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13.08.2007. Historias cinco. Ojo al ripio En ocasiones, los antiguos alumnos del Patronato que queremos seguir manteniendo algún tipo de contacto, nos comunicamos, generalmente en horario nocturno, por teléfono, en el Google-talk, en el Messenger de Gates, en el chat de mensajería instantánea de la propia página, a gritos por la ventana o en el libro de visitas, y los que se acuerdan y aún no tienen achaques intelectuales, que son los menos, cuentan bonitas historias de allí que a los demás nos traen a la mente, casi siempre, agradables vivencias personales. Yo, en ocasiones, guardo las conversaciones para publicarlas luego y que de esta manera no se pierda la tradición oral. Se reproducen a continuación dos de las que creo que pudieran tener algún interés para ustedes. Las conversaciones, como verán, versan sobre los más variados temas. Naturalmente, yo no pido permiso para reproducirlas porque me sería negado inmediatamente, debido a que se involucra en hechos nada honorables a otros compañeros. Estas son algunas de esas entrañables historias surgidas de conversaciones en horas robadas a la noche: 1. De la máquina de liar el tabaco de las pavas Morris: César tenía una máquina de aprovechar las pavas que era muy curiosa, de metal. Parecía una jeringuilla. Gran tipo aquel César. Enrique: Y silencioso, no se le oye ni un susurro, por escrito, en la página del Wetomaster. Luis: ME ACUERDO. Enrique: Si señor, que al principio no sabíamos como funcionaba. Luis: LAS PAVAS DEL MONO ERAN COJONUDAS Morris: ¿De rubio, verdad? Luis: LAS DEJABA A LA MITAD Enrique: Era Chester. Morris: Era Chester, sí Luis: ESAS ERAN PAVAS. Morris: Panda ratas cuarteleras. Luis: LAS DEL JUANERAS ERAN CACA Enrique: Y las de Arrontes no se cogían, las chupaba y las tiraba mojadas. Además se fumaba hasta el filtro, si lo hubiere. Desastre de internado, así no había manera de aprovechar las pavas. FIGURA 1. La máquina de César, con la que se liaba el tabaco para aprovechar las pavas. Una auténtica joya de coleccionista. En la imagen la vemos desplegada.

Historias cinco. Ojo al ripio · Enrique: Estaba en la frontera de la minusvalía. Un 49% diría yo. Luis: COMO UNA CHOTA ESTABA. Morris: ¿Es la de la foto de profesores?, Mª Teresa

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13.08.2007. Historias cinco. Ojo al ripio En ocasiones, los antiguos alumnos del Patronato que queremos seguir manteniendo algún tipo de contacto, nos comunicamos, generalmente en horario nocturno, por teléfono, en el Google-talk, en el Messenger de Gates, en el chat de mensajería instantánea de la propia página, a gritos por la ventana o en el libro de visitas, y los que se acuerdan y aún no tienen achaques intelectuales, que son los menos, cuentan bonitas historias de allí que a los demás nos traen a la mente, casi siempre, agradables vivencias personales. Yo, en ocasiones, guardo las conversaciones para publicarlas luego y que de esta manera no se pierda la tradición oral. Se reproducen a continuación dos de las que creo que pudieran tener algún interés para ustedes. Las conversaciones, como verán, versan sobre los más variados temas. Naturalmente, yo no pido permiso para reproducirlas porque me sería negado inmediatamente, debido a que se involucra en hechos nada honorables a otros compañeros. Estas son algunas de esas entrañables historias surgidas de conversaciones en horas robadas a la noche: 1. De la máquina de liar el tabaco de las pavas

Morris: César tenía una máquina de aprovechar las pavas que era muy curiosa, de metal. Parecía una jeringuilla. Gran tipo aquel César.

Enrique: Y silencioso, no se le oye ni un susurro, por escrito, en la página del Wetomaster. Luis: ME ACUERDO. Enrique: Si señor, que al principio no sabíamos como funcionaba. Luis: LAS PAVAS DEL MONO ERAN COJONUDAS Morris: ¿De rubio, verdad? Luis: LAS DEJABA A LA MITAD Enrique: Era Chester. Morris: Era Chester, sí Luis: ESAS ERAN PAVAS. Morris: Panda ratas cuarteleras. Luis: LAS DEL JUANERAS ERAN CACA Enrique: Y las de Arrontes no se cogían, las chupaba y las tiraba mojadas. Además se fumaba hasta el

filtro, si lo hubiere. Desastre de internado, así no había manera de aprovechar las pavas.

FIGURA 1. La máquina de César, con la que se liaba el tabaco para aprovechar las pavas. Una auténtica joya de coleccionista. En la imagen la vemos desplegada.

2. De la profesora de francés

Luis: ¿OS ACORDAIS DE LA CHO CHON?. Morris: Luego, cuando os veáis reflejados en las historias, diréis que si invención, que si fazaña, que si

gaitas. La verdad os hará libres. Luis: ¿QUE SI OS ACORDAIS DE LA CHO CHON?. Morris: No. Luis: LO DE LA TIA ESTA ERA DE COÑA. Morris: La chochona era una muñeca de tómbola de pueblo. Creo que más moderna. Luis: PORQUE ERAS DE INGLÉS. CUENTALE PERA QUE A MI NO ME CREE. Enrique: A estas alturas todo el mundo sabe que saltó más que tú uno que medía la mitad. Morris: Pendan que les otres traballen, o algo así, era lo que les oía yo a los de francés. Luis: SI ÉSA, CUÉNTALE PERA. Enrique: ¡Pobrecilla!, recuerdo lo que pudo sufrir, aunque yo creo que no se enteraba. Era un ser

permanentemente en el limbo de los piraos. Luis: UN DIA SE TIRÓ UNO AL SUELO, FINGIENDO QUE LE HABIA DADO UN ATAQUE, SE LO PUSIMOS

ENCIMA DE SU MESA . . . . . QUE COÑA. Morris: ¿Era autista o qué?. Enrique: Estaba en la frontera de la minusvalía. Un 49% diría yo. Luis: COMO UNA CHOTA ESTABA. Morris: ¿Es la de la foto de profesores?, Mª Teresa Legorburu pone que se llamaba. Enrique: Berza como aquella, . . era patética . . . . y fíjate donde la metieron. Debió hacer algo muy

gordo para que la castigaran a dar clases de francés allí. Luis: TRES BIEN PERA, TRES BIEN, NO SEÑORITA YO QUIERO UN CUATRO BIEN. Morris: Cuanto talento desaprovechado para actuar de árbol en obras de teatro. Luis: ME ESTOY DESCOJONANDO SOLO DE RECORDARLO. Enrique: Un día no tuvieron clase los de inglés y entraron en la nuestra unos cuantos. Ni se enteró. Luis: MIENTRAS ESCRIBÍA EN EL ENCERADO LE TIRABAMOS EL BORRADOR Y NO SE INMUTABA. Morris: Y decimos que ahora hay violencia contra los profesores. No me lo puedo de creer. Luis: PERO ES QUE LA TÍA ESTABA JAMADA, NO SÉ QUIEN COÑO LA MANDÓ ALLÍ. Enrique: Si pero a nosotros se nos caía el pelo si nos pillaban, el principio de autoridad estaba claro, esto

hacías, esto te llevabas. Ocurría que a veces, te llevabas aunque no hicieras, sobre todo Escribano. Me parece que ya me estoy liando involuntariamente porque el sueño está conmigo. Buenas noches, piraos.

3. De las películas

FIGURA 2. “El Cebo” fue una película que nos traumatizó a algunos. Era una coproducción Hispano-Germano-Suiza de 1958. Las películas de los fines de semana, eran una auténtica institución. Entre los cortes que ya traían y los que aquella máquina, ya de museo entonces, les hacía, no había manera de tener cierta continuidad en el visionado de la maniobra de explotación del éxito y persecución del 7º de Caballería contra los Arapahoe que te joe (conocida chirigota de CAI, por cierto). Menos mal que aquél fiera de Baldo los pegaba rápido, a pesar de lo cual tenía que escuchar los mayores insultos que se puedan decir en un internado. Del local propiamente dicho, nunca oí queja.

Creía yo entonces, que aquel titiritero, grueso, de cara acomplejada y temor materno, se comía en el bosque a las niñas porque las niñas se comían los caramelos de chocolate que les regalaba. Así que tuve durante un tiempo el síndrome de Estocolmo y me puse de parte de él, porque si a mí una niña de la época se me come mis caramelos de chocolate, yo también me la hubiera comido a ella inmediatamente. Después me enteré que no se las comía, las mataba, el tío las mataba. La película de “El Cebo”, nos la pusieron más de una vez en el colegio en aquellos años. Un trauma. Y si la pusieron sólo una vez, entonces es que mi trauma ha sido aún mayor de lo que yo pensaba.

4. De la leal incompetencia

Era una costumbre muy instaurada, que ya adelantaba la competitividad de nuestros días. Cuando la matrícula en una asignatura no estaba claramente decantada hacia un alumno determinado por su diferencia con los demás, era costumbre del profesorado echar a pelear en una única prueba a los que se disputaban sus conocimientos. Por necesidades de aquel guión se enfrentaron Barrallo y Peraita por la de Filosofía de 6º, Barrallo y Nebrera por la de Latín de 4º, Barrallo y Barreiro por la de Matemáticas de 3º, Barrallo y Bitaube por la de Física de 5º, Barrallo y Busta por la de Religión de 1º, Barrallo y Neyra por la de Historia de 4º, Barrallo y Lacaci por la de Inglés de 3º, Barrallo y Leoncio por la de Gimnasia de 6º. Os aburriría si las listara todas. Si, Barrallo siempre competía, y además ganaba, claro. En las que no competía era porque ya se las había llevado de calle sin resistencia. Pues con todo y con eso, cosa rara, le apreciábamos entonces y lo seguimos haciendo ahora. En el curso escolar 1966-67, el Eisman había dicho a los señores Barrallo y Peraita, que ellos eran, por propio merecimiento, los aspirantes a obtener matrícula en la asignatura de Filosofía de 6º y habrían de dirimirlo compitiendo en un examen escrito. Llegado el momento, se presentaron ambos dos a una prueba que suponían compleja, porque el Eisman no regalaba las matrículas sin expreso merecimiento. Como el curso ya había terminado, los demás nos encontrábamos tumbados en el solarium inclinado del campo de balonmano, ligando bronce y esperando acontecimientos. Este asunto del solarium no era ninguna tontería. En él, a la vez que se contemplaba algún interesante partido de fútbol-sala organizado espontáneamente, cuando el fútbol sala aún no existía, o de balonmano, cuando el balonmano era un deporte de práctica incipiente en el Patronato, se preparaban las grandes faenas nocturnas. No, de salidas nocturnas al pueblo no, me refiero a ciertas actividades que se practicaban de noche y con nocturnidad, en los dormitorios. Tales, estaban encaminadas fundamentalmente a aliviar a alguna cama del peso que soportaba para que los somieres no estuviesen demasiado tiempo ocupados, y alargar así, su vida útil. Naturalmente, las intrigas se dirigían contra los ausentes y ¿quiénes eran los ausentes?, justo, los examinandos aspirantes a matrícula en alguna asignatura. Como quiera que Barrallo, por mor de la ventaja competitiva, estaba mucho tiempo ausente, ocurría con frecuencia que las intrigas iban dirigidas contra él y así tenemos que su somier aún se sigue utilizando hoy, porque amanecía muchos días durmiendo en el suelo, que ya tenía costumbre. A veces, incluso teníamos la deferencia de retirar las mesitas de noche para que no tropezara con ellas, al voltear la cama, su capaz cabecita. Gracias al señor Rueda, cocinero-alumno del Patronato antes que fraile-prior del Instituto de Meruelo, que es el Centro heredero de los expedientes de los que cursamos en el Patronato, pude saber que aún se conservaban, dentro de los de los alumnos, los exámenes finales que en cada curso daban opción a la obtención de matrícula en alguna asignatura y, ¡oh casualidad!, allí estaban los de los dos aspirantes a la de Filosofía de aquel 6º curso, señores Barrallo y Peraita, por orden alfabético. Tengo que deciros que los exámenes no se entregaban a los alumnos y por ello figuran anotaciones del profesor poco académicas, realizadas con total libertad e incluso, en ocasiones, con cierto humor. Tampoco pretendáis identificar vuestra letra y firma porque ambas han evolucionado y en nada se parecen a las actuales, al menos yo las mías no les he encontrado parecido con las que ahora tengo.

Finalmente el señor Rueda, con una sonrisa burlona de cómplice, apreció el buen fin al que iban a ser destinadas las copias y accedió a que escaneara los exámenes que os presento a continuación para daros una idea de aquella leal incompetencia. El Eisman les había dicho a aquellos alumnos que tenían menos de un folio para expresar todo lo que se les ocurriese sobre la bomba atómica. FIGURA 3. Fuera gay o fuera lesbiana, ENOLA, madre del conductor del aeroplano y coronel de la USAF, terminó dándole unos azotes en el trasero a su hijo por poner su nombre al bombardero lanzador.

5. Fe de ratas

Había ratas en aquel lugar, que iban y venían desde la playa hasta el monte y desde el monte hasta la playa, allá por el horizonte (Ana Belén – La muralla -), como Pedro por su casa. Pero esas, por conocidas, no constituían para nosotros ninguna preocupación. Ellas sabían muy bien que si entraban en el Patronato tendrían graves problemas, y procuraban evitarlo. Aquel 13 de Junio del año 1964, habíamos ido algunos compañeros a dar una vuelta al pueblo, en día de diario, dignos de la magnanimidad del mando por haber aprobado todas las asignaturas el mes anterior, y entre ellos se encontraba, como no, el señor Barrallo. En aquel inocente paseo nos encontramos con unos 10 mozos del pueblo que parecían tener ganas de camorra. Bueno, tal vez no fueran tantos, pero olían a bocarte como si lo fueran. Cuando pasamos por delante del grupo, ya nos íbamos riendo porque el señor Barrallo nos había confesado que había conocido a una chica que le agradaba. En mi vida oí expresión tan cursi, incluso para la época. Hoy, le hubiesen tirado cantos sin compasión. Esta expresión fue la que había provocado nuestra hilaridad. Al llegar a su altura, el más fuerte del grupo, muy mal encarado, nos espetó: - ¿Qué pasa?, ¿os estáis riendo de nosotros? A lo que el señor Escribano, gran experto en la provocación, pero con muy poca visión del peligro, contestó: - Sí, nos estamos riendo de ti, ¿passa algo?. ¿Sabías que el ángulo recto hierve a 90º?. No nos dio tiempo a ponerle la mano en la boca. A ti si que te voy a dar yo un ervor (lo dijo así, con falta de ortografía y todo). El grandullón ya se abalanzaba a por el señor Escribano. Cambió de idea cuando el señor Barrallo, vacilón madrileño de barrio, no se le ocurrió otra cosa que decirle: - Mené, cacahué (cacahuete = maní), con la mano y con el pie, con la mano pa tu hermano y con el pie pa tu tío Andrés. Para que diría nada. Ese día estábamos lentos de reflejos y tampoco nos dio tiempo a taparle la boca. Aquel tipo no entendió nada del supuesto vacile, pero la casualidad y la mala suerte hicieron que el fuertote pescador infantil, tuviera un tío que se llamaba Andrés y asistimos con asombro a como el chaval se ofendía por la frase. Se puso a darle tortas a Barrallo sin previa declaración de guerra, mientras nosotros, sin perderle la cara a la pelea, que tenía su interés, nos alejamos prudentemente del tumulto por si se escapaba algo de allí, y nos quedamos mirando como pasmarotes a salvo del peligro. No os vayáis a creer que el señor Barrallo fue presa fácil para aquel chaval, que se resistió como gato panza arriba y, entre los zarpazos que soltaba, alguno le dio al bocartero. Con la emoción de la pelea no nos percatamos del paso del tiempo y ya estaba claro que íbamos a llegar tarde a la cena. Hicimos mal en no preocuparnos por ese detalle, porque tuvimos la mala suerte de que ese día estaba “el patas” de servicio. Le llamábamos “el patas” (por sus largas piernas), y también “patillas” por la longitud de las que alguna vez se dejó a ambos lados de la cara. Este “patas”, en ocasiones, nos enseñaba, en unas clases de urbanidad de extraño horario que se impartían en el aula grande, a cortar las naranjas con cuchillo y tenedor para no pringarnos los dedos, a colocar correctamente los vasos y cubiertos en la mesa, a ceder galantemente el sitio preferente a las señoras, ancianos y minusválidos, a no ponerle zancadillas a los invidentes, etc. El celador se dio cuenta inmediatamente, del lamentable estado en el que venía el señor Barrallo, lleno de moratones, y a él no le dio más. Yo ya empezaba a intuir que al final los cuatro íbamos a tener la cara muy parecida. Lanzó el patas la mano violentamente hacia Lacaci, que se agachó, y fue entonces cuando la cara de Escribano se acercó violentamente a la mano del celador, y por el principio de acción-reacción, el señor Escribano reaccionó cayéndose violentamente al suelo. Finalmente, tampoco los señores Lacaci y Asensio se libraron de las señales de la batalla con el patas. Todos calentitos a cenar, y la sopa de estrellitas, de sospechosos olor y sabor, también calentita. Era el “patas” un abusador como no conocí otro, que, bofetada que daba, niño que iba al suelo. Hoy en día sabemos que este tipo de personas han sufrido malos tratos en su infancia y él debía haber tenido graves problemas en la suya a juzgar por la manera de dar leña al personal infantil, personal del que hay que decir, en honor a la verdad, que ninguno llegó a alcanzar la santidad. Al siguiente curso, el patas no apareció ya por el colegio. Quede pues dada fe de aquella rata. Gracias por leerme

NOTA DEL AUTOR 1 baja.- Personal que ya no puede seguir en la batalla por un periodo de tiempo superior al que se calcula que va a durar aquella, porque está muy malito y así lo ha certificado el médico de su Unidad. BIBLIOGRAFÍA Los trabajos de recopilación de información para acometer esta historia, se han extraído (si no ve la letra es que necesita más graduación en las gafas):

- De la Biblioteca Nacional, lo que tenía que ver con la comprobación de los datos relativos al “Enola Gay”, al

objeto de revisar lo relatado por los alumnos en sus exámenes. - De aquí y de allá, en varios sitios de la Gué. - Del IES de Meruelo, lo relativo a los Expedientes escolares del PMVPSS, con autorización de su director.