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    Las guacas y la colonización de la interioridad en la

    Instrucción de Cristóbal de Albornoz

    Ignacio Aragües y [email protected]

    En el segundo capítulo de El continente vacío , Eduardo Subirats

    propone la distinción de tres etapas en la conquista de América “definidascon arreglo a un criterio político, militar y jurídico, y asimismo simbólicoy filosófico” (1994: 77). Subirats da especial importancia en esta

    periodización a la forma en que la otredad americana es percibida y pensada por el colonizador europeo. Así, en el primer período, al que elautor define como “el momento heroico de la conquista” (57), la

    colonización tiene un carácter bélico y su modelo es el de la Guerra Santalibrada contra los enemigos del cristianismo; el indígena americano queda,

    por tanto, equiparado a esos enemigos y es “la desconocida otredad a la que

    el cristiano europeo proyectaba su propio imaginario mitológico ehistórico, luego de embargarle sus bienes y su lengua, y también sumemoria histórica” (76). En un segundo momento, que se identifica con los

    discursos de “crítica reformista” como el de Bartolomé de Las Casas, el

    nativo americano pasa a ser considerado como un “sujeto vacío”, con una

    “conciencia inofensiva e ingenua”, y “teóricamente redimido en la fe” (76).

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    En la tercera etapa, se reconoce por primera vez la existencia real del

    otro americano y sus formas de oposición a los invasores. Se formulaentonces, desde la autoridad colonial y eclesiástica, “un programa expresode reconocimiento del indígena en su realidad histórica, ética, psicológica ysocial, o sea, una antropología teológica con fines pragmáticos de propaganda, catequesis y transformación sacramental de las formas devida” (Subirats, 1994: 77). La Instrucción para descubrir todas las guacasdel Pirú y sus camayos y haziendas , de Cristóbal de Albornoz, se inscribeen esta tercera etapa, dado que plantea un análisis detallado de la alteridadcomo sustento de un accionar político-religioso cuyo objeto es consolidarun poder colonial que ya no se concibe sólo como opresión física, sinotambién como reemplazo violento de una cosmovisión por otra.

    Evidentemente, el concepto de guaca tendrá en el texto de

    Albornoz una importancia central; sin embargo, el autor no lo define másque de forma extensional, enumerando sus “muchos géneros”. La lista

    incluye elementos tan heterogéneos como piedras, torbellinos, momias,frutos, lugares peligrosos en los caminos y uñas de los Incas. Albornozmuestra como estos, y otros, pueden adquirir un carácter sagrado para losindígenas, pero no se ocupa de analizar la forma en que esta sacralidad

    funciona dentro de una cosmovisión. Su texto está orientado a la praxis, pensado como guía para las autoridades eclesiásticas.

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    Así, si bien podemos afirmar con Subirats que hay un cambio en la

    visión del colonizador, debemos evaluar con cuidado la dimensión de esecambio. A diferencia de los primeros cronistas, Albornoz ya no utiliza losmodelos traídos desde Europa para analizar la religión andina. No llama,

    por ejemplo, “mezquitas” a los centros de adoración, y no vacila en

    incorporar numerosos términos indígenas para individualizar cada una delas guacas; no busca “encubrir” sino “descubrir” las creencias de los

    habitantes de Perú. Esto, sin embargo, no apunta a una labor puramenteantropológica sino a la producción de un conocimiento preciso que puedautilizarse para la destrucción del Otro, entendido ahora no sólo como algodiferente , sino como antagonista directo en el campo simbólico de losagrado.

    Roger Bartra, en El salvaje artificial , nos dice que “En el siglo XVI

    el más extendido símbolo para comprender al Otro no era el salvaje: era lafigura maligna del demonio” (1997: 67). Tal figura está presente, en

    particular, en la Apologética historia de Las Casas, cuyas tesis reciben lainfluencia de los tratados sobre brujería y demonología de la época. Si bienel fraile vincula los cultos indígenas con lo demoníaco, también losidentifica como una desviación de la religión verdadera, que puede llegar a

    ser reversible. En esta propuesta se basan las campañas evangelizadorascomo la de Albornoz, cuyo fin último es la destrucción absoluta de lascreencias que tienen a los indígenas “prevertidos y apartados de nuestra fee

    y religión cr istiana” (1989: 192). Así, aunque el horizonte de Albornoz essin duda más amplio que el de los primeros cronistas-conquistadores, su

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    texto sigue muy ligado a los antecedentes europeos. Los manuales de caza

    de brujas funcionan como su hipotexto, no ya proporcionando losarquetipos para encasillar al Otro, sino los mecanismos necesarios para producir nuevas interpretaciones.

    En este sentido, resulta importante la utilización que hace Albornozde la palabra “descubrir”, término de profundas connotaciones en loreferido a la historia colonial de América. Colón puede ser considerado,

    desde el punto de vista europeo, como un descubridor en tanto, de maneracasi accidental, vuelve conocido lo desconocido. Pero también (teniendo encuenta lo expuesto por Edmundo O‟Gorman en La invención de América )el acto de Colón puede interpretarse como des-cubrimiento de aquello quese sabía existente, pero permanecía oculto (2006: 72-73). En esta segundaacepción Albornoz define su tarea, como investigador de una verdad cuyos

    medios principales son el reconocimiento de signos y los interrogatorios,dos métodos que provienen de la tradición inquisitorial europea.

    En conjunto con los testimonios, el análisis de los signos externos proporciona al inquisidor un instrumento para reconocer a los herejes y brujas, cuyas verdaderas convicciones permanecen por naturaleza ocultas.En el caso de las brujas, se las puede reconocer por marcas físicas, o por el

    hecho, mencionado en el Malleus maleficarum , de que no lloran durante lassesiones de tortura. La teoría semiológica agustiniana, también recogida enel Malleus , sostiene que los signos del alma se manifiestan en el cuerpo, yes por este medio que el Demonio, que tiene vedado el acceso a la mentedel hombre, puede conocer sus pensamientos (2005: 176). Por otra parte,

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    en el Manual de los inquisidores se dice: “Los hereges son muy astutos

    para disimular sus errores, afectan santidad, y vierten fingidas lágrimas[…] Un inquisidor se debe armar contra todas estas mañas, suponiendosiempre que le quieren engañar” (1983: 17).

    Así también Albornoz elabora, además de la lista de guacas, una deacciones y signos sospechosos: entre ellos diversos bailes, ceremonias, juegos y ornamentos corporales. Pero hay más en esta enumeración que la

    presunción de culpabilidad planteada por los manuales mencionados.Albornoz lista todo aquello que remite a la tradición incaica y que resultaincomprensible a los ojos del conquistador. Las guacas son el elementocentral de la apostasía, pero perviven como un resto del pasado; todo lo quese vincule con ese pasado es por tanto sospechoso. De esta forma, el escritode Albornoz se plantea una acción colonizadora que va más allá de la mera

    sujeción física, y que apunta a dominar también la memoria de los pueblos.Como vemos, el molde de este accionar lo proporciona el afán de totalidaddel cristianismo, que en la misma época era llevado también a sus extremosmás violentos en Europa. El mismo afán está en las bases del totalitarismoen sus variantes contemporáneas, puesto que la obsesión es la misma:conocer los pensamientos íntimos, verdaderos, que cada persona encierra

    en sí misma, y cuyas únicas evidencias son los signos visibles, nunca deltodo confiables, puesto que pueden ser manipulados y simulados.

    También los interrogatorios proporcionan a los inquisidores unmedio para llegar oblicuamente a la interioridad de los sospechosos. El

    Manual de los inquisidores detalla instrucciones al respecto; la fuente deAlbornoz, sin embargo, parece ser otra: “Desto s dogmatizadores del diablo

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    la comunidad tiene en poco la guaca que una vez fue vencida” (196). Sin

    embargo, en su concepción, el combate es un proceso con un término, la“extirpación” de las idolatrías. Franklin Pease explica que en la

    cosmovisión incaica, cuya concepción del tiempo era cíclica y no lineal, el paso de una edad del mundo a otra se relacionaba con uno de estosconflictos de orden divino. Cuando una huaca es vencida por otra, seinaugura una nueva edad; sin embargo “una secuencia cíclica no significa

    la eliminaciónde las divinidades “vencidas” [… ] permanecen, aunquevaríe su influencia o susituación “jerárquica” en el contexto de lo sagrado”(1999: 141).

    Como método de acción para los clérigos, Albornoz prescribe losinterrogatorios, el análisis de las actitudes de los indígenas, la averiguaciónde la existencia de guacas y, siempre que sea posible, su destrucción. Por

    ejemplo, recomienda “destruir estos gualparicos aunque sean de valor porque, en biéndolos, les biene a la memoria los ritos pasados” (172). En

    otros casos, como el de losormaychicos , “Es imposible tirarles estasuperstición porque para tirar estas piedras es necesario mucha fuerza degente […] aquí sirve la buena amonestación y predicación del buendoctrinero” (169). Lo que se plantea en estas citas es, nuevamente, el afán

    por llegar a una interioridad que no puede ser dominada del todo. Si el peligro es que las distintas guacas despierten en los descendientes de losincas el recuerdo de su pasado, hay elementos naturales – como lostorbellinos y los cerros- que no pueden ser destruidos, y la única esperanzadel adoctrinador es intentar actuar sobre los pensamientos que, como

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    dijimos, nunca pueden ser conocidos del todo. En última instancia, el

    triunfo de Albornoz y sus seguidores no puede ser completo mientras selimiten a identificar y destruir los signos externos, pero no comprendanverdaderamente la mentalidad del Otro.

    En relación con esto, uno de los principales campos semánticossobre los que trabaja el texto es el de la naturaleza, en un sentido amplio.Las guacas son en su mayoría objetos de la naturaleza que despiertan la

    superstición de los indígenas “más naturales” de la tierra, y creen cosas “en

    favor de su cimplicidad y vicio de carne” (194). La maca, el alucinógeno

    administrado por los predicadores, genera un comportamiento bestial. Lacercanía de los indígenas con la naturaleza no parece colocarlos en un lugarde inocencia sino, por el contrario, de salvajismo, apartados de la religióncristiana.

    La misma palabra “extirpar” forma parte de lo que los lingüistas

    Lakoff y Johson llamanmetáfora conceptual : “las ideas son plantas”(1991: 86). En el diccionario de Covarrubias podemos leer que “extirpar” o

    “estirpar” significa “Arrancar de raíz y de cuajo las malas plantas y

    hierbas”, mientras que “extirpar herejías” es “arrancar de raíz todo lo que

    las puede causar o fomentar, castigando los herejes, vedando los libros

    sospechosos, etc.” (Covarrubias, s.v. „extirpar‟). También utiliza Albornoz

    el vocablo “desarraigar”. La metáfora deja en claro que en esta concepción

    la idolatría puede resurgir, siempre y cuando no se la ar ranque “de raíz”; esdecir, una vez más, de esa interioridad que es el terreno donde puede brotary renacer.

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    Vale la pena mencionar que también la ascendencia se suele

    concebir en términos de raíces y plantas. Covarrubias, en la misma entrada para “extirpar” menciona que del mismo étimo latino procede “estirpe”: “la

    decendencia de cada uno y su origen discurriendo hasta el tronco y raícesdel linaje”. Albornoz identifica a las pacariscas , guacas de caráctertotémico: “ unos tenian piedras, otros fuentes y ríos, otros cuebas, otrosanimales y aves e otros géneros de árboles y de yervas y desta diferenciatratavan ser criados y descender de las dichas cosas” (169). Se manifiesta

    de esta forma una identidad enraizada en la naturaleza, que permite ver enella el pasado de la propia comunidad. El culto a los ancestros aparecetambién en la adoración de las yllapas (167).

    La conquista de la interioridad es también conquista de la identidady del pasado, en tanto la cultura andina es ágrafa, ya que fue despojada de

    su único sistema de escritura conocido, el de los quipus. La memoriacolectiva depende entonces de la memoria individual, pero también de laoralidad y, además, del conjunto de signos externos que permiten despertaresa memoria. En este sentido, las guacas son no sólo objetos sagrados sinotambién textos, dado que permiten leer en ellas la historia del imperio, y el pasado legendario de cada comunidad. Al destruir las guacas, Albornoz

    escribe: “ y dexé memoria de los nombres y de cuantas en los libros quehize de fá bricas y de los camayos que tenían” (182). Walter Mignoloidentifica esta jerarquización de los sistemas de escritura con lo que llama“colonización de la memoria”: como los pueblos americanos no poseen

    escritura alfabética, se les niega el derecho a tener historia, aunque se les

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    pueda reconocer cierta memoria del pasado (Mignolo, 1989). En este caso,

    además, se destruyen los instrumentos de esa memoria; los objetos físicosque reavivan los recuerdos de la colectividad. Incluso en la NuevaCorónica de Guaman Poma, la figura de Albornoz será reivindicada:“Éstefue brabo jues y castigó a los padres cruelmente, a los soberbiosos y castigóa los demonios, guaca s ýdolos de los yndios. Y lo quebró y quemó ycorosó a los hicheseros yndios, yndias y castigó a los falsos hicheseros ytaqui oncoy ” (1980: 638).

    Albornoz no dedica un análisis muy profundo altaqui ongoi ; selimita a advertir sobre el peligro de los bailes y otras celebraciones, comomomentos de peligrosa pérdida de control sobre el cuerpo, que muchosindígenas aprovechan para adorar a sus guacas. Cristóbal de Molina, encambio, cuenta que:

    Obo muchos yndios que temblavan y se revolcavan por elsuelo y otros tiravan de pedradas como endimoniados,haciendo visajes, y luego reposaban y llegavan a él contemor, y le decían que qué avía y sentía y respondía que laguaca fulana se le avía entrado en el cuerpo (1989: 131)

    Frente a proyectos de control social e individual como el deAlbornoz, eltaqui ongoi constituye un gesto de rebeldía que trasciendeincluso el movimiento milenarista. Se trata de una afirmación del podersobre el propio cuerpo y la propia mente, bajo la excusa de la posesión. Elmotivo del baile tiene, incluso en Europa, una connotación anticristiana, ya

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    que representa la liberación del cuerpo; en este caso, es también es una

    recuperación del pasado, ya que el cuerpo se presta para ser habitado porlas guacas que fueron expulsadas de la tierra, y para amonestar a quienesabandonan su culto (Pease, 1999: 149).

    Frente a este tipo de desafíos, incluso el conocimiento racionalizadodel otro que funda Albornoz resulta impotente para sostener la colonizaciónde la interioridad. Las guacas son destruidas, pero migran a nuevas

    moradas. El dios extranjero vence pero resulta transformado en el proceso.La memoria de la comunidad queda trastornada, pero sienta las bases de unsincretismo que será la única entrada posible a una nueva edad del mundo.

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