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FOUCAULT COMO SOCIÓLOGO DE LA EMPRESA MODERNA Holm-Detlev Köhler Doctor en Sociología de la Empresa Docente Titular Universidad de Oviedo Introducción La abultada y algo opaca obra de Michel Foucault (1926 – 1984) todavía no aparece mucho en los debates y los manuales de la sociología de la empresa a pesar de sus innovadoras aportaciones a la sociología de las organizaciones. Esto se debe, en parte, a la propia obra del pensador francés que prestaba más atención a la prisión y la clínica –quizás por su propia experiencia como psicólogo en un centro psiquiátrico– aunque la fábrica constituye, igualmente, un ejemplo central del modelo organizativo moderno en su teoría. Recientemente surgieron, sin embargo, grupos de sociólogos británicos e italianos que utilizan conceptos foucaultianos para el análisis de las relaciones laborales y de la organización empresarial (Knights/Morgan 1991; Sewell/Wilkinson; McKinlay/Starkey 1998a; Sivini 2000). En el presente artículo se pretende dar una visión de la riqueza de la obra foucaultiana para el análisis de la reestructuración de las organizaciones industriales en la globalización y el nuevo capitalismo flexible. Después de introducir unos conceptos básicos de la teoría foucaultiana (genealogía, poder, disciplina, panoptismo) se da un repaso por su empleo en distintas áreas de investigación de la empresa moderna en proceso de transformación y adaptación a las nuevas tecnologías y a la globalización de los mercados. La genealogía del poder El método utilizado por Foucault, la «genealogía», consiste en la reconstrucción histórica de los múltiples y diversos procesos que forman complejos de un poder-saber («discursos»). Este poder-saber determina el individuo/sujeto, la verdad, la normalidad, etc., y estructura las relaciones sociales. Como método hermenéutico- interpretativo, la genealogía parte de los eventos y problemas concretos, de las formaciones discursivas contemporáneas para descubrir los procesos de formación en las prácticas sociales históricas 1 . Lo que Foucault pretende, en contraste a otros conceptos de reconstrucción histórica o de constitución sociológica, es la identificación de múltiples "series individuales", de acontecimientos dispersos, de eventos marginales, etc. que se entremezclan, se integran y se auto-constituyen en el tiempo, estableciendo un nuevo modo del poder. La genealogía analiza la relación entre poder, saber y cuerpo, una relación que se manifiesta en «prácticas». No reconstruye el pasado

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FOUCAULT COMO SOCIÓLOGO DE LA EMPRESA MODERNA

Holm-Detlev Köhler 

Doctor en Sociología de la Empresa

Docente Titular Universidad de Oviedo 

Introducción

La abultada y algo opaca obra de Michel Foucault (1926 – 1984) todavía no aparece mucho en los debates y los manuales de la sociología de la empresa a pesar de sus innovadoras aportaciones a la sociología de las organizaciones. Esto se debe, en parte, a la propia obra del pensador francés que prestaba más atención a la prisión y la clínica –quizás por su propia experiencia como psicólogo en un centro psiquiátrico– aunque la fábrica constituye, igualmente, un ejemplo central del modelo organizativo moderno en su teoría. Recientemente surgieron, sin embargo, grupos de sociólogos británicos e italianos que utilizan conceptos foucaultianos para el análisis de las relaciones laborales y de la organización empresarial (Knights/Morgan 1991; Sewell/Wilkinson; McKinlay/Starkey 1998a; Sivini 2000). En el presente artículo se pretende dar una visión de la riqueza de la obra foucaultiana para el análisis de la reestructuración de las organizaciones industriales en la globalización y el nuevo capitalismo flexible. Después de introducir unos conceptos básicos de la teoría foucaultiana (genealogía, poder, disciplina, panoptismo) se da un repaso por su empleo en distintas áreas de investigación de la empresa moderna en proceso de transformación y adaptación a las nuevas tecnologías y a la globalización de los mercados.

La genealogía del poder

El método utilizado por Foucault, la «genealogía», consiste en la reconstrucción histórica de los múltiples y diversos procesos que forman complejos de un poder-saber («discursos»). Este poder-saber determina el individuo/sujeto, la verdad, la normalidad, etc., y estructura las relaciones sociales. Como método hermenéutico-interpretativo, la genealogía parte de los eventos y problemas concretos, de las formaciones discursivas contemporáneas para descubrir los procesos de formación en las prácticas sociales históricas1. Lo que Foucault pretende, en contraste a otros conceptos de reconstrucción histórica o de constitución sociológica, es la identificación de múltiples "series individuales", de acontecimientos dispersos, de eventos marginales, etc. que se entremezclan, se integran y se auto-constituyen en el tiempo, estableciendo un nuevo modo del poder.

La genealogía analiza la relación entre poder, saber y cuerpo, una relación que se manifiesta en «prácticas». No reconstruye el pasado sino que busca las huellas del presente en el pasado para comprender el presente (Burell 1998). Es una metodología "anti-científica" (Foucault 1999, 17) que recupera saberes locales, no legitimados, hundidos, redescubriendo las luchas sociales enterradas. En contraste a las racionalizaciones posteriores, que tienden a re-escribir la historia en términos del presente, la genealogía re-escribe el presente en términos históricos (Knights/Morgan 1991, 256). Así, la genealogía de las prácticas de castigo, desde el castigo público físico-corporal hasta la internación y vigilancia carcelaria pasando por la pedagogía resocializadora de la Ilustración, explica el orden disciplinar de las organizaciones modernas. En nuestras sociedades modernas este orden se basa no en la visibilidad de la represión policial o de guardias nacionales, ni menos aún en sistemas de valores compartidos, sino en las técnicas sutiles de disciplina constantemente operando en las instituciones «carcelarias» o «de secuestro».

El poder constituye un concepto fundamental y omnipresente en la obra de Foucault (1987), ocupa un lugar parecido al de la racionalidad en los autores clásicos de la modernidad. El poder en Foucault no es ningún dispositivo personal o colectivo, sino una fuerza social en constante movimiento, distribuida por todas las esferas de la sociedad y que comprende todas las relaciones sociales. Con su concepto totalizante y multidimensional del poder, Foucault se

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diferencia de todos los clásicos, desde Marx y Weber pasando por Freud, que habían concebido al poder como una capacidad de imponer la voluntad de unos sobre otros.

El poder como red de movimientos, conflictos y luchas locales puntuales, como conjunto de estrategias emergentes, es la gran y única fuerza social básica, creadora y destructora al mismo tiempo, el origen del orden social y del sujeto moderno.

Todos estos conceptos han de ser interpretados frente a dos estrategias fundamentales en la teoría foucaultiana: el descentramiento del sujeto y el rechazo al funcionalismo y la racionalidad. Así, ni las estrategias, ni el poder, ni el discurso pueden pertenecer a algún actor intencional, a algún sujeto consciente, a algún autor, sino que representan movimientos históricos anónimos, diseminados por todas las dimensiones sociales. La soberanía es tan ilusoria como la verdad absoluta. Lo que se manifiesta como discurso dominante, estableciendo las normas de inclusión/exclusión, de normalidad/locura, de verdad/falsedad, etc., es fundamentalmente contingente, resultado de una multitud de micro-estrategias imprevisibles e incontrolables. La genealogía es el método de investigar y detectar estas micro-estrategias que han constituido los discursos dominantes de la modernidad.

Para Foucault el poder no sólo es el garante del modo de producción (algo todavía compatible con conceptos marxianos y weberianos) sino "la constitución misma de un modo de producción" (Foucault 1987, 213). El mecanismo de esta constitución del capitalismo es la "secuestración", es decir, la generalización de la antigua práctica de reclusión de pobres mediante fábricas, prisiones, asilos, escuelas, clínicas, etc. De esta forma la sociedad industrial fija el individuo a la producción y constituye el tiempo y la vida de los individuos como tiempo de trabajo y los cuerpos humanos como fuerza de trabajo. El surgir y la difusión de las instituciones de secuestro a partir de finales del siglo XVIII constituyen nuestra sociedad contemporánea como «sociedad disciplinaria» (Foucault 1986, 91).

La disciplina, como forma histórica de poder-saber, es la acumulación e integración de conocimientos y prácticas de perfeccionamiento y potenciación productiva del cuerpo humano2, una fuerza que no sólo reprime la individualidad, sino que constituye el individuo moderno, disciplinado y auto-controlado. El poder disciplinario surge como "anatomopolítica del cuerpo humano" (Foucault 1976, 168), transformando "su educación, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos" (Ibíd.). "El individuo es sin duda el átomo ficticio de una representación «ideológica» de la sociedad; pero es también una realidad fabricada por esa tecnología específica de poder que se llama la «disciplina»" (Foucault 1975, 198).

La disciplina no opera mediante grandes instituciones, sino que es una "anatomía política del detalle" (Ibíd. 142) o una "microfísica del poder", la cual permite determinar cómo el poder disciplinario atraviesa los cuerpos y graba la norma en las conciencias.

Las relaciones laborales, en esta perspectiva, son prácticas disciplinarias que, por un lado forman el cuerpo humano, implantando el poder en los gestos, los movimientos, las posturas, las formas de hablar y trabajar y, por otro lado, transforman el tiempo vital de los individuos en tiempo de trabajo, útil para la sociedad capitalista. La disciplina se convierte en un sistema celular totalitario de localización y concentración de individuos en un espacio analítico, un horario rígido de actividades seriales, unas directrices de conducta correcta y un sistema económico preciso de mando. Discursos racionalizadores del siglo XX como la «organización científica del trabajo» o la «gestión total de calidad» son operacionalizaciones de este discurso disciplinario (Savage 1998; McKinlay/Taylor 1998; Knights/Morgan 1991). Para Foucault no son innovaciones de la «II Revolución Industrial» y de su crisis o de un estado del capitalismo maduro, ni mucho menos conceptos racionales de gestión, sino elementos de la transformación del poder, que tienen su origen en la difusión de las dispersas prácticas de disciplina y antecedentes premodernos de las organizaciones monasteriales y militares.

III. El panóptico

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Igual que para Marx la mercancía era la forma elemental de una sociedad capitalista, para Foucault el panóptico es la forma elemental de la sociedad disciplinar y el poder ideal de la potenciación de las fuerzas sociales, condenadas a desarrollar infinitamente sus fuerzas productivas. Panóptico fue el nombre que Jeremy Bentham (1748-1834) dio en 1787 a la prisión ideal diseñada para venderla al gobierno británico como modelo arquitectónico de la jurisprudencia de la Ilustración. Había adoptado la idea de una fábrica en Rusia, dirigida por su hermano Samuel Bentham. El Panóptico (Bentham 1979) era de forma circular, con las celdas construidas alrededor del contorno exterior, agrupadas en círculos concéntricos. En el centro se hallaba una torre de vigilancia. Se colocaban dos ventanas en cada celda, una encarando la torre de vigilancia y otra el exterior. La intención del diseño era hacer visibles los prisioneros a los guardias en todo momento. Las ventanas de la torre estaban cubiertas con celosías, de forma que el personal de la prisión podía mantener bajo constante observación a los prisioneros, permaneciendo ellos mismos invisibles. El panóptico es la mirada estructural ideal y perfecta ("el ojo del poder", Foucault 1979), ya que permite una observación completa sin estar presente. El propio Bentham (1979, 98) afirma que "la idea es aplicable, no solamente a las casas de corrección, sino también a todos los establecimientos en que un gran número de individuos debe estar bajo la vigilancia de unos pocos, como hospitales, escuelas, fábricas, etc."; es el edificio donde la utilidad y funcionalidad económica está presente hasta en el último rincón. Para Foucault representa la encarnación arquitectónica del poder disciplinar. El auto-control de unos presos que se sienten observados permanentemente por un vigilante invisible (y así prescindible), convertido así en un perfecto automatismo de poder disciplinar, es el modelo que regula las fábricas, escuelas, clínicas y cárceles modernas3. El panóptico disocia la relación ver y ser visto de tal manera que en el anillo periférico se es totalmente visto, sin ver jamás, mientras en la torre central se ve todo, sin ser jamás visto (Foucault 1975, 205).

Mediante el Panóptico, la disciplina crea al trabajador moderno que actúa siempre como si estuviera vigilado. Con referencias constantes a Marx, Foucault describe la transformación de la vigilancia desde los encargados de las manufacturas a la mirada estructural de la gran manufactura, como operador económico del sistema fabril moderno.

Esta dimensión disciplinar de la sociedad moderna, sin embargo, comprende una enorme productividad y confirma así el doble carácter del poder como fuerza represiva y creativa a la vez. La disciplina como acumulación de saberes y prácticas de poder deconstruye al cuerpo humano, lo parcela en gestos, movimientos y posturas aisladas para reconstruirlo como fuerza productiva. Esa forma del poder disciplinario reprime la individualidad para constituir el individuo moderno disciplinado y productivo.

IV. El «panoptismo» en la empresa actual

Varios estudios empíricos recientes demuestran el potencial de análisis del concepto foucaultiano de la disciplina con respecto a las relaciones laborales. David Knights y Glenn Morgan (1991), por ejemplo, investigan la genealogía del discurso de la «estrategia corporativa», tan presente en las prácticas contemporáneas empresariales, de una forma muy distinta a la tradicional enseñada en las escuelas de negocios. Para éstas, estrategia es un conjunto de técnicas racionales en manos de los directivos para adaptar sus empresas a un entorno cada vez más complejo y competitivo. Para Foucault, sin embargo, estrategia es un conjunto de discursos y prácticas que transforman la subjetividad de los directivos y empleados y, así, la realidad empresarial y las relaciones entre organizaciones y mercados. El resultado de la «estrategia corporativa» es un nuevo tipo de individuo trabajador e individuo directivo (el «recurso humano»), un proceso que siempre genera resistencias y fricciones entre todos los implicados. Como tal este discurso puede desarrollar una capacidad propia, independiente de cualquier intención subjetiva, de penetrar en otros ámbitos sociales como pueden ser hospitales, administraciones, asociaciones o escuelas. Alan McKinlay y Phil Taylor (1998; véase también Townley 1998) estudian el nuevo discurso de la «gestión de recursos humanos» con su diseño arquitectónico de paredes transparentes acristaladas, su lenguaje del socio-miembro del equipo, la organización como proyecto flexible, el «empoderamiento», la simbología de igualdad, etc., en términos de la disciplina panóptica.

Keith Hoskin (1998, véase también McKinlay/Starkey 1998b) investiga la práctica empresarial de la contabilidad como conocimiento disciplinar de descomponer, graduar, examinar,

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comparar y diferenciar, elaborado originalmente para la administración de las organizaciones modernas en las academias militares. De ahí surgió, por ejemplo, el concepto de los «centros de negocio» (profit centers) con el cual la «disciplina de los números» se implanta hasta en los últimos rincones de las estructuras empresariales y de los cerebros de la gente. Los cálculos financieros deberían hacer visibles todos los elementos de la organización. Foucault permite así una fundamentación teórica de conceptos clásicos del análisis empresarial como la «mano visible» de Alfred Chandler (1962) o los «costes de transacción» de Ronald Coase (1937) y Oliver Williamson (1985) como formas de poder-saber, sin caer en la metafísica de la racionalidad económica.

En la misma línea, Mike Savage (1998) analiza el discurso de la «carrera» como forma disciplinaria de gestión de la promoción ocupacional, identificado ya por Max Weber como componente esencial de la burocracia moderna y después por Alfred Chandler como área de dirección específica ('career management'). Los elementos básicos de la gestión de la carrera provienen, también, de la organización militar que en el siglo XVIII introdujo el reclutamiento centralizado y objetivado para eliminar los favoritismos de los generales, formalizar la formación, conseguir la promoción controlada en función de criterios objetivos y la jubilación obligatoria. La trayectoria de este concepto disciplinario en la gestión empresarial moderna empezó con el fracaso de la vigilancia directa y del castigo en el siglo XIX cuando la «motivación» se convierte en una preocupación direccional y, así, poco a poco en una práctica de auto-control de un individuo-trabajador. Éste aspira a un reconocimiento de sus esfuerzos mediante la internalización de los objetivos de la organización.

Varios autores se vieron motivados al uso de conceptos foucaultianos estudiando prácticas de la producción ligera/ajustada. Graham Sewell y Barry Wilkinson (1992) analizan el sistema «justo-a-tiempo» (just-in-time, JIT) de organización industrial en términos de dos dimensiones disciplinarias: el control horizontal por parte de los propios compañeros en las células de producción y el control vertical mediante un exhaustivo sistema de información. Justo-a-tiempo es un sistema de información y control de los procesos continuos de producción que aumenta la visibilidad de los flujos y subordina a cada operario a unas responsabilidades y normas estrictas dictadas por el propio proceso. "Las disfunciones del encarcelamiento solitario del Taylorismo y de la gestión científica pueden ser superadas y remplazadas por los beneficios de la prisión abierta del equipo JIT/TQC, con la disciplina asegurada por los medios de la pantalla electrónica" (Ibíd.., 283; trad. propia). Un grupo investigador de la Universidad de Calabria en Italia ha utilizado y ampliado este enfoque foucaultiano de Sewell y Wilkinson en sus estudios de la planta de Fiat-Melfi como un modelo de las nuevas «fábricas lean» (fábricas de la producción ligera) (véase http://www.sociologia.unical.it/convdottorati.html). Producción ligera y justo-a-tiempo significan, en esta perspectiva, una transformación de las relaciones de poder en cuatro dimensiones (Fiocco 2000; Sivini 2000):

La fragmentación espacial de la fuerza laboral en células (según el modelo del panóptico) sobre el conjunto de las plantas productivas (ensamble final y proveedores) remplaza la concentración fordista de la mano de obra como forma de control.

El emplazamiento industrial («la fábrica modular») está diseñado como un conjunto de relaciones sociales e institucionales para la producción de disciplina de la fuerza laboral y su adaptación a la flexibilidad y el compromiso requeridos por la producción ligera.

El interior de las plantas está diseñado por un conjunto de mecanismos sofisticados de control tanto estructurales (el sistema de información «kanban», las «células de producción», los «tableros andon» de control electrónico, etc.) como relacionales (trabajo en equipo, círculos de calidad, negociación de objetivos, 'co-management' del comité de empresa y otras prácticas de la nueva «gestión de recursos humanos»), mecanismos que se refuerzan mutuamente.

El continuo ajuste del tiempo requiere una disociación entre los ritmos individuales y los ritmos sociales donde los empleados tienen que reestructurar constantemente sus rutinas diarias en su adaptación a la organización tan flexible como impuesto por la «demanda del mercado». Esta re-ingeniería del tiempo con su jornada laboral de siete

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días semanales y 24 horas diarias disocia las relaciones sociales tanto dentro de los centros del trabajo como en el entorno local.

Los autores hablan de una «celularización intensiva y extensiva» (Sivini 2000; Fiocco 2000). La primera se refiere a la reorganización interna de las fábricas en forma de «micro-células productivas», la segunda a la organización en distintos centros de producción jurídicamente autónomos pero integrados operacionalmente. El «control participativo» de los mecanismos estructurales (kanban, pantallas electrónicas, células de producción) y relacionales (equipos, compromiso activo y participativo, co-management del comité de empresa) es un ejemplo del modelo disciplinario de Foucault, en el cual «el alma» se convierte en la «prisión del cuerpo». Participación y compromiso significan, en contraste a los enfoques tradicionales de subjetividad, la formación de una subjetividad disciplinada en la cual el orden impuesto forma parte de la consciencia y los antagonismos de la producción aparecen como conflictos individualizados e internalizados entre, por ejemplo, compromisos de trabajo y compromisos familiares.

Límites de Foucault

A pesar de la gran riqueza que añade el enfoque foucaultiano al análisis de la empresa moderna y sus relaciones de poder, los estudios citados y los propios trabajos de Foucault demuestran también algunas deficiencias evidentes. El problema principal de Foucault es la ausencia de instrumentos de análisis para la acción colectiva y la «micropolítica» en la empresa. El origen de este problema radica en su concepto del poder y en la consiguiente marginación de todo tipo de actor y de acción conciente. El concepto de poder es tan universal y totalizante en Foucault que elimina cualquier matiz o margen de libertades. El propio sujeto, el individuo moderno, es un resultado del poder y completamente inherente y subordinado al poder-saber.

Aunque el propio Foucault reconoció en sus últimos trabajos parte de esa crítica e insiste en la resistencia como forma, siempre presente, de escapar de la vigilancia, de crear espacios y tiempos libres, al menos la oposición organizada y la posibilidad de un poder-saber alternativo no tienen cabida en el concepto (Fox 1998; Máiz 1987b). "Donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor: por lo mismo), ésta nunca está en posición de exterioridad respecto del poder" (Foucault 1976, 116). Aunque la resistencia forme parte inherente del poder disciplinario, jamás puede aspirar a convertirse en contra-poder. No amenaza al poder sino que lo orienta, en el sentido de concentrar sus esfuerzos hacia donde encuentran mayor resistencia. Thompson/Ackroyd (1995) ven en la influencia de teorías como la de Foucault un retroceso de la sociología industrial en el sentido de que margina al factor trabajo, la subjetividad y la capacidad de resistencia individual y colectiva frente a las técnicas de control. Sin compartir esa crítica exagerada, podemos insistir en la necesidad de complementar el instrumentario de Foucault con otros más orientados a la acción social y política en la economía para avanzar hacia una teoría adecuada de la empresa moderna.

Bibliografía

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Burell, G. (1998), "Modernism, Postmodernism and Organizational Analysis: The contribution of Michel Foucault", en McKinlay/Starkey 1998a, pp. 14-28

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Williamson, O. E. (1985), The Economic Institutions of Capitalism. Firms, Markets, Relational Contracting, N.Y.: Free Press

Zuboff, S. (1988), In the age of the smart machine, N.Y.: Basic Books

1  En este sentido, la genealogía se diferencia de otro método utilizado por Foucault, la arqueología, que analiza más las estructuras subconscientes y los contenidos latentes de estos discursos cuyo origen explica la genealogía.

2  El uso del término «cuerpo» para el individuo moderno no debe confundirse con una noción fisiológica o biológica, sino es otra forma más de distanciarse de la tradición racionalista de la Ilustración que concebía al ser humano como «alma» o como sujeto conciente.

3  En la España de la primera mitad del siglo XIX, el arquitecto granadino Fabio Gago Muñoz, inspirado por Bentham, diseñó una auténtica carcel taller de alta productividad para la fabricación de cañones en Sevilla (García Melero 2000).