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HISTORIAS SOBRE EL MELÓN Jesús MARTÍN FREIRE I.E.S. Jaime Ferrán (Dpto. de Ciencias Naturales) 1.- Introducción: La familia del melón: Las cucurbitáceas constituyen una familia moderadamente amplia que abarca unas 900 especies agrupadas en 120 géneros y éstos a su vez en 8 tribus, que se reúnen en 2 subfamilias (Zanonioideae y Cucurbitoideae) (JEFFREY C., 1980, A review of the Cucurbitaceae, Bot. Jour. Lin. Soc., pag. 233-247). El vocablo cucurbitacea procede de la palabra latina, cucurbitare , que significa cometer adulterio. Esto podría traducirse en el sentido de que las espe- cies de cucurbitáceas han hibridado tanto, “tan promiscuamente”, que su clasi- ficación resulta muy difícil (HEISER C.B.,(1988) Aspects of selection and the evolution of domesticated plants, Euphytica Hist. Arch., pág. 77). Son plantas herbáceas monoicas o dioicas, generalmente anuales, peren- nes, con tallos postrados de ordinario, a veces trepadores por medio de zarci- llos. Todas las especies comestibles se encuentran dentro de la subfamilia Cu- curbitoideae y sólo cuatro géneros son considerados actualmente como impor- tantes desde el punto de vista económico, aunque desde hace más de 17.000 años la humanidad ha tenido una intima asociación con ellas en las regiones cálidas, constituyendo uno de los principales aportes en su dieta. Las cucurbitáceas están presentes tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo y son una de las familias más importantes que proporcionan al hombre productos comestibles y fibras útiles. Desde una panorámica mundial los seis géneros que más se cultivan hoy en día son los siguientes (BISOGNIN D. A., (2002), Origin and Evolution of Cultivated Cucurbits, Cienc. Rur. V. 32): Jesús Martín Freire: Historias sobre el melón Ferrán nº 27, Octubre del 2006. Págs. 133-149. ISSN 1135-2736 133

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HISTORIAS SOBRE EL MELÓN

Jesús MARTÍN FREIRE I.E.S. Jaime Ferrán (Dpto. de Ciencias Naturales)

1.- Introducción: La familia del melón:

Las cucurbitáceas constituyen una familia moderadamente amplia que abarca unas 900 especies agrupadas en 120 géneros y éstos a su vez en 8 tribus, que se reúnen en 2 subfamilias (Zanonioideae y Cucurbitoideae) (JEFFREY C., 1980, A review of the Cucurbitaceae, Bot. Jour. Lin. Soc., pag. 233-247).

El vocablo cucurbitacea procede de la palabra latina, cucurbitare , que significa cometer adulterio. Esto podría traducirse en el sentido de que las espe-cies de cucurbitáceas han hibridado tanto, “tan promiscuamente”, que su clasi-ficación resulta muy difícil (HEISER C.B.,(1988) Aspects of selection and the evolution of domesticated plants, Euphytica Hist. Arch., pág. 77).

Son plantas herbáceas monoicas o dioicas, generalmente anuales, peren-nes, con tallos postrados de ordinario, a veces trepadores por medio de zarci-llos. Todas las especies comestibles se encuentran dentro de la subfamilia Cu-curbitoideae y sólo cuatro géneros son considerados actualmente como impor-tantes desde el punto de vista económico, aunque desde hace más de 17.000 años la humanidad ha tenido una intima asociación con ellas en las regiones cálidas, constituyendo uno de los principales aportes en su dieta.

Las cucurbitáceas están presentes tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo y son una de las familias más importantes que proporcionan al hombre productos comestibles y fibras útiles. Desde una panorámica mundial los seis géneros que más se cultivan hoy en día son los siguientes (BISOGNIN D. A., (2002), Origin and Evolution of Cultivated Cucurbits, Cienc. Rur. V. 32):

Jesús Martín Freire: Historias sobre el melón Ferrán nº 27, Octubre del 2006. Págs. 133-149. ISSN 1135-2736

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NOMBRE

NOMBRE COMÚN

Nº CROMOSOMAS

2n =

AREA DE ORIGEN

Citrillus lanatus Sandía 22 África - India Cucumis sativus Pepino 14 India Cucumis melo

Melón 24 África

Cucurbita ficifolia Cidra 40 Ámerica del Sur y Central

Cucurbita argyros-perma

Calabaza de invierno 40 América Central

Cucurbita maxima Calabaza 40 América del Sur Cucurbita moschata Calabaza 40 México y

América del Sur Cucurbita pepo Calabaza de

verano 40 América del Norte

y Central Lagenaria siceraria Calabaza

trompetera 22 África

Luffa aegyptiaca Lufas o esponjas Vegetales lisas

26 India

Luffa acutangula Esponjas vegetales angulosas

26 India

Sechium edule Chayote 24 América Central

2.- Curiosidades sobre la familia del melón:

Se ha comprobado que en los “Jardines de Babilonia”, hace más de 5.000 años, no sólo se cultivaban flores, sino que también eran considerados como huertos donde crecían cebollas, berenjenas, garbanzos, pepinos y calaba-cines. Estos últimos procederían de la especie oriunda africana. En los merca-dos de Roma costaba trabajo reconocer a los melones porque su tamaño era muy semejante a las naranjas, no así a las calabazas y calabacines de todas las

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clases y tamaños. En plena Edad Media las verduras son escasas y ordinarias, desapareciendo los vastos cultivos hortícolas de los romanos. Las especies sobrevivientes son los guisantes harinosos, las habas, los puerros, las coles, las acelgas y las calabazas. (BLON, G. Y G., Historia pintoresca de la alimenta-ción, Ed. Caralt, Barcelona, 1989, págs. 19, 66, 138).

Con respecto a la calabaza del peregrino se conocen dos subespecies, una originaria de África, mientras que la otra es de Asia, pero ambas han per-manecido unidas al hombre en épocas anteriores a la prehistoria ya que eran utilizadas como recipientes o para fabricar vasijas en culturas preceramistas. Se sabe que las calabazas de botella son las formas más antiguas de cucurbitáceas cultivadas y ya se conservaban en vinagre en Taumalipas en la Sierra Madre de México y en Oaxaca, mucho antes de que existieran pruebas del cultivo del maíz (MEISER C.B., Seed to civilization: The Storyof Food Harward Univ. Press, Cambridge, 1990 pág. 88).

En Centroamérica existía desde muy antiguo una complementación ali-mentaria debido a una “trilogía divina” de alimentos: maíz, alubias y cucurbitá-ceas que consumían bien estofadas o en sopas (MEISER, C.B. , Seed to civiliza-tion: The Story of Food, Harward Univ. Press, Cambridge, 1990, pág. 88). Según otra fuente bibliográfica los indios de América, tanto del Norte como del Sur, consumían sirope de arce junto al maíz, las calabazas, las judías y la salsa de arándanos y que los “Padres Peregrinos” se basaron en estos alimentos y en la constatación de que los indios eran más altos y sanos que ellos para introdu-cir el pavo relleno con estos ingredientes como comida típica del día de “Ac-ción de Gracias” (RITCHIE, C.I., Comida y civilización, Alianza Ed., Madrid, 1986, pág. 146).

En relación a las sandías, se sabe que fueron las primeras cucurbitáceas mencionadas en los textos históricos, como lo prueba las inscripciones en una tumba egipcia de hace más de 6.000 años. Sin embargo, parece ser, por restos arqueológicos, que ya estaban presentes en la India muchos años antes, en épo-cas prehistóricas. Lo más probable es que el África tropical haya sido el origen de la sandía, mientras que los melones aparecieron en África, Persia y la India. Parece cierto que el comercio de esclavos entre África y América fue la vía de introducción de las sandías en el Nuevo Mundo (KIPLE KENNETH F., The Cam-

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Jesús Martín Freire Investigación bridge World history of food, Camb. Univ. Press, New York, 2000, pág. 1.813).

En China existe el melón peludo o “fuzzy melón” (Benincasa hispida). Se puede consumir bien crudo por su suave sabor, bien cocido por su gruesa pulpa o bien frito. Es uno de los vegetales cultivados de mayor tamaño, muy prolífico, que posee una alta resistencia a deteriorarse en almacenamiento, y con un rápido crecimiento. Estas características lo hacen muy adecuado para que se pueda y deba cultivar potencialmente por zonas moderadamente secas de África y Latinoamérica e intentar paliar el hambre en dichas regiones.

A los griegos el pepino les entusiasmaba y los médicos afirmaron que otorgaba templanza y frenaba el ardor concupiscente. Esta era la razón por la que los médicos recomendaban su consumo en crudo a un gremio muy especí-fico de mujeres griegas: las tejedoras. El muy ponderado Aristóteles nos infor-ma que las tejedoras en materias carnales o concupiscentes tendían a pasarse y eran muy apasionadas. Y en Roma, aunque Plinio nos informa de la producción de pepinos en la primera centuria, es el emperador Tiberio el que se hizo famo-so porque comía pepinos de forma continua, hasta el punto que siempre, según se decía, tenía uno en la mano. No es de extrañar, ya que, en aquella época, se propagó el rumor y se inventó la historia de que agudizaba la inteligencia (AGUILERA C., Historia de la alimentación mediterránea, Ed. Complutense, Madrid, 1997, pág. 38).

3.- Variedades de melón:

1.- Cucumis melo var.

agrestis: Plantas que crecen como malas hierbas en África y en la India Frutos pequeños, menores de 5 cm. No comestibles y con la pulpa fina y con delgadas semillas.

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2.- Cucumis melo var. momordica: Fruto alargado de piel delgada que se abre cuando madura. Pulpa blanca con poco contenido en azúcar y poco aromática. De semillas blancas y es característico de la India.

3.- Cucumis melo var.

acidulus: Fruto alargado, con piel fina naranja-amarillenta, con pulpa firme, blanca y crujiente. Ni aromático ni dulce y solo se usa cocido. Sus semillas son pequeñas y amarillas y es característico del Oriente Próximo y es el denominado melón oriental.

4 .-Cucumis melo var. conomon: Fruto alargado, con piel fina blanca o verde luminoso. Pulpa blanca, no dulce ni aromático y con pequeñas semillas amarillas. Es usada en ensaladas y acompañando al pescado. Típico del Este de Asia y Japón. Es el melón té y puede ser confitado con miso.

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5.- Cucumis melo

var. makuwa: Fruto oval-redondo, liso, delgado y de color amarillo brillante con costillas. Pulpa blanca, dulce y con algo de aroma. Pequeñas semillas amarillas. Abunda en el Este de Asia y en este caso en Japón.

6.- Cucumis melo var. chinensis: Frutos de color verde claro-oscuro. La pulpa verde o naranja, sin aroma, de dulzor medio y de tardía maduración. Con pequeñas semillas amarillas. Típicas del Este de Asia (Corea del Sur).

7.- Cucumis melo var.

cantalupensis: Fruto con moderado ribeteado. Pulpa anaranjada y a veces verde, aromático y muy dulce Semillas de tamaño medio y amarillas. Típico de Europa, Oeste de Asia y Norte y Sudamérica.

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8.- Cucumis melo var. reticulatus: Fruto redondeado o ligeramente oval, con la piel formando redes y con costillas más o menos aparentes. Son los melones bordados. Pulpa a veces naranja o verde, aromática y dulce. Para otros autores es un tipo del anterior. Típico de Europa, Oeste de Asia, Japón y Norte y Sudamérica.

9.- Cucumis melo var. ameri: Fruto oval y alargado y de piel verde brillante-amarillo, ligeramente reticulado, sin costillas. Pulpa blanca, a veces naranja, bajo aroma, pero de alto

contenido en azúcar. Típico de Asia Central.

10.- Cucumis melo var. inodorus: Fruto elíptico frecuentemente punteado y de color verde oscuro-amarillo. Pulpa blanca y dulce, con poco aroma. Semillas largas y amarillas. Melones de invierno que incluye los melones dulces del desierto de Asia y de España.También los tipos Casaba y los Honeydew (miel del rocío).

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11.- Cucumis melo var. chate: Fruto más largo que corto, semejante a un pepino de color verde oscuro. Pulpa blanca o amarilla y no es dulce. Los frutos verdes se comen crudos como los pepinos o encurtidos. Típicos del Norte de África y del Centro y Oeste de Asia. En la foto ejemplar

de Turquía. 12.- Cucumis melo var.

flexuosus: Fruto mucho más largo que ancho, de verde claro a verde oscuro, con costillas y con arrugas. Pulpa blanca y no dulce. Cuando los frutos están verdes, se comen crudos o encurtidos como los pepinos. Se les denomina

melones serpientes o armenios. Típicos Asia, Medio Oeste, Norte África e India

13.- Cucumis melo var. chito: Fruto redondo o ligeramente oval. Del tamaño de un melocotón. Lisos y variables en el color, predomina el amarillo, aunque puede presentar tonalidades verdes. Pulpa muy fina y blanca con poco aroma, dulzura y sabor. Se pueden realizar mermeladas y confituras. Existen referencias de un

primitivo origen americano asilvestrado

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14.- Cucumis melo var. dudaim: Fruto redondo o ligeramente oval, amarillo, pero de muy pequeño tamaño semejante a una ciruela. Pulpa blanca con fuerte y típico aroma almizclado, pero con poco sabor y dulzura. Semillas muy pequeñas y amarillas. Cultivado como aromático u ornamental en Oriente. Su origen es persa, y se localizan en el Norte de África y Centro Oeste de Asia y Sudeste de Europa

15.- Cucumis melo var. tibish: Fruto oval, de pequeño tamaño, verde

oscuro, con rayas verdes claras-amarillentas. Pulpa blanca, ni dulce, ni aromáti-ca. Se recolecta antes de que los frutos maduren y se comen crudos como los pepinos. Se pueden cultivar sólo para comer las semillas. Típicos de África (Sudán)

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Jesús Martín Freire Investigación 4.- Curiosidades sobre el melón: su historia

El vocablo melón procede del francés, que tomado del latín melopepo, y

éste a su vez del griego, significa fruta con forma de manzana. Esta manzana podría ser el fruto del acerolo, rosácea, que por aquella época ya se podían recoger silvestres y que tienen forma de pequeña granada.

Debemos aceptar como válido que África es el lugar de origen del me-lón, aunque también pudieron ser África y Asia y que se extendió hace al me-nos 3.000 años hasta Asia donde la diversidad es actualmente elevada y donde principalmente ocurrió su domesticación, aunque la domesticación también pudo ocurrir en paralelo o independientemente en Asia y África.

Los restos arqueológicos del melón son muy pocos, pero nos demuestran que C. melo ya se cultivaba en la Edad de Bronce. Se han descubierto semillas en la Predinastía egipcia (4.000-3000 a.C.) e ilustraciones de ofrendas de frutos semejantes al C. melo var. chate, decorando muchas tumbas en el antiguo Egip-to (2600 a. C.). Además, se han encontrado tres semillas carbonizadas en Gre-cia, pertenecientes al periodo final de la Edad de Bronce y otras pocas semillas al Este de Irán datadas en 2.000 años a.C. (ZOHARY D., y HOPF M., Domestica-tion of Plants in the Old World, Ed. Oxford Univ. Press, Oxford, 2000, pág 194).

Es interesante comentar que entre los vegetales que la Biblia permitía comer al pueblo hebreo se encontraba el quishu´im, una variedad de melón no dulce, que probablemente podríamos identificar con la variedad Cucumis melo flexuosus o una muy cercana a ésta.

Se sabe que en la antigua Mesopotamia (comienzo del segundo milenio a. C.) era el principal y la más antigua cucurbitácea cultivada. Era muy pequeño y no dulce, parecido al pepino y podría pertenecer estos melones a la variedad del Cucumis melo chate o tibish. Nos basamos para decir esto en un poema del Gilmamesh que nos habla de que el rey babilónico y héroe se comió un melón amargo y picante.

En el primer milenio a. C. se sabe que los asirios conocían bien los me-lones y los cultivaron en sus jardines-huertos. Las frutas se representan en las

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tablas festivas de los asirios y son enumerados en sus herbarios. Plinio el Viejo, en el primer siglo de nuestra era y en su “Historia Natu-

ral” nos comenta que los fenicios cultivaban ajo, cebollas, puerros, pepinos y melones. Describió y nombró a la nueva planta introducida en Campania como melopepo, que crece como la vid, que no cuelga como el pepino, que se intro-duce algo en la tierra, su fruta es esférica y dorada, del tamaño de un membrillo (BROTWELL, D.P., A survey of the diet of early people, Ed. Thames and Hud-son, London, 1969, pág.127).

En Roma el melón se consumía principalmente en ensaladas con pi-miento y vinagre y aderezados con garum y silphium. Era un lujo que podían permitirse los emperadores. Tiberio no concluía una comida sin melón y Albino se tomaba diez como entremeses (TOUSSAINT-SAMAT, M., Historia natural y moral de los alimentos. Tomo 8: Las frutas y las verduras, Ed. Alianza Edito-rial, Madrid, 1991 pág.84).

Sobre el tercer siglo de nuestra era los romanos importaban sus melones desde Armenia y en los mercados de Roma era difícil reconocer a los melones porque no eran mucho mayores que una naranja y supuestamente eran muy poco dulces (BLON, G. Y G., Historia pintoresca de la alimentación, Ed. Ca-ralt, Barcelona, 1989, págs. 65-66). De esta época es la reseña de que Clodio Albino era célebre porque podía comerse de una sentada quinientos higos, un cesto de melocotones, nueve kilos de uvas, diez melones y quinientas ostras (MONTANARI, M, El hambre y la abundancia, Ed. Crítica Barcelona, 1993, pág 10-11).

A España llegó tras las guerras civiles de Julio Cesar (AGUILERA C., Historia de la alimentación mediterránea, Ed. Complutense, Madrid, 1997, pág. 39). Para otros autores el melón se introdujo en España y en Europa gra-cias al mundo musulmán sobre el siglo IX (KIPLE KENNETH F., The Cambridge World history of food, Camb. Univ. Press, New York, 2000, pág. 1744). Una tercera referencia nos habla de que Carlomagno (s. VIII d. C.), el emperador carolingio, apreciaba las frutas y que los melones se cultivaban en sus jardines después de la conquista de España, donde un siglo antes lo habían introducido los árabes (online: http://www.vegparadise.com).

Aunque la influencia del mundo árabe en los países occidentales decre-

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Jesús Martín Freire Investigación ce, no ocurre así en España. Merece que le dediquemos unos comentarios a la abundancia, variedad y calidad de las frutas en el mundo árabe, así como de su lugar en la alimentación. Eran unos virtuosos del regadío. La llanura de Grana-da se transforma en un inmenso jardín donde prosperan los ciruelos, melocoto-neros, albaricoqueros, almendros, dos variedades de olivos, limoneros y cidros, naranjas dulces y amargas y esos frutos tan estimados en la Europa medieval y a los que se les denominaba milgrana o manzanas de Granada: las granadas. Allí se dan asimismo, antes de su penetración en el resto del continente las berenjenas, las alcachofas, el arroz, la caña de azúcar y los melones. El impor-tante papel de los árabes consistió en mejorarlas y divulgarlas ampliamente: el melón, conocido desde la antigüedad, se le añadió la sandía, procedente de la India. Ambos fueron ampliamente cultivados para proporcionar un refresco azucarado. Gracias a los árabes durante la Edad Media los melones fueron evidentemente agrandados y endulzados.

Pero en la Edad Media también tuvieron influencia otras culturas como por ejemplo la hebrea en la alimentación de la Europa occidental. Así, y en lo que nos ocupa que es la historia del melón, los sefardíes asentados en Esmirna pusieron de moda la pepitada que consiste en una especie de horchata, elabora-da con la carne de la pepita del melón, obteniendo un color y una textura lecho-sa y refrescante muy a propósito para combatir los rigores del verano.

En la Baja Edad Media (Siglos XIV y XV) los huertos son la base de la alimentación en las poblaciones rurales que comerían habitualmente su pan acompañado de ajos, cebollas, puerros y nabos, procedentes de sus huertos. Los señores feudales obligaban a los campesinos a cultivar, al menos, una huerta por familia, detallando las especies que debían cultivar. En Italia son famosas las huertas del lago Nemi que causan la admiración del papa Pío II y que envia-ban una producción muy variada al mercado de Roma: berenjenas, calabazas, melones. La cocina reflejaba la burguesa preocupación por la economía, pero también por el clima. Hace calor y se tiene menos apetito. Normalmente se comienza la comida consumiendo frutas: cerezas agrias, ciruelas cocidas, man-zanas y melones. El melón que casi había desaparecido, volvió a vérsele de nuevo a partir del siglo XIV. Invadió Francia a finales del siglo XV en pleno

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Renacimiento, recibiendo el nombre de pompom siendo muy aficionados a ellos la realeza francesa (Enrique II y Carlos IX), llegando a ser muy popular en la Corte.

Haremos un paréntesis para relatar lo que ocurría en España en pleno si-glo XVI: es conocida la bulimia del emperador Carlos V ya que se pasaba el día comiendo, viéndose obligado a solicitar del Papa una licencia que le permi-tiese comulgar por las mañanas sin estar en ayunas. Esa afición le venía al Em-perador de familia, pues su abuelo Maximiliano I gustaba tanto del melón que al parecer un atracón del mismo fue la causa del óbito.

Sobre su estado de salud también se conoce bastante pues nos lo descri-be el Doctor Cornelio Mathys, de la siguiente manera: “Salvo manifiesto em-peoramiento de su salud, no perdona el cordero asado; el buey o la ternera, al horno, hervidos o cocidos; conejos y capones al horno; liebres, perdices, tru-chas, pescado fresco, si lo hubiere. Toda clase de repostería, dulces, compotas, mermeladas, barquillos, y en su temporada, los melones, que él mismo siembra en su jardín de Yuste, y hasta los defiende entre sus criados, porque considera que es mejor un ruin melón que un buen pepino”.

Es interesante comentar que el doctor Corneil-Henry Matiz era oriundo de Brujas y gozaba de una posición especial en Yuste, pues después del mayor-domo mayor era el que cobraba mejor sueldo. Además, tras su muerte, el Em-perador le concedió una pensión anual de 400 florines.

Sobre Felipe II también existen historias relacionadas con el melón. En particular referentes a su primera mujer, María Manuela de Portugal, hija de Juan III de Portugal y de Catalina de Austria. Era prima hermana de Felipe por partida doble ya que su padre era hermano de la emperatriz Isabel y su madre, hermana del emperador Carlos.

Tras un año de matrimonio el deseado sucesor no llegaba por lo que a la joven María se le practicaron frecuentes sangrías en las piernas. A principios de septiembre de 1544 la princesa se quedaba encinta - no por las sangrías, como es lógico pensar -; el parto tuvo lugar el 8 de julio de 1545, a media noche. Nació un varón que recibió el nombre de Carlos, como su abuelo. El alumbra-miento fue muy pesado al prolongarse los dolores durante varios días, siendo "laborioso por anormalidad de presentación, con dos comadronas manipulando

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Jesús Martín Freire Investigación varias horas". La princesa fallecía a los cuatro días de dar a luz, el 12 de julio de 1545. Las causas que se adujeron para explicar el fallecimiento fueron tre-mendamente peregrinas ya que se explicó la muerte por haber comido un limón demasiado pronto después del parto; otras fuentes dicen que fue un melón, ingerido por la princesa al aprovechar que sus camareras mayores estaban con-templando un auto de fe. La explicación más plausible sería una infección puerperal debido al laborioso parto y a la manipulación de las comadronas.

Mientras tanto en Europa y al comienzo del Renacimiento existía la creencia de cuanto más alta eran las plantas mejor la savia ascendente podía transformar los humores fríos y brutos de la tierra en una sustancia más acepta-ble: así las fresas y los melones eran considerados como frutos muy mediocres. Era famosa la frase de Galileo: “Yo nunca enfermé porque nunca tomé fruta”. Existían varias medios de protegerse contra los peligros que corría la salud en caso de comer fruta. Había que tomar al principio de las comidas aquellas fru-tas que se consideraban frías: fresas, uvas, melocotones, higos, moras y sobre todo el melón, considerado como el más peligroso de todos. Por el contrario, las manzanas, nísperos, peras era mejor consumirlas al final de las comidas ya que tenían la virtud de impedir que la comida vuelva a la boca. Los médicos recomendaban comer ciertas frutas junto a otros alimentos o condimentos: melón junto al queso o bien con sal o con azúcar para evitar que se pudra. Este parece ser el origen del hábito italiano de consumir el melón acompañado de jamón salado o el de la tradición francesa de aliñar el melón con sal y pimienta y beber a la vez un vaso de vino puro.

De cualquier forma, gracias al trabajo paciente a lo largo de los siglos de jardineros árabes primero, y mediterráneos después, el melón ganó volumen, gusto y azúcar, y dejo de contarse entre las hortalizas. En el Renacimiento, los monjes cultivaban el melón para los papas, en los jardines de la residencia de verano de éstos en Cantalupo, cerca de Roma. El C. melo cantalupensis acaba de nacer y después se iría convirtiendo poco a poco en la maravilla de carne anaranjada que conocemos.

La gran coyuntura humanística, artística y científica del Renacimiento influyó también en la cocina. Catalina de Médicis, llegada a Francia en 1535

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para contraer matrimonio con el delfín Enrique II, no viajaba sola: su numeroso séquito comprendía cocineros florentinos y los financieros italianos que acom-pañaban a la reina llevaban también consigo a sus cocineros. Hubo en Francia un apasionamiento por la cocina italiana. La ambiciosa Catalina no descuidaba ningún medio de alcanzar influencia. La mesa y los encantos femeninos forma-ban parte de su arsenal y, muchas veces, empleaba ambos medios a la vez. En aquella época los italianos solían iniciar sus comidas consumiendo sus sabrosas frutas: cerezas, ciruelas y sobre todo, melones. Al final del Renacimiento el melón hace furor en Francia, apareciendo un libro Sommaire traité des melons, escrito por Jacques Pons en el que se enumeraban cincuenta maneras de con-sumir este fruto: con azúcar, sal o pimienta, cocido, con salsa, en buñuelos y compotas. La cáscara del melón servía también para hacer compotas. La Fran-cia del final del Renacimiento olía a melón. Eran tan dulces los melones que se decía en aquella época que los jardineros lo regaban con agua azucarada o agua con miel.

La conquista de los océanos y el descubrimiento de América marca la llegada de golpe a Europa de un conjunto de alimentos: pimientos, patatas, maíz, tomates, judías americanas, pero alguno de ellos sufriría un purgatorio de varios siglos antes de llegar a triunfar en la época contemporánea –caso del tomate-. Esta introducción de los productos exóticos en las dietas europeas del siglo XVI al XVII se traduce también en la recuperación de numerosos alimen-tos autóctonos que las élites sociales habían despreciado durante la Edad Me-dia. Así las hortalizas habían sido adjudicadas al pueblo, con la aprobación de los dietistas y por influencia de los italianos y de la Contrarreforma. Era común la competencia entre alcachofas, cardos y espárragos mediterráneos frente a naranjas, limones y melones de todos los lugares y de champiñones y trufas frente a gran cantidad de hortalizas indígenas.

Pero lo más interesante en nuestra historia es que las semillas del melón viajaron al Nuevo Mundo y fueron plantados por los españoles, primero en Nuevo México sobre 1543 y posteriormente en California a principios de 1600, donde alcanzó una rápida expansión.

A partir del siglo XVII hay una corriente en Europa, sobre todo en Fran-cia, de trasladar las frutas dulces y los platos con azúcar al final de la comida,

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Jesús Martín Freire Investigación como postres. Sin embargo esta lógica de los sabores sólo triunfa lentamente ya que a principios del siglo XIX aun seguían consumiéndose los higos, moras y melones como entrantes. Pero mientras tanto nuestro melón sigue su conquista por el Nuevo Mundo y durante el siglo XVIII los exploradores británicos lo introducen en las islas del Pacífico.

En pleno siglo XIX aún se conservaban las antiguas creencias del final de la Edad Media y de comienzos del Renacimiento y así se recoge una cita de Alejandro Dumas en su Grand Dictionaire de cuisine: “Para que el melón sea digerible, dicen algunos gastrónomos, hay que comerlo con pimienta y sal y beber con él medio vaso de vino de madera o más bien de marsala”. Es eviden-te que el autor no se imaginaba que esa costumbre todavía viva hubiera podido venir impuesta por una dietética que se había perdido de vista desde hacía mu-cho tiempo (FLANDRIN, J. L. y MONTANARI, M, Historia de la alimentación, Trea Ed. Gijón 2004, pág. 867).

Muchas son las anécdotas de Alejandro Dumas y el melón y referiremos la última. Pasó un día por Marsella cuando el cólera causaba estragos. Le gus-taba tanto el melón de Cavaillon –del que se suponía entonces que predisponía a la enfermedad en tiempos de epidemia- que comió más de lo razonable. Uno de sus amigos, natural de Cavaillón le puso en guardia contra posibles cólicos que pudieran complicarse. Ya lo sé, replicó el escritor, pero como nadie lo come, no cuestan nada y me aprovecho. Al final de sus días donaría su bibliote-ca a esta ciudad con la condición que le concedieran una renta vitalicia de doce melones anuales.

Muy pocas civilizaciones hicieron de las frutas y las verduras la base de su alimentación. Se conocen el lugar privilegiado que ocupan el coco y el árbol del pan en la dieta de los insulares de los mares del Sur, el plátano macho en las poblaciones forestales del África tropical; los dátiles para los habitantes del Sahara y los higos y los albaricoques secos para muchas regiones de las colinas mediterráneas, pero en la Europa templada los productos frescos, las frutas y las verduras sólo han sido complementos a un regimen alimentario basado en los cereales, los tubérculos y las legumbres. A esto debemos añadir que hasta mediados del siglo XIX el consumo de frutas y de verduras se limitaba esen-

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Ferrán 27 (Octubre 2006) Historias sobre el melón

cialmente a las producciones locales y eran estacionales. Gracias, primero a las técnicas de Appert de conservación de frutas y verduras y posteriormente a los cultivos de invernadero, junto a las nuevas técnicas de embalaje y de conserva-ción y a las rápidas y fáciles comunicaciones con ultramar en pleno siglo XX y comienzos del XXI la posibilidad de tener frutas y verduras en cualquier tem-porada del año es un logro de nuestra actual civilización.

Pero estas nuevas técnicas de cultivo y de conservación nos hacen re-flexionar y quizás podríamos afirmar con respecto a nuestro melón: El melón del siglo XVII o el del XIX no es como el actual. Nuestro melón, el que con-sumimos hoy en día, ya no es lo que era, pues se activa su maduración, se le abona en exceso y se coge demasiado verde para expedirlo. Ha cambiado in-cluso desde un punto de vista físico. Ah, ¿dónde han ido los melones de anta-ño? ¿Mereció la pena el trabajo paciente de los granadinos-árabes durante la Edad Media y el de los jardineros franceses en el Renacimiento? Esperemos que con la nueva agricultura ecológica consigamos saborear esos tan apreciados y dulces melones, tan jugosos como un sorbete...

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