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I MODERNIZACIÓN AGRARIA Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA CAMPESINA EN AMÉRICA LATINA: UNA VISIÓN DE CONJUNTO León Zamosc y Estela Martínez

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MODERNIZACIÓN AGRARIAY PARTICIPACIÓN POLÍTICA

CAMPESINA EN AMÉRICALATINA: UNA VISIÓN

DE CONJUNTO

León Zamosc y Estela Martínez

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Este libro ofrece una compilación de los trabajos presenta-dos en el seminario "Estructuras Agrarias y Movimientos Cam-pesinos en América Latina 1950-1990", convocado por el Con-sejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en laciudad de Quito en diciembre de 1990. EI evento fue organiza-.do por Manuel Chiriboga. coordinador de la Comisión de Estu-dios Rurales de CLACSO, contando con los auspiciós fináñcié-ros e institucionales de IDRC, UNESCO, el Centro Andino deAcción Popular (CAAP, Quito) y el Centro Peruano de EstudiosSociales (CEPES, Lima). La edición de los materiales fue asu-mida por León Zamosc, profesor del Departamento de Sociolo-gía de la Universidad de California en San Diego, y Estela Mar-tínez Borrego, del Instituto de Investigaciones Sociales de laUniversidad Nacional Autónoma de México.

El objetivo general del seminario se definió en torno al aná-lisis de las transformaciones que tuvieron lugar en el campolatinoamericano durante las últimas cuatro décadas y del papelde los protagonistas principales dentro de esos procesos de cam-bio, poniendo énfasis especial en los movimientos campesinos.Para este propósito, investigadores de varios países de AméricaLatina presentaron estudios originales sobre Brasil (José Gra-ziano da Silva), Colombia (León Zamosc), Costa Rica (JorgeMora), Chile (Rigoberto Rivera), Ecuador (Manuel Chiriboga yRafael Guerrero, cuyas aportaciones lamentablemente no estu-vieron disponibles para ser incluidos en este volumen), México(Estela Martínez), Nicaragua (Eduardo Baumeister), Paraguay(Luis Galeano) y Perú (Carlos Monge). Dentro de los términosde referencia de la Comisión de Estudios Rurales de CLACSO,la agenda que se propuso a los autores incluyó los siguientes ele-mentos: estudiar las principales modificaciones en la estructura

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agraria, analizar los cambios en la situación de la economíacampesina, examinar las orientaciones y conductas de los acto-res mas relevantes en el medio rural y ofrecer interpretacionessobre el sentido de la participación política del campesinado. Alconsiderar a los movimientos campesinos, se solicitó a losinvestigadores que prestaran especial atención a sus aspectosorganizativos, sus demandas, sus formas de lucha, y sus relacio-nes con los demás actores sociales, políticos e institucionales.

Además de evaluar la experiencia concreta de los ocho paí-ses en cuestión, los ensayos incluidos en este volumen proveenuna base para incorporar materiales de otros países y avanzarhacia conclusiones más generales sobre la evolución de la cues-tión agraria y el papel político de los campesinos en AméricaLatina. Hay que advertir, sin embargo, que los trabajos presen-tan variaciones tanto en la manera en que cubren las temáticascomo en el énfasis que ponen en la importancia relativa de algu-nos de los aspectos estudiados. Tal variación es solo parcial-mente atribuible a diferencias en los enfoques de los autores,pues si bien es cierto que los estudios revelan latitud teórica ymetodológica, la lectura del conjunto permite detectar una baseamplia de referentes compartidos. A nuestro juicio, la raíz fun-damental de las diferencias debe buscarse en la riqueza mismade la historia, en el hecho de que los estudios no pueden sinoreflejar la diversidad de configuraciones estructurales y políti-cas que han marcado el curso de la evolución agraria en losdiferentes países de América Latina. En este sentido, la falta desimetría de los ensayos debe verse más como una virtud quecomo un estorbo para el análisis comparativo, ya que además deayudar a comprender la especificidad de la experiencia de cadapaís, los contrastes. permiten realzar la importancia de lasmuchas similitudes entre los diferentes casos.

Después de revisar los documentos presentados al semina-rio, y a partir de las reflexiones, discusiones y comentarios quesurgieron a^lo largo de los tres días de deliberaciones en elencuentro de Quito, nos parece importante resumir, así sea muybrevemente, los aspectos comunes que consideramos más rele-vantes. A1 enfatizar convergencias, siempre existe el riesgo deincurrir en generalizaciones excesivamente esquemáticas. Siaceptamos ese riesgo es porque un análisis comparativo más

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concienzudo hubiera rebasado las posibilidades de tiempo yespacio para esta pequeña introducción. Por otra parte, pensa-mos que es oportuno dejar que sean los propios lectores quienesvayan haciéndose cargo de la significación de los matices ycontrastes que se expresan en los trabajos.

En lo que se refiere a los aspectos estructurales, los estu-dios muestran que, desde los años cincuenta, todos los paíseshan experimentado procesos notables de modernización de laagricultura, siempre en el marco de cambios más amplios rela-cionados con la consolidación del capitalismo a nivel de lasociedad en su conjunto. En un momento inicial, los impactosderivados de la industrialización o de la expansión de sectoresexportadores agudizaron la crisis de las estructuras agrariastradicionales, dentro de un proceso que casi siempre veníadesde antes y que se consumó con la disolución de las relacio-nes atrasadas que habían sustentado al sistema hacendatario.Pero en la etapa siguiente, y al igual que en muchos de los paí-ses del mundo desarrollado y de otras regiones periféricas, laevolución de las estructuras agrarias no siguió una trayectorialineal de transformación acelerada por la vía capitalista, sinouna pauta bimodal marcada por la dinámica de la coexistenciacontradictoria de dos tipos de agricultura: la agricultura capi-talista, inclinada a especializarse en materias primas para laindustria y productos de exportación; y la agricultura campesi-na, por lo general circunscrita a la producción de alimentospara consumo directo en el mercado interno. Vale la penarecalcar que estas tendencias aparecen en todos los casos estu-diados, aunque pueden notarse diferencias en las característi-cas de las estructuras agrarias previas (Costa Rica y Nicara-gua, por ejemplo, se destacan por el mayor peso relativo de loscampesinos pequeños y medios en relación a la hacienda), enla temporalidad e intensidad de los cambios (distinguiéndosesobre todo México por su transformación estructural muchomás temprana y radical) y en las particularidades de la espe-cialización productiva dentro del esquema bimodal de evolu-ción agraria (los campesinos siguen manteniendo importanciaen algunos productos para la agroindustria en México y Pení,y también en ciertos renglones exportables de Colombia,Costa Rica y Paraguay).

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Una de las similitudes mas importantes que emergen de losensayos es el hecho de que, en buena medida, la transforma-ción agraria y la consolidación del patrón bimodal fuerondirectamente incentivadas por la acción del Estado. En la pri-mera etapa del período considerado, que en términos generalesabarcó los años cincuenta y sesenta, la intervención estatal tuvolugar en el marco de políticas de industrialización substitutivay ampliación del mercado interno. En el agro, dichas políticasse tradujeron en incentivos para la modernización de la granexplotación y programas de fomento para la economía campe-sina, incluyendo el apoyo a la colonización y(con excepciónde Brasil) actividades de reforma agraria que por lo generalsolo redistribuyeron una parte relativamente pequeña de la tie-rra (entre las diferencias en la reforma se destacan su mayorprofundidad en el Perú, su carácter tardío en Nicaragua, y sureversión parcial en Chile). En la segunda etapa, que en lamayoría de los casos se córresponde con los años setenta; 1^intervención del Estado apuntó a profundizar la industrializa-ción y diversificar las exportaciones. En el campo se pusofreno al reparto agrario y se consolidó una política dual que,por un lado, alentaba la mayor productividad de la agriculturacapitalista para abastecer a la industria y a los mercados deexportación, y, por otro lado, buscaba apuntalar al campesinadopara contener la emigración rural-urbana y surtir al mercadointerno con alimentos baratos. En una época en que los gobier-nos de América Latina tenían acceso a préstamos masivos de labanca internacional, el grueso del apoyo estatal se dirigió a laconsolidación de la gran agricultura empresarial. Los recursosque se invirtieron en los campesinos fueron modestos, y suadministración se hizo de manera diferenciada a través de pro-gramas de desarrollo rural integrado para los sectores más aco-modados y programas de asistencia social para los grupos quese consideraban como carentes de viabilidad productiva(Colombia y México fueron los países en los cuales estos pro-gramas tuvieron mayor envergadura).

Es llamativo que, en los casos en que los autores ofrecendatos globales para evaluar la importancia de la pequeña agri-cultura familiar (Brasil, Colombia, Chile y Perú), las cifrascoinciden en mostrar que en los años ochenta los campesinos

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eran responsables de alrededor de una tercera parte de la pro-ducción. Los datos e indicadores parciales que se mencionan enlos otros estudios parecen sugerir que en los demás países lacontribución campesina era más o menos similar (Costa Rica yMéxico) o posiblemente algo mayor (Nicaragua y Paraguay).En general, los ensayos documentan la tenaz persistencia delcampesinado, dentro de procesos parecidos de expansión de lafrontera agrícola, incorporación al mercado, especializaciónproductiva y asimilación de nuevas tecnologías. Sin embargo,también se hace evidente en virtualmente todos los países (conlas posibles excepciones de Nicaragua y Perú) la existencia deuna tendencia secular hacia el descenso de la importancia relati-va de la agricultura campesina frente a la capitalista. En contex-tos hostiles a cualquier alternativa de redistribuir la tierra, estedesplazamiento ha sido paralelo a movimientos de diferencia-ción que, a pesar de sus variaciones en los diferentes países y ensus regiones, han tenido un efecto global muy: similar: favorecerla consolidación de algunos sectores campesinos que vanlogrando prosperar como pequeños productores mercantiles, yminar la base reproductiva de sectores muchos más amplios queenfrentan la perspectiva de una creciente minifundización,semiproletarización y eventual descampesinización.

En los años ochenta, durante la última etapa del períodoanalizado en los estudios, se hacen evidentes los efectos de larecesión y de la crisis de la deuda externa. Ante las presiones dela banca internacional, y en un contexto de intensificación delas tendencias hacia la globalización económica, se perf'ila unproyecto de reestructuración neoliberal impulsado desde elEstado. Existen variaciones tanto en la cronología del reajuste(destacándose Chile por su anticipación y Colombia por suretraso relativo en relación a los demás países) como en elalcance del programa neoliberal (en Chile, México y Costa Ricalas medidas parecen más radicales). Su sentido general, sinembargo, es esencialmente el mismo: dar libre juego a laempresa privada y al mercado, minimizar el papel económico ysocial del Estado, y abrir la economía al capital y a la compe-tencia internacional. En la agricultura las políticas neoliberalesse concentran en estimular las exportaciones, utilizar la impor-tación de alimentos y la eliminación de subsidios para forzar la

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competitividad de los productos para el consumo nacional,recortar los presupuestos de los programas de desarrollo yapoyo a la producción, y reducir drásticamente los programasasistenciales para los sectores más pobres de la población rural.

Como lo muestran algunos de los trabajos, estas medidastienen el efecto de profundizar la división entre quienes produ-cen para la exportación y quienes producen para el mercadointerno. Desde el punto de vista del impacto sobre la estructu-ra agraria, los principales beneficiarios son los sectores empre-sariales, que dejan atrás la fase extensiva de acumulación ypasan a una fase intensiva de renovación tecnológica y reorga-nización económica (especialmente en Brasil y México, dondese percibe con rriayor nitidez la formación de complejosagroindustriales, la integración del capital agrario con conglo-merados industriales y financieros, y la entrada de empresastransnacionales). Los má ŝ perjudicados son los campesinos,que pierden los pocos apoyos que antes recibían del Estado yque, al abolirse los mecanismos de protección para los abaste-cedores del mercado interno, quedan expuestos al empeora-miento general de su situación económica y al recrudecimien-to de los procesos de diferenciación interna que pauperizan aingentes sectores. De aquí que el viraje de la política estatalsea visto por algunos autores como un ataque frontal contra elcampesinado: en el capítulo dedicado a México, el modeloneoliberal es deiinido como "un modelo unimodal perverso"que, en lugar de basarse en el estímulo del sector mayoritariode agricultores como motor del crecimiento económico en elcampo, prefiere privilegiar a un reducido grupo de empresa-rios, excluir al grueso de la población rural de los beneficiosde la modernización, y mantener los desequilibrios entre eldesarrollo agrícola y el desarrollo industrial.

Pasando ahora a las movilizaciones campesinas, hay querecalcar que en este terreno los estudios de caso muestranmayor variación, lo cual refleja la gran importancia de los facto-res políticos y de las especificidades de esos factores en losdiferentes países. Tomando esto en cuenta, y siempre tratandode mantener el énfasis sobre los aspectos convergentes, nuestraprimera observación general es que los campesinos no han sidoactores pasivos en los cambios agrarios de América Latina. De

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un modo u otro, ellos han luchado y ofrecido resistencia en casitodos los tiempos y lugazes analizados en estos ensayos. Perolas luchas campesinas apazecen muy condicionadas, ya que susalcances e intensidad dependen no solamente de las característi-cas del campesinado como clase y de los recursos que los cam-pesinos mismos puedan movilizar, sino también de la interven-ción de otros actores y de las correlaciones de fuerzas en laescena política. Más allá de esto, no hay que olvidar que loscontenidos y el sentido de las luchas agrarias también dependende los objetivos que esas luchas tratan de alcanzar, es decir, delas cuestiones de fondo que están en juego en cada coyuntura.De aquí podemos derivar una segunda observación general,relacionada con la manera en que los cambios estructurales hanvenido moldeando el sentido cambiante de la acción colectivacampesina. Desde esta perspectiva, el elemento clave que emer-ge de los ensayos es que, a medida que avanza el proceso demodernización, las luchas sociales se diversifican, revelandocambios en la composición del campesinado y en los horizontesde sus luchas reivindicativas.

Durante el período de las principales transformaciones delas estructuras agrarias, que como vimos generalmente se exten-dió hasta principios de los años setenta, los conflictos se centra-ron sobre la disolución de las relaciones serviles tradicionales ysobre la lucha por la tierra. Lo que estaba en juego era el futurorostro del agro: mientras los terratenientes pugnaban por asegu-rar una transición por la vía capitalista, los campesinos presio-naban por un resultado que favoreciera a la vía parcelazia. Apesar de las variaciones en las vicisitudes de las diferentes bata-llas, se pueden distinguir algunos patrones comunes. Uno deellos tiene que ver con la localización de las luchas por la tierra,que en la mayor parte de los países se desarrollazon en las regio-nes en donde predominaban las haciendas, (o en el caso deMéxico en los latifundios reconstituídos despúes del desemem-bramiento de éstas) y que en algunos casos llegazon a extender-se a zonas de nueva colonización (Brasil, Colombia, y sobretodo Pazaguay). Otro elemento recurrente fue la influencia deci-siva de actores politicos externos que, además de aportaz conte-nidos ideológicos, ayudazon a organizaz y movilizar a los gru-pos campesinos. El papel de aliados correspondió casi siempre a

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partidos políticos izquierdistas, aunque en algunos casos tam-bién fue asumido por partidos socialdemócratas y sectores poli-tizados de la iglesia (Brasil, Costa Rica, Chile y Paraguay). Porúltimo, vale la pena mencionar que el proceso de reforma agra-ria y lucha por la tierra dio base al surgimiento de confederacio-nes campesinas de envergadura, algunas de las cuales Ilegaron aalcanzar cobertura nacional (la CCP en Perú, la ANUC enColombia, y por supuesto la CNC, cuyos orígenes se remonta-ban al reparto agrario iniciado en los años treinta en México).Aunque estos intentos de centralización dieron mayor proyec-ción a las demandas de tierras, el control de los aliados políticosexternos se convirtió eventualmente en un obstáculo para que elcampesinado se valiera de esas organizaciones para articularuna expresión política propia.

La efectividad del embate por la tierra puede medirse segúnlos alcances que llegó a tener la reforma agraria en cada uno delos países. Las evidencias muestran que los resultados fueronvariables, incluyendo situaciones en que los campesinos salieroncon las manos vacías (Brasil), casos en los que se redistribuyóuna proporción muy pequeña de la tierra (Colombia, Costa Rica,Chile y Paraguay), y desenlaces en los cuales el reparto agrariofue más signiiicativo (México, Perú y Nicaragua). Dentro de estadiversidad, se destaca la importancia causal del juego político,ya que los resultados dependieron no solamente de la mediciónde fuerzas entre campesinos y terratenientes, sino también de lamayor o menor centralidad de la cuestión agraria en los conflic-tos políticos de cada país y del modo en que las intervencionesdel Estado inclinaron la balanza en una u otra dirección. Un ele-mento recurrente fue el cambio en el sentido de esa intervenciónestatal que, después de brindar apoyo inicial a la reforma y a laorganización campesina como parte de programas de "desarrollohacia adentro", viró radicalmente hacia políticas de contrarrefor-ma, contención del campesinado y apoyo al capitalismo agrario(Chile, sin duda, representa el caso más dramático). En ese con-texto, los logros de la lucha por la tierra tendieron a ser margina-les, siendo pocos los casos en que la reforma agraria tuvo unaincidencia importante sobre la transformación de las estructurasen el campo. En cada país, el mayor o menor impacto de lareforma se combinó con los efectos de las otras políticas estata-

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les y con las tendencias espontáneas de la evolución macroeco-nómica capitalista. A la larga, sin embargo, las diferentes confi-guraciones agrarias gravitaron hacia un resultado neto que, comovimos antes, terminó siendo bastante uniforme: la consolidaciónde una vía de evolución bimodal dentro de la cual la economíacampesina eŝ sistemáticamente desfavorecida y progresivamenterelegada a una posición cada vez más secundaria (incluso encasos como el de México, donde las conquistas de los campesi-nos habían sido mayores).

A medida que se consumaban los procesos de moderniza-ción agraria, la condición política de la población rural fue que-dando supeditada a las caracteristicas de los regímenes que pre-valecían en los diferentes países. Con todo, si se abstraen losmatices particulares de los distintos casos, se hace evidente queel principal elemento común fue la definición de los campesinoscomo "ciudadanos de segunda": excluidos y reprimidos por losregímenes autoritarios (Brasil, Chile, Nicaragua y Paraguay),manipulados y con muy escasa influencia bajo los sistemasclientelistas o corporatistas (Colombia, Costa Rica y México), ysometidos al fuego cruzado de la violencia política cuando latransformación agraria generó vacíos o empates de poder en elcampo (Perú, Nicaragua, y algunas regiones de Colombia). Entodos los casos el campesinado emergió como una clase socialpolíticamente débil y sujeta a los designios de los agentes exter-nos que se presentaban en el papel de enemigos o de aliados. Eneste sentido, las evidencias aportadas por la mayoria de los estu-dios tienden a poner de relieve las dificultades de los campesi-nos para articular orgánicamente sus intereses de clase y desa-rrollar un proyecto autónomo a nivel nacional. Estasdificultades en el plano político fueron visibles incluso en lospaíses en los cuales el campesinado logró efectuar sus mayoresavances organizativos, ya que las centrales campesinas naciona-les mostraron gran susceptibilidad a la cooptación (a partir de laburocratización y el enganche corporatista vertical en el caso dela CNC en México) y a la fragmentación (derivada de los con-flictos entre las corrientes vanguardistas que se disputaban elcontrol de la ANUC en el caso de Colombia).

A1 referirse a las limitaciones políticas de las luchas agrarias,también hay que tomar en cuenta la heterogeneidad y dispersión

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de la clase campesina. En efecto, las transformaciones éstructu-rales implicaron cambios en la composición del campesinado,incluyendo la redefinición dé antiguos sectores y el surgimientode sectores nuevos. La incorporación a los mercados de produc-tos y de trabajo produjo especializaciones productivas, acelerólos ritmos de diferenciación interna, y colocó a importantescapas campesinas en tina posición de dependencia en relación alempleo en la agricultura capitalista. En todos los países aquí ana-lizados, la dinámica de este proceso de heterogeneización fuegenerando un caleidoscopio de intereses particulares y cambian-tes, abriendo paso a la multiplicación de las demandas económi-cas y sociales expresadas en el campo. Así, desde finales de ladécada de los setenta y a lo largo de los años ochenta, los conte-nidos de las luchas campesinas se diversifican. Mientras los sec-tores que se incorporan al mercado como productores centransus demandas sobre los apoyos y las condiciones de producción(crédito, precios de productos e insumos, comercialización,infraestructura), los sectores más pobres tienden a movilizarse entorno a exigencias vinculadas a las condiciones de vida y a laprestación de servicios básicos en las zonas rurales (educación,salud, nutrición, programas asistenciales). Paralelamente, y apesar de que su importancia pasó a ser mucho menor que en elpasado, continuan las expresiones de lucha por la tierra, quesigue vigente en regiones en las cuales los campesinos pobresenfrentan situaciones extremas de desempleo y miseria (loscasos más sobresalientes son los del sur del Brasil, la costa atlán-tica de Colombia y el sur del Paraguay).

Los organizaciones que protagonizan estas luchas se agru-pan por ramas de producción, se articulan en torno a otrasdemandas particulares, o combinan aspiraciones e interesesmúltiples en ámbitos locales y regionales. Casi todos los estu-dios coinciden en destacar que estas organizaciones enfatizan suautonomía en relación al Estado y a los partidos políticos. Otroaspecto relevante es que a diferencia de los agentes externos delpasado, que movilizaban a los campesinos para impulsar suspropios proyectos políticos para la sociedad en su conjunto, losaliados actuales tienden a ser organizaciones no-gubernamenta-les y sectores religiosos que promueven un modelo basista dedesarrollo y participación comunitaria. Aunque los fundamentos

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de dicho modelo son los miniproyectos de autoayuda y auto-transformación, el fortalecimiento de las organizaciones de baseposibilita la proyección de demandas hacia el Estado, dentro depautas de acción que casi siempre combinan la movilización yla negociación. Si se tratara de proveer una caracterizacióngeneral de estas luchas frente a las de la fase anterior, habríaque mencionaz su talante menos radical, la marcada dispersiónde las movilizaciones y el hecho de que la proliferación deorganizaciones presenta grandes dificultades para cualquierintento de centralización. No obstante, algunos ensayos dejanentrever que su impacto agregado puede ser signiiicativo, tantodesde el punto de vista inmediato de las reivindicaciones cam-pesinas (negociar mejoras, modiiicar políticas estatales desfavo-rables) como en su incidencia sobre la escena política (en casosen los.que^ las luehas .popul.ares: juegan un .papel central en.los...procé^oŝ de demo•rátizációh): ^A^iémás;^loŝ éstudi®ŝ iridicán::qué ^.en la mayoría de lós paíŝeŝ él vuel^o neoliberal de las políticasestatales esta generando respuestas de mayor complejidad entrelas organizaciones campesinas, que inician la búsqueda de con-vergencias en torno a coordinadoras nacionales y tratan de azti-cular planteamientos propios sobre políticas agrarias alternati-vas. A pesar de los muchos obstáculos que se interponen en elcamino, estas tendencias permiten vislumbrar nuevas posibili-dades para la acción colectiva campesina, sobre todo en aque-Ilos contextos en donde los cambios institucionales estánabriendo mayores espacios para el juego político.

Para terminar, quisiérainos apuntar que la presentación ydiscusión de los trabajos en el seminazio de Quito permitieronun intercambio fructífero que debería continuaz en el futuro. Enesta época de cambios socioeconómicos y políticos, los ensayosque aquí se presentan vuelven a poner en relieve que muchos delos problemas y desafíos que enfrentan los países de AméricaLatina, además de tener raíces comunes, van configurandosituaciones y opciones similares. En este sentido creemos quelas próximas investigaciones, además de incorporar los casosque no fueron incluidos en nuestra matriz compazativa, tendránque orientazse hacia algunos aspectos que apenas son esbozadosen estos estudios. En lo referente a la estructura agrazia, hay quedilucidaz las tendencias más recientes en la evolución de lo que

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aquí hemos llamado el "patrón bimodal" de desarrollo agrario.El impacto de las biotecnologías, la transnacionalizaciónagroindustrial, la reestructuración del capitalismo agrario, losprocesos de diferenciación campesina, y el fortalecimiento desectores de mediana producción y de agricultura familiar capita-lizada plantean la necesidad de explorar alternativas teóricasque cuestionen la vigencia del concepto de bimodalidad estruc-tural que hemos venido manejando hasta ahora. Tales alternati-vas tendrían que esforzarse por combatir el "prejuicio producti-vista" que ha primado hasta ahora, incorporando aspectos comola preocupación por el medio ambiente y la calidad de la vidarural, y tratando de desarrollar criterios más amplios para defi-nir la ruralidad y evaluar los procesos de desarrollo humano enel campo.

En relación a las movilizaciones campesinas, se imponeexaminar las maneras en que la heterogeneización social, interac-tuando con factores culturales, está redefiniendo las identidadescolectivas en el campo (prestando especial atención a la religio-sidad popular y al resurgimiento de la etnicidad en los países enque estos fenómenos son relevantes). Igualmente importante esel análisis de las implicaciones del modelo basista de participa-ción y de las perspectivas de las nuevas formas de representa-ción que están tratando de desarrollar las organizaciones campe-sinas. En una coyuntura histórica de remozamiento de lasfuerzas políticas de derecha, debilidad de los movimientospopulares y bancarrota ideológica de las antiguas vanguardiasde oposición, estas tareas de investigación son imprescindiblespara comprender las respuestas que van dando los campesinos alos interrogantes más decisivos del presente: ^,cuáles son lasbases para articular una política de defensa de las reivindicacio-nes de los grupos más desfavorecidos? y ^qué conceptos de ciu-dadanía y justicia social pueden proponerse, desde los sectorespopulares, como alternativa a los contenidos excluyentes.delproyecto neoliberal?

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