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 “IDEOLOGÍA E HISTORIA. LA FORMACIÓN DEL CRISTIANISMO COMO FENÓMENO IDEOLÓGICO” Gonzalo Puente Ojea - Madrid 1993 El uso del anticlericalismo burgués por el Estado y el capitalismo lejos de decaer aumenta cada día. A eso se consagra, por ejemplo, el diario El País”, la más eficaz máquina de manipulación de las conciencias e imposición de las religiones políticas en curso, y la izquierda, PSOE y PCE-IU. La cosa no se queda aquí, la extrema izquierda, el progresismo en general, el gueto político, el feminismo hiper-subvencionado y el anarcoestatismo hacen lo mismo. El anticlericalismo burgués es una variante de ideología burguesa de gran capacidad de penetración, al haberse ido construyendo durante siglos y valerse de un sistema de aserciones extremadamente demagógico, que lleva a las personas lo sustantivo del credo reaccionario. En efecto, su meta principal no es criticar a la Iglesia -eso es sólo el pretexto- sino adoctrinar en el sistema de ideas que el capital necesita. La expresión más obvia de ello han sido los gobiernos del PSOE que mientras por un lado se servían sin pudor del anticlericalismo por otro financiaron a la Iglesia. Para desmontar el vitando anticlericalismo oficialista hay que esclarecer la naturaleza real del cristianismo y de la Iglesia, evidenciando el antagonismo existente entre ambos. Para ello está colgado en la sección “Diálogo c on los libros” un compendio glosado de las posiciones de Carlos Marx y Federico Engels sobre el primer cristianismo, o cristianismo revolucionario, que son antagónicas con el anticlericalismo burgués (también con las del anticlericalismo fascista, expresadas en la obra de Nietzsche). En él se explica que los fundadores del marxismo tienen una visión positiva del cristianismo verdadero, al que comparan con la I Internacional Obrera. La misma opinión mantienen figuras destacadas del anarquismo. El libro que ahora nos ocupa abunda, con sus defectos y carencias, en esa misma interpretación. Su autor, G. Puente Ojea, se declara marxista y ateo (su “Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión” no deja lugar a dudas, ni en el título ni en los contenidos), y ha protagonizado sonados enfrentamientos con la Iglesia y el Vaticano. Eso no le lleva a olvidar la objetividad y el rigor a la hora de analizar el cristianismo. Sus textos no son un conjunto fácil y simplón de chocarrerías, desinformación y majaderías, según lo habitual en el anticlericalismo institucional, sino una exposición que recoge parte de l as mejores y más recientes investigaciones sobre esta materia, algunas de mucha entidad.

IDEOLOGÍA E HISTORIA. LA FORMACIÓN DEL CRISTIANISMO COMO FENÓMENO IDEOLÓGICO

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El libro que ahora nos ocupa abunda, con sus defectos y carencias, en esa misma interpretación. Su autor, G. Puente Ojea, se declara marxista y ateo (su “Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión” no deja lugar a dudas, ni en el título ni en los contenidos), y ha protagonizado sonados enfrentamientos con la Iglesia y el Vaticano. Eso no le lleva a olvidar la objetividad y el rigor a la hora de analizar el cristianismo. Sus textos no son un conjunto fácil y simplón de chocarrerías, desinformación y majaderías, según lo habitual en el anticlericalismo institucional, sino una exposición que recoge parte de las mejores y más recientes investigaciones sobre esta materia, algunas de mucha entidad.

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“IDEOLOGÍA E HISTORIA. LA FORMACIÓN DEL CRISTIANISMO COMO FENÓMENO

IDEOLÓGICO”Gonzalo Puente Ojea - Madrid 1993

El uso del anticlericalismo burgués por elEstado y el capitalismo lejos de decaer aumentacada día. A eso se consagra, por ejemplo, el diario“El País”, la más eficaz máquina de manipulaciónde las conciencias e imposición de las religionespolíticas en curso, y la izquierda, PSOE y PCE-IU.La cosa no se queda aquí, la extrema izquierda, elprogresismo en general, el gueto político, elfeminismo hiper-subvencionado y elanarcoestatismo hacen lo mismo.

El anticlericalismo burgués es una variante de ideología burguesa degran capacidad de penetración, al haberse ido construyendo durante siglos yvalerse de un sistema de aserciones extremadamente demagógico, que lleva alas personas lo sustantivo del credo reaccionario. En efecto, su meta principalno es criticar a la Iglesia -eso es sólo el pretexto- sino adoctrinar en el sistemade ideas que el capital necesita. La expresión más obvia de ello han sido losgobiernos del PSOE que mientras por un lado se servían sin pudor delanticlericalismo por otro financiaron a la Iglesia.

Para desmontar el vitando anticlericalismo oficialista hay que esclarecerla naturaleza real del cristianismo y de la Iglesia, evidenciando el antagonismo

existente entre ambos.

Para ello está colgado en la sección “Diálogo con los libros” uncompendio glosado de las posiciones de Carlos Marx y Federico Engels sobre elprimer cristianismo, o cristianismo revolucionario, que son antagónicas con elanticlericalismo burgués (también con las del anticlericalismo fascista,expresadas en la obra de Nietzsche). En él se explica que los fundadores delmarxismo tienen una visión positiva del cristianismo verdadero, al quecomparan con la I Internacional Obrera. La misma opinión mantienen figuras

destacadas del anarquismo.

El libro que ahora nos ocupa abunda, con sus defectos y carencias, enesa misma interpretación. Su autor, G. Puente Ojea, se declara marxista yateo (su “Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión” no deja lugar adudas, ni en el título ni en los contenidos), y ha protagonizado sonadosenfrentamientos con la Iglesia y el Vaticano. Eso no le lleva a olvidar laobjetividad y el rigor a la hora de analizar el cristianismo. Sus textos no sonun conjunto fácil y simplón de chocarrerías, desinformación y majaderías,según lo habitual en el anticlericalismo institucional, sino una exposición que

recoge parte de las mejores y más recientes investigaciones sobre esta materia,algunas de mucha entidad.

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Es muy diferente de, por ejemplo, “Historia criminal delcristianismo”, K. Deschner, fabricado sin voluntad de verdad, y dirigido ainculcar la concepción burguesa del mundo so capa de criticar “ferozmente” aaquél. Aunque quizá lo más grave de la obra de Deschner sea su vehementedeterminación de ocultar la naturaleza revolucionaria del cristianismo

primero, lo que contribuye a debilitar nuestra capacidad de resistencia ylucha, aquí y ahora, contra el Estado-capital. En eso coincide con el protonaziNietzsche. Conviene resaltar que un abismo separa a la interpretación de Marx

 y Engels de la de Deschner y Nietzsche. No hay que olvidar que el laicismo, elcorazón mismo del anticlericalismo burgués, es una de las expresiones más

vehementes de culto por el Estado.

Puente Ojea posee, como se ha dicho, el mérito de diferenciarcristianismo e Iglesia, señalando que ésta tergiversa y niega el ideario cristianooriginal, muy distinta a lo que ahora se presenta como tal por el clero. Sitúa al

cristianismo dentro de lo que denomina revolución popular judía  dirigidacontra el imperio romano y sus lacayos locales, de manera que es una formade sedición contra Roma  cuyo sustento es la hostilidad de clase . El análisissobre lo que califica de moral sodalicia del amor (guerra hacia afuera y amor 

hacia dentro ) y sus estudios sobre la ética interna de la fraternidad propia delprimer cristianismo forman lo mejor de la obra. Es de bastante interés sumagistral demostración de que el cristianismo, en sus orígenes, fue unmovimiento revolucionario que acudió a formas de lucha armada, lo que esparticularmente enfatizado en el evangelio de Lucas.

Hasta ahí lo positivo. Lo deficiente está en su olvido del movimientoesenio, que es la forma inicial de la cosmovisión cristiana, sobre todo en elenfoque politicista, que desatiende lo que el cristianismo tiene de másrevolucionario, su ideología y sistema de valores. Presentarlo como política ycasi nada más es un error. La naturaleza realmente transgresora e innovadorade aquél está en su noción del amor como realidad divina, de donde extrae elresto de sus formulaciones. Si Dios es amor, el amor es Dios y ha de regir lavida humana, lo que excluya el poder y la propiedad privada de manera total yradical.

Puente Ojea al pasar de largo ante el cimiento mismo del cristianismo,

la divinización del amor mutuo, manifiesta no haber comprendido loprimordial de éste, a pesar de su erudición. Curiosamente, estudia con ahíncolos escritos de Marcos (en el libro “El Evangelio de Marcos. Del Cristo de lafe al Jesús de la historia”), más politicistas, apenas se detiene ante el de

 Juan, que es el que mejor expresa el convivencialismo cristiano.

Su fijación en las capacidades espirituales del ser humano, al que muycabalmente concibe al mismo tiempo como cuerpo y espíritu, y no sólo como loprimero, lleva a conclusiones realmente revolucionarias en la concepción de lapersona y la autoconstrucción del sujeto. Tales son imprescindibles para

combatir el biologismo, fisiologismo y zoologismo burgués, que niega loespiritual y reduce a la persona a manos sin mente que producen y tubo

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digestivo que asimila y desasimila. Esta idea de la persona como realidadsubhumana, defendida con fanática agresividad por todo el anticlericalismo

burgués, es exactamente la que el capitalismo preconiza y necesita.

En efecto, el trabajo asalariado, sin el cual el capital no puede existir,

exige rebajar al ser humano a productor-consumidor, vale decir, a una sumade actividades fisiológicas encaminadas a un único fin, la producciónasalariada. El trabajador no puede pensar, ya lo hace por él el patrón. No hade ser sociable y afectuoso, eso incrementa su capacidad para resistir,boicotear y hacer huelgas. No debe tener voluntad propia dado a que en laempresa todas las decisiones las toma el patrono y sus sayones. Ha de carecerde sensibilidad ya que en ese caso rechazará con horror la radical fealdad delsalariado y su marco. No debe dominar el lenguaje, su función es ser mudoapéndice de las máquinas. Y sobre todo no ha de autoconstruirse como serhumano ya que el capitalismo no admite que sea tal cosa sino sólo trabajador,

manos sin cerebro y estómago sin corazón, para producir plusvalía sin poderconstituirse jamás como lo que es en esencia y potencia, ser humano, dadoque éste se reafirma en su condición y por tanto se rebela e incluso hacerevoluciones.

En consecuencia, la idea burguesa sobre cómo ha de ser el sujeto mediode las clases asalariadas, pura zoología sin espíritu, es la que se inculca através del anticlericalismo burgués, dirigido a crear masas laborantes dóciles,sin inteligencia ni afectos ni espiritualidad, puramente entregados a producir yconsumir. Esta deshumanización radical es lo que preconizan los ideólogos de

aquél.El cristianismo auténtico, al poner sobre el tapete la cosmovisión del

amor, chafa y sabotea las metas que la burguesía se plantea, pues si el amor,que es un bien espiritual y no de mercado, resulta deseable, ¿qué futuro leaguarda al capital, que es dominación y opresión, deshumanización ydesamor? Sin duda, esto también entra en colisión con el determinismo ymecanicismo marxistas, que ignoran a la persona al presentar la evoluciónhistórica como efecto de fuerzas impersonales, de leyes y determinaciones, envez de la acción de los seres humanos realmente existentes, con suscualidades o capacidades, o con la falta de ellas, como hoy sucede.

La historia no es determinista, como pretende el pueril mecanicismomarxista, tomado de los presuntuosos manuales de física y mecánica celestedel siglo XVII, sino decisionista.

Cuando se estudia muy a fondo el salariado y sus deletéreos efectossobre lo humanos, tal como hacen Harry Braverman en “Trabajo y capitalmonopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX” y Simone Weil en“La condición obrera”, dos de los mejores libros escritos en el siglo pasado, secomprende lo decisivo de las aportaciones del cristianismo a la creación de un

sistema revolucionario de ideas y valores. Precisamente el anticlericalismoburgués va en la dirección opuesta, la admisión del trabajo asalariado en

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tanto que causa de consumo, restringiendo la lucha proletaria a la

reivindicación de mayores salarios y nada más.

Al comprobar que tantísimos proyectos colectivos, en sí mismoencomiables, cooperativas, equipos de reflexión, grupos culturales,

comunidades neo-rurales y otros se malogran por la convivencia y la relacióncomo causa primera hemos de concluir que el cristianismo, ante todo unacosmovisión del afecto y el buen trato entre las personas, que colectiviza ysocializa al sujeto y le hace apto para llevarse bien con sus semejantes, tiene

muchísimo que aportar en este terreno.

Otro defecto añadido del libro de Puente Ojea, grave, es que noconsidera en su totalidad la evolución histórica del cristianismo. Termina suinvestigación con el concilio de Nicea, año 325, cuando la Iglesia, de la manodel Estado romano, se impone al cristianismo, muy debilitado por las atroces

matanzas que de sus integrantes había realizado aquél en las llamadaspersecuciones. No capta la segunda fase de aquél, el monacato cristianorevolucionario, que es precisamente la respuesta de los auténticos cristianos ycristianas a la emergencia de una elite sacerdotal institucionalizada que

prostituye y traiciona el ideario originario, genuino.

Menos aún aprehende la tercera fase de la historia del cristianismo, lasociedad altomedieval revolucionaria, una de las grandes realizaciones delespíritu humano. Por ello ni se le ocurre fijarse en lo ya enunciado porhistoriadores laicos del siglo XIX (Rafael Altamira, por ejemplo, en “Historiade la propiedad comunal”), que los bienes comunales de la sociedad

premoderna, bien documentados desde el siglo X, tienen su fundamentodoctrinal en el cristianismo, en concreto en “Hechos de los apóstoles”. Nohace falta gran penetración, además, para establecer una conexión entre elconcejo abierto como asamblea y los procedimientos asamblearios comunes enlas fraternidades cristianas de los siglos I-III, sin olvidar que el significado delvocablo griego “iglesia” es asamblea. Que Puente Ojea nada aduzca de unaobra decisiva para la comprensión de nuestro Medioevo, la de Beato deLiébana en tanto que comentador tenaz y creativo del “Apocalipsis” de Juan,expresa sus graves carencias analíticas, historiográficas y reflexivas.

Asimismo, ignora una parte esencial del hecho religioso, los problemasexistenciales, reduciendo la condición humana a lo político y económico, locual no es aceptable. Las religiones responden, a su manera y con susmétodos peculiares, a la ansiedad y angustia humanas ante la finitud y lamuerte, dado que el individuo no se agota en lo político, económico y social.Por eso este autor, sometido a esa ideología reduccionista, bobamenteoptimista, simplificante y olvidadiza de lo humano que es el marxismo, nopuede captar la totalidad de la experiencia humana finita.

En consecuencia, quienes somos ateos o agnósticos tenemos bastante

que aprender del cristianismo auténtico. Éste no es, como concepción, nicompleto ni perfecto, dado que tiene deficiencias y debilidades notables, que

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en otro trabajo se expondrán. Despreciar sus formidables aportaciones,dificulta sobremanera o incluso impide llevar adelante la gran revolución

integral antiestatal y anticapitalista que nuestro tiempo viene demandando.

Dado lo hipercrítico, demagógico, agresivo, trastornado e intimidante

del anticlericalismo burgués tal vez no esté demás contestarle con algunacontundencia.

Primero. Desdeña la investigación y busca de la verdad, al ser unaideología de “crítica” y “denuncia”, dirigida a batir al enemigo con losargumentos que sean, verdaderos o erróneos, buenos o malos. Dado que sumeollo es un odio patológico al clero, el sujeto manipulado por elanticlericalismo renuncia a pensar y se concentra en aborrecer. Es un fanáticoque dice luchar contra el fanatismo. La investigación de la naturaleza real delcristianismo no le interesa y su discurso suele ser risible por la ignorancia y

falta de contenidos. De ese modo el individuo es habituado a desentenderse dela verdad, a vivir en la mentira, el odio y el irracionalismo.

Segundo. Aunque los anticlericales suelen decirse ateos, en realidadson creyentes de una religión política bastante peculiar, según la cual laIglesia es el nuevo Satán, la causa de todos los males, la abominación mayor oincluso única que hay que extirpar por todos los medios, desde la denuncia nocontrastada hasta el genocidio. Por tanto, el anticlericalismo reproduce en las

nuevas condiciones las formas de mentalidad religiosa más inquietantes.

  Tercero. Al hacer de la Iglesia el único o principal enemigo el

anticlericalismo logra que se olviden las causas primeras de mal social. Casitodo él es partidario del Estado y del capitalismo. El anticlericalismo hace delclero el chivo expiatorio al que culpar de todos los males, exculpando con elloal Estado-capital. Es ya un tópico que, por ejemplo, aquél nunca entra en lacrítica de los aparatos militares, apareciendo casi siempre como militarismo defacto. Hoy la Iglesia no es ni la única ni la primera causa de mal social, dadoque está muy disminuida en su poder y audiencia. Además, sea lo que fuere,debe ser considerada como una institución más, y criticada con verdad, rigor yserenidad. En el presente las formas más atroces de pensamiento reaccionariono son religiosas sino arreligiosas y a menudo anti-religiosas: ahí está

Nietzsche para probarlo.

Cuarto. El ateísmo e irreligiosidad no son garantía de pensamiento másverdadero, o de sistemas de ideas más emancipador, ni de prácticas políticas yordenes sociales liberadores. En la revolución francesa los anticlericalesfueron los peores verdugos de las clases populares y las mujeres; en elbolchevismo el ateísmo fue una forma de violentar la libertad de conciencia yuna justificación para las matanzas en masa y el gulag. Una parte notable delos jefes nazis eran ateos, incluyendo Hitler, al parecer, lo que ocultaban pormotivos de oportunidad política. En la guerra civil, 1936-1939, se realizó una

matanza a gran escala de creyentes que no estaba justificada, salvo unospocos casos, por la vinculación de éstos al fascismo de Franco. Eso ha hecho

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que una ideología en sí misma acertada, el ateísmo, esté en el presente,desacreditado. Es además, bastante estéril e inoperante como sistema deideas, ya que muy poco de nuevo y bueno produce, por causa delirracionalismo consustancial engendrado por su no diferenciación nítida con elanticlericalismo.

Quinto. La libertad de conciencia es un bien que no puede ser puestoen cuestión, y la revolución integral ha de crear, antes que cualquier otracosa, una sociedad en que aquélla sea una realidad. La libertad religiosaforma parte de la libertad de conciencia, nadie puede ser perseguido por sureligión, del mismo modo que nadie puede ser perseguido por no tener religióno por criticar a las religiones. Hay que crear un orden social en el que todospuedan en igualdad de condiciones practicar y exponer sin creencias eincreencias, en la confianza en que de esa libre concurrencia de las ideassaldrán formas superiores de pensamiento y existencia. Las religiones no han

de imponerse y el ateísmo tampoco.

Sexto. Es pura demencia lo que está en el fondo de casi todo elanticlericalismo, dicho o más a menudo insinuado, que “todo vale” paraextinguir el poder del clero, incluida el exterminio físico de sus miembros. Esose pone de manifiesto en, por ejemplo, la rotunda negativa de los partidos deizquierda aún hoy a admitir los crímenes por ellos cometidos en la guerra civil,reconocerlos como un error descomunal y pedir perdón. Tras esta cuestiónpermanece agazapada la mentalidad genocida de la izquierda pro-capitalistafinanciada por el Estado, dispuesta a cualquier atrocidad con tal de hacerse

con el poder y conservarlo.Séptimo. Pocas cosas favorecieron tanto la causa del fascismo en la

guerra civil como la impolítica, demente y sádica persecución religiosadesencadenada por la izquierda. Gracias a ella Franco encontró apoyosinternacionales y en el interior del país, que en el caso que se hubiera dado untratamiento justo a la cuestión religiosa jamás habría tenido. Ello contribuyópoderosamente a que ganase la guerra. Es éste un ejemplo muy bueno delsignificado político del anticlericalismo como ideología contra-revolucionariaque protege y ampara al capitalismo de diversas maneras.

Octavo. La burguesía, sea creyente o atea, es enemiga natural delpueblo y del ser humano. Lo mismo cabe decir del Estado. El pueblo no debedividirse por motivos religiosos, no puede quedar escindido en creyentes y nocreyentes, ni en creyentes de esta religión y la otra. Son los grandes sistemasde poder, deshumanización, explotación y dominación los que tienen que serderribados, el capital y el Estado. Para hacerlo el pueblo, sea ateo o religioso,sea católico, judío, budista, musulmán o de cualquier otra fe, tiene que unirsepara instaurar una sociedad libre, autogobernada y autogestionada, sin enteestatal ni clase empresarial, donde la libertad de conciencia sea real y nadie

sea forzado, violentado o manipulado para creer o dejar de creer.

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Noveno. El anticlericalismo burgués, al ser consustancialmentefisiologista-zoologista y negar los componentes espirituales del individuo,subhumaniza al sujeto. Su criatura ideal, a medias humana, no es apta paraluchar por la libertad, para realizar la revolución integral. Lo espiritual esparte integrante de lo humano y es error mayúsculo dejar la espiritualidad

como patrimonio de las religiones. Quienes somos no creyentes, los agnósticos y ateos, tenemos que fomentar y producir formas especificas de espiritualidadnatural, que lleven a la persona al culmen de su grandeza, eficaciatransformadora y dignidad, haciéndola apropiada para abordar las grandesempresas que este momento de la historia demanda. Sin espiritualidadnatural jamás habrá una revolución que derribe la dictadura del Estado-capital porque no habrá seres humanos con la suficiente inteligencia, coraje,sociabilidad, ética, fortaleza, austeridad funcional, sentido de la justicia,disposición autocritica, generosidad vivencial y espíritu de servicio pararealizarla.

Décimo. El gran daño del anticlericalismo burgués es ocultar a lapersona común la colosal significación revolucionaria del cristianismoprimero, el único auténtico. Sin incorporar partes sustantivas de éste a unanueva cosmovisión revolucionaria no es posible triunfar frente al capitalismo yal ente estatal. En esto coincide con el clero. En efecto, el anticlericalismo y laIglesia han logrado que el cristianismo revolucionario sea ignorado: éste es elmayor servicio que uno y otra, unidos en la tarea, hacen al poder constituido.

Onceavo. La crítica de las religiones ha de hacerse con argumentos y no

por la fuerza, con la aportación de elementos persuasivos no con lavisceralidad y el aborrecimiento patológico. La libertad religiosa ha de serrespetada en todas las circunstancias. El pensamiento obreristadecimonónico, al ser un reduccionismo radicalmente empobrecedor, no seocupaba de aspectos sustantivos de la condición humana (los temasexistenciales y la ética sobre todo, por citar los dos más importantes) que eranasí dejado como materia a las religiones. Por tanto, sólo una cosmovisión derevolución integral está en condiciones de presentar una alternativa a loreligioso, en particular a su elemento más negativo, el clero profesional.Únicamente desde ella puede realizarse con garantías de éxito la detracción

razonable de las religiones.