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Dice Jesús Eucaristía: "Y ustedes, almas queridas, ¿por qué están frías e indiferentes a Mi amor? Sé que tienen que atender las necesidades de su familia, de su casa y del mundo que los solicita sin cesar. Pero, ¿no tendrán un momento para venir a darme prueba de su amor y de su gratitud? No se dejen llevar de tantas preocupaciones inútiles y reserven un momento para venir a visitar al Prisionero del amor". Página principal El Cristo Sangrante Nuestra Señora de la Eucaristía El grupo NACER en el Oratorio Meditaciones Eucarísticas al Rosario mariano viernes, 5 de abril de 2013 Hora Santa a la Divina Misericordia Inicio: ingresamos al Oratorio. Hacemos silencio de palabras y silencio interior, acallando todas las voces que se interponen entre nosotros y Dios, cuya Voz “habla en el silencio”, como dice el Santo Padre Benedicto XVI. Ofrecemos esta Hora Santa pidiendo a Jesús Misericordioso por el mundo entero, y le traemos a Jesús Eucaristía todos los grupos de almas que Él pidió que introdujéramos en su Divina Misericordia al rezar la Novena. Nos encontramos delante de Jesús Misericordioso, el mismo Jesús que se le apareció a Sor Faustina y aunque no lo

Hora Santa La Misericordia

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Esquema de hora santa.

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Dice Jesús Eucaristía: "Y ustedes, almas queridas, ¿por qué están frías e indiferentes a Mi amor? Sé que tienen que atender las necesidades de su familia, de su casa y del mundo que los solicita sin cesar. Pero, ¿no tendrán un momento para venir a darme prueba de su amor y de su gratitud? No se dejen llevar de tantas preocupaciones inútiles y reserven un momento para venir a visitar al Prisionero del amor".

Página principal El Cristo Sangrante Nuestra Señora de la Eucaristía El grupo NACER en el Oratorio Meditaciones Eucarísticas al Rosario mariano viernes, 5 de abril de 2013

Hora Santa a la Divina Misericordia

Inicio:  ingresamos al Oratorio. Hacemos silencio de palabras y silencio interior, acallando todas las voces que se interponen entre nosotros y Dios, cuya Voz “habla en el silencio”, como dice el Santo Padre Benedicto XVI. Ofrecemos esta Hora Santa pidiendo a Jesús Misericordioso por el mundo entero, y le traemos a Jesús Eucaristía todos los grupos de almas que Él pidió que introdujéramos en su Divina Misericordia al rezar la Novena. Nos encontramos delante de Jesús Misericordioso, el mismo Jesús que se le apareció a Sor Faustina y aunque no lo vemos con los ojos del cuerpo, sí lo vemos con los ojos de la fe. No estamos en un convento, como Sor Faustina, pero estamos delante de Jesús Misericordioso, oculto tras los velos del sacramento de la Eucaristía. Jesús en la Eucaristía es el mismo y único Jesús de Nazareth, Dios misericordioso, y ante su Divina Presencia Sacramentada nos postramos, implorando misericordia para nosotros y para el mundo entero. Pedimos la

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asistencia de María Santísima y la de nuestros ángeles custodios, para que nuestra oración se eleve prontamente y llegue al trono de Jesús Misericordioso.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” Padre Nuestro, Ave María, Gloria. Canto (tres veces).

Canto de entrada: “Sagrado Corazón eterna alianza”.

Meditación

Jesús Misericordioso, Presente en la Eucaristía, te suplicamos por toda la humanidad y especialmente por los pecadores. Mira a la humanidad de todos los tiempos, mírala cómo ha caído por culpa del pecado original de los primeros padres, Adán y Eva. Apiádate de la humanidad, que sin ti se dirige enceguecida al abismo de la perdición; ten misericordia de los pecadores, sobre todo los más empedernidos, y para que no se pierdan en el abismo del fuego eterno, te los traemos para sumergirlos en el abismo de tu misericordia, que es un mar infinito, mar que es como un océano sin playas, interminable e inagotable. Queremos así consolarte por la amarga tristeza en que te sume la pérdida de almas. Que tu infinita misericordia no permita que ningún alma, por más pecadora que sea, se pierda, para que así toda la humanidad, absolutamente toda, sin que falte ningún hombre creado por Ti, pueda ensalzarte por los siglos infinitos. Amén.

Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, Sumo y Eterno Sacerdote, Pontífice Eterno, Sumo Pastor de las ovejas, te traemos a las almas de los sacerdotes y los religiosos, aquellos a quienes Tú elegiste para que sean pastores de tu rebaño. Los sumergimos en tu Corazón Eucarístico, mar infinito de misericordia insondable. Ellos fueron quienes te dieron fortaleza para soportar tu amarga Pasión. A través de los sacerdotes y religiosos fluye hacia la humanidad tu insondable misericordia, porque por ellos se confeccionan los sacramentos, fuentes inagotables de gracia divina, y por ellos la Iglesia ora en tu Presencia noche y día, implorando tu misericordia. Apiádate de ellos, porque a causa de su humana debilidad, muchas veces te ofenden, porque muchas veces no corresponden a su llamado y no son imágenes vivientes tuyas; muchos se dejan atraer por las cosas del mundo y esto es en sí ya una grave falta, porque dejarte a Ti por los atractivos del mundo, es el colmo de la ceguera y de la necedad. Apiádate de ellos y dales de tu luz y de tu Amor para que así no puedan nunca rehusarte ni desconocerte y, convertidos en una imagen viviente de tu misericordia, puedan guiar a las almas a ellos encomendadas en el camino de la salvación y luego, junto con el rebaño, ya a salvo de los lobos, los ángeles caídos, canten tus alabanzas por los siglos sin fin. Amén.

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                Meditación en silencio.

         Jesús Misericordioso, Modelo de piedad y de Amor al Padre en toda tu vida, pero especialmente en las amargas horas de la Pasión, en el Huerto de Getsemaní, en donde pediste que se hiciera la Voluntad del Padre y no la tuya, a pesar de que el Padre quería que murieras crucificado por nuestra salvación; Jesús, modelo también de amor y piedad en la Cruz, cuando dijiste al Padre, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, dándonos ejemplo de cómo debemos abandonarnos a Ti en los momentos de prueba, te traemos a todas las almas devotas y fieles, a todos aquellos que, por la acción de tu gracia en sus corazones, te son fieles y te aman, ofreciéndote el homenaje de sus vidas por medio de la oración y la misericordia; las sumergimos en el mar de tu misericordia, para que les concedas tus gracias en abundancia, para que estas almas, que consolándote a lo largo del Via Crucis, fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura, vivan siempre en tu Sagrado Corazón y no los dejes nunca escapar de él. Padre Eterno, te suplicamos que mires con misericordia a estas almas fieles, que son el dulce fruto de la amarga Pasión de Jesús, y por sus méritos, les concedas que no pierdan jamás el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, canten eternamente a la Divina Misericordia. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos ahora a aquellos que no creen en Dios y aquellos que todavía no te conocen y los sumergimos en el mar de tu misericordia; míralos Jesús, son todos los ateos, los agnósticos y los paganos de todos los tiempos, también los de nuestros tiempos, algunos de los cuales son nuestros seres queridos. Míralos, Jesús, y ten compasión, porque por ellos sufriste amargamente en tu Pasión, pero también su conversión futura –que Tú viste en tu omnisciencia, porque eres Dios- dio consuelo a tu Corazón y así se alivió en algo tu amargura. Jesús Compasivísimo, que eres la Luz del mundo entero, haz que ingresen en la morada de tu Piadosísimo Corazón las almas de aquellos que obstinadamente no quieren creer en Dios, a pesar de las infinitas pruebas de su amorosa existencia que ofrece el mundo creado. Te pedimos también por aquellos que, por propia decisión, o porque no oyeron hablar de Ti, todavía no te conocen, y te pedimos también por quienes se han internado en las oscuras sendas del paganismo. Que los rayos de tu gracia que brotan de tu Corazón traspasado iluminen las tinieblas en las que se encuentran, para que también ellos, unidos a nosotros, ensalcen tu misericordia admirable. Padre Eterno, te pedimos por las almas de aquellos que no creen en ti y de los que todavía no te conocen, a las cuales hemos encerrado, por la oración, en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que el Corazón de tu Hijo los atraiga hacia ti, conmueve sus mentes y sus corazones con la fuerza de tu Amor, haz que te vean en cada creatura, haz que te descubran en el Evangelio y puedan alegrarse verdaderamente, porque sus vidas son tristes al desconocer la gran felicidad que es amarte. Concédeles a estas almas que te conozcan para que conociéndote te

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aman y amándote se salven, y así puedan ensalzar tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas de quienes llamamos “hermanos separados” y las sumergimos en el mar de tu misericordia. Estas almas te desgarraron en tu amarga Pasión, lacerando con su división y con su pretensión de creer en su propio Evangelio, tu Cuerpo y tu Corazón, es decir, tu Iglesia. Las sumergimos en tu misericordia infinita para que regresen pronto a la Iglesia y así curen tus heridas y alivien tu Pasión. Jesús Misericordiosísimo, que eres la Bondad Misma, tú no niegas la luz de la Verdad, que eres Tú mismo, a quienes te la piden; recibe en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas de nuestros hermanos separados, mira el celo con el que hablan de Ti y condúcelas, por la luz de la Verdad a la unidad con la Iglesia y no las dejes escapar de la morada de tu Sagrado Corazón. Jesús, Tú que dijiste en el Evangelio: “Yo Soy la luz del mundo”, concédeles un rayo de luz de tu Sagrado Corazón, para que se disipen las tinieblas del orgullo y del error y el espíritu de división y de confusión sea alejado de ellas, para que así liberadas de las tinieblas del error, también ellas glorifiquen con nosotros tu insondable misericordia. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de nuestros hermanos separados, especialmente a aquellos que han persistido tenazmente en sus errores, desperdiciando así tus bendiciones y gracias. No mires sus errores, sino el amor de tu Hijo y su amarga Pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están encerrados en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Ilumínalos con la luz de tu Verdad, tu Hijo Jesús, y haz que también ellos glorifiquen tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y las sumergimos en tu misericordia. Son las almas que más se asemejan a tu Corazón, porque tu Corazón es “manso y humilde”, y Tú mismo eres un Dios con corazón de Niño, al punto de venir a nuestro mundo como un Niño en Belén. Tú las veías como ángeles terrestres que velarían al pie de tus altares, y así fueron tu consuelo en tu Pasión. Continúa siempre derramando sobre ellas torrentes enteros de gracias, porque solamente el alma humilde es capaz de recibir tu gracia; haz que nunca pierdan la inocencia dada por la gracia. Jesús Eucaristía, haz que estas almas, que son las preferidas del Padre Celestial, sean siempre protegidas por Ti, para que sean siempre como un ramillete perfumado ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios mismo. Estas almas tienen una morada permanente en tu Compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de amor y misericordia por la eternidad; no permitas que la soberbia, el orgullo y las atracciones del mundo mancillen sus almas, que agradan a Dios Padre porque se parecen a Ti. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de los niños pequeños que están

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encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús; son las que más se parecen a tu Hijo, que por nosotros nació como Niño en Belén. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza tu trono. Padre de misericordia y de toda bondad, te suplicamos por el amor que tienes por estas almas y el gozo que te proporcionan, que bendigas al mundo entero para que todas las almas canten juntas las alabanzas de tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas que veneran y glorifican tu misericordia de modo especial y las sumergimos en tu misericordia. Son las que más lamentaron tu Pasión, a ejemplo de las santas mujeres de Jerusalén, que se compadecieron de Ti al verte malherido en el Camino del Calvario. Estas almas son las que penetraron más profundamente en tu Espíritu, siendo un reflejo viviente de tu Corazón compasivo. Ellas resplandecerán con una luz especial en la vida futura; ninguna de ellas irá al fuego del infierno, y serán defendidas de modo especial por Ti en la hora de la muerte. Jesús Misericordiosísimo, cuyo Corazón es el Amor mismo, recibe en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de tu misericordia, y no cejan de hacerlo, aun en medio de toda clase de tribulaciones. Padre Eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican tu misericordia insondable y que están encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de misericordia y sus corazones desbordantes de gozo cantan a ti, oh Altísimo, un canto de misericordia. A ellas, que obraron la misericordia para con sus prójimos más necesitados, Tú les dirás en el Día del Juicio Final: “Venid, benditos de mi Padre, al Reino de los cielos, porque tuve hambre y me disteis de comer; enfermo y preso y me visitasteis”. Te suplicamos, oh Dios, que se cumpla en ellas la promesa de Jesús quien les dijo que: “A las almas que veneren esta infinita misericordia mía, yo Mismo las defenderé como mi gloria durante sus vidas y especialmente en la hora de la muerte”. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas que sufren en el Purgatorio y las sumergimos en el abismo de tu misericordia, para que los torrentes de tu Sangre, que brotan de tus heridas abiertas en la Cruz, las refresquen del ardor del Purgatorio. Son todas almas muy amadas por Ti, y cumplen con el justo castigo que se debe a tu Justicia, para poder presentarse luego, purificadas en el Amor, a tu infinita misericordia. Te traemos estas almas benditas, oh Jesús misericordioso, como una limosna espiritual, para saldar las deudas que mantienen con tu Justicia y así sus tormentos sean aliviados. Jesús Misericordiosísimo, tú mismo has dicho que deseas la misericordia, y por eso introducimos en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas del Purgatorio, almas que te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adecuada a tu Justicia. Que los torrentes de Sangre y Agua que

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brotaron de tu Corazón Eucarístico, apaguen el fuego del Purgatorio para que también allí sea glorificado el poder de tu misericordia. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el Purgatorio y que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Te suplicamos por la dolorosa Pasión de Jesús, tu Hijo, y por toda la amargura con la cual su Sacratísima Alma fue inundada, muestra tu misericordia a las benditas almas del Purgatorio, que están bajo tu justo escrutinio, por no haber amado con más intensidad en esta tierra los bienes del cielo, y haberse dejado confundir por las cosas de la tierra. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, tu amadísimo Hijo, ya que creemos que tu bondad y tu compasión no tienen límites. Amén.

                Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, Tú en el Apocalipsis dices: “Porque no eres ni frío ni caliente, sino tibio, te vomitaré de mi boca” (3, 16); te traemos a las almas tibias y las sumergimos en el abismo de tu misericordia, para que no sean rechazadas por Ti. Son las almas indiferentes a tu Amor; son las almas que, conociéndote, no se acercan a Ti por el fastidio que les da la oración, y porque se sienten más a gusto con las atracciones del mundo. Las almas tibias son aquellas que prefieren ver televisión u ocuparse en sus asuntos, en vez de asistir a Misa o acudir al sagrario a hacer oración; son las que todos los días hablan horas y horas de sus problemas y de sus ocupaciones con las creaturas, pero no son capaces de dedicar veinte minutos al día para rezar el Rosario, diálogo de amor entre el alma y la Virgen María y, a través de Ella, contigo. Estas almas son las que más dolorosamente hieren tu Corazón y son las que más rechazo te causan. A causa de ellas, tu alma experimentó la más intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos, repugnancia que te hizo decir: “Padre, aleja de mí este Cáliz, si es tu voluntad” (Lc 22, 39-46). Para ellas, la última tabla de salvación consiste en recurrir a Tu misericordia. Jesús Misericordiosísimo, que eres la compasión misma, te traemos a las almas tibias a la morada de tu Piadosísimo Corazón, que arde en las llamas del Amor divino; haz que estas almas heladas que se parecen a cadáveres y te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de tu Amor puro. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas tibias que, sin embargo, están encerradas en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de la Misericordia, te suplicamos, por la amarga Pasión de tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, haz que sus corazones, al contacto con las llamas del Corazón de Jesús, se enciendan en el fuego del Amor divino, de modo que también ellas glorifiquen el abismo de tu misericordia. Amén.

                Meditación en silencio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         Canto de salida: “El trece de mayo”.

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1.- MONICIÓN.- «Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída» (Cfr. Lc 24,29). Ésta fue la invitación apremiante que, la tarde misma del día de la resurrección, los dos discípulos que se dirigían hacia Emaús hicieron al Caminante que a lo largo del trayecto se había unido a ellos. Abrumados por tristes pensamientos, no se imaginaban que aquel desconocido fuera precisamente su Maestro, ya resucitado.Los de Emaús tenían motivos para estar tristes. Nosotros ante el clima de inseguridad en el que vivimos, también tenemos motivos para estar desanimados o ser pesimistas, pero no tenemos razones para estar desconfiados. La Iglesia que Jesús quiere es una Iglesia confiada... Los católicos de hoy puede que tengamos motivos para no ser optimistas ante tanta violencia que se ha generado. Pero tenemos todos los motivos para poder confiar, porque la confianza no se fundamenta en el poder de nuestras fuerzas, sino en la promesa de Jesús. Nuestros análisis políticos, culturales, sociales y religiosos, están hechos a veces con poca fe. Hay que verlo todo. No sólo lo que hay, sino lo que Dios ve y yo no veo. Es entonces cuando empezamos a llamar a Jesús 'el Señor'. Dispongámonos a estar un momento en la presencia de Jesús y pidámosle que se quede en medio de nuestras comunidades y que participe de nuestros afanes e ilusiones... e inyecte en nuestras vidas, lo necesario para confiar más en su presencia. 

2.- EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO (SI ESTÁ UNO EN CASA, PUEDE HACER ESTE MOMENTO DE ORACION ANTE LA IMAGEN DE JESUCRISTO)

3.- CANTO

LECTOR.- Los discípulos estaban muy tristes, y su tristeza los llevó a abandonar Jerusalén. Atrás habían quedado los otros discípulos, las mujeres que habían visto el sepulcro vacío, y los demás hermanos. Era tal su congoja, que no quisieron permanecer allí. Así ocurre con algunos de nuestros hermanos muchas veces, que cuando las cosas no están bien, cuando viene el día de la prueba: se alejan; cuando las cosas no son como anhelamos, entonces la fe desciende tanto, el ánimo decae tanto, que vamos perdiendo la confianza en Dios. Con aquel alejamiento, aquellos discípulos se distancian de Jesucristo muerto y resucitado en Jerusalén y de los hermanos que allí se reúnen a bendecir a Dios y a esperar «la fuerza que viene de lo alto» (Lc 24,49; Cfr. Hch 1,4). Alejarse de Jerusalén, por tanto, es abandonar al Señor, dejar de creer en Él... dejar de confiar en Él... Jerusalén representa todo lo que permita y favorezca el encuentro con Jesucristo vivo, razón de la esperanza, fuente de inteligencia espiritual y fuerza para el testimonio. Emaús, en cambio, representa en el relato de Lucas lo cotidiano, lo de antes y lo de siempre; es decir, la muerte de la ilusión que Jesús había sembrado en ellos, el sin sentido y el refugio a la desesperanza. Allí, en Emaús, sólo es posible la tristeza y el vacío por la falta de fe en la obra de Dios por su Mesías.

MOMENTO DE SILENCIO: Reflexionemos. En éste momento de mi vida personal y familiar, ¿dónde me puedo ubicar simbólicamente: en Jerusalén o en Emaús?).

LECTOR.- La realidad no coincidía con lo que los discípulos esperaban. La realidad de nuestra ciudad: drogadicción, narcomenudeo, violencia, asesinatos, robos, desempleo..., no coincide siempre con lo que esperamos. Cuántas veces hemos exclamado como Job, "Cuando esperaba el bien, me vino el mal; cuando aguardaba la luz, vino la

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oscuridad” (Job 30,26). Esperábamos más paz y hemos obtenido muy poca o casi nada; esperábamos más armonía al inicio de este tercer milenio y hemos sufrido más... esperábamos incluso, más comprensión de los demás y por lo contrario, hemos obtenido quizá, más críticas... Si seguimos mirando este pasaje, vemos que los de Emaús no solo estaban tristes, sino que se estaban alejando de Jerusalén. No muchos días atrás, Jesús les había dicho: "No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el reino” (Lc 1,32).

MOMENTO DE SILENCIO: A veces habremos tenido la experiencia de Job: sufrimiento al no comprender a Dios... quizá estemos tristes por tantos problemas que vamos acumulando y que no vislumbramos ninguna esperanza de salir adelante. Este es el momento, para que hablemos con Jesús y le pidamos que vuelva a ilusionarnos.

LECTOR.- Mientras ellos caminaban, Jesús mismo caminaba con ellos. El encuentro se inicia por iniciativa de Jesús quien se mete en sus vidas.«¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?»,  les pregunta (Lc 24,17). Ellos relatan lo que han vivido los últimos tres días en Jerusalén. Insisten en sus anhelos rotos: habían confiado en Jesús como profeta de Dios y liberador de Israel, pero terminó muerto en cruz. Ya nada se puede hacer (Cfr. Lc 24,21). La amargura no puede ser mayor. «Sus ojos estaban cegados» nos informa Lucas (Cfr. Lc 24,16), es decir, no logran comprender por qué aquel nazareno a quien tenían como un gran profeta, acabó muerto. Aquel profeta «poderoso en obras y palabras» en quien creyeron, ¡No era el liberador de Israel! (24,19.21). Para ellos, ya todo había terminado en la tumba: aquel Jesús, sus esperanzas, sus sueños, sus ideales... todo quedó ya sepultado... pero Jesús era, es y será por toda la eternidad. Y es mucho más que un hombre profeta: él es el Dios eterno, el creador de todo; como dice Pablo a los Colosenses (1,15-17),"Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten”. 

MOMENTO DE SILENCIO: ¿Cuáles podrían ser en este momento, nuestros anhelos rotos? ¿Cuáles son ahorita nuestros miedos? Pongámoslos frente a Jesús).

LECTOR.- Los de Emaús, habían caído en la incredulidad: "Algunas mujeres nos han sobresaltado (...) vinieron diciendo que hasta habían visto la aparición de ángeles que decían que Él vivía...”. Y aquí, Jesús hizo algo maravilloso: les haría ver quién era Él, pero para esto no llamó a una legión de ángeles para que anunciaran que Él era Dios, tampoco en ese momento, convirtió piedras en pan ni agua en vino; tampoco ahí caminó sobre el mar ni en ese instante hizo que resucitara un muerto; sino que comenzando desde Moisés y siguiendo por todas las escrituras, les aclaró lo que de Él decían. Jesús Maestro, Profeta, Sacerdote y Señor, salió al encuentro de los dos discípulos para caminar con ellos y hacerse cargo de su realidad, sanar su condición y enviarlos a extender su misión. Jesús le reprocha a los de Emaús su falsa comprensión de los planes de Dios. Mientras ellos piensan en un liberador nacionalista que conduzca a Israel a la cabeza de las naciones, Dios ofrece a su Ungido o Cristo que, como Siervo sufriente de Dios (Cfr. Is 52,13-53,10), guía a la humanidad al encuentro con el Padre (Cfr. Lc 24,26). En ese Encuentro, el dolor irá desapareciendo poco a poco, cuando vean los discípulos con más claridad, que el sufrimiento y la cruz no son

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signos de un fracasado, sino los instrumentos divinos de la redención. 

MOMENTO DE SILENCIO: ¿Sentimos como creyentes la experiencia de un Cristo que siempre sale a encontrarnos para hacerse cargo de nuestra realidad, sanar nuestra condición y enviarnos a extender su misión? ¿Hasta dónde hemos entendido los Planes de Dios?).

LECTOR.- A la enseñanza que explica el sentido de la vida de Jesús sigue el gesto sacramental que alimenta la adhesión vital a él. Aún los ojos de los de Emaús están cegados y no reconocen en el peregrino al Mesías, al«profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo», al«libertador de Israel» (Lc 24,19.21). La mesa preparada por el anuncio de la Palabra y el pan bendecido, partido y compartido (Cfr. Lc 24,30) configuran el momento sacramental que lleva a plenitud el encuentro con Jesucristo vivo. Sólo «entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron»(24,31). Aquella cena de los de Emaús con Jesús, Lucas la llama «fracción del pan» (Hch 2,42.46). Mientras que por las palabras de Jesús, que les llegan “al corazón”, reconocen que lo sucedido al Nazareno es la voluntad de Dios consignada en la Escritura (Cfr. Lc 24,32), por la participación en la fracción del pan abren “los ojos” y reconocen que el Nazareno, que murió en la cruz «hace tres días» (Cfr. Lc 24,21), ha resucitado. Aquellos corazones obstinados y ojos incapacitados (Cfr. Lc 24,16) para reconocer al Resucitado que camina con ellos son iluminados con el Pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, haciendo posible el conocimiento del misterio divino revelado (Cfr. Heb 10,32). Los dones de Cristo (Cfr. Jn 6,31.49), Palabra y Cuerpo, son los dones escatológicos del nuevo pueblo de Dios (Cfr. Sal 78,23-25; Cfr. Ap 2,17) «que mantiene a los que creen»en él (Cfr. Sab 16,26), y cuya inmediata consecuencia es el testimonio (Cfr. Lc 24,33-34).El camino a Emaús, es retorno a lo cotidiano, a la vida que los discípulos tenían antes de conocer al Señor. Establecerse en Emaús es el fin de la ilusión humana (Cfr. Lc 24,21). Refugiarse en Emaús es aceptar el fracaso del plan salvador de Dios, el fin de la utopía divina. En el camino a Emaús ocurrió el encuentro con el Resucitado y el reencanto con su persona y con la misión que les confió. Por eso no se quedan los discípulos ahí en Emaús, sino que regresan a Jerusalén, la ciudad donde los espera el poder de lo alto y la comunidad apostólica que confiesa a su Señor. Aquí, en Jerusalén, aquilatarán con los apóstoles su experiencia del Resucitado. Desde aquí, de Jerusalén, saldrán esta vez a anunciar a todas las naciones «la conversión y el perdón de los pecados» (Lc 24,47; Cfr. Hch 2,38). En Jerusalén, no en Emaús, se forjan los testigos de aquel «que vino a dar su vida en rescate por todos» (Mc 10,45), escuchando al Señor no abandonándolo se generan los heraldos de la Buena Nueva.El camino de Galilea a Jerusalén (Cfr. Lc 9,51) es la senda del discipulado, de quien sigue a Jesús (Cfr. Hch 1,21; 4,13) para estar con él y aprender de él (Cfr. Mc 3,14). El camino de Jerusalén a Emaús es la ruta interior del desencanto, del miedo, de la incomprensión y del abandono del seguimiento. El regreso de Emaús a Jerusalén es la senda de la escucha de la Palabra y de la fracción del pan para reconocer al Resucitado y vivir en comunión con él. El camino de Jerusalén hasta los extremos de la tierra (Cfr. Hch 1,8) es la senda del misionero, es decir, del Espíritu que suscita testigos del Señor resucitado Cfr. (4,31; Cfr. Mc 3,13-14). 

MOMENTO DE SILENCIO: Quizá muchos, hayamos tomado el camino a Emaús, que es retorno a lo cotidiano, a la vida ensangrentada por la violencia... quizá ya ni nos den ganas de rezar... quizá pensemos que Dios se ha encerrado en su cielo y ya no quiere cuidarnos...

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Pero, también quizá, sintamos que REGRESAMOS DE EMAÚS A JERUSALÉN para reconocer a Jesús y vivir en comunión con él. Para ello, necesitamos estar con Jesús y aprender de él: ¿Qué tan intensa es mi actitud de oración?)

LECTOR.- Los “caminos” por donde transita el discípulo se convierten así en itinerarios que conducen de la falta de fe y de la desesperanza al reconocimiento de Jesucristo vivo y a su anuncio gozoso. El encuentro con los de Emaús revela la pedagogía de Jesús, «maestro bueno» (Mc 10,17), que va, con paciencia, conduciendo a sus desanimados y miedosos discípulos... La pedagogía de Jesús Maestro parte por hacerse cargo de la realidad del otro acogiendo sus esperanzas y tragedias (Cfr. Lc 24,19); luego lo anima a contarla para poder sanarla. 

MOMENTO DE SILENCIO: ¿Sentimos en verdad que Jesús se hace cargo de mi vida, de mis sufrimientos y miedos? ¿Siento la necesidad de contarle a Jesús lo que hasta ahorita me aflige en mi manera de estar viviendo?)

LECTOR.- Y aquellos dos discípulos, hicieron algo notable: a Aquel Forastero que "no sabía nada” de las cosas que habían acontecido en Jerusalén, a aquel forastero que los había reprendido y les leyó las escrituras en el camino, le dijeron: ¡Quédate! Quédate, porque... "porque el día ya declinó”. Forastero, quédate porque tus palabras nos han hecho mucho bien!; quédate porque estábamos a oscuras... pero ahora brilla la luz!; quédate porque estábamos tristes... pero ahora tenemos gozo!; quédate porque estábamos fríos como piedras... pero ahora el amor de Dios nos quema adentro!. ¡Quédate!... porque necesitamos tu luz y tu calor, porque necesitamos tu alegría Señor. Juan Pablo II oraba así: “Quédate para iluminar nuestras dudas y temores. Quédate para que fortifiquemos nuestra luz con la tuya. Quédate para ayudarnos a ser solidarios y generosos. Quédate para que en un mundo con poca fe y esperanza, nos alentemos los unos a los otros y sembremos fe y esperanza. Quédate, para que también nosotros aprendamos de Ti a ser luz para los demás” Y Jesús se quedó, y se sentó a la mesa con ellos y por primera vez en aquel grandioso día, pudieron los dos discípulos, ver los ojos de aquel forastero y contemplaron su rostro y miraron como les partía el pan, y entonces: ¡Le conocieron! El signo que les abrió los ojos a aquellos discípulos, no fue simplemente el gesto sencillo del partir el pan, sino sobre todo la plegaria de bendición que acompañaba el gesto y le daba sentido. Nos parece muy importante constatar cómo la falta de fe en la resurrección rompe con la comunidad; pero, también cómo el reconocer a Jesús en la fracción del pan suscita la imperiosa necesidad de retornar a ella y contar a los hermanos todo lo ocurrido en el camino. 

¿Reconocemos a Jesús Resucitado, caminando con nosotros como un compañero que nos habla al corazón? ¿Qué riqueza nos proporciona esta experiencia?Nuestros desalientos, ¿qué tanto nos apartan y distancian de la comunidad? ¿Nuestros católicos, reconocen al Señor en la fracción del pan, o sus ojos están ciegos? ¿En qué situaciones le reconocen fácilmente y en cuáles con dificultad?

CANTO EUCARÍSTICO

TODOS: 

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Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: ¡Quédate con nosotros!Tú, Divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.Bendice a los trabajos que hacemos en bien de los niños, los jóvenes, de los ancianos y particularmente a favor de los enfermos.Bendice a los Sacerdotes de nuestro Decanato, a los Consagrados y a todos los laicos que se desgastan por extender tu Palabra.En la Eucaristía, te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta sin fin.¡Quédate con nosotros Señor! ¡Quédate con nosotros! ¡Amén! 

CONCLUSIÓN.- Alentados por Cristo resucitado, venzamos todo miedo y sospecha, y abramos confiados los ojos a la esperanza. Como los discípulos de Emaús, aprendamos a dialogar para descubrir juntos la verdad, y entusiasmémonos con la esperanza de una REALIDAD NUEVA que está por venir... Tengamos la capacidad de fundamentar nuestra vida cristiana en el diálogo, de la misma manera como lo hizo Jesús con los caminantes de Emaús. Pero advirtamos que no todo intercambio de palabras es diálogo; puede llegar a ser exasperante discusión. Y después de la discusión, los arrebatos de enojos y pleitos.La discusión es exaltación de las diferencias que hacen imposible el encuentro fraterno. Discutir es una forma de encerrarse; dialogar es una fraterna apertura a los demás que supera todo prejuicio. Para discutir, basta el orgullo, los prejuicios, la soberbia, la vanidad, la capacidad para imponerse con gritos. Quien dialoga a la manera de Jesús, escucha, y guarda silencio, que es una forma de respeto por la persona de los demás. Debemos transitar dialogando, reconociendo que nuestra sociedad está herida por tantas diferencias... reconozcamos que lastimamos a los demàs con nuestros gritos exagerados sobre todo en el hogar, al que convertimos de santuario de amor, en infierno insufrible. Con la presencia de Cristo Sacramentado, cada viernes, fortalezcamos nuestra esperanza, volvamos a escuchar de parte de Dios, la invitación a emprender caminos de retorno a la tierra de la promesa, de desandar los pasos equivocados y abandonar toda actitud de desánimo y abatimiento. Hoy podemos comenzar un tiempo nuevo en nuestras familias, en vez de obstinarnos en permanecer sin esperanza atrapados en nuestros desalientos. Quizá después de llevar mucho tiempo de luchas sin victorias, estemos tentados de creer que no hay remedio... igual que los caminantes de Emaús. Este es el momento para mirar hacia lo alto, de dar cabida a la palabra consoladora de Jesús, porque Él siempre cumple sus palabra... Él es fiel. Recordemos el origen de la gran Alianza: todo comenzó por la fascinación que la zarza ardiente produjo a Moisés cuando vio arder aquel arbusto sin consumirse y escuchó la voz: “¡Descálzate, que la tierra que pisas es santa”. Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Mane noviscum, Domine”, con la que ha proclamado el Año de la Eucaristía, ha invitado a toda la Iglesia a descalzarse ante el misterio de la presencia real de Cristo en el sacramento del altar. El Papa llamaba a su pueblo a la adoración, al embeleso ante la “Zarza Ardiente”, para que

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en la cercanía del fuego que arde y no se consume, se encienda en el corazón de los fieles el don de la confianza, por la certeza de que no estamos solos. Dios sigue siendo el Emmanuel.Cada viernes, es el tiempo de la escucha, del silencio y de la espera. Como cuando en los tiempos del Éxodo la cubría la Tienda del Encuentro, éste es nuestro tiempo de esperanza activa; tiempo de adorar y de escuchar el mandato del Señor, para que nuestro caminar sea en verdad, fruto de la obediencia confiada a la voz del que envía, acompaña y acoge.

BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO

ALABANZAS DE DESAGRAVIO

Bendito sea Dios.Bendito sea su santo Nombre.Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.Bendito sea el Nombre de JesúsBendito sea su Sacratísimo CorazónBendita sea su Preciosísima Sangre.Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.Bendita sea su gloriosa Asunción.Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.Bendito sea San José, su castísimo esposo.Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.