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HOSPITAL DE LA VISITACIÓN (VULGO HOSPITAL DEL NUNCIO) Mercedes Alonso Morales Al principio la demencia se vinculó con poderes sobrenaturales'. La locura, se consideraba, era causada por espíritus, hechicería ... , lo que te- nía como consecuencia que para la curación se acudiera a remedios má- gicos, sacrificios, sacerdotes ... La medicina griega, en cambio, va a ex- cluir las causas sobrenaturales de la enfermedad -incluida la demencia- entendiéndose ésta en ténninos naturalistas. Surge entonces con Hipócra- tes y Galeno la teoría humoral, de los cuatro humores (sangre, bilis ama- rilla, bilis negra y flema). Todas las enfermedades se producen por un desequilibrio humoral. La melancolía, por ejemplo, era una enfermedad producida por hipotética bilis negra '. Durante siglos estas dos teorías iban a convivir, mezclándose la sabi- duría clásica con las creencias populares (humoral o diabólica); y si bien el avance científico iba a ser lento, teniendo que esperar a finales del si- glo XVlIl para que naciera la especialidad de Psiquiatría, ya antes la his- toria de las mentalidades iba a mostrar interés por la demencia, tratando de remediar ese mal. De esta forma, a finales de la Edad Media surge una nueva preocupa- ción por el enfermo. Las reformas hospitalarias se centran en una mayor especialización ': bien en lo relativo a la enfermedad o al tipo de personas (lepra, locos, huérfanos, viejos ... ), y de esta manera los locos empiezan a ser mirados no como simples posesos, endemoniados, sino con cierta compasión; las personas descarriadas, sin rumbo ... , aquellos que tantas veces habían sido objeto de burla, repulsa o temor, son vistos ahora con 1 Vid. Roy PORTES, Breve historia de la locura (trad. de Juan Carlos Rodriguez), ElI. Tur- ner, 2003, Madrid. , ACKERKNECI-IT. E. H., Breve historia de la psiquiatría (trad. Abelardo Maljuri), Ed. Se- minari d'estudis sobre la ciencia, 1993, p. 27. 1 LÓPEZ ALONSO, e, La pobre?'Q en la España medieval, Ed. Ministerio de Trabajo y Se- guridad Social, Madrid, 1986. pp. 421 Y ss; 440 y 450 Y ss. 145

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HOSPITAL DE LA VISITACIÓN (VULGO HOSPITAL DEL NUNCIO)

Mercedes Alonso Morales

Al principio la demencia se vinculó con poderes sobrenaturales'. La locura, se consideraba, era causada por espíritus, hechicería ... , lo que te­nía como consecuencia que para la curación se acudiera a remedios má­gicos, sacrificios, sacerdotes ... La medicina griega, en cambio, va a ex­cluir las causas sobrenaturales de la enfermedad -incluida la demencia­entendiéndose ésta en ténninos naturalistas. Surge entonces con Hipócra­tes y Galeno la teoría humoral, de los cuatro humores (sangre, bilis ama­rilla, bilis negra y flema). Todas las enfermedades se producen por un desequilibrio humoral. La melancolía, por ejemplo, era una enfermedad producida por hipotética bilis negra '.

Durante siglos estas dos teorías iban a convivir, mezclándose la sabi­duría clásica con las creencias populares (humoral o diabólica); y si bien el avance científico iba a ser lento, teniendo que esperar a finales del si­glo XVlIl para que naciera la especialidad de Psiquiatría, ya antes la his­toria de las mentalidades iba a mostrar interés por la demencia, tratando de remediar ese mal.

De esta forma, a finales de la Edad Media surge una nueva preocupa­ción por el enfermo. Las reformas hospitalarias se centran en una mayor especialización ': bien en lo relativo a la enfermedad o al tipo de personas (lepra, locos, huérfanos, viejos ... ), y de esta manera los locos empiezan a ser mirados no como simples posesos, endemoniados, sino con cierta compasión; las personas descarriadas, sin rumbo ... , aquellos que tantas veces habían sido objeto de burla, repulsa o temor, son vistos ahora con

1 Vid. Roy PORTES, Breve historia de la locura (trad. de Juan Carlos Rodriguez), ElI. Tur­ner, 2003, Madrid.

, ACKERKNECI-IT. E. H., Breve historia de la psiquiatría (trad. Abelardo Maljuri), Ed. Se­minari d'estudis sobre la ciencia, 1993, p. 27.

1 LÓPEZ ALONSO, e, La pobre?'Q en la España medieval, Ed. Ministerio de Trabajo y Se­guridad Social, Madrid, 1986. pp. 421 Y ss; 440 y 450 Y ss.

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una nueva mirada. Fruto de esta nueva sensibilidad surge el primer hospi­tal psiquiátrico (llamaríamos hoy) en España. fundado en Valencia en 1410 de la mano de un fraile de la orden de la Merced, el padre Gilabert Jofré, acercándose a estos enfermos con compasión y caridad cristiana. Decía sobre ellos:

«En esta ciudad hay mucha obra pía y de gran caridad, empero falta una que es muy necesaria: un hospital o casa donde los pobres inocentes y fu­riosos fueran acogidos. Porque muchos pobres inocentes van por esta ciu­dad y sufren de hambre, de frío y de injurias. Y como debido a su inocencia y furor no saben ganar ni pedir lo que han menester para su sustento y duer­men en las calles y mueren de hambre y frío, y además hay muchas perso­nas sin conciencia y sin Dios que los injurian y maltratan y allí donde los encuentran dormidos, los hieren y matan y abusan de algunas mujeres ino­centes. Y asimismo los pobres furiosos dañan a muchos transeúntes» 4.

El segundo hospital se funda en Sevilla y si bien hay discrepancia en la fecha de su creación' (algo posterior), la más difundida es 1436. El ter­cer lugar lo ocuparía Toledo con el hospital de la Visitación de N." S." (vulgo «Hospital del Nuncio»), fundado por' Francisco Ortiz en 1483. Posteriormente se funda en Valladolid, en el año 1489, el cuarto hospital psiquiátrico "~o

Se conoce la existencia también en el siglo XV de otros hospitales, que llamaríamos generales, los cuales abrieron departamentos para admi­tir a enfermos mentales: Barcelona en 1401; Córdoba en 1419; Zaragoza en 1425, y Palma de Mallorca en 1456 7

El canónigo de la catedral de Toledo Francisco Ortiz g fue el fundador, como decimos, del Hospital del Nuncio de Toledo, apelativo que tomó el hospital del cargo que ostentó su fundador, habiendo sido nombrado en 1474 nuncio-colector de Sixto IV y protonotario apostólico", lo que le convirtió en la persona de más poder y confianza del Papa en Castilla.

~ MARCO MERENC1ANO, E, «Vida y ohra del padre Jofré. fundador del primer manicomio del mundo, año 1409» Archivos Iberoamericanos de Historia de La Medicina. 1950, tomo 11, pp. 305 Y ss.

, LÓPEZ ALONSO, e. Locura y sociedad en Set'illa: historia de! hospita! de los Inocentes (l436?-1840), Ed. Diputación provincial de Sevilla, Sevilla, 1988, pp, 23 Y 24,

" GARCÍA C.t\NTALAP1EDRA. M.a J., Historia de! ho ... piIal psiquiátrico de Valladolid (14::59-

1975), Ed. Diputación de Valladolid, Valladolid. 1996. - GARCÍA CANTALAP1EDRA, M,a J" Historia de fa psiquiatría y de la asistencia psiquiátri­

ca en Europa y en E.~p(/ña desde sus orígenes hasta la actualidad, 1999, pp, 109-110. , Vid. sohre Francisco Orti7, GO:-.JZA1VEZ RUlZ, R., «El mundo de la catedrah, en Piedras

vivas. Toledo, 1992, pp. 39 Y ss .. '! También fue arcediano de Briviesca.

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r ~lIl1dO \' )10 ene ]l1l1i'TllC 1]"\.1Iplul .:x 1~lIenr.l c3 & nol.l • 1.1 ·Dllil.Klon.cI Rell([(\110'"no Se¡,,'.! -~ . Jfi:.lIlCllco (l!1I;. ""'"nCl~ ·n ~",nOlICO.(.lllL'I1I~¡l' <e1\.1 JJ..11l1.1.J~(kfo .l.1\n:cdI.l1lI.llX 11""11 bldc.l.\tll\.'" Ulo pl.ld,'10 "iI' !lIdell lc. n:1.l b ]\dl11l1l1nr.1C10" \' (lobl\:!1l0 C01l1,' ,tI loll:r.1Il1.1.7\ kx' lJII lI llnlr"IlOG \' ~~cu n:II.1lml11''':; 5<:1101(6 -&.1 n \' (,lbl ldo. rr en.1 S.1I1 1.1 ,¡lcfl.liX·,óla{ ~ !lIIudJ 1.113 {1~,.lIi.lG . cr((c1I1c' n1l7ci", li loRó.1" " l~I~'llJh,tld . ( \ & illx-OXIO! J0.1 11 u: 1.1er~f.I[.\.'

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Frtlllc:iKU O",;:. jt ll1dador del Hospital del Nuncio (IJi/JllwdólI Pml'¡" óllJ de 7(J/edo).

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Bltll/fltlldl/cional del I/Ospiral, 1483 (Archivo Di/Jllració/l Provincial de Toledo, Pe,-g, 49).

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De la figura de Francisco Ortiz habla su propia autobiografía (que se conserva en el Archivo de la Diputación de Toledo), leyéndola acertamos a ver a un hombre inquieto, inteligente, sagaz y leal a la curia romana. En sus primeros años de vida ya denota su carácter cuando, siendo de una fa­milia acomodada, decide escaparse del seno paterno y vivir aventuras. Su vida tuvo todo el atractivo de un buen guión cinematográfico (huidas, en­carcelamientos. reyertas, persecuciones); la posición social alcanzada le convirtió en un hombre de poder y dinero, y asimismo como figura pro­pia de un gran personaje le llegó el momento de hacerse un nuevo re­planteamiento de vida: siendo perseguido, por orden de los Reyes Católi­cos "', es capturado la víspera de la fiesta de la Visitación de María. momento que le sirve para despertar su conciencia, y nos cuenta: « ... an­duve cn tinieblas y en ceguedad, porque todos mis pensamientos eran de acrecentar mi estado y onrra mundana y gastar en ello el patrimonio de Ihu Xto. de que era administrador y sperava ser, y así estava apartado de su Magestad ... » ". De esta forma, decide que la ¡(lrtuna ganada debía em­plearla en obras de caridad: « ... y dende en adelante empecé a pensar cómo cumpliendo su doctrina lo gastaría [ ... 1 y así consideré ... que los más pobres eran los que careCÍan de seso aunque adultos ... » 12.

A lo largo de su vida viajó mucho lo que le hizo ver que en diversas ciudades «tenían ospitales para sustentar los tales pobres». De esta forma comenzó su fundación a la que llamó Hospital de la Visitación o de los Inocentes. apelativo este último muy común en la época para referirse con piedad a los enfermos mentales. El 23 de marzo de 1483 se conside­ra la fecha oficial de fundación del establecimiento. fecha de aprobación de la bula otorgada por el papa Sixto IV".

Francisco Ortiz en su testamento afirmaba que su «voluntad siempre fue y es que dicho hospital touiesse tres patrones» ": el principal el cabildo de la catedral de Toledo, en segundo lugar el Ayuntamiento de la ciudad de Toledo, y por último un pariente suyo. Cuando dos años después de esto Ortiz aprueba las constituciones, aclara este aspecto del patronazgo mucho más, señalando como patronos supremos de la institución al cabildo de la

10 Al querer hacer cumplir la voluntad del papa Sixto IV en el nombramiento de un ob¡,,­po extranjero para el obi:-.pado de Cuenca.

II SAt" ROMÁI\. F. DE B., «Autobiografía de Francisco Ortiz y constituciones del hospital del Nuncio. de Toledo», BRABACHT, n.u XLVI a XLIX, 1931. p. 89.

1: Idcm.

" La Bula se conserva en el ADPT, Perg. 49. P GARdA RODRíGUEZ. E., Testamento de el Dr. Francisco ()ni,-, Diputación de Toledo.

Toledo, 1935, p. 27.

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catedral de Toledo: «el patronazgo supremo y libre administración del ospi­tal y de todas sus personas y bienes, pertene,e a los Rdos señores deán e cabildo de la dicha Sta Iglesia de Toledo, solos sin aver de dar cuenta a otros salvo a Dios ... » 1'. Respecto del Ayuntamiento, afirmaba «se stienda a la proteezión y defensión de las rentas y bienes del dicho ospital para que cuando fueren requeridos por parte de los Rdos. señores deán y cabildo y no en otra manera, con su bra,o seglar, les ayuden a conseruar y defender las rentas y bienes del dicho ospital y no más» 11,. Sobre el pariente afirma­ba que sería el cabildo el que lo elegiría, teniendo en cuenta su virtud y bondad, siendo su misión «mirar cómo son tratados y mantenidos los po­bres dél y como se guardan las constituciones» ", dando conocimiento de los incumplimientos. También se dice que dicho pariente <<00 tenga otro poder ni mando en el dicho ospitaL ni sobre las personas dél ni pueda to­mar cosa alguna de los mantenimientos del dicho ospital, aunque el mayor­domo e oficiales que ende estoviere se lo quisieren dar de su voluntad» " de lo contrario, afirmaba Francisco Ortiz, se le despida de su cargo.

Este co-patronazgo trajo problemas y el ejemplo lo tenemos en un al­tercado que se produjo en el hospital 1" en el siglo XVI, en el que intervi­no el famoso poeta Garcilaso de la Vega acompañado de un sobrino nieto del Francisco Ortiz (Diego Hcrnandez Ortiz, jurado) y del alguacil Pedro de Escobar. Todos ellos penetraron en el hospital con armas, organizando un gran alboroto. El altercado acabó con una sentencia condenando a los alborotadores a destierro, pérdida de las armas que portaban y costas del proceso. En la sentencia se mencionaba que se dirigía «contra los culpa­dos sobre la possesión del patronazgo del hospital, aíio 1519».

Respecto de la presencia de familiares. en los datos de archivo consta la presencia en el hospital (hacia los años 1546-50) de Constanza Ortiz "', que tal vez -siguiendo lo mandado por el fundador- vigilaría el cumpli­miento de los fines de la institución, pero con posterioridad, si bien en los libros de comidas hay un apartado reservado a familiares. no consta nin­gún nombre. Es posible que se extinguiera por deseo propio de los pa­rientes al suponer ello un deber. que en contrapartida no conllevaba ni n-

S.\ \.J ROr>.LÁ.J\, F. de 8.. «Autohiografía de Francisco Orti/. y ... '>' 0!J. cit., pp. 92-93.

Idclll, p. 93. Idem. p. 94.

" Idcm. p. 94. V-\(J¡-I-.RO SERRA.NO. C .. Garli!nw: {/!){)/"fes paflll/na III/(!\'(/ hiogr({flo. Los Riblldel1eim

y Loren:o S'l/(írc::. de Figllemll. EJ. Oretania. Ciudad Real, 1999. p. 66 Y ss. '" Aparece en la relaci6n de persona:-. que comen en el hospital. rranciseo OrtiL en "Ll te,,­

lamento hace mención a una sohrina suya llamada así Constan7a Orliz, que se casó con Anto­nio de Escohedo. G.A..RcíA Ror)RíGucz, E., Testamento .... ojJ. cit., p. 20-21.

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guna retribución salvo el mero deseo de caridad, que solo puede nacer de un espíritu entregado.

Francisco Ortiz otorgó unas constituciones para el hospital donde se fijaban las reglas básicas de su administración y atención a los enfermos. Posteriormente, sin que hayamos podido averiguar la fecha concreta (ni hallar tales constituciones), el cabildo de la catedral aprueba unas nuevas constituciones 21.

En las constituciones fundacionales se indicaba que se admitieran en el hospital un máximo de 33 enfermos sin recursos, en recuerdo de los años que vivió Jesús. Por encima de este número los enfermos ingresados eran mantenidos con rentas ajenas al hospital, es decir, su manutención conía a cargo de un tercero.

Una vez dadas estas primeras pinceladas sobre el hospital del Nuncio, y antes de proseguir, quisiéramos señalar que el estudio aquí realizado pre­tende completar algo más el camino ya abierto por el doctor Rafael Sancho de San Román'" esbozando un poco más los rasgos generales de la historia y funcionamiento del hospital, sin pretender un trabajo e~haustivo. La ma­yor parte de la información presentada corresponde al siglo XVI y para ello hemos podido consultar libros del hospital --{;atalogados por Carmen Torro­ja "- y las actas capitulares. Por lo que respecta a las noticias aportadas de los siglos XVII-XVIII, los datos han sido más puntuales y su fuente única­mente han sido las actas. En este artículo hemos estudiado como fecha últi­ma la época del cardenal Luis Antonio Fernández de Córdoba " (conde de Teva, 1755-1771). La etapa surgida a partir del cardenal Lorenzana, con un nuevo edificio, estimamos requeriría un estudio exclusivo.

Asimismo, hemos podido comparar este estudio con las publicacio­nes que se han realizado sobre la historia de los hospitales de Valladolid y Sevilla ".

,1 En el Libro de visitas del año 1570 se dice: «que se hagan cuatro traslados de las cons­tituciones. las viejas originales que hi<;o el Nuncio y otras nuevas que de~pués hü;o el cabildo y al cabo de ellas se ponga otra reformación que hü;o el cabildo el año pasado que e~tá en el libro capitulan:>, ACT, O.F. 558, f. 3v.

22 SANCHO DI: SAN ROMAN. R., «El hospital del Nuncio de Toledo en la historia de la asis­

tencia psiquiátrica», Anales Toledanos, n." XVII, 1983, Toledo, pp. 55-7l. " TORROJA MEl\I::::NDEZ, c., Catálogo del archivo de Ohra y Fábrica de la catedral de TtJ­

ledo, Ed. Diputación de Toledo, Toledo, 1977. 2-1 Véase sobre la historia del hospital del Nuncio en el siglo XIX, MÁRQuEZ MORENO, M.a

D., La asistencia psiquiátrica en Castilla-La Mancha durante el siglo XIX, Ed. Junta de Cas­tilla-La Mancha, Toledo, 1989.

~.' En los dos hospitales (exceptuando algunos documentos) las fuentes más antiguas son del siglo XVII, teniendo un mayor predominio las del siglo XVIII.

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En el hospital de Sevilla su funcionamiento comienza de la mano de un laico llamado Marcos Sánchez Contreras, pero a finales del siglo XVII se llega al acuerdo de que para una mejor administración pasase ésta a manos eclesiásticas. En el hospital de Valladolid, de igual manera que el de Toledo su patrono fue un cabildo catedralicio, con una administración semejante a la de Toledo.

En ambos hospitales (Sevilla, Valladolid) se vivieron etapas de gran escasez de recursos, lo que hizo que en el caso de Valladolid se conce­dieron en diferentes momentos «reales licencias» para pedir limosna "'. En el hospital de Sevilla había enfermos que salían a pedir por la ciudad y los pueblos, acompañados de los llamados «hermanos ermitaños» en­cargados de su vigilancia ". En Toledo se aprecian igualmente momen­tos de escasez económica, si bien no tan extremos como en estos hospi­tales.

1. Donados

Fue voluntad del fundador que se reservaran trece plazas para hom­bres ancianos residentes en Toledo «que se vieron con honrra y hazien­da y vinieron en pobreza con tanto que no sean de las personas que an­dan a pedir por las puertas» ", es decir, se pretendía dar acogida a pobres vergonzantes. A estos ancianos acogidos en el hospital se les lla­mó donados. Para ser admitidos Francisco Ortiz señalaba «que sean re­c;ebidos consultando primero con los reverendos señores deán y cabildo porque es de creer serán rec;ebidos c;esante afec;ión, dándoles su mante­nimiento de comer y vestir y calc;ar honestamente justa vires hospitales redituffi» ~'J.

El procedimiento de entrada de los donados iba precedido de la pu­blicación de un edicto (por un periodo de 6 a 9 días)'" en el que se indi­caba la existencia de plazas vacantes en el hospital. Los pretendientes a la plaza debían presentar un informe del cura de la parroquia a la que perte­necieran o en su defecto se solicitaba información de testigos. Los dona­dos debían ser vecinos de Toledo, pero a veces se admitían de otros luga-

"" GARCÍA CAl\TALAPIElJRA, M.a J., Historia del hospitaL .. op. cit., p. 45.

" También a la puerta del hospital se situaba un enfermo atado con cadenas., para pedir li-rno~nas. LÓPEZ ALOl\SO. c., Locura )' sociedad. .. , op. cit., pp. 1 !:\7-188.

,~ SAN ROMÁN, F. DE B., «Autohiografia de Francisco Ortiz, ... }~. op. cit., p. 97.

" ldem. pp. 97·98. lO Seis días (ACT, AC 26, f. 68) Y nueve días (ACT, AC 68, f. 141v.).

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res" y no podían ser casados 32. Seguidamente, los visitadores presenta­ban al cabildo un informe sobre los candidatos, siendo éstos los que deci­dían por votos mayoritarios quiénes entraban a la plaza o plazas vacantes. Las personas admitidas debían llevar cama, a no ser que no la tuvieran y por tanto se les excusaba".

Las constituciones permitían a los donados salir de la casa de dos en dos, pero siempre con permiso previo del rector, sin embargo esto se in­cumplía con frecuencia. Así en un Libro de visitas del siglo XVI se seña­la este constante incumplimiento, indicando que si salían sin permiso se le podía penalizar con no permitirles la entrada. En el año 1572 se dice que los donados que salieran a la calle sin licencia, si eran descubiertos, el rector les penaría con la ración de comida de ese día.

A veces también ocurría que la vuelta al hospital la hacían algo indis­puestos, tal vez bebidos, por los que los visitadores señalaban que «si quando saliere alguno bolviere con alguna falta de su persona el rector le castigue en más que la ración, que no le dé más licencia para ninguna cosa» -"14,

Los donados también colaboraban en diversos oficios del hospital, como veremos más adelante, y hacían encargos para la casa, como com­prar cera para la capilla ;'. Pero en ocasiones ayudaban en trabajos que su­ponían el acarreo de peso excesivo, como sucedía cuando se preparaba la casa para las fiestas que anualmente se celebraban, lo que hizo que en 1591 los visitadores acordaran la prohibición de que a los donados se les empleara en estos menesteres «'.

11. Enfermos numerarios y porcionistas

Era común denominar a toda clase de enfermos como pohres, y si además la enfermedad les privaba del entendimiento su debilidad era aún mayor, de ahí que sea frecuente hallar en los libros del hospital del Nun-

\1 En 1584 se admite a una persona de Guadalupc (ACT, AC 18, f. 81): en otro C3:-'0 pro­cedía de Valencia. También constan de Mora, Tembleque (ACT, O.E 613).

': En ACT. AC 26, f. 68. Todas las actas capitulares (AC) mencionadas, pertenecen al Ar­chivo de la (atcdral de Toledo (ACT), por lo que a partir de ahora solo haremos mención a AC.

n AC 15. f. II v. " ACT, O.F. 558, f. 4 . • , ACT, O.F. 563. f. 73. '" ACT, O.F. 558, f. 6v.

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cio la denominación de pobres, pasando a sustantivarse el adjetivo. En las actas capitulares, en cambio, se generaliza el nombre de locos ".

Conforme dijimos más arriba, cabe clasificar a los enfermos ingresa­dos en el hospital, según la procedencia económica de su manutención: numerarios eran los enfermos cuyo sustento era pagado con las rentas del hospital; el otro grupo, al que en un principio se llamó supernumerarios pasando después a generalizarse el nombre de porcionistas, eran los en­fermos cuya manutención era pagada por una persona o institución ajena al hospital.

En los dos hospitales estudiados comparati vos también existía esta distinción, llamándose a estos últimos contribuyentes en Sevilla y ali­mentistas en Valladolid.

Las plazas de porcionistas venían a ser lo que hoy llamaríamos apa­drinamientos; alguien se comprometía a pagar la manutención diaria de un enfermo que, como es lógico, generalmente eran los familiares; y tra­tándose de enfermos pertenecientes al clero regular, eran sus conventos los encargados de tal sustento, y en el caso del clero secular se pagaba, generalmente, de las rentas de sus capellanías, como el caso visto de un clérigo de Epístola, que se mantenía con las rentas de su capellanía'".

Hemos podido constatar que en algunos casos la familia real mantie­ne a algún enfermo y, procedente del entorno de su servicio. También hay casos como el producido en 1747: el rey autorizó que el sueldo de un ca­dete ingresado en el hospital sirviera para su mantenimiento en el hospi­tal, como parece ser ya se había realizado en otras ocasiones "'. También en las actas capitulares se refiere el ingreso en el año 1660 de un peón de la Obra y Fábrica de la catedral, que había recaído de nuevo en su de­mencia después de un primer ingreso cuya manutención había corrido a cargo de la Obra y Fábrica de la catedral. En este segundo ingreso se ad­mitió en plaza de número".

Asimismo, a lo largo de los siglos, diversos arzobispos de Toledo se sintieron conmovidos por estas personas dementes y contribuyeron como porcionistas en el hospital, es el caso de Portocarrero, Astorga, Conde de Teva.

" También se les denomina a veces como mentecatos las. J~ Sin embargo sus rentas no eran suficientes, por lo lJue tenía deudas con el hospital que

había intentado sufragar un familiar; se pedía le cambiaran a plaza de número. AC 74, f. 19,

49 Y v. 1') AC 73 (1761), f. 212v. También consta la enlrada de un lacayo del deán de la catedral,

AC 35, f. 360. '" AC 67, f. 192. " AC 35. f. 173v y 174.

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El cabildo de la catedral era bastaste celoso de ser el único administra­dor del hospital del Nuncio, lo que hacía que no permitiera intromisiones ajenas que trataran de imponerles obligaciones; esto se demuestra en un enfermo que se envió al hospital en el año 1750, por orden del rey: «ser la mente del rey que el hospital le mantenga. Y conferido y votado, teniendo presente las malas consecuencias que produciría este exemplar, si el cabil­do se aquietase» 42, se acuerda que se escribiría al marqués de Ensenada para que fuera la Real Hacienda la que contribuyera a su pago en calidad de porcionista, a lo que respondió el marqués con su disconformidad y la decisión de trasladar al enfermo al hospital general de Madrid ".

A veces sucedía que la situación económica de las personas que esta­ban pagando la manutención de algún enfermo cambiaba, bien por ver disminuidas sus rentas o cambiar las circunstancias: «por tener hijos a quien socorrer» ", esto haCÍa que solicitaran al cabildo el traspaso del en­fermo de plaza de porcionista a plaza de número. También en muchos ca­sos los ingresados en estas plazas de porcionistas estaban a la espera de quedar vacante una plaza de número".

Por estas plazas de porcionistas, en el año 1591 se pagaba un real al día y a principios del siglo XVII un real y medio diario "', teniendo tam­bién la obligación de llevar cama ", conforme a las constituciones y dar como fianza el importe de un mes adelantado '" otorgando, además, escri­tura constituyendo el contrato de obligación. La cantidad diaria a pagar se eleva a dos reales al día en julio del año 1606 «attento la carestía de los tiempos» 49 y dando un salto en el tiempo, en 1751 se expresaba que el pago era de dos reales y medio al día y «una fanega de trigo en grano por mes» 50 (un cahíz al año).

" AC 68, f. 72. 4_\ AC 68, f. 71 Y, 72, 82v; f. 114v y 115. Dado que los meses pasaban y no se trasladaba

el enfermo, se manifestó que el demente parecía estar curado, por lo que se acordó que el mé­dico y cirujano emitirían un informe para darle de alta si procedía.

" AC 72, f. 166. " AC 24 (1608), f. 203v; AC 25 (1609), f. 37v y 38. 4tI En el hospital de Valladolid el importe era mucho mayor, de 6 reales por día, si bien se

valoraba cada caso concreto. También se exigía fianza y debía llevar cama, dos mantas, ropa y calzado. En GARCíA CANTALAPIEDRA, M.a J., Historia del hospital psiquiátrico ... , op. cit., p. 21. En el hospital psiquiátrico de Sevilla, en el siglo XVII el importe diario oscilaba entre medio real a 4 reales. En LÓPEZ ALONSO, c., Locura ... , op. cit., pp. 100-101.

47 También consta, a veces, que si el enfermo tenía hacienda llevara también «prisiones». 48 AC 24, f. 21, f. 61; AC 20, f. 157. En algunas ocasiones se hace referencia al anticipo

de cuatro meses, AC 19, f.130. " AC 24, f. 61. 'Il AHPT, Protocolos, sg. 695, f. 240.

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Con relación al número de enfermos ingresados en el hospital, como ya vimos, Francisco Ortiz dejó señalado en las constituciones que el nú­mero de enfermos fuera de 33. Hemos podido constatar que en el siglo XVI el número de enfermos solía rondar los cuarenta, siendo la propor­ción de hombres ingresados mayor que la de mujeres.

Al morir el canónigo Juan de Vergara, dejó todos sus bienes al hospi­tal del Nuncio, lo que hizo que la economía del hospital en esos años me­jorara. Así, diez años después de la muerte de este canónigo de la catedral se dice que las plazas de número se podían aumentar de 33 a 40, sin que sobrepasaran este número. En esa fecha, 1567, parece ser había más de 40 enfermos, determinándose que según fuera bajando su número no se permitirían nuevos ingresos hasta llegar a los 40 enfermos".

En el siglo XVIII, concretamente en el año 1761 -fecha en la que se cuestiona la administración del hospital-, se dice que en el hospital había 37 enfermos", de los cuales 15 eran porcionistas y el resto, veintidós, de número; se afirmaba que hacía ya muchos años que las plazas de número -que debían ser ocupadas por pobres de solemnidad- no llegaban a 33, como había señalado el fundador, porque las yacantes se cubrían con pla­zas de porcionista que dejaban una rentabilidad al hospital 53, hecho que había permitido en otros periodos de su historia hospitalaria, salir del dé­ficit económico en que se encontró el hospital, especialmente, se indica­ba, en la época del cardenal Portocarrero y el cardenal Astorga 54.

IlI. Quiénes hacen la solicitud

La solicitud de ingreso en el hospital generalmente procedía de fami­liares del enfermo: unas veces era un padre solicitando el ingreso de un hijo, en otras ocasiones la mujer respecto de su marido o viceversa ... , es decir, en línea directa en primer lugar, o en su defecto colateral. En oca­siones se constata en las solicitudes de ingreso (en las actas del siglo XVI), la intercesión realizada por parte de personas relevantes de la ciu­dad (nobleza, Iglesia ... ), tal es el caso de Juan de Vergara 55.

" AC 12. f. 400v y 401. 52 En año anterior, 1760, el número era de 43 enfermos, AC 73, f. 37v. _" En ese año, 1761, se pretende mejorar el funcionamiento del hospital y entre lo acorda­

do se dice: K .. y que también cuiden de saber si hai algún porcionista que esté enteramente sano, para que se le entregue a quien le embió, pues no es razón ocupe el hospital, aunque deje alguna ganancia en los intereses}), AC 73, f. 216 V.

'4 Idem, f. 216. 5<; Intercede Juan de Vergara y en otro caso Vasco de Acunia (AC 9, f. 135; AC 6, f. 407).

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En algunos casos los enfermos eran gentes que andaban itinerantes por la ciudad y algún alma caritativa se apiadaba de su situación 56 solici­tando su ingreso en el hospital, convirtiéndose así en su bienhechor, pa­gando su estancia. Así hemos podido encontrar el caso de un estudiante (1599) que se dice «andava en esta ciudad» o el de otra persona que iba por Toledo «comiendo quantas inmundicias encuentra en las calles de esta ciudad» ". Cuando la petición era de un religioso la solicitud la hacía el prior del monasterio correspondiente. En otras ocasiones se reciben pe­ticiones de otros hospitales de Toledo: el de Santa Cruz 58, el del Rey", el de Afuera"" . Este último hospital disponía de una sala especial para aco­ger a los enfermos mentales que estuvieran ingresados allí a causa de una enfermedad común "'.

En otras ocasiones eran las autoridades judiciales quienes hacían la petición de ingreso, o bien eran presos que estaban en la cárcel real ó2, o enviados por la Inquisición 63. En estos casos, el cabildo los admitía pero dejando claro que el ingreso era «como loco no como preso», por lo que se eximían de toda responsabilidad en caso de que el loco huyese, como, al parecer había sucedido en otras ocasiones:

« ... y que no se reciba por presso, sino por loco, por si acaso se fuere como suele acaecer» M.

« ... que el rector no se encargue del por presso, sino por loco, y que le tendrá en la custodia que a los demás locos» 65.

Otro caso planteado ante el cabildo se produjo en seSlOn de 6 de mayo de 1762. Se trataba de una mujer enferma, «moza soltera, demente furiosa y muy pobre», procedente de Fuenteelespino de Aro, obispado de

El doctor Valencia que fue alcalde mayor de Toledo (AC 11, f. 151). La condesa de Cifuentes, en 1568 pide el ingreso de un clérigo (AC 15, f. 20).

,6 Es posible que algunas de las cofradías que tenían en Toledo los llamados hospitalitos para recoger pobres y peregrinos, si encontraban a alguien en esta situación pidieran su ingre­so en el hospital.

" AC 67. f. 133. " AC 11. f. 206v; AC 19. f. 211. '" AC 12, f. 269. 60 Idem, f. 315. (,1 Zamorano Rodríguez, M.a L., El hospital de San Juan Bautista de Toledo durante el si-

glo XVI, Ed. I.P.I.E.T.. Diputación Provincial de Toledo, Toledo, p. 122. " AC 69, f. 117. "' AC 12, f. 326. M AC 19, f. 90v. 65 Idem, f. 123.

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Cuenca, que había sido trasladada hasta Toledo por un hombre, por orden de los alcaldes de ese pueblo; se admitió "h,

El lugar de procedencia de los enfermos era, salvo excepciones como acabamos de ver, el arzobispado de Toledo que hasta el siglo XIX englobó una gran extensión abarcando «las actuales provincias de Toledo, Madrid, Ciudad Real, gran parte de las de Guadalajara, amplias zonas de las de Albacete, Badajoz y Cáceres y unos enclaves en las de Jaén (Cazor­la) y Granada (Huéscar) "'». Así, los lugares que hemos podido reseñar en las actas capitulares abarcan pueblos de diversas provincias: To/edo (Ajo­frín, Almonacid, Burguillos, Casalgordo, Cebolla, Fuensalida, Magán, Mora, Olías, Orgaz, Oropesa, Santa Cruz de La Zarza, Sonseca, Talavera, Tembleque, Ugena, Yunclillos ... ); Madrid (A1cala de Henares, Colmenar de Oreja, Griñón, Navalcarnero, Pinto, San Martín de Valdeiglesias, Val­demoro ... ); Ciudad Rea/ (Abenójar, Calzada de Calatrava, Daimiel ... ); Albacete (La Yunquera); Guada/ajara (Brihuega, Sigüenza); Á vi/a.

IV. Procedimiento de ingreso

Las personas pretendientes a una plaza en el hospital del Nuncio de­bían presentar un informe judicial donde se acreditara la demencia que padecían, junto a un certificado médico de no padecer enfermedad conta­giosa. En el informe se hacía constar la pobreza y en algunas ocasiones certificaba esa situación el cura de la parroquia a la que pertenecía el en­fermo. Unas veces se presentaba informe judicial y certificado médico y en otras muchas ocasiones todos los extremos se acreditaban en el infor­me judicial. Cuando se suscitaban dudas sobre los documentos presenta­dos, en ese caso eran los visitadores del hospital los encargados de infor­marse de la veracidad de los mismos. Para la solicitud era relevante también la información de testigos 68. Si no había plazas vacantes en el momento de la petición, pasaba a formar parte de una lista de espera, en la que tenían preferencia los más antiguos en la petición.

En los hospitales de Sevilla y Valladolid para la solicitud de ingreso se requería igualmente certificado médico, j unto a la información de tes­tigos acreditando el estado de pobreza del enfermo".

óó AC 74, f. 27 Y V.

07 GUTIÉRREZ GARCIA-BRAZALES, M., Artistas y artífices barrocos en el arzobispado de Toledo, Ed. Caja de Ahorros de Toledo, Toledo, 1982, p. 13.

" AC 18 (1585), f. 59v y 172v. 69 LÓPEZ ALONSO, c., Locura ... , op. cit., pp. 70, 133 Y 303. GARCÍA CANTALAPIEDRA, M.a

J., Historia del hospital psiquiátrico .. , op. cit., p. 21.

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La admisión de entrada de cada paciente se sometía a la aprobación del cabildo de la catedral, siendo constante en las actas capitulares, de si­glos, la solicitud de entrada de enfermos. Una vez que el cabildo aproba­ba el ingreso en el hospital, se dictaba el correspondiente decreto que era remitido al rector del hospital.

Existen casos en los que se eximía de la presentación de informe ju­dicial, así por ejemplo el cardenal conde de Teva (año 1758) manifiesta ante el cabildo el deseo de pagar la manutención de un extranjero demen­te y muy pobre. El cabildo a pesar de no ir acompañado del informe que era estilo presentar, se le admite por considerarse en nombre de quien iba la recomendación 711,

A veces se producían casos de que una vez admitida la persona, pasa­ba mucho tiempo sin que el enfermo fuera llevado al hospital por los fa­miliares o personas encargadas de su custodia, lo que perjudicaba al cen­tro al tener días y días una plaza vacante -que en muchas ocasiones no llegaba a ocuparse- y que impedía fuera cubierta por otros enfermos. Esta situación llevó al cabildo, en sesión de 19 de abril de 1568, a acor­dar que si el enfermo una vez admitido no ingresaba en, el hospital en un término de diez días, la plaza quedaría libre para ser cubierta por otra persona 71.

La demencia a veces genera violencia en los enfermos que la pade­cen, bien hacia si mismos o hacia los demás. En las solicitudes hechas al cabildo, en ocasiones se hacía constatar la gravedad: así se mencionan ca­sos en los que el enfermo estaba «cerrado y con esposas» n, o padecía «demencia furiosa»; en otros casos se indicaban las agresiones físicas he­chas por enfermos hacia sus familiares (varios casos a la esposa) con pe­ligro de muerte en alguno de ellos 7'. Hay casos en que se menciona el in­tento de suicidio (en el río) o el escándalo público ", o el peligro de que el enfermo hiciera «algún estrago», 7.' como el de una mujer que «quiso aho­gar a sus tres hijos», 76 el señor deán considerando que era digna de com­pasión se admitió su ingreso en el hospital.

En algunas ocasiones se menciona que se había intentado curar al en­fermo sin resultado alguno. Así sucedió con un religioso carmelita del

71l AC 72, f. 34; otro ejemplo AC 73, f. 212v. -, AC 15. f. 19v . ., AC 55. f 98. -, AC 73. f 38 Y 277. "AC71,f.151vy 152:AC73.f38. " AC 69. f. 117. Oó AC 72. f. 69.

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que se decía que padecía «la enfennedad de demencia tan extraordinaria y fuerte, que por varias diligencias y medicinas que se le han practicado no se ha experimentado mejoría alguna» 77.

En las peticiones de ingreso no consta la edad de los enfermos, pero en alguna ocasión sí se indica, dada su corta edad; es el caso de una niña de 14 años, huérfana cuya solicitud fue admitida '"o Y la solicitud de un niño de nueve años 79,

En el hospital no se admitían personas que pudieran padecer deficien­cias intelectuales, si bien a veces no se cumplía, y así en 1760 se presenta al cabildo una persona pidiendo el alta de un hermano suyo que, afinnaba, únicamente padecía «una grande cortedad de talentos» y por tanto deseaba sacarlo del hospital para «tenerle en su compañía» "0. Ante esta petición el médico lo reconoce y certifica que no padecía demencia alguna sino única­mente «una cortedad de talentos y especie de fatuidad» "', por lo que el ca­bildo aprueba el alta. Pasado algo más de un año de este caso se solicita ante el cabildo el ingreso de una mujer de la cual se afirmaba en el infor­me"2 que, aparte de ser «fatua», padecía demencia «que desde su tierna edad padece demencia y fatuidad grande, ocasionada de una manía fre­quente con privación total de sus potencias, expuesta a muchos excesos» "'.

Imaginamos también que a veces se producirían ingresos dc personas cuya etiología al ser desconocida, se confundiría con enfermedades men­tales "'o Tales podrían ser, los casos de personas cuya escasa o deficiente alimentación podía provocarles enfermedades cuyas manifestaciones se podrían confundir con enfermedades mentales; un ejemplo es la pelagra.

y. Tratamientos y altas

El hospital de la Visitación nació con un sentido terapéutico, con la pretensión de ser un centro de curación de enfermos mentales y no de rc­c1usión. Así lo dejó fijado ya su fundador Francisco Ortiz en su testamen-

AC 73. f. 149. " AC 79. f. 217v y 228v. ,., AC 89, f. 129. 139.

~" AC 73, f. 113v. También recibió el cabildo una carta de otra hermana del enfermo, que insinuaba podía haber un interés pal1icular en la petición realizada por el hermano. Se acuer­da que los visitadores avcrigüarían la verdad de todo y en base a ello se decidiría.

" AC73.f.117. He Idem, f. 30S y V; f. 316 Y v.

~, Idern, f. 305.

~4 LÓPEZ ALONSO, c., La pobreza ... , op. cit., p. 353.

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to, señalando que los visitadores «pueden mandar despedir a los que dos meses ovieren estado sanos, si no les acostumbrava venir la demencia a más largo tiempo» R5.

Esta finalidad curativa se mencionaba en El Quijote de Avellaneda. Al ingresar Martín Quijada en el hospital del Nuncio se le dice:

«señor Martín Quijada, en parte está v,m. adonde miraran por su salud y persona con el cuydado y caridad possible. Y advierta que en esta casa llegan otros tan buenos como v.m. y tan enfermos de su propio mal, y quiere Dios que en breves días salgan curados y con el juicio entero que al entrar les faltava. Lo mismo confío será de v.m.»86. Incluso añade al fi­nal Avellaneda: « ... barruntos ay, y tradiciones de viegíssimos manchegos, de que sanó y salió de dicha casa del Nuncio .. ,»H7.

Luis Vives -el llamado padre de la Psicología moderna- afirmaba en 1526, en el Tratado del socorro de los pobres:

«no habiendo en el mundo cosa más excelente que el hombre, ni en el hombre cosa más noble que el entendimiento, se ha de trabajar principal­mente para que este esté bueno ... », así, al perturbado, hay que llevarlo «al hospitaL., y se ha de averiguar antes que todo, si la locura es natural o provino de algún acontecimiento, si da esperanzas de sanidad, o es del todo desesperada; nos hemos de compadecer y doler de un tan grande de­trimento de la cosa más noble de la alma humana, y se ha de tratar ante todas las cosas al que lo padece, de suerte, que no se le aumente o tome fuerzas la locura, pues es lo que sucede con los furiosos haciendo burla de ellos, provocándoles e irritándoles[ ... Jal contrario aplíquense los remedios necesarios» NN.

En el estudio comparativo realizado de los hospitales de Valladolid y Sevilla se manifiesta también esta intención curativo-asistencial, si bien siempre había un porcentaje de enfermos para los que el hospital cumplía una [unción asilar (igualmente en Toledo), eran aquellos cuya demencia era incurable, o su situación hacía insostenible vivir en un entorno social y allí terminaban sus vidas. Pero su función primordial, la curativa, a lo largo de la existencia de estos dos hospitales no siempre pudo cumplirse dadas las crisis económicas por las que atravesaron en muchos momentos

~, GARCÍA RODRÍGUEZ, E., Testamento ... , op. cit., p. 31.

'ó FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, A., DOI1 Quijote de la Mancha, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1972, vol. lll, p. 227.

p ltlern. p. 228. ~~ LUIS VIVES, J .. Tratado del socorro de los pobres (1526) (fae.), Ed. Vicent Garcia, Va­

lencia. 1992, pp. 181·182.

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de su historia hospitalaria. Así, hay momentos en los que pasan a conver­tirse en meros centros de reclusión, marginación, llegando en algún pe­riodo a una situación insostenible, como sucedió en Sevilla en 1642 cuan­do se denuncia el absoluto abandono de los dementes muriendo de hambre y frío"'.

En Toledo, a lo largo del siglo XVI, sobre todo a partir de la herencia dejada por Juan de Vergara, el hospital vive un momento de prosperidad económica, sin embargo, a comienzos del siglo XVII se constata una es­casez de rentas que conlleva la aprobación de diversos recortes en el hos­pital ". Pero, en todo caso, hay que señalar que al menos la manutención siempre estuvo asegurada en el hospital toledano.

Pero aparte de estos periodos de crisis económica, se aprecian tam­bién (de la lectura de las Actas Capitulares), largos años en los que la des­idia estuvo implantada en el hospital del Nuncio, no siendo los enfermos suficientemente atendidos ni sometidos a la curación que se había fijado en sus constituciones, debía ser la finalidad primordial. Desidia tanto por parte de médicos que trabajaban en el hospital, como por el rector corres­pondiente y los visitadores que eran al cabo los encargados de vigilar que se cumplieran todos los extremos señalados en las constituciones. Así, el cabildo en sesión de mayo de 1566 pone de manifiesto este descuido, so­licitando a los visitadores «sepan como curan los enfermos el médico y

cirujano, y el cuydado que tienen de yr a visitar, pues ay relación que se descuydan, y hagan relación en cabo» '''.

Esta situación hizo que al año siguiente, en 1567, el cabildo acordara una serie de medidas encaminadas a la curación de los enfermos que in­gresaban en el hospital. Primeramente se señaló que al ingresar el enfer­mo en el hospital le trasladaran a la enfermería "; una vez allí le sometie­ran al tratamiento adecuado por un plazo de 20 ó 30 días, y si respondía al mismo se continuaría su cura hasta que recobrara la salud. Una vez cu­rado, el rector daría cuenta al cabildo para darle de alta y salir del hospi­tal. Si el enfermo, por el contrario, en ese periodo no respondía al trata­miento se trasladaría se decía: «con los demás que viven en la casa» 9'. El médico en ese año de 1567 era Jorge GÓmez.

Desconocemos el tratamiento farmacológico al que someterían a los

~'! LÓPEZ ALONSO, c., «Locura _\ .. ". up. cit., pp. 128-130. \111 AC 25, f. 167 Y ss. " AC 12. f. 273v. '!: Se indicaba que se habilitara una sala para enfermería. En las constituciones ya se esta­

bleCÍa este extremo . . " AC 12, f. 401.

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enfennos, tan solo se hace mención al tratar de las viandas, a que se les die­ra también un hormiguillo, cada noche o cada tres días'M (como ya había re­comendado también el fundador en su momento). En un Libro de despensa consta la compra de hormigos y de miel para dichos honnigos"'. Nos incli­namos a pensar (en base a la referencia hallada de la miel), que estos hor­migos eran un simple plato de repostería consistente en una masa hecha a base de pan rallado, almendras o avellanas tostadas y machadas y miel.

A pesar de estos buenos deseos de tratamiento, encaminados a la cu­ración, la realidad es que a principios del siglo XVII, concretamente en cabildo de 9 de julio de 1610 se insta, nuevamente, a los visitadores para que den orden al médico «para que se curen los locos que allí se reciben, porque ay relación que no se cura ninguno» "". Esta advertencia hace que el médico del hospital del Nuncio en esas fechas, Apolinario Velázquez, redactara un memorial (cuyo contenido, lamentablemente no se incorpora en la actas capitulares) donde se explicaba, se dice, la forma de llevar a cabo las curaciones de los enfermos mentales, las medicinas que eran ne­cesarias para ello, y «otras cossas necesarias para las dichas curas, y en el tiempo que se a de hacer» n.

El rector y los visitadores aprobaron este memorial, acordando hacer todo lo que fuera necesario para ejecutar el mismo, junto a la compra de lo requerido para dichos tratamientos médicos. Se señalaba también que se empezaría primero a tratar a los enfermos que, se pensaba, tenían más posibilidades de mejorar 9

".

Desconocemos los resultados de estas buenas intenciones, pero la re­alidad es que a principios del siglo XVIII, concretamente en 1709, de nuevo parece existir un cierto abandono sobre los enfermos ingresados en el hospital, sin que el médico visitara apenas a los pacientes y sin llevar a cabo, por tanto, un tratamiento encaminado a la curación, finalidad de la constitución 8.' aprobada por el cabildo.

El cabildo de la catedral tratando de dar solución a esa situación apro­bó el 12 de enero de 1709 un aumento de salario del médico" obligándo­le, en consecuencia, a visitar a todos los enfermos dos veces a la semana,

94 lbidem. y, Se dice que los hormigos costaron doce maravedís. ACT, O.E 565, f. 73. En otro asien­

to se menciona el coste de 14 medidas de honnigos, referencia, estimamos, del número de en­fermos a los lJue se les daría, Idem, f. 78.

% AC 25, f. 169v. '17 AC 26, f. 33v. os lbidem. 'N AC 51, f. Sv y 6. Hasta esa fecha cobraba 5.000 mrs. y pasó a cobrar «52 reales de a

ocho de plata antigua».

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con tres días de intervalo de una a otra visita, y, asimismo, a curar las en­fermedades comunes que pudieran padecer también, junto a la asistencia médica que pudieran requerir el personal que trabajaba en el hospital.

En las visitas del médico, se decía que debían acompañarle los enfer­meros y el rector o capellán del hospital, para vigilar que se ejecutara co­rrectamente lo que recetaba el médico.

Cuando no pudiese acudir al hospital a hacer sus visitas (por enfer­medad y otra ocupación) se obligaba a enviar a un suplente, y si no lo ha­cía se le descontarían 4 reales de plata por cada día que dejara de acudir al hospital ""'.

Habiendo pasado ocho años de estas medidas se pone de manifiesto ante el cabildo "" el incumplimiento del médico, tanto en la curación de los enfermos como en la asistencia sin que se le hubiese penalizado. Ante la vacante de médico que existía en ese año (por fallecimiento del ante­rior), junto al debate suscitado sobre el salario que otros médicos tenían en otros hospitales toledanos, inferior al del Nuncio "", deciden rebajar el salario a 300 reales y sorprendentemente se impone únicamente la obli­gación del médico «de asistir siempre que le llamen o sea necesario» ''''o

Hacia los años cincuenta del siglo XVIll nuevamente, de la lectura de las actas capitulares, se deduce que siguen ingresando enfermos en el hos­pital (de número y porcionistas) pero sin existir demasiadas preocupación por la suerte de los mismos; sin embargo a partir de la llegada al arzobis­pado de Toledo del cardenal Luis Antonio Femández de Córdoba, ello va a suponer un giro beneficioso para los pacientes. El cardenal comienza a interesarse por los enfermos mentales, manteniendo él en el año 1761 a siete enfermos (porcionistas) y solicitando ante el cabildo «si había incon­veniente en adelante en admitir más porcionistas que la piedad de su Em­cia. quiera mantener» "". Esta cuestión hizo que empezase a plantearse en­tre el cabildo una serie de preguntas cuyas respuestas vinieron dadas en un informe presentado por los visitadores, donde se informaba al cabildo del número de enfermos que había en ese momento en el hospital.

Es entonces cuando se requiere a los visitadores para que revisen la lista de espera, acordando posteriormente el cabildo el ingreso de los en­fermos que, hasta ese momento, estaban a la espera de ingresar en plaza

1II1 Ibidem.

I()j AC 55, f. 79 Y v.

10, En el colegio de Infantes se pagaba al médico 20 ducados y, se decía, tenía más traba­jo, y en otras comunidades pagaban más o menos lo mismo. AC 55, f. 79v.

1111 lbidem. ,w AC 73. f. 212.

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de número. Para que veamos el descuido en que se hallaba el hospital en esos años. es significativo que uno de esos ingresos -de ese año de 1761-fue el de una mujer que se hallaba en la lista de espera desde el año 1752.

Otro dato que demuestra la situación del hospital en esos momentos era la información dada al cabildo. por parte de los visitadores. de que el médico solo iba al hospital «quando en los enfermos hai alguna nove­dad» "". Esto hizo afirmar al cabildo: «y teniendo presente el ningún em­peño que hoy tiene dicho hospital» ''''. De ahí que se considerase urgente el elaborar una Nueva Planta para el hospital del Nuncio. aprobándose el II de septiembre de 1761 una serie de medidas diversas. Concretamente sobre el ingreso de los enfermos. asistencia del médico y tratamiento a los enfermos. se señalan aspectos interesantes que pasamos a comentar.

En el momento de ingresar un enfermo en el hospital, el médico de­bía estar siempre presente para informarse -por parte de las personas que ingresaban al enfermo- del tiempo que llevaba padeciendo la demencia, «qué causa la ocasionó», (lo que parecen indicar estas palabras es que la causa de la demencia se creía venía dada por un agente físico o psicoló­gico externo únicamente: exógeno) "n. Otro de los puntos importantes era saber si le habían aplicado algún tratamiento, y en caso afirmativo, cuál había sido. También se preguntaba si padecía alguna otra enfermedad, que en ningún caso podía se contagiosa ya que en ese caso no podía in­gresar y, curiosamente, se preguntaba también si habían tenido algún liti­gio, lo que podía ser frecuente dada la agresividad y conflictividad que ocasionan ciertas patologías mentales.

Una vez admitido en el hospital se debía poner en tratamiento al en­fermo -de igual forma que ya se dijo en 1567-, por un periodo de veinte o treinta días o más si lo considerara preciso el médico. En las visitas del médico y cirujano, se previene que les acompañaría un enfermero.

También se matiza que las épocas del año más propicias para que las medicinas lograran su efecto eran la primavera y el otoño, y por tanto que fuera en estas épocas cuando el médico pusiera en tratamiento a los en­fermos que considerara él podían tener más posibilidades de mejorar. En todo caso, se dice que siempre se pusieran en tratamiento (cualquiera que fuera la época del año) a aquellos enfermos que con urgencia lo necesita-

111, Idem, f. 242v. IIX, Idem, f. 257. 107 En el hospital de Sevilla se mencionan unos enfermos cuya demencia, se decía en un

caso:«fue contraída muchos años a de un tabardillo en la cabeza ... >~; en otro caso: « ... de re­sultas de una grave enfermedad quedó con una lesión del cerebro .. ,}), en LÓPEZ ALONSO. e., «Locura .v ... »), op. cit., p. 267.

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ran, y en todo caso, se afirmaba, que siempre se trataría a los que se ha­llaran furiosos, y se añade: «particularmente a las bueltas de la luna, en que por experiencia consta, sienten más los trabajos de su dolencia» "", Galeno ya estableció la relación entre las crisis periódicas de ciertas en­fermedades mentales y los ciclos lunares ''''o

Si como consecuencia de los tratamientos, concretamente se dice si «en fuerza de los medicamentos», hay enfermos que mejoraran, el médi­co debía comunicarlo al rector para que el enfermo recibiera el sacramen­to de la penitencia, encargándose el rector de enviar un confesor, ya que sabían que muchos de ellos tenían recaídas y por tanto ese momento de lucidez era aprovechado, se dice: «pues a caso no se logrará otra ocasión, y de quanta importancia sea este punto se deja fácilmente conocer» "".

En otro orden de cosas, al médico se le aumentó el salario, el mismo sueldo que hemos visto, se había aprobado ya en 1709 (y unos años des­pués se había vuelto a rebajar "'), pero a cambio estaba obligado a visitar a los enfermos una vez al día o más si fuera necesario o le llamaran. Las vistas se debían hacer en presencia del rector o capellán, y si incumplía el médico sus obligaciones, el rector debía cOll1unicarlo a los visitadores para que éstos: la primera vez que incumpliese se le amonestara, la se­gunda vez le multaran y la tercera dieran parte al cabildo. Estas penaliza­ciones también se extendían al sangrador y cirujano, y dado que todos es­tos cambios en el hospital iban a implicar que sus trabajos se vieran aumentados, a éstos también les fue subido el sueldo"'.

Una vez que los enfermos recobraban la salud, eran dados de alta. Los visitadores eran los encargados de presentar un informe al cabildo sobre la mejoría y curación del enfermo. Así, los canónigos, reunidos en cabildo, resolvían su alta del hospital. En el año 1750, un caso concreto nos relata el procedimiento a seguir para dar de alta a un enfermo. Prime­ramente el médico y cirujano (si le hubiere) tenían en observación al en­fermo varios días «tanteándole bien los días que les parececiere» "\ a continuación emitían un informe sobre el estado de salud del paciente e igualmente hacían los enfermeros. Seguidamente los visitadores presenta-

lll~ AC 73, f. 256. 1M BARÓN FERNANDEZ, J., «Miguel Serveto y la astrología», en Medicina e Historia,

196~. n." 41. 1111 AC 73, f. 256. 111 «cinquienta y dos pesos que se le señalaron en cabildo 12 de enero de 1709 a razón de

15 rcales por semana o más si pareciere al cabildo}>, AC 73, f. 256v. 1" El sangrador, que era también barbero, cobraba entonces 160 reales y se le aumentó

hasta 250. El cirujano cobraba 150 reales y se aumentó hasta 200. AC 73. f. 256v. 111 AC 68, f. 115.

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ban dicho informe al cabildo para que decidieran lo que consideraran oportuno. Si se aprobaba el alta del enfermo, el rector era la persona en­cargada de informar a los parientes o autoridades que lo hubiesen llevado al hospital, de su salida de la casa.

Pero como hemos visto anteriormente, los largos periodos de abando­no que vivió el hospital hicieron de éste, muchas veces que fuera un lugar de mera reclusión, teniendo como consecuencia que las altas no se produ­jeran a su debido tiempo. Esta situación se pretende paliar en 1615 pre­sentando ante el cabildo -el que era entonces rector del hospital-, un in­forme del médico (el doctor Apolinario Velazquez) para que cada seis meses se informara al cabildo de los enfermos que hubiesen sanado y, de esta forma, proceder a su alta, ya que los enfermos que no eran dados de alta a su debido tiempo tenían nuevas recaídas en su enfermedad. Se dice, concretamente:

«cada seys meses tomen quentas de los enfermos que obieren sanado, que algunos por tener los alimentos seguros se quieren estar en el dicho hospital y aún suelen fingirse locos y otros que están sanos desean salir y si no los sacan buelven a peor estando de melancolia, tristeza o yra» 114.

Vemos cómo la picaresca se hacía presente en el hospital, gentes que al tener la manutención asegurada (cobijo, comida y cama), unido, tal vez, a otros factores: falta de motivación, de familia ... , hacía que les re­sultara más rentable vivir «haciéndose los locos».

Estas situaciones debieron de repetirse a lo largo de siglos en la vida del hospital, ya que antes de esta noticia, en 1568 también el cabildo tra­tó en varias sesiones, situaciones parecidas de gentes que, se comentaba, estaban en el hospital sin estar enfermos. El cabildo acordó que los visi­tadores, junto al médico, visitarían a los enfermos varias veces a lo largo de un mes para ver la locura que tenía cada uno, o cualquier otra enfer­medad "'. A través de estas visitas se vio que en el hospital había personas que no estaban locas, por lo que mandaron que el rector los echara del hospital, ya que estaban en contra de las constituciones 116.

De la lectura de las actas capitulares, se observa que en algunas oca­siones solicitaban la entrada en el hospital enfermos que ya habían estado ingresados anteriormente 1l7, Y a consecuencia de una nueva recaída en su

114 AC 27, f. 9. 11.' AC 15, f. 11 v.

;Ió Idem, f. 19v y 25v. ,,; AC 35 (1660), f. 173v; AC 53 (1714), f. 294v; AC 55 (1717). f. 101v y 102; AC 70

(1755), f. 216.

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enfermedad pedían un nuevo ingreso. Un ejemplo concreto es el reingre­so que en 1714 se pide de un fraile de la orden de predicadores que ya ha­bía estado previamente en el hospital por un periodo de un año. Al pare­cer había recaído de nuevo en su enfermedad: «después de resulta de unas tercianas, ha buelto a la demencia» 118. Se admitió como porcionista. Si la petición de entrada se hacía como porcionista era más fácil que fue­ra atendida con más prontitud.

En el año 1615 previendo esta situación de enfermos que tendrían re­caídas, se acuerda que el médico a la hora de dar el alta a los enfermos, indicaría los que podrían tener nuevas recaídas para de esta forma mante­ner su plaza reservada durante el plazo de cuatro meses a contar desde la salida del hospital, sin que en dicho tiempo pudiera ser cubierta por otra persona 11'1.

V 1. Personal del hospital

Los datos de que hemos podido disponer c<;m relación al personal del hospital son del siglo XVI -salvo noticias puntuales- y lo más destacable es la falta de enfermeros, tan solo se menciona una enfermera que estaba con las mujeres. Es en el siglo siguiente cuando se incorporarían, el resto de cargos no sufrirían muchos cambios a lo largo de los siglos, si bien el personal de intendencia y vigilancia estimamos que se reformaría para pasar a manos más profesionales.

Todos los trabajadores recibían en Navidad un aguinaldo consistente en uno o dos pares de gallinas, e igualmente los enfermos (S pares y me­dio) y donados (3 pares y medio).

A. Cargos directivos e inspección

l. Rector

El cargo de rector era el puesto directivo del hospital 120. Su función era hacer que se cumplieran diariamente todas las tareas de la casa: lim­pieza. cocina, cuidado y tratamiento a los enfermos y la compra necesaria para el abastecimiento de la institución. El sueldo, a lo largo del siglo XVI fue de 5.000 maravedís.

IIX AC 53, f. 271v. 11" AC 27, f. 12.

"'1 Al principio se com.tata el nombre de mayordomo en lugar de rector.

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El rector para hacer frente a los gastos de la casa, recibía anualmente del receptor una cantidad determinada de dinero, obligándose aquél a ha­cer las compras a precios moderados 121, También tenía que presentar las cuentas mensualmente al receptor, firmadas por los visitadores y el secre­tario, En el caso de que el rector pidiera al receptor un dinero extra para un mes determinado, éste se lo entregaba, dependiendo del resultado de las cuentas del mes anterior,

Para hacer una reforma de la casa o gasto extraordinario, se requería el acuerdo por escrito del rector y los visitadores, y si el coste de la refor­ma o gasto que se ofreciese a realizar fuera de diez mil maravedís o más, se requería el acuerdo por escrito del deán y cabildo de la catedral, ha­biendo sido convocados previamente para ello "',

El nombramiento del rector se realizaba anualmente, una vez celebra­da la fiesta de la Visitación (2 de julio). El cabildo, convocado por cédu­la ante diem 123, procedía a la lectura del orden del día y a la lectura de la constitución 5.' relativa a la elección del rector, procediendo después a la votación a través de «votos de cajeras».

La elección siempre recaía en racioneros de la catedral, según estaba tijado en las constituciones, donde se especificaba que los elegidos debí­an ser hombres de experiencia. Así se manifestó en una sesión del cabil­do, en la cual la elección resultó controvertida:

«entre cinquenta racioneros, todos muy onITados y de muy buen exemplo y vida, y de mucha autoridad y muchos de ellos de canas, que es la principal qualidad que se requiere conforme a la constitución» 124,

El rector, según las constituciones, podía ser reelegido para un segun­do año (dos años seguidos en total), sin embargo, a lo largo de la vida del hospital esto no siempre se respetó.

En 1553 el cabildo acuerda que el nombramiento se pudiera hacer por dos años (en lugar de anualmente), pero pasado este tiempo no podría volver a ocupar ese cargo hasta haber pasados otros dos años 125. Sin em­bargo, este procedimiento se alteró en el año 1583, al querer nombrar por tercer año al que tenía el cargo de rector en esa fecha: la elección fue muy controvertida por considerarla algunos de los canónigos de parcial. A pe­sar de ello se aprobó la elección, pero en los restantes años del siglo XVI

121 AC 12, f. 401v. l~, lbidem. ,,, AC 17. f. 208. 124 Idem, f. 208v. ", AC 9. f. 75v.

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y hasta el año 1632, la elección duraría dos años ,,,, únicamente. Sin em­bargo, a lo largo del S. XVII la constitución 5.' se incumple nuevamente, así en el año 1633 se nombra como rector del hospital del Nuncio a Alon­so Martínez m que permanece en el cargo hasta 1661. Posteriormente el racionero Pedro Tamayo estuvo como rector del hospital 25 años (1673-1698)"".

Para que las reelecciones prosperaran se requería un informe favora­ble de los visitadores de hospital, manifestando las cualidades del rector, en el sentido de ejercer su cargo eficazmente. En el año 1709, a la hora de nombrar al rector se suscitó la duda de si era lícito hacer estas reeleccio­nes superiores a los dos años, ya que la constitución 5.' era clara en ese sentido de los dos años máximos. Se nombró una comisión para buscar la documentación en la que basaban esas prórrogas y de esta manera, en otra reunión del cabildo se indicó que no se habían encontrado documen­tos, ni bula especial que concediese tales prórrogas, presentando la comi­sión un extracto de las elecciones de rector desde 1553 hasta la fecha (1709); llegando así a la conclusión de que a lo largo de todo ese tiempo había habido bastantes casos de reelección, realizadas previo informe de los visitadores sobre el buen gobierno de los rectores. De esta forma se resolvió (en base a la costumbre) que era válida la reelección, acordándo­se que esta resolución se anotaría en la constitución y en los índices para evitar dudas, en adelante, al respecto 'oo.

2. Visitadores

Los visitadores eran los inspectores encargados de que la institución funcionara correctamente, vigilando que se cumplieran las constituciones y revisando las cuentas periódicamente. Su sueldo se fijó en 1.500 mara­vedís, distribuidos por tercios.

La elección de los visitadores (que eran dos), se hacía en las mismas fechas que para el rector, a principios de julio. Reunidos en cabildo, se leía la constitución 6.' relativa a los visitadores y se procedía al nombramien­to, generalmente, por periodos de dos años, siendo posible la reelección.

El cargo de los dos visitadores no solía cumplirse el mismo año y co­menzaba el uno de septiembre (igual que el rector).

",. AC 51, f. 109. 127 Este rector dejó sus bienes al hospital. RAMÓI\ PARRO, S., Toledo en la mano (1857),

I.P.I.E.T, Toledo, 1978. tm. 11. p. 389. I!~ AC SI, f. I09v. 'o., Idem, f. 101, 108v. 109 y 110.

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Los visitadores estaban obligados a hacer tres visitas al año al hospi­tal (al final de cada tercio), además de una visita mensual uo ~acompaña­

dos del secretario~ para ver cuál era la asistencia que se estaba dando a los enfermos ''': si se estaba procediendo a su curación y en general a todo aquello que condujera «al buen gobierno de la casa».

Cuando en 1761 se aprueba una nueva planta en el hospital, se dice que entonces se estaba haciendo tan solo una visita al año, acordando se reanudasen nuevamente las visitas que tenían obligación de hacer.

En el año 1567 se recordó también a los visitadores que estaban obli­gados a comprobar cada mes las cuentas de gastos ordinarios y extraordi­narios del hospital lJ2

, sumando el total de todo el mes, y firmando en ca­lidad de visitadores. Igualmente debían comprobar las cuentas anuales, en el mes de octubre de cada año 1;;.

B. Asistencia sanitaria

l. Médico

Con relación al médico, si a principios de siglo XVI cobraba 1.500 maravedís, a mediados de ese siglo eran 3.000 maravedís, y hacia 1559 recibía 6.000 maravedís; el mismo sueldo se mantiene a finales del siglo XVI. Este salario era muy bajo si lo comparamos con el sueldo que tenía el médico del hospital de San Juan Bautista (vulgo Afuera o Tavera) por la misma época, siendo de un importe de 26.666 maravedís lo que cobra­ba el medico principal y el médico suplente 16.666 maravedís 134. Esta di­ferencia de salarios, indican una prestación de servicios muy diferente en uno y otro hospital. En el hospital de Tavera el médico estaba obligado a visitar a los enfermos dos veces al día, y a vivir en el hospital salvo que estuviera casado, permitiendo en este caso que viviera fuera, pero tenía que ser en casa cercana al hospital 135. Sin embargo, en el hospital del Nuncio el médico, como vimos ya, no asistía diariamente a los enfermos, incluso en ciertas épocas existió bastante desidia. Pero en todo caso hay

1'11 Por la visita que estaban obligados a realizar una vez al mes se les pagaba (año 1567) dos reales, y en 1610 se fija en cuatro reales (AC 25, f. 169v).

'" AC 12 (1567), f. 401v. 1.\2 « ... 10 que monta assi de gasto de dinero, como de pan y vino y gasto de enfermería ... »,

AC 12. f. 401v. 1-1' Las cuentas se contabilizaban desde el 16 de agosto hasta el 15 de agosto del año si­

guiente. AC 12, f. 40 I v. 1'-1 ZAMORANO RODRÍGUEZ, M.a L., El hospital.... op. cit., p. 158.

, •• Idem. pp. 26·27 Y 129-130.

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que pensar que la asistencia en uno y otro hospital no podía ser igual, ya que mientras que los ingresados en Tavera padecían enfermedades físicas agudas y su tratamiento duraba una media de once a quince días, en el hospital del Nuncio, aparte de tratarse de enfermedades mentales difíciles de tratar, el internamiento era largo, no siendo aplicable la situación de uno en el otro.

De los médicos más destacados que pasaron por el hospital, podemos señalar -como ya indicó el doctor Sancho de San Román- al doctor De la Fuente, inmortal izado por el Greco y mencionado por Cervantes en Lo Ilustre Fregona, en aquella escena en la que se pregunta al posadero por el médico de más fama de la ciudad de Toledo, respondiendo que era el "el doctor de la Fuente» ,<e,. Este médico estuvo trabajando en el hospital del Nuncio desde el año 1568 hasta 1589, año de su fallecimiento. En el Libro de gastos del hospital de ese año consta que su hijo, cl 29 de mayo, cobra la parte del salario correspondiente al último tercio que trabajó en el hospital. El doctor de la Fuente también prestó sus servicios en el hos­pital de Tavera ,no

Otro médico destacado de el hospital del Nuncio rue el doctor Jorge Gómez ''', que aparece ya trabajando en el hospital en el año 1555 Y per­manece hasta julio de 1568, fecha en la que entra el doctor de la Fuente. A este médico, Jorge Gómez, según señala Sancho de San Román ,w. se le puede identificar con la obra De ratione milluendi sanguinem in morbo [aterali, impresa en Toledo en 1539, obra con la que se inicia en España la polémica sobre la sangría.

1'" C~]{VANTES S/\AVEDRA, M .. C()st(/l/~íI. La I/l/srr/:' Fregona, Ed. A. Pareja. Toledo, 2001. p. Ró.

ZAMORANO RODRíGücL, M. a L., e/ hospital ... , of1. cit .. r. 167.

1\' Lo:.. médicos que hemos podido COIl"tatar (sin incluir periodos totale:-. en los que ejer­

cieron:-.u cargo en el ho:-.pital) son los siguientes: Juan de León (151211530); Jorge GÚmc7. ya aparece en 1555 y finaliza en 1568: De [a Fuente de 1568 hasta ¡3Rt); el doctor Valle (1592): Martín de Ribera (1598). Y en 1609 Apolinario VelázqueL que sustituyó a Pedro Vázque7 .. En J 623 Adriano de Varricntos, que al mismo tiempo era médico del colegio de Infantes y de los sei:-.es (AC 29. f. J20v).

1_" S .. \NCHO DE SAN RO\-1.i.:-J, R., «La medicina en la imprenta toledana hasta tlnales del si­glo XIX», Toletu!II, 1977, n." 8, p. 16. Vid. tamhién :-.obrc médicos de Toledo, G():vH-::z-:vtrNoR FUcl\TES, J.c., «Algunos datos documentales sobre médic.):. toled;mos del S.XVIi), en Cuuder­IlO.\" de His/orio de lo Medicino EspOlio/a. Salamanca, J969. 11.

0 VIII. pp., 119-J68: y del mis­mo autor G()t\.H7-ME:-.JOR, vid. también «Los médicos toledanos del siglo dc Oro y su clase ~o­ciah>, Cuadernos de Historia de /0 Medicina 1:".IJ){/!lO/U, 1973, n.o XII. pp, 369-392. También de MORA LeDA y ESTEfll\'I. J., «Médicos y farmacéuticos célebres de Toledo>~. Toledo. 1890 (y una :-.egunda parte. de este mismo autor publicada en 19 JI),

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El Greco: Doctor Oc la Fuente (MI/seo del I'rado. Madrid).

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2. Cirujano

El cirujano "" ya aparece en los libros del archivo en el año 1529 "'. Hasta el año 1588 cobraba un salario de 2.000 maravedís, pero ese año el cabildo ''', reunido en sesión de 19 de febrero de 1588, debate sobre la vuelta al hospital de un cirujano llamado Hernán Pérez que había trabaja­do anteriormente en el hospital y en ese momento debía de estar fuera de la ciudad. Se acuerda aumentarle el sueldo en 3.000 maravedís (lo que hacen un total de 5.000 mrs) y contratarle también para que trabajase en el hospital de Santa Cruz y en el colegio de Infantes.

3. Enfermera

Del personal sanitario del siglo XVI hay que hacer notar la falta de personas encargadas del cuidado diario de los enfermos, tan solo se men­ciona una enfermera, sin que aparezca ningún enfermero, hecho que en varias ocasiones es objeto de atención por parte de los visitadores, recla­mando la conveniencia de que se contrataran. Así, en el año 1574 los vi­sitadores comunican al cabildo la conveniencia de que hubiera en el hos­pital dos hombres «que tuvieran quenta con los locos y hagan todo lo que se les mandare, atento al peligro que ay con ellos de ordinario por no aver persona que les sojuzguen en la furia y que ay peligro de matar a los ser­vidores de ella» "'. Esta preocupación la siguen manifestando los visita­dores en años posteriores: 1577, 1583, en este último año el cabildo acuerda «busquen un hombre honrado que sirva de enfermero para los lo­cos y traten del salario y ración que sea bien darle» '''. Sin embargo a fi­nales del siglo XVI sigue sin aparecer en la relación de salarios del hos­pital, ningún enfermero. Sería probablemente en el siglo XVII, y entendemos que a principios, cuando se cubriría este puesto "'.

A mediados del siglo XVIII de las actas capitulares se deduce que ha-

I'¡II Los cirujanos que aparecen en el siglo XVI (sin induir periodos completos de su car­go) son: León (1555/1559); Hernán Pérez (1572/1586/1589); Muñoz (1588); Fabián Ribera (1592); Flores (1598).

l.jl En 1610 (año en el que se aprueban recortes en los gastos) se quiso suprimir el oficio de cirujano, pero no se aprobó. AC 25, f. 168.

14, AC 19, f.91. El cirujano en el hospital de Tavera cobraba 10.000 maravedís en el siglo XVI. ZAMORANO RODRÍGUEZ, M.a L., El hospitaL, op. cit., p.158.

", ACT. O.F., 558. f. 4v. 144 AC 17, f. 225v. 14.\ En 1662 se habla de una enfermera cuyo sobrino se admitió en el hospital como enfer­

mo en atención «a los muchos y buenos servicios que la dicha súbdita ha hecho en el dicho hospitah AC 35, f. 310.

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bía dos enfenneros: enfermero mayor w, y el otro menor. Por parte de las mujeres la plantilla debía de ser igual (enfermera mayor y menor). En 1760 se solicitaba que se contratara otra persona más, dado el gran traba­jo que tenían con 43 enfennos, aprobándose la incorporación de dos ayu­dantes de enfermería: un hombre y una mujer In. Además de esto, los vi­sitadores en los años 1753 y 1761 acordaron que los donados pudieran ayudar a los enfermeros, señalándose posteriormente (en cabildo de 1767) que la ayuda no incluyera las enfermerías, siendo misión de los vi­sitadores el señalar qué tareas eran las más adecuadas para los donados 148.

La enfennera, que también se denomina en los libros «ama de las locas», «ama de las mujeres», «guarda de las mujeres», «ama que sirve», aparece ya en el año 15531

". Su sueldo era de 3.672 maravedís, igual que la cocinera, y debía de estar con las enfennas todo el día hasta la hora de acostarlas ISO.

4. Barbero

El barbero cobraba en la segunda mitad del siglo XVI 2.500 marave­dís. Este oficio aparte de que se encargaría de afeitar a los hombres, tam­bién sería sangrador.

C. Económico y administrativo

El cabildo se servía de algunos cargos de su institución para prestar también sus servicios en el hospital: el secretario del cabildo y el notario del cabildo, cobrando cada uno 2.000 maravedís, si bien éste último a fi­nales del siglo XVI cobraba 4.000 mrs.

Otros oficios, ya propios del hospital eran los del receptor, encargado de cobrar las rentas de las posesiones del hospital y, como ya dijimos, proporcionaba al rector el dinero necesario para hacer frente a los gastos de la institución; el letrado y procurador del hospital ,s> que cobraban 1.000 y 500 maravedís respectivamente.

l'¡ó Se propone al cabildo en 1760 que la ración de vino que se daba de más (un cuartillo) al enfennero mayor, se suprimiera, pero se deniega «por considerarse este ministerio de mu­cho trabajo» AC 73, f. 37v.

1.7 AC 73, f. 37v y 38. ," ACT, AC 77, f. 176. 14Q ACT, O.E 546, f. 7 Y folio salarios. En el año 1561 se contratan a diferentes mujeres

para este cargo a lo largo de ese año, ejerciendo alguna de ellas, unos meses como «guarda de las mujeres» y otras como cocinera, ACT, O.E 551, f. 12 Y V.

1<;(l Es frecuente encontrar la compra semanal de parrillas de aceite «para la ama para acostar a las locas~'.

1,11 No aparecen todos los años, únicamente los años que, entendemos, serían requeridos.

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D. Limpieza, intendencia y vigilancia

I . La vande ra

El sueldo de lavandera era el más elevado de todo el hospital, por en­cima del rector. Ya en 1555 cobraba 7.000 maravedís, más una ayuda de costa de 500 mrs. En 1572 su salario ascendía a un total de 11.210 mara­vedís al año y en 1583 recibió un nuevo aumento 152 cobrando un total de 15.000 maravedís (este mismo sueldo cobraba al finalizar el siglo XVI). Hay que pensar que sería mucho el trabajo que cada semana se le acumu­laría 1": al número de enfermos del hospital había que unir el de donados (13), debiendo recibir todos los domingos -según se dice en las constitu­ciones fundacionales- camisas limpias. A todo esto hay que unir la ropa de enfermería, manteles, etc., junto a la ropa de la capilla y de los cape­llanes.

2. Ama de cocina

La cocinera cobraba 9 reales al mes (3.672 maravedís al año).

3. De5pensero

El despensero vendría a tener unas atribuciones similares a las que te­nía el existente en el hospital de San Juan Bautista. En éste, el despense­ro era el encargado de comprar las provisiones de alimentos y calcular diariamente las raciones de cada comida, entregando al cocinero todas las raciones que se necesitaran 1". En el hospital del Nuncio, estimamos, su función se limitaría a repartir a la cocinera las raciones de comida diarias de los enfermos, donados, rector y demás personal que comía diariamen­te en el hospital, anotándolo en el Libro de despensas.

Este oficio no estaba perfectamente delimitado y hemos podido ob­servar, cómo, al menos, a lo largo del último tercio del siglo XVI venían ejerciendo este cargo donados del hospital, es decir, ancianos que se ha­llaban acogidos en esta institución. El despensero recibía, en razón de su oficio, únicamente tres ducados al año 1".

A principios del siglo XVII (1607) se plantea ante el cabildo la nece-

'" AC17, f. 225v. 1'_' Consta la compra de jabón y ceniza para lavar la ropa. También se incluye la compra

de leña para «escaldar los bestidos de los pobres" es decir, ponerlos en agua hirviendo. I'~ ZAMORANO RODRÍGUEZ, M,a L., El hospital ... , op. cit., p. 29.

[jI En 1571 cobraba un ducado al año y en 1574 aparece cobrando ya tres ducados.

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sidad de cubrir una plaza de despensero, y ante la existencia en ese mo­mento de una plaza vacante de donado, se acuerda que durante seis meses quedara libre para, de esta forma, buscar a una persona que ejerciera este oficio y ocupara la plaza que correspondería a un donado: «se reciba un despensero qual convenga a el servicio del hospital y se le de la ración y lo demás que se huviera de dar al donado» '''.

Esta situación tan poco profesional debió de ocasionar irregularida­des, de ahí que en siglo XVTII hemos hallado datos que nos indican que el oficio de despensero estaba en manos de una Junta de Despensas diri­gida por un superintendente, cargo este que hacia 1759 era ejercido por una de las dignidades catedralicias (que ostentaba el titulo de abad de Santa Leocadia) '57. Esto lleva a pensar que en un momento determinado de la historia del hospital del Nuncio, se debió de crear esta Junta para gestionar todo lo relativo a la distribución de comida tanto, pensamos, de este hospital como de otras instituciones, patronazgo también del ca­bildo.

4. Botiller

Era el encargado del aprovisionamiento de pan, vino, carne, etc., jun­to a las funciones propias de un refitolero ''', es decir, disponer todo lo re­lativo al comedor (manteles, cubiertos, jarros, tazas ... ), sirviendo las me­sas y dando a los enfermos y donados el pan, vino, etc. Concretamente se dice en dos libros de gastos del hospital:

«Tiniendo a mi cargo pan y vino y carne y sirbiendo las messas de los pobres y donados dándoles el pan y vino y cosa nezesarias» 159.

K .. que tenido cargo de la botilleria del pan y vino y carne y servido a las mesas de los pobres y donados y de comprar carne y otras cosas» 160.

Este oficio también sufre altibajos a lo largo del siglo XVI. En el año 1569 se contrata una persona exclusivamente para este trabajo, pero al año siguiente los visitadores afirman que no era necesario, ya que en el hospital había un donado que ejercía ese trabajo sin salario. Así en la dé-

1% AC 24, f. 118v. 1,7 AC 72, f. 190 Y V.

L\H En el año 1512 (O.E 531,f.35) hemos hallado la referencia a este oficio de refitolero en el hospital cobrando un salario de 2.000 maravedís, posteriormente para reducir gastos se debió aprovechar el servicio de donados.

'" ACT, O.E 592, f. 16. lóO ACT, O.E 580. f. 9v.

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cada de los años ochenta del siglo XVI aparecen nombres de donados con ese oficio, cobrando por su trabajo un ducado al mes.

5. Portero

Este oficio, al que se define en los libros como «guarda de la casa» 161,

consistía en vigilar la puerta para que nadie extraño al hospital entrase en él, ni tampoco saliese. Se trataba de un cargo ejercido, probablemente, por un donado dado el escaso salario que recibía al año: entre medio du­cado unos años, a uno y dos ducados, en otros.

Existen años en los que no se pagaba dinero alguno al portero, pero en el año 1599 se acuerda, nuevamente, pagarle dos ducados al año, pro­hibiéndole que dejara entrar a personas sin permiso del rector, ni admitie­ra propina alguna, imponiéndole una multa de un real cada vez que in­cumpliera con su obligación "". En la comedia La famosa toledana de Juan de Quirós se relata una escena en la que unos aldeanos van al hospi­tal de Nuncio para ver a los locos y entran a cambio de una propina que dan a un <<loquero».

Este oficio en manos de personas que no' disponían de dinero algu­no, llevaría a constantes incumplimientos con tal de sacar unos marave­dís, de ahí que en un momento determinado, (no sabemos en qué fecha) la persona encargada de este oficio sea elegida personalmente por el ca­bildo '''.

E. Asistencia espiritual

La asistencia de capellanes en el hospital experimentó variaciones a lo largo del siglo XVI. En un principio al crearse el hospital, el fundador Francisco Ortiz llegó a un acuerdo con el cabildo de curas de la ciudad 1M

para que fueran ellos los encargados de celebrar una misa diaria en el hospital. De esta forma, éstos nombraban semaneros que, en cambio, no debieron contentar al fundador ya que traían perjuicios al hospital, por lo que Francisco Ortiz posteriormente anuló ese acuerdo el 6 de julio de 1498 y contrató a un solo capellán, ya que la experiencia, decía, «por ins­pirencia e visto que mejor se sirve la capilla por un capellán que por dos

'" ACT. O.F, 557, f. 61. 162 ACT, O.F. 558, f. 7v. 16_' AC 35, f. 177v. 1M El contrato otorgado por Francisco Ortiz con El cabildo de curas y beneficiados de To­

ledo se conserva en el ADPT, Leg. 17, n.o 9. En él se incluye la fecha de rescinsión del mismo.

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ni más» "". Sin embargo, ya en 1529 aparecen dos capellanes, creemos que se aumentaría en uno más al morir Francisco Ortiz. Posterionnente se ven aumentados en otros dos al morir Juan de Vergara, benefactor del hospital.

De esta forma, diariamente se deCÍan en el hospital dos misas, una por el sufragio del alma de fundador y otra por Juan de Vergara; por éste último comenzaron a decirse las misas «por el ánima del señor Vergara y de sus padres y difuntos» el 25 de abril de 1557 'oo. Cada capellanía esta­ba compuesta por dos curas, alternándose éstos semanalmente en la cele­bración de la misa, por lo que al año deCÍan cada uno 182 ó 183 misas.

De los cuatro capellanes, uno vivía en el hospital. Para su labor era ayudado por un sacristán, cargo que, al menos en el último tercio del si­glo XVI, era ejercido por donados del hospital. Entre sus funciones esta­ba el hacer pequeñas compras para la capilla: cera, incienso ...

Si en vida del fundador el capellán cobraba 3.000 maravedís al año, los capellanes que había hacia 1572 recibían 8.000 maravedís, aumentándose a un total de 12.376 mrs. en el año 1588 ''', es decir, a dos reales por nllsa ce­lebrada, e incrementándose cien maravedís más al acabar el siglo XVI '''.

Sobre el cumplimiento de las misas por parte de los capellanes, se plan­tearon dudas de si éstos cumplían siempre con sus obligaciones. Los visita­dores se quejaban de que en ocasiones las decían demasiado temprano y se­guidas una de otra, de ahí que éstos señalaran que el rector debía hacer cumplir que las misas se dijeran «a ora competente, no muy de mañana ni juntas» ''', asegurándose de que realmente se celebraban diariamente, para lo cual el sacristán debía tomar cuenta de las misas todos los días, y cada sábado el rector revisar el libro de misas y firmarlo si estaba conforme n0. A pesar de estos mandatos, las misas debieron seguir diciéndose a horas in­tempestivas, de ahí que en 1588 los visitadores acuerden nuevamente que la primera misa se diga «al postre aguixón de prima, en la que vayan alter­nando una semana al capellán del Nuncio y otra al del doctor Vergara» lo'.

Francisco Ortiz ya dejó dicho en las constituciones fundacionales que el capellán de la casa estaba obligado a confesar y administrar los sacra-

1M SAN ROMÁN, F. de B., «Autobiografía .. >J, op. cit., p. 90.

[(,(, AC 10, f. 12Sv. 'o; ACT, O.E 592, f. 10-13. I"~ El capellán que vivía en el hospital cobraba algo menos que los otros, si bien hay que

añadir las dietas diarias. Sin embargo al finalizar el siglo ya cobraba lo mismo que el resto. I~'! ACT.O.F. 558, f. 4. 170 Idem, f. 4. 1'1 Idem, f. 6.

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mentos a los enfermos cuando «vieren disposición y juicio para ello» '''o También estaba encargado de « ... bisitar a los pobres e ayudalles a bien morir e bendezir la mesa e decir las misas del año» "'.

Sabemos que hacia 1750 el capellán que vivía en el hospital, aparte de realizar las tareas propias de su ministerio también llevaba a cabo el «romaneo de la carne» consistente en asistir diariamente al peso de la carne (que tenía el hospital determinado dar cada día en las comidas). pretendiendo con la asistencia del capellán «evitar todo fraude y equibo­cacióm> ,no El capellán del hospital en 1769 cobraba al día dos reales y medio por su trabajo, aparte de lo que recibía en especie "'.

VII. Casa y vida en el hospital

El primer emplazamiento del hospital estuvo situado entre el adarve de Atocha y la calle Azacanes. En este lugar Francisco Ortiz compró unas fincas, y allí junto a su casa situó la institución a la cual podía acceder a través de un postigo para ver: «como se faze la hospitalidad» "'.

El segundo emplazamiento del hospital fue situado en una calle que ter­minó por tomar el nombre con el que ha sido conocido el hospital vulgar­mente «del Nuncio» (calle del Nuncio Viejo), en la casa que actualmente tiene el n.o 3, junto a la plaza de Amador de los Ríos, si bien tuvo puertas se­cundarias al callejón del Nuncio Viejo y a la plaza Juan de Mariana m. Con el paso del tiempo se adquirieron algunas otras casas colindantes, concreta­mente sabemos que en 1564 se compra una casa y horno para incorporar en el hospital "'. Y en tiempos del cardenal Lorenzana se realiza un nuevo edi­ficio en la calle Real y allí son trasladados los enfennos en el año 1794.

Los enfermos, en la casa estaban separados por sexos. De datos to­mados del siglo XVI, se deduce que había dos patios (<<del patio ma­yor») ,"" y en cada uno de ellos se distribuían los hombres y mujeres (<<pa-

1" S,\N ROMÁI\, F. de B., «Autobiografía de .. >', Oj). cil., p. 91.

ACT. O.E. 546. r. 54v. AC 72. r. 190. Diariamente una ración de pan. una lihra de carne. cuartillo de vino. dos onzas de to­

cino y dos maravedís para luz. AC 72. r. 189. AC 73. f. 37v. 1°" GAR('Í;\ RO[)RíGLcL E .. d,<} psiquiatría del siglo XV en Toledo», BRABACHT. 11.'" LXI.

1945. p. 57. 1," PORRr.s MARTíl\-CUéTO, J., Historia de {as calles de Toledo, EJ. Zocouover. Tole­

do.19S1. 1m. 11. p. 894. 1" AC 12. f. 91. El horno se compró con una servidumhre. ACT, O.F.. 563. L 20v.

'''' ACT. O.E 611. f. I 24v.

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tio de las locas») '"". En la casa había también una sala destinada a enfer­mería, una capilla, dependencias para el rector y capellán, y una sala grande que en Toledo llamaban «palacio» "'. Con relación a los dormito­rios de los enfermos: «los aposentos del quarto de las mugeres» lB' esta­ban situados en la parte superior de la casa, que en un momento concreto (1599) se acuerda reformar, ya que había necesidad de hacer más jau­las '"': para tal reforma tomaron parte del corredor e hicieron las jaulas con un pasillo delante y «con verjas fuertes» '''. Sebastián de Covarrubias define las jaulas como «unos enrejados, dentro de los cuales se ponen los orates cuando son furiosos o lo estám>. De esta definición deducimos que no todos los enfermos estaban encerrados como, por otra parte. podría desprenderse de la literatura de la época. En el Quijote de Avellaneda, el hidalgo caballero termina en el hospital del Nuncio y el autor nos descri­be la casa:

~< ... se quedó solo en el patio don Quijote. Y mirando a una parte y a otra, vio guatro o scys aposentos con rejas de hierro, y dentro dellos mu­chos hombres, de los guaJes unos tenían cadenas, otros grillos, y otros es­posas, y dellos cantavan unos, lloravan otros, rcian muchos y predicavan no pocos, y estava, en fin, allí cada loco con su tema» I~S.

Únicamente estarían en jaulas los enfermos más agresivos dada su patología, el resto, en aposentos comunes para cada sexo, concretamente en uno de los libros examinados se menciona el dormitorio de los hom­bres lB"~, si bien esta situación pudo haber cambiado en siglos posteriores.

Dando un salto en el tiempo, en el año 1761 consta que en ese mo­mento había en hospital un total de 60 jaulas o aposentos, y se decía que no podían estar todos ocupados:

«cuias habitaciones no se pueden ocupar a su tiempo por la continua mutación que se ofrece hacer de unas a otras, por dar lugar a que así se ventila para evitar la peste que se pudiere ocasionar» In.

Sobre la limpieza de las jaulas, en las constituciones fundacionales se

"" ACT. O.E 570. f. 100. 1" Idcm, r. 101 v y 105. ", Idem. f. 105. i,; En 1561 se hicieron también jaula<; nuevas. SANCIIO DI:. SAN ROMAN. R., «El ho:.pi-

tal. o,>, op. cit" p. 62.

'" ACT. O.E55S. f. 7v. lO.' Fr:R:\JANDEZ DE AVELLANED,\, A., Don QIl(;ote ." op. cit .. p. 217.

,,,, ACT. O.E, 570. f..23. m ACT, AC 73. f. 216.

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reseñaba que los visitadores debían vigilar que la casa estuviera limpia y que las jaulas y aposentos se limpiaran «que no aya mal olor, perfumán­dolos con romero o enebro, que son olores sanos» '" y diariamente se «haga sacar las inmundicias al lugar común»'"", Así, en este sentido, he­mos hallado asientos relativos a la compra de alhucema y romero para (<<sahumar»), perfumar las jaulas,

Igualmente sabemos, de datos tomados del archivo de la catedral, que regularmente se limpiaba el aljibe y el horno del que disponía el hospital, además de la basura acumulada en el corral,

Todas las dependencias del hospital tenían llaves y cerraduras, es fre­cuente encontrar -en los libros de gastos- la compra o reparación de lla­ves y cerraduras (de las arcas del pan, arcas de la ropa, enfermería, llaves para las puertas de los aposentos de hombres y mujeres"", del pozo",), También el acceso a las escaleras tenía puertas con su correspondiente ce­rrojo, Es frecuente encontrar también en los libros de gastos la compra o reparación de prisiones y esposas para los enfermos,

Es difícil tratar de hacemos una idea de cómo podría transcurrir la vida de los enfermos del hospital del Nuncio, sin olvidamos de los llama­dos donados, Vamos a esbozar algunos aspectos de esa vida a lo largo del siglo XV!'

De los datos haBados en el archivo de la catedral sabemos que había algunos enfermos que no solamente no estaban encerrados en las jaulas, sino que ayudaban en tareas de la casa y salían del hospital, si bien para esto último necesitaban permiso del cabildo o de los visitadores, Sin em­bargo, las salidas sin los permisos correspondientes debían de ser fre­cuentes como se deduce de una advertencia que se hace en el año 1599: «que se guarde la constitución que manda que ningún loco ni loca salga de casa sin licencia del cabildo o de los señores visitadores porque se tie­ne noticia salen algunos» "", Se trataría de personas con eufermedades de carácter cíclico o cuya patología no suponía peligro alguno para sí, ni para los demás,

Las tareas que les encomendaban a estos enfermos eran barrer la casa, posiblemente también distribuían el carbón y la leña que diariamen-

I~X SAN ROMÁN, F. de 8.. «Autobiografía ... », op. cit., p. 92. ,,'! Ibidem.

'"'' ACT, Q,F, 611, L 125, "" ACT, Q,F, 558 (1599), f, 7v,

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te se necesitaba en las diversas dependencias de la casa y sabemos ade­más que ayudaban en la confección de colchones, concretamente en el período de dos años (1582-83) se pagó a «un hombre de la casa» una can­tidad muy pequeña, de tan solo medio real al mes, por el trabajo que rea­lizó en barear la lana de los colchones, y otra «mujer de las de cassa» -a la que también se le daba medio real al mes-, los basteaba, siendo otras mujeres las que cosían y remendaban los colchones '''o Este trabajo, tanto de hacer colchones nuevos, como de remendar los viejos debía de ser muy frecuente ya que son constantes los asientos en los que aparece la compra de elementos necesarios para su elaboración (hilo, agujetas, lien­zo, atocha ... ). También había algunos enfermos que ayudaban en la lim­pieza de la casa, y concretamente las mujeres creemos que ayudarían en el remiendo, sobre todo de camisas, de los enfermos y donados, ya que es frecuente encontrar asientos relativos a la compra de hilo para remendar ropa «<de hilo pa las mugeres») ''', sin perjuicio de la labor más amplia que realizaba el sastre periódicamente. En las constituciones fundaciona­les se decía que para aderezar las «viandas» y amasar el pan lo hicieran «las mugeres cuya enfermedad no es continua sino a tiempos» ''', y tam­bién señalaba Francisco Ortiz en estas constituciones que mantuvieran ocupados a los enfermos ya que la experiencia había demostrado que era beneficioso para su restablecimiento,

« ... ocupallos en algunos exen;ic;ios que les quiten las fantasías que tie­nen porque es ~ierto que con ello y con los honnigos que acostumbran dar a los no envegecidos en la enfermedad, que sanan lo qual cada día se vee por esperiencia» 19';.

Para estas labores de la casa, estimamos que las mujeres enfermas es­tarían acompañadas de la enfermera o «ama de las mujeres» como así también se le denomina, incluso creemos que la existencia de esta única enfermera en el hospital en el siglo XVI, fuera debido más que al cuida­do de las enfermas, que también, a la necesidad de tener una persona que coordinara y vigilara a las mujeres que trabajaban en el hospital.

En recompensa por su trabajo se daba a los enfermos una pequeña cantidad de vino: « ... que los días que algunos pobres de la casa trabaja­sen en ella en barrella y otras cosas extraordinarias, el rector les mande

,." ACT, O.E 580, f. 26v. I~l ACT, O.E 583, f.19. «Oc hilo medio real pa remendar a las locas>~; «de hilo pa el ama

de las mujeres», ACT, O.E 570, f. 20v; f.22v. 1~4 SAN ROMÁN, F. de 8., «Autobiografía ,j>, op. cit., pp. 92. Iqj Idem, op. cit., p. 96-97.

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los de beber hasta en quantidad de un quartillo de vino y esto dexan a la voluntad del rector que vea los días que se les debe dar» "". En este senti­do, consta en folios relativos al gasto de vino el importe mensual de vino dado a: «los que barren y limpian la casa» "~'o

Estos trabajos, diríamos hoy que se trataban de terapia ocupacional tendente a la curación, semejante a lo realizado en el siglo XVIll en el hospital de Zaragoza y que tanto alabó Pine!. Pero la realidad es que no sabemos si en su tiempo se realizaron estas labores con un sentido tera­péutico o simplemente se trataba de la prestación de un servicio a bajo coste para el hospital; fuera de una manera o de otra lo que sí importa es el resultado, es decir, si ello conllevaba un efecto beneficioso para los en­fermos: estimulando al enfermo y favoreciendo su resocialización.

No sabemos cuántos podrían ser los enfermos que colaborarían en la­bores de la casa, sin embargo de datos tomados el año 1583 relativos a la compra de calzado <9H, aparecen, aparte de la compra de «zapatos de vie­jo» para los enfermos, también se menciona de una forma más concreta la compra de otros zapatos de precio superior, para seis enfermos que -se dice en el asiento- eran «reportados» o <<locos que sirven la casa». Con­cretamente se menciona a un enfermo (al que se compran tres pares de zapatos en un año) que aparte de servir, se dice: «que sirve la casa y sale fuera» ''', lo que nos viene a indicar que habría ciertos enfermos que sal­drían para hacer los recados que les mandaran.

Los donados vimos que también salían, y tanto unos como otros (en­fermos y donados) para hacer estas salidas --con O sin permiso-- se busca­ban las picardías necesarias para disponer de algo de dinero para sus gas­tos; así cuando les daban ropa nueva, la vieja la vendían, de ahí que en 1587 los visitadores acuerdan:

«que el vestido viejo de los pobres y donados quando se les da el nue­vo, 10 aproveche el rector y no los dexe ropa vieja en su poder porque lo venderán ... » !I)ü.

Anualmente a la llegada del otoño, cuando los días se hacían más cortos y la noche caía antes, se daba a los donados semanalmente (desde octubre hasta marzo) una cantidad de maravedís para que compraran aceite para las lámparas y así poder iluminarse por las noches; pero esta

1% ACT, O.E 558 (1575). f. 5. I'n ACT. O.E 609, f. 49 Y ss.

'" ACT, O.E 580. f. 83 Y V.

I'!') Idem, f. 83v.

,00 ACT, O.E 558, f. 6.

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cantidad no siempre debía de ser empleada para este fin, sino que los ma­ravedís los guardarían para sus propios gastos, por lo que en 1574 los vi­sitadores acuerdan que se les dé el aceite necesario a la semana (por un importe de cuatro maravedís) 201 en lugar del dinero, como se venía ha­ciendo hasta entonces.

Vistos estos aspectos que nos hablan de las salidas del hospital de en­fermos y donados, y dado que los datos encontrados coinciden con las fe­chas en la que vivió el Greco en Toledo, nos sirven para reforzar la teoría de Gregorio Marañón de que el pintor cretense se servía para sus aposto­lados de enfermos del hospital del Nuncio, ya que, demostrado lo dicho de que algunos de los enfermos salían a la calle y, como hemos visto tam­bién, eran lo suficientemente astutos como para disponer de algo de dine­ro es factible pensar que, siendo cierto lo señalado por el doctor Mara­ñón, estos enfermos -e incluso los donados- posaran para el Greco en su casa a cambio de recibir unos maravedís.

El hospital para su suministro se abastecía de la alhóndiga. En Navi­dad su alcaide recibía un aguinaldo de dos pares de gallinas de parte del hospital del Nuncio.

En los libros constan diversos proveedores que abastecían al hospital: pandero, carnicero, azacán, boticario 202,

Al panadero se le entregaba el trigo necesario y cobraba por el pan cocido mensualmente.

El azacán suministraba al hospital el agua necesaria para su consumo, cobrando ocho maravedís por «camino» (año l588)2()J. En 1610 se dice que anualmente se gastaban en el hospital 1.500 caminos de agua, salien­do, a cuatro caminos por día 2()4. En la casa también había dos pozos y un aljibe que se llenaba con agua llevada al hospital por el azacán "".

Con relación a la comida diaria que se servía en el hospital, hay que

,111 Idcm. f. 4v. El importe que se daba a cada donado en 1565 era de un mrs. a la semana (O. E 557, f. 48v).

,112 El boticario no formaba parte del personaL sino que suministraba al hospital las medi-cinw·; que ."e le pedían anualmente.

"Il' En el año 1549 cobraba 5 maravedís por camino y en 1561 seis maravcdís . . ," AC 25, r. 167v.

,0' En los Libros de gastos unas veces, se indica, bastaban para llenar el aljibe 503 cami­nos de agua, otras 674 y en otra ocasión se necesitaron 719 caminos de agua, pagados al agua­dor a 8 rnrs. cada uno; ACT, O.E 592, f. 48.

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señalar que en los Libros de Despensas 206 del siglo XVI se reneja que diariamente comían en el hospital -aparte de los enfermos y donados- el rector y su criado, el capellán y las dos amas (cocinera y enfermera), siendo la ración de comida diaria de estos tres grupos últimos superior a la de enfermos y donados.

Se hacían diariamente en el hospital cuatro ollas, según se expresa en el año 1609, sin embargo parece ser que también había enfermos y dona­dos que se preparaban su propio «puchero», pidiéndose se suprimiera esto para ahorrar carbón:

« ... y que no se hagan pucheros de por si para donados y locos, sino que se reduzca a quatro ollas, una de donados. otra de locos, otra de] rec­tor y otra del capellán ... » c07.

Tanto los donados como los enfermos (salvo los que estuvieran en las jaulas) comían en el refectorio (no sabemos si comerían juntos o en dife­rentes tumos). Llegada la hora de la comida, la llamada de una campani­lla situada en el corredor llamaba a comer 2()H. El botiller, como vimos, era el encargado de servir las mesas, que eran largas y con bancos ")9. Las va­jillas eran distintas para los donados y locos: las escudillas blancas y los platos blancos eran para los donados (de precio algo superior), siendo las escudillas y platos amarillos para los enfermos.

La comida del hospital experimentó una mejoría con la herencia que dejó Juan de Vergara al hospital. En su testamento dejó dicho que las ra­ciones de carne que diariamente se daban en el hospital se hicieran por cantidad de peso y no de dinero como se venía haciendo hasta entonces, acordándose el 30 de diciembre de 1567 que «de aquí adelante se den a cada una de las raciones e personas que obiere en el dicho hospital diez on9as de camero» "". También se acordó se darían diariamente tres reales de tocino y verduras para la olla, junto a fruta (<<para principio y postre») «y otro qualquier extraordinario que fuere menester» 21'. Sobre el pan y el vino se indicaba que se diera lo que fuera necesario cada día, siempre en buena medida y encargándose alguien del reparto con justicia y mo­deración 111,

cl~, En estos libros de Despensa se especifican los gastos diarios de comida, indicando al principio de cada mes los nombres de cada enfermo y donado .

• '117 AC 25. f. 167v. La comida del rector se preparaba en su propia cocina. ,," ACT. O.E 558. f. 60. cm «SS varas de manteles par las mcssas>~, ACT, O.F. 611 (1599), f. 42. ,,., ACT. AC 12, f. 401. 211 Ihidem. ,12 lbidem.

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De los Libros de Despensa se deduce que en el almuerzo predomina­ban las ciruelas, pasas, uvas ... La comida era «puchero» (cocido), y cada ración se componía, como hemos dicho, de diez onzas de camero, aña­diendo en las ollas las especias, verduras, garbanzos y tocino. Para la cena consta queso, peras, miel, calabaza, uvas, higos. Los días de pesca­do eran muy pocos, no necesariamente los viernes, si bien hay algunas épocas del siglo XVI en las que consta que los donados y algunos enfer­mos (en 1587 se señalaban ocho enfermos), cumplían con la abstinencia de carne .,,, sustituyéndose por huevos en unos casos y otros por pescado o lentejas.

En los libros se aprecia a veces la compra de huevos y morcillas, úni­camente para los donados "'. En Navidad, el 24 de diciembre se hacía un extraordinario '" acompañando la comida de frutos secos: castañas, piño­nes, nueces, avellanas ... y a veces, turrón.

A comienzos del siglo XVII el hospital atraviesa una crisis económi­ca y en el año 1610 la contaduría presentó un memorial sobre distintos aspectos a reformar en el hospital para, de esta forma, reducir gastos m,.

Así, se acordó reducir el tocino en una libra (quedándose en dos libras) y sufriendo una mayor rebaja la comida del almuerzo "'. El pan para los en­fermos se mantuvo en las cantidades que se daba hasta la fecha m de libra y media, siendo dos libras lo dado al rector y a su criado y al capellán "'.

Con relación a la ropa (siglo XVI) que llevaban los enfermos y do­nados, el hospital compraba los lienzos y paños necesarios para su ela­boración. La vestimenta era la propia de las gentes campesinas. Tirso de Malina decía en Los tres maridos burlados « .. .los locos que él havia visto en Toledo ada van vestidos de ropa bureladas» 220. Estos paños bu­rieles los definía el toledano Sebastián de Covarrubias en su dicciona­rio: de «color roxo o bermejo entre negro y leonado», así hemos podi­do constatar por los libros de gastos que, efectivamente, eran los utilizados para hacer las ropas de los enfermos, tanto de los hombres

eH ACT. O.E 593, f. 5 Y 8. 214 ACT, O.F., 565, f. SOv. Otros alimentos que constan en los libros, con menos frecuen­

cia son: acelgas, repollo, arroz, puerros, berza, ensalada, medio azumbre de leche, ACT, O.F., 565 (1572).

'" ACT, O.E 570, f. 22v; O.E 592, f. 30. 216 AC 25, f. 167 Y v. 217 Se pasa de dos reales del almuerzo a 42 mrs. AC 25, f. 167v. 21~ Se dice que se daba libra y cuatro onzas y algunas veces libra y media. '" AC 25. f. 167 Y V.

2211 SANCHO DE SAN ROMÁN, R., «El hospitaL,}), op. cit., p. 68.

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como de las mujeres, y con los paños pardos se haCÍan las ropas de los donados "'.

Los vestidos de paño de los hombres (enfermos) se componían de: «una ropilla larga y un jubón con faldillas y unos greguescos que uno con otro sale cada vestido a seis varas y media» "'. Los vestidos de paño de las mujeres se componían de: «lleva cada una saya y sayuelo y falderllín que sale cada uno a seis varas y media» "~'o Las calzas de hombres enfer­mos y donados eran pardas y las de las mujeres coloradas '''o

Los jubones, tanto de los enfermos (hombres y mujeres) como de los donados se forraban con angulema '''o

Camisas se hacían en gran cantidad, en 1599 se compra lienzo para hacer 100 camisas a los pobres, tanto hombres como mujeres '''o Las ca­misas de los donados eran de lienzo carmesí m. Los clérigos debían con­servar su ropa clerical, en asientos sobre lienzos se indica aparte lo com­prado para un clérigo '''o

En 1574 se acuerda por parte de los visitadores que anualmente, para San Miguel, se entregara a los donados: camisas, jubones, calzas y cape­ruzas y cada dos años y por la misma fecha: sayo y capa "'.

Según aparece también en los libros de gastos, cada cierto tiempo un sastre remendón cosía las ropas rotas o descosidas. Durante varios días se realizaba esta labor en el hospital: «De tres días que trabajó un remendón en aderezar los vestidos de los pobres, a dos reaies y medio cada día, y mas de darle de comer estos tres días, dos reales» ''''.

El calzado que se compraba para los enfermos era de zapatero de vie­jo (remendón), sin embargo el de los donados eran zapatos nuevos de cordobán.

Los enfermos cubrían las cabezas con las llamadas caperuzas. Tirso

'" ACT. O.E 592. f. 59. 2", ACT. O.E 611, f. 40v. En 1587 los visitadores señalaron que a partir de esa fecha se tl­

jaran con claridad las varas necesarias para confeccionar cada vestido de los enfennos y dona­dos, en O.E 558, f. 6.

22, ACT, O.E 61 L f. 40v. Los cuellos de las camisas de la mujeres eran de color «carlesi», O.E 611. f. 103.

224 ldem. f. 39.

'" Idem, f. 42. 226 Idcm, f. 103 Y 104. ,O" [dem, f. 42.

22H Idem, f. 42 Y 103. Véase la descripción que se hace en El Quijote de Avellaneda de un clérigo encerrado en el Nuncio, FERNÁNDEZ DI: AVELLANEDA, A., Don QUI)ote '0' op. cit., p.218.

"" ACT. O.E 558, f. 4v. '''' ACT, O.E 570, f. 24.

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de Malina en la Los tres maridos hurlados nos habla de que los enfennos iban rapados de cabello y barba:

« ... a navaja quitan los cabellos y barbas a los locos y a los galeotes: la mia se sacara deste temor ... Lloró su juicio rematado, teniéndose por con­ventual del Nuncio»:'-".

En el hospital, aparte del barbero que formaba parte del personal y que afeitaría a los hombres regularmente, también iban otros barberos pe­riódicamente (cada tres meses consta): «vinieron los barberos, dioseles para la merienda un real y una azumbre de vino de cassa» "'.

Como ya vimos en el apartado de los tratamientos médicos, los en­fermos que ingresaban en el hospital, eran conducidos a la enfermería. En el año 1574 se manda que siempre hubiera en la enfermería dos ca­mas preparadas para el ingreso de enfermos, y para cada una de éstas de­bían estar preparadas «dos tarimas de pino, dos colchones, quatro sava­nas y dos frazadas, dos almohadas ... » ''', advirtiendo que sólo habían de servir para los enfermos. En datos -de al menos del último cuarto del S.XVI-, se comprueba que en la enfermería eran ingresados tanto los enfermos mentales como los donados y empleados del hospital, y claro está los enfermos no únicamente por sus enfennedades psíquicas sino también físicas que pudieran sobrevenirles, tratándose en muchas oca­siones de enfermos terminales. En otras ocasiones constan ingresos de enfermos debidos a contusiones, bien provocadas por ellos mismos en momentos que desencadenaran en agresividad 234, o bien con daño a otros «<que le descalabraron») m.

De los gastos de la enfermería se observa que los enfermos, general­mente, estaban sometidos a una dieta especial fijada por el médico. To­mando el ejemplo de un enfermo no del año 1587 se comprueba que al in­gresar -y por mandato del médico- se le daba para comer una gallina cada cuatro días, tal vez al ser sometido a sangrías en este intervalo de tiempo. Las gallinas en esta época eran un artículo de lujo, ya que el pre­cio rondaba los cuatro reales; de ahí que el refranero popular dijera: «mas vale pan con amor, que gallina con dolor». En el año 1588 se indica que se compró para una enferma una gallina «porque está mui al cabo y le sa-

,11 SANCHO DE SAN ROMÁN, R., «El hospital...~>, op. cit., p. 68.

,,' ACT. O.F. 592, f. 27v. ", ACT, O.F. 558, f. 4v. m ACT, O.F. 551. f. 30. m ACT, O.F. 583, f. 52. ,,' ACT, O.F. 592, f. 68.

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can sustancia» '''o De la misma forma, constan estas dietas en otros pa­cientes que, reza, se purgahan.

También se les daba a los enfermos o dolientes (como también se de­nominan) huevos en los caldos, producto igualmente caro en la época, ya que un kilo de carnero venía a costar lo mismo que una docena de hue­vos '" (la compra de huevos consta por unidades, no por docenas, a 4 mrs. en 1572). Otros alimentos eran: carne de membrillo, naranjas, camuc­sas "", bizcochos, almendradas "", granadas, azúcar (<<una libra de azúcar para darle entre día»)"', y otras veces «tortillas de yema».

Existía la creencia de que los enfermos mentales al morir iban al lim­ho ''', lugar que podíamos definir de indiferencia y que Calderón de la Barca menciona a través del personaje de un niño en El gran teatro del mundo: «Gloria y pena hay, pero yo no tengo pena ni gloria».

Los enfermos y donados que morían en el hospital eran enterrados (se dice en las constituciones fundacionales) en el cementerio del propio hos­pital, sin embargo, una vez desplazados a la calle del Nuncio, los enterra­mientos se hacían en la iglesia de San Juan Bautista, cercana al hospital, en lo que hoyes la plaza de Amador de los Ríos (de los Postes). Las cam­panas de la iglesia de San Juan serían el único anuncio de la muerte de un nuevo loco o donado, y el número de asistentes al entierro, en la mayoría de los casos no sobrepasaría el número de los que se mencionan en los pagos: los cuatro capellanes del hospital; el sacerdote, teniente beneficia­do y sacristán de la iglesia de San Juan Bautista, junto, tal vez, a algunos compañeros de la casa. A los capellanes se les pagaba un real a cada uno y cuatro para los asistentes de San Juan "'. Los cuerpos eran enterrados en la bóveda de la iglesia, mediante el llamado «zambullimiento» que Fernando Martínez Gi 1 explica como «un enterramiento en una sepultura de uso común, de propiedad de la iglesia, lo cual entrañaría desplazar de

,l) Idern, f. 69.

!'H ZAMORANO RODRÍGUEZ, M.a L., El hospital ... , op. cit., p. 191.

',l'! En el diccionario de Sebastián de Covarrubias se define como «especie de manzana, excelentísima, aromática, sabrosa y suave al gusto, sana y medicinab>,

2~1 Schastián de Covarrubias define como: «cierta bebida que se hace del jugo o leche de las almendras}>

." ACT, O.E 592, f. 68. ,~2 MARTíNEZ GIL, F., Muerte y sociedad en la Espaí'lG de los Austrias, Ed. Universidad de

Castilla-La Mancha, Cuenca, 2000, p. 498. ,,3 ACT, O.E 570, f. 104; O.F.592, f. 93 Y 94.

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ella a otros restos anteriores que irían a parar al osario, y a su vez despla­zado por otro cuerpo posteriormente» 2". La diferencia entre el enterra­miento de un loco o un donado se aprecia en el coste de la sepultura: dos reales la de los enfermos, frente a seis reales la de los donados.

Los aniversarios, tanto por el fundador Francisco Ortiz como por su be­nefactor Juan de Vergara "" se conmemoraban anualmente en el hospital.

Francisco Ortiz quiso que su entierro fuera sencillo, sin pompa algu­na. Así, entre otros aspectos dejó señalado en su testamento que fuera se­pultado en el hospital, trasladándole «de noche quando la gente esté más sosegada con solo un hacha» 246, y su sepultura fuera una simple losa de mármol blanco con la leyenda: «sobre este mármol están los cuerpos del prothonotario Fran~isco Ortiz y de sus avuelos y padres».

Cada año para el aniversario de Francisco Ortiz se adornaba la capilla y el patio (con imágenes), y junto a la sepultura se colocaban hachas W

encendidas y se ofrecían, como era costumbre en la época, roscas de pan candeal grandes y algunos azumbres de vino.

Esta costumbre de hacer ofrendas, adquiere sentido si nos remonta­mos al Libro de Tobías, el cual exhortó a su hijo para. que ofrendase la tumba del justo con pan y vino "".

A la misa que se oficiaba ese día en el hospital asistían, aparte de los capellanes de esta capilla, un canónigo de la catedral acompañado de otro ministro, un fraile, que predicaba en la misa y cantores.

Para el aniversario que anualmente también se conmemoraba por su­fragio de Juan de Vergara se decoraba el sepulcro de este canónigo (situa­do en la capilla de San Pedro 249 de la catedral) con cuatro hachas, situan­do también seis roscas de candeal y azumbres de vino.

y en la fiesta de todos los Santos y de los difuntos también se situa­ban en las sepulturas de Francisco Ortiz y Juan de Vergara seis hachas, roscas grandes de pan candeal y algunas azumbres de vino.

En el hospital se celebraban anualmente diversas fiestas que Francis­co Ortiz dejó indicadas en las constituciones fundacionales. Concreta­mente se decía que el Jueves Santo se pusiera el monumento en la capilla. y también se indicaba que se celebraran anualmente dos festividades ma­rianas: La Concepción y la Visitación de María, especialmente importan-

!44 MARTÍNEZ GIL, F., Muerte y sociedad ... , op. cit., p. 443. '" ACT, O.E 592. f. 93 Y v. f. 95. "46 GARCÍA RODRíGUEZ, E .• Testamento ... , op. cit., p. 13.

!47 Estas hachas se alquilaban. m Vid. MARTÍNEZ GIL, F., Muerte y sociedad. _, op. cit., p. 431. 'e" ACT. O.E 611. f. 115.

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te era esta última al llevar el hospital este nombre, por mandato del fun­dador 250.

La fiesta de la Visitación de N.' Sra. se celebraba el 2 de julio 25' yen las constituciones se deCÍa que si caía entre semana la festividad, se celebrara en <<la dominica infraoctava». De datos tomados del archivo de la catedral de Toledo, podemos entrever cómo se desarrollaba esta fiesta en el hospital.

La casa entera se engalanaba para esta festividad. Unos días antes "', peones de la catedral y algunos ganapanes (hombres que se ganaban la vida transportando cargas de un lugar a otro), durante uno a dos días se dedicaban a llevar al hospital tarimas, bancos, doseles, maromas, cielo ... , para ornamentar. Para el altar se llevaban objetos litúrgicos del sagrario de la catedral 253, situando además seis velas grandes. Se ponía también un púlpito y se colgaban «sargas, magines y lienzos». Pero no sólo se deco­raba la capilla, sino también el patio y corredores del hospital, concreta­mente en 1588 se dice que se alquilaron 25 sargas de tafetán para «colgar la capilla, patio y corredores» 25<. También la fuente del patio se cuidaba que estuviera bien adecentada -como dejó dicho también el fundador-, se limpiaba y se llenaba de agua. Aparece un asiento en 1575 por el cual un aguador llevó 40 caminos de agua para la fuente 255, yen el año 1588 pu­sieron una «bola y cañó» 2." nuevos. Asimismo para la ornamentación flo­ral se compraba juncia y ramos de plantas aromáticas.

La fiesta comenzaba con las Vísperas a las que asistían ~junto a los enfermos y donados- los capellanes del hospital y los clérigos de la cer­cana iglesia de San Juan Bautista, junto a su sacristán.

La música no podía faltar en las Vísperas y misa, así junto al órga­no m (que era afinado para la ocasión), participaban también cantores de la catedral y algunos seises y clerizones 2". Para el sermÓn de la misa se

~'II El papa Sixto IV potenció la devoción a la Virgen María; defendía la doctrina de la In­maculada Concepción. Yen 1474 restituyó la memoria de la fiesta de la Visitación de María. Quisiéramos precisar que en los libros de gastos del hospital consultados, no consta la men­ción a la festividad de la Concepción.

,'1 Hoy se celebra el 31 de mayo . . " ACT, O.E 592, 1'.94v; O.E 570, f. 107. ," AC 6, f. 222. ", ACT, O.E 592, 1'. 94v ", ACT. O.E 570, f. 107. '.'" ACT, O.E 592, 1'. 94. ,,; En [599 se dice que el órgano se alquiló junto a una espadaña, el órgano costó 15 rea­

les y la espadaña 6 reales; ACT, O.E 611, f. 115v. ,,, Concretamente en el año 1575 asistieron ocho cantores, dos seises y dos clerizones. O.E

570. f. 107. En el año 1588 com,ta que los cantores no quisieron cobrar nada por su trabajo.

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invitaba cada año a un fraile predicador, de alguno de los monasterios de Toledo (carmelitas, dominicos ... ) "'.

Después de las Vísperas se daba una colación a los capellanes del hospital, predicador, clérigos de la iglesia de San Juan, cantores y cleri­zones participantes. El ágape solía consistir en alberchigas, que eran una especie de albaricoques, peras, manzanas, confitería y vino.

Francisco Ortiz dejó indicado también en las constituciones que para la procesión de San Agustín, que pasaba todos los años por la calle del hospital, se hiciera una parada delante de la casa, preparando un altar a la entrada del mismo y recibiéndola el capellán junto a los pobres y do­nados.

Esta procesión 260 se realizaba en la ciudad ya desde el siglo XIII cuando en el año 1261 se produjo una plaga de langosta, entonces el cle­ro catedralicio, junto al pueblo toledano salieron en procesión a la Vega para rogar acabara la plaga que amenazaba la cosecha, cuando, cuenta la leyenda, se apareció San Agustín y con su báculo arrojó toda la langosta al río Tajo. Este hecho llevó al cabildo a hacer voto de ir en procesión anualmente el domingo de Cuasimodo hasta el convento de San Agustín. Este monasterio estuvo en un principio en la Solanilla, situándose en 1312 junto a la puerta del Cambrón. La procesión estuvo celebrándose hasta el siglo XIX.

Bien, nuevamente de datos obtenidos del archivo de la catedral'" po­demos entrever cómo se desarrollaba este acto. Como ya decíamos, se ce­lebraba una estación a la puerta del hospital del Nuncio y para ello se adornaba el callejón donde se encontraba el hospital. Peones de la cate­dral y ganapanes, de nuevo, preparaban un tablado y altar, colocaban tari­mas, doseles, tapices y se echaba tomillo, juncia y algunas otras hierbas aromáticas por el suelo 262. En el altar se situaban los objetos litúrgicos que la catedral cedía del Sagrario 263 y dos velas grandes. También se dice que se colocaba una imagen 2"', sin que sepamos cuál era.

A los enfermos ese día se les aseaba decentemente y se les vestía para la ocasión (alquilando los vestidos)''' y a las mujeres se les cubría la ca-

2,1') En 1565 fue un fraile de San Pedro Mártir. (O. E 557, f. 55). En el año 1588 el encar-gado fue el padre fray Amonio de Aragón de la orden del Carmen.

21>0 RAMÓN PARRO, S., Toledo en la mano, op. cit., tm. 11, pp. 86 Y ss. '" ACT. O.E 570. f. 109 Y O. E 592. f. 93v y 94. 'oc ACT.O.E 611. [115. '", AC 6, f. 327. '" ACT, O.E 570. f. 109 . . " ACT, O.E 611. f. 115v.

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beza con tocas. El acto comenzaba con el recibimiento, por parte de los capellanes del hospital, de la procesión. Los enfermos durante la celebra­ción de la estación portaban en sus manos pequeñas velas blancas; una vez terminado el acto, el almuerzo ese día era extraordinario""'.

Este ceremonial no debió de sufrir variación a lo largo de los siglos y en 1747 el cabildo de la catedral discute sobre algunos inconvenientes que se planteaban al situar a los enfermos en el tablado que se preparaba a la puerta del hospital, ya que eran muchas las gentes que acudían allí, las puertas permanecían abiertas todo el día y los enfermos se mostraban muy alterados en el tabladillo, ya que, al verse con ropas nuevas, unido a la cantidad de gente que acudía allí, les excitaba más de lo habitual, ge­nerando una emotividad descontrolada. Siendo el cabildo consciente de la antigüedad de esta tradición acuerdan que:

«se encargue al rector elija algunos enfermos que estén sosegados y vlstíendolos aseadamente, sin los adornos que son causa de que se inquie­ten más, se continúe la dicha costumbre y en lo demás se le encargue ten­ga cerradas las puertas que sabe se necesiten para oviar los inconvenitenes que puede haver» 267.

Tres años después de esto, en 1750 los visitadores siguen planteando al cabildo el mismo problema 2'".

No hemos hallado en el archivo, sin embargo, referencia alguna a la celebración de la fiesta de los Inocentes, como se denominaba al hospital de segundo título, y se llamaba además así también a estos enfermos. Esta fiesta en cambio, sí se celebraba anualmente en los hospitales de Va­lladolid y Sevilla.

El hospital del Nuncio con la desamortización pasaría primero a la Junta Municipal de Beneficencia y posteriormente a la Junta Provincial, pero una vez decretada la supresión de dichas Juntas, el gobierno y admi­nistración de dicho hospital pasó a la Diputación Provincial 2". Ha sido, junto al hospital de Valladolid, los únicos hospitales que han perdurado en el tiempo desde el siglo XV, momento de las primeras fundaciones de estos hospitales. En el año 1977 fue inaugurado el nuevo edificio en la finca La Vinagra, y lamentablemente se decidió cambiar el nombre, pa­sando a llamarse San José. Este cambio de denominación ya lo lamentó el

,M Idcm, f. 115v. !~I AC 67, f. 191 v. '" AC 68, f. 105. 2~" Vid. sobre todos estos cambios MÁRQlJEZ MORENO, M.a D., La asistencia . . , op. cit.,

pp.145 y ss.

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doctor Rafael Sancho de San Román en su artículo (al que me uno), ya que su nombre original era la perduración de 500 años de historia psi­quiátrica en Toledo. Actualmente los enfermos mentales agudos se ingre­san en la Unidad de Salud Mental del Hospital Provincial de la Miseri­cordia, habiendo pasado el otro centro a convertirse en «Residencia social-asistida de San José».

Abreviaturas

AC ACT ADPT AHPT BRABACHT

O.F.

Actas capitulares. Archivo de la catedral de Toledo. Archivo de la Diputación Provincial de Toledo. Archivo Histórico Provincial de Toledo. Boletín de la Real Academia de la Historia, Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Obra y Fábrica.

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