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8/19/2019 Idiotas _ Escohotado_ EL PAÍS http://slidepdf.com/reader/full/idiotas-escohotado-el-pais 1/3  ANTONIO ESCOHOTADO 5 MAY 1993 TRIBUNA:  Idiotas  Archivado en:  Opinión Elecciones Generales 1993 Elecciones generales Elecciones España Política  Aunque el Diccionario de la Real Academia ayuda realmente muy poco -pues define la idiota como "hecho o dicho propio del idiota", y al idiota como "quien padece de idiocia"-, tras esa vieja palabra griega hay bastante miga. En tiempos arcaicos, cuando tiranos y reyes eran la norma, idiotés parece haber designado al simple particular, o cuando mucho al hombre común, por contraste con los de cuna o ingenio no común. Pero al optar algunas ciudades griegas por el autogobierno, idiotés pasó a nombrar una amalgama de desidia, pusilanimidad e inconsciencia, en épocas donde semejante cosa supone ceder las riendas del Estado a embaucadores y ladrones. De ahí que el idiota no fuese un simple imbécil o persona corta de luces, sino alguien que delegaba tranquilamente en otros el cuidado de lo común y, por tanto, suyo. Así lo expone Pericles en su discurso más célebre, donde termina diciendo que "quien se desentiende de lo público no es para nosotros tan sólo un tranquilo, sino un inútil".A mi  juicio, esas palabras del 410 antes de Cristo siguen marcando en 1993 las lindes que separan a tranquilos (y parásitos suyos) de quienes, por citar otra vez a Pericles, "aman la belleza con economía y el saber sin molicie". Para estos últimos, desde luego, no hay modo de rehuir la idiocia -y con ella sucesivas clases políticas, dedicadas a pastorear con seres humanos a modo de ovejas- si la ciudadanía no se asegura el derecho a ser consultada, cuando ella lo decida, sobre cualquier norma obligatoria vigente. Otra cosa no merece llamarse democracia. Consolados por la posibilidad de echar periódicamente al prefecto, muchos olvidan que su verdadera conveniencia es pulir la prefectura. Al constatar la corrupción de un Gobierno -algo consustancial a la política, mientras se mantenga como profesión-, sólo piensan en votar a otro, incluso cuando le saben orientado básicamente a lo mismo. Y éste, aprovechando la suma de fraudes perpetrados por su antecesor, promete todo cuanto prometió aquél, pero en modo alguno reformar aquella estructura que le aupó a. campeón del cohecho. La bola rueda así, logrando que el censo se !resigne a optar por el gobierno de fulano o de mengano, e ignora su derecho a proponer o cambiar leyes. Con ello, una sociedad se condena a ser electorado manipulable en vez de ciudadanía constituyente, elemento pasivo en vez de activo. Se objetará que todas las constituciones modernas parten de lo que Montesquieu llamó "moderación" del, poder, consagrando una estricta separación entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Pero ¿dónde pasa eso? Aquí el Tribunal Constitucional lo nombran cuatro cuerpos, tras de los cuales están invariablemente las ejecutivas de los partidos. Menos independientes son aún las Cortes, cuyos miembros no podemos elegirlos uno a uno y por sus respectivos méritos, a juicio nuestro, sino en listas cerradas y numeradas de arriba abajo, que se aceptan o rechazan como lentejas: las comes o las dejas. De hecho, no se entiende cómo sus señorías osan siquiera llenar un hemiciclo cuyo destino es estar literalmente medio vacío,, considerando que representan a la mitad escasa del censo. Y si en los próximos comicios votasen todos, ¿haremos un hemiciclo con el doble de plazas, o se acomodarán los diputados unos encima de otros? En tiempos de grandes ahorros, donde se le discuten subidas casi simbólicas a toda suerte de empleados -incluso de negocios enormemente prósperos-, ¿por qué no ceñir la representación de sus señorías a porcentajes? Mirando hacia el futuro, ¿no es razonable (y MIÉRCOLES, 5 de mayo de 1993 ARCHIVO EDICIÓN IMPRESA 

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ANTONIO ESCOHOTADO 5 MAY 1993

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Aunque el Diccionario de la Real Academia ayuda realmente muy poco -pues define la idiotacomo "hecho o dicho propio del idiota", y al idiota como "quien padece de idiocia"-, tras esavieja palabra griega hay bastante miga. En tiempos arcaicos, cuando tiranos y reyes eran lanorma, idiotés parece haber designado al simple particular, o cuando mucho al hombre

común, por contraste con los de cuna o ingenio no común. Pero al optar algunas ciudadesgriegas por el autogobierno, idiotés pasó a nombrar una amalgama de desidia, pusilanimidade inconsciencia, en épocas donde semejante cosa supone ceder las riendas del Estado aembaucadores y ladrones. De ahí que el idiota no fuese un simple imbécil o persona corta deluces, sino alguien que delegaba tranquilamente en otros el cuidado de lo común y, por tanto,

suyo. Así lo expone Pericles en su discurso más célebre, donde termina diciendo que "quiense desentiende de lo público no es para nosotros tan sólo un tranquilo, sino un inútil".A mi

juicio, esas palabras del 410 antes de Cristo siguen marcando en 1993 las lindes que separana tranquilos (y parásitos suyos) de quienes, por citar otra vez a Pericles, "aman la belleza coneconomía y el saber sin molicie". Para estos últimos, desde luego, no hay modo de rehuir laidiocia -y con ella sucesivas clases políticas, dedicadas a pastorear con seres humanos a

modo de ovejas- si la ciudadanía no se asegura el derecho a ser consultada, cuando ella lodecida, sobre cualquier norma obligatoria vigente. Otra cosa no merece llamarse democracia.

Consolados por la posibilidad de echar periódicamente al prefecto, muchos olvidan que suverdadera conveniencia es pulir la prefectura. Al constatar la corrupción de un Gobierno -algoconsustancial a la política, mientras se mantenga como profesión-, sólo piensan en votar aotro, incluso cuando le saben orientado básicamente a lo mismo. Y éste, aprovechando lasuma de fraudes perpetrados por su antecesor, promete todo cuanto prometió aquél, pero enmodo alguno reformar aquella estructura que le aupó a. campeón del cohecho. La bola ruedaasí, logrando que el censo se !resigne a optar por el gobierno de fulano o de mengano, eignora su derecho a proponer o cambiar leyes. Con ello, una sociedad se condena a ser electorado manipulable en vez de ciudadanía constituyente, elemento pasivo en vez de activo.

Se objetará que todas las constituciones modernas parten de lo que Montesquieu llamó"moderación" del, poder, consagrando una estricta separación entre el Ejecutivo, el Legislativoy el Judicial. Pero ¿dónde pasa eso? Aquí el Tribunal Constitucional lo nombran cuatrocuerpos, tras de los cuales están invariablemente las ejecutivas de los partidos. Menosindependientes son aún las Cortes, cuyos miembros no podemos elegirlos uno a uno y por sus respectivos méritos, a juicio nuestro, sino en listas cerradas y numeradas de arriba abajo,que se aceptan o rechazan como lentejas: las comes o las dejas. De hecho, no se entiendecómo sus señorías osan siquiera llenar un hemiciclo cuyo destino es estar literalmente mediovacío,, considerando que representan a la mitad escasa del censo. Y si en los próximoscomicios votasen todos, ¿haremos un hemiciclo con el doble de plazas, o se acomodarán los

diputados unos encima de otros?

En tiempos de grandes ahorros, donde se le discuten subidas casi simbólicas a toda suerte deempleados -incluso de negocios enormemente prósperos-, ¿por qué no ceñir larepresentación de sus señorías a porcentajes? Mirando hacia el futuro, ¿no es razonable (y

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económico en grado sumo) un delegado del PSOE con equis votos, otro del PP con los suyos,y así sucesivamente? ¿No se lograría con ello que unos pocos asumieran personalmente lasresponsabilidades legislativas, en vez de imitar a una claque destinada a abuchear o aclamar en bloque lo mandado por alguna dirección, que reside siempre en otro sitio?

Metidos en la era informática, donde vale céntimos transmitir decisiones a la velocidad de laluz, ¿por qué acudir a las urnas una vez cada varios años, cuando un aparatito acoplado altelevisor puede recibir todo el dossier relativo a cada ley, y lograr que los ciudadanos votenpor sí mismos? Siendo tan sencillo a nivel técnico, ¿por qué no un sufragio continuo, puntual?

¿No sería una forma de incorporar al proceso legislativo ese 50% del censo que hoy declinaintervenir? ¿Para quién sería catastrófico que pudiéramos votar cosa por cosa, ley por ley, envez de elegir un mesías político de cuatro en cuatro años?

Los que ahora rondamos el medio siglo aprendimos en aulas y libros que las leyes eranmeras superestructuras y que el progreso pedía pasar de la iniciativa privada a una férreaplanificación estatal. Luego vimos que el bendito progreso -si alguien sigue creyendo en algoasí- tiene otros horizontes, y que la solución ha sido mantener la privacidad a nivel de lucro,pero seguir calladamente al leninismo en su línea de burocratización a ultranza, hasta elevar el control de todo y de todos a finalidad última. De ahí que nuestro paisaje vuelva a ser el deunas simples leyes, unas leyes que podríamos acatar ciegamente y que también cabría

mejorar en supuestos determinados.

Como esto segundo nadie lo hará por nosotros, y menos que nadie la profesión política, unamanera de no rendirse es reivindicar formas de democracia directa, recurso al poder plebiscitario. Dando al electorado voz en el legislativo, tal como el jurado se la confiere en el

judicial, el derecho de la ciudadanía a convocar consultas locales y nacionales es uninnegable fortalecimiento de la libertad. Sienta participación allí donde sólo rige una inermedelegación, devolviendo a cada individuo su alta y honrosa responsabilidad en la custodia delbien público. Y déjenme añadir que mientras ese derecho no pueda ejercerse regirá en vez dela consulta popular su insidioso sucedáneo, el sondeo político, cuya meta no es tanto saber loque alguien piensa como encauzar subliminalmente las preferencias del sondeado en una u

otra dirección.

Pese a lo legítimo de querer ser consultado, en vez de manipulado con encuestas, y pese alimprevisto amigo que resulta ser el ordenador para montar tantos y tan económicosplebiscitos como queramos, es preciso tomar en cuenta que ciertas normas bloquean elcamino. En primer término, un precepto constitucional -el apartado 32 del artículo 149- declara"prerrogativa exclusiva del Estado" (léase Gobierno) "la convocatoria de consultas popularespor vía de referéndum".

Y bien, con idéntico motivo le asignaría uno al gremio de caseros la defensa del gremio deinquilinos, o al revés. Pero tal perversidad no viene sola, y se coordina con otro precepto -elpárrafo 3 del artículo 87- que excluye consultas en materia fiscal o propia de ley orgánica,

vedando así lo que . precisamente debe ser más vigilado, pues atañe a principios deorganización política y al saqueo de nuestros bolsillos. Por si esto fuera poco, el comienzo delartículo declara que "una ley orgánica regulará formas y requisitos de la iniciativa popular parapresentar proposiciones de ley". Dicha ley -qué casualidad, como la del jurado- no da remotasseñales de vida desde 1978.

El casi es que toda norma admite interpretación, y tanto las Cortes como el TribunalConstitucional podrían apoyarse en otros artículos de la Constitución (empezando por laprimera frase del preámbulo) para instar un sistema plebiscitario accesible y rápido. Comopoder y querer no son lo mismo, el ciudadano queda librado a preguntarse en qué camposparece más urgente instar consultas populares, y hacer uso de las vísperas electorales para

pensar por sí mismo. Una vez abierto a esa perspectiva, el simple sentido común detectabastantes proposiciones de ley con posibilidades de ganar holgadamente un referéndum; yomismo ardo en deseos de comunicar alguna sobre función pública, soberanía fiscal ycontratos-tipo. Si otros expusieran las suyas, hasta podría haber algún intercambioestimulante de impresiones.

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Algo de origen tan pedestre difícilmente tendrá acomodo en los renovadores programas dePSOE, PP o IU. Cabe incluso que ningún partido se comprometa siquiera a desbloquear la leyorgánica prometida constitucionalmente, punto de partida insoslayable para que seamosciudadanía en vez de puro rebaño. En ese caso, sin embargo, cuando llegue el bombardeo deinflamados mítines y frenética propaganda, con personas que juran servir muy fielmentenuestra libertad si acceden al Gobierno, quizá no sea el único en sostener que nos toman por idiotas.

Antonio Escoho tado es pro fesor titular de Sociolog ía de la UNED.

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