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EL TATARABUELO A LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1. El político y el pueblo 32A 2. Con el Supremo Carmena: el desastre de Tescua 62A 3. Fundación de Palomino y Pinillos 77A 4. El II.-. P.-. H.-. y la revolución del medio siglo 90A 5. Con el general Meló: la contrarrevolución 117A 6. El caudillo 136A 7. Apogeo y muerte de Nieto 162A

Historia doble de la Costa, tomo II: El presidente Nieto · la Loma del Muerto a un lado de Cibarco, en vía a Tubará, había nacido de pronto Juan José, al pie de un árbol frondoso

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EL TATARABUELO A LA SOMBRA DEL CAUDILLO

1. El político y el pueblo 32A

2. Con el Supremo Carmena: el desastre de Tescua 62A

3. Fundación de Palomino y Pinillos 77A

4. El II.-. P.-. H.-. y la revolución del medio siglo 90A

5. Con el general Meló: la contrarrevolución 117A

6. El caudillo 136A

7. Apogeo y muerte de Nieto 162A

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EL CAUDILLISMO COSTEÑO A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

1. Ideología política y cultura popular 32B

2. Facciones y partidos 62B

3. Hacia la formación social nacional: el modo de producción campesino 77B

4. Hacia la formación social nacional: la superestructura dependiente 90B

5. Elementos de la contrarrevolución 117B

6. Teoría del caudillismo 136B

7. Semblanza del anticaudillo 162B

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1. EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Puyando la burra con un garabato, sentado entre dos agua­deras de bejuco y con las piernas cruzadas sobre la nuca del animal, Juan José se acerca a Baranoa por el camino medio empedrado de Cibarco que, en dirección al norte, lleva al pueblo de indios de Tubará y a la bella bahía de Puerto Caimán. El muchacho va dejando atrás las suaves hondonadas sombreadas de trupillos espinosos y pequeños campos de maíces y algodón que los mayores habían arrancado hacía poco al monte virgen a punta de fuego, machete y ron. [D]

De los matarratones rosados de flor, salen a atacarle de vez en cuando las abejas que le revolotean por el sombrero alón de palma de cuba, medio ralo, que su madre Benedicta Gil le había trenzado con materiales comprados en el mercado de San Nico­lás de Barranquilla, el principal del partido de Tierradentro. Doña Benedicta era oriunda de Tubará, ella misma mestiza, mas había pasado a vivir en Baranoa junto a su esposo, el espa­ñol Tomás Nicolás Nieto, éste recién llegado del cercano caserío blanco de Juan de Acosta.

Juan José era un niño fornido, de piel cetrina clara (o trigue­ña oscura), ojos zarcos verdosos, nariz recta y amplia, labios finos, cejas arqueadas y cabello negro medio rizado. No pueden explicarse estas características tan dispares (si se juzga de manera biológica) sino en un individuo mestizo o de la raza "cósmica" triétnica, compuesta de mezclas variables de blanco, indio y negro, que ha llegado a caracterizar a los costeños colombianos. Juan José tenía facciones atrayentes y hermosas, lo cual le facilitaría, más adelante, el ascenso en la vida y su

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1. IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR

Las vidas paralelas de Juan José Nieto (futuro caudillo del Estado Soberano de Bolívar) y Adolfo Mier (futuro músico, curandero y minero de Mompox, El Carmen y Loba), vidas que responden a unos mismos procesos históricos entre 1804 y 1840, reflejan un periodo crítico en el nacimiento de la formación so­cial nacional que suplantará la colonial: el de los primeros con­flictos civiles internos. Esta violencia encubre, al mismo tiempo, algunos experimentos democráticos e intentos de articulación con el mercado europeo encabezado por Inglaterra y Francia.

Nieto y Mier eran, ambos, jóvenes de origen popular. No pertenecían a clases señoriales, sino a familias pobres libres establecidas en diferentes subregiones de la Costa atlántica. Naturalmente, tomaron cursos distintos: Nieto, por circunstan­cias locales y personales, subió de posición social, se politizó en las corrientes liberales y se preocupó por problemas de Estado y gobierno que constituyen porción importante de la superestruc­tura de una sociedad. Mier, como miembro del "pueblo" común, reaccionó con sencillez ante los acontecimientos diarios, y se aferró a lo conocido, a la patria chica y la cultura popular, para defenderse y defenderlas de peligros de destrucción, esca­pándose a bolsones territoriales donde ellas pudieran preservar­se o extenderse.

Estos son apenas dos ejemplos de un proceso ideológico muy frecuente y observado, que entre nosotros tiene como punto de partida la revolución contra España y se acelera al término de la Gran Colombia: la divergencia entre las clases dirigentes politi­zadas del nuevo experimento democrático, y el pueblo de base

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goce, pues no habría muchacha parda o blanca, ni señorita hidalga que no le dirigiera miradas furtivas en las mojigangas de las fiestas.

Tanto la parentela de Nieto como la de Gil eran pobres. En ninguna de las dos figuraban poderosos señores ni funcionarios virreinales. Pero tampoco ninguno de sus miembros estaba sujeto a esclavitud ni servidumbre. Eran mestizos, mulatos, zambos, tercerones, cuarterones, quinterones, tentes-en-el-aire y blancos libres que, como sus descendientes en el mismo vecin­dario hoy —donde no existe el latifundio— vivían principalmen­te de la agricultura. Habían hecho rozas y fincas pequeñas de algodón, caña, millo, yuca y pastos en Cibarco y Sierra Honda, no lejos de las Tierras de San Blas, propiedad antigua de des­cendientes de don Andrés de Madariaga, conde de Pestagua. Sin embargo, en sus otros ratos los Nieto Gil —como todavía hoy— se desempeñaban como curanderos, parteros y albañiles; o se dedicaban a fabricar el ron " ñ e q u e " en burdos alambiques tolerados a regañadientes por las lejanas autoridades de la go­bernación de Cartagena.

Don Tomás Nicolás y doña Benedicta vivían con sus hijos Juan José , José Manuel, Bartola, Librada y Francisca (Pacha) en una casita de techo de palma situada diagonalmente a la iglesia, donde hoy está la Escuela Industrial de Baranoa. Ade­más de curandero, partero y albañil, don Tomás Nicolás fabri­caba mechas de algodón en grandes bolas que salía a vender en muía en los pueblos cercanos de Tubará , Saco y la Chorrera, donde sus habitantes empleaban las mechas para fabricar a su vez velas de sebo y colocarlas en veleros de latón. Cada varios meses don Tomás y su esposa hacían también un viaje especial a Cartagena con la misma mercancía (y con sombreros trenza­dos por doña Benedicta), para lo cual tomaban el camino de Cibarco y se embarcaban en bote o goleta en Puerto Caimán. A raíz de este oficio, a don Tomás lo apodaron "el general Me­c h a " : no se escapó de la respetable costumbre costeña del sobrenombre.

En uno de esos viajes, con Benedicta encinta, al pasar por la Loma del Muerto a un lado de Cibarco, en vía a Tubará, había nacido de pronto J u a n José , al pie de un árbol frondoso de mata-rratón, el 24 de junio de 1804. No hubo peligro en el parto. Don Tomás asistió a su esposa y él mismo cortó el ombligo con su macoca. Tanto la madre como el recién nacido recibieron luego cariñosos cuidados de los parientes tubareños de Benedicta que

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Baranoa. A la derecha, al fondo, se encontraba la casa de la familia Nieto Gil.

que no habla el mismo idioma político o que tiene otros tipos de preocupación vital. Son corrientes ideológicas que van en dife­rentes direcciones, a veces paralelas, a veces opuestas, muy rara vez en convergencia, para crear un abismo en la comunica­ción social entre las clases sociales y dos vivencias o mundos culturales propios que tendrán poco qué ver el uno con el otro, excepto para propiciar fórmulas compartidas de supervivencia física; las que se basan en representaciones colectivas que las clases dominantes imponen a las inferiores para legitimar la explotación económica y la manipulación política, entre ellas las del partidismo, el clericalismo y la tenencia hacendil.

Este proceso de divergencia ideológica interna en la forma­ción social colombiana no ha pasado inadvertido en la política activa. Algunos de los dirigentes más importantes han tomado nota de las diferencias y las han utilizado para impulsar sus respectivos movimientos. Jorge Eliécer Gaitán, por ejemplo, se refirió a ella cuando hablaba del abismo que separa al "país nacional" del ' 'país político". Camilo Torres Restrepo demostró diferencias profundas en el uso de los mismos conceptos claves entre los grupos políticos dirigentes y las clases populares.

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les esperaban en el poblado vecino. Mientras el marido seguía al puerto para viajar a Cartagena, la esposa se repuso y regresó a Baranoa, donde Juan José creció como cualquier otro mucha­cho del pueblo.

Algo especial en el niño Juan José, que lo distinguía de los rústicos alarbes de Tierradentro, era su fascinación por los li­bros. Así como aprendió solo a hacer mechas, socolar bien el monte y cortar pita sin picarse el talón, también aprendió solo a leer y escribir. Para ello se sirvió de los repujados novenarios pequeños de letras doradas que le prestaba Teodoro, el mayor­domo del conde don Andrés. Y con el fin secreto de aprovechar la corta biblioteca parroquial, aceptó servir de monaguillo al cura del pueblo, don Antonio Roso, quien le había observado la chispa del ingenio. Además, aceptó cuidar de la imagen de madera de Santa Ana, la "vieja" milagrosa a quien se había dedicado el pueblo por los blancos que acabaron con los indios del lugar.

La situación general de Tierradentro no era fácil en esos días. Cartagena se había declarado independiente de España en 1811, pero Santa Marta no y, en medio de estas dos ciudades, Baranoa se debatía aún entre realistas y patriotas. El pasajero triunfo de la Junta Suprema de Cartagena convenció a la mayo­ría del pueblo por la revolución, incluyendo al párroco, quien alcanzó a organizar una escuela primaria en la que entró Juan José; pero había una espera tensa causada por las noticias que llegaban de Venezuela de que venía tropa española suficiente para reconquistar las colonias americanas.

En efecto, en abril de 1815 se presentó la tropa española como una tromba al mando del general Pablo Morillo, quien ocupó a Barranquilla y Soledad y procedió a controlar el río Magdalena.

En julio llegó a Barranquilla la vanguardia venezolana del Ejército Pacificador con el brigadier Francisco Tomás Morales a la cabeza —el famoso "terror de los malvados americanos" — con órdenes del general Morillo de seguir a Cartagena para abatirla por tierra. Malambo, Baranoa y Sabanalarga quedaban en la ruta de Morales. En Malambo se acababa de realizar un fuerte encuentro, con muchos muertos.

Juan José nunca había visto al cura Antonio tan nervioso. De detrás de la sacristía éste sacó algunos libros y folletos envuel­tos en cáñamo y se los entregó al monaguillo para que los escon­diera en la choza de Cibarco. Mal que bien, esto constituyó una

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Cibarco. Tipo de casa campesina en la cual creció el general Nieto.

Mompox. El Colegio-Universidad de San Pedro Apóstol, hoy Colegio Pinillos. usado como cuartel en 1840.

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revelación para el joven, porque entre tales folletos iba uno que serviría para fundamentar su futuro credo político, y tendría tiempo más que suficiente para aprendérselo de memoria hasta cuando se fueran los españoles: ese folleto era el Catecismo o instrucción popular escrito por Juan Fernández de Sotomayor y Picón, el cura rebelde de Mompox. [A]

Publicado en la imprenta gubernamental de Cartagena en 1814, el Catecismo hacía una fuerte justificación de la revuelta patriota e incitaba a los párrocos a "llenar dignamente nuestro ministerio declarándonos enemigos de la tiranía que nos ha hecho gemir tres siglos, y hacer conocer a los pueblos la justicia de nuestra revolución".

"Pregunta: ¿De quién dependía la América antes de la revo­lución de España?

"Respuesta: De sus reyes. "P. ¿Esta sumisión o dependencia tenía algún fundamento

en justicia? 1 'R. Ninguno tuvo en su principio. "P. ¿Qué títulos se han alegado para mantener esta depen­

dencia? "R. Tres: a saber, la donación de! papa, la conquista, y la

propagación de la religión cristiana''. Y Juan José repetía a media voz las respuestas y recitaba los

alegatos de Sotomayor en contra de los tres falsos títulos adu­cidos para mantener los vínculos con España, disimulando los labios al paso de la tropa de Morales, escondiéndose entre los algodoneros y cañas de don Tomás, y suspirando por un cambio de fortuna.

Seis años habrá de esperar el futuro caudillo para ver por fin la libertad completa de los nuevos cantones de Barlovento (antes Tierradentro). Mientras tanto, Tomás Nicolás decidió mudar a todos por un tiempo a Tubará, donde estaban más al resguardo de tropas invasoras y más cerca del mar. En Tubará, Juan José conoció a la familia de Francisco Mauri, catalán casa­do con india tubareña, con la cual el joven descubrió las culturas europeas distintas de la española.

Al cabo de un tiempo, los Nieto Gil salieron de Tubará por Puerto Caimán en goleta para Cartagena, donde se establecie­ron. Aquí Juan José tuvo por fin la oportunidad de redondear su educación como mejor pudo, ver otros medios y hacer amistades en círculos más amplios.

Por una parte, cultivó otras familias catalanas e italianas

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El problema sigue vivo, porque la mayoría de los políticos colombianos se aterran al pensar que esa distancia entre pueblo y dirigentes pueda algún día llenarse, y esto condiciona y limita la acción partidista en el país. Las explicaciones del fenómeno son aún insatisfactorias. Una de las más imaginativas se debe a la pluma del profesor Luis López de Mesa cuando escribió que, por el hecho de que "el centro de gravedad cultural de la socie­dad colombiana está muy alto y es, por lo mismo, inestable", la sociedad zozobra con frecuencia, no es capaz de superar las crisis que experimenta y lleva al caos en que las minorías iletra­das rompen los baluartes éticos (Escrutinio sociológico de la historia colombiana, Bogotá, 1955, 168, 244, 249).

La explicación de López de Mesa no satisface, puesto que —para usar el mismo símil del profesor— el peso del lastre producido por las clases inferiores iletradas (que no es lo mismo que ignorantes o faltas de ética) debería ser factor suficiente de estabilidad para toda la sociedad. El punto de apoyo externo y superior de nuestra nacionalidad (que menciona también López de Mesa) ha sido precisamente causa de confusión moral e inseguridad en la determinación y manejo de lo propio, fuente

Juan Fernández de Sotomayor y Picón, el cura rebelde y masón de Mompox, después obispo de Cartagena.

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establecidas de tiempo atrás en la ciudad. De ellas aprendió más de Europa y su cultura, especialmente de Francia. Todo lo francés fascinó a Juan José : trató de aprender el idioma y se puso a leer clásicos como Comedie , Racine, Moliere, Boileau y Fenelon que le facilitaban los catalanes. Esta admiración por lo galo persistirá hasta su muer te , y llegará al climax durante la revolución socialista de 1848, que tantos efectos tuvo en la Nue­va Granada y en la propia vida del joven.

Por otra parte , Juan José supo aprovechar la amplitud ra­diante y fiestera de la ciudad de Cartagena que era, como hoy, muy dada a los bailes. Medio entrón y medio " l i s o " , ayudado por su buena presencia, el joven se hizo amigo de la distinguida familia de los Madariaga y López Tagle. Esta familia estaba vinculada al mayorazgo de Pestagua —el de Salamanca,Polo-nuevo y Baranoa— pero tenía francas lealtades con la causa patriota. Y a través de los López Tagle, el joven pudo también conocer a otra familia patriota notable: la del doctor Ignacio Caveto y Cárdenas, mexicano de nacimiento y funcionario secundario del virreinato en Cartagena, cuyas siete hijas, exper­tas en hacer tejidos finos y calzonarias (después, dos de ellas fueron finas panaderas) , eran primas de los López Tagle por el lado de la madre , María Teresa Leguina de Cavero, a su vez pariente de los pudientes García del Fierro.

Los Caveros eran doblemente importantes: doña María Teresa había heredado una regular fortuna del mayorazgo paterno, y había invertido su capital en un almacén de géneros de Castilla organizado en el primer piso de su casa de la calle de la Iglesia en Cartagena. El doctor Cavero había sido primero administrador de carrera de la Real Aduana y luego presidente de la Jun ta Suprema de Cartagena que había proclamado la independencia en 1811.

Ambos, por supuesto, fueron perseguidos por el Pacificador Morillo: con confiscación de la tienda y con destierro y pérdida del empleo de la aduana. Cavero tuvo además la desgracia de perder mucho dinero cuando organizó y financió desde Kings­ton, en 1819, una expedición fallida para retomar a Portobelo, que confió a un general irlandés irresponsable y medio loco, Gregory MacGregor. Pero las armas de la república empezaban a ganar ya la iniciativa frente a los españoles, y los Caveros no habían perdido la esperanza de retomar el hilo de sus existen­cias en la semidestruida Ciudad Heroica.

El joven Nieto estableció así, con estas familias, relaciones

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de crisis políticas motivadas por la incongruencia de institucio­nes europeas adoptadas en Colombia, y desastres económicos que no es del caso documentar aquí. Por el contrario: la inesta­bilidad social nuestra ha podido residir en el excesivo peso espe­cífico que se han dado, irresponsablemente, las clases altas y educadas.

Conviene, pues, registrar el hecho real de la divergencia ideológica entre las élites educadas y explotadoras, dadas a proyectos ideales o utópicos y esquemas políticos extranjeri­zantes, por una parte; y el pueblo raso por otra, que ha venido creando su propia cultura mediante el trabajo y la producción, tratando de defenderla de intrusiones foráneas y elitistas. Esta divergencia es un ingrediente actual o potencial de la violencia general que nos afecta como pueblo.

Históricamente, las élites políticas tienden a ser utópicas; las bases, realistas e inmediatistas. Siguiendo a Karl Mann-heim, por utopia entendemos aquellas "orientaciones que tras­cienden la realidad cuando, al pasar al plano de la práctica, tienden a destruir [...] el orden de cosas existente en una determinada época". (Ideología y utopía, México, 1941, 169). En el caso colombiano y costeño, estas orientaciones utópicas no han aparecido porque sí, sino porque en la formación social existente surgen "ideas y valores que contienen [...] las tenden­cias no realizadas que representan las necesidades de la épo­ca". No obstante, se sabe que la utopía no ejerce un dominio total sobre la formación en transición, ya que deja por fuera grupos y clases sociales que no participan de la específica inter­pretación de la utopía que eventualmente se imponga; ni tampo­co la utopía se cumple en toda su extensión, sino que se ' 'decan­ta", esto es, desarrolla sus esquemas sólo parcialmente dejando residuos ideológicos que se asimilan en la formación social que nace.

Veamos, pues, cómo se expresa esta dialéctica política entre las clases altas y las bajas, en los casos de Nieto y Mier, que tienen como teatro inicial de sus divergencias los conflictos de la depresión momposina, la costa de Barlovento y la ciudad de Cartagena.

La personalidad de dirigente político y caudillo de Juan [Al J o s é Nieto llevará la impronta de sus primeros años. El

era, naturalmente, producto de su cultura y su región: según testimonios de contemporáneos, era un joven alérgico al

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de amistad que se convertirían finalmente en eficaces vínculos matrimoniales, políticos y de subsistencia. Aún de 17 años, pero bien preparado por su esfuerzo, inteligencia y apostura, Juan José estaba demostrando capacidades de asimilación a grupos colocados por encima de su propia humilde familia. Aunque también puede verse todo esto como otro ejemplo de apertura social y debilidad del señorío estricto de castas entre las familias hidalgas de Cartagena y Barlovento, como era ya aceptado en las tierras momposinas.

Recobrada Cartagena por los patriotas Mariano Montilla y José Padilla en octubre de 1821, volvieron al fin a la ciudad muchos de los desterrados, entre ellos el doctor Cavero y su esposa. Para repararlo económicamente, el nuevo gobierno nombró a Cavero contador de las Cajas Nacionales de Cartage­na; poco después , éste asumió por unos meses , en 1824, la Intendencia del nuevo e inmenso departamento de Magdalena e Istmo, y llegó, por último, a ser magistrado de la Corte de Justicia del Magdalena. A la sombra de este procer rehabilitado se mueve entonces el joven Nieto.

Parece que la primera recomendación para Nieto fue de la señora f iar ía Teresa Leguma dirigida a un colega suyo - el comerciante canario José Palacio Ponce de León. El señor Pala­cio empleó a J u a n José como escribiente y ayudante en su tienda. Fue una adquisición positiva en todo sentido, porque J u a n José cayó también en gracia de una heredera de don José y su esposa: doña María Margarita del Carmen, con quien se casará en la catedral el 13 de septiembre de 1827.

Nieto amplía entonces el círculo de sus amistades en la capi­tal de la provincia. A los López Tagle y Caveros añade ahora a los Núñez, que se emparentaban con los García del Fierro. El niño Rafael, con sus padres, iría con frecuencia a visitar a la nueva pareja. Así se inició la amistad que vinculó después las carreras de Núñez y de Nieto, éste como primer protector y padrino político de aquél.

Ya con un poco más de madurez y seguridad a raíz del con­veniente matrimonio, Nieto empezó a interesarse en la suerte de la nueva república. El elemento catalítico que le impulsó a embarcarse en la política fue la intentona de presidencia vita­licia y luego dictadura del Libertador Simón Bolívar en 1828. Como en el resto de la Gran Colombia, en Cartagena también se dividió la opinión pública entre bolivianos y antibolivianos, esto es, entre los que querían modificar la Constitución de Cúcuta

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señorío almidonado de Cartagena, toletante, fiestero, mujerie­go, franco y enemigo del autoritarismo. Como persona, armoni­zaba con el ethos desarrollado en la Costa y con la apertura y fluidez de su estructura social. ¿Cómo se forma, pues, la ideología de Nieto como nuevo político liberal? ¿Cómo se desa­rrolla la ética de su conducta pública? ¿Cómo ingresa a la élite intelectual y se separa de la cultura de su pueblo de base ?

Para contestar estas preguntas contamos, por fortuna, con folletos escritos por el propio Nieto, lo cual ya, de por sí, le hace figura excepcional, además de los detalles pertinentes de su propia vida que examinaremos aquí en sucesivos capítulos I I I .

Nacido el 24 de junio de 1804 en Baranoa —antiguo pueblo de indios en Tierradentro (departamento del Atlántico) que per­dió su condición de tal en 1745 al ser convertido en parroquia de vecinos por el aflujo de españoles, mestizos y mulatos— Nieto pertenecía a una familia triétnica de vecinos libres pobres que alli vivían de la pequeña agricultura y oficios varios. Sin oportu­nidades educativas, se formó a sí mismo y fue adquiriendo cono­cimientos políticos y literarios a través de contactos locales y, más tarde, en Cartagena, donde logró vincularse por matrimo­nio a dos familias respetables: una comerciante (Palacio) y la otra burocrática virreinal de rango secundario (Cavero), que se declararon por la Independencia nacional. También tuvo dos hijos "na tu ra l e s" (que se sepa): Lope y Concepción (Concha) I I I .

1. Nieto ha sido figura olvidada, y la presente recuperación histórica ayudará a explicar por qué. Una relación cronológica muy útil se en­cuentra en Donaldo Bossa Herazo, Cartagena independiente (Bogotá, 1967), 128-133, fuente básica para el tema; incluye la reproducción de uno de los retratos de Nieto.

2. Los datos —muy escasos aún— sobre los primeros años, la familia paterna, matrimonios e hijos "naturales" de Nieto se derivan gota a gota de algunos de sus propios escritos, especialmente de la defensa que preparó por sus actuaciones durante la revolución de Meló en 1854, documento fechado en Bogotá el 9 de julio de 1855 (FP. No. 8), que aquí identificaremos en adelante como "Autodefensa". Otras fuentes escritas: Manuel Ezequiel Corrales, ed.. Efemérides y anales del Estado de Bolívar (Bogotá, 1892), IV, 544; Fernando de la Vega, Cartagena, la de los claros varones (Cartagena, 1936), 76-79; Eduardo Lemaitre, Breve historia de Cartagena (Bogotá, 1979), 171-172; Ma­nuel Hernández A., "Contribución social de Baranoa en los destinos del país", El Heraldo (Barranquilla). noviembre 29, 1940.

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Vista de Cartagena como la conoció Nieto. (Dibujo de Therond).

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para hacerla autotitaria, y los llamados detensores de la legali­dad y soberanía popular. Es el inicio de una de aquellas cons­tantes históricas cuya solución ha distinguido a Colombia de otros países americanos, en vista de que aquí, hasta ahora, han triunfado casi siempre las fuerzas antidictatoriales y antimili­taristas.

En Cartagena, la crisis había desembocado en una revuelta de antibolivianos libertarios encabezada por el almirante rioha-chero José Padilla —de heroico historial durante la pasada guerra—, contra el comandante Montilla. Debelada la revuelta y enviado preso Padilla a Bogotá para su juzgamiento y muerte , quedaron en la ciudad los ánimos todavía más exaltados.

A ojos de Nieto, Bolívar se iba conviniendo en tirano. Vol­vieron a su mente , reforzadas, las tesis del Catecismo de Soto-mayor y Picón. Y al recibir noticia de la conspiración del 25 de septiembre de 1828 contra Bolívar y de sus consecuencias, Nieto no dudó un momento más y, hacia 1829, empezó a expre­sar abiertamente sus inclinaciones democráticas: se hizo anti-boliviano, y de allí pasó luego a identificarse sucesivamente con los santanderistas (seguidores del general Francisco de Paula Santander, el "Hombre de las Leyes") y con los obandis-tas (los del general José María Obando, uno de los primeros grandes líderes populares del país).

EL TATARABUELO ADOLFO:

Me contaba mi mamá Tina —la " n i ñ a " Agustina de Mier, pariente pobre, de "hojala ta" , de las nobles de Mier de la albarrada de Mompox— que el Libertador Bolívar, al llegar al pueblo el 18 de mayo de 1830, se alojó en el edificio del Colegio-Universidad San Pedro Apóstol.

¡Que llegó Bolívar, mira!, gritaba la gente mientras se arremolinaba en el callejón. Mamá Tina me cargó, pues yo apenas estaba de crianza, salió de la casa donde vivía con el cura Arias, mi papá, en el callejón de Don Blas, y se fue también para el Colegio por la calle de atrás.

Los cien soldados que acompañaban a Bolívar en su último viaje por el río Magdalena cerraron filas para atajar la entrada del bochinche a las arcadas del patio central. Pero mí mamá, sin desanimarse, se acercó a

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IDEOLOGÍA POLÍTICA Y t L LI L KA POPULAR ^'B

Nieto se inició en la política como antiboliviano (contra Bolí­var y su dictadura) y obandista (seguidor del general José María Obando, caudillo payanes de la época), y fue nombrado guardal­macén de la plaza de Cartagena por el presidente Francisco de Paula Santander en 1833. Empezó a cultivar una cauda electoral entre los artesanos del distrito de la Catedral de la ciudad —donde vivía en casa arrendada—, quienes le llevaron a la Cámara provincial en 1836. Fracasó en un primer intento de ¡legar a la Cámara de Representantes, en parte por oposición de los ministeriales conservadores de Cartagena (sus enemigos

Juan José Nieto, maestro de obra de Baranoa y descendiente del general Nieto (1981).

Niñez y raza de Nieto: de la Vega, 76 ("de estirpe africana"); retrato restaurado, en el Palacio de la Inquisición (Cartagena); retrato en piedra en el mausoleo del cementerio de Manga (Cartagena). Había otro retrato en el salón del Concejo municipal de Baranoa, que ha desa­parecido. Las informaciones centrales provienen de entrevistas con don Juan José Nieto, sobrino biznieto del general Nieto, en Baranoa (1980). quien sostiene el general era trigueño; Manuel Jacinto Palma, Juan Ramón Guzmán, Gregorio Ramón Goenaga y Alvaro Gómez Soto (Baranoa, 1981).

Lugar de nacimiento: Hubo polémica entre los historiadores Ismael Solano Manotas y Manuel Hernández Araújo, en los periódicos barran-quilleros El Heraldo y La Prensa, noviembre de 1940. Tubará se recla­ma cuna, con base en vinculaciones locales de la familia Nieto-Gil y por razón del sitio de nacimiento del general: la Loma del Muerto.

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una de las ventanas y por las hendijas oyó a Bolívar conversando en voz baja con don Francisco Martínez Troncoso [gobernador de la provincia de Mompox, que se había creado el 18 de abril de 1826 con los cantones de Mompox, Magangué, Majagual, Ocaña y Simiti, como parte del departamento del Magdalena] .

Hablaba de la discordia que venía de la capital, de los apetitos personales, de las ansias de mando de grupos (que no de partidos), del desencanto por el fracaso de la Gran Colombia, hasta de la incapacidad y errores de su propia dictadura. El señor Troncoso le pedía que regre­sara a Bogotá y tomara de nuevo el mando. Pero al Li­bertador no le importó y siguió a los dos días para Cartagena y Santa Marta.

Cuando se supo en Mompox la noticia de la muerte de Bolívar, decía mamá Tina que las campanas dobla­ron a muerte por nueve días. Eran campanas nuevas, que el maestro herrero Socorro Ja raba había recién fundido allí, cosa verdaderamente maravillosa. La niña Tina recordaba todo eso con lágrimas en los ojos, y nos hizo aprender de memoria el Testamento de Bolívar en San Pedro Alejandrino:

"No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos deben trabajar por el bien inestimable de la unión... los militares empleando sus espadas en defensa de las garantías sociales

Mi papá, el cura Arias, pertenecía al batallón de Mili­cias que comandaba otro presbítero suelto y masón además, el general José Félix Blanco [el que se había adueñado de la hacienda de Calenturas del mayorazgo de Torre Hoyos antes de la vuelta de la marquesa María Josefa Isabel de Hoyos a Mompox en 1825]. Eso no era raro entonces, porque esos curas de verdad ver­dad no buscaban distinguirse del pueblo y compartían las costumbres y la suerte de nosotros. Vivían como gente corriente con sus mujeres e hijos, con o sin iglesia.

Mis padres supieron entonces que, en Riohacha, los gamonales habían decidido [el 3 de octubre de 1830] desconocer el gobierno del dictador Urdaneta en Bogo­tá y unir su distrito al Estado de Zulia en Venezuela. Del Zulia les habían llegado tropas de apoyo al mando

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políticos) y, en parte, por su raza y origen de clase. Luego se hi­zo masón / 3 / .

La revolución de Obando en el sur del país en 1840 para pro­clamar el federalismo como forma de gobierno nacional, suma­da a las frustraciones políticas y sociales que venía experimen­tando en Cartagena, llevó a Nieto a unirse al ejército rebelde aliado del general Francisco Javier Carmona, jefe supremo del recién proclamado Estado Soberano de Manzanares , en Santa Marta. Era el comienzo escabroso de una carrera militar distin­guida; pero llena de altibajos y muchas desilusiones 141.

Tubará ha venido considerando esta loma como suya desde hace tiem­po; pero el sitio ha pertenecido al vecindario de Baranoa y está cerca de Cibarco, caserío indiscutible de Baranoa. No debería haber discu­sión, porque el mismo Nieto se consideraba baranoero y así también lo identificaban en Cartagena, como puede leerse en diversos números de El Porvenir en 1850.

Sobre Baranoa y Cibarco: José Agustín Blanco, "Santa Ana de Bara­noa: de pueblo de indios a parroquia de vecinos libres (1745)", Divul­gaciones etnológicas (Barranquilla), 2 a . Época, 1 (julio 1980), 49-70; zambos allí, pág. 60.

Los Palacios y Caveros: Donaldo Bossa Herazo, Apuntes biográficos del doctor Ignacio Cavero (Cartagena, 1980); Gabriel Jiménez Molina-res, Linajes cartageneros-II (Cartagena, 1958), 153-169; José P. Urueta y E. G. de Piñeres, Cartagena y sus cercanías (Cartagena, 1912), 414,421.

Alcibia: Entrevistas con Bossa Herazo (quien conoció y trató a doña Anita Mogollón Cavero viuda de Trueco, ahijada y sobrina política del general Nieto), Cartagena, 1980; Archivo de Simón Gómez de Lavalle, fólder 74 (Cartagena).

3. Nombramiento de guarda-almacén en 1833: ANC, Despachos milita­res, 15, fol. 9.

Cauda electoral: La Democracia (Cartagena), No. 24 (mayo 16, 1850), Remitidos; No. 53 (diciembre 5, 1850), Candidatos. (Colección de la Biblioteca Nacional).

Los Calvos y rechazo de Nieto: Contestación a una carta escrita en Bogotá por el señor José Joaquín Ortiz Rojas,1835 (FP, No. 109), nota manuscrita al final del folleto.

Entrada a la masonería: Américo Carnicelli, Historia de la masonería colombiana. 1833-1940 (Bogotá, 1975), I, 57, 71, 509 (véanse también los capítulos 3A y 3B).

4. Primeros desarrollos de la guerra civil de 1840 (de los Supremos). Sobre el Estado de Cibeles y el capitán Ramón Antigüedad; Contra-

loria General de la República, Geografía económica de Colombia: Atlántico (Bogotá, 1936), 53-54; Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Monografía del departamento del Atlántico (Bogotá, 1973), 71; Joaquín

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de un comandante [del antiguo batallón Cazadores de Orinoco, el mismo de la conspiración del 25 de septiem­bre de 1828 contra Bolívar], llamado Pedro Garujo. Las milicias recibieron orden de seguir por tierra hasta Valledupar para sofocar la rebelión, mientras que por mar mandaron otras tropas a Riohacha desde Carta­gena. Así, mi papá se alistó para la nueva marcha.

Nieto ya no era desconocido en Cartagena: se le veía como un autodidacto dedicado, en parte, al comercio; después pasará a cargos administrativos oficiales. Los círculos de la "buena sociedad" se le habían franqueado por las vinculaciones matri­moniales, aunque sólo parcialmente: no fue nunca bien recibido por los bolivianos Calvos, Pombos y Herreras , por ejemplo, luego afiliados al partido conservador, familias que siguieron viendo a Nieto como un " p a r d o " advenedizo, que debía regre­sarse a hacer mechas en Baranoa, como su padre Tomás Nicolás.

Estos conflictos, por supuesto, se habrán de agudizar más adelante a medida que el recién llegado suba la escala del poder.

Pero Nieto tuvo el buen sentido de no negar ni disimular su origen de clase. Desde este punto de vista, el futuro caudillo parecía abrigar convicciones realmente democráticas. Así llegó a afirmarlo más adelante en un folleto gratuito que publicó en 1834 (con la anuencia amistosa del doctor Sotomayor y Picón, ya consagrado obispo de Cartagena por voluntad de las nuevas autoridades de la República y el Vaticano), titulado Derechos y deberes del hombre en sociedad. Allí sostenía: "Son reos de alta traición y deben castigarse cuando traten de mudar en monárquico absoluto el sistema de gobierno republicano que se haya dado una nación; todo el que promueva el despotismo debe perseguirse por los pueblos" . En esto atacaba las tendencias monarquistas que en Cartagena representaba la familia Castillo y Rada, especialmente el doctor José María.

Sobre el fundamental concepto de propiedad, añadía allí mismo: "Cada uno es dueño absoluto y legítimo propietario de su cuerpo y de los productos de su trabajo [...] ninguno debe ser privado de la menor porción de su propiedad, sin su consen­t imiento" (páginas 10 y 12), en lo que quedaba claro su libera­lismo económico.

Y Nieto remataba el mismo folleto destacando lo aprendido sobre tiranía en el Catecismo de Sotomayor, que sería regla fija

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Lo primero que resalta de este caso son los mecanismos de cooptación y asimilación (por matrimonio) que ocurren en la vida de Nieto, por los cuales asciende en la escala social, y el papel protector e impulsor de las familias de comerciantes y burócratas que le aceptaron en su seno. Estas familias —Palacio y Cavero— formaban parte de la oligarquía cartagenera, pero no de su aristocracia tradicional, que se había formado con personas provenientes de la carrera militar y de más altas posi­ciones administrativas virreinales. Al alinearse con la Indepen­dencia, los Palacios y Caveros ingresaron al grupo de la nueva burguesía comercial urbana —los nuevos ricos, la clase emer­gente de la época— que se formaba con la república, y llenaba los claros dejados por la aristocracia emigrante a otros lugares más prometedores que la Cartagena de esos días. Parece que las vicisitudes de la guerra de Independencia y la decadencia económica de Cartagena (a partir del sitio de 1815) quebraron parcialmente la estructura de castas heredada de la colonia, y nuevos canales de movilidad social se abrieron entonces, como ya ocurría en la noble villa de Mompox. Y Nieto, evidentemen­te, por su preparación y apostura, fue capaz de aprovechar tanto aquel quiebre de estructura como esta nueva fluidez en las cos­tumbres de su tierra.

En otras circunstancias, este proceso de cooptación de un elemento diferente, o potencialmente peligroso, habría produ-

Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas (Bogotá, 1951), V, 207; Memorial del capitán Ramón Antigüedad al jefe militar de la provincia (Barranquilla, agosto 23, 1836), ANC, Hojas de servicio, II, fol. 634; Carta a Ramón Vives (Barranquilla, octubre 6, 1836) y otros documen­tos, ANC, Hojas de servicio, II, fols. 637-651.

Sobre el Estado de Manzanares y el general Francisco Javier Carmo-na: José C. Alarcón, Compendio de historia del departamento del Mag­dalena (Santa Marta, 1898), 131; Posada Gutiérrez, V, 197-202; Ascen­sos y retiros hasta 1838, ANC, Despachos militares, II, 12-14; IV, 63; VIH, 7; XVI, 66; XXIII, 301 (Oficio de enero 26, 1839 reincorporándolo al ejército).

Parece que la costumbre de "pronunciarse" contra un gobierno —es decir, explicar las razones de una rebelión— provino de la revolución de Riego en España (1820). En Colombia esta costumbre guerrera llevó a cierta codificación de procedimientos y expectativas sociales, políti­cas y económicas que se respetaban por los contrincantes, por lo menos en las primeras y más señoriales guerras civiles. Cf. Alvaro Tirado Me-jía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia (Bogotá, 1976). 31-32.

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de conducta política para él en el futuro: "Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para és te , y para cada uno de sus individuos, el más sagrado e indispensable de sus deberes . . . Todo individuo que usurpe la soberanía (que reside en el pueblo entero), debe ser al instante muerto por los hombres libres, porque es un tirano. La resistencia a la opresión es consecuencia de los otros derechos del h o m b r e " (páginas 14 y 15). "Es un tirano el que pretende oprimir y poner restriccio­nes a la conciencia de otro, de cuyo abuso nacen el ominoso fanatismo y la torpe intolerancia que ha llenado de horrores el universo y de descrédito la moral de la religión" (página 6).

Cómo definir las violaciones a estos derechos era, por supuesto, tema de permanente debate y daba base para muchos tipos de acción violenta. Pero Nieto no parecía tener en su per­sonalidad la semilla autocrática de un doctor Francia, ni la frialdad acerada de un Morales, ni la crueldad enfermiza de un Sámano. Todo lo contrario: era expansivo y risueño, alegre y chancero como buen costeño, mujeriego, franco, medio "de-j ao" , informal y sumamente desprendido de las cosas, cualida­des de que hará gala hasta la muerte , aun en los instantes de gloria y poderío.

Por estas razones de personalidad y cultura regional, así como por origen social, Nieto no tuvo dificultades en fomentar lealtades con grupos de diversos orígenes de clase y raza. Con­servó el amor y apoyo de sus parientes pobres libres, albañiles, curanderos y alambiqueros que vivían en la ciudad y en Bara­noa. Se hizo compadre de los artesanos de la zapatería, carpin­tería, herrería, sastrería, pabilo y almidón de su parroquia cartagenera de la Catedral, a quienes ayudaba a corretear sus gallos de riña, los que aquellos amarraban durante el día en los pilares de la gobernación donde tenían sus talleres. Se propuso departir directamente con la gente de la calle sobre temas cultos e incultos, incluyendo esclavos a quienes aseguraba estar opuesto a su indigna condición. Y no cerró para el pueblo los portones de su casa de dos pisos —de los cuales ocupó el de arriba con los balcones— casa que alquiló en la esquina de las calles de la Inquisición y Santa Teresa, donde había la "presa de la visita" o pechuga lista para servir con sopa o arroz con coco.

Estas eran las bases mínimas iniciales de una posible máqui­na política centrada en intereses comerciales y artesanales de Cartagena, ya que , si lo quería, iba a necesitar votos para llegar

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cido un dirigente político comprometido con la antigua oligar­quía o con su sucesora y, para defender sus intereses, se habría identificado plenamente con éstos y asumido actitudes tiráni­cas, dictatoriales y guerreras. No resultó así con Nieto, en quien no se observaron síntomas especiales de claudicación. Según las informaciones obtenidas, Nieto, como masón convencido, mantuvo en su vida privada y en su personalidad ideas y actitu­des democráticas firmes que se reflejaron en su vida pública. Aunque gozó la afluencia y comodidad de su nueva vida, no renegó de su origen de clase ni su condición de raza ni se aver­gonzó de ellas, y logró imponerse en la sociedad cartagenera a pesar de estos obstáculos. Tampoco se enriqueció con la gestión estatal, sino que fue muy desprendido, y mantuvo un extraordi­nario equilibrio moral entre su vida como gobernante y su vida de hogar.

Por todo ello contó con la adhesión de los artesanos, esclavos y libertos de la ciudad, y las luchas y compromisos de Nieto se dirigieron a defender ante todo los intereses de estos grupos bajos, así en la Cámara provincial como en la Cámara de Repre­sentantes después (y, como veremos, llegó a adherir a la revolu­ción artesanal-militar de 1854). Tenía, pues, Nieto lo necesario para convertirse en un dirigente popular. Sólo las clases campe-

Balcones de la casa de Nieto en Cartagena.

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a las corporaciones públicas. La adhesión popular le iba a ser indispensable. ¿Que pudiera eventualmente manipularse como lo había hecho el propio Bolívar? Esta era otra cuestión para ver y resolver en la práctica.

Miren ustedes: los pobres somos los que más sufri­mos con estas guerras. Siempre vamos a pie, cargando nuestras cosas y generalmente contra nuestra voluntad. Casi nunca nos explican por qué peleamos, y cuando nos vemos es amarrados y con el chopo al hombro. Nos arengan, eso sí, sobre la patria y el honor; pero nos quedamos dudosos porque también existe la patria chica, que es la gente y la región de cada uno, donde se levanta con los demás muchachos aprendiendo del uno y del otro lo bueno y lo malo, y donde por primera vez una mujer se acuesta con uno y le enseña a ser hombre. Por esa patria sí puede uno pelear con gusto y sacrifi­cio. Pero estos sentimientos, de verdad, no parecían importarle a los políticos y menos a los militares que parecían tener otras preocupaciones y otros intereses. [B]

Mamá Tina fue la primera en protestar por las órde­nes de marcha a Valledupar y Riohacha contra Garujo: tenía que prepararse ella también para acompañar al cura, su marido, y juntarse a las otras mujeres —a quienes les decían " j u a n a s " o "v ivanderas"— en la retaguardia de la columna, con los avíos necesarios. Y tenía que llevarme a mí también. No hubo manera de evitarlo, y mi mamá empezó por alistar marmitas , ollas, ropas y petates, y a conseguir plátano verde, queso, bolas de chocolate y cazabe.

Ella me decía después que en Mompox no hubo muchas dificultades para levantar recursos y hombres para la columna. Se trataba de defender al gobierno civil de otra amenaza, esta vez provocada por un militar ambicioso y rudo que ni los venezolanos aguantaban. Los Ribones, los Piñeres y el párroco hicieron contri­bución voluntaria en dinero calculando los gastos diarios del ejército, y emprestaron caballos de sus ha­ciendas y algunos esclavos. Una parte de los soldados eran trajinados en las guerras anteriores de la Indepen­dencia y estaban a sueldo del Estado. El gobernador

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Voluntarios ''. (Dibujo de Neuville).

smas quedaron desamparadas de su acción política, y Nieto no demostró gran interés por los problemas sociales del campo, ni por cambiar la estructura de la tenencia de la tierra, quizás con razón: por herencia de su esposa, él mismo llegó a ser un peque­ño hacendado, y no tuvo —como otros caudillos— un buen número de arrendatarios y aparceros en sus tierras que le acompañaran como soldados en las campañas bélicas. No obs­tante, su simpatía caía naturalmente del lado de los pequeños campesinos independientes de los cuales había salido, gentes que , en la región momposina, seguían desafiando al latifundio.

Pero también, en su función política, Nieto logró que la nueva burguesía comercial urbana lo respetara y apoyara en una primera instancia, porque se había asimilado a ella por familia y él llenaba un evidente vacío en la dirigencia regional. Naturalmente, esta adhesión de la burguesía no fue constante ni gratuita y, como veremos, en la lucha de facciones de esas décadas ella se fue alineando con otros dirigentes propios que resultaron más decididos defensores que Nieto de los intereses de la clase emergente.

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reclutó por bando en el propio Mompox y en los pueblos vecinos de Menchiquejo y Rinconada, de donde algunos llegaron amarrados. Eran jóvenes campesinos hijos de agricultores y de antiguos esclavos. Otra parte eran presos que salieron de la cárcel por dispensa especial. Asi se completó la columna de 400 infantes y 100 jinetes.

¡Si pudieran ver el aspecto desastroso de ese ejérci­to! Las armas no alcanzaban para todos y lo que más había era chopos, escopetas de fisto, machetes y una que otra lanza. Claro que a última hora se podía acudir a las macanas y a los palos y guaduas de las cercas, y hasta a las " m e p a s " o vastagos de plátano, que pegan duro. Tampoco había suficiente pertrecho ni guarnie-les; pero el general Blanco le arrebató dos barriles de pólvora que tenía un particular, todo el plomo que se pudiera encontrar —en esto quien más sufrió fue el editor de folletos y proclamas que acababa de recibir tipos de imprenta—, y sacó varias resmas de papel usado del archivo notarial para envolver la pólvora de los carruchos.

Casi todos ¡levaban sombreros de paja con una leyenda que decía: "Defensores del gobierno legíti­m o " . Descalzos en su mayoría o con cotizas, y vestidos con camiseta de dril y calzón blanco; sólo el general, a caballo, llevaba una blusa con bordes dorados, botas altas de campaña, banda carmesí al cinto, pistolas y espada.

Al fin salimos. La columna embalsó el río en canoas y salió por San Sebastián hacia El Paso, por el camino del contrabando. Marchábamos lentamente en considera­ción a las " j u a n a s " , aunque algunas pudieron conse­guir burros en qué montar y viajar. El general Blanco iba delante con el abanderado y un corneta aprendiz, medio muérgano.

En algunas partes la gente tenía miedo y se nos escondía en los montes y desocupaba los caseríos. Al pasar por la hacienda Calenturas, el general ordenó enlazar dos toretes para descuartizarlos y "no perder la cos tumbre" , según dijo sonriendo.

Una noche, mientras algunos soldados hacían juego de machete dentro de un cuadro en la tierra, después que las mujeres hicieron comida y sirvieron al pie del

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Ch oposy proyectiles de i Histórico de Cartagena).

5« de los ejércitos costeños. (Museo

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fogón que se acostumbraba para combatir el frío y la mosquitera, el corneta me dejó jugar con las borlas de la trompeta: era la primera vez en mi vida que mano­seaba mi futuro instrumento de música; de seguro no hice sino echarle babas.

El 27 de octubre se avistó el pueblo de San J u a n del Cesar. Una comisión que salió a recibirnos informó que Garujo se había retirado de nuevo para Riohacha. Sus­piramos de alivio. Ahora sí, ¡a comer arepa fresca se dijo! El general Blanco quitó todo el maíz del pueblo, y se metió una borrachera de la que no volvió a salir por varios días hasta cuando tuvieron que mandarlo en hamaca a Valledupar. Tomó el mando su segundo, el coronel José de Lima,

El comandante Canijo era un bestia. Mi mamá recordaba furiosa cómo este militar desconoció las re­glas de la guerra que exigían avisar y buscar arreglo pacífico antes de comenzar a pelear. Apareció de pronto el 14 de noviembre con setecientos guajiros y riohache-ros, y ocupó buena parte de las casas de San J u a n , Nos preparamos para hacerle frente. El coronel de Lima ordenó que una escuadra se metiera de noche con cui­dado por el monte de atrás para quemar las casas ocu­padas por Garujo. Como eran de palmas y soplaba el viento, la candela se extendió rápidamente. ¡No joda, cómo se veían correr esos guajiros, parecían gatos atacados de perro! Pero afuera los esperaban los momposinos como caimán en boca de caño, con los chopos y los jinetes.

Garujo empezó a dar órdenes por toques. ' ' ¿Qué es lo que tocan?" , preguntó el coronel de Lima. "Tocan corneta" , respondió el bobo de la trompeta. "¡Bruto! ¿Qué significa ese toque?" . " E s el toque de retirada, mi coronel". Así era. Respondiendo al fuego como pudieron, los rebeldes se montaron en sus bestias y abandonaron la pelea. No hubo muertos, pero sí varios heridos y algunos quemados que fueron atendi­dos allí mismo sin distingos entre amigos y enemigos. El general Blanco decretó enseguida un perdón genero­so para todos.

[Garujo regresó a su tierra para seguir sembrando la discordia. Seis años más tarde dio un golpe en Caracas

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La firmeza democrática de Nieto y su temple ético, parecen derivarse del elemento utópico de la literatura política a la que tuvo acceso desde joven. Notable en este sentido fue la influen­cia del Catecismo o instrucción popular escrito por el cura rebelde de Mompox, doctor J u a n Fernández de Sotomayor y Picón (Cartagena, 1814), que se aprendieron de memoria mu­chos jóvenes patriotas de la Costa.

El Catecismo de Sotomayor es de clara inspiración liberal: se refiere a conceptos básicos como justicia, tiranía, ilustración, libertad, los derechos del hombre y del ciudadano, el pacto social. En esas pocas páginas corre viva la utopía de Jean-Jac-ques Rousseau y la teoría del estado democrático, tal como se fraguaron, decantadas, en la Revolución Francesa.

Como se sabe, la meta entonces era asegurar la llamada ' 'fe­licidad del pueb lo" , y esto se alcanzaba respetando la voluntad de las mayorías; pero no unas mayorías manipuladas o deso­rientadas, sino ilustradas suficientemente por dirigentes altruistas y serviciales. El invento de la escuela era un comienzo adecuado: "El establecimiento de escuelas, que la Jun ta [Su­prema] del año 10 dispuso, debe realizarse ejecutivamente, si es que deseamos ser l ibres" , escribió allí Sotomayor.

El cura rebelde de Mompox sembró esta semilla de ideas nuevas en la juventud costeña de su época con el apoyo del méto­do socrático de preguntas y respuestas . Además, buscó justificar la revolución desde el ángulo religioso ("la guerra que sostene­mos es la más justa y santa que se ha visto en el mundo de muchos siglos acá" , página 16), y se dirigió concretamente a los párrocos para convencerlos de sostener la lucha por la indepen­dencia con el fin de "formar una sociedad nueva" (página 29). El Catecismo es un claro ejemplo de subversión intelectual positiva que ilustra aquella época creadora. Constituye litera­tura clásica del liberalismo político del momento. Su eficacia movilizadora no puede ponerse en duda. Demuestra una vez más el efecto demoledor de las ideas y creencias sobre las es­tructuras sociales, cómo son determinantes en la conducta política, y cómo el frente ideológico cultural puede ser tan importante para la acción como el económico y el social, sin hablar del brazo armado.

Pero Sotomayor deja entrever, en una de sus respuestas , que hay algo más que ideas políticas utópicas en el liberalismo. En este sentido enseña que, si los españoles buscan reconquis­tar las colonias a la fuerza, se podrá resistir con violencia; y no

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y tumbó al presidente José María Vargas, un médico bueno y civilizado. Cuentan que entonces le gritó Garu­jo al presidente Vargas: "Doctor: el mundo es de los valientes". Pero éste le replicó sereno: "No, coronel, el mundo es del hombre justo y honrado". A los pocos días hubo un contragolpe, Vargas fue de nuevo coloca­do en la Silla y Garujo salió huyendo, para quedar en la historia como un Caín montañero].

De regreso de Valledupar con el triunfo, aunque enfermos de paludismo, hambrientos y sin plata, nos llegaron noticias a Mompox de que había estallado otra revuelta en Soledad, Sabanalarga y Barranquilla [el 12 de febrero de 1831]. Era también un levantamiento contra la dictadura de Urdaneta y el gobernador Monti-11a, de Cartagena, que la apoyaba. Como jefe militar actuaba primero un capitán llamado Policarpo Jiménez.

La situación se puso color de hormiga. A mi padre lo llamaron el 2 de abril a una reunión urgente en el cuar­tel (que estaba en el antiguo edificio de la Compañía de Jesús) para tomar determinaciones. Era un Viernes Santo. La nrocesión del Santo Sepulcro estaba en la ca­lle pero se ordenó parar la marcha, porque supimos que se venían sobre la villa de Mompox para dominarla, y con ella al río, dos ejércitos que se decían "Protectores de los derechos del pueblo": uno que se había declara­do a favor del levantamiento de Soledad, mandado ahora por otro perfecto borrachín, el general Ignacio Luque; y el que venía de Santa Marta, con el general Trinidad Portocarrero a la cabeza.

Mamá Tina volvió a recorrer las tiendas del pueblo en busca de avíos. Pero no era para tanto. Por fortuna, los padres de familia de Mompox, sin tener en cuenta la política —desde ño Atanasio Germán Ribón, yerno de la exmarquesa de Torre Hoyos (casado con su hija Do­minga Epalza) hasta ño José María Pino, el comercian­te paisa— declararon que se oponían a todo empleo de armas en esos momentos. Este buen consejo fue acep­tado por los oficiales de la villa, y así quedó en un acta firmada dos días después. Se acordó someterse a los ejércitos "Protectores", unirse "al noble y heroico pronunciamiento de la fuerza armada", y buscar una receta de unión nacional que fuera por un gobierno fe-

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es ésta cualquier violencia: responde a una "ley natural que faculta a todo hombre para oponer la fuerza a la fuerza, con el interés de conservar la vida, la libertad y la propiedad indivi­d u a l " (página 14).

Con este concepto de contraviolencia y defensa de la propie­dad individual aparece una nueva dimensión en el frente ideo­lógico utópico al que se acogió Nieto: la de las tesis del liberalis­mo económico. Sotomayor no elabora estas tesis, pero Nieto las recoge en su propio folleto, Derechos y deberes del hombre en sociedad (Cartagena, 1834). Este folleto demuestra que Nie­to tuvo acceso a las premisas básicas de la filosofía de John Locke, quizás a través de artículos de liberales españoles y franceses. Habla así Nieto de las leyes naturales que rigen la vida civil y la organización del Estado, que revolotean alrededor del concepto de propiedad visto como anterior a la sociedad y, por lo tanto, como principio absoluto e ilimite.

Nuestro autor no llega tan lejos como los liberales ingleses que construían sobre el principio de propiedad el derecho de representación en el gobierno exclusivamente para los dueños de bienes raíces. Algunas de las primeras constituciones colom­bianas tienen este tipo de disposición acompañada de la condi­ción de saber leer y escribir en los ciudadanos votantes (sólo hombres). Evidentemente, en esta clase de gobierno se defen­dían, ante todo, los intereses de los propietarios de fincas, los de los latifundistas y oligarcas.

Nieto no parecía estar de acuerdo con esto y atemperó las tesis del liberalismo económico con una fuerte dosis de liberta-rismo. Propuso así una peculiar amalgama de programas liber­tarios, a veces contradictorios, lo cual puede ayudar a explicar la confusión ideológico-política que ha reinado entre clases letra­das y dirigentes de Colombia en lo que respecta a la aplicación práctica de la democracia. Es un eclecticismo que no ayuda a determinar rumbos claros para el llamado "barco del Es tado" ni para la sociedad en sus diversas clases y estamentos. Apare­ce entre nosotros desde entonces una democracia nominal que va de un ejercicio casi dimite de algunos derechos en épocas pasadas , a las restricciones policivas que se experimentan en diversas etapas de nuestra historia reciente.

Primordial desde este punto de vista es el concepto de tira­nía desarrollado por Nieto (páginas 6, 14 y 15 de sus Derechos) a partir del principio de propiedad, concepto muy extendido que aplica en la práctica por primera vez en la guerra de 1840-1842.

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deral. [Empezaba, pues, a afectar el progreso regional la controversia entre federalismo y centralismo, que no sería resuelta sino en 1863 por los liberales federalistas].

En esta forma, dejados con los crespos hechos pero sin un solo muerto a cuestas, los ' 'Ejércitos del Pueblo" volvieron grupas a Cartagena. La sitiaron por Alcibia y ocuparon el 26 de abril, deponiendo a Montilla. El general Luque [apoyado por su amigo el comerciante norteamericano John Glen, quien dominaba el mercado de Barranquilla], anunció un encuentro departamental , pero como el dictador Urdaneta ya estaba saliendo del gobierno y la normalidad se reanudaba con la posesión en Bogotá del vicepresidente Domingo Caicedo, todo quedó como antes y la paz volvió a reinar. "Pero esta paz no va a du ra r " , dijo mi papá. Y desgraciadamente tuvo razón.

J u a n José Nieto había estado de acuerdo con el pronuncia­miento de la villa de la Soledad: habían participado gentes de su tierra, amigos y parientes, indios y esclavos. Y siendo antiboli­viano y, por lo mismo, colocado en oposición a la dictadura de Urdaneta, colaboró por dentro con las fuerzas del Ejército Pro­tector del general Luque y con los sucesivos gobernadores de Cartagena impuestos por este general, hasta cuando el gobierno central nombró en propiedad al coronel Vicente García del Real a finales de 1831. Todavía J u a n José no se animaba a lanzarse abiertamente al ruedo político.

Pero ya había empezado a ampliar el círculo de sus contactos con las bases populares. Alejándose de los distritos amurallados de la ciudad, J u a n José se vinculó a los de Ternera y el Pie de la Popa, donde se realizaban las grandes fiestas de la Virgen "mochoroca" de la Candelaria. Muchos "b lancos" se escapa­ban a esas fiestas, dejando medio vacíos los bailes de salón en que quedaban las señoras, con sus arpas y flautas de aficiona­dos. El mujeriego de J u a n José también se escapaba: buscaba el hijo que doña María Margarita ya no podía darie (el primero, Ricardo María, murió niño). Ahora, al cielo descubierto de la Popa, con un pañuelo de muselina de guardilla y tres velas, aguardaba a que se meneara por la rueda del bunde una cuarte-rona exquisita, lustroso el pelo, enflorada la cabeza y empapada en agua de azahar, para salirle al paso danzando y con la diestra en alto.

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CARTAGENA Y SUS CERCANÍAS

Hacia 1850

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"¡Upa! ¡Adentro, miji ta!", y seguían juntos en cadencioso baile hasta quemar velas y pañuelo, bañados en sudor y sebo.

"A ño Juan como que le agrada la negr i ta" , le preguntaron un día los padres de la muchacha. "Puede llevársela si ella tiene gusto y nos da lo que corresponde" . Juan José tomó la doncella, le compró vestidos y le regaló los muebles, como es de rigor en la Costa en estos casos de sucursales familiares. Ella le retornó el amor dándole dos hijos (que se sepa): Lope, quien se conver­tirá en fiel servidor y guardaespaldas de su padre; y Concepción (Concha) quien vivirá y se casará en Tolú.

La muerte de su esposa María Margarita fue un primer corte de cuentas para Nieto. Por un lado, al paso de Santander por Cartagena en marzo de 1832 como presidente electo de la Repú­blica de Nueva Granada —cuando se conocieron personalmen­te—, Nieto le ofreció amistad y respaldo que Santander retribu­yó luego con un cargo público: lo nombró guardalmacén de la plaza de Cartagena el 2 de septiembre de 1833.

Y por el otro lado, J u a n José hizo reverdecer los amores formales que en su juventud alocada había tenido con Josefa Teresa Plácida de los Dolores, la penúltima hija del doctor y procer Ignacio Cavero y Cárdenas y de doña María Teresa Le-guina y López Tagle. Teresa había esperado a su " n e g r o " medio celosa y con fidelidad, junto a sus tres hermanas , que ya podían considerarse solteronas, una de las cuales terminará en un convento.

La nueva boda se realizó el 21 de abril de 1834. De este ma­trimonio, Nieto no logró tampoco ninguna descendencia. Cuatro meses después murió el doctor Cavero y la familia no volvió a quitarse el luto.

En decadencia, esta familia tampoco logró completamente quitarse del cuello el nudo corredizo de la pobreza, aunque los Caveros eran dueños de un fundo indiviso, con otras familias, en Alcibia (y Preceptor) no lejos de la Popa (originariamente una estancia concedida por el cabildo de Cartagena en el siglo XVII a un funcionario del mismo apellido. Alcibia es hoy un populoso barrio de clase media baja). Allí Teresa tenia "accio­n e s " que pasó en administración a J u a n José , como núcleo de una pequeña hacienda. En Alcibia la pareja construyó una casa pequeña de madera pintada de verde, con corredor al frente sostenido el techo con columnas talladas, al cual daban dos puertas de madera coronadas de bolillos torneados en abanico y cuatro ventanas largas de hojas divididas. Esta casa, medio

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La tiranía concreta a la que se refería entonces era la represen­tada por la explotación de los militares bolivianos, la que quedó simbolizada por la dictadura de Urdaneta en 1830, contra la cual habían reaccionado los santandens tas . Corría entonces por todo el país una fuerte corriente civilista que llevaría más ade­lante a reducir el pie de fuerza del ejército. Lo peculiar de este momento era ver a jefes militares encabezando revueltas contra la política militar, Pero ésta era precisamente la que se veía en 1840 como fuente de tiranía, la cual había que eliminar apelando a la fuerza, llegado el caso.

El tatarabuelo Adolfo Mier se fue por otra senda ideológi-ÍJ3] ca: la de la cultura popular. No tomó ninguna decisión

estrictamente partidista —y con él su gente— sino que se aferró a la praxis original que regula el intercambio material de la especie humana con su medio natural. Más importante para él eran los playones y el río, y su utilización para crear riqueza, que el debate sobre centralismo y federalismo. Más importante era educarse, aprender música y conocer los secretos de la herbología —saber vivir y dejar vivir— que dominar el mosque­te y el fusil.

Por cultura popular se entiende el conjunto de ideas sobre la realidad y el mundo inmediato y su manejo que se basan en conocimientos empíricos, prácticos y de sentido común. Es el folclor, saber o sabiduría popular que ha sido posesión ancestral de las gentes de las bases sociales, aquel que les ha permitido crear, trabajar e interpretar predominantemente con los recur­sos directos que la naturaleza ofrece al hombre. (O. Fals Borda, "La ciencia y el pueb lo" , Tercer Congreso Nacional de Sociolo­gía, Bogotá, 1980).

Aunque no fuera partidista, este complejo ideológico popu­lar había producido en la región momposina su propia estructura política, representada en caciques, chamanes, guerreros y diri­gentes diversos que iban condicionados por el contexto cultural y que sabían, por esencia y conciencia, responder a sus exigen­cias.

No quiere ello decir que el resultado de este proceso hubiera sido siempre el mismo, es decir, que fuera de naturaleza reac­cionaria o conservadora. Por el contrario: se sabe que los grupos de base popular son dinámicos, cambian y se amoldan a las circunstancias ambientales. Aún más: actualmente son los únicos capaces de entender y controlar el ambiente y, quizás,

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disimulada entre crotos de hojas multicolores y guayacanes con perfumadas orquídeas costeñas, quedaba al pie del camino real que venía de Turbaco y Ternera hacia el recinto amurallado de la ciudad.

J u a n José siguió el ritmo de su carrera y de la acomodada vida social de que empezaba a gozar. Cuando no iba de parran­da con sus amigos, podía distraerse con sus colegas de buenas familias yendo a representaciones dramáticas —como las que daba la compañía española de Eduardo Torres— y de vez en cuando asistía a las ' ' jaranas de a rpa" o a las veladas musicales de la señora Gallardo para escuchar arias de Ana Bolena de Donizetti, o de Roberto el diablo de Meyerbeer. A Nieto le pare­cían más accesibles las cadencias del segundo que los griticos de la primera, además de que Meyerbeer podía considerarse francés...

Después de nacer mi hermano Agustín —que tanto se irá a destacar con el clarinete— al cura Arias, mi papá, lo trasladaron a Simití y mamá Tina no quiso irse de Mompox, Él se fue y le mandaba mercancías de vez en cuando a mi mamá para ayudarla. Pero después no volvimos a saber más nada de él, sino que había salido de Simití por no querer aceptar la comisaría del pueblo. Mi mamá se defendió sola vendiendo bolitas de tama­rindo cuando pepeaba el árbol del traspatio, y haciendo cafongo [bollos dulces], bollos de maíz y de plátano y cazabes de harina de yuca.

Mi mamá me puso en la escuela pública de Santa Bár­bara [por el sistema lancasteriano] que dirigía el doctor Julián Ponce; pero la escuela la cerraron poco después. Ella acudía a su hermano Marcelino cada vez que esta­ba apurada de dinero; casi nunca, por pena y orgullo, ocupó a sus primas de Mier de la nobleza de la albarra-da, como la niña Micaela Epalza, todavía soltera, que era de su edad, o como la niña Dominga, esposa de don Atanasio Germán Ribón. Aunque se visitaban de vez en cuando. Y, por ser más favorable, mi mamá consi­guió un ranchito de palma amarga en el barrio abajo para donde nos mudamos. Allí crecí, me formé y apren­dí a tocar trompeta y bombardino [el barítono que los Mier siguen usando en Loba todavía, al cabo de tres generaciones]. Entré como ayudante a la banda de mú-

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El viejo bombardino de Adolfo Mier. todavía en manos de sus descen­dientes en San Martín de Loba.

salvar al resto de la sociedad del desastre ecológico que nos amenaza. Históricamente puede demostrarse que producen líderes capaces y eficientes que, muchas veces, han logrado victorias sobre los grupos dominantes.

Por lo mismo, las bases populares pueden responder al reto de la democracia política moderna y a requerimientos utó­picos como los presentados en aquellos días por Nieto y los políticos liberales; sólo que el manejo de la cuestión —se sabe mejor ahora, entre otros, por los trabajos de la escuela de inves­tigación-acción participante— no puede hacerse en términos importados, en lenguas exóticas o por clases explotadoras tradi­cionales, sino en las condiciones propias de la cultura popular y de sus elementos representativos.

Esta convicción radica en el hecho de que el saber popular, aunque no esté codificado a la usanza de las clases llamadas "cultas" o "ilustradas", tiene su propia racionalidad y su pro­pia estructura de causalidad, es decir, puede tener mérito y validez científica en sí mismo. Si no fuese así, no funcionaría en la práctica, ni en la Costa ni en ninguna parte. El hecho de que el saber popular se base en una praxis original y en una ideología de lo cotidiano e inmediato no lo hace menos cierto o ambicioso o de más corto vuelo intelectual, sino que obliga a los

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sicos que el señor Troncoso había organizado para las procesiones y fiestas de la ciudad.

Como pelaos, uno de nuestros principales berroches era echarnos la leva de la escuela y bañarnos en el río, claro que con ojo a los caimanes. Allí nos dijeron los bogas de la amenaza que era para ellos la presencia de vapores que venían haciendo viajes desde Santa Marta: se iban a quedar sin trabajo por la barrida casi segura de los champanes.

Un día (en 1839), así como les estoy contando, llegó el vapor Unión a Mompox. Era su primer viaje [de Glasgow, Escocia, desde donde pasó el mar sobre una falsa quilla que se le quitó en Barranquilla después de entrar por las Bocas de Ceniza para quedar como plan­chón]. En la plaza del mercado lo esperaban con banda de músicos y buen ron el gobernador y uno de los due­ños del barco, un paisa que vivía en Mompox, don José María Pino. Pero los bogas y nosotros le teníamos pre­parado un recibimiento diferente. Impedimos que el Unión se acercara a la ribera de la Hoyo por la lluvia de piedras y garrotes y unos cuantos disparos, " ¡ Muera el vapor! ¡Que vivan los bogas ! " , gritábamos con el resto del tropel de gente pobre que llegó de todas partes . Y mandamos que en ningún caserío se le embarcara al Unión la leña que necesitaba para la caldera.

Esa lucha fue en balde. Los ricos se las sabían todas, y cuando no lo mandaban a uno a pelear, lo convencían a punta de plata. El vapor Unión siguió haciendo viajes por varios años, y su capitán [Mister J a m e s D. William-son] resolvió el problema de la leña con un champán lleno que llevaba a remolque. Lo malo para la compañía fue el tamaño del barco, porque éste se varaba a cada rato por lo grande que era.

Golpeado y al mismo tiempo confortado por la suerte, Nieto, el mestizo autodidacto, decidió retornar a sus queridos y medio olvidados libros, y enfocar, en especial, la historia y geografía de su tierra. En esta tarea demostró originalidad y cierta desu­sada intuición metodológica. [C] Emprendió una serie de cortos viajes a la provincia con el fin de entrevistar a los hijos favoritos de los pueblos que tuvieran documentos y noticias. Visitó archi­vos, recogió manuscritos antiguos y diversas memorias sobre

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Mompox. Bogas descargando en el puerto. (Dibujo de Torres Méndez).

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los indios mocanás y calamares, la conquista y la colonia de la región de Cartagena y sus 115 lugares poblados y cantones. De allí salió en 1839 la Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena (publicada en la imprenta de Eduardo Hernández), la primera en su género en todo el país, sumamen­te útil para geógrafos e historiadores posteriores, con errores y todo, y que dedicó "en obsequio de mi tierra natal, a los buenos cartageneros".

Nieto también incursionó animoso por la crítica literaria y se atrevió, en 1835, a hacerle algunas glosas a una carta publi­cada en Bogotá por el poeta José Joaquín Ortiz dirigida al joven tipógrafo Bartolomé Calvo, de Cartagena, en la que Ortiz se quejaba de la indiferencia con que se habían recibido sus obras en la capital. Era un ataque disimulado al presidente Santander. Nieto, como buen santanderista y obandista (además, empleado del gobierno), contestó con erudición, citando literatos france­ses y asegurando que el gobierno "marcha con el siglo en que vivimos, porque no es un gobierno tiránico ni ilegítimo contra quien deba conspirarse [... j ni vengador de los agravios y desór­denes pasados".

Bartolomé Calvo le aconsejó a! poeta Ortiz no contestar a Nieto: "Este es un ignorante que quiere hacerse notar de cual­quier modo", escribió en una esquela, "no debe hacérsele caso, porque el desprecio es la contestación más dolorosa que él pue­de recibir [... ] aquí se ríen de sus escritos". ¡Histórica esquela! Nieto, a través del general Tomás Cipriano de Mosquera, se la hará comer a Calvo, depuesto de la presidencia de la república por ambos, 26 años más tarde.

No era totalmente cierta la frase de que el régimen del presi­dente Santander ' 'no era vengador de los agravios y desórdenes pasados". Impelido por Obando como ministro de guerra, el presidente había desconocido el pacto de caballeros suscrito por los exmandatarios Urdaneta y Caicedo en las Juntas de Apulo sobre el respeto al escalafón militar existente. Los eliminados del escalafón empezaron a conspirar. Las tensiones volvieron a eruptar, las pasiones a exacerbarse. Además, la nueva Consti­tución de 1832, aunque bien intencionada, había producido no­table confusión en el manejo de la cosa pública, combinando fórmulas centralistas con federativas de gobierno: por ejemplo, los impuestos locales podían ser ordenados por las cámaras provinciales pero no ejecutados sino hasta obtener la refrenda­ción del Congreso Nacional. Santander mismo cayó enfermo y el

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letrados a investigar en otra sintaxis cultural, traducir ¡deas abstrusas, decantar utopías y plantear lo concreto en la conduc­ta social y política.

Por eso, a la familia de Adolfo Mier le tuvo sin cuidado la polémica constitucional, aunque tendía a ser federalista, puesto que tenía conciencia del valor de la patria chica y quería defen­der sus riquezas y su pueblo: era la lucha por la tierra y el río, por los caños, ciénagas y playones, por la caza, pesca y agricul­tura. No vaciló así el jefe de ella, el cura Arias, en sumarse a la expedición que se organizó en Mompox para debelar la rebelión de Pedro Garujo en Riohacha y San J u a n del Cesar, en 1831 / 5 / .

Sus hijos se plegaron luego a las necesidades de los bogas del rio Magdalena que resistían la intrusión del buque de vapor, porque empezaba a desplazarlos económicamente. Eran los días de la Compañía Anglo-Granadina de Navegación, cuyo úni­co barco, el Unión, no duraría en servicio sino dos años, destrui­do por la revolución de 1841. Mientras tanto, en las clases populares momposinas se desarrollaron instituciones de ayuda mutua y colaboración cívica que aumentaron la riqueza colectiva y estimularon la vida en comunidad. Y se preocuparon, natural­mente , cuando las aguas del brazo de Mompox empezaron a bajar por diversas causas naturales y humanas .

5. Entrevistas personales con don Adolfo Mier Serpa en San Martín de Loba. 1979, 1980 y 1981. Otras fuentes para el relato momposino; Rafael Soto, Decenios de Mompox en la Independencia (Barranquilla, 1960), II, 177 (Bolívar en Mompox en 1830); II, 208 (llegada del vapor Unión): 202-204 (sequías del brazo de Mompox y primeras represas). Cf. Salvador Camacho Roldan, Notas de viaje (París, 1898), 170, 180; Robert L. Gilmore y John P. Harrison, "Juan Bernardo Elbers and the Introduction of Steam Navigation on the Magdalena River", Hispanic American HistoricalReview. XXVIII, No. 3 (agosto de 1948), 356.

Rebeliones de Carujo, Luque y Portocarrero en 1830 y 1831: Soto, 11, 178-187; Alarcón 111-122; Carta de Francisco M. Troncoso a Rafael Urdaneta, Mompox, abril 28, 1831, ANC, Historia (Mompox), 1. fols. 185-188 (capitulación de Montilla a Luque); Comunicación de Santiago Páez Mazenet y otros sobre convención departamental a Luque, Alci­bia, abril 16, 1831, ANC, Historia (Mompox), I, fols. 180-183.

Pasquín contra Atanasio Germán Ribón: Papeles personales de don Matías Ribón Cordero, Mompox; los Piñeres y el papel moneda: Gabriel Jiménez Molinares, Linajes cartageneros -1 (Cartagena, 1951), 65-66.

Entrada de los hermanos Gómez y otros a las Tierras de Loba: Ministerio de Industrias, Algunos documentos sobre las Tierras de Loba (Bogotá, 1924), 67.

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problema de su sucesión dividió la opinión pública en bandos mordaces y belicosos.

Las varadas de los vapores y también de las canoas en nuestro brazo del río empezaron a preocupar a los momposinos y alegrar a los magangueleños del otro brazo; el de Loba. En el barrio abajo, donde vivíamos, se hicieron reuniones para protestar por el abandono del gobierno. Mi tío Marcelino hablaba allí siempre y decía: "Esto se va a acabar, ¡pendejos!". Hasta cuando la cámara provincial nombró una Junta Patriótica para hacer palizadas, una estacada rellena de piedras, y represas en la boca de Loba al pie de El Banco y en los brazos del Orejero y Lugo. Muchos de nosotros nos fuimos para allá a trabajar como voluntarios, cargando piedras y palos.

Se consiguió apoyo nacional a pesar de la oposición disimulada de Magangué. Algunas obras se hicieron, pero fueron insuficientes y el brazo de Mompox se fue abonando poco a poco, sin poder hacer nada.

Yo no sé qué misterio afectó ese trabajo, o si tuvo fucú. Pero las malas lenguas insistían no sólo en la opo­sición de los de Magangué sino en el del mismo ño Atanasio Germán Ribón como administrador, por he­rencia de su mujer Dominga Epalza, de una parte de las Tierras de Loba. Porque a él le interesaba tener más agua frente a sus propiedades del Barranco y el Hatillo. Incluso decían por ahí que empezó a hacer cañitos para llevarse el agua y, como ustedes saben, esos cañitos pueden convertirse en caños grandes con el paso del tiempo. Hubo también un temblor de tierra —el que hizo subir unas grandes piedras del fondo del río cerca de Juana Sánchez y en el cerro de la Aguada, al frente de Comemiel— que ayudó a desviar la corriente princi­pal del río Magdalena desde el punto de la desemboca­dura del Cesar, que antes estaba abajo de El Banco, en El Salto. Y como la corriente de este río viene preciso contra la del Magdalena, echó también fuerza para torcer la dirección de las aguas hacia los caños del otro lado que, al juntarse, formaron el brazo de Loba. ¡Po­bre Mompox, comienza su ruina!

Estas preocupaciones no dejaban dormir a mucha

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Al perfilarse el conflicto bélico causado por desavenencias políticas entre las clases ilustradas superiores y en sus intereses comerciales, el pueblo raso momposino, en parte, optó por solu­ciones de escape: la emigración hacia el sur, hacia el otro brazo del río que quedaba libre de militares y de políticos. (También hubo otra corriente de desplazados hacia el norte, como vere­mos más adelante). Asi, la familia Mier-Arias decidió preparar­se para huir de la amenaza de los ejércitos del general Carmona —con quien venía Juan José Nieto—, que asediaban a Mompox en 1840, y sumarse a sus compadres Gómez quienes, desde hacía muchos meses, habían planeado colonizar las desocupa­das y fabulosas Tierras de Loba.

Se protocolizaba así en esta región la divergencia entre la clase política letrada —la élite intelectual—, ahora armada y con facciones propias, manifestando particulares metas de dominio y explotación a través de instituciones generales; y la clase popular —las mayorías desarmadas—, con miras y defi­niciones propias de lo que era bienestar, seguridad y justicia, todavía sin identificación con partidos. Se empezaba a abrir la distancia entre el país político y el país nacional.

Buscaba la gente común soluciones factibles que pudiera entender y controlar, y se alejaba de las disquisiciones utópicas a las que no había tenido acceso y sobre las cuales los políticos e intelectuales no se habían dignado darles ninguna explicación: porque no los consideraban sino como carne de cañón y gleba ignorante. Los políticos pensaban que el pueblo raso no podía articular intelectualmente el bien supremo porque no sabía inglés ni francés; pero que ello no era necesario porque podía poner el hombro, los brazos, el sudor y la sangre para que los poderosos se lo ganaran. Claro que a veces el pueblo podía esca­par de esta ingrata tarea, en aras de la vida y del progreso propios de las clases mayoritarias. Y así pasó con los Mier-Arias.

La estirada sociedad cartagenera no esperaba que un mes­i a l tizo sin educación formal como Nieto fuese capaz de pro­

ducir obras intelectuales de mérito. Los Calvos y otros notables de la ciudad dijeron una vez que "éste es un ignorante [...] aquí se ríen de sus escritos", aunque a la fecha (1835) éstos incluían los Derechos y deberes del hombre en sociedad, ya comentados, la Contestación a una carta de José Joaquín Ortiz, y artículos diversos de alguna seriedad. La posteridad ha dicho

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gente momposina, pues nos dimos cuenta del desastre que representaba, que la pobreza podía extenderse a la villa. Pero los recursos del gobierno para la obra no llegaban o, más bien, se gastaban en cosas que no ser­vían. Fue el culpable de que se nos perdiera el río. La plata de los impuestos era para la gente poderosa, eso se veía: para los viejos ricos y para los nuevos que se aprovechaban de la política y de los partidos. La niña Tina nos decía entre un soplo y otro sobre el anafe: " ¡ Juá! El que tiene más saliva, más harina t r aga" ,

En esta atmósfera de inestabilidad amenazante , J u a n José Nieto se lanza por fin, en 1836, como candidato a diputado en la Cámara provincial de Cartagena, por el distrito de la Catedral, que dominaban sus amigos, los artesanos galleros. Es elegido por dos años: ya cuenta con una cauda electoral propia, es un gamonal de ciudad.

En la cámara provincial, Nieto promueve un debate sobre las ventajas del federalismo y redacta un anteproyecto de Constitu­ción federal para el país que pueda ser acogido y llevado al Congreso en Bogotá. El anteproyecto es rechazado sin funda­mentos de peso, casi con altanería por venir de un " p a r d o " ignorante, lo cual, naturalmente, lo irrita; será razón para per­sistir en la política y buscar la eliminación de las castas, la aboli­ción de la esclavitud y la imposición de aquella iniciativa federa­lista que contribuya realmente al bien común. Quizás se deba llegar a emplear la fuerza, pensó: ' 'Toda bestia se lleva a pastar a golpes ' ' , como lo había leído en los clásicos.

Estos dilemas morales de la política pudo compartirlos con algunos amigos masones que empezaron a tentarlo para que entrara a la logia Hospitalidad Granadina No. 1, que tenía su templo en la calle de San Juan de Dios. (Esta logia, la primera del país, había sido establecida por un grupo de militares y civi­les santanderistas encabezados por el capitán Antonio Castañe­da el 23 de junio de 1833, con la venia del Supremo Consejo del oriente Neogranadino, fundado cuatro días antes). El abogado Antonio Benedetti, entonces teniente de las milicias locales y compañero de Nieto en la plaza, pertenecía al grupo de funda­dores. No tuvo dificultades en presentar como aprendiz o luba-tón a J u a n José en una " t e n i d a " solemne en 1839, presidida por el notario Dionisio Bautista como Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo.

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Escudos de la logia masónica Hospital idad Granadina y del Supremo Consejo Neogranadino, en Cartagena. (Tomados de Carnicelli).

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Un poco antes, el masón José María Obando había sido de­rrotado en su candidatura a la presidencia de la república, y resultó elegido el doctor José Ignacio de Márquez para el perio­do de 1837 a 1841. Márquez era antiboliviano y masón también, aunque Juan José y los obandistas ya no lo consideraban así. Se había alejado del redil de las logias.

Lo peor era que Márquez había llegado a la presidencia con amplio apoyo de los bolivianos. Este contubernio parecía ina­ceptable. Había necesidad de delimitar de nuevo las fronteras entre los nacientes grupos políticos, y ello lo ofreció el problema del centralismo gubernamental en un país tan grande y desco­yuntado como era la Nueva Granada. Comenzaron por los nom­bres: los exsantanderistas y obandistas favorables al federalis­mo se autotitularon "progresistas"; los exbolivianos y gobier­nistas favorables al centralismo se bautizaron como "ministe­riales". Claro que cada grupo representaba intereses aún más amplios y profundos: los artesanos, los anticlericales, los anties­clavistas tendían al primero; los ricos, los clericales, los hacen­dados, y los señores al segundo.

Los ministeriales, naturalmente, buscaron afianzarse en el poder y monopolizar las posiciones gubernamentales. En Carta­gena ello se dio asi en los cargos públicos como en la cámara provincial. Cuando Juan José Nieto aspiró a dar un paso más y llegar como diputado a la Cámara Nacional de Representantes, obtuvo mayoría entre los electores; pero los escrutadores, que eran ministeriales, le "embolataron" la elección y proclamaron elegido a un tercero de su preferencia. Era otra lección que recibía Nieto sobre manipulación democratera. No habría de olvidar esta lección práctica, como la anterior de la cámara provincial, ya que tendría que aprovecharlas haciéndose a la idea de que el fin justifica los medios.

¡Tantos politiqueros preocupados por sus puestos y ventajas, y aquí en Mompox quedándonos sin río, sin comercio y sin comida! ¿Por qué, en vez de meternos en partidos políticos, los jefes no nos organizan para tomar la tierra y el agua, y aprender a explotarlas mejor? Así defenderíamos bien el río y sus riquezas, los peces y el transporte que nos da la vida.

La cosa iba en serio. Al ver cómo se secaba el rio, mucha gente pobre empezó a pensar en otras cosas: pot ejemplo, en pasarse al otro brazo del río, el de Loba,

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más, y el balance final añade nuevas aristas a la teoría corriente del caudillismo.

El propio Nieto contestó a los incrédulos criticones de su tierra y de su época con una Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena (Cartagena, 1839) que no sólo es la primera geografía regional que se escribió en el país, sino que contiene descripciones generales de costumbres, datos polí­ticos y económicos que anticipan el tratamiento sociológico posterior.

Hasta entonces, la Costa atlántica no había tenido, desde el punto de vista geográfico, sino las especiales relaciones (sin publicar) de comisionados reales como Antonio de la Torre y Miranda (1794), las cortas descripciones de don Francisco Sil­vestre (1789), los escritos parciales (en alemán) del barón de Humboldt (1805), y el Derrotero de Las Islas Antillas y de las costas de Tierra Firme (Madrid, 1820), que contiene datos loca­les importantes. La síntesis geográfica de Nieto habrá de ser la única fuente utilizable sobre la provincia de Cartagena y el Esta­do de Bolívar hasta bien entrado el siglo XX, porque la Comisión Corográfica nacional de 1849 no llegó a la Costa, y los subsi­guientes trabajos de geógrafos no fueron regionales sino nacio­nales, como los textos de Tomás Cipriano de Mosquera (1852), Antonio Cuervo (1855), Joaquín Esguerra (1879), Felipe Pérez (1883) y Francisco José Vergara y Velasco (1892), quienes casi todos citan, con respeto, a Nieto. La siguiente importante geo­grafía regional, la de Manuel Uribe Ángel sobre Antioquia, no fue publicada hasta 1885, en París.

Aunque ahora advirtamos sus errores, de esta Geografía histórica de Cartagena parten las versiones hasta hace poco ofi­ciales sobre las fundaciones de Barranquilla, Sabanalarga y otros sitios. Ofrece uno de los primeros relatos ordenados sobre la revolución de Cartagena contra España así como un esbozo de la Conquista. Sobre cada cantón tiene datos específicos, a veces ingenuos ("les gusta el baile", "son indolentes", "traba­jan bien el algodón", etc.).

Para obtener estos datos, el mismo Nieto informa en el pró­logo que durante cinco años acudió a "memorias y manuscritos de una remota y respetable antigüedad", consultó archivos municipales ("salvados por casualidad de las injurias del tiem­po"), visitó pueblos de provincia y entrevistó ciudadanos de crédito "que saben el lugar que habitan". Utilizó así, de mane­ra rudimentaria, técnicas de investigación que hoy han vindi-

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que iba cogiendo fuerza y agua, gente y dinero que ve­nía de la venta de tagua, y luchar por tener allí su peda­zo de ladera. Allí había otra ventaja: no cruzaban los barcos de guerra. Éstos se aguantaban en Magangué y regresaban por la boca de Tacaloa a Mompox, que era la presa deseada por las tropas.

El señor Faustino Gómez, compadre de mi mamá y gran agricultor, cazador y pescador, fue de los primeros en hablar de irse de Mompox cogiendo por el caño de Guataca para llegar al antiguo pueblo de Cañonegro y, quizás, todavía más al sur tomar por los grandes playo­nes de la isla en dirección del río Tiquizio. Sabía que otro momposino viejo, el señor J u a n Francisco Palomi­no, se había metido por allí y pudo hacer un corral de ganado en una ribera del río Chicagua, hacía unos vein­te años.

Allí el problema eran los capataces de ño Atanasio Germán Ribón, quienes tenían órdenes de echar a los que entraran a esos playones sin su permiso, pues se consideraban como parte de las Tierras de Loba. Pero la verdad era que no habían podido sacar ni a los de Caño-negro ni al señor Palomino, en todos esos años. Era tie­rra desocupada, de monte virgen lleno de tagua, caucho y cacao, fértil, con ciénagas e islas muy bonitas, donde podíamos sembrar de todo para alimentarnos y progre­sar. El señor Gómez se fue metiendo contra viento y marea con su hermano Manuel y con otras familias: los Benavides y los Beleños. Yo, que tenía once años y estaba ya grande, también me fui interesando en la idea de vivir en las Tierras de Loba.

El miedo que sentíamos por ño Atanasio se nos fue acabando por el apoyo que teníamos contra él en mucha gente momposina, de arriba y de abajo. La exmarque­sa, suegra de Atanasio, estaba cegatona y enferma, y políticamente no valía nada. Los Ribones, hermanos de Atanasio, fueron adquiriendo poder, y el presidente Márquez alcanzó a nombrar algunos en puestos públi­cos; pero en ese momento no podían actuar legalmente contra nosotros ni contra los que se habían metido en sus propiedades. Porque las Tierras de Loba se consi­deraban baldíos, de acuerdo con nuevas leyes de la República.

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cado y asimilado las ciencias sociales, como las que se han empleado para realizar esta misma Historia doble de la Costa.

Metodología. El presente trabajo sobre el caudillismo cos-[ D ] teño a mediados del siglo XIX es resultado de combinar

diversas técnicas de investigación que, como en el tomo I, he denominado reconstrucción o ilación histórica. Para esta reconstrucción trato de hacer una presentación de sucesos del pasado que no sólo sea objetiva —de acuerdo con los hechos reales registrados por la observación o con datos documenta­les— sino útil para los fines de educación política y cultural que exigen los movimientos populares contemporáneos.

Esta historia tiene y lleva un propósito y, por lo mismo, reconoce la dimensión ideológica en las disciplinas sociales. Busco contar la historia en lo que ella no ha dicho por ocultar u olvidar aspectos no convenientes para las clases dominantes y opresoras —en lo que aplico la recuperación crítica—; y rela­tarla ordenadamente en tal forma que quienes suministraron los datos de las clases trabajadoras la reconozcan como propia —en lo que sigo las reglas de la devolución sistemática del conocimiento—. Este informe es, pues , un desarrollo del méto­do de investigación-acción (de participantes o participativa) que va explicado en otras fuentes 161.

6. Además de los materiales sobre investigación-acción (participativa) presentados en el Simposio Internacional de Cartagena en 1977 (cita­dos en el Tomo I) pueden verse algunos de los últimamente produ­cidos:

G. V. S. de Silva, Niranjan Mehta, M. Anisur Rahman y Ponna Wig-naraja, "Bhoomi Sena: A Struggle for People's Power", Development Dialogue (Upsala), No. 2 (1979), 3-70; Trabajos del Primer Seminario Latinoamericano sobre Investigación Participativa en el Medio Rural, Ayacucho, Perú, 9-14 de marzo, 1980; Papers of the International Forum on Participatory Research, Ljubljana, Yugoslavia, 13-22 de abril, 1980; Antón de Schutter, Sobre el método de investigación parti­cipativa (Pátzcuaro, CREFAL, 1980); Paul Oquist, "The Epistemology of Action Research", Development Dialogue (Upsala). No. 1 (1978); Guillermo Hoyos V., "Significado de la reflexión epistemológica para la investigación-acción, Ciencia, tecnología y desarrollo (Bogotá, Colciencias), Vol. 4, No. 3 (1980), 277-292.

Número especial de SID (Journal of the Society for International De­velopment), abril 1981; Byram Martin y otros, Emerging Rural Appli­cations of Participatory Research (París, Unesco, 1978); Unicef, Les carnets de Tenfance. No. 42 (octubre de 1979); Unesco, Papers of the Seminar on Participation Research and Development, Dakar, Senegal,

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La suerte y la politiquetía nos favorecieron esta vez. Un día apareció pegado a la puerta de la casona de ño Atanasio el siguiente pasquín, que fue un directo a la quijada de ese poderoso ricachón;

"Señores de ambos partidos: miren ustedes los méri­tos y servicios del niño Atanasio Ribón, de Mompós. Los servicios de don Pantaleón , su padre , que perdió a Mompós en unión de los Piñeres después que robaron a su gusto con sus monopolios de billetes [papel moneda expedido en Cartagena en 1814 para pagar gastos del ejército patriota —véase el capítulo 2 B] se fueron huyendo, pero la pagaron bien, como merecían, Dios se lo pague a Morillo.

"El dicho niño Atanasio, bonachón de profesión, no sale de las tiendas de taberna, es un consumado petar­dista por mayor y por menor, y si no dígalo mi familia y mi cuñado y los demás armacenistas de esta ciudad y extranjeros de fuera.

"Es un jugador de lo que no es suyo, y vendía hasta los platos del servicio de su casa y los camisones de su mujer por menos precio, y compraba los diezmos y los embrollaba hasta que se presentó la ocasión de adular para merecer destinos, y entonces vendió los esclavos de la marquesa para ser ciudadano; y aunque tuvo la desfachatez este vago (pues no es otra cosa) y el Don Quijote del bestia de su hermano, de decir por la im­prenta que no aceptarían ningún destino que emanase de la aprobación del presidente Márquez, fueron ense­guida el borrachín, interventor de tesorería; y el otro frenético animal con borlas (no sabiendo hablar a las derechas) fue secretario de la gobernación. Pero ya se ve qué habían de hacer si la hambre se los comía: perder el pudor y meterse a alzafuelles de ineptos mandarines sinvergüenzas.

"Estos son los méritos y servicios de los dioses omni­potentes de Mompós. Así iremos anotando los de cada uno que quiere pender de este suelo hasta los cuernos de la luna. Firma: Un monarquista que desea un rey en Nueva Granada" .

¿Cómo les parece? ¡Fue el despiporre! Porque este monarquista era un conservador de los ministeriales que vivía en el barrio abajo, del mismo partido de los

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De acuerdo con estas orientaciones metodológicas, en la reconstrucción histórica se enfatizan determinados hechos y procesos: los que son congruentes con metas de cambio radical propuestas por clases sociales victimizadas por la explotación capitalista actual. Por eso esta técnica no produce una historia final o absoluta. Pero tampoco es final o absoluta la historia oficial, o la que producen los historiadores de las clases domi­nantes. Cada generación de investigadores va fabricando su propia interpretación de unos mismos hechos, según su respec­tiva experiencia directa, esto es, según la orientación de la clase social o grupos a los cuales pertenecen. Por ello, la critica histó­rica es una tarea sin fin y sin fronteras, y no me sorprenderá que futuros científicos sociales revisen, corrijan y complementen este informe sobre el caudillismo costeño. Aún más: así lo espe­ro. De esta manera se construye la ciencia, que es un proceso permanente , abierto y totalizante de acumulación y revisión de conocimientos válidos adquiridos.

En armonía con estas tesis, la reconstrucción histórica que propongo y practico en este tomo depende mucho de técnicas de imputación y de un uso parsimonioso y conveniente de imagina­ción: puede ser noventa por ciento hechos y diez por ciento imaginación. ¡No se asusten! En cantidades dosificadas, no es malo usar de la imaginación en la tarea científica. Hasta los más eminentes naturalistas lo hacen cuando se ven en la necesidad de completar sus esquemas de explicación: por ejemplo, los astrónomos al describir los " q u a s a r s " o la explosión cósmica primigenia; los arqueólogos cuando reconstruyen a Nínive o Persépolis con base en restos pétreos y basureros; los paleon­tólogos al proponer homínidos según tendencias marcadas por simples quijadas o restos craneales. ¿Y qué decir del uso de la imaginación científica que hizo Arthur Kornberg para determi­nar la estructura interna del DNA polimerasa (la partícula que puede contener el secreto de la vida)? ¿Y el de Richard Feyn-man sobre campos magnéticos?

10-14 de diciembre, 1979; Heinz Moser y Helmut Ornauer, eds., Internationale Aspekte der Aktionsforschung (Munich, 1978); O. Fals Borda, "The Problem of Investigating Reality in Order to Transform it", Dialectical Anthropology, 4 (1979), 33-55; O. Fals Borda, "Mea-nings in Social Science and the Practical Production of Knowledge", Oesterreichische Zeitschrift für Politikwissenschaft (Viena), mayo de 1981: Fals Borda, "La ciencia y el pueblo", 1980, citado.

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Ribón. Muy pocos en verdad querían que hubiera rey en vez de presidente, aunque la preocupación existía [y seguiría empeorándose con el poder que obtuvo en el país la familia Mosquera, de Popayán, y sus coqueteos con los ecuatorianos que pensaban colocar de rey en Quito a un duque español, con el caudillo Juan José Flores, en 1846]. Pero así era el desorden del momento, que unos tiraban para un lado y otros para otro. Y de paso se vio que esos ricos estaban comerciando en la venta de armas a las fuerzas rebeldes y a las guerrillas.

Luego de este tiroteo que dejó con un ala rota a ño Atanasio y a los Ribón, se nos fueron los temores que aún teníamos de meternos en las Tierras de Loba. Nos decidimos cuando supimos que se había armado otra revuelta [en octubre de 1840] y que los ejércitos rebel­des venían a ocupar a Mompox otra vez y rcclutarnos a todos. Eran los bravos del general Carmona, liberales progresistas que, decían, querían cambiar la Constitu­ción y hacernos federales a la fuerza.

Nos alistamos, pues, para volamos en esos días de Mompox con los Gómez, los Benavides, los Beleños y las otras familias comprometidas. Fue una idea correc­ta, porque la villa de Mompox estaba a punto de levan­tarse por Carmona y convertirse en un infierno. Noso­tros no queríamos sino trabajar, sembrar, tocar música, aprender y progresar, es decir, salimos de la mala situación en que vivíamos. ¿Para qué eran todas esas guerras y discusiones de los partidos sobre una Consti­tución que casi nadie del pueblo conocía? ¿Era que así nos iban a quitar el hambre? ¡Ni de vainas!

Los conflictos sociales y políticos subían de tensión a varios niveles, y los progresistas de Cartagena sólo esperaban la con­signa de lucha que diera su jefe nacional y caudillo, el general José María Obando. Acababa de sofocarse una revuelta en Pas­to, en el sur del país, motivada por la clausura de unos conven­tos, cuando Obando decide por fin sublevarse, en julio de 1840. En su proclama declara que se lanza a la lucha por estar ' 'perse­guido cruelmente por un gobierno de origen impopular" (que quería revivir las acusaciones contra Obando por el asesinato del mariscal Antonio José de Sucre, del ejército libertador, en

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Pero asi como lo hacen los científicos naturales, también nosotros en las ciencias sociales podemos emplear la imagina­ción dentro de los parámetros lógicos que el previo conocimien­to adquirido va delimitando. La proporción imaginativa que propongo no es contaminante porque debe jugar dentro de los márgenes de la probabilidad cultural y de la estructura básica que dejan los datos-columnas que sostienen el edificio así del relato como de la interpretación. Los datos-columnas son aque­llos derivados rigurosamente de las fuentes y autoridades cita­das (canal B), que quedan para seguirse consultando y usando por científicos y curiosos. Al recordar esta regla, la imaginación puede emplearse especialmente para completar vacíos lógicos creados por pérdidas irreparables de documentos (el comején, la polilla, el fuego, la humedad que tanto afectan nuestro traba­jo en la Costa), y para redondear situaciones. Por supuesto, no deben imaginarse ni comunicarse incongruencias, imposibili­dades o contradicciones absolutas, sino aquellos aspectos lógi­cos probables que el observador esperaría en el desarrollo de la vida real, dentro de los límites de la cultura del grupo estudiado y para pulir el cuadro que se desea presentar , aun desde el punto de vista estilístico. (El estilo es importante. Tratándose de la vida colectiva, que es tan interesante, no hay razón para que al pasar por las manos de los sociólogos ella se convierta en un ladrillo pesado. Para la comunicación de las ideas, es mejor escribir con la simple pluma de ganso que con un estilete marca IBM).

He tratado de aplicar estas técnicas en el presente tomo, como lo hice en el primero, aunque no tengo ninguna aspiración a que se las juzgue desde el punto de vista literario, sino desde el de la comprensión. En el tomo anterior, estas técnicas resul­tan evidentes cuando se lee la descripción de la enfermedad y muerte del primer marqués de Santacoa, por ejemplo: es imagi­nación con elementos culturales ciertos y existentes dentro de los parámetros de la sociedad colonial estudiada. En el presente capítulo se distingue lo mismo en los siguientes apartes: la vuelta de Juan José en burra por el camino de Cibarco; el baile del bunde al Pie de la Popa; el sabotaje a la llegada del vapor Unión a Mompox. Y así en todos los capítulos.

Ningún lector podrá negar que estas descripciones caen den­tro de lo probable cultural y completan lógicamente el cuadro histórico que pinto, dentro del espacio que dejan los datos-columnas. Supongo que serán versión autorizada hasta cuando

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1830), y que buscaría "el renacimiento de Colombia bajo un sistema federal, que es el grito nacional".

Había otras razones para este alzamiento en la Costa, además de la ideología federalista: la inseguridad económica general producida por la especulación (como la del banquero Judas Tadeo Landínez en Bogotá, que luego se declaró en ban­carrota); el afán de controlar aduanas y rutas comerciales loca­les por la burguesía mercantil samaria y momposina y por gamonales de provincia; el personalismo desatado por la muerte de Santander y la elección de Márquez, entre políticos naciona­les, y la incipiente aunque fuerte competencia de la importación de artículos europeos que resultaban más baratos que los pro­ducidos por los fabricantes nacionales, a pesar de las tarifas proteccionistas vigentes, lo cual llevaba a la protesta de los arte­sanos costeños.

Nieto no lo duda: debe atender a la proclama del jefe y apro­vechar para poner las cosas en su sitio en Cartagena. Irritado por el desconocimiento de su elección como representante, rechazado despreciativamente su proyecto federativo por cole­gas altaneros y racistas, humillado por los Calvos e ignorado por el poeta Ortiz, frustrado en sus iniciativas de progreso loca! y defensa de los artesanos que no podían resolverse sino a las malas en Bogotá, el futuro caudillo costeño decide que hay que apelar a la última razón, al llamado de las armas.

Nieto ha sido un civilista hasta ahora y no tiene otros segui­dores que sus electores de la Catedral y sus amigos y parientes de la Popa, Alcibia, Ternera y Baranoa. No puede levantar ejér­citos propios, como otros gamonales hacendados de provincia. Pero debe arriesgar su carrera en la búsqueda de la felicidad colectiva, los intereses superiores de la dignidad humana y la prosperidad de su gente. Siente que hay nuevas amenazas al derecho de los pueblos a disponer de su destino y que se yergue otra vez el fantasma de la tiranía que aprendió a distinguir desde su niñez cuando leía el Catecismo del doctor Sotomayor y Picón. Cree, por eso, que cuenta también con el apoyo de sus hermanos masones, en cuyas "tenidas" había aprendido a jurar contra los tiranos.

El manejo del fusil y la escopeta, la espada y la lanza en pro de los intereses del partido y de los trabajadores, se vuelve marca del honor personal y prueba del patriotismo. Ya lo había escrito Nieto en su propio folleto sobre Derechos y deberes del hombre en sociedad, para casos críticos como el que estaba

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vengan otros historiadores que consigan nuevos datos, obten­gan los documentos que faltan y me corrijan o complementen.

Es fácil distinguir en el texto del canal A estas secciones descriptivas especiales, aunque a veces los hechos reales del relato sobrepasen el uso que hubiera hecho de la imaginación. Porque en la sociedad costeña del Caribe la línea que separa lo fantástico de lo real muchas veces es tenue. Esta ha sido impor­tante lección de vivencia dictada a los científicos sociales y al resto del mundo por el extraordinario grupo de novelistas y cuentistas costeños contemporáneos, encabezados por Gabriel García Márquez,

Algo semejante puedo explicar respecto de la técnica de imputación, aunque ésta sea más rigurosa. Aquí, como en el caso anterior, lo que traté de hacer fue: llenar con carnes y músculos la osamenta que me describieron don Adolfo Mier Serpa respecto de su padre y su abuelo, y otros ancianos de buena memoria sobre el pasado de los pueblos de la depresión momposina, y sumar, combinar y componer la información para darle coherencia y eficacia comunicativa.

Tuve suerte al constatar documentalmente algunos datos-co-

Vista de Barranquilla hacia 1840. (Acuarela deMark).

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viviendo: había que invocar el ' 'sagrado e indispensable" deber de la insurrección. ¡Había que pelear!

Se acerca así la explosión de la guerra civil de 1840-1842, la primera grande en la Costa, que hará volar mantis mariapalitos en todas direcciones. Nieto deja listo, junto con otros progresis­tas encabezados por el doctor Antonio del Real, el pronuncia­miento rebelde de la guarnición de Cartagena (para el 18 de octubre), y vuela a Barlovento para propiciar el que allí se hará. Los vientos son propicios: esta revuelta aprovechará del des­contento de la población (especialmente los comerciantes de Barranquilla) por no haber querido el gobierno de Márquez declarar habilitado a Sabanilla como puerto para el comercio exterior.

Las chispas comienzan a saltar en Ciénaga (Magdalena), donde el general Francisco Javier Carmona —héroe venezolano de nuestra independencia, que se había establecido allí, en una hacienda que recibió como recompensa por sus servicios— se pronuncia contra el gobierno central y por el federalismo, el 11 de octubre de 1840, a la cabeza de 300 jinetes. Muchos de estos soldados procedían de las antiguas tierras de Carmona donde eran arrendatarios, concertados o esclavos, otros eran campesi­nos y pescadores "reclutados a planazos y a pa los" , como algu­nos dijeron.

Santa Marta secunda el movimiento el 14 siguiente, destitu­ye al gobernador Pedro Díaz Granados y, sin importarle que fuera venezolano, porque todavía se sentía nuestra hermandad con ese pueblo heroico, elige a Carmona como nuevo Jefe Superior, Civil y Militar de un estado soberano naciente: el de Manzanares , bautizado así por el río que atraviesa la ciudad. Luego de asegurarse la lealtad de los indios cercanos de Mama-toco y Bonda (que le habían acompañado en combates previos), Carmona organiza su despacho. Le da la secretaría a Manuel Murillo Toro (hijo de un sacristán de Chaparral, Tolima, en Santa Marta en busca de trabajo, quien llegará después a ser presidente de la república), y hace contacto con los desconten­tos de Barlovento, entre los cuales se encontraban Nieto y sus amigos y parientes.

No tardan en pronunciarse Soledad, Barranquilla y Sabana-larga, cuyos dirigentes convocan a su vez a una "asamblea de diputados del pueblo" el 16 de octubre, en Polonuevo, cerca de Baranoa. En esta asamblea se decide también, a tambor batien­te y entre vítores, la creación de otro estado soberano. La

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lumnas suministrados por don Adolfo —como el paso de su abuelo y de su tío por El Carmen de Bolívar y sus contactos con el general Nieto a través de la masonería, el descubrimiento de las minas de oro de Amagamiento Rico, etc. —; pero sólo por imputación me pude explicar la salida de la familia Mier-Arias de Mompox hacia el sur de la isla, hecho importante para el relato y la historia en general. Aquí tuve que acudir a otras fuentes, como la invaluable obra de Rafael Soto, Decenios de Mompox en la Independencia, tomo II (Barranquilla, 1960) que tiene una riqueza documental de detalle bastante apreciable. Lo mismo hice en relación con otros pueblos y personajes. Combiné así la imputación personal con el empleo de fuentes primarias y secundarias pert inentes. (Esta técnica es necesaria en condiciones difíciles de investigación, como lo acaban de de­mostrar Alfredo Molano y Alejandro Reyes Posada en el libro, Los bombardeos en e l Pato, Bogotá, CINEP, 1980, al imputar a una campesina imaginaria datos recogidos en diferentes circuns­tancias y con diversas personas) . Las inserciones de datos com­plementarios o aclaratorios, como fechas, sitios, citas, en los re­latos o copias de documentos, van colocadas entre corchetes. [ ]

He usado también de otras técnicas para preparar el presen­te tomo: el archivo de baúl suministró datos interesantes, como algunos decretos militares firmados por Nieto, diarios íntimos personales y retratos antiguos; entrevistas con ancianos infor­mantes y con intelectuales de la región; consultas de archivos, especialmente en el Fondo Anselmo Pineda de la Biblioteca Nacional en Bogotá; fuentes pr imarias como la colección de documentos de Manuel Ezequiel Corrales; observación dirigida con visitas a los sitios involucrados en la reconstrucción; y foto­grafía de aspectos adecuados para la devolución sistemática y la publicación del informe.

Sobre devolución sistemática: los dos tomos publicados en esta serie hasta ahora tratan de demostrar el empleo de las reglas sobre comunicación de ideas propuestas en la investiga­ción-acción (participativa), a saber: el nivel 2 para el público en general y cuadros en formación (canal A) y el nivel 3 para cua­dros dirigentes y técnicos varios (canal B). Manifiesto que si tuviera el talento y recursos necesarios habría producido tam­bién materiales de nivel 1 para las bases populares (folletos ilustrados, cortos cinematográficos, transparencias, casetes, libretos, títeres, versos y canciones de protesta). Para todo ello se presta la información de esta serie, como lo señaló en Francia

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emoción vibrante del momento conduce a una escultural mama­da de gallo. En efecto, uno de los asistentes a la asamblea (no se recuerda el nombre de este genio) de manera elocuente invoca las musas y dioses griegos del Olimpo: había que colocar la revolución bajo la protección de nadie menos que la madre de Júpi ter . Así, con aureola de héroes clásicos, ¡nace el Estado Soberano de Cibeles, capital Barranquilla!

La sombra cibelina perdurará hasta 1842, cuando por fin se habilita Sabanilla como puerto marítimo. Pero Carmona, sin­tiendo el reto, y poco dado a esas cosas literarias y mitológicas, no simpatizó para nada con la creación del nuevo estado y menos con el curioso nombre que le dieron. Y el recién escogido Jefe Superior de Cibeles, el capitán cartagenero Ramón Anti­güedad —buen soldado de la batalla del Santuario, donde fue herido en una pierna— se atrevió a disputarle su autoridad.

¡Quién dijo miedo! Al llegar Carmona a Barranquilla en esos días, buscó a Antigüedad y lo desafió en la calle.

"Mira , cojo del carajo, no me vengas a zangulutear con esa vaina de Cibeles ni nada. ¡Corre, que te voy a agujerear la otra pata para que r e spe tes ! " .

A pesar de la roña de la herida que no se la había querido cerrar ni sanar desde El Santuario, Antigüedad echó a correr levantando una buena polvareda a su paso. Francamente ya no se le notaba la cojera. Allí mismo, en las arenas de Barranquilla, empezó a morir el Estado Soberano de Cibeles.

No comenzaba bien el conflicto para los barranquilleros, pero habían dado con un veterano verraco, capaz de conducirlos en guerra y tumbar al presidente Márquez, pensaron Nieto y los más sobrios gamonales cibelinos. Y se sumaron así a los manza-nareños de Carmona, cuya estatura de jefe siguió creciendo con la pronta adhesión de Riohacha, Cartagena y Mompox. Nieto fue recibido, con amigos y parientes baranoeros y tubareños, como capitán de estado mayor del ejército, por su edad y mejor preparación. El joven amigo Rafael Núñez (otro futuro presiden­te de la república) le seguirá poco después.

Ya con una considerable fuerza conjunta, bautizada como "Ejército Unido de los Estados Federales de la Cos ta" , se nombra a Carmona como jefe supremo. Según algunos, éste tenía el secreto designio de separar la Costa de las provincias del interior del país y organizar una república independiente.

Partieron luego todos a Magangué y Mompox en bongos

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Nieto joven, según cuadro restaurado. (Palacio de la Inquisición. Carta­gena).

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61A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

armados con la misión inmediata de derrotar al general gobier­nista Tomás Cipriano de Mosquera, jefe payanes, quien venía amenazante por Bucaramanga, con su propia división. Había que frenar a Mosquera, franquear el avance de la revolución obandista desde el sur hacia Bogotá, y retomar triunfantes a la incitante y medio homérica República Federal de la Costa.

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IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 61B

el crítico Jacques Gilard al reseñar Mompox y Loba en la revista Caravelle(1981).

Esto no me preocupa mucho. Estoy seguro de que los hechos centrales de esta historia seguirán reproduciéndose en diferen­tes formas por el propio contingente de base y otras personas comprometidas con el pueblo trabajador. Sólo aspiro, como mí­nimo, a que la lectura conjunta de ambos canales A y B en estos dos tomos, de verdad contribuya a formar mejores cuadros dirigentes decididos a trabajar por el cambio radical que el país necesita, tarea que cada día se ve con mayor claridad y urgencia.