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91 III. TRANSICIÓN URBANA Y DE LA MOVILIDAD: RIESGOS SOCIODEMOGRÁFICOS, CAPACIDAD DE RESPUESTA Y MECANISMOS DE ADAPTACIÓN 1. Patrones de asentamiento territorial de la población 1.1 Antiguos y nuevos riesgos La transición urbana y de la movilidad consiste en el proceso sostenido de cambio de la distribución de la población, cuya manifestación más evidente es el aumento gradual y persistente de la proporción (y, en la práctica, también de la cantidad absoluta) de población que reside en localidades urbanas y de las modificaciones substanciales de las modalidades de desplazamiento territorial. En sus primeras etapas, esta transición implica un rápido crecimiento de las ciudades, una intensa migración rural-urbana y un profundo impacto de los migrantes del campo en las ciudades, cambios a los que se asocian varios riesgos 57 : el desencadenamiento de fuertes tensiones en las comunidades urbanas con mayor ritmo de expansión demográfica y física; la decadencia de comunidades rurales a raíz de la elevada emigración; las fracturas y la inestabilidad de los hogares rurales afectados por una emigración selectiva; el hacinamiento y los conflictos en los hogares urbanos como resultado de la llegada de inmigrantes del campo; la exclusión y discriminación de los inmigrantes rurales en las ciudades. Una vez que la transición ha avanzado y que la localización de la población deviene esencialmente urbana, desaparecen o se atenúan algunos de estos riesgos, otros se mantienen y emergen unos nuevos. La mayoría de los riesgos que persisten o emergen en las etapas avanzadas de la transición urbana y de la movilidad son contingentes, pues dependen de las circunstancias históricas por las que atraviesa este proceso y de las relaciones que guarda con otros, en particular con el desarrollo social, económico y político. Un riesgo que se atenúa o desaparece es el relacionado con el rápido crecimiento de las ciudades. Las localidades urbanas, en su conjunto, moderan la intensidad de su expansión demográfica debido a la reducción (a veces fruto de un simple efecto aritmético) del impacto cuantitativo de la migración del campo a la ciudad y a la disminución del crecimiento vegetativo urbano ocasionado por la concomitancia entre la transición urbana y la demográfica; es decir, el ritmo de crecimiento de la población urbana se hace cada vez menos amenazante, aunque puede seguir alto en ciudades específicas. A su vez, la incorporación de los migrantes rurales se torna menos traumática, pues junto al descenso de su cuantía relativa, la mayor exposición a pautas de conducta, conocimientos y actividades propias del medio urbano fruto de la urbanización y de la diseminación de la “ cultura” urbana por los medios de comunicación masivos hace menos ostensibles sus rezagos socioculturales. Por último, se produce una progresiva revalorización de las comunidades rurales, tanto a causa de la agudización de los problemas urbanos (escasez de espacio, congestión vehicular, inseguridad y contaminación, entre otros) como de la paulatina “ urbanización” del campo, donde se habilitan servicios y 57 Estos riesgos involucran adversidades pero también oportunidades, pues la urbanización parece consustancial al proceso de desarrollo (buena parte de las formas de producir y vivir “modernas” son esencialmente urbanas). Con todo, en este documento se destacarán las adversidades y no las oportunidades.

III. TRANSICIÓN URBANA Y DE LA MOVILIDAD: … · 95 cuadro 19 amÉrica latina y el caribe, paÍses seleccionados: nivel de urbanizaciÓn por paÍses clasificados segÚn estado de

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III. TRANSICIÓN URBANA Y DE LA MOVILIDAD:RIESGOS SOCIODEMOGRÁFICOS, CAPACIDAD DE

RESPUESTA Y MECANISMOS DE ADAPTACIÓN

1. Patrones de asentamiento territorial de la población

1.1 Antiguos y nuevos riesgos

La transición urbana y de la movilidad consiste en el proceso sostenido de cambio de ladistribución de la población, cuya manifestación más evidente es el aumento gradual y persistentede la proporción (y, en la práctica, también de la cantidad absoluta) de población que reside enlocalidades urbanas y de las modificaciones substanciales de las modalidades de desplazamientoterritorial.

En sus primeras etapas, esta transición implica un rápido crecimiento de las ciudades, unaintensa migración rural-urbana y un profundo impacto de los migrantes del campo en lasciudades, cambios a los que se asocian varios riesgos57: el desencadenamiento de fuertes tensionesen las comunidades urbanas con mayor ritmo de expansión demográfica y física; la decadencia decomunidades rurales a raíz de la elevada emigración; las fracturas y la inestabilidad de loshogares rurales afectados por una emigración selectiva; el hacinamiento y los conflictos en loshogares urbanos como resultado de la llegada de inmigrantes del campo; la exclusión ydiscriminación de los inmigrantes rurales en las ciudades. Una vez que la transición ha avanzadoy que la localización de la población deviene esencialmente urbana, desaparecen o se atenúanalgunos de estos riesgos, otros se mantienen y emergen unos nuevos.

La mayoría de los riesgos que persisten o emergen en las etapas avanzadas de la transiciónurbana y de la movilidad son contingentes, pues dependen de las circunstancias históricas por lasque atraviesa este proceso y de las relaciones que guarda con otros, en particular con el desarrollosocial, económico y político. Un riesgo que se atenúa o desaparece es el relacionado con el rápidocrecimiento de las ciudades. Las localidades urbanas, en su conjunto, moderan la intensidad de suexpansión demográfica debido a la reducción (a veces fruto de un simple efecto aritmético) delimpacto cuantitativo de la migración del campo a la ciudad y a la disminución del crecimientovegetativo urbano ocasionado por la concomitancia entre la transición urbana y la demográfica; esdecir, el ritmo de crecimiento de la población urbana se hace cada vez menos amenazante, aunquepuede seguir alto en ciudades específicas. A su vez, la incorporación de los migrantes rurales setorna menos traumática, pues junto al descenso de su cuantía relativa, la mayor exposición apautas de conducta, conocimientos y actividades propias del medio urbano fruto de laurbanización y de la diseminación de la “ cultura” urbana por los medios de comunicaciónmasivos hace menos ostensibles sus rezagos socioculturales. Por último, se produce unaprogresiva revalorización de las comunidades rurales, tanto a causa de la agudización de losproblemas urbanos (escasez de espacio, congestión vehicular, inseguridad y contaminación, entreotros) como de la paulatina “ urbanización” del campo, donde se habilitan servicios y

57 Estos riesgos involucran adversidades pero también oportunidades, pues la urbanización parececonsustancial al proceso de desarrollo (buena parte de las formas de producir y vivir “modernas” sonesencialmente urbanas). Con todo, en este documento se destacarán las adversidades y no lasoportunidades.

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equipamientos que antes sólo podían obtenerse en las ciudades y se crean condiciones favorablespara combinar una actividad laboral urbana con una residencia rural.58

Los riesgos sociodemográficos de los contextos altamente urbanizados se ponen demanifiesto en los sistemas urbanos y en las ciudades. Se destaca la configuración de sistemasurbanos con aglomerados enormes, difíciles de gobernar y cuya sola mantención obliga a ingentesinversiones y una amenaza persistente es la concentración en la ciudad principal, lo que puederedundar en su saturación, en el surgimiento de deseconomías de aglomeración y en eldesaprovechamiento de opciones productivas en las localidades secundarias. Pero este riesgo escontingente, pues depende de la modalidad de estructuración del sistema urbano y de las pautasde localización de las ciudades, dentro de estas se advierten riesgos socioeconómicos ysociodemográficos. Los primeros incluyen situaciones que suelen ser más frecuentes en el mediourbano que en el rural (criminalidad, informalidad, contaminación, congestión y hacinamiento),pero más vinculados con el desarrollo socioeconómico que con la transición urbana. Los riesgossociodemográficos dependen de la localización y de los movimientos de hogares y personasdentro de las ciudades y comprenden: el despoblamiento de los espacios centrales debido adiferentes causas (altos costos del suelo, escasez de terreno, etc.), lo que involucra unasubutilización de la infraestructura pública y origina la extensión física de las ciudades; elasentamiento de la población en áreas riesgosas —que responde a la necesidad de alojar elcrecimiento vegetativo pero que pone en peligro a quienes residen en dichas áreas y puedeamenazar al conjunto del ecosistema urbano— y la segregación residencial, reflejo geográfico delas agudas desigualdades socioeconómicas intraurbanas.

Finalmente, la revalorización del medio rural no es un sinónimo de la desaparición de losriesgos sociodemográficos inherentes a la localización de la población en el campo, como laexposición a catástrofes naturales, a los efectos nocivos de la transferencia de agentescontaminantes desde otros ámbitos y al agotamiento de recursos que se explotan para satisfacerlas necesidades de otros ecosistemas. Además de los riesgos propios de la economía campesina(Deveraux, 2001), el medio rural se caracteriza por un patrón de asentamiento disperso quedificulta el acceso a infraestructura y servicios básicos y aumenta los riesgos de exclusión social(Ruvalcaba, 2001; Villa, 1996).

1.2 La transición urbana y sus riesgos en América Latina y el Caribe

América Latina y el Caribe recorrió a tranco acelerado la transición urbana; el número dehabitantes urbanos pasó de 70 millones en 1950 a casi 400 millones en 2000 y el porcentajeurbano de la población total se elevó de 40% a 75% en esos cincuenta años (gráfico 29). Laceleridad de esta transición llevó a la región a ser la más urbanizada del mundo en desarrollo(United Nations, 2001a), condición que no obedece a un mero efecto estadístico de la definiciónutilizada sino a una realidad sociodemográfica incontrovertible.59 Dado su alto grado deurbanización, la región debiera estar expuesta a los riesgos sociodemográficos propios de lasetapas avanzadas de la transición urbana, lo que se verifica sólo parcialmente como se expone acontinuación.

58 Se ha usado el neologismo “rurbano” para describir áreas en que se desarrollan formas de vidapredominantemente urbanas, pero retienen el paisaje, los atractivos y algunas actividades del campo(Barros, 1999).59 Si se utiliza un criterio abiertamente exigente para definir lo urbano —como el porcentaje de lapoblación que reside en ciudades de 100 mil o más habitantes— varios países de la región registran unaproporción superior a la de los más desarrollados del mundo (Lattes, Rodríguez, Villa y Lattes, 2002:CEPAL 2001b; Jordán y Simioni, 1998).

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El riesgo del acelerado crecimiento urbano se ha ido atenuando, pues las tasas deincremento de mediados del siglo pasado (cercanas a 4.5% anual) dieron paso a otras másmoderadas, que en la actualidad fluctúan en torno al 2% (gráfico 30). Asimismo, los últimosantecedentes disponibles (Lattes, Rodríguez y Villa, 2002; United Nations, 2001d; Rodríguez yVilla, 1998 y 1997) indican un paulatino descenso de la intensidad de la migración rural-urbana60

y una reducción de los riesgos de conflicto comunitario y de exclusión social ligados a laintegración de los migrantes en el medio urbano. Como contrapartida, en la mayoría de los países(incluidos los dos más poblados) la corriente migratoria más voluminosa es la que se establecedentro de los sistemas urbanos nacionales (CEPAL, 2001b). La evidencia empírica muestra, encambio, que el riesgo de despoblamiento del campo se reactivó en los últimos años. Luego dedécadas de lento crecimiento, la población rural se estabilizó en unos 130 millones de habitantes(gráfico 29); como su crecimiento vegetativo superior al urbano, esa estabilización implica unapersistente migración neta negativa.

60 La información censal muestra que a contar del decenio de 1970 se produjo una pérdida deatracción migratoria de las ciudades más grandes y que otras de magnitud intermedia adquirieron un granimpulso demográfico (Pinto da Cunha, 2002; CEPAL, 2001b; CEPAL/HABITAT, 2001; Chant, 1999;Jordán y Simioni, 1998).

Gráfico 29AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN URBANA, DE LA

POBLACIÓN RURAL Y DEL GRADO DE URBANIZACIÓN, 1950-2000

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1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

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Población urbana Población rural Porcentaje urbanoFuente: United Nations, 2001a

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Si bien son valiosas para las comparaciones a escala mundial, las cifras agregadas de laregión no permiten advertir la gran heterogeneidad de situaciones entre países y dentro de ellos.Los estudios tipológicos dejan en claro que las naciones más pobladas están en una fase avanzadade transición urbana y que varias de las que tienen menos población se encuentran en unaposición rezagada (cuadro 19). A su vez, el despoblamiento rural es nítido sólo en los países másurbanizados, pues en aquellas de transición urbana moderada y rezagada las altas tasas decrecimiento urbano (superiores a 3% anual) coexisten con un relativo dinamismo rural (cuadros20 y 21). Además, e incluso en los países de transición urbana avanzada, el riesgo de crecimientoacelerado sigue vigente en numerosas ciudades, sobre todo en las de rango intermedio (CELADE,2001a; CEPAL, 2001b; United Nations, 2001a). La tendencia descendente de la intensidad de unriesgo sociodemográfico —aun si es sostenida en el tiempo y tiene visos de irreversibilidad— nosignifica pérdida de relevancia y la migración rural urbana es un ejemplo, ya que, pese a sudescenso, aún aporta un tercio del crecimiento urbano total de la región; en algunos países(Bolivia o Guatemala, por ejemplo) este aporte se eleva a la mitad del incremento urbanonacional (United Nations, 2001d; CEPAL/HABITAT, 2001) y las diferencias socioeconómicasentre residentes urbanos y migrantes del campo siguen provocando agudos problemas(CELADE/SEGEPLAN, 2001; UNFPA-Bolivia, 2001). Los datos disponibles indican que enmuchos países la emigración continúa minando a la población rural y que, como resultado de laselectividad por edad y sexo, esta emigración incide decisivamente en sus estructurasdemográficas envejecidas y desequilibradas según género (recuadro 12). Por otra parte, losefectos adversos de algunos riesgos sociodemográficos actúan de manera antagónica en las zonasurbanas y las rurales. Así, las dificultades que entraña la integración de los migrantes rurales en laciudad pueden atenuarse significativamente gracias a su selectividad sociocultural, pero el hechode que los emigrantes tengan niveles educativos mayores a los de quienes no migran redunda enel deterioro de la ya precaria base de recursos humanos calificados en las zonas rurales.

Gráfico 30AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: EVOLUCIÓN DE LA TASA DE CRECIMIENTO DE LA

POBLACIÓN URBANA Y RURAL, 1950-2000

-0,5

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1950-1955 1955-1960 1965-1965 1965-1970 1970-1975 1975-1980 1980-1985 1985-1990 1990-1995 1995-2000

Quinquenios

Tas

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5

Tasa de crecimiento de la población urbana Tasa de crecimiento de la población rural

Tasa de crecimiento del porcentaje urbano Fuente: United Nations, 2001a

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Cuadro 19AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, PAÍSES SELECCIONADOS: NIVEL DE URBANIZACIÓN

POR PAÍSES CLASIFICADOS SEGÚN ESTADO DE LA TRANSICIÓN URBANA, 1950-2000ESTADO DE LATRANSICIÓN URBANA AÑOS

Transición avanzada1 1950 1960 1970 1980 1990 2000Argentina 65.3 73.6 78.4 82.9 86.5 89.9Bahamas 76.7 74.3 71.8 75.1 83.6 88.5Brasil 36.0 44.9 55.8 66.2 74.7 81.3Chile 58.4 67.8 75.2 81.2 83.3 85.7Uruguay 78.0 80.1 82.1 85.2 88.7 91.3

Venezuela 46.8 61.2 71.6 79.4 84.0 86.9

En plena transición2 1950 1960 1970 1980 1990 2000Colombia 37.1 48.2 57.2 63.9 69.5 73.9Cuba 49.4 54.9 60.2 68.1 73.7 75.3México 42.7 50.8 59.0 66.3 72.5 74.4Perú 35.5 46.3 57.4 64.6 68.9 72.8

Trinidad y Tabago 63.9 64.5 63.0 63.1 69.1 74.1

Transición moderada3 1950 1960 1970 1980 1990 2000Barbados 33.9 35.4 37.1 40.2 44.8 50.0Bolivia 37.8 39.3 40.8 45.5 55.6 62.5Ecuador 28.3 34.4 39.5 47.0 55.1 65.3El Salvador 36.5 38.3 39.4 41.6 43.9 46.6Honduras 17.6 22.7 28.9 34.9 41.8 52.7Jamaica 26.8 33.8 41.5 46.8 51.5 56.1Nicaragua 34.9 39.6 47.0 50.3 53.1 56.1Panamá 35.8 41.2 47.6 50.4 53.7 56.3Paraguay 34.6 35.6 37.1 41.7 48.7 56.0

República Dominicana 23.7 30.2 40.3 50.5 58.3 65.0

Transición rezagada4 1950 1960 1970 1980 1990 2000Costa Rica 33.5 36.6 39.7 43.1 45.8 47.8El Salvador 36.5 38.3 39.4 41.6 43.9 46.6Guatemala 29.5 32.4 35.5 37.4 38.1 39.4Haití 12.2 15.6 19.8 23.7 29.5 35.7Fuente: United Nations, 2001a, Tabla A.2; CEPAL/HABITAT, 2001.1 80% o más de población urbana en 20002 Más de 70% y menos de 80% de población urbana en 20003 De 50% a 70% de población urbana en 20004 Menos de 50% de población urbana en 2000

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En el examen de las modalidades actuales de asentamiento de la población latinoamericanay caribeña se identifican varios riesgos, pero sólo algunos están ligados directamente con latransición urbana y en su mayoría apuntan a fenómenos, procesos o rasgos que son objeto deinterpretación controvertida en tanto factores de riesgo: ¿entrañan realmente adversidades? ¿noson, acaso sobrecompensados por las oportunidades que generan? Además, la especificidadterritorial de estos riesgos resta validez a las generalizaciones, pues sus eventuales adversidadesse manifiestan en cada contexto particular y no son forzosamente representativos de la realidadregional. Con todo, es posible advertir tendencias sistemáticas.

Recuadro III.12ÉXODO, ENVEJECIMIENTO Y MASCULINIZACIÓN RURAL EN BRASIL

En los últimos cincuenta años la población rural de Brasil experimentó un masivo éxodo hacia lasciudades; se estima que desde 1950 uno de cada tres brasileños emigró del campo y que su númerototal, entre 1960 y 1980, ascendió a unas 27 millones de personas. Si bien obedecieron a diferentescausas, y se produjeron de manera heterogénea entre las regiones, estos movimientos (unidos a losefectos de la caída de la fecundidad) originaron una fuerte disminución de la población rural. Conaltibajos a lo largo del período, casi la mitad de los migrantes internos procedieron del Nordeste,aunque en la década de los años cincuenta una fracción algo mayor se originó en el Sudeste; sinembargo, las regiones Sur, Sudeste y Centroeste expulsaron mayores contingentes de su poblaciónrural (más del 45% de ésta mudó su residencia a las zonas urbanas). Las sequías recurrentes en elNordeste, el trabajo en la recolección del café en áreas de São Paulo y Paraná y la construcción deBrasilia, incidieron en los primeros éxodos. En los últimos años, la emigración rural se originó en loscambios tecnológicos aplicados en el campo, las modificaciones en las relaciones laborales, laerradicación de los cafetales y la fuerte atracción de las grandes ciudades.

El creciente predominio de mujeres y jóvenes entre los emigrantes originó un sostenido aumento delas relaciones de masculinidad y dependencia en la población rural. La atractiva oferta laboral en lasactividades terciarias urbanas (principalmente en el sector de servicios a las empresas y los hogares)es uno de los factores que explican la emigración femenina: el índice de masculinidad rural se elevóde 104 en 1950 a 109 en 1996; el cambio fue aun más ostensible entre las personas jóvenes de 15 a 29años, puesto que en 1950 había en el campo más mujeres que hombres de esas edades, en 1960 larelación entre ambos sexos se equiparó y en los años siguientes fue aumentando hasta llegar a 114hombres por cada cien mujeres en 1996. La falta de expectativas laborales y la escasa formaciónescolar en las zonas rurales están entre los factores que explican la emigración de los jóvenes a lasciudades: en los años ochenta, la tasa de emigración de las personas de 15 a 24 años fue de 1.5%anual y la del grupo de 25 a 64 años no llegó a 1% (CEPAL/HABITAT, 2001, p. 39). Estaselectividad migratoria según la edad es responsable de una mayor incidencia de los adultos mayores(65 y más años de edad) en el medio rural (donde representan el 5.7% de la población) que en elurbano (5.1% de la población). La encuesta de hogares de 1998 (PNAD) indicó que 23% de los“productores” agropecuarios son mayores de 60 años, 2 puntos más que lo registrado 6 años antes;incluso se afirma que la agricultura por cuenta propia está mayoritariamente en manos de personasmayores (Dirven, 2001). Con todo, la mayor fecundidad del campo se manifiesta en una proporciónde niños superior a la de las ciudades. A raíz de estos comportamientos, el segmento central de lapirámide de edades rural es más angosto que el de la urbana: en el campo sólo 60% de la poblaciónestá en edades potencialmente activas y en las ciudades dicha participación es de 68% (CELADE,1999a).

Fuente: Camarano y Abramovay (1999); Dirven (2001); CEPAL/HABITAT (2001); CELADE(1999).

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Cuadro 20AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, PAÍSES SELECCIONADOS: TASA DE CRECIMIENTO

MEDIA ANUAL DE LA POBLACIÓN URBANA POR PAÍSES CLASIFICADOS SEGÚNESTADO DE LA TRANSICIÓN URBANA, QUINQUENIOS ENTRE 1950 Y 2000

PAÍSES SEGÚNTRANSICIÓNURBANA QUINQUENIOS

Transición avanzada1 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Argentina 3.25 2.82 2.22 2.04 2.26 2.04 1.97 1.82 1.76 1.60Bahamas 1.95 3.93 4.60 3.46 2.59 2.59 3.14 2.88 2.56 2.25Brasil 5.37 5.06 5.24 4.64 4.21 3.95 3.40 2.91 2.44 2.04Chile 3.71 3.75 3.49 3.01 2.52 2.23 1.89 1.83 1.89 1.67Uruguay 1.43 1.61 1.44 1.07 0.37 1.11 1.09 0.98 1.01 0.99

Venezuela 6.92 6.39 5.36 4.71 4.58 4.34 3.17 3.08 2.63 2.35

En plena transición2 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Colombia 5.64 5.47 5.10 4.15 3.55 3.31 3.09 2.70 2.60 2.46Cuba 2.93 2.72 3.05 2.79 3.06 2.02 1.67 1.70 0.87 0.62México 4.50 4.71 4.69 4.62 4.34 3.79 3.15 2.78 2.09 1.89Perú 5.32 5.24 5.16 4.83 4.15 3.65 3.06 2.63 2.30 2.26

Trinidad y Tabago 2.60 3.20 1.00 1.37 0.83 1.36 2.66 1.49 1.52 1.15

Transición moderada3 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Barbados 1.94 0.74 0.83 0.76 1.37 1.08 1.40 1.41 1.64 1.56Bolivia 2.43 2.56 2.61 2.71 2.81 4.17 4.04 4.08 3.76 3.32Ecuador 4.64 4.71 4.49 4.20 4.30 4.90 4.41 3.87 4.00 3.58Honduras 5.71 5.78 5.84 5.23 5.14 5.01 4.77 5.11 5.50 4.84Jamaica 4.28 3.37 3.70 3.18 2.70 2.32 2.49 1.52 1.72 1.73Nicaragua 4.29 4.34 4.74 5.11 4.03 3.69 3.61 2.88 3.42 3.34Panamá 4.01 4.24 4.40 4.30 3.27 3.04 2.76 2.64 2.32 2.09Paraguay 2.46 2.39 2.81 2.88 3.47 4.50 4.47 4.71 4.17 3.90

República Dominicana 5.50 5.68 6.25 5.76 5.02 4.57 3.82 3.47 3.09 2.67

Transición rezagada4 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Costa Rica 4.35 4.59 4.46 3.92 3.39 3.81 3.64 3.32 3.52 2.92El Salvador 3.12 3.44 3.40 3.81 3.21 2.70 1.33 1.92 2.60 2.73Guatemala 3.85 3.82 3.76 3.66 3.41 2.87 2.73 2.63 2.89 3.18Haití 3.96 4.07 4.11 4.08 3.60 3.80 4.40 4.71 3.79 3.49Fuente: United Nations, 2001a, Tabla A.6; CEPAL/HABITAT, 2001 (para tipología).1 80% o más de población urbana en 20002 Más de 70% y menos de 80% de población urbana en 20003 De 50% a 70% de población urbana en 20004 Menos de 50% de población urbana en 2000

La primera tendencia es la del despoblamiento rural, que si bien se manifiesta a escalanacional sólo en los países de transición urbana avanzada (cuadro 21), también se expresa en lapérdida de población de numerosas localidades pequeñas del resto de la región. Como esedespoblamiento origina en las precarias condiciones de vida y obedece al ejercicio del derecho delos individuos a su libre desplazamiento, las adversidades que causa a las comunidades ruralesdependen de la selectividad de los migrantes y de su impacto sobre la subutilización deinfraestructura y la pérdida de opciones productivas.

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Cuadro 21AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, PAÍSES SELECCIONADOS: TASA DE CRECIMIENTO

MEDIA ANUAL DE LA POBLACIÓN RURAL POR PAÍSES CLASIFICADOS SEGÚNESTADO DE LA TRANSICIÓN URBANA, QUINQUENIOS ENTRE 1950-2000

PAÍSES SEGÚNTRANSICIÓNURBANA QUINQUENIOS

Transición avanzada1 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Argentina -0.67 -1.10 -0.44 -0.55 -0.62 -0.85 -0.85 -1.00 -1.68 -1.55Bahamas 3.29 5.26 5.94 4.65 0.92 0.82 -2.11 -2.36 -1.95 -1.50Brasil 1.63 1.32 0.88 0.27 -0.19 -0.45 -0.69 -1.18 -1.65 -1.58Chile -0.35 -0.31 -0.17 -0.62 -1.03 -1.33 0.20 0.92 0.26 -0.36Uruguay 0.15 0.33 0.16 -0.21 -0.95 -2.17 -2.19 -1.89 -1.82 -1.85

Venezuela 1.08 0.56 0.60 0.12 0.26 0.12 -0.07 0.18 0.24 -0.01

En plena transición2 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Colombia 1.08 0.91 0.84 1.17 0.64 0.57 0.34 0.45 0.38 0.30Cuba 0.74 0.52 0.86 0.59 -0.37 -1.45 -1.13 -0.88 -0.09 -0.16México 1.24 1.45 1.33 1.28 1.19 0.65 0.21 -0.05 1.10 0.90Perú 0.85 0.76 0.68 0.36 0.78 0.98 1.02 0.76 0.44 0.38

Trinidad y Tabago 2.35 2.99 1.64 1.99 0.83 1.29 -0.03 -1.20 -1.03 -1.22

Transición moderada3 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Barbados 1.25 0.05 0.14 0.04 0.07 -0.24 -0.49 -0.48 -0.39 -0.58Bolivia 1.81 1.93 1.99 2.08 2.19 0.97 -0.03 0.02 0.58 0.78Ecuador 1.77 1.84 2.09 2.22 1.96 1.18 1.00 0.75 -0.24 -0.76Honduras 2.49 2.56 2.61 2.00 2.11 2.53 2.29 1.71 0.89 0.64Jamaica 0.94 0.04 0.36 -0.10 0.57 0.19 0.55 -0.29 -0.09 -0.19Nicaragua 2.31 2.36 2.12 1.65 2.54 2.57 2.49 1.76 2.30 1.98Panamá 1.69 1.92 1.80 1.72 2.15 1.91 1.44 1.32 1.31 1.07Paraguay 2.02 1.95 2.23 2.17 1.85 2.25 1.79 1.73 1.19 1.04

República Dominicana 2.19 2.38 1.83 1.34 0.87 0.43 0.52 0.51 0.13 0.13

Transición rezagada4 1950-1995

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

Costa Rica 3.02 3.26 3.13 2.59 2.01 2.37 2.33 2.49 2.68 2.09El Salvador 2.33 2.66 2.93 3.39 2.37 1.76 0.38 0.97 1.65 1.45Guatemala 2.47 2.45 2.38 2.29 2.39 2.28 2.41 2.35 2.46 2.29Haití 1.09 1.20 1.23 1.21 1.20 1.55 1.63 1.55 0.88 0.74Fuente: United Nations, 2001a, Tabla A.7; CEPAL/HABITAT, 2001 (para tipología).1 80% o más de población urbana en 20002 Más de 70% y menos de 80% de población urbana en 20003 De 50% a 70% de población urbana en 20004 Menos de 50% de población urbana en 2000

La segunda tendencia es la consolidación de megápolis (de diez millones de habitantes omás) y ciudades grandes (de uno a diez millones de habitantes).61 Si bien estos aglomerados enespecial las megápolis registraron una fuerte desaceleración demográfica en los últimos veinteaños62, aún no hay signos de que su tamaño se reduzca. Su enorme envergadura demográfica y

61 América Latina y el Caribe —con sólo 8.5% de la población total y 3.7% de la población urbanadel mundo— tenía tres de la diez ciudades mayores del globo en 2000 (United Nations, 2001a).62 Todo indica que estas ciudades recibieron el grueso de los impactos recesivos de la “décadaperdida” de 1980, lo que minó su atractivo migratorio (Pinto da Cunha, 2002; CEPAL/HABITAT, 2001;Boeninger, 2000; De Mattos, 2001; CONAPO, 2000; Chant, 1999; Rodríguez y Villa, 1997; Lattes, 1995).

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física que algunos asocian con deseconomías de escala (Azoni, 1999)63 exige unainstitucionalidad adecuada, lo que parece lejano en la mayoría de los casos (CEPAL/ HABITAT,2001), no sólo sus los costos económicos sino también por las dificultades de la administraciónpública en contextos masivos, afectados por necesidades básicas insatisfechas y carencias deinfraestructura; además, ese crecimiento se traduce en la paulatina ocupación de distintasunidades político administrativas, cuyas autoridades actúan de manera descoordinada y sin unanoción de la urbe en su conjunto.

La tercera tendencia alude a los altos índices de primacía de las ciudades principales de lossistemas urbanos (Lattes, Rodríguez y Villa, 2002; CEPAL 2001b; United Nations, 2001d). Estatendencia, concomitante con la centralización económica y política, se vincula con el riesgo desaturación de aquellas ciudades y de postergación de las localidades secundarias. Sin embargo,esa primacía no depende del estado actual de la transición urbana, pues sus raíces poseen hondaraigambre histórica (Rodríguez y Villa, 1998).

En el seno de estas tendencias pueden individualizarse cuatro riesgos que emergen opersisten: la continua exposición a peligros ambientales; la persistente dispersión rural; laexpansión horizontal de las ciudades y, la segregación residencial.

El riesgo ambiental se expresa en los numerosos desastres naturales que ha experimentadola región.64 Si bien el análisis de estos últimos enfrenta debates conceptuales algunos enfoquesponen el acento en sus aspectos físicos o de ingeniería y otros en los sociales (CONAPO,2001), cabe distinguir entre la amenaza ambiental, la población expuesta y la vulnerabilidad.65

Muchos eventos naturales (tectonismo activo, huracanes, inundaciones, sequías, inestabilidad deladeras) entrañan daños potenciales para las comunidades humanas, pero la acción antrópica,incluida la dinámica demográfica, también es responsable de varias amenazas (CEPAL/PNUMA,2001; CEPAL/CELADE, 1995). La localización y la movilidad territorial son factores clave66 y,en tal sentido, el patrón de asentamiento humano consolidado en la región incluye zonasambientalmente riesgosas (CEPAL, 2001d). La improbabilidad de que este patrón sea revertidoen gran escala si bien puede modificarse en localizaciones específicas, especialmente despuésde algún desastre no debe entenderse como una virtual rendición frente a los riesgosambientales. Primero, existen normas, incentivos y programas que procuran evitar elasentamiento en zonas riesgosas. Segundo, hay opciones de prevención de algunos fenómenosambientales eventualmente peligrosos. Tercero, se cuenta con mecanismos de defensa oadaptación ante estos riesgos gracias al avance científico (anticipación de desastres, mejora de la

63 Esta visión contrasta con aquella que atribuye a las ciudades grandes una posición privilegiadapara aprovechar las oportunidades de la globalización (CEPAL/HABITAT, 2001).64 Se estima que los desastres ambientales en los últimos treinta años, provocaron unos 85 milmuertos, 13 millones de damnificados directos y pérdidas superiores a los US$ 50 mil millones(CEPAL/PNUMA, 2001).65 “Hasta hace poco tiempo en el análisis de los desastres naturales se ponía mucho más énfasis enlos agentes causantes (fenómenos físicos como procesos geodinámicos o hidrometeorológicos) y poco enlas circunstancias de las poblaciones expuestas. En los últimos años, a partir de los análisis devulnerabilidad, la preocupación se ha ido desplazando hacia las comunidades que sufren los daños. Bajoesta perspectiva, el riesgo depende principalmente de las condiciones sociales existentes y es la sociedad,más que la naturaleza la que decide que tiene más probabilidades de estar expuesto a peligrosos agentesgeofísicos y tener defensas contra ellos” (Gómez, 2001, p. 13)66 Por ejemplo, la migración entre zonas rurales suele ir acompañada del manejo inapropiado de losecosistemas y del establecimiento en laderas inestables; a su vez, la movilidad intrametropolitana conduce ala ocupación de terrenos que con frecuencia están expuestos a la amenaza de inundaciones, aluviones ocontaminación de diverso tipo.

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resistencia frente a eventos climáticos o geológicos adversos) e institucional (sistemas de alertarápida, mecanismos de evacuación masiva, protección o acción defensiva expeditos).

La información disponible si bien fragmentaria indica que en la mayoría de los paísesde la región, el asentamiento rural muestra altos niveles de dispersión. Una fracción importante dela población del campo se disemina entre pequeñas localidades, cuyo número puede variarconsiderablemente en corto tiempo67, lo que es indicio de una intensa movilidad territorial y delimperio de fuerzas de desarraigo, realzadas por la precariedad de su situación socioeconómica(CEPAL/HABITAT, 2001; Rubalcava, 2001). La dispersión rural entraña las adversidadespropias de una localización distante, en términos geográficos y socioculturales, de los centros deproducción, comercialización, toma de decisiones y ofrecimiento de servicios, por lo querepresenta “ uno de los problemas más desafiantes para la política social” (CONAPO, 1999, p.112)68 El mejoramiento de la accesibilidad de estas comunidades y el suministro de serviciosbásicos a la población dispersa exige cuantiosas inversiones, que los gobiernos nacionales ylocales, afectados por restricciones financieras, rara vez están en condiciones de enfrentar. A lapostre, la dispersión involucra riesgos claros de exclusión social para las comunidades, loshogares y los individuos.

La dispersión también aparece como un riesgo para las comunidades urbanas, pues lamodalidad horizontal de crecimiento de muchas ciudades redunda en la ocupación de enormessuperficies con zonas de baja densidad demográfica, lo que entraña costos crecientes de extensiónde servicios e infraestructura. Con todo, no es claro que las densidades de las ciudadeslatinoamericanas y caribeñas sean inferiores a las que resultan de la suburbanización de lasgrandes urbes en los países desarrollados (www.demographia.com/db-intl-ua2001.htm).69 Si bienla expansión física de las ciudades de la región involucra a todos los grupos socioeconómicos,segmenta sus localizaciones en espacios diferenciados. La suburbanización de los grupos de altosingresos responde a una opción deliberada, que cuenta con amplio respaldo de inversionespúblicas y privadas, y que genera un ambiente social exclusivo y protegido (recuadro 13). Encambio, la localización periférica de los grupos pobres suele ser forzada y darse en condicionesmateriales precarias (Azzoni, 1999); en muchos casos incluye la ocupación de zonas expuestas adesastres ambientales. Un riesgo de esta expansión física para las comunidades urbanas es laconformación de un anillo de pobreza alrededor de las ciudades y una paulatina subutilización delespacio y la infraestructura de las zonas centrales, que en la mayoría de las grandes ciudades de laregión son zonas de emigración neta (mapas 1a y 1b).

67 En México, el conteo realizado en 1995 identificó un número de localidades pequeñas y aisladasmayor que el censo levantado cinco años antes (Ruvalcaba, 2001).68 Como muchos otros riesgos, la dispersión tiene como contracara aspectos potencialmentepositivos, pues en las zonas rurales de baja densidad es menos frecuente la fragmentación excesiva delsuelo y la sobreexplotación de la base de recursos naturales; en cambio, las altas densidades rurales, comolas que se registran en El Salvador o Jamaica, se asocian a elevadas tasas de deforestación(CEPAL/PNUMA, 2001).69 Las evidencias sobre las menores densidades medias de las ciudades en los países desarrolladosparecen apoyar la hipótesis de que el mejoramiento de la infraestructura y de las redes de comunicación eintercambio son un rasgo distintivo de la imagen dispersa de las ciudades modernas (De Mattos, 2001;Graham y Marvin, 2001; Frey, 1987).

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Recuadro III.13VIVIENDO EN LA PERIFERIA: JUNTOS PERO NO REVUELTOS

En el decenio de 1990, el número de “villas miseria” en Córdoba, Argentina, superó la centena; almismo tiempo, unas veinte urbanizaciones privadas —countries, barrios cerrados, clubes de campo yurbanizaciones/parque— irrumpieron dentro del espacio municipal; ambos fenómenos compartieronespacios, fundamentalmente en la periferia sur y noroeste de la ciudad. El área que rodea al estadioChateau Carreras, por ejemplo, reunió gran cantidad de viviendas precarias en villas que todavía erandiminutas en los años ochenta (La Pequeña, El Alto Chateau y Costanera); paralelamente,aparecieron, y se consolidaron en corto tiempo y a escasa distancia, los barrios cerrados (Altos delChateau, Costa Verde y Barrancas). En algunos casos, lo único que media entre las urbanizacionesespeciales y los asentamientos pobres es un muro o un alambrado. Este patrón de ocupación del suelotrastrocó el mapa de Córdoba, que desde el decenio de 1950 había crecido rápidamente, sumandobarrios donde la clase media alternaba sin grandes problemas con sectores más ricos o más pobres.Ahora, buena parte de la periferia aparece fragmentada entre villas y barrios cerrados que, pese a susdiferencias extremas, comparten el hecho de ser espacios donde la mayoría de la gente no puedeentrar: las villas miseria son evitadas por el temor que genera la inseguridad y en los barrios cerrados,las estrictas medidas de autoprotección que toman sus habitantes, se interponen como barreras a laentrada.

Las villas miseria. En 1994, los organismos oficiales registraron unas 85 villas en Córdoba, pero unestudio de campo realizado por el Servicio Habitacional y de Acción Social (SEHAS) elevó esa cifraa 107. Si bien la cantidad de villas no cambió mucho desde esa fecha, su población sí lo hizo; segúnuna proyección realizada por Cáritas Arquidiocesana de Córdoba, unas 150 mil personas viven hoy enestas villas, el doble de las contadas por el relevamiento del SEHAS. Su localización periférica sedebe a programas de erradicación desde el sector céntrico y a la disponibilidad de tierra fiscal en laperiferia, especialmente en las proximidades del río Suquía, de los canales o de las vías del ferrocarril.No entrar a sus espacios es una regla que se estableció hace décadas y que la mayor parte de lapoblación de la Capital cumple a rajatablas, incluidas las empresas de transporte, los encargados dellevar agua potable y, muchas veces, la propia policía; las escuelas urbano marginales y varios de losdispensarios municipales constituyen la excepción.

Las urbanizaciones exclusivas. Aunque ya a mediados de la década de 1980 Fortín del Pozo comenzóa desarrollarse como un club de campo, 1991 —cuando la Villa Residencial Las Delicias empezó acomercializar sus 158 hectáreas— la expresión country se instaló entre los habitantes de Córdoba.Apenas 10 años después son casi dos decenas de estas urbanizaciones especiales que son habitadaspor personas de altos ingresos, que ocupan lotes de gran tamaño (rara vez de menos de 1 000 m² o 1500, si están más allá de la Circunvalación) y disponen de amplios espacios verdes. Pese a su enormesuperficie, en el año 2000 apenas 16 mil personas vivían en estas urbanizaciones especiales, cuyoprincipal elemento en común es la seguridad: cercos perimetrales vigilados por guardias y circuitoscerrados de televisión, pulsadores de emergencia, casetas de acceso protegidas y supervisión de losespacios abiertos interiores; estos sistemas restringen el acceso sólo a los residentes y a aquellosexpresamente autorizados para hacerlo.

Así las cosas, countries y villas miseria funcionan con sus propias reglas, rigidizan el espacio urbanoy promueven el aislamiento social. Aunque hay signos de que esta segmentación puede beneficiar aalguna de las partes, casi siempre terminan perjudicando a la ciudad en su conjunto.

Fuente: La Voz del Interior, Periódico de Córdoba, Argentina, Edición del domingo 17 de junio de2001, p. 14