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8/10/2019 Historia social de la educacin. Liliana Reyes Rocha.
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OCTUBRE-NOVIEMBRE 2014
Desde la Historia Social de la Educa-
cin, una lectura realizada desde nues-
tra denicin del objeto debera recupe-
rar los conictos y las luchas realizadas
en el interior de lasrelaciones sociales eideolgicas de produccin, transmisin,
apropiacin y distribucin de saberes
(Cucuzza 1996, p. 142)
Una historia de la educacin se ha servido de
las herramientas metodolgicas de otras dis-
ciplinas porque ella misma no ha sido prota-
gonista del trabajo de los historiadores como
objeto de inters exclusivo; ms bien su con-sideracin ha estado supeditada a los gran-
des procesos histricos (especialmente de la
historia poltica), su desarrollo acadmico ha
nacido del inters particular de pedagogos y
no de historiadores. Para Cucuzza, la historia
de la educacin debe denir por s misma una
metodologa apropiada para su objeto de es-
tudio, y en razn de eso, debe ella misma te-
ner claridad de cul es el objeto de su estudio.Para el autor, la historia de la educacin tradi-
cionalmente se ha constituido como una his-
toria de la escuela, principalmente porque la
historia de la educacin ha reproducido los
intereses capitalistas institucionalizando una
construccin de la historia educativa bajo
las ideas pedaggicas hegemnicas, desta-
cando biografas de educadores ejempla-
res, sobre antecedentes histricos de leyesy decretos; en n, una historia de mrmoles y
bronces sobre las batallas y efemrides esco-
lares (Ibd:126). Dejando fuera de ella las ten-
siones socio-histricas existentes en los inte-
reses ideolgicos que facilitan o impiden que
determinadas concepciones de lo educativo
se expandan y se cristalicen en las institucio-
nes educativas.
La importancia de una denicin del estudio y
el quehacer de la historia de la educacin ra-
dica en poder posicionarla como una disciplinaindependiente y slida en la medida que pue-
da denir por s misma su metodologa de es-
tudio sin estar supeditada por las metodologas
de otras disciplinas. La propuesta de Cucuzza
es la de una historia social de la educacin
por cuanto ella pueda incluir los elementos que
una historia de la educacin deja fuera. Estos
elementos son la historia de los modos y me-
dios de produccin, transmisin, apropiacin ydistribucin de saberes que conguran deter-
minadas relaciones sociales e ideolgicas de
produccin, transmisin, apropiacin y distri-
bucin de saberes, acompaados estos con
nuevos avances en las tecnologas de repro-
duccin material (Ibd:139).
En ste sentido, los historiadores sociales de
la educacin pueden participar en la cons-
truccin de un conocimiento vlido para lasciencias sociales bajo los cdigos de funcio-
namiento del academicismo y ser reconocida
como tal. Es por tanto, ella misma una postura
que inevitablemente es contingente y servir a
los poderes y resistencias de su contexto. El
aporte del autor es que, en la medida que ella
misma pueda dar cuenta de su propio desa-
rrollo y alcance como disciplina occidentalista
y capitalista, se congura como una historiasocial de la educacin que puede considerar
tambin las diversas y complejas maneras en
que se produjo (y se contina produciendo) el
choque entrelos modos y mediosde trans-
misin del saber europeos con la diversidad
demodos y mediosque encontrarn en las
periferias. Esto es, las resistencias, simbiosis,
Historia social
de la educacin.
Liliana Reyes Rocha.
Estudiante de Licenciatura en Sociologa, UAH y Universidad Catlica de Crdoba.
8/10/2019 Historia social de la educacin. Liliana Reyes Rocha.
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sincretismos, copias, resignicaciones, etc.,
que, en denitiva, se expresan en el cotidiano
interior de un aula (Ibd:141).
Lo social de lo histrico radica, principalmen-
te, en la conguracin de las relaciones socia-
les que permean todas las dimensiones del
mundo social y con ello, la produccin de los
saberes socialmente aceptados y difundidos.
La academia, y en especial el desarrollo de las
ciencias sociales, se ha congurado ella misma
como herramienta discursiva que rescata las
ideologas occidentales que permiten la expan-
sin cultural y su validacin. Este es el caso,
por ejemplo, de la antropologa. El desarrollo
de la antropologa y su auge fueron posibles en
gran medida por que el estudio de otras cul-
turas no occidentales le permita a occidente
posicionarse a s mismo como un espacio de
superioridad en la escala civilizatoria. De este
mal de nacimiento no quedan exentas ni la his-
toria ni las ciencias de la educacin.
El apelativo de ciencia de las ciencias socia-
les se debe a su compulsivo inters por po-
sicionarse como un conocimiento positivo enlos mismos trminos que las ciencias fsicas,
por tanto, el desarrollo del positivismo al interior
de las ciencias sociales fue profundo. La idea
principal es la escisin entre el sujeto y el ob-
jeto de estudio; la produccin de conocimien-
to est garantizada por la capacidad del suje-
to de desprenderse de sus preconcepciones.
La tesis central de Carr, sin embargo, es que
el historiador tiene una posicin y esa posicin
es social: no puede comprenderse o apro-
piarse la obra de un historiador sin captar an-
tes la posicin desde la que l la aborda ()
dicha posicin tiene a su vez races en una
base social e histrica (). El historiador, an-
tes de ponerse a escribir historia, es produc-
to de la historia (1984:52). En este sentido, la
pregunta por qu es primero, si la sociedad o
el individuo, no es pertinente para Carr, pues
eso supone concebir al individuo al margen
de la sociedad. Todo individuo es fruto de la
sociedad en la que ha nacido y el desarrollo
de los procesos sociales trasciende las moti-
vaciones individuales. El historiador, por tanto,
incide en la historia que escribe porque es l
mismo fruto de esa historia. Ms all de eso,
la riqueza de un historiador radica en el poder
de dar cuenta de su posicin: me atrevo a
pensar que el historiador, cuanto ms cons-
ciente es de su propia situacin, ms capaz
es de trascenderla y mejor armado est para
aquilatar la naturaleza esencial de las diferen-
cias entre su sociedad y concepciones y lasde otros perodos y pases, que el historiador
empeado en proclamar que l es un individuo
y no un fenmeno social (Ibd:58).
Estas inquietudes responden a comprender
una relacin mucho ms estrecha entre el su-
jeto y el objeto de estudio porque se ampla el
modo en el que se piensa la relacin entre el
individuo y la sociedad. Para Carr la historia es
el proceso de la investigacin en el pasado del
hombre en sociedad (Ibd:64) que se constitu-
ye como el conjunto de lo que una poca en-
cuentra digno de atencin de otra (Burckhar-
dt citado por Carr 1984:73). Bajo este nuevo
lente de mirada, una historia social de la edu-
cacin no puede verse ella misma como una
abstraccin fuera de lo social y como disciplina
responde a un contexto de produccin en el
que juegan conictos no puramente acadmi-
cos, en la medida que hacer que el hombre
pueda comprender la sociedad del pasado,
e incrementar su dominio de la sociedad del
presente, tal es la doble funcin de la historia
(Ibd) implica relaciones de poder correspondi-
das con el conocimiento que se produce. Del
mismo modo, el historiador social de la edu-
cacin es tambin agente social, pertenece y
no es indiferente a dichos intereses. Por tanto,
Cucuzza y Carr coinciden en considerar que
la historia es ms que el relato institucional de
las fuerzas ganadoras, en la medida que lo que
el historiador produce es una seleccin de los
acontecimientos que su sociedad le ha dicho
son relevantes de destacar como histricos;
nalmente esos criterios no pueden permane-
cer invisibles y es deber de la historia social de
la educacin dar cuenta del modo en el que
llegaron a instituirse como tales.
Esta lnea de pensamiento se encuentra tam-
bin en otras disciplinas de las ciencias socia-
les y se acompaa tambin con un intento de
denicin preciso de los objetos de estudio.
Este es por ejemplo la reexin de Berger y
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Luckman respecto a la sociologa y a la so-
ciologa del conocimiento especcamente; lo
real y el conocimiento son cuestiones relativas
en las sociedades.
Se sigue de esto quelas acumulaciones
especcas de realidad y conocimien-
to pertenecen a contextos sociales es-
peccos y que estas relaciones tendrn
que incluirse en el anlisis sociolgico
adecuado de dichos contextos () una
disciplina digna de ese nombre deber
ocuparse de los modos generales por
los cuales las realidades se dan por
conocidas en las sociedades huma-
nas. En otras palabras, una sociologa
del conocimiento deber tratar ()los
procesos por los que cualquier cuerpo
de conocimiento llega a quedar esta-
blecido socialmente como realidad ()
y deber ocuparse de todo lo que una
sociedad considera como conocimien-
to, sin detenerse en la validez o no vali-
dez de dicho conocimiento(sean cua-
les fueren los criterios aplicados) () y
deber tratar de captar los procesos por
los cuales ello se realiza de una mane-
ra tal, que una realidad ya establecida
se cristaliza para el hombre de la calle
(1986:15)
El supuesto es que el conocimiento es una
produccin social y por tanto la racionalidad
o coherencia de los postulados de cualquier
conocimiento entendido como vlido en la co-munidad de la cual emana son elementos ac-
cesorios. La validez de cualquier conocimien-
to radica en su correspondencia o coherencia
con la realidad, sin embargo ese lazo de co-
nexin entre el conocimiento y la realidad de
la que intenta hablar est socialmente cons-
truido, social e histricamente construido. En
ste sentido, la salida no es otra que eviden-
ciar los procesos que dan posibilidad a queun determinado conocimiento sea tomado por
vlido o no y el modo en el que ello se repro-
duce o modica. Alejado de esto no est, por
tanto, Cucuzza y su planteamiento de lo que
debe ser una historia social de la educacin,
puesto que lo social de lo educativo radicara
en los modos de produccin social de lo que
socialmente es validado y aceptado como lo
educativo y lo educable; y en todo sentido se
corresponde con Carr en la medida que el lazo
entre lo social y lo individual es imperceptible.
Este lazo imperceptible entre lo social y lo in-
dividual est presente con fuerza tambin en
los planteamientos de Bourdieu y Wacquant.
Para Bourdieu, los mecanismos de reproduc-
cin social tienen la particularidad de tener
Una doble vida. Son dos veces existentes: en
la objetividad del primer orden constituida por
la distribucin de recursos materiales y medios
de apropiacin de bienes y valores socialmen-
te escasos como as tambin en la objetivi-
dad del segundo orden, bajo la forma de sis-
temas de clasicacin, esquemas mentales y
corporales que funcionan a manera de patro-
nes simblicos para las actividades prcticas
conducta, pensamiento, sentimientos y jui-
cios de los agentes sociales (2005:32); vale
decir, el mundo social analticamente puede ser
concebido desde una doble existencia: mate-
rial e ideolgica. Ambas se constituyen mutua-
mente. Es tambin un acercamiento similar al
de Berger y Luckmann al decir que la socie-
dad, efectivamente, posee facticidad objetiva.
Y la sociedad, efectivamente, est construida
por una actividad que expresa un signicado
(1986:35) al mencionar las reexiones de Dur-
kheim y Weber. De este modo, la historia social
de la educacin es tambin un foco que ha de
considerar la materialidad de los sistemas
educativos, como tambin su signicado.
Cabe mencionar tambin, que es en gran par-
te gracias a la funcin de los sistemas educa-
tivos, que exista una fuerte correspondencia
entre las condiciones materiales de existencia
y las disposiciones subjetivas: Bourdieu pro-
pone considerar que las divisiones sociales y
los esquemas mentales son estructuralmente
homlogos por estar genticamente ligados
(2005:39); es decir, las disposiciones mentalesy corporales son la encarnacin de las condi-
ciones materiales.
Esta encarnacin, no obstante y enfatizando
lo anteriormente mencionado,
cumple funciones polticas cruciales.
Los sistemas simblicos no son simple-
mente instrumentos de conocimiento,
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son tambin instrumentos de domina-
cin (). Como operadores de integra-
cin cognitiva promueven, por su misma
lgica, la integracin social de un orden
arbitrario(). Los esquemas clasicato-
rios socialmente constituidos por medio
de los cuales construimos activamentela sociedad tienden a representar las es-
tructuras de las que surgen como natu-
rales y necesaria,y no como la decan-
tacin histricamente contingente de un
determinado balance de poder entre cla-
ses, grupos tnicos o gneros (Bour-
dieu y Wacquant 2005:40).
En trminos simples, la ntima conexin en-
tre la sociedad y el individuo no es ms que
una correspondencia entre la estructura y la
agencia. Esta correspondencia sirve para la re-
produccin de un tipo de organizacin social
que potencialmente podra haber sido de otro
modo, pero que su ininterrumpida reproduc-
cin la vuelven aparentemente la nica posible.
El trabajo de cualquier disciplina que tenga por
estudio los fenmenos sociales no puede ser
indiferente de esta doble vida del mundo so-
cial ni de su funcin poltica a la vez; esta es
la llamada praxeologa social.
Finalmente, no cabe dudas de que una histo-
ria social de la educacin responde a in-
tereses polticos inscriptos en un orden social
arbitrario que se constituye l mismo como ob-
jetividad material y subjetiva a la vez. Cmo
sera posible una metodologa bajo estos pa-rmetros? Un ejemplo que algo intenta hacer
puede ser el trabajo de Bowen; su trabajo con-
tiene una conjuncin entre una historia de las
ideas y una historia de la constitucin de prc-
ticas pedaggicas determinadas de acuerdo
a esas ideas. Es tambin la contextualizacin
del ambiente poltico, econmico y social que
dieron origen a esas ideas y a esas prcticas
pedaggicas. Tal vez la parte ms importan-te para m del trabajo de Bowen, y que algo
que menciona en el Prlogo de Historia de la
educacin occidental. Tomo tercero: El occi-
dente moderno, Europa y el Nuevo Mundo
es el cuestionamiento de porqu ciertas ideas
sobre la sociedad y el papel de la educacin
en ella resultan ser tan acogidas por ciertos
sectores de gran poder como la burguesa y
la iglesia, mientras que otras encuentran gran
rechazo en esos mismos sectores. Este es el
caso del progresismo estadounidense que, a
diferencia del progresismo europeo y las ideas
de Montessori, no fueron premiadas, amplia-
mente aplicadas ni reconocidas por la iglesiacatlica por ejemplo. Las razones por las cua-
les ciertas ideas respecto a la sociedad y a la
educacin s tienen ms acogida que otras,
no son azarosas y responden en gran medi-
da al contexto macrosocial de occidente. El
repaso, por tanto, del momento histrico es
fundamental para el trabajo de un historiador
social de la educacin en la medida que per-
mite contextualizar el nacimiento, desarrolloo declive de las ideas y prcticas educativas.
Siguiendo la lnea anterior, han existido dos
sentidos para referir a la expresin historia
social; el primero es entenderlo como snte-
sis, es decir, como una disciplina enfocada al
estudio del hombre como miembro del grupo
al cual pertenece. En este sentido, la historia
sintetiza las dimensiones de la vida del hom-
bre en sociedad, estas son la econmica, la
poltica, la geogrca, etc., y no se entiende
como una especialidad ms, sino como la in-
tegradora de todas las otras. La labor de la
historia social sera la de hacer converger la
historia de la civilizacin material con la histo-
ria de la mentalidad colectiva, por medio de
(a) considerar todos los fenmenos ocurridos
en las dimensiones sociales mencionadas y
(b) una vez identicada esos fenmenos, cap-
tar las relaciones signicativas entre ellas que
puedan dar inteligibilidad a la totalidad social
(Cardoso y Brignoli 1986:289-291). Un segun-
do modo de entender la expresin historia
social, es como dato de grandes nmeros,
esto es considerar los datos de grandes can-
tidades de poblacin para poder caracterizar
a los diversos grupos de la sociedad segn di-
mensiones econmicas, etreas, educativas,
geogrcas, religiosas, etc., y dar cuenta de las
jerarquas sociales y sus bases econmicas,
la dinmica social y poder econmico, la es-
tructura social y estraticacin, etc. (Ibd:291-
309). Esta segunda acepcin del trmino pa-
rece concordar bastante con la metodologa
de Carr. Para l, parece predominar un gran in-
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ters por una la historia social de la educacin
con informacin en grandes nmeros dado
que las acciones de individuos particulares no
interesan a menos que sea parte de un mismo
comportamiento en un grupo mayor de indivi-
duos. Puedo suponer por la lectura breve del
fragmento entregado, una metodologa muycuantitativa y descriptiva.
Sin embargo, para Cardoso y Brignoli, al mo-
mento de enfatizar y profundizar con respec-
to al concepto de mentalidades colectivas
parecieraprivilegiar el uso del anlisis de los
discursos, temticos y lingsticos (1986:328-
332). Esto es porque el trmino mentalida-
des colectivas, alude al estudio de estructuras
mentales propias de los grupos en sociedad,
dar cuenta de sus relaciones entre otras es-
tructuras mentales y adems, de percibir sus
cambios a largo, mediano y corto plazo segn
las contingencias sociales y las luchas ideol-
gicas dadas en el mundo social en una po-
ca. El concepto implica tambin pensar que el
estudio de creencias, mitos, rituales, smbolos,
prcticas y hbitos de la vida cotidiana no son
puramente psicolgicas, sino que son eminen-
temente sociales y su reproduccin y funciona-
miento funcionan colectivamente. Esto quiere
decir, establecer de suyo un fuerte lazo que
conecta al individuo con el grupo al cual per-
tenece y adems, dar cuenta de la relacin
existente entre el grupo propiamente tal y la
sociedad en su conjunto. En este aspecto de
la historia social se toman en cuenta concep-
tos y dinmicas sociales como la hegemona
(ideologas y creencias de lo que es el mundo
social representativas y al servicio de un gru-
po social dominante que difunde e impone ese
sistema de creencias a los dems grupos so-
ciales), las transformaciones del lenguaje yla
consideracin de grupos sociales que ante-
riormente no estaban presentes en la historia,
como las minoras o grupos sin poder social
y poltico(Ibd).
La analoga con Bourdieu, Wacquant, Berger y
Luckmann es ms o menos limpia. Las dispo-
siciones subjetivas no son puramente psicol-
gicas, sino que son socialmente construidas y
estn en ntima relacin con el grupo del cual
el individuo es parte. Para los dos primeros, la
metodologa de trabajo debe ser una constan-
te actitud de reexividad por parte del inves-
tigador; la reexividad implica la exploracin
sistemtica de las categoras impensadas del
pensamiento que delimitan lo pensable y pre-
determinan el pensamiento () lo que debe
ser sometido a un continuo escrutinio, y neu-tralizado, en el acto mismo de la construccin
del objeto, es el inconsciente cientco colec-
tivo jado a las teoras, problemas y catego-
ras (especialmente las nacionales) del juicio
acadmico (Bourdieu y Wacquant 2005:75),
concepcin ntimamente ligada al etnocentris-
mo, al occidentalismo y en suma a la loso-
fa en general del cual han sido acusadas las
disciplinas sociales. Ms profundo que estoes que, el lmite de lo pensable es socialmen-
te construido y aprendido, y el trabajo de un
investigador es constantemente someterse l
mismo a estudio crtico como parte del mun-
do al cual enfoca su investigacin.
Finalmente, resulta relevante el papel del his-
toriador dentro del juego de poderes y cons-
truccin de conocimiento, en la medida que l
mismo pueda reconocerse como parte nun-
ca neutral del proceso acadmico del cual es
parte y asumir en qu medida sus decisiones
epistemolgicas estn mediadas constante-
mente por valoraciones ticas en funciona-
miento incluso inconsciente, pero que deter-
minan el qu, cmo y para qu del producto
que genera.
Cardoso, Ciro y Brignoli, H. 1986. Los mtodos de la
historia. Barcelona: Grupo editorial Grijalbo., pp. 289-336
Carr, E. 1984.Qu es la historia?Bs.As: Editorial
Ariel. Captulo II. La sociedad y el individuo (pp. 41-73)
Cucuzza, H. 1996. Hacia una redenicin del objeto
de estudio de la Historia Social de la Educacin, en: Cu-
cuzza, H. (Comp.), Historia de la Educacin en debate. Bs.
As.: Mio y Dvila editores., pp. 124-146.
Berger, P. y Luckmann, T. 1986. La construccin so-
cial de la realidad. Bs. As.: Amorrortu editores., pp. 9-35
Bourdieu, P. y Waquant, L., 2005. Una Invitacin a la
sociologa reexiva. Bs. As.: Siglo veintiuno editores., pp.
25-99.