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1 Boletín de la Oficina para las Causas de los Santos. Prelatura del Opus Dei, Perú Junio de 2009 AMOR AL ROMANO PONTÍFICE Y FUTURO DE LA IGLESIA Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico! SAN JOSEMARÍA, Surco, 353 Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle eco! SAN JOSEMARÍA, Forja, 133 «Queridos jóvenes, permitidme que os haga una pregunta. ¿Qué dejaréis vosotros a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis construyendo algo que durará? ¿Estáis viviendo vuestras vidas de modo que dejéis espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, rechazarlo incluso en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la «fuerza» que el Espíritu Santo está ahora dispuesto a derramar sobre vosotros? ¿Qué herencia dejaréis a los jóvenes que os sucederán? ¿Qué os distinguirá? La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios. ¡Qué visión magnífica de una humanidad redimida y renovada descubrimos en la nueva era prometida por el Evangelio de hoy! San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad (cf. Lc 4,18-19; Is 61,1-2). Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra» (cf. Sal 104, 30). San Josemaría, hoy nº 2

Hoja Informativa de San Josemaría

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Información sobre la devoción a San Josemaría Escrivá en el Perú

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Boletín de la Oficina para las Causas de los Santos.Prelatura del Opus Dei, Perú

Junio de 2009

AMOR AL ROMANO PONTÍFICE Y FUTURO DE LA IGLESIA

Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico!

SAN JOSEMARÍA, Surco, 353

Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle eco!

SAN JOSEMARÍA, Forja, 133

«Queridos jóvenes, permitidme que os haga una pregunta. ¿Qué dejaréis vosotros a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis construyendo algo que durará? ¿Estáis viviendo vuestras vidas de modo que dejéis espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, rechazarlo incluso en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la «fuerza» que el Espíritu Santo está ahora dispuesto a derramar sobre vosotros? ¿Qué herencia dejaréis a los jóvenes que os sucederán? ¿Qué os distinguirá?

La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios. ¡Qué visión magnífica de una humanidad redimida y renovada descubrimos en la nueva era prometida por el Evangelio de hoy! San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad (cf. Lc 4,18-19; Is 61,1-2). Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra» (cf. Sal 104, 30).S

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Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.»

BENEDICTO XVI, Homilía en Hipódromo de Randwick,

Australia, 20-7-2008

PRIMERA ESTANCIA DE SAN JOSEMARÍA EN ROMA

Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón.

SAN JOSEMARIA, Camino, 573

Ama, venera, reza, mortifícate —cada día con más cariño— por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobier-no que Jesús confió a Pedro.

SAN JOSEMARIA, Forja, 134

«Las nueve y media serían cuando llegaron a casa, un piso de la Piazza della Città Leonina, n. 9. (…) El apartamento que había tomado don Álvaro poco antes de llegar el Padre estaba en la planta más alta del edificio y tenía una galería abierta, a modo de terraza resguardada, que dominaba la plaza de San Pedro, por encima de la columnata de Bernini.

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Muy cerca se veía la ventana iluminada de la biblioteca privada del Papa. Esa vista, sin duda, supuso un nuevo golpe en el corazón del Padre y le robó definitivamente el sueño; mientras los demás se retiraban a dormir, rendidos por el cansancio del viaje, el Padre permanecía en la terraza. Durante el viaje, día de lluvia a todo lo largo de Italia, el Padre había venido rezando por el Papa. Ese 23 de junio experimentaba el acuciante deseo de llegar pronto a la Ciudad Eterna. Por eso se emocionó tanto al divisar, en una revuelta de la vía Aurelia, la cúpula de San Pedro. Cuántos años rondándole la esperanza del videre Petrum. En Camino dejó plasmado ese deseo: Católico, Apostólico, ¡Romano! —Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu “romería”, “videre Petrum”, para ver a Pedro. Al alcance de su vista estaban las ventanas, todavía iluminadas, de los aposentos pontificios. La imaginación excitaba dentro de su pecho aquel hondo afecto, que también grabó en Camino: Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón. Qué flujo de emociones no sentiría. Tan intensas eran que su espíritu necesitaba espacio para desahogarse. Pasó el tiempo y fueron apagándose las luces en las estancias de palacio. Con la vecindad física fácilmente renacía aquella arraigada vinculación de antaño, cuando rezaba diariamente una parte del rosario por las intenciones del Romano Pontífice: Me ponía con la imaginación —nos cuenta en carta fechada en 1932— junto al Santo Padre, cuando el Papa celebraba la Misa; yo no sabía, ni sé, cómo es la capilla del Papa, y, al terminar mi rosario, hacía una comunión espiritual, deseando recibir de sus manos a Jesús Sacramentado. Desde los primeros momentos de la fundación se sintió unido al Vicario de Cristo, en su afán apostólico de congregar las almas en torno a Pedro, para llevarlas a Jesús por medio de María. Unos años más tarde invitará a sus hijos a dar rienda suelta a la imaginación, para captar el hechizo espiritual de aquella noche de junio consumida a la vera del Papa: Pensad con cuánta confianza recé por el Papa, aquella primera noche romana, en la terraza, contemplando las ventanas de las habitaciones pontificias.»

VÁSQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, T. III

Parque San Josemaría en Arequipa.

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ALEGRÍA Y CONSUELO EN MOMEN-TOS DIFÍCILES.

Católico, universal

Esta Iglesia Católica es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir Santa Catalina de Siena, a quien tengo por amiga amadísima.

SAN JOSEMARÍA, Homilía Amar a la Iglesia, 28

Devoción a la Virgen

María edifica continuamente la Iglesia, la aúna, la mantiene compacta. Es difícil tener una auténtica devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa. Por eso me gusta repetir: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!, ¡todos, con Pedro, a Jesús por María! Y, al reconocernos parte de la Iglesia e invitados a sentirnos hermanos en la fe, descubrimos con mayor hondura la fraternidad que nos une a la humanidad entera: porque la Iglesia ha sido enviada por Cristo a todas las gentes y a todos los pueblos.

SAN JOSEMARÍA, Es Cristo que pasa, 139

«La situación de la Iglesia es tan grave que Pablo VI se determina a adelantar el Año Santo Jubilar de 1975: lo declara abierto el 10 de junio de 1973. Ese intempestivo cambio en el almanaque es un recurso urgente, casi dramático, para golpear las conciencias de los católicos.

El 22 de junio, ante los cardenales de la Curia ro-mana, el Papa denuncia que “la confusión doctrinal y la indisciplina hacen palidecer en el rostro de la Ig-lesia su relumbrante belleza de Esposa de Cristo”.

El Papa está consternado. El Papa está triste. In-tenta parar el proceso de deterioro, de desvirtu-

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ación, de anarquía... Es como si la Iglesia se le fuera de las manos.

Josemaría Escrivá piensa que éste es el momento de ir a consolar y a confortar al Padre común.

El 25 de ese mismo mes de junio, va a visitarle: una audiencia privada que –rompiendo los protocolos de reloj– durará más de hora y cuarto.

En cuanto el fundador del Opus Dei ve al Papa, se clava con las dos rodillas sobre el enlosado de mármol. Pablo VI se conmueve ante ese desusado gesto de fe y de su sumisión filial. Concentra vigor en sus brazos y tira físicamente de Escrivá hacia arriba, forzándole a levantarse.

Después, sentados ya, monseñor Escrivá saca su pequeña agenda de bolsillo. Ahí lleva algunas notas de lo que quiere referirle al Papa: buenas y animadoras noticias de la perseverancia fiel de millares de hombres y mujeres de la Obra, y de los pujantes apostolados en tantos países, en tantos estratos de la sociedad, en tantos escenarios de la actividad civil. ¿Crisis sacerdotal? Este año de 1973, como el otro y el otro y el otro, desde 1944, se ordenará una nueva “hornada” de laicos profesionales, con su doble doctorado: el universitario civil y el eclesiástico. Medio centenar más de sacerdotes, cuya única ambición es... ser sacerdotes.

No ha ido a pedirle nada al Papa: sólo quiere darle alegrías, alegrías... Y, una vez más, el corazón de Roma sabe, siente, que hay “una partecica de la Iglesia” donde la mano de Pedro se puede apoyar con firmeza.»

PILAR URBANO, El Hombre de Villa Tevere, Cap. XVII

FAVORES

Peligro en la carretera.

En una noche muy oscura con lluvia y granizo intenso manejaba con mi auto luego de siete horas por la carretera de Lima hacia la ciudad de Huánuco. La noche era muy oscura y pasé por Cerro de Pasco con una lluvia y granizo muy intenso, además del frío. Tenía que llegar porque un compromiso laboral hacía necesario mi arribo antes de la fecha. Bajando de las alturas hacia Huánuco la lluvia era más fuerte y no tenía dónde quedarme. En una curva muy cerrada, me topé con un derrumbe lleno de lodo, agua y ramas de árboles. Paré con el auto y no podía volver. Intenté pasar por encima de lo que consideraba la parte más sólida pero, después de unos diez metros, se bloqueó el auto y no podía avanzar. El agua y el barro, la lluvia y la oscuridad me angustiaban. No tenía a quién pedir ayuda para jalar el carro con un cable. Recé como nunca y pedí la intercesión de Monseñor Escrivá. En medio de la noche y apenas viendo un reflejo de luz apareció un hombre sencillo que me llamaba con gestos.

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Llegué a su lado y extendió una cadena larga que amarramos a duras penas bajo el auto, con el lodo a la altura de la cintura; lodo que nos arrastraba cada vez más hacia el barranco. No dejé de rezar y este señor extendió el cable hacia un camión que no supe de dónde había salido. El camión jaló mi auto y lo liberó del torrente, liberándome al mismo tiempo a mí de la angustia. Agradecí ese gesto solidario y a duras tientas seguí mi camino, con el vehículo que apenas avanzaba. Cuando salió el sol por la mañana vi mi auto muy golpeado y lo llevé a reparar. Al retornar dos días después por ese mismo camino, pero sin lluvias, paré en la zona del derrumbe donde se encontraba un auto totalmente destrozado. La gente que miraba me decía: “nadie pudo pasar esa noche”. Yo les dije que pude hacerlo, con la ayuda de un camionero. “Imposible, señor”, me contestaron. “Nadie pasó ni podría hacerlo aún ahora. Por eso están abriendo un sendero en este momento”. Pero yo pasé y un buen hombre me ayudó. ¿De dónde vino? ¿Quién era? Fue un milagro, no tengo dudas y eso me refuerza en mi fe.

R. E., Perú, 2009

EL TRABAJO OPORTUNO

Conocí el Opus Dei el año 2000, gracias a una ami-ga de la universidad, cuando estaba cursando los últimos ciclos de Administración en una universidad de Lima. Ahí escuché hablar de San Josemaría y quedé profundamente sorprendida con la enseñan-za de que yo podía ser santa siendo lo que era, una persona ordinaria, una laica. Hasta ese momento pensaba que sólo podía ser santa si ingresaba a una orden religiosa y me convertía en monja. Por lo tanto, veía al cielo y a la santidad muy lejos e inalcanzables ya que no tenía vocación religiosa. Me regalaron una estampa de San Josemaría que contenía una oración y la guardé en mi billetera para tenerla siempre conmigo. Así, algo incrédula, acudí a la intercesión de San Josemaría por primera vez en el año 2003 (tardé tres años en pedirle el primer favor). Estaba postulando a un nuevo trabajo y le pedí que me ayudara para obtener la vacante. En la misma semana me llamaron del otro trabajo y lo acepté. Todavía no le daba el cien por ciento de crédito a San Josemaría por este cambio.

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En el nuevo trabajo hice grandes amistades y el Señor permitió que realizara un lindo apostolado con mis compañeras. Sin embargo, luego de cuatro años, sentí que era momento de cambiar nuevamente de trabajo para poder desarrollarme profesionalmente.

Un día me quedé en casa porque tenía un fuerte resfriado con fiebre. Ese mismo día decidí que era momento de empezar a buscar otro lugar y me acordé de mi estampita. Tuve que revolver toda mi casa para encontrarla (mi madre regal-aba todas las que yo traía a casa porque siempre les decía a todos que era muy milagroso). Por lo tanto, yo casi nunca tenía una estampita para mí. Por suerte, encontré una y le pedí ayuda e intercesión con gran fervor. Le dije a San Josemaría: “Tú siempre has dicho que nos santificamos trabajando y eso es lo que quiero hacer. Creo que es momento de cambiar y si tú lo crees también, te pido que intercedas ante nuestro Señor para que me consiga otro trabajo porque deseo seguir avanzando. Pero que sea lo que Dios quiera – Ah, no te olvides por favor que tengo preferencia por las transnacionales”. A los quince minutos abrí la página de la universidad que contiene anuncios de empleos y ¡Oh maravilla! Encontré un anuncio soñado: Un laboratorio –del cual yo había escuchado buenos comentarios– buscaba un co-ordinador financiero –que era lo que yo hacía– y yo reunía todos los requisitos que pedían. Llamé inmediatamente al laboratorio y les envié mi CV. Estaba muy emocionada. Eran como las 11.00 a.m. En la tarde, aproximadamente a las 3.00 p.m. fui a ver TV y sintonicé el canal PAX. Estaban repitiendo la canonización de San Josemaría. Viéndola le pedí que por favor me ayudara y en unos minutos sonó el teléfono. Me estaban llamando del laboratorio para una entrevista al día siguiente. Después de todo un proceso, me dieron el puesto. Ahora no me cabía la menor duda de que era una obra clarísima de la intercesión de nuestro Padre.

M. A., Perú, 2009

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ORACIÓN

Oh Dios, que por mediación de la

Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría,

sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole

como instrumento fidelísimo para fundar

el Opus Dei, camino de santificación

en el trabajo profesional y en el cumplimiento

de los deberes ordinarios del cristiano:

haz que yo sepa también convertir

todos los momentos y circunstancias

de mi vida en ocasión de amarte,

y de servir con alegría y con sencillez

a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas,

iluminando los caminos de la tierra

con la luminaria de la fe y del amor.

Concédeme por la intercesión de San Josemaría

el favor que te pido...(pídase). Así sea.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

Este boletín se distribuye gratuitamente.Quienes deseen ayudar, con sus limosnas a los gastos de edición de esta publicación, pueden mandar donativos a:Prelatura del Opus Dei, Oficina para las Causas de los Santos en el Perú.General Varela, 415 - Lima 18.Email: [email protected]: + Mons. Javier Echevarria, Prelado del Opus Dei.Editado por: Oficina para las Causas de los Santos de la Prelatura del Opus Dei en el Perú.