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iffiBBfó PUBLICACIONES MÉDICAS BIOHORM —SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA Director: Dr. Manuel Carreras (Editorial Rocas) N.° R.: B. 1023-63. D. L.: 27541-63 Barcelona, octubre de 1971 Dr. MANUEL CARRERAS-ROCA SOBRE MEDICINA SOCIAL E HIGIENE DEL TRABAJO - SIGLO XIX - Comentarios a la «HIGIENE DEL TEJEDOR» del Dr. D. Joaquín Salarien 6 M&H

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iffiBBfóPUBLICACIONES MÉDICAS BIOHORM —SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA

Director: Dr. Manuel Carreras (Editorial Rocas) N.° R.: B. 1023-63. D. L.: 27541-63

Barcelona, octubre de 1971

Dr. MANUEL CARRERAS-ROCA

SOBRE MEDICINA SOCIALE HIGIENE DEL TRABAJO

- SIGLO XIX -Comentarios a la «HIGIENE DEL TEJEDOR» del Dr. D. Joaquín Salarien

6M&H

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SOBRE MEDICINA SOCIALE HIGIENE DEL TRABAJO

- SIGLO XIX -

Dr. MANUEL CARRERAS-ROCA

Hay obras que, además de anticiparse a su Hoy, a más de cien años de distancia, si bientiempo, constituyen el más fiel testimonio de la memoria del doctor Joaquín Salarich, enuna época y sirven, a uno o más siglos de dis- su exposición de los Medios físicos y moralestancia, de excelente medio de información so- para evitar las enfermedades y procurar elbre tiempos pasados. Una de estas raras obras bienestar de los obreros ocupados en hilar yes la «HIGIENE DEL TEJEDOR», del doctor tejer el algodón, como reza su subtítulo, hanJoaquín Salarich, que en 1857 fue premiada quedado superados por las modernas técnicascon medalla de oro y título de socio correspon- industriales y el progreso social, continúa vi-sal por la Academia de Medicina de Barcelo- gente en su esencia puesto que los factoresna, justo galardón al mejor trabajo opositor esenciales de esta compleja problemática, ex-al concurso convocado por la Academia, y en puestos por Salarich, no han sido superadosel que se exigía la presentación de Una Memo- todavía: «la lucha antigua y rencorosa entreria en forma de cartilla que señale los medios trabajo y capital» subsiste y, si han sido me-higiénicos con los que puedan precaverse en joradas las condiciones de vida del obrero, lalas fábricas, talleres, obradores, etc., las enfer- concentración industrial continúa producien-medades que acarrean los materiales que se do los mismos «deplorables efectos sobre laelaboran, las máquinas y los instrumentos que salud pública», por él apuntados, ya que si else usan. obrero del pasado siglo se veía «obligado a res-

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Primer facsímil de la«HIGIENE DEL TEJEDOR» El Dr. Joaquín Salarich

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Barcelona, 1821: «La fiebre Amarilla» KSIB^BHK^mi-IA»^ f~ T^T~*TF^BBP3L!WL. S r$

pirar muchas veces un ambiente contaminado todos nuestros trabajos, han tenido un pre-e insalubre», hoy, la vida moderna, con su cursor, unos mesías que redimen al hombremonstruosa polución atmosférica, hace igual- con unas invenciones que son posteriormentemente irrespirable el aire de nuestras ciuda- mejoradas por otros hombres. Es en este as-des industr iales. pecto donde debemos buscar la grandeza delEn nuestra opinión, si hay una causa que haya estudio de Salarich, auténtico precursor de laposibilitado al trabajo del doctor Salarich a medicina del trabajo y de la promoción so-superar el embate de los años, ha sido su in- cial de las clases menos privilegiadas. Es latencionalidad, ese lúcido propósito de acó- suya una denuncia, un grito desgarrado demeter el análisis del problema desde su mis- a larma ante la situación insostenible de unosma entraña. Sin duda, de haber adoptado una seres que con su esfuerzo están creando lasposición más cómoda, una postura menos modernas nacionalidades. Su aparente pater-comprometida, hoy, la HIGIENE DEL TEJE- nalismo, la aparente resignación de SalarichDOR se nos caería de las manos. Y, todo lo ante un estado de cosas, es sólo la necesariacontrario, sin embargo, es hoy cuando se nos cautela del hombre que sabe no puede denun-revela en su verdadera y magna dimensión. ciar abiertamente y que sabe que el progresoLos historiadores, los novelistas, en general, del hombre se debe más al esfuerzo individualnos escamotean la auténtica vida de la época que al señuelo de una acción política conjun-que relatan y es que, el mundo de las dinastías, ta, pues, como la historia nos está enseñandoel mundo de los héroes históricos o l i terarios, ahora, el más furibundo marxismo de otras dé-no es el mismo mundo que el del obrero. Por cadas termina pactando con la más extremadafortuna para nuestro conocimiento la «HIGIE- reacción de los tiempos modernos.NE DEL TEJEDOR» nos revela cuál era la vi- Lúcido, serio, hasta, nos atreveríamos a de-da del menestral catalán de hace un siglo, la cir, un poco asustado por los límites a que levida de nuestros mayores, ascendientes quizás ha llevado su estudio, el mismo Salarich nosde muchos de nosotros, y que en las páginas de advierte que «de la sencilla lectura de estosSalarich dejan de ser unos entes sociales mar- apuntes, que he procurado escribir en estiloginados, objeto sólo de frías estadísticas, para llano e inteligible a las clases menos ilustra-:obrar una dimensión humana, trágicamente das, se desprenden imágenes sombrías, cua-fiumana. Y es que este análisis, 4e ello no hay dros desconsoladores y tr is t ís imas consecuen-duda, sólo puede haberlo hecho un médico co- cias. La clase obrera sufre y alimenta en sumo Salarich, pues es el médico quien saja interior un cáncer que la consume y aniquila;;on decisión el absceso y extrae la podredum- úlceras roedoras y corrosivas van destruyen-?re que, con exquisita pudibundez, habrían do las carnes de este cuerpo del que va a que-íur tado con la gasa de la hipocresía políticos dar sólo el esqueleto con todo su lívida desnu-í historiadores. dez, si la ciencia y el poder no t ra tan de opo-Se podrá argüir, a la vista del trabajo de Sala- ner el hierro o la triaca que detengan los pro-'ich, que resulta anticuado, tremendista, in- gresos de la gangrena, cuya aparición ha asus-*enuo, lo que sea. Pero, ¿qué obra del pasado, tado a los economistas y a los gobiernos»,i la luz de hoy, no parece anticuada? Tenga- En este mismo contexto de anticipación debe-nos en cuenta que todos nuestros progresos, riamos destacar la obra precursora de la Acá-

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demia de Medicina de Barcelona, adelantada en cuenta que si bien en la España del siglode su época, pues con su concursó se anticipa al xix el fuego revolucionario no había llegadoCongreso Internacional de Beneficencia cele- a la virulencia de los demás países de Europa,brado en Bruselas y rebasa muy ampliamente la chispa de la revolución había prendido tam-los objetivos propuestos por los congresis- bien, lo mismo que en Alemania, Francia, Ita-tas en la capital belga. Mientras éstos se limi- lia, Hungría, Bohemia y hasta en el mismo Va-tan a establecer las bases en que podría funda- ticano. Si en 1834, en París, la Sociedad de losmentarse una beneficencia internacional, la Derechos del Hombre sucumbe tras una pur-Academia de Medicina de Barcelona y con ella ga y en 1848, en Londres, Marx lanza la bombaSalarich buscan la forma de prevenir las difi- de su manifiesto, en Barcelona, la situación nocultades de desarrollo con que tropieza la cía- es mucho más halagüeña. Jaime Balmes es-se obrera, en lugar de proveer unas simples or- cribe a Vilumá, poco antes de su muerte ; «me-denanzas benéficas, lo que sería, para decirlo dito a solas y devoro los periódicos francesessin ambages, dar carta de naturaleza a una si- donde se proyecta en todo su grandor aquel te-tuación injusta. rrible suceso. Ya veo que en Madrid se hacen«Esta Academia —nos dice el propio Sala- leyes excepcionales. Lo que debería hacerse esrich—, que ha comprendido la alta misión que gobernar bien. Piden licencia para meter a unle está confiada, y que solicita, y que cuidado- ciudadano en la cárcel, como si de tiempo in-sa vela por la salud y mejora de una parte no memorial no disfrutaran las autoridades es-menos numerosa que desgraciada del pueblo, pañolas del mismo derecho». Todo el mundotiene la alta satisfacción de haberse adelanta- se trastorna y se agita. Pío IX no está en Roma,do al llamamiento filantrópico y humanitario Ha sido desterrado. La bula Ineffabilis reco-del Congreso Béligo; siendo la primera en pro- rre el orbe cristiano y España, país marianccurar el alivio y la disminución de los males por excelencia, la rechaza. En Cuba, el padreque afligen a esta numerosa clase, no menos Claret lucha por mejorar la situación de loslaboriosa, que digna de mejor suerte.» esclavos y es tachado de «revolucionario abo-Pera también Salarich va más lejos aún, preo- licionista y enemigo de la propiedad». En Ma-cupado por la «duración excesiva del trabajo drid, las Cortes aprueban la ley de desamorti-de los niños, y la falta de instrucción» le in- zación civil y eclesiástica. Comienza la guerraquietan seriamente, como le inquietan tam- de África. Inglaterra, pese a la oposición de lsbien «el trabajo de noche, las viviendas insa- economía catalana, apoya los movimientos re-lubres, y los accidentes que ocurren en los volucionarios españoles para poder seguir intalleres, donde trabajan tantos infelices» y iroduciendo sus manufacturas. Prim se su-«recomienda la adopción de medidas capaces bleva en Villarejo y los sargentos en San Gilde aminorar los efectos de estas causas, que En Madrid, el pueblo se lanza a la calle y letan rudamente gravitan sobre esta clase des- vanta barricadas. La revolución prende en e'valida de la sociedad». Principado de Cataluña. El rey de Cerdeña inEs posible que, a primera vista, la situación vade los Estados de la Iglesia. Isabel II e<que juzga Salarich nos parezca desorbitada y destronada.es por ello que debemos tener buen cuidado En este clima de agitación constante, por suen situarla en su contexto histórico. Tengamos puesto, quien más sufre es el menos favoreci

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_._.___ •*aBgH^agVJ^»'-"y *. "'•" ' * S | ' §8EI'>S Primer equipo de obreros que trabajaron, I "'•^^E^^^Ti^S'1fcV~"™'!''í'^B ' V P % V ' en la Exposición de 1888

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do, el artesano, el obrero, el tejedor catalán, tos. Esta doble personalidad del médico la ve-a quien Salarich toma como arquetipo de su m o s ampliada en el doctor Salarich, cuya gran-estudio. Al contrarío de Marx, quien tomando d e z a n o estriba sólo en esta faceta de médicola dialéctica de Hegel de prestado intenta es- redentor. Su visión es mucho más amplia, co-tablecer una ley fundamental del devenir his- m o lo vemos cuando recuerda a los gobiernostórico a partir de la constante resolución de s u inexcusable obligación de no olvidar a «laslos conflictos, Salarich, ajeno a la abstracción masas inmensas de los obreros, que ellos go-del marxismo, propugna una serie de solucio- biernan y arreglan perfectamente en sus no-nes humanas y directas que,.si bien no van a tas, masas que no son guarismos abstractosresolver de inmediato el porvenir social de la que se avengan a modificación y arreglo. Sonclase obrera, si les pueden servir para acceder, guarismos de carne y hueso, que forman uncomo individuos, a una vida más digna y me- cuerpo colosal, por cuyas venas corre una san-jor. Por otra parte, no hay duda que Salarich gre ardiente y viciosa; el cáncer de la desmo-había visto bien el resultado final del fenó- ralización corroe sus entrañas; los instintosmeno de la agitación política. A ningún espí- aviesos neutralizan los benéficos resultadosritu avisado de su tiempo podía escapársele de las ventajas materiales que se le propor-el hecho de que toda la serie de movimientos cionan. Y es que se olvida lo más esencial, elrevolucionarios que habían sacudido a Europa que no se le moraliza, no se le inculcan lasdesde comienzos del siglo xix, en 1850, nin- ideas religiosas que deben sacarle del lodazalguno de ellos había cristalizado. Contra ma- vicioso en que vive sumergido, no se ilustrayor era la convulsión, más aguda era la reac- su entendimiento para hacerle conocer el es-ción. Y en la segunda mitad del siglo, la si- tado abyecto en que vegeta; no se le educatuación se mantiene invariable. En 1871 la para que pueda un día ensanchar el angosto«Commune» de París, el último brote virulen- círculo que le comprime y le sujeta en su es-to, será también aniquilada por el gobierno tado de miseria y de idiotismo»,de Thiers. La estabilización conservadora es Estos factores que Salarich apunta han sidototal y se mantiene hasta comienzos del si- ya superados o están en vías de relativa su-glo xx. peración, pero, insistimos, el mérito de Sala-Todo este flujo y reflujo político del siglo xix rich está en el valor precursor de su obraha servido, naturalmente, para sedimentar el dentro de la medicina del trabajo, situando-progreso social de nuestros días, progreso to- se España, con él, al nivel de las naciones dedo lo relativo que se quiera, pero progreso al Europa en este terreno pues la «HIGIENEcabo. DEL TEJEDOR» aparece casi simultáneamen-Sin embargo, el médico, al ser que sufre, no te al estudio de Villerme en Francia y a lasle puede decir que la medicina que aliviará obras de Percival y Thackarh en Inglaterra,sus males tardará ochenta o cien años en ser El profesional médico, naturalmente, no po-inventada. La humanidad, esa segunda natu- día permanecer ajeno a un hecho tan signi-raleza que hay en el médico, le hace improvi- ficativo en la historia del hombre como fuesar el consuelo, le hace inventar el fármaco la industrialización, con sus secuelas de in-jue si no cura, alivia; su deber es curar y fluencia sobre la salud pública: la contamina-:uando ello no le es posible, mitiga sufrimien- ción de la atmósfera y la específica patología

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VIBarcelona, 1935: Somorrostro

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derivada del trabajo en las fábricas. Ya en q u e s u libro está destinado, mas sin ahorrar-1841 la Real Academia de Medicina y Cirugía j e u n a s sabrosas citas que amenizan y docu-de Barcelona emite un dictamen sobre «la fá- mentan la lectura : «Los antiguos —nos dice—brica de vapor que se erigió en el antiguo con- conocieron toda la importancia de esta partevento de San Agustín y perjuicios que pueden ¿e j a medicina, según se deduce de los prin-causar las chimeneas a la salud pública». En cipios proclamados por Hipócrates, Plutarco,1852, la misma Corporación publica las «Con- Pitágoras y Galeno; muchos legisladores for-sideraciones sobre los inconvenientes que irro- marón de sus preceptos leyes rigurosas y prác-gan a la salud de los jornaleros y a la pública t i c a s ¿e religión, porque conocían lo muy in-de Barcelona las fábricas y en especial las de dispensable que es al hombre el sujetar todasvapor y sobre la ventaja de trasladarlas a s u s acciones y movimientos a leyes constan-las llanuras de Casa Túnez», del doctor D. Joa- tes para librarse de incomodidades y prolon-quín Font y Mosella. Tres años más tarde, la g a r s u existencia al través de mil contrarie-misma Academia convoca un concurso desti- dades y enemigos.»nado a premiar la mejor Memoria sobre el Estos enemigos del obrero moderno le rodeantema que responda a esta pregunta: «¿Qué insidiosos, no como el aire, pues falta estemedidas higiénicas puede dictar el Gobierno elemento en las angostas fábricas donde sea favor de las clases obreras?» Por último, en t e j e . Por ello el aire debe ser renovado, «es-1856, Salarich obtiene otro premio con su «HI- pecialmente en las cuadras, talleres y demásGIENE DEL TEJEDOR» mientras el accésit al localidades de poca ventilación, y mucho másmismo fue ganado por un estudiante de Me- en aquellos en que el aire contenga otras sus-dicina, Antonio Prats y Bosch, con un opúscu- tancias dañinas fuera de las de su composi-lo titulado «Higiene del operario de una fá- ción. Todos los hombres, dice Foderé, tienenbrica de albayalde». derecho a respirar un aire puro, debiendo porEl tejedor de Salarich no es un frío guarís- consiguiente procurar los fabricantes que susmo en una tabla estadística, como él repro- obreros gocen de estos beneficios, haciendo en-chó a los gobiernos entenderlo, sino que para trar en sus cuadras una porción de aire nue-él un obrero es una totalidad individual, una v o , alejando de sus talleres y obradores laspersona inserta en un medio social y que, miasmas o causas que puedan inficionar lajustamente por situación, se ve afecta a una atmósfera, perjudicar la salud de sus opera-determinada patología. Al mismo tiempo, sin rios y contribuir a la ruina de sus propios in-embargo, el obrero así considerado no es sólo tereses, porque un obrero que bajo las mismasun enfermo en potencia, sino también un hom- condiciones de alimentación y robustez, res-bre que padece una serie de problemas de or- p i r a u n a a i r e mejor, podrá soportar más fa-den moral, de orden humano, económico, de tiga», y, con una pizca de maliciosa ironíaorden familiar, que son los que él intenta re- sabiendo que ahora se está dirigiendo al patrosolver con su CARTILLA. no, Salarich añade que, con una buena venti-Partiendo de este criterio comienza Salarich lación, la menor fatiga del obrero, redundaráaportando una serie de normas higiénicas para «precisamente en provecho de su amo, quieruso del tejedor, normas expuestas con un len- sacará más jornal» del operario,guaje claro y asequible, adecuado al lector al Analiza seguidamente Salarich las diferentes

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Barcelona el 1.° de Mayo de 1890,Puerta de la Paz y Ramblas

condiciones de trabajo en lugares con tempe- q u i e n no sólo gana con ello justo bienestar,raturas caliente y húmeda y caliente y seca, sino que también lo gana el gobierno o la aso-y cómo pueden influir en distintos individuos, dación «por el interés que la fábrica le re-lo mismo que, la influencia sobre el obrero de ditúa: háse probado con guarismos que el di-las temperaturas secas, fría y caliente. En n e ro empleado en las habitaciones para loscuanto a la habitación del obrero, recomienda obreros está con tanta seguridad colocado ySalarich una vivienda .donde penetre abun- puede producir una renta tan grande, comodante aire y sol, rehuyendo el lodazal de las la mayor parte de las cantidades que se des-calles sin empedrar, donde los obreros, por tinan a dar un interés. En Berlín, en Mulhou-ahorrarse unos céntimos, prefieren fijar sus se y en otros puntos no es el primer móvil elviviendas. Señala, a este respecto, la multitud interés, sino la caridad, la filantropía y la vir-de «artesanos de Barcelona que son víctimas tud las que han inspirado y dirigido estasde su tienda, porque por respeto a ella han asociaciones, porque así han inculcado a losdebido habitar en un subterráneo, que otro obreros el amor al orden, a las economías y anombre no merecen los oscuros, húmedos y la propiedad, proporcionándoles, por un mó-reducidos aposentos que le sirven de abrigo». dico inquilinato, el convertirse en dueños de«Si los grandes centros de fabricación estu- la casa a la que entran por inquilinos, pudién-viesen en poblaciones cortas y aisladas, en dola legar a su familia y posteridad como unaque las casas son comunmente de dos pisos, prueba de sus ahorros y laboriosidad. Estaen que el aire barre todas las cortas calles, idea hace nacer en su corazón pensamientosciertamente que la salud de los obreros sería nobles, ideas altamente sociales que el gobier-mejor, porque respirarían continuamente un no a toda costa debería infundir a las masasaire oxigenado, y se restablecerían con más para contrarrestar otros principios e ideas di-prontitud de las fatigas y de las pérdidas que solventes que actualmente dan días de luto apor el trabajo hubiesen experimentado. nuestra patria. Un propietario jamás incendia-d o s gobiernos que han procurado mejorar rá la propiedad de su vecino. Si los operariosla salud y conveniencia de la clase obrera, han de Valladolid y Palencia hubiesen sido pro-facilitado la construcción de casas destina- pietarios, ciertamente que no redujeran a ce-das a esta parte desvalida de la sociedad, pro- nizas las ricas y soberbias fábricas, cuya de-curando que estas casas y habitaciones sean saparición llora la sociedad entera»,sanas, protegiéndolas al mismo tiempo de los Igualmente, nos apunta Salarich la idea delperjuicios de los sub-arriendos, tan improduc- cooperativismo, pues el obrero que goza de lastivos al dueño como perjudiciales al inqui- ventajas de una de estas viviendas «no sólolino», añade con una visión de urbanista so- tiene la ventaja de habitar una casa sana ycial que, desdichadamente, las autoridades barata, sino que en ellas se forma una especiepocas veces han tenido en cuenta. En este as- de asociación para comprar artículos de con-pecto de crítica social y de la necesidad del sumo al por mayor, con lo cual se obtienenobrero de poseer una vivienda digna, recoge de mejor calidad y a más bajo precio».Salarich la iniciativa preconizada en Inglate- La posesión de una vivienda adecuada es tanrra para construir viviendas protegidas que importante como la limpieza de la misma. Sa-pasarán a ser propiedad del propio obrero, larich ofrece también unas normas a este res-

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Conferencia del Ministro - ,,| JKJcon los representantes huelguistas ' 1 f '• ~ ~*L § 1

pecto, destinadas a la esposa del obrero, que l a s fuerzas no se reparan completamente; losse complementan con el artículo destinado a órganos quedan irritables, se gastan prema-los vestidos. Igualmente, con destino al ama turamente y el individuo se pone flaco y des-de casa, expone una serie de normas higiéni- colorido. Si se duerme más de lo que corres-cas referidas a los alimentos y a las comidas, ponde, vienen todos los defectos que ocasionaque es todo un ejemplo de dietética racional y la falta de ejercicio. El cerebro pierde launa guía segura para que la mujer conozca aptitud para funcionar; y así el dormilón secuando un artículo ha sido o no adulterado. vuelve como tonto...»Esta plaga de la adulteración de los artículos Pero si el descanso es justo, el obrero no debede consumo, que parece un azote de nuestros malgastar sus horas de ocio, pues aquellosdías, ya era cosa sabida entre los pillos de « q u e pasan la tarde del día festivo en la ta-los tiempos del doctor Salarich, pues, como berna, en comilonas, en juegos de azar y pro-el mismo nos dice, los panaderos de Barcelo- hibidos, hacen un uso muy criminal del des-na añadían al pan «carbonato de potasa, de canso que deben a su naturaleza, y perjudicanamoníaco y sulfato de aluminio para hacerlo la salud, más quizás que si trabajaran. Losmás blanco». En cuanto al vino, aparte de que qUe para ser vistos gastan en el vestir másalgunos lo «hacen sin el zumo de la uva», nos de lo que les permite el salario, que frecuen-ilustra Salarich respecto a cómo los conse- tan demasiado el teatro, faltan también a locheros acostumbraban a introducir «durante que deben a su familia, cuyos recursos mal-la fabricación cantidades crecidas de yeso, o gastan».una mezcla de yeso y arcilla, azufrando los to- El ocio, generador de pasiones malsanas, preo-neles que deben recibir el vino; de modo que, cupa también al educador que es Salarich:examinada la naturaleza de dichas sustan- «como el agua tofana, matan insensiblemen-cias, resulta que contiene el tonel grandes te; su acción es lenta pero segura» e, insidio-proporciones de sulfato y algo de acetato de sas, «en su nacimiento piden, en su desarrollocal, ácido sulfuroso y sulfúrico, de que se sa- exigen, y en su poder obligan».turará el vino». Analizando lo funesto que las pasiones obran«¿Qué mal han hecho los obreros —se pre- sobre el individuo, con espíritu moralizador,gunta—, los pobres artesanos, a quienes des- Salarich recarga deliberadamente las tintaspues del trabajo de todo el día, se les dan ali- para obtener así un mayor efecto catártico en-mentos nocivos, comprados con el sudor de tre sus lectores. Estos exhortos, que si biensu rostro?» hoy pueden parecemos exagerados, no haySi la alimentación del obrero era un problema duda que eran los más idóneos en su tiempo,en el siglo xix, la cuestión del descanso era cuando, por ejemplo, la embriaguez alcohólicaun problema mayor. Con la única fiesta del era un verdadero azote entre la clase obrera,domingo, cuando no les era escamoteada para Salarich estudia el fenómeno a partir de surecuperar jornadas perdidas, y con unos ho- etiología: «Los malos ejemplos que desde lararios de trabajo verdaderamente agobiantes, infancia reciben de sus padres; el pasar elno es extraño que este aspecto de la vida obre- aprendizaje en talleres donde haya trabaja-ra preocupara grandemente a Salarich: «Si dores dados a esta pasión; los hábitos de fran-el sueño no es tan largo como corresponde, cáchela y de desorden que en sí lleva el com-

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IX

Barcelona: Barriada de Pekín

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pañerismo y el trabajo común en los talleres; la calle a unos desgraciados a quienes, salien-la ociosidad completa en los domingos; las do de una borrachera, les ha sorprendido elsuspensiones momentáneas del trabajo y la frío! ¿Se ha clamado acaso bastante contrahuelga del lunes en muchos pueblos; el creci- esos taberneros que a semejantes entes pri-do número de cafés y tabernas, donde pueden vados de razón les van dando de beber todobeber a todas horas y con exceso; finalmente, lo que van pidiendo, y que al salir de las ta-y esta es la principal, la falta o el olvido de los bernas, caen, tal vez para no volverse a levan-deberes morales y religiosos.» tar? ¿Cuándo tomará sus medidas la ley paraVencida la intemperancia, postrado ya el in- precaver accidentes de esta especie?dividuo en el embrutecimiento y la crápula, »La borrachera acorta la vida, aumenta el nú-en su degradación, «todas las ocasiones pare- mero y la intensidad de las enfermedades ycen oportunas para ir a la taberna: allí se va aun muchas veces imposibilita su curación,cuando la industria prospera, porque se gana »Obsérvese también, bajo el aspecto religio-buen salario y se tiene dinero; cuando falta so, que la borrachera ocasiona desórdenes entrabajo, porque nada se tiene que hacer; cuan- el cuerpo, los produce también en el alma, quedo se es feliz, para disfrutar; y cuando des- incita al hombre al libertinaje, a la cólera, algraciado, para mejor llevar sus pesares do- asesinato y al suicidio, que aumenta las ten-mésticos. En una palabra, la taberna es la taciones del mal, haciendo al individuo másresidencia continua del borracho, allí contrae sujeto a ellas, y que causa finalmente la pér-sus deudas, que paga cuando puede; allí ad- dida de muchas almas.»quiere sus amistades y ordena sus negocios, Salarich aporta soluciones a este tremendohasta aquellos que le son vitales.» problema de su tiempo. En el aspecto social,«La borrachera hace al obrero perezoso —si- no hay duda que las soluciones que propugnague—, jugador, querelloso y turbulento; le serían hoy impracticables. En el ámbito indi-degrada y embrutece; destruye sus buenas vidual, propone inocentes artificios que ensa-costumbres; escandaliza a la sociedad y le yó con éxito su colega Fournier, el cual «curóimpele al crimen. La borrachera es la causa completamente a dos mujeres, haciéndolesprincipal de las riñas, de muchos delitos, y de poner clandestinamente tártaro emético encasi todos los desórdenes que cometen los todos los espirituosos de que abusaban cadaobreros. Es un manantial fecundo de enferme- día, y disgustadas de los continuos vómitosdades y de muertes desgraciadas. M. Muret, que les ocasionaban tales brebajes, no tarda-en virtud del examen que hizo a los registros ron en abandonar un placer que se había con-mortuorios de Suiza, cree que en aquel país vertido para ellas en un verdadero suplicio.»la embriaguez mata más personas que todas Compañera de la embriaguez es la pereza, quelas otras enfermedades juntas... «embota las facultades intelectuales y puebla»La supresión repentina de la abundante de orates las casas de locos; los tejidos deltranspiración que hace la piel en las salas de cuerpo no transpiran, la anasarca, obesidad,las borracheras, supresión debida a la impre- hidropesía u otra enfermedad análoga termi-sión del aire fresco al salir de una orgía, pue- na los días del perezoso, que ha querido morirde ocasionar una serie de enfermedades. para descansar.»¡ Cuántas veces ha sucedido caer muertos en A su vez, inseparable de la pereza, es el juego :

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«el miserable que se asusta al hablarle del tra- el producto de una semana de trabajo, no hanbajo y que prefiere la miseria a la ocupación vacilado, para apacentar su pasión, en jugarútil, pasa días y noches enteras en el fondo de por anticipado el pan que debía alimentarlesuna taberna entreteniendo su espíritu con las un mes, dos y hasta tres meses; y lo más sor-emociones del juego de azar, perdiéndose con préndente que se hayan encontrado hombressus compañeros de orgía en este abismo sin bastante feroces para atisbar, durante la dis-fondo, tribución de los alimentos, a aquellos a quie-»Allí, alrededor de una mala mesa, junto a nes habían ganado en el juego el alimento, nouna copa de vino comprado con los ahorros de dejándoles hasta haberles arrancado el pe-su familia, pasa el vagabundo jugando la par- dazo de pan, sin el cual no podían pasar sinte más florida de sus años, que tan felices pu- sufrir mucho. Añadiré una última pincelada,diera disfrutar en el seno de una familia que que manifestará hasta qué punto puede cegarllora su extravío y sufre por su causa las ma- a un ser racional el delirio de la pasión al jue-yores privaciones; no goza del sol, de la luz, go. Los médicos de la casa central del monteni de los placeres sociales, porque su incuria Saint-Michael han observado a un preso que ju-y pasión le condenan a vivir aislado de todo gaba con tanto ardor, como que en la enferme-afecto ; porque sus amigos y su familia, cuya ría misma, doliente como estaba, aventurabadesventura causa, llegan a aborrecerle y aban- a las contingencias del juego la ración del cal-donarle a sus pasiones favoritas, a los compa- do o del vino, que necesitaba en sumo gradoñeros de juego y de holgazanería, entre quie- para restablecer sus fuerzas exhaustas. El in-nes no tarda en embrutecer su alma, pervertir feliz murió de inanición.»su moral y convertirse en objeto repugnante, No es el juego, tampoco, la única pasión quede menosprecio y peligroso para la sociedad.» perjudica al obrero. La cólera, ese movimientoY citando a Fregier, sigue Salarich: «El juego ciego de frenesí, hace que el jornalero dees una de las pasiones más tenaces en los mal- «oídos a rencorosas pasiones y labre con suhechores. Esos hombres, que con tan poca cosa furor un abismo que le sepulta a él y a su fa-viven, cuando no hallan ocasión de despojar milia». La cólera, engendradora de esa plaga,a la gente de bien, se sienten arrebatados por «la epidemia del socialismo, que inficiona lael furor de gastar, luego que alguna rapiña atmósfera y corrompe a las masas con ideasinesperada les pone en posesión de alguna que halagan, seducen, preocupan y alarman,suma mediana. Acosados de continuo por el pero que son venenosas y disolventes de todotemor de ser descubiertos y detenidos por la principio social y político; esas ideas cuyopolicía, dánse prisa a gozar. Las ardientes maléfico influjo, por desgracia y con oprobioemociones del juego forman una de sus más de la humanidad, ha hecho y está haciendo to-gratas delicias; vienen en seguida la disolu- davía tantos y tan lamentables estragos.»ción y la glotonería. Y he aquí porque rara vez Por otra parte, la imprevisión del obrero, enlogra coger intacto el fruto de sus proezas. La una época en que apenas podía soñarse con lacruel pasión del juego los persigue hasta en actual seguridad social, constituye una de laslas cárceles y los arrastra a veces a excesos preocupaciones de Salarich, que recomiendaque rayan en demencia. Hablase de presos, ser previsores, pues «si todos los hombres es-que después de haber perdido en un instante tamos obligados a mirar por un día de enfer-

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medad, y para la vejez, con mucha más razón ambos sexos que trabajan juntos en la mismalo están los obreros, cuyo trabajo es a menudo cuadra, cerca unos de otros, y tal vez en unasuspendido por una crisis cualquiera indus- misma máquina.trial o política, cuando no le obligan a suspen- »Las cuadras no son escuelas de costumbresderlo otras causas más naturales, como de en- austeras, al contrario, sensible es decirlo, porfermedad o desgracia, adquiridas, tal vez, en \a indiferencia del fabricante o de sus ma-el ejercicio de su profesión. Debe también pre- yordomos, en el mayor número de ellas sevenirse para que, cuando sus brazos se debi- permiten palabras y chanzas de un género su-liten, cuando sean menos ágiles sus manos y mámente ofensivo al pudor y a las buenasel trabajo se vuelva demasiado pesado, para costumbres. Cuadras hay, que más que de la-ganar el suficiente jornal no haya de recurrir bor, se podrían llamar del vicio; los desgra-a la caridad ajena, para alimentar y cubrir ciados niños que allí concurren no viendo máslos gastos más precisos de la vida.» que desórdenes, no oyendo más que palabrasLúcido, el doctor Salarich recomienda el aho- obscenas, se aficionan con el veneno sutil delrro en las nacientes cajas y desaconseja las libertinaje, y educándose así en medio deentonces tan en boga rifas y loterías, las cua- ejemplos repugnantes y viviendo en una at-les seducían con sus dorados señuelos al obre- mósfera cálida e impura, no tardan a entre-ro de la época, rifas que son doblementes garse a viciosos excesos en perjuicio de susfraudulentas e inmorales: «son fraudulentas fuerzas y hasta de su desarrolloporque favorecen demasiado al banquero a ex- >>m h o m b s u deSgracia, lleva en sí mis-pensas de los jugadores ; inmorales porque e n s u f u e r z a d e i m a g i n a c i ó n y e n s u s u m aexiste una desproporción inmensa entre la impresionabilidad, la principal causa de susfortuna del jugador y la del banquero, y por- de só rdenes. A ellos también contribuyen la in-que aquel ignora que se le engaña y como esto fluencia hereditaria, los climas cálidos, el in-se verifica; irreligiosas porque estando funda- flujo d e lft i m a v e r a > l a é p o c a d e l a p u b er taddas en la casualidad, favorecen la inclinación Q t r a s c a u s a s s o c i a l e S ) e n t r e l a s q u e d e b e na la superstición ya demasiado natural al c o n t a r s e Ja fal t a de religión, el contagio delhombre; antisociales, porque ensenan y hacen e / c m p / o l a ociosidad de las masas, la promis-aproyechar con avidez los medios de llegar a cuidad d e § d recatQ ¿e ¡as mujeres>

ser rico sin trabajo y sin ningún derecho ad- d d e s e o d e e r b i e n H e v a d o a l e x t r e m o > e t .quirido, y antipolíticas, porque para crear re- céteracursos al gobierno, explotan la codicia, el de- T • V , , ,seo inmoderado de riquezas, y otros defectos !L

k° s e t e c t o s d e e s t a s c a u s a s l o s v e m o s e n l a s

en los gobernados...» fabricas, aunque nuestras jóvenes no son tanPero si la embriaguez, la cólera, la pereza, la livianas como en otras partes; las hay que re-imprevisión y el juego son auténticas pestes s i s t e n e l espectáculo de la depravación y a lapara el obrero, hay todavía un azote mucho corrupción del ejemplo, no traspasando los lí-más penoso y difícil de desarraigar: el liber- mites del deber; mas viene un día de crisis,tinaje. u n a suspensión de trabajos y, por consiguien-«Hay en casi todas las fábricas que he recorrí- te, de salarios; la miseria, entonces, unida aldo —nos dice Salarich—, niños y jóvenes de deseo de ir bien vestidas y a la carencia de

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principios religiosos, alcanza a veces lo que no reglamentos severos, y hasta con multas si esha podido la depravación con todos sus encan- necesario, que adopten todas las precaucionestos y atractivos.» convenientes y que den a sus obreros instruc-

ciones claras, extensas y circunstanciadas, pa-ra que sepan hacer sus operaciones sin recibir

Podrá parecer que Salarich es injusto con la daño alguno.clase obrera al achacarle tantos y tantos vi- «Consumada ya la desgracia, el obrero víctimacios, pero nada más lejos que esto de la verda- de ella debe ser inmediatamente socorrido ydera intención de Salarich. El mismo hace disfrutar de las ventajas del artículo 13 deljusticia, reconociendo los méritos de hombres proyecto de ley de la industria manufacture-ilustres que han salido de este medio social. ra.» De precaria aplicación, este artículo dispo-Franklin, Watt, Oberkampt, Montgolfier, Palli- n í a que si por imprudencia o falta de previsiónzy, Jeker, Hargreaves y Jacquart, el inventor ocurriera algún daño material al operariodel telar mecánico, fueron obreros. o dependiente, «los gastos de su curación,La innovación de Jacquart iba a revolucionar así como los salarios que le hubieran corres-los hasta entonces tradicionales artes de te- pondido en los días que no pudo trabajar, se-jer, pues con su telar suplía con un solo hila- rán a cargo del dueño del establecimiento,dor y dos niños, el trabajo de cuatrocientas quien tendrá que indemnizar también al obre-hilanderas. Se extiende Salarich en la cues- ro cuando los daños sufridos por éste le hayantión técnica del hilado del algodón, cuestiones incapacitado para el trabajo; todo esto sinque obviaremos nosotros, para seguir comen- perjuicio de la correspondiente responsabili-tando las enseñanzas de orden higiénico que dad penal».el ilustre médico catalán sigue prodigando al Coincidiendo con Jaime Balmes, Salarich abo-tejedor, ga en favor del maquinismo en la industria,La aplicación del vapor como fuerza motriz en pues «la perfección de las máquinas multipli-las máquinas de hilar había causado no pocos ca también las clases de industria; así es queaccidentes entre los inexpertos obreros, tanto de medio siglo a esta parte se cuentan muchasdebido a la precaria seguridad de uso como a especies de ellas que antes no existían; de lolas imprudencias de los operarios. que resulta que los brazos que por una parte«La distracción, la imprudencia, el descuido deja ociosos, los emplea de otra, bastando paray la falta de instrucción en los obreros son las gozar de esta compensasión, el que se tenga elcausas más comunes de estos accidentes que debido cuidado de que las mudanzas no seande vez en cuando deploramos. Jamás los ma- demasiado repentinas, preparándose lenta yyordomos vigilarán con exceso para evitar suavemente la traslación a otro destino de losestas desgracias, mayormente en los niños, cu- brazos que el nuevo invento va a dejar desocu-ya irreflexión les hace más expuestos a reci- pados.»birlas. Mas si está Salarich a favor del maquinismo,»Para evitarlas, obligue el gobierno a los fa- no lo está en absoluto a favor de la vida quebricantes a que se sirvan de las máquinas más tal innovación, con el empleo que de ella seperfeccionadas y menos peligrosas que sea hace, acarrea a la clase obrera,posible; mándeles, como en Inglaterra, con «Si no fueran otras que las expuestas —nos

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dice—, las causas de las enfermedades de las tierna naturaleza. El calor materno, que tanclases obreras, especialmente de las ocupadas necesario es a los infantes para su conserva-en la industria algodonera, ciertamente nos ción y desarrollo, falta enteramente a estosharían mirar como recargadas las pinturas té- tiernos niños que, abandonados a una herma-tricas y desconsoladoras que sobre la mortan- na juguetona, o a una mercenaria estúpida,dad de estos infelices nos hacen algunos mé- piden con lastimero llanto su alimento, que sudicos y filósofos. madre les da sólo en determinadas horas y en»Sea esta mortandad providencial, como opina cantidad desproporcionada a sus delicados es-Malthus, o un resultado directo de las enfer- tómagos. ¡ Qué extraño, pues, que mueran lamedades, de la miseria y del vicio, ello es in- mitad de estos infelices ! ¡ Qué extraño que lanegable que se ceba en las clases que nos vida probable sea tan insignificante en los dis-ocupan, y nos obligan a buscar otros gérmenes tritos manufactureros !»más generales, más destructores y mortíferos. Salarich recoge unas estadísticas escalofrian-Jamás las causas mencionadas podrán abre- tes sobre la vida media del obrero en distintasviar tanto la vida media de los distritos manu- geografías, tablas que son testimonio elocuen-factureros, haciéndola ocupar un lugar tan te de la influencia mortal que la industria debajo en la escala vital de los diferentes países, mediados del siglo xix ejercía sobre los pue-donde existen las grandes manufacturas, co- blos y ciudades manufactureras. Aterra pen-mo resulta de los siguientes datos. En Fran- sar que en 1850 sólo el 10 por ciento de loscia, la vida media, según los concienzudos tejedores llegaban a los 30 años de edad yestudios de Buffon, es de 38 años; en el depar- que la mortalidad infantil, entre los uno y lostamento del Alto Rhin era, en 1812, de 25 cinco años, alcanzaba casi el cincuenta poraños, nueve meses y doce días, y en 1827 de ciento de esta población.21 años, nueve meses y siete días, disminu- Descorazonadora, ciertamente, esta últimayendo en proporción a como aumentaba la parte del estudio de Salarich, y, aunque porpoblación y las manufacturas. Según Porter fortuna esta negra etapa de la Humanidad hay Rickman, mueren en Inglaterra uno por sido superada, sobrecoge leer cómo «el térmi-cada 51, o sea, un dos por ciento; en el con- no medio de la vida en Herefort es de 43 añosdado de Nottingham mueren ya antes de los y en Lancaster de 12 años y medio. No se debe5 años de edad el 39 por ciento de la pobla- extrañar, pues, que haya dicho un autor lau-ción, y en la ciudad, toda manufacturera, el reado por V.S., que al leer estos datos estadís-48 por ciento; en la ciudad de Birmingham, ticos, se nos figurará leer el martirologio in-el 44 por ciento; el 42 por ciento en la ciudad menso de la clase obrera,de Norwich, y el 35 por ciento en el de Ñor- »Y, como si la naturaleza quisiera compensarfolk. estas bajas, se aumentan en las poblaciones»Y es que el peso funesto del industrialismo fabriles los nacimientos con una progresiónpesa ya despiadadamente sobre el pobre niño, pasmosa; aumentando así el malestar y losque abandonado a los quince días por su ma- gravámenes de esta clase, cooperando la fe-dre, que debe ganar su subsistencia en la fá- cundidad a la miseria y mortandad de tantosbrica, no es por ella consolado en sus vagidos infelices.y amamantado a menudo, como reclama su «Algunas madres apenas pueden alimentarse,

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la leche que dan a sus hijos es poco nutritiva, ción; la indiferencia de los amos y mayordo-y la dan a intervalos demasiado largos para mos en precaver palabras y desmanes ofensi-sus estómagos delicados; añadamos la falta vos al decoro y a las sanas doctrinas, sinde limpieza, de cuidados, de caricias, y tendré- pensar que, por un encadenamiento lógico demos una causa funesta de muertes infantiles. circunstancias, pueden ser víctimas de su»Los infantes que resisten a estas privacio- propia indiferencia...»nes, a la dentición y demás enfermedades co- «Ciertamente —nos confiesa poco más adelan-munes, cuando al llegar a los 7 años y la na- te— que las lágrimas se asoman a los párpa-turaleza empieza a sonreírles, cuando entran dos cuando uno lee la duración del trabajoen la época de los juegos, cuando su imagina- de los infelices obreros, en ciertos países yción les deja presentir alguno de los destellos en determinadas fábricas, no gozando de nin-de la vida, entonces se les sujeta al pie de una guna prerrogativa ni descanso el infeliz niñomáquina; el rodar de las mecheras son sus de seis a ocho años, que, a pesar del sueño yjuegos y delicias, las púas y engravaciones, de la fatiga que le agobia, debe permanecerlos embelesos, que, en un momento de des- despierto y anudar los hilos que se le rompen.»cuido, de imprevisión o de curiosidad, les Si bien es cierto que la industria manufactu-lastiman. Luego se apaga su imaginación, su rera no llegó a adquirir en España el volumeninteligencia se enerva, se materializa y se de Inglaterra y Alemania, donde resultaba ver-embrutece... daderamente «doloroso ver la multitud de ni-»Más tarde hieren sus oídos palabras ardientes ños flacos, macilentos, cubiertos de harapos,que vulcanizan su cerebro, que inflaman su volver a la faena, con los pies desnudos encorazón, que les martirizan, les incitan... el tiempo de barro, y con la lluvia, llevando enejemplo les arrastra... y luego el vicio y el la mano, y si llueve debajo del vestido imper-libertinaje enervante y precoz aniquilan sus meable, a causa del aceite del telar caído so-fuerzas físicas y consumen una naturaleza dé- bre ellos, el pedazo de pan que debe alimentar-bil y marchitada ya por un trabajo prematuro les hasta su regreso».y una respiración insuficiente.» Si no tan sombrío, el panorama de las fábricasEmpozoñado así el obrero desde niño, no es catalanas tampoco debía ser alentador, puestosorprendente que su vida, su corta vida de en- que le hace exclamar a Salarich «que los hi-tonces, fuera un continuo vértigo, una masa jos de nuestros obreros deben trabajar doceadecuada para que el agitador político pudiera horas diarias; y ¿ha considerado bien el go-modelar y manejar a su antojo. El mal, cier- bierno todos los inconvenientes de un trabajotamente, es congénito a la clase obrera, y Sa- tan largo para criaturas de ocho años? ¿Háselarich busca el origen volviendo al foco prin- atendido que en esta edad no han adquiridocipal de su atención, al niño : «Acaso me habré aún el desarrollo suficiente para el trabajo adesviado —dice— del camino que debo reco- que se les sujeta? ¿Que se les priva de todarrer, pero estas consideraciones nos harán en- cultura intelectual y moral y que se les hacecontrar algunas causas funestas del malestar, vegetar como las plantas, sin el riego de laenfermedades y mortandad de las clases obre- instrucción? ¿Que se les privan las afeccionesras. Resalta en primer término la ocupación de familia, las que deben despertar en ellosde los niños en edad destinada a la instruc- los sentimientos más dulces y más propios

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para la sociedad de que deben formar parte? propiedad. Esta maravillosa teoría fue soste-¿Que se les tiene extraños a los sentimientos nida en pleno Parlamento y no sin fruto, puesde religión y a todo lo que constituye la dig- el bilí de lord Ashley fue por dos veces conse-nidad y la felicidad del hombre?» cutivas rechazado.Uncido a la máquina, el niño se convierte en »Mas hoy (diciembre de 1846) el trigo escasea,un elemento más, en otro engranaje, en un el algodón está caro, no se han abierto los mer-autómata que no crece lo que debiera y que, si cados con los cuales se contaba, y los almace-no acaba mutilado en un descuido, envejece nes se hallan atestados de manufacturas. Aho-prematuramente y muere en plena juventud. ra, pues, el interés de los fabricantes está enTal vez en las fábricas de Tarrasa o Manlleu producir poco. En su consecuencia se han reú-no llegara a emplearse el látigo para despertar nido los fabricantes de Manchester, Bolton,a los niños que se dormían al pie del telar, en Oldham y demás grandes centros industriales,su trabajo nocturno, como en Lyon o Lancashi- yendo al traste su teoría de atentar contra lare, pero, al igual que en Francia o en Inglate- propiedad de las fuerzas musculares de losrra, estaba autorizado a comenzar a trabajar operarios, se han convenido en no hacer traba-a partir de los ocho años jornadas de seis u jar más que ocho horas, lo mismo a los niñosocho horas, en el mejor de los casos, contra y a las mujeres que a los adultos. De modo quelas trece o quince que trabajaban sus padres. el egoísmo industrial ha ido aún más allá queEl doctor Salarich nos refiere un caso revé- la filantropía de lord Ashley. Los fabricanteslador y que, sin duda, igual puede aplicarse a no se han atrevido a disminuir directamenteInglaterra que a cualquier otro país industrial el jornal, pero se ha hecho entender a los jor-de la época donde las circunstancias económi- naleros que era imposible pagar por ocho locas fueran idénticas: «En las últimas legis- que se pagaba por catorce y dieciséis horas. Eslaturas del Parlamento —nos refiere—, los fa- decir, perderán en salario lo que ganarán enbricantes se opusieron con todas sus fuerzas a disminución de fatigas.»la adopción del bilí de lord Ashley, que propo- El pauperismo, la miseria del obrero no podíannía reducir a diez horas la duración del tra- ser mayores, pues, como ocurría con frecuen-bajo de los niños y de las mujeres en las fábri- cia, además de ser los jornales insuficientes, lacas, y a doce horas la de los adultos. Entonces depreciación del dinero y el constante encare-el algodón americano estaba libre de derechos, cimiento de las subsistencias jamás guardabase contaba con grandes mercados abiertos, relación con los ingresos reales del obrero,teníanse por seguras ganancias inmensas y, «¿Qué son los 20 reales semanales que ganapor tanto, el interés de los manufactureros el tejedor para la manutención de su familia,estaba en producir mucho. Así, pues, nada de en estos tiempos de carestía, en que los alimen-poner límites a la duración del trabajo; nada tos están a un precio tan subido? ¿Han refle-de compasión a favor de los operarios, que se xionado sobre la serie de privaciones que de-extenuaban y morían al pie de las máquinas. ben sufrir estos obreros y las fatales conse-Y para cohonestar su insensibilidad, decían cuencias que en su salud deben producir?»que no teniendo los obreros otra propiedad que Para estas «víctimas de la industria», Salarichsus brazos, era atentar contra un derecho sa- propone la INSTRUCCIÓN FORZOSA de losgrado, el poner cortapisas al uso de aquella hijos «para que saliendo de la culpable apatía

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SOBRE MEDICINA SOCIALE HIGIENE DEL TRABAJO

- SIGLO XIX -

de los padres, pueda ensanchar el círculo de que fueron amasadas con lágrimas y sangre»,sus operaciones y abrazar un oficio de porve- e imagine, desde el aséptico asfalto del si-nir menos sombrío...» glo xxi, aquel mundo que vivió Joaquín Sala-Llegado al final de su análisis, Salarich ha rich como una pasión, un mundo de callejue-podido constatar que la riqueza de un país se las por donde no entraba el aire, pero sí elbasa en la miseria de la clase obrera y que la zumbido del vapor, el repiqueteo de los zuecosfortaleza de tal país exige que los más débiles sobre el precario empedrado, con la. luz mor-lleven siempre la peor parte. Tal vez, el hom- tecina de la taberna atrayendo a los borrachosbre de siglos futuros vaya en peregrinación y la acechante mirada negra del anarquistaa visitar las ruinas de las cuadras de Manresa perforando la noche, el aleteo de los chaleso del Lancashire, como hoy visita las ruinas femeninos que tiritan de frío y marchan apre-abaciales del siglo XIII, a contemplar «el des- surados hacia el hogar miserable, el eco brutalmoronado encanto de aquellas construcciones de los juramentos bajo el cielo oscuro...