y 1595.

La primera variación de su estilo tuvo lugar cuando el artista recibió el encargo de la Capilla

Contarelli, que le dio fama inmediata y su siguiente encargo público: dos lienzos para Santa

María del Popolo. Caravaggio recurrió a figuras extraordinariamente veristas y monumentales,

que llenaban de solemnidad el lienzo. Sin embargo, la falta de decoro de su pintura paralizó los

encargos: Caravaggio empleaba para sus cuadros modelos sacados de los bajos fondos romanos,

entre los cuales se movía con absoluta soltura. Sus vírgenes eran prostitutas, sus ángeles eran

chaperos, los apóstoles y santos eran mendigos y pordioseros. Los vestidos de sus personajes

respondían a la moda del momento y los pies y rostros estaban sucios y maltratados. Sus

pinturas perdían en concursos y eran rechazadas por los clientes de la iglesia, pero

inmediatamente eran disputadas por los coleccionistas romanos y extranjeros.

Los escándalos y las pasiones encontradas fueron la tónica general de Caravaggio en Roma; de

1599 a 1606 sus problemas con la justicia por altercados violentos se agudizaron, pero por

suerte o por mediación de sus protectores, solía librarse de la cárcel. Pero nadie pudo ayudarlo

cuando fue acusado de homicidio y condenado a pena de muerte. El joven pintor huyó a

Nápoles. En este agitado período produjo algunas de sus más famosas creaciones. La huida y el

hecho de ser un proscrito transformaron la pintura del artista, que acentúa el realismo al tiempo

que atenúa los colores. La intensidad psicológica es de un profundo lirismo melancólico y los

espacios asfixiantes de sus composiciones se pierden ahora en tremendos vacíos, como podemos

ver en el patético Entierro de Santa Lucía. En sus pinturas religiosas hace patente que el Reino

de Dios está en lo cotidiano y lo miserable, manifestándose en los pecadores y marginados de

las Escrituras. Sus temas mitológicos son más escasos y adopta plenamente una manera

monumental con un tratamiento verista de las figuras que parece casi clásico. Recurre a

claroscuros, a contrapicados y la gestualidad de los personajes... La luz es fundamental en sus

cuadros: simboliza la presencia de lo sobrenatural, de lo divino, y nunca aparece en el lienzo,

sino que procede de algún ángulo lateral.

En Nápoles recibió importantes encargos, como las Siete Obras de Misericordia o La Madonna

del Rosario. Pintó varios lienzos dedicados a la Pasión de Cristo, con un gran énfasis sobre el

sufrimiento y la tortura, con los que probablemente se identificaba Caravaggio.

En 1607 se trasladó a la isla de Malta, donde recibió protección y asilo de la Orden de los

Caballeros de Malta y en especial la de su Gran Maestre, a quien retrató en varias ocasiones.

Caravaggio recuperó su pérdida posición e incluso fue nombrado caballero. Sin embargo, el

Gran Maestre terminó enterándose de los cargos que pesaban en Roma contra Caravaggio y le

apresó. El artista huyó con ayuda de desconocidos y se refugió en Sicilia y en 1609, por otra

serie de problemas, en Palermo. De allí regresa a Nápoles. Nada más llegar, en la hostería donde

se aloja recibe una tremenda paliza que le deja desfigurado y maltrecho. La pintura de estos

últimos meses es agónica, cubierta con un velo de luz difusa que confunde los personajes. En

estos momentos realiza su David, que se considera su última obra y una petición de perdón al

papa. Parece ser que Caravaggio intenta regresar a Roma, pero pierde el barco y fallece -

probablemente de pulmonía o disentería - en la playa de Porto Ercole, completamente solo.

Aníbal Carracci Annibale Carracci, junto a su hermano Agostino y su primo Ludovico, fundó una Academia en

Bolonia. Pretendía restaurar los cánones del arte clásico, apartándose del estilo manierista. Al

mismo tiempo quería establecer una alternativa a la otra corriente pictórica que se separaba de la

pintura inmediatamente precedente. Esta otra corriente, considerada rival y contraria a los

postulados de los Carracci, era el Naturalismo tenebrista fomentado por Caravaggio y sus

seguidores romanos y napolitanos. La tendencia de Annibale encontrará amplia acogida en

Francia e Italia, mientras que la de Caravaggio será la preferida de españoles y ciertos núcleos

centroeuropeos. El nombre de la academia de Annibale ya habla de la guerra establecida: la

Griselia C. Vizuete Linares Página 31

Accademia degli Incamminati, es decir, de los encaminados, los iluminados hacia la auténtica

pintura, en contraste con los tenebristas. Su tendencia pictórica se denominó Clasicismo, por ese

rescate de los ideales canónicos del Alto Renacimiento y de la Antigüedad clásica. Annibale

trabajó con Agostino y Ludovico durante muchos años pero se trasladó a Roma cuando en 1595

le llamaron para decorar el Palacio Farnese, donde se encuentra su obra más lograda. Esta obra

es un ciclo de frescos con temas de la mitología clásica como el “Triunfo de Baco y Ariadna”.

En otras obras menores, Carracci creó el paisaje clásico ideal, que influyó en autores posteriores

como Poussin.

Giovanni Battista Gaulli Gaulli nació en Génova, donde sus padres murieron durante la plaga de 1657. Inicialmente fue

aprendiz con Luciano Borzone. A mediados del siglo XVII, la Génova de Gaulli era un centro

artístico italiano cosmopolita abierto tanto a empresas comerciales como artísticas de los países

del Norte de Europa, incluyendo países con poblaciones no católicas tales como Inglaterra o las

provincias holandesas. Pintores como Pedro Pablo Rubens y Anthony van Dyck permanecieron

en Génova durante algunos años. Las primeras influencias de Gaulli habrían venido de una

mezcla ecléctica de estos pintores extranjeros y otros artistas locales incluyendo a Valerio

Castello, Giovanni Benedetto Castiglione, y Bernardo Strozzi, cuya cálida paleta adoptó Gaulli.

En los años sesenta del siglo XVII, experimentó con una paleta más fría y lineal, en la línea

del clasicismo boloñés.

Pronto, sin embargo, se trasladó a Roma. En 1662, fue aceptado en la academia de pintores de

San Lucas, donde más tarde desempeñaría varios cargos. Al año siguiente, recibió su primer

encargo público para un retablo, en la iglesia de San Rocco, Roma. Recibió muchos encargos

privados para obras mitológicas y religiosas.

Desde 1669, sin embargo, después de una visita a Parma, donde pudo ver el fresco

de Correggio para la catedral de Parma, la pintura de Gaulli adquirió un aspecto más pictórico,

menos lineal, y la composición, organizada di sotto in su («desde abajo mirando hacia arriba»),

influiría su posterior obra maestra. En el momento álgido de su carrera, Gaulli fue uno de

los retratistas más estimados de Roma. No se le conoce bien por otros medios distintos de la

pintura, pero han sobrevivido muchos dibujos suyos en diferentes medios. Todos son estudios

de pinturas.

Gaulli murió en Roma, poco después del 26 de marzo de 1709, probablemente el 2 de abril.

Escultura Barroca La escultura barroca se caracteriza por su fuerza y monumentalidad, su movimiento

compositivo enfocado a buscar un efecto ilusionista, su dinamismo proyectado hacia fuera, sus

composiciones diagonales, su expresividad y su tratamiento de la ropa y los miembros de las

figuras, que se desplazarán hacia fuera vaporosos, hinchados y no exentos de aparatosidad.

Expresan más la apariencia que la realidad. Es naturalista, e interpreta expresiones exaltadas. Es

una escultura efectista, que intenta sorprender a quien la contempla. Esto se aprecia sobre todo

en el género funerario: relojes, muertos que se levantan, esqueletos detrás de cortinas, etc.

Los temas tienden a ser más profanos, mitológicos, en donde el desnudo adquiere particular

importancia. Además, la escultura se vuelve urbana y aparece en las calles, plazas y fuentes

integrada con la arquitectura. Así, cobrará un gran sentido decorativo. La escultura de temática

religiosa no está pensada para ser contemplada aislada, sino para formar parte de un retablo.

Calza muy bien con el momento que vive la cristiandad: es la época de los místicos, de los

santos. En consonancia, se representan éxtasis de estos personajes, en los que aparecen con los

ojos entornados y la boca abierta.

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Escultura Barroca Italiana

La escultura se pone al servicio de la arquitectura. Busca efectos emotivos con el fin de

conmover; se emplea el escorzo y las posiciones violentas y desequilibradas. Se recrea en temas

de carácter urbano, funerario y referente al amor divino. Encontramos por otra parte retratos

naturalistas. Bernini será el máximo exponente de este tipo de escultura.

Escultura Barroca Francesa

El barroco francés se reconoce por su carácter cortesano, mitológico y decorativo. Predominan

los bustos, las estatuas ecuestres, las alegóricas y la escultura funeraria. Versalles será el centro

del arte. François Girardon será uno de los escultores más importantes de Francia.

Barroco Español España disfruta de un largo y fructífero Barroco, plagado de grandes figuras de la pintura

universal y de interesantes Escuelas regionales que prolongan su influencia hasta bien entrado el

siglo XVIII. El siglo XVII fue de profunda crisis económica en la península; sin embargo,

recibió el apodo de Siglo de Oro en el terreno religioso, cultural, artístico, literario, etc. La

Reforma católica tuvo sus principales teólogos en España y sus postulados rigieron la

codificación artística en nuestro país más allá que en cualquier otra nación del ámbito católico

europeo. A esta situación contribuyó el hecho de que el absolutismo monárquico predominante

en toda Europa se viera más atenuado ante el poder eclesiástico.

Tal situación influye de manera determinante sobre las artes, que serán encargadas en un 90%

por la Iglesia, lo que marca el predominio del tema religioso en detrimento de la mitología,

pinturas de guerra y profanas. Los encargados son de gran tamaño; se emplean colores vivos y

variados; los focos de luz provienen los lados, creando grandes sombras y zonas iluminadas.

Los personajes aparecen en posturas muy dinámicas, con rostros y gestos muy expresivos.

Los principales focos productores de pintura fueron las capitales Sevilla y Madrid por motivos

económicos y administrativos. La tipología, dentro de la misma temática, es variada. La más

importante es el retablo, de origen gótico y mantenido durante el Renacimiento. Tras el retablo,

el encargo más apetecible para un autor es la serie monástica, que puede abarcar desde la decena

hasta el centenar de lienzos que se han de colocar en el monasterio contratante. El bodegón, del

que destacan por su calidad los de las Escuelas sevillana y madrileña, el retrato a lo divino y los

cuadritos de devoción encargados por particulares, son el resto de posibles encargos religiosos

de este período. Las pinturas de mitología, guerra o profanas son bastante escasas, con

frecuencia de autores italianos, y siempre debidas al encargo directo de la Corte con motivo de

decoraciones palaciegas.

Como se indicaba al principio, el Siglo de Oro fue ilustrado con algunas de las mejores figuras

del arte. Contó con una gran generación de pintores, nacidos en su mayoría en la década de

1590 y por tanto activos hasta 1650-1660. Son Zurbarán, Velázquez, Alonso Cano, Ribera o

Murillo, precedidos y seguidos por una pléyade de autores forzosamente ensombrecidos por su

genialidad, pero no por ello carentes de calidad. Estos autores son emblemáticos de las Escuelas

ya citadas, y por sí mismos describen un espíritu de época que se vio continuado hasta el siglo

siguiente y que ha inspirado a los pintores de todo el mundo hasta nuestros días.

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Pintura Barroca El siglo de Oro de la pintura en España es el XVII y corresponde al movimiento pleno de la

pintura barroca. Se da la circunstancia de que este momento dulce y prolífico de la pintura

coincide también con el de la literatura.

En la pintura barroca española hay una serie de elementos comunes que son fruto del momento

político y religioso que vive España. Por un lado se percibe el pesimismo del decaimiento del

gran Imperio Español del siglo anterior. Por otro lado, España está a la cabeza del movimiento

de la Contrarreforma católica y la sociedad vive en el rigor impuesto en muchas áreas de la vida

cotidiana por la Inquisición, por lo que van a predominar los temas religiosos, representados de

manera dramática, apoyados por el tenebrismo italiano implantado por Caravaggio, corriente

que al final terminaría por ser abandonada.

Los temas profanos y mitológicos, aunque existen, se dan mucho menos que los religiosos

(puesto que es la Iglesia el principal cliente) y cuando se pintan se hacen sin sensualidad.

En la pintura barroca del siglo XVII existen tres escuelas a la que pertenecen la mayoría de los

grandes artistas de la época: Escuela Valenciana, andaluza y madrileña.

Escultura Barroca Las esculturas buscan la sensibilidad popular y la expresividad. Para extremar el realismo de las

figuras se recurre al empleo de pelo real, corona real, ojos y lágrimas de cristal, etc., y se crean

imágenes de vestir en las que se realizaban con minuciosidad cabeza, manos y pies para

vestirlas con ropa real: es el comienzo de la Semana Santa. La madera policromada será el

material preferido para este nuevo tipo de imaginería, que espera despertar la fe del pueblo.

El cliente más importante es la Iglesia y en segundo lugar la Corte. Apenas existe escultura

civil, todo gira alrededor de la temática religiosa. Las obras decoran retablos, sillerías de coro y

los famosos pasos de Semana Santa. Se produce la decadencia de la escultura funeraria. Los

escultores trabajan para gremios y cofradías de carácter religioso.

Arquitectura Barroca

La arquitectura barroca adopta las líneas curvas frente a las rectas por generar aquéllas mayor

dinamismo y expresividad.

Las fachadas adquieren la máxima importancia, pues en ellas se suelen volcar los mayores

empeños decorativos mediante numerosas cornisas y columnas griegas, romanas y salomónicas.

Por el predominio de los elementos decorativos sobre los constructivos, se puede afirmar que el

estilo barroco más que un estilo de arquitectura es una forma de decoración arquitectural.

Las plantas de los templos también tienden a alejarse de las formas clásicas basadas en la línea

recta, el cuadrado y la cruz y en muchas ocasiones se adoptan plantas circulares, elípticas o

mixtilíneas. Esta libertad en las plantas arquitectónicas permite una mejor adaptación al lugar en

que se va a erigir el edificio.

Una de las preocupaciones del Barroco son los grandes recintos públicos urbanos. Es frecuente

que en las ciudades más importantes se lleven a cabo grandes plazas mayores, rectangulares y

asoportaladas, de enorme superficie y suntuosidad. En España tenemos los ejemplos señeros de

la Plaza Mayor de Salamanca y de la de Madrid. También se amplían las viejas ciudades y se

construyen algunas nuevas. A imitación de Versalles la Corte borbónica planea la construcción

en España de los reales sitios, como son la granja de San Ildefonso, obra de Teodoro Ardemáns,

y Aranjuez, realizado por Santiago Bonavía. Se construyó también el Palacio Real, por Fillippo

Juvara y Giovanni Battista Sacchetti.

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Neoclasicismo El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al

movimiento estético que venía a reflejar en las artes los principios intelectuales de la Ilustración,

que desde mediados del siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía, y que

consecuentemente se habían transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después

de la caída de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo y el

Neoclasicismo fue abandonado.

Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron en marcha expediciones para

conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el

arquitecto Jacques-Germain Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754 de las Observations sur

les antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la formación de los

artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of Dilettanti (Sociedad de Amateurs)

subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas griegas y romanas. De estas

expediciones nacieron libros como: Le Antichitá di Ercolano (1757-1792) elaborada

publicación financiada por el Rey de Nápoles (luego Carlos III de España), que sirvieron de

fuente de inspiración para los artistas de esta época, a pesar de su escasa divulgación.

También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y

artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se

intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su

tierra de origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de Roma,

que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el equilibrio de los

modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética neoclásica.

La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y

eruditos acudían con la intención de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba el

prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un

detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764) es una

sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos.

En Roma también trabajaba Giovanni Battista Piranesi (1720-1778); en sus grabados,

como Antichitá romana (1756) o Las cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una visión

diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de

luces y sombras buscan impresionar al espectador.

El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el centro representa la verdad rodeada por

una luz brillante (el símbolo central de la iluminación). Dos otras figuras a la derecha, la razón y

la filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.

La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la época de Razón (filosofía) por

racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humano. Vino a sustituir el papel de la

religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará desde

entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la verdad.

Arquitectura Neoclásica La arquitectura Neoclásica es un estilo arquitectónico que produjo el

movimiento neoclásico que comenzó a mediados del siglo XVIII, por una reacción contra el

estilo barroco de ornamentación naturalista así como por el resultado de algunos

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rasgos clasicistas nacidos en el barroco tardío. Se prolongó durante el siglo XIX, confluyendo a

partir de entonces con otras tendencias, como la arquitectura historicista y el eclecticismo

arquitectónico. Algunos historiadores denominan el periodo de la arquitectura neoclásica de la

primera mitad del siglo XIX como clasicismo romántico, a pesar del oxímoron (oposición de

términos), dado que, además de coincidir en el tiempo con el romanticismo, estilísticamente

comparte rasgos con la estética romántica, al añadir cierta expresividad y espíritu exaltado a la

sencillez y claridad de las estructuras clásicas grecorromanas.

Factores fundamentales que influyeron en la creación de la arquitectura neoclásica fueron los

determinantes en el contexto político, social y económico de la época, en que se incluyen

destacadamente la revolución industrial, la crisis del Antiguo Régimen, la Ilustración,

el enciclopedismo, la fundación de las Academias, el despotismo ilustrado, etc.

En cuanto a arquitectura la educación implicaba el conocimiento y fuentes antiguas tales

como Vitrubio, Palladio, Vignola; por lo que ésta hizo uso de los repertorios formales de la

arquitectura griega y romana.

La arquitectura pintoresca, a partir de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII,

ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se

valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de

edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas

caprichosas y el aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador.

Marcadamente historicista en su búsqueda de las fuentes clásicas, el neoclasicismo

arquitectónico se encontró con dos posibles vías, que fueron exploradas alternativamente en

Francia y Alemania. En Francia, especialmente a partir del Imperio Napoleónico se encontró en

el arte imperial romano el modelo idóneo para sus fines propagandísticos y de enaltecimiento

personal de la figura del emperador (Templo a la Gloria de la Grande Armée (hoy Iglesia de la

Magdalena), de Pierre Alexandre Vignon, proyectado por el propio Napoleón. En el Reino

Unido y en Alemania fueron los modelos griegos los que predominaron (Altes Museum de

Berlín, de Karl Friedrich Schinkel, el primer edificio del mundo concebido como un museo

desde su construcción).

Carl Gotthard Langhans Carl Gotthard Langhans, arquitecto alemán nacido en Prusia y figura relevante

del Clasicismo de su país. Su trabajo más destacado es la Puerta de Brandeburgo, símbolo de la

ciudad de Berlín. Él preparó proyecto de palacio faisanería en Pszczyna-Poreba, en parte, al sur

de Polonia.

Juan de Villanueva Juan Antonio es el segundo hijo del escultor Juan de Villanueva y Barbales, su madre es Ángela

de Montes González, su hermanastro es el también arquitecto Diego de Villanueva

Muñoz (1713-1774), quien fue además de su maestro y protector durante los primeros años.1 Su

hermana mayor se llama Teresa. Diego se matricula primero en la Academia de Nobles

Artes de Madrid, de la que su padre era cofundador. En 1746 gana un concurso como

pensionado a Roma y renuncia a él. Con tan sólo 11 años ingresó como alumno de la

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Durante el transcurso de sus estudios el

hermano obtiene el trabajo de delineador a las órdenes de Sachetti en las obras del Nuevo

Palacio. Durante sus estudios recibe varios premios y diseña el Ayuntamiento de Badajoz y

planifica la reforma de las Descalzas Reales. En 1758 se presenta, de nuevo, como pensionado

en Italia de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para completar su formación,

volviendo en 1765 a España. Se desconoce en gran medida los detalles formativos y biográficos

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de este viaje, viaja a Roma, Parma, Nápoles y Herculano. De este viaje quedan numerosos

dibujos realizados por él. En 1764 durante el viaje publica las Órdenes de Vignola.

Un año después realizó un viaje por Córdoba y Granada, junto con José de Hermosilla y Juan

Pedro Arnal, para dibujar las "antigüedades árabes" (los dibujos de este viaje se publicaron en

1804).

Instalado en Madrid, fue nombrado académico de Mérito de la Academia de San Fernando. En

1777, Carlos III lo nombró arquitecto del príncipe y los infantes. En lo sucesivo trabajaría casi

en exclusiva para la casa real. Desde 1781 fue arquitecto encargado del Real Sitio de El

Escorial; Carlos IV le nombró maestro mayor, cargo que aparece más frecuentemente nombrado

como arquitecto mayor.

Su estilo, de gran severidad y sentido de las proporciones, se caracteriza como una síntesis entre

el estilo herreriano y el neoclasicismo. En efecto, se considera que sus máximas influencias

son Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, artífices del Monasterio de El Escorial.

Fue un arquitecto prolífico, al que se deben también el Nuevo Rezado (sede de la Real

Academia de la Historia desde 1837), el Oratorio del Caballero de Gracia (un templo neoclásico

de planta basilical, ajustado a un solar estrechísimo, rematado por un ábside semicircular y una

cúpula oval sobre el crucero;) y el Observatorio Astronómico (un edificio de planta central con

un gran pórtico de acceso y un característico templete circular jónico como coronación) situado

en los Jardines del Retiro, todos en la capital. También es en gran parte obra suya la imagen

actual de la Plaza Mayor madrileña, que reconstruyó después del incendio de 1790, cerrando el

viejo recinto urbano a través de grandes arcadas y homogeneizando la altura del caserío. A raíz

de estas obras surgirán el Arco de Cuchilleros y el portal de Cofreros.

Escultura Neoclásica

La escultura neoclásica se incluye dentro de una corriente filosófica y estética de una

influyente difusión que se desarrolló entre mediados del siglo XVIII y del siglo XIX

en Europa y las Américas. Como reacción contra la frivolidad del decorativismo del rococó,

surgió la escultura neoclásica inspirada en la antigua tradición greco-romana, adoptando

principios de orden, claridad, austeridad, equilibrio y propósito, con un fondo de moralización.

En el campo de la escultura el impacto de la novedad de los nuevos conocimientos fue menor

que en otras artes como la pintura y la arquitectura, debido a que los escultores ya estaban

bebiendo en las fuentes clásicas desde el siglo XV, aunque sus mejores resultados en la

reinterpretación de los greco-romano ya no mostraban la misma alta calidad. La mala

interpretación de la estética defendida por Winckelmann condujo, sin embargo, a los artistas de

menor categoría a la producción de muchas obras con el carácter de la copia servil de los

modelos antiguos, perdiendo en vigor lo que ayudó a atraer a la crítica sobre este cambio.

Los materiales preferidos fueron el bronce y el mármol blanco, al igual que en la tradición

antigua, pero a diferencia de temporadas anteriores, el neoclasicismo el artista creador pasó a

emplear a más ayudantes que realizaban la mayor parte de los trabajos técnicos como pasar a la

piedra o realizar la fundición a parir del modelo de arcilla o yeso que había sido creado por el

escultor, dejando que el maestro asumiese la fase final de la escultura del pulido y definición de

detalles, ya que esta fase es sin duda crucial para la obtención del efecto final de la obra y

requiere la experiencia de la mano maestra.

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Pintura Neoclásica

La pintura neoclásica es un movimiento pictórico nacido en Roma en la década de 1760 y que

se desarrolló en toda Europa, arraigando especialmente en Francia hasta

aproximadamente 1830, en que el Romanticismo pasó a ser la tendencia pictórica dominante.

El Neoclasicismo se sitúa entre el Rococó y el Romanticismo. Pero en muchas ocasiones, el

tránsito de uno a otro estilo no es fácil, porque tienen rasgos semejantes. Si lo característico del

Neoclasicismo era revivir otra época, en concreto la Antigüedad clásica, realmente no se

diferencia de intentar recrear la Edad Media o la vida en países orientales, pues en ambos casos

se recurría a temas exóticos, ajenos a la realidad de la sociedad en la que el pintor trabaja. En

realidad, clasicismo y Romanticismo son tendencias estilísticas burguesas que reaccionan frente

al aristocrático rococó, y como tal ideología burguesa, aspira tanto al orden y la estabilidad,

como a la libertad que les era negada por el Antiguo Régimen; del mismo modo, es la burguesía

la que se plantea la dialéctica entre la razón, que defiende un sistema político más racional que

el del Antiguo Régimen, y el sentimiento, muchas veces puro sentimentalismo burgués frente a

la cínica frialdad e indiferencia de la aristocracia. En este sentido, el Neoclasicismo

representaría la aspiración a un orden regido por la razón, mientras que el Romanticismo

representaría las igualmente burguesas ideas de libertad en un mundo dominado por el

sentimiento individual.

Predominó el dibujo, la forma, sobre el colorido. Ello da como resultado una estética distante

del espectador, reforzado por la luz clara y fría que bañaba las escenas, ya que si se adoptaran

tonos dorados se introduciría en la obra una sensualidad que se rechazaba en la estética

neoclásica. A veces se usaba el claroscuro, con una iluminación intensa de los personajes que

interpretaban la escena en el centro del cuadro, dejando en las tinieblas el resto del cuadro. Al

destacar el dibujo sobre el color, este último era mero coloreado, que informaba sobre el

contenido del cuadro, modelando los objetos representados, sin tener valor estético por sí

mismo. En contraste con las pinturas barrocas y rococó, las neoclásicas carecen de colores

pastel y de confusión; en lugar de ello, usan colores ácidos. La superficie del cuadro aparecía

lisa, con una factura impecable en la que difícilmente se apreciaban las pinceladas del autor, lo

cual contribuía a establecer la distancia entre el autor y el tema y de éste con el espectador.

Se cultivó sobre todo el cuadro de historia, reproduciendo los principales hechos de la

Revolución francesa y exaltando los mitos griegos y romanos, a los que se identificó con los

valores de la Revolución. Los temas representados siempre eran serios y eruditos, con intención

moralizante: alegorías e historias que transmitían valores ejemplares como el sacrificio del

héroe o el patriotismo. Bajo Napoleón Bonaparte, se llegó a una clara intención propagandista.

Las fuentes que inspiraban las obras eran Homero, la historia de Roma Antigua en especial Tito

Livio, y poemas de Petrarca. En muchos casos, las escenas no representaban el momento álgido

de la historia, sino el momento anterior o posterior. Generalmente se pintó al óleo sobre lienzo,

pero también hubo frescos. Los cuadros respetan, en general, el carácter ortogonal del lienzo. El

estilo buscaba la sencillez también en la composición. Cada cuadro se refería a un solo tema

principal, sin temas secundarios superfluos que pudieran distraer. No son cuadros de gran

profundidad, sino con una construcción frontal que recuerda a los frisos y bajorrelieves clásicos.

El marco suelen ser arquitecturas arcaizantes, y no paisajes, y si la escena ocurría en un interior,

a veces se dejaba este segundo plano en la penumbra para que nada distrajera de la escena que

se desarrolla en primer término. En este marco se pintaban, en primer plano, un número limitado

de figuras humanas que componían la escena, aislados por lo general los unos de los otros.

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Jacques-Louis David

El artista oficial de la Revolución Francesa fue Jacques-Louis David, encargado de pintar los

retratos conmemorativos del martirio de los líderes revolucionarios de las pompas oficiales,

celebraciones, funerales de estadistas e incluso la indumentaria de los ciudadanos de la

Republica. Él hizo que los hombres cambiaran sus aristocráticas pelucas empolvadas, sus

abrigos de seda y terciopelo y los sueltos tirabuzones por el pelo natural, las chaquetas de lana y

las camisas de lino. Las mujeres sustituyeron sus altos peinados, adornados con lazos y plumas,

por un estilo sencillo a imitación de los antiguos griegos y sus miriñaques y enaguas de encaje

por una túnica de muselina ceñida por encima del talle.

David llegó a la academia Francesa de Roma en 1775, como pintor rococó consumado en la

línea de Boucher, pero ya consagrado a los temas morales. Cuando tomó contacto con el arte

clásico en su propia tierra dijo que se sentía como si hubiera sido operado de cataratas. Esta

afirmación no solo expresaba vivamente la claridad exigida por la visión neoclásica, en

contraste con la suavidad y vaguedad del rococó, sino que también aludía a aquel estilo

voluptuoso como si tratara de una enfermedad que requería una extirpación quirúrgica. El nuevo

arte no surgió de la noche a la mañana. Durante la mayor parte de su primer año en Roma, cuya

cultura estaba dominada por Goethe, Winckelmann y Angélica Kauffmann, David se dedicó a

pintar ojos, orejas, pies y manos de las más bonitas estatuas. La mayoría de estas pinturas se han

perdido, pero sabemos que estaban dibujadas con sombras negras como las de Caravaggio y los

tenebristas. Pero en 1781 este nuevo arte se había consolidado, y en 1783 David, que por

entonces tenía 35 años, fue elegido miembro de la Academia, institución que pronto llego a

detestar, así como a todos sus artistas oficiales a los que denominó les perruques.

Dominique Ingres

Ingres no es, en sentido estricto, neoclásico ni académico, sino un ferviente defensor del dibujo.

Resulta a la vez clásico, romántico y realista. Ingres constituye un claro exponente del

romanticismo en cuanto a los temas, el trazo abstracto y las tintas planas de intenso

colorido. Algunas de sus obras se enmarcan en el llamado «Estilo trovador», inspirándose en el

ideal estético griego y gótico, además de en las miniaturas de los libros de horas de

Fouquet. Igualmente, es ejemplo de orientalismo, pues muchos de sus cuadros, especialmente

desnudos femeninos, están dominados por un sentido irreal del exotismo propio del siglo XVIII.

Ingres se marchó a Roma, donde permaneció 18 años, y descubrió a Rafael y

el Quattrocento italiano que marcarán definitivamente su estilo. Estos años de trabajo serán los

más fecundos de su carrera. A ellos pertenecen voluptuosos desnudos femeninos, entre los que

cabe destacar La bañista; paisajes, dibujos, retratos, y las composiciones históricas o religiosas

tratadas al modo de las mitologías históricas: Juana de Arco, La virgen de la hostia, Jesús entre

los doctores, Cristo entregando a San Pedro las llaves del reino (1820) o Júpiter y Tetis. Está

en el cenit de su arte, pero en Francia sus cuadros pintados en Italia reciben acerbas críticas, no

gustan, e Ingres decide quedarse en Roma.

Antonio Canova

Su estilo estuvo inspirado en gran medida en el arte de la Antigua Grecia y sus obras fueron

comparadas por sus contemporáneos con la mejor producción de la antigüedad, fue considerado

el mejor escultor europeo desde Bernini. Su contribución en la consolidación del arte neoclásico

sólo se compara a la del teórico Johann Joachim Winckelmann y a la del pintor Jacques-Louis

David, aunque también fue sensible a la influencia del romanticismo. No tuvo discípulos

Griselia C. Vizuete Linares Página 39

directos, pero influyó en la escultura de toda Europa sobre su generación, manteniéndose como

una referencia durante todo el siglo XIX, especialmente entre los escultores de la comunidad

académica. Con el auge de la estética del arte moderno cayó en el olvido, pero su posición de

prestigio se reanudó a partir de mediados del siglo XX. También mantuvo un interés continuo

en la investigación arqueológica, era un coleccionista de antigüedades y se esforzó para evitar

que el arte italiano, antiguo o moderno, se dispersara por otras colecciones del mundo.

Considerado por sus contemporáneos tanto como un modelo de excelencia artística como de

conducta personal, desenvolvió importantes actividades en beneficio y apoyo de los artistas

jóvenes. Fue director de la Academia de San Lucas de Roma e inspector general de

Antigüedades y Bellas Artes de los Estados Pontificios, recibió varios premios y fue

ennoblecido por el papa Pío VII quien le otorgó el título de marqués de Ischia.

Griselia C. Vizuete Linares Página 40

Comentarios de Obras de Arte

Griselia C. Vizuete Linares Página 41

Renacimiento

Escuela de Atenas, Rafael Sanzio Pintura al fresco (sobre la pared) Vaticano, Roma. (1509-1510).

Se representa una escena del mundo clásico idealizada y su relación con la filosofía. Por ello,

Rafael une en el mismo espacio a todos los filósofos clásicos, poniendo en su centro a Platón y

Aristóteles. Además de ellos aparecen Heráclito, Euclides, Alciábades, Diógenes, Protágoras...

Gran parte de esas figuras clásicas son representadas a través de retratos de sus contemporáneos

(Miguel Ángel, Leonardo…).

Composición simétrica, con un gran eje axial que, pasando entre Platón y Aristóteles, divide en

dos partes el cuadro. A cada lado de él aparecen los grupos compensados.

Por otra parte, y en perfecto equilibrio, se observa otro eje (horizontal) que recorre las cabezas

del grupo principal. La trama de líneas crea, de esta forma, toda una forma ortogonal en donde

predomina la línea recta, el ángulo recto y las formas rectangulares y semicirculares. Es

la geometría, tan querida por los renacentistas que organiza la percepción del mundo en formas

armónicas y regulares.

Línea y color. Predomina la primera. En general se puede hablar de detallismo, especialmente

en los rostros y la descripción de la propia arquitectura.

En cuanto al color, como es típico de la época, se intenta compensar los fríos con los cálidos en

un nuevo intento de crear armonía, como ya había hecho Masaccio en su Trinidad.

Luz natural con fines representativos (crear volumen por medio del claroscuro, luces y

sombras). El foco es cenital (procede desde arriba) y procura distribuirla de forma homogénea,

sin marcar excesivos contrastes ni intentar guiarnos por el cuadro.

Perspectiva lineal creada a través de la arquitectura que nos conduce al punto de fuga

central (encima de las cabezas de los dos filósofos) que vuelve a insistir en la idea de simetría y

armonía.

Figuras. Individualizadas (sus gestos, posiciones y distintos retratos hacen desaparecer la

posible isocefalia (cabezas iguales) que pudiera producir una composición tan

equilibrada), realistas (parten de un retrato aunque posiblemente idealizado), de canon

proporcionado. Nos encontramos (tema clásico, intento de armonía en todos los componentes, arquitectura

clasicista...) ante una de las realizaciones cumbres del Renacimiento del Cinquecento, final y

resumen de todo un siglo de búsquedas (el Quattrocento) y a punto de ingresar en el

Manierismo. Rafael se encuentra en la cumbre de su carrera, tanto artística como cortesana,

cuando el papado (gran mecenas de Cinquecento) le encarga la realización de un enorme ciclo

en las Stance. En él, sobre el propio muro, va a representar todo el saber de su época,

recurriendo (como es típico en el Renacimiento) al conciliato (unir lo cristiano con lo pagano,

colocando esta escena frente a La disputa del Sacramento). De esta manera, deberíamos

entender la obra como una reflexión sobre la filosofía y la razón como fuente de sabiduría que

unida a la religión daría el prototipo del hombre renacentista, un humanista cristiano que vive

en un nuevo clasicismo (de aquí el utilizar retratos de humanistas y artistas de la época para

darles cara a los filósofos de la Antigüedad). La propia arquitectura vuelve a incidirnos en este

paralelismo entre Antigüedad y Renacimiento. Tomando como modelo las grandes

construcciones imperiales, longitudinales y de grandes espacios diáfanos, que son unidas a las

propuestas clásicas de Bramante, con sus grandes cúpulas sobre pechinas, bóvedas de cañón con

casetones, vanos termales, empleo de un módulo armónico y órdenes clásicos. Además de estas

fuentes, Rafael recoge también influencias de Leonardo (sobre todo en la perspectiva y

composición a través de formas geométricas) y de Miguel Ángel.

Griselia C. Vizuete Linares Página 42

Trinidad de Masaccio

La escena une en el mismo espacio lo más sagrado (Trinidad

compuesta por Dios Padre, Hijo crucificado y Paloma del

Espíritu Santo), los intercesores entre Dios y los hombres (María

y San Juan a los lados de Cristo) y los simples mortales

(representados como donantes o personas arrodilladas que rezan

ante la divinidad, normalmente forma de representar a aquellos

que pagaban el cuadro). La obra se encuentra realizada en una

pared utilizando la técnica del fresco (pigmentos coloreados

mezclados con huevo como aglutinante).

Composición es típicamente renacentista. Las figuras se inscriben

en un triángulo equilátero que crea una movilidad pero sin

generar angustia o tensiones, subrayando el eje central en el que se

encuentra la Trinidad. Como es típico también en el

Renacimiento se recurre a las formas geométricas (cuadrado, rectángulo, círculo) para

organizar todo el espacio. Se trata de utilizar la geometría como una forma de crear armonía,

pues todas las medidas del cuadro se realizan en función de operaciones numéricas. Predomina

la línea sobre el color, aunque ésta sea apenas perceptible. El dibujo es sintético (con pocos

detalles y una cierta tendencia a la geometría, especialmente en los paños). En cuanto al color

está contrapesado para no perder armonía. Fíjate en los rojos y azules que se van alternando en

el cuadro (El azul es un frío y pesa menos que el rojo, un cálido; su organización equilibrada se

hace para evitar que una parte del cuadro sea más importante que la otra). Luz es utilizada de forma representativa por el autor, creando con ella claroscuros que

refuercen el carácter volumétrico (tridimensional) de las figuras. Observa esta comparación.

La primera fotografía es románica y no tiene claroscuro (XII) y la segunda del propio Masaccio.

En esta obra de Masaccio los cuerpos tienen volumen gracias a la luz y la sombra. También

puedes ver cómo ha mejorado la expresión y, un rasgo típicamente Renacentista, se utiliza el

desnudo, a la manera de Grecia y Roma.

Perspectiva. Se trata de uno de los mayores intereses de la obra. Para conseguir este espacio

fingido el pintor ha utilizado especialmente la arquitectura, colocando a los personajes en

distintos escalones que entran en el espacio. Además, todo el fondo está tratado por medio de

una arquitectura clásica que, además de tener carácter iconográfico (Arco del Triunfo como

Triunfo de Cristo sobre la muerte), permite realizar una serie de líneas de fuga por medio de sus

casetones que coinciden en el punto de fuga y también eje de la composición: La Trinidad.

Incluso los nimbos (círculos dorados sobre la cabeza) están en escorzo (metiéndose hacia

dentro) creando así espacio. Lo puedes ver mejor en este detalle de otra obra de Masaccio.

Figuras presentan rasgos realistas, canon correcto aunque ancho y escasa movilidad que

refuerce el sentido divino de la imagen. Sus vestiduras, sin demasiado interés por las texturas,

trazan formas geométricas.

Tanto el uso de la arquitectura (claramente inspirado en Brunelleschi y su bicromía), como la

composición, la nueva dignidad que tiene el hombre ante lo divino o el uso de perspectiva y

claroscuro son datos claros de su origen renacentista, en concentro del Quattrocento.

Durante esta siglo XV en Italia se produce un retorno consciente a la Antigüedad Clásica

dentro del llamado Humanismo, que pretende un nuevo antropocentrismo (aunque

cristiano, como bien se ve en el tema en donde se une el hombre y Dios, todos del mismo

tamaño) y un regreso de la belleza. (Compara el tamaño de los donantes de la obra con estos de

origen gótico, muchísimo más pequeños que la divinidad, marcando una clara jerarquía entre

Dios y el hombre).

Si comparas esta obra con la de Masaccio puedes ver como Masaccio avanzó mucho en el uso

de la perspectiva, el volumen de las figuras (haciéndolas menos alargadas), con una expresión

menos dulce y más severa, mucho más geométrica.

Para ello buscaron en las ruinas clásicas y las traducciones latinas, aunque en este punto la

pintura estuvo en clara desventaja. Apenas sin ejemplos conservados (los mayores, en

Griselia C. Vizuete Linares Página 43

Pompeya, fueron excavados en el XVIII) tuvieron que reutilizar temas arquitectónicos (como en

este caso Brunelleschi y su arco de triunfo con elementos clasicistas como tondos avenerados,

pilastras, casetones…) o la esculturas (como es visible en las figuras que más que pinturas

parecen esculturas pintadas).

Pero para el caso de Masaccio la gran influencia será la de un pintor del siglo anterior (siglo

XIV) Giotto. La influencia de Masaccio en el futuro será muy importante y pintores del

Quattrocento (Siglo XV) como Piero della Francesca o del Cinquecento (S XVI) como Miguel

Ángel utilizarán sus personajes volumétricos, la importancia de la luz y el espacio

arquitectónico, la línea, las formas geométricas.

Puertas de Paraíso de Ghiberti

Sobre las fachadas Norte, Sur y Este del baptisterio románico de

San Juan de Florencia se abren tres puertas de bronce

magníficamente labradas. Ellas reflejan la evolución de la

figuración y del concepto de la perspectiva durante casi un siglo y

medio (de 1330 a 1452), el paso en Italia del Gótico al

Renacimiento.

Es la puerta más antigua (1330-36), modelada en cera por Andrea

Pisano y fundida por el veneciano Leonardo D´Avanzo. El

encargo fue hecho por el gremio de importadores de lana, que era

el responsable de la decoración artística del edificio, que

pretendieron superar las puertas de bronce del baptisterio de la

catedral de Pisa.

Consta de 28 cuarterones que ilustran los veinte relieves

superiores la vida de san Juan Bautista, patrono de la ciudad, y los

8 inferiores las virtudes teologales y cardinales. Las escenas se leen de arriba a abajo y de

izquierda a derecha.

Las escenas están enmarcadas en cuadrifolias góticas, pero con una modernidad que premoniza

el Renacimiento. Andrea Pisano no utilizó posturas afectadas ni los drapeados para los fondos

propios del estilo gótico imperante y, en cambio, organizó un espacio sobrio, destinado a

individualizar a los personajes. A pesar del linealismo gótico de las figuras y de los ropajes, el

estilo narrativo se centra en lo esencial, sin caer nunca en el apasionamiento. Se inspiró en gran

medida en las novedades paisajísticas y de los volúmenes de la pintura de su maestro Giotto,

por lo que se puede decir que fue el primero en traducir la lección "expresionista" del pintor a la

obra en relieve; pero también en los relieves clasicistas de los púlpitos toscanos que

realizaron Nicola y Giovanni Pisano. El marco de la puerta se debe a Vittorio (1462), uno de

los hijos y discípulos de Lorenzo Ghiberti. En este cuarterón se representa a Salomé

ejecutando una danza fascinante tras la cual solicitará a Herodes la cabeza de San Juan Bautista.

Pisano no dramatiza este momento tan trascendente, todo es calma y mesura: un músico toca un

instrumento; y los comensales no apartan su mirada de la bailarina, cuya danza hipnótica se

sugiere por medio de gestos sólo insinuados.

La realización de la segunda puerta del baptisterio estuvo precedida por un concurso artístico

entre los mejores artistas de la época y en el que participaron Ghiberti, Brunelleschi, della

Quercia, Lamberti y otros. El tema fue El sacrificio de Isaac tomando como dimensiones y

formato las cuadrifolias de la puerta de Pisano. De los proyectos presentados se conservan los

de Ghiberti y Brunelleschi. Los jueces de la comisión dieron el encargo al primero haciendo

prevalecer la elegancia del desnudo y el efecto pictórico frente al realismo del segundo.

También fue determinante para el triunfo un nuevo método de trabajo que permitía realizar el

fondo del relieve y las figuras de una sola pieza ahorrando costes. Aún así se tardó veinte años

en realizar el conjunto contando Ghiberti con un taller donde trabajaron como

discípulos Donatello o Ucello.

La puerta consta de 28 paneles en cuadrifolias, como la puerta sur. Los 20 cuarterones

superiores narran episodios del Nuevo Testamento, desde la Anunciación al Pentecostés. Los 8

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inferiores representan a los cuatro evangelistas y a los padres de la Iglesia. En la imagen de

abajo puedes ver el conjunto con la mención de los temas.

Las figuras revelan todavía una sensibilidad gótica en la perfección de los contornos, pero

también manifiestan una gran fidelidad y realismo a la naturaleza en el modelado de los cuerpos

y en los gestos. Las primeras escenas, como La Anunciación, recuerdan los de Pisano en la

curvatura de los cuervos y el desinterés por crear la ilusión de profundidad espacial. Después, y

a medida que el trabajo del artista se prolonga en el tiempo, se observa una atención creciente

por las reglas de la perspectiva central, que acababan de ser descubiertas, como podemos

apreciar en el cuarterón que representa a Cristo niño entre los doctores de la Ley.

Es la obra maestra de Ghiberti a la que le dedicó veintisiete años de su vida. El nombre de

Puerta del Paraíso se debe a un comentario de Miguel Ángel que consideró que era digna de la

entrada a los cielos. Se representan en cada panel varios episodios del Antiguo Testamento que

le habían sido sugeridos por el humanista Leonardo Bruni. En la siguiente presentación puedes

ver con detenimiento y amplitud las escenas. Os recomiendo que la abráis a pantalla completa

para deleitaros con los detalles.

El artista trabajó con gran libertad en este encargo, lo que le permitió despegarse

definitivamente de resabios góticos y ahondar en los nuevos conceptos

del Renacimiento escultórico del Quattrocento.

El formato. Los 28 cuadrilóbulos medievales fueron reemplazados por 10 amplios paneles de

forma rectangular, que le permitieron crear escenas más pictóricas

Exaltación del genio y autovaloración del artista. Alrededor de los paneles creó unos listones

que contienen figuras de profetas y sibilas en pequeñas hornacinas, alternándolas con 24

medallones con cabecitas de artistas contemporáneos suyos. entre los bustos está su propio

autorretrato y el de su hijo Vittorio, que colaboró realizando las jambas con motivos animales y

vegetales.

Inspiración de las figuras en modelos clásicos. Hasta los más mínimos detalles se aprecia que

tras sus relieves está el deseo de emular o de superar la escultura grecorromana. En el panel del

Paraíso terrenal Dios Padre es un fornido Júpiter; Adán nos recuerda a un kuros; y Eva es una

bellísima Venus. Las figuras son proporcionadas, idealizadas y de posturas y expresión

variadas.

Técnica del relieve. Como ya se hizo en Roma en mármol, Ghiberti utiliza la distinta

profundidad del relieve en bronce para crear efectos de claridad compositiva: altorrelieves

sobresalientes para resaltar en primer plano escenas cercanas y bajorrelieves, e incluso

grabados, para las más lejanas. Con ello consigue además crear el efecto pictórico, tan difícil de

conseguir en este medio.

La perspectiva. Lo que más impresiona es el virtuosismo con el que el paisaje y los elementos

arquitectónicos sugieren profundidad espacial. Están representados según las reglas de la

perspectiva, que descubrió Brunelleschi y que Ghiberti aplica al relieve.

Griselia C. Vizuete Linares Página 45

Cúpula Catedral de Florencia, Brunelleschi

La obra que vamos a comentar es la cúpula que cubre

el crucero de la catedral de Santa María de las Flores

de Florencia. Obra diseñada por el arquitecto y

orfebre Felipe Brunelleschi en 1419 aunque no se

finalizó hasta 1436. Es considerada la primera gran

obra de arquitectura del Renacimiento italiano.

Brunelleschi se enfrentó al desafío de diseñar la

primera gran cúpula construida en Europa desde el fin

del Imperio Romano. Para ello diseñó un sistema de

doble cúpula, una exterior, apuntada, y otra interior,

semiesférica. Sobre el tambor octogonal situado en el

tramo del crucero de la catedral gótica de Santa María

de las Flores, Brunelleschi diseñó una cúpula de 45.6

metros de altura recorrida por ocho nervios de mármol que convergen en una linterna dándole a

la cúpula una forma apuntada característica. La cúpula está recorrida en su cara exterior por

ladrillos rojizos imitando el modelo romano del opus spicatum. Brunelleschi recurre al sistema

medieval de contrarrestar los empujes mediante bóveda semiesféricas adosadas. Sin embargo, es

novedoso, el hecho de que en el interior Brunelleschi idease una segunda

cúpula, semiesférica frente a la apuntada exterior, unidas mediante ganchos de hierro. Este

sistema permitía que el espacio hueco entre ambas cúpulas permitiese aliviar el empuje de la

bóveda semiesférica interior, mucho más pesada. La cúpula interna aparece decorada con

pinturas al fresco de Vasari que representa la visión de la Gloria.

En 1419 se decidió convocar un concurso para finalizar la obra de la Catedral, cuyo crucero

estaba aún sin cubrir. A dicho concurso se presentaron distintos artistas

destacando Ghiberti y Brunelleschi, ganando este último gracias a un novedosos sistema

de construcción que sustituía las cimbras tradicionales por un sistema de andamios de

madera autosustentantes que abarataba mucho la construcción.

Brunelleschi se enfrentaba al reto de abovedar un espacio similar al del panteón de Roma. Para

ello el artista recurrió al sistema tradicional de contrarrestar los empujes a través de los nervios

y bóvedas más pequeñas adosadas, como a la tradición romana del opus spicatum y a un sistema

novedoso de doble cúpula.

Como consecuencia, Brunelleschi construyó una cúpula que habría de convertirse en orgullo de

la ciudad de Florencia y símbolo del nuevo estilo artístico, el Renacimiento, que recuperaba los

modelos clásicos abandonando definitivamente el estilo gótico.

La Obra que hemos comentado, como ya hemos mencionado, supone la primera obra

renacentista, suponiendo la primera gran cúpula construida después de casi mil años y el inicio

de un elemento clave de la arquitectura renacentista que habría de alcanzar su modelo

más representativo e imitado en la cúpula de San Pedro del vaticano, diseñada

por Miguel Ángel.

Griselia C. Vizuete Linares Página 46

Basílica de San Lorenzo, Brunelleschi

La obra que a continuación se trata de las basílicas de San Lorenzo,

obra de Filippo Brunelleschi obra encargada por los Médicis y

construida entre 1422 y 1470 siendo terminada a partir de 1442 por

Antonio Manetti tras la muerte de Brunelleschi. Tras la muerte de

Brunelleschi la obra la finalizó Antonio Manetti.

La iglesia de San Lorenzo, construida durante el Quattrocento

italiano resume las innovaciones arquitectónicas que el nuevo estilo

renacentista introdujo dejando atrás definitivamente el arte gótico medieval. Prescindiendo de

las plantas góticas tradicionales, el arquitecto recurre a la planta basilical de tres naves

separadas por arcos de medio punto sobre columnas de orden corintio más capillas laterales

abiertas en el muro con arcos de medio punto enmarcados por pilastras clásicas también de

orden corintio. Sobre el tramo del crucero, de escaso desarrollo, levanta una cúpula que

recuerda a la que ya diseñara para la catedral. Al fondo se sitúa el altar mayor, centro visual de

la iglesia, al que parecen converger todos los elementos arquitectónicos, columnas, arcos,

entablamentos, lozas del suelo creando un efecto de perspectiva lineal.

Brunelleschi vuelve a los soportes clásicos, a la columna de proporciones clásicas con capitel

corintio sobre el que sitúa, para ganar altura sin alterar las proporciones de la columna, un

fragmento de entablamento y sobre éste los arcos de medio punto. En el segundo piso abre

ventanales que iluminan el edificio al igual que los óculos, ventanas circulares, de las naves

situadas en los extremos.

Respecto a la techumbre, Brunelleschi recurre al techo adintelado con casetones, de claras

reminiscencias romanas clásicas, mientras que en las naves laterales utiliza la bóveda vaída.

Brunelleschi también diseñó la conocida como vieja sacristía, ejemplo del rigor, equilibrio y

aparente simplicidad de la obra de Brunelleschi. Concebida como un espacio cúbico cubierto

por una cúpula sobre pechinas, este espacio se abre en perspectiva hacia otro también de planta

cuadrada cubierto a su vez por otra cúpula sobre pechinas. Destaca la desnudez del edificio, sin

apenas decoración, donde destacan los elementos puramente arquitectónicos (arcos, dinteles,

capiteles y entablamentos) que resalta mediante el uso de la piedra serena gris que contrasta con

el blanco de los muros.

La basílica de san Lorenzo se convirtió en la plasmación práctica del nuevo estilo

arquitectónico. Se dejaba atrás las formas góticas y se volvía la mirada al mundo grecorromano

de donde se retomaban los elementos arquitectónicos así como las proporciones y sentido de la

armonía como sinónimo de belleza. La desnudes del edificio, donde se prescinde prácticamente

de escultura o pintura, hace que el edificio destaque por sus elementos puramente arquitectónico

siendo las proporciones matemáticas las que confieren la belleza del edificio. Todo el edificio se

puede se puede desglosar en compartimentos cuadrados cubiertos por cúpulas y la nave central

es el doble de alta que de ancha mientras que la dicha proporción entre anchura y altura en las

naves laterales es la misma. Se podría decir que en su aparente simpleza radica la belleza del

edifico.

La basílica de San Lorenzo se convirtió en un manifiesto del nuevo estilo que vuelve su mirada

al mundo clásico retomando los elementos arquitectónicos de aquel período aunque usándolos

de una manera absolutamente novedosa que va más allá de la mera imitación para crear uno de

los estilos más influyentes de la Historia del Arte.

Griselia C. Vizuete Linares Página 47

Santa Maria Novella Alberti completó una fachada que había sido

iniciada con elementos de arquitectura claramente

medievales, incorporándolos a una ordenación

perfectamente clásica basada en la proporción. Se

trata de la fachada de Santa María Novella en

Florencia, que es una fachada a modo de telón,

delante de una iglesia gótica. Estaba ya realizada

la parte del basamento y Alberti la tomará como

punto de partida para construir el resto de acuerdo

con el nuevo sistema. El cuadrado, empleado como módulo para las proporciones, tiene una

escala menor en el cuerpo inferior de la fachada, y toda ella se puede inscribir en un cuadrado.

Ese motivo resulta dibujado en ambos cuerpos mediante la taracea de mármoles de colores,

recurso cromático con el que se expresa esa armonía entre las partes que es fundamento de la

arquitectura de Alberti.

El tema de la tradición incorporada a la nueva arquitectura no se limita a cómo integró lo ya

construido, sino que también en el hecho de emplearla taracea remite a edificios medievales

toscanos, como San Miniato, realizados con el mismo sentido cromático, y que por entonces se

creía que podían datar de la Antigüedad o, al menos, de una etapa medieval tan gloriosa como

fue la época de Carlomagno. En esta fachada de Santa María Novella, Alberti emplea la

columna con un sentido de ornamento que se repetirá en otros edificios suyos. Sirven, por

ejemplo, para enmarcar la puerta y, por lo tanto, el eje central del edificio. Además de la

columna, el empleo de un frontón clásico es otro elemento tomado del repertorio ofrecido por la

Antigüedad, repertorio que Alberti reelaboró siempre con gran libertad. La relación armónica

entre el ancho cuerpo inferior y el, mucho más estrecho, cuerpo superior de esta fachada, la

resolvió el arquitecto con dos aletones, motivo de gran repercusión en la arquitectura religiosa

del siglo XVI.

Palacio Rucellai El palacio Rucellai una arquitectura renacentista ubicada en

Florencia, Italia.

En cuanto a su fachada, ésta presenta un color marrón. Está

realizada con mampostería de arenisca, un material pobre. Se

encuentra estructurada en tres pisos: En el piso inferior

encontramos pilastras de orden toscano que dividen la

superficie en espacios en los que se abren las dos portadas.

Los arcos de los vanos que se alinean en vertical con las

puertas son ligeramente más amplios que los otros y están

además rematados por los escudos elegantemente esculpidos

sobre las ventanas del primer piso. El primer y el segundo

piso cuentan con pilastras de orden jónico y corintio, entre

ellas aparecen ventanas con parteluz enmarcadas en arco de

medio punto. Los tres órdenes hacen pensar de modo bastante

claro en la estructura del Coliseo de Roma. La parte superior del palacio está rematada por una

cornisa que sobresale poco. También la mampostería con conchas se inspira en la arquitectura

romana, como en el motivo de la basa imitando el opus reticulatum. Sobre el interior podemos

decir que la distribución del conjunto partía del tradicional palacio florentino, el patio estaba

planteado como un espacio porticado con columnas de orden corintio que respetan la posición

de las pilastras exteriores de la planta baja, en su interior debían convivir el ámbito residencial y

el laboral. En esta arquitectura encontramos que la belleza de las proporciones se antepone a la

ostentación.

Esta obra está encuadrada dentro del periodo cultural del Renacimiento. En este periodo se

vuelve a los ideales clásicos y el Humanismo adquiere un gran valor y simbolismo. Dentro de la

Griselia C. Vizuete Linares Página 48

cronología de este periodo, esta obra la podemos ubicar dentro del Quattrocento, que se inicia

con la difusión del humanismo, sobre todo en la corte florentina, con los Médicis. El palacio fue

construido entre 1446 y 1451 por Bernardo Rossellino, siguiendo un diseño de Leon Battista

Alberti. La fachada se terminó cuando ya estaba terminado todo el interior hacia 1465. Fue

encargado por Giovanni Rucellai, miembro destacado de la familia Rucellai; el palacio urbano

era el tipo de vivienda de la rica aristocracia financiera y comercial de Italia desde el siglo XIII.

El año clave de Alberti fue el 1434, cuando viajó a Florencia y sintió la influencia de la ciudad

en él.

La Primavera de Botticelli

La técnica usada para la realización de La

Primavera es el temple (mezcla de los

pigmentos mediante huevos) sobre tabla.

Esta obra tiene un formato monumental,

con figuras de tamaño natural y grandes

dimensiones. Esto es algo curioso, pues es

de destacar su enorme formato en relación

con lo habitual de la época, ya que las

pinturas de estas dimensiones, se

reservaban siempre para la representación

de los temas sacros. Lo primero es

describir e identificar los personajes de la

obra: en el centro aparece Venus, la diosa

del amor; a la derecha, Céfiro, el viento que persigue a la ninfa de la Tierra, Cloris, que al ser

tocada por él se trasforma en Flora, diosa de la vegetación y de las flores; encima de Venus está

Cupido, que dirige sus flechas a las tres Gracias, en concreto a la del centro, Castitas, que mira

al dios Mercurio, mensajero de los dioses y nexo entre el cielo y la tierra. Todos los personajes

están situados en un paisaje de naranjos, árboles tradicionalmente relacionados con la familia

Médicis. En suelo es una capa de hierba muy oscura con flores típicamente toscanas (jacintos,

iris, clavellinas, siemprevivas...). También existen otros tipos de flores que Flora porta en su

cabeza y ropaje como las violetas. Esta obra destaca tanto por su gran realismo que encontramos

en la figuras y en el estudio tan detallado de la anatomía, como por su naturalismo; y también es

un claro ejemplo de retrato. Estos retratos se representan: la Gracia de la derecha es Caterina

Sforza, la Gracia del medio podría ser Semiramide Appiani, mujer de Lorenzo il Popolano que

está representado en el Mercurio; esta Gracia mira fijamente a su marido (Mercurio). Y la

Gracia de la derecha podría ser Simonetta Vespucci, que fue un prototipo de belleza para

Botticelli y amante de Giuliano de Médicis (aunque hoy se piensa en un amor más del tipo

caballeresco o amor cortés).

En general se aprecia en general un ambiente melancólico, no se usa la perspectiva, las líneas

marcan ritmos suaves, de manera que las figuras parecen flotar, y se observa un gran detallismo;

la composición es equilibrada, con una luz homogénea y un color delicado. Botticelli opta aquí

por un formato monumental, con figuras de tamaño natural, y lo compagina con una gran

atención al detalle. Esto puede verse en las diversas piezas de orfebrería, representadas

minuciosamente, como el casco y la empuñadura de la espada de Mercurio o las cadenas y los

broches de las Gracias. Algunas de las figuras que aparecen estaban inspiradas por esculturas

antiguas. Figuras de elevada estatura, delgadas, ligeramente alargadas, muy idealizadas, cuyos

cuerpos a veces parecen artificiosamente estirados y presagian el estilo elegante y cortés del

manierismo del siglo XVI. Las figuras destacan contra el fondo por la claridad de su piel y sus

ropajes, de colores claros e incluso transparentes. En cuanto a la composición, La sensación de

movimiento de la obra viene acentuada por los sutiles movimientos de las Gracias mediante su

danza y también por Cloris y Céfiro, es decir, podemos considerar que es una obra dinámica en

gran parte. En la obra podemos trazar una especie de triángulo que termina Cupido, bajando

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hacia Mercurio y Céfiro, uniéndose entre las demás figuras. Las tres Gracias pueden representar

un único personaje. Y el centro de la obra sin duda es Venus. Los rostros de los personajes

reflejan serenidad y paz sin llegar a ser tristes ni melancólicos, aunque en la mayoría de las

obras de Botticelli se reflejan estos sentimientos y al final de su vida acentuará más el

dramatismo. En esta obra predomina la luz sobre todo sobre los cuerpos de los personajes y en los claros del

bosque. También las flores del suelo tienden a crear un contraste en el color oscuro del bosque y

el de las flores. Los colores usados son tanto fríos como cálidos: fríos en el bosque y el cuerpo

de Céfiro y cálidos en los ropajes de Mercurio y Venus. Pero los colores destacan sobre las

líneas que todavía, de forma deliciosa, delimitan el dibujo.

Esta obra, como gran parte de la producción artística de Botticelli, está íntimamente relacionada

con la familia de los Médicis, grandes comerciantes y banqueros, rectores de la vida florentina

en el siglo XV. Un inventario de 1499, que no se descubrió hasta 1975, enumera la propiedad de

Lorenzo di Pierfrancesco y su hermano Giovanni, primos de Lorenzo el magnífico, y permite

afirmar que en el siglo XV La Primavera estaba en una antesala adyacente a las habitaciones de

Lorenzo di Pierfrancesco en la ciudad de Florencia. Posteriormente debió trasladarse a la villa

de los Médicis en Castello, donde la sitúa Vasari en 1551, quien decía que representaba

a"Venus, adornada con flores por las Gracias, anuncia la llegada de la primavera". Cuadros

con un formato tan grande no era inusuales en las residencias privadas de las familias poderosas.

La Primavera es, sin embargo, altamente ilustrativa de la iconografía y forma clasicista,

representando a dioses clásicos casi desnudos y a tamaño natural y con un complejo simbolismo

filosófico que requería un hondo conocimiento de la literatura, el mundo clásico y sincretismo

renacentistas para interpretarla; y es que Botticelli no sólo era un excelente pintor, sino un

hombre muy culto, con amplios conocimientos históricos y filosóficos, al pertenecer a la

Academia Neoplatónica, y participar en las tertulias y discusiones filosóficas de los humanistas

de Florencia. Es una obra impregnada de cultura humanística y neoplatónica de la corte de

Lorenzo el Magnífico. Tiene un tono de narración situada fuera del tiempo real. Se presenta una

atmósfera de fábula mitológica en la que se celebra una especie de rito pagano. Rompe con la

pintura religiosa cristiana al ilustrar un rito pagano de primavera. La crítica no se muestra de

acuerdo sobre su exacta alegoría. Se debate sobre su significado y por consiguiente el título (de

hecho, en muchas partes aparece con el título de "Alegoría de la Primavera"). Para dar una

interpretación correcta, es preciso tener en cuenta el conocimiento de Botticelli de la filosofía

neoplatónica: el amor carnal surge de la tierra como pasión, pero desaparece, como Cloris al ser

tocada por Céfiro, mientras el verdadero, el que nace de la contemplación espiritual, se eleva al

cielo.

Para algunos estudiosos, el cuadro es, pues, una alegoría del amor platónico. A pesar de todo, en

la combinación de información pueden surgir discrepancias entre historiadores, en particular

cuando se buscan razones complejas, vinculadas a usos concretos: Gombrich y Panofsky,

suponiendo que el cuadro estuvo colocado en una villa campestre donde se educaba el joven

Lorenzo de Pierfrancesco, primo de Lorenzo de Medici, y basándose en textos antiguos y en el

programa pedagógico del filósofo neoplatónico Marsilio Ficino, lo interpretan como una

exhortación moral, con el fin de que el adolescente se fijara en Venus como la virtud de la

humanidad, como parte de la educación moral de los jóvenes, fijándose en las virtudes clásicas.

Sin embargo, otros autores (Bredekamp) han excluido esa función pedagógica en favor de una

alegoría política: la Primavera-Flora, personificación de Florencia, resurgiría con el gobierno de

Lorenzo de Pierfrancesco, gracias a Mercurio, dios del comercio, que disipa las nubes.

Por otro lado, esta obra se ha interpretado como el rostro feliz de la creación, es decir, el

humanismo arropado por la naturaleza, la perfecta armonía entre los hombres y el universo que

habitan. Sería una alegoría del reino del amor, divulgada por la filosofía neoplatónica como la

"Humanitas". También se ha interpretado como una alegoría del amor entre Giuliano de Médicis

(hermano de Lorenzo) y Simonetta Vespucci, dama admirada por ambos hermanos y musa del

pintor, aunque también se interpreta como la muerte de Simonetta (1476), ya que ésta es

alcanzada por la muerte, el Céfiro, y su renacer en el Eliseo. No está exenta la obra de

elementos sugestivos y eróticos, como el Céfiro que trata de poseer a Flora o la desnudez de las

Gracias bajo sus velos. Más allá de las interpretaciones simbólicas, la pintura contiene una

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fuerte carga de feminidad y de deseo. Toda alusión al amor y a su disfrute, toda referencia a los

placeres de la vida está captada con la elegancia y refinamiento propios de Botticelli, con la

delicadeza del trazo y el esplendor de los colores y la luminosidad de la obra.

Gattamelata

Se trata de una escultura monumental de bulto

redondo, realizada en bronce en 1453 para la

plaza de la basílica de San Antonio de Padua

(Italia), encargada por los herederos del

Condottiero Erasmo de Narni, dictador de Padua.

El conjunto fue pensado como monumento –

tumba, de ahí la cámara funeraria que ocupa la

parte central.

El retrato propiamente dicho se levanta sobre una

planta elíptica de bloques horizontales, isódomos

perfectos, cuya unidad con el bronce los hace

parecer unidos, como si hubiesen nacido

conjuntamente.

El escultor Donatello se propuso con este ejemplo abandonar la típica estatua funeraria

veneciana para erigir una semejante a las que Roma elevaba a sus emperadores. Se sabe que en

su juventud, el escultor acompañado de su amigo Brunelleschi, visitó la ciudad de Roma donde

conoció y estudió los principales monumentos y estatuas de la Antigüedad clásica. Allí se

conservaba la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, que sobrevivió a la Edad Media al

ser confundido con el emperador Constantino, en cuyo mandato se publicó el Edicto de Milán,

que legalizó el cristianismo, con lo que fue respetada y no fundida, como otros muchos

ejemplos de la Roma pagana. Así el monumento romano sirvió de inspiración al escultor para

realizar esta obra, con lo que se produce además de la recuperación de un tipo iconográfico

(retrato ecuestre), la de un tipo de escultura, la urbanística, ligada al entorno público, para uso y

disfrute de la comunidad de ciudadanos del lugar. Las pequeñas repúblicas italianas, eran

también una especie de ciudades- estado independiente entre sí, en las que existía una marcada

conciencia de lo público, con lo que los gobernantes tienen en cuenta a los ciudadanos, como en

el mundo antiguo.

En la parte superior del monumento se representa al general en el momento de pasar revista a

las tropas, conteniendo en su mano las riendas de un fogoso y vigoroso caballo tratado con un

detallismo y realismo igual al del jinete. La montura aparece avanzando lentamente, lo que se

refleja en el movimiento de sus patas, pese a lo cual el escultor cierra la línea compositiva de las

patas del caballo colocando una bola en la pata delantera que estaba en el aire. La cabeza

ligeramente ladeada o las crines de la cola recogidas, dotan a la composición de un efecto

pausado, sereno y más o menos cerrado, como es de esperar en un estilo que como el

Renacimiento aspira a reproducir los principios estéticos del mundo clásico.

El retrato representa al general con menos años de los que tendría en ese momento, aunque en

su edad madura, en el que se refleja cierta influencia de la retratística romana, sobre todo en el

porte, el ademán, acentuado por la vestimenta, la coraza, que nos remite a la serie de estatuas

“toracatas” imperiales. Su rostro muestra la dignidad del retrato romano, desafiante, adusto,

enérgico.

Griselia C. Vizuete Linares Página 51

Movimiento y tensión contenidos dominan en la composición, como si en todo el conjunto se

quisiera mostrar una mezcla entre la dignidad antigua y un cierto sentido de control, de alguien

que supo manejar las riendas de diversas situaciones y guiar firmemente su destino.

Federico de Montelfetro y Battista Sforza

El Díptico del Duque de Urbino o Retrato de Battista

Sforza y Federico de Montelfetro, díptico ejecutado

por Piero della Francesca durante su estadía en la Corte

de Urbino, se realizó cuando la esposa del duque ya había

fallecido. De un lado se pintó el retrato del matrimonio y

del reverso, una imagen de carácter alegórica que

representa los ideales humanistas: Federico es coronado

por la victoria, los caballos son conducidos por el amor y

las virtudes cardinales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza) van delante del príncipe.

Asimismo, la duquesa, del otro lado del carro, representa los ideales de pureza, precedida por la

fe y la caridad.

Este tipo de obras muestra la importancia del arte y el mecenazgo de los príncipes renacentistas,

destinadas a fortalecer su figura política y a la vez, humanista. Montelfetro quería hacer de su

ciudad una “Nueva Atenas”, patrocinando su corte mediante la convocatoria a los mejores

artistas de la época.

La Gioconda

La Gioconda, obra de Leonardo Da Vinci pertenece al

Renacimiento concretamente al siglo XVI, etapa conocida como el

Cinquecento. En este siglo la pintura vive una notable evolución ya

que la figura del hombre es la principal.

Es unos de los cuadros más famosos que existen. Se encuentra

ubicado en el Museo del Louvre en París. Es con diferencia unas

de las pinturas más visitadas. En 2005 fue instalada en una vitrina

antibalas en una sala especial, donde está protegida del calor, la

humedad y el vandalismo.

La protagonista del cuadro es Lisa Ghererdini, una dama florentina

casada con Francesco del Giocondo. En cuanto a la técnica, está de

óleo sobre tabla, tiene una dimensión de 77 por 53cm y concretamente es un retrato.

Unas de las características de la dama que aparece en el cuadro es que se representa sin bellos

en la cara. Aunque hoy en día nos extrañe, esto era costumbre común entre todas las damas

florentinas, depilarse todo el bello de la cara.

Es la última obra de Leonardo y de hecho estuvo retocándola hasta sus últimos días.

Cabe destacar la combinación de la perspectiva áurea y de la técnica del sfumato que consiguen

una estupenda sensación de tridimensión y de profundidad. Los críticos suelen afirmar que lo

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mejor de la obra es la sonrisa debido a que hay una ilusión que aparece y desaparece debido a la

manera en la que el ojo procese la imagen.

El paisaje es un fondo agreste, salvaje. Los colores más utilizados son el ocre quemado para dar

sensación de oscuridad, alboyalde y amarillo sulfuroso para los colores carne.

Templete de San Pedro

El pequeño templete de San Pietro in Montorio es una

verdadera credencial de lo que Bramante significa para

la arquitectura del Cinquecento, y así lo reconoce

también un especialista consagrado como Bruno

Zevi: el templo redondo de Bramante en San Pietro in

Montorio de Roma, que inaugura el siglo XVI, se

puede decir que constituye la declaración de

principios de ese siglo: absoluta afirmación del

esquema central; máxima valoración de las relaciones

dimensionales entre las partes del edificio, es decir,

del elemento proporcional; plasticidad sólida. Este

pequeño templo es un poco el Partenón de la época y

como tal tiene todos los defectos y cualidades de la

obra maestra helénica. Pero la analogía entre Grecia

y el siglo XVI no va más allá de este ideal formal

común, porque el programa edilicio del siglo XVI

impone los espacios internos.

Se conmemora con su construcción el lugar donde supuestamente fue crucificado San Pedro,

siendo sufragada la obra por los Reyes Católicos. La influencia clásica se manifiesta en primer

lugar en el diseño de la planta, de tipo centralizado por tratarse de un edificio conmemorativo.

Se trata en este caso de una planta circular, que además añade la simbología de belleza ideal y

perfección geométrica. En este sentido, Bramante encuentra sus referencias más próximas en

los tholos griegos de Epidauro, Delfos u Olimpia, o los templos romanos más cercanos de Vesta

o la Sibila.

Lo mismo que ocurriera en su día con el Panteón de Agripa, la visión exterior del edificio se

realza por medio de un patio cuadrado de arcos ciegos, que si bien no responde plenamente a la

idea original de Bramante de circundar el templete de un patio porticado, tiene un efecto similar.

La estructura del templete consta de dos niveles y un remate copulado: El primer nivel cubre en

su interior una cripta que esconde la roca del martirio del Apóstol. Al exterior se trata de un

edículo cilíndrico rodeado por una columnata de orden toscano, sobre plinto, basas áticas y

fustes lisos. Sobre ella se articula un entablamento con triglifos y metopas, decorados con temas

alusivos a la vida de San Pedro. Se remata esta parte con una balaustrada. Es este primer nivel

el que permite que hablemos de un edificio monóptero, con columnas exentas, que lo pone en

relación con las referencias clásicas ya citadas anteriormente.

El segundo nivel se concibe al exterior a modo de tambor, con hornacinas y nichos de remates

rectos y semicirculares, algunos gallonados, cuyos juegos de luz y sombra dinamizan el muro.

El remate final viene dado por una cúpula (símbolo del cosmos), cubierta idónea para una planta

circular, de gran sobriedad como atestiguan sus nervios que apenas se insinúan.

En conjunto, el edificio destaca por su unidad constructiva, así como por su sobriedad,

que permiten considerarlo un ejemplo perfecto del lenguaje severo y monumental que

caracteriza la arquitectura clásica. Es además un antecedente muy ilustrativo de los planes que

el mismo Bramante iba a poner en práctica de inmediato en su nuevo proyecto de San Pedro del

Vaticano.

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La Piedad de Miguel Ángel

Es una obra realizada en un único bloque de mármol de

Carrara a finales del siglo XV, que marca los principios

generales de la escultura de la primera etapa del artista,

dentro del más puro clasicismo. Miguel Ángel conoce las

estatuas antiguas a través de la colección particular de

Lorenzo de Medici, y se deja influir por su espíritu. Se

trata de la única obra que firmó, apareciendo grabado en

la cinta que lleva María “Miguel Ángel Buonarroti,

florentino, me hizo”. El tema de la Piedad no era nuevo,

ya había sido tratado en el gótico, como expresión del

dolor inmenso que siente María cuando recibe el cuerpo

de su hijo muerto. El artista aporta al mismo el

tratamiento del motivo religioso como si fuera un gran

mito. De todas maneras se trata de uno de los grandes temas para el escultor florentino, ya que a

lo largo de su vida lo retoma en otras ocasiones, lo cual nos sirve un poco de guía para seguir su

evolución artística. De hecho su última obra, que quedó inconclusa fue la “Piedad Rondanini”.

Se puede ver en la Basílica de San Pedro en Roma. La composición del grupo escultórico dibuja

una estructura piramidal, equilibrada, expresando tranquilidad, como marcaban las premisas

neoplatónicas. El triángulo viene marcado actuando de vértice la cabeza de María y de base la

del grupo escultórico. Cabe aquí recordar que entre todas las formas geométricas, el triángulo y

el círculo son las preferidas para representar la divinidad. Los cuerpos tienen un tratamiento

diferente, ya que el de Jesús aparece con un cuidado estudio anatómico que muestra el perfecto

conocimiento que el artista tenía de los recursos expresivos propios de su oficio, llegando a

plasmar un cuerpo en el que no se esculpen las huellas del inmenso sufrimiento que soportó

Jesús antes de morir, mientras que el de María aparece totalmente cubierto por los gruesos

ropajes que dejan adivinar una musculatura y proporciones en principio superiores a las que

corresponderían a su rostro, valorando esas grandes anatomías tan del gusto del artista. El

tratamiento del manto, cincelado con grandes cavidades, provoca contrastes de luz y sombra que

realzan el valor plástico de la obra. Precisamente los rostros muestran una belleza idealizada en

el sentido neoplatónico, ya que vemos que María es más joven que su hijo, lo cual no es sino un

recurso para mostrarla “Eternamente Virgen”. Técnicamente es perfecta en rostros anatomías, telas,… El acabado con abrasivos consigue

dotar a las superficies de luz que, al resbalar resalta la belleza formal y material de la obra. Para

Miguel Ángel lo primordial en su obra es el reconocimiento de la grandeza del ser humano

como humanista convencido que es y, en ésta nos refleja unos sentimientos contenidos, con

rostros muy hermosos, sin gestos que los descompongan. María aparece contenida, dejando que

su profundo dolor quede dentro de ella, sin mostrarlo hacia fuera, es un dolor interno, como de

aceptación del mismo. Esa es la idea que el artista quiere trasmitir, de ahí el tratamiento de mito.

La composición equilibrada, junto a las actitudes serenas de los personajes produce el efecto de

armonía y sosiego.

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David de Miguel Ángel

La Obra que vamos a comentar es el famoso David, una

escultura exenta realizada en mármol por Miguel

Ángel Buonarroti (1475-1564), el artista más famoso

y polifacético del Renacimiento italiano pues a su carrera de

escultor, oficio con el que siempre se identificó, hay que

sumarle el de arquitecto, pintor y poeta dejando innumerables

Obras de Arte de cada una de estas facetas artísticas tales como

la cúpula del vaticano, los frescos de la Capilla Sixtina o el

proyecto de la tumba inacabada del papa Julio II de la que

destacan el Moisés o las esculturas de los esclavos.

La escultura que comentamos, un bloque de mármol de más de

cuatro metros de altura, representa a un hombre joven en actitud de contraposto, influencia de

las obras de Policleto, con la mano izquierda sobre el muslo correspondiente en ademán de

agarrar una piedra, mientras que con la opuesta sujeta los extremos de una honda que se desliza

por el hombro izquierdo. Su frontalidad es sólo aparente y marcada por la forma del bloque de

mármol que ya había comenzado a ser esculpido sin éxito 40 años antes y a la que el escultor

tiene que adaptarse a la hora de componer su escultura. Sin embargo, pese a esta frontalidad el

leve giro de la cabeza obliga al espectador que la contempla a cambiar su punto de mira que,

igualmente, se inclina hacia el mismo lado izquierdo.

Toda la obra respira un aire clásico: la curva inguinal, la preocupación por la musculatura o la

propia orientación temática parecen confirmar dicha afirmación. No obstante, una observación

atenta de sus rasgos corporales, gestos o expresión del rostro, ponen al descubierto el

apasionamiento de un hombre sometido a una gran tensión interior. Si Donatello había

representado el mismo tema en el momento posterior a la victoria sobre el gigante Goliat,

Miguel Ángel elige un momento de gran tensión espiritual y física, el de la preparación previa al

enfrentamiento desigual, en el que el joven David pone todos sus músculos en tensión y observa

atentamente al enemigo que, imaginariamente, se sitúa frente a él.

Como hemos comentado Miguel Ángel optó para esta obra por utilizar un bloque de mármol

que había comenzado a ser modelado sin éxito y que se conservaba en los almacenes de la

catedral. Ello condicionó a la hora de esculpir su obra al autor quien tallaba directamente del

bloque sin modelado previo. El tema del joven David, quien guiado por Dios vence al

gigante Goliat, soldado de los ejércitos filisteos, es uno de los más representados por la

escultura del Quatrocentto y ya había sido representado con anterioridad por escultores de la

talla de Donatello y Verrochio. Sin embargo, el David de Miguel Ángel en vez de ser un joven

de aspecto andrógino, aquí se convierte en un gigante de mármol, impulsado por una fuerza

interior que le hace estar seguro del resultado victorioso de la contienda y cuya tensión se

manifiesta en todos los músculos de su anatomía (cuello, manos, rostro, etc.). Lleva la mano

izquierda a la honda, que cae sobre el hombro y la espalda, mientras que el brazo derecho pende

verticalmente. La cabeza se mueve también hacia la derecha, sesgadamente, ofreciendo el perfil

al espectador que mira frontalmente. Una pierna, ligeramente doblada, avanza hacia delante,

mientras la otra, tensa, obliga a una ligera comprensión del torso. La obra está hecha para ser

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vista de frente y tiende a marcar lo desmesurado de las proporciones. El artista no representa la

acción, sino su impulso moral, la tensión interior que precede el desencadenamiento del acto. La

figura está en tensión: la pierna derecha, sobre la que se apoya, el pie izquierdo que se aleja, la

mano con la honda, el codo doblado, el cuello girado..., ningún miembro está estático o

relajado; sin embargo, se rompe cualquier sensación simétrica (equilibradora) con una mayor

tensión del brazo y pierna izquierdos.

El movimiento es contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan al bloque de piedra.

La cabeza nos permite percibir la pasión del rostro, con su intensa sensación de vida interior, de

figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante. Es la misma

expresión patética, fuerte, dramática, del Moisés, del Esclavo... Es la terribilitá de

Miguel Ángel.

A pesar de que en un primer momento los sectores más conservadores de Florencia rechazaron

la obra por su marcado paganismo a pesar de representar un personaje bíblico (se cuenta que

algunas personas le lanzaron pedradas en su desplazamiento a la plaza de la Signoria), sin

embargo, pronto se convertiría en el símbolo de la ciudad permaneciendo en su ubicación

original hasta el siglo XIX, cuando se decidió su traslado a la Galería de la Academia para su

mejor conservación colocando una copia en el lugar donde había permanecido la obra original.

La Capilla Sixtina

Los frescos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina, son

probablemente una de las obras artísticas más conocidas y de la

que más se ha debatido y escrito. Una obra monumental para la

que Miguel Ángel dedicó cuatros años de su vida, entre 1508 y

1512.

En marzo del 1505, Miguel Ángel fue llamado a Roma por Julio II para realizar el trabajo

pictórico. Tras un periodo de discusiones en el que Miguel Ángel plantó al Papa después de que

este despertara los recelos de aquel sobre una disputa con Bramante, en junio de1 508, se

comienza a levantar el andamiaje y para el 27 de julio ya se encontraba todo listo y Miguel

Ángel pudo comenzar a trabajar en la bóveda.

Miguel Ángel fue modificando el proyecto inicial que consistía en pintar en los triángulos

esféricos sobre las ventanas las figuras de los apóstoles y decorar el centro del techo con

grutescos, un “adorno caprichoso de bichas, sabandijas, quimeras y follajes”. Aunque esta

solución no convencía al autor que irá modificando paulatinamente el proyecto original, hasta

conseguir obtener la idea definitiva. Esta idea consistía en cambiar las doce imágenes de los

apóstoles por una multitud de figuras, alrededor de trescientas treinta que representarían

diferentes escenarios del Antiguo y del Nuevo Testamento. Tras madurar esta idea, habló con

el papa del proyecto y este le concedió libertad al autor. Al primer contrato se sumó la firmar de

un segundo por el cual se fijaba una compensación en metálico doble que la anterior, seis mil ducados en vez de tres mil.

La obra se desarrolló hasta septiembre de 1512, configurando un total, de treinta y ocho

meses de trabajo para cubrir una superficie de más de 13 X 36 metros. El resultado distribuido

sobre una representación arquitectónica de tipo renacentista, elimina de la bóveda cualquier

influencia gótica anterior. Se decoró con un cielo de estrellas doradas sobre un fondo azul,

dividiéndose la obra en varias partes. La bóveda, en la que se representan las escenas

del Génesis, el origen del mundo con la Separación de la luz y las tinieblas, la Creación de las

estrellas y la Separación de la tierra y el agua, el origen de la humanidad, con la Creación de

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Adán, la Creación de Eva, El Pecado y la Expulsión del Paraíso Terrenal y, el origen del

pecado con el Diluvio, como escena central, el Sacrificio de Noe y su pacto con Dios y la

Embriaguez de Noe. También en la bóveda se encuentran, las representaciones de los

antepasados de Cristo junto con los profetas y las cuatro historias de la Salvación del pueblo de Dios.

Otras de las grandes representaciones que encontramos en la Capilla Sixtina es El Juicio Final,

para muchos la obras más perfecta de la carrera de Miguel Ángel. En esta obra se

encuentra Cristo, representado como juez que en tono implacable y en actitud de condena.

Junto con él se encuentra la Virgen María en actitud de resignación así como los demás

personajes como los profetas, apóstoles y mártires. Y a la derecha de Cristo se sitúan los

elegidos mientras que los condenados se encuentran a su izquierda. La obra pictórica del Juicio

Final iniciaría en el año 1535, muchos años después de terminada la bóveda y los trabajos de

esta se prolongaran hasta 1541. A pesar de la perfección de las representaciones, el hecho de

que estas apareciesen desnudas, provocó un escándalo en la iglesia que ordenó después de una

década al pintor Daniele da Volterra, conocido popularmente como ‘Il Braghettone, que añadiera unos taparrabos a los personajes desnudos.

Biblioteca Laurenciana

En 1534 la familia Médici decide crear una Biblioteca

pública. El proyecto se encargará a Miguel Ángel, que acometerá otras empresas por encargo de esta familia.

La Biblioteca se proyecta con dos núcleos

desnivelados: el zaguán, vestíbulo o ricetto y el salón

de lectura. Al principio, ambos estaban a igual altura,

pero después se cambió la idea. Se dispone con un gran

basamento con las puertas de acceso y ménsulas

pareadas; sobre él va el cuerpo principal, al nivel del

salón de lectura, concebido en relación inversa, con

columnas pareadas dóricas rehundidas y paramentos

salientes, reforzados con vanos ciegos superpuestos,

molduras, golas y guirnaldas. El tercer piso es similar,

pero con pilastras. El espacio de acceso a la sala de lectura es un vestíbulo rodeado de por

elementos arquitectónicos (columnas, frontones, modillones) que no poseen ninguna función

constructiva sino sólo decorativa. Es un ámbito de reducidas dimensiones en el que Miguel

Ángel juega con la arquitectura para impactar al visitante antes de acceder a la sala de lectura.

La escalera de acceso, exenta y con todo el protagonismo, resulta de un medido juego óptico en

la distribución de los volúmenes en un espacio pequeño. En esta obra logró la máxima fantasía,

originalidad y virtuosismo en el uso de las estructuras arquitectónicas y los elementos clásicos.

La escalera, de forma caprichosa y única, ocupa la mitad del vestíbulo, con tres rampas que se

unifican en el descansillo central, para acceder en un solo tramo a la puerta de acceso al salón

de lectura. Éste, colocado una planta más arriba que el vestíbulo, es un largo y diáfano prisma

de techo plano de madera encasetonada y decorada. Los muros se articulaban con pilastras,

entre las que se abren ventanas de rico molduraje, bajo las cuales se disponen los pupitres de

lectura con los libros. El contraste entre este espacio, pausado y armónico y el del ricetto, tenso

y comprimido, es completo.

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Villa Capra o La Rotonda

Fue construida en los años 1551-53, se encuentra en la

ciudad de Vicenza y su estilo se encuadra en el siglo XVI

en el manierismo. Los materiales utilizados fueron la

piedra, el ladrillo estucado y el mármol.

Utilizó elementos del templo romano para diseñar cuatro

fachadas idénticas orientadas a los cuatro puntos

cardinales, uno de esos elementos es el elevado basamento,

que posee escalinatas pronunciadas que dan acceso a las

cuatro entradas del edificio. Otro elemento clásico son los pórticos, en este caso hexástilos y de

orden jónico, con sus entablamentos y frontones. Las estatuas son utilizadas como acabados que

dan sensibilidad contemporánea a los elementos religiosos usados para ensalzar la vida en el

campo.

Tiene planta centralizada, organizada a partir de una gran sala circular central –de ahí el nombre

de rotonda-cubierta por una cúpula, esta habitación resulta oscura ya que su única luz proviene

del pequeño óculo del centro de la cúpula y de la luz de los cuatro corredores que convergen en

ella, rodeada de habitaciones rectangulares que conforman un cuadrado. Destaca su concepción

simétrica por lo que los cuatro pórticos salientes le confieren el aspecto de cruz griega.

Debe su nombre a su propietario el poderoso clérigo Marius Capra Gabrielis, aunque construida

entre 1551-53 no fue concluida hasta finales de siglo, se cambió la cúpula semiesférica,

alterando así el proyecto de Palladio, la concepción de la villa es fruto de un afán

geometrizador, basado en proporciones matemáticas. Toma del Renacimiento el cuadrado y el

círculo integrados en un espacio de perfecta simetría. Del mundo clásico recuperó el templo

romano y sus elementos, su manierismo se manifiesta en la combinación de elementos del

lenguaje clásico para adaptarlo a las exigencias del emplazamiento o a sus necesidades

funcionales, de su propia personalidad se desprende la íntima relación del edificio con el paisaje

que lo rodea, esta es la razón del basamento elevado, permitir la contemplación del paisaje

desde la planta noble.

La obra se sitúa en la época del Cinquecento italiano, cuando el poder eclesiástico decide tomar

el control de las artes, con el cambio de capitalidad de esta disciplina de Florencia a Roma,

lugar de concentración de la máxima autoridad religiosa terrenal, como hecho más significativo.

En el caso de la Villa Capra, precisamente encargada por un clérigo, se representan varias

alegorías en relación entre sí sobre la vida religiosa. En la cúpula, primeramente, vemos

representada la Religión, la Benignidad, la Moderación y la Castidad, todo esto representado al

lado del Pantocrátor, el cual ocupa en centro de la representación. Por otra parte, la que

podríamos considerar como la habitación del oeste es llamada "Habitación de la Religión",

precisamente por el tipo de representación de los frescos pintados en el techo, mientras que en la

del oeste se representa la alegoría de Paolo Almerico sobre el arrepentimiento, coronada por la

máxima celebridad y rodeada de la Fidelidad, Afabilidad, Persuasión y hasta de Europa,

símbolo de la razón respecto a Dios y hacia éste. La casa en si es una residencia suburbana que

servía como punto de encuentro para la aristocracia de la zona vicenciana y para la celebración

de actividades ocioso – literarias correspondientes a dicha clase. Normalmente este tipo de

construcciones solían tener una función no tan solo residencial sino agrícola. A pesar de eso, la

Rotonda carecía de esta última función, aunque con la adquisición de esta a manos de la familia

Capra se encargó a Vicenzo Scamozzi el plan de inclusión inmediata de nuevas dependencias

para facilitar esa necesidad. La ubicación, situada en una colina sensiblemente elevada al plano

y a las afueras de un núcleo urbano como Vicenza responde probablemente a la distinción social

de su encargador, con el fin de poder evitar los ajetreos y el movimiento típico de una ciudad,

además de una distinción religiosa y de mayor proximidad a Dios.

Sin duda, la Villa Capra o Rotonda se puede considerar como la obra más destacada de la

trayectoria artística del arquitecto Andrea Palladio. Esta representa el modelo de construcción

típica de la aristocracia del Cinquecento renacentista (planta de cruz griega, cuatro fachadas

idénticas y no distinción de puntos cardinales), y un ejemplo original de lo que sería la "Villa

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dell’eclesiastico". La obra se inspira en lo que se refiere a funcionalidad y construcción al

modelo del Panteón romano, con elementos pictóricos medievales influidos por el poder de la

iglesia, donde Dios es el centro de toda cosa existente en el mundo y en la vida. Precisamente la

utilidad residencial y agrícola de la mansión ha hecho que todavía mantenga un buen estado de

conservación, aunque restaurada por su actual propietario, la familia Valmarana. El estilo

arquitectónico de construcción de la Villa Capra influyó en general en la arquitectura neoclásica

de los siglos XVIII – XIX, sobretodo y posteriormente en Estados Unidos, donde muchas casas

de gente o clase social adinerada se construyeron de esa forma o semejantemente, como es el

caso de la propia Casa Blanca.

La Bacanal de los Andrios

Tiziano pinta en este cuadro una escena mitológica que

representa a Ariadna que, tras haber sido abandonada por

Teseo, despierta siendo rodeada por los habitantes de una

isla que beben y bailan junto a ella celebrando una fiesta

en honor del dios Baco.

Sobresale en este trabajo de Tiziano, la impresión de una

escena cargada de personajes en aparente desorden bajo un

fuerte halo de luz, sin que a resultas de todo ello la

composición final se halle desequilibrada.

En un caos del que sólo parecen salvarse el anciano que

dormita a la derecha, al fondo, y Ariadna, que acaba de despertar de su sueño, ese chorro de

luminosidad lo produce el artista con colores intensos y personajes en movimiento dibujados

con dominio del escorzo.

Y es precisamente el uso del color el que consigue dotar al cuadro de una armonía sin necesidad

de que las figuras representadas se hallen dispuestas de forma equilibrada. Consigue así Ticiano

continuar y dar impulso al nuevo modo de fijar las proporciones en el cuadro que su maestro

Giovanni Bellini había ideado.

El aparente caos de esta obra, con personajes en completo desorden, es un ejemplo idóneo para

poner de relieve el alcance de la importancia de este nuevo hallazgo que supuso la composición

equilibrada basada en el uso del color: luz, aire y colores son ahora los elementos encargados de

crear la unidad visual de la obra, su coherencia artística.

Todo este uso premeditado del color representó un contraste absoluto con el desdén que se

sentía por los colores en la pintura de la Edad Media, donde las obras reflejaban colores irreales

porque su función no era la de transmitir la realidad representada de forma fidedigna, sino más

bien su significado, el mensaje que se quería transmitir.

Ya en el renacimiento, tampoco los primeros pintores de Florencia dieron un marcado

protagonismo al color, que quedó postergado por la importancia que concedían al dibujo y a la

perspectiva, piezas que consideraban esenciales para construir la composición y armonía del

cuadro, superando con ello el problema medieval que había representado el desconocimiento de

las reglas correctas del dibujo.

Por todo ello, el cuadro que estamos contemplando tiene la virtud de ser una de las primeras

obras de la Historia del Arte, que manifiesta esa nueva función que el color ha adquirido en la

obra pictórica.

Llama la atención en el cuadro el movimiento de los personajes. Y desde este punto de vista, sí

parece Ticiano claro deudor del avance que en el conocimiento de este particular aspecto

proporcionó Miguel Ángel. Si comparamos este cuadro con el Nacimiento de Venus, de

Botticelli (1485), hallaremos diferencias drásticas que nos ayudarán a comprender la evolución

que experimentó el arte en menos de cuarenta años.

En Botticelli la armonía del cuadro se consigue situando los personajes simétricamente a ambos

lados de Venus, que aparece ubicada justo en el centro de la escena.

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Las figuras, aunque están en movimiento, parecen irreales, y sus proporciones son incorrectas.

Todo un contraste con lo que apreciamos en La Bacanal.

Por último, no debe olvidarse que la creación de este cuadro se debe inscribir en el contexto de

la aparición del mecenazgo en el Renacimiento, dejando con ello la Iglesia de disponer de esa

suerte de monopolio sobre la iniciativa de la producción artística, que ahora también cabe

realizarla para fines privados de aristócratas y enriquecidos burgueses, que con las pinturas que

encargan desean ensalzar su prestigio y posición en la sociedad, circunstancia que comienza a

permitir cierta independencia del artista respecto a su rígido vínculo con la organización

gremial.

Tempestad de Giorgione

El renacimiento pleno del primer Cinquecento se desarrolla en el

1º cuarto de este siglo y se caracteriza por llevar a sus últimas

consecuencias los ideales estéticos del Quattrocento: búsqueda

de la unidad de la imagen basándose en la subordinación de los

distintos elementos compositivos en aras de ésta, composición

de la imagen utilizando formas geométricas simples(

triángulos,…) para estructurarla, preponderancia del dibujo

sobre el color( en el contexto florentino y romano), ausencia de

expresión en los personajes, utilización de las perspectivas

cónica frontal y aérea para unificar y dar coherencia a la imagen.

Los principales artistas de este periodo son Leonardo da Vinci,

Miguel Ángel y Rafael en el ámbito florentino y romano y

Giorgione y Tiziano en el veneciano. A partir de finales del Quattrocento con pintores como

Giovanni Bellini y ya en el Renacimiento Pleno con Giorgione y Tiziano, la pintura veneciana

se diferenciará de la florentina por la mayor importancia concedida al color, lo que provocará

que, por ejemplo, los claroscuros sean más acusados y por un mayor interés por lo pictórico, si

por esto nos referimos al gusto por los contrastes de densidad y calidad de la materia pictórica

en la superficie del cuadro. Esta preponderancia del color sobre el dibujo y la mencionada

valoración de lo pictórico alcanzarán su culminación con los extraordinarios manieristas

Tintoretto y El Veronés, verdaderos maestros del color. Giorgione fue discípulo de Giovanni

Bellini. Su obra es poco extensa en número ya que falleció joven y algunas de sus obras

quedaron inconclusas y fueron completadas por Tiziano que también había trabajado en su

estudio. En concreto, se considera a Giorgione como el iniciador de la costumbre de pintar

directamente en el lienzo sin prácticamente dibujo previo (Lo que evidencia una habilidad y

maestría increíbles), costumbre que fue seguida por los pintores de la escuela veneciana.

Además de “La tempestad” Giorgione fue el autor de la Venus dormida o del Altar de

Castelfranco y hasta hace pocos años se le atribuía la autoría del célebre “Concierto Campestre”

que actualmente se cree es de Tiziano, aunque seguramente sería iniciado por él. La tempestad

es un óleo sobre lienzo de tamaño mediano. En la imagen vemos como aparece un cierto interés

por lo pictórico que se concreta en el modo en que está pintada. Así, apreciamos pinceladas que

se funden creando suaves transiciones de un tono de color a otro, con ligeras veladuras y

pequeñas pinceladas algo más empastadas a pesar de su pequeño tamaño y en las que ya

apreciamos el recorrido de éstas. El cuadro presenta una paleta de colores bastante extensa

dominando los tonos marrones, ocres y verdosos, estando entre los tonos más cálidos los rojos

de la vestimenta de la figura masculina. Es llamativo también que aparecen unos contrastes de

claroscuro muy acusados-como se puede apreciar en la figura del guerrero de la izquierda cuyo

rostro, por ejemplo, aparece prácticamente en penumbra-lo que contribuye a crear una mayor

sensación de volumen. La composición parece marcada por una U definida por las copas de los

árboles situadas a izquierda y derecha de la imagen, sus troncos y la arquitectura contigua y el

suelo en el que se asientan las figuras. Así se crea una zona en el centro de la imagen en el que

aparecen los elementos del paisaje más alejados, acrecentando la sensación de profundidad de la

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imagen (a lo que contribuye también el empleo de unas correctas perspectivas cónica y aérea) y

el protagonismo de dicho paisaje. Relacionado con esto, podemos destacar que un elemento

muy importante en este cuadro es el tratamiento del paisaje que aparece como algo dinámico,

amenazador e inestable, contraponiéndose a la tradición del paisaje renacentista florentino en el

que este aparecía como algo armónico y ordenado. Así, este paisaje con el cielo tormentoso con

las nubes y amenazadoras, el rayo y los árboles que parecen estar agitándose por efecto del

viento, inaugura una nueva concepción que seguirá Tiziano y que a través de él llegará a la

pintura barroca del siglo XVII, triunfando en pintores como Rubens, Van Dyck o incluso

Velázquez. El tema con la figura masculina de la izquierda observando a la figura femenina de

la derecha que aparece casi desnuda y amamantando a un niño, se ha prestado a numerosas

interpretaciones, todas ellas bastante poco satisfactorias dado lo críptico de éste. Como hemos

visto, la obra de Giorgione, de la cual este cuadro es seguramente su ejemplo más destacado, va

a ejercer una enorme influencia posterior por la introducción de nuevas técnicas y tratamientos

pictóricos.

Carlos V de Tiziano

En la manufactura plástica, Tiziano se desenvuelve con maestría

plasmando sus conocimientos como dibujante y experto colorista.

Como es propio de la pintura veneciana el color prima en sus

obras, por ello Tiziano no prescinde de esta cualidad a la hora de

realizar este retrato, sino que se apodera de sus posibilidades para

remarcar su valía, utilizando unos rojos inimitables y unos ocres

apropiados al conjunto de la obra. Los colores se extienden con

maestría y precisión sobre la manta que cubre al caballo, sobre la

bella armadura o sobre el penacho que remata el casco que le

cubre la cabeza. A su vez, dicho despliegue de color aumenta y

enfatiza el contraste, al colocarlo junto a la piel pálida del rey,

donde se acusa cierta presencia de la vejez. Decide, además,

solucionar el fondo con un bello paisaje con bosque y con río,

presumiblemente podría tratarse del Río Elba, pues cerca de éste

tuvo lugar la batalla que aquí se conmemora.

Tiziano utilizó la técnica colorista propia de la pintura veneciana y la aplicó con gran sabiduría a

los brillos de la armadura, al rojo y a los reflejos dorados de la gualdrapa del caballo y, sobre

todo, a la iluminación y sentido atmosférico del paisaje en el que ha enmarcado al personaje.

Especial atención hay que prestar a la realización pictórica de la armadura, en la que los brillos

y las sombras no están, de ninguna manera, dados al azar, sino con una gran precisión

individualizadora de aquello que está pintando, aun en sus mínimos detalles. La reciente

restauración ha puesto en evidencia el cuidado con que Tiziano realizó no solo la figura, sino

también este paisaje iluminado por las luces del crepúsculo y en el que, en su parte derecha, se

pueden observar las brumas, una pequeña construcción y las ciénagas y estanques que, aún hoy

día, son características de la ribera del Elba,.

En esta fecha de 1548, después de su estancia en Roma de 1545-1546, Tiziano está dando los

primeros pasos de lo que será su última etapa, caracterizada por una acentuación aún mayor de

los valores pictóricos y cromáticos sobre los dibujísticos, es decir, la superior importancia del

color a la veneciana, sobre el diseño toscano-romano. Esta característica es muy perceptible en

algunas de las pinturas realizadas en esta estancia en Augsburgo.

Tiziano Vecellio nació al norte de Venecia en 1477, donde recibió una formación pictórica

exquisita de mano de los mejores maestros. Conocido como Tiziano su fama como pintor de

estética veneciana llegó a oídos de los grandes monarcas de la época, siendo llamado por Carlos

V a Augsburgo hacia el 1548. Este viaje, el primero de los dos que el artista realizó a la ciudad

del sur de Alemania, es muy indicativo de la importancia que Tiziano daba a la relación con

Carlos V y la corte imperial, ya que son las dos únicas veces que salió de Italia. Durante dos

años, permaneció Tiziano en la corte de, Alemania, trabajando para el rey. En dicha corte le fue

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encargado multitud de retratos, en los que él conseguía trasmitir la psicología y dignidad del

retratado, con cuadros solemnes, y de excelsa calidad artística.

El retrato de Carlos V a caballo en Mühlberg es un cuadro pintado al óleo sobre lienzo por el

pintor Tiziano Vecellio en 1548. El artista veneciano lo realizó para representar al emperador de

Alemania y rey de España, Carlos I, como triunfador en la Batalla de Mühlberg sobre la Liga de

Smalkalda (24 de abril de 1547), acaecida un año antes de que se pintara la obra. Es un cuadro

de extraordinario valor histórico y que ejerció gran influencia en la época barroca

En él, podemos observar al rey montando un caballo de raza española, cubierto por un bello

manto de terciopelo y raso color carmesí, mientras Carlos porta atuendos propios de la

caballería ligera, con media pica que recuerda a San Jorge, quien según la leyenda mató a un

dragón (bestia asociada a la herejía) y pistola de rueda. A su vez se cubre con una armadura, que

por su precisión y detallismo se puede fechar en modelos de 1545 realizados por Desiderius

Colman. Dicha armadura labrada en oro y plata, es una valiosa pieza que aun hoy se conserva

en la Real Armería del Palacio Real de Madrid. En el centro de la parte delantera del peto, se

puede observar la imagen de la Virgen con el Niño, iconografía habitual en las armaduras del

emperador a partir de 1531.

En esta obra, Tiziano resume los antiguos ideales caballerescos de Borgoña, que el emperador

conocía, junto con abundantes referencias al mundo clásico. Carlos V solía ser llamado Cesar

Carolus, en un afán por relacionarlo con los emperadores romanos. Tiziano combina los

prototipos de caballero medieval y de caudillo imperial, y crea de esta manera el mejor resumen

de una imagen pública tan compleja como fue la de Carlos V, quien tenía que gestionar y

mantener unido un imperio transoceánico con múltiples lenguas y culturas.

El cuadro muestra al emperador a caballo, detenido frente al río Elba; detrás de él, sólo un

bosque. La pintura no quiso hacer énfasis en la derrota militar, y el paisaje del fondo es plácido,

sin tropas ni representación alguna de los enemigos derrotados. Tanto la luz como los colores

son cálidos, rojos, ocres. El rostro del emperador está serio e impasible. Tiziano fue muy hábil,

al suavizar los rasgos menos agraciados del monarca (el prognatismo).

El monarca a través de este tipo de obras, y concretamente con esta conseguía utilizar el arte

como medio de propaganda política. Su fama de guerrero, de político, de buen cristiano y de

excelente monarca debía llegar y ser trasmitida a todas las partes de su reino. Con estos medios

pictóricos, conseguía plasmar sus cualidades para siempre, dejando un perfecto ejemplo de su

persona, útil para su imagen presente como para su imagen en el futuro. Sin embargo le pidió a

Tiziano ser representado antes de la batalla de la que salió victorioso, pues no quería ofrecer una

imagen violenta sino de magnánimo y justo. El pintor lo retrata momentos antes de que se

suceda la batalla con los reinos protestantes del norte, con los que el monarca tampoco pretendía

enemistarse y mostrarse de manera poco política, pues posteriormente debía dirigirlos y

gobernarlos con ecuanimidad. Este gesto ajeno a la batalla, cargado de un aire casi divino y de

rostro férreo, hace que muchos historiadores asemejen este retrato a cualquiera del mismísimo

Julio Cesar. Sobre todo relacionado con la famosa historia del paso de César por el Rubicón,

que nunca osó cruzar, y que sin embargo, Carlos V consiguió con éxito. Así mostraría la

herencia de tradición romana que corría por las venas del monarca, y se elevaría como el miles

christianus o soldado de Cristo. A su vez esta relación divina se muestra para presentar al

emperador como posible unificador de pueblos, en este caso protestantes. Para estas

interpretaciones se han valido de los atributos que lo acompañan y sus simbologías.

Parece que el cuadro no fue encargado por el monarca, sino por su hermana María de Hungría.

Una anécdota repetidamente contada es que el lienzo fue derribado por el viento mientras se

secaba, resultando dañado en la grupa del caballo. La grieta, cuentan, fue reparada por otro

artista. Las radiografías confirman la existencia de tal daño.

Este modelo de retrato ecuestre fue retomado en el barroco, tanto en el campo pictórico como

escultórico, pasando a formar parte fundamental de la iconografía representativa del poder de

los monarcas. Por otro lado debemos hacer mención a la obra en sí y a su soporte. El lienzo

utilizado por el veneciano para este cuadro fue de finísima manufactura, y gracias a ello

podemos aun observar trazas del dibujo preparatorio dados al comienzo para fijar las primeras

líneas de volúmenes y formas. Tras realizar una radiografía, para conocer mejor el estado de la

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obra en la actualidad, se descubrió una importante modificación realizada por el artista en el

emperador, parece que en vez de presentarse erguido, aparecía inclinado sobre el caballo

Conservado en los diferentes palacios reales que el rey se hizo construir en España, el cuadro

sufrió el incendio del Alcázar de Madrid en 1734. Se atribuye a ese siniestro el oscurecimiento

de la zona inferior, donde los colores de la tierra y la hierba se ven quemados y reducidos a un

ocre oscuro. La obra pasó, con una parte importante de la colección real española, al Museo del

Prado en el siglo XIX, donde en la actualidad se exhibe.

Además del incidente de Augsburgo, esta tela sufrió mucho en el incendio del Real Alcázar, así

como en su traslado a Ginebra con motivo de la Guerra Civil Española. La restauración

realizada en 2000-2001 ha recuperado en buena medida sus calidades originales, a la vez que ha

permitido estudiar con detalle el proceso de creación de la obra. Como se puede observar en la

radiografía realizada, Tiziano colocó la lanza en un primer momento por encima del cuello del

caballo y fue variando la posición del rostro del emperador, que fue pensado al inicio esbozando

una mirada hacia el exterior. Al final, el artista optó por una postura más de perfil que acentuara

ese rasgo inexpresivo y ausente: en realidad, Carlos V mira hacia su propio interior. De igual

manera, los estudios técnicos realizados han permitido observar las reparaciones, muchas veces

a base de injertos de otras pinturas, que el lienzo sufrió posiblemente en el siglo XVIII tras el

incendio del Real Alcázar de 1734.

Griselia C. Vizuete Linares Página 63

Fachada Universidad de Salamanca

En el primer cuarto del siglo XVI, en la ciudad

de Salamanca se realizan varias

edificaciones renacentistas donde la decoración es

puramente plateresca. Entre estos encontramos la

Universidad de Salamanca, el edificio de

origen gótico acoge una portada principal de estilo

plateresco. Esta entrada situada en la Calle Libreros

pertenece a una merced de los Reyes Católicos, aunque se realizó en 1534 fecha posterior a la

muerte de estos. La fachada es de tipo portada-retablo característica de la arquitectura realizada

durante la época de los Reyes Católicos. Este tipo se caracteriza por tener un telón decorativo

que poco tiene que ver con la arquitectura al que está adosado. El único elemento gótico que

puede observarse en la fachada es la entrada de doble pórtico. La portada es autónoma e

inconexa con el resto del edificio. Los arcos góticos rebajados parecen quedarse aplastados bajo

la decoración superior, cuyo volumen va de mayor a menor según se observa de abajo a arriba. Esta solución es utilizada para crear un efecto óptico que otorgue mayor realidad a lo observado.

La estructura gótica original queda camuflada tras el telón de decoración italiana. Esto, junto al

programa iconográfico que la protagoniza, forma parte de toda una idea humanística acorde con

la institución universitaria que la contiene. El relieve utilizado es casi exento proyectándose

hacia el espectador que se encuentra delante. La decoración se ha distribuido en tres cuerpos,

con cinco calles dividas en dos pisos, pues el cuerpo superior lo acoge el remate del diseño.

Santiago Sebastián y Luís Cortés interpretan la fachada como la alegoría a la casa de la ciencia

y del vicio, partiendo de la teoría del italiano Filarete. De tal modo la calle central llevará a un

lado las virtudes y al otro el vicio. En la parte superior derecha se situaría la figura de Hércules

representando el amor sagrado mientras en el lado izquierdo estaría Venus personificando el

amor profano. También con este mismo significado se encontraría la famosa rana situada sobre

la calavera, ésta sería el símbolo de la lujuria, el castigo y de la muerte. Hay que destacar que

entre la calle central y el segundo cuerpo la decoración es similar, perteneciendo todo ello a un

ciclo de exaltación de la universidad bajo la protección de la monarquía también presente

mediante los símbolos heráldicos. En el cuerpo inferior observamos cinco paneles

correspondientes a las calles. El panel central está protagonizado por un medallón donde

aparecen el busto de los Reyas Católicos acompañados por una inscripción en griego en la que

se lee “Los Reyes para la Academia y ésta para los Reyes”. El cetro que sostienen los reyes y

que actúa de eje central, es un símbolo relacionado con el Libro de la Sabiduría. El modelo

utilizado para las figuras reales deriva de las formas usadas en la numismática. Dicha

composición sería un homenaje y recuerdo a sus originarios fundadores. Los cuatro paneles que

acompañan a los Reyes, dos a cada lado, son meramente decorativos. El programa iconográfico

se debe observar en conjunto, pues sólo así cobra el significado que adelantábamos al comienzo,

donde la virtud y el pecado se encuentran. El mensaje principal es claro, ya que realiza una

alabanza a la ciencia y a la vida activa; mientras que rechaza el vicio y la inmoralidad. Estos

conceptos eran los que regían la vida académica, y aquellos que el humanismo a través de sus

escuelas, quería transmitir a las siguientes generaciones. Esta fachada va más allá de ser un simple monumento para pasar a ser parte inseparable del pensamiento humanista español.

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Fachada Universidad Alcalá de Henares

La fachada de la Universidad de Alcalá de

Henares fue construida entre 1541 y 1543 por

Rodrigo Gil de Hontañón, y pertenece, en

concreto, al Colegio Mayor de San Ildefonso.

Se trata del edificio principal de la

Universidad de Alcalá, y es una de las obras

arquitectónicas más importantes del

Renacimiento español.

En cuanto al estilo de la fachada, se pueden

observar diversas influencias, entre las que se cuentan elementos del gótico tardío y elementos

constructivos mudéjares. La fachada, que se construyó durante el reinado de Carlos V,

pertenece a la arquitectura purista. Como observamos en las formas de la fachada, predomina

las formas clásicas y lo estructural frente a la ornamentación, así como la monumentalidad

(presenta un gran tamaño), el equilibro, la grandeza y la armonía de las proporciones.

Observamos en los arcos de la parte superior de la fachada la preferencia por el arco de medio

punto, y también un frontón triangular en la parte superior y central de la fachada, que toma su

origen en los templos griegos. También cabe mencionar la influencia que las corrientes italianas

supusieron para las obras arquitectónicas de la arquitectura purista.

La finalidad de la portada es religiosa, puesto que pertenece a un Colegio Mayor fundado por el

Cardenal Cisneros, cuyas intenciones contrarreformista pretendían mejorar, mediante la

universidad, la formación de los clérigos y hombres de Iglesia de la época. El material que

predomina es la piedra, y la fachada presenta un sistema adintelado que no hace sino confirmar

las influencias clásicas en el tipo arquitectónico.

En cuanto a los estilos que esta fachada representa, se da una cierta ambigüedad, dado que

siempre se mezclan elementos peninsulares (gótico, mudéjar) con las influencias italianas. La

fachada también supone un símbolo de los ideales contrarreformista frente a las ideas de reforma Protestante (Luterana).

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Catedral de Granada

La primera piedra de la Catedral se puso en 1523, y la capilla

mayor había sido cubierta ya en 1559, por Diego Siloé. A la

muerte de Siloé en 1563, Juan de Maeda se encargó de dirigir la

construcción, desarrollada en el primer cuerpo de la torre, la

capilla y muros aledaños y la Puerta de San Jerónimo, hasta que

en 1568 la rebelión de los moriscos detiene las obras. A la

muerte de Maeda en 1576 le sigue Lázaro Velasco que renuncia siendo sustituido por Juan de

Orea, que muere en 1580. La dirección de las obras de la Catedral se estabilizó con la dirección

de Ambrosio de Vico, aparejador desde 1575 y maestro mayor desde 1582 hasta su muerte en

1623. Aunque, en estos 48 años de maestrazgo apenas avanza su construcción. Un testimonio de

cómo iban las obras en estos momentos se ofrece en la Plataforma de Granada que el propio

Vico elabora en estos años finales del XVI. Sus intervenciones se centran en los problemas de

cimentación de la torre en 1590, en la continuación de la nave del crucero y en el segundo

cuerpo de la Puerta del Perdón. Los maestros que le siguen, Ginés Martínez y Juan de Aranda,

se caracterizan por la pasividad ante las obras; teniendo que esperar hasta 1637, con el

nombramiento de Miguel Guerrero, para que se cierren las bóvedas y se terminen las capillas y

portadas del lado norte.

Tras varios años de interrupción debida al desinterés mostrado por Felipe II y a la crisis tras la

rebelión morisca de 1568, se retoman las obras en 1664. Desde este momento el Cano pintor y

escultor, desarrolla una labor de asesoramiento arquitectónico, participando en las reuniones

capitulares para elegir maestro mayor. En estas reuniones también está presente el maestro

mayor de la Catedral de Córdoba, Gaspar de la Peña y Francisco Díaz de Ribero. En un primer

momento se hace cargo Gaspar de la Peña, que estará al frente solo dos años, pues pasados estos

es nombrado arquitecto del Buen Retiro de Madrid.

En 1666 se hace una nueva reunión para preparar el concurso de maestro mayor, en la que

participan Cano y Eufrasio López de Rojas, quien se haría con el cargo. Pero en 1667 se marchó

a construir la fachada de la Catedral de Jaén. Se convocará nueva reunión en la que no se escoge

a ningún maestro, dando la solución Cano en mayo de ese año con un proyecto que pareció bien

al Cabildo, quien lo nombra maestro mayor. Cano apenas si pudo dirigir la construcción de su

proyecto, ya que enfermó ese verano, muriendo el 3 de septiembre. Desde 1668 pasaron por las

obras diversos arquitectos, respetando el proyecto de Cano, defendido por el Cabildo como el

más propicio para la fachada.

José Granados de la Barrera será maestro mayor hasta su muerte en 1685 ó 1686. Llega hasta

cerca del entablamento del primer cuerpo, aunque las obras se paralizan en 1669 por problemas

económicos, concluyendo la torreta de San Miguel, al sur de la fachada, en 1677. De este año

son los primeros elementos decorativos, en el primer cuerpo, de parejas de ángeles con

guirnaldas de las calles laterales bajo el entablamento. Fue por lo tanto Granados de la Barrera

quien construyó la mayor parte de la fachada, siguiendo fielmente el lenguaje de Alonso Cano.

Melchor de Aguirre estará en las obras desde 1685 hasta su muerte en 1695, junto a Teodoro

Ardemáns, haciendo ambos la segunda bóveda del coro y parte de los muros.

En 1692 Melchor de Aguirre pide a al Cabildo modificar el proyecto de Cano, proponiendo

levantar sobre los arcos unos áticos para que quedase la obra más hermosa. Concluyendo de esta

manera el proyecto de Cano. En 1711 se comienza a ornamentar el cuerpo superior levantado

por Aguirre, y en 1717 el Cabildo encarga a José Risueño el gran medallón situado sobre la

puerta principal, con un relieve de la Encarnación, detalle que estaba en el proyecto del

racionero y dentro de la advocación del templo (la Encarnación). También establecería un

paralelismo con el lienzo canesco que preside el ciclo mariano de la capilla mayor. A finales del

XVIII se completa el programa iconográfico y ornamental de la fachada, con tanta fortuna. Los

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encargos se realizan en 1782 al francés Miguel Verdiguier y a su hijo Luis. Realizan los dos

grandes y pictóricos relieves sobre las puertas laterales con los temas de la Visitación y

Asunción en estilo rococó, los cuatro medallones elípticos con los cuatro evangelistas, sobre los

pilares sin capitel del primer piso, y las cuatro esculturas que rematan el friso: el Arcángel San

Miguel, la alegoría de la Iglesia (Nuevo Testamento) y la Sinagoga (Antiguo Testamento) y San

Rafael Arcángel. El programa escultórico se completa con un San Pedro y un San Pablo que

flanquean la puerta principal de la Catedral. Como últimos detalles decorativos, que coronan la

fachada, según Gallego y Burín se deben a los Verdiguier, aunque fueran invento de Melchor de

Aguirre.

El primer reto de Cano fue enfrentarse a unas trazas de un templo colosal, con diseño previo de

Siloé, y con la cimentación de la fachada, cuya torre estaba ya concluida. De modo que todos

estos fueron condicionantes para el proyecto de Cano, salvados de forma impagable, pues la

fachada no resulta ajena al resto de la construcción sino que forma un todo indisoluble,

residiendo ahí su genialidad. Todos estos elementos estructurales estaban ya presentes en el

proyecto de Siloé. La postura conservadora de Cano, puede tener origen en la mala experiencia

que tuvo como arquitecto. La gran decoración con la que Siloé concibió la fachada, se reduce en

Cano a motivos muy puntuales pero rotundos, como le son propios: cartelas con prietas

espirales, las guirnaldas de frutos con hojas, ángeles…, elaborados años después con cierta

tosquedad durante las obras de José Granados y Melchor de Aguirre. El gran medallón de la

Encarnación sobre la puerta central realizado por José Risueño en 1717, guarda relación con el

proyecto del granadino y es de extrema importancia al ser la advocación de la catedral. Sobre el

medallón figura una cartela con el texto “AVEMARIA”, como era común poner por Siloé en las

claves de los arcos, y en relación con algunos dibujos de Cano. Los motivos de follaje situados

entre las pseudopilastras, los ángeles simétricos con guirnaldas y las conchas de los óculos son

típicos de Cano. Las notas discordantes y ajenas al proyecto del racionero, las ponen los

Verdiguier a finales del XVIII.

Se tienen dudas sobre los motivos del cuerpo superior, con colgantes de frutas, guirnaldas y

núcleos de follaje, por la tosquedad con que están labrados, pero inequívocamente están

emparentados con Cano. Quizá la distribución de las mismas, en ocasiones en los frentes de los

estribos se ha adjudicado a Aguirre, quién los utilizó de esta manera en otros edificios. Respecto

a las estatuas exentas: San Miguel, San Rafael, la Iglesia, la Sinagoga, San Pedro y San Pablo,

no estaban en el proyecto de Cano, y no interfieren en la traza arquitectónica original.

En cuanto a la simbología de la fachada, remite al tema Corpus Christi, como se ve en el gran

rosetón en forma solar que preside el cuerpo central, y que traspasa este muro, señalando la

cabecera catedralicia, donde se expone el santísimo. Pero no debemos olvidar la importancia de

la Virgen en todo el conjunto, como en el tondo de Risueño, y el lienzo de Cano que preside el

presbiterio, en ambos se señala el momento de la Encarnación del Hijo de Dios en Santa María

Virgen, a través de un rayo, que en la versión de Cano parece una descarga eléctrica, remitiendo

nuevamente al sol. El mensaje que se quiere transmitir es la salvación del fiel y la victoria de la

Iglesia Católica, a través del sacramento de la Eucaristía y del ejemplo de la Virgen; ambos

temas enmarcados en el gran arco de triunfo diseñado por Alonso Cano y muy relacionados con

las doctrinas contrarreformista.

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Palacio de Carlos V

El Palacio de Carlos V en Granada es un palacio

real, de un estilo renacentista tardío o manierista,

llamado ‘purista’ en España. Está situado dentro del

conjunto palaciego islámico de la Alhambra, en la

ciudad de Granada, y erigido entre 1527 y 1637

aproximadamente. La planta del palacio la

conforma un cuadrado de 63 metros de lado y 17,4

de altura con un gran patio circular de 30 metros de

diámetro inscrito en su interior.

El palacio del emperador Carlos V en Granada, obra en lo fundamental de Pedro Machuca, fue

encargado por el monarca después de su estancia en la Alhambra en el verano de 1526. Había

llegado el 4 de junio para pasar su luna de miel con Isabel de Portugal y quedó fascinado por la

belleza y tranquilidad del lugar. Decidió construir un alcázar adaptado a sus gustos

renacentistas, en medio de los palacios islámicos. Pero nunca pudo volver, debido a sus

obligaciones, viajes y continuas guerras.

El Emperador decidió construir el palacio al estilo “romano”, superando el estilo ‘plateresco’

asociado a la monarquía anterior de los Reyes Católicos. Así, el modelo era el de los edificios

que Bramante, Rafael y Giulio Romano habían levantado en Roma y el resto de Italia. Carlos V

fue probablemente influido por el Gobernador de la Alhambra y Capitán General de Granada,

Luis Hurtado de Mendoza, cuya familia jugó un importante papel en la recepción de la cultura

italiana en Castilla, aunque el modelo del palacio pudo ser sugerido por Baldassare Castiglione,

amigo de Rafael y de Giulio Romano. El objetivo político era levantar un monumento de

exaltación del poder imperial, y ello explica que el proyecto original contemplase una gran

plaza porticada al oeste y otra más pequeña al sur, modificando de forma importante los

accesos, para favorecer las ceremonias del fasto imperial. Pero el edificio se implantó en medio

de la Alhambra musulmana, en un extremo del Patio de los Arrayanes y para hacerle sitio hubo

que derribar un pabellón opuesto a la torre de Comares.

El proyecto original se debe a Pedro Machuca, formado en el círculo artístico de la Roma de

León X, que dirige las obras desde 1533 hasta su muerte en 1550, dejando terminadas las

fachadas excepto las portadas del este y sur: en 1527 se documentan las primeras obras de

explanación, en 1537 se trabaja en la parte baja de la portada meridional, en 1538 se hace la

cripta de la capilla y en 1541 se levanta la fachada occidental.

Le sucede su hijo Luis Machuca que cierra el patio circular en 1557, según el diseño original de

su padre conservado en una maqueta de 1546. La rebelión de los moriscos de Granada en 1568

suspendió las obras hasta 1583, cuando se reinició con los arquitectos Mijares y De la Vega,

bajo la superintendencia de Juan de Herrera, el gran arquitecto español de la época, que

trabajaba en el Escorial y contaba con la confianza del rey. Herrera decidió el acabado de la

fachada de poniente y el vestíbulo, pero finalmente recomendó que las obras quedasen

inacabadas, porque juzgó que tenía poca funcionalidad en la distribución del espacio. En 1619

se completó la columnata alta del patio y continuaron las obras hasta su abandono en 1637, sin

cubrir de aguas el edificio, debido a la falta de dinero. El palacio quedó inconcluso hasta que en 1923 el arquitecto Leopoldo Torres Balbás,

conservador de la Alhambra, inició un programa de rehabilitación para destinarlo a Museo

Provincial de Bellas Artes, que culminó el arquitecto Francisco Prieto Moreno en 1958.

El palacio carece de una relación transparente entre exterior e interior, pues el exterior aparece

muy cerrado y opaco por los muros. El choque entre su planta cuadrada y su patio interior

circular es para muchos teóricos un ejemplo manierista de contraste entre ideas estéticas, siendo

un temprano planteamiento crítico frente al Renacimiento, ya en 1527.

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En este sentido, es importante el hecho de que Machuca se hubiera formado con Miguel Ángel

en una etapa ya muy madura de este, cuando su pensamiento estético era ya plenamente

manierista, pero es preciso acotar que el italiano todavía no había construido sus obras

manieristas. El patio circular era poco habitual en la época, aunque hay bellos ejemplos como el

Palacio del Té de Giulio Romano en Mantua, el patio interior de la Villa Madama de Rafael en

Roma y el patio circular de Inigo Jones en el palacio de Whitehall en Londres. El patio, que restó inacabado, es sencillo y elegante en su planta circular, que simboliza el poder

universal del emperador. Ttambién se organiza en dos pisos, de acuerdo a las preferencias de

Alberti y de Vitruvio. El inferior tiene una columnata dórico-toscana de 32 columnas de piedra

pudinga del Turro (Loja), con un entablamento muy ortodoxo de triglifos y metopas con

motivos de guirnaldas y bucráneos. El piso superior ostenta una columnata de orden jónico, más

ligera, con entablamento liso, y está delimitada por una barandilla cerrada. La galería del piso

inferior del patio se cubre con una bóveda anular, al parecer inspirada en modelos de Bramante,

mientras que el piso superior tiene una cubierta de madera.

El patio distribuye las estancias interiores, destacando en un ángulo una capilla octogonal, esto

es, otro espacio centralizado, muy prestigioso en el Renacimiento. Se accede a los espacios

interiores a través de puertas y escaleras, creando espacios que se yuxtaponen y sufren cambios

de orientaciones propios del final del Renacimiento y el inicio del Manierismo, como veremos

en los edificios manieristas análogos de Miguel Ángel y Palladio.

Las cuatro fachadas del palacio se ordenan en dos pisos, siguiendo nuevamente las pautas

vitruvianas. El piso inferior se estructura con pilastras de orden dórico-toscano, en las que se

insertan grandes anillas de bronce decoradas, y el muro se decora a la manera ‘rústica’ con un

almohadillado resaltado y un largo zócalo para asiento del paseante. El piso superior está

estructurado con pilastras de orden jónico, con una alternancia de pequeños

vanos adintelados con frontones triangulares, circulares y con pedestales o ménsulas. Las dos

fachadas principales, este y oeste, ostentan sendas portadas de piedra de Sierra Elvira, divididas

en múltiples elementos, lo que ayuda a romper el movimiento visual horizontal, según el gusto

de Machuca y posteriormente de Herrera, cuyo conocimiento de la gramática de los elementos

clásicos se hermanaba con una mentalidad manierista.

El Escorial El Escorial; situado en Madrid; es uno de los

edificios más importantes del Purismo español. Su

arquitecto es Juan de Herrera; era matemático,

astrónomo, experto en ciencias ocultas...

El Escorial ordena hacerse el día de San Lorenzo,

tras la batalla de San Quintín. Tiene una apariencia

similar a la de un alcázar, con cuatro torres cubo en

las esquinas. Si nos fijamos en su planta, el edificio

tiene forma de parrilla; esto es porque San Lorenzo

fue torturado y quemado en una parrilla y el edificio aprovecha esta forma para rendirle

homenaje al santo.

El Escorial está rodeado de numerosos y frondosos jardines que abarcan numerosas hectáreas.

Sus dimensiones son mayores que las del alcázar. Es un edificio que tiene multifuncionalidad

(biblioteca, iglesia, palacio, monasterio, Panteón de los Reyes de España...) y un carácter

manierista. La construcción está situada a cuarenta kilómetros de Madrid y la única

ornamentación son las pirámides sobre las torres con la inestable esfera que las corona. Su

cúpula es similar a la de la catedral de San Pedro del Vaticano, sobre una cruz griega.

Tiene una superficie de unos treinta y tres metros cuadrados y su portada es algo diferente, con

poca ornamentación, tiene el escudo y la figura de San Lorenzo. Sus tejados son muy inclinados

y la portada tiene orden gigante con columnas de varios pisos adosadas.

Las torres están adornadas por chapiteles rematados por una esfera que da sensación de

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inestabilidad.

Las paredes del edificio son lisas y carecen de ornamentación, excepto por las numerosas

ventanas. Interiormente tiene cuatro patios y su biblioteca contiene muchos frescos, imitando el

estilo de Miguel Ángel.

El Entierro del Conde Orgaz

El cuadro describe el milagro acontecido durante el entierro

del Conde Orgaz, famoso por sus obras de beneficencia que

propiciaron que San Agustín y San Esteban se

personificaran en el momento de ser enterrado para ser ellos

los que le depositaran en su tumba.

La composición se divide en dos partes: en la parte superior

observamos una recreación del cielo donde distinguimos en

el centro la imagen del Señor y ambos lados a La Virgen

María y a San Juan Bautista (Deesis). En la parte inferior

observamos como los santos depositan el cuerpo del difunto

en presencia de una galería de personajes ilustres de Toledo,

entre los cuales podemos distinguir al propio pintor que se autorretrata en este lienzo. El nexo

entre las dos escenas es el ángel que traslada el alma del difunto del mundo terrenal al celestial.

El cuadro, uno de los más famosos dentro de la obra del pintor, nos muestra las características

del arte del greco: sus fondos neutros con escasas referencias espaciales, sus formas alargadas

propias de su estilo manierista y su pincelada suelta que desdibuja las formas primando el color

sobre el dibujo.

Doménico Theotokopoulos nació en Creta y se formó en Venecia, probablemente con pintores

como Tiziano y Tintoretto, de ahí viajó a Roma y finalmente a España con la intención de

trabajar para Felipe II en la decoración del Escorial. Para el rey pinta “El Martirio de San

Mauricio” pero no consigue satisfacer completamente al monarca por lo que se traslada a

Toledo donde creará un taller que le permite atender gran número de encargos, principalmente

obras religiosas como “El Expolio de Cristo” (Catedral de Toledo) y retratos, entre los que

destaca “El Caballero de la mano en el pecho” (Museo del Prado). En Toledo permanecerá hasta

su muerte desarrollando un estilo cada vez más personal que le convertirán en uno de los

pintores más singulares de la historia de la pintura.

Griselia C. Vizuete Linares Página 70

Autorretrato de Durero

Es el retrato del pintor. El mismo está de perfil, con la

mirada fija hacia el espectador. Su mirada es calmada y

concentrada en un solo objetivo. Debajo se encuentra una

mano levantada, tal vez a punto de dar la señal de la cruz

o más bien tocándose el abrigo de piel que lleva puesto. A

la derecha está la firma característica del artista y a la

derecha está un escrito.

Normalmente los retratos renacentistas eran realizados de

perfil o semiperfil. Pero en este retrato, el protagonista

está de frente, mirando fijamente al espectador y sin

intención de apartar la mirada. El fondo negro hace

resaltar al personaje, que tiene los cabellos rubios y

enrulados, pero bien prolijos, como si se pusiera algún gel

especial para mantener los bucles. También destaca su

abrigo de piel, que cubre una ropa blanca del cual solo se ve una parte por debajo del cuello.

Los dos escritos que se encuentran en los dos costados del personaje equilibran la imagen, de

manera a que el peso no caiga hacia abajo y todos se concentren en los ojos del protagonista. La

figura está en una posición vertical, formando una cruz que separa a la obra en cuatro partes

iguales.

Sin duda, el artista estaba muy orgulloso de su talento y, por lo tanto, se comparó a sí mismo

con Cristo. Esto se refleja claramente en esta obra, donde no existe ninguna imperfección y todo

está prolijo. Era hermoso y, aunque estaba cerca de los 30, todavía mantenía los rasgos de su

juventud. Tal vez el artista quiso representar a un Cristo que estaba a punto de salir al público,

confiado y preparado para revelar la verdad al mundo y el amor de Dios hacia sus hijos. No era

la primera vez que Durero hacía un autorretrato, y tampoco no era la primera vez que se

reflejaba a sí mismo como un hombre atractivo y lleno de virtudes. Por lo tanto, no se puede

descartar que el mismo era egocéntrico y narcisista, pero con varios motivos para serlo.

Un hombre con talento artístico y con un rostro atractivo siente necesidad de mostrar su orgullo

al mundo de mil maneras. Durero lo hizo con este autorretrato, reflejando a un Cristo joven y

seguro de sí mismo. Por lo tanto, también lo realizó de frente, porque un artista debe mostrar

todo lo que sabe hacer y ser admirado por el resto. Esto lo convierte en una obra más

contundente e impresionante. Si lo hubiese realizado de semiperfil, tal vez no causaría tal

impresión. Durero no teme mostrar al mundo lo que es, por lo que realizó el autorretrato y lo

expuso al mundo, sin importarle las críticas y las provocaciones que generarían en los demás al

compararse a sí mismo como el hijo de Dios.

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Galería de Francisco I

La Galería de Francisco I es un hito fundamental en la historia

del arte europeo. Rosso plantea un nuevo sentido en la

distribución parietal de la decoración, dejando unos altos

zócalos de madera, ricamente tallados por el italiano Scibec de

Carpi, sobre el que se distribuyen los famosos estucos con

pinturas. Se trata de la plasmación de un sistema decorativo

que, si bien procedía y tenía precedentes en Italia, supone un

nuevo y diferente planteamiento del sentido de la decoración

de interiores, donde ingeniosidad, complejidad y refinamiento son fines en sí mismos. La

superficie de la pared queda oculta tras la variada decoración, a base de esculturas en

complicadas y rebuscadas posiciones, pequeños amorcillos, festones, guirnaldas, tarjas

recortadas y dobladas, todo realizado en estuco y rodeando a las pinturas, cuya iconografía

desarrolla complicadas alegorías en torno al reinado, virtudes y hechos gloriosos de Francisco I.

La enorme variedad de diseño y profundidad que plantean las decoraciones está admirablemente

adaptada a una galería larga como la de Fontainebleau, que permite la lectura particular y

pormenorizada, pero también puede ser contemplada de conjunto desde una perspectiva aguda.

Por otro lado, el conjunto de la Galerie François I es un sistema igualmente nuevo por lo que

respecta a la invención de historias, donde en pro de la exaltación del Estado y de la Monarquía,

este rey francés decora su palacio poniendo en paralelismo su propia trayectoria y las historias

de dioses y héroes. Panofsky, que ha estudiado detenidamente todo el programa iconográfico,

señala cómo no hay distinción fundamental entre representaciones sagradas y profanas, y cómo

se introducen personajes similares a ángeles en relatos mitológicos y viceversa. Todo denota un

profundo conocimiento de las "Metamorfosis" de Ovidio, en el planteamiento de un programa

abierto y elástico que, al carecer de colofón, permite la inserción de nuevas historias. Como

marco de ello, las minuciosas decoraciones señaladas, que cuentan con una serie de figuras

miguelangelescas, desprovistas, no obstante, de la grandiosidad y sentido dramático que les

imponía el gran artista italiano; es, pues, una de las primeras lecturas en clave formalista y

decorativa de las propuestas figurativas de Miguel Ángel.

Griselia C. Vizuete Linares Página 72

Obras Barrocas Columnata de San Pedo

Maderno termina la fachada en 1607, y en 1629

Bernini se hace cargo de las obras de urbanización

y magnificación de la Basílica.

Bernini toma como punto de partida el eje central,

notoriamente alargado al trazado en principios, y

sobre él se diseña una de las más importantes

plazas de Occidente. Bernini traza dos amplísimos

brazos rectos desde los extremos de la fachada y

que convergen hacia el eje. Aquí, la convergencia

produce un engaño óptico que da mayor

dimensión a la fachada principal.

Estos brazos rectos, que avanzan en una longitud tan grande como la que hay desde el

baldaquino interior hasta la fachada exterior, están construidos por una magnífica columnata

dórico – romana que remata en un entablamento coronado por estatuas. Pero la genialidad de

Bernini estriba en el encorvamiento de esta columnata. Lo hace describiendo una elipse, curva

de mayor dinamismo que el círculo, y situando cerca de sus focos dos magníficas fuentes; de

esta forma hay una constante en la suma de apreciaciones de la misma desde cualquier situación

del espectador de la elipse.

La columnata curva consta de cuatro hileras de cuatro órdenes distintos y proporcionan un total

de 296 columnas que, sobre el entablamento, sostienen 140 estatuas de santos, obra de los

discípulos del maestro. El efecto de este deambulatorio es impresionante, ya que el bosque de

columnas no parece acabarse sea cual fuere el punto elegido. Con ello Bernini quiebra,

definitivamente, el ideal de perspectiva central que había presidido la arquitectura desde

Brunelleschi. La gran fachada de la Basílica queda siempre condicionada por las infinitas

posibilidades de observación que ofrece la curvada columnata.

No puede decirse que haya un punto único e ideal, de observación, sino la integración de todos

ellos, porque la única posibilidad de ver la Basílica desde el gran eje central queda truncada al

haberse colocado allí, en el centro de la elipse, un obelisco egipcio de 40 metros de altura. Su

presencia obliga a desplazar el punto de vista hacia los lados, lo que conviene al ideal barroco

que aporta Bernini con esta obra.

Por lo demás el largo eje axial se hace enorme y supera ampliamente la dimensión mayor de la

propia Basílica. Este alargamiento de los ejes longitudinales será una constante en las grandes

urbanizaciones barrocas posteriores, desde Versalles a La Granja.

Griselia C. Vizuete Linares Página 73

Iglesia del Gesù

Es una obra del arquitecto Giacomo Barozzi da Vignola,

conocido simplemente como Vignola, realizada en 1568.

Se trata de un monumento religioso erigido por la orden

jesuita, que busca la creación de un espacio a base de

amplias salas sin columnas en medio, aptas para albergar

gran cantidad de fieles, de manera que todos pudiesen

atender a las predicaciones. Este tipo de iglesia

establecido en Roma por Vignola, hunde sus raíces en la

arquitectura católica de la Contrarreforma surgida tras el

Concilio de Trento.

Vignola diseña una planta de cruz latina de una sola nave,

con las naves transversales incluidas en el recinto, por lo que asemeja una planta basilical. Posee

un amplio crucero que se ilumina gracias a la gran cúpula y una serie de capillas laterales. La

única nave se cubre con bóveda de cañón, contrarrestada en el exterior por grandes

contrafuertes, entre los que se albergan las capillas laterales, que sirven para la realización de

otros cultos. En el testero se abre un ábside semicircular central, a la manera de las basílicas

romanas. Resulta clara la inspiración en la iglesia de “San Andrés de Mantua” de Leon Battista

Alberti, aunque hay un elemento que las distancia, la cúpula, que aquí desempeña un papel de

elemento de distribución de la luz, que incide sobre todo en el crucero, mientras que la nave y el

presbiterio reciben una menor iluminación. Esta importancia de la organización de la luz en un

interior, es la primera vez que aparece y posteriormente va a ser uno de los elementos

fundamentales de la arquitectura del barroco.

La fachada del Gesù es obra del arquitecto Giacomo della Porta, responsable de introducir en

ella una serie de elementos poco clásicos que muestran el inicio del barroco. En su disposición

general la fachada conserva la tradición del siglo anterior, con un cuerpo bajo con pilastras

pareadas de orden corintio (que, a ambos lados de la puerta principal se convierten en columnas

adosadas) y un cuerpo superior que remata en frontón. El cuerpo bajo es más ancho, ya que

tiene la amplitud de la nave central más las capillas, mientras que en superior solo tiene la

anchura de la nave central. Los dos pisos salvan su diferencia de tamaño, al unirse por una

moldura curva con dos volutas que logra casar perfectamente los dos cuerpos. Esta solución

arquitectónica se va a popularizar en los tratados de arquitectura y gozará de gran predicamento

posterior, constituyendo las volutas laterales uno de los motivos más frecuentes en la estética

barroca.

En la planta baja empleó el orden corintio tanto en las pilastras como en las columnas y en la

superior, empleará el jónico en las pilastras (lo que provoca una disimetría con respecto a la

manera romana de superponer los órdenes). Sobre la puerta principal coloca una ventana grande

enmarcada por pequeñas semicolumnas elevadas sobre podio, que sostienen un frontón

triangular, colocando entre ellas una balaustrada. A ambos lados aparecen hornacinas

terminadas en arcos de medio punto recubiertas de frontones triangulares. Las puertas de acceso

también tienen frontones, siendo el de la central curvo, bajo el que hace guirnaldas (más

complicadas y retorcidas que las de Miguel Ángel). Sobre esta puerta sitúa el escudo con el

emblema de los jesuitas. Sobre cada una de las puertas laterales coloca hornacinas con

esculturas de santos. Este modelo de fachada va a ser el modelo de todas las iglesias de los

jesuitas en Europa e Hispanoamérica.

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San Andrés del Quirinal

Pequeño templo de la Vía Quirinal, muy cercana a San Carlino de

Borromini. Su planta es todo un catálogo de novedades barrocas. En

un principio utiliza la planta ovoide frente a la central renacentista. Su

origen podríamos rastrearlo en Vignola (de ahí deriva Las Bernardas

de Gómez de Mora en Alcalá de Henares), pero la novedad reside en

el cambio de eje, al potenciar el corto, lo cual provoca un efecto de

expansión de la iglesia hacia los laterales, así como una doble visión

de la iglesia, ya sea mirando al altar o a la cúpula (en donde el eje

cambia).

Este eje se encuentra remarcado por la portada y la elaboración del

altar central. En la primera existe un típico juego barroco de curvas y

contracurvas, que contrapone las formas convexas de las escalinatas (ya utilizadas por Miguel

Ángel en la Biblioteca Laurenciana) con las cóncavas de las alas exteriores. En el centro de este

juego se eleva la portada que será comentada en el aparatado de alzado.

En cuanto al altar está realzado por una pequeña elevación y parejas de dobles columnas

flanqueándole. A su alrededor se abren capillas profundas que alternan las formas rectangulares

con las ovaladas (lejano recuerdo del Panteón de Agripa. Su disposición hace coincidir los

machones en el eje largo para restarle protagonismo en planta.

El alzado se realiza por medio de mármol (de coloreadas vetas en el interior). Sus elementos

estructurales son los grandes machones entre capillas (de nuevo el Panteón de Agripa) de forma

vagamente triangular que se culminan con columnas o dobles columnas o pilastras de orden

gigante y carácter ornamental. De la misma forma que en planta los nichos se alternan en planta,

también lo hacen en alzado, utilizando formas arquitrabadas de dos pisos con balaustrada junto

al altar y puerta principal para realzar así el presbiterio. En las cuadradas el cerramiento de las

capillas se realiza por medio de un arco de medio punto.

Las proporciones e intercolumnios clásicos han desaparecidos, tanto por el orden gigante como

por las dobles columnas. A la altura del entablamento corrido, de nuevo el altar se reafirma al

romperse y proyectarse hacia el espectador. Sobre él, y para integrar mejor la escultura, aparece

un frontón roto. En el exterior, además de los juegos curvilíneos ya comentados, Bernini

concibe una doble portada que vuelve a romper la tradicional tiranía del intercolumnio. Para ello

construye una portada menos de columnas avanzadas y plintos girados que se inscribe en el

movimiento expansivo de las escalinatas. Con columnas cínicas y breve entablamento se corona

con el escudo papal. Este elemento se enlaza y se subraya por medio del medio punto trasero

que pertenece a la fachada mayor: una robusta construcción que le dé monumentalidad pese a su

tamaño reducido flaqueado por potentes pilastras jónicas y arco triunfal entre ellas, y también

grandioso frontón que se encuentra levemente articulado.

La cubierta se articula en torno a una gran cúpula ovoide cuyos nervios dobles reflejan la

alteración de los intercolumnios. Sobre la cornisa se abren las únicas ventanas que iluminan

cenitalmente el edificio, mientras que toda la bóveda se decora con casetones hexagonales que,

al reducirse en tamaño, crean una mayor sensación de altura que se culminaría en el pequeño y

oscuro óculo de la linterna. En las capillas arquitrabadas el techo también lo es, mientras que en

la ovaladas se vuelve a utilizar las cúpulas de óculo central muy luminoso.

La decoración utiliza tanto los propios elementos arquitectónicos y su dinamismo

(entablamentos curvos, articulación por medio de columnas…), a lo que se añade el diseño del

suelo que repite esquemáticamente los nervios de la cúpula, uniendo así ambos planos.

Sin embargo lo más espectacular de la decoración son sus esculturas en mármol que se colocan

sobre ventanas, altar y cúpulas menores. En ellas se tiene muy en cuenta (como será habitual en

el autor de Santa Teresa o la Beata Ludovica) la influencia de la luz para integrarlas

perfectamente en el ambiente. Su disposición de las ventanas recuerda a las Tumbas Mediceas

de Miguel Ángel, colocándoles de forma ingrávida y desconcertante sobre un lecho de luz.

Sant´Andrea supone una perfecta evidencia de la capacidad de Bernini para crear espacios

complejos y sugerentes sobre un pequeño solar. Es la muestra de la técnica y espíritu barroco

Griselia C. Vizuete Linares Página 75

que, olvidando el racionalismo y elitismo renacentista o el drama manierista, logra crear

escenarios teatrales (en cuanto a las emociones) a favor de una propaganda religiosa que deriva

del Concilio de Trento en donde se regresa a la imagen como didáctica para oponerse así a las

iglesias desornamentadas protestantes. El arte se convierte así en un nuevo difusor del mensaje

católico o de la monarquía absoluta (proyecto para el Louvre del propio Bernini), de la misma

forma que lo harán los jesuitas con sus Ejercicios Espirituales o las cofradías con sus pasos de

Semana Santa o los nobles napolitanos del XVIII con sus famosos nacimientos.

Una de las formas más contundentes de conseguir estos efectos psicológicos es la integración

de las artes, uniendo arquitectura escultura, mármoles y luz, para crear un espacio total en

donde el espectador debe sumergirse y explorar, dejándose llevar suavemente por la mano del

autor que le llevará la mirada al altar y, desde allí, por medio de una escultura que levita y

asciende sobre el frontón partido, hasta la cúpula que le contradice el eje y sus sensaciones

primeras. Sus nervios le conducirán entonces a las capillas, pequeños reductos íntimos donde las

sensaciones se sobrepotencian. De esta manera, el fiel se encontraría dentro de un espacio

milagroso, que deja en suspenso la percepción normal, que le servirá para acercarse a lo divino

sin necesidad de pensar, sólo sintiendo los movimientos de ascensión que provoca toda la

arquitectura.

Junto a este culto a los sentidos (en el que se incluye el del propio cuerpo, cenestesia, que se

debe mover siguiendo sinuosos senderos, como lo hará a escala monumental en la plaza del

Vaticano por medio del obelisco y fuentes centrales), Bernini demuestra un perfecto

conocimiento de la arquitectura clásica (desde el Templete de San Pietro in Montorio de

Bramante a Miguel Ángel o Vignola) que reutiliza con otros fines. Por tanto, y como es habitual

en el barroco italiano, el vocabulario es clásico, pero la sintaxis, la forma de combinar los

elementos, es barroca y efectista, siempre pendiente del espectador y las emociones que causan

en él (mientras el Renacimiento olvida en gran parte al que mira, pues sus obras son

autosuficientes en su perfección que nada más necesita). Este conocimiento es especialmente

visible en la obra arquitectónica, que parte de las lecciones de Miguel Ángel (como ya pudimos

analizar en la Plaza del Capitolio).

Pero si Bernini es el clásico que renueva, siempre mecenado por los más poderosos, su figura

contraria será Borromini, que con escasos medios y una actitud mucho más iconoclasta

avanzará hacia una concepción de la arquitectura como espacio en estado puro. Un espacio por

lo demás palpitante que se encoge y expande, como si fuera él y sus fuerzas el responsable de la

combatura de los muros. Esto es evidente en la iglesia tan cercana de San Carlino de las Cuatro

Fuentes, en donde los elementos se deforman y aparecen, reconvertidos, elementos góticos.

Esta polémica hará crearse dos corrientes dentro del barroco italiano, la más inconformista

que empezará con Borromini y seguirá con Guarino Guarini (Iglesia de la Sábana Santa de

Milán o Bonavía en la Iglesia de San Miguel de Madrid), y otra más clasicista (Rainaldi o

Juvara del Palacio Real de Madrid) que influirá en la gran arquitectura francesa y en el siglo

XVIII español, con iglesias que retoman estos esquemas, como San Marcos de Madrid de

Ventura Rodríguez.

Griselia C. Vizuete Linares Página 76

San Carlo alle Quattro Fontane

Tras la realización del Convento y Claustro que le encarga la

Orden de los Trinitarios españoles en Quattro Fontane,

bastantes años después, Borromini recibe el encargo de terminar

la iglesia y la fachada. Borromini la resuelve con una planta

elíptica, donde se puede comprobar cómo Borromini la

estructura a partir de una clara geometrización del espacio. Dos

triángulos equiláteros unidos por la base parecen ser la génesis

de la obra, aunque también lo podría ser la anamorfosis del

círculo. Ambas soluciones muestran una racionalización del

lenguaje barroco. La planta es elíptica, con un sentido de

contracción opuesto al de expansión que busca Bernini en San

Andrés. Alrededor de esta elipse se disponen diagonalmente las

capillas y varios nichos. Esta planta le permitía respetar la

fuente del chaflán, una de las cuatro que presenta el cruce de las dos calles y que le da el

pseudonombre a la iglesia. Efectivamente, Borromini parte de un espacio angosto, un cruce de

calles. Había cuatro fuentes en el solar y una de ellas debía respetarla, dejando un chaflán en

una esquina para albergarla. La planta es nueva, elíptica, y no tiene precedentes y se crea en

función del solar: un patio rectangular con los ángulos en chaflán.

A partir de este espacio, crea una planta muy dinámica, quiere un edificio que se mueva y que

rompa con la tradición clásica. Cómo es la tónica de su carrera arquitectónica, el arquitecto se

debe adaptar a espacios pequeños y complicados para elaborar auténticas obras monumentales,

gracias a su imaginación desbordante: estamos ante una iglesia pequeña pero monumental.

En su interior presenta un orden único de grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro con

nichos y molduras continuas en los muros, que parecen reducir más el espacio y obligar al muro

a flexionarse, y a parecer deformada la cúpula oval que corona este espacio interno. La cúpula

se adapta a la planta y es en forma de elipse muy decorada en su interior. Esta cúpula muestra

una gran decoración que quiere simular un artesonado clásico con motivos octogonales,

hexagonales y en forma de cruz, que van disminuyendo a medida que confluyen en la linterna.

Introduce, pues, la planta flexible y utiliza formas cóncavas y convexas que se articulan en un

muro ondulante, lo que da como resultado un espacio interior dinámico. De esta manera, este

conjunto de pequeñas dimensiones, al no poder ser medido ni acotado, crea una espacialidad

que la hace mayor a los ojos del espectador.

Tal vez lo mejor y más rompedor de todo sea la fachada: se trata de la forma más fragmentaria,

discontinua y antimonumental de la arquitectura barroca. De la fachada, él hizo el cuerpo

inferior y el superior lo hizo su sobrino, pero siguiendo sus proyectos. Va en contra de todas las

fachadas que se conocían hasta entonces: es ondulada y alabeada, con dos curvas cóncavas una

convexa en el centro para romper así los planos, al igual que en el interior. Con este efecto

consigue que la luz provoque en la fachada matices distintos. Está compuesto por dos pisos de

tres calles cada uno. El central del primer piso, con la puerta de acceso al templo, es convexo, y

los dos laterales cóncavos. En cambio, en el segundo piso, las tres calles son cóncavas. La

cornisa marca el movimiento principal del conjunto cóncavo-convexo-cóncavo en la planta baja,

y en el nivel superior se dibuja un movimiento cóncavo-cóncavo-cóncavo sólo roto por el gran

medallón que preside toda la composición y un pequeño templete elíptico con balconaje. La

puerta es convexa y encima pone una media cúpula. En los laterales pone nichos cóncavos para

acentuar el rompimiento de líneas.

Borromini cuida que su fachada se adapte a la calle, mirando de no ultrapasar los límites

lineales de ésta y respetando su unidad utilizando los mismos materiales constructivos que los

edificios colindantes. Lejos está, pues, de enmarcar el edificio en un marco majestuoso que

resalte su nobleza y singularidad, como hacía Bernini. La misma fachada se presenta como una

unidad independiente del interior del edificio con el que no guarda ninguna relación.

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San Carlos de las Cuatro Fuentes es conocida como San Carlino por sus reducidas dimensiones,

y se trata de la obra más representativa de Borromini y, paradójicamente, es contemporánea de

la columnata de San Pedro del Vaticano, de Bernini. San Carlos es la primera obra autónoma de

Borromini y también la última en la que trabajará el arquitecto. Tenía 35 años en 1634, cuando

los frailes Descalzos españoles de Roma le encargaron la construcción del convento y de la

iglesia, y tuvo que superar la dificultad que comportaba lo reducido del espacio y su

irregularidad. La primera fase, que incluye el convento y el claustro, concluyó el 1637. De este

momento destaca, sobre todo el claustro, de reducidas dimensiones, en el que ya se manifiesta la

ruptura de los esquemas tradicionales rectangulares. Desgraciadamente, el convento ha

desaparecido en la actualidad. En 1641 concluía la iglesia, dedicada a San Carlos Borromeo,

retomando al final de sus días la fachada, en 1667, que no puede concluir al morir, terminándola

su sobrino Bernardo, siguiendo fielmente sus planos.

Lo intrincado de su geometría es mucho más osada y menos recargada en decoraciones

figurativas que la iglesia de Sant'Andrea al Quirinale, obra de Bernini ubicada a pocos metros

sobre la misma calle. Sus dimensiones son muy reducidas, ya que el edificio es pequeño, ya que

la fachada entera podría caber en uno de los pilares de la Basílica de San Pedro, pero tiene un

porte monumental y tremendamente barroco.

Sant Ivo alla Sapienza

La empresa que marca el ápice creador de Borromini es la

iglesia de Sant' Ivo alla Sapienza, resultado de la inteligente

simbiosis nacida de injertar un organismo absolutamente

original en el tejido edilicio de una fábrica anterior. En 1632

había sido nombrado arquitecto pero hasta 1642 no se le

encargaría a Borromini construir la iglesia en el espacio entre

el muro curvo y la fachada este del complejo del

Archiginnasio, futura Universidad de Roma, un edificio

definido en sus líneas esenciales por P. Ligorio y G. Della Porta, que proyectó la exedra de dos

órdenes que cierra el extremo este del largo patio. Iniciada en 1643, la estructura muraría estaría

acabada en 1650, aunque la decoración interior y el pavimento hicieron postergar su solemne

consagración hasta 1660. Como en San Carlino, Borromini concibe un edificio de planta central

basado en un esquema geométrico que, extraño a la tradición italiana, se inspira en la

arquitectura de la Antigüedad tardía. Procediendo con una extraña limpieza geométrica, como si

demostrara algún teorema, obtiene por la yuxtaposición de dos triángulos equiláteros una planta

estrellada de perfil mixtilíneo. La unidad espacial la consigue ahora mediante las grandes

pilastras que marcan el desarrollo ascensional de la estrella de la planta que no cambia su

diseño. Desde el potente entablamento, con ritmo cada vez más progresivo, se constriñe su

amplitud conforme se aproxima al cerramiento, hasta convertirse en la clave de la cúpula en un

óculo circular, de gran pureza geométrica. Allí, repitiendo el motivo y desarrollándolo

vertiginosamente, vuelve a proponer el ritmo cóncavo-convexo de la planta estrellada y

construye una linterna que se resuelve en una estructura en espiral. De esta manera, logra que el

espacio interior se hinche, bañando la luz la inmaculada blancura del revoque y de la decoración

estucada.

Exteriormente, Borromini concentra su interés en la cúpula. La exedra del patio porticado, cuya

concavidad es aprovechada como fachada de la iglesia y tocada por la propia dinámica

borrominesca, sólo deja ver el alto también que opone pletórico su propia convexidad. Sobre el

revestimiento del tambor, la cima del extradós de la cúpula es revestida de gradas divididas por

aéreos contrafuertes que preparan el desenlace vertical de la linterna (que se remite a modelos

clásicos de la arquitectura romana oriental) y del fantástico coronamiento en espiral,

sobremontado por una estructura metálica. La energía liberada en esta concatenada sucesión de

estructuras, a cual más escandalosa y desconcertante, rompe con ácrata desafío el paisaje urbano

Griselia C. Vizuete Linares Página 78

de Roma, caracterizado por el espurreo esférico de cúpulas, grandes y medianas, pero todas

sometidas a precepto, tranquilizantes.

Santa Agnese de Borromini

La segunda comisión del papa Pamphili para

Borromini, la iglesia de Sant'Agnese in Agone, se

presenta como otro clamoroso reconocimiento a sus

valores como arquitecto, yendo unida a la idea papal

de convertir la plaza Navona en corte familiar y

centro de poder de los Pamphili a partir de la

secuencia artística palacio-fuente-iglesia. En 1652, el

proyecto fue confiado a Girolamo y Carlo Rainaldi,

padre e hijo, que al año ya tenían muy avanzada la

construcción. Despedidos los Rainaldi por el

pontífice, la obra fue entregada a Borromini en 1653,

que conservará el interior, de esquema en cruz griega,

pero realzando el tambor de su cúpula, y derrumbará la fachada, reconstruyéndola de nuevo.

Tomando como base un original esquema compositivo, conocido en su pureza por los diseños,

previó un frontis cóncavo, muy dinámico, prolongado en dos alas laterales sobre las que se

erguían los fogosos campanarios exentos que flanqueaban la poderosa cúpula, a cuya aislada

plasticidad formal se reservaba la imagen urbanística y simbólica de la plaza. A finales de 1654

estaban, prácticamente, acabadas la fachada hasta su gran comisa y la cúpula a falta de su

interna. Pero, de nuevo, la desgracia se abatió sobre Borromini en enero de 1655, al morir el

papa Inocencio X, pues sus herederos, entre el escaso interés por continuar y su mezquindad

económica -después de proponerle la reducción de su proyecto (a lo que se opuso)-, detuvieron

las obras y despidieron a Borromini. Reanudadas en 1657, Carlo Rainaldi corrigió

perversamente la obra de Borromini. La mayor de las correcciones, que desnaturalizaron por

completo la genial idea de Borromini, fue la de añadir un cuerpo a cada una de las torres, que

alcanzan la altura de la cúpula y anulan su grandiosidad, banalizando su soledad con una

insignificante escenografía, propia de principiante. Si la perspectiva de Sant'Agnese sigue

cautivando, es por lo que no pudieron arrasar del sueño quimérico de Borromini.

Griselia C. Vizuete Linares Página 79

Palacio de Versalles

El palacete de Luis XIII resultaba pequeño

para las pretensiones del nuevo Rey Sol,

por lo que encargó sucesivamente su

ampliación y enriquecimiento a Louis Le

Vau y a Jules Hardouin Mansart. El

monarca quería que el resultado final fuera

un edificio escaparate colosal y

esplendoroso de su reinado cumpliendo a

su vez con la función de dar cabida a los servicios administrativos de la Nación, servir de

residencia a 20.000 personas y satisfacer los gustos estéticos y los ratos de ocio del rey. Pero,

por encima de todo, el palacio debía ser el escenario magnífico que glorificara a Luis XIV ante

su pueblo, los embajadores extranjeros y la historia.

En la génesis de este palacio se tomaron como referencias otras construcciones que se habían

venido haciendo desde el renacimiento.

- El palacio de El Escorial, construido por Felipe II en España, que había sido un

edificio muy importante en la arquitectura francesa durante la primera mitad del siglo

XVII, no se consideró como modelo conveniente porque era demasiado sobrio, lo que

iba en contra del gusto de Luis XIV. Sin embargo, de él se recoge la idea de que el

edificio fuese la imagen más expresiva de la grandeza que quería ofrecer el monarca de

sí mismo. También se toman las ideas de colosalismo y de edificio simbólico.

- Los palacios parisinos del Louvre y de las Tullerías eran palacios urbanos que estaban

limitados en tamaño De ellos se recogerán el estilo clasicista de utilización de fachadas

monumentales con columnatas y la creación de jardines geométricos.

- El palacio del Buen Retiro creado por los Austrias en Madrid o las villas campestres

de recreo italianas levantadas en el manierismo fueron seguramente la inspiración de la

idea de construir un palacio a lo extenso, dando un papel relevante a la naturaleza y al

agua.

Luis XIV quería algo único, por eso Versalles será el compendio de todo. Al tomar como base

el pabellón antiguo en forma de U de Luis XIII, los arquitectos desarrollaron un edificio que

recubría el anterior y que se prolongaba en forma de alas alargadas (ampliación de Mansart),

con patios internos y pasillos de distribución que actuaban como palacios autónomos por sí

mismos. El ala de la derecha se destina a los despachos de la administración y el de la izquierda

para los príncipes. Las habitaciones reales están en pleno eje central del conjunto, siguiendo la

simbología centralista. El resultado fue un palacio de más de más de seiscientos metros de

contorno con dos fachadas: una abierta a la ciudad y otra de acceso a los jardines. Nunca antes

se había construido fachada tan monumental.

La parte antigua refleja influencia de los Austrias españoles, puesto que es visible el ladrillo en

la fachada y la pizarra en los tejados abuhardillados, pero la parte más nueva está construida con

una caliza blanca resplandeciente ante los rayos del sol, luz simbólica que buscaba

premeditadamente el rey. El conjunto principal es bastante clasicista, sobrio y majestuoso:

- Base alta con sillares almohadillados que se inspira en los palacios italianos

renacentistas.

- El cuerpo intermedio, de dimensiones exageradas, se estructura a la manera que ya lo

hiciera el Coliseo: pilares macizos que sostienen arcos de medio punto, que a su vez

están decorados por pilastras jónicas que sostienen un entablamento ornamental. Los

arcos son grandes ventanales que dan luz al interior. Para romper la monotonía de

cientos de metros con esta estructura, la base y este primer piso se adelantan de vez en

Griselia C. Vizuete Linares Página 80

cuando creando terrazas a modo de palco donde se refuerza el decorativismo con

columnas exentas y esculturas coronando el entablamento.

- El siguiente piso, el ático, es el más bajo, con ventanas rectangulares y una estructura

balaustrada que lo remata a modo de crestería, que sirve de base a una decoración

escultórica de jarrones y trofeos.

El arquitecto Le Brun fue el encargado de decorar lujosamente los interiores del palacio. Se

pretendió acentuar el lujo con un derroche de materiales y objetos preciosistas. Las

remodelaciones del siglo XVIII en estilo rococó fueron añadiendo más excesos ornamentales,

trabajos de porcelana y mobiliario recargado.

En la zona pública destaca el Salón de los Espejos, antigua terraza que daba al jardín, cubierta y

cerrada por Mansart. Es un espacio alargado de 75 metros, una sala de fiestas y de recepción.

Todo está dispuesto para crear sensaciones y sorpresas en quien la recorre: asombrarse por el

lujo de todo lo que le rodea (dorados, cristalería, esculturas, mármoles rojos…); descubrir el

espacio ilusorio que agranda la estancia con los espejos y que refleja la luz del jardín; admirar

las vistas del parque que se pierde en la lejanía; comprender la grandeza militar de Francia a

través de la victorias de Luis XIV que se narran en las bóvedas…

También es notable la capilla real, construida por Mansart en 1710, como un escenario

grandioso donde se representaba los actos religiosos que el rey avalaba con su presencia desde

la tribuna. Los espacios privados: habitaciones de la familia real son de menor tamaño pero no

exentas de un lujo desenfrenado.

El parque fue diseñado por André Le Notre, que convirtió el bosque en una especie de

arquitectura de planos geométricos, creando un modelo de jardín, copiado durante siglos

después por todos los monarcas europeos. En estos jardines el Rey Sol daba sus fiestas

cortesanas entre parterres geométricos, fuentes, cascadas, estatuas, cuevas y construcciones

menores. Todo en este jardín responde a un plan simbólico y a esquema racionales de simetría y

orden. El palacio de Versalles sirvió con creces para exaltar el inmenso poder del régimen

absolutista y de la hegemonía de Francia en Europa. Versalles estableció una nueva concepción

de urbanismo abierto, que está en contacto con la naturaleza, siendo el modelo a seguir por la

arquitectura palaciega de toda Europa. En España se hizo sentir con fuerza en construcciones

como el Palacio Real de Madrid, el Palacio de la Granja de Segovia o el Palacio de Aranjuez

en Madrid.

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Iglesia de San Carlo Borromeo

La Iglesia de san Carlos Borromeo es una iglesia barroca situada

en la parte sur de Karlsplatz, en Viena(Austria). Durante la fuerte

epidemia de peste que azotó Viena en 1713 y que se cobró la vida

de unas 8.000 personas, el emperador Carlos VI prometió que, tan

pronto, como la ciudad se viera libre de esta calamidad, levantaría

un templo dedicado a San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y

héroe de la epidemia de peste de 1576. Al año siguiente de la epidemia se anunció un concurso

para el proyecto de la iglesia que fue adjudicado a Johann Bernhard Fischer von Erlach. Los

fondos que permitieron sufragar la construcción de la iglesia fueron aportados forzosamente por

los judíos de Viena. La iglesia es un símbolo de poder religioso y político de la dinastía imperial

de los Habsburgo. Las obras se iniciaron en 1716, y tras la muerte del arquitecto en 1723,

las obras fueron continuadas, hasta su terminación en 1737, por su hijo Joseph Emanuel

Fischer von Erlach.

La iglesia constituye una obra maestra del eclecticismo barroco, en el que se combinan

diferentes estilos: la fachada central representa un pórtico griego, las columnas a su lado

son de inspiración barroca y sobre la entrada domina una gigantesca cúpula. Los dos

pabellones laterales muestran influencias del barroco romano y decoración oriental. El

edificio tiene una altura de 80 metros por unos 60 de ancho y constituye el segundo

templo más amplio de la capital después de la catedral de San Esteban.

En el exterior destaca el frontis en el que se incluyen las dos columnas citadas, con

relieves que muestran periodos de la vida de San Carlos Borromeo. Están inspiradas en

la columna Trajana de Roma y su decoración espiral presenta escenas de la vida de San

Carlos Borromeo. El tema que se representa en la columna izquierda es la

constancia y el valor en la de la derecha. En el frontón se encuentran relieves obra de

Giovanni Stanetti, que describen los sufrimientos de la ciudad durante la peste de 1713,

la estatua del santo patrón corona el frontón. La escalera de la entrada se encuentra

flanqueada por ángeles que representan el antiguo y el nuevo testamento.

El interior alberga tallas y retablos realizados por los artistas más famosos de la época

como Daniel Gran y Altomonte. Destaca la cúpula en la que se pueden contemplar

un fresco pintado por Johann Michael Rottmayr de Salzburgo, realizado entre 1725 y

1730, denominado "La apoteosis de san Carlos Borromeo" y que sería el último

encargo que cumplió el artista. En él se representa la intercesión de Carlos Borromeo,

con el apoyo de la Virgen María, y en torno a ellos las virtudes cardinales.

El altar mayor en el que participaron Alberto Camesina y Maximilian Brokoff, presenta

un relieve de estuco con San Carlos sobre una nube, ascendiendo a los cielos. Los

pabellones que conducen a las entradas laterales tienen decoración de influencia china.

Los frescos de las capillas laterales fueron pintados por Daniel Gran.

Griselia C. Vizuete Linares Página 82

Catedral de San Pablo

Las postrimerías del S. XVII constituyeron un

momento de verdadero esplendor de la arquitectura

católica, cuya apuesta por la propaganda artística a

partir del Concilio de Trento había dado sus frutos.

Tanto es así que los países protestantes no pudieron

evitar la influencia de sus logros.

Así ocurre en la Inglaterra de los Estuardo que

miraban con admiración a Francia, al tiempo que

despreciaban los gustos mezquinos y los diseños

menores de los puritanos. Por ello aprovechan la

mejor figura de la época, el arquitecto Christopher

Wren para reconstruir las iglesias de Londres

destruidas por el incendio de 1666, así St. Stephen Walbrook y sobre todo, por ser la catedral

católica, San Pablo.

Su construcción es prácticamente contemporánea a Los Inválidos de París, iglesia con la que

guarda relación porque Wren visitó París cuando se empezaba a proyectar San Pablo. Es más,

allí coincidió también con Bernini, que había sido llamado para realizar un proyecto del futuro

Louvre, que al final no fue aceptado por el rey Luis XIV que contrariamente a lo que todo el

mundo pensaba se decidió por el proyecto de Le Vau, Le Brun y Perrault.

Todo ello explica que San Pablo tenga algo de Los Inválidos y así mismo de influencia romana,

en concreto del Vaticano, que también tiene su influencia en la iglesia francesa.

Pero por desgracia el trabajo de Wren no contó con la suficiente libertad para realizar un

proyecto personal, lo que dio al traste con una obra poco unitaria y forzada en su solución

global. En este sentido puede decirse que el conjunto de la construcción parece tan sólo el digno

pedestal de la parte sin duda principal y mejor resuelta del edificio, su magnífica cúpula.

La fachada dividida en dos pisos y flanqueada por sendas torres, se parece en efecto a la de Los

Inválidos, pero el efecto visual tan esbelto y tan nítido de la cúpula en la iglesia francesa no se

consigue igual en Londres. De tal forma que la visión de la cúpula resulta mucho más

espectacular desde los lados laterales, concretamente desde los lados exteriores coincidentes con

los brazos del crucero, que al ser más cortos y rematados de forma circular permiten contemplar

la cúpula en toda su esbeltez

Dicha cúpula presenta un doble tambor impresionante, que vuelve a recordarnos a Los

Inválidos, aunque en este caso resulte mucho más monumental: El primer cuerpo se resuelve

con una columnata a modo de peristilo, de orden corintio, sobre la que se levanta una

balaustrada que enmascara de manera elegante la diferente anchura del segundo cuerpo. De

todas formas dicha baranda era considerada por el propio Wren una "frivolidad femenina",

aunque la tuvo que colocar contra su voluntad porque los comisionados de la Catedral deseaban

"estar a la moda".

El casquete de la cúpula propiamente dicho presenta dos estructuras, una interna y otra externa,

entre las cuales su autor dispuso un cono intermedio de ladrillo, reforzado por una estructura de

hierro sobre la que descansa la estructura exterior. Ésta se construye en madera y se recubre con

plomo, sirviendo de sostén a la linterna que corona el edificio y que se realiza en piedra.

El interior del edificio es igualmente monumental y majestuoso aunque tampoco se desarrolló

según el plan previsto inicialmente por Wren. Él había diseñado un grandioso edificio de planta

centralizada de forma octogonal que alternaba muros curvos y rectos, precedida por un nártex

de forma ovoide. Pero este proyecto sería sustituido por otro más tradicional, con una gran nave

interrumpida en mitad de su longitud por un crucero destacado en planta, cuya situación, unida

al efecto de la cúpula que lo remata en su centro, consigue una cierta sensación de

centralización espacial. Un perfecto ejemplo por tanto de arquitectura barroca porque no le falta

la ampulosidad, la monumentalidad y el efectismo visual que sobre todo ejerce la cúpula, pero a

pesar de ello, algunos elementos como la rotundidad de la fachada y su traza clasicista anticipan

ya el lenguaje neoclásico que tanto éxito tendrá en la Inglaterra del siglo XVIII.

Griselia C. Vizuete Linares Página 83

Fachada del Monasterio de la Encarnación

Uno de los primeros y más relevantes edificios

levantados en la villa de Madrid en el siglo XVII fue el

monasterio de la Encarnación, ejemplo característico no

sólo de la tipología de las iglesias conventuales

españolas, sino también de la profunda vinculación que

en la España del XVII existió entre el mundo civil y el

eclesiástico, ya que fue fundado por la reina Margarita

de Austria siguiendo la costumbre, tradicional entre la monarquía y la nobleza hispanas, de

patrocinar construcciones religiosas.

Este convento de agustinas recoletas era atribuido a Gómez de Mora hasta que recientes

descubrimientos documentales le han relacionado con el fraile carmelita fray Alberto de la

Madre de Dios (activo entre 1606 y 1633). Este arquitecto, dedicado especialmente a llevar a

cabo obras de su orden, colaboró a partir de 1609 con Francisco de Mora en la villa de Lerma.

Probablemente por esta circunstancia y porque su estilo poseía una clara relación con el de

Mora, fue elegido para realizar las fundaciones de patronazgo real que éste proyectaba cuando

murió. Así debió de suceder con la iglesia de agustinas de Santa Isabel de Madrid, comenzada

en 1611 aunque después reconstruida por Gómez de Mora, y con el propio convento de la

Encarnación. El interior de la iglesia sufrió importantes alteraciones tras el incendio acaecido en

el siglo XVIII, pero la fachada, perfectamente conservada, presenta una evidente dependencia

del modelo creado por Mora en San José de Ávila (1608). El diseño vertical, con tres cuerpos y

rematado por frontón, y el pórtico tripartito así lo demuestran, aunque en esta ocasión la

estructura se desarrolla en un único plano, al igual que en los conventos de Lerma. El ritmo

alterno de elementos decorativos y de espacios llenos y vacíos completa la peculiaridad de este

modelo que se convirtió en el más frecuente y característico de las iglesias conventuales del

XVII español.

Sacristía de la Cartuja de Granada

Ha sido atribuida esta obra a Francisco Hurtado aunque tal

adscripción estilística no se sustenta en criterios sólidos ya que

la línea proyectual del citado arquitecto presenta otro tipo de

características. Pertenece al experimentalismo barroco andaluz

con referencias, aunque sea con brevedad, a la tradición

musulmana, entendida en su modelística lineal y abstracta. En

el diseño del sagrario cartujano se manifiesta una idea

renovadora del elemento y control geométrico y se consagra

una opción, en la que la máscara ornamental desplaza a

cualquier consideración estructuralista. El repertorio

decorativo vino a ser una subversión del lenguaje clásico, y su

exaltación supone un nuevo uso de las órdenes y de las

proporciones, lo cual se entremezcla con una serie de citas de la cultura rococó del momento. En

esta obra se permite la formulación de una interesante opción figurativa que enriquece la

tradición barroca vernácula. Sobre un zócalo de mármol rojo veteado, parten las potentes

pilastras con las que se articula el perímetro del recinto, recubierto por una sucesión de

molduras mixtilíneas de ritmo quebrado y ascensional, sometido a un estudio meditado de la luz

y la sombra en contraste.

Griselia C. Vizuete Linares Página 84

Fachada del Obradoiro

Se trata de un modelo de fachada normanda o en H,

con dos torres en los extremos y un cuerpo central

dividido en tres pisos y tres calles, siendo las

laterales la mitad que la central. En general podemos

observar una tendencia a la verticalidad.

El material es la piedra de granito (típica en la zona)

tallado en sillares.

Los elementos constructivos visibles son pilastras

acanaladas (especialmente en las torres) y columnas

exentas corintias de orden gigante en el cuerpo

central. Sobre ellos se voltean arcos de medio punto, siendo separados los cuerpos por medio

de entablamentos (en la parte central – abajo - duplicados, pues las columnas disponen de dado

brunellesquiano). Mientras en las torres predomina el muro, en la zona central posee más

importancia el vano.

La decoración es abundante, pudiéndose hablar de horror vacui. Además de la puramente

constructiva (columnas, pilastras, entablamentos, frontones rotos en la zona central o

balaustradas en las torres) es fundamentalmente geométrica (placas recortadas en formas de

volutas) y vegetal (en relieve sobre el propio muro), a la que se añade otra de carácter

figurativo (esculturas exentas y tondos en relieve). Aunque sea difícilmente apreciable en la

fotografía, en la calle central aparece el apóstol Santiago representado con los símbolos del

peregrino, al que está dedicada la catedral.

La importancia de la luz es considerable, al encontrarnos con una fachada muy articulada por

los elementos constructivos (pilastras acanaladas, aletones y pequeñas cúpulas en las torres,

columnas exentas que avanzan hacia el espectador en la zona central) y por la decoración

escultórica.

La fachada sirve como pantalla de la obra románica (de ahí su forma normanda), dejándonos

ver sus tres naves a través de las tres puertas de la zona central, siendo la más grande de ellas la

dedicada a la central. Su relación con el entorno se realiza a través de una escalera de doble

rampa que salva el desnivel que ocupa la cripta románica. Aunque no sea visible en la

fotografía, la fachada se abre ante una gran plaza rectangular que sirve como núcleo de la

ciudad.

Como fue típico en el siglo XVIII español nos encontramos con una actuación

fundamentalmente decorativa más que puramente arquitectónica, remozando la fachada

románica planificada por el Maestro Mateo a fin de adaptarla al gusto barroco (protegiendo, por

otra parte, su famoso Pórtico de la Gloria que se encuentra tras el gran vano de la entrada). De

esta manera, las formas arquitectónicas son recubiertas, sin variar básicamente su estructura,

con una profusa decoración. (En el mismo sentido se encuentran el transparente de la Catedral

de Toledo o la fachada de la Catedral de Valencia, ejemplos de remozamiento barroco que, por

la falta de presupuesto, redecora ciertos monumentos antiguos).

Griselia C. Vizuete Linares Página 85

Respecto a la obra en concreto que analizamos, dichas actuaciones se habían iniciado en el siglo

anterior con Peña de Toro o Domingo de Andrade, que en la Torre del Reloj, entre otras, aplica

una forma de hacer que será continuada en esta fachada del Obradoiro (pilastras acanaladas,

placas recortadas, decoración vegetal, pequeñas cúpulas...). Con ellas se iniciaba un

profundo corte con la tradición anterior todavía muy dependiente del estilo herreriano (Gómez

de Mora o el Padre Bautista, de los que aún quedan piramidiones rematando los distintos

cuerpos de la torre) para buscar una mayor decoración y un muro mucho más articulado que

será constante (y cada vez más exagerado) durante el siglo XVIII (Marqués de Dos Aguas o las

obras de Churriguera en Salamanca o de Ribera en Madrid, como la fachada del Hospicio) hasta

llegar al rococó de algunas obras andaluzas (Sagrario de la Cartuja de Granada).

Respecto a su significación artística, la fachada (además de por la decoración o articulación ya

citada) pertenece al mundo barroco por otros aspectos, en especial por su manera grandiosa y

espectacular de presentar el hecho religioso (la peregrinación en concreto) que aquí se une a la

autoridad real (durante el siglo XVII se define a Santiago como patrón de la nación. En la propia

fachada, sobre su gran arco, se encuentra esculpido un escudo real).

Para conseguir este efecto grandilocuente la fachada se coloca en una gran plaza que sirve como

verdadero escenario teatral en donde celebrar numerosos acontecimientos religiosos en honor a

Santiago y sirve de perfecto telón de fondo al peregrino que se acercará a ella e incluso la verá

desde varios kilómetros de distancia (Monte do Gozo), envolviendo el final de su experiencia

religiosa (peregrinación) en un ambiente verdaderamente espectacular muy lejano del

antropocentrismo del Renacimiento, sobre todo cuando ascienda por la escalinata y la fachada

casi se desplome ópticamente sobre él como un verdadero símbolo del poder de la iglesia. (De

la misma manera estaría funcionando la plaza del Vaticano de Roma).

Griselia C. Vizuete Linares Página 86

Baldaquino de San Pedro

La Obra que a continuación vamos a comentar recibe el

nombre de Baldaquino y se encuentra en la basílica de

San Pedro del Vaticano. Fue realizado

por Gian Lorenzo Bernini entre 1624 y 1633.

A medio camino entre la arquitectura y la escultura, el

baldaquino diseñado por Bernini para situarlo justo en el

crucero de la basílica de San Pedro del Vaticano, bajo la

cúpula diseñada por Miguel Ángel y sobre la tumba del

apóstol San Pedro, se trata de un enorme dosel que

resalta el altar a la manera de los ciborios de las

iglesias paleocristianas, Realizado en bronce negro,

dorado y mármol, se levanta sobre cuatro enormes

columnas salomónicas, esto es, de fustes helicoidales

decorados con anillas y hojas que parecen trepar por los

mismos, y se rematan en capiteles de orden compuestos.

Sobre éstos descansan unos entablamentos partidos que

sostienen un techo del que penden, también en bronce,

pendones con el emblema de la familia Borghese, a la

que pertenece el papa Urbano VIII, mecenas de la Obra. De las cuatro esquinas partes

cuatro volutas ascendentes que se unen para rematar el conjunto una bola del mundo dorada

sobre la que se asienta una cruz. A los elementos puramente arquitectónicos se suman esculturas

de ángeles en las cuatro esquinas así como ángeles niños sobre los doseles que portan los

atributos del poder papal, la tiara y las llaves.

Los materiales empleados son mármol para las bases sobre las que se levanta el conjunto y

bronce negro y dorado. Cabe destacar la búsqueda por parte del autor de los contrastes tan del

gusto barroco; contrastes visibles tanto entre las líneas movidas y ascendentes de la columna

salomónica frente a las pilastras clásicas de la basílica, de líneas rectas, como entre el color

negro y dorado del bronce en contraposición al mármol blanco del edificio.

Como ya hemos mencionado nos encontramos ante un monumento donde se mezclan los

elementos arquitectónicos con los escultóricos y cuya finalidad no es sólo resaltar el altar

situado en el crucero así como el lugar donde se encuentra enterrado San Pedro, sino que hay

que ver en este monumento una exaltación del poder papal así como un manifiesto del nuevo

arte barroco. En efecto, en una Europa donde el cristianismo se había dividido y el

protestantismo denunciaba la autoridad papal como un poder meramente terrenal, la Iglesia

Católica ve en el nuevo estilo artístico una posibilidad de hacer propaganda de todos los dogmas

rechazados por los protestantes y reivindicar el poder del Papa como un poder legítimo

otorgado directamente por Cristo a través de San Pedro, considerado el primer pontífice y sobre

cuya tumba se levanta el monumento. Así los ángeles que portan los atributos del poder papal,

la representación del Espíritu Santo sobre el techo del monumento y la cruz que reina sobre el

globo terráqueo corroboran esta idea del origen divino del poder papal. Así mismo, además del

deseo de exaltación del poder pontificio y de resaltar lo sagrado del espacio donde se sitúa, hay

que ver en este monumento un deseo más mundano de perpetuar la gloria personal y familiar

como queda patente en la presencia del escudo de la familia Borghese en el monumento.

Hay que ver en esta impresionante Obra de Bernini todo un manifiesto del nuevo estilo barroco

y de su búsqueda del movimiento, el contraste, la teatralidad y la impresión en el espectador

como elementos al servicio de una causa que en este caso es la exaltación del poder del Papa y

de la Iglesia Católica.

Griselia C. Vizuete Linares Página 87

Cátedra de San Pedro La obra que vamos a comentar se trata de un monumento

encargado por empapa Alejandro VII y realizado entre

1657 y 1666 por Gian Lorenzo Bernini y que recibe el

nombre de Cátedra de San Pedro. Situado en el ábside

central de la basílica de San Pedro del Vaticano es una de

las obras más representativas de la escultura barroca.

Esta obra se trata de un monumento realizado en mármol,

bronce, bronce dorado, estuco dorado y vidriera. Fue

construido tras el altar, en el ábside central, para acoger la

supuesta reliquia de la silla de San Pedro. La reliquia se

encaja en una silla de bronce elevada, para ser vista por

encima del altar, flanqueada por cuatro doctores de la

Iglesia latina y griega. La silla queda unida por bucles y parece elevarse sobre nubes doradas

que contribuyen a acentuar el efecto de liviandad. Sobre ella unos ángeles portan la tiara

pontificia mientras que encima de ellos se rompió la pared para abrir una ventana y encajar una

vidriera que representa al Espíritu Santo. Ésta aparece rodeada de rayos dorados y ángeles que

crean un efecto de gran teatralidad y monumentalidad.

Encargada por el papa Alejandro VII, esta obra fue concebida como un elemento de propaganda

del poder papal. La extensión del protestantismo, suponía la pérdida de poder real del papado

que veía la necesidad de reivindicar su legitimidad como sucesor de San Pedro, quien había

recibido el poder directamente de Cristo (“sobre ti construiré mi Iglesia”). Los abusos del

papado y la corrupción habían provocado la aparición del protestantismo que negaba esta

legitimidad acusando al papado de ser un poder meramente terrenal... Mediante este monumento

Bernini recurre a distintos efectos teatrales como la vidriera con el espíritu santo o Los ángeles

que portan la corona papal para aludir al carácter sagrado de dicha institución, directamente

inspirada por Dios. Así mismo, la cátedra o silla se apoya sobre cuatro doctores de la Iglesia, es

decir además de la inspiración divina, el papado se apoya sobre la tradición y la sabiduría de los

doctores o padres de la Iglesia. Por lo tanto la legitimidad del papado estaría justificada en su

origen divino, el papa es el sucesor de San Pedro y por lo tanto el representante de Cristo

inspirado por el Espíritu Santo, y en la tradición mantenida durante más de mil años.

Por otro lado, la situación de la cátedra al fondo de la nave central, detrás del baldaquino y del

altar mayor, creaba un nuevo foco de atención, acentuaba la nave central, convertida en cruz

latina tras la modificación de la planta por Maderno, y contribuía a convertir el vaticano en un

gran elemento de propaganda del poder papal frente al protestantismo.

El uso de materiales diversos (mármol, estuco, bronce, vidriera), la policromía, la teatralidad y

la magnificencia convierten a la Cátedra de San Pedro en uno de los monumentos más

representativos del barroco.

Griselia C. Vizuete Linares Página 88

Éxtasis de Santa Teresa

Grupo escultórico realizado en mármol blanco

por Bernini entre 1645 y 1652 para la Capilla

Cornaro de Santa María de la Victoria de

Roma.

La obra representa el éxtasis o

transverberación de Santa Teresa basado

en sus propios escritos. Según ellos, en un

arrebato místico, sintió cómo un ángel se le

aparecía en sueños y le atravesaba el pecho con

una flecha de amor divino que le provocó una

sensación de dolor y gozo simultáneo que la dejó desfallecida y suspendida en el aire, levitando

sobre las nubes.

El tema es típico del Barroco, tanto por su idea propagandística y visual de la emociones

religiosas, como por su actualidad, pues Santa Teresa había sido canonizada en 1622 (en este

tiempo la Iglesia, adoptando una postura triunfante, prodiga las canonizaciones). Bernini, como

otros autores, se hace eco del hecho y, utilizando la propia bula, crea una nueva iconografía en

donde buscará transmitir, de forma emocional, el concepto abstracto del éxtasis para hacerlo

entendible por el pueblo.

La obra supera propiamente lo escultórico para convertirse en un verdadero escenario en donde

se mezcla arquitectura, escultura, pintura y luz. La capilla, de forma cuadrada, tiene en sus dos

paredes laterales sendos relieves que representan a miembros de la familia Cornaro. Se asoman

a una especie de palco teatral desde el cual observan el milagro.

Al fondo se encuentra el grupo principal, encerrado en un altar de formas curvilíneas. Sobre él

se encuentra, pintado y con nubes de estuco, una representación de la Gloria en la que se abre un

gran ventanal que derrama luz cenital sobre la capilla. El espectador entra, de esta manera,

dentro de la obra, es rodeado e incluido en ella, tomando un papel activo. Bernini concibió todo

el conjunto desde ese punto ideal que ocuparía el fiel, controlando de esta manera su visión.

El material de la escultura es mármol tallado con postizos (varas de madera dorada).

En lo que se refiere al grupo central, el autor consigue transmitirle un fuerte dinamismo a través

del cruce de diagonales, formando un aspa. Se puede observar la línea imaginaria que va desde

la cabeza del ángel hasta el pie de la santa, cruzándose con otra generada por el cuerpo

recostado de Santa Teresa. Globalmente resulta un grupo abierto en el que el movimiento del

ropaje contribuye a transmitir la agitación del momento, acentuada, además, por la sensación de

inestabilidad provocada por la falta de apoyo de los personajes, suspendidos en el aire.

Además de todo lo ya dicho, es importante comprobar la sensación de movimiento que genera

la actitud del ángel que, con su flecha, mirada, y el gesto de levantar el ropaje, nos lleva en la

dirección de la acción, hacia el cuerpo de la santa.

El modelado, como era habitual en Bernini, juega un importante papel en la escultura, siendo la

luz controlada. Dirigida desde la zona superior (luz cenital), se derrama y envuelve toda la

escena, creando una verdadera sensación de aparición milagrosa al espectador. En función suya

se colocan los rayos de madera dorada que acentúan lo anterior, sirviendo, además, como

simbolismo de lo divino.

Por otra parte, esta luz incide y resalta la superficie sumamente quebrada de paños y nubes,

salpicando la composición de zonas de sombras que contrastan con otras de intensa vibración

lumínica. Su relación crea un intenso pictoricismo que huye de lo volumétrico a favor de

aspectos visuales.

Bernini consigue en esta obra llegar a un verdadero virtuosismo a la hora de tratar las distintas

superficies esculpidas, dándonos un verdadero muestrario de texturas, blandas en las carnes,

duras y lisas en los ropajes de la santa, sutiles y pegadas al cuerpo en los del ángel, rugosas en

las nubes... Esta diferenciación de texturas la realiza a través de un mayor o menor pulido de las

superficies, lo cual influye en el comportamiento que tendrá el material frente a la luz,

absorbiéndola en sus irregularidades (nubes) o haciéndola rebotar en las zonas más acabadas

(carne). De esta manera el material se vuelve dúctil, llevando la técnica de su admirado Miguel

Griselia C. Vizuete Linares Página 89

Ángel hasta un punto de difícil superación. Dado el tema, un éxtasis, y la intención de

comunicación del estado anímico, la expresión cobra en la escultura una profunda importancia.

Bernini logra, a través de diversos recursos, transmitir los sentimientos expresados por la santa.

Por una parte, el rostro, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, unido al estado de desmayo

lánguido que nos revela la mano, están inspirados directamente en gestos del amor

físico, cargando de un fuerte erotismo la escena. Se intenta, de esta manera, traducir al

espectador las sensaciones del éxtasis, como también era frecuente en gran parte de

la literatura mística (San Juan de la Cruz).

Frente a este estado de pérdida, la fuerte expresividad de los paños flotantes de la santa consigue

comunicar de forma plástica la turbación y agitación del momento, haciendo desaparecer bajo

ellos el cuerpo, como si su corporeidad, en este momento cumbre, se deshiciera en un puro

temblor.

En contraste con su fuerte expresividad, el ángel, su mirada y gestos suaves, sus paños de

pliegues finos, ofrecen el conveniente contrapunto de serenidad que acentúa, aún más, el estado

de la santa.

En esta obra logra Bernini uno de los más acabados y representativos ejemplos del arte

barroco, entendiéndolo desde su punto de vista más emocional y propagandístico de la nueva

religión contrarreformista.

Por una parte, rompe con la tradicional separación de las artes, utilizando y entremezclando

distintas técnicas (pintura, escultura, arquitectura, iluminación) con el objetivo de crear, más que

una obra aislada, un verdadero ambiente en donde sumergir al fiel, como si se tratara de un

teatro.

Este carácter escenográfico juega un importante papel en el autor y su tiempo, utilizándolo

como fórmula de acercamiento y convencimiento al fiel, de la misma manera que se realizaba

en los grandes techos pintados por Pozzo que convertían a la iglesia en un escenario de lo

milagroso y sobrenatural.

Por otra, en Bernini siempre se advierte una fuerte tendencia por dirigir la mirada del

espectador, haciéndole moverse por recorridos planificados que den un punto de vista concreto

y querido por el autor en donde todas las cualidades plásticas de la obra son las más adecuadas.

Semejante técnica utiliza en sus actuaciones urbanísticas, como la Plaza del Vaticano. La obra

artística, para un mejor cumplimiento de sus fines, se piensa y realiza en función de quien la

contempla, alejándose del carácter autónomo de la escultura del Renacimiento.

En relación con esta característica, y siendo fundamental a la hora de dar emociones y

convencer, Bernini controla y dirige la luz que hace desaparecer las fronteras entre las distintas

artes para generar el ambiente ya citado (como ya vimos en San Andrés del Quirinal). Común

en la época, piénsese en Caravaggio, su luz no busca, sin embargo, contrastes excesivos. Por el

contrario, Bernini no le da la importancia central en la obra, y prefiere una luz suave y cenital

que busca efectos pictóricos en sus esculturas, salpicándolas de claroscuros.

Por último, y en relación con lo anterior, la propia elección del tema y el momento representado

son sumamente significativas. El éxtasis y otros estados de tensión y cambio son bastante

frecuentes en su obra, como puede observarse en una de sus últimas producciones, la escultura

de la beata Albertoni. En todos ellos busca la representación del momento de mayor tensión en

donde los conflictos se encuentran en plena efervescencia. Esta instantaneidad le permite forzar

al máximo la expresividad y dotar a sus esculturas de unas emociones llevadas al límite.

Griselia C. Vizuete Linares Página 90

Crucifixión de San Pedro

Nos hallamos ante una de las obras maestras del

barroco italiano. Se trata de un óleo sobre lienzo de

grandes dimensiones.

El dibujo queda desleído al fundirse las formas de

algunos personajes con el negro intenso del fondo.

Los colores adquieren un protagonismo especial. Toda

la composición está compuesta a base de colores

cálidos que magnifican la proximidad física de la

escena y nos sumerge en la acción.

La luz, procedente de un único foco, se concentra,

como es tan característico en el barroco, en la figura

central. Entretanto, todo aquello que queda fuera del

alcance de la luz directa se funde en la más profunda

sombra que alcanza el negro puro. Ésta es la técnica,

tan propia de Caravaggio, conocida como Tenebrismo.

Dado que toda la composición se centra en una escena próxima, no podemos apreciar la

perspectiva aérea. Sin embargo, el brazo de San Pedro se acerca a nosotros en un ligero escorzo

que también nos remite al Barroco.

La disposición espacial de los personajes en el lienzo presenta una disposición en forma de aspa.

Dos marcadas diagonales se cruzan en un punto central ligeramente desplazado hacia la

izquierda. Las composiciones que cuentan con diagonales transmiten una intensa sensación de

dinamismo y ésta es una característica propia del Barroco.

El tema está concebido, como es característico del barroco, con un intenso dramatismo

acentuado por la disposición de la luz y la tensión de la musculatura de los sayones y lo forzado

de las posturas de todos los personajes.

Todo lo dicho nos lleva a asegurar que la presente obra es “La crucifixión de San Pedro” de

Caravaggio y está encuadrada dentro del tenebrismo barroco de principio del siglo XVII.

El siglo XVII es un siglo de crisis para la iglesia que no acaba de superar la Reforma. En una

acusada huída hacia delante, el Vaticano emprende una carrera constructiva para reforzar su

imagen de poder. La ciudad de Roma es escenario de esta demostración de poderío. Se

construyen docenas de templos y son reformados otros tantos. La utilización de materiales más

pobres de los habituales debido a la profunda crisis económica no parece disuadir a los papas de

este siglo en su fiebre edilicia. El propio Vaticano es concluido con una fachada

sobredimensionada y una espectacular columnata de forma elíptica que parece representar un

simbólico abrazo de la Iglesia de San Pedro a sus fieles.

En países como España e Italia, los temas religiosos constituyen el grueso de los encargos y la

Iglesia es el principal mecenas del arte barroco en ambos países.

Griselia C. Vizuete Linares Página 91

La Vocación de San Mateo La obra que vamos a comentar se trata de una

pintura al óleo sobre lienzo realizada en 1599

por Michelangelo Merisi, conocido por su

localidad natal como Caravaggio (1573-

1610). Esta obra forma parte de un conjunto

integrados por otras dos que narran la

vocación, San Mateo escribiendo el

Evangelio y el martirio del santo realizada

para decorar la capilla Contarelli de la iglesia

de San Luis de los Franceses en Roma.

Caravaggio es uno de los precursores del

nuevo estilo barroco en la pintura que rompe

con la tradición renacentista y manierista

anterior. Su vida y obra vendrá marcado por

la polémica, la primera por su temperamento violento que le lleva a matar a una persona y a

tener que huir de Roma pasando por Nápoles y Malta, de donde también tendrá que huir, para

morir finalmente en una playa camino de Roma en 1610; la segunda por su gusto por el crudo

naturalismo que, si bien conecta con la sensibilidad del pueblo, sin embargo, su arte es

considerado en muchas ocasiones indecoroso e inapropiado para representar temas sagrados.

Realizado en óleo sobre lienzo ya hemos comentado que esta obra conforma junto a otras dos

que se encuentran en la misma capilla un ciclo sobre la vida y muerte de San Mateo. En esta

obra Caravaggio representa el momento en el que el futuro apóstol y santo se encuentra,

acompañado de otros hombres, contando las monedas que han recaudado. La acción es

interrumpida por la entrada de Cristo acompañado de San Pedro. Cristo alarga el brazo

señalando a mateo quien inmediatamente percibe el sentido de la llamada de Cristo, no así sus

compañeros de mesa entre quiénes unos miran sorprendidos a los dos hombres que acaban de

entrar, sin comprender el significado del gesto, mientras otros dos permanecen enfrascados en

su tarea recaudatoria ajenos a la acción que se está desarrollando.

Caravaggio sitúa la escena en un interior lógrebo, tan sólo iluminado por el foco de luz dorada

que penetra violentamente desde el ángulo superior derecho incidiendo en los personajes. Éstos,

vestidos de manera anacrónica a la manera de finales del siglo XVII aparecen modelados por la

luz que incide creando fuertes contrastes de luces y sombras, tenebrismo, moldeando los

cuerpos. Se trata de auténticos retratos y cabe mencionar la conexión psicológica que se

establece a través de los gestos de las manos entre Cristo, cuyo gesto recuerda a Dios Padre de

la Capilla Sixtina en la Creación de Adán, y San Mateo.

Caravaggio se aleja de la representación formal que hasta el momento se había realizado de los

temas sagrados y los sitúa en un interior que bien podría pasar por una taberna u oficia de

recaudación de impuestos. Los personajes son gente de la calle que se reúne en una mesa para

repartir las ganancias y tan solo un casi imperceptible halo luminoso rodea la cabeza de Cristo

para indicarnos su divinidad. Las piernas cruzadas bajo la mesa, el personaje de espalda al

espectador y la espada que lleva al cinto marcan líneas diagonales que dan movimiento a una

escena excesivamente estática.

A pesar de la cotidianeidad con que se representa la escena, cabe realizar una lectura teológica

de la misma identificando la luz con la entrada de Cristo a un lugar donde dominaba las sombras

del pecado. Así mismo, el pintor muestra las dos actitudes diferenciadas que se pueden tener

antes la llamada de Cristo: la de Mateo, quien recibe la llamada y reacciona ante ella, y quienes,

cegados por el dinero y la vida material desoyen la llamada de Cristo y se condena.

Sin embargo, a pesar de esta interpretación de la obra de Caravaggio, su arte fue rechazado por

las altas instituciones eclesiásticas al considerar que sus cuadros no invitaban a la devoción ni a

la oración.

A pesar de su temprana muerte, Caravaggio marcó el sendero que debía recorrer la nueva

pintura barroca, alejada del idealismo renacentista y centrado en el realismo más absoluto y un

Griselia C. Vizuete Linares Página 92

tratamiento de la luz, conocido como tenebrismo, que habría de influir poderosamente en la obra

de grandes pintores que le siguieron como Rubens, Rembrandt, Ribera, Murillo o Velázquez.

La muerte de la Virgen

TEMA: Religioso. La Virgen, madre de Cristo acaba de morir. Los

apóstoles y María Magdalena la acompañan y

sufren. Descripción: La Virgen en su lecho de muerte ,

un catre, aparece con una vestimenta roja, los

pies descalzos, el pelo alborotado, sus manos

inertes, el cuerpo hinchado y una finísima

aureola divina sobre su cabeza. Junto a ella

encontramos a María Magdalena, que

desconsolada apoya su cabeza sobre las

rodillas. A su lado vemos un cuenco metálico

(palangana) con el que limpió el cuerpo de María. Los apóstoles descalzos, muestran diferentes

actitudes frente a esa muerte, San Juan erguido reflexiona, otros sollozan, secan sus lágrimas u

ocultan sus ojos, como muestra de dolor. Toda la escena se desarrolla en una estancia austera,

oscura, de cuyo techo cae un denso telón rojo.

Es un lienzo de gran tamaño representando la muerte de la Virgen María. Era un tema debatido

y no resuelto por la doctrina católica. Este cuadro se realizó en un tiempo en que el dogma de

la Asunción de María no se había enunciado formalmente ex cátedra por el papa. Aunque su

asunción en cuerpo y alma sea un dogma, no hay evidencia documental en relación con la

muerte de la Virgen. Cómo murió no es un dogma. Algunos imaginaron una dormición post-

mortem como un momento en el que Dios resucitó su cuerpo no pútrido y lo llevó al cielo.

Otros señalaron que no sintió dolor ni enfermedad, ni miedo por la muerte, pues murió sin

pecado, y que ella fue asumpta en cuerpo sano y alma antes de la muerte.

La pintura recuerda al Entierro de Cristo en el Vaticano en cuanto a su tamaño, sobriedad y el

naturalismo fotográfico. Su naturalismo es típico de la Contrarreforma.

Las figuras casi tienen tamaño real. El centro de atención del cuadro es la figura de la Virgen

María, representada de manera muy parecida a una mujer del pueblo, sin atributos místicos,

evidenciándose su santidad sólo en el halo. Por otro lado, la María de Caravaggio sí está muerta;

sus pies, hinchados. No hay una nube de querubines llevándola al cielo como hizo una década

antes Carracci en la Capilla Cerasi. No representa una asunción sino su muerte, con la mano

apuntando al suelo. Si sintió dolor o no es algo que no se sabe, pero queda claro que es víctima

de una enfermedad. Sus contemporáneos acusaron a Caravaggio de usar como modelo de la

Virgen a una prostituta.

Alrededor de la Virgen se encuentran María Magdalena y los Apóstoles. En primer plano, María

Magdalena llora sentada en una simple silla, con la cabeza entre las manos. Los Apóstoles, a su

alrededor, también se muestran entristecidos, pero no mediante expresiones exageradamente

emotivas, sino ocultando los rostros. Caravaggio, maestro de los lienzos oscuros y tenebristas,

no está interesado en un ejercicio manierista que capte la variedad de emociones. De alguna

forma este es un dolor silencioso, no una llamada a los plañideros. Los gemidos discurren en un

silencio emocional sin rostro. El hombre mayor a la izquierda puede ser san Pedro, y el que se

arrodilla, a su lado, quizá sea Juan el Evangelista.

La escena transcurre en un ambiente humilde. Los colores son muy oscuros, con los únicos

toques luminosos del rojo de la ropa de la muerta y un gran telón rojo que pende por la parte

superior del lienzo, motivo usual en un cuadro fúnebre. Es prácticamente el único elemento de

una escenografía pobre.

Nada hay en este cuadro que revele la naturaleza sagrada de su tema. Su tratamiento es

naturalista, incluso brutal y de gran crudeza, lo que motivó su rechazo. Para comprender el

cuadro se ha de tener presente que Caravaggio estaba próximo a las posiciones pauperísticas de

Griselia C. Vizuete Linares Página 93

muchos movimientos religiosos contemporáneos, como los Oratorianos, sus

variantes iconográficas fueron realizadas teniendo presente las exigencias devocionales de estos

movimientos: la Virgen es retratada como una joven, porque representa alegóricamente la

Iglesia inmortal, mientras que el vientre hinchado, simboliza la gracia divina de la que está

"grávida". Algunos consideran inadecuado este último particular, nace la leyenda de que el

artista se inspiró en una prostituta ahogada en el río Tiber.

Se trata de una obra trascendental dentro de la historia de la pintura. El tema sagrado se ha

despojado de todo manierismo e irrealidad. Los personajes se representan según modelos del

natural, personas del pueblo, y se iluminan de manera tenebrista. Representa de manera realista

el dolor de la pérdida de un ser querido. En este sentido, se acerca al tratamiento que pintores de

la Reforma como Rembrandt dieron a los temas religiosos.

Las Meninas

La Obra que a continuación vamos a comentar es "La

Familia de Felipe IV", más conocido desde el siglo XIX

por el sobrenombre de "Las Meninas", óleo sobre lienzo,

pintado en 1656 por el pintor barroco Diego de Silva y

Velázquez.

Como hemos comentado nos encontramos ante un óleo

sobre lienzo de grandes dimensiones. El tema representado

es muy simple reflejando una escena común de Palacio en

el que la infanta doña Margarita, acompañada de su corte

de Damas, que reciben el nombre de Meninas, bufones y

otros personajes de la corte visitan el estudio del pintor

Velázquez en Palacio, donde se encuentra éste frente a un

lienzo retratando a los reyes, Felipe IV y Mariana de

Austria, reflejados en el espejo de la pared del fondo.

Velázquez logra reflejar con extraordinaria maestría una

escena de movimiento paralizado, que, como si de una cámara fotográfica se tratase, ha dejado

inmortalizado un instante fugaz visible en las distintas actitudes de los personajes: el bufón

Nicolás Pertusato jugando a poner el pie sobre el lomo del perro, la menina María Agustina

Sarmiento acercando la bandeja con una jarra con agua a la infanta, la mirada atenta del pintor a

sus modelos mientras los retrata, la conversación de los personajes del fondo y la entrada del

aposentador José Nieto por la puerta del fondo. Todo parece ser fruto del azar aunque nada se

debe a tal y sí, posiblemente, a muchas horas de estudio de la composición.

La escena se desarrolla dentro de una habitación amplia iluminada por dos focos de luz, uno

situado en primer término que entra por una ventana lateral a la derecha del espectador y el

segundo se cuela a través de la puerta abierta del fondo. Los personajes se disponen en distintos

planos de profundidad de manera que en el plano más próximo al espectador se sitúan dos

bufones y un perro, en el intermedio la infanta, ocupando el centro del cuadro, y sus doncellas o

meninas a ambos lados, justo detrás el pintor y un poco más alejado un grupo formado por dos

personas de la corte mientras que en el fondo, justo en el punto de fuga, se sitúa José Nieto,

aposentador de Palacio, quien se ve a través de una puerta descendiendo por una escalera para

acceder a la estancia. El espejo del fondo nos abre un último plano ficticio donde se sitúan los

reyes y que estaría delante de los personajes del cuadro, justo en el lugar ocupado por el

espectador.

Toda la estancia aparece bañada por la luz que parece rodear a los personajes dando muestras

Velázquez en esta obra de su dominio de la perspectiva aérea, de manera que los contornos de

las figuras se hacen más borrosos en la medida que se alejan del espectador como consecuencia

del aire que les rodea.

Griselia C. Vizuete Linares Página 94

Se dice que el rey cuando vio esta Obra preguntó " ¿dónde está el cuadro?"; y es que

ciertamente parece que tal cuadro es inexistente y Velázquez prescinde de cualquier tema y ha

trasladado al lienzo con precisión fotográfica un instante fugaz. Sin embargo, nos encontramos

ante un excepcional retrato de grupo, el de la infanta, los personajes de la corte representada y

del propio pintor quien aparece ejercitando su oficio de pintor de la corte retratando a los reyes

reflejados en el espejo. Hay que ver en este hecho un reivindicación por parte de Velázquez del

oficio de pintor, de su entidad superior frente al resto de las artes al no tratarse de un oficio y

que, por lo tanto, no debía de ser un impedimento para el deseo de ascenso social de Velázquez,

ascenso que lograría al nombrarlo el rey caballero de la Orden de Santiago tan como queda

acreditado en la cruz de Santiago que pinta en su pechera.

El recurso del espejo del fondo es netamente barroco creando una ilusión óptica muy del gusto

barroco por el cual el espectador se convierte en los reyes y objeto de las miradas de los

personajes del cuadro. Este recurso, aún siendo muy del gusto barroco, no es original al

encontrarse en obras anteriores como el "Matrimonio Arnolfini" pintado por Jan Van Eyck en el

siglo XV.

Nos encontramos posiblemente con la obra más representativa de la pintura española y una de

las más famosas de la Historia del Arte. En ella Velázquez da muestra de su genialidad a la hora

de captar la atmósfera y la luz así como el dominio de la pincelada y el color siendo uno de los

pintores más influyentes en las corrientes pictóricas del siglo XIX, entre ellas, el impresionismo.

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Obras del Neoclasicismo

Iglesia de Madeleine

Autor: Pierre Vignon (1762-1828).

Tipo de obra: Templo católico.

Estilo: Neoclásico, de inspiración romana.

Cronología: 1806-1843.

Localización geográfica: París

Descripción y análisis de la obra: El gobierno

de Napoleón, aparte de sus logros en materia

legislativa, supone un relanzamiento de las artes

arquitectónicas en Francia, dormidas durante el

período revolucionario. Cuando resurgen las

construcciones, el orden clásico extendió su

dominio en su más severa expresión. Las obras de la Madeleine, suponen un gran reto para los

arquitectos de la época, y suponen también cuarenta años de duros debates. Cuando se celebró

el concurso definitivo en 1806, Napoleón decretó que la estructura sería la de un templo de

gloria, pero modificó el proyecto en 1813 y escogió la fórmula de un templo períptero, octástilo,

de estilo corintio, que había proyectado Pierre Vignon. Es el primer templo corintio que se

edifica desde el siglo III. Su colosal estructura hizo que las obras se alargasen hasta 1843,

dominando por entero el área del barrio donde se encuentra y deja empequeñecidas otras obras

maestras que le rodean. El templo está situado sobre un gran podio con entrada frontal, como es

costumbre en el arte romano-galo, quizá la inspiración más cercana sea la de la Maison Carreé

de Nimes, construido en el siglo I. El resultado, a pesar de la grandiosidad, decepciona por su

enorme volumen y la frialdad. Es el ejemplo más perfecto del intento neoclásico de revivir el

estilo antiguo. Para solucionar los problemas de luz en el interior, se tuvo que cubrir la nave con

tres cúpulas semiesféricas con óculos cenitales, como en el Panteón.

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Puerta de Brandemburgo Lugar: Berlín.

Arquitecto: Carl Gotthard Langhans.

Estilo arquitectónico: Neoclasicismo.

Materiales de construcción: piedra caliza.

Construcción: entre 1788 y 1791.

La Puerta de Brandeburgo se construyó entre

1788 y 1791 por Carl Gotthard Langhans. Es

la única puerta que se conserva de las catorce

puertas que tenía la muralla que, en el siglo

XVIII, rodeaba Berlín.

Se encuentra en Berlín y está inspirada en los

propileos de la Acrópolis de Atenas. La

Puerta pertenece al estilo del Neoclasicismo

temprano. Tiene 26 metros de altura, 11 metros de largo y 65, 5 metros de ancho y para

construirla se usó piedra arenisca.

Si uno de los objetivos del Propileo era dar paso a un santuario, el objetivo de la Puerta de

Brandeburgo era representar el acceso a la ciudad, el más importante del Reino Prusiano.

La Puerta de Brandeburgo tiene doce columnas dóricas, seis a cada lado, que forman cinco

pasillos. Langhans, amplió las columnas del propileo con basas áticas.

La puerta tiene cinco entradas, siendo la del medio la más ancha. La parte superior y el interior

de las entradas están decoradas con relieves que representan a Hércules, Marte y a Minerva.

En la cima de la puerta, se encuentra una cuadriga de Johann Gottfried Schadow, el escultor más

importante de Berlín en la época, que representa a la diosa Victoria montada en un carro tirado

por cuatro caballos en dirección a la ciudad. Está hecha de bronce y fue construida en 1793.

Esta cuadriga representa a la Victoria con varios personajes que son virtudes, como la amistad o

la habilidad política. La Puerta, era considerada algo fundamental para garantizar el

florecimiento de la ciudad en tiempos de paz.

Museo del Prado El Museo del Prado fue construido bajo el

reinado de Carlos III, en el año 1785. Fue un

encargo directo del monarca al arquitecto Juan

de Villanueva. El proyecto forma parte de un

ambicioso plan de modernización científica,

confeccionado a la medida del rey ilustrado y de

su gabinete de intelectuales y artistas

renovadores. En principio no había de funcionar

como pinacoteca, sino que se trataría del

Gabinete de historia natural. Así, formaba parte

de otro gran complejo que incluía el

Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello

inmerso en los jardines del Buen Retiro, donde se incluía el Palacio levantado por Felipe IV. El

proyecto supera con creces cualquier planteamiento actual de complejo cultural. El edificio en

concreto se concibe como telón del Paseo del Prado, foro donde los haya para exhibición y

práctica del chichisbeo, tan explotado por Goya en sus grabados: el paseo era el lugar de

reunión de la nobleza y la burguesía, donde se lucían carruajes, modales y vestidos, patria del

requiebro y el comentario sobre el prójimo. Era pues el mejor lugar para que todo Madrid

pudiera contemplar el decálogo de la renovación arquitectónica propuesta por el círculo

Griselia C. Vizuete Linares Página 97

ilustrado de la Corte. El sentido del edificio es claramente el de un eje longitudinal,

absolutamente simétrico y dividido en cinco cuerpos: dos rotondas en los extremos, dos galerías

venecianas llenas de ventanales y un gran cuerpo central donde se ubica la fachada principal. El

conjunto goza de gran uniformidad estética gracias a la columnata gigante que recorre sus

paredes de principio a fin. El equilibrio, las ortogonales, la alternancia de claros y oscuros, así

como la síntesis de las virtudes y las artes en las esculturas que adornan la fachada, son la

esencia del Neoclasicismo, el estilo que pretende recuperar el equilibrio constructivo y moral

tras la supuesta decadencia exuberante del Barroco. Asimismo, introduce criterios de urbanismo

al articularse perfectamente con su entorno: la iglesia de los Jerónimos, el amplio paseo de

bulevares franceses y las fuentes y jardines a los que se abrían las galerías venecianas. Mientras

se concluían las obras de construcción del edificio del Museo de Ciencias Naturales (terminadas

en 1811), se produjo la invasión francesa. Esta invasión es determinante para el futuro Museo

del Prado, puesto que el rey José Bonaparte, gran renovador del urbanismo madrileño al cual no

se le ha reconocido su mérito, promulgó mediante Real Decreto sus deseos de fundar un Museo

de Pinturas. Su impulso era paralelo al que se daba en Francia durante la Revolución y el

Imperio napoleónico. Originalmente, este Museo habría de ubicarse en el Palacio de Buenavista,

más tarde en el de Godoy. Pero antes de que se reúna una colección suficiente para crear el

núcleo del Museo, España expulsa a los franceses y restaura a Fernando VII. Éste, pese a su

odio contra todo lo francés, considera muy aceptable la idea de reunir las colecciones reales en

una galería del flamante edificio de Villanueva: así, en 1819 se abre oficialmente el Museo del

Prado. Al otorgarse al edificio funciones de pinacoteca, destaca una característica especial que

lo diferenciaba de otros museos europeos, a excepción del Louvre en París. Esta diferencia es su

dedicación mayoritaria a la enseñanza de la historia de la pintura. De este modo, según la

normativa de 1819, el Museo se cierra un día para ser limpiado, se abre otro al gran público y

los cinco restantes se restringe el acceso tan sólo a copistas y estudiosos. Durante la década de

1819 a 1829, la mayor parte de las colecciones reales se transfirió al Prado; la colección se vio

pronto incrementada por una medida política, la desamortización de los bienes de la Iglesia que

legisló Mendizábal en 1835. Los conventos y las iglesias hubieron de desprenderse de gran

parte de su patrimonio en beneficio del Estado. Las obras de arte, las pinturas y las esculturas

sufrieron extravíos que nunca han sido solucionados. Ante el expolio general que se organizó,

se decidió trasladar lo salvable al convento de la Trinidad, en Madrid. Se enviaron delegados a

las provincias, encargados de catalogar nuestro patrimonio, pero con frecuencia estos delegados

actuaron sólo en beneficio de sus intereses y las desapariciones continuaron a un ritmo

alarmante. Finalmente, lo que se recogió en el Museo de la Trinidad fue traspasado al Prado en

1870, junto con la colección de cartones para tapices de Goya, conservados hasta entonces en el

Palacio Real de Madrid. Antes de este traspaso, ya el Prado se había enriquecido con los fondos

del monasterio de San Lorenzo de El Escorial; el motivo fue la amenaza de guerra civil en 1838.

Desde ese momento, en El Escorial se conservan copias de los cuadros originales, que en su

mayoría se realizaron en el siglo XVI y XVII por grandes artistas como Michel Coxcie, lo cual

mantiene un inmenso atractivo artístico. El Prado se fue enriqueciendo y habilitando nuevas

salas ante la abundancia de los legados. Los más representativos fueron: las Pinturas Negras de

Goya, cedidas por el Barón d'Erlanger en 1881, 200 lienzos de la duquesa de Pastrana en 1889,

el legado de Don Pablo Bosch en 1915 y en 1930 el de Don Pedro Fernández Durán,

terminando con el de Don Francisco Cambó en 1940. El gran valor de los depósitos del Museo

del Prado ha provocado que sufriera diversos robos y atentados a lo largo de su historia: desde

el saqueo indiscriminado a las colecciones reales por parte de las tropas francesas durante la

invasión napoleónica, hasta el robo de guante blanco de algunas de las valiosísimas joyas del

Tesoro del Delfín en 1919. La última agresión tuvo lugar en 1995, año en que varios

desconocidos prendieron fuego a una de las puertas blindadas de la fachada lateral. También

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durante la Guerra Civil el Museo tuvo un papel azaroso, puesto que los defensores republicanos

de la capital recogieron en sus depósitos los cuadros más valiosos de las zonas amenazadas por

los rebeldes: El Escorial, iglesias de los alrededores de Madrid, diversos conventos, los palacios

reales que quedaban entre los dos frentes, etc. Durante la contienda, de 1936 a 1939, el director

del Museo del Prado fue Pablo Picasso quien, ayudado por un Consejo Internacional, decidió la

evacuación a Francia de algunas de las joyas más relevantes de nuestra pintura. El traslado se

realizó en camiones hacia Valencia y Cataluña: por ejemplo, el Carlos V a caballo de Tiziano,

los Fusilamientos de Goya y otros muchos. Al final de la guerra, los cuadros fueron devueltos

escrupulosamente y se inició una intensa campaña de restauración de aquellos lienzos

maltratados. Gracias a esta primera exploración intensiva de los materiales pictóricos se

averiguaron ciertos secretos de algunos genios de la pintura, que hasta ese momento no habían

podido ser desvelados. Por ejemplo, la brillantez de los colores de El Greco, así como su

extraordinaria resistencia a los ataques de una plaga de hongos que hizo temer su pérdida, se

atribuye hoy día al empleo de pigmentos mezclados con miel, que les confiere una dureza y

aspecto esmaltado, característicos de la pintura del cretense. El Museo fue concebido desde sus

inicios como galería de la historia occidental de la pintura, arrancando desde la Edad Media

hasta nuestros días. Durante los últimos años, la pintura de los siglos XIX y XX se localizaba en

el Casón del Buen Retiro, antigua dependencia del desaparecido Palacio del Buen Retiro, para

permitir más espacio y diferenciar físicamente la ruptura del arte contemporáneo con el anterior.

Este motivo decidió a Picasso a donar su Guernica al Prado, a modo de conclusión de esta

historia europea del arte, donde constituyó uno de los principales atractivos del museo. Sin

embargo, criterios del Ministerio de Cultura motivaron el traslado en 1994 de esta obra maestra

al actual Museo Nacional Centro de Arte "Reina Sofía", junto con el resto de pinturas del siglo

XX (Dalí, Miró, Juan Gris). Actualmente, la colección del Prado se organiza cronológicamente

desde el siglo XII hasta el XIX. Los principales grupos son la Escuela española, la italiana, la

flamenca y, en menor medida, las Escuelas holandesa, francesa y británica. El núcleo de pintura

española tiene dos orígenes principales. Por un lado, la pintura que figuraba en las colecciones

regias, de aquellos pintores de cámara que los reyes mantuvo constantemente a su lado y con

cuyas obras enriquecieron sus palacios y residencias de placer. Por tanto, este grupo de pintura

española será una pintura cortesana, ligada a los personajes y actividades de palacio. El mejor

ejemplo es la pintura de Velázquez, o los encargos que Felipe IV hizo a Zurbarán, Maíno y

otros para su Palacio del Buen Retiro. Un segundo grupo de pintura española es

mayoritariamente de corte religioso, encargada esta vez no por la Monarquía sino por la Iglesia

o por particulares. Casi todos los Grecos que hoy están en el Museo tienen esa procedencia, así

como los Murillos o las tablas más antiguas, las del último gótico castellano y valenciano,

puesto que la pintura andaluza de fines del gótico y principios del Renacimiento apenas si tienen

representación en el Prado. Estas pinturas, que no fueron acumuladas por los personajes de la

Corte ni por los reyes a lo largo de los siglos, deben su entrada al Prado al momento en que se

trasladó el antiguo Museo de la Trinidad a sus fondos. En la reunión de las colecciones

extranjeras, el papel de los reyes a título personal, y de sus allegados, validos, embajadores, etc.

fue determinante, especialmente en los dos grupos más abundantes: las Escuelas italiana y

flamenca. El primer hito importante se debió a los Reyes Católicos. Desde la Edad Media,

España había establecido estrechos lazos comerciales con las provincias flamencas, gracias a los

intercambios de lana y materias primas; de Flandes se importaron masivamente tapices y tablas.

La presencia de la tapicería flamenca en España es una de las más importantes del mundo, y hoy

día se puede admirar casi en todo su conjunto en las galerías del Palacio Real de Madrid. Pero

no sólo fueron grandes coleccionistas, sino que los Reyes Católicos establecieron una compleja

red de alianzas matrimoniales con Inglaterra y Flandes, con miras a enlazarse con la poderosa

dinastía de los Austrias. Sus objetivos se vieron colmados cuando su nieto Carlos I de España y

Griselia C. Vizuete Linares Página 99

V de Alemania recibía el título de emperador hegemónico de Europa. Carlos I fue el primer

monarca en comprender hasta sus últimas consecuencias las posibilidades del arte como

instrumento de propaganda y de prestigio. El núcleo de la colección del Prado que arranca de las

colecciones reales extranjeras se debe a Carlos I. Tiziano fue su favorito, pero en general los

artistas italianos y flamencos fueron muy cotizados en España. El hijo del emperador, Felipe II,

continuó con la tradición de su padre, con mayor gusto artístico personal, y determinó para los

siglos futuros la debilidad española por la pintura veneciana de Giorgione, Tintoretto, Veronés,

el mismo Tiziano, etc. Esto no impidió que el rey, fundador del Escorial, se declarase profundo

admirador de la pintura flamenca de Antonio Moro, El Bosco, Coxcie, Van der Weyden y

muchos otros. Otros reyes, como Felipe III, no fueron coleccionistas a título personal, pero sí

fueron obsequiados con valiosas pinturas por parte de sus aliados. Gran figura de las

colecciones reales fue Felipe IV. Cuando Carlos de Inglaterra fue ejecutado en la revolución

inglesa, Felipe IV envió a sus agentes para que obtuvieran las mejores joyas de su colección,

subastadas tras su muerte. Cuando Cromwell fue depuesto y la monarquía inglesa restaurada,

Felipe IV se negó a atender las peticiones de sus embajadores para devolver los bienes

adquiridos en la subasta. La otra "hazaña" del rey español fue iniciar la construcción del Palacio

del Buen Retiro, para cuya decoración llamó a los principales pintores de España y el

extranjero. Durante el siglo XVII los reyes no se implicaron tanto como sus embajadores, entre

los cuales destaca Rubens, que inundó la Corte con su obra, así como el italiano Luca Giordano.

El otro impulso en las colecciones extranjeras lo determina Felipe V, el primer monarca español

de la dinastía de los Borbones. El factor más importante fue la aparición de pintores franceses

de Corte, llamados por la familia borbónica: Ranc, Mignard, Rigaud, Lorrain, Poussin. Carlos

III, también Borbón pero de procedencia italiana, importó grandes obras de Tiepolo y Mengs,

así como de Rembrandt y Tintoretto. Carlos IV fue el patrocinador de Goya y tras el paréntesis

de la Guerra de Independencia, Fernando VII se convirtió en impulsor del Museo del Prado. Las

lagunas que se produjeron de forma natural se han ido solventando a lo largo de la historia más

reciente del Museo del Prado, especialmente durante la dirección de Madrazo y desde la

constitución del Patronato del Museo. Esto ha conseguido llenar ciertos vacíos en las

colecciones, como la serie de pinturas británicas, o algunos momentos del arte universal, como

los primitivos italianos o el arte español. Aun así, el Museo del Prado se enriquece día a día con

obras de relevancia universal para el patrimonio del hombre. Cada año es visitado por cientos de

miles de turistas y madrileños que desean aproximarse a la obra de tantos genios de la pintura

europea, misión facilitada por la feliz confluencia urbanística del triángulo museístico que

componen el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen Bornemisza.

Griselia C. Vizuete Linares Página 100

El Juramento de los Horacios Podrían decirse infinitas cosas acerca de este

lienzo, tal vez uno de los más famosos de su

autor, junto con la Muerte de Marat. Representa

todo un hito en la historia del arte francés y suele

ponerse como ejemplo de la pintura neoclásica.

Los dos referentes inmediatos para la obra son el

teatro de Cornaille y la pintura de Poussin. El

teatro había sido renovado en Francia como

escuela de costumbres y moralidad. Los temas se

extraían de la antigüedad, con historias edificantes que renovaran la corrupta sociedad del

Antiguo Régimen. Debemos tener presente que la Revolución Francesa tendría lugar tan sólo

cinco años después. Por otro lado, Poussin, artista del siglo XVII, era tenido por la generación

neoclásica como el gran modelo de lo que debía ser la pintura: basada en el dibujo, en la

perfección de la línea, con luz homogénea y blanca, con composiciones equilibradas sobre

estructuras geométricas... Estas técnicas son las que traduce a un lenguaje moderno el propio

David. Ya en el cuadro dedicado a Belisario veíamos cómo el joven artista anticipaba el rigor de

una obra teatral al ritmo narrativo de un cuadro. Pero es en el Juramento... donde alcanza un

mayor relieve la doble estructura: unidad de lugar, tiempo e historia por un lado, por otro,

reparto en tres actos de la narración. Estos tres actos o momentos están marcados físicamente

por los grupos de personajes y por los tres arcos de la arquitectura de fondo. La historia se

remite al origen legendario de Roma, que está en lucha con la ciudad de Alba, en el siglo VII

a.C. La guerra será resuelta mediante el combate singular de tres campeones romanos y tres

campeones albanos. Los designados son los tres hermanos de la familia de Horacio, por la parte

romana, y los tres hermanos de los Curiati, por parte de Alba. Sin embargo, el caso está

complicado por el hecho de que estas dos familias están ligadas por sendos matrimonios: una

hermana de los Horacios con un hermano de los Curiati, y viceversa. Así pues, los tres

momentos resumen en primer lugar, la declaración de guerra de los tres hermanos, el juramento

de fidelidad a Roma que les toma su padre sobre las espadas que llevarán a la lucha, y la

desesperación de las mujeres, que se apartan del ritmo histórico para llorar en su privacidad. La

pintura neoclásica tiene por norma diferenciar el espacio masculino y el femenino. El masculino

es el espacio público, el de la guerra o el trabajo. El espacio femenino será siempre el hogar, la

intimidad, y sus labores llorar a los héroes muertos o realizar las tareas domésticas.

Griselia C. Vizuete Linares Página 101

Muerte de Marat

David hace gala en este lienzo de su devoción por el amigo y

de su magnífico arte, recurriendo a los mínimos elementos

para realizar una pintura altamente evocadora. Marat era

amigo de David, colega de Robespierre y uno de los más

furibundos defensores del patriotismo. Se le acusó de

demagogo y de intransigente. Sin embargo, su papel en la

constitución del gobierno de la república fue determinante,

al tiempo que dirigía el periódico "L'Ami du Peuple". Marat

fue asesinado el año dos de la república, es decir, en 1793.

El reino del terror ya había comenzado, tras crearse el

sanguinario Comité de Seguridad Pública. En este ambiente

Marat fue asesinado por una monárquica de la región de Caen. Marat padecía una enfermedad

de la piel que le obligaba a pasar largo tiempo sumergido en un baño terapéutico. Allí había

instalado su pequeña oficina e incluso recibía a personajes. Charlotte Corday pidió que la

recibiera argumentando una terrible desgracia para la república. Una vez ante el político,

Charlotte le apuñaló. David pinta a Marat en el momento de la muerte, apenas ha sangrado aún.

El brazo con el que estaba escribiendo ha caído pesadamente al suelo y la cabeza se desplaza

hacia atrás. Los labios entreabiertos expiran el último suspiro mientras su rostro pasa

suavemente del dolor a la paz. En la mano sostiene aún el papel con el que Charlotte se

introdujo en su apartamento. Allí se puede leer: "13 de Julio de 1793". De Marie Anne Charlotte

Corday al ciudadano Marat: la terrible desgracia que tengo me da derecho a pedir vuestra

amabilidad..." En oposición a este papelito traicionero, en la mesa improvisada en un cajón se

puede leer el último despacho que había resuelto Marat: "dispondréis esta asignación para esa

madre de cinco hijos cuyo marido murió en defensa de la patria..." La disposición de los

elementos es tan sobria como la de un cuadro religioso. Toda la estructura se basa en verticales

y horizontales. En el suelo se ve el puñal caído. La mitad superior del cuadro está

completamente vacía, transmite un agobiante silencio y frío. Una sombra clara asciende en

diagonal evocando la huida de la vida del cuerpo agonizante.

Griselia C. Vizuete Linares Página 102

La Coronación de Napoleón En este caso, David opta por una

representación de la realidad de su

tiempo. Ha desaparecido toda alusión a

lo antiguo. El mundo moderno ha creado

su estilo, nace el "estilo imperio". Ha

conseguido personificar en el presente la

realidad transformada en ornamentación

artística.

David representa la soberbia de un emperador que se corona él mismo, sustituyendo así el poder

papal por el imperial. Napoleón recupera los atributos del Antiguo Régimen pero vestido de

Revolución. A partir de 1804, Napoleón decide consolidar la situación autonombrándose

emperador de la República y obliga a Pío VIII a coronarle emperador. Tal y como cuenta la

historia, Napoleón le arrebató de las manos la corona para coronarse él mismo. David ha elegido

el momento en que una vez coronado Napoleón se dispone ahora a coronar a Josefina, primero

él, luego ella y por último el Papa.

Napoleón abrió el primer museo público en el Louvre, como elemento pedagógico y bien

nacional. Las artes con Napoleón se convierten en instrumentos políticos del poder. Fue el

propio Napoleón el que encargó este tema a David para conmemorar su consagración. La obra

fue expuesta en el Salón de 1809. Se sabe que se la pagaron 54.000 francos.

La puesta a punto de la obra no fue nada fácil. Hay fuentes que aseguran que David para llevar a

cabo su labor, redecoró interiormente Nôtre-Dame creando un aparato teatral para la ceremonia

que después fue reproducido en una maqueta de cera.

En la Coronación, David opta por una representación de la realidad de su tiempo. Ha

desaparecido toda alusión a lo antiguo. El mundo moderno ha creado su estilo, nace el "estilo

imperio". Ha conseguido personificar en el presente la realidad transformada en ornamentación

artística. David representa la soberbia de un emperador que se corona él mismo, sustituyendo así

el poder papal por el imperial. Napoleón recupera los atributos del Antiguo Régimen pero

vestido de Revolución. A partir de 1804, Napoleón decide consolidar la situación

autonombrándose emperador de la República y obliga a Pío VIII a coronarle emperador. David

ha elegido el momento en que una vez coronado Napoleón se dispone ahora a coronar a

Josefina.

Napoleón abrió el primer museo público en el Louvre, como elemento pedagógico y bien

nacional. Las artes con Napoleón se convierten en instrumentos políticos del poder. Fue el

propio Napoleón el que encargó este tema a David para conmemorar su consagración. La obra

fue expuesta en el Salón de 1809.

Griselia C. Vizuete Linares Página 103

La Gran Odalisca

Durante buena parte del S. XIX la pintura

va a estar supeditada al dictado impuesto

por las Academias de Bellas Artes, que

velaban porque el desarrollo del arte se

ajustara a los principios esenciales que

habían quedado establecidos durante el

periodo neoclásico, evitando veleidades y

experimentaciones que siempre iban a ser

mal vistas. Por otro lado, al rigor impuesto

en la creatividad de la época por las Academias se sumaba la de los Salones Oficiales,

prácticamente el único espacio donde los artistas podrían exhibir sus obras, pero que estaban

igualmente sujetos al criterio de aquéllas. De ahí que cuando a lo largo de este siglo vayan

surgiendo movimientos alternativos como el Realismo o el Impresionismo su exposición

pública deberá seguir cauces extraoficiales y a veces ilícitos, creando una notable polémica

que contribuyó al carácter rebelde que en muchas ocasiones asumieron estas tendencias.

Por el contrario, los artistas academicistas que se acoplaban a las normas establecidas tenían

asegurado el éxito de sus exposiciones y naturalmente el de la venta de sus obras. Se exigía

principalmente un riguroso motivo iconográfico, basado en temas clásicos, históricos o

religiosos, considerados como los propios de la gran pintura. Desde el punto de vista formal

se requería equilibrio y elegancia, lo que se resumía en el concepto genérico de “buen

gusto”. Un dibujo preciso y preeminente sobre la aplicación del color; una gama cromática

armoniosa y sin estridencias; una luz envolvente y difusa; y un modelado preciso y

compacto. Se cuida especialmente la pincelada, que debe de ser nítida y exquisita, y que

debe dar toda la apariencia de pleno realismo que caracteriza estas obras.

A pesar de todas estas precisiones lo cierto es que la pintura académica no pudo evitar cierta

influencia de las corrientes alternativas que iban surgiendo en paralelo y que afectó también

a ciertos autores, que de otra manera hubieran entrado en un callejón sin salida totalmente

estéril, pero que a pesar de su estrecha vinculación al academicismo lograron que su obra

tuviera una repercusión indudable y un calidad extraordinaria. Ese sería el caso de autores

como T. Couture, E. Meissonier; J.L. Gérôme, y por encima de todos ellos la figura egregia

de Doménico Ingres (Montauban 1780- París 1867), contemporáneo del Romanticismo

primero y de otras nuevas corrientes después, pero que como discípulo que fue de David

establecería las bases de la pintura academicista.

Sus obras son el mejor exponente de la normativa antes comentada: pinturas esculturales,

inspiradas en la Antigüedad, monumentales, ricas en contenidos simbólicos, de

composiciones cerradas y equilibradas, de dibujo exquisito y delicado, predominio de la

línea sobre el color y luces diáfanas y cristalinas que armonizan el conjunto. A todo ello,

Ingres añade un virtuosismo técnico excepcional, que hace de sus cuadros joyas auténticas

de sensibilidad, perfección y belleza.

No obstante, su temática halla inspiración en un elemento propio del Romanticismo,

movimiento que aunque sea mínimamente, también influye en este autor al coincidir como

hemos dicho con el momento en que pinta este cuadro. Nos referimos a la temática del

exotismo de los países orientales que tanto atraían el alma idealizada de los románticos y que

también es aprovechado por Ingres en varios de sus cuadros. Lo que demuestra esa

incidencia ya señalada del arte alternativo sobre el rigor del academicismo. En el caso de

Ingres además, y dada la longevidad de su obra, se vería igualmente influido más adelante

por el Realismo y hasta por las primeras obras impresionistas.

La gran odalisca es un encargo que le hace al pintor Carolina Bonaparte, en ese año y por

poco tiempo, reina de Nápoles, y toma como referencia el mundo exótico de las mujeres que

formaban el harén de los sultanes turcos, de donde proviene el término odalisca que deriva

del turco odalik. Es por ello un cuadro cuyo tema deja entrever ese exotismo de influencia

romántica que alcanzó a diferentes obras de este autor, y que en este caso queda manifiesto

Griselia C. Vizuete Linares Página 104

en la propia voluptuosidad del desnudo, pero también en objetos concretos como el abanico,

la pipa o el turbante que cubre su cabeza, signos claros de tradición oriental.

Formalmente, la representación del desnudo resulta muy personal por su concreción y rigor,

conseguido a base de un dibujo nítido y de una utilización de la luz que le permite recrear

volúmenes auténticamente escultóricos. La indudable sensualidad de la Odalisca se destaca

además gracias al contraste magistral de las texturas, de tal forma que la suavidad de la piel

se subraya no sólo por la luz, sino por oposición a las calidades igualmente reales y tan

distintas de los ropajes y aderezos que la rodean.

Resulta evidente que el color tiene un papel protagonista. Un color nítido y vidrioso, pero al

mismo tiempo gozoso. Las mismas carnaciones de la odalisca, aún siendo frías, resultan

sugerentes. En este sentido tiene indudable mérito el contraste cromático de la figura con su

entorno. Y por supuesto la propia disposición del desnudo, muy insinuante y curvilíneo, en

el que algunos autores han visto la inspiración de la Venus del espejo, de Velázquez, aunque

técnicamente los dos cuadros sean completamente distintos, y otros la influencia de Madame

Récamier, obra mucho más próxima al estilo de Ingres, pues al fin y al cabo era obra de su

maestro J.L.David.

Paulina Bonaparte Borghese Se nos presente una escultura de tipo busto

redondo en posición yacente, muy parecida a la

"típica" posición romana en las celebraciones.

Su talla en mármol ha permitido una

conservación excelente de la obra además de

dar impresión de quietud y solidez al

espectador, el tema representado es mitológico

ya que se le presenta como a la Venus

victoriosa, que sostiene en una de sus manos la

manzana mitológica del troyano Paris, como

símbolo de su belleza.

La escultura pretende representar la naturalidad y sobretodo la sensualidad femenina de una de

las reinas de la belleza de entonces, se representa semidesnuda y reclinada en un diván, su mano

derecha sujeta su belleza y su mirada altiva apunta al espectador. Su posición relajada y de

abandono acentúa la sexualidad del conjunto.

La retratada contaba con 25 años, pero el artista era ya maduro artísticamente hablando y con un

estilo muy arraigado al clasicismo, lo que le valió la admiración de numerosos artistas franceses,

ya que además retrato a algunos miembros más de la familia Bonaparte. Con todo lo expuesto

antes se identifica a esta obra con Paulina Bonaparte como Venus victoriosa de Antonio

Canova, realizada en mármol y de estilo neoclásico por el tema mitológico y la forma de la

representación.