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Bertrand Russell: La disyuntiva inexo- rable. i V. R. Haya de la Torre: Enfoque apris- ta de imperialismo, antimperialismo' j': y marxismo. y; ^ Isaac Ganón: Problemas políticos lati- noamericanos. fldegar Pérez Segnini: Lo inexplicado f en el caso de Guatemala. , ,r; f> i : ' ' ' francisco Romero: Humanismo y edu- cación. ■. . f, Alfonso Reyes: Algo sobre las utopías, Fernando Ortiz: La blanca vihuela y ' y el negro tambor. pL* Francisco Carmona Nenclares; De la condición de la literatura actual. M Alain Bosquet: De un reino olvidada Angel N. Pou: Mi canción de cuna. Gonzalo Rose: Poeta en la costa. \ 'i Luis Cérdova: Aventura. Andrés Henestrosa: Desde mi Belve- dere. Nuestra América — En México—Mú- sica — Teatro y‘Cine — libre» Violación de correspondencia. M A R P 3 1955 MEXICO. D. f

Humanismo Núm. 29, marzo 1955

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Bertrand Russell: La disyuntiva inexo­rable.

i V. R. Haya de la Torre: Enfoque apris- ta de imperialismo, antimperialismo' j': y marxismo. y; ^

Isaac Ganón: Problemas políticos lati­noamericanos.

fldegar Pérez Segnini: Lo inexplicado f en el caso de Guatemala. , ,r;

f>i ■ : ' ' 'francisco Romero: Humanismo y edu­

cación. ■. . f,Alfonso Reyes: Algo sobre las utopías, Fernando Ortiz: La blanca vihuela y '

y el negro tambor. p L *Francisco Carmona Nenclares; De la

condición de la literatura actual. M

Alain Bosquet: De un reino olvidada Angel N. Pou: Mi canción de cuna. ‘ Gonzalo Rose: Poeta en la costa. \'i Luis Cérdova: Aventura.Andrés Henestrosa: Desde mi Belve­

dere.

Nuestra América — En M éxico—Mú­sica — Teatro y‘ Cine — libre» Violación de correspondencia.

M A R P 3 1 9 5 5 MEXICO. D. f

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Miembro de U Sociedad Inreramerioana de Preñe*.

Fundador: M amo A. Puoa

Autorizada como correjpondencie de se­gunda clase en la Administración de Co­rreos N ' 1 de México 1, D. F., el 29 de

julio de 1952.

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Depto. EditorialR icardo M ontilla

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C O L A BO R A D O R E SPedro de Alba.— Fernando Alegría.— Enrique Anderson Imberr.— Ernesto Ardura.— Anita Arroyo.— Andrés Eloy Blanco.— Arturo Bríceño.— Salvador B u e n o.— Benjamín Carrión.— Alfonso Caso.— Felipe Cossio del Pomar.— Jorge Crespo de la Serna.— Fernando Diez de Medina.— Elias Entrulgo.— Emilio Frugoni.— Rómulo Gallegos.— Isaac Ganón.— Luis Garda Carrillo.— Joaquín García Monge.— Américo Ghioldi.— Manuel Pedro González.— Pablo González Casanova.— Andrés Henestrosa.— Arman­do J . Hernández.— Jorge Icaza.— Andrés Iduarte.— José E . íturriaga.— Silvio Julio.— Carlos Lagunas.— Juan Lis- cano.— Jorge Mañach.— Felipe Martínez Arengo.— Mario Monteforte Toledo.— Arnaldo Orfila.— Antenor Orrego.— Raúl Oscgueda.— W erner Ovalle López.— Alfredo L . Pa­lacios.—Felipe Pazos.— Carlos Pellicer.—Eugen Relgis.— Alfonso Reyes.—Luis I. Rodríguez.— Francisco Romero.— Vicente Sáenz.— Jesús Silva Herzog.— Rogelio Sinán.— J. M . Siso Martínez.— Andrés Valdespino.— Alberto Velá*-

quez.— Marco Antonio Villamar C.— Leopoldo Zea.

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CUADERNOSAMERICANOS

(La revista del Nuevo Mundo) Publicación bimensual

D i r e c t o r

JESUS SILV A HERZOG

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B O H E M I A

DirectorMiguel Angel Quevedo

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R E V IS T A M ENSUAL DE CULTURA

A Ñ O III • M A R Z O DE 1955 • No. *9

JbioJ loó C ría . . ."ÏÏT OHN Fosier Dulles a c a b a de decicaar, con impúdica ufanía, que

Ç ]r "el gobierno d e Venezuela h a adoptado e l tipo de política que es considerado beneficioso a Estados Unidos, fomentando un clima favorable a las inversiones extranjeras".

Las cosas siguen siendo del color d el cristal con que se miren. El "clima favorable" a que alude el bronco abogado de la política del big stick no puede ser m ás insalubre para el pueblo venezolano, ni terreno más fértil para los trompeteros del "paraíso s o v i é t i c o L a miseria, la opresión y la barbarie en que hoy se debate con impar heroísmo, s e nutre precisam ente d e las m iasm as que exhala el pan­tanoso vergel d e la Standard O il y d e la Royal Dutch. Los rascacielos de C aracas, la autopista a Maiquetía y la Ciudad Universitaria son las columnas de barro d e la satrapías imperante en la patria de Simón Bolívar a partir d el derrocamiento del gobierno constitucional presi­dido por Rómulo Gallegos. No en balde han sido erigidas sobre el saqu eo del tesoro público, e l crimen político organizado y la entrega d e las reservas petroleras a los m onopolios extranjeros.

N ada d e eso, d esde luego, le importa, ni puede importarle un bledo a Foster Dulles. Mejor dicho: eso es lo que conviene a los inte­reses plutocráticos que representa y, por eso, respalda y apiaude el servilismo untuoso y la atrofia de conciencia del usurpador Marcos Pérez Jiménez. Dios los cría y ellos se juntan.

Si Franklin Delano Roosevelt se granjeó la simpatía y la coope­ración de nuestra América en coyuntura de prueba para Estados Unidos, se debió, sin duda, a que practicó con hechos la prédica de la buena vecindad, fundada en e l trato equitativo, y en el respeto

y

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recíproco. N ada m ás parecido, en cambio, a ¡a ley del embudo, que la política del buen socio. De ahí que mientras e l genial estadista tallecido cosecha la postuma admiración y gratitud d e los dem ó­cratas hispanoam ericanos, e l general Eisenhower y Foster Dulles estén y a recogiendo las fustas que han sem brado con su sistemático desprecio a la soberanía, la dignidad y e l progreso de nuestros pueblos.

Cong-reâo jÇatinoam ericano de Cótudianteó

Toca de nuevo a rebato la juventud del continente. En el venidero m es de m ayo se efectuará en Montevideo un Congreso Latinoameri­cano d e Estudiantes. Ha sido convocado por la Federación de Estu­diantes Universitarios d e Uruguay, la Federación Universitaria Ar­gentina y la Federación Universitaria d el Paraguay. Entre sus ob je ­tivos fundamentales, sobresale e l "de establecer vínculos entre los estudiantes latinoamericanos, intercambiar puntos de vista sobre los numerosos problem as que los atañen por igual y estudiar posibilida­d es de acción en común ante los mismos".

HUMANISMO confía en que de esta reunión de juventudes re­brote. pujante y unida, la vieja conciencia reformista que tan fecundas y gloriosas batallas librara antaño por los destinos de nuestra América.

J4om enaje a M éxicoHUMANISMO dedicará a México su próximo número. Aspiramos

a ofrecer una visión d e conjunto —imagen y estimativa— de la vida histórica, social y cultural del gran pueblo que nos h a dado alero y tribuna. En nuestro afán d e infundirle el m ayor realce a este ho­m enaje, hem os recabad o la colaboración d e las figuras m ás repre­sentativas d e las letras nacionales e hispanoam ericanas.

Los valiosos aportes que están y a en nuestro poder nos permiten anticipar a nuestros lectores y am igos que será éste un número realm ente antolóqico.

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jÇa *btôy.untiva inexorableB ertra n d R u s s e l l .

NO es como inglés que me dirijo a ustedes, ni como europeo. Tampoco como miembro de una democracia occidental, sino como ser humano, como integrante de la especie hombre,

cuya persistencia se ha tornado problemática. El mundo es un hervi­dero de conflictos: árabes y judíos; hindúes y pakistanos; en Africa, blancos y negros. Mas, sobre el convulso panorama, se yergue, ame­nazadora, la pugna entre comunistas y anticomunistas.

Todo aquel que posee conciencia política tiene, en la hora actual, partido tomado en uno o más de estos conflictos. Quiero, sin embargo, que olvidéis vuestras posiciones respectivas, aunque sólo sea por el momento, y que os consideréis, exclusivamente, los miem­bros de una especie biológica que ha tenido una historia notable y cuya desaparición ninguno de nosotros puede desear.

Trataré de no decir palabra alguna que pueda dar pie a supo­nerme inclinado a uno u otro lado. En peligro están todos por igual y, si ello se comprende, todavía queda la esperanza de que puedan abortarlo colectivamente. Es necesario que aprendamos a pensar de otra manera. No debemos plantearnos qué pasos nos llevarán a la victoria militar, porque no existen ya esos pasos. Es imperativo que respondamos a la pregunta: ¿cuáles son los pasos que pueden darse

Traducción d« Raúl Roa Kouri.

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para impedir una contienda bélica cuyos resultados serían desastro­sos para todos los seres humanos?

Ni el público común ni muchos hombres de gobierno se han dado cuenta de la peligrosidad de una guerra con bombas de hidrógeno. La opinión general piensa aún en función de la destrucción de ciuda­des. Pero se sabe ya que las nuevas bombas son más poderosas que las anteriores y que, si una bomba atójnica pudo destruir a Hiroshima, una bomba de hidrógeno puede obliterar las más grandes ciudades, como Londres, Nueva York y Moscú. A nadie puede esca­par que, en una guerra hidrogena, las grandes urbes desaparece­rán del mapa. Pero este es uno de los menores desastres que sería necesario encarar. De perecer todos los habitantes de Londres, Nue­va York y Moscú, el mundo podría, en el curso de unos siglos, repo­nerse del brutal impacto. No obstante —especialmente después del ensayo de Bikini—, se ha hecho obvio que las bombas de hidrógeno esparcen gradualmente la destrucción en un área mucho mayor de lo que se suponía. Autoridades reconocidase han anunciado que se podrá fabricar una bomba 25,000 veces' más poderosa que la que destruyó Hiroshima. De explotar cerca de la tierra o bajo el agua, esta bomba lanzaría a las capas superiores de la atmósfera partícu­las radioactivas que, hundiéndose progresivamente, llegarían a la superficie terrestre en forma de mortíferos polvo y lluvia. Fue este el polvo que contaminó a los pescadores japoneses, así como a su pesca. Sin embargo, ellos se hallaban fuera de lo que los expertos consideraban la zona de peligro. No se sabe, en verdad, hasta dón­de pueden difundirse las partículas letales radioactivas, pero los hombres de ciencia han advertido que una guerra con bombas de hidrógeno podría exterminar la raza humana. Se teme que, de emplearse en demasía, la bomba de hidrógeno provocará la muerte universal —inmediata para una afortunada minoría, pero lenta tor­tura y desintegración para la gran mayoría.

A manera de prueba, aduciré las siguientes instancias: Sir John Slessor, experimentado veterano de la guerra aérea y autoridad en la materia, ha dicho: "Una guerra mundial en este día y en esta edad, seria un suicidio colectivo"; añadiendo que "nunca ha tenido sentido, ni lo tendrá, el abolir cualquier tipo de arma en particular. .. Lo que debe abolirse es la guerra misma". El profesor Adrián, co­nocido fisiólogo inglés, se pronunció enfáticamente, en su reciente discurso como presidente de la British Association, contra la guerra mundial: "Hemos de afrontar la posibilidad de que explosiones ató­micas repetidas produzcan un grado de radioactividad general into­lerable, de cuyos efectos nadie podría escapar"; señalando que, "a no ser que podamos desechar algunas de nuestras viejas lealta­des, nos veremos forzados a participar en un conflicto que podría

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dar al traste con la humanidad". Sir Philip Joubert, mariscal-jefe de la RAF, repetía: "Con el advenimiento de la bomba de hidrógeno, la raza humana ha arribado a un punto en que debe abandonar la guerra como una prolongación de la política, o aceptar la posi­bilidad de su destrucción total". Podría añadir citas indefinidamente.

Han sido muchas las advertencias proferidas por hombres de ciencia eminentes y autoridades reconocidas de la estrategia militar. Ninguna asevera que los peores resultados serán verificados. Lo que sí afirman es que son previsibles y que nadie podría decir, a ciencia cierta, si tendrán lugar o no. La opinión y puntos de vista áe los expertos no me han parecido sectarios ni prejuiciosos. Depen­den, únicamente, como se desprende de mis investigaciones, de la extensión de los conocimientos del experto en particular, encon­trando que los más sabios son, precisamente, los más sombríos.

He aquí, pues, el problema que hoy señalo: inflexible, dramá­tico, inexorable. ¿Hemos de exterminar la raza humana o, por el contrario, conminaremos a la humanidad a que renuncie a la guerra? Nadie quiere plantearse esta alternativa. En realidad, abolir la gue­rra es en extremo difícil. Conllevaría desagradables limitaciones de la soberanía nacional. Pero la mayor impedimenta en la compren­sión del problema estriba, quizás, en lo vago y abstracto que resulta el término "humanidad". Pocos son los que advierten que son ellos, sus hijos y sus nietos, quienes corren peligro y no tan sólo una humanidad conturbada por oscuras aprensiones. Se aferran a la triste esperanza de que la guerra se llevará a cabo, previa la pro­hibición de las máquinas infernales modernas. Y esta esperanza es, por desgracia, ilusoria. Cualquier acuerdo de no utilizar bombas de­hidrógeno que se contraiga en tiempos' de paz, será desechado al estallar otra guerra. Los contendientes seguirían fabricándolas. Na­die se expondría a ser abrumado por un enemiga que aventajara a! otro en producción de material bélico.

Los obstáculos políticos entorpecen, en ambos lados de la "cor­tina de hierro", la explicación real de lo destructivas que pueden ser las bombas de hidrógeno. De anunciar uno que, bajo ningún concepto, emprendería otra guerra, quedaría, diplomáticamente, a merced del otro. Cada sector, en aras de su propia conservación, continuará diciendo que hay provocaciones cuya reiteración no ha­brá de permitir. Y puede que ambos deseen un "arreglo", pero nin­guno se atrevería a expresarlo convincentemente. La posición es análoga a la de los antiguos duelistas. Frecuentemente, éstos' te­mían la muerte y deseaban el pacto. No obstante, el temor de apa­recer como cobardes ante la sociedad les impedía decirlo. Tales si­tuaciones eran resueltas por amigos de ambas partes que mediaban en el conflicto y producían un "arreglo" al que los contendientes

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podían acceder al mismo tiempo. La analogía no puede ser más parecida a la posición actual de los protagonistas aquende y allende la "cortina de hierro".

Si ha de llegarse a un compromiso por medio del cual se abro­gue la guerra, deberá surgir de los oficios amistosos de neutrales que señalen las terribles consecuencias de ésta, sin que pudiera imputár­seles favorecer una política de "apaciguamiento". Los neutrales tie­nen todo el derecho, aun desde la más estricta consideración de la conveniencia propia, de hacer cuanto quieran para prevenir el esta­llido de otro conflicto mundial en tanto en cuanto éste producirla la muerte de neutrales y beligerantes. Si yo gobernase un país neutral, mi primer deber sería el de preservar la vida de sus hijos, promovien­do un pacto entre las grandes potencias mundiales.

Personalmente, desde luego, mis sentimientos no están al margen del conflicto oponiéndome a que los peligros de la guerra sean abor­tados por medio de una abyecta sumisión del occidente. Pero co­mo ser humano, debo advertir que, si los problemas de oriente y occidente han de ser resueltos de manera satisfactoria, para comu­nistas o anticomunistas, asiáticos, europeos o americanos, blancos o negros, no puede ser la guerra el vehículo de decisión. Hacerlo constar a ambos lados de la "cortina de hierro" es mi propósito. Porque nada resolvería que sólo un lado lo comprenda. Creo, firme­mente, que los neutrales, por no hallarse atrapados en este dilema, pueden, si así lo quieren, propiciar la solución. Mucho me satisfaría que uno o más países neutra’es nombraran un comité de expertos para redactar un informe sobre los' efectos que se pueden esperar de una tercera guerra mundial, y que, una vez terminado el mismo, fuese presentado a los gobiernos de todas las grandes potencias con una invitación a que expresaran su aprobación o desacuerdo. Estoy ■convencido de que esta gestión obviaría los obstáculos en el cami­no de señalar a los contendientes la futilidad de una guerra mun­dial que probablemente dé al traste con amigos, enemigos y neu­trales.

Según se advierte en el tiempo geológico, el hombre ha existi­do, a lo sumo, durante un millón de años. Lo que lleva logrado, es­pecialmente en los últimos seis mil, es radicalmente nuevo en la his­toria del cosmos', al menos en lo que a nuestro conocimiento del mismo respecta. A través de los tiempos, el sol nació y se puso, la luna giró por el eterno espacio, las estrellas preñaron la noche de lu ces..., pero sólo con el advenimiento del homo sapiens es que estos fenómenos se han entendido cabalmente. En< el extenso mundo de la astronomía y en el orbe microscópico del átomo, el hombre ha revelado secretos cuyo descubrimiento hubiera parecido impo­sible. Arte, literatura y religión han sido tratados con tal sublimidad.

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en algunos casos, que bien merecen salvar lo especie de la destruc­ción. ¿Y todo esto será condenado por el mero hecho de que algunos se nieguen a pensar en el hombre y lo hacen en términos de tal o más cuál grupo humano? ¿Ea tan poco sabia nuestra raza, tan inca­paz de amar sin sectarismo, ciega, aun a los más elementales principios de la conservación de la especie, que la última prueba de su vacuo talento sea la extinción de toda vida en el planeta? Porque no sólo los hombres han de perecer; también aquellas plan­tas y animales a quienes nadie puede motejar de comunistas o anticomunistas.

No cabe en mi mente que éste pueda ser el fin. Exijo de los hombres que olviden sus querellas un instante, que piensen que en sus manos está el seguirlo siendo, que ante nosotros está el ma­ñana, que los triunfos del futuro excederán, con creces, a los triun­fos pasados. Allí se abren las puertas del progreso continuo de la felicidad, de la sabiduría y del talento. ¿Escogeremos la muerte por­que no podemos olvidar nuestras desavenencias? Me dirijo, ser humano, a mis congéneres; recordad vuestra naturaleza humana; desechad el resto. Si sois capaces de hacerlo, un nuevo paraíso aguarda a todos; si resulta imposible, tan sólo la muerte les queda en el camino.

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£nj¡oque c4priât a de 3m peria liômo, c4n tim peria liômo y, Jia rxiâ m o

V íc t o r Ra ú l Ha y a d e l a T o r r e

L A problemática esencial de toda doctrina política bien funda­mentada, es el claro planteamiento de su esquema filosófico. Y ello resulta nada fácil cuando la terminología que hay que

usar viene a ser como viejos odres' en los cuales se ha de verter vino nuevo.

Y este es el caso del Aprismo de cuya premisa inicial podría inferirse, en escala obvia, una serie de secuencias lógicamente en­garzadas siempre que nuestras mentes estuviesen diestras y alertas por la educadora gimnasia de un buen raciocinio dialéctico. Sin embargo, nada es menos hacedero que relacionar conceptos cuando éstos —importa recalcarlo— arrancan de un postulado basal cuya ínsita significancia ha sido propuesta como una innovación.

La premisa normativa del Aprismo enunciada en sencillas y asequibles palabras es ésta: los problemas sociológicos y específi­camente los político-económicos de Indoamérica son diferentes de los de Europa; por consecuencia las soluciones deben ser asimismo di­ferentes.

Y esa proposición que no requiere mayores explicaciones —for­mulación primicial del Aprismo desde hace 30 años— esencializa toda una tesis de nombre más imponente y, para no pocos, enrevesado: Espacio-Tiempo-Histórico.

Vale ensayar aquí una sumaria divulgación.

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ESPACIO-TŒMPO-HISTORICO EN PALABRAS SENCILLAS

Muchos han oído hablar, comprendiéndolo o no, del Espacio-Tiem­po físico, descubrimiento angular del relativismo einsteniano, sin el cual la ciencia de la edad atómica —y su filosofía— no podrían ser abarcadas.

Algunos, los menos, han oído también hablar de lo que yo llamo Espacio-Tiempo-histórico, y lo habrán entendido o no.

Mi tesis es la siguiente: que así como hay un Espacio-Tiempo fí­sico, tanto objetivo como subjetivo, o sea tanto de perspectiva cuan­to de conciencia o mente; del mismo modo hay un Espacie-Tiempo histórico objetivo y subjetivo, vale decir, de perspectiva y de concien­cia.

Es menos difícil comprender el Espacio-Tiempo físico de pers­pectiva u objetivo, que el subjetivo. Y lo propio acontece con el Es­pacio-Tiempo-histórico. Asi, se entiende mejor que un tren o un ómni­bus que marchan tienen una dimensión espacio-temporal dentro del tren o del ómnibus, y otra dimensión fuera de ellos. O que si se arroja una piedra, o un hombre salta desde el tren u ómnibus, quien ob­serve este hecho tendrá una diferente idea de él según que lo vea desde el tren u ómnibus, o desde el suelo a donde la piedra cae o el hombre llega. Como aparecería con otras características si aquel mismo fenómeno pudiera ser observado desde otro planeta. Y todo esto es Espacio-Tiempo-físico de perspectiva u objetivo.

Es, empero, más arduo comprender la conciencia o mente sub­jetivos del Espacio-Tiempo. El físico británico jeans lo ilustró con su famosísimo ejemplo del hombre que salta de un ómnibus en marcha para llegar al piso de la calle sin caer. A fin de lograrlo, dice Jeans e' hombre deberá cambiar, mientras salta, su conciencia del espacio- tiempo del vehículo en marcha en una conciencia espacio-temporal referida al suelo al cual llega. Y si esta transición mental o cons­ciente no se opera, caerá.

En la historia hay perspectivas de Espacio-Tiempo también: se­gún desde donde se observe un fenómeno éste variará objetiva­mente. Ya se ha dado como ejemplos el caso de Jorge Washington o Simón Bolívar, traidores en Inglaterra y en España y libertadores en América: o tratándose del descubrimiento de ésta, que para los americanos fue el descubrimiento de Europa, —quién descubrió a quién— etcétera. Pero también hay una conciencia història espacio- temporal, una dimensión subjetiva del Espacio-Tiempo, individual y colectiva. Según mi tesis, cuando los pueblos alcanzan esta subje­tividad, esta alta conciencia de su escenario cuatri-dimensional co­mienza o cambia la Historia.

Hegel ha dicho: "La Historia propiamente dicha de un pueblo

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comienza cuando éste se eleva a su conciencia". La tesis aquí pro­puesta aduce: cuando se eleva a la verdadera conciencia de su intransferib’e espacio-tiempo.

Sobre tales postulados el Aprismo opone al precepto de Lenin: "El imperialismo es la última o superior etapa del capitalismo", esta aserción: "Sí, la última o superior etapa del capitalismo en los paí­ses industriales altamente desarrollados, pero la primera o inferior etapa en los países de incipiente desenvolvimiento económico". Co­mo se ve el imperialismo queda así referido a dos espacio-tiempo- históricos: aquél le donde el fenómeno se imparte y aquél a donde el fenómeno se proyecta o llega.

EL IMPERIALISMO FENOMENO ECONOMICO AMBIVALENTE

De acuerdo con esa definición del imperialismo económico —re­ferida al Espacio-Tiempo de los países de donde procede c al del Espacio-Tiempo de los países a donde llega— éste al producir la exportación de capitales viene a cumplir en los países económica­mente retrasados "la primera etapa del capitalismo"; o sea, el adve­nimiento del sistema capitalista mismo. Y como es evidente que el capitalismo depara una etapa superior a la de la economía agrícola- feudal o mercantilista-colonial, pre-capitalista, entonces tendremos que aceptar esta conclusión: El imperialismo como fenómeno econó­mico es el advenimiento del capitalismo industrialista en los países no desarrollados. Y como el industrialismo y el capitalismo signifi­can un grado más alto de progreso sobre las formas de producción anteriores, el advenimiento del imperialismo en los países poco avan­zados económicamente comporta también una paso hacia adelante en los modos de producción y de cambio.

Luego, hay un lado constructivo y progresista en el imperialis­mo como primera o inferior etapa del sistema capitalista en las zo­nas de incipiente desenvolvimiento.

Pero el imperialismo, tal aconteció y acontece con el capitalis­mo, no es sólo progreso económico. También trae injusticias y es opresor, negativo e inhumano en sus formas de explotación de los pueblos coloniales y de sus incipientes proletariados. Además, el imperialismo económico se presenta generalmente asociado a los excesos del imperialismo político.

Todo lo cual nos lleva a subrayar la ambivalencia del concepto "imperialismo económico" y su clara distinción del "imperialismo po­lítico". Hay en el imperialismo, al igual que en todo ,el sistema ca­pitalista, un aspecto positivo y progresista y otro negativo y des­tructor.

De aquí que el Aprismo sostiene desde hace 30 años que nuestro

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antimperialismo debe ser ante todo un movimiento constructivo: Apro­vechar la ineludible etapa capitalista de nuestra industrialización y defender al mismo tiempo a las masas trabajadoras de la injusti­cia social y a nuestros pueblos del sojuzgamiento colonial.

MARXISMO DIALECTICO Y MARXISMO CONGELADO

El Aprismo, desde su enunciación hace 30 años declaró su ne­gación del marxismo dogmático, ortodoxo, inconmovible. Y afirmó nítida y reiteradamente que adoptada la dialéctica marxista como un hilo de Ariadna en el laberinto de teorías contradictorias y con­fusionistas que pululaban desde Europa. Hilo pero no brida, andade­ra pero no traba, el marxismo fue adoptado por nosotros en su móvil elasticidad filosófica, como una doctrina que —al igual que todo en la naturaleza y en la historia— debe ser negado y superado por nuevas concepciones. En ese sentido y preferentemente por el ca­rácter de su dialéctica, el Aprismo ha sido y es marxista: para ne­gar dialécticamente al marxismo; para ' recusarlo y superarlo. Por que desde su iniciación el aprismo nació esgrimiendo tal negación; desde el momento que opuso a la realidad económico-social euro­pea las características de la realidad económico-social indoameri- cana, y rechazó la idea de partidos o dictaduras clasistas y reconoció en el imperialismo la primera y no la última etapa del capitalismo. Es decir, no aceptó jamás al marxismo como un dogma.

Además propugna otra negación y superación del marxismo.Así, basa su negación dialéctica en los mismos fundamentos

que sustentan al marxismo; al igual que éste negó al hegelianismo En efecto, el esquema marxista se afirmó en la ciencia decimonónica, en los que parecieron insuperables avances científicos y tecnológi­cos del siglo XIX. Pero como hoy toda esa ciencia y esa tecnología han sido superadas en forma que para Marx fue imprevisible, la filosofía marxista ha sido rebasada a su vez por el advenimiento de una nueva edad histórica cuya apertura se debe a la revolución de la ciencia y de la técnica más radical y vertiginosa de todos los tiempos. La edad atómica es' la negación científica de! marxismo. Y esto a partir de que toda la filosofía histórica de Marx se basa en aquel celebérrimo apotegma que remoza el pensamiento de Heráclito, "Polemos pater pamto", con el dictado marxista: ”La violencia es la partera de la historia". Hoy sabemos que esto resulta una falacia. La violencia atómica, las armas termo-nucleares creadas por la nue­va ciencia ya no serán "parteras" sino "sepultureras" de la Historia.

De otro lado toda la concepción determinista de Marx está ba­sada en un enfoque histórico que Toynbee llama acertadamente "egocentrismo europeo". Para Marx, Europa es el modelo y meta del

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mundo. E Inglaterra el país industrializado que "muestra a los no industrializados el camino de 3u futuro", según reza una de las más vulnerables aseveraciones del prólogo de la primera edición de El Capital, Además, Marx se basa en conceptos filosóficos' y científicos del Espacio y del Tiempo, de la Materia, de la Energía y del Movi­miento, de tipo newtoniano». Y todas esas nociones han sido recu­sadas y fundamentalmente alteradas por el relativismo einsteniano y por la teoría cuántica de Plank. Un simple razonamiento sobre el materialismo marxista nos obliga a recordar que su autor lo define "como las' relaciones entre el pensamiento y la materia". Ahora bien, si la noción de la materia que Marx alcanzó ha sido totalmente cam­biada por la nueva física de nuestro siglo, aquellas relaciones tam­bién han sido trastocadas. O sea que si la materia ya no es lo que se creyó que era en el siglo XIX, el materialismo no puedo ser el mismo tampoco. El llamado "socialismo científico" de Marx se basó en una ciencia ya transformada desde sus mismas' bases.

El rñarxismo aplicó a la Historia la dialéctica hegeliana de que todo pasa, muere y fes suplantado por ideas y cosas nuevas. El Aprismo sostiene que esta ley hay que aplicarla también al marxis­mo, cuya muerte es tan natural como la fue la del primer hombre que descubrió que todos los hombres morían.

ENUNCIADOS APRISTAS CONSECUENTES

De todo lo anterior el Aprismo infiere que por ser diferentes los problemas de Europa de los de Indoamérica, sus soluciones deben ser correlativamente diferentes. Que por tanto el trasplante indis­criminado de conceptos y sistemas del Viejo Mundo a nuestra rea­lidad es absurdo. Comunismo, socialismo, fascismo, son resultantes de una evolución socio-económica que no es la nuestra. El anhelo universal de justicia y de libertad, —fenómeno ecuménico relacio­nado al de las necesidades de alimento, abrigo, hogar, educación, bienestar— deben cumplirse de acuerdo con nuestra intransferibe rea­lidad espacio-temporal. Y ésta nos presenta un vasto escenario geo­gráfico, ilimitados recursos naturales, infra-población, fusión de ra­zas, condiciones todas extrañas al Viejo Mundo las cuales deparan un cuadro sociológico diverso del de aquel y posibilitan un intento de buen gobierno libre y justo.

El Aprismo propugna el aprovechamiento de la experiencia cul­tural del mundo civilizado en sus valores universales, el progreso social y el ensayo de una nueva concepción estatal: la del "estado democrático de los cuatro poderes". Y como reconoce que la historia del mundo entra con la edad atómica por el camino que lleva a un super-esíado mundial, conformado por regiones continentales fede-

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radas, aboga, consecuentemente, por la previa unión de nuestroB pueblos------sobre bases de libertad y civilidad— en los Estados Uni­dos de Indoamérica.

Mientras subsista el sistema capitalista en los países de mayor avance industrial, el Aprismo establece que deben existir relaciones con el imperialismo, pues nuestros países poco desarrollados nece­sitan de capitales. Esta es la fase progresista o constructiva del impe­rialismo arriba demarcada. Y que los Estados Unidos de Indoamé­rica deberán organizarse sobre bases antimperialistas, en cuanto el imperialismo es peligroso y negativo. A este antimperialismo que el Apra llamó "un movimiento constructivo" desde hace 30 años queda vinculado un plan de coexistencia y coordinación democrática de las dos Américas bajo el lema de “Interamericanismo democrático sin imperio" o sea, sin imperialismo.

La revolución de nuestro siglo es la cientííica y tecnológica que superará la frustrada o declinante solución social del capitalismo que no ha logrado satisfacer sino en mínima parte las necesidades humanas; y la congelada promesa comunista. La aplicación pacifica de la energía atómica transformará las relaciones económicas, so­ciales y culturales. Y cuanto a Indoamérica aportará los instrumentos necesarios para vencer a la hasta hoy indómita naturaleza tropical a fin de posibilitar el íntegro aprovechamiento de sus ingentes re­cursos potenciales. Lo que no ha podido realizar hasta hoy ni el vapor ni la electricidad lo podrá cumplir la energía atómica. Nuestro ancho continente habrá de convertirse en un hogar propicio para toda una una nueva humanidad.

Desfeudalización y tecnificación agrícola; cooperativismo en alta escala; capacitación cultural, política, tecnológica del trabajador ma­nual e intelectual, que debe integrar la conformación de una de­mocracia funcional, deberán tipificar la dinámica del Estado o fede­ración de estados indoamericanos. Hacia su estructuración debemos ir comenzando por la adopción de la moneda única, por la creación de un solo ejército continental (que nos libere del militarismo político de los generales del “cuartelazo" que usurpan el poder civil por asalto) a fin de garantizar el advenimiento de un orden democrático de libertad, pan y paz, lema aprista.

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P roblem as Politicoâ jÇa tinoam ericanoâ

Isa a c G a n ó h -

EL PROBLEMA DE LA AUTENTICIDAD

EL hecho de llamarse en forma compuesta (América Latina o Hispánica, Ibero-América o Eurindia) la porción del hemisfe­rio occidental comprendida entre los paralelos 30° de latitud

norte y 55° de latitud sur, muchas personas que sus' características responden a los rasgos físicos y culturales de los términos europeo e indígena de su historia; y otras, por el contrario, que América Latina nada tiene de europea, pues la pueblan y dirigen auténticos indígenas, —o a lo sumo mestizos—- o nada tiene de americana, como no sea el nombre, pues todo cuanto contiene (aparte el te­rritorio) es europeo: la cultura y las leyes, los edificios y las indu­mentarias, los hábitos y las inclinaciones (1).

En rigor, América Latina no es ni más ni menos auténtica, o genuino, que la Europa de sus conquistadores, o la América antes del Descubrimiento. A la observación menos atenta se ofrece cierta­mente el polimorfismo de sus etnias, pero también un "aire de fami­lia", común a las poblaciones indígenas y europeas entre sí y con relación a los mestizos de unas y otras.

( I ) Ver entra otro*: R. Roja*: Eurindia.—Bueno* Aire*. 1951.—L. A. Sanche*: ¿Exilíe América ¿atina?—Mexico, 194S.—A. Zum Felde; El problema d e la cultura americana,—Bueno* Aire», 1943.

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En la península ibérica, para circunscribir el problema a sólo una región europea bien conocida se han alternado, desde tiempo inmemorial, las más diversas y extensas poblaciones; a la fecha de la Reconquista, España era un nombre para distinguir el territorio poblado por heterogéneas gentes, descendientes de aquellas y otras de impreciso origen, llamadas asimismo diversamente: castellanos, aragoneses, ovetenses, leoneses, catalanes, gallegos, astures, extre­meños, andaluces y aun portugueses. Cada región del no muy vasto país tenía su habla, aunque todas ellas, con excepción del vascuen­ce, se remitían por vías más cortas o más largas al latín coloquial no poco desnaturalizado, esto es, romanizado, de entonces; pero como bien se ha observado, entre el castellano y el catalán, por ejem­plo, se daban ya diferencias análogas a las que separan hoy el ita­liano del francés.

La diversidad étnica y lingüística, que no fue obstáculo a la unidad política y cultural de la península, ¿por qué habría de serlo en América Latina? En principio, bien pueden integrar nuestra Amé­rica todos les pueblos que la habitan, desde México a la Tierra del Fuego o la Antártida, aunque la piel de sus hombres y mujeres sea blanca, negra o cobriza, y sus hablas el español y el portugués, el maya y el quechua, el aymara y el guaraní; y hayan venido a complicar su fondo étnico, gentes de otras procedencias: africanos en Brasil y Antillas, franceses y asiáticos en Perú, alemanes e ingle­ses en Chile, italianos en Argentina y Uruguay, franceses y anglo­americanos en México y Panamá, contingentes de suizos, balcánicos y judíos en tpdas partes. El mestizaje, entonces, no tiene, ni debe tener, en América hispánica, un significado distinto al que presenta «n Europa; apenas si es más notorio, porque es más reciente.

Claro está que para emitir valoraciones, generalmente despec­tivas, sobre las posibilidades políticas y culturales del mestizaje, ni europeos ni americanos europeizantes se han parado a reflexionar sobre los hechos dignos de tener en cuenta, y su imputabi'idad: los ya mencionados de la complejidad étnica anterior y posterior a la conquista de América, y el quebrantamiento de la primitiva unidad lísica y cultural del Nuevo Mundo por la hibridación forzosa o el •aniquilamiento como sanción a las más legítimas rebe’días. Estos “pueblos sin genio propio, definido", como califica a los de la Amé­rica Latina, con notoria exageración, el uruguayo Alberto Zum Felde (2), tuvieron un día su expresión genuino; y volverán a tenerla, así en lo cultural como en lo político, una vez superado el instante actual, que parece confuso, impreciso, porque es de fermentación.

En el terreno de la política, las influencias foráneas no han sido menos vigorosas en América Latina. Un pensador tan cuida-

(?.) Op. ctt., pág. 11.

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doso de sus afirmaciones y tan americanista en sus sentimientos como el mexicano Antonio Caso, "señala con eficaz precisión —con­signa Pedro Henríquez Ureña— los tres acontecimientos de Europa cuya influencia es decisiva sobre nuestros pueblos: el Descubrimien­to, que es acontecimiento español; el Renacimiento italiano; la Re­volución francesa" (3). Estos hechos, en efecto, más el idioma, defi­nen la latinidad de América hispánica, y por ellos nos llegan las demás influencias, traducidas en sus lenguas vernáculas. El escritor dominicano agrega con razón que no tenemos relación directa con la Reforma, ni con la evolución constitucional de Inglaterra, y hasta la independencia y la Constitución de los Estados Unidos alcanzan prestigio entre nosotros merced a la propaganda que de ellos' hizo Francia" (4). Otro tanto cabe añadir, sobre las influencias alemanas (Marx, Krause) y rusas (Bakunin, Dostoiewsky, Lenin) que tanto en­tran en las ideologías políticas contemporáneas.

Sin embargo de lo dicho, ya desde los tiempos del coloniaje se ve muy claro que lo europeo no calza bien, asf como así, a la reali­dad americana: leyes magníficas, ejemplares exponentes del genio jurídico hispanorromano, como las de la Recopilación de Indias; De­claraciones de derechos individuales, reproducidas de las angloame­ricanas y francesas; etc., fueron proclamadas y aun ‘'acatadas", pero jamás cumplidas, salvo excepciones por las que remarcábase la contraria "normalidad". Aun las creaciones artísticas y literarias más adheridas a los cánones y formas europeos acusan, y no sólo por la temática, su procedencia americana. ¿Es necesario subrayar que análoga observación se impone en las demás manifestaciones de la vida social en el Continente Americano?

Fuerza es convenir, que hay algo original, peculiar si se quiere, en América hispánica, que no se explica totalmente por las caracte­rísticas y modalidades de los términos europeo e indígena de su estructura y desarrollo. Tal autenticidad ha sido puesta de relieve por escritores propios y extraños de América, pero aguarda todavía el estudio detenido y pormenorizado, sujeto al análisis y al razo­namiento rigurosos, como solo la Ciencia Política puede encauzar. Antes que nada, como lo dice el co'ombiana Arciniegas, es preciso contraponer a la historia literaria, tan en favor para ciertos temas

(3 ) Seis ensayos en busca de nuestra expresión.—Buenos Alies, 1927; pcg. 30, —"El exotismo es necesario en nuestro crecimiento político", ha escrito el argentino R. Rotas. (Op. cit., pág. 21).

( 4 ) Ibid.—En nuestro artículo; "La science politique en Uruguay au cours dee trente dernleret années" CVer l a science politique contemporaine, UNESCO. 1950) destacamos la lniluencia del positivismo francés en inglés sobre el pensamiento y la obra de loe reformadores uruguayos Varela, Vósquex Acevedo, Batlle y Ordóñes, y otros.

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americanos, "la historia natural de la política", y por sus vías, obte­ner relatos que sean documentos para el estudio de la sociedad (5).

Base, o punto de partida, para las averiguaciones de dicha dis­ciplina bien puede serlo nuestra situación compleja, tal como la define el ya citado Pedro Henríquez Ureña: "Junto a la porción sola, nuestra, hija de nuestra vida, a veces con herencia indígena, otra porción sustancial, aunque solo fuese el marco, que recibimos de España" (6).

EL PROBLEMA DE LAS RELACIONES INTER AMERICANAS

A) Con los Estados Unidos de Norteamérica

El problema de las relaciones políticas latinoamericanas con los Estados Unidos angloamericanos, tan perturbadas por la propaganda favorable o contraria a ciertos puntos de vista, es una de esas cues tiones susceptibles de replantearse a la luz de las consideraciones expuestas. Nuevo planteamiento que, por otra parte, viene siendo insistentemente sugerido por el reciente papel universal, no ya con­tinental de dicha nación, y la creciente atención de que vienen siendo objeto los países de América Latina en los medios extra-continentales.

Dos potencias iberoamericanas, México y Brasil, han jugado en la última contienda mundial un papel activo, que las ha hecho acreedoras a un tratamiento por lo menos igual al dispensado a las potencias europeas que no integran el grupo privilegiado del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En el caso de México, además, asisten razones de consecuencia ideológica en acontecimientos fun­damentales de la vida política internacional y un papel señero en la conducción de la cultura en el Nuevo Continente.

No sería, por ello desautorizado, ubicar el problema de las rela­ciones' interamericanas (o panamericanas) entre los Estados Unidos angloamericanos, de una parte, y de la otra Brasil y México. Razo­nes geográficas y políticas así lo aconsejan, aunque esto fuera so­lamente en el momento actual. Otros países, en lugar de México o Brasil, tales como Cuba o Guatemala, Argentina o Chile, no se prestarían tanto a las observaciones necesarias para estab'ecer los matices en la conducta recíproca de las naciones' iberoamericanas con los Estados Unidos de la otra América.

Como sólo nos interesa destacar los rasgos comunes, subrayamos en primer lugar lo que hay de irracional y de ideo’ógico (en sentido 5 6

( 5 ) Esta pueblo de America.—Mírlco, 1945.—Pág. 134.(6 ) Op. clt., pág. 29.

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intelectual), en las relaciones interamericanas; pero debe hacerse en seguida la salvedad que tales consideraciones y motivos inficir - nan en general dichas relaciones, y no sólo aquellas que tienen cor .o uno de sus extremos los Estados Unidos angloamericanos.

El norteamericano medio, anota Daniel Cosío Villegas, "tiene ideas preconcebidas sobre el mexicano"; "no cabe la menor dura, agrega, que lo considera inferior física, intelectual y moralmente" (7). Este prejuicio norteamericano, empero, no rige exclusivamente para los mexicanos; el mismo se extiende a todos los hispanoameri­canos, y con mayor fuerza a aquellos cuya piel está más' intensa­mente pigmentada.

En respuesta a este prejuicio, el norteamericano medio, que es el que suelen conocer personalmente los latinoamericanos, recibe el tratamiento de "gringo", "explotador", "imperialista"; sin serlo, des­de luego, porque los auténticos "specimen" del género capitalista, no suelen visitar la América Latina.

En la esfera de las relaciones interestatales existe una palabra con diversas acepciones, según sea el grado de intensidad y since­ridad de aquellas relaciones: es panamericanismo, cuya significa­ción con las notas que perfilan ciertas constantes del pensamiento y la acción humanos, debiera ser la de "unión moral de todas las repúblicas del continente americano", basada 3obre los "principios de su igualdad jurídica y del respeto mutuo de los' derechos inheren­tes' a su completa independencia" (8).

Pero esa definición es todavía una fórmula que no engaña a nadie, en cuanto al alcance del hecho que connota: ni a los Estados Unidos de Norteamérica que jamás se han considerado con las manos atadas para actuar seqún su sabor y entender (monroísmo) en cada caso, ni a las repúblicas latinoamericanas, en las cuales la doctrina del "incumplimiento ilícito" de las leyes es quizás el único uso jurídico generalmente arraigado, desde los días de la Colonia, con­sistente en "buscarle la vuelta" a la ley, para eludirla, si se la considera, aunque perfecta en la forma inaplicable a la realidad, o pretexto para imponer un derecho bastardeado por intereses mez­quinos o injustos privilegios

No se requiere abundar mayormente, para mostrar que las rela­ciones políticas interamericanas. conocidas con el nombre de "pan­americanismo", s'on un campo fértil para investigaciones de ciencia polífica. El método apropiado a tal objeto, se nos ocurre que sería considerar colectivamente a las naciones de ambas Américas, o sea, sin entrar en distinciones como la que agudamente destaca Cosío

( 7 ) Exiremos de América. -México. 1949.—Pág. 49.f 9 ) J M. Yapes: Philo$°ph¡e da Panaméricanisme el Organisation de la Paix —

Parts, 1945; pég. 23.

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Villegas (9), pero sin percatarse de la falacia que envuelve su for­mulación. La razón de método es sencilla: sólo pueden compararse unidades homogéneas; y en el plano de las relaciones políticas inter­nacionales, únicamente cuentan, todavía, las unidades colectivas particulares, como los Estados.

B) Loa Regionalismos

Cuando se observan las relaciones interamericanas en su faz interna, o sea de las repúblicas latinoamericanas entre sí, suele lle­garse a comprobaciones curiosas, de las cuales la más desagradable quizás sea la tendencia de ciertos Estados (no importa su potencia­lidad) a la hegemonía política, económica y cultural dentro de un área o región determinada, con propensión a veces incontenible e indisimulable a tratar a los recalcitrantes como... los Estados Uni­dos angloamericanos pueden tratarlos a ellos y, de hecho, muchas veces los han tratado.

La conciencia de la unidad latinoamericana y de su autenticidad, en sí misma y con relación a los Estados europeos y norteamericanas, parece que debiera inspirar un regionalismo muy diferente, ya que en su mayor extensión habría do abarcar a todas1 las repúblicas iberoamericanas (10). y en la mínima a los países más vinculados por la vecindad geográfica; en uno y otro caso, sobre la base de la igualdad jurídica y el respeto mutuo de las naciones participan­tes, con acatamiento de I03 principios que sanciona la constitución de las Naciones Unidas.

Mientras se lucha en toda forma por alcanzar esos ideales, la América Latina ofrece, en los hechos, un cuadro a veces desolador de naciones vecinas, pero aisladas voluntariamente, recelosas, des- articu'adas en el sistema político y cultural que, sin embargo, consti­tuye el objeto de sus declaraciones oficiales. Contra lo que podría ima­ginarse, tal no era la situación durante el coloniaje, ni tampoco fue

( 9 ) "Lo fuerte de Estados Unidos es la colectividad y no el individuo: lo mejor de México es la persona individual, no la social. De ahí que el norteamericano, des­prendido de su grupo, mirado como individuo, como se le ve, por fuerza, en el extran­jero, desmerezca: rara vez se encontrará que es distinguido, es decir, distinto, y parece casi siempre vulgar. El mexicano, a la Inversa, se verá distinguido, distinto o Individual, lo mismo en el color de la piel que en el tono de su voz o en lo pausado de los ademanes. (Op. cit.. pág. 75).—Aparentemente. Cosío Villeqas subestima las Influencias de lo colectivo sobre la personalidad Individual, y viceversa, dando a entender, como se entiende, que ni aquella condiciona a ésta (en el norteamericano), ni ésta contribuye a la ionnación de aquella (en el mexicano).

(1 0 ) Tarde o temprano será preciso incluir a l Canadá y ciertas porciones "irre- dentas" de América.

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la aspiración de los grandes próceres de la Independencia ameri­cana.

"Al independizarnos —escribe el mexicano Jorge A. Vivó— des­truimos la sabia división política de !a época colonial. Del Virreina­to (del Río) de la Plata surgieron Argentina, Uruguay y Paraguay. El Virreinato del Perú se segregó en Alto Perú o Boüvia y Bajo Perú. El Virreinato de Nueva Granada, que más tarde pasó a constituir la Gran Colombia, produjo a Colombia, Venezuela, Ecua­dor y, más tarde, a Panamá. La Capitania General de Guatemala, que después se organizó en República de Centro América, quedó parcelada en cinco estados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Ni­caragua y Costa Rica. Por fin, de la Capitanía General de Cuba se han desprendido Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. Sólo los antiguos Virreinatos de Nueva España (México) y Capitanía General de Chile han tratado de conservar sus antiguos límites políticos" (11).

En suma, que de cuatro Virreinatos y tres Capitanías Generales 6e formaron dieciocho repúblicas, a las que es preciso agregar Haití y Brasil, para alcanzar el total de las veinte repúblicas latí .10- americanas.

Como decíamos, no han faltado proyectos, ni tentativas de re- agrupamientos regionales; pero lo único real son todavía las decla­maciones, cuando no los conflictos fronterizos y arreglos' de límites.

Las más prácticas iniciativas de unidad regional y continental, hart sido sugeridas en el dominio económico. Con relación a este im­portante aspecto de la cuestión ha escrito el uruguayo Carlos Qui­jano: "Creemos que es necesario marchar por etapas. Creemos en la utilidad y ventaja de las nacionalidades. Creemos que antes de llegar al panamericanismo es necesario pasar por la organización do las uniones regionales. Creemos que la desunión del Sur, hecho económico y político, es y será, mientras persista, un incentivo a Ios- naturales —recalcamos naturales— avances del norte. Creemos que los Estados del sur deben colaborar con el norte; pero por razones geográficas, económicas1, históricas y políticas, y aun si se quiere culturales, deben empezar, para cumplir ese propósito, por colaborar entre ehos. La división es el imperio ajeno. La unión puede llevar a la colaboración fecunda" (12).

C) El Problema de la Estructura de los Estados

La tradición personalista en política, consecuentemente obser­vada en España y sus Colonias de América, debía hallar una éxpre-

O O La Geopolítica.—Mfir'co, t / l . —Páq. 38.(1 2 ) "El regionalismo económ'co" — en Marcha, Montevideo, 20-IV-45.

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sión compatible con la forma republicana de los nuevos Estados. Con pesar para muchos próceres, fue descartada la forma monárq rica (absoluta o constitucional) en beneficio de un príncipe indígena o de otro país de Europa. En numerosas naciones hispanoamericanas, aunque le disguste al español Américo Castro, que lo contradice •expresamente (13), el amor a la libertad y el espíritu de igualdad propios del criollo, reforzados por ese poderoso elemento de contagio que ha sido en toda América la ideología liberal dominante entonces en Europa, impusieron la República (14). Dentro de esta solución, el personalismo se encarnó en el presidente, creación política, como lo subraya André Siegfried, del Nuevo Mundo (15), cuya originalidad no consiste, claro está, ni en el nombre, ni en la institución consi­derada en sí misma, sino en el cúmulo de funciones que se le atribu­ye y el grado superlativo de autoridad que se le reconoce; dicho con otras palabras, que en seguida explicaremos, el "señor presi­dente" es la versión política del caudillo.

' Consecuencia natural de la prístina desolación de los campos —ha escrito José P. Massera— el caudillo surgió espontáneamente, como una necesidad de amparo para los habitantes' de países con población diseminada en anchas extensiones contra los indios o los malhechores y hasta contra la acción invasora de los caudillos de otras zonas. Ha podido afirmarse, por eso, que ejerció en un principio un poder útil; enérgico y audaz, desempeñó en tales sociedades una jefatura de relativo orden. En las guerras por la independencia, su gobierno informe se acreció, y fue ahondándose el abismo entre esos centros de fuerza campesinos y los centros directivos' radicados en las ciudades. Pero, semejante elemento, antes civilizador, al trans-

r 1 3 ') La peculiaridad lingüística riopiaient» y su sentido histórico.—Bueno» Ai­re», 1841.

Ç14) |. P. Massera: "Algunas consideraciones relativas a Ja historia constitucio­nal y política dei Uruguay" — en "Rev. D. J. A .", Tomo» 40 y 41; Montevideo. 1942 y 1943.

f l 5 ) América latina--Trad. e»p.: Santiago ( Chile), 1935; pág. 53.—Como ra­ían do este ienómeno, subraya Siegfried el carácter todavía Inorgánico do la sociedad h'spono-americana. lo gue a su juicio hace que el gobierno, cuando logra establo- cense. no pueda dejar de ser tuerte. Claro está que la fuerza del gobierno, en todas partes, se extrae do donde existe: ln voluntad del pueblo expresada, libre y cons­cientemente, o la decisión ilegítima del ejército u otras organizaciones operando fuera de la órbita de sus atribuc'ones. El maestro francés parece circunscribirse a esta última, lo que resultaría Inadecuado para los casos, numerosos, poT fortuna, de presi­dentes latinoamericanos elegidos conforme a las aspiraciones nacionales; Piérda, del Perú, en 1895; Batlle y Ordóñez, del Uruguay, en 1903 y 1911; Irigoyen, de la Argentina, en 1916 y 1928; Alesscmdri y Aguirre Cerda, de Chile, en 1920 y 1936, respectivamente.

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formarse el país, con la independencia, se tornó en franco factor de rebeldía y desórdenes" (16).

El caudillo se ofrece al observador como la realización, en di­versos grados, del caciquismo en Hispanoamérica, y llega a hacer verosímil, en algunos casos, la afirmación de F. García Calderón que "la historia de estas Repúblicas se reduce a la biografía de sus hombres representativos. El espíritu nacional —añade con menos acierto— se concentra en los caudillos.. (17).

Llegado al poder, el caudillo —elemento rural— debió habitar en las ciudades, recurrir, si no rodearse, ai elemento ilustrado de la población, frecuentar el trato de diplomáticos y personajes ex­tranjeros. "La influencia de contacto —observa I. P. Varela— se ha hecho sentir también, como en la vida económica, en la vida política: el caudillo ha ido dorando y encubriendo cada vez más

'la crudeza de sus procederes en el gobierno. Es al llegar a este punto que se engranan en el rodaje de los caudillos lo que se llama entre nosotros los doctores" (18).

Los doctores, no son, simplemente, los que se han formado en la Universidad, ni tampoco los hombres de pensamiento. Poseedores, sí, de un título universitario (sobre todo en derecho), ostentan una instrucción extraviada por falsos principios"; pagados de sí mismos y de su cultura jurídica, "creen representar entre nœotros la ciencia enciclopédica, la suma del saber humano" (Varela).

Caudillos y_ doctores hacían ostentación de un desdén recíproco; pero en los hechos, ni aquéllos pudieron nunca conservarse ¿n el poder sin el auxilio de éstos, ni éstos han dejado de ir a buscar el apoyo de aquéllos, para conservar sus privilegios.

"En las palabras suele haber, pues, antagonismo; en la realidad existe la unión estrecha de dos errores y de dos tendencias extra ­viadas: el error de la ignorancia y el error del saber aparente y pre­suntuoso; la tendencia automática del jefe de campaña, y la ten­dencia oligárquica de una clas'e que se cree superior. Ambos se auxilian mutuamente: e1 espíritu universitario presta a las influen­cias de campaña la forma de las sociedades cultas', y las influencias de campaña conservan a la Universidad sus privilegios y el gobierno aparente de la sociedad.

De ahí que se reúnan en sus esfuerzos, para conservar un poder que les arrebataría un gobierno de verdadera democracia" (19).

(1 6 ) J. P. MaOBora: Art. dt.: Tomo 41. pág. 2.(1 7 ) Lea démocratie» latinea de l'Amérique.—Parí», 1912.—Pág. 83.(1 8 ) l a legislación escolar.—Montevideo, 1910.—Pág. 83. La primera edición de

e»ta obra data de 1876.(1 9 ) Op. cit., pág. 103.

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En resumen, los factores capitales que conducían al despotismo y a 'a guerra civil permanente (20) eran el caudillaje y la insuficiente preparación, tanto de las masas como de los mismos dirigentes. ¿Po­dría extrañar que la consecuencia de este estado de cosas fuera la inestabilidad de la vida social y política del continente latinoame­ricano?

D) El Problema de la Inestabilidad de las Instituciones Políticas y sus Agentes

En agudo contraste con los hechos, el derecho político ibero­americano acusa formas perfeccionadas de organización estatal. Su­cede que las constituciones latinoamericanas, en su gran mayoría, no son obra genuina, ni de adaptación, sino copias de modelos europeos y angloamericanos, empezando por el nombre de varios Estados ("Estados Unidos de. ..") y siguiendo por los principios ("Declaraciones de derechos. . la estructura ("Federalismo..."), etc. En la letra, el poder del Estado está sometido a la voluntad de la nación, libremente expresada del modo y por los' órganos que instituye la Constitución o la Ley. Pero de hecho, la ley es la voluntad de los gobernantes, la unión de estados o provincias, una articulación ortopédica mantenida por cuerpos de ejército y policía subordinados al poder central ("federal"), el federalismo burlado por el uso y abuso de las intervenciones, los' derechos individuaos desconocidos por las policías' "especiales" de seguridad, para las cuales no rezan trabas ni cortapisas legales, sino contraórdenes específicas, a veces verbales, de un origen bien determinado (21).

Hoy es bien claro, para todos nosotros, que la organización po­lítica que es todo Estado, debe resultar del desarrollo armónico de las instituciones sociales, y no como aplicación deliberada o artificial de una doctrina o un programa, por perfecto que éste o equélla

(2 0 ) En 1876, Varela contaba que *ólo en 46 año* de vida Independiente, ha­bíante producido 19 revolucione* en el Uruguay.—A comienzo* de e»te Rigió, G. Clemenceau, viajero observador y «agai, deitacaba, como una de la* condicione* para la regeneración democrática de e*to* pueblo*, "que la palabra revolución tea para *l»mpr* borrada del orden del día, Pata llegar a etto —agregaba— tanto en *1 Uruguay, como al otro lado del Océano. *1 juego de lo* reflejo* mucho má* qu* de la conciencia raionadora. debe tufrir profundo* cambio*. Trabajo de educación que deja un vatio campo a lo* laborioso* etfueno* de tiempo* no lejano*". (Nola» de viaje p°r la América del Sur.—Buenos Aire», 1811; pag. 206).

(2 1 ) Tal desacuerdo entre la constitución política y la composición y funciona­miento real de la sociedad, no lo desvirtúa *1 hecho que má* de un gobierno despó­tico. de fachada democrática, haya surgido de eleccions* populare*, aparentemente tin vicio*, fiscalizadas por la fuerza pública y hasta aplaudida* por los adversa­rio*. Al contrario.

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pueda parecer. Pero en la época bravia del caudillaje rural y loa gobernantes dictatoriales, sólo muy pocos hombres de pensamiento estaban en condiciones de comprenderlo, y se necesitaba además una disposición de ánimo superior, para aíirmarlo y cumplir en la acción la doctrina.

Como lo ha dicho Massera, “había que someter al caudillo doble­gando su altivez, por medio de la violencia, o por el convencimiento, por la educación paulatina del medio y la mayor comprensión del propio caudillo" (22).

La última alternativa fue el remedio indicado por Varela en el caso específico del Uruguay, y que éste aceptó resueltamente, com­prendiendo con el Reformador que “un pueblo ignorante no puede tener sino gobiernos que estén en relación con su ignorancia, cual­quiera sea la forma política que haya adoptado" (23).

En la educación del pueblo, empezando por la alfabetización y la instrucción primaria, hallaríase, pues, el término de la crisis po­lítica del Uruguay. Permítasenos, por ello, que siguiendo ese ejem­plo concreto, subrayemos una vez más la contribución que la Cien­cia Política puede aportar a la solución de problemas análogos a los ya resueltos en la más pequeña república suramericana, y que se plantean en todo el hemisferio.

E) El Problema de la Reforma Necesaria

Varela escribiría aún, que no son los malos gobiernos los que hacen la desgracia de las naciones, porque es el estado social de esas mismas naciones el que marca el tipo que deben tener sus gobiernos. El riesgo del despotismo y la revolución es grande en aquellas sociedades' organizadas conforme al principio del autorita­rismo político, pero mayor en aquellos pueblos que, como el uru­guayo, han adoptado la forma de gobierno democrático-republicana, porque a la decisión del déspota suele acompañar la voluntad pre­tendidamente esclarecida del pueblo; y hay interés en mantener analfabetas y empobrecidas a las masas, y semiocultos a los aspi­rantes a dirigentes, para perpetuar eso que se ha llamado, gráfica­mente, “la voluntad de seres sin voluntad" en beneficio de la dic­tadura.

SI, Varela acertó al preconizar que la extensión del sufragio a todos los ciudadanos exige, como consecuencia forzosa, la edu-

(2 2 ) Art. cit.; T. 41. pág. 79. Alguno* gobernanta» practicaron *1 primar mé­todo. princtpalmenta oontra loa caudillos lócala»; aaí al presidenta Gral. Batlls y Corl. ¿atona.

(2 3 ) Op. dt.. p ág . 79.

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cctción difundida a todos, ya que sin ella el hombre no tiene concien­cia de sus actos necesaria para obrar razonadamente. Parodiando en esto a la Francia, los pueblos sudamericanos' de habla española, hemos creído que basta para instituir la república el decretarla, y que el empuje de algunos movimientos revolucionarios, que cam­bian los hombres sin cambiar las cosas, sin operar revoluciones' ver­daderas, basta para alterar las instituciones y vaciar en nuevos mol­des la vida de la sociodad. .. Para establecer la república, lo pri­mero es formar los’ republicanos; para crear el gobierno del pueblo, lo primero es formar la opinión pública; y todas las grandes nece­sidades de la democracia, todas las exigencias de la repúb'ica, sólo tienen un medio posible de realización: educar, educar, siempre educar... La escuela es la base de la república; la educación, la condición indispensable de la ciudadanía" (24).

Una de las circunstancias más dignas de anotarse, ha sido que la reforma de la enseñanza, destinada a terminar con el despotismo, se realizó en el Uruguay precisamente bajo loq gobiernos dictatoria-- les de Latorre y Santos'. Varela y luego Vásquez Acevedo (quien inició la transformación de la Universidad, bajo el signo del per­feccionamiento científico y la vocación autonómica) debieron afron­tar y vencer un doble riesgo, a cual más funesto para su obra: la versatilidad de los gobernantes y el idealismo fácil de sus adversa­rios, algunos de estos amigos hasta víspera, que les reprochaban entregas y renunciamientos. Episodios bien ilustrativos, como la nega­tiva de Varela al consentir que un jefe de policía destituyese a un ins­pector departamental de escuelas, atentado que primero fue confir­mado, y bien pronto sancionado por el dictador Latorre ante la firme actitud de Varela, y la devolución por Vásquez Acevedo de un retrato de Santos, que le fuera enviado para ser expuesto en la Universidad, revelan a las claras cómo ambos' educadores enten­dían colaborar con los gobernantes de la época en lo que no fuera la reforma de la instrucción pública (25).

El coraje cívico de ambos reformadores debía dar sus frutos, haciendo muy difícil en adelante la reproducción de dictadores y guerras civiles, permitiendo la democratización del ejército, cuyos cuadros habrían de integrarse, preferentemente, con militares de es­cuela; y, sobre todo, aceleraría el regreso de lo3 gobernantes civi­les, uno de los cua’es, J. Batlle y Ordóñez, habría de completar la

("24) I. P. Varóla: La educación del pueblo.- Montevideo, 1910.—Pág. 56._Laprimera edición de este trabajo data de 1878.

(2 5 ) M. Herrero y Eeplnoea: losé Pedro Varela.—Montevideo, 1939— Pág. 128. ( l a . ed.: 1884).—E. Acevedo: Anales Históricos del Uruguay,—Montevideo, 1934.— Tomo IV, pág. 347.

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reforma educacional antes de emprender la transformación del Es­tado sobre nuevas bases constitucionales y legales.

Fue así que en los primeros años de este siglo, se abrieron nue­vas escuelas, se crearon los cursos nocturnos (en escuelas y liceos) para empleados y trabajadores, se fundaron liceos departamentales (en el interior del país), y, en un supremo esfuerzo para suprimir prejuicios adversos a la extensión de la enseñanza media y supe­rior, fue creada la Universidad para mujeres. Ya era, entonces, una realidad la aspiración de que pudieran beneficiarse gratuita y li­bremente de la instrucción pública todos los habitantes del suelo uruguayo, sin distinción alguna de sexo, edad, fortuna, nacionali­dad, residencia en el país', raza, creencia o religión.

El ambiente estaba preparado para las reformas políticas. Tras la difusión de la enseñanza advino la transformación del Estado, sobre la base del respeto a los derechos individuales y los principios de la justicia social: amplia legislación sobre asistencia y seguridad sociales, sobre el trabajo en todas sus manifestaciones y por todos sus agentes, expansión económica del Estado sobre la base de na­cionalizar bienes y servicios públicos, gobiernos locales autónomos,etc. , etc. La reforma política fundamental consistió, empero, en la su­presión de la presidencia, reforma que se cumplió en dos etapas: la primera, en 1918, creando el poder ejecutivo bicéfalo: presidencia de la república (para los servicios de policía, defensa y relaciones ex­teriores) y consejo nacional de administración (para los servicios de finanzas, industrias, trabajo, instrucción y obras públicas). La segun­da etapa acaba de consumarse en 1952, cerrando el interregnr abier­to por el golpe de estado de 1933 (dado, como no podía ser de otro modo, por el presidente de esa época), con la supresión total del e je­cutivo unipersonal y la instauración del sistema de gobierno colegiado integral. Un Consejo Nacional de Gobierno, compuesto de nueve miem­bros, provenientes de las fracciones mayoritarias de los partidos tra­dicionales (que son en el Uruguay los que reúnen la casi totalidad del electorado nacional y local) desempeña ahora las funciones eje­cutivas, sin exceptuar ninguna: administración interior, defensa, rela­ciones exteriores, instrucción, obras públicas, salud, industrias, tra­bajo, finanzas.

El sistema de las instituciones comprende además, como partes vitales, un Poder Legislativo bicaméral, representativo y proporcional integral, un Poder Judicial independiente, un Tribunal de Cuentas autónomo, una Corte Electoral con mayoría de miembros neutrales, una red de Gobiernos Locales con autonomía financiera y poderes de legislación en materia municipal y una Universidad autónoma, enfin, que sin mengua para las demás instituciones culturales del país, es el símbolo de la fecunda unión de pueblo, trabajo y saber, con proyecciones sobre la vida toda de la nación que soñaran nuestros mayores.

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Jjo SnexpUcado en e l CaJo Q uatem ala

Ildegah P é r e z -S e g n in i.

F IEL a su voluntad de servir los genuino3 intereses de nuestra América, actuando como vocero de un pensamiento democrá­tico no deformado por influencias extrañas ni orientado por

pasiones sectarias, HUMANISMO pretenden hoy abrir sus páginas a la discusión de ciertos temas cuya importancia determina la obli­gación de un análisis sereno y exhaustivo, buscando despejar aque­llas interrogantes que amenazan destruir la fe de nuestros pueblos.

El llamado "justicialismo'' argentino, el agudo problema politico­económico de Chile, la revolución boliviana, la tragedia del Para­guay y el paraíso del Uruguay, el estrangulamiento económico del Brasil, Cuba traicionada, la política petrolera venezolana, Ecuador y la dignidad internacional, lo que pasa en Colombia, México ante Amé­rica, la incógnita del Salvador, la crisis hondurena, el problema de las dictaduras y la preservación de la democracia en América, el porvenir del movimiento obrero, hacia la soberanía nacional por la independencia económica, la Iglesia en la política, y otros de no menor importancia, serán temas obligados en esta sección abierta a todos los escritores del continente, preocupados por el fortaleci­miento de la democracia como sistema de gobierno.

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EL CASO GUATEMALA

Escribir sobre Guatemala sin empezar anatematizando a! impe­rialismo agresor norteamericano, responsable directo de la tragedia que hoy viven los guatemaltecos, sería una falta de lealtad a la causa democrática americana. Omitir el señalamiento del militar Castillo Ar­mas y del clérigo Arellano Rossell, sería faltar a la misión pedagógica de inculcar el desprecio a quien traiciona a la patria. Olvidar el nombre del ex-presidente hondureño Juan Manuel Gálvez, funciona­rio de la United Fruit como abogado, como autor de la masacre de San Pedro, como presidente y como descarado cómplice del merce­nario invasor, sería truncar la lista de los más abominables lacayos. Desconocer la traición de la mayoría de los jefes militares sería negar un laurel más a las proezas del valiente militarismo latino­americano de nuevo cuño. Faltan los calificativos condenatorios para patentizar el repudio de nuestros pueblos a estos personeros de la traición. Una y otra vez habrá que señalarlos y combatirlos hasta que su destrucción señale el advenimiento de una era de justicia y libertad.

Reafirmada nuestra posición frente a los principales responsa­bles en la pérdida de la democracia guatemalteca, queremos hoy buscar luz para dos hechos secundarios aun no explicados por los voceros de la revolución: la marcha atrás en la definida política guatemalteca frente a las dictaduras en América y la tan sorpresi­va como determinante renuncia del Presidente lacobo Arbenz.

LA NUEVA GUATEMALA

Desde ayer, un ayer que parte de los difíciles días en que el régimen arevalista hacía frente al problema suscitado con motivo del asesinato del coronel Francisco Javier Arana, Jefe de las Fuerzas Armadas del país, hemos tenido una militancia activa en defensa de la democracia guatemalteca. Antes de la fecha citada, el magis­tral empuje de la revolución y sus hombres, la valiente po'ítica internacional del presidente Arévalo y, en especial, su decorosa posición frente a la insurgencia del cMarisma criol’o, nos había indicado que el Quetzal abandonaba su inaccesible nido para aban­derarse cruzado de la libertad continental. Era el despertar de un pueblo para la marcha a la realización de un sueño. América viva buscando el cauce de su Bolívar muerto.

Leí tenebrosa dictadura de Jorge Ubico, con su Idígoras Fuentes sembrando de cadáveres los caminos, en ritmo de Ley de Fuga, y su Tata Dios escribiendo con sangre de patriotas las más significada®

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páginas de esta histeria dolorosa, no habían logrado agrietar, mu­cho menos destruir, ese espíritu de lucha que llevaría al pueblo guatemalteco a su victoria por la libertad. Ni estruendo de tambores o histeria de cornetas, ni soldados, ni caballos, ni bayonetas. Pueblo, solo pueblo. Insurgencia civil contra hegemonía militar. Anhelo de libertad contra imposición caudillista.. . Un día el estudiante destro­zó las rejas que encarcelaban su voz, el obrero empuñó su palabra como una hacha y la maestra fue gritando su lección por las ca'les de la ciudad... Fin de una etapa trágica.. . rota con el más pura de los alientos... como vela vieja preñada por viento joven.

La nueva Guatemala adquiere voz de dignidad y conforma su estatura en el molde de la esperanza continenta1. Arévalo s'urge como ideólogo de la revolución americana. Su palabra flagela a los mercaderes explotadores de la joven América y señala rumbos a las nuevas generaciones. Sus hechos conducen la acción a una previa delimitación de campos entre democracia y dictadura, plan­tea la lucha entre ambas y, tomando la ofensiva junto con el go­bierno revolucionario de Rómulo Betancourt en Venezuela, rompe re­facciones con los gobiernos dictatoriales1 de Santo Domingo, Nicaragua España y Perú, sosteniendo la tesis del cordón profiláctico para aislar a los regímenes negadores de la libertad.

En lo interno, el periodo arevalista se significa por su obra socio- política fundamental. Como todo régimen de transición debe sortear difíciles escollos. Los destronados y los resentidos, los ambiciosos, los malos guatemaltecos al servicio de peores causas, protagonizan una veintena de conspiraciones que fracasan ante la firme com- pactación de pueblo y gobierno. El régimen cumple su labor pri­mordial: educación cívica. Fortalece la economía creando nuevas- fuentes de trabajo o recabando una mayor participación en las uti­lidades de las empresas’ extranjeras explotadoras de la riqueza na­cional. El obrero se libera de una explotación secular conquistando salario justo y trato adecuado. Surge el seguro social como una de las obras de mayor dimensión revolucionaria. . . Cuando las fuerzas intervencionistas norteamericanas, con inusitado descaro, pretenden detener abiertamente la marcha de la revolución, Arévalo dignifica su condición de presidente constitucional, declarando non grato al irascible embajador Mr. Patersson. .|. Luis Cardoza y Aragón, parafraseando aquello de Guatemala, ol país de la eterna primavera, sintetizó la obra del período arevalista en hermosa figura: seis años de primavera en el pais de la eterna dictadura.

Como es natural, no sólo aciertos pueden señalarse en la obra política de Juan José Arévalo. Errores los hubo, pero el de mayor sig­nificación y sobre el cual apuntará la responsabi’idad histórica, ra­dica en la no constitución del gran pgrtido político que reclamaba y que nunca llegó a tener la Guatemala revolucionaria Su fuerza

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se druyó en pequeños o medianos grupos que, en muchos casos, giraban en torno a nombres propios de persona y que internamente se dividían y subdividían con alguna frecuencia, pasando sus miem­bros de una fracción a otra o de un partido a otro partido, lo que restaba consistencia a la fuerza revolucionaria. Es muy probable que e! presidente Arévalo no llegase a preocuparse en serio del problema por cuanto sobre los partidos y actuando como cordón umbilical de los mismos', estaba el arevalismo, olvidando el presi­dente que los movimientos que giran en derredor de una persona, aparte del antipático sabor caudillista, tienen la vida o influencia de la persona que ¡os origina o que, para utilizar sus propias palabras: “un hombre no puede asumir la representación de una ideologia o de una institución". Sucedido Arévalo por Arbenz, las grandes ma­yorías que formaban el arevalismo constituyeron el arbencismo y si a éste lo hubiese sucedido algún amigo apellidado Hugo, sus efec­tivos hubiesen hecho nacer el huguismo.. . La dispersión de las' fuer­zas revolucionarías no sólo atentaba contra la cohesión de un gran movimiento popu'ar, perfectamente controlado y dirigido, sino que ponía en peligro a la propia revolución debido a sus estériles pugnas internas. Aquí surge nuestra primera interrogante: ¿Hasta dónde esta situación es responsable de la resultante final?.. . ¿Por qué la orga­nización civil de la revolución no actuó en la contienda armada?. . . ¿No estaba obligado el presidente Arbenz a consultar su renuncia con la fuerza política que lo llevó al poder?. .. Es que esta fuerza no estaba debidamente organizada o es que e' presidente la igno­ró ex-proieso?. . . ,

LA MARCHA ATRAS

Manuel Galich es, sin duda, uno de los más talentosos políticos guatemaltecos. Luchador incansable por la causa democrática, desa­fía el terror ubiquista señalando rumbos como dirigente estudiantil, como catedrático o autor teatral. Ocupa una posición de destacada importancia en los acontecimientos que en 1944 decretaron el derro­camiento de la dictadura. De esos dias a los finales del primer perío­do presidencial revolucionario, su figura se agiganta en el marco de la política nacional, para luego decrecer al empuje de sus propios errores.

Con el triunfo del coronel Arbenz ocupa la cartera de Relaciones Exteriores e inaugura la política odequieta de contraproducentes re­sultados a la Guatemala revolucionaria. Es el inicio de un cambio en el aspecto más relevante de la política internacional guatemalteca: su lucha contra las dictaduras en América. Galich Se vuelve contra Galich. El eco de su voz condenando a los asesinos de Sandino

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aún vibra en el espacio y está fresco su decir de que se cortaría la mano antes que firmar la reanudación de relaciones con Somoza, 'cuando ésta se produce. Como creación suya y del canciller salva­doreño Roberto Canessa, surge la Organización de Estados Centro Americanos (ODECA) cuya posición posterior frente a Guatemala ya es bien conocida de todos.

Lo importante en estos hechos no es la actitud de Galich en cuanto a él corresponde como valor revolucionario, sino el indicio cierto de que hay golpe de timón en el rumbo internacional del nuevo régimen, y fuerte ha de ser la presión que lo determina cuan­do logra que un hombre de la personalidad y el talento de Manuel Galich ponga proa contra su propio viento. Coincidiendo con el ode- quismo y la rectificación a la política arevalista de no reconoci­miento a las dictaduras, se produce una campaña pública de los comunistas solicitando o haciendo ambiente al establecimiento de relaciones con todos los gobiernos. No se se necesitaba ser muy listo para comprender que los comunistas apelaban al viejo aforismo po­lítico de que “el fin justifica los medios", ya que, para llegar al fin que era el reconocimiento do la China Roja y las Democracias Po­pulares con las que no se tenían relaciones, utilizaban como medio el reconocimiento con el consabido excúseme usted, de los Césaren Tropicales, sin importarles destruir una de las más hermosas páginas de la revolución guatemalteca, hermanándola a los más encarnizados enemigos de ella. Como una ironía del destino, la actitud guatemalte­ca en su nueva política de reconocimiento a Somoza sólo sirvió para que éste incrementara su conspiración contra Guatemala y, con bom­bos y platillos, en el momento indicado tomara la ofensiva en un nuevo y espectacular rompimiento de las nuevas relaciones.

No es necesario referirse ampliamente al reconocimiento de la dictadura venezolana que protagonizara el canciller Guillermo To- riello y mucho menos a las frases que se le atribuyen cuando, tra­tando de explicar este hecho a un demócrata centroamericano, argu­yera lo de los pueblos que necesitan gobierno de mano dura. Esto resulta difícil aceptarlo por cuanto no existe razón para que tan distinguido hombre púb'ico ofendiese en tal forma al bravo pueblo venezolano. La verdad es que la marcha atrás en el caso Venezuela se veía venir desde el momento mismo en que Arévalo, el mismo que había expulsado del país al embajador norteamericano, abría las puertas de su despacho presidencial a dos policías-asesinos de la más baja ralea: Pedro Estrada y Pedro Matos Arreaza, escoltados ambos, en diferentes oportunidades, por un eficiente introductor de embajadores: el llamado general dominicano, Miguel Angel Ramírez. Los resultados de la fraternidad guatemalteco-venezolana en la nue­va política internacional son por demás elocuentes, la dictadura pérez-

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jimenista envió tropas, pertrechos y aviones para destruir a sus nue­vos amigos.

Por última la rectificación, por no llamarla deslealtad o inconse­cuencia, frente al generoso y combativo pueblo cubano. Para pocos es desconocida la valiente actitud del gobierno cubano que presi­diera Carlos Prío Socarrás, en oportunidades sumamente difíciles para la revolución guatemalteca, por ello más que inexplicable re­sultaba insólita la visita del propio ex-presidente Arévalo al dictador Batista, verdugo del pueblo cubano desde una tenebrosa madrugada de marzo, cuando la fuerza de los brutos arrancó el poder al más consecuente amigo de Guatemala. Pocos días después1 de esta visita se efectuaba la Conferencia de Caracas y por lo reciente de este evento no puede haberse olvidado que fue, justamente el represen­tante cubano, uno de los más destacados instrumentos de Foster Du'les contra Guatemala.

El 7 de julio de 1947, al razonar el rompimiento de relaciones con la República Dominicana, decía el presidente Arévalo a su Ministro de Relaciones: "Considero, Sr. Ministro, que los sucesos que vienen produciéndose en materia política en los países del Mar Caribe nos obligan a poner en práctica la doctrina sustentada en el discurso del 15 de marzo de 1945, al tomar posesión de la Presidencia. Sugi­rió entonces el suscrito, ante las honorables representaciones de los países amigos, que al terminar la guerra por la democracia se ins­taurase en América una nueva política internacional "para la de­fensa de los pueblos estafados".. . y reafirmando esta posición asen­taba el Presidente en otro párrafo del mismo memorándum: . . ."los gobiernos americanos, juramentados en la defensa de la democracia, no estamos obligados a otorgar nuestra amistad a gobiernos que en esta América han trocado las formas republicanas por las formas monárquicas".. . Una y otra vez el régimen del presidente Arévalo insistió en ?u revolucionario planteamiento, bien en la voz del propio mandatario o a través de sus más caracterizados personeros. Es más, esta doctrina nace con la revolución guatemalteca por cuanto du­rante el fugaz mandato de la Junta Revolucionaria, desde el marco de la Conferencia de Chapultepec, Muñoz Meany y Toriello asombran con su tesis a los delegados y con su palabra siembran de júbilo el anhelo popular continental.

Ante la evidencia de los hechos anotados hay que aceptar que Guatemala, durante el régimen de Arbenz, recogió velas en la po­lítica que Aréva'o llamara "desafricanización de América" y que planteaba una lucha abierta entre democracia y dictadura, dentro de límites genuinamente americanistas. En Guatemala había dos sec­tores políticos que reclamaban la nueva postura: la oposición reac­cionaria y la minoría comunista, pero el hecho de que el propio ex-presidente Arévalo, sin nexos con ninguna de estas dos corrientes,

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en algunos casos fungiese como instrumento directo de esta nueva política, totalmente antagónica a la que él preconizara, puede estar señalando la existencia de un poderoso factor presionante que sería interesante conocer para determinar si efectivamente valía la pena el sacrificio de arriar una bandera de tanta significación y dignidad sin que a la postre se cosecharan resultados positivos... Y surgen nuestras interrogantes: . . .¿A dónde conducía la nueva política inter­nacional latinoamericana de Guatemala?... ¿Era acaso posible que estuviese basada en la ingenua creencia de regeneración de los Atilas criollos?.. . ¿Existían firmes bases para presumir que los Somo­za, los Pérez Jiménez, los Trujillo o los Batista, iban a romper la cade­na de oro que los ata a Wall Street para irse del brazo con Guatemala gritando vítores a la libertad y a la democracia?.. . Son interrogan­tes que deben ser despejadas en busca de una explicación histórica a esta marcha atrás de la revolución guatemalteca en el aspecto más resaltante de su primera fase: la lucha contra las dictaduras en América.

LA RENUNCIA DEL PRESIDENTE ARBENZ

Fuera de lo dicho por las agencias noticiosas sobre el hecho consumado, nada ha podido saber América. Los pueblos que, como un todo armónico, verticalizaron su voz de protesta —y algo más— del Cabo de Hornos al Río Bravo, siguen esperando la explicación que se merecen... Aviones y aviadores yanquis, soldados mercena­rios, diplomáticos empistolados, militares vende-patria y clérigos trai­dores, pueden aunar su fuerza para vencer matando y destruyendo en nombre de su voluntad de imperio, pero no ha de ser fácil lo­grar el triunfo cuando frente a este ejército de la corrupción, se yergue viril la voluntad de dignidad de un pueblo que, como el guatemalteco, estaba dispuesto a morir peleando en defensa de su libertad. De allí que América quiera saber la razón que determinó el final sorpresivo.

Desde la campaña heroica de Sandino ningún hecho político había logrado agitar la opinión pública latinoamericana en la ma­nera que lo hicieran los sucesos guatemaltecos. El violento repudio que supiera engendrar en nuestros pueblos el expansionismo norte­americano, haciendo ondear su bandera en tierras de México, Ni­caragua, Cuba, Puerto Rico, Haití, Santo Domingo y Panamá, y que llevara a su clímax la torpe política de subyugación económica ael continente moreno por los magnates de Wall Street, en con­tubernio con el State Department, despertaba del ligero sueño a que lo sometiese la Buena Vecindad del presidente Franklin Delano Roossevelt, para tratar de evitar a toda costa la oprobiosa resUrrec­

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ción política del otro Roossevelt. Lo que en un principio se significaba por aisladas protestas fue tomando cuerpo basta convertirse en vio­lenta manifestación solidaria que en las principales ciudades del con­tinente quemaba banderas y retratos, apedreaba embajadas y ha­cía frente a los embates policiales cuyas ba!as, en países como Cuba, señalaron mártires de América por la causa de Guatemala. Este extraordinario movimiento de opinión que agrupaba a todos los hombres dignos de América, sin distingos de credo o color político, y que amenazaba con derrotar estrepitosamente y a corto plazo la posición intervencionista norteamericana, ganando una gran ba­talla para el continente, fue totalmente aplastado por la sorpresiva renuncia del presidente Arbenz. ¿Ignoraba éste lo que pasaba en América? ¿Es que, si lo sabía, como es de suponerse, no llegó a comprender la importancia del mismo? ¿Cuándo, la revolución gua­temalteca, había estado asistida de tan vasto como hermoso apoyo de la opinión continental? ¿Hasta dónde hechos como este maltra­tan o destruyen la fe de nuestros pueblos?

Si la renuncia del Presidente constituye un golpe bajo a quie­nes fuera de Guatemala forman filas en su defensa, adquiere graves características cuando se piensa en su resonancia interna, porque tan sorpresiva e inexplicable lue para el intelectual que izaba s'u pro­testa en las márgenes del Río de la Plata, como para el campesino que machete en mano detenía al invasor en Chiquimula o el obrero que pedía armas frente a las ventanas del Palacio Nacional de Gua­temala. Ni dirigentes políticos, ni colaboradores cercanos conocieron las intenciones del mandatario. Si acaso un señalado dirigente co­munista, el Sr. fosé Manuel Fortuni, ha sido mencionado insistente­mente como la persona que conociera y aprobara oportunamente tan censurable decisión. Cuando el Jefe de la Nación reunió a su Gabinete para informar, no para discutir, su renuncia, ya estaba grabado el discurso que lo notificaba al pueblo. Fueron muchos los guatemaltecos que al anuncio de la alocución presidencial redobla­ron el ánimo y templaron la esperanza en la seguridad de que el enérgico conductor, el valiente soldado, el significado estadista, se­ñalaría rumbos en el inquebrantable propósito de defender no ya la revolución sino la propia soberanía que estaba siendo vulnerada. Rictus de amargura, gestos de dolor o lágrimas de rabia, han de­bido ser el colofón del anuncio derrotista.

Se ha dicho que un grupo de militares traidores exigió la re­nuncia al Presidente. Des'de luego no era esa la respuesta. La his­toria ha recogido el gesto de Rómulo Gallegos, el presidente civil que, palabra más palabra menos, contestara a igual solicitud militar: "yo soy un hombre "restiado", mi responsabilidad ante el pueblo sólo me asigna tTes sitios en Venezuela: la presidencia, la cárcel o

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el cementerio". Muy reciente es el caso de Getuíio Varetas en el Brasil y más aún el de Velasco Ibarra en el Ecuador, quien respondió encarcelando a los militares solicitantes. Los tres situados en posi­ción más desventajosa que Arber.z, por cuanto hadan frente a golpes de palacio, sin peder agitar la bandera nacionalista ante una inva* sión mercenaria apoyada por fuerzas externas lesivas a la soberanía nacional. Lo de los militares venezolanos, brasileros y ecuatorianos era rebelión contra el pueblo, lo de los militares guatemaltecos fue tración a la patria.

Por otra parte se habla de violentas' amenazas norteamericanas, por intermedio de su embajador-policía Mr. Peuriíoy. Nadie ignora que la s'ede de la Embajada norteamericana en Guatemala era el cuartel del alto comando conspircrtivo. Guatemala no podía esperar de los Estados Unidos más que es'o: amenazas, y más allá de éstas: acrión. Misma que se produce con los bombardeos a la ciudad ca­pital. Desde el momento en que Guatemala se enfrenta abierta y dignamente al poderío norteamericano, cuando se va a las confe­rencias internacionales para arrancarle la careta al monstruo, cuan­do los conductores comunistas, adueñados de la maquinaria sindi­cal, conducen las grandes mayorías obrero-campesinas al grito de "muera el imperialismo yanqui", cuando se publican documentos pro­batorios de la intervención norteamericana y se hace frente a ella con un decoro que enorgullece a Latinoamérica, es de suponerse que se estaba preparado a todo, ya no digamos a la3 amenazas, sino a los mismos bombardeos y a! muy posible desembarco de los héroes de Corea. ¿O es que se esperaba ver a la Casa ©anca en actitud su­misa y compungida?. . . ¿Por qué no se puso en un avión al insolente embajador Mr. Peuriíoy, en la misma forma que lo hizo Arévalo con Pattersson?.. . ¿Siendo éste el Jefe de la conspiración, no se hubiese decapitado al movimiento en esta forma?.. . O si no, ¿por qué no se denunció ante América, en el momento culminante de la agitación continental, el tono de las amenazas del embajador norteamerica­no?. ..

No compartimos la tesis de quienes señalan a las minorías co­munistas guatemaltecas principalísima responsabilidad en la caída del régimen, por su constante actitud de provocación, su falso como exagerado alarde de fuerza y dominio popular y su inexplicable empeño en exhibir influencias en las más aitas esferas oficiales. Tampoco los exculpamos porque estas actitudes son tan ciertas co­mo reveladoras de una torpeza táctica que aventaja en mucho a la usual en la mayoría de partidos comunistas que actúan en América. La verdad es que fuese cual fuero el color político del régimen guate­malteco, comunista o procomunista, democrático nacionalista, facista o facistoide, la misma crisis hubiese tenido que sortear desde el mo-

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mento en que hiciese frente a la explotación de las empresas ex­tranjeras y al intervencionismo norteamericano, en la forma que lo hiciera el régimen del coronel Arbenz. El presidente Arévalo hubo de cargar con el calificativo de comunista durante todo su gobierno, no obstante que, desde el primer momento, expuso públicamente, con absoluta claridad, su posición frente a esta corriente ideológica. Al respecto es oportuno transcribir párrafos del discurso que, el 27 de septiembre de 1947, dirigiera al pueblo el citado mandatario: "La circunstancia providencial de que el pueblo de Guatemala haya podido reunir todas sus fuerzas, civiles y militares, de estudiantes y de profesionales, de hombres y de mujeres, de adultos y de niños, en aquel torbellino popular que derrumbó a Ubico y derrumbó a Ponce, y que como consecuencia de ese amasamiento nacional haya conquistado por sí mismo y para no entregarlo jamás el tesoro de sus libertades cívicas, no puede ser aprovechado como caldo incu­bador para que en su propio seno y bajo la magia de la palabra libertad se organicen con un sentido extra-guatemalteco, entidades políticas de genuino credo totalitario".. . "Los comunistas que insis­ten en su agrupamiento como partido político no tienen nada que ver con el complot de los reaccionarios enemigos del gobierno. Pero esta circunstancia no puede en ninguna forma vendar los ojos al gobierno sobre el peligro de que tales individuos, en uso ilícito de las libertades democráticas se organicen en partido bajo una ban­dera ideológica que es fndamentahnente anti-democrática y que para mayor desgracia de ellos, en estos momentos se perfila en el

inundo como una doctrina política incompatible con los intereses -Je los pueblos latinoamericanos".. . Refiriéndose a los enemigos de lia democracia, Arévalo señala en primer lugar al falangismo y en segundo al comunismo. "El falangismo es pues no sólo una doctrina antidemocrática sino una doctrina insultativa para los países de La­tinoamérica". . . "El comunismo como doctrina es inocuo; pero los comunistas como poder político son ya un peligro en Europa y una sombra para el futuro del Continente americano".. . "La reivindica­ción de los obreros y de los campesinos puede lograrse plenazrJsnte dentro de los limites de cada nación. No hay necesidad de pregun­tar a Rusia, a Checoeslovaquia o a Chicago cómo podremos me­jorar el ámbito vital de nuestros trabajadores en Malacatlán. en Chiquimulilla o en San lerónimo. Todas las dimensiones de sus problemas económicos y culturales pueden ser enfocadas en Gua­temala con base en nuestra economía y sin perder de vista los des­tinos históricos de la República".. . Y, concluyendo su planteamiento, dijo el presidente Arévalo: "Yo no sé si las democracias americanas tengan que enfrentarse primero contra el falangismo o primero con­tra el comunismo. Lo que si sé es que cualquiera de estas dos posi­bilidades está trazada ya en los horizontes nebulosos de la demo­

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cracia. Los que estamos en el gobierno de una nadón, que hemos jurado una Constitudón democrática y que tenemos una pasión personal una preocupadón personal por los destinos de la demo­cracia, no podemos desatender ninguno de estos dos flancos en los que tarde o temprano morirán nuestros hijos o nuestros hermanos".. . Un mandatario con una posición tan diáfana y que supo mantener un justo equilibrio político-democrático, tanto en la acción de su gobierno como en el control de las masas, para anteponer a todo la defensa invariable de intereses legítimamente guatemaltecos, nece­sitó atrincherarse en su valor civil y en su responsabilidad ciuda­dana, para salvar su gobierno de la constante agresión regresionista falsamente abanderada de lucha anticomunista.

Justo es reconocer que Arévalo supo controlar la innecesaria agitación de las minorías comunistas que viéramos más tarde des­bocadas, porque es innegable que los comunistas guatemaltecos, en algunos momentos contribuyeron a desorientar la opinión, inter­na y externa, empeñados en camuflar de leopardo su discreta pre­sencia de gato y en teñir al régimen de un color político que no tenía. Más que el constante y preeminente griterío de prefabricadas consignas internacionales, huérfanas de emoción americana, y má3 que sus personalistas ataques a hombres y organizaciones latino­americanos definidamente proguatemaltecos pero no prosoviéticcs, hicieron daño si es que son ciertas, en cuyo caso cargarían con grave responsabilidad histórica, actitudes suyas que impidieron la realización de convenios diplomático-comerciales de vital interés a Guatemala. Se habla de que, a punto de cerrarse un convenio con la Alemania occidental, ya en los umbrales de la crisis, tendiente a la compraventa de diferentes productos y a lograr transportes marítimos distintos a los de la Flota Blanca, controlada por la United Fruit, se hizo presente en el despacho del Ministro de Relaciones Exteriores un destacado como influyente líder comunista, para ex­poner al titular que la realización de tal proyecto tenía que estar sujeta a la previa unificación de las Alemanias oriental y occiden­tal. . . ¿Sería posible que se hubiese permitido a los comunistas llegar a estos extremos?... ¿Y, en tal caso, se jugaba el destino de Gua­temala o se resolvía el problema alemán?... Innecesario y cansado sería enumerar y analizar aquellos pequeños hechos erróneos de comunistas y filocomunistas guatemaltecos empeñados en anteponer la directriz mundial a la realidad nacional. Sólo falta, conocida la agresiva organización de los "camaradas", manifestar extrañeza por la no combatividad o posición pasiva de las células comunistas a raíz de la renuncia presidencial. Abulta la interrogante el hecho que ya citáramos referente al supuesto como privilegiado conoci­miento de la intención presidencial antes de que ésta fuese realidad,

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por parte de un destacado conductor comunista de señalada influen­cia en el ánimo del mandatario y que fuera de los primeros en tras­poner los umbrales de la embajada mexicana en Guatemala.

* * *

Volviendo al presidente Arbenz y a su renuncia será necesario pensar en su actitud no ya como estadista sino como soldado. La historia nos ha acostumbrado a ver al presidente, con mucho ma­yor razón cuando éste es militar, al frente de su tropa y de su pue­blo. Son muchas las ocasiones citadas en que el mandatario declina el poder político en el Vicepresidente o el Jefe del Parlamento, para asumir su condición de comandante general y marchar al frente de batalla donde está en ese momento el puesto de máxima responsa­bilidad. Cuando, hace pocas semanas, el territorio costarricense fue invadido desde Nicaragua por las mismas fuerzas mercenarias que invadieran Guatemala desde Honduras, el presidente Figueres se hizo presente en las líneas de combate, logrando con ello afian­zar la defensa y estimular la moral. En Guatemala existe un cargo especial creado por la revolución en uno de sus más significados errores: la jefatura de las Fuerzas Armadas, cuyo titular es nombra­do por el Congreso de la Bepúbica para ser algo así como un Pre­sidente del Ejército, que dura en sus funciones lo mismo que el presidente de la República electo por el pueblo, y que sólo puede ser removido por el propio Congreso representante directo del pue­blo. Si en un desenvolvimiento político normal esta semidualidad de mando militar, hasta cierto punto constituye un peligro que ya vivió Guatemala, en ocasiones anormales, como esta de la invasión, cuando la defensa descansa sobre la responsabilidad militar, la situación es de superseguridad. No obstante no sucedió así en Gua­temala, ya que a ninguno de los dos presidentes, no obstante sM condición de soldados, se les vio por el frente de batalla. Tampoco estuvo el jefe del Estado Mayor del Ejército, quien después se sig­nificara entre los traidores lo mismo que el jefe de Operaciones, íntimo amigo y compadre del jefe de las Fuerzas Armadas, coronel Carlos Enrique Díaz que en la capital esperaba el gobierno de ma­nos de Arbenz mientras su compadre se entendía y vendía al in­vasor vende-patria Castillo Armas... ¿Toda esta podredumbre no hubiese sido liquidada por la presencia de Arbenz o Díaz en la zona de combate?.. . ¿No se hubiesen percatado ellos inmediatamente que mientras la tropa quería pelear sus jefes inmediatos se lo impedían?. ..

Algo que siempre fue inexplicable, y que a la hora de las de­finiciones resultó trágico, lo representa el alejamiento de Guatemala y de ¡os puestos claves, de algunos oficiales del Ejército ciento por ciento leales al movimiento revolucionario. Si se nos preguntaran

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nombres iniciaríamos la lista con el coronel Amadeo Chinchilla que de jefe del Estado Mayor durante el régimen de Arévalo, pasó a ser Agregado Militar en México y Embajador en Honduras durante el ré­gimen de Arbenz. El coronel Rafael O'Meany de Ministro de la De­fensa, con Arévalo, pasa a Embajador en Costa Rica y Ecuador sucesivamente, durante el mandato de Arbenz. Los coroneles Gar­cía Montenegro y Ccssenza. que dieran la cara después de la caída de Arbenz en vano intento por recuperar el poder, estaban cum­pliendo funciones diplomáticas en Cuba e Italia respectivamente. Y lo más extraño aún, un hombro de la lealtad del mayor Carlos Paz Tejada, a quien Arévalo entregó el poder en una de les más difíciles crisis de la revolución para recibirlo saneado nuevamente de manos del pundonoroso militar, estaba apartado de la política, sin cargo público ni mando de tropas en el momento en que Gua­temala reclamaba el concurso de sus mejores hijos. Hay quien dice que acompañó al mayor Paz Tejada a pedir mando de tropa y envío al frente de batalla, sin que lograran conseguirlo. .. ¿Por qué? . . . ¿Qué razón existía para mantener alejados a estos oficiales de ver­tical conducta?. ..

Por último la renuncia de Arbenz y su responsabilidad ante el pueblo. Es increíble que la escuela democrática de Guatemala haya engendrado un gesto como éste del presidente, hecho figura en el molde de la propia revolución. Si se hubiese realizado una encuesta no se habría encontrado una sola persona que admitiese la posibi­lidad de la renuncia, era tal la seguridad y el grado de. confianza que el pueblo tenía en su conductor. Si sorpresa causó el hecho, incredulidad forjó el procedimiento. No era esa la escuela demo­crática de la Revolución. Primero se imponía la consulta si no a la masa cuando menos a los conductores de ella. Lo contrario equiva­lía a abandonarla a su suerte, como sucedió con los millares de campesinos, firmes creyentes de la revolución, que llenaron y llenan las cárceles del castilloarmismo traidor, aparte los cientos de már­tires que, secuestrados de la fábrica o la propia milpa, o asesina­dos en las mismas ergástulas', han dado su máximum: la vida, en el abismo de la revolución. ¿Si s'e imponía la renuncia por qué no hacerlo de acuerdo al ordenamiento constitucional?. . . ¿Qué es eso de dejar el poder en manes del amigo, cuando lo ha otorgado la voluntad del pueblo?. . . ¿Qué papel jugó en toda esta trama palaciega el propio coronel Carlos Enrique Díaz?. . . ¿Hasta dónde llegaba su control sobre el Ejército, a cerca de cuatro años de. fun­gir como jefe de las' Fuerzas Armadas?. . . ¿Por qué no se dieron armas ál pueblo que las reclamaba?. ..

Cuando este artículo llegue a los lectores de HUMANISMO posi­blemente estén circulando, —cuando menos uno— tres importantes li­bros ya anunciados: "La Batalla de Guatemala" de Guillermo Toriellc

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“Operación Guatemala O. K." de Raúl Osegueda y “Guatemala: laslíneas de su mano" de Luis Cardoza y Aragón. La indiscutible autori­dad de sus autores constituye una promesa de luz a los oscuro» pun­tos del caso que nos ocupa, por lo que esperamos que muchas, cuan­do no todas, de nuestras interrogantes, encuentren la hoy ausente ex­plicación en la anunciada palabra escrita de tan destacados hombres públicos guatemaltecos. Más que nosotros, así lo espera Guatemala y América entera.

* * *

Recientemente una revistilla de propaganda imperialista, lanzó paletadas de lodo sobre la figura de Jacobo Arbenz. No es extraño. Las fuerzas de la caverna política gastan buenos dólares para ali­mentar la pluma de los profesionales de la calumnia. Arbenz ha sido y creemos que s'igue siendo un firme valor revolucionario. Su renuncia no puede haber obedecido ni a traición, ni a cobardía; hay algo que es necesario esclarecer, algo que lo llevó a dar este paso fatal, que movió su brazo y articuló su palabra, algo que pro­dujo su tremenda y negativa decisión, algo que él mismo necesita esclarecer debidamente antes que el tiempo lo destruya política­mente o la historia lo malcalifique.

Los errores de ayer y de hoy, vistos y analizados con ánimo de forjar aleccionadora experiencia, marginadas las pasiones sec­tarias que ciegan y corrompen, deben servir para acerar el movi­miento que en un mañana próximo restituirá la libertad al pueble guatemalteco. Es imposible creer que su destino pueda estar en ma­nos de un vulgar mercachifle, que encarcela y enjuicia a una mujer porque le descubrió un frasco de aguas turbias encebolladas, mar proceloso en que naufragaba un muñeco con hundido alfiler en su cabeza, en el que se identificó el Sr. Presidente, cuando el mal de ojo tocaba a su puerta. Que se discutan las posibilidades de un Elfego Monzón, el más repugnante de los traidores y el más abominable de los tránsfugas. Que se piense en un Idígoras Fuentes, sembrador de cadáveres en los caminos de la provincia guatemalteca. No y mil veces no. Guatemala espera su redención de manos de los hombres que la condujeron a la libertad por el camino de la revolución. Si ayer no hubo el organismo político fuerte, con programa y doctrina re­volucionaria, con sabor guatemalteco y espíritu americano, es hora de que se constituya y la bandera de una lucha nueva sea izada en el más alto mástil de la dignidad, donde la curta el sol de la democracia y la bese el viento de la libertad.

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M untan Unto y, CducacionF r a n c isc o R o m e r o .

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EL tema del humanismo y el de la educación se hallan unidos des'de la raíz. Educar no puede ser sino fomentar lo humano en

el hombre. Ello plantea desde el principio una cuestión intere­sante y aun aparentemente paradójica; porque si lo humano debe ser fomentado, parecería que el hombre, por propia y espontánea inclinación, no propendería a realizarse humanamente. La verdad es que el hombre es un ser extraño, una especie de viajero hacia sí mismo; un ente que no es propiamente lo que actualmente es en cada instante, sino la suma de su actualidad y su posibilidad, pero enten­dida ésta no como posibilidad vacía e indiferente, apta para llenarse de cualquier contenido, sino como una posibilidad que es efectiva latencia, realidad dormida o en germen que poco a poco va desper­tando y desenvolviéndose. No se enuncia con esto un particular pun­to de vista, sino una convicción que se encuentra en el fondo de casi todas las concepciones del devenir histórico como cumplimiento terreno del destino del hombre, desde Herder; casi todas las inter­pretaciones filosóficas de la marcha histórica, en efecto, asignan a esta marcha un sentido, una dirección que apunta a la configuración de la persona humana como centro proyectado hacia los altos valo­res del espíritu. Si la libertad ocupa el lugar céntrico y de privilegio que de ordinario se le atribuye, es porque tal proyección hacia los

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valores sumos carece de sentido si no es manifestación espontánea de la persona, si no brota autónoma de su entraña, de manera que, al afirmar ios valores, la personalidad humana se afirme a sí misma. Que en ¡a historia se realice este proceso, no me parece dudoso; se lo desconoce a veces porque se sobrevaloran ciertos azares desdi­chados, que en toda ocasión abundan, pero que no desmienten la orientación general de un curso caudaloso que viene desde la exis­tencia semibeStial del hombre de las cavernas, y que, jalonado por triunfes alcanzados trabajosamente, va marcando un innegable as­censo. Don Carlos Vaz Ferreira, el gran maestro de América, ha mos­trado en términos cierros y para mí irrefutables, no sólo el continuo crecimiento de lo espiritual, sino también, contra la opinión corrien­te, que dicho progreso supera al de índole material o práctica. El maravilloso ensayo donde Vaz Ferreira defiende estas ideas debe ser meditado por cuantos se preocupan por el problema de! hombre (1).

La humanidad acumula y concreta sus conquistas en las formas superiores de la civilización, en las creaciones de las ciencias y las artes, en las instituciones, en una conciencia moral cada día más re­finada y exigente. Cada ser humano adhiere a todo esto, siente vi­brar lo mejor de sí al unísono con los más elevados logros de s'u especie, en los que reconoce el cumplimiento de sus más puros- an­helos; pero por algunos costados suyos está por debajo de ellos, es movido por fuerzas oscuras que, en lo individual, se manifiestan como brotes de egoísmo y de violencia, y, cuando pasajeramente se imponen en lo colectivo, originan regímenes políticos opresivos y des­tructores. La meta por excelencia de la educación es instalar a cada hombre en la plataforma cultura! de la época, haciéndolo partícipe de los hallazgos espirituales y materia1 es de la humanidad, pero persuadiéndole de que debe ser superada la etapa actual, como ella superó las precedentes. No se trata tanto de introducir en él las esencias fundamentales de la cultura, aunque muchas que son fun­cionales deban serle incorporadas desde fuera, como de extraerlas de su fondo mismo, por el desbroce, la incitación y el ejemplo, en cuanto miembro y porción solidaria de la humanidad que ha ido dándolas a luz. Por eso toda educación veraz tiene su paradigma eterno en aquel'a mayéutica socrática, que, mediante adecuadas manipulaciones, llegaba a poner al descubierto en el fondo de cada alma las fuentes de la verdad y de la justicia.

Si el proceso histórico es la paulatina autoafirmación del hombre

( 1 ) Me refiero al trabajo titulado ¿Cual e t el slqno ■notai de la Inquietud humana?, agregado ahora al ltnal del bellítimo libro Fermentarlo. Toda la obra del genial uruguayo —mucho menoe conocida y aprovechada de lo que corretponde, para vergüenia nuestra— ofrece inapreciables puntos de vista sobre estas cuestiones.

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como persona, y la educación no puede proponerse sino la eleva­ción de cada hombre al nivel obtenido y a la conciencia del proceso mismo, educación y humanismo se dan la mano, y una de las ma­yores' preocupaciones debe ser la eliminación de cuanto en las prác­ticas educativas contradiga o entorpezca esa finalidad.

La persona se define por su asentimiento a los valores de la ver­dad, ¡a be'leza y el bien ético; por su vocación de realizarlos. Pero la proyección hacia los valores no es válida si no es directa y libre, esto es, si no es personal. De aquí la significación de la libertad, sin la cual los más altos valores pierden su jerarquía y se convierten en ficciones, en algo falso y contradictorio. ¿Qué son la verdad, la be­lleza y el bien, si no hay libertad para realizarlos, si lo así denomi­nado es impuesto por la fuerza? Supongamos, dentro de una situación de coacción y tiranía, el caso excepcionalmente favorable de que la imposición fuera acertada y consiguiera los mejores' resultados en ciencias, artes y bienestar; tendríamos, por un lado, estos bienes, pero, por el otro, la negación y aun la destrucción de los hombres como personalidades autónomas, como hombres propiamente dichos. Una civilización asi tendría que calificarse de monstruosa; sería una especie de magnífico sepulcro, una construcción resplandeciente den­tro de la cual no habría sino cadáveres.

El hombre avanza de hecho, históricamente, hacia la personali­dad; pero avanza con esfuerzo, porque la persona es renuncia a la animalidad ancestral, es el requerimiento de una libertad que no es ciega arbitrariedad, sino decisión consciente y también responsabi­lidad. Es trabajo, tensión, muchas veces dolor. Más cómodo es de­jarse ir hacia atrás y hacia abajo. Lo que se llama "masa'', no como calificación de estrato social o económico, sino como situación psí­quica, es lo contrario de la personalización, la caída en un anonima­to irresponsable, siempre dispuesto a obedecer las so1 icitaciones' de los instintos primarios, las consignas simplistas de los demagogos, las sugestiones de la propaganda dirigida. La educación tiene la primordial obliaación de desmasiíVcar o de personalizar, que viene a •ser lo mismo. Y no se incurra en el grosero equívoco de confundir masificación con socia'ización, y personalismo con individualismo egoísta y cerril. La masificación y la personificación, como se ha dicho, tienen signos contrarios; la masificación es antisocial por in­frahumana. La legítima socialización no sólo es' compatible con la personalización sino que ambas se suponen y exigen mutuamente, porque la sociedad auténtica es la de las' personas, y éstas sólo se despliegan como tales en la convivencia social (2).

( 2 ) Ver mía librea Flloaofía de la Pereona y Teoría del Hombre; en al se- -qusda, particularisante, aon debatidos a fondo estos problemas.

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Uno de los primeros imperativos para la educación será, pues, evitar todo lo que produzca masiiicación, y suscitar la personalidad responsable y consciente. Fomentan la masificación muchos procedi­mientos empleados con el motivo o el pretexto de establecer una dis­ciplina férrea, de crear una uniformidad absoluta, de imponer una obediencia mecánica. Ante el espectácu!o de las lormaciones y des­files escolares, sucede que hasta gente muy avisada y de madura inteligencia se complace en ver a los niños y jóvenes caminar y mo­verse como autómatas, con precisión maquinal; el régimen de ejer­cicios y movimientos inventado para sus empresas militares por aquel rey de Prusia a quien l’amaban el Rey Sargento que ya ni siquiera sirve para la guerra, perdura en las escuelas como absurdo resabio- del pasado, sin otro efecto que despersonalizar y masificar. Hay otras muchas ocasiones, menos visibles, en que la escuela masifica. El buen maestro individualiza a sus alumnos, los distingue y señala por lo que más de privado y exclusivo tiene externamente cada uno: su propio nombre. Y cada educando, al sentir que recae en él esta singularización, s'e vive a sí mismo como persona, se siente respon­sable ante sí y ante quien lo nombra. Para el maestro torpe o perezo­so, en cambio, cada educando es un número, una vaga entidad indi­ferenciada, un átomo de la masa. Dirá, cuando tenga que dirigirse a él: "A ver, usted, ese que está en el rincón". Y el del rincón despo­seído de su realidad intrasferible y única, desindividualizado, perderá la oportunidad de ser él mismo y experimentará la tentación de hun­dirse en el anonimato.

Estas observaciones van sólo por vía de ejemplo; sin la menor di­ficultad se puede ir registrando casos semejantes, en los que, por desgracia, parece que se cumpliera un plan previsto para hacer todo- lo contrario de lo debido; para anular la incipiente personalidad infan­til y juvenil, en luqar de estimularla y favorecerla. Examinemos otra situación que por su carácter general es muy importante. La ense­ñanza primaria, por encima e independientemente de los defectos que en cada país y circunstancia pueda tener, ofrece una ventaja desde el punto de vista que nos ocupa, que deriva del tipo de conocimien­tos que en ella s'e imparte. Por el tono elemental de estos conocimien­tos, un solo maestro enseña muchas cosas, pasa mucho tiempo con sus alumnos y acaba por conocerlos individualmente y por tratarlos como personas. El niño se respalda en el maestro, ve en él un ser humano y no sólo un instrumento de dar lecciones; sabido es el atecto que, en los mejores casos, despierta en el niño su maestro de primeras letras. En la enseñanza secundaria, la situación suele cam­biar en manera muy desíavorab’e. En muchos países, por un mal­aventurado prurito de eficacia didáctica, se quiere que el profesor secundario sea un consumado especialista en su asunto y que cada

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uno enseñe únicamente la materia de su especialización. Aquel niño de la escuela primaria que se acostumbró a ver un ser humano en su maestro, pasa sin transición, y precisamente en la adolescencia, cuando mayor necesidad experimenta de un apoyo comprensivo y cor­dial, a contemplar ante sí un frío desfile de sujetos que, per horas medidas, le espeta cada uno su dosis de saber; el uno una porción de historia; el otro, de gramática; el otro, de matemáticas... Todos con el reloj y la libreta de calificaciones en la mano; todos atentos a su lección, pero no al chico, que recibe muchas lecciones, acas'o buenas en sí, pero que en vano espera la que más necesita, la lec­ción de viva y cálida humanidad. El director del instituto, prisionero del papeleo burocrático, no dispone de tiempo para ejercer un influjo próximo y eficiente, y contribuye a la impersonalidad del ambiente, porque, si aparece ante los alumnos, es como un Júpiter Tonante, en el formalismo de las solemnidades o para prodigar el terror de las grandes reprimendas. Hablo en general, y ya sé que hay muchas felices excepciones; pero el sistema prepondera sobre las buenas inten­ciones y las asfixia, por lo menos en lo que mejor conozco. En con­diciones tales, la masificación es inevitable, porque el profesor pres­cinde necesariamente de la individualidad efectiva del a'umno, se dirige a él en abstracto. La solución razonable, que se emplea sin duda en algunas partes, pero que en otras ni se ha pensado si­quiera en aplicar, es la del profesor que imparta varias enseñanzas más o menos conexas o con algún lazo entre ellas, y aun que acom­pañe a su grupo de alumnos, si es posible, cuando pasan de un año al superior; insensiblemente se convertirá de este modo en un guía o consejero, hasta sin pretenderlo y por mera acción de presencia. Acaso digan algunos que no conviene el procedimiento, porque el profesor sabrá mal materias distintas; pero el argumento es falso, porque no se requiere ser consumado especialista en un distrito del saber para enseñar lo que exige un programa de ciclo secundario, y hasta sucede con frecuencia que el especialista es mal profesor porque se aburre y le parece que pierde su tiempo repitiendo cada año los rudimentos de su ciencia; piensa en su saber más que en el alumno, y se considera por encima de su faena. Dirán quizás otros, con más tino, que para el joven resultará preferible recibir de sus profesores menor cantidad de ciencia y mayor de humanidad; pero tampoco aciertan por completo, porque un adolescente no es un depósito que recoja indiferentemente lo que le echen, sino una inteligencia selectiva y en formación, que con seguridad aprovecha­rá mejor la lección, aun modesta, de aquel a quien frecuente y perci­ba como hombre cabal, que la del altivo impartidor de conocimien­tos que se presenta cada dfa ante él, le habla una hora escasa de una ciencia determinada, y se va, sin que entre ambos se haya esta­

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blecido otra relación que la muy impersonal cifrada en el trasvase de unos fragmentos de saber.

No es mi intención descubrir continentes ignorados; sólo quiero recordar, con estas reflexiones, que el humanismo, la humanización, tanto o más que de teorías necesita de una sincera, humilde y la­boriosa práctica. El perfeccionamiento ideológico de las tesis humanis­tas, su adecuación a nuestro tiempo, es por cierto tarea capital; pero no debe sustituirse a la práctica humanista de todos los días, que está al alcance de todos. Y es muy importante renunciar al espe­jismo de que la futura sistematización teórica del humanismo, por su interna virtud, resolverá de plano los problemas que nos agobian. Desconfiemos de la arraigada propensión a esperarlo todo de recetas milagreras, que unas veces es residuo de la creencia en fórmulas mágicas y otras es inconsciente ardid para eludir o retardar las rea­lizaciones concretas, por lo regular penosas y parciales. La doctrina del humanismo para nuestro tiempo será la síntesis y la prolongación de todo lo que ha ido pensando el hombre para el descubrimiento y realce de su humanidad, desde los griegos. El ejercicio del huma­nismo, clarificado por esa doctrina, está en la mano, en cada instante, de cada hombre sensato y de buena voluntad.

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c4lg,o Sobre laó UtopíaóA l f o n s o Retes.

HAY un instante —y corresponde singularmente a las épocas de transición brusca— en que el poeta se adelanta al jurista e imagina, a lo novelesco, una sociedad perfeccionada, mejor

que la actual; una ciudad teórica, soñada, donde los conflictos del trato entre los hombres hallan plácida solución; una fórmula armo­niosa en que el bienestar se asegura mediante el cambio completo de costumbres y leyes; un ensueño revolucionario, todo lo fantástico que se quiera, pero claro y auténtico índice de las aspiraciones ge­nerales o siquiera de las más refinadas; aquello, en suma, que, con estilo de historiador literario, llamamos Utopía o República Perfecta. Utopía, en griego; lugar que no está en ninguna parte. El poeta inglés William Morris llama a su novela utópica News from Nowhere, Noticias de Ninguna Parte. Y Samuel Butler invirtiendo la palabra nowhere, llama a su australiana utopía Erewhon. La utopía anda hasta en las coplas populares;

En la tierra no sé dónde veneran no sé qué santo; rezando no sé qué cosa

se gana no sé qué tanto.

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Sólo hay, en efecto, una diferencia de celeridad entre el ánimo del grande humanista inglés Tomás Moro, cuando —en el reposo de su estudio, pero empujado por la inquietud más fecunda de la histo­ria— escribe la Utopía de que todos han oído hablar, y el diputado, cualquiera, del 1789 que, a punta de improperios y arrebatos par­lamentarios, entrecortado de sobresaltos, pletórico de filosofía ja ­cobina, trata de redactar ese grande poema práctico, la Declaración de lo# Derechos del Hombre. Ambos, con sus ideales propios y se­gún las' luces de su tiempo, aspiran a la República Perfecta: como en todas las constituciones políticas de los pueblos modernos.

Es una misma la estrella del legislador, del reformista, del revo­lucionario, del apóstol, del poeta. Cuando el sueño de una humanidad mejor se hace literario, cuando el estímulo práctico se descarga en Invenciones teóricas, el legislador, el reformista, el revolucionario y el apóstol son, como el poeta mismo, autores de utopías. Y al con­trario, en el escritor de utopías se trasluce el gobernante en potencia: toda república perfecta requiere, como juez supremo, a su inventor. Utopías' en marcha son los impulsos que determinan las transforma­ciones sociales; ilusiones políticas que cuajan, al fin, en nuevas instituciones; sueños preñados del éxito y del fracaso que llevan en #1 todos los sueños, y hasta recorridos interiormente por ese despego de las contingencias que, en último análisis, se llama ironía.

Tal la vieja idea del "pacto social" como fundamento filosófico de las sociedades. Protágoras y otros pensadores' griegos la anuncian: la esbozan después Altusio y Grocio; por primera vez la desarrol'a Hobbes en su Leviathan; la exponen, más tarde, Spinoza en su Tra­tado teológico político. Hooker en su Política eclesiàstica, Locke en su Gobierno civiU Rousseau le da nombre de "contrato"; y Kant la interpreta como criterio general de justicia.

Popularizada en la fórmula romántica, interesa la concepción moderna del Estado: nuestras Constituciones, Cartas Magnas, Pactos, son otras tantas utopícm, en redor de cuyos contornos divagamos o combatimos.

También los Enciclopedistas buscaron la felicidad en las reformas sociales. Y de aquel mundo nutrido de filosofía y retórica seudo-clási- cas, educado y conducido por literatos, nació la Revolución Francesa. Aquí se descubre fácilmente lo que hubo de sueño y, a pesar de tanta sangre vertida, hasta de juego infantil. ¿Qué otra cosa es el tratamiento ritual de "ciudadanos" que usan entre sí los vecinos? ¿Y el ensayo de religión laica, que había de resucitar con el Positi­vismo de Comte? Querían Io b hombres de entonces sanear el mun­do del "miasma eclesiástico" fomentando el culto de la inteligencia; los bautizados se lavaban para desbautizarse; loé sacerdotes arre­pentidos se divorciaban de su breviario en ceremonia pública; a la

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gótica Notre-Dame, llena de quimeras, se la llamaba oficialmente el Templo de la Razón. Fabre d'Englantine inventó un nuevo calen­dario. (Comte también lo ha de recordar). La economia política diva­gó: ya no habrá pobres ni ricos, y esto por mera resolución guber­nativa. La arquitectura se hizo sentimental: era menester que se de­molieran los campanarios, porque las torres sobresalen como magna­tes y recuerdan los feudales oprobios. La filosofía se dictó por decretos. Uno, célebre, de Nevers, declaraba que la muerte es "un sueño eterno”. Impresiona, en toda la época, el carácter acentuada­mente verbal de los entusiasmos populares, acarreados en el aura del espíritu girondino. Entre 1789 y 1799 aparece una colección de términos y expresiones que regocijarían al humanista, si no hubie­ran hecho caer tantas cabezas. Robespierre aparece verdaderamente acosado por una trinidad terrible: el Ser Supremo, la Virtud y la Propiedad. Pero donde se extrema el sentido utópico de la Revolución es en la creencia de que se legisla para el universo, (lo que en cierto modo resultó verdad para todo un orbe de cultura). La Asamblea Nacional llegó a recibir solemnemente en su seno a una supuesta diputación de indostánicos, árabes, armenios, egipcios y otros pueblos exóticos —lacayos y cocheros disfrazados por los aristócratas zum­bones—, quienes venían, en nombre de toda la tierra a agradecer el advenimiento de la Justicia.

Claro es que un análisis riguroso del tema obliga a distinguir entre las utopías políticas propiamente tales, proyectos posibles de reforma, y las meras fantasías en que la imaginación se alivia de la realidad por un puro placer poético.

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jÇa (Blanca Vihuela y el J^eyro T)ambor a>

F ern a n d o O b t iz .

CUANDO España pobló las tierras americanas, desde Unes del siglo XV, trajo consigo numerosos instrumentos cordóionoa de estructura muy compleja, que ella tenía heredados de los sa­

rracenos, sus dominadores durante siglos, y ya asimilados por los músicos populares. Consta que ya los trajo Cristóbal Colón en su segundo viaje. Como reseñó Bartolomé de las Casas: "Mandaron también traer un físico e un boticario e un herbolario y también al­gunos instrumentos músicos, para que se alegrasen y pasasen la gente que acá había de estar '. Pero algún rabel o a'guna vihuela anónima ya debió de haber venido antes, con los’ colombinos ar­gonautas de 1492. Sin duda fueron cordófonos los principales ins­trumentos; pero también trajeron piianos y atables y tamborinos, que algunas veces tañeron ante los asombrados indios, quienes so­lían oírlos como amenazas' de guerra.

También los negros vinieron a las Indias con sus instrumentos de cuerda; pero la mayor riqueza musica' de los cordófonos de los españoles y su misma ya adquirida popularidad, que los puso cerca de I03 negros y al alcance de sus manos, hicieron que los 1

( 1 ) Del libio »n picata Lo* Intlrumanto» da la M útka A/rocubana,—Vol, V.

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afroamericanos fueran abandonando en las poblaciones sus cor- dófonos simples y rudos para adoptar los de los blancos. Sólo por los campos y serranías los conservaban los bozales montunos. En cambio, persistió en los negros, aun en ¡as ciudades, el uso de los tambores aiiicanos, más ricos en sonación que los europeos. Y ello nos prueba cuán atinada fue la discriminación estética del negro, y cuán atinado su genio musical. Cuero de Africa, cuerda de Espa­ña. Pellejo de cabro negro, tripas de pato blanco. Tambor y vihuela, los dos focos de sonoridad, afro e hispano, en la música populen- de los ultratlánticos neopobladores del Nuevo Mundo. Y al fin la mestiza guitarra.

Donde prevalecía el blanco la vihuela gobernaba la música, con los rabeles, triples, tres, cuatros y sus familiares de la dinastía de la cuerda; donde predominaba el negro era rey el tambor, con su séquito de percusivos pánicos, de membranas, huesos, maderas y metales; donde se fueron mezclando y embazando las gentes se ccmulataba también la música en bandolas, guitarras y contrabajos.

La guitarra fue luego la tirana en ese campo del rumbo. Se hizo vulgar a la caída del sig'o XVI cuando en Portugal, España y América ya había penetrado la música muy percusiva de los ne­gros y de los mulatos, de una parte y de la otra del Atlántico, donde eran populares los bailes afroides con sus excitantes ritmos y san­dunga. Por su técnica de punteo, la guitarra sigue de solista de música melódica en el arte "de arriba"; pero por su técnica de ras­gueo, en el arte "de abajo" hace música bailable amulatada, con canción de blanco y ritmo de negro. En la guitarra y sus rasgueos hay mucha percusividad rítmica pero las excelencias melódicas por

punteado prevalecen en su complejo musical. La guitarra española y a es algo morena, pero es una blanconazo que disimula su mulatez. Sus curvas sensuales, su hondura resonante, sus manoteos percu­cientes, su sonoridad de madera y tripa, todavía recuerdan en la guitarra a un antepasado tambor. En algún tipo de la fauna guita- rrlstica es’ evidente esa hibridez organográíica, hasta la teratología. El banjo es algo andrógino. Es como un tambor-aguitarrado; tam­bor con cuerdas vocales y voces atipladas, tambor adamado y eunu- coide, con curvas de cadera en la caja y cuello estirado a lo alto para el bello cantar como mujer.

Pero los negros conservaron sus tambores donde y siempre que les fue posible. El alma sonora de la guitarra no "hablaba en len­gua", ni podía traducir plenamente la aíricanía. El rasgueo no bas­taba para derrotar al tamboreo. La típica música negra no es de pulsaciones en cuerdas sino de sobadura en cueros. No sale de un colegio de finas y parleras tripas, rascabucheadas a punteados pe­llizcos y cosquillas de rasgueos. Son pieles de enteros vientres ca­

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bríos henchidos de goce, las que se tienden sobre la oquedad re­sonante y el luego ardiente para regalar su mórbida calidez de vida y dar de nuevo sus vibraciones apasionadas bajo la maestria de golpes excitantes y manoseos de caricias febriles'. La música negra es música de piel recalentada. Sobre el hueco del tambor, abierto como una entraña, una piel se tiende y se acerca a la lla­ma, que lasciva quiere lamerla, y lo atiranta y hace vibrátil para que, en su carne revivida, dé sus sones ese genio misterioso de la voluptuosidad que responde al conjuro del amor humano.

Indudablemente, la guitarra es uno de los instrumentos de más extensas posibilidades de expresión, mucho más que el tambor. Sin duda el africano podía encontrar en ella voces de sensualidad. Ma­nuel Machado hace decir así a su guitarra;

Mis cuerdas, cual humanos nervios tensas un grito de dolor y un ay amante, y de ternuras un tesoro inmensas, como en un corazón guardan vibrante.

Son mis notas calientes lagrimones de sangre roja que mi pecho vierte.

Lágrimas, ayes, gritos sensuales, deliquios lujuriosos entre aromas, suspiro violador, arrullo blando...

Brotan de mi en magníficos raudales.

El negro africano saca de su música voluptuosidades y lascivias, pero nunca lagrimones, ayes ni lloros, ni melancolía. Africa se ex­presa con tambores y el tambor no llora, como saben llorar una guitarra o un violin. El lloro es melodía, libre, como una ideación que se expresa con sonidos preverbales o ultraverbales por insufi­ciencia del lenguaje oral, ya porque el llanto es de tan emotiva sutileza que la articulación vocal no puede dominarla y arrastrarla a lo exterior, o ya porque aquél es tan pleno, profundo y abundoso que se desborda del cauce que le ofrece el idioma e inunda de expresión el ambiente. Pero nunca corre a ritmo. El llanto fluye del alma como suave reguerito fontanero o como nubarrón de dolor que entenebrece la conciencia y rompe en turbión que llena las to­rrenteras; pero no se sujeta a ritmo. Es puro arpegio de una almita que apenas puede balbucear o sinfonía de emociones atropelladas, sin compostura, compás, metro ni euritmia. Un llanto a ritmo va no es llanto, sino música; ya no es llanto sino expresión de queja,

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protesta, furia que busca clamor, o perfidia hipócrita de una emo­ción Supuesta para captarse el respeto que tiene todo lo inefable como lo es la esencia del verdadero llorar que sale de "adentro". Cuando el llanto entra en un ritmo se desvanece. Entonces las lá­grimas han movido las ruedas humanas y ya no es llanto, es acción y trabajo. Africa no llora en la orquesta, como pensaba Alfonso Hernández Catá, el gran literato cubano,- Africa actúa en su mú­sica. La música africana no dice, hace. No conduce a la idea sino a la acción. Africa gime en carcajadas, ríe sus congojas, sincopa sus sollozos y chotea sus rabias, no llora en tambor. En la música colectiva donde Africa palpita y vive, no hay más cuerdas para la melopeya que las vocales en las gargantas de los cantadores. Los tamborea hablan ese lenguaje incorde de embrujadores monosíla­bos que une por igual a las parejas, a las tribus y a las multitudes, en la danza copular, o en el "arrollao" del gentío. Y nunca es soli­loquio de un tambor sino diálogo enamorado de dos tambores o de parejas de tambores siempre machihembrados. Pero los tam­bores no hablan para convencer. Su lenguaje es de solas interjec­ciones palpitantes, como estallidos de emociones hondas que quie­ren romper el cuero y rasgar el secreto de su inefabilidad. Los tambores no hablan para dar ideas; en ellos el corazón negro, como en sus dos ventrículos, ordena sus ritmos diastólicos y, luego los rit­mos por sí hacen y reordenan, y por hacer y seguir haciendo, ver- tras vez y siempre igual, la magia reiterativa y el orden pertinaz de su estímulo sugieren la imitación, adormecen la racionalidad despierta, desenfrenan la humanidad, y con irresistible imperio la arrastran a la acción, aun a la acción por la acción, sin otra tras­cendencia que el deleite de abandonarse a sí misma, al placentero despilfarro de las energías sobranceras de la rutina instintiva y vital.

Antonio Machado, el gran poeta andaluz, dice en Cante Hondo que "nerviosa mano en la vibrante cuerda ponía un largo suspirar de oro. .. Y en la guitarra, resonante y trémula, la blanca mano, al golpear, fingía el reposar de un ataúd en tierra". Nada de esto con el tambor. Ni suspiro ni resonancia de caja de muerto. |Sola vaya!, que tanto vale en Cuba como en Andalucía decir tres veces: iLagarto!, |Lagarto1, |Lagarto! El negro en la música de sus tam­bores pone alegría y fiesta de agasajo hasta en la final despedida. Cuando en la música negra se oye un sonido lúgubre es la voz del mismo muerto que se hace oír y los tambores la acompañan con regocijo de danza. Con la guitarra se tocan solos y cantan solea­res. con los tambores no hay solistas y siempre exigen compañía. Con la guitarra se puede bailar y se baila mucho; pero con el tam­bor se necesita bailar y se baTa siempre.

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Si por lo que hay en Cuba de mulatez cultural, se sigue tañen­do la trigueña guitarra, el raudal de nuestra música folklórica de Cuba sigue brotando de las vibraciones del tamibor. Si, según Raúl Laparra, puede decirse que todo músico típicamente español en el fondo es siempre un guitarrista, digamos que el genuino músico afrocubano, toque el instrumento que toque, nunca deja de ser un tamborero.

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¿be la Condición de la

4literatura cA ctualF r a n c isc o C a r m o n a N e n c l a r e s .

EN la primera década del siglo, año más o menos, aquello se aprendía en los libros; sólo allí podían descubrirse tales cosas. Nuestros indiscutible* textos y nuestros omniscientes profe­

sores decían que la Literatura es la expresión de la belleza útil por medio de la palabra. La fórmula carecía de significación, al menos para nosotros. Nunca supimos lo que quería declarar; nadie dudaba, sin embargo, de sus inescrutables prudencia y sabiduría, aunque nadie la entendiera. Ahora, muchos año3 después, hemos encontra­do, al fin, su significación. Representaba el mensaje de una época de confianza y optimismo; el mensaje, en el orden literario, de una época de seguridad vital. Nada menos. Armados de la fórmula ini­ciábamos nuestras lecturas literarias; o sea, la aventura de crear nuestra biografía. Desfilaban, claro es, Homero, Horacio, Cervantes, etc., convenientemente expurgados, y también, |ay!, monolitos de espantoso hastio como "la Jerusalén libertada''. Pero la lectura era menos importante, a juicio de textos y profesores, que la corrobora­ción del principio. Estupenda tarea en la cual habiendo puesto, a veces la mejor voluntad, y a veces la peor, jamás encontramos resul­tado alguno. Era imposible encontrarlo.

En las otras actividades culturales también había, en cada una, un principio orientador, canónico, cuya corroboración debía lograrse. )Ah, era época de principios! En la política, la democracia apoyada

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en !a libertad de conciencia y el régimen parlamentario; en la eco­nomia, el principio de la libre competencia, etc. Los niños de la época estudiaban, todavía, urbanidad y los mayores viajaban sin pasaporte y sin visado. Era un mundo pulido, correcto, limpio, hecho a la medida, acabado. La ciencia no tenía el misterio delante de sí, careciendo de torturas metafísicas'. Amor quería decir amor y no simple sexo. Las grandes potencias se repartían las tierras vírgenes en nombre de la augusta civilización; muchos cañones, muchas libras esterlinas, muchas biblias. .. La esposa y el oficio se nos esco­gían en nombre de la tradición familiar y la utilidad. Y a los treinta años se estaba obligado a ostentar, además de cinco vástagos en el registro civil, una solemne barba en el rostro.

Aquel tiempo extraordinario terminó para nuestra generación después de 1918. Repentinamente, de la noche a la mañana. Aún nos queda algo de su regusto en una especie de paladar psíquico. El universo estaba a la mano del hombre, de sus deseos, sentimientos e ideas, sin contradicción interna entre el ser del hombre y el ser cósmico. La máquina, la técnica, harían la felicidad de la especie humana en un futuro inmediato cuyo advenimiento no había que precipitar, ¿para qué?, sino aguardar, pues venía por sus pasos con­tados. La ciencia mantenía estrecho contacto con la moral; el saber era, por sí mismo, útil y por lo tanto moral; lo útil, lo moral, condu­cía por sí mismo al saber. |Qué sencillo! Y as!, las relaciones éticas, científicas, políticas, literarias, etc., constituían una espléndida red en cuya urdimbre el individuo tenía fijado de antemano, como vo­cación, profesión, forma de vida y destino un lugar estable en el que agotaba sin prisa, hasta la petrificación de las arterias, los días de su existencia. Nacía, vivía y, quizá, hasta moría en el mismo lugar geográfico, en el mismo edificio y hasta en la misma habitación.

II

Es el conocimiento donde encontramos el fundamento de lo que el ser humano siente, piensa y quiere de sí mismo, de los demás y del universo o, dicho de otra manera, aquello que se ha alcanzado en el orden del conocimiento forma la base nutricia de lo que sen­timos, pensamos y queremos. Los límites de nuestro conocimiento señalan los límites de nuestra experiencia y, por lo tanto, de nuestra posición material y espiritual; y no sólo los límites, la ubicación, sino la estructura interna de nuestro particular puesto en el mundo, de nuestra acción en él. Dime qué sabes y te diré quién eres, qué pien­sas, qué esperas y qué puedes hacer.

Pero la realidad es discontinua y heterogénea; en consecuencia,

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el conocimiento también lo es. Sabemos de muchas cosas distintas. Hay conocimientos que tocan más' cerca que otros la raíz de nuestro ser, en las dimensiones principales de éste: en lo relativo a uno mis­mo, al autoconocimiento, y en lo relativo al universo; la íísica y la psicología, el microcosmos y el macrocosmos, polarizan en torno suyo, por lo tanto, el cuadro completo de los conocimientos. El resto ya se trate de economía, política, técnica, etc., les está subordinado. Primero es el ser del hombre y el ser del universo, en indisoluble conexión. Su conocimiento lleva implícito el audaz anhelo de unifi­car todo el conocimiento.

Eso, en cualquier imagen del mundo. No importa cuál sea. La idea fundamental de toda imagen del mundo proviene de la física y de la psicología, del ser del cosmos' y del ser del hombre. Ahora bien, mientras la ciencia del mundo y la del hombre han trabajado con el supuesto de su mutua adecuación de su identidad última, era dable al individuo de nuestra especie verse y sentirse a sí mismo como el exponente donde culmina la vida entera, la creación misma. La razón, para esa manera de pensar, era la medida de todas las cosas por estar penetradas, en algún modo, de ella. Entonces hay posibilidad de una ciencia, de un arte, de una moralidad, de una re­ligión, de un Estado, etc. Es decir, la cultura tiene justificación y sentido porque descansa en la adecuación entre las cosas y el pen­samiento. Descansa en su mutua compatibilidad y acorde. La razón humana es la medida del ser de las cosas y del ser del hombre.

Riendo esto así —y sobre el supuesto anterior ha venido traba­jando la cultura, la tentativa de dar sentido a la vida humana en el universo, dotado también de sentido— el plan originario de las cosas y el plan originario del hombre coinciden en las mismas predi­lecciones éticas, políticas, religiosas, etc. Son homogéneos. El hecho que estamos analizando, motivo de estupor y a veces de escándalo, no tiene vuelta de hoja. No podemos eludirlo. Si reconocemos algún sentido en el universo, si en la vida humana reconocemos algún sentido, coherentes y homogéneos por la radical adecuación entre las cosas y el pensamiento, es porque la çuitura, nuestra creación, se lo han dado. La cultura significa simplemente, sentido. Ni más ni menos que eso. Cada imagen del mundo, la forma en que cristaliza la cultura, pretende que el universo y la vida humana tienen las mismas predilecciones éticas, religiosas, sociales, etc., sobre que di­cha cosmovisión se ha edificado. Cosa bien curiosa, por cierto. La cultura, nuestra creación, pon» el sentido y el individuo vuelve a encontrarlo objetivado en el arte, en la religión, en la economía de su época, en la imagen del mundo en que vive y convive. Estupendo malabarismo al que suele llamarse, por ejemplo en Cassirer, “la tragedia de la cultura".

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Estábamos evocando una época. Sin embargo de Dilthey, Eins­tein, Freud, etc., sólo conocidos, por entonces, antes do 1918, en los círculos de especialistas, ¿qué encontramos, además, que llame la atención?... En el conocimiento físico, la seguridad de que la es­tructura del universo ha logrado reducirse a conceptos lógicamente inmutables. Ya no había nada por conocer. El hombre se ha erigido, por la ciencia natural, en señor y árbitro de! universo. La materia es inteligible para el pensamiento. En el conocimiento antropológico hay también una seguridad intelectual correlativa de la que opera en el físico. Le psíquico es inteligible; el alma está penetrada, como la materia, por el pensamiento. La psicología experimental demues­tra en el laboratorio cómo es, cómo siente, piensa y quiere el ser humano, independientemente de su individualidad personal. Para el conocimiento psicológico de la época no hay individualidades; así como la estructura de la materia es idéntica para cada partícula material, la estructura de lo ¡osíquico es idéntica en cada individuo Doble perspectiva que descansa, repetimos, en la convicción de que el universo y el hombre son inteligibles por la razón humana, de que el microcosmos y el macrocosmos se interpenetran y condicionan, siendo el ser humano, en cuanto entendimiento, la medida de ambas cosas.

De aquí, de esta seguridad extraordinaria, proviene la imagen del mundo que caracteriza la época. Sólo de ahí. El fantástico opti­mismo que el hombre adquiere acerca de sí mismo y del mundo. El conocimiento es fuerza y dominio; había que tener, por lo tgnto, mu­chas máquinas. Todo es fuerza y materia. En la técnica descansa y se expresa el sentida de la vida y del universo. El cual se ajusta, en su inmenso plan, al mismo plan de la vida humana. Tiene las predi­lecciones éticas, políticas y religiosas de quien sea capaz de cons-. fruir mayor número de máquinas. Por lo tanto, Dios es un ingeniero y, por más señas, un ingeniero inglés. Extravagancia que debía ocu- rrírsele, naturalmente, a un ingeniero inglés cruzado, para mayor ignominia, de filósofo y pedagogo; mister Heriberto Spencer.

IV

Ya no puede mantenerse que el universo, incluyendo al ser hu­mano, lleve implícitamente un esquema o plan. Esquema o plan al que pudieran señalarse determinadas predilecciones éticas, religio­sas o políticas. El conocimiento actual de la energía, el conocimiento físico, no permite ninguna pretensión al respecto. El conocimiento

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físico sabe cada vez más y más de menos y menos. Ha excluido ra­dicalmente el optimismo finalista. El conocimiento antropológico corre la misma suerte; sabemos cada vez menos de más y más'. El hombre se ha convertido en el principal problema del hombre mismo. En resumen; la idea de una concordancia o adecuación entre el macro­cosmos y el microcosmos es insostenible; ni siquiera como hipótesis, de trabajo ofrece alguna garantía. Somos incapaces de elaborar, con base en la ciencna de nuestros días, una imagen coherente, in­teligible, del mundo, pues el macrocosmos y el microcosmos son inco­herentes entre sí. Nuestra organización sensorial e intelectual no ha. cambiado en nada; sin embargo, nuestra época carece, por primera vez en la historia de la cultura, de una imagen del mundo.

La crisis de nuestra época, la crisis' do los valores, proviene de ah!. De la inadecuación entre el plan del universo y la estructura del ser humano. La energía y la conciencia son heterogéneas. La ra­zón no es la medida de todas las cosas, sino el índice de la incomen- surabilidad de todas las cosas, el índice de la radical heterogenei­dad de todas las cosas y el ser humano.

Luego el universo carece de sentido. Primera conclusión lógica. Las leyes de la materia son simplemente estadísticas, no son ideas reguladoras de la naturaleza donde vislumbraríamos el plan cósmico. La cultura carece de sentido; segunda conclusión lógica, por haberse disuelto el conocimiento antropológico en sus propias bases. El plano de lo inconsciente, las protéicas y larvados entidades que actúan en el subconsciente, ocupan ahora el primer plano en el cuadro del sa­ber acerca de nosotros mismos. Preguntarse por la vocación humana es, hoy por hoy, una pregunta sin respuesta. Y porque la cultura ca­rece de significación, la ciencia que hemos creado puede utilizarse, en nombre de cosas cuyo sentido ignoramos (la libertad, la civili­zación, el Occidente, etc.,) para destruir a su propio creador.

V

La condición actual de la literatura refleja, como parte del orbe cultural, esta desconcertante situación, que es nuestra situación; el alveólo y la geografía de nuestra convivencia. Tenía que suceder. O sea, refleja el espantoso callejón sin salida en que estamos meti­dos. No somos ya ni un ángel caído ni una bestia erguida somos una simple extravagancia cósmica, un lujo inútil de la energía que tiene, sin que sepamos por qué, la extraordinaria, voluptuosa y ma léfica capacidad del autoconocimienío. La vida es una pirueta sobre la nada que a su vez es otra pirueta sobre no sabemos qué. Lo cual viene dicho al menos ahora, sin acritud o malestar. |Qué importa! Pues de todas maneras hay que seguir viviendo.

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En la literatura de una época encontramos transcrita la idea de la vocación humana que se desprende de la imagen del mundo coetánea. Tenernos que la conciencia del hombre moderno se ha en­sanchado; éste es un punto de partida. Se ha ensanchado por la heterogeneidad del microcosmos y el macrocosmos, puesta de mani­fiesto sin lugar a duda por el conocimiento. Por ahi debe explorarse nuestra vocación actual: rehacer la cultura. En algunos escritores, los menos, se acusa tal situación (Huxley, Sartre, Mann, Russell); la ma­yoría sólo refleja, en cambio, el pánico, el terror individual de cada uno, derivado de una coyuntura que pretende ocultarse con solucio­nes ya utilizadas y fracasadas (Papini). Porque ninguna solución ya ensayada sirve; no sirven ni la torre de marfil ni el afiliarse a ningún partido o dogma, pues no se trata do arbitrar una fórmula o receta cómodas sino de algo totalmente distinto: lo que se trata es de ahondar la herida, de abrirla más para dejarla al desnudo, en carne viva. Y por último, otros escritores se han prendido a cualquier bandera con objeto de sobrevivir; son aquellos que generalmente hablan siempre, y venga como viniere, del espíritu, de los sagrados derechos del espíritu, etc., la vil retórica de la supervivencia fisioló­gica. El espíritu es, en dichos cas'os, el nombre del sistema digestivo; el último refugio de todos los granujas.

Sí. "El tiempo debe detenerse", escribe Huxley. Claro, el tiempo debe detenerse porque representa el esquema del sin sentido cósmi­co. La "soledad sin remedio", ahí está Baroja, el gran detractor del género humano, excluyendo al propio Baroja y la Flange, Kaffka o el hombre deshabitado, el hombre de la hora veinticinco. Valéry, donde, una vez más, desde Pitágoras a Pascal, encontramos la dra­mática antítesis de la geometría y la angustia, la presunta evidencia de un orden cósmico, inmutable e incognoscible, la impotencia de la razón ante lo inasible: "|Adiós, Narciso,. . . muere!". 'Bernard Shcrw, aquel San luán Bautista con las pretensiones de Carlos Marx que escribiera, tratando de su dec'ino, creer en el no creer, en el po­der liberador de un no-Dios". Hasta aquí, bien. Estas expresiones, indicio de una actitud espiritual, tienen su lógica. Querámoslo o no. La literatura es, como forma de expresión, como forma de vida, la autoconciencia de la vida misma. Pero hay también el desperdicio de la vida, la canalla escribidora. ¿Qué decir? Son el desperdicio del hombre. Un inmenso tubo digestivo con un agujero arriba y otro abajo, simplemente. Y escriben no importa qué, y defienden o con­denan no importa qué, pues el caso es sobrevivir. El ejemplo más repugnante, como paradigma del caso, Eugenio D'Ors, cuyo solo nombre produce vómito.

Y con esa sensación en la boca y en la pluma, no podemos aña­dir una palabra más. Cuidamos nuestra náusea,

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De un Reino OlvidadoA l a in B o u sq u e t .

A QUI nació la risa.Aquí nació la palabra del árbol.Aquí nació el gesto del sílex.Aquí nacieron la duda mineral y la mentira que duerme en las entrañas de los montes.Aquí nacieron el sueño del esqueleto y el primer amor de la araña por el cielo viudo. Aguí nació el esfuerzo d e las cosas hacia la mujer y d e los objetos hacia e l hombre.Aquí murió la raza humana comprendida de pronto y y a sobrepasada.

El viento del sur roía a los hombres. Q uedábanse sin pájaros los templos.Bajo los tilos se com praban horizontes com o se compran doncellas por las calles. La ciudad cayó de rodillas.El río enferm o m endigaba de puerta en puerta, cada mañana, el eco de su propio desprecio."Sería mejor que e l jaguar degollara de una vez nuestro país" dijo e l brujo. Pero e l jaguar prefirió la sangre de un árbol.Fué decretada la decadencia y celebrada durante mil años.

Traducción da JUAN LISCANO.

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Lejos este gato herrumbroso.Lejos este árbol que se rasca.Lejos esta isla que se prostituye para com prarse un nombre de mujer. Lejos este azul encarcelado.Lejos estos ásperos volcanes.¡Aquí no queda nada!, ni la tristeza, ni el suspiro, esas palm eras desnudas. ¡Aquí cad a uno de nosotros ha muerto tantas veces d esde h ace veinte siglos que no sab e ya qué hacer para morir de una muerte que mate/ ¡No, gracias, ningún cuerpo! este polen m e basta.¡No, gracias, ningún suelo/ esta estrella me lleva com o un dócil cam ello.¡No, gracias, ningún dios! sólo creo en el río que se m ofa de mí: yo soy lo que los hom bres - consejos del granizo— inventan para darle algún rostro al olvido.

*

Entre el ocaso y e l a lba sólo hay una diferencia: un av e del paraíso.Entre el av e y el caballo sólo h ay una diferencia : azul nutrido de leche.Entre e l azul y ¡a estatua sólo hay una diferencia : el agu a que se desvela.Entre césped, agua y aire ¿cuál será la diferencia? Preguntad al hechicero que rem ienda las estrellas: él sab e la diferencia entre hombre y hombre. Si yerra es porque el av e es caballo ; estatua,' ®/ azuJ; la tarde,

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a lba de septiem bre; el hombre, a su pesar, casi un hombre.

Comprended : hasta la propia rosa aprendió entonces a mentir. Hasta la dulce tinta de las palom as íué usada para falsear e l alba.Sabéis, estaban perdidas todas nuestras doncellas, pues de sus ojos sacar solían, cada mañana, un pueblo entero de estrellas muertas. y las palabras, ¿os lo he advertido?, com o unas pulgas, las aplastaban.No fué posible desinfectar nuestro país de su memoria.He aquí por qué m ezclóse todo: ceniza y trigo, caballo y alba, odio y amor, hom bre y saliva.

Decía que era un hijo de cómela.O céanos llevaba en los bolsillos.C argaba el m es de octubre bajo el brazo. Comía los perfiles de la sierra.H ablaba solam ente a generosos sicómoros los cuales le ofrendaban su herm oso vértigo es decir, e l cielo com o un gallo acabad o d e matar. Cuando le daban brom as desp legaba su horizonte, ecuadores repartía y luego, riendo como algún payaso, del corazón sacáb ase la luna.

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M i Canción de CunaA n g e l N. Pou.

T E contaré la historia, niño mío,tal vez si anticipando tus preguntas; a l dártela te doy com o una flor, y e l pétalo es e l nuncio de la fruta...

Te contaré la historia muy temprano —antes de que te vayas de la cuna— para que sepas, niño, cuánto duele al alm a de sus hijos nuestra Cuba.

Te contaré la historia bien despacio, para que llegue a ti com o la m úsica de cien cañaverales que se inclinan danzando a los com pases de la lluvia.

Tu patria es Cuba, niño, ia cantada por las tenaces olas que la arrullan; com o un caim án gigante d e esm eraldas que en m apa de turquesas nos deslumbra.

Predilecta del trópico y su sol, la luz de un día eterno la circunda; refrescada de brisas en las noches, cuando duermen silentes sus llanuras.

Suave tierra sensual, pródiga en flores que de aromas bucólicos la surcan; acuarela soñ ada por pinceles d e palm as majestuosas que susurran.

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Doncella inconquistada a quien tejieron sus am antes poetas una túnica con hilos soñadores d e leyendas y cintas de arroyuelos que se cruzan.

Promesa realizada com o premio al Argonauta d e las nuevas rutas; hispánica guitarra sumergida en ritos de atavales y de jungla.

Isla novia del mar, hecha de jade para que ni los vientos la destruyan; nido inmortal d e primaveras bajo un palio celeste, de aleluyas.

Enraizada imagen que eterniza la cálida añoranza de la cuna; hija y m adre a la vez d e nuestro sueño d e vigorosa realidad telúrica.

Esa es, niño, tu tierra, la d e suaves praderas que en las p lay as se desnudan, la d e altos p icachos que se pierden en las distantes ondas d e la bruma.

Acuátil ilusión de pescadores, cercana siempre; pero siempre en fuga: en la m esa d e azar d e la experiencia sal se convierte su terrón de azúcar.

Llanto, pena y sudor; planta regada por la sangre de mártires m ás pura; carreta que da tumbos y no llega del todo a liberar sus ataduras.. .

Cuba es, niño, una niña a quien e l viento desordenó la cabellera bruna, que presa se h a quedado bosque adentro, condecorada de am apolas púrpuras.

Si dudaras mañana, niño mío, ante e l deber que te dem ande Cuba, no cuentes, por favor, junto a los hombres que tengan entre sombras la conducta.

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Piensa, niño, en Martí, vete a su ejemplo, a que sus óleos patrióticos te unjan, a que su santidad y sus desvelos vayan contigo a presidir la lucha.

Armate con sus armas de grandeza y m archa dignamente par la ruta a rescatar la estrella solitaria, que es coraza de honor que nos escu d a .. .

Y si cuadra a íu sino que se imponga el holocausto de la sangre tuya, traspasa como él e l cam po verde donde tantos herm anos te saludan.

Yo sabré bendecirte si aún exisío, m as si falta mi voz, ¡ayl niño, busca mi bendición de padre en el perfume de las silvestres flores que me cubran.

Cuba es, niño, una niña a quien el viento desordenó la cabellera bruma, que presa se ha qu edado bosque adentro, condecorada de am apolas púrpuras...

Llanto, pena y sudor; planta regada por la sangre de mártires m ás pura; carreta que da tumbos y no llega d el todo a liberar sus atadu ras...

No m e estás y a m irando., . Te has quedado inmóvil en los tules de la cuna. . .¡Que sueñes que es mañana, y que m añaho sea feliz otra vez la herm osa Cuba!

1954

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Poeta en la CostaG o n z a l o R o s e .

. . .balnearios de huesodonde antes de tiempo veraneaba la muerte.

Manuel Scorza.

I

I Pueblo era de arena.

Las som bras calcinadas de los bueyessobre la tierra flaca,los retratos colgando desde el tiempom ohoso de sus clavosla sed de sus miradas,los gatos dormitando largamenteencim a de los días destruidos:fam iliares paisajes de mi infancia.

Caminó por la costa de mi patria buscando en sus ardientes soledades el escondido vientre de la estatua del agua, fantasm as de gaviotas m e seguían, persiguiendo la sed de mis sandalias; y en todas sólo m e encontré con la arena, tiranía y arena, arena y muerte,hom bres que se pudrían en las cárceles con la m irada roja d e venganza y arena.

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En todas las estancias visitadas la misma escena en medallón de lágrima : mi m adre defendiendo con su som bra a las flores, con sus m anos en altodeteniendo en las tardes la invasión de la arena.Mi infancia fue una fuga d e pájaros dem entesque huían tras ¡a músicade alguna fuente m aga;mi propio corazón se volvió entoncesun cántaro sediento,y buscaba ¡a lluvia a grandes manosen la m irada azul de mi m uchacha.

En los ojos del burro d e la noria, h ace siglos,se le estaba muriendo una esperanza.

I 1

Yo no soy un profeta.Soy apen as un jovenque con todos los sueños m ejores d e la vida se envuelve la cabeza.Y sin em bargo d igo: m añana vendrá e l agua.¿Has oído en las noches d e la patria e l llorar de una m adre en la ventana? de las raíces del sollozo puro ha de nacer la vibración del agua.¿Has visto adolescentes prisioneros aplastar en las rejas genitales fragancias? cíe esas piedras de musgo combativo brotará un d ía la canción d el agua.¿Alguna vez cerraste con tus manos ¡os párpados de un hom bre asesinado? d e esas truncas, de esas secas, d e esas ciegas m iradas saldrá e l agua.

¡Feliz el que primero tropiece con sus manos/ /feliz e l que pronto se m oje en su mirada! ¡feliz e l que se duerma encima de su vientre oyendo cóm o crece su lluvia soterrada!

Porgue en mi costa, en mi perú d e arena, los sueños con que envuelvo mi cabeza han d e llegar andando sobre el agua.

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¿AventuraLuis C ò r d o v a .

HIJO mío, vas a servir en una casa donde el patrón ee rígido, pero tacaño; malhumorado, pero injusto; ladrón, pero antipá­tico. Su única virtud es una su sobrina lejana, si es que si­

gue viviendo con él. Allá te las arreglarás como puedan. Hazte hombre y ya es tiempo: tienes treinta años. Con que bí te vi, no me acuerdo y |a volarl, que esta noche salgo a dar la vuelta al mundo y puede que por allá me entretenga. Ten esta carta para el dueño, quien te admitirá con entusiasmo, porque me odia.

Después de estas amables razones perdí de vista a mi padre por varios años, y siempre le agradecí que en esa ocasión, si cruel, fue por lo menos franco.

Aquello pasó tras de que papá y yo nos reconciliamos —y no es ironía—, con posterioridad a una serie de viajes locos a lejanos países, que yo realicé sin su autorización, con abandono culpable, según me lo echó en cara muchas veces, del santuario de su vida: un almacén de mayorista, donde entre bodegas, escritorio y mostra­dor, pasé innumerables y amargos días.

Lo peor de todo había sido que aquellos viajecitos él los tuvo que pagar, porque le impuse un préstamo forzoso —de algún modo le llamaré— y huí con gran éxito, debido a que la bonita suma la compartí con el mero jefe de la policía, hombre íntegro que supo

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salvaguardarme contra sus propios agentes y cumplir sus compro­misos.

Fue en París, al cabo del segundo año do mi estancia en Euro­pa. La situación por la que yo pasaba no es para descrita: a punto de ser echado del hotelito donde vivía, con mi modesto equipaje secuestrado, sin recursos. Y eso que los últimos meses había vivido como un francés ahorrativo, que ya es decir.

Me atreví a ponerle una carta a mi padre, pidiéndole perdón y una corta suma. Su respuesta me causó asombro: junto con tres renglones enviaba un bicoca, con la pretensión de que le mandara yo un álbum de desnudos artísticos. ¿Se habría vuelto loco él: viu­do morigerado, sesentón, respetable y respetuoso de las buenas cos­tumbres, hasta católico observante? Decidí dar la callada por res­puesta. Yo saldría adelante.

Y en efecto, se me abrió el mundo en un cabaretucho disfraza­do de maldito, para consumo del turismo norteamericano. Con un sentido sensacionalista dé Hollywood, el dueño del negocio, que Gabía lo que se traía entre manos, maquilló, disfrazó y enmugró de apaches, a honrados vecinos del barrio en malas condiciones económicas. Las mujeres, con faldas abiertas hasta la cintura, es­cotes muy sofisticados y al cuello listones con los que suelen ador­nar a los gatitos graciosos, eran la perdición de la parroquia mas­culina: marineros y soldados del Tío Sam, grandes como torres, que se desplomaban a cada momento en borracheras automáticas, de esas de a ver quién bebe más aprisa. La policía de su ejército, con suma eficacia, hacía rondas constantes a bordo de jeeps y Be llevaba a los ahogados y escandalosos. Y hasta parecía, por la renovación constante de público de esa especie, que de sub mismos carros bajaban los nuevos consumidores.

Aludiendo a aquel ejército de ocupación, preguntó a una de las amables muchachas de la casa, si estábamos en Corea, del Sur o en París.

—lunto a éstos, los boches eran unos refinados —y rubricó sus palabras con una donairosa y complejísima blasfemia.

El propietario, que había oído nuestra conversación, me apre­tó la mano significativamente. Trabó conversación conmigo, pen­sando que era yo andaluz. Cuando le dije: "soy mexicano", se impresionó extrañamente, me palmoteó la espalda, sentóse al piano y, ante mi asombro, empezó a tocax Los Cangrejos, sí, la celebre

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canción de nuestras filas republicanas, de tiempos de la Interven­ción y el Imperio.

Su bisabuelo, me explicó, fue superviviente de la batalla del 5 de mayo de 1862, y después había estado en la acción del Cerro del Borrego. En recuerdo de ésta, hcy en París una calle llamada del Borrego, donde precisamente vivía él. Tenía cariño a México y un día que "fuera a visitar a unos parientes que tenía en Buenos Aires, daría una vueltecita por allá, en vista de la cercanía".

Sin discutir esta audaz afirmación geográfica, para bienquis­tarme definitivamente con él, avizorando cena de por medio, le pedí permiso para tocar unas piecesitas mexicanas. Con los dedos tiesos por mi falta de práctica, empecé con la melancólica: Qué Jejos estoy del suelo donde h e nacido.

Apenas la había iniciado, dos voces bien concertadas, en pri­mera y segunda, me fueron siguiendo. Era una pareja de soldados yanquis que se fue acercando, hasta quedar tras de mí. Al terminen: me abrazaron y los tres echamos lagrimilla. Uno de ellos, Atilano Rodríguez; el otro, José Pineda, ambos tapatíos y ex mariachis, vete ranos de Montecasino y del Pacífico, respectivamente. Se apodera­ron de sendos violines de la murga, y luego luego le entramos con Jesusita en Chihuahua, Las Copetonas, Zacatecas, que bailaron en­tusiasmados todos aquellos místeres, madamas, monsieurs, y unas potrancas .tejanotas que estaban allí, con sus respectivos viejos. Terminamos con La Cucaracha, que fue coreada en francés por los qigolotes* y las ninfas del establecimiento.

Rodríguez y Pineda fueron mi salvación. ¡Que Dios se los pague' ¿Dónde estarán los pobrecitos? ¿Habrán muerto en Corea?

Y el caso fue que aquella misma noche, felices de haber encon­trado a este su servidor, "paisano de hueso colorado", según dijo Pineda, me llevaron a cenaT en casa de una tal Miss Tilly, antigua residente en la Ciudad Luz, mepenas y amiga de artistas. ..

En cuanto llegamos, la dueña de la casa vino a nosotros: encan­tadora rubia de edad congelada, que hacía pensar en los buenos resultados de una dieta científica sobre una mujer metidita en carnes —como aquella Mae West de la historia—, y en esas cremas de pollo nonato que se chupan las patas de gallo y demás arrugas in­discretas. Me miró tan hondo con sus ojos felinos y tanto me impre­sionó, que no supe si es que tenía la cintura adorablemente estrecha o las caderas exuberantes; pero el efecto era encantador. De su

* Es un modesto neologismo, que uso en lugar de la respectiva palabra francesa.

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negro traje de noche, brotaba la carne mórbida, eruptiva y caliente. Tal vez le besé la mano con gula, por causa de mi hambre en atra­so, estimulada con los aperitivos que me habían invitado.

Vi con decepción que la concurrencia iba de salida. Eran las doce de la noche y como maldición, pensé, habíamos llegado tarde. ¡Ya no habría qué cenarl

—Memo —ordenó aquel monumento a un criado patilludo— pasa a estos cuatitos al salón chico. Me dispensan un ratito, ¿eh?, voy a despedir a la gente.

Me tomó de sorpresa que hablara en el español de mi tierra y, a renglón seguido, henos en un saloncito todo tapizado de azul turquí. En el centro había una monísima mesa, como esperándonos, surtida de cosas delicadas y nutritivas. En un aparador írontero, varias botellas. Me colgué de la langosta y así continué con lo de­más, sin decir oste ni mosto. Engullía a conciencia aquellos manja­res, hasta que me fue cesando el temblor de estómago. Mis amigos, que debían ser gente de mucha confianza en aquella morada, me daban el ejemplo.

Después, aletargado y sintiendo en el alma unos tragos gordos de un blanc magnífico, me apoltroné en un diván, vaso en mano, con sonrisa beatífica. Empecé a oír lejanas las voces de mis compa­ñeros y me pareció que al mueble le salían alas; surcaba yo por am­bientes perfumados de estancias y estancias, y fui a caer desnudo en un gran lecho de espumas con dosel muy alto. Presentía la ve­cindad tibia de alguien, quien, tal vez, me arropó suavemente en aquellas blanduras. Sentía yo una extenuación sabrosísima y, en un destello de conciencia me dije; "qué te crees tú, a lo mejor te enyer barón".

A veces, entre sueño y realidad no hay sino un filo sutil. Así fue entoces. Abrí los ojos; mi soñada, Misa Tilly, hecha de materias lácteas, con ornamentos de alfajores, almendras, alfeñiques, coca­das, merengues, jamoncillos y otras delicadas pastas, que endulza­ban mis labios, estaba allí, tras del tenue tabique de su camisa de noche y ella era el calefactor que me deparaba aquella tibieza de nido.

Tal vez mi hálito jadeante y emocionado la despertó. Nos pusi­mos a platicar animadamente. Cuando la conversación languidecía, pues volvíamos a platicar y plática y plática.. . Consideré de buena educación preseátarme de nuevo, dlciéndole mi nombre y demás señas; dfjele que el suyo no me era del todo desconocido, porque un día vi un hermoso barco refrigerador cargando plátano, en uno de

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los puertos de mi patria, que se llamaba tan bonitamente como ella: Miss Tilly.

—Sí, debe ser uno de los que tiene la familia —comentó—. No lo conozco.

Como hiciera yo a cuenta de aquella nave, algunas inocentes descripciones sobre la amplia popa, el alto bordo y sus cualidades refrigerantes, las tomó como metáforas alusivas a ella, rió de buena gana, me tuvo por hombre de fino humor y se atrevió a besarme, para luego seguir platicándome.

Me contó que ella había nacido en un mineral de Guanajuato, de padres norteamericanos. Pasó en México su niñez y parte de su juventud. Quería a mi país como suyo. Luego, con la confianza que daba en la penumbrosa alcoba, un mortecino rayo de luna sobre aquel lecho memorable, me dijo uno de sus secretos: su primer novio, un tipazo de Los Altos, Jal., le había ocasionado un terrible trauma —exclusivamente psíquico— que la había tenido a las puer­tas, si no de la muerte, sí de otros hombres que habían sido malos con ella y a quienes había castigado con cuatro divorcios. Su psico­analista de cabecera le había diagnosticado rotundamente que, has­ta que no encontrara otro varón que fuera réplica de aquel primero y único, no entraría en paz; que, desde entonces, lo había buscado por mar, tierra y aire —un día pareció ser un aviador abisinio—. Todo en vano, hasta que el azar se había encargado de llevárselo a su propia cama. Total: que ese "segundo único" era yo, por mi color quebrado, por mi potente alegría de vivir, por ese lunar en forma de corazoncito, que tenía yo en el hombro derecho. Al fin, además, ya tendría un mexicanito de planta con quien practicar.. el español, porque los soldados de mi misma ascendencia del ejér­cito yanqui, siempre estaban, lamentablemente, de paso. Mis amigos Rodríguez y Pineda, esa misma noche, habían salido para Alema­nia, destinados a una guarnición.

Miss Tilly me alivió de todos mis problemas por más de un año y me dio otros : el primero de ellos fue que me adherí a ella tan cie­gamente, que su sombra y lo que la causaba, en llegando la noche no me dejaban tranquilo. Me sentía feliz y sólo una traidora y sutil espina Be me encajaba con cierta frecuencia : no la podía yo acabar de curar de su trauma y, fatalmente, reincidía en su inútil búsqueda de ideal. ¡Mas cuantas veces, arrepentida y llorosa, volvió a mis brazosl Yo di en odiar a muerte a todos los mexicanos, con o sin uniforme, que aparecían por París.

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Vivía yo cerca de bu casa —un palacete allá por el quieto ba­rrio de San Germán— con cierta reclusión a causa de mis estudios, porque la señora me inventó que yo tenía muchísima facilidad para los idiomas, en lo que no erraba, ciertamente, según luego se pudo apreciar. Me puso clases intensivas de checo y polaco. Para enton­ces mi inglés y sobre todo mi francés, eran buenos de veras. Mis maestros me hacían trabajar duramente y llevaba yo una vida de orden, hasta en materia amorosa, por primera vee en mi pajarera existencia.

Ella, que fue mi guía en tantos vericuetos de la pasión, que yo honradamente no conocía, a pesar de ser pecador viejo, se consti­tuyó también en mi preceptora en política internacional, por la que tenía el gusto deportivo, al parecer, del jugador.

Por su adorable influjo, adoptó las ideas de "defensa del mundo occidental y de la civilización cristiana", contra el peligro comunis­ta; el principio de "abandono de soberanía", que deberían acatar, quieras que no, los países pequeños, para que los defendieran los peces grandes; de la "comunidad defensiva europea" que, en blo­que, planificaría la economía de varias naciones con vistas a una guerra próxima, contra los que estaban detrás de la "cortina de hierro", quienes, de un momento a otro iban a desatarla con carác­ter agresivo. Contra la agresión, pues, nosotros, los Atlantes —sig­nantes arrogantes del Pacto del Atlántico— deberíamos ser preagre- sivos, iniciar una guerra preventiva antes de que los otros agredieran, sin ser agresores necesariamente. Este intríngulis, en realidad, nun­ca me pareció claro; pero como dogma lo acepté, porque gozando de comida, ropa limpia y a la última, dólares y otras cosas agrada­bles, las cuestiones meramente ideológicas no me parecían de im­portancia, hasta que me di cuenta que la tenían de verdad y me tocaban en lo vivo.

En efecto, una vez que Miss Tilly se dio cuenta de que yo, lejos de rechazar sus teorías, las abrazaba calurosamente como a su mis­ma personita, se decidió a catequizarme en serio; era primer deber cristiano, humanitario y hasta patriótico, ir a liberar a aquellos pue­blos esclavos, que gemían en la opresión y la miseria. Por eso preci­samente se me enseñaban, en forma galopante, sus idiomas, en los cuales mis progresos eran muy satisfactorios, para qué es decir. Mi aprendizaje, naturalmente, era del tipo básico; palabras y frases que algún día me serían muy útiles, por ejemplo: "explosivos", "¿hay descontento aquí?"; "el gobierno va a imponer el trabajo forzado"; "ametralladora"; ¿cuántos obreros tiene la fábrica tal?; ¿qué es lo que produce tal otra planta?; "nos vemos a la noche"; "le

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doy esta sortija, si me esconde"; "soy comunista"; "recibirá usted mil dólares mañana"; "volar el taller"; "envenenar los depósitos de agua potable"; "destruir la vía o el viaducto, puente, etc,"; "este collar le sentaría a usted muy bien, preciosa"; "¿dónde trabajan sus padres, hermanos, tíos, etc.?"; "¿le pagan bien en su fábrica?"; "¿le gustaría tener un automóvil flamante?", etc., etc.

Ende otras cosas útiles, además, empezaron a darme clases de radiotelegrafía, manejo de arma blanca y de armas cortas de fuego. De cuando en cuando, me llevaban al campo para descansar y ha­cer largas caminatas que me fortalecieran.

Tuve un error que me costó caro. En uno de aquellos viajes, un mi acompañante, recibió orden de ausentarse con urgencia para atender una comisión y tres días me dejó en una ciudad pequeña, cerca de Oradour sur Mer. Resolví distraerme yendo a este sitio, castigado implacablemente por los nazis en la pasada guerra. Allá pasó un día y quedó muy impresionado, al proponer con tacto, a la gente con quien pude conversar, la gTan cuestión de la paz o la guerra.

Lo que saquó en limpio fue que aquel pueblo, no obstante no tecibir los estímulos necesarios de su gobierno, pasaba por una eta­pa de reconstrucción en lo material y en lo humano. Estaba aún fresco para ellos, el recuerdo amargo de la segunda guerra mun­dial; aun creían oír por las noches el paso marcial de los pelotones de fusilamiento, los gritos desgarradores de los torturados, las des­pedidas patéticas de quienes eran llevados por la Gestapo, a los campos de concentración.

En un restaurante humilde, en el breve espacio de la comida, encontró: a la viuda cargada de hijos, al inválido, a la muchacha huérfana, a la madre que había enterrado a toda su familia, a quien fue padre de numerosa prole, hoy envejecido y solitario. ¿Compartía este pueblo las ideas de Miss Tilly y las de mis instructores? ¿Que­rrían otra guerra al son de este o del otro slogan?

—El que quiera otra guerra que la pague y que la pelee, en nombre de lo que le dé la gana. A nosotros que nos dejen en paz —me dijo un peletero—. ¿Cómo nos quieren hacer pelear, si están echando sobre nuestras espaldas, el peso de la preparación de una guerra a la que no iremos? Mire usted mi caso, que es el de un hom­bre reducido a la miseria: en tiempos normales importaba yo piel del oriente de Europa. Con esta excelente materia prima, hacía yo guantes y bolsas de señora, de mucha calidad, que exportaba yo principalmente a Nueva York. Mi taller cada día iba creciendo, por-

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que mi negocio estaba bien cimentado. ¿Qué ha sucedido ahora? Nuestro gobierno me impide comprar cueros detrás de la Cortina de Hierro, me han cerrado mi fuente adecuada de aprovisionamien­to y, para colmo de males, la poca mercancía que yo puedo fabri­car, por la elevación de las tarifas aduaneras norteamericanas, ha llegado a ser, por su alto precio, artículo prohibitivo en el país de Washington. Quieren que de los Estados Unidos importemos todo lo que no nos hace falta y a nosotros no nos compran nada. Tras de esto vienen y me hablan de una bizarra alianza, para defender la "civilización occidental" y entonces yo digo con el dicho: "que Dios me guarde de estos amigos, que de los enemigos de Francia yo me cuido".

— ¡Una comunidad europea contra el comunismo, a cuyo frente se pone una werhmach remozada, la misma que nos destruyó Oradour sur Mer! ¿Qué francés que tenga el corazón en su lugar, puede tragar­se esa píldora? Yo no sé si mañana nuestros enemigos serán los que viven por el rumbo del Kremlin; pero lo que sí sé ciertamente, por mi experiencia, es que mientras exista una Alemania neonazi y re- vanchista, de allá debemos esperar el golpe. Por defender a la pa­tria de un peligro como ese, real, sí iré a la guerra; no por pseudo cruzadas fantasmagóricas, que sólo dejan provecho a quienes las predican.

Esto me lo declaró un maestro del lugar, veterano de dos gue­rras contra Alemania, con la cinta de la Legión de Honor en el ojal de su raída levita.

Caminé con el profesor por algunas calleB de Oradour. El b b ofreció a enseñarme los destrozos ocasionados por los nazis. Vimos solares desaladamente baldíos, todavía con escombros. Allí habían existido casas de habitación. En una oquedad que había dejado un obús y donde se había formado sucio charco, un niño pequeño expli­caba a dos mayores, cómo navegaba el barquito de papel que ha­bían hecho. Estos estaban ciegos.

— ¡Voilá la guerre! —dijo mi acompañante—. Una familia de cinco chicos: dos murieron destrozados, dos perdieron la vista y el menor se salvó. De los padres nunca se supo con certeza qué fue de ellos.

Era evidente que nosotros estábamos tratando de desatar la des­trucción de nueva cuenta. Peor que la que yo veía. La plática con aquel maestro me abrió los ojos más de lo que yo pensé : Rodríguez, Pineda, aquellos soldados mis amigos, yo mismo, habíamos sido enrolados para luchar por los intereses de círculos gobernantes de un país, que no era el nuestro.

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Aquella misma noche, me fui a meter a un mitin en defensa de la paz que se celebraba en un cine. Oía yo las palabras de Raimun­do Dien, una muchacha que impidió el paso de un convoy de per­trechos de guerra, con su cuerpo atravesado en la vía, cuando dos agentes me sacaron de allí sigilosamente, poniéndome sus pistolas en las costillas.

Estuve preso un mes — [lejos del lecho de Miss Tilly!— sin sa­ber precisamente dónde. Fui sujeto a prolongados interrogatorios, se investigó mi caso y se habló de mi deportación. Al fin, un buen día me vi en París en la casa donde yo habitaba.

Al rato llegó Miss Tilly y me hizo un recibimiento nada cordial. ¿Le habrían jalado las orejas sus superiores? Me apercibió de que, si en adelante no seguía yo sus indicaciones, mucho lo iba a lamen­tar. El servicio de inteligencia de tres naciones andaba tras mis pa­sos. Me tocó resortes sentimentales:

—¿Acaso no me tienes a mí que tanto te quiero? ¿Quieres aban­donarme? ¿Para esto te saqué de la miseria? ¿Se ha gastado dinero en tu preparación, para que vayas a oír paparruchas sobre la paz a un poblacho?

Más que ante sus reflexiones, sucumbí ante su sabrosa consti­tución física, hábilmente acusada en su entallado vestido de tarde, de esos que se ponen con calzador. Le juré y le perjuró que, por su cariño, estaba yo dispuesto a ir a salvar a los eslavos, los chinos y los vietnamitas.

Me llevó a su casa, diome de comer e inmediatamente me metió en su lecho, "porque tras de un mes de ausencia, se sentía terrible­mente traumatizada".

Ya no me levantó de allí en una semana: los sufrimientos de la cárcel y nuestra tormentosa reconciliación, me produjeron un fuerte ataque gripal.

En cuanto me dejó de amagar la pulmonía, ella se ausentó de la ciudad, haciéndome muchos arrumacos, para ir a visitar a su padre, que tenía un castillo allá por el Loire. Jamás volví a verla.

Otro mes continué habitando en aquel lujoso palacete, tan solitario.. . Los guardianes de la casa, unos afables gentlemen, no me dejaban ni asomar las narices. Mis clases prosiguieron impla­cablemente y yo no tenía más remedio que estudiar porque, ya sin Miss Tilly, peor veía la cosa para mí.

Uno de aquellos días, el checo y el polaco, que me impartían febrilmente el conocimiento de sus respectivos idiomas, dedicaron el tiempo de sendas clases en hablarme mal de sus amos. ¿Qué había ocurrido?

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En sucesivas sesiones, la cólera del checo, hombre muy enfer­mo, iba aumentando y se confió a mi: por motivos de retribución pecuniaria, pensaba desertar, lo cual no era ni tontito fácil.

Dos dias después, el polaco me dijo lo mismo. Las historias de ambos eran semejantes a la mia: se habían visto cogidos en un en­granaje por ciertos azares y les era difícil escapar. Los dos habían ■ido combatientes contra los nazis, en la pasada guerra.

En ocasiones posteriores me hablaron de sus vidas, de sus su­frimientos, sobre todo, que no habían sido comprendidos por sus ac­tuales jefes. Buchenwald y Oswiencin, campos nazis de concentra­ción, fueron sus calvarios. Me mostraron cicatrices de heridas y de los tratamientos brutales a que habían sido sujetos. ¿Qué había sido de ellos después? Muy sencillo: los dólares los sedujeron, creyeron llegada su oportunidad para salir de la pobreza.

El polaco francamente me aconsejó escapar, porque presumía que pronto me iban a mandar al servicio; que la causa de que se hubieran fijado en mi persona, había sido, primero, por la circuns­tancia de que Mise Tilly, agente indudable, me tenía cogido por mi lado más flaco y masculino; lo segundo, porque en su servicio se­creto había continua deserción de agentes europeos, con todo y los fondos que les entregaban pena las comisiones. Habían acordado, así, usar material humano de otras partes del mundo y que, por ello y por mi inteligencia para los idiomas, cifraban en mí sus esperan­zas. Que la yanqui, probablemente, había sido relevada de la mi­sión que terna, por preferirme demasiado y por tener culpa de mi sucedido en Oradour. "¿Cómo sabía esto último?", me pregunté in mente.

[En buen lío me había metido la doña! Me empezó a invadir un gran resentimiento contra ella, a diario, mientras no se ponía el sol. De que llegaban las sombras de la noche, empezaba yo a añorarla, sobre todo cuando me iba yo a dormir a mi estrecha buhardilla. Esa era la expiación y mi padre podía darse por contento de haber sido vengado con creces. ¿Y qué vendría después? Ya no quería yo ni pensar. Era necesario huir lo antes posible.

Mi profesor checo llegó a deshora una mañana, pálido y alte­rado. Sabía yo que cada día se sentía peor de su úlcera gástrica. Desde la víspera había pedido permiso a mis vigilantes, para ade­lantar su clase, porque se internaría en un hospital para ser opera­do. Estuvo febril hablándome de Kladno, donde había sido meta­lúrgico antes de la guerra:

—Ahora eso es de los trabajadores, que viven mejor cada día.

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Lo sé. Si tú eres enviado para sabotear esa planta, niégate, porque los checos vigilan y te cogerán, como han cogido a todos los que han mandado. Pronto te llevarán a un centro de paracaidistas, para darte instrucción. Si muero lejos de mi patria, a la que di la espalda, tú morirás fusilado, lejos también de la tuya.

Le cogieron irnos terribles vómitos de sangre y toda la casa se puso en movimiento. No convenía que se nos muriera allí un hombre y los guardianes pidieron una ambulancia de la ciudad. No era prudente que viniera una de su ejército, porque ya ciertos periódicos señalaban aquella casa como sospechosa.

El enfermo estaba ya casi en estado de coma y la ambulancia no llegaba. Salieron precipitadamente los tres guardias para con­seguirla, y me dejaron encerrado con el moribundo. Rompí una ven­tana, bajé al jardín, subí a un árbol que crecía junto al muro; logré pasarme a un poste del alumbrado público, por una rama que hasta allí se prolongaba y escapé, salvando unos cables de alta tensión.

De la casa de un honrado zapatero, me rescató la mañana se­guiente el cónsul mexicano. ¿Cómo fue que el artesano me escon­dió en su casa, en cuanto le dije que era un prófugo de los yanquis?

Voy por la calle en esta ciudad donde nací. Veo el cielo de la patria: transparente, lleno de sol. Estoy en un rumbo totalmente opuesto a la dirección del señor Von Bonn, un alemán, para quien mi padre me dio la carta de recomendación de que se habló al prin­cipio y que resueltamente no entregaré. Ya de aventuras con extran­jeros tengo bastante. Sólo aspiro a entenderme con mis paisanos.

|Y qué miro!: unas trenzas negras y lustrosas. Debe ser criada de casa rica. Es linda, con su cutis indígena parejito parejito. Apre­suro el paso tres ella. Me vienen a la cabeza aquellos versos:

Hermosita, hermosita, la de las m anos de p la ta .. .

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¿be3de m i belvedereAndrés Henestsosa

HACE dos lustros, al redactar una síntesis biográfica de Benito Juárez, tuve la ocurrencia de ir subrayando en sus escritos todos aquellos lugares en que el ideario político del gran

indio estaba contenido. Luego, sin mutilar el texto en lo que tuviera de esencial ni desfigurarlo, reduje aquellos renglones' a sentencias, apotegmas y aforismos, que es la manera de decir una verdad en números redondos. Así organizados, y antecediéndolos de unas bre­ves lineas, los reuní en un pequeño volumen que lleva el título de Flor y Látigo con lo cual quise indicar que en Benito Juárez con­currían dos naturalezas' que actuaban sin contradecirse: rigoroso y firme, sin dobleces; manso y tierno, sin blanduras; pero todo a su debido tiempo. El título del opúsculo, que en cierto modo recuerda a aquel que usó Américo Lugo para un libro acerca de Martí, Flor y Lava, no era de ningún modo convencional ni caprichoso, como parece probarlo el viejo proloquio zapoteca que lo ampara y que parece resumir la naturaleza juarista: "En una mano la flor; en' la otra el látigo". Cuando unos años más tarde pintó Diego Rivera el gran retrato del Benemérito que es como una síntesis de todas las versiones que de su persona física se han hecho, se pudo vçr que en el conjunto una cosa se destacaba, dando al retrato su última

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significación: las dos manos de Juárez, la una recia, cerrada, hecha una porción de granito; la otra Suave, melódica, casi femenil. Con la una sostiene la pluma, que en Juárez era instrumento casi sa­grado, bueno sólo para civilizar, para escribir verdades. Con la otra sujeta la Ley, su sola espada, su solo escudo. En otras palabras, en la una mano la flor, el látigo en lq otra.

Pocas las palabras de Benito Juárez, reducido su léxico; pero esas palabras eran las esenciales: libertad, justicia, independencia, patria, deber. En cambio tenía un ideario político cien veces repa­sado y meditado. Una verdad, un ideal, una fe, una decisión de lucha, un amor al suelo que lo sustentaba, lo llevaban en el mo­mento de hablar y de escribir, a una suerte de transfiguración. En­tonces su lenguaje, pobre como siempre fue, según él lo dijo, daba de sí para resumir en unas cuantas palabras una verdad, una sen­tencia, un corolario a sus acciones. Adquiría una elocuencia primor­dial. Porque todo el que dice la verdad es elocuente. Como Juan Bautista Alberdi, pudo decir que sus palabras eran acciones.

Esta selección de sus pensamientos, entresacados de sus discur­sos, proclamas, cartas, apuntes autobiográficos, arengas y mani- íiestos, nos lo presentan de cuerpo entero: alternando el león y el cordero, la paloma y la estrella, la flor y el látigo, para decirlo de una buena vez.

La pasión partidarista ha llevado a afirmar que no era él, sino sus secretarios, quienes escribieron sus discursos, manifiestos y pro­clamas. No puede negarse que cuando sus deberes políticos se mul­tiplicaron, Melchor Ocampo y Sebastián Lerdo de Tejada se encar- «garon de escribirlos, pero siempre procurando ajustarse no solamen­te al ideario político, sino a cierto tono que venía de la frecuencia «de s'us palabras claves, y que nos remiten a sus escritos de los pri­meros años de su vida ciudadana, cuando en Oaxaca desempeñó los cargos iniciales: Regidor del Ayuntamiento, Diputado local, Di­rector del Instituto, Gobernador del Estado: la misma expresión, la misma sintaxis, igual sobriedad, el mismo estilo en suma.

Aquí está Juárez, de pelea con su pensamiento político, vivo, y actual. Porque muchas de las cosas que él no hizo están por ha­cerse. Y de él pudiera decirse lo que rezan las Escrituras': "Mi padre trabaja todavía”.

El egoísta, lo mismo que el esclavo, no tiene patria ni honor. Amigo de tu bien privado y ciego tributarlo de tut propial patlonet, no atiende al bien de lot demás. Ve lat leyet conculcadas, la inocencia perseguida, la libertad ultrajada por el más litro despotismo; ve el suelo patrio prolanado por la osada planta de na Injusto Invasor, y sin embargo el Insensato dice: nada me importa, yo no he de remediar al mundo; ve sacrificar a sus hermanos al iuror de una cruel tiranía, con la misma lndiierenola que la oveja mira al lobo que desola el rebabo.

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Libre, y para mi muy «agrado, «1 derecho de pensar.

El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley; la felicidad común debe ser su norte, e iguales loe hombres ante su presencia, como lo son ante la ley; sólo debe distinguir al mérito y a la virtud para recom­pensarlos; al victo y al crimen para procupar su castigo.

El hombre que carece de lo preciso para alimentar a su familia, ve lai instruc­ción de sus hijos como un bien muy remoto, o como un obstáculo para conseguir el sustento diario. En vez de destinarlos a la escuela, se sirve de ellos para el cuidado de la casa o para alquilar su débil trabajo personal, con que poder aliviar un tanto el peso de la miseria que lo agobia. Si ese hombre tuviera algunas como­didades; si su trabajo diario le produjera alguna utilidad, él cuidaría de que sus hijos se educasen y recibiesen una instrucción sólida on cualquiera de los ramos del saber humano. El deseo de saber y de Ilustrarse es innato on el corazón de) hombre. Quítensele las trabas que la miseria y el despotismo le imponen, y él se ilustrará naturalmente, aun cuando no se le dé una protección directa.

Los actuales empleados del Estado (O axaca), y especialmente los que mane­jan sus rentas, son activos, pundonorosos y honrados, que limitan sus necesidades hasta el punto de que pueden satisfacerlas con el solo fruto de su trabajo. Bepu- bllcanos de corazón, se conforman con vivir en una honrosa medianía, que aleja de ellos la tentación de meter mano en las arcas públicas, para improvisar una de esas vergonzosas fortunas, que la sociedad reprueba y que la sociedad siempre maldice.

Contra los sentimientos de la naturaleza (humana), contra la situación de un pueblo, se estrellan siempre aun las medidas que bajo un aparente celo, hace dictar el más bárbaro despotismo.

Hijo del pueblo, yo no lo olvidaré; por el contrario, sostendré sus derechos, cui­daré de que se ilustre, se engrandezca y críe un porvenir, y que abandone la ca rrera del desorden, de los victos y de la miseria, a que lo han conducido los hombres que sólo con sus palabras se dicen sus amigos y sus libertadores;. pero que conI sus hechos son sus más crueles tiranos.

Porque también los yerros y desaciertos de los gobiernos sirven de Instructiva lección para mejorar la condición social de los hombres.

Yo puedo condonar las ofensas personales que se me hagan; pero no está en mi arbitrio permitir que se ultraje impunemente la dignidad del Gobierno, y que sea el eecarnio y la befa de los malvados.

Es imposible moralmente hablando que la reacción triunfe.

La instrucción es la primera base de la prosperidad de un pueblo, a la vez que el medio más seguro de hacer imposibles los abusos del poder.

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Odian el sistema federal, porque no alcanzan a comprender iu ingenioso me­canismo. o porque este sistema creado para los hombres de la ley y de los prin­cipios, no se presta a Justificar los avances de los que quieren gobernar a los me­xicanos con una voluntad despótica.

SI como hombre público pudiera hacer lo mismo que como particular, yo ca­llaría resignándome a lamentar en lo privado las desgracias de mi patria. Pero no es así : los crímenes cometidos en el Estado, los atentados ctontra la moral reclaman del gobierno las medidas que caben en sus atribuciones, para que los primeros no queden impunes y para que el poder de la segunda se restablesea y consolide.

Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad capri­chosa, sino con sujeción a las loyos: no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley haya se­ñalado.

Formar a la mujer con todas las recomendaciones que exige su necesaria y elevada misión, es formar el germen fecundo de regeneración y mejora social. Por esto es que su educación jamás debe descuidarse.

Un sistema democrático y eminentemente liberal, como el que nos rige, tiene por base esencial la observancia estricta de la ley. Ni el capricho de un hombre solo, ni el interés de ciertas clases de la sociedad, forman su escencla. Bajo un principio noble y sagrado él otorga la más perfecta libertad, a la vez que reprime y castiga el libertinaje. El concede derechos e impone obligaciones, que no sabe dispensar; por consiguiente está lejos de comprenderlo cualquier ciudadano que se crea protegido por él para faltar a su deber o barrenar la ley. El puntual cum­plimiento del primero y el más profundo respeto y observancia do la segunda, for­man el carácter del verdadero liberal, del mejor republicano. Es por tanto evidente, que a nombre de la libertad jamás es lícito cometer el menor abuso.

El gobernante no es el hombre que goza y que se prepara un porvenir de dicha y de ventura; es, sí. el primero en el sufrimiento y en el trabajo, y la primera víc­tima que los opresores del pueblo tienen señalada para el sacrificio.

La democracia es el destino de la humanidad futura; la libertad, su Indestructi­ble arma; la perfección posible, el fin donde se dirige.

La emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre, como es Ubre en el hombre la facultad de pensar.

Nada con la fuerza: todo con el derecho y la razón; se conseguirá la práctica de este principio con sólo respetar el derecho ajeno.

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H] patriotismo no es medir «1 tamaño do los sacrificio», sino afrontarlos, con resig­nación.

Yo no reconozco otra fuente de poder más que la opinión pública.

El pueblo, única fuente pura del poder y de 1er autoridad.

La patria, porque contra ésta nunca tendremos razón.

El mundo entero aclamará nuestra honra, porque de verdad, no es pequeño un pueblo que dividido y trabajado por largas y desastrosas guerras civiles,;' halla en si mismo bastante virilidad para combatir dignamente contra el monarca más po­deroso de la tierra; un pueblo que en esta situación de Inmensa gravedad, man­tiene incólume su derecho público, hace brillar la sabiduría en sus consejos, da pruebas Insignes de magnanimidad y no consiente más ventaja a sus enemigos, que la de sus Iniquidades en que no quiere parecérseles, porque sabe muy bien que en el siglo en que vivimos, ese camino es de deshonra y perdición, y que sólo haygloria para aquellas naciones que. como México, defienden el derecho y la justicia.

Me alegra que las muchachas bailen, lo que les hara más provecho que rezar y darse golpes de pecho.

Suplico a usted no los ponga (a sus hijos) bajo la dirección de ningún Jesuíta ni de ningún sectario de alguna religión; que aprendan a filosoiar, esto es. que aprendan a Investigar el porqué o la razón de las cosas para que en su tránsito por este mundo, tengan por guía la verdad y no los enores y preocupaciones que hacen infelices y degradados a los hombres y a los pueblos.

Los hijos de los ricos no se avienen con la vida miserable del pobre.

Todo lo que México no haga por sí miBmo para ser libre, no debe esperar, niconviene que espere que otros gobiernos u otras naciones hagan por él.

Podrá suceder que alguna vez los poderosos se convengan en levantar la mano sobre un pueblo pobre, oprimido, poro eso lo harán por su interés y conve­niencia. Eso será una eventualidad que nunca debe servir de esperanza segura al

débil.

Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la

pas.

Siempre tuerce los principios el que obscurece la verdad, para ocultar sus faltas en las tinieblas.

Como hijo del pueblo, nunca podría yo olvidar que mi único título es su vo­luntad, y que mi único fin debe ser siempre su mayor bien y prosperidad.

La ley que ha sido siempre mi espada y mi escudo.

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Lo* Gobierno* civile* no deben tener religión, porque alendo *u deber proteger tmparclalmente la libertad que lo* gobernados tienen de seguir y practicar la reli­gión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber *1 fueran sectarios dealguna.

En los gobiernos representativos las interpelaciones del cuerpo legislativo son (recuentes y ordinarias porque son de esencia de la Institución y no Importan un claque a la persona del (efe del Estado.

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^Nuestra c4ntéricaT o m á s R o b l e s

NUEVA POLITICA NORTEAMERICANA

E S ya evidente que hay un cambio fundamental en la política exterior norte­americana: se trata de dar en la diplomacia y relccione» de todo orden, la

Importancia que tiene la América Latina y que siempre debió ser ponderada. Hasta fines de 1954, la estrategia internacional de los norteamericanos parecía desco­nocer la importancia de nuestros pueblos e Inclusive colocar a continentes definitiva­mente perdidos para los negocios estadounidenses, en mejor posición que nuestra Amé­rica. Los acontecimientos del primer trimestre de 1955 fueron decisivos en el cambio de línea: la América Latina será el campo de mayor inversión yanqui; el Continente de mayor importancia para la defensa estratégica; los pueblos de nuestra América los mejores amigos y más importantes socios. Tal se desprende de una serie de hechos de todos conocidos:

Primero, el extraordinario interés que vuelve a tomar el problema de la inver­sión norteamericana en el continente, sobre todo en el campo privado y con las modalidades de proponer la integración de sociedades mixtas norteamericanas y locales, y la tutela del gobierno de Estados Unidos. La conferencia de Nueva Orléans es el punto más alto de este interés. La campaña desarrollada por impor­tantes hombres representativos de sectores políticos y económico-sociales, en' la Unión, sobre lo mismo, ya no deja lugar a dudas: Milton Elsenhower, Nixon, Re­presentantes y Senadores, el Secretarlo de Marina, el Secretarlo de Agricultura, etc. Sólo Mr. Dulles parece haber insistido en la lormidable ayuda que se anunció para los países asiáticos a fines del recién pasado año, pero "el estado del tesoro".

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y la nueva correlación de fuerzas en el lejano Oriente, obligaron a abandonar aquel plan y a adoptar otro mucbíslmo más modesto.

Segundo: La importancia que se le da en los planteamientos políticos norte americanos al intercambio económico, cultural y hasta "amistoso" con nuestros pue­blos. Los proyectos económicos del presidente Elseuhower ante el Congreso, a pro­pósito de la prórroga de los términos del intercambio y otras cuestiones; la nueva política de visitas y viajes de amistad: Mr. Nixon y Sra., Sr. Ezra Benson. el Se­cretario de Marina a la América del Sur; esfuerzos por acentuar la divulgación de la bibliografía norteamericana entre nosotros, y. desde luego, la promoción on Estados Unidos de una verdadera campaña entre importantes agrupaciones, para conocer los problemas de nuestra América, fortalecen la opinión de quienes piensan que nues­tro continente pasará a ser el objetivo más importante en cuanto a la atención de loe Estados Unidos.

Tercero: la decisión de los sectores más realistas que se mueven en la política de Estados Unidos de cumplir, siquiera parcialmente, con las promesas hechas a Latinoamérica y a los capitalistas norteamericanos que. fincados en algunos de nuestros países, han llegado a chocar con capitales que en Estados Unidos trabajan para los mismos renglones de producción. Hablamos del caso del petróleo venezo­lano vts. petroleros independientes de Estados Unidos y productores de carbón; del caso de los azucareros mexicanos, peruanos, cubanos, vis. azucareros del oeste norteamericano; del caso del café vrs. intermediarios-tostadores, distribuidores, yan­quis.

Finalmente, la alineación —ya lograda al máximo—• para cerrar en el conti­nente un poderoso anillo político-militar a través de los tratados y pactos de asis­tencia bélica para "caso de agresión". Cuba, Santo Domingo, Haití, Venezuela, Co­lombia, Nicaragua, Honduras. Panamá, Ecuador, Perú. Chile, Brasil, Uruguay y la Guatemala de Castillo Armas, que próximamente firmará el pacto, completa la formación militar del continente. Somos la retaguardia lógica de las materias primas y estratégicas de Estados Unidos.

Este nuevo y peligroso viraje de la otra América, nos obliga a señalar que ha llegado el momento, se han presentado las condiciones necesarias, se hace impos­tergable el planteamiento de la lucha por la democracia, la independencia y la libertad, en escala continental. Y esta batalla por tales objetivos populares y nacio­nales. se deberá librar en dos frentes: el que nos abre la nueva colonización financiera doblemente peligrosa por cuanto, deteniendo o deformando nuestro de­sarrollo, puede dar la apariencia de contribuir a nuestro progreso; y el permanente contra las dictaduras americanas, sostenidas, respaldadas y en gran medida crea­das por la diplomacia republicana.

Que las condiciones son propicias para desarrollar la lucha coordinada con- tlnentalmente, bajo las banderas de nuestras nacionalidades, y con la manifiesta vocación americana del movimiento, lo demuestra un solo hecho de la multifacétlca presencia de hoy: la América Latina está de pie. casi explosivamente. Cien mil interpretaciones, pueden ensayarse para explicar el estado combatiente de la América

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latina; muchas armas pueden esgrimirse para acallar la vos de los pueblos y "la nueva retórica" —la propaganda—, monopolisada y monstruosamente deformada puede inventar las calumnias e infamias que le plazca a sus magnates, pero el hecho estará presente: los puebles de nuestra América están de pie, desde el sur del Río Grande hasta Magallanes. Quien lo dude, que se preocupe por auscultar los acontecimientos y leer las palabras de los más representativos voceros de Mé­jico, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Bollvia, Argentina, Chile y Uruguay, para mencionar aquéllos donde los gobiernos representan un sector apreciable y mayorl- tario de la opinión nacional; o que llegue, por los medios que la fraternidad ameri­cana combatiente le permitan, hasta los cimientes de la lucha popular en Cuba. Gua­temala, Salvador, Nicaragua, Honduras, Venezuela, Perú, Paraguay. Brasil y . . . ¿por qué no? hasta en los propios Estados Unidos.

La urgencia de afinar las piezas fundamentales para esta continentalización de la lucha, la marca el propio ritmo acelerado de la historia y el afloramiento de las Inevi­tables contradicciones en los grandes estados que, cada cual por sus particulares for­mas de desarrollo, explicables pero no justificables, no llegan a satisfacer a plenitud las más caras y seculares aspiraciones del hombre; la seguridad económica y la libertad.

GUATEMALA

Sobre la situación interna poco hay que agregar a lo dicho en números ante­riores. El caos económico es cada vez mayor; el hambre es una señal fatídica sobre la farsa de la "Liberación". Recientemente el "New York Post" reprodujo un comentarlo del "New York Times", a propósito de la abolición de la reforma agraria y la devolución de las tierras a los feudales, advirtiendo que, dobldo a estos procederes, los pueblos protegidos por Estados Unidos aparecen como negados a la libertad.

A fines de marzo se desató otra de las más crueles persecuciones y represio­nes. El gobierno de Castillo, bien apuntalado por la misión militar norteamericana y por otras fuerzas internacionales no menos opresoras, se mantiene en pie de gue­rra. Puede decirse que la maquinaria administrativa, civil y militar, está organizada como una maquinaria de guerra para tiempo de paz.

Las contradicciones entraban cada vez más la marcha de cualquier remedo de programa de reconstrucción que los traidores pudieran aplicar y los dirigentes de Estados Unidos han retenido desde marzo, al varias veces traidor Elfego H. Monzón, como un "hombre sustituto" para el caso que Castillo Armas falle. DeBde luego, la decisión de convertir al gobierno impuesto en un "baluarte de la libertad" está cla­ra, La intervención de Mr. Nixon ante el Consejo de Asuntos Internacionales de los Angeles, donde hizo la más importante y falsa defensa del régimen de Cantillo Armas, poniendo en entredicho a muchos norteamericanos especialistas que hicieron estudios sobre la realidad guatemalteca en el decenio democrático, lo indica así;

Elfego Monzón no resolvería la crisis de Guatemala. El Departamento de Es­tado debe saberlo. Es más. ninguno de loe que fueron altos jefes militares o poli-

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ticos —como era don Ellego— cuenta con simpatías, En Guatemala se sabe, y Momón lo ha conllimado, quo ellos fueron responsables, al cometer la traición militar más villana de los últimos tiempos.

La recepción a Mr. Nixon, sobre la que se hicieron lenguas los periódicos nacionales y extranjeros, no engañó a algunos de los agentes del Departamento de Estado que viajaban con el Vicepresidente. No sería remoto que éstos acompañantes del Sr. Nixon (que no eran periodistas pero viajaban como tales), hayan presen­tado su particular informe. Ellos comprobaron la falta de entusiasmo y de espon­taneidad en las manifestaciones que más parecían obras de teatro al aire libre, perfectamente ensayadas, que expresiones de amistad. Y algo peor que comprobaron estos peritos: las mismas personas aparecían en todcs los lugares.

Dentro de pocos meses se sabrá alguna verdad más escalofriante sobre el futuro Inmediato de Guatemala: la política fiscal del régimen impuesto. Hasta hoy los hombres de la antipatria de Arévalo y Arbenx están dispuestos a reducir casi a la mitad el presupuesto nacional. Tal medida, seria desastrosa por razones obvias

E l SALVADOR

El que nosotros hemos llamado "país clave" de la situación centroamericana, rocibió al Sr. Vicepresidente de los Estados Unidos con una demostración de fuerza que no le presentaron en ningún otro de los pueblos centroamericanos. Osorio mo­vilizó cerca de cinco mil hombres y protegió al sonriente político norteamericano con dos filas de soldados, desde el aeropuerto de Ilopango hasta la ciudad capital. Es bien sabido que el sector armado salvadoreño es uno de los propordonalmente mayores y mejor entronados. Es el mejor de Centroamérlca una vez destruida la tradición y mito del ejército guatemalteco.

La situación preelectoral que viven allá se está agudizando. Parece que el presidente Osorio aspiraba o aspira ( ? ) , garantizar la continuación de su régimen con un sucesor civil. Varios nombres se mencionaron y alguno do ellos, a decir verdad, era algo más que una garantía para la continuación del actual régimen En otro número hablamos de las candidaturas vislumbradas en el horizonte polí­tico salvadoreño, en particular las del partido oficial PHUD: el ex-canclller Canessa y el ex-embajador on Guatemala coronel A. Funes. Sobre ambos externamos opi­nión y la estimamos aún plena de validez. De los círculos militares se mencionaban algunos nombres conocidos por los centroamericanos.

En los bajos fondos de la política salvadoreña, sin embargo, han ocurrido alqunos incidentes. El más importante de ellos fue la reunión de altos jefes mili­tares, para decidir que el futuro presidente debía ser militar. La decisión fue comun'cada al coronel Osorio más o menos en estos términos: el alto mando militar es y será leal a su gobierno hasta el final del período, pero nos agradaría que el sucesor presidencial fuera militar: cualquiera que sea, pero militar; que garantice a la institución armada y la continuación de su gobierno.

El hecho ha venido a complicar más aún. y prematuramente, la tensión pre­

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electoral en la república del istmo. Se rumora acerca de algosos altos jefes como seguras o posibles candidaturas castrenses y se insiste en que Canessa será e) candidato de la burguesía caietalera del Salvador. La agitación política electoral ha comenzado y allí nadie sabe cuándo ni cómo estallarán violentamente las fuer­zas contenidas.

El periódico de la Asociación General de Estudiantes Universitarios AGEUS, "Opinión Estudiantil", de cuya consecuencia a la verdad no es posible dudar, editorializa en el número del 8 de marzo sobre el inesperado mensaje del pre­sidente Osorio al ejército nacional. Por la glosa del documento — que desgracia­damente aún no está en nuestras manos—, se trata de un llamado imperioso y angustioso, a los hombree de armas para que mantengan su unidad. El mensaje presidencial avala los rumores de que hay un cuartelazo militar en preparación, y de que una de las camarillas del ejército ya controla totalmente el poder con el consiguiente desmedro de la autoridad del ejecutivo.

He aquí una parte del editorial de "Opinión Estudiantil": "La médula del montaje se concreto a insistir machaconamente sobre Ja necesidad de que la Fuer­za Armada conserve su uni dad lrente a "Jos prózimos problemas políticos internos", citando que, "en los períodos de sucesión presidencial, . . las ambiciones se desatan". Señala que Ja Fuerza Armada no d eb e tener intereses de tipo personalista ni puede fraccionarse en "grupos caudillistas", recalcando que "una Fuerza Armada sin Unidad, será el principio del desorden, de Ja detención del progreso.. . etc". Evidentemente este llamamiento no puede ser gratuito y por el contrario parece obedecet a l hecho, cierto para el pueblo, de que el Ejército se encuentra dividido en grupos que apoyan a distintos altos oficiales ya entregados, cada quien por su Jado, a Jos preparativos preliminares de su próxima campaña, o d e que impor­tantes fuerzas gubernamentales se aprestan a rodear a un civil dócil que necesita adem ás e l respaldo del ejército".

Así marchan las cosas allí, donde el problema fronterizo provocado por la fuerza do la superpoblación ha sido resuelto satisfactoriamente con la comprensión de los hondurenos.

HONDURAS

La llegada de Mr. Nixon a Tegucigalpa encontró a los Bectoros que han for­mado el gobierno llamado de Concentración Nacional en la mejor disposición de recibir al mensajero político. La espontaneidad de nacionalistas, reformistas y li­berales hondurenos para atender todo aquello que venga del norte, de seguro redundará por ahora en algunos beneficios generales y amplios dividendos políticos para el dictador constitucional Julio Lozano Día*.

Aunque nunca dejaremos de insistir en que la solución que se dio a la crisis hondurena fu* antidemocrática, ya hemos señalado alguno* de los resultado* posi­tivos del acontecer político allá; ahora diremos que hay un atisbo de claridad para los hondurenos. La legislación del trabajo puesta en vigor por ve* primera, el

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voto de la mujer y la creación de organismo» gubernamentales para atender nece­sidades económico-sociales son s'gnos de buena Intención aun cuando no se comparta el contenido que la Informe y se tenga la certeza del empirismo con gue se pro­cede todavía.

La Comisión para la Organización del Plan de Desarrollo Económico, rindió su primer iniorme en diciembre. Este documento y la aparente decisión de cumplir con los ofrecimientos hechos para explicar la solución extrema que se dio al impose político, constituyen un paso adelante en el proceso de Honduras: ya no se plani­ficará la economía nacional por las empresas bananeras o de ferrocarriles con exclusividad, pues el gobierno ha principiado a marchar por el camino del estado moderno, superando la prolongada etapa del estado gendarme. . ., de otro estado para mayoi pena.

La compañía frutera sigue siendo la misma Por algunas razones que expuso y le fueron aceptadas, el gobierno autoiizó cierto recorte de personal. A la UFCO se le fue la mano en el recorte: lo aprovechó para cesar vengativamente a muchos trabajadores bananeros eficientes que holgaron durante el movimiento de hace un año, llevando así al paro y la miseria a un apreciabllísimo sector de la población en la costa norte. El mismo embajador norteamericano en Tegucigalpa viajó a los centros bananeros, donde increpó a los blg-shots de la compañía por el incumpli­miento de sus compromisos y el abuso cometido. Estos problemas son ignorados por la información internacional.

NICARAGUA

Poca» noticias Ueqan de las cerradas dictaduras del Caribe. De aquí, empero, trasciende la opinión generalizada de que el reinado de la familia Somoza está en el ocaso de su poder. Así lo fallaron 19S4 y 1955 y lo ratifican las palabras discre­tamente dichas por los altos funcionarios norteamericanos que han tenido que ver en las últimas semanas con la "tierra de los lagos".

Como asistimos a cambios extraordinarios, hasta la diplomacia adopta forma* tales como la expresión de un Vicepresidente, quien señaló a Somoza la inconve­niencia de reelegirse como presidente y aún la de prorrogarse a través de un par ionio cercano. Por eso, el dictador de Nicaragua, perdida su acariciada re- clpcci"',. comienzo o oreparar en las sombras de la politiquería antipopular a su lejano pariente, el conocido coronel Dolores García.

Los patriotas nicaragüenses y centroamericanos ya saben que otras iuersas y nuevos nombres surgirán allá: cualesquiera otros, pero los Somoxa definitivamente no.

COSTA RICA

Figueres obtuvo un triunfo y la permanencia en el poder a costa de algunas concesiones, particularmente en la conducta internacional del régimen que se Irán haciendo ostensibles cada día que pase.

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De todos modos, la realidad que corroboró Nixon aquí fue que la agresión de enero había sido algo así como "un arreglo orquestal de generales y corónele* sin batuta del Carnegie Hall" —según palabras de un humorista americano—. Lo* generales: Trujillo y So mor a; los coroneles: Pérez Jiménez y Castillo Armas.

Los dictadores de Venesuela y Santo Domingo enviaron sus aportes monetario* a Nicaragua por medio de Castillo Arma* quien, dicho sea de paie, * * guardó la mitad de lo* aportes para resarcirse del similar escamoteo que Somosa hiso de otros fondos hace casi un año. Además, Castillo Armas faltó a su compromiso en enviar parte de las armas que él recibió para "su" invasión, quisa para SO dejar más huellas comprometedoras de su participación. Las secuelas de la agre­sión a Costa Rica han provocado roces más o menos graves entre Somosa y Castillo Armas.

He aquí el complicado panorama político del istmo que debió ser pulsado por el Vicepresidente Nixon si es que fue más allá de triple rutina: visita a la má» importante iglesia y abrazo con los jefes religiosos; conferencia con los lidere* obreros "libres" y obsequio de una fotografía del presidente Eisenhower a todos lo* jefes de estado. Sí Nixon no palpó estas cosas, estamos seguros de que algunos de sus acompañantes sí calaron bastante en las aguas políticas centroamericana».

P E R U

Recientemente, en una cálida tarde del verano limeño, decenas de periodista» Irrumpían en la Mansión de La Perla, residencia particular del presidente de la re­pública del Perú. Con gafas negra» y vistiendo traje blanco de seda, el general Manuel Odría recibió a los reporteros nacionales, a los cuales había convocado especialmente para cambiar ideas alrededor de la situación nacional, dentro de una serie de conferencia» "con los sectores representativos en vías a encontrar una solución democrática para las elecciones de 1956". Allí, con sendos highbali* y re­frescados por la suave bri»a del Pacífico que se dejaba sentir con la ronca voz de •us embravecidas aguas, departieron presidente y periodistas con ancha cordialidad. "Lo* he invitado —empezó diciendo Odría— para conversar con ustedes y recibir sus sugerencias en torno a la política del pais y a su* próximas soluciones". Pre­guntas y opiniones se sucedieron sin interrupción. "No tengo candidato", enfatizó el jefe del Estado. Y agregó: "La ciudadanía ha de escoger en libres comicios a mi sucesor. El Perú está ya maduro para la democracia, aunque no es un país iádl de gobernar. Pese a las conspiraciones de los extremistas de izquierda y de derecha, habrá olecciones lmparciales". Entusiasmado por estas declaraciones, el pereonero del diario "La Prensa" (de derecha, órgano de los exportadores de algodón y,azú­car) precisó: "¿Puede decimos, señor presidente, sí entre la» disposiciones que se tomarán para loe efecto* por ust*d anunciado*, están las siguientes: derogatoria de la Ley de Seguridad Interior de la República, amnistía general y reforma del Estatuto Electoral en vigencia?" Parcamente, Odría respondió: "Sí. Las medida* a adoptarse serán más amplias que las que se esperan".

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Al día (¡guiante, los matutinos de Lima soiprondían a la vieja capital con tan sensacionales declaraciones de rectificación democrática en el autor del cuartelazo de Arequipa. Los cables, por su parte, llevaban al mundo entero tan extrañas nue­ras. En Bruselas, Bélgica, a miles de kilómetros, los periodistas europeos, con los despachos noticiosos en la mano, abordaron a Haya do la Torre tras esperarle du­rante varias horas de la noche, bajo la lluvia en la puerta del domicilio. El ilustre filósofo y lele del APRA les dijo: "Lo que más interesa de estas noticias es que el general Odría haya prometido no intervenir en la elección presidencial y, como garantia de esta actitud, derogar la llamada Ley de Seguridad, cuya subsistencia anula inalienables preceptos de la constitución del Estado. Es decir, que el gobierno militar del Perú desea restaurar el orden constitucional y poner en vigencia la Carta Fundamental del Estado, sin la cual no hay existencia democrática de la república". El doctor Haya de la Torre hizo una pausa para, luego, añadir: "Este retorno a la legalidad me parece un paso necesario y creo que será recibido con aplausos por todos los peruanos que quieren vivir como ciudadanos libres do un Estado libre". A otro requerimiento periodístico, expresó: "Yo me sentiría orgulloso, como demó­crata americano, de que mi país diera esa norma de retorno a la vida constitucio­nal y de respeto a la soberanía del pueblo que es en las democracias el único soberano". A una actitud así —inquirió un corresponsal— respondería usted segu­ramente con su tradicional espíritu democrático de gran conciliación, ¿no es verdad? Y el líder de las mayorías peruanas respondió en francés con el viejo lema de los caballeros: "A tout seigneur, tout honeur". Los periodistas salieron sastiischo# y dieron también a todos los continentes la noble respuesta de Haya de la Torre a las declaraciones de Odría. Lima conocía de Inmediato estas opiniones del conductor lejano, pero presente en el corazón de su pueblo. La ágil revista "Extra", tácita­mente autorizada por las ofertas liberales de Odría, reproducía sin temor las ma­nifestaciones de Haya de la Torre. Era, con ésta, la primera vez que la palabra del Jefe del Partido del Pueblo circulaba libremente en su patria desde el 27 de octubre de 1948. Y, como si esto fuera poco, el mismo semanario enviaba a uno de sus directores, el señor Jorge Moral, a entrevistar a Manuel Seoane en Santiago de Chile. El periodista peruano encontró al veterano líder en momentos en los que almorzaba con varios líderes lndoamericanos: Juan Lechín (do Bollvta), Valmore Rodríguez (de Venezuela), Manuel Urbina (de Nicaragua), J. R. Golcochea (Embajador de Costa Rica), la poetiza Blanca Luz Brun, y otros Intelectuales, políticos y diplomáticos re­sidentes en la capital del Mapocho. Seoane dijo a los enviados de "Extra": "En cuanto se devuelvan o se conquisten las libertades públicas, se demostrará que el poderío popular del aprismo se encuentra intacto . Debería derogarse el conjunto de leyes represivas, devolverse al aprismo su estado legal y convocarse a eleccio­nes generales para respetar la soberanía popular". "El Cachorro" —como le dice el pueblo peruano— hizo además extensas declaraciones de índole económica e In­ternacional.

En México, "Excélsior" y la "France Press" buscaron a Ramiro Prlalé, Secre­tario General del Partido Aprista, días antes de su partida a Santiago de Chile, a donde Iba a poco de haber llegado a nuestro país procedente del Perú. Prialé

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manifestó: "Los aprietas acogemos con beneplácito todo acto que contribuya al esta­blecimiento de un gobierno emanado de la auténtica voluntad popular, estimando que las declaraciones del general Odría abren el camino hada una electiva con­vivencia democrática que, de ser plenamente lograda, constituiría lnapredablo contri­bución en favor del prestigio del Perú. Y de América, tan urgida de gobiernos re­presentativos y de una real vigencia de los ideales democráticos".

De otro lado, en tanto los apristas, duchos en las lides políticas y generosos por su mismo martirologio revolucionario de 30 inclaudicables años, reiteraban su am­plitud para encontrar una salida patriótica a la problemática del Perú, la extrema derecha "civilista" — denominación tradicional del conservatismo peruano-- arrecia­ba su artillería de grueso calibre contra el gobierno de Odría, del cual están des- plasados desde la abortada rebelión del general Noriega en agosto de 1954. Carlos Miróquesada. bastante conocido internacionalmente por su fervorosa milltancia fas­cista, publicaba en Santiago de Chile una violenta carta abierta al Embajador pe­ruano. Su hermano, Enrique Miróquesada, diputado en exilio y en vísperas de ser desaforado, insistía desde Panamá en su vitrlóllca diatriba del que fuera su jefe político: Odría.

¿Qué estará pasando en la tierra de los Incas? ¿Qué escondidas soluciones se tejón para 1956? ítoda concreto se sabe hasta el momento. Pero sí podemos ase­gurar. como voceros de loe esfuerzos progresistas de nuestra América, que nada sería más grato para el continente que ver a un régimen que se inició por golpe de estado y se ha mantenido hasta ahora ejerciendo la tiranía, enmendar su línea, dejar el poder a los hombres que elija el pueblo y borrar para siempre de la la* del Perú las sombras del despotismo.

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P o l í t i c a

Recordación de Madero. Francisco I. Madero y Pino Suárez iueron recordados oon emotivo acto en el Monumento a la Revolución, el 22 de febrero a las 12, con ocasión del 42o. aniversario de su Inmolación. Una concurrencia de miles de per­sonas, integrada por cuerpos escolares, sindicales y burocráticos, dieron calor po­pular a la ceremonia, la que fue presidida por el Presidente de la República, señor Adolfo Ruis Cortines, a quien acompañaron altos funcionarios de la Federación, entre ellos el Regente del Distrito Federal, Uc. Ernesto Uruchurtu, y el Secretarlo de la Defensa Nacional, divisionaria Matías Ramos. Realzó el recuerdo del apóstol Madero la presencia de la formación de los cadetes del Heroico Colegio Militar. Institución que. como es sabido, mantuvo su lealtad al Presidente Constitucional cuando el innoble airamiento del general Victoriano Huerta.

En primer lugar, usó la tribuna el Lie. Antonio Mena Brito. quien afirmó que 'la Revolución ha dado a México pas y estabilidad, interpretando el mensaje rulx- cortinixta. no al modo tiránco del porfirismo, sino mediante la democracia y la jus­ticia social". Cerró el acto el Lie. Gabriel Ferrer y Mendiolea, el que hizo la apología de los mártires de 1913 y expresó que Madero "antepuso el sacrificio del interés personal en aras al interés colectivo".

Homenaje a Sandino. El día anterior, 21 de febrero, tuvo lugar otra actuación pública, también en homenaje a un grande hombre-símbolo de nuestra América, el general Augusto César Sandino, invicto Libertador do Nicaragua contra la In­vasión norteamericana. Este mitin de adhesión al ejemplo sandinlsta se celebró este año, como todos los anteriores desde 1934, en la Columna de la Independencia de México, en el Paseo de la Reforma. Presidió la reunión el Lie. Juan losé Meso, Secretario General del Partido Democrático Revolucionarlo de Nicaragua. Asistieron distinguidas personalidades de la política y de la cultura de México y de los demás países del continente. Conducida por su Directora, concurrió una delegación

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de la Escuela Nacional que lleva el nombre de Augusto César Sandino. En primer término, habló el doctor Raúl Osegueda, ex-Mlnlstro de Relaciones Exteriores y de Educación de Guatemala, hoy exiliado en nuestro país. El brillante maestro guate­malteco, en nombre de la Unión Democrática Latinoamericana, empezó diciendo: "No hace aún dos años, cuando rendimos en Guatemala un iorvoroso homenaje a don Miguel Hidalgo y Costilla, debimos inventariar la situación americana, denun­ciando que en nuestro continente de dictaduras, se estaba haciendo imposible con­memorar a nuestros proceres. En electo: la estatua do Martí, esculpida devota­mente para ser erigida en las liestas del cincuentenario de la República, lue des­pedazada porque a su pie se puso: ¡A Cuba que suirel La Ciudad UniversitariaPanameña erigió pedestal ai busto del Libertador Bolívar, enviado por sus autén­ticos negadores y recibido por el diáfano Rector del Istmo con el amargo comentario: "Hoy las dictaduras regalan a los Libertadores". Manos anónimas untaron petróleo en los mármoles de Sarmiento y arrancaron do su base la estatua de Beato Juárez. No obstante, nuestros Campeadores siguen ganando batallas. Mientras los vivos obren —no importa que negativamente— es porque los ilustres moradores del Panteón Americano siguen actuando en las conciencias: se les teme, se les ataca, porque están redivivos y omnipresentes, vigilando la realisación de los sueños que forjaron, más allá de su tiempo y de su espacio, en pro do nuestros pueblos. La sombra se espesa cuando se aceren el día y, por iortuna, la aurora de la li­bertad es sempiterna". Y agregó: ''Agusto César Sandino, héroe de las Segovias y Mártir de América, símbolo no opacado de nuestra rebeldía, carece en su patria chica de conmemoración ollcial. ¡Nada importa! Su pueblo se conmueve y se lle­na de callado orgullo ante la sacra evocación de este Darío del Civismo, cuya herencia es legado humano. También estamos seguros de que el homicida, cuyo inmediato desplome se preanuncia en atentados contra hermanos del istmo centro­americano. no duerme. Seguros estamos de que ya se ha colmado la medida con­tinental y que su vindicta está próxima. Seguros estamos de que sus directivos y cómplices, verdugos centenarios de la propia Nicaragua y del gran destino centro­americano y americano, comparten también la vergüenza universal de tanta ielonía, de tanto abuso impune, de tanto crimen". Finalmente dijo el doctor Oseguedar "UNION DEMOCRATICA LATINOAMERICANA, núcleo integrado por el esfuerzo de gran número de americanos ilustres que se amporran en el solar mexicano, refugio legítimo de América, decidió aue mi palabra trajera, en nombre de sus componen­tes, una evocación y un homenaje: sea la primera, nuestra decisión de recogerviril y amorosamente el legado de Sandino: y el segundo, nuestra promesa demantener en alto la bandera de nuestros pueblos y su destino de libertad. ¡Tam­bién como Sandino soñamos con una Nicaragua libre de dictadores y de Inva­sores!".

Terminados los aplausos al doctor Osegueda, improvisó sentida alocución, anombre del Partido Aprista Peruano, el señor lorge Raygada Cauvi, quien ratificó‘la admiración y la adhesión del aprismo a la figura y a la causa de Sandino, expresada al mismo calor de la gesta segoviana por el propio Haya de la Torre

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•n todos los recodos del mundo". Tras de exaltar con emoción los vigentes perfiles de Sandino, dijo "Permítaseme una digroBión. con la que, por lo demás, creo Inter­pretar los sentimientos de todos los presentes. Hay en el acto de este añc una ausencia dolorosa: la de Humberto P. Vlllalta, ilustre líder de la democracia y de la unidad centroamericana, recientemente abatido por el destino. El, como Sandino, fuo capitán de la espada y de la palabra y luchó sin desmayos por una Indo- américa unida y soberana". Raygada concluyó exclamando: "Compatriotas denuestra América: Frente a la tragedia de la opresión y de la dispersión, el aprismo os invita a culminar la cruxada inconclusa de los libertadores. Aseguremos el por­venir ¡untando a nuestros pueblos en el común eefueno de la emancipación de­finitiva".

A continuación, habló el doctor Juan Juarbe, por el Movimiento Libertador de Tuerto Rice, quien también adhirió a la memoria de Sandino y dijo que Puerto Pico, en su lucha por la independencia, seguía el camino del general do las Segovías, al lado de los países hermanos de Indoamérica".

Con breves palabras do agradecimiento, clausuró el acto el Lie. Juan José Mexa.Día de la Bandera Nacional. El 24 de febrero, la nación mexicana rindió

homenaje a la enseña de la patria. Salvas de artillería de regimientos militares, los bronces de la catedral y las vocee de diez mil escolares cantando el Himno Nacional, llenaron de emoción los contomos de la Plaza de la Constitución, en cuyo centro el Presidente Ruiz Cortines izó el pabellón tricolor, ante una Inmensa multitud ciudadana. Dragones del H. Colegio Militar y unidades de la Guardia Presidencial hicieron calle al Primer Mandatario desde la Puerta Central de Pa­lacio hasta el medio del gigantesco "Zócalo". En la imponente ceremonia patriótica, que se inició a las 10 a. m. y terminó diez minutos después, acompañaron al señor Presidente los miembros de su Gabinete y los dirigentes del Departamento del Distrito. Hálito de fecundo fervor dejó OBta gloriosa celebración del Día de la Pandera.

Reinstalación del Almirante Malpica. El 8 de marzo, a las 10 y 20 ds la mañana, un hombre alto, seguro de sí, de bien cuidadas barbas y vistiendo el ele­gante unilorme de la Armada Nacional, ingresaba a la Secretaría de Marina, en -•medio de una valla de honor y escuchando aplausos del público allí congregado. Era el Almirante Mario Rodríguez Malpica, restituido en su puesto de Comandante General de la Armada, del que había sido retirado poco antes en clrcunstandlas harto conocidas La ceremonia de restitución fue emotiva pero sobria, de acuerdo a las normas militares. El Almirante se limitó a decir: "Vamos a seguir desem­peñando el cargo que nos fue conferido por la superioridad en los mismos términos de leal colaboración al Señor Presidente de la República, al Señor Secretario de Marina y a la Armada Nacional, como ha sido Biempre nuestra corma de conducta, para mejor servir a la Patria",

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Declaraciones d«i general Cárdena*. Profunda impresión causaron las decía raciones formuladas por el general Laxara Cárdenas a la revista local "Impacto" (No. 273, del 12 de mano de 1955). Con ellas, el prestigioso líder revolucionario ha roto su silencio tan firmemente mantenido en los últimos tiempos, al menos sobre temas políticos y puntos ideológicos. Por considerarlas de primordial interés, teproducimos las partes más saltantes de las opiniones del divisionario mlchoacano alrededor de palpitantes aspectos mexicanos e internacionales.

Gobernante que fuera impulsor definitivo de las reivindicaciones campesinas. Cárdenas defiende ahora sus medidas presidenciales, muy criticadas últimamente en la prensa. Y afirma categóricamente: "Las críticas contra el ejido, por lo general, parten de gentes que están interesadas en su desaparición. En muchos casos, provienen de personas que ayer estuvieron ligada* al régimen porfirista y a los hacendados, y que desearían el restablecimiento de los latifundios. Hay tam­bién personas honestas que critican, en un afán constructivo, lo* aspectos negativos del ejido y de la Reforma Agraria, poro queriéndolo o no, están sirviendo a los enemigos de la Revolución".

Preguntado el general si creía, como se dice, que la corrupción sindical pudiera tener orígenes en el régimen de subvenciones oficiales a las organiza- tr.íones obrera* que se estableció durante su mandato, el illustre eoc-Presidente res­pondió: "La venalidad, en efecto, puede ser propiciada desde arriba. Pero no lo fue en mi gobierno. Favorecimos la unidad sindical en el interés de los mismos trabajadores. Pero no le exigimos sujeción al gobierno. El Lie. Lombardo Tole­dano, por ejemplo, nunca me hixo solicitud alguna de carácter económico. La CTM vivió sin subvención".

¿Y la Universidad Obrera? inquirió el cronista de "Impacto". "La Universidad Obrera" —respondió el general— "fue subvencionada, bejo el control de la m e­ma dependencia del Estado que la subvencionó. Pero eso no tiene nada de malo. Si en ve* de una hubiese die* universidades obreras, las habríamos subvenciona­do a todas".

Sobre la tan acusada protección del general Cárdenas al Partidc Comunista, el adalid de la expropiación precisó: "Es absolutamente falso. Respetamos su actividad porque vivimos en un régimen legal y porque es un partido democrático que según su programa, aspira al progreso del país. Pero na le dimos jamás ninguna clase de protección".

En torno a la libertad de prensa, el general ratifica sus convicciones democrá­ticas: ‘Xa prensa es muchas vece* responsable de que la amordacen. Por de* gracia, no siempre sabe defender la libertad de expresión. Pero los gobiernos qu* se dedican honestamente a servir a sus pueblos, poco ganan con acallar a los pe­riódicos. Al contrario, pierden. La crítica honrada, que señale los errores con -una finalidad constructiva, sirve en primer lugar al mismo gobierno. Aparte de usar de un legítimo derecho, rinde al país un auténtico servicio".

Al girar la plática del general Cárdenas con el reportero Antonio Rodrigues hacia el tópico de las creencias religiosas, aquél te define con la claridad que le

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oo peculiar: "No soy creyente. La Iglesia en México ha estado siempre del lado de la Hacienda. Y si no tuviera otras razones, éstos bastaban para disentir de ella. Pero tampoco persigo a los creyentes. Sé muy bien que el pensamiento re­ligioso sólo desaparecerá por el convencimiento y por las transformaciones cultu­rales. Soy tolerante y respetuoso de las opiniones ajenas".

Lázaro Cárdenas tiene un concepto elevado de la misión del Intelectual. "Los escritores, los artistas y los Intelectuales — dice- no viven aislados: lorman parte de un sistema, al que están sujetos. Para vivir y poder realizar su obra tienen muchas veces que aceptar puestos y situaciones que limitan sus posibilidades crea­doras. A pesar de ello, los intelectuales mexicanos han sabido responder a sus obligaciones como ciudadanos y como patriotas. Los escritores han exaltado las luchas de su pueblo, han glorificado a nuestros héroes y escrito vigorosos libros sobre la Revolución. La obra de los pintores es. también, en este aspecto, im­portantísima. Los unos y los otros han dado una seria aportación al progreso espiritual de México".

Ahora la plática que nos ocupa lleva al general a manifestar sus aprecia­ciones sobre lejanos problemas de otras latitudes de la tierra: el actualísimo con­flicto de China. Sobre éste no vacila en pronunciarse: "China tiene derecho a liberar sus Islas y a conquistar la autonomía para todo su territorio. El mismo derecho que querríamos para nosotros si algunas de nuestras islas del Pacífico o del Golfo estuviesen ocupadas por fuerzas ajenas a México o contrarias a nuestro régimen".

Por último, el posible uso bélico de las bombas atómicas le merece el siguiente juicio: "El país que haga uso de esto Instrumento do destrucción, dejando caer, por primera vez. una bomba atómica sobre ciudades abiertas, pierde el derecho a considerarse demócrata y a exhibirse como paladín de ideales nobles y huma­nos".

L e t r a s

Bautizo de "Girafuna". El domingo 6 de marzo, en la residencia del Ing. Ricardo Montilla Ce*'Mmís,ro de Agricultura de 'Venezuela) tuvo lugar un signi­ficativo acto: el bautizo del poemario que lleva por título el muy sugestivo de "Glraluna", del gran poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, recientemente editado por la Editorial "Yocolma", que dirigen con entusiasmo los publicistas J. M. Siso Martínez y Humberto Bártoli.

Los salones de la casa del señor Montilla rebosaban de concurrencia, entre la que se notó a las más altas ciiras de la literatura y de la política continental. Fue el padrino don Jesús Silva Herzog, quien, lueqo de las frases sacraméntale*, cedió la palabra a don Rómulo Galleqos. El Maestro Gallegos leyó, con visible emodón, el bello trabajo con que prologa la obra de su viejo amigo y compatriota. Andrés Eloy Blanco, en feliz Improvisación, agradeció el homenaje que se le trl-

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butaba y formuló una clara oración de gratitud a México, suelo hospitalario sobre cuyo asilo veía la luz esta nueva creación suya.

La reunión se prolongó hasta avanzadas horas de la tardo, habiéndose Iniciado a las 12 m. Tanto el dueño de casa como los editores atendieron gentilmente a los numerosos asistentes.

I n t e r n a c i o n a l e s .

Unión Democrática Latinoamericana. Con este nombre bastante indicativo de suyo, ha quedado constituida una ontidad continental, integrada por personajes de casi todos los países de nuestra América, dispuesta a luchar por la vigencia de los ideales de libertad y unión que inspiraron la acción y el pensamiento de los próceres de la independencia americana. Tras largos esfuerzos, la Comisión Ejecutiva Provisio­nal que integraban los señores José Antonio Genlt (Perú), Raúl Osegueda (Guate­mala), Raúl Roa (Cuba), Juan Juarbe (Puerto Rico), Juan José Meza (Nicaragua) y Jorge Raygada (Perú), entregaron a la asamblea general las bases reglamentarias y princlplstas de la institución, la que de inmediato iniciará la campaña por los altos fines que la inspiran.

Viaje de Priais. Al mes de haber llegado a México, procedente del Perú, em­prendió viaje a Santiago de Chile, el doctor Ramiro Prialé, Secretario General del Partido Aprista Peruano. El ex-Senador Prialé, quien nos formulara interesantes declaraciones a raíz de su llegada (ver Humanismo, No. 28) va al sur a hacerse cargo del puesto ejecutivo que una elección de su Partido le ha deparado y cuya sede está en la capital de Chile. Antes de partir, el Jueves 24 de marzo, Prialé nos habló de las recientes declaraciones del general Odría en torno a la probable democratización de su gobierno mediante ley de amnistía, derogatoria de los de­cretos genocidas, etc., sobre todo lo cual el Ilustro líder aprista nos dijo: "Las declaraciones mencionadas abren caminos para una solución democrática del proble­ma político nacional. Abiertos esos caminos, tócale al gobierno recorrerlos con energía y patriotismo. América está urgida de gobiernos representativos".

E C O N O M I A E N M E X I C O

PETROLEO.—Es incuestionable la positiva magnitud que entraña para la indus tria petrolera do México, la inauguración do las instalaciones en el Distrito de Poza Rica, realizada en presencia del presidente de la república, D. Adolfo Ruiz Cortines, por el titular de Petróleos Mexicanos, Sr. D. Antonio J. Bermúdez. Mediante el funcio­namiento de esas instalaciones, se alcanzará el aprovechamiento Integral de una riqueza natural tan valiosa como es la del aceite y la del gas.

A través de las apreciaciones emitidas por el propio Gerente General de la Industria Petrolera de México, se llegó al conocimiento de que los adelantos de la

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técnica no han logrado todavía permitir que el aceite almacenado en los yacimientos pueda hacerse llegar a la superficie, sino en proporciones que difícilmente pasan de un cincuenta por ciento, y aun para esto es Indispensable restaurar las presiones que por efecto de la extracción de fluidos, continuamente se reducen. Con el fin de mantenerlas es indispensable Inyectar fuertes volúmenes de gas y agua, función quo desarrollarán, en parte, las instalaciones recientemente inauguradas. Llegados el aceite y el gas a la superficie de la tierra, existe la necesidad, para su buen aprovechamiento, de separarlos y clasificarlos en forma de que el aceite quede en estado de no sufrir pérdidas por evaporación, que los componentes pesados del gas se separen para constituir gasolinas y gases licuables, y que al mismo tiempo el azufre que es corrosivo cuando acompaña al gas, también se sopare para obtener así un elemento muy útil para la Industria.

Consecuentemente con lo anterior, el conjunto de instalaciones que fueron inau­guradas llenan la finalidad de prolongar al máximo posible, de acuerdo con la técnica moderna, la vida de los campos de Poza Rica, y al mismo tiempo permitir que tanto si aceito como el gas y aun sus impurezas, sean aprovechadas en beneficio de la economía mexicana, permitiendo una producción de doce mil barriles diarios de ga­solina y gases licuables, y doscientas toneladas de azufre, con lo que se hará dis­minuir en igual proporción el volumen de los que necesitamos importar.

"El desarrollo progresivo de petróleos mexicanos —enfatizó el Gerente Bermúdez— , exige un constante aumento de producción para responder al sorprendente desarrollo agrícola e industrial del país, y estimamos que Petróleos Mexicanos responde a la demanda creada, y que cada día puede considerarse como mejor afirmada la situa­ción de México como país productor, y además que la producción so desarrolla dentro de normas técnicas de las más avanzadas..

El constante aumento de las reservas y de la producción petrolera, integran la preocupación cardinal, fundamental, del Gerente de Petróleos Mexicanos, y así lo expresó en esta vez, con motivo de la inauguración de las instalaciones de Poza Rica, agregando que continuarán realizándose las instalaciones que permitan explo­tarlas dentro de las reglas más avanzadas de conservación y de buen aprovecha­miento de los recursos naturales. El propio Gerente de Petróleos Mexicanos, produjo luego una información documentada respecto a la actual producción petrolera clasi­ficándola de la manera siguiente: Zona de Reynosa, 4.400 barriles; Zona del Pánuco, 19.800: Zona Naranjos, 16.800, Zona Mozutla-Hidalgo, 85.500; Zona Poza Rica, 103.500; Zona Angostura, 12.500; Zona Istmo, 19.500: y gasolina absorción, 7.500, o sean 39.000 barriles diarios más que el promedio de producción del año do 1954.

Con singular atención, el señor presidente de la república escuchó las documen­tadas apreciaciones del Gerente de Petróleos Mexicanos, quien para finalizar y diri­giéndose al propio mandatario, expresó: "El centro petrolero de Poza Rica de Hidalgo, que usted ha honrado hoy con su visita, se siente orgulloso de saludarlo, y todon los que en esta zona nos empeñamos en hacer honor a los deseos de usted por la prosperidad de la industria petrolera en bien de la patria, le empeñamos una voz más nuestra promesa de que permaneceremos celosamente atentos para aplicar cualqttlor nuevo adelanto técnico que hoy o mañana se estableciera, on bien de

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nuestro deseo común: la prosperidad de la industria petrolera que significa gran (actor de la prosperidad de nuestra nación..

Las instalaciones en el Distrito de Poza Rica y que iusron inauguradas, son coma sigue:

Sistema de recolección de g as.—El gas producido en unión con el aceite prove­niente do aproximadamente 200 pozos, se conduce a una serie de baterías donde ee separa, se mide y Be comprime para enviarse a las plantas a través de una red de gasoductos. La potencia de las compresoras es de 21,410 caballos de iuerza.

Sistema de recolección de gas.—En las mismas baterías de separadores, el aceite, ya sin gas, so mide y se envía por medio de tuberías a las plantas y patios de tanques.

Sistema de deshidratacián de aceite.—A medida que la explotación del yaci­miento de Poza Rica ha avanzado, se ha incrementado la cantidad de agua salada que se produce con el aceite y el gas. En Iob baterías de separadores se inyecta a la corriente que viene de los pozos con agua un compuesto desemulsificador por medio do bombas proporcionadoras. El aceite, todavía con agua, pasa de las bate­rías a unos tanques donde se separa y elimina el agua.

Planta desaladora de crudo.—El crudo se clasifica en: crudo de alta sal, cuando tiene más de 150 libras de sal por cada mil barriles, y de baja sal cuando tiene menor cantidad. Con reactivos, calentamiento y sedimentación se tratan 25.000 ba­rriles por día bajando el contenido de sal hasta 10 libras por cada mil barriles.

Planta estabilhadora de crudo.—Puede procesar 100.000 barriles diarios de crudo, mezcla de baja sal y desalado, separando las fracciones ligeras para evitar que se pieidan en los trasiegos. Se recuperan 4.000 barriles diarios de ostos productos li­geros que se mezclan a la gasolina de absorción.

Planta de bom beo d e crudos.—En esta instalación pueden manejarso 180.000 barriles por día descargando a los oleoductos a México, Tampico y Salamanca. Consta de 5 bombas movidas con motor eléctrico y 2 por turbinas de vapor.

Plantas purtflcadoras de gas.—Pueden manejarse hasta 120 millones de pies cúbicos de gas amargo por día, mediante una antigua unidad que adicionada con la nueva, permite el tratamiento de 100 millones más de pies cúbicos.

Planta recuperadora d e azufre.—Oxidando parcialmente los gases ácidos proce­dentes de las plantas purificadoras y reaccionando en presencia de catalizador de bauxita, se obtiene una producción de 120 toneladas métricas del metaloide.

Plantas de absorción .—Estas plantas recuperan los productos licuables que con­tiene el gas, que una vez purificado, se comprime a 42 kilogramos por centímetro cuadrado.

Plantas deshldiatadoras de gas.—Sirven para eliminar el contenido de agua de las corrientes de gas antes de emplearlo en la represión o enviarlo al gasoducto Poza Rica-Distrito Federal. Sin esta operación pueden formarse hidratos o provocarse corrosión en las tuberías con los qiaveB perjuicios consiguientes.

Planta deetanlzadora .— Esta planta elimina las fracciones ligeras del propano obtenido en la estabilización de la gasolina natural, que ascienden a un 19%, para hacerlo comercial. Su capacidad es de 2.400 barriles de carga en 24 horas.

Planta d e compresoras para inyección d e gas.—Con esta instalación se comprimen

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ochenta millones de pies cúbicos de gas purificado por d!a. Consta de 5 compresoras de 800 caballos y 5 de 880, dando un total de 8.400 caballos de fuerza.

Planta endulxadora de propano líquido.—La unidad que se empleaba para puri­ficar el combustible para las compresoras se redlseñó para tratar el propano liquido entes de pasarlo a la planta deetanizadora.

Planta d e tratamiento de agua para inyección.—El objeto de esta planta es tratar el agua para hacerla compatible con los líquidos y sólidos con los que tendrá contacto en la formación.

Planta de calderas.—Consta de cuatro unidades con capacidad total de 350.000 kilogramos de vapor por hora a 42 kilogramos por centímetro cuadrado de presión y temperatura de 400 grados centígrados.

Planta eléctrica.—Está integrada por cuatro turbogeneradores con capacidad de 6.000 kilowats cada uno y dos de 3.000 kilowats cada uno. Esta planta da servicio de enorgía eléctrica a la población de Poza Rica de Hidalgo, Veracruz, además de proporcionar la fuerza para la operación do las plantas del campo.

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C a r l o s L a g u n a s Z

DESPUES de consumada la unión entre el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Asociación Musical Daniel, ya ampliamente comentada en el número an­terior de HUMANISMO, las actividades musicales en el Palacio de Bellas

Artes han vuelto a la normalidad, Ahora, bajo el doble patrocinio arriba señalado, han sido presentados dos planistas, un extraordinario conjunto de cámara y un ballet español de escasa calidad.

Jorge Sandor. el brillante pianista húngaro bien conocido en México, ofreció un recital en el que se pusieron de manifiesto, una vet más, sus conocidas carac­terísticas de virtuoso desigual, que lo mismo arrebata con una interpretación plena de pasión y de enjundia, que deforma una obra al dejarse llevar de su, al parecer, incurable vértigo de la velocidad. Sus mejores momentos los logra. Indudablemente, con algunas obras del gran repertorio romántico y con producciones de su ilustre maestro y compatriota, el gran composttor húngaro Bêla Bartok.

Un acabado contraste se nos ofreció al escuchar, breves días después de la acluadón de Sandor, al planista Inglés Solomon. Artista sobrio y mesurado, trans­porta a sus versiones la tradicional flema británica, a grado tal que en ocasiones se antojan frías e incoloras, sobre todo en obras como el "Carnaval" de Schuman, que requieren una buena dosis de ímpetu y de pasión. De cualquier modo, esta apreciación personal no constituye, ni mucho menos, una negación a la Indiscutible calidad artística de Solomon. Esta quedó Incólume con sus versiones profunda­mente musicales y equilibradas de Bach —"Concierto Italiano"—; Beethoven, Sonata Op. 101, y Brahams, en dos de sus Intermessos.

Capítulo aparte merece la actuación de ese extraordinario conjunto de cámara Italiano denominado "I Muele!", formado por doce artistas magníficos que, para

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deleite de eus oyentes, se han especializado, por así decirlo, en la interpretación de los preclásicos italianos. |Una verdadera fiesta para el espíritu fue escuchar a "I Muslci" en obras de Vivaldi, Corelll. Zabaterl, León, Padre Martino, Pergolessl y otros grandes maestros de los siglos XVII y XVIII. Unicamente una obra alemana — el Octeto de Mendelssohn— fue incluida en los programas de este conjunto que, con justa razón, ha sido unánimemente alabado por la crítica, el público y las personalidades musicales del mundo entero.

La planista, el "concertino" y el violinista, quien también ejecuta magistralmen­te la hoy en desuso "viola d'amore", merecen alabanzas especiales por sus actua­ciones como solistas. Todos ellos son artistas jóvenes de extraordinario valer. Des­pués de oír a "I Musid", se comprende periedamente que un músico tan exigente como Arturo Toscanini haya calificado a este conjunto como "una orquesta de cá­mara perfecta".

Ya está por inldarse la primera serie de conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional, después da su reorganización. La temporada de primavera constará de dos series, con cinco pares de conciertos cada una (viernes por la noche y matinés dominicales), que serán dirigidos por los maestros Luis Herrera de la Fuente, Jo- seph Xrips, Antal Dorad, Jascha Horenstein y Thomás Mayer. Se anuncia el estreno de dos obras importantes: "Carmina Burana" de Cari Orii y "luana de Arco en la Hoguera", con música de Honneger y texto del recién desaparecido poeta francés Paul Claudel. En los programas de la primera serie también están incluidos la Séptima Sinfonía de Beethoven, la Cuarta Slnlonía de Brahms, la Sinfonía "Román­tica" de Antón Bruclcner, que nunca se ha tocado en México, y otras obras de in­dudable interés. El gran director vienés Joseph Krips terminará su actuación al frente de la OSN con un programa monumental que incluye la Sinfonía número 40 de Mozart y la Novena Sinfonía "Coral" de Beethoven. Todavía está fresco en nuestra memoria el triunfo extraordinario que con esta obra alcanzó el ano pasado Serglu Cellbldacho, así que por muy odiosas que resulten las comparaciones, nin­gún aficionado dejara de hacerlas después de que Krips nos ofrezca su versión de esta obra cumbre del arte musical.

En el capítulo de los solistas, la Orquesta Sinfónica Nacional contará con el Coro de Bellas Artes (nueva denominación del antiguo Coro del Conservatorio); los planistas Witold Malcuzlnslcy, Angélica Morales y Abey Simón y los violinistas Hlginio Rubalcava y Ruggiero Ricci.

Es de desearse que con esta primera temporada de la Orquesta Sinfónica Na­cional, y después de su reorganización, se inicie una etapa positiva para la música en México. No debe olvidarse que no sólo el público asistente al Palacio de Bellas Artes tiene derecho a oír buena música. El pueblo todavía está en espera de que se le eduque en las mejores manifestaciones artísticas y de que se le haga partícipe de los beneficios del gran arte musical.

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Teté Casuso-

"LA MANZANA"

León Felipe no es un anciano de setenta y un años que, a esa edad, comienza a escribir para el teatro. Su cronología está en evidente contradicción con su vi­talidad de plenitud creadora, con el vigor poético, imaginativo, sahorí, de este juego de círculos y símbolos — juego, en lo poético— y de trasiondos humanos, donde cada íraze, cada palabra, tienen un contenido sustancial, esencial, en ese girar de esferas que forman una constelación creada por León Felipe: "La Cons­telación de la Manzana", la llamaría yo. En ella, León mueve la historia, la poesía, la grada, el destino del hombre, desde el amor que le da vida hasta la muerte que sólo deja su eterno cráneo, redondo también como una manzana.

Todo un aullar poético de ancestros te mueve ante y en el espectador si éste tiene un poco de sensibilidad para percibirlo. Todo un mundo encadenado y desencadenado a la ves, que gira, gira, se va, vuelve y nos rodea de una atmós­fera mágica —extraordinaria "gracia" del poeta— hecha de nuestras propias raí­ces que salen a danzar en esos versos libree y vigorosos donde todo se toca, todo se alude, en la forma más difícil y limitada de expresión literaria, que es el teatro. En esto -—aparte de la dirección— estuvo la colaboración esencial de Alvaro Cus­todio: recordar constantemente a León que todo aquello que traía "La Manzana" como pieza literaria tenía que someterse — terrible restricción del teatro, látigo y molde— a una técnica de hacer dramático. Con dolor cortó Custodio ("no quiero mirar hacia atrás", le oí decir un día) muchas cosas que no llegaron al escena­rio y que tenían gran valor poético. Y sugirió a León ésta y aquella escena, que el viejo monstruo encantador de León se ponía Inmediatamente a escribir, rea­pareciendo con nuevos valores y magníficos logros como quien sólo xecoge agua en las cuencas de las manos, de un caudaloso río pleno, ilimitado, consiguiendo

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así que ¡a obra -q u e había pasado en vano por cuatro directores anteriores, du­rante dos año»— pudiera ser representada como pieza teatral. Y se logró: creo que aun pata aquellos a los que no les "llegan" muchos de los fuertes veneros que fluyen en todos sentidos por la obra, ésta tiene que resultar, al menos, en­tretenida, atractiva. Y, naturalmente, "distinta".

Las dificultades técnicas de su representación son enormes. Concretar visual­mente y manteniendo una trama todo un humano contenido ancestral, venas callen­tes de psicología, poesía, drama y filosofía, con la fuerza desatada de un aque­larre - que es lo que a veces se siente, viéndola— en un suceder de veintiún cuadros, un prólogo, un epílogo y un colofón, es algo así coma emprender la pre­sentación de una "revista" (una revista trascendental) donde autor y director se juegan sus prestigios en peligrosa aventura. Porque la escenificación, ya en su ■mecánica, en su funcionamiento, depende del juego combinado de actores, luces, y numerosos cambios de tramoya sincronizados, todo lo cual, como las complicadas piezas de un reloj, es puesto a funcionar y a movorBe como parto material de la dinámica de "La Constelación de la Manzana".

Hay que ver esta obra varias veces para poder captar —cada vez se descubre uno nuevo-- sus valores. Pero desde la primera vez. cautiva, hechiza. Hechiza, es la palabra adecuada para resumir su efecto, porque "La Manzana" es eso: es un hechizo y un conjuro perpetuo puestos en movimiento. A diferencia de las obras "normales" del teatro cotidiano que casi nunca pueden verse dos veces, "La Manzana" lo hace a uno volver y cada vez deleitarse más con ella.

Las estrellas y planetas que se mueven en su constelación, actuando, han cumplido todos su parte con un perfecto engranaje de calidades y niveles parejos de actuación. A veces, un poco de exceso de énfasis en el tono y la emoción re­cuerdan al grandilocuente teatro clásico que este grupo ha venido haciendo con anterioridad. Saltar del Mío Cid a un esposo atormentado no es labor fácil al para el director del personaje ni para Ignacio López Tarso, ese espléndido actor joven que descubrió e "hizo" Alvaro Custodio. Baúl Dantés, magnifico en su per­sonaje del viejo historiador, "la hlstoila misma". Igualmente puede elogiarse a Angel Casarin y a Carlos Qulntanar. Yolanda Mérida es una Elena que tiene que atraer al público, con su bella presencia y su cálida voz. Su escena de amor oon Paris —aquel juego de ritmos, tan simbólico— merece especial elogio. Amparo Villegas. Carmencita Bassols, todos, contribuyen con su actuación a lograr lo más difícil en el naciente teatro de México: conjunto armonioso, sin "lunares" --engra­naje perfecto de la» piezas del reloj— que deja en el espectador la impresión de que ya hay aquí un grupo teatral con coherenqla y calidad de "compañía", cuya actuación y coordinación van en ascenso, como lo prueba esta dificilísima obra, que se ensayó por diverso» grupos y directores y nunca antes pudo ser llevada a escena. Lo» famoso» "dramas" de León Felipe, este profeta quisquilloso, ir­guiendo su bastón, arremetiendo como un Moisés enfurecido contra todos los que él consideraba que le estaban maltratando su obra, son ya clásicos en el ambiente teatral mexicano. SI no hubiera sido por Alvaro Custodio y por su pequeña Isabel,

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la e»posa compañera, Incomparable y extraordinaria tra» cuyo anónimo esfuerzo de colaboración vibra toda la existencia del Teatro Español de México, nunca se hubiera estrenado aquí 'Xa Manzana". Esta, es 1c historia tras las bambalinas. Lo que el público está viendo y recibiendo ahora es lo que ahora Importa y ahí está: el magnífico triunfo de todos.

Sentada en la luneta junto a un amigo, viendo yo por segunda vez la obra, til amigo, al referirse a Elena, inconscientemente la llamó Desdémona. Esto me com­probó algo que sentí desde la primera representación: "La Manzana" no sólo es un juego poético y dramático de símbolo y raíces humanas sino que os una síntesis extraordinaria de clasicismos: allí están el teatro español y la esencia del alma española del autor, allí está "Hamlet", allí, "Otelo", a llí .. . hasta un Calderón desfilando en tiempo moderno. Como sucede con toda obra grandiosa, los que la vemos no nos damos cuenta de que presenciamos el estreno de una pieza funda­mental en la dramática de cualquier tiempo. Es ésta, una obra clásica moderna: lo abarca todo, lo resume todo: historia del linaje individual del hombre y la mujer en el tema del amor y la vida e historia de teatro, porque "sus voces antiguas" —para usar una frase de Elena— se reciben, se sienten. Que si los personajes tie­nen un subconsciente fie linaje humano el teatro también tiene el suyo. Y hay aquí voces antiguas que vienen del templo de Dyonlsos y quo pasan por los corra­les españoles do la época clásica y por los teatros shakespeareanos. arrasando con su avalancha poética a los modernos que han tocado temas parecidos, aunque conteniéndolos a todos. Del culto de Dyonisoe a Glrodoux, pasa el río dramático de "La Manzana", donde juegan, flotan, se debaten y hasta se hacen travesuras, la manzana, la calavera eterna del hombre, los ciclos cerrados del devenir hu­mano, los retornos en círculo, los símbolos, todo el juego de esferas de esta conste­lación puesta en marcha una vez más, por el mago León, oon su gono de pico y su varita mágica —como el del cuadro que aparece en la obra— y que quedará y pasará al gran teatro del mundo como un hito difícil de superar y cuya cumbre habrá que recordar mucho tiempo.

Nosotros, en México, en este año de 1955 asistimos a su estreno. Y aunque ahora no todos nos demos cuenta, el tiempo y el futuro nos reseñarán con categoría especial por haber sido los espectadores primeros. Yo salvo mi responsabilidad —perdóneseme la vanidad de querer ser luciérnaga y no topo— dejando aquí constancia de que, para mí, no pasó a ciegas ni a sordas "La Manzana", de León Felipe, puesta en escena, dada al mundo en estreno, por Alvaro Custodio.

CINEEl espacio se lo ha llevado "La Manzana". Además. . . ¿qué película de ios

que actualmente se exhiben puede siquiera disputarle un lugar en el futuro? Queden pues las reseñas cinematográficas para el raes próximo.

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GIRALUNA.—ANDRES ELOY BLANCO.—Edi­torial YOCOIMA, Venezuela.—México, 1955.— No es otra la voz de Glraluna. Crece en el canto y exige en la palabra. Siembra la brisa de rumores y nostalgias. Deja en el pecho una lágrima pura. Ensancha el horizonte e Ilumina la trente. Descolla entre la espuma de un mar de remolinos, como en "un mar de ayer, para inventar banderas coloradas, azules y amari­llas". Su origen es igual al de los otros. Andrés Eloy Blanco es el poeta del sentimiento por excelencia, su verso es claro, con hondura de abismo y sencillez do llano. Giraluna gira en el mismo tiempo que Baedeker 2000, aquel libro escrito en la prisión y publicado en Colombiapor Ricardo Montilla. Todo presente, despunta en él creación de porvenir.

"Vuelve con este libro Andrés Eloy Blanco — señala Rómulo Gallegos— al sereno ejercicio del verso, exenta el alma de los rencores quesuelen dejar la lucha y el contratiempo; totalmente entregado el corazón a la ternura, de noble calidad poética y humana, a que lo mueven la amorosa com­pañía de la esposa admirable y de los pequeños hijos de su gran esperanza bien cultivada".

Y es que Giraluna nos trae su claridad interna, su cáliz desbordado de amor, su pequeña blancura de jazmín, toda la paz del pan y de los tiempos,, el corazón de almendra, en esta hora de turbulencia congènita, como de río crecido, que vive el mundo.

Libro de viaje es éste, libro de horas. Perenne abrevadero de lo grande y lo bueno, iuente de antiguo» ecos que dicen de nuevo, liebre que suda el canto, rumor de entrañas adoloridas, queja del hombre, rebelión de la conciencia que surte el aire cargado que se respira, añoranza de p a isa je s lacustres, do otro mar que diste menos, de otro sol que alumbre m ás.. .

Muía de viaje andino,tendido frallejón de suave mano.llanada con molinoy en caballo aldeanodos y dos, pasitrote y pasollano.

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André» Eloy remoza en au obra popular la mejor tradición española. Jorge Manrique y Garcllaso preñan de luz sus versos, brotando del pasado su chorro de luz moderna. Romances de recle lengua, sonetos brillantes donde se conjuga el alma con el hombre en embridada pasión, iorja de giralunas y girasoles color naranja, sendero del espíritu, albor de la mañana. Mas. sobre todo, mágico poder de hermanar almas. Su poesía es "clara y undívaga, como el mar". Surgen las me­táforas a cada paso, deslumbrantes magníficas, para todas las manos. No cree el poeta en los oscuros recintos de una poesía artificial, labrada con cincel de preciosismo. Su voz nos llega a todos, con su sabor de calma. No hay en los versos de Andrés Eloy deslindes con el pueblo, porque es de éste y para éste que el poeta escribe. Por eso es obra revolucionaria. No a la manera de los que tergi­versan los valores plegando el verso a posición sectaria, sino de modo que lo que se dice sea la forma de entraña. El sí puede llamarse, sin sonrojos, revolu­cionario. Por serlo está hoy en México.

GiraJuna, su obra lapidaria, es la legítima culminación de una vida dedicada por entero a hacer del arto reflejo de la conducta. La posición del hombre está en sus páginas. Todo el dolor que nutre. La lucha del hijo bueno contra el hijo vil. Destierro y cárcel. Resurrección, en vida, del espíritu. Pasta inmortal de los que saben que la vida es agonía y deber y cumplen éste con vivir aquélla. De pie y de frente. La testa floreciendo raíces en el tiempo.

Al poeta que sufre callando de "A un año de tu luz", se yergue el hombre que clama, que sufre a viva voz, que acusa, que refulge en el "Canto a los hijos". El tono es elevado, como todas las obras que nacen a la posteridad. La amargura de la patria aherrojada no hace quebrar el canto. Rebosa de ternura el corazón descalzo. Exige el hombre entero. ¡Qué dolor el de esos versos suyos a VenezuelaI

Canaán y sus hijos Israel, escogidos para andar repartiendo libertad a las tierra».

Y luego, la tristeza, en que culmina todo su amor a la tierra grande:

Los cuatro que aquí estamosnacimos en la pura tierra de Venezuela,la del signo del Exodo, la madre de Bolívar,y de Sucre y de Bollo y do Urdanetay de Gua! y de Vargas y del millón de grandes.más poblada en la gloria que en la tierra.la que algo tiene y nadie sabe dónde,si en la leche, en la sangre o la placenta.que el hijo vil se le eterniza adentroy el hijo grande se le muere afuera.

Los cuatro que aquí estamosnacimos en la pura tlena de Venezuela;amamos a Bolívar como a la vida mismay al Pueblo de Bolívar más que a la vida entera. \Y7

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Canta, en «u« hijos, al hijo universal. En una clase clara, les da la patria como es buena, "sin dolor de palabra”, sin odios ni rencores, y el alma entera abierta a los caminos para que todo el mundo pueda andar por ella. Ofrece de sus manos la divisa y la herencia: "Al bien que lee deseo se reducen todos los bienes de la heredad: lo que apenas tenía, lo que ya no poseo: salud y libertad".

La humildad es el sello de los grandes espíritus. Andrés Eloy, como pocos otros, ha hecho sus versos con la misma humildad con que ha vivido. Nada hay superfluo en ellos. Nada viene dado por añadidura. GiraJuna es trasunto de su paso en la tierra, sobrio y afirmativo.

Precisa ya advertirlo: Andrés Eloy Blanco es uno de los poetas de más alto vuelo de la lengua. Su estatura poética se agiganta al tiempo que el hombre crece en su medida viva. Obra y entraña se funden en unívoco destello, en ver­tical posición, y en diamantina conducta. Los hombres libres de América rendimos tributo al hombre y al poeta.

BAUL ROA KOUBI

QUINCE PRESENCIAS.—Alfonso Reyes— Co­lección Literaria Obregón, de Obregón S. A.,México, 1955.—En el segundo volumen de la Colección Literaria Obregón, ha aparecido la tnás reciente obra de don Alfonso Reyes, el gran reqiomontano de quien vida y obra cons­tituyen el mas claro reflejo de México y de las letras hispanoamericanas. Pocos escritores hay. en efecto, que manejen la lengua como don Alfonso. Creación, ensayo, poesía y crítica, tie­nen en su obra vida propia. Domina las situa­ciones con la misma facilidad que escribe el idioma. Es, sin lugar a dudas, el más universal de los escritores de nuestra América en la hora actual.

Quince Presencias es una compilación de tra­bajos, escritos entre 1915 y 1854. Un libro de pergeño europeo con profunda entraña ameri­cana. Porque don Alfonso siembra en sus pá­ginas todo el vigor de su mexlcanía. Los temas son vallados. Abundan la sátira, los giros ftlásoflcos. las anécdotas picosas, los relatos fantásticos, las estampas históricas y los elementos de pura invención do auténtico, creador.

'Xas Babuchas", escenario de las Mil y una Noches, con una meditación del sabio Georglro, Inician el paseo. Porque es un verdadero paseo, un deleitoso desfile de gentes y situaciones, las Quince P retenda t d e don Alfonso Reyes. Abrir

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el Ubro y no canario hasta terminar. os una do sus más Importants» caracterís­ticas. El lector so Impregna de la lluldex del estilo y quiere ya formar parte del mismo. Se transporta uno con el autor, como en mágico vuelo del pensamiento liberado.

"El Rey del cocktail” es un trasunlo de su otra obra. Memorias de cocina y bodega. Aquí demuestra su versatilidad el escritor: alusiones clásicas, juegos de la palabra, filigrana del pensamiento, conocimiento bíblico de las diferentes "per­sonalidades" de la bebida y de los usos y costumbres de tomadores de allende el el tiempo, cuajan la disertación de agilidad e interés. El desenlace, inesperado, hace brincar al noúmeno.. . y produce, por qué no, una sonrlsita de inteligencia con el autor.

De las estampas históricas, "El testimonio de Juan Peña" y "Los dos augures” tienen categoría de pequeñas obras maestras. Digo que son estampas históricas, poique reflejan la vida social y cultural de México, con ingeniosos atisbos de la psicología popular. El primero es en forma directa, como experiencia vivida. El segundo narra una charla entro dos seres estirados, imbuidos del sentimiento europelxante que dominara México durante el porflriato, falso», pedantes, despre­ciativo». . . Lo que no obsta, en definitiva, a que ambo» sean profundamente me­xicano».

"La Fea" y "La Clcatrir" son los artículos festivos más importantes. En ambos el ingenio hace de las suyas al par que se filtra, como en todo lo de don Alfonso, la fértil savia de su conocimiento. Es divertida la voluptuosidad y el despliegue mundano del expositor en el primero, pero más lo es aún el escepticismo del que escucha, o mas bien su incredulidad que, en este caso, va acompañada do ciorta dosis de Ingenuidad —como en aquello de: "Pero entonces, ¿nunca ha sabido usted lo que es el verdadero amor?", con que finalisa el relato.

"Los estudio» y lo» juegos" y "Antonio duerme" glrovagan en la filosofía. El tiempo, la eternidad, el sueño, el ser verdadero y el no ser son conceptos que se tratan en ambos. El segundo, es la posición del hombre ante el conflicto de ser de vera» y ser aparentemente. Y sólo es de veras en el estado de conciencia intermedia que precede al sueño y sigue a la vigilia. Despierto, "es" en apariencia, pero resulta vulgar, perdido para todos y para la divagación filosófica.

En Quince Presencia» el lector encontrará un pedaso de ese mundo que gira dentro del atribulado y disperso que habitamos. Mundo de regreso», potencial y viviente, añorado por muchos. Bulle en él la entraña cálida, el beso de la aurora Sin embargo, cala su origen el estremecimiento extemo, desgarrando sus parte» y pervadlendo su atmósfera. Quince Presencias es un libro positivo en esta hora segregada que vivimos.

RAUL ROA KOURr

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LA BATALLA DE GUATEMALA.—Guillermo Toriello.—Ediciones Cuadernos Americanos. Mé­xico, 1955.— Terminada de imprimir ol 18 de marzo del año en curso, con los colores nacio­nales de Guatemala en la pasta y una nota en la solapa que ya dice bastante sobre el autor y el contenido, este libro aera obra fundamental sobre la experienca política contemporánea y del mayor interés, desde luego, para la lucha de los puoblos americanos. Estas notas contie­nen apenas una voz de sincero reconocimiento para el autor y son sí, apasionadas y militantes, como corresponde a quienes sentimos en las raíces humanas que nos informan el drama continental de Guatemala.

Guillermo Toriello, miembro de una familia justamente calificado como "procer y de cató­lico abolengo", fue dirigente popular en el mo­vimiento de junio y julio de 1944. Es verdad que no 1.a militado en ningún partido político: esta circunstancia no empoce, sin embargo, para que su pensamiento y acción políticas se enmarquen dentro de ose incontenible y amplio caudal de reivindica­ciones nacionales y humanas que se produjeron en su patria.

El libro es un valioso aporte personal del autor, pero también representa, en gran medida, la opinión de los sectores democráticos organizados en partidos políticos que hoy luchan desde de la sombra o viven el destierro en el continente. t e batalla de Guatemala es el primer tomo de la producción b'bliográflca que los exiliados guatemaltecos producirán. Esto acrece su valor.

Aumenta su interés la coincidencia feliz, de que este libro trata precisamente -de la desigual lucha entre la República de Guatemala y la UFCO primero, y la nación centroamericana y el Departamento de Estado de los Estados Unidos des­pués; esto es, que se refiere a la cuestión fundamental del drama: la lu-.Via del imperio contra los pueblos que aspiran a libertarse.

Con altura que corresponde a un patriota que ocupó legítimamente los cargos de diplomático y canciller, Toriello responde con documentos irrefutables, a la bajeza con que el embajador-gangster, Mr. Peurifoy. lo aludió en sus últimas decla­raciones y mensajes — que quien esto escribe tuvo en sus manos— ; "oportunista sin principios". De igual maneta, este primer mentís de los demócratas guatemal­tecos, se mantiene muy por encima de los niveles no sólo morales, sino hasta de lenguaje, a que descendieron importantes magazines yanquis y agencias de cable: ni por casualidad se vislumbran frases como las escritas por el Time para calificar -a los hombres de Guatemala (aludimos a la asquerosa expresión "peace of ex­crement" con qup se identificó al ex presidente Arbenz). Al contrario, el cuidado

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por presentar con corrección y sencillez los documentos más inobjetables del g o- gobierno norteamericano y de la UFCO, campea en las páginas.

Torlello asume su responsabilidad de informar al mundo sobre las Interrogantes que han quedado suspendidas sobre el caso de Guatemala no sólo por haber sido importante actor en el desarrollo de la Revolución sino porque su experiencia en España, y en las luchas centroamericanas lo llevan a ello. Contribuye a clarificar sobre el por qué se persigue a los desterrados de Guatemala más que otra gene­ración de exiliados políticos.

Contribuye con su palabra testimonio, a deshacer los infundios de los trusts de información. Guillermo Toríelio conoció estos problemas desde antes y los denunció a tiempo. Cuando quien escribe iba a intervenir en la tercera comisión de la Asamblea General de la ONU, sobre el tema de los obstáculos que se oponen a la libre información y deforman la verdad, el entonces Jefe de la Delegación guatemalteca quiso dar más énfasis y respaldo a la opinión de su delegado y participó en el debate general.

Cada capítulo se abre tras la invocación de fulgurantes trozos de poetas y prosistas contemporáneos que encierran contenidos esenciales y reivindicaciones no cumplidaas para las mayorías americanas, cuando no la oposición espiritual de quienes, tensos y agónicos en la hora presente, sabemos que hay una espe­ranza cierta y un insoslayable destino.

Informe para todos aquéllos que no conocen 'en detalle la nación de que se trata, contiene en los primeros capítulos una visión panorámica de la geografía, la historia y la estructura nacional. Revisa luego, suscintamente, el acontecer histórico desdo la revolución popular de 1944 y con este conocimiento indispen­sable para comprender el valor de cuanto allá se hizo (hay los trozos consagrados al trato que los gobiernos democráticos dieron a los monopolios y a la cuestión agraria), el autor presenta e interpreta los antecedentes, incidentes y accidentes de lo que culminó en la crisis que movilizó a los pueblos do Latinoamérica, en uno de los más poderosos movimientos de opinión popular internacional que recuerda la historia.

Los pormenores de la maniobra contra un país pequeño y democrático, ya mundialmente conocida por "operación Guatemala", se desmenuzan en este libro: la necesidad de hallar las tuerzas de la traición capaces de prestarse al crimen: la abierta política de intervención utilizando los medios más antidíplomáticos y desca­rados; el montaje de la campaña do propaganda en escala mundial, para justi­ficar la agresión, y la agresión armada propiamente, todo se expone con entera claridad.

Los peligrosos alcances antidemocráticos de varias resoluciones de la Confe­rencia de Caracas —hace un año—, son analizados, concluyendo con que niegan principios por los que nuestras naciones lucharon siempre: el de la autodetermina­ción de los pueblos; el de la no intervención, corolario del anterior; el derecho de asilo y hasta tradicionales derechos como la libertad de pensamiento que el ma carlismo niega en nombre de la civilización "occidental".

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Con certero juicio y oración sintética, «« refiere a la Traición militar como hacho soclológico-polílico: "El fenómeno da la traición militar •• bastante común en la historia da América Latina. Sa localiza generalmente en darlo tipo de altos jefes del ejército, de escasa cultura, burocratizados al extremo por el desempaño da cómodos cargos administrativos, carentes de talento y de emoción nacional, a quienes aterra cualquier perspectiva aun remota, de verse compelióos a empuñar las armas y a exponer la vida en ejercicio de su deber profesional. Aun más los acobarda la idea de que un cambio político los halle desprevenidos y Ies haga perder su muelle manera de pasar la vida, porque se sienten lncapcces de ganarse la subsistencia con el sudor de la frente. " . . . "Y es corriente y explicable también en el panorama político americano que el fenómeno descrito ocurra principalmente cuando hay un clima do libertad y tolerancia e Imperan gobiernos democráticos y nacionalis'írs. Rara vez este tipo de militar ha traie onado a regímenes dictato­riales y despóticos. Es demasiado cobarde para eso". Esto dice, generalizando la experiencia guatemalteca de la traición de los altos jefes militares con los antece­dentes bien conocidos de Odría, Pérez Jiménez, Batista, etc.

El retroceso sufrido por el pueblo desde que se implantó por voluntad de la UFCO, del Departamento de Estado y do la Central Intelligence Agency, el qoblerno do la traición, y el voto de fe en la decisión de sus conciudadanos para salir de la noche Insólita e inmerecida que les ha sido impuesta, rematan eBte primer libro de los guatemaltecos en el exilio.

Su Inestimable valor documental deriva no solamente de los textos oficiales guatemaltecos, norteamericanos y de la compañía bananera, sino también del testi­monio vivo que es Toriello. uno de los diplomáticos que. creyendo en la sedicente buena vecindad, denuncó en su esfuerzo por hallar salida al problema, en la propia Casa Blanca y al titular del Ejecutivo Federal, de Estados Unidos, las vin­culaciones de Foster Dulles y otros altos funcionarios con los monopolios que ahe­rrojan a su patria, olvidándose de la "diferencia que existe entre la palabra y la vida".

La ausencia de pequeneces o de Innecesarias alusiones, así como la valentía del texto engrandecen al autor. Al agotar la lectura, se concluye *!n remedio en que son ciertas las quemantes líneas de la introducción: "la historia de la cons­piración antidemocrática contra Guatemala es un caso elocuente y representativo del tremendo fracaso del Partido Republicano en materia de política interamerl- cana".

Ojala éste siga las huellas del pequeño libro, grito de imprecación y fer­vorosa denuncia patriótica, Guatemala, la democracia y el Imperio", del ex-presiden- te Arévalo, que calmó con su sorbo la primera sed de oír y saber qué fue de Guatemala, que quemaba muchas gargantas fraternas.

MARCO ANTONIO V1LLAMAR

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PARENTALIA.—Alfonso Reyes.—Colección Loa Présentai. México, 1954.—Bajo este epígrafe del poeta Ausonio nos da Alfonso Reyes una deli­ciosa colección de siluetas familiares en la que Junto al perfil físico surge la semblanxa moral nítida magüer breve de sus deudos. Por estas páginas que el buen humor, la gracia, el inge­nio y hasta la docta y oportuna alusión erudita enriquecen, desfilan muchos miembros de su parentela, lo mismo acedento que colateral, des­de el bisabuelo español Doroteo hasta primos y hermanos, sin olvidar abuelas románticas y tías ejemplares. A cada uno lo va retratando •1 gran humanista con simpatía cordial o con Ironía sumbona, con donaire un poco burlón o con agudesa comprensiva. Algunas de estes imágenes han llegado hasta él por interpósita referencia, pero ni siquiera en tales casos pa­rece la estampa desdibujada ni borrosa. La imaginación y el arte suplen en tales ocasiones la presencia del modelo.

En este deleitoso cuadernillo Alfonso Reyes armoniza el estilo con el tema. Motivo y forma se acoplan perfectamente. El gran escritor echa mano de la lengua familiar para referirnos estos recuerdos y evocar estas figuras. Pero el lenguaje llano y sencillo en que se narran los cuentos populares y se relatan las consejas, aparece aquí avalorado y enriquecido por la chispa y hasta por el tono picaresco a veces. Es una variante poco frecuente en la prosa alquitarada dol autor. Mas •i esta modalidad difiere do la elegancia a que Reyes nos tlsne acostumbrados, no por ello deja de ser menos grata. Leer este opúsculo es como oírle al propio Alfonso contar historietas y sucedidos. De ah! su encanto.

MANUEL PEDRO GONZALEZ

Page 126: Humanismo Núm. 29, marzo 1955

DE cartas a nuestro Director transcribimos a seguidas opiniones que honran sobremanera a HUMANISMO:

Deseo y espero que HUMANISMO —revista cuyas altas calidades pude apre ciar desde el primer momento— siqa su marcha ascendente y continúe llevando o nuestra cultura su magnífica aportación.

Francisco Romero

Esa publicación tan prestigiosa y que hace honor a su lema "Al servicio de nuestra América".

Pedro do Alba

HUMANISMO es una aportación valiosa al país.Lázaro Cárdena$

Magnífica revista, noble tarea.Altrodo L. Palacio*

Colaboré en la primera etapa de HUMANISMO y gustoso lo hago en esta segun­da etapa.

Al/onzo Royei

HUMANISMO es el vle]o anhelo realizado de contar con un órgano regular de expresión para exteriorizar nuestro pensamiento político. La calidad de la gente que hace la revista y el propósito que la anima alimenta mi convicción de que llegará a ser una gran tribuna del pensamiento revolucionarlo continental.

Hámulo Befarjcourt

Es imperativa la necesidad de defender tenazmente cualquier posición ganada, por mínima que ésta sea. Ya no podemos contar sino con nuestras propias fuerzas. Es preciso aferrarse, asirse fuerte y desesperadamente, a cualquier posición ventajosa. No abandonar sino después de todos los esfuerzos, una cabecera de puente. En ese sentido HUMANISMO representa una extraordinaria. Inesperada, insólita ca­becera de puente. Es menester defenderlo por encima de todo. Es el único órgano de prensa que poseemos. Es el heraldo de nuestros movimientos. Por eso creo indispen­sable asegurar su existencia.

Juan Litcano

Page 127: Humanismo Núm. 29, marzo 1955

HUMANISMO es una publicación magnífica por iu contenido y por la intpreeión. Honra a México y honra a nuestra América. La he seguido con gran interés, consi­derándola como una bella hermana de Cuadernos Americanos. Réalisa una labor cultural de primer orden en estas patrias americanas, que a fin de cuentas son todas ellas una gran patria.

Carlos Sabaf Ercasty

HUMANISMO es una revista que honra a los hombres libres de América.Andrés Valdespino

Hónrame participar en esa empresa intelectual de tan alto nivel y nobles propósitos.

Antonio Espina

Lo que importa es mantener en HUMANISMO una tribuna de libertad. Ya es bastdnte.

Francisco Carmona Nene lares

En la Conferencia de la Libertad Responsable, donde me reuní con varios colegas de las tres Américas, comentamos muy favorablemente la excelente calidad de HUMANISMO.

Fernando Diez de Medina

Por nada debemos dejar que HUMANISMO desaparexca. Es una de las mejores revistas hispanoamericanas.

Joaquín García Monge

Excelente revista continental, trinchera de la democracia en nuestra América.

Isaac Ganón

Cada número de HUMANISMO representa una excepcional aportación de valores a la causa de la libertad y de la democracia y de la cultura de la América de lengua española.

/erónfmo Mallo

HUMANISMO llena un vacío. Está muy bien Impresa y consta de un material de primera calidad.

Roberto Esquena»! Mayo

HUMANISMO es una revista exponente de la Inquietud espiritual de América.Pedro Domingo

Ha sido un honor y una gran satisfacción que hayan pensado en mí como cola­borador de HUMANISMO. Digo que es una satisfacción porque quiero oslar con us­tedes en la lucha por la defensa de la libertad y dignidad hispanoamericanas. Hago voto» porque HUMANISMO se mantenga incólume en la hermosa batalla que ha emprendido.

i Fernando Alegría

Page 128: Humanismo Núm. 29, marzo 1955

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Colección Política de AméricaEL DIALOGO DE FALCON Y LA DOCTRINA DEL RESPETO MU­TUO.—Luis I. Rodríguez ..............HACIA EL NUEVO AYACUCHO.—M anuel S eoanb ..............................LA PATRIA DE BOLIVAR SE­CUESTRADA.—EL CRIMEN PO­LITICO Y LA INTERVENCION CAPITALISTA.— Luis I. Rodríguez

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