Hoy la democracia se juega en Twitter

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    Hoy la democracia se juegaen Twitter

    El presente texto es una primicia del li-

    bro: C. Cansino, Los #DeclogosHerti-

    cos de @cesarcansino (Mxico, Ocano,

    2012)

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    No es una conjetura ni una ocurrencia, es simplemente la pon-

    deracin de un hecho que est esperando por explicaciones

    persuasivas. Que las redes sociales se han convertido en el es-

    pacio pblico por excelencia del siglo XXI, en la moderna

    gora de deliberacin y confrontacin de ideas y opiniones, es

    una realidad incontrovertible. Pero esta condicin es sufi-

    ciente para postular que la democracia en el futuro se jugarde manera decisiva en las redes sociales? Mi respuesta es un s

    rotundo y definitivo. Veamos por qu.

    1. Quien conoce mi obra sabe que desde hace mucho tiempo

    he defendido una concepcin de la democracia que la percibe

    no slo como una forma de gobierno sino como una forma de

    vida, una forma de sociedad. Este ajuste respecto de las con-

    cepciones dominantes nace de la necesidad de (re)colocar a

    los ciudadanos en el centro de la vida pblica, de restituirles

    su condicin de sujetos polticos, sustrada por los polticos

    profesionales, quienes se arrogan para s ese monopolio. De

    hecho, mi tentativa terica en innumerables libros y ensayos

    ha sido concebir a la poltica como el lugar decisivo de la exis-

    tencia humana, y al espacio pblico como el lugar de encuen-

    tro de los ciudadanos en condiciones mnimas de igualdad y

    libertad, el espacio natural donde los individuos transparen-

    tan (en el sentido de hacer pblicos) sus deseos y anhelos, sus

    frustraciones y congojas, y por esta va instituyen con sus opin-

    iones y percepciones los valores que han de regir al todo so-

    cial, incluidos a los polticos profesionales.[1] Segn esta con-

    cepcin, nada preexiste al momento del encuentro de ciuda-

    danos libres, el momento poltico por antonomasia, sino que

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    es ah, en el intercambio dialgico incluyente y abierto, donde

    se llenan de contenido los valores vinculantes, sin ms guin

    que la propia indeterminacin; o sea, ah donde se encuentran

    individuos radicalmente diferentes (como los que integran a

    cualquier sociedad plural) pueden generarse consensos, pero

    tambin acrecentarse las diferencias. Huelga decir que para

    esta concepcin, todo es politizable, a condicin de que sea de-batible. En suma, segn esta nocin, los verdaderos sujetos de

    la poltica son los ciudadanos desde el momento que externan

    sus opiniones y fijan sus posiciones sobre todo aquello que les

    preocupa e inquieta en su entorno cotidiano.

    2. Lejos de lo que pudiera pensarse, esta forma de vivir la de-

    mocracia siempre ha existido en las democracias realmente ex-

    istentes, desde el momento que slo este tipo de gobierno

    puede asegurar condiciones mnimas de igualdad ante la ley y

    de libertad a los ciudadanos, lo cual resulta indispensables

    para la expresin espontnea y respetuosa de las ideas. Sin em-

    bargo, tambin es verdad que la esfera del poder institucional

    suele ser ocupado por gobernantes y representantes que lejos

    de gobernar en tensin creativa con la sociedad lo hacen en el

    vaco, generndose un corto circuito entre ellos y la sociedad.

    La crisis de las democracias representativas contemporneas

    tiene su estro en este hecho cada vez ms evidente. Desde ci-

    erta tradicin terica, el fenmeno ha sido explicado como

    una colonizacin de la sociedad por los sistemas instrumenta-

    les del poder y el dinero que todo lo avasallan a su paso.[2]

    Otros autores, por su parte, ven en el elitismo de la poltica

    profesional, en cualquiera de sus manifestaciones posibles

    como la oligarqua o la partidocracia, el impedimento para

    que la sociedad sea considerada de manera ms incluyente

    por quienes toman las decisiones en su nombre en una democ-

    racia representativa.[3] Pero independientemente de las expli-

    caciones, lo interesante es sealar que no obstante los factores

    reales del poder que merman el impacto de la sociedad en la

    democracia, confinndola casi siempre a legitimar a los polti-cos profesionales y a los partidos mediante el sufragio, las so-

    ciedades nunca han dejado de expresarse, o sea que siempre,

    en mayor o menor medida, han condicionado el ejercicio del

    poder, necesitado siempre de legitimidad para conducirse. Es

    lo que algunos tericos han denominado la capacidad instituy-

    ente de la sociedad desde sus imaginarios colectivos, o sea

    todo aquello que de manera simblica construyen las socie-

    dades desde su tradicin, su historia, sus percepciones, sus te-mores y su interaccin con otras sociedades.[4] Con lo que

    queda mejor ilustrado mi entendimiento de la democracia

    como un modo de vida. El impacto de esa capacidad o su inten-

    sidad pueden variar de una democracia a otra, pero siempre

    permanece in nuce, ya sea como accin o reaccin, a pesar de

    lo que muchos polticos profesionales quisieran.

    3. Entonces, si la democracia ha de ser concebida cabalmente

    como el gobierno del pueblo, como una moderna repblica

    (res-pblica), y en ese sentido como una forma de sociedad y

    no slo de representacin poltica, la idea de espacio pblico-

    poltico resulta crucial. Sin embargo, por muchas razones, la

    concepcin clsica del gora o la plaza pblica fue minada en

    la modernidad no slo en la prctica sino incluso semntica-

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    mente. As, lo pblico termin asocindose con el Estado, o

    mejor, con el ejercicio del poder, y lo privado, con todo

    aquello que atae a lo social, incluidas sus preferencias polti-

    cas, amn de los consabidos mbitos de lo familiar, lo mercan-

    til o lo religioso.[5] La inversin conceptual est tan introyec-

    tada culturalmente que muchos ciudadanos la asumen a pie

    juntillas, al grado de concebirse a s mismos como apolti-cos, para desmarcarse de los polticos profesionales, los cu-

    ales son percibidos casi siempre como una raza aparte de

    egostas y cnicos. Sin embargo, con la cada del Estado bene-

    factor hace cuatro dcadas (que asuma como suyo el deber de

    procurar bienes y servicios a la sociedad), y con la crisis de la

    democracia representativa (que se expresa en un malestar cre-

    ciente de los ciudadanos al sentirnos cada vez menos represen-

    tados por nuestros gobernantes), las democracias modernashan visto un proceso gradual de activacin social que ha ven-

    ido a restituirle a la sociedad un rol mucho ms destacado que

    al que estaba confinado en el pasado inmediato.[6] Sin duda,

    en ese proceso jugaron un papel decisivo las sociedades en los

    pases comunistas en los aos noventa del siglo pasado, que

    decidieron asaltar las plazas y las calles para demandar las lib-

    ertades que les negaron sus dictaduras durante dcadas. La

    cada del Muro de Berln es por ello el smbolo inequvoco noslo del derrumbe de los regmenes comunistas sino tambin

    del resurgimiento de la sociedad en clave postotalitaria. De

    ah en adelante, las sociedades en las democracias viejas y nue-

    vas se han venido activando y movilizando con distintas inten-

    sidades y modalidades, recuperando para s un protagonismo

    poltico que los inquilinos del poder les haban sustrado

    arbitrariamente.[7] Incluso antes del crucial 1989, muchas de-

    mocracias occidentales experimentaron grandes movilizacio-

    nes sociales por reivindicaciones de todo tipo hasta entonces

    ignoradas o pospuestas en los andamiajes normativos de sus

    naciones, como los derechos de las mujeres, de los homosexu-

    ales, de los jvenes, o por cuestiones ecolgicas, entre muchas

    otras causas. Posteriormente, las sociedades comenzaron aagruparse en organizaciones no gubernamentales (ONGs)

    para tomar en sus manos la defensa de derechos de todo tipo

    insuficientemente garantizados por sus Estados o para impul-

    sar proyectos e iniciativas que consideraban necesarios, pero

    que olmpicamente haban sido desentendidos o ignorados

    por las autoridades. Al tiempo que este proceso avanzaba en

    todas partes, aportando una energa social indita a los mbi-

    tos de decisin vinculantes, y acotando por esa va al poderocupado por partidos y gobernantes, emerge un nuevo ingredi-

    ente que viene a complementar e incluso a modificar radical-

    mente el espacio pblico-poltico tal y como se conoci hasta

    entonces: las as llamadas redes sociales.

    4. Por efecto de la irrupcin de las sociedades democrticas en

    los asuntos pblicos, mediante la deliberacin colectiva de

    todo aquello que les atae, o incluso mediante la gestin de bi-

    enes colectivos, lo pblico dej de ser competencia exclusiva

    de lo estatal. De hecho, en las democracias modernas cada vez

    ms lo poltico est contenido en lo social, y las sociedades

    son cada vez ms protagonistas de su historia. Sin embargo,

    poner las cosas en esos trminos ha tenido que enfrentar

    fuertes resistencias por parte de los enfoques tericos domi-

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    nantes en las ciencias sociales y las humanidades, casadas con

    preconcepciones institucionalistas o estatalistas que le conce-

    den poco espacio o impacto a la cuestin social. Justo por esas

    resistencias he tenido que decretar sin miramientos la muerte

    de la ciencia poltica en un libro al mismo tiempo premiado y

    denostado por mis pares intelectuales.[8] Para esas perspecti-

    vas cerradas y dogmticas en el plano emprico, una con-cepcin alternativa como la que he resumido aqu resultaba

    no slo incmoda sino incluso radical. Puesto en esos trmi-

    nos, su alegato no deja de ser curioso porque en su perspec-

    tiva lo radical no es otra cosa que lo que en realidad es consus-

    tancial a la democracia y que le haba sido negado terica-

    mente, o sea volver a colocar a la sociedad en el centro de lo

    pblico-poltico. Puede haber algo ms bsico y elemental

    que eso? Claro que no, pero las rigideces de los paradigmas ci-entificistas dominantes les impiden a sus partidarios ver lo evi-

    dente. Ciertamente, una perspectiva como la ma tiene un com-

    ponente de radicalidad que asusta a los cientficos porque

    rompe todos sus esquemas y certidumbres: la indetermina-

    cin de la democracia. En efecto, concebir a la democracia no

    slo como una forma de gobierno sino tambin como una

    forma de vida implica asumir sin reservas la total indetermina-

    cin de la democracia, desde el instante en que se acepta quenada preexiste al momento de encuentro de individuos libres

    y radicalmente diferentes, o sea que slo en el espacio

    pblico-poltico se definen y redefinen permanentemente los

    valores y los contenidos de esos valores que han de articular al

    todo social. Siguiendo con esta lgica, debemos aceptar que

    las sociedades no siempre elijen lo mejor para ellas sino con

    frecuencia optan por retrocesos en sus propias libertades y

    conquistas. Se trata de un elemento de incerteza al que no se

    puede renunciar si es que realmente nos asumimos como

    demcratas o si se prefiere como demcratas radicales. Cabe

    recordar que pretender mantener lo social bajo control, en el

    marco de un guin preconcebido, es un rasgo propio de men-

    talidades totalitarias. De hecho, como bien nos ense la msgrande filsofa de todos los tiempos, Hannah Arendt, la nica

    manera de entender a cabalidad la democracia es conci-

    bindola como el justo opuesto del totalitarismo.[9] Ahora

    bien, adscribirse a esa concepcin alternativa de la democra-

    cia exige abandonar las perspectivas deterministas, institu-

    cionalistas o formalistas largamente dominantes en las cien-

    cias sociales, incapaces de aprehender la dimensin simblica

    de la democracia, que no es otra cosa que lo que las socie-dades quieren, sus anhelos, sus deseos, sus aspiraciones Y

    eso no se registra con sondeos cuantitativos sino simplemente

    con la experiencia, con la ocupacin simblica, como lo hace

    cualquier ciudadano, de la calle, la plaza pblica y de cu-

    alquier otro espacio de interaccin social. Obviamente, pensar

    lo pblico-poltico en la actualidad no puede hacerse sin con-

    siderar a las nuevas redes sociales, la moderna gora virtual

    de la democracia.

    5. A veces me pregunto qu hubieran pensado los precursores

    intelectuales de esta manera alternativa de concebir la democ-

    racia, como Castoriadis, Lefort y la propia Arendt, si les hu-

    biera tocado en vida ver y participar de las redes sociales que

    hoy han irrumpido masivamente en nuestras sociedades. Creo

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    que todos veran cristalizadas en ellas sus principales tesis so-

    bre la democracia como forma de vida. Y es que de algn

    modo las redes sociales restituyen a los ciudadanos una cen-

    tralidad simblica que les haba sido escamoteada en la prc-

    tica cotidiana de las democracias realmente existentes. Como

    es sabido, lo que distingue a las democracias de los modernos

    de las democracias de los antiguos es la representacin.[10] Sien la antigedad griega los ciudadanos podan dirimir directa-

    mente los asuntos de la polis, la complejidad de las sociedades

    modernas exiga incorporar mecanismos indirectos de repre-

    sentacin para encausar la voluntad de los ciudadanos. Los ja-

    cobinos se dieron cuenta muy pronto que la voluntad general

    nacida caticamente de la Asamblea poda conducir a una

    nueva tirana, tan cruel y voraz como la de los monarcas abso-

    lutos que se intentaba derrocar, la tirana de las mayoras. Poreso, despus de la malograda experiencia revolucionaria

    francesa, los primeros experimentos exitosos de democracia

    la inglesa y la estadounidense, tuvieron como eje la idea

    moderna de la representatividad. Una frmula que permiti al

    mismo tiempo preservar las ideas ilustradas de la soberana

    del pueblo y la supremaca de los derechos individuales, y con-

    ferir a la sociedad una forma de estructuracin poltica

    legtima y promisoria. Sin embargo, la representacin consin-ti la afirmacin de lites partidistas que con el paso del

    tiempo terminaron monopolizando el quehacer poltico, rele-

    gando nuevamente a la sociedad a roles accesorios, como la

    legitimacin mediante el sufragio de las propias lites. Por

    ello, si las democracias modernas ests en crisis es porque los

    ciudadanos nos sentimos cada vez menos representados por

    nuestros representantes, o sea es una crisis de representacin,

    caracterizada por un alejamiento o incluso un corto circuito

    entre representantes y representados.[11] Pero como suele

    suceder, el malestar social se ha abierto paso frente a la igno-

    minia. Primero fueron los movimientos sociales, luego la socie-

    dad volcndose en las plazas pblicas, luego organizndose en

    ONGs, y ahora ocupando las redes sociales, gracias a la masifi-cacin de las nuevas tecnologas de la informacin. En esta

    perspectiva, las redes sociales constituyen la nueva gora, el

    lugar donde se construye cotidianamente la ciudadana y se

    definen los valores sociales. Las redes sociales nos recuerdan

    que la democracia no puede edificarse en el vaco, sino en con-

    tacto permanente con la sociedad. Si la representatividad fue

    la frmula que permiti que la democracia como forma de go-

    bierno se concretara en sociedades complejas como las moder-nas, las redes sociales son el vehculo moderno que restituye a

    la sociedad su centralidad y protagonismo frente a los dficits

    de representatividad que acusaba desde hace tiempo. Adems,

    no poda ser de otra manera, pues si las sociedades modernas

    se han vuelto cada vez ms complejas, es decir ms pobladas,

    plurales, activas y heterogneas, sus formas de expresin no

    podan limitarse a lo local, sino que para trascender deban ir-

    rumpir en el mundo complejo y global de las comunicacionesque slo las redes sociales pueden ofrecer. Por eso, si en algn

    lugar se juega hoy la democracia, entendida como el espacio

    pblico donde los ciudadanos deliberan desde su radical difer-

    encia sobre todos los asuntos que les ataen, es en las redes

    sociales, un puente poderoso que pone en contacto en tiempo

    real a millones de individuos. Huelga decir que la comunica-

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    cin que fluye en las redes sociales es abierta y libre, pues es

    un espacio ocupado por los propios usuarios sin ms condi-

    cionante o lmite que su propia capacidad de expresarse. Y no

    es que las redes sociales vayan a ocupar el lugar que hoy

    ocupa la representacin poltica, sino que la complementa, la

    estimula, por cuanto sus mensajes y contenidos ya no pueden

    ser ignorados por los gobernantes so riesgo de ser exhibidos yenjuiciados pblicamente en estos modernos tribunales vir-

    tuales. De hecho, los polticos profesionales estn cada vez

    ms preocupados por el impacto de las redes sociales, se sa-

    ben vigilados, observados, y finalmente intuyen que ya no pue-

    den gobernar a espaldas de la ciudadana. Muchos quieren en-

    trar en las redes sociales, congraciarse con sus usuarios, ser

    populares, pero no saben cmo hacerlo, pues los usuarios de

    las redes no se dejan engaar fcilmente, la crtica puede serimplacable. De algn modo, las redes sociales llenan de con-

    tenido esa idea clsica de que el poder est en vilo, me refiero

    al poder ocupado por los polticos profesionales, pues su per-

    manencia o cada depende siempre de una sociedad cada vez

    ms crtica, informada y participativa.[12] Los polticos profe-

    sionales se han dado cuenta por la irrupcin de la sociedad en

    las redes sociales, que ya no pueden apropiarse arbitraria-

    mente de la poltica, pues la poltica est hoy ms que nuncaen todas partes. En suma, las redes sociales reivindican al ciu-

    dadano, lo visibilizan frente a la sordina consuetudinaria de

    los polticos profesionales.

    6. Por qu este rol que hoy desempean las redes sociales no

    lo realizaron antes otros medios de comunicacin, como la ra-

    dio y la TV? La pregunta tiene sentido, pues mucho antes que

    llegaran las redes sociales lo hicieron los medios electrnicos,

    mismos que nunca pudieron convertirse en un foro autntico

    de y para los ciudadanos, pese a que muy pronto invadieron

    todos los hogares. Ciertamente, tanto los medios tradicionales

    (la prensa, la radio y la TV), como las redes sociales (Twitter,

    Facebook y otras), son medios de comunicacin, pero sera unerror meterlos en el mismo saco. La primera diferencia es que

    los medios tradicionales siempre han sido ajenos a la socie-

    dad, siempre han respondido a los intereses de sus dueos,

    por lo que la comunicacin que emiten es unidireccional, verti-

    cal, del medio al receptor, sin posibilidad alguna de interac-

    cin o dilogo con la sociedad. La TV y la radio pueden tener

    pblicos cautivos y hasta fieles seguidores o incluso telfonos

    en el estudio para retroalimentarse de sus audiencias, pero surazn de ser es comunicar desde los particulares intereses y

    valores que representan y buscan preservar. Por su parte, las

    redes sociales surgieron en Internet con la idea de conectar si-

    multneamente a miles de personas de manera horizontal,

    desde sus propios intereses y necesidades, sin mayor lmite

    que su creatividad. En ese sentido, aunque Twitter o Facebook

    tienen dueos y sus acciones cotizan en la bolsa, su xito re-

    side precisamente en la libertad que aseguran a sus usuariospara comunicarse entre s, al grado de que son los propios

    usuarios los que terminan ocupando las redes sociales desde

    sus propios intereses. Desde cierta perspectiva, si los medios

    tradicionales se convirtieron en el cuarto poder en la era mod-

    erna, dada su enorme penetracin social y capacidad de influ-

    encia; las redes sociales se han convertido repentinamente en

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    un quinto poder, un poder detentado por la ciudadana por el

    simple hecho de ejercer ah de manera directa y masiva su

    derecho a expresarse, a opinar de todo aquello que le inquieta.

    Por eso, si hay un lugar donde hoy se materializa la as lla-

    mada accin comunicativa que alguna vez vislumbr el

    filsofo Habermas, o sea la comunicacin no interesada, hori-

    zontal, dialgica entre pares y libre del dominio de los siste-mas instrumentales, ese es precisamente el que hoy ocupan

    las redes sociales,[13] aunque an estn en espera de mayores

    y mejores teorizaciones como las que han concitado durante

    dcadas los medios tradicionales, sobre todo con respecto a su

    relacin con la poltica y la democracia. Pero la tarea no es

    fcil. Ni siquiera tratndose de los medios tradicionales existe

    todava consenso sobre la manera que impactan o influyen en

    la democracia. Para unos, los apocalpticos, como GiovanniSartori, la TV lleg muy temprano a la humanidad y se ha vu-

    elto contra ella, no slo porque marca una involucin

    biolgica del homo sapiens al homo videns, sino porque ali-

    mentan la ignorancia y la apata de una sociedad, lo cual es ap-

    rovechado por los polticos para manipularla de acuerdo a sus

    propios intereses.[14] Para otros, algunos posmodernos y cul-

    turalistas, como Gianni Vattimo, la TV ampli el espectro de

    la mirada de los ciudadanos, por lo que acerc a los polticos ala sociedad, los volvi ms humanos y en consecuencia suscep-

    tibles de crtica y juicio, amn de que ofreci a los especta-

    dores nuevos referentes provenientes de otras realidades lo

    que les permiti, por simple contrastacin, reconocer los

    lmites y deficiencias de la suya.[15] Como quiera que sea, las

    preocupaciones intelectuales de lo que hoy se conoce como

    videopoltica o teledemocracia no son las de las redes soci-

    ales. Ms an, estos debates se volvern obsoletos conforme

    las redes sociales se vayan imponiendo en el gusto y el inters

    de las sociedades contemporneas. No digo que los medios tra-

    dicionales desaparecern o dejarn de tener sbitamente el im-

    pacto que hoy tienen, pero s es un hecho que las redes socia-

    les, por sus caractersticas intrnsecas asociadas a la libre ex-presin de las ideas, terminarn impactando y hasta coloni-

    zando a los medios tradicionales. De hecho ya lo hacen, con

    frecuencia stos aluden a lo que se dice en Twitter o Facebook

    para tener una idea ms precisa de lo que interesa y preocupa

    a la sociedad, y saben que permanecer al margen de las redes

    sociales los aislar sin remedio. No olvidemos adems, que lo

    que se dice en los medios tradicionales tambin es motivo de

    deliberacin pblica para las propias redes sociales. Por ello,si hay una problemtica a dilucidar asociada con el extraordi-

    nario avance de las redes sociales en las democracias moder-

    nas, no es si stas manipulan o desinforman o no lo hacen,

    como se discute a propsito de los medios tradicionales, sino

    hasta qu punto podrn desarrollarse como espejos de la socie-

    dad, como tribunales de la poltica institucional, antes que los

    poderes fcticos busquen minimizar su impacto mediante

    regulaciones y controles de todo tipo. De ese tamao es eldesafo que las redes sociales han abierto casi silenciosamente

    para los intereses de los poderosos, as como los riesgos que

    entraa su inusitado crecimiento.

    7. Llegados a este punto, conviene precisar que no todas las re-

    des sociales existentes en la supercarretera de la informacin

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    estn dotadas de las caractersticas necesarias para conver-

    tirse en lo que aqu he llamado el lugar decisivo de la democra-

    cia. Ante todo, tienen que ser populares, pues de lo que se

    trata es de propiciar la interaccin abierta y plural de miles de

    usuarios en tiempo real. En la actualidad, las nicas dos redes

    sociales que cumplen este requisito son Twitter y Facebook, y

    al parecer ninguna otra de las muchas que existen en internetparece amenazar su hegemona. Ahora bien, no obstante que

    Facebook lleg primero, ha venido perdiendo adeptos frente

    al rpido crecimiento de Twitter, y creo no exagerar al decir

    que slo es cuestin de tiempo para que Twitter desplace de-

    finitivamente a Facebook y se convierta en la red social ms

    popular a nivel mundial. Huelga decir que esta tendencia se

    debe ante todo a las caractersticas intrnsecas de Twitter y de

    las que adolece Facebook, y que adems lo aproximan ms ala idea de espacio pblico que aqu he defendido. En efecto,

    Facebook naci como un medio para poner en contacto a ami-

    gos y conocidos, y en buena medida as se ha mantenido, en

    cambio Twitter naci para poner en contacto a individuos en-

    tre s simplemente porque resulta interesante o enriquecedor

    tenerlos como interlocutores. Adems, la frmula de los 140

    caracteres por tweet posibilit la interaccin gil, dinmica y

    abierta de todos con todos, materializando la idea de un goradonde todos pueden opinar y ser escuchados. Asimismo, tener

    la posibilidad de participar de los TT (trending topics o temas

    que marcan tendencia) y debatir de todo aquello que preo-

    cupa a la sociedad en tiempo real, generando una suerte de

    termmetro de los intereses sociales, abona al potencial de

    Twitter respecto de otras redes sociales. Por estas y muchas

    otras virtudes es que sostengo que la democracia se jugar

    cada vez ms en Twitter. De hecho, el potencial de Twitter ha

    quedado ya de manifiesto en las mltiples expresiones de in-

    dignacin que tuvieron lugar en varias partes del mundo a lo

    largo de 2011, ya sea convocando a movilizaciones o simple-

    mente repudiando a los tiranos y presionando para derrocar-

    los. Si Twitter ha contribuido a todo ello, imagnense lo quepuede hacer en una eleccin, exhibiendo las contradicciones

    de los candidatos, reprobando sus dichos y acciones, o elogi-

    ando la sensatez y la capacidad de otros. Se podr objetar que

    las redes sociales siguen siendo irrelevantes frente a las

    poderosas audiencias que an conservan los medios tradicion-

    ales, o que los usuarios de Twitter son todava un porcentaje

    muy reducido de la poblacin de un pas, lo cual es hasta ci-

    erto punto cierto, pero los grandes cambios ocurren cuandohay una masa crtica capaz de impulsarlos, y hoy esa masa

    crtica reside invariablemente en Twitter.

    8. Sin embargo, en un mundo de intereses tan poderosos, las

    redes sociales pueden ser vctimas de su propio xito. No es

    descabellado suponer que tarde o temprano alguien buscar

    neutralizar su impacto, mediante regulaciones y controles lega-

    les de todo tipo, con lo que perdern la frescura y la inde-

    pendencia que hoy disfrutan. De hecho, al estar inmersas en el

    mercado, ya existen en Twitter mecanismos velados de cen-

    sura para modificar los TT por daar la imagen de un poltico

    o un partido. La lgica es simple, si un TT puede comprarse

    por parte de firmas comerciales para promocionar productos

    y servicios, tambin pueden ser comprados por los polticos

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    para los mismos propsitos. Asimismo, si los TT pueden com-

    prarse es lgico que tambin haya interesados en erogar din-

    ero para que algunos temas desaparezcan del TT cuando afec-

    tan a alguien. Este tipo de censura ya se ha desplegado en

    Twitter, que no por ser una red social ocupada libremente por

    los usuarios, deja de ser un negocio multimillonario. Sin duda,

    este tipo de cuestiones minan la credibilidad de Twitter, peroes un riesgo inminente que, paradjicamente, toca a los

    propios usuarios denunciar, exhibir y hasta castigar con su

    eventual abandono en casos extremos, lo que amenazara la

    propia rentabilidad comercial de Twitter. Adems de estas

    prcticas, han emergido otras igualmente dainas, como la

    compra indiscriminada de seguidores virtuales por parte so-

    bre todo de polticos profesionales para mostrarse con ello

    muy populares, o la creacin de bots o rplicas mediante lascuales esos mismos polticos reproducen mensajes de apoyo

    para s mismos o crticas a sus adversarios, en un juego per-

    verso de simulaciones que contamina la comunicacin en Twit-

    ter. Como quiera que sea, parece que los propios usuarios de

    esta red social han creado sus propias vacunas para denunciar

    y exhibir este tipo de conductas. De lo que se desprende que el

    potencial de las redes sociales como espacios genuinos de de-

    liberacin pblica depende en buena medida de la responsa-bilidad con la que se muevan en ellos sus propios usuarios. En

    esa perspectiva, y dicho a ttulo personal, soy partidario de

    que los usuarios de Twitter lo hagan con sus nombres y apel-

    lidos verdaderos y no de manera annima, o sea con nombres

    ficticios o seudnimos, pues en esa medida las opiniones ga-

    nan en credibilidad, y el debate se vuelve ms transparente y

    democrtico.

    9. Suele pensarse que el primero en utilizar a su favor el poten-

    cial de algo desconocido hasta entonces marcar una tenden-

    cia o un patrn. Sin duda ese fue el caso de la campaa presi-

    dencial de Barack Obama, quien supo aprovechar las redes so-

    ciales, en particular Facebook, para ganar la presidencia de Es-

    tados Unidos en 2008. El caso de Obama ha motivado mlti-

    ples estudios y libros al grado de considerarlo un paradigma

    de xito de lo que hoy se conoce como cibercampaa.[16]

    Ninguna campaa antes de sta fue capaz de aglutinar por

    internet a tantos simpatizantes, recaudar tanto dinero para la

    propia campaa, y mantener un contacto tan directo y

    permanente con los votantes, elementos todos que sin duda

    redituaron en el contundente triunfo de Obama. Sin embargo,

    se equivocan rotundamente quienes creen ver en esta experi-

    encia el modelo a seguir para desarrollar campaas exitosas

    en la nueva era de la informacin. Y esto es as por una simple

    razn, las redes sociales cambian tan vertiginosamente como

    las propias tecnologas informticas. Hoy, por ejemplo, a difer-

    encia de la campaa de Obama, ms que apoyarse en Face-

    book para conectar con sus simpatizantes, un candidato en

    campaa deber hacerlo por Twitter si es que realmente

    quiere trascender. Ello se debe a que Twitter ha desplazado a

    Facebook en lo que al debate de los asuntos pblicos se refi-

    ere, y ofrece de inmediato, gracias a los TT que genera perma-

    nentemente, un barmetro que mide el impacto de los con-

    tendientes. Empero, no hay nada ms difcil para un poltico

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    en campaa que conquistar a los tuiteros, que suelen ser crti-

    cos y perspicaces, y que saben o intuyen que sus opiniones

    trascienden a la sociedad en su conjunto y pueden cambiar el

    rumbo de una eleccin, sobre todo en el contexto de comicios

    con amplios mrgenes de indecisos, debido a una pobre oferta

    poltica o partidista. Una cosa es cierta, las elecciones en el fu-

    turo se jugarn cada vez ms en Twitter y cada vez menos enlos medios tradicionales o en los mtines o plazas pblicas.

    10. Hay muchas razones para anticipar que ste ser pre-

    cisamente el caso de las elecciones que tendrn lugar en

    Mxico para elegir presidente de la Repblica el 1 de julio de

    2012. He aqu las ms importantes: a) prevalece una amplia

    franja de indecisos (segn clculos de alrededor del 50 por ci-

    ento) del electorado y de ellos un buen porcentaje son tuiteros

    en busca de definicin; b) el 70 por ciento de los indecisos son

    jvenes, como el 90 por ciento de los tuiteros, y el voto joven

    siempre ha sido decisivo en las elecciones en Mxico en la era

    postautoritaria; c) un buen porcentaje de los tuiteros consti-

    tuye lo que se conoce como la masa crtica de una sociedad,

    capaz de impulsar y estimular los cambios que el pas req-

    uiere, amn de que han hecho de Twitter su medio natural de

    expresin y deliberacin pblica; d) a diferencia de las eleccio-

    nes en el pasado inmediato, ahora los medios tradicionales

    jugarn un papel secundario, pues la nueva ley electoral les

    prohbe hacer cualquier tipo de proselitismo durante las cam-

    paas, mientras que TW permanece todava libre de controles

    y regulaciones, o sea slo pertenece a quien lo habita; e) al ser

    un espacio pblico abierto y horizontal, la moderna gora de

    deliberacin ciudadana, Twitter constituye el espejo ms

    veraz de las percepciones sociales; nadie puede abstraerse de

    lo que ah se defina, ni los polticos, ni los partidos ni los

    propios medios tradicionales; f) ni los polticos que con dinero

    manipulan los TT podrn imponer su voluntad sobre la de mil-

    lones de tuiteros; pues stos han creado sus propios mecanis-

    mos para exhibir a los tramposos; g) slo en Twitter se exhi-birn sin censura los claroscuros de los candidatos, sus defec-

    tos y virtudes, cuestin que sin duda influir en las preferen-

    cias electorales; h) Twitter se ha convertido en el medio de so-

    cializacin poltica ms influyente, muy por encima de Face-

    book, sobre todo entre la poblacin joven y universitaria; i) los

    medios tradicionales no pueden permanecer indiferentes a

    Twitter so riesgo de mostrarse parciales y perder credibilidad;

    y j) lo que se dice en Twitter impacta cada vez ms a la socie-dad e incluso empieza a colonizar a otros medios de comunica-

    cin tradicionales, los cuales ya se dieron cuenta que permane-

    cer al margen de Twitter es condenarse al aislamiento y el

    olvido.[17]

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    [1] Vase en particular C. Cansino, La revuelta silenciosa. De-

    mocracia, espacio pblico y ciudadana en Amrica Latina,

    Mxico, BUA, 2010.

    [2] Vase en particular J. Habermas, Teora de la accin comu-

    nicativa, 2 vols., Madrid, Taurus, 1987 y J. Habermas, Factici-

    dad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrtico de

    derecho en trminos de teora del discurso, Madrid, Trotta,

    1998.

    [3] Vase, por ejemplo, U. Rdel, G. Frankenberg y H. Dubiel,

    Die demokratische Frage, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1989.

    [4] C. Castoriadis, La institucin imaginaria de la sociedad,

    Madrid, Tusquets, 1980.

    [5] Para mayores elementos sobre este particular remito a C.

    Cansino, Estado, voz para el Lxico de la Poltica (eds. L.

    Baca, J. Bokser, I. H. Cisneros, et. al.), Mxico, UNAM/

    FLACSO/FCE, pp. 222-229.

    [6] Vase sobre este tema P. Rossanvalon, La nueva cuestin

    social: repensar el Estado providencia, Buenos Aires, Manan-

    tial, 1998

    [7] Vase al respecto, C. Cansino y S. Pineda (coords.), La mod-

    ernidad exhausta. Posiciones sobre nuestro tiempo veinte

    aos despus de la cada del Muro de Berln, Mxico, UACJ,

    2012.

    [8] C. Cansino, La muerte de la ciencia poltica, Buenos Aires,

    Debate, 2008.

    [9] H. Arendt, Los orgenes del totalitarismo, Madrid, Taurus,

    1974.

    [10] La cuestin fue puesta en esos trminos por G. Sartori,

    Democratic Theory, Michigan, Wayne State University Press,

    1965.

    [11] Al respecto vase C. Cansino, La crisis de la democracia

    representativa y la moderna cuestin social, Revista de la Uni-

    versidad de Mxico, Mxico, UNAM, nms. 588-589, enero-

    febrero de 2000, pp. 45-47.

    [12] Vase al respecto, C. Lefort, La invencin de la democra-

    cia, Mxico, FCE, 1990 y A. Maestre, El poder en vilo, Madrid,

    Tecnos, 1994.

    [13] J. Habermas, La teora de la, cit.

    [14] G. Sartori, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Ma-

    drid, Taurus, 1997.

    [15] G. Vattimo, Pero el Apocalipsis no llegar por los mass-

    media, Topodrilo, Mxico, UAM-Iztapalapa, nm. 3, julio de

    1988, pp. 23-25

    [16] Vase, por ejemplo, R. Harfoush, Yes we did. Cmo con-struimos la marca Obama a travs de las redes sociales, Ma-

    drid, Gestin, 2010.

    [17] Los datos aqu reproducidos fueron obtenidos de diversas

    pginas y blogs especializadas en el comportamiento de Twit-

    ter, como eduarea.wordpress.com o estwitter.com

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