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8 H I S T O R I A Y V I D A H I S T O R I A Y V I D A 9
08 / 2014EN BREVE
EL DEBATE SOBRE LA REPATRIACIÓN DE PATRIMONIO CULTURAL NO TERMINA
¡Devuélvanme lo que es mío!
Afinales de junio, el Ministerio de Cultura anunció la devolución de 691 piezas arqueológicas de gran
valor a Colombia, país del que procedían, después de haber sido confiscadas a unos traficantes que las habían introducido de forma ilegal en nuestro país. Los artefactos fueron entregados al embajador colombiano en España en un acto en el Museo de América en Madrid, donde el embajador agradeció el gesto diciendo que España les estaba entregando “casi un museo”.No es el único caso de repatriación de patrimonio cultural en estos últimos meses. Hace poco teníamos noticia de que Suecia retornaba una colección de telas incas que un diplomático se había llevado de contrabando de Perú al país nórdico y las había donado a un museo de Gotemburgo. Del mismo modo, la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, entregó un tapiz del siglo xviii al Château de Versainville, un palacete en la Baja Normandía, tras descubrir que la pieza, que había comprado en una subasta, había sido sustraída de la mansión
por los nazis durante la II Guerra Mundial.Estas noticias traen a colación un viejo debate: ¿debe restituirse el patrimonio histórico a su lugar de origen? Por los casos mencionados, parece que en el ámbito de la cultura ha calado la idea de que así debe ser, porque en su contexto –dicen quienes defienden esta postura– es donde mejor puede comprenderse. Además, añaden otros, se considera que los objetos con valor histórico o cultural son señas de identidad, sea nacional, regional o local.
El botín, para el vencedorSin embargo, esto no ha sido siempre así. Hasta 1954, año en que la Unesco celebró la Convención de La Haya, la propiedad de la cultura venía definida por un conocido refrán anglosajón: “To the victor go the spoils”. Esta norma, socialmente aceptada
ARRIBA, Fernando Carrillo, embajador de Colombia (a la izqda.), junto a Ignacio Cosidó, director general de la Policía española.
ARRIBA, la piedra de Rosetta, pieza egipcia del s. ii a. C. A LA DCHA., el busto de Nefertiti, del s. xiv a. C., en el Neues Museum de Berlín.
EL VASO DE EUFRONIOS, devuelto a Italia en 2008 tras haber sido custodiado por el Metropolitan Museum de Nueva York desde 1972.
–incluso por sus víctimas–, quería decir que el botín de guerra pertenecía al vencedor, y podía hacer con él lo que quisiera. Así, especialmente durante los siglos xviii y xix, época de los imperios coloniales, los tesoros de las tierras conquistadas eran saqueados y llevados a la metrópoli.Así lo hizo Napoleón en Italia y Egipto, de donde extrajo innumerables piezas arqueológicas y obras de arte, muchas de las cuales siguen en Francia. Es también el caso de Gran Bretaña, donde se encuentran tesoros como la piedra de Rosetta y los mármoles de Elgin (relieves del friso del Partenón), ambos en el British Museum.
El primer gran esfuerzo de repatriación, que rompía con la vieja norma, fue precisamente el de Wellington tras derrotar a Napoleón en Waterloo. El inglés se esmeró en devolver a sus propietarios la mayor parte del botín recabado por Bonaparte. Estos tesoros habrían sido de gran ayuda para la maltrecha hacienda británica, pero Wellington no quiso perder la oportunidad de dar una lección moral a Francia. Uno de los ejemplos más sangrantes de destrucción y robo de patrimonio cultural fue el saqueo sistemático de los países ocupados por el Tercer Reich durante la II Guerra Mundial (como ocurrió con el tapiz
de Versainville). Se perdieron cientos de miles de obras de arte, reliquias y joyas. Pese al esfuerzo de los Monuments Men, la mayor parte de los objetos robados no se pudieron devolver a sus dueños.El saqueo emprendido por la Alemania nazi hizo ver a la Unesco la necesidad de proteger el patrimonio cultural con un marco jurídico, con el fin de evitar expolios similares en el futuro. Con este fin, en la Convención de La Haya de 1954 se llevaron a cabo los primeros acuerdos internacionales para la protección del patrimonio en caso de conflicto armado. Los años 2000 han sido una década ejemplar en lo que a devolución de objetos culturales se refiere. En 2006, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York negoció la repatriación a Italia del vaso etrusco de Eufronios. En 2010, Japón devolvió a Corea del Sur alrededor de mil objetos que habían sido expoliados durante la ocupación nipona entre 1910 y 1945. Y en 2011, la Universidad de Yale restituyó una colección de antigüedades de la civilización inca a Machu Picchu, de donde provenían.
¿Dónde van a estar mejor?Pese a todo, el consenso no es ni mucho menos absoluto. Los grandes iconos son los huesos más duros de roer. Es el caso de la piedra de Rosetta, el busto de Nefertiti y los mármoles de Elgin. Las peticiones de repatriación son constantes desde hace unos años, pero estas reliquias pertenecen desde hace siglos a los museos más prestigiosos del planeta, que defienden que forman parte de la cultura universal y que se consideran los mejor dotados para darlas a conocer al mundo. En ocasiones se apunta que los países de origen de estas piezas carecen de los medios necesarios para garantizar una correcta conservación. Mientras el debate continúa, parece poco probable que tales objetos vuelvan a sus lugares de procedencia, porque a este conflicto hay que añadir el interés económico. Para los museos, estos tesoros son un gran polo de atracción turística. Distinto es el caso del penacho de Moctezuma, reclamado por México desde 1991. Austria ignoró la demanda, pero ahora, tras dos años de investigación, eso carece de importancia: se ha establecido que la pieza azteca sufriría daños irreparables con cualquier desplazamiento. Texto: Álex Grego
PAUL WHITE, vicerrector de la Universidad de Sheffield (a la izqda.), junto con el conde Jacques de la Rochefoucauld.