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Valentina Giraldo Sosa Antropología cultural Historias; una, dos y tres. UNA Caen las ollas de la cocina –¡Crash!-. Liliam suspira, la historia se repite una vez más. ¡Haz algo Liliam! No te quedes allí esperando a ver como se llevan los objetos de tu hogar. ¡Pon orden a la situación!, abrocha de una vez por todas la hebilla que sostiene tu falda púrpura de tafetán. Prometiste no abandonar esta vida, hasta saber que Carlos, tu hijo, descansaría de su agria vida, agria para ti y tus sentidos, ¿agria para él? -La amo madre, después le pago las ollitas- Y cierra de un portazo -¡PUM!-, quedando Liliam ahí en medio de su habitación, deseando haber tenido una hebilla en su tafetán. ¿Dulzura o falta de carácter? ¡Liliam! Es el segundo que parte y prefiere la calle que a ti. Primero… el primero, y ahora el último… el segundo. Tus hijos, quienes decidieron jugar al emparedado, al emparedado de hijos; pues el primero de los tuyos, el mayor de todos, lo atrapó la noche sin luna, ahora… y ahora dejas escapar al último, al menor de todos tus hijos; se va, se aleja… porque desea recorrer el mismo destino. Porque eres de azúcar Porque hueles a caramelo Porque de las flores eres la más dulce Sin embargo sientes enojo, sin embargo sí te duele, sin embargo te dejas aplastar y consumir por la insuficiencia de tu firmeza, y sin embargo… tu rostro tan sereno deja al manifiesto nulo tu impotencia.

Historias: una, dos y tres

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En Medellín estamos acostumbrados a vivir rodeados por habitantes de la calle.

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Page 1: Historias: una, dos y tres

Valentina Giraldo SosaAntropología cultural

Historias; una, dos y tres.

UNA

Caen las ollas de la cocina –¡Crash!-.

Liliam suspira, la historia se repite una vez más.

¡Haz algo Liliam! No te quedes allí esperando a ver como se llevan los objetos de tu hogar. ¡Pon orden a la situación!, abrocha de una vez por todas la hebilla que sostiene tu falda púrpura de tafetán.

Prometiste no abandonar esta vida, hasta saber que Carlos,tu hijo,descansaría de su agria vida,agria para ti y tus sentidos,

¿agria para él?…

-La amo madre, después le pago las ollitas-Y cierra de un portazo -¡PUM!-, quedando Liliam ahí en medio de su habitación, deseando haber tenido una hebilla en su tafetán.…

¿Dulzura o falta de carácter?

¡Liliam! Es el segundo que parte y prefiere la calle que a ti. Primero… el primero, y ahora el último… el segundo. Tus hijos, quienes decidieron jugar al emparedado, al emparedado de hijos;

pues el primero de los tuyos, el mayor de todos, lo atrapó la noche sin luna, ahora… y ahora dejas escapar al último, al menor de todos tus hijos; se va, se aleja… porque desea recorrer el mismo destino.

Porque eres de azúcarPorque hueles a caramelo

Porque de las flores eres la más dulce

Sin embargo sientes enojo, sin embargo sí te duele, sin embargo te dejas aplastar y consumir por la insuficiencia de tu firmeza, y sin embargo… tu rostro tan sereno deja al manifiesto nulo tu impotencia.

…Y hoy,

Liliam se ha ido, se ha ido sin ver el rostro del último. Y ahora éste, amparado por la soledad, en la ciudad, se encuentra cerca , no obstante, lejos del frustrado reconocimiento de quien supondría ser su familia…

y con mucho dolor, de saberlo sentado al lado de carlota, su perra sin raza,

en el andén de la minorista peleando con su fiera mirada,

el territorio que se ha ganado en el tiempo… y que se ha ganado en lo años…

A Fernando Sosa Londoño.Mi tío.

AGUALUNG

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(1971)Jethro Tull

Sitting on a park bench Eyeing little girls with bad intent. Snot running down his nose Greasy fingers smearing shabby clothes. Hey Aqualung Drying in the cold sun Watching as the frilly panties run. Hey AqualungFeeling like a dead duck Spitting out pieces of his broken luck. Oh Aqualung

Sun streaking cold An old man wandering lonely. Taking time The only way he knows. Leg hurting bad, As he bends to pick a dog-end He goes down to the bog And warms his feet. 

Feeling alone The army's up the road Salvation a la mode and A cup of tea. Aqualung my friend Don't start away uneasy You poor old sod, you see, it's only me. 

Do you still remember December's foggy freeze? 

When the ice that Clings on to your beard was Screaming agony. And you snatch your rattling last breaths With deep-sea-diver sounds, And the flowers bloom like Madness in the spring. 

Sun streaming cold, An old man wandering lonely Taking time the only way he knows Leg hurting bad As he bends to pick a dog-end he goes down to the bog and warms his feet 

Feeling alone The army's up the road Salvation a la mode and A cup of tea. Aqualung my friend Don't start away uneasy You poor old sod, you see, it's only me.

Sitting on a park bench Eyeing littlle girls with bad intent. Snot running down his nose Greasy fingers smearing shabby clothes. Hey Aqualung Drying in the cold sun Watching as the frilly panties run. Hey AqualungFeeling like a dead duck Spitting out pieces of his broken luck. Oh Aqualung. 

Sentado en un banco del parque

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Mirando a una niña con mala intenciónMocos corren por su nariz

Dedos grasientos manchando sus ropas raídasHey Aqualung

Secado al sol fríoViendo como las bragas con volantes corren

Hey AqualungSintiéndose como un pato muerto

Escupiendo trozos de su suerte rotaOh Aqualung

*En Inglaterra suelen llamar a los habitantes de la calle: Aqualung

DOS

El humano es frágil, ya lo hemos oído mentar.El humano extravagante, el humano cambiante,

el humano inconsciente, el humano de corazón duro, el humano de racionar blando.

Así somos todos, tan ajenos incluso a nosotros mismos.Ajenos al territorio frecuentado día a día. Ajenos a quien se sienta a la derecha y a la izquierda… pues de ser aves, ajeno sería aquel en

frente… y con vista frontal, aquel chico de camisa roja en la mesa delante de mí, me resulta desconocido, al igual que mi interés por

conocerlo.…

Me encontraba en el paraíso de los colores, de las formas y de los olores. Era un hombre libre… aunque triste al no tener un lugar a donde llegar a reposar. Por suerte era un sueño.

Abrí mis ojos y me hallaba rodeado de hermosas flores amarillas y ¡muy altas! Me encontraba durmiendo en mi jardín, en mi lindo y prospero jardín. Allí no solo duermo, si no que también vivo. Bueno, en realidad no es mi jardín, pero sí vivo ahí y todos respetan mi decisión.

No sé si te queda claro mi lugar de residencia… así que te contaré quien soy y porque vivo entre las flores amarillas.

Para ser más exactos, vivo en el barrio Conquistadores, y es uno de los barrios más bonitos y prestigiosos de la ciudad de Medellín. Este barrio se caracteriza por las zonas verdes y por el por el cantar de los pajaritos.

Me llamo Carlos… Alberto o Jaime, en realidad no importa como me llame, no a muchos les importa. Soy habitante de la calle, indigente o gamín, esos son mis nombres, o bueno, los que las personas me otorgan.

Soy un hombre de aproximadamente cuarenta años, soy moreno y me preocupo por mi imagen. Sé que suena gracioso, pero es cierto. Entre las semanas que transcurren, me dispongo a recorrer la ciudad teniendo como fin el afeitar mi barba, cortar mi cabello, lavar mi piel y cambiar mis ropas viejas y harapientas, por otras limpias y listas para ser usadas por otro par de semanas más.

¿Ves qué si me preocupo por mi imagen?, porque de no hacerlo, a las personas les molestaría que viva entre las flores amarillas. De hecho, hace dos días llevo conmigo una camisa nueva rosada con rayas azules, un pantalón café y zapatos del mismo color que adquirí en mi viaje por la ciudad.

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A pesar de mi condición, creo que tengo una casa hermosa, la cual está dándole constantemente vida a las aceras de mi barrio. ¡Si! ¡Mi barrio! Porque yo hago parte de él y al parecer, todos lo aceptan así.

Habito en Conquistadores gracias a la oportunidad que me otorgó de vivir el día a día con menos peligros que en otras calles.

Me gano la vida con acciones sencillas dentro del barrio. A simple vista sí son sencillas, pero para mí, representa un reto poder adquirir las herramientas necesarias para desempeñar mi labor. Ayudo a mi vecindad a encontrar espacios libres en los parqueaderos cercanos a la iglesia y por supuesto ayudo a cuidar los automóviles que dejan en las calles, ayudo a reciclar, a vigilar y a proteger las aceras en las oscuras noches y también colaboro con la limpieza de las basuras arrojadas a las calles por aquellos inconscientes y con la recolección de hojas que caen de los árboles.

Las herramientas que utilizo para laborar son: una caja vieja y rota, un trapito rojo un poco sucio y una escoba acabada… la cual en ocasiones es una gran hoja de palma seca que puedo encontrarla caída dos cuadras más abajo de mi jardín.

Todas la actividades que realizo, las hago por la imagen de mi jardín, para encontrar aceptación y conformidad en mi vecindad, y también porque es mi fuente de ingreso, pues los adultos y los ancianos generosos me dan retribuciones por mis labores.

Trato de no incomodar a mis vecinos, es por ello que soy organizado, además me cohíbo de extenuarlos pidiéndoles dinero. Ellos son quienes deciden dármelo. Como por ejemplo el anciano carismático, feliz, saludable y energético, Don Humberto o abuelo

como suelo llamarlo por la confianza que me dio. Este viejo me ha ayudado a subsistir con sus monedas de 200 y 500 pesos, y cuando me las entrega me regocija escucharlo decir que gracias a mí se ganado un espacio en el cielo. No debería sentirme aludido por sus comentarios, debido a que se los dice a todas las personas que lo rodean, pero al menos conmigo, si sus creencias se vuelven realidad, se merece el espacio más grande que tengan allá arriba.

Los jóvenes por lo general, me ignoran… y no tengo problema, entiendo muy bien que yo hago parte de su paisaje imperceptible durante su trayecto rutinario al estudio o al trabajo. No los culpo, tienen todo para vivir bien, por ahora deben estar preocupándose por desarrollarse en sus diferentes labores, así que yo les contribuyo a su proceso dejando el camino limpio dispuesto a su paso.

No niego que envidio la vida de mis vecinos por tener a alguien con quien compartir en las noches sus cenas, sus alegrías y sus tristezas. Pero la verdad, fue la vida que elegí, sin importar las circunstancias en las que llegué.

Seguro si me esfuerzo podré dejar de ser un habitante de la calle y comenzar a ser un hombre que trabaja en un lugar real y que tiene su propio hogar; pero la verdad, es que no quiero dejar mi jardín, y aunque no es fácil vivir como lo hago, así vivo y seguiré siendo por muchos años más el vecino invisible de Conquistadores.

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Y TRES

¿ir? ¿acaso yo, quiero ir?En las sombras, con el fétido olor a garbimba ebria, en pleno parque de Bolívar, rodeada de viejitos verdes en busca de chicas malas. ¿Quiero ir? ¿A qué?

A conocer, a dar para recibir, pero… ¿quiero ir? Me pregunté una y otra vez. Ir… a ofrecer un pan, quizás del más barato que encontremos, a otorgar una aguapanela a medio enfriar y pasada de simple y a rogar a que aparezca Batman en su batimovil invisible para que me saque de la fría noche y me lleve consigo a dormir.

Soy una gallina por si no lo sabía, no por temerosa, sino porque mi hora de dormir coincide con la puesta del sol.

Sí quería ir, no por ellos –por los habitantes de las calles húmedas de quien sabe qué-, sino por el sólo placer de descubrir que tipo de balbuceos escritos saldrán del sartén, u olla, ya ni me acuerdo como se llama ese lugar; lo dos queman y ese es mi punto.

Lastimosamente, me siento inmune al dolor de una persona que habita en la calle, pues… no para todos es una condición de vida, es una elección; y sino… preguntémosle a Liliam, mi abuelita que se creía colibrí… a ella, quien de ocho hijos que tuvo, a dos dejó ir a la calle apara que estos descubriesen que había allí y que para muchos resultaba atractivo. Dos tíos… DOS TÍOS tuve en la calle, uno ya muerto, y otro lleno de pulgas que intercambia día y noche con Carlota.

¿Por qué inmune?... porque ambos tíos causaron dolor a la abuelita y eso me hiere a mí, porque ambos tíos amargaron más de una vez

a la familia, y eso me hiere a mí, porque el último de los dos que queda, perdió a su esposa y a su hija, perdió a su madre, perdió a su familia, porque todos somos consientes de que lo tuvo todo, todo en lo mínimo para construir una gran felicidad. Porque tuvo la oportunidad de regresar una y dos veces, tres y cuatro veces, cinco y seis veces… un millón y cincuenta millones, y aún así, sigue ahí sin siquiera pensar en Carlota.

Los habitantes de calle tienen oportunidades de salir de su situación, considero yo, ¡difícil! Lo es, pero el que quiere puede.

No sé si sentir un poco de vergüenza, pero mi interés de acercarme a este tipo de personas era netamente literario… porque a parte de la experiencia en mi familia, no me gusta la imagen que cargan de sí, no me gusta el olor, no me gusta el acento que utilizan, no me gusta sus cabellos, no me gusta sus miradas, ¡no me gustan ellos!. Me gusta lo que hubiese podido escribir sobre ellos.

¿A dar pan y aguapanela? La gente es muy dulce, la gente es muy amable… la gente es muy considerada con ellos… yo no. Mis padres pagan mes a mes sino es que es en menor tiempo, dinero y más dinero en impuestos, para abastecer a los Centros Día y Noche para que estas bolas de mugre –que me perdonen la rudeza- se alimenten y se corten esas greñas. Pero no van… diría yo que por la obligación de tener que bañarse para entrar.

A mí tampoco me gusta bañarme, así que también consideraría la entradita a la carpita amarilla de al lado del río.

Son sentimientos adversos los que me suscita estar en frente de una hoja rayada llena de ideas sobre las cuales escribir. Adversos

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son los sentimientos, porque quiero esconder mi ¿desprecio? Ante la situación, pero a su vez, me siento en la obligación de asentir con la cabeza y decir algo parecido a: pobre gente, ayudemos en algo…

“Yo siempre he creído, quizás infundadamente, que los mendigos, en su mayoría, son unos solemnes pillos, o al menos, unos finos comediantes que saben exagerar inteligentemente su dolor y su miseria para conmover al público.

(…) ¿sufren o fingen? (…) Fingen porque en la ciudad hay posibilidades de ejercer la profesión (…) Refinada educación de los gestos, de los movimientos de los ojos, de la crispatura de los labios, de las posiciones de las manos (…) Han consagrado una larga experiencia y de genial penetración del mundo y del hambre (…)”

Los mendigos del caminoLuis Tejada

1921