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Iguana de tinta

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¿Qué significa leer?Leer es, a fin de cuentas, la palabra que define el objetivo esencial de la inteligencia humana y, más allá de ello, qué es la vida. Lo cual, más específicamente significa decodificar el mundo. Captar un estímulo, aprehenderlo, incorporarlo a la memoria para aprovechar el recurso que representa al enfrentar nuevas experiencias. Por ello, resulta esencial reconocer, en esa breve palabra, la clave misma de la existencia vital: leer es vivir. Bien decía, intuitivamente, el poeta Rubén Darío: “Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,/y más la piedra dura porque ésa ya no siente”. Porque vivir también significa sentir. La célula, mínima expresión de la vida, ante un estímulo pone en acción su capacidad de “leer” lo que este significa, y actuar en consecuencia: huir, permanecer quieta, moverse segura, comérselo… Lo mismo hará en tal caso, cualquier ser vivo: un gusano, otro pequeño animal, un ser más complejo y organizado, y así hasta llegar a las diversas categorías de organismos más complejos y perfectos (si vale la expresión) como la gama que va desde los peces, aves, reptiles, cuadrumanos, etc., hasta el ser humano. ¿Qué elemento común los une? La vida. Y, prescindiendo de la gradación vegetativa y nerviosa de esta, la capacidad de leer, es decir, de captar los estímulos que el ser vivo recibe de diferentes fuentes y decodificarlos para bienestar propio y para preservación de la vida. En términos muy sencillos, nuestro sitio, como seres vivos, como lectores del mundo, está frente al estímulo que debemos decodificar. Y una vez decodificado dicho estímulo, encodificarlo según nuestra particular manera de entenderlo y expresarlo; y una vez hecho esto, incorporarlo al complejo, laberíntico sistema que universalmente conocemos como lenguaje. Así entendemos y suponemos, asertivamente, que desde el simple acto de la concepción, todo ser vivo comienza a desarrollar, por sí mismo, el acto de leer para comprender el mundo y, de esta manera, preservar y desarrollar su vida hasta el mayor grado de maduración y perfección posibles. El organismo en gestación, mientras avanza en su configuración orgánica, aprende a “leer” el mundo que lo rodea, y cada etapa de esa configuración confronta nuevos retos: el medio interno en que se desarrolla, bien sea en el pequeño claustro de un huevo o en el también pequeño pero más complejo y planetario espacio

de un útero en el cual flota entre las aguas de un pequeño océano de aguas amnióticas. En estas aguas comienza el ser, como feto, a recibir y a decodificar las señales que le llegan desde un mundo para él desconocido. Y una vez producido el acto biológico del alumbramiento, comienza, con una potente carga genética y un indiscutible interés vital, el aprendizaje de la lectura, que se prolongará durante toda su vida. A partir de entonces el ser que acaba de nacer recibe, siente, capta todos los estímulos que le llegan: la temperatura, los ruidos, la luz, la oscuridad, el placer de la lactancia, el tacto y la voz de la madre, las “picadas” de algún travieso mosquito, los ruidos, la resonancia de su propio llanto…Así comienza, simplemente, el acto de leer… Suena extraño escuchar o decir que el lenguaje escrito lo inventaron hace miles de años unos seres humanos que no sabían leer. Pero así fue. Y el invento, en el girar del universo, cada vez fue mejorándose a sí mismo hasta llegar, del barro humilde y las limitaciones primitivas de las lenguas, hasta el dominio cósmico que tiene, incluso más allá de los límites del tiempo. Desde la escritura cuneiforme hasta las redes virtuales que transforman a la propia tierra (y seguramente un buen día también al universo entero) en un gigantesco cerebro cibernético. Todavía, empero, vivimos un pedazo de tiempo de las bibliotecas con libros olorosos a piel de árboles que se han vuelto eternos con la magia de la impresión, y esto nos hace sentir, muy de cerca, la palpitación de las palabras tatuadas en la carne vegetal del papel. Todavía sentimos la emoción de acariciar el lomo de los libros y respirar su olor inolvidable. Todavía, físicamente, sentimos que el lugar del lector está ahí, a orillas de los libros… pero la verdad última, la definitiva, la que nos acerca al aliento de esa indescifrable incógnita que es Dios, todavía nos desafía desde sus profundidades. Y ese, definitivamente, es el lugar al que nos hemos dirigido, nos dirigimos y nos dirigiremos siempre como lectores. Tal vez esa incógnita no tenga solución ni siquiera en el milenio que comienza, de modo que no repetiremos, como siempre, el intento de dar una respuesta: sencillamente nos preguntaremos, día a día hasta los límites del infinito espacio - temporal: ¿Cuál es la pregunta? Y si llegamos a escucharla, podemos afirmar, categóricamente, que allí, en esa pregunta, es donde debe estar el lector…

Universidad de CaraboboRectora Jessy Divo de RomeroVicerrector académico Ulises RojasVicerrector administrativo José Ángel FerreiraSecretario Pablo Aure

EditorDirección de Medios y PublicacionesCoordinación EditorialRosa María TovarMariely MendozaDiseño gráfico y diagramaciónManuel HurtadoCorrecciónNéstor MendozaEdición gráfica y fotografíasOrlando BaqueroRedacciónIsmeyer Tapia De Caires

Comisión PermanentePresidenta: Rosa María Tovar

Hernán PradoJosé SotilloJosé Félix SánchezDamaris LucenaElisabel RubianoAna Mercedes TortoleroAna Karina Arenas

¿Qué leemos?¿Dónde leemos?

José Joaquín Burgos

2 La Iguana de Tinta, octubre 2012

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Sobre la moral del crítico(Fragmento)

a historia es de reciente data y su origen puede rastrearse hasta los años 90, con el nacimiento del Cenal –la institución responsable de hacer cumplir la recién promulgada Ley del Libro. Obviamente que ya en

la escala planetaria eran famosas y hasta longevas, como la de Frankfurt, que sigue siendo la decana en número de visitantes y en número de negocios que se alcanzan. En nuestro continente tenemos desde hace muchos años la de Guadalajara, organizada por una universidad homónima. Recordará quizás la delegación que fue en 1993, cuando Venezuela fue país invitado de honor, la gran impresión que la sobrecogió al ver tal despliegue de libros, kioscos y gente, todos esos espejos atados por una programación de mesas y conferencias francamente envidiable. No sería de extrañar que algunos de los directivos culturales de entonces se haya traído la inquietud no digamos de hacer algo similar, que a todas luces resultaba imposible, pero sí al menos de dar unos primeros pasos en lo que hasta ese momento eran puras intuiciones.La primera feria de libro moderna de Venezuela pudo ser organizada por el Cenal en los espacios abiertos del Teatro Teresa Carreño. En aquel momento nos parecía la gloria, un jolgorio de colores y luces; ahora quizás nos hubiera parecido un ensayo escolar, con estantes que se contaban con los dedos de la mano, pero eran nuestros inicios, y como tales los celebrábamos. La Feria de Caracas creció año tras año, pasando de la Zona Rental de Plaza Venezuela al Parque Los Caobos, y derivó hacia lo que hoy es Filven, que se concibe como un tejido de ferias regionales que se van encadenando según las pausas del año calendario.A raíz del primer impulso caraqueño, las regiones no se hicieron esperar. Mérida primero, Valencia después y por último Maracaibo, comenzaron a organizar sus respectivas ferias. Lo notable era que detrás de estos esfuerzos, a diferencia de Caracas, las ferias regionales eran organizadas por universidades: en el caso de Mérida, la ULA; en el de Valencia, la Universidad de Carabobo; en la de Maracaibo, la UNICA. A las universidades se sumaban luego las alcaldías metropolitanas: Chacao con su Feria de la Plaza Altamira, Baruta con su Feria de la Plaza Alfredo Sadel, y hasta Sucre, más recientemente, con su Feria en la Plaza Miranda. Otras universidades como la

UDO y la UCV han hecho ferias esporádicas, también el Centro Lía Bermúdez de Maracaibo, también la Cámara del Libro de Venezuela. Ese crecimiento constante, durante al menos una década, nos hizo creer en un esplendor, donde lectores, expositores, autores y organizadores bailaban al unísono. No obstante, a partir de los años 2003 y 2004, por circunstancias diversas, algunas comerciales y otras institucionales, las ferias comienzan a decaer y, en algunos casos, a desaparecer. El impulso se pierde, los apoyos escasean, y las ferias que resisten son las que mayor tradición institucional han tenido, como la Filuc de Valencia, sin duda la más importante feria librera de Venezuela en estos momentos.Para los años venideros, es de esperar que el panorama se fortalezca y la red de ferias nacionales vuelva a rehacerse con múltiples apoyos institucionales. Es lo que todos queremos para el fortalecimiento del libro y del sector editorial de nuestro país.

Antonio López OrtegaNarrador y ensayista

n pocas ocasiones el escritor, desdoblado en crítico, lo hace con ánimo desinteresado. Habla desde la propia experiencia y desde un tipo de sensibilidad que no podría

ser otra que la suya. Es un lector interesado y como tal descubre las virtudes que le son afines, al tiempo que condena los “defectos” que, al menos en apariencia, nunca serán suyos. Lee y escribe simultáneamente. En el acto de leer interpone el deseo de escribir sobre lo ya escrito. Es probable que al sentirse más cerca del universo de, por ejemplo, Marcel Proust, condene a quienes están o parecen estar más cerca de Céline. O que, por poner otros ejemplos, encuentre cruda y ramplona la prosa narrativa de Hemingway cuando su interés literario se ha dirigido hacia la prosa opulenta, elíptica y atormentada de Faulkner. Puede hallar prosaica y discursiva la poesía de Robert Frost y, en cambio, hallar en la de Wallace Stevens las virtudes que —siempre a juicio de este crítico— han de alimentar el género lírico. Esta clase de escritor/crítico corrobora o enmienda en la lectura y esta doble acción le permite poner al descubierto el perfil de una sensibilidad personal, perfil que se dibuja en una suerte de afirmación basada en la negatividad.Consciente o inconscientemente, el escritor de todas las épocas funciona con los modelos que le ofrece la tradición más inmediata. En la medida en que elige sus modelos, prolonga una querella que vuelve a enfrentar a modelos disímiles. Siempre hay un André Gide dispuesto a rechazar un volumen de A la recharche du temps perdu: siempre habrá un Goethe mirando de soslayo, con soberbia y negligencia, a un Heinrich von Kleist. La única moral que le queda a este escritor desdoblado en crítico es la de reconocer que se trata de una elección personal, de una de las tantas opciones que le son dadas en el mundo pluralizado de la sensibilidad, en el aún más pluralizado mundo de las formas y los estilos.

* Novelista y periodista

Las ferias fortalecen el libro y el sector editorial

Evolución en el mundo

Óscar Collazos *

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La Iguana de Tinta, octubre 2012 3

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Cambioy sustracción

l público se puso en pie para aplaudir durante

cinco minutos a un actor de ochenta años que

representaba su última función: su papel de niño

fue famoso durante más de seis décadas. Fue

extraño ver llorar a un viejo japonés disfrazado de

colegial al tiempo que se despedía de las tablas, las luces y los

telones. Agradeció al público en silencio, se secó las lágrimas y

el teatro se rompió las palmas. He acompañado durante más de

cuarenta años a personas similares: actores, cantantes, músicos.

Hoy es también mi última noche en los escenarios. Tengo un

particular talento para la invisibilidad. Lo supe de niño cuando

en el colegio ni siquiera mis compañeros se acordaban de mi

nombre. Luego lo corroboré en la universidad y en mis primeros

trabajos: estaba en los sitios y nadie me veía. Imagino que mi

metro sesenta y mis 45 kilos de peso colaboraron para este

efecto. Por esto, al ver a ese niño revejido japonés, también me

dieron ganas de llorar. Sentía que yo era él y él era yo, flotando

en universos paralelos. La invisibilidad me llevó al mundo

de los ninja, los guerreros de las sombras. Completé todo el

curso por internet del maestro Richard van Donk a quien debo

esta enseñanza: “Un árbol que cae en el bosque sin que nadie

lo escuche no hace ningún ruido, pero cae de todas maneras.

Un ninja que ataca a un ciego es invisible, pero ataca de todas

formas”. Recordando esto, me apresté a salir, trípode en mano,

a quitar mi último micrófono al escenario, una vez más vestido

por completo de negro de la cabeza a los pies. Ya nunca más me

molestarán los aplausos, ni las rechiflas, ni los insultos como el

de “¡enano marica!” que acabo de escuchar. Me hago uno con las

sombras y el mundo no existe.

Álvaro RobledoEditor y novelista

os y media de la mañana. Llovía y caminaban. Silentes y

sigilosos. Uno era gordo y el otro era flaco. No eran Laurel

y Hardy. Eran Manuel y Francisco. Manuel era el gordo y

Francisco era el otro. Manuel era viejo y Francisco era joven.

Manuel llevaba una escalera plegable y una caja de herramientas.

Francisco llevaba una pequeña batería y una sonrisa de pánico. Miraron a

lado y lado. Cruzaron la calle y se detuvieron frente a Maxicars. Tras la vitrina

un Daewoo y un Hyundai.

Manuel había comprado un carro en Maxicars y no había podido pagarlo.

Lo había perdido y quería venganza. Francisco era su cómplice y también su

hijo. Manuel tenía rabia y Francisco tenía miedo. Manuel desplegó la escalera

y Francisco le entregó el soplete. Manuel subió a la escalera y se detuvo frente

al letrero. Era grande y luminoso. Con letras en relieve y fondo negro.

Francisco unió el cable a la batería y Manuel encendió el soplete. Un carro

que pasaba se detuvo y su conductor los miró. Francisco sintió un frío en

el estómago y Manuel un respingo en el corazón. El carro siguió su marcha

y los hombres se dieron prisa. No querían despertar sospechas y querían

dormir esa noche en sus camas. La madre se había quedado en casa y estaba

esperándolos. Se opuso y no logró convencerlos. Era una locura y ellos lo

sabían. Pero era demasiado tarde y debían terminar lo empezado. Francisco le

alcanzó las pinzas y el destornillador. Manuel hizo el cambio y la sustracción.

Bajó de la escalera con la letra bajo el brazo y el soplete en la mano. Francisco

desconectó el soplete y plegó la escalera. Recogieron las cosas y se alejaron.

Francisco cruzó la calle y Manuel caminó detrás. Se detuvieron frente al

letrero y miraron la obra. Francisco estaba aliviado y su padre satisfecho. El

hijo cargaba con todo y Manuel con la equis. A lo lejos el letrero decía Maricas

y fulguraba en la noche. Antonio García Ángel

Novelista y guionista de televisión

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ÚLTIMA NOCHE

4 La Iguana de Tinta, octubre 2012

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“Siempre he pensado (y de ahí surgió sin duda mi vocación editora) que un libro que haya ayudado a una persona puede ser susceptible de ayudara otras muchas”

Como editor literario que soy, me parece que «el lugar del lector» en el continuum de la edición es primordial. Siempre he sostenido que tras todo lector gustoso, verdadero, se esconde un crítico honesto. Me explicaré: un lector no es, en mi opinión, simplemente un comprador, un consumidor de un producto que yo, como profesional del libro, pongo a su alcance, sino que un lector es y debe ser mi interlocutor ideal. Un lector gustoso, al contrario que el lector seducido por «la publicidad y los dosieres de prestigio de la prensa internacional», es un individuo con un lugar propio en el mundo, alguien, en fin, que sabe perfectamente lo que desea, de modo que, por fortuna, nos obliga a mantener muy alto el listón de calidad de nuestro trabajo. A un lector con personalidad propia es muy difícil darle gato por liebre. Él debe constituir, pues, nuestro reto y nuestro objetivo. A él nos debemos, del mismo modo que nos debemos a nuestros autores. Si en verdad algo caracteriza y singulariza nuestro trabajo de mediadores es poder propiciar la comunicación entre dos mundos que, en apariencia, antes de intervenir nosotros, parecían separados: el de los creadores con el de los lectores.

Creo que mi lugar como lector, aunque sea un profesional, digamos, de la lectura, no dista mucho del de un lector común o, como acabo de definirlo hace un momento, de un lector gustoso. Siempre he pensado (y de ahí surgió sin duda mi vocación editora) que un libro que haya ayudado a una persona puede ser susceptible de ayudar a otras muchas. Honestamente, estoy convencido de que editar es una de las posibles maneras de hacer pedagogía. Y un pedagogo es alguien que tiene que saber seducir; pero para seducir antes hay que creer mucho en lo que uno hace. En mi caso, creer mucho en lo que tengo la responsabilidad de someter a la intemperie de los otros, tras haber leído y seleccionado con un criterio subjetivo de excelencia.

Mis autores imprescindibles son los de siempre y se renuevan con el tiempo. Es decir, no creo que haya autores esenciales si no son auténticos en relación con lo que escriben. En una ocasión en que me preguntaron si no echaba de menos una literatura más innovadora, no dudé en contestar que para mí lo más innovador que hay, tanto en literatura como en cualquier otro arte, es la autenticidad de una obra más allá del tiempo en que fue escrita. No me cansaré de repetirlo: hay autores que hablándonos de sí mismos nos hacen pasar un buen rato, incluso nos instruyen, pero hay otros, que tengo por insustituibles, que hablándonos de sí mismos, hablan también de nosotros.

Si me buscas es porque antes me has encontrado: esta es la frase que me repito con mayor frecuencia.

* Editor, fundador de la Editorial Pre-textos

Un lector es un individuo con un lugar propio en el mundo

EL LUGAR DEL LECTOR 5

* Manuel Borrás

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no voy a pretender que la frase citada a continuación es de mi autoría, porque la verdad es que la escuché o la leí en alguna parte: todo escritor es ante todo un lector. Nada más cierto. En el supuesto caso de que

exista una respuesta adecuada a la pregunta de por qué se escribe, sin duda alguna esta será dada desde la posición del lector, al menos en mi caso, porque no niego –en los tiempos que corren uno ya no niega nada– que existen quienes lo hacen arrebatados por los susurros de las musas.En mi caso no ocurre tal cosa. Escribo por un impulso inexplicable, pero una vez ante el teclado las musas salen sigilosas por la puerta para dejarme hacer en paz mi trabajo, que equivale a romper rocas con una maceta de cantería para después intentar ensamblar los pedazos de la mejor manera. Es en ese momento que viene en mi ayuda el lector, ese hipotético individuo que se burla de mí, ridiculiza las frases que yo creo han quedado bien logradas, se carcajea cada vez que encuentra una reiteración y me pregunta si en verdad pienso que semejante adefesio merece ser, ya no publicado, sino al menos leído.Ese lector cada tanto me pide que por favor no le dé somníferos, que tenga en cuenta que lleva toda su vida viendo buenos argumentos en el cine y en la televisión, razón por la cual cuando abre un libro lo mínimo que espera del autor, además de una poca de profundidad, es algo de amenidad y cercanía, entendida esta última

como complicidad, como charla entre amigos exenta de toda pretensión intelectual y alejada de cualquier cosa parecida al discurso moralizante o pedagógico, sin que ello signifique que el texto deba ser banal y de poco calado, para emplear un término de marinería muy a lo Conrad. Y para acabar de meterme el miedo en el cuerpo, el muy terrorista me recuerda a Carpentier y todos sus ‘hijos’; a Borges y a sus crías; a Le Carré, Mann, Greene y Burgess; a Stendhal y a Dumas, al Flaubert de Salambó, a Dickens y en general a todos aquellos entrañables decimonónicos que escribían por entregas con la clara intención de seducir.Así las cosas, al escribir procuro plantearle un juego en el que yo me comprometo a no aburrirlo contándole una historia lo más original posible, cosa por demás atrevida en este mundo donde después de Cervantes y Shakespeare es muy difícil no repetirse, y él me concede la gracia de consagrar parte de su tiempo a leerme para que al final de la partida ambos sintamos que hicimos juntos el intento de convertirnos en mejores personas, aunque, como en el poema de Cavafis, sepamos que la traición de Efialtes es inevitable y que pasarán los persas.

Rafael BaenaNarrador, editor de la revista Credencial

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Plantear un juego con el compromiso de no aburrir

6 EL LUGAR DEL LECTOR

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Nunca pienso en los lectores –así, en plural– cuando escribo. A veces, en ciertos pasajes, se me viene a la memoria un lector en singular, el rostro de algún conocido al que sospecho le gustará mi texto. Aunque no me desvele preguntándome por las expectativas de quienes me leerán, sí pienso en ellos: es decir, quiero ser leído. Mi manera de tener en cuenta a los lectores consiste en establecer, de entrada, que mi compromiso no es con ellos sino con lo que escribo. Primero el texto, segundo el texto, y después ya veremos.Aspiro a que mi prosa suene natural. Para lograr eso me castigo. El reto de quienes escribimos consiste en trabajar mucho para que no se note lo mucho que trabajamos. A nosotros debe costarnos, al lector no. Escribir bien empieza por algo tan obvio que a menudo se nos olvida: ser claros. No tenemos derecho a obligar a los lectores a releer una frase solo porque es confusa. Creo que la voz, además de sonar natural, debe ser sincera. Eso se logra cuando el escritor está en comunión con su lenguaje, y cuando se preocupa más por lo que escribe que por quienes lo

leerán. Al texto hay que darle solo lo que necesita. Ir más allá es forzarlo, volverlo artificioso. Un autor que utilice el oficio como un simple pretexto para lucir inteligente, irrespeta la escritura y, en consecuencia, atropella a los lectores. Vaya: estoy hablando de los lectores a pesar de que dije que no pensaba en ellos. Es evidente que sí pienso. Sería más exacto decir, entonces, que aunque me interesen puedo olvidarme de ellos mientras escribo. En parte por lo que ya dije: la mejor manera de asumir el compromiso con los lectores es fajarse con el texto que se les va a ofrecer. Ahora bien: decir que escribo para mí no es desdeñar

a los lectores sino empezar a considerarlos a partir de una verdad simple y honesta: yo soy ellos, es decir, soy el primer lector, y podría también ser el último, el único. Escribir para mí es escribir para ellos. En este sentido, jamás pierdo de vista una lúcida reflexión de Aidan Chambers: “la escritura es lectura y, por tanto, escribimos para leernos”. En la medida en que uno depura su paladar como lector, mejora su puntería como escritor.De manera que el lugar de los lectores en nuestra escritura empieza por determinar la clase de lector que uno debe ser si quiere escribir mejor. Preocuparse por lo que los lectores pensarán o dirán no es

literatura sino política. Y farándula. La mejor respuesta que conozco a la pregunta de por qué se escribe es un chiste muy serio del humorista Sofocleto: escribimos porque es una forma de hablar sin que nos interrumpan. Queremos lectores que nos dejen echar el cuento. Después podrán abandonar el texto si quieren. O encontrarse con él –con uno– si lo sienten honesto. Cuando sucede esto último, no hay en el mundo nada mejor que escribir.

Alberto Salcedo RamosPeriodista y cronista

No hay en el mundo nada mejor que escribir

“La mejor manera de asumir el compromiso con los lectores es fajarse con el texto que se les va a ofrecer”

EL LUGAR DEL LECTOR 7

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No conozco un buen escritor que no haya sido antes un buen lector

esde hace muchos siglos los escritores han concedido a quienes reciben su obra un lugar privilegiado en el acto de creación. Si nos limitamos a nuestra lengua, debe empezar por recordarse que en la Edad Media ya el autor del Libro de buen amor advertía que su público podía corregirlo a gusto (“Qualquier omne que lo oya, si bien trobar supiere / puede más ý

añadir e enmendar, si quisiere”). Solo en el siglo XX ese deseo, sin embargo, se convirtió en un acuerdo colectivo. Umberto Eco defendió como teórico de la literatura y el arte en general la noción de “apertura”, haciendo obvio lo percibido y discretamente formulado antes por autores mayores como Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo o Cortázar: un poema, un cuento, una novela son invitaciones a un ejercicio en el que el lector es responsable de elegir coherencias internas, interpretaciones en medio de la virtualidad que siempre tendrán los signos, en particular cuando los obligamos a convivir con otros. Leer es, ante todo, un viaje en el que abrimos rutas a través de un texto; un esfuerzo movilizador del sentido a partir de lo que en la (buena) escritura es potencial y múltiple. Esto, repito, ya lo sabía el Libro del buen amor. La gran diferencia entre la literatura tradicional y la que viene haciéndose desde el siglo pasado es que esa certidumbre ha dejado de pertenecer a las minorías para integrarse en los bienes comunes ganados por la sociedad letrada. Raro es hoy en día el escritor memorable que no entienda que su libro solamente acaba de hacerse en la lectura.

VENTANANo conozco un buen escritor que no haya sido antes un buen lector. Son identidades alternas: el autor real escribe imaginando también a quien lo leerá; el lector real, inevitablemente, siente el impulso de imaginar a quien ha escrito la obra. Aunque nunca esos dos seres de carne y hueso lleguen a conocerse, se ha producido una comunión entre ellos en lo que ambos tienen de humanos, de individuos de una especie. La literatura es la única comunidad imaginada de la que me siento satisfecho. Las otras, lamentablemente, dejan mucho que desear.Mi lugar como lector es de ida y vuelta. Un buen texto debe suspender momentáneamente mi relación con el mundo material, casi llevarme de viaje a otra región desconocida; pero igualmente debe darme el pasaje de regreso, devolverme a la realidad con la flor que el viajero del tiempo de Wells se traía del futuro.La verdad es que no soy tan importante como para tener antecedentes. Simplemente me siento en deuda como lector con ciertos autores porque me dieron las ganas necesarias de entregarme a algo tan poco lucrativo como la literatura: Apuleyo, Dante, Boccaccio, Balzac, quienquiera que haya escrito el Lazarillo de Tormes… uno es el producto de todo lo que lee, así que es imposible hacer la lista completa. Hasta los libros malos tienen que agregarse y pueden ser imprescindibles, ya que nos enseñan cómo no escribir.Últimamente me da por recordar un título insuperable del poeta y narrador colombiano Ramón Cote: “Los tobillos de María Kodama”. Cada vez que lo recuerdo tengo la impresión de que las historias que pueden armarse con esa sola imagen son infinitas. El cuento que escribió Cote es, por supuesto, magnífico, tan memorable como el título.

Miguel GomesNarrador y crítico

D8 EL LUGAR DEL LECTOR

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Un salto y sería la muerteCarlos Drummond de Andrade

Un balcón con vista a cualquierparte, un inocente cuchilloguardado en el cajón de la cocina,una plácida almohada de plumas,una avenida por donde pasancarros a gran velocidady buses de vez en cuando.

O tambiénel fuego de la estufa,el amplio ventanal de un cuarto piso,esa corbata verde que cuelga al fondodel armario, una vacía botella de cerveza,una medicina con fecha de vencimientocaducada.

Es suficiente un mínimo desajuste,un mal día, la noticia de una enfermedadterminal, un adiós definitivo, unas cuentasimposibles de pagar,para que todo lo que nos rodeacambie de signo y nos señalesu parte oscura, nos muestre su atracción peligrosa,para que veamos el revés del ángel,en su caída, para que a nuestro alrededortodo se convierta en una invitación al exterminio.

Unas tijeras, un par de cordones,un interruptor, un cilindro de gas,una bolsa plástica del supermercado,un martillo.Y así sucesivamente.

La lista es interminablepara los ojos suicidas.

* Poeta y ensayista

Ramón Cote Baraibar *

LOS OJOS SUICIDAS

La Iguana de Tinta, octubre 2012 9

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10 La Iguana de Tinta, octubre 2012

Leer es interpretar y cada persona posee sus referentes

ualquier ser humano asume la condición de lector. No es preciso estar alfabetizado, porque al fin y al cabo lo que se lee son significados y estos no están únicamente en el texto, convencionalmente considerado.Podemos leer lenguaje escrito. No obstante, podemos leer el mundo que nos rodea, lo físico y lo intangible, con sus innumerables significados. Los que cada lector le asigne.

Muchos teóricos de los procesos de lectura de la lengua escrita consideran que cada lector “reescribe” lo que lee, ya que le aporta a lo leído variados elementos, entre los cuales se podrían indicar: los que se derivan de su ser como persona, su experiencia vital, las referencias que conforman su acervo individual y colectivo, el contexto el cual se encuentra cuando lee y el contexto socio-cultural que ha marcado sus referentes. Por esta razón, pareciera ser cierto el dicho que reza: “cada quien lee en su libro”. Leer es interpretar y cada persona interpreta con sus referentes. Por lo tanto, el lector le da sentido, desde su particularidad, a lo que el escritor le ofrece a través del texto. Podría pensarse, entonces, que está “leyendo en su libro”.En los niños que se están iniciando en la lectura, el aspecto lúdico es fundamental. Se manifiesta cuando es capaz de leer en la variedad de opciones que su entorno le ofrece. Su atención se dirige hacia una multiplicidad de soportes y mensajes. Leen imágenes, letreros de todo tipo, folletos, propagandas, avisos; lo escrito o dibujado en las paredes o el cemento fresco, que al secarse deja su indeleble huella. Leen en el sucio de los carros, los vidrios empañados, en el mensaje fugaz que tiene como espacio textual las arenas de las playas. La Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo nos ofrece una experiencia sin igual para leer, para todas las edades y condiciones. Cada nueva edición supera la anterior. Por mencionar un ejemplo, el año pasado se elaboraron ejemplares del programa de la feria utilizando el sistema de escritura táctil braille, para ser ofrecido a personas con limitaciones visuales. Una excelente iniciativa.Filuc nos recibe con un lema que nos adentra en la temática sobre la que se hará énfasis en su programación. Hay uno que acompañó varias de sus ediciones y que tenemos acuñado en nuestra memoria: Leer para comprender el mundo. Vuelve al presente en este ejercicio reflexivo que nos ocupa. Partiendo de mi experiencia académica y compromiso social, me he atrevido a agregarle un complemento: leer el mundo para comprender los textos y comprendernos como personas y ciudadanos. La correlación

de ambas ideas supone, a mi modo de ver, un compromiso: la construcción de una realidad mejor para la humanidad, desde el espacio y contexto particular en el cual nos desempeñamos. Lo considero un deber ineludible. En el acontecer cotidiano de la Universidad de Carabobo y fuera de ella, la construcción de una realidad humana mejor tendría que basarse, inequívocamente, en los principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: justicia, equidad, solidaridad, fraternidad, la no violencia, el respeto a la diversidad, la no discriminación, el bien común. Aunado a lo anterior, esa realidad más humana pasa, también, porque establezcamos una relación armónica con los distintos ecosistemas en los cuales nos movemos; el respeto a los recursos que se dicen renovables, pero que cada vez son más depredados e irrecuperables a corto plazo. Del mismo modo, es preciso que hagamos buen uso de los bienes públicos dentro y fuera de la Universidad, que al fin y al cabo son patrimonio de todos. Los miembros de la comunidad universitaria estamos llamados, sin excepción alguna, a dedicarnos con esmero a cuidar nuestra Universidad. Por dar un ejemplo, diría que es fundamental la preservación de su dotación, pupitres, salones, paredes, baños, inmuebles, equipos, transportes, libros, bibliotecas y, muy especialmente, que cuidemos a la gente que hace vida en ella, lo más valioso, sin lugar a dudas.En la decimotercera edición de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo leeremos y nos leerán. Que sean gratas nuestras lecturas.

Luisa FreitesDocente. Facultad de Ciencias de la Salud (UC)

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Page 11: Iguana de tinta

Centrados en su objetivo de orientar a padres, maestros y bibliotecarios en la manera de fomentar la lectura de los buenos libros en el hogar, la escuela y la biblioteca, han transcurrido más de 60 años de historia desde la fundación del Banco del Libro, quien será homenajeado por su gran trayectoria en esta 13.ª edición de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo.

El Banco del Libro es una institución líder, pionera en el área, punto de referencia en cuanto a documentación y programas de promoción de lectura en Venezuela y el resto de los países latinoamericanos.

Este banco tiene entre sus misiones investigar, experimentar, innovar y divulgar acciones dirigidas a niños y jóvenes para su formación como lectores y, para lograr su objetivo, estudia, evalúa, recomienda y distribuye materiales de

lectura en español. Además, produce, recopila y difunde información útil sobre lectura y libros para niños; diseña, realiza y asesora servicios y programas de promoción de lectura, así como actividades y programas de formación para adultos promotores de lectura.

Historia

El Banco del Libro fue fundado en 1960 por Amabelia Galo de Rothe, Cecilia de Prieto, Luisa Adam, Virginia Betancourt y Consuelo Méndez. Inició sus actividades con el servicio de canje de textos escolares con el objetivo de favorecer a la población de menos recursos. Posteriormente, generó modelos de bibliotecas escolares y públicas que luego fueron transferidos en 1982 al Instituto Autónomo de Biblioteca Nacional. Entre ellos se puede mencionar: la Biblioteca Mariano Picón Salas y la Red de Bibliotecas de Ciudad Guayana, así como la Biblioteca de la Urbina en Petare.

* Mariely Mendoza

Banco del Libro:Una referencia en promociónde la lectura

Reconocimientos internacionales

Esta organización ha sido reconocida con galardones internacionales, entre ellos, el Premio Rising Sun Prize/IBBY-Asahi Reading Promotion Award (1988). Primer galardonado en Proyectos de Promoción de Lectura; Leer para Vivir (1999), Premio Guust Wesemael, IFLA Price; Premio Astrid Lindgren (2007), Consejo Nacional Sueco; y en 2012 el Premio Unesco-Handam Bin Rashad Al-Maktoum.

En la actualidad presta los siguientes servicios:

Centro de documentación: Una valiosa fuente de información, única en América Latina, que ofrece diversas muestras de libros para niños, en distintos idiomas, así como una colección profesional para investigadores en las áreas de literatura para niños y lectura.

Centro de estudios: Dedicado al estudio e investigación en torno a los libros para niños y jóvenes. Tiene un programa permanente de evaluación de materiales bibliográficos, el Comité de Evaluación, conformado por profesionales de diversas áreas.

Bibliobús: La Unidad Móvil de Lectura es un servicio que acerca los libros a los lectores a través de actividades de animación en distintos sectores. Ofrece cuentacuentos y talleres para niños en la sede de escuelas y espacios no convencionales. Hora del cuento: Cada sábado diferentes narradores comparten cuentos, poemas, juegos a través de la narración de la lectura y la lectura en voz alta, dirigidos a las familias que vienen a compartir un momento de placer a través de la lectura.

Formación: Una de las líneas de trabajo fundamentales para esta institución es la formación de mediadores. En tal sentido, el Banco del Libro ha diseñado distintos cursos y talleres, tanto presenciales como en línea, con el fin de formar promotores de lectura, de apoyar la profesionalización de promotores en ejercicio y de ofrecer un espacio de estudio para todos los interesados en el mundo del libro para niños.

Participa en eventos, ferias internacionales, exposiciones, ponencias, talleres y cursos, y con la colaboración de las embajadas por medio de exposiciones alusivas a la producción del libro para niños y jóvenes. Entre ellas, cabe destacar: Exposición Libro Álbum, La Ruta del Maíz, Cuentos de aquí y de allá, Exposición Libros de Canadá. Participación ferial: Filven, Cámara Venezolana del Libro, Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo.

Programas de promoción de lectura: A partir de su diversa e innovadora oferta de servicios de proyectos de promoción de lectura, el Banco del Libro desarrolla actividades con el sector público y privado. Las solicitudes del sector privado responden a la responsabilidad social del sector empresarial.

* Periodista

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cupándose del importante tema de la traducción literaria, la Fundación TyPA (Teoría y Práctica de las Artes) y Editorial Paidós en Buenos Aires editaron este 2012 el volumen La traducción literaria en América Latina (209 páginas), compilado por Gabriela Adamo y bautizado en la Feria del Libro de Buenos Aires en abril pasado. El panorama que presenta,

en su primera parte, es un recorrido por el continente, a través de los artículos especialmente solicitados para dicho volumen: “Escenas de la traducción en la Argentina” por Anna Gargatagli; “Traduciendo poesía desde Chile” por Armando Roa Vial; “La práctica de la traducción en Colombia desde la década de los noventa hasta hoy” por Martha Pulido y María Victoria Tipiani; “Centroámerica: traductores sin traducciones” por Carlos Cortés; “La traducción literaria en México (a principios del siglo XXI)” por Lucrecia Orensanz; y “La traducción en Venezuela. Un ejercicio de amplitud, curiosidad e intercambio”, encargado a mi persona. Cruces y diagonales, segunda parte, ofrece tres artículos reflexivos:

“La literatura y sus fronteras” por Florencia Garramuño; “Lecturas posibles desde el japonés” por Anna-Kazumi Stahlh y “La traducción Argentina en España. Hacia una poética de la experiencia” por Andrés Ehrenhaus. La iniciativa, más que valiosa, resume en un libro, perspectivas, resoluciones empíricas a distintas problemáticas que se plantean en el camino de la traducción, así como balances de cómo anda, cómo se ejerce, y quiénes ejercen el noble oficio de la traducción en nuestra América, buscando caminos para visualizarnos, con el firme y generoso propósito de favorecer la comunicación y el intercambio entre países donde se traduce al español. Exhortándose, en contratapa, también al hecho de que “hace falta trabajar en proyectos que acentúen el desarrollo de la traducción de títulos del español a otras lenguas y aseguren a los lectores del continente que nunca faltarán los buenos libros traducidos”.Una preocupación general que el libro expresa es cómo América Latina –que ha dado a luz escritores de altísimo nivel y alimenta constantemente la producción literaria internacional– corre el riesgo de quedar aislada, dado que cada vez participa menos en las decisiones acerca de qué libros traducidos circulan en sus países y, al mismo tiempo, gran parte de su propia producción literaria no llega al público internacional. Este libro puede comprarse a través de las librerías por internet y próximamente estará en e-book. La Fundación TyPA ofrece programas de intercambio internacional, artículos y muchos frentes de información en el tema de la traducción a través de su website que recomiendo ampliamente: www.typa.org.ar.«Un idioma es el universo traducido a ese idioma» escribió José Antonio Ramos Sucre, siendo él, uno de los poetas que amante de los idiomas se hizo políglota y traductor literario, al igual que tantos otros poetas de nuestra tierra, quienes preferentemente –por amor y pasión– se dedican desde 1498 hasta nuestros días al oficio de la traducción en nuestro país. En el capítulo venezolano, nuestro balance configura un panorama de poéticas de la traducción, editoriales privadas y gubernamentales, colecciones y libros emblemáticos, ofreciendo un punto de partida y un punto de actualidad, en el que se registran 84 nombres que han hecho su aporte a la traducción literaria en nuestro país.

Edda ArmasPoeta y ensayista

La traducción literaria

en América Latina: un libro en busca de lectores

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