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Impune Lista de personajes principales Alonso, Marcelo: Esposo de Allegra Serpentelli. Socio de Máximo Serpentelli. El asesinado. Di Pietro, Mariana: Ex esposa de Carlo Serpentelli y madre de Julio Cesar Serpentelli. Leites, Sub Comisario: Experimentado policía jefe de la Sección Homicidios. Encargado del caso de los Serpentelli. Serpentelli, Allegra: Hermana menor de los Serpentelli. Casada con Marcelo Alonso. Serpentelli, Carlo: Hermano mayor de los Serpentelli. Ex esposo de Mariana Di Pietro. Padre de Julio Cesar Serpentelli. Serpentelli, Julio Cesar: Hijo de Carlo Serpentelli y Allegra Di Pietro. Serpentelli, Marcela: Tía de los hermanos Serpentelli. Apodada “Chela”. Serpentelli, Máximo: Hermano del medio de los Serpentelli. Protagonista de esta novela. Jefe de familia de los Serpentelli. Tabarez, Oficial Sub-Ayudante: Joven oficial de policía perteneciente a la Sección de homicidios. Prólogo “Tragedia en la Familia” Esa tarde de domingo, la familia Serpentelli, como era usual se encontraba reunida, charlando bajo la sombra de un frondoso árbol, como las ovejas se reúnen bajo una sombra solitaria, en este único lugar de la cercanía de la casa era donde se podía permanecer en las horas de la tarde en los meses del aplastante verano. La familia Serpentelli pretendía ser una familia típica de antaño, en la cual convivían, bajo el mismo techo, varias generaciones de la misma; que tenían un jefe de familia, que decidía y opinaba por todos; y que tenían tradiciones incorruptibles. Los Serpentelli lo habían sido sin duda, pero una tragedia había cambiado algunas de esas tradiciones. Una de las cosas que conservaban era la reunión de los domingos, de forma casi inexcusable tenían que asistir, sea como forma de recordar las buenas épocas o por simple costumbre lo habían perpetrado. En eso se encontraban ese domingo bajo la

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Lista de personajes principales

Alonso, Marcelo: Esposo de Allegra Serpentelli. Socio de Máximo Serpentelli. El

asesinado.

Di Pietro, Mariana: Ex esposa de Carlo Serpentelli y madre de Julio Cesar Serpentelli.

Leites, Sub Comisario: Experimentado policía jefe de la Sección Homicidios. Encargado

del caso de los Serpentelli.

Serpentelli, Allegra: Hermana menor de los Serpentelli. Casada con Marcelo Alonso.

Serpentelli, Carlo: Hermano mayor de los Serpentelli. Ex esposo de Mariana Di Pietro.

Padre de Julio Cesar Serpentelli.

Serpentelli, Julio Cesar: Hijo de Carlo Serpentelli y Allegra Di Pietro.

Serpentelli, Marcela: Tía de los hermanos Serpentelli. Apodada “Chela”.

Serpentelli, Máximo: Hermano del medio de los Serpentelli. Protagonista de esta

novela. Jefe de familia de los Serpentelli.

Tabarez, Oficial Sub-Ayudante: Joven oficial de policía perteneciente a la Sección de

homicidios.

Prólogo

“Tragedia en la Familia”

Esa tarde de domingo, la familia Serpentelli, como era usual se encontraba reunida,

charlando bajo la sombra de un frondoso árbol, como las ovejas se reúnen bajo una

sombra solitaria, en este único lugar de la cercanía de la casa era donde se podía

permanecer en las horas de la tarde en los meses del aplastante verano. La familia

Serpentelli pretendía ser una familia típica de antaño, en la cual convivían, bajo el

mismo techo, varias generaciones de la misma; que tenían un jefe de familia, que

decidía y opinaba por todos; y que tenían tradiciones incorruptibles. Los Serpentelli lo

habían sido sin duda, pero una tragedia había cambiado algunas de esas tradiciones.

Una de las cosas que conservaban era la reunión de los domingos, de forma casi

inexcusable tenían que asistir, sea como forma de recordar las buenas épocas o por

simple costumbre lo habían perpetrado. En eso se encontraban ese domingo bajo la

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generosa sombra. Sentados enfrentados, mediando mate, se disgregaban en

pequeños sub-grupos, pero de vez en cuando una pregunta o comentario rompía las

barreras invisibles de estos y llegaba hasta otro.

Contra el árbol se encontraban Carlo y Máximo Serpentelli, quienes discutían

acaloradamente, temas variados nunca llegando a estar de acuerdo el uno con el otro,

a pesar que el segundo, el menor de ellos, siempre exponía mejores argumentos. Carlo

Serpentelli era un hombre robusto, de aspecto cansado, aparentaba más de cuarenta

años, que era más de lo que en verdad tenía. De cabellera escasa y mirada cual perro

asustado, había tenido una época de esplendor y regocijo, que había terminado con la

muerte de su padre, quien lo había protegido hasta el momento de su muerte, cuando

tuvo que hacerse cargo de su familia, como era la tradición, pero esta tarea lo había

desgastado de sobremanera. Sin embargo a veces, cuando tomaba, volvía a él, los

tiempos en que le había tocado dirigir la familia, hoy estaba en esa situación. Máximo

Serpentelli, el segundo hijo de la familia y hermano del anterior, era un tipo jovial de

unos treinta años de frente amplio, sonrisa constante, cabellera renegrida, y una

apariencia que recordaba a las estatuas de la época clásica. Su inteligencia y energía le

habían valido hacerse cargo de la familia cuando su hermano mayor flaqueo, y lo había

hecho con orgullo y con mucho éxito.

Frente a ellos, el matrimonio dueño de casa, parecía disfrutar de la escena que los

presentes brindaban, murmurando al oído y sonriendo cada tanto, Marcelo Alonso y

Allegra Serpentelli, la hermana menor de la familia, estaban acostumbrados a esta

escena que se había repetido desde que se habían mudado a esa casa. Marcelo era un

hombre bajo y gracioso, casi desprovisto de cabellera, de unos treinta años, con un

rostro amable que escasamente trasmitía lo que en verdad pensaba. Allegra era una

mujer alta y esbelta, de una belleza sobria, casi fría, lo que generalmente era

confundido con falta de sentimientos. Pero en sus ojos de vez en cuando se veían

destellos de sus sentimientos, como rayos atravesaban a las personas, y trasmitía su

felicidad o tristeza con ellos. Y tenía de los dos ya que sus tristezas estaban atadas a

sus momentos felices.

Completando la ronda estaba el sub-grupo más grande, integrado por Mariana Di

Pietro, su hijo Julio César Serpentelli, y Carla Serpentelli. Mariana la ex esposa de Carlo,

era una mujer muy hermosa, con la cabellera negra recogida a un lado de la cabeza de

forma graciosa y elegante, una postura liviana sobre la silla y un rostro repleto de

gestos que trasmitían mucho de lo que quería decir sin tener que hacerlo, irradiaba su

belleza a los presentes como un cuadro renacentista. Se había casado de forma

obligada con el mayor de los Serpentelli, por arreglo de sus padres, y había sido muy

infeliz con este matrimonio hasta el momento, en que logró divorciarse luego de que

el padre de él falleciera. A sus pies estaba Julio Cesar, hijo del ex matrimonio, tenía

nueve años y era la vívida imagen del padre, con su aspecto robusto y cansado, sin la

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actitud enérgica que caracteriza a los niños de esa edad. Marcela Serpentelli, quien

todos llamaban “Chela”, era la tía de los hermanos Serpentelli. Nunca se había casado

y había vivido toda su vida ayudando a la crianza de estos en la casa de su hermano,

hasta la muerte de este, cuando se fue a vivir con su sobrina. Con el rostro típico de

una persona de edad avanzada, su actitud era cual animal enfermo, arrollado en su

silla, escuchando lo que su interlocutora decía, mediando solamente de vez en cuando

con un gesto o gemido.

Los Serpentelli eran una familia de muy buen pasar, desde que el primero de ellos

había llegado al lugar, habían vivido y trabajado en su estancia, la cual les había

redituado grandes logros financieros, y una fama de buenos negociantes e incansables

trabajadores. Sin embargo, la familia estaba rodeada también por una fama oscura de

siniestros y muertes, que llenaban el folclore del lugar. Y como suele pasar eran más

asociados a sus cosas malas que a aquellas buenas. Una de ellas la más reciente era la

muerte de Marcelo Serpentelli y su mujer Steffanie Congillio. Siempre perseguidos por

la sombra de sus ancestros, habían abandonado la casa que durante tres generaciones

había habitado la familia. Máximo vivía solo en la ciudad, Mariana y su hijo habían

vuelto a la casa de los padres de ella. Los restantes habitaban la nueva casa de la

familia, construida por Marcelo, era una casa pequeña que había sido reformada varias

veces para alojar a sus nuevos habitantes y a aquellos que estaban por venir. De una

arquitectura extremadamente simple, era sin embargo muy funcional. Con una

entrada principal que escasamente se usaba, seis habitaciones con baño, que

quedaban tres a cada lado, un living que daba a la entrada principal, a continuación un

comedor muy amplio que era el otro lugar de reunión usual, una cocina que tenía la

salida de servicio que era la más usada, y daba a la habitación de servicio, donde vivían

las empleadas.

La discusión entre los hermanos Serpentelli se había vuelto inusualmente acalorada, se

encontraban discutiendo acerca de si los matrimonios debían ser arreglados por los

padres de los novios o no:

- ¿Pero en qué época vivís? ¿En el 1800?-preguntó burlonamente Máximo-

realmente no puedo creer que vos, justamente vos, con lo que te tocó vivir me

vengas a plantear semejante cosa…

- Ese argumento no es válido- se quejó Carlo- si una pareja es correctamente

arreglada, basándose en los intereses de la pareja, en lugar de la de aquellos

que realizan el arreglo, se llevará bien toda la vida, he visto muchos casos.

- ¿A sí? ¿Podés nómbrame uno al menos? – Ya todo el mundo estaba atento a la

posible respuesta de Carlo.

Carlo meditó varios segundos, hasta que por fin y casi con pesar dijo:

- Nuestros padres.

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Hubo un silencio casi sepulcral, aunque más de uno suponía que era lo que iba a decir,

tenían la esperanza de que no lo hiciera, pero el alcohol a veces tiene ese efecto.

Todos estaban atónitos, incluso Máximo, pero se rehízo casi de inmediato para

continuar la discusión y no dársela por ganada a su hermano:

- Así terminaron.- dijo en tono cortante como queriéndole dar fin a la

conversación.

- Sin embargo eran felices, hasta que pasó …

Varias voces interrumpieron al ver que estaba a punto de decir otra imprudencia, de

las que la familia consideraba mejor olvidar.

- Qué tontería – intervino Marcelo, elevando la voz por sobre la de los otros-

Siempre lo mismo. Porque nadie dice lo que pasó, no es ningún secreto, todos

lo saben, todavía lo comentan en todos lados, y con nuestra actitud morbosa

de pretender ocultar y simular que acá no pasó nada, solo empeoramos las

cosas. Cada vez que alguien de nosotros entra a un lugar, todo el mundo lo

susurra, se oyen esos pequeños comentarios en los rincones: “El es el hijo de

…”, “Esa es la familia que…” – haciendo ademanes y cambios de voz para

parecer varios interlocutores- Es peor, y esa intención de poner en una burbuja

a J.C., creyendo que jamás se va a enterar, creen que ya no lo sabe o lo

sospecha al menos, es simplemente irracional –y mirando a Julio Cesar con

rostro casi alegre dijo- ¡Si! Tú abuelo mató a tu abuela y después se suicidó, NO

es mentira y ciertamente NO es un secreto.

- No fue tan así –murmuró Allegra.

- De que otra manera pudo haber sido- atajó Marcelo y sentenció- enloqueció, le

disparó y luego se disparó…

- Basta ya… es suficiente.- Participó Máximo con tono imperativo y mirada torva

hacia Marcelo- No es tema para hablar delante de un niño, y mucho menos de

esta forma, cuando sea el momento, y no antes YO le explicaré a Julio Cesar

que sucedió y como sucedió.

Todos obedecieron, pero el ambiente ya no era el mismo, había miradas cruzadas,

quienes ocultaban su mirada y quienes buscaban con la suya reprochar a otros. Unos

minutos después, ante la exasperante situación, Marcelo se paró, mirando el atardecer

dijo:

- Deberíamos de entrar, está comenzando a oscurecer.

Todos asintieron, y comenzaron de a uno a levantarse y dirigirse al interior de la Casa,

dentro de la cual, el servicio ya estaba preparando la mesa para la cena, en donde

como buena casa de campaña se cena temprano, para comenzar el día también

temprano.

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Luego de haber cenado, y ya con el clima más distendido, permanecieron haciendo

sobremesa como era tradición en la familia, esta vez Carlo estaba hablando con Chela,

tratando el primero de convencer a su tía de que lo acompañe a un pequeño viaje, lo

cual ciertamente no interesaba para nada a la anciana que prefería la tranquilidad del

campo y la familia, pero para no desilusionar a su sobrino, lo dejó seguir con sus

pequeños sueños de turismo. En la cabecera estaba Marcelo, con mirada perdida

absorto en sus pensamientos, hasta que su esposa lo despertó con voz alegre:

- Si no te conociera bien, diría que estas pensando…

- Tal vez algún día te sorprenda- respondió sonriendo Marcelo.

Dicho esto Allegra se sentó al lado de su marido, y continuaron su charla casi con

murmuraciones.

En la otra punta, Máximo hablaba con Mariana, quien recién había regresado de

acostar a Julio Cesar. Mariana decía con mucho pesar:

- No sé qué hago viniendo todavía aquí, a veces me siento totalmente fuera de

lugar.

- No seas tonta, dices eso por lo que pasó hoy, nada tenés vos que ver con eso. –

Respondió al comentario Máximo, y continuó- además vos sos parte de esta

familia, también es tu discusión y tu carga ahora.

- No, yo me refería más bien a tus opiniones anteriores, sobre los casamientos

arreglados y eso.

- Es cierto…- meditó brevemente Máximo- de no haber sido arreglado tu

matrimonio con Carlo, jamás te hubiéramos conocido, pero si pasó, así que, no

hay nada que hacer. Además tenés muchos motivos para seguir viniendo.

- Si ya sé, Julio Cesar, su Padre…

- Yo… -completó Máximo- debe ser muy gratificante compartir tiempo conmigo.

La cara de sorpresa de Mariana obligó a Máximo a explicarle que era solamente una

broma, a lo que ella agregó riendo:

- Ya pensaba que te habías vuelto definitivamente loco, o que tu egocentrismo

había llegado a los niveles más altos.

- Eso es algo ofensivo, yo no soy egocéntrico.

- Si claro… -dijo riendo Mariana.

En esos momentos Allegra se integraba a la conversación de su hermano mayor y

Chela, a lo que Marcelo se levantó tranquilamente, se dirigió a la cocina y unos

minutos después, al pasar de vuelta llevaba una botella de vino y unas copas, al paso le

dijo a su esposa:

- Me baño y te espero en el cuarto.

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Todas las mujeres se sonrojaron ante el comentario, Carlo no lo comprendió y Máximo

se rió ruidosamente. Allegra le dirigió una sonrisa maliciosa a su marido mientras este

atravesaba el umbral de la puerta, quien realizó un alegre gesto como quien se despide

de su público.

La charla entre Mariana y Máximo continuaba hasta que este, casi dando un salto se

paró y le dijo a su hermano:

- Voy a fumar Carlo ¿venís?

Con un ademán su hermano dijo que no, a lo que Máximo sacando un cigarrillo se

dispuso a salir de la casa, ya que además de Carlo, solo él fumaba. Chela y Allegra le

dirigieron una mirada de reproche, y Mariana dijo:

- Esa cosa te va a terminar matando.

- De algo hay que morir- dijo Máximo como último comentario antes de que

alguien pudiese agregar algo, haciendo su típica salida teatral.

Mientras Mariana permanecía escribiendo en su celular. Los otros tres que se

encontraban en la habitación continuaban su larga charla, donde los hermanos

pretendían convencer a su tía de que saliera de vacaciones. Ahora mientras Carlo

quería llevarla a algún lugar clásico, su hermana insistía en que fueran a algún lugar

turístico de temporada. Chela no era muy amiga de vacacionar, igual jamás había

trabajado, siempre había sido mantenida por alguien, así que realmente no conocía el

verdadero valor o significado de las vacaciones, pero la idea de Carlo no sonaba tan

descabellada, sin embargo lo que su sobrina proponía le resultaban simplemente

impensable. Sin embargo Allegra seguía insistiendo sin darse cuenta lo lejos que estaba

de lo que a su tía le parecía razonable:

- Playas, sol, palmeras, arena, cosas así…

- Playas…sol… -murmuró riendo Carlo que veía en el rostro de su tía lo que

solamente imaginarse eso le provocaba- si como no…

En ese momento entró triunfalmente Máximo, y como siempre lo hacía, sentenció

para terminar la discusión:

- Esta decidido entonces, este invierno marchamos todos para Europa, y

mientras Chela y Carlo, van por ahí a ver ruinas y museos, el resto se va a hacer

playa al Egeo –y dirigiéndose a su tía- no quiero verlos cerca de algún lugar con

arena.

- No me resulta gracioso, si es que intentabas serlo –se quejó Carlo- y visto que

la conversación como siempre fue acaparada por mi hermano, creo que es hora

de hacer una honrosa retirada.

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Dicho esto se paró con dificultad y se dirigió a los cuartos. El rostro de Máximo dejaba

ver la contrariedad que sentía. Viendo lo que pasaba y entendiendo la situación Allegra

se apuró a disculpar a Carlo:

- Dale tiempo, todavía es muy pronto, y no le resulta fácil, además vos podrías

ayudarle un poco dándole alguna tarea, confiándole algo, y no trabajando

exclusivamente con Marcelo.

- Creo que mi hermano ya ha probado numerosas veces su incompetencia a la

hora de los negocios, no le puedo dar tareas, no puedo confiar en él, y menos

porque seguramente va a querer involucrarse en algo importante, no aceptará

tan fácil algún trabajo que no involucre alguna responsabilidad.

- Creo que esta conversación no es para mí- interpuso Mariana que escuchaba

atentamente la conversación de la familia de su ex esposo, y retirándose de la

habitación agregó- creo que voy a ver si Julio Cesar está bien.

- Pero podrías extenderle una mano- continuó Allegra la discusión- no te cuesta

nada intentarlo.

- No veo tu lógica- se defendió Máximo al tiempo que se sentaba- si le doy

trabajo a Carlo, le tendré que retirar trabajo a Marcelo, en quien por cierto si

confío.

- Una cosa no tiene nada que ver con la o… - Allegra se interrumpió al oír un

sonido apagado proveniente de los cuartos.- ¿Qué fue eso? ¿Qué habrá …-

antes de terminar se sintió claramente la voz de Mariana gritando.

Todos se pararon y corriendo siguieron la voz de Mariana que llamaba sollozante, al

llegar al pasillo, vieron que ella, se encontraba sentada en el piso del corredor, y Carlo

parado casi congelado en la puerta del cuarto de Marcelo y Allegra, mirando hacia

adentro de la habitación. Máximo se abrió paso entre ellos y entró a la habitación, al

hacerlo, vio a su cuñado acostado cerca de la ventana, cubierto de sangre, la cual

también estaba en el piso y las cortinas. Se acercó a él y chequeando el pulso dijo.

- Está muerto.

Capítulo 1

“Cuando hay intereses de por medio no hay accidentes”

La noche se hizo muy larga mientras la policía se hacía presente y realizaba las

primeras averiguaciones. Todos estaban muy asustados, Chela y Mariana consolaban a

Allegra quien con el rostro totalmente pálido, sollozaba en el comedor. Carlo se

encontraba en el cuarto de su hijo, mientras Máximo hablaba con los dos agentes

quienes habían sido los primeros en llegar:

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- ¿Quién está a cargo de la investigación?

- El Sub-comisario Leites, viene desde la capital- dijo uno de los oficiales- debe de

estar llegando en cualquier momento… es más ese debe ser.- agregó al tiempo

que se escuchaba el ruido del motor de un vehículo.

El Sub-comisario Leites era el encargado de la parte de homicidios de la jefatura de la

capital. Había sido Agente, y posteriormente había entrado en la Escuela Nacional de

Policía, se había ganado siempre su vida con esfuerzo, y su origen humilde, le llevaban

siempre a estar predispuesto a culpar a la gente con dinero, “los pobres no tienen

motivo para matar, solo para robar”, solía decirse a sí mismo. Máximo lo miró

detenidamente al entrar en la casa era un tipo gordo y de baja estatura, con rostro

redondo y bigote poblado, aunque intentaba trasmitir seriedad, esta contradecía con

su apariencia jocosa. Serpentelli al verlo pensó que se parecía mucho al estereotipo

que él tenía de la policía, tal vez demasiado.

- Sub-comisario Leites- se presento el agente de la ley extendiendo la mano-

usted debe ser Carlo Serpentelli, asumo.

- Asume mal- respondió algo ofendido Máximo- de hecho soy Máximo

Serpentelli, el hermano de Carlo.

- ¿Y dónde está su hermano? –y mirando a los agentes- ¿y por qué no está bajo

custodia?

- ¿Por qué habría de estarlo?- interpuso Máximo casi como un pedido.

- Por lo que escuché mientras venía hacía aquí- comenzó a explicar el

uniformado- era el que estaba en el lugar del hecho, al arribar el resto de

ustedes, ¿no es correcto eso?

- Sí, pero eso no prueba nada.

- De hecho si… estaba en el lugar en el momento del hecho, es suficiente para mí

y para cualquier juez para llevarlo.

- No es lógico. Fíjese que el cuerpo está cerca de la ventana y esta está abierta,

así que lo lógico sería pensar que fue un atacante que vino desde fuera, o que

intentó ingresar a la casa por la ventana, y habiendo sido sorprendido por mi

cuñado, esté lo atacó y le dio muerte. Además, ni en el cuerpo ni en la ropa de

mi hermano había sangre, y desde que se escuchó el grito hasta que llegamos

todos no pudo haberse limpiado o cambiado, así que lo lógico- se repitió

máximo- sería comenzar una búsqueda fuera de la casa, y hacerlo ahora, antes

que el perpetrador escape.

- Interesantes apreciaciones- habló con sorpresa Leites y ordenó a los agentes,

no muy convencido- Comiencen un rastrillaje en las zonas aledañas a la casa, y

por los caminos. Aún así, quiero a todos los integrantes de la familia 0700

declarando en la jefatura. Vamos a ver como resulta esto.

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A la mañana siguiente, toda la familia se encontraba en la jefatura, esperando para

declarar, nadie decía una palabra, y todos permanecían cabizbajos, resoplando o

suspirando cada tanto. Junto a la familia, había una mujer bastante joven, de unos

treinta años, que seguramente era muy bonita, pero el llanto en el cual se encontraba,

deformaba sus facciones, con los ojos rojos y las manos sobre el rostro, lamentaba la

pérdida de su marido en un accidente automovilístico:

- ¿Qué hacía yendo por ese camino? ¿Por qué?- decía entre lágrimas- ¿para

donde iba? Me había llamado para decirme que terminaba de trabajar e iba

para casa, ¿Por qué?...

El tipo que la consolaba era increíblemente alto, debería medir al menos un metro

noventa, y aunque no era obeso, sin duda tampoco era flaco. Rondaba los treinta y

cinco años, y estaba vestido con un traje aunque de buena línea, bastante desalineado.

- Yo hablé con él antes de salir- intentó consolar el hombre- y quién sabe, quizá

tomo esa ruta para…

- ¿Pero por qué? ¿Por qué lo haría?- continuó la mujer desoyendo lo que su

interlocutor intentaba decir- Es más larga y más peligrosa, sin luz, repleta de

curvas, casi intransitada, nunca tomaba esa ruta. ¿Porque tuvo que hacerlo? No

hay explicación.

- Tienes razón- cedió el Hombre- no tiene sentido.

En ese momento se asomaba Leites a la puerta de su despacho y con mirada sagaz,

llamó a Máximo con un gesto, quien se paró y entro en la oficina del sub-comisario. En

ella había dos escritorios, repletos de papeles y fotos. Una biblioteca atestada de

pequeños libros. No había cuadros , ni floreros, ni adornos, eso le gustó a Máximo,

“solo cosas prácticas y útiles”, pensó. Había además dos carteleras, una de ellas

repleta de fotos de la escena de su cuñado y la otra al lado del despacho donde había

un joven policía, con fotos de lo que parecía ser un accidente automovilístico. El joven

al ver el interés de Máximo por su cartelera se presentó:

- Oficial Ayudante Tabarez.

- Máximo Serpentelli, un gusto.

Tabarez no llegaba a los veinticinco años, recientemente salido de la Escuela Nacional

de policía, tenía la energía de espíritu y ánimo, que su superior ya había perdido. Se

había graduado con formidables notas y había sido elegido, para aprender y relevar al

expediente Sub-comisario, que se encontraba pronto a su retiro. Máximo dirigió su

atención nuevamente a la cartelera. En ella estaban las fotos de un costoso auto rojo

bastante destruido. También las había del interior del vehículo, en donde aparecía un

tipo contra el volante, son el parabrisas rajado y lleno de sangre, el cinturón de

seguridad colocado por arriba pero sin prender, alguien se había percatado de ese

detalle, y había sacado fotos ampliando el hecho, un bolso y algunos papeles que se

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habían desplazados hacia delante, producto del impacto. Completaban la cartelera la

foto de la víctima, su mujer y el socio.

- Fabbio Chiappa, dueño de la empresa “Texesur”, su mu…

- Mujer y su socio están afuera- completó Máximo- ya sé.

- Exactamente, Sr. Serpentelli- intervino es Sub-comisario con la intención de

cortar la indiscreción de su subordinado- Venga siéntese por aquí y cuénteme

en forma detallada, lo que sucedió anoche, como sé que puede hacerlo, visto

que es una persona muy observadora y detallista, así que quiero saber con

exactitud hasta cuantas cucharadas de azúcar le puso a su café esa noche.

- Todos los domingos, casi sin excepciones- comenzó Máximo- nos reunimos en

la casa de mi hermana Allegra. Ayer estábamos todos: mi hermano Carlo, mi tía

Chela, mi ex cuñada Mariana y su hijo Julio Cesar, y por supuesto los dueños de

casa, Allegra y Marcelo. Luego del mediodía, salimos de la casa a charlar, como

usualmente lo hacemos, y posteriormente cenamos. Luego de la cena, Mariana

acostó a su hijo, mientras el resto continuábamos haciendo sobremesa. Luego

de que esta volviera, mi cuñado se fue a acostar o mejor dicho, a esperar a mí

hermana para acostarse. Algunos minutos después yo salí a fumar, y al volver,

mi hermano Carlo y mi cuñada, casi simultáneamente, se fueron el a dormir y

ella a controlar a su hijo. Fue entonces que sentimos un grito apagado y

posteriormente el llamado de Mariana. Cuando llegué al lugar, estaba Carlo

fuera de la habitación, sobre la puerta, y atrás de él en el piso Mariana

llorando. Al entrar en la habitación, vi el cadáver de mi cuñado, le tomé el

pulso, aunque ciertamente ya presentía que nada se podía hacer. Como ve, es

imposible que mi hermano haya sido el asesino, no tuvo el tiempo para

hacerlo.

- Es a mí a quien le toca sacar esas conclusiones. Remítase a los hechos, no me

interesan sus apreciaciones.- apuntó Leites casi con enojo- Dígame, ¿cuánto

tiempo paso entre que Carlo se fue de la sala hasta que oyeron el primer grito?

- No más de quince minutos.

- ¿Y cuanto tiempo estuvo usted fumando?

- Cerca de cinco.

- ¿Y al volver estaban todos presentes todavía?

- Es lo que dije.

- Muy bien, creo que es todo por ahora, pero me mantendré en contacto.-dijo el

Sub-comisario, al tiempo que hacía un ademán de despedida.

Máximo se levantó poco complacido con la actitud del policía, al pasar junto a Tabarez,

le preguntó mirando las fotos del accidente:

- ¿En qué quedará?

- Nada… supongo. Un lamentable accidente. La mujer se queda con todo.

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Antes de salir, y con una voz dramática, Máximo, mirando al joven le dijo:

- No existen accidentes ni coincidencias cuando hay intereses de por medio- y

abrió la puerta para salir.

- ¿A qué te referís con eso?

- No fue un accidente.

- ¿A si?, ¿y cómo los supo?- intervino incrédulo Leites- ¿por las fotos?

- Mas o menos –comenzó Máximo, haciendo caso omiso a la incredulidad del

oficial- Verán, de las fotos se deduce que el tipo se había colocado el cinturón

de seguridad, ya que esta por sobre el cuerpo, lo que es ilógico es no

abrochárselo, si por esa zona intransitada no habría problemas con la

autoridad, podríamos considerar que no lo ajustó bien y este se soltó, aún así

es raro. También en las fotos podemos ver que alguien iba en el asiento del

acompañante ya que el asiento de este está totalmente tirado hacia atrás, lo

que supone que era alguien de gran tamaño, además todo en el vehículo,

producto del impacto esta desplazado hacia adelante, excepto el cinturón del

acompañante, que está colocado normalmente al costado del asiento, esto

indica que fue llevado a su posición después del accidente, por último el bolso

está entre las dos plazas, ¿si iba solo porque no colocarlo en el otro asiento?

Sumado a eso oí decir a la mujer ahí afuera, que él nunca tomaba esa ruta y

que había hablado con ella momentos antes diciéndole que iba a su domicilio,

lo que descarta que tomara esa ruta para hacer otro recorrido. Muchas

coincidencias ¿eh?- al ver la sorpresa en el rostro de los policías, continuó- esto

es lo que pasó, el asesino, alguien muy alto, y que conocía muy bien a la

víctima, ya se imaginaran quien, le pidió que lo llevara a tal o cual lugar por esa

ruta, habiendo escondido en ella previamente su vehículo, una vez en el auto,

desabrochó el cinturón de seguridad de la víctima, y en un descuido tomó el

volante y provocó el accidente. Como ya habrán deducido el asesino se

encuentra ahí afuera consolando a la mujer de la víctima, se quedará con la

empresa y eventualmente con la viuda. Estoy seguro que si le sacan el traje,

verán los moretones provocados por el cinturón de seguridad.

Casi obediente, Tabarez se levantó de un salto y dirigió a la puerta, para comprobar lo

que Máximo decía, pero su superior lo detuvo cuando ya tenía la mano en el picaporte.

Leites miro por primera vez muy atentamente a Máximo, intentó en vano leerlo como

si fuese un libro. Máximo le devolvió la mirada al policía. Pasaron unos instantes, pero

para Tabarez, sorprendido y carente de órdenes, no sabía qué hacer, hasta que el sub-

comisario, sosteniendo la mirada sobre Serpentelli le dijo:

- No estoy seguro aún de cómo lo hizo y se realmente así fue que lo hizo, pero

tiene razón, tenemos un testigo que lo vio salir del auto accidentado- y ahora si

mirando al joven- esto es homicidios, no tratamos accidentes, era una prueba

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para usted, estaba probando su sagacidad, pero la prueba fue arruinada. Yo me

hago cargo del arresto.

Se paró y dirigió a la puerta. Dentro de la habitación aún, Tabarez miraba con

admiración a Máximo, y murmuró casi para sí:

- Yo nunca lo hubiera descubierto.

- Ah… no lo tomes tan así, lo que hizo ese tipo estuvo baste bien planeado…

hasta que llegué yo.

Capítulo II

“Las Cómplices”

Tres meses habían pasado desde que la familia Serpentelli había realizado las

declaraciones en la capital. Nada habían escuchado desde entonces del sub-comisario

y su ayudante, ni de ningún otro policía, en cambio la prensa local y los rumores no

habían parado desde entonces. Ahora en la casa de Máximo, no solo vivía Chela, sino

que se le sumaron una inconsolable Allegra y bastante a menudo venía Mariana con su

hijo. El único que no aparecía era Carlo, quien ahora habitaba la antigua casa de sus

padres, y se había aislado al punto de no contestar teléfonos y no recibir a nadie, en

parte por las constantes visitas de la prensa, ávida por una nota, en parte porque así

era él, a veces tendía a evitar los problemas y confrontaciones.

Esa mañana sonó el celular de Máximo, que como siempre, había dejado sobre la

mesa. Al atenderlo, se sorprendió al escuchar la voz del joven oficial de policía, el Sub-

ayudante Tabarez, quien con voz seria dijo:

- Señor Serpentelli, me haría el favor de venir hoy por la tarde, digamos, como a

las cuatro.

- Claro, por supuesto ¿Hay alguna noticia? ¿Atraparon al tipo?

- No, de hecho es otra cosa, espero que no le incomode, cuando venga le

explicaré mejor.

A las cuatro fue recibido en la jefatura por el joven oficial, quien lo condujo al

despacho sin mediar mas que un alegre saludo. Al entrar Máximo, vio al Sub-comisario

con su rostro típico de pocos amigos y frente a él cuatro monitores. Tratando de

romper el hielo, Máximo preguntó queriendo ser chistoso:

- ¿Va a mirar todos los partidos del clausura al mismo tiempo?

- Yo no miro fútbol.-respondió secamente el policía.

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- Bueno, que me trae por aquí sería la siguiente pregunta, volviéndonos serios.-

interrogó nuevamente Serpentelli acusando recibo del comentario de su

interlocutor.

- El único motivo por el que está aquí- comenzó el Leites- es porque mi inexperto

colega, quedó muy sorprendido con su anterior actuación a lo Sherlock Holmes,

y cree, contrariamente a lo que yo opino, que puede hacerlo de nuevo.

- Yo diría más bien a lo Poirot…- intentó nuevamente ser gracioso Máximo, sin

éxito.

- Exponle el caso entonces- ordenó el Sub-comisario a su joven compañero- ya

que tu lo trajiste.

- Hace unos cuatro meses- comenzó nerviosamente Tabarez- María Antonieta

Conçalvez, una señora de avanzada edad, sin familia, muy caritativa, y dueña de

un complejo de apartamentos, donde vivía y con cuyos inquilinos había

entablado un importante amistad, hizo una reunión, con todos ellos, donde

hizo exponer a su abogado la decisión de testar a favor de ellos, dejándole

además del apartamento en que vivían, una suma considerable de dinero para

cada familia.

Hace algunas semanas alguien se cansó de esperar por su porción y decidió

ayudar a la naturaleza. Sabemos como lo hizo el asesino, cuando lo hizo y es

más, sabemos con certeza que es uno de los inquilinos, ya que todo quedó

registrado por las siete cámaras de video de seguridad- haciendo un ademán

hacia los siete monitores- colocadas en las escaleras de los apartamentos. Sin

embargo, y es la razón porque esta hoy aquí, no sabemos quién de ellos fue,

pese a que los interrogamos y presionamos una y otra vez, no logramos

quebrarlos, además tienen todos ellos el mismo abogado de la señora, y es muy

bueno. Los sospechosos, son todas las familias del edificio de cinco pisos, sin

embargo podemos descartar, tres familias estaban comprobadamente fuera de

la ciudad, normal considerando la época del año, seis familias tienen coartadas

suficientemente comprobadas. Nos restan otras tres. Por la filmación sabemos

ciertamente que es un hombre adulto, así que en los tres casos, tenemos a un

sospechoso por apartamento.

Sospechoso uno: Joven casado, -al tiempo Tabarez mostraba unas carteleras

con fotos y datos del sospechoso- vive en el anteúltimo piso, con una hija muy

enferma, la cual además de atenciones especiales requiere medicinas muy

costosas, vive una vida bastante ajustada a causa de esto, el dinero le daría la

oportunidad de operar a su hija de una vez por todas. Su coartada es que

estuvo cenando con su mujer y su hija desde las 19:45 hasta las 20:30, el único

momento en que no lo vieron fue cuando atendió una llamada telefónica al

celular poco después de las 20:02, la cual según la familia no duró más de cinco

minutos.

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Sospechoso dos: Joven también casado pero sin descendencia y

momentáneamente sin trabajo, lo que le da motivo, ya que su esposa, una

mujer muy hermosa, parece no saber de este hecho. Su coartada es poco firme,

según su mujer salió hacia el trabajo a las 20:15, pero como sabemos, no tiene

trabajo.

Sospechoso tres: Habitante del último piso, soltero con mucho dinero, un tipo

inteligente y hábil en los negocios, no tiene motivo aparente, pero su coartada

es igual de frágil, según él volvió a su domicilio del trabajo a las 20:06, lo cual

está confirmado porque a las 20:06 entró en una video conferencia que quedó

registrada.

El asunto es- llevándolo hacia los monitores- que el ataque comienza a las

19:40, cuando aparece este tipo encapuchado y vestido de negro en escena –

señalando el monitor donde sucedía exactamente lo que describía casi

simultáneamente- esperando en la escalera; a las 19:58 la Sra. Gonçalvez

aparece en estas y el atacante la toma de un brazo y la empuja escaleras abajo,

luego la arrastra sacándola de la zona visible desde los pasillos hasta detrás del

ascensor ya son las 20:08, y luego se va tranquilamente escaleras abajo

yéndose del edificio tranquilamente a las 20:19. Ah… me olvidaba, pegó un

cartel de fuera de servicio en el ascensor, seguramente para cubrirse y no ser

descubierto, mientras trasladaba el cuerpo.

Habiendo escuchado atentamente, Máximo dijo:

- Tengo algunas ideas pero antes tengo preguntas. ¿Puedo hacerlas?

- Sin drama…

- ¿No hay entrada superior?

- No, solo la entrada principal abajo, no tiene estacionamientos, ni nada por el

estilo, el encapuchado tiene que ser - se afianzó el Sub-ayudante- alguien de

dentro.

- ¿En qué piso vive el sospechoso dos?

- ¿No lo dije? En el antepenúltimo, frente al sospechoso uno.

- Y las cámaras ¿donde están?

- En las escaleras solamente, ni en las entradas de los domicilios ni en la entrada

principal… una cuestión de privacidad de los inquilinos.

- Y físicamente, ¿cómo son los sospechosos?

- ¿Qué tiene eso que ver?- interpuso Leites que había permanecido en silencio

pero muy atento, pero ante el rostro de reproche de Máximo, contestó- tipos

normales, jóvenes, esbeltos, fuertes… normales…

- ¿Qué estaba haciendo la mujer del segundo sospechoso cuando este salió?

- Estaba… no sé- dudó Tabarez y chequeando una libreta respondió- haciendo

gimnasia en una de las habitaciones.

- ¿Es todo?- preguntó Leites.

Máximo asintió. Quedó unos segundos pensativos y después dijo:

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- Ya está, ya sé cómo fue.

- ¿Cómo?- dijo Leites mostrándose interesado, pero claramente incrédulo.

- Antes ¿Han notado las cosas interesantes de esta historia? Primero, la época

del año hace que haya menos gente, siendo menos arriesgado para ser

sorprendido, pero menos sospechosos también. Además los tres sospechosos

tiene coartadas parciales, pero corroborables por alguien. Por último, el

asesino eligió matarla en las escaleras, donde están las cámaras, en lugar de

hacerlo dentro del ascensor que no las tiene.

- Creo que solo usó las escaleras para empujarla.

- Se equivoca, el asesino es un tipo inteligente, frio y calculador, que conoce muy

bien el sistema legal y sabe que cualquier abogado con las filmaciones lo

absolvería tranquilamente. Sabía de las cámaras y las usó como cómplices.

Además para que arrastró el cuerpo no tiene mucho sentido ¿no? Y el hecho de

que alguien pueda decir exactamente a qué hora estaba en su casa es parte del

plan, seguramente, cuando salió, o cuando entró dijo la hora exacta. ¿Ve a

donde estoy apuntando?

- No, no creo que sea así. Esto más bien parece que el asesino desconocía la

existencia de las cámaras e intentó simular un accidente.- respondió Leites

molesto por la pregunta- No creo que todo haya sido tan perfectamente

planeado, hay muchas variables, no pudo arriesgarse tanto, sea cual sea de los

tres.

- No fue tal riesgo. Además la gente es más cobarde cuando está sola.

- ¿Qué? ¿Acaso cree que fueron dos asesinos?

- De hecho, tres. Sus sospechosos son todos culpables . –Continuó Máximo luego

de una breve pausa- El tercer sospechoso, el que vive en el último piso,

probablemente fue quien ideó el plan, por pura ambición, y aprovechando la

necesidad de los otros, seguramente el mismo día que la anciana dio a conocer

sus intenciones respecto al testamento, quizá comenzó como broma o quién

sabe, pero luego lo tomaron en serio y con mucho tiempo se dedicaron a

planearlo y ejecutarlo. Así lo hicieron: comenzó el sospechoso tres quien

primero colocó el cartel en el ascensor antes de las 19:40, luego esperó a la

anciana en las escaleras del último piso donde ambos vivían, cuando esta salió

de su domicilio y vio el cartel de fuera de servicio, se dirigió a las escaleras,

donde encontró a el asesino y su muerte, eran las 19:58, luego de esto, el

perpetrador bajó y con su celular llamó al sospechoso uno, quien comía con su

familia, y aduciendo que era trabajo y simulando atender salió del

apartamento. Hicieron el relevo entonces, el sospechoso tres, subió usando el

ascensor y se dispuso a realizar su coartada de la teleconferencia a las 20:06.

Mientras tanto, el segundo cumplía con su parte del trato, arrastrando a la

señora hasta las escaleras de ese piso, dejándola donde nadie la viera,

pretendiendo con esto hacernos creer que estaban simulando un accidente,

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pero sabían que las cámaras los habían grabado, posteriormente timbró el

celular del tercer sospechoso y volvió a su domicilio continuando la pantomima

del llamado, habiendo pasado solamente cinco minutos. Le tocaba su parte al

sospechoso dos, quien solamente tenía que salir del edificio a través de las

escaleras, vestido como el asesino igual que los otros dos, de negro y

enmascarados, lo hizo a las 20:10, y no 20:15 como declaró su mujer quien

seguramente, estando haciendo gimnasia, lo escuchó decir que eran ocho y

cuarto y que se iba a trabajar. Con el ciclo completo, todos temaron parte pero

todos tenían coartada.

- No puedo creer que haya sido así, nadie va a creer una historia tan fantástica,

tres asesinos en un edificio, es muy improbable.

- Todas las personas son asesinos en potencia, solamente hay que dar en la tecla

de por qué matarían. No va a ser fácil de probar frente a un juez, sin duda, pero

hay cosas que pueden ayudar, se pueden rastrear las llamadas de los celulares,

que seguramente coincidirán con los tiempos que yo dije. Además el

sospechoso dos no tendrá la llamada de cinco minutos que adujo que recibió.

- ¿Cómo lograste deducir todo esto?-preguntó sorprendido Tabarez al tiempo

que Leites hacía una llamada telefónica- Es increíble, estoy atónito.

- No es para tanto. Aunque estuvo muy bien cronometrado y planeado –dijo con

orgullo Máximo Serpentelli- hasta que yo llegué.

Capítulo III

“Ver lo que se quiere ver”

Máximo hablaba por teléfono con su hermano:

- Vamos Carlo, no puedes continuar con esta actitud, deja de evitarnos…ya sé, ya

sé…no, no es así, escuchame una vez en tu vida… de ninguna manera… aquí

nadie duda de ti… para nada…-en ese momento Máximo mira hacia la puerta y

en el umbral de esta estaba Mariana, quien lo mira fijamente, asintiendo cada

vez que Máximo decía algo- no importa volveré a llamar pronto, ¿está bien?- y

colgando el teléfono se dirigió a su ex cuñada- ¿supongo que sabes con quien

hablaba?

- ¿No piensa volver? Hace semanas que no ve a Julio Cesar.

- Ya volverá, aun esta algo conmocionado, además piensa que Allegra lo culpa de

la muerte de Marcelo.

- Y.. ¿Acaso no es así?

- Allegra conoce a nuestro hermano, sabe que el no podría hacer algo semejante,

solamente está algo shoqueada por eso actúa raro, tampoco me habla mucho a

mi, o a vos, es más se mas de ella por Chela, que por ella misma.

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- ¿Como sabés que no habla conmigo?-preguntó inocentemente Mariana-

¿Acaso estas controlándome?

- ¿Estaría mal si lo hago?- contraataco Máximo al tiempo que sonaba su teléfono

y agregó antes de contestar- esto no ha terminado, vamos a seguir esta charla.

En la jefatura, dentro del despacho del Sub-comisario Leites, acudiendo al llamado de

la policía, Máximo preguntó:

- ¿Y ahora? ¿Para qué me llamaron? ¿Ya sabemos algo nuevo o no?

- Nada nuevo en el caso de tu cuñado, pero nos vendría bien una mano con otro

caso. Verás, el Sr. Robreta –comenzó Tabarez sin dar mucho tiempo a las

formalidades ya que su superior aún no estaba muy feliz de que un civil se

entrometiera en asuntos policiacos- cofundador de una empresa logística, cuya

oficinas están en el centro, fue asesinado a las 14:00 por su socio el Sr. Alvatro,

quien le efectuó un disparo cayendo desde un decimoquinto piso hacia una

avenida muy transitada donde fue envestido por al menos tres vehículos, como

supondrás el cuerpo quedó muy destruido.

- Ugh… espantoso- dijo Máximo poniendo cara de dolor- pero no veo para que

me necesitan, ya parecen tener todo resuelto.

- No, no del todo, verás –siguió Tabarez ante la atenta mirada de Leites- si bien

tenemos pruebas suficientes para encerrar a Alvatro, hay un par de cosas que

no cierran, y nos tienen preocupados. Verás, ambos socios tienen despachos

separados con secretaria fuera de estas y ninguna de las dos vio entrar o salir al

sospechoso al despacho de la víctima, además, cuando sonó el disparo y llegan

a la puerta de Robreta, esta, estaba trancada por dentro y Alvatro, aparece

según las declaraciones de las secretarias.

- Ya veo… -dijo pensativo Máximo- eso cambia todo, no tuvo oportunidad. ¿Por

qué desconfían de él entonces?

- Los móviles y las declaraciones de quienes lo conocían. La empresa que

fundaron está en la ruina, será rematada en breve, quedarían ambos en

bancarrota, además tuvieron una acalorada discusión aquella tarde, la cual fue

escuchada por las secretarias en la cual Robreta acusaba a su socio de que era

el culpable de la quiebra de la empresa. Sumado a esto hay rumores de que

Albatro tendría un amorío con la mujer del fallecido, esto fue negado por

ambos el acusado y la viuda. La viuda también entra como sospechosa ya que

ella y sus hijos recibirá una cuantiosa cantidad de dinero por el seguro de vida,

suficiente como para darles un buen pasar o para recuperar la sociedad.

- ¿Qué dijo en su defensa Albatro?

- Actuó bastante raro desde el comienzo, cuando llegamos ya había llegado su

abogado, y sus declaraciones estaban preparadas por este. Dice que no pudo

haberlo hecho ya que estaba en su despacho en ese momento, que no tiene

ninguna relación amorosa con la mujer de la víctima, que son solamente

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habladurías, que la discusión fue más bien un berrinche infundado por parte de

su socio, que no sabía lo del seguro de vida y que en nada lo favorece a él, sin

embargo sabemos que esto no era cierto ya que ambos tienen el mismo

seguro, ya que la empresa lo proporcionó. Además las declaraciones de los

empleados cercanos lo acusan totalmente.

- ¿Soltero o casado?

- Divorciado.

- ¿Y de la víctima que sabemos?

- Cuarenta años, supuestamente felizmente casado, tres hijos, a los cuales, todo

el mundo parece coincidir, los quería mucho, nunca les faltó nada, era un muy

buen padre. Sin embargo no tan bueno en los negocios, ya que fue él quien

realizó las maniobras erróneas que llevaron a la ruina a la empresa. En los días

anteriores le habría confiado a su secretaria que temía por su vida, esta no le

dio mucha importancia, hasta hoy.

- ¿Y el seguro paga en caso de suicidio?

- No, a menos que se pruebe inestabilidad mental con un psicólogo.

- ¿De la viuda que sabemos?- preguntó Serpentelli.

- Parece muy angustiada –explicó Tabarez- pero poco sabemos de ella, es ama

de casa, según lo que declaró, no salió de su casa en todo el día, esto fue

parcialmente comprobado por los hijos que llegaron de la escuela, una media

hora antes del asesinato, calculando la distancia hasta la empresa, es

improbable que llegara.

- ¿Algo raro con la autopsia?

- Ahora que lo decís, no había orificio de bala –y justificó Tabarez- pero el cuerpo

está muy mal trecho a causa de la caída y las envestidas, puede ser que no lo

hayan visto.

- ¿Y del lugar?

- Habitaciones contiguas –y haciendo un rápido movimiento Tabarez sacó una

cartelera repleta de fotos del lugar- sin comunicación entre ellas, frente a las

entradas los escritorios de las secretarias, de manera que nadie puede salir o

entrar sin ser visto y anunciados por estas.

- Como ve… - participó Leites- tenemos casi todo resuelto, con los motivos y las

declaraciones tenemos para llevarlo a juicio, y probablemente, lo encerremos.

La historia se arma más o menos así: luego de la discusión, Albatro volvió a su

despacho y planeo la manera de pasar sin ser visto, en un descuido de las

secretarias tal vez, o por la cornisa del edificio, entró entonces al despacho de

sus socio, tomó su calibre veintidós que sabía estaba en el escritorio, le disparó

queriendo que parezca un suicidio, pero el cuerpo cayó a través de la ventana,

entonces limpió el arma y la dejó en el piso y escapó, apareciendo por detrás

cuando abrieron la puerta.

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- La idea entonces, es –volvió a la conversación el joven policía- ver si se te

ocurre alguna manera de cómo lo hizo y tal vez como comprobar de que lo hizo

así.

- Mmm… -meditó Máximo unos segundos- hay muchas cosas que no cierran.

Nunca hay que dar algo por sabido, por más evidente que sea, hay que

considerar que a veces el criminal anticipa lo que haremos y como pensaremos

y tal vez mas importante aún, puede saber cómo lo harán quienes lo rodean,

pudiendo utilizar esto en su beneficio. Este es un caso ejemplar de alguien que

sabía cómo actuaban y pensaban las personas, y jugó con esto muy bien.

- No sé a dónde apunta con esta perorata… -se quejó el Sub-comisario.

- Fue un suicidio.

- ¿El qué? –saltó de su silla el experimentado oficial de policía- Pero… imposible.

- Muy posible y si lo piensan fríamente muy lógico. Robreta sabía que la empresa

estaba en mala por su culpa, sabía que no era bueno en los negocios,

seguramente pensó que hiciera lo que hiciera no sería bueno, pero tenía una

familia que mantener y amaba mucho a su familia, así que ideó un plan para

dejar bien a su familia, aún al costo de su vida. El plan consistía en manipular a

todos aquellos que lo rodeaban induciéndolos a pensar que Albatro era el

asesino, aún si este no podía físicamente haberlo hecho. La discusión, el

comentario de temer por su vida, los rumores del amorío entre su esposa y su

socio, todo fue plantado hábilmente por Robreta. Esto provocó, que la verdad,

en todos los casos, fuera manipulada y hasta trasguiversada en contra de

Albatro. Luego de que estaba seguro de haber predispuesto a todo el mundo,

solamente tenía que hacer su parte, tal vez la más difícil, pero seguramente no

era hombre de muchas soluciones y esta fue la única que le pareció viable.

Simplemente, luego de la discusión se encerró en su despacho, disparó contra

el ventanal, limpió el revólver, lo dejó en el piso y se tiró al vació en una calle

muy transitada. Sabía que la policía, ante tanta prueba en contra de su socio no

repararía en los pequeños detalles del cómo y simplemente lo encerrarían, aún

si en la autopsia, se desprende un hecho tan grande como que no hay orificio

de entrada de la munición.

- Muy ingenioso- dijo Leites con una mirada de reproche contenido producto del

comentario anterior y agregando en tono irónico- gracias a los dioses está

usted aquí para mostrarnos el camino.

- No sea duro con usted mismo –respondió Máximo a la ironía de su interlocutor

- estaba perfectamente planeado… hasta que yo vine.

Capítulo IV

“Efectos tardíos”

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Allegra entró a la casa con paso lento y vacilante, algo que se había vuelto casi una

característica de su nueva personalidad. De lo que antes era una mujer decidida, de

ojos penetrantes y a la que pocos se atrevían a oponerse, hoy era solo una sombra.

Máximo la vio pasar, la miró y trató de comprenderla, pero no lo logró, junto a él

estaba Chela, quien al ver que su sobrino se disponía a hacer un comentario se apuró a

atajarlo, para que no cometiera una barrabasada:

- ¿Cómo está el tiempo afuera?

- Bien… -respondió sorprendida Allegra que no se había percatado de los dos

espectadores que tenía y luego de pensarlo corrigió- no, no, está algo caluroso.

- ¿Qué vas a hacer ahora Allegra? Vení conmigo que voy para el centro.-

intervino Máximo luego de que acallaran su comentario anterior.

- No, no estoy muy de humor para ver nuevamente a la policía.

- Pero, no voy a la jefatura- mintió Máximo- vamos a pasear nada más. Además…

en algún momento vas a tener que volver a declarar, todos tendremos que

hacerlo seguramente varias veces más.

- Es raro que vos hayas declarado tantas veces ya.

- ¿Qué querés decir con eso? Te aseguro que no es por lo que vos pensás.

- Si ya sé. Seguramente estas interviniendo para obstruir a la policía. Por qué no

dejás que hagan su trabajo.- se descargó Allegra- ¿A qué le tenés miedo? ¿Qué

hay de raro? ¿Qué van a descubrir?

- Estas siendo injusta.- Máximo esquivó las preguntas de su hermana- lo que

hago lo hago por la familia.

- No sé realmente en beneficio de quien lo haces, seguramente que el mío y el

de Marcelo, no.

Allegra dio por terminada la conversación con ese comentario y continuó su paso

rumbo a las escaleras desapareciendo de la sala de forma rápida.

- Creo que tiene sus motivos válidos para que no intervengas en esto.- excusó a

Allegra Chela.

- Creo que se descargó conmigo simplemente. Está mal lo sé. Pero estoy seguro

que si meditara un poco comprendería mis razones. ¿Vos me comprendés?

- Entiendo tu motivación y a que apuntas con todo esto, pero no comparto para

nada tus métodos.- respondió Chela al tiempo que se alejaba de la sala,

dejando a Máximo muy pensativo en esta.

Máximo pasó nuevamente por la jefatura ese lunes, atendiendo a que lo habían

estado llamando todo el fin de semana.

- Se dignó a venir, Sr. Serpentelli- dijo con tono grave el Sub- comisario Leites

que estaba sentado detrás de su despacho al ver entra a Máximo a este- desde

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el viernes estamos intentando comunicarnos con usted, acaso no recibió

nuestro mensaje.

- De hecho sí. Pero supuse que era otra consulta, así que mucho no me apuré.

Recuerde que este no es un trabajo para mi, no me pagan, no reconocen mis

éxitos, ni siquiera comparten toda la información conmigo.

- Bueno, veo que estás algo mal humorado- intervino Tabarez al ver que el sub-

comisario se preparaba para responder un improperio.

- Si, si, lo siento, lo siento, no ha sido un buen día. –se excusó Máximo y apuró a

cambiar de tema- bueno ¿Qué hay? Supongo que no me llamaron para saber

mi estado de humor.

- Ciertamente –habló Leites haciendo un ademán gracioso indicándole que se

sentara y continuó- tenemos un nuevo caso, que me gustaría consultarle. El

asesinato de Carmen Alvarez, esposa de Sergio Ruiz-Díaz, dueño de la fortuna

Ruiz-Díaz, aquella, apareció muerta el viernes a la noche, la autopsia indicó

envenenamiento por cianuro ingerido, inmediatamente se procedió a arrestar

a la cocinera, pero tras los análisis se descartó que hubiese veneno en la

comida o la bebida. Incluso se le revistó el domicilio, la ropa, todo y no hay

veneno en ninguna parte. Además no hay fuertes motivos salvo el desprecio

con que trataba a la servidumbre, algo en que varios testigos parecen coincidir,

excepto su esposo quien la defiende bastante y aparentemente está

destrozado –ante el ademán de pregunta de Máximo, Leites se apuró a

explicar- Sergio Ruiz-Díaz, 53 años, enérgico, muy adinerado, se le conocen

numerosas infidelidades pero ninguna duradera, el hombre desafió a su familia

al casarse con Carmen Alvarez y a causa de esto, sus padres lo obligaron a

trabajar durante años con una paga muy mala y cero beneficios, hasta la

muerte de estos, cuando heredó todo.

- Se lo que se siente.

- Aunque tuvo sobrada oportunidad, al no saber como la envenenaron y el no

tener un motivo aparente, no tenemos nada contra él. Los empleados son: el

sereno, un ex policía de sesenta y largos, al cual estoy inclinado a defender, ya

que no tiene motivos, ni tuvo oportunidad; la señora de la limpieza, otra señora

de edad con varios años en el servicio, debido a su falta de inteligencia no creo

que haya sido, aunque esa noche se quedó a dormir, cosa al que parecer

extrañó a todos; por último, volvemos al principio, la cocinera; una joven con

poco menos de tres meses en el trabajo, bastante bonita, nadie afirma ni niega

una relación con el dueño de casa.

- Ya veo… ¿y la casa?

- No veo la relevancia de esta –se quejó sorprendido Leites, y de mala gana

explicó- da igual: una casa enorme, una mansión de hecho, dos pisos, piscina,

un gran jardín, cinco dormitorios, dos de ellos con dos baños en suite,

incluyendo los del matrimonio dueño de casa, gigantesca sala de estar,

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comedor a parte, un garaje con cuatro autos… ¿que mas?... ¡a sí!... dos estudios

y un depósito… ¿contesta su pregunta?

- Si de hecho si –respondió burlonamente Serpentelli con una sonrisa en el

rostro- se me está ocurriendo algo, dígame ¿había estado enferma

últimamente?

- De hecho sí ¿Cómo día…? Hace tres semanas, se despertó a la madrugada, con

fuertes dolores de estómago. Luego hace unas dos semanas llamó a

emergencia cerca de la media noche con los mismos síntomas, y nuevamente

hace unos días atrás, consultó por esto a su médico, quien le diagnosticó

simples problemas gástricos y le recomendó que dejase de cenar. ¿Así que

usted cree que no eran problemas gástricos?

- Ciertamente, lo dudo mucho.

- No te parece que podría estar autoenvenenadose para llamar la atención-

participó Tabarez que había permanecido sin decir una palabra hasta ese

momento.

- No, no creo. No fue eso. Ya está claro para mí ¿Para ustedes no? –y complacido

de la cara de sorpresa de los dos policías Máximo continuó- Evidentemente, la

servidumbre maltratada es peligrosa, pero mientras tenga trabajo,

normalmente, no mata a sus empleadores, ya que se quedaría sin la fuente de

ingreso. Fue la cocinera, pero no la actual, sino la anterior, probablemente

luego de varios años de servicios, en los cuales tuvo que someterse a

numerosos destratos, fue despedida, a lo que decidió vengarse. Todo el mundo

sabe que el cianuro es venenoso, pero no la cantidad o concentración con la

cual se vuelve peligroso. La cocinera no quería que muriese mientras ella

estaba por allí, así que pensó una manera de envenenarla a la larga, y solo a

ella, no quería tampoco que muriese el marido contra el cual no tenía nada, ni

tampoco perjudicar de alguna forma a los otros empleados. Seguramente

confió en que pasaría como un accidente o suicidio, o tal vez muerte natural,

¿Quién sabe qué se le habrá ocurrido?

- ¡Bueno Máximo! –se quejó inquieto Tabarez- ¡Al punto! ¿Cómo lo hizo?

- ¡Simple! El único lugar donde se ingieren cosas además del comedor, es en el

baño. Y en este caso era perfecto, porque marido y mujer usaban baños

separados, seguramente puso el cianuro en la pasta de dientes o en el

enjuague bucal. Puso menos del que debería. Todos los días la pobre mujer,

después de la cena, antes de acostarse iba al baño, se realizaba la higiene y

consumía entonces pequeñas cantidades de cianuro, que, con el estomago

lleno, no eran suficientes para provocarle la muerte, pero si para causarle los

malestares estomacales que sufría todas las noches. En verdad, lo terminó por

provocarle la muerte fue el doctor que le recomendó no cenar. Al higienizarse

sin haber cenado, la concentración fue la suficiente para causarle la muerte.

¿Gracioso no?

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- Para nada –dijo seriamente Leites, al tiempo que levantaba el tubo del

teléfono- pero bueno, analizaremos los útiles de higiene y veremos si tiene

razón. Muchas gracias por su tiempo Sr. Serpentelli, ha sido de gran ayuda.

- Estuvo bien planeado… -comenzó Máximo.

- ¡Si ya sabemos! -lo interrumpió Tabarez y completó- “hasta que vos viniste”.

Capítulo V

“Todos son sospechosos”

Máximo entró a la habitación de su sobrino, lo vio, como siempre con la tranquilidad y

quietud que de su padre había heredado. El niño estaba de espaldas a la puerta,

recostado sobre un pequeño escritorio, jugando con la computadora que sobre este

había.

- ¿Tenés un tiempo? –Preguntó Máximo.

- ¿Eh?... –sorprendido Julio Cesar se apuró a rectificar de mala gana ya que

interrumpía su juego- A si, si, por supuesto Tío.

- Bueno, tenemos que hablar algunas cositas –comenzó Máximo con tono

pausado, al tiempo que tomaba una silla y se sentaba junto al niño- estos

meses pasados han sucedido unas cuantas cosas, y algo que tenía previsto para

bastante mas adelante, me veo forzado a exponerlo ahora. ¿Sabés a que me

refiero?

- Creo que sí… la muerte del abuelo y la abuela.

- Muy bien. ¿Qué es lo que sabés? Seguro que habrás escuchado algo, siempre

se hablan cosas por ahí.

- Los niños del colegio dicen que mi abuelo enloqueció un día, y mató a

puñaladas a la abuela, y luego, se suicidó tirándose de un barranco o algo así.

- Aunque en grande se puede decir que están rumbeados, no fue así lo que

sucedió. No hubo puñaladas, ni suicidio en el barranco. Esto sucedió hace diez

años, tú eras un recién nacido. En aquella época tus padres estaban casados y

vivían con tus abuelos. Allegra y Marcelo, no vivían en la casa de la familia,

porque nuestro padre, luego del casamiento de ellos, les había negado el trato

de Serpentelli. Yo tenía novia y todavía estudiaba derecho en la capital, así que

venía por casa muy de vez en cuando. Y Chela vivía en la casa de la familia. No

diré que eran tiempos felices, porque no sería del todo cierto. Tus padres se

llevaban muy mal, habían sido obligados a casarse. Tu tía y Marcelo vivían en la

pobreza, y ella apenas le hablaba al viejo. Yo tampoco era del todo feliz, con la

excusa del estudio, había huido de aquella casa. Aún así, nos juntábamos todos

al menos un domingo por mes. Aquel día, luego del almuerzo, los viejos se

habían retirado a su habitación, que quedaba en la planta alta de la casa,

Mariana, Chela y Allegra, estaban en la planta baja contigo, mientras que Carlo,

Marcelo y yo, jugábamos a las cartas en el jardín. –Máximo se interrumpió- Lo

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recuerdo claramente. Escuchamos los disparos, primero uno, luego el otro.

Tardamos en reaccionar, yo pensé que habían sido en otro lugar, pero casi de

inmediato, sentimos los gritos de Chela llamándonos. Cuando entramos en la

habitación estaban ambos muertos. La policía, luego de las investigaciones,

cerró el caso informando que el viejo había ultimado a mamá y luego se había

suicidado. ¿Querés preguntarme algo? Sobre eso o sobre cualquier otra cosa.

- ¿Papa mató al tío? –preguntó tímidamente el niño.

- ¡Claro que no! Como se te ocurre semejante cosa.

- En la escuela dicen que…

- No es cierto –interrumpió Máximo- ¿por qué habría de hacerlo? No tenía

motivos. Lo que sucedió con el tío Marcelo fue un intento de robo fallido.

Máximo continuó hablando con su sobrino durante varios minutos, hasta que vio por

arriba de su hombro, que en el umbral de la puerta, estaba Mariana escuchando

atentamente. Se giró y preguntó:

- ¿Desde cuándo escuchas conversaciones ajenas?

- Desde que son con mi hijo

- Me parece correcto –sonrió Máximo- ¿escuchaste todo lo que hable con él?

¿Hay algo que no compartas?

- De hecho sí. Hay algo que no cierra. Cuando dijiste que Chela estaba con

nosotras aquel día, no es cierto. Estaba dando directivas al servicio para la

cena.

- Bueno fue hace mucho tiempo –se excusó Máximo al tiempo que se paraba-

¿Algo mas en mi historia que no cuadre?

- No, fue más o menos como lo explicaste, como pasó.

- Si tenés alguna otra duda –dirigiéndose a Julio Cesar- podés preguntarme a mí,

o a tu padre o a tu madre, ya estás en edad de que no se te oculte nada.

Y haciéndole un guiño al niño Máximo salió de la habitación. Mariana lo siguió, pero al

salir al pasillo, cuando se disponía a hablarle, vio que aquel se apuraba a atender una

llamada al teléfono celular. La llamada era de la jefatura. El sub-comisario requería su

nuevamente presencia.

Al llegar al despacho del oficial de policía, Máximo se sorprendió al ver el rostro de

otro uniformado. Era de mediana estatura, de unos treinta años, llevaba el uniforme

algo desaliñado y parecía recuperándose de una corrida. Al entrar, Tabarez hizo las

presentaciones de rigor:

- Máximo, este es el Agente Marnes, de la Seccional de policía Nº2 – y mirando al

policía- Agente, este es el Sr. Máximo Serpentelli, consultor de la policía.

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- Vayamos rápidamente al punto –entró en la conversación Leites- hace poco

menos de dos horas, cerca de las 17:45, se recibió una llamada al 911, por aquí

la tenemos.

Rápidamente ante la señal del viejo oficial, Tabarez encendió un reproductor y de

este se escuchó una voz que decía:

- “Hola… ¿policía?... si, si, … hay alguien en la casa… creo que viene a robar… la

dirección es Bilbao 454… una casa BANG, BANG, BANG”- se interrumpió la

reproducción.

- Comencemos. – volvió a hablar el sub-comisario Leites al ver terminada la

cinta- La víctima, Julio Cernes, adinerado hombre de negocios, hizo su fortuna

supuestamente con el negocio de los alquileres y los inmuebles; pero todos

saben que ésta realmente provino de los préstamos usureros que otorgaba.

Viudo. Tiene una hija, mayor de edad, esta peleada con él, hace años que no se

veían, ella hereda todo. Vivía solo, sin empleados. Un personaje muy poco

querido. Tenía varios juicios por usura en proceso y una números lista de

enemigos, entre ellos, todos aquellos a quienes había prestado dinero y luego

había estafado, quedándosele, con cualquier cosa que pudiera vender o

alquilar: casas, terrenos, autos, etc. El Agente Marnes, aquí presente fue el

primero en la escena –y dirigiéndose a este- Cuéntele al Sr. Serpentelli lo que

me dijo a mí.

- Estaba haciendo mi patrullaje –comenzó el Agente- en el vehículo policiaco,

cuando escuché, por el radio el llamado a cualquier unidad pidiendo que

fuéramos a la calle Bilbao 454, que había un intento de robo en proceso. Serían

las 17:50. Yo estaba a pocas cuadras. Habré llegado cinco minutos después.

Cuando estoy a pocos metros del lugar apagué el vehículo y entonces vi a un

individuo salir del domicilio del antes mencionado, cuando este me vio,

comenzó a correr, me bajé del vehículo y le di la voz de alto, pero el hombre

hizo caso omiso a la misma, entonces, me puse en persecución. Lo seguí

durante unas tres cuadras, al llegar a un cruce dobló hacia la izquierda, cuando

yo doblé, el individuo ya había desaparecido, sin embargo había en el suelo

junto a un muro, tirada un arma, asumí entonces que había subido por el muro

y penetrado en alguna de las construcciones circundantes; así que cuando llegó

el otro patrullero les dije que rodearan la cuadra, que eventualmente lo

encontraríamos, pero no fue así. Perdí solo unos segundos entre que apagué el

vehículo y lo volví a encender, de no haber hecho eso, sin duda lo hubiera

alcanzado fácilmente y nada de esto estaría pasando.

- No se preocupe -lo tranquilizó el Sub-comisario Leites- seguramente

atraparemos pronto al asesino. Como ve –dirigiéndose a Máximo Serpentelli

que permanecía muy meditabundo- es una situación bastante complicada.

Tenemos un personaje muy conocido asesinado, lo que hará que muy pronto

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tenga a toda la prensa sobre mí. Los sospechosos todos los que le debían

dinero, pero ese día tres fueron a renegociar la deuda. Los tenemos en las salas

de interrogación por si quiere preguntarles algo –Máximo hizo un ademán de

negación y el policía continuó- Los primeros una pareja, los Brester, casados

tres hijos, sin trabajo, le deben su casa y recientemente habrían perdido su

auto a manos del prestamista, se fueron a las 15:30. El otro un tal Pierre,

soltero, también había perdido todo a manos de Carnes, fue, según él, a rogarle

que le perdonara la deuda que le había hecho a sus padres quienes le salieron

como garantía con su inmueble. Se fue a las 17:15. Esto es lo que ellos declaran

y coinciden con las primeras averiguaciones entre los vecinos. Los disparos

fueron escuchados media hora después de que se fuera Pierre. ¿Qué opina

Serpentelli?

- No tenemos mucho. Agente ¿Reconoció a alguno de los sospechosos?

- No, pero tampoco lo vi muy bien al individuo, estaba bastante oscuro. Puedo

decir que era una persona de altura normal, tez blanca y cabello oscuro.

- ¿Y del arma que sabemos? –preguntó Serpentelli mirando a Leites.

- Es sin duda el arma homicida, sabemos que no tiene huellas, pero aún la tiene

la técnica para ver el tema de los registros.

- ¿Y rastrillaron toda la manzana? ¿No lo encontraron entonces?

- Lo hicimos –se disculpó Tabarez- Estuvimos más de dos horas registrando los

alrededores y nada, se hizo humo.

- Bueno ¿qué le parece Serpentelli?- apresuró de nuevo el sub-comisario.

- Yo creo que –dijo lentamente y en tono sombrío- que debería arrestar al

Agente Marnes –a pesar de las quejas de este, Máximo continuó- seguramente

el Agente aquí presente, le debía dinero a Carnes, como tantos otros, pero a

diferencia de ellos, le sobraba osadía para intentar librarse del pesado yugo, así

que pensó un plan. Y como policía que es, que mejor que inventar un asesino,

que él mismo había visto. Su declaración sin embargo es bastante pobre y

carente de imaginación, primero según usted nunca vio víctima, o sea que se

dio a la persecución de alguien que simplemente corrió, casi por que sí.

Además, la descripción del supuesto asesino, encaja con el cincuenta por ciento

de la población. Y por último, el vehículo apagado, muy conveniente, cosa por

demás extraña ya que ya había visto a su supuesto sospechoso.

Para mí, esto fue lo que en verdad pasó: Marnes entró en el domicilio de la

víctima antes de las 18:40, hace ruido y provoca el llamado de Carnes, antes de

que termine le dispara, sale del domicilio, toma el vehículo atiende la llamada

de la central, mientras se dirige a donde tirará el arma, mientras lo hace va

dando las indicaciones de lo que hace por el radio a los otros policías que se

dirigen al lugar. ¿Me equivoco en algo?

El rostro de Marnes había cambiado totalmente, la sorpresa había dado lugar al pavor,

miró a Leites y le rogó piedad, pero este no se la dio, llamó a la guardia fuera del

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despacho y lo hizo arrestar. Máximo al verlos salir a los uniformados llevándose a

Marnes, se volvió hacia el sub-comisario:

- Usted lo sabía desde el principio ¿no?

- Si –contestó con pesar el policía.

- Y entonces ¿por qué me llamó?

- Una cuestión de tacto. No quería ser yo quien arreste a un policía, seguramente

me daría más dolores de cabeza que otra cosa, y además ya le estoy dando el

reconocimiento que se merece por los otros casos que ha resuelto. Estoy

convencido que este, le dará mucha prensa.

Ambos se marcharon satisfechos, cada cual tenía lo suyo.

Capítulo VI

“El método del detective”

Varios mese habían pasado desde que Máximo había resuelto el último caso, y tal cual

había predicho el Sub-comisario Leites, este le había granjeado mucha fama. Sin

embargo poca actividad policiaca había tenido desde entonces. Esa mañana Máximo

se hallaba hablando con Mariana al respecto:

- Estoy aburrido, muy aburrido, realmente aburrido. En esta ciudad no pasa

nada.

- Ya pasará tranquilo –dijo con tono irónico Mariana- la gente se mata todos los

días.

- Si, es cierto -continuó Máximo obviando la ironía de su ex cuñada- pero preciso

algún caso que realmente me desafíe. Algo que ponga a prueba mis

capacidades.

- ¿Qué capacidades? –se burlo nuevamente la joven.

- Muy graciosa. Verás, de hecho, la popularidad que tengo está mal ganada, no

he hecho nada tan importante para que todos hablen de mí.

- Pero, el caso del policía ¿no fue difícil?

- Para nada, además Leites ya lo había resuelto, solo que no quiso exponerse a

una represalia interna.

- Quizá esté aprendiendo algo de vos.

- Quizás… -Máximo quedó pensativo.

- He visto por ahí que te relacionan con varias mujeres –dijo Mariana para sacar

de sus pensamientos a su interlocutor.

- Todas mentiras –respondió aun absorto en sus pensamientos, pero luego

reaccionó- ¿Qué… estas interesada?

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- Te permití que te alabaras con tus capacidades como detective, ahora tengo

que permitirte también que te alabes como seductor. Ya es mucho.

- Eso no responde a mi pregunta –dijo Máximo a modo de despedida al tiempo

que se paraba y dirigía a la puerta.

Esa tarde Máximo pasó por la jefatura por primera vez sin una invitación o pedido de la

policía. Entró al despacho de Leites tomó una s illa y tomo asiento. Dentro de esta,

como siempre, se encontraba el Sub-Comisario Leites y su ayudante el joven oficial

Tabarez. El viejo policía miró a Máximo y con voz grave dijo:

- Hubo una época en que golpeaban para entrar a mi despacho.

- Estoy muy aburrido, hace tiempo que no hay nada desafiante –habló con pesar

Máximo haciendo caso omiso al comentario del policía- parece que esta ciudad

tiene miedo de cometer crímenes.

- Es broma ¿no? –rió Leites.

- Hay un par de robos bastante interesantes –medió Tabarez- escuché que llevan

tiempo sin resolverlos.

- Quizá no se percató en todo este tiempo –comenzó burlonamente Leites

dirigiéndose a su subordinado- pero en la puerta de este despacho dice

homicidios, y es lo que aquí atendemos, no hurtos, ni robos, ni tráfico, nada de

eso, solo homicidios.

- Si, si, ya sé sub-comisario -se disculpó Tabarez- pero visto que no tenemos

nada para hacer podríamos darle una mano, total, qué más da.

Dicho eso, y ante el gesto afirmativo de su superior Tabarez tomó el teléfono y pidió

que le trajeran los casos no resueltos de la oficina de Hurtos, robos y rapiñas. Cinco

minutos después apareció un Agente con dos carpetas, se las entregó sin mediar

palabras al joven oficial. Este se sentó nuevamente en su despacho y comenzó a leer.

Luego explicó:

- Aquí hay uno. La prensa lo llamó el “robo del humo”. Un día normal en el

banco, de pronto aparece humo por varios lados en cuestión de segundos no se

puede ver nada, se activan las alarmas de incendio y empeora la situación,

varios minutos después cuando llegan los bomberos y saca a la gente que

todavía permanece dentro, se percatan de que el banco ha sido robado, no hay

señales de incendio alguno y también se han llevado las cintas de seguridad. Se

llevaron más de un diez millones de dólares.

- Veo que asumes que fue más de un ladrón. Siendo que perfectamente pudo

haber sido uno solo –Máximo pensó lo que iba a decir- fue muy bien planeado

y ensayado, el ladrón tenía que saber exactamente como se activarían los

regadores, cuánto duraría el humo, donde estaban las cintas de las cámaras de

seguridad, donde estaba el dinero, por donde y hacia dónde sacarlo, podría ser

un trabajo desde dentro.

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- En cuanto al como lo hizo, si me permite interrumpir –participó Leites- colocó

escondidas granadas de humo en diferentes partes del banco, con algún

sistema de ignición remoto, cuando estaba pronto las ejecutó, se colocó una

máscara de gas, para que el humo no le afectara, robó el dinero, las cintas y las

granadas, puso todo en un lugar seguro, se sacó la máscara y salió con todo el

mundo, no le hallaron nada y se fue libre, luego recuperó lo que robó de donde

lo había escondido.

- ¡Bravo Sub-comisario! Solo un detalle mínimo, cuando los regadores se

activaron empeoró la situación, esto me dice que además de las granadas

colocó alguna sustancia que reacciona con el agua, en algún cantero o adorno,

tal vez por ahí se lo podría rastrear.

Quedaron unos segundos en silencio, entonces Tabarez salió del acostumbrado

asombro que le provocaba las deducciones de Máximo Serpentelli y dijo:

- Otro caso. Esto viene pasando hace tiempo, en total ya han robado varios miles

de pesos en supermercados, joyerías, farmacias, casas de ropa o zapaterías,

atacan todo tipo de comercios pequeños y donde hay contacto con la

mercadería y que poseen un sistema de seguridad en las puertas de los locales.

Los dueños o responsables no tienen ni idea de cómo lo hacen. Según todos

ellos declararon más o menos esto: en un momento suena la alarma de robo,

ven a un tipo que se aleja de la puerta velozmente o furtivamente, lo detienen,

lo chequean y o tiene una chuchería o la llave, o algo que hizo sonar el aparato,

por las dudas, chequean los videos de seguridad y ven en estos cuando el tipo

tomó alguna de las cosas de más valor del local. Lo chequean de nuevo, esta

vez más a fondo, pero nada el efecto robado no aparece. Como el tipo de

hecho no robó nada o no pueden probarlo al menos, lo liberan sin registro, y

solamente le prohíben la entrada al lugar. ¿Qué les parece como lo hizo? Yo

creo que lo oculta en algún lugar preseleccionado como un basurero o

semejante.

- No, no creo. Eso sería tonto –habló Leites con cara de aburrimiento- alguien lo

tuvo que haber visto, imposible. Seguramente, coloca el artículo en el bolso de

otro cliente, cuando este sale el ladrón hace lo propio llamando la atención

sobre sí, luego recupera del cliente lo que robó.

- Interesante deducción –medió Máximo- pero tiene demasiadas variables, que

tal si el cliente mira el bolso o vuelve a la tienda y suena la alarma, se daría

cuenta de que le colocaron algo, además el tener que recuperar el artículo no

es algo fácil de hacer, pensemos si queda mucho tiempo retenido o si no puede

seguirlo, no lo hizo así, es muy complicado, muchas cosas podrían salir mal, y el

ladrón ya lleva muchos robos, así que su técnica es segura, no depende de la

suerte –pensó un segundo y sentenció- usó un cómplice. Durante el camino a la

salida, seguramente choca con otro supuesto cliente, quien es en verdad su

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socio, en ese momento lo pasa lo que robó, cuando sale y suena la alarma el

compañero también sale y se aleja de la tienda sin despertar sospechas. Luego

comparten ganancias. No está del todo mal, pero no es suficiente.

Nuevamente quedaron en silencio, hasta que Leites se paró y habló:

- Yo tengo un caso no resuelto. Un crimen. Durante una cena familiar hay siete

personas, luego de terminada esta, uno de los comensales se levanta y se va

adormir, minutos después dos comensales mas se van, pero uno vuelve, poco

tiempo después, otro comensal se retira. Entonces, los restantes comensales,

escuchan un grito que proviene de los cuartos, cuando llegan a este, se

encuentran con el primero que se levantó de la mesa muerto. ¿Quién pudo

haber sido? ¿Quién cree que fue Serpentelli?

- No me resulta para nada gracioso –respondió con tez trova Máximo al

reconocer la historia.

- No lo es. Hay un muerto y no está resuelto el caso todavía. ¿Quiere escuchar mi

teoría? –el sub-comisario siguió al no obtener respuesta de su interlocutor-

Tengo varios sospechosos. Primero, la mujer de la víctima Allegra Serpentelli,

quien es la más beneficiada de la muerte de su marido, aunque, no tuvo

oportunidad, ya que, estaba en la sala al momento de la muerte. Segundo, la

Sra. Di Pietro, quien tiene bastante oportunidad, pero no tiene aparente

motivo, aunque, quien sabe, quizá no estoy viendo algo. Tercero, Julio Cesar

Serpentelli, tiene oportunidad y tiene un motivo, aunque no muy razonable,

pero los niños nunca lo son. Por último, mi favorito personal, Carlo Serpentelli,

con oportunidad y como motivo los celos hacia él, porque su hermano no le

confiaba los negocios y porque había sido desplazado como el proveedor de s u

familia, la gente con orgullo, se puede resentir mucho.

- ¡Es una locura! No tiene sentido –rió Serpentelli- ¿Allegra? Jamás; ¿Mariana? Ni

pensarlo; ¿Julio Cesar? ¿Está loco? ¿Qué motivos tendría?

- Quizá se cansó de ver humillado a su padre y tomó cartas en el asunto.

- Eso no tiene sentido. Para comenzar, yo fui quien desplazó de la conducción

familiar a Carlo y no mi cuñado. Tendrían que haberme asesinado a mi

entonces.

- Tal vez, sea el que siga.

- Tonterías. Y mi hermano no pudo haberlo hecho tampoco, ya le di je, tendría

que tener la ropa salpicad con sangre y no fue así ¿Por qué no acepta como

válida mi teoría del intento de robo frustrado?

- Lo de las salpicaduras no es del todo excluyente, pudo haberse puesto algo por

arriba o simplemente tener suerte. Y no puedo sostener su teoría del robo por

algo muy simple: el vino y las copas.

- ¿Qué copas? –se interesó Máximo.

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- Su cuñado, cuando se fue a su alcoba, llevaba consigo una botella de vino y dos

copas. Cuando llegamos nosotros a la escena, no encontramos ni la botella de

vino ni las copas, alguien los sacó. La pregunta es ¿Por qué?

- No había reparado en eso –murmuró pensativamente Máximo- seguramente la

explicación es simple. Tal vez, estaban en otro lado, el se bañó antes de ir a su

habitación, quizá los dejó ahí y el servicio luego los sacó.

- O tal vez… -dijo ávido Leites- el asesino tocó o se lastimó con las copas o la

botella, y temiendo haber dejado pruebas en estos se las llevó consigo.

Continuaron discutiendo durante horas bajo la atenta mirada de Tabarez, quien dejó

que se entretuvieran realizando conjetura, tras conjetura.

Capítulo VII

“La necesidad tiene la cara de la muerte”

La puerta sonó con tres estrepitosos estruendos, cuando Mariana abrió encontró tras

estaal Sub-Comisario Leites, quien esperaba con una sonrisa cual hiena, sin inmutarse

ni sorprenderse la hermosa joven dijo indiferente:

- Mi cuñado no está, si quiere localizarlo lo más lógico es que llame a su teléfono

celular, Máximo siempre anda con ese aparato arriba.

- Qué pena –mintió el policía- pero igual me viene bien, quiero hacerle algunas

preguntas. Verá, cuando las personas se refieren a hechos vividos, siempre, sin

excepción, las versiones son diferentes de uno a otro, y, aunque todas sean

verdad, algo extremadamente raro de hecho, igual tienen variaciones, a veces

muy pequeñas, sobre todo estresando o disimulando alguna parte de la historia

según como lo haya percibido o según el efecto que quiera causar en quien la

escucha. Un buen policía es capaz de obviar las partes o las impresiones

agregadas o restadas, y extraer la historia verdadera. ¿Me comprende?

- Creo que sí –dijo con poco interés Mariana- pero ¿yo que tengo que ver con

eso?

- Es curioso pero de todas las versiones contadas por su familia sobre la muerte

de Marcelo Alonzo, la suya es por lejos la más diferente. Pongo como ejemplo,

todos parecen coincidir que Carlo estaba algo borracho desde la tarde, todos

afirmaron que más o menos habían pasado unos quince minutos desde que

Carlo fue al baño hasta que escucharon el grito, usted dijo que fueron al menos

treinta minutos, usted fue la única que dijo que el grito más bien había

parecido un gemido ahogado, fue la única que mencionó que Carlo de hecho

estaba dentro del cuarto y salió al ver el cuerpo, y que tardaron bastante los

otros en llegar, siendo que según ellos fue inmediatamente que llegaron.

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- No sé a que quiere llegar Oficial. Mis errores de observación o impresión, como

usted dijo, no son más que eso: errores.

- Ah… yo creo que no –dijo el sub-comisario escudriñando el rostro de su

interlocutora quien solamente mostró en este repulsión por el comentario del

policía- a mi parecer, esas variaciones en las impresiones como usted las llama,

no son otra cosa que el juicio afectado por una observación, yo creo que usted

vio algo diferente y eso alteró su historia.

- Pues yo creo que se equivoca nuevamente y que mi ex cuñado está detrás

suyo.

El Sub-comisario se dio la vuelta y evitando poner rostro de sorpresa saludo a Máximo

Serpentelli quien bajaba de su lujoso auto con mirada de águila y sonrisa de lado.

- Tengo un nuevo caso, uno de los que le gusta ¿viene?

- Por supuesto –dijo Máximo sin dejarse engañar por el astuto policía- siempre

gustoso de ayudar a la ley.

Esta vez no fueron a la jefatura, sino que se dirigieron al lugar del hecho, en el camino

el viejo oficial de policía iba poniendo al tanto a su consultor.

- La víctima, una señora de edad, sin parientes cercanos vivía sola después del

fallecimiento de su marido hace ya varios años, según cuentan desde este

incidente, y considerando que la pobre anciana recibía una pequeña pensión y

no tenía tipo de actividad alguna, se volvió algo demasiado preocupado por la

vida ajena, siempre pendiente de lo que los otros hacían o dejaban de hacer

¿Me comprende? –Leites le hizo un giño a Serpentelli.

- Ah… chismosa… seguramente piensa que esto fue lo que la llevó al trágico final.

- Veo que se mantiene astuto –continuó es Sub-comisario- sumado a eso fue

encontrada muerta por una vecina de la misma edad con la que se juntaban

una vez por semana a compartir chismes, yacía en el piso con tres impactos de

calibre 38 de los cinco que se realizaron dentro de la casa, el arma estaba sobre

la mesa de la casa era del fallecido esposo y, según la amiga de la víctima, esta

estaba muy bien escondida dentro de un ropero.

- Lo cual apoya su teoría de que fue alguien que la conocía. ¿Los restantes

disparos?

- El asesino los erró. Considerando que los disparos fueron silenciados con una

almohada, también de la casa, es probable que aún siendo disparados a

quemarropa, los haya errado. Nadie escuchó nada, sin embargo sabemos que

el homicidio fue cerca de las cinco de la tarde, todos los vecinos son

sospechosos, pero el horario no es un aliado ya que alguno de los vecinos

regresan de trabajar, otros venían en camino y otros ya estaban ahí, pero

ninguna coartada es exacta ni fácil de corroborar, iré por parte dándole los

datos más importantes de todos los sospechosos:

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1- Juana Sánchez, la amiga de la víctima, anciana, jubilada, casada con hijos ya

mayores, el marido está postrado en cama con cáncer, no le queda mucho,

la señora era, como su amiga, muy chismosa. Tiene poca coartada, ya que a

la hora del asesinato dijo estar con su marido, quien declaró no recordar,

pero que podía ser.

2- Amanda Ferreira, otra anciana jubilada, viuda y sin hijos, a diferencia de la

anterior esta señora si tenía algunos secretos que prefería ocultos ya que

pertenece a una de esas culturas semi-cristiana africana, se ofendió mucho

con Tabarez cuando este le preguntó si las “macumbas” existentes en la

esquina eran de ella, creemos que sí. La coartada igual de débil, dijo que

estaba mirando televisión, nadie lo corrobora.

3- Matrimonio Serguie, rondan los cincuenta, bastante estables

económicamente, tres hijos, uno de ellos, el menor, tiene problemas con

drogas, el alcohol y aparentemente, ha estado robando, la familia a tratado

de mantenerlo de puertas para adentro. La coartada de ella es que estaba

cocinando, confirmada por el hijo mayor. El Sr. Serguie llegó del trabajo

después de la hora de la muerte establecida por el forense.

4- Lemes Guelfi, joven de unos treinta años, divorciado con un niño que vive

con la ex esposa, todo un rompecorazones, aparentemente tiene un amorío

con la esposa de uno de los vecinos, el Sr.López y ha tenido algo también

con otras a la vuelta. No es probable que sea el asesino ya que se puso

bastante feliz cuando se destapó todo el asunto… un caradura de primera.

5- Matrimonio López, sin hijos, ella es la del amorío con Guelfi, una mujer muy

bonita y de personalidad fuerte, según ella está volviendo del trabajo a esa

hora, solo su marido le cree. Él estaba viendo televisión, confirmado por

Amanda Ferreira, que dijo ver por la ventana y escuchar el televisor, como

todos los días ya que el tipo sale del trabajo a las dos .

6- Carmen Carten, muy joven, muy bonita, económicamente muy mal, tiene

un hijo de siete años por el cual ha hecho de todo para alimentar y educar,

alguna de ellas de dudosa respetabilidad ¿No se si me comprende? –Leites

le dio una mirada de complicidad a Máximo y luego siguió- ese niño es el

karma de la pobre chica, ya que a pesar de todo lo que ella hace por él, el

niño no lo aprecia. La joven tiene varias cosas que ocultar, para el mundo y

sobre todo para su hijo, al cual mantiene dentro de una burbuja de cristal.

No tiene coartada alguna, dijo que estaba en su casa cocinando, nadie lo

confirma ni lo niega, el niño estaba en la casa de un compañero del colegio.

7- José Pedro Martinez, muy joven, estudiante, sin novia ni familia, el tipo no

encaja para nada en la situación del resto, adinerado, heredó mucho dinero

a la muerte de sus padres, sin embargo, continua estudiando abogacía y no

hace uso de ese capital, que permanece generando intereses, no tiene

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ningún secreto que ocultar, ni coartada comprobada. Otra cosa, confirma la

coartada de la Srta. Carten.

Nuestros principales sospechosos son la Sra. López y el Sr. Guelfi. Aunque

tampoco me gusta mucho el muchacho Martinez, algo se trae.

Al llegar Máximo vio lo que era un típico complejo de apartamentos laterales. Casas

contiguas hechas de ladrillo visto de una simplicidad y eficiencia envidiables, con una

suerte de camino al medio. Al bajarse del vehículo policial, Máximo tras haber

escuchado atentamente dijo:

- Interesante, pero creo que está viendo algunas cosas de manera errónea, pero,

para no prejuzgar he de preguntar antes. ¿Qué coartada tiene el hijo del

Matrimonio Serguei?

- Sabía que preguntaría eso –dijo triunfalmente el Oficial Sub-ayudante Tabarez

quien se acababa de integrar a la conversación- estaba con sus amigos,

confirmado por al menos veinte personas, decepcionante ¿no?

- De hecho no, era una pregunta obligada, considerando que era el único actor

que no se le había dado coartada.

- Como ordenó Sub-comisario están todos dentro… esperando.

- ¿Todos quienes? –preguntó Máximo sabiendo la respuesta.

- He estado leyendo, Serpentelli, y decidí darle un final como se que le gusta ¿se

cree capaz?

La sonrisa de Máximo dijo que sí. Ya dentro de la casa, estaban todos los sospechosos

sentados, unos al lado de otro, los López separados, el resto con el orden lógico. Con

una breve introducción de Leites, Máximo tomó la palabra y dijo:

- Voy a hacerles unas preguntas, espero que no le incomode el hecho que sea en

presencia de todos. Sra. Sánchez ¿Exactamente, en detalle, como encontró a la

víctima?

- Estaba en el piso –la mujer se dio tiempo para contestar- de espaldas, no había

mucha sangre sobre ella sino que el piso estaba encharcado, llegaba incluso al

teléfono, que estaba descolgado y tirado, seguramente estaba por llamar a

alguien, pero ya le he dicho esto a la policía, no veo el sentido.

- Sra. Ferreira ¿A qué hora se levanta usualmente la familia López?

- A las siete en punto, pero, ¿Qué tiene eso que ver?

- Sra. López –siguió Máximo, sin escuchar las quejas de sus interlocutores - ¿Qué

hizo cuando llegó a su casa ese día?

- Nada, me puse a cocinar, ya que mi marido extrañamente no lo había hecho.

- Sr. Guelfi ¿Cuándo comenzó su relación con la Sra. López? –se escucharon

rumores.

- Hace unas semanas.

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- Srta. Carten ¿Qué estaba cocinando ese día?

- Pollo con papas al horno.

- Sr. Martínez ¿Qué estaba viendo en la televisión?

- Eh, eh… una película creo.

- Bueno, creo que eso es todo –dijo Máximo con tono triunfal- ya tengo una idea

clara de lo que pasó.

- ¿He?… ¿no va a preguntarle nada a López?- dijo Guelfi en un arrebato de furia.

- Está bien, me parece justo, dígame Sr.López ¿Cómo pensaba matar a su mujer?

Con veneno en la comida ¿no es así? –se escuchó una exclamación general de

incomprensión y confusión.

- ¿Qué dice? ¿Está loco? –se quejó López.

- No lo dice en serio ¿o si? -participó la Sra. López- ¿usted cree que mi marido

tiene lo que se precisa para intentar matarme? Ni en cien años.

- Engreída… -López se paró con furia en los ojos y se dirigió a paso veloz hacia su

mujer- ¡déjenme! que me voy a encargar de que no hable más en su vida,

¡déjenme!

- Detengan a ese hombre –dijo Leites con un ademán a los dos oficiales que

había presentes –llévenselo de aquí.

- Puede esperar unos segundos a que explique todo esto –se apuró a participar

Máximo- Hace algunas semanas López descubrió el amorío de su mujer, así que

decidió matarla, pero no se arrebató como ahora, sino que rumió la venganza y

decidió envenenarla. Pero, mientras ejecutaba su plan bastante simple por

cierto, que consistía en ponerle veneno a la comida y seguramente esperar a

que comiera y luego, decirle lo que había hecho para verle la cara; vio que su

vecina estaba husmeando. La víctima por su parte, sabiendo que la Sra. López

engañaba a su marido y habiendo constatado que él estaba en perfecto

conocimiento de esto, ató cabos y sacó la conclusión de que algo malo pasaría,

así que decidió llamar a la policía, pero se demoró mucho; ya que para ese

momento el Sr. López había sacado conclusión de que su vecina lo había

descubierto y actuó en consecuencia, por pura necesidad de no ser

descubierto, sabía que ella lo delataría, no había tiempo que perder,

seguramente sabía la ubicación del arma, no había tiempo para planificar,

entró por la fuerza, tomó el revólver, la almohada y disparó. Dicen por ahí que

la suerte favorece al osado, creo que este es el caso, ya que nadie lo vio, nadie

escucho nada y mejor aún, la Sra. Ferreira le dio coartada, ella escuchó el

televisor desde su casa, como siempre lo hacía, y supuso que él estaba en su

casa. Pero de hecho nunca lo vio. ¿Fallé en algo? Ahora si llévenselo.

- ¿Y el resto de las preguntas para que fueron? –preguntó la Sra. López mientras

el resto permanecía impávido- entiendo las que nos hizo a Lemes, a la Sra.

Sánchez y a la Sra. Ferreira y a mí. Pero ¿Y el resto?

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- Al igual que la policía, al principio no comprendía bien qué papel jugaba

Martinez en todo esto, no cuadraba, llegue incluso a desconfiar del y de la Srta.

Carten, por eso tenía que preguntar, ahí fue cuando lo vi claramente: el está

enamorado de ella, por eso el no se fue del barrio teniendo sobradas opciones

mejores, por eso intentó cubrirla dándole coartada – y mirando al joven

Máximo agregó- Creo que correspondería que la invitaras a salir, estoy seguro

que ella aceptará.

Ambos se sonrojaron y ella sonrió. Todos salieron de la sala despoblándola en unos

pocos minutos. Solo quedaron los policías y Máximo Serpentelli. Leites se paró, y

dirigiéndose a Serpentelli dijo:

- ¿No va a decir su frase? ¿no le pareció bien planeado?

- Para nada, por supuesto que no –respondió casi con enojo Máximo- la suerte le

jugó notablemente a favor, pero bueno el asesino no siempre va ha ser

inteligente, metódico y calculador. A veces es, la solución más evidente. No se

cuáles eran sus intenciones después de matar a su mujer, pero, seguramente o

se entregaba o se suicidaba, no tenía muchas aspiraciones.

Capítulo VIII

“Lugar incorrecto”

El sub-comisario Leites hizo pasar a Carlo Serpentelli a su despacho, quien parecía

bastante nervioso, y tenía motivos para estarlo, ya que el viejo policía lo tenía sentado

a su frente y no le quitaba ni por un momento su ávida vista.

- ¿Por qué me mandó a llamar? Oficial –Dijo Carlo luego de haber pasado unos

incómodos segundos- ¿Es por la muerte de mi cuñado? Creí que ese tema

estaba concluido.

- Aunque creo tener todo bastante claro. Hay algunas cosas que no terminan de

cerrarme, y, en una investigación de homicidio, si una cosa no cuadra, no

puedo dar estar seguro, hay veces que una pequeña piedra, cambia el curso del

río.

- Una filosofía bastante particular, aunque debo decir que da seguridad. Pero,

como sea, ¿por qué no le pregunta a mi hermano? Seguro el encontrará mas

piedras que yo.

- El Sr. Máximo Serpentelli es el más grande defensor de la teoría de que fue un

asesino exterior. Y la forma en que ha defendido a su teoría me ha generado

algunas dudas. Parece que quiere proteger a alguien o algo, en principio pensé

que ese alguien era usted, pero luego, considerando varios factores, se me

quitó esa idea, pero, creo que intenta proteger a alguien más.

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- ¿A si? ¿Y quién es ese alguien?

- Esperaba que usted me lo dijera.

- ¿Yo? Yo no vi nada, cuando llegué ya estaba muerto, y no había nadie adentro.

- Cuénteme de nuevo su versión de la historia, quizá esta vez, descubra algo

nuevo.

- Va de nuevo –poniendo cara de aburrimiento Carlo comenzó- ese día después

de cenar estábamos charlando en la mesa temas varios, yo con mi tía; Máximo

y Mariana por otro lado; y Marcelo y Allegra por otro, luego mi cuñado se paró

y se fue a lo que mi hermana se integró a nuestra conversación.

- ¿Está seguro de que él se paró antes de que ella interviniera en vuestra

conversación?

- Si… creo… yo estaba algo borracho -dudó Serpentelli.

- ¿Su hijo?

- Durmiendo. Mi esposa… ex esposa lo acostó inmediatamente luego de cenar –

Leites hizo un gesto para que continuara- luego de charlar un rato yo me

levanté cuando Máximo, que estaba fumando vino para intervenir mi

conversación, recuerdo porque me enfadé un poco, entonces me fui a mi

cuarto, estuve en él unos minutos entre que fui al baño y preparé las cosa para

dormir, fue entonces, cuando escuché a mi cuñado, fui hasta su cuarto, y

cuando abrí la puerta, estaba Marcelo en el piso, entre la cama y el placard,

cerca de ventana, sobre un charco de sangre. Quedé congelado. Unos

momentos después Máximo entró empujándome a un lado, y dijo, lo que yo ya

sabía, que estaba muerto.

- La ventana ¿estaba abierta?

- Creí que ya habíamos establecido que sí.

- ¿Vio de casualidad una botella de vino y dos copas?

- No estoy seguro, recuerdo si algo con botellas y con copas, pero no se bien qué.

- Y su ex esposa, ¿la vio llegar a su lado?

- Yo estaba en el umbral de la puerta, ella supuestamente estaba detrás de mí,

no puedo asegurarlo. Pero como dije, yo me quedé frio.

- Creo que es todo, solo una pregunta más, para usted ¿quién pudo haber

asesinado a su cuñado?

- Nadie… -y ante el gesto de Leites, Carlo agregó al tiempo que se despedía- si

tengo que arriesgar por alguien, yo diría que fue Mariana.

Luego de que Carlo Serpentelli se marchó, quedaron los dos policías solos, después de

unos minutos Leites dijo meditabundo:

- El único verdadero testigo que tengo estaba borracho y actúa por despecho.

Siempre hablamos de las mujeres despechadas, hay que tener el mismo

cuidado con los hombres despechados, son iguales de peligrosos.

- ¿Qué? ¿Cree que Marian y Máximo se traen algo?

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- Estoy completamente seguro, lo que le quita credibilidad a la versión de Carlo

Serpentelli.

- ¿Por qué dijo que era el verdadero testigo? ¿Cree que vio al asesino?

- El asesino cenó con ellos a la mesa ese día. Todos lo vieron. Pero aquellos que

saben quién es, no quieren decirlo, para protegerlo o protegerse, y el único que

no tiene ataduras, estaba borracho, así que sus recuerdos son en parte propios

y en parte de lo que armó a pedazos de lo que todos dijeron.

Los policías se interrumpieron al ver que entraba Máximo al despacho del sub-

comisario. Con mirada sonriente, saludó amablemente, apartó una silla y tomo

asiento. Ambos uniformados miraron toda la acción y luego de terminada, el de mayor

edad dijo:

- No recuerdo haberlo llamado hoy.

- No lo hizo. Solo vine. Veo que estaba interrogando a mi hermano.

- ¿Le incomoda? ¿Quiere saber qué nos dijo?

- Para nada. Tengo un caso –orgullosamente sacó del bolsillo unos recortes de

diario- Un caso nuevo, espectacular, algo memorable –alargó los recortes a los

oficiales- ¿Qué saben del asesino de los Taxis?

- Un asesino serial –habló Tabarez- sube víctimas a un taxi robado con

anterioridad, los mata y los lleva fuera de la ciudad, donde abandona el taxi con

el cuerpo adentro, los taxistas no han logrado hacer una descripción útil del

sujeto, algunos dicen con barba otros sin esta, con lentes o gorra; rubio,

castaño o pelirrojo, incluso uno dijo que había sido una mujer, lo único que se

puede sacar de eso es que es bueno para disfrazarse.

- ¿Creí que los asesinos en serie no eran su tipo Serpentelli? –inquirió Leites.

- No lo son –y con excitación Máximo agregó- y ese es el punto este no es un

asesino serial, finge serlo, pero no. Viendo las víctimas encontré unpatrón.

- Imposible, la policía lo chequeo, no hay vínculo alguno, había pobres y ricos,

mujeres y hombres, jóvenes y viejos, con trabajo y sin, imposible.

- Si lo hay. Cuando hace unos días vi la lista de muertos, me hizo acordar a algo,

pero no sabía que era, hoy a la mañana, de pronto lo recordé: ¡Todas las

víctimas estuvieron en “el robo del humo”! ¡¿Se acuerdan?!

- No puede ser –el sub-comisario Leites saltó de su asiento y comenzó a buscar el

archivo en la computadora, lego de unos segundos, chequeo los recortes y

luego de nuevo miró el monitor- ¡Es cierto! ¡Increíble!

- Lo que creo es que el asesino fue reconocido durante el robo por uno de los

que estaban presentes que quizá vio algo y decidió chantajear al asesino, este,

no cedió, y decidió darle casería, como no sabía cuál era, obtuvo la lista de

todos ellos y comenzó a matar uno por uno, y para cubrirse inventó un asesino

serial.

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- Tenemos un ladrón que se ha vuelto asesino. Si mal no recuerdo, su análisis en

aquella oportunidad decía que era posiblemente uno de los empleados del

banco, probablemente hombre y tenía que tener conocimientos de química. –

recordó Leites rascándose la cabeza.

- Hay que sumarle a eso esta nueva información: el sujeto está arriesgando

mucho, ya no es solamente robo sino que también múltiples asesinatos, no

teme hacer lo que sea por mantenerse impune. A estas alturas luego de varios

éxitos debe de tener su confianza muy alta.

- El victimario es extremadamente inteligente y metódico –habló Tabarez casi

escupiendo las palabras- para cometer estos crímenes con seguridad, requiere

un muy buen seguimiento de la víctima por eso no creo que sea un trabajador

del banco, los horarios no le favorecerían a la hora de cometerlos. Ya que antes

de hacerlo debe de obtener la información de la víctima: trabajo, horarios,

lugar donde vive, como se mueve y donde puede atacarlo. Esto requiere,

evidentemente, mucha vigilancia, lo debe de seguir durante días, hasta estar

completamente seguro, luego lo mata. También hay que considerar el talento a

la hora de disfrazarse, un lugar donde se podría comenzar la búsqueda sería los

lugares donde alquilan o venden de estos.

La sorpresa del Sub-comisario Leites y de Máximo Serpentelli fue tal, que quedaron

mudos y expectantes. Sacudiendo la cabeza el viejo policía reaccionó:

- Increíble Tabarez, muy buenas deducciones, no sabía que tenía esa capacidad

escondida, veo que está aprendiendo de forma rápida, ¡lo felicito!

- Yo también estoy atónito –dijo Máximo- realmente te has superado, ya te has

hecho una idea completa de cómo lo hizo, ¡excelente! –hizo una pausa- sin

embargo, y creo que el Sub-comisario va a coincidir conmigo, tenemos que

volver al robo, atrapando al ladrón, atraparemos al asesino, además, salvo

nosotros tres, nadie relaciona aún un caso con el otro.

- Lo secundo en esta Serpentelli, solo una precisión, no solo nosotros sabemos la

relación entre un caso y el otro, el asesino y el chantajista también, eso es algo

para tener en cuenta, si los traemos a todos aquí, crearemos una situación

peligrosa. Aún así hay que hacerlo –Leites habló con autoridad- hay que citar a

la lista.

Capítulo IX

“Errar es humano”

Al día siguiente se volvieron a juntar los dos policías con su cooperador. Habían citado

ya a los integrantes de la lista, estaban esperando, separados, para ser interrogados. El

Sub-comisario antes de comenzar los interrogatorios dijo a Máximo:

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- Originalmente, durante el robo del banco la lista era de catorce nombres,

sacando los seis muertos, otro con coartada muy comprobada ya que ha estado

fuera del país desde entonces y otro que no hemos logrado localizar aún

tenemos seis presentes. Ya se ha dado la orden de captura al faltante.

- No creo que sea nuestro asesino. Como dije, este se tiene mucha confianza

seguramente está aquí y su coartada para estos días no debe de ser muy

buena, se cree superior a nosotros, no se le debe de haber cruzado por la

cabeza que ya hemos deducido su pequeña pantomima.

- Este es el primero –dijo Tabarez- el Sr. Jorter, es el supervisor que se

encontraba de turno durante el robo, tiene cuarenta y dos años, casado con

tres hijos, un muy buen pasar, tiene más de diez años en el banco, no es

particularmente inteligente o capaz acorde a sus superiores pero es honesto y

trabajador.

Dicho eso entraron a la sala de interrogaciones donde se encontraba el Sr. Jorter,

quien con rostro amable y una un gesto casi de felicidad y voz alegre dijo:

- Pregunten oficiales, haré todo lo posible por ayudar a atrapar al ladrón.

- Tengo entendido –tomó la palabra Leites mirando la ficha que le alargó su

colega- que trabajó duramente para el banco durante diez años, sin embargo

solamente hace dos que fue ascendido a supervisor, siendo que otros que

ingresaron después de usted ascendieron bastante antes.

- No diré que me hace feliz no lograr ascender, pero si sabe eso, debe saber

también que mi trabajo anterior, antes de entrar al banco, era mucho más

pesado y peor pago; desde que trabajo en el banco tengo suficiente para mi

familia y para mí, con eso me basta.

- Antes de comenzar el incendio ¿vio algo extraño?

- Para nada, de haberlo hecho lo hubiera detenido o denunciado, yo estab

revisando unos papeles detrás del mostrador de atención al público, en mi

despacho, ni siquiera pude ver a la gente que había en ese momento en el

banco.

- ¿Qué hizo cuando sonó la alarma?

- Realmente me sorprendió, ya que yo no había visto el humo, guardé los

papeles para protegerlos del agua, creyendo que era una falsa alarma, salí del

despacho, y entré a la zona de atención al público, fue entonces cuando vi el

espeso humo, conociendo el lugar como lo conozco, logré salir igual sin

problemas, creo haber sido el primero o segundo en lograrlo.

- Afuera ¿vio algo sospechoso? ¿alguien con una bolsa o maleta grande?

- Bueno… no estaba pendiente de ello, pero todos tenían portafolios o bolsos,

ninguno en particular me llamó la atención.

- La que sigue es una de las cajeras –dijo Leites en cuanto se había retirado el Sr.

Jorter- La Srta. Rinaldi, la más joven de todos los presentes, tiene veintitrés

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años, soltera, consiguió el trabajo ya que su tío es uno de los directivos del

banco, estudió ciencias económicas hasta el año pasado, peo no terminó. Acá

tenemos algo interesante –el sub comisario cambió la voz- su ex novio está

preso por tentativa de robo y posesión de drogas, es altamente probable que

ella también consuma. Según sus compañeros es buena chica, pero nunca se

sabe ¿no?

Rinaldi no era particularmente linda, pero era joven y eso era suficiente para parecer

deseable, por lo menos a los ojos de Tabarez, que al igual que a ella, se lo veía

nervioso. Leites comenzó con el interrogatorio:

- ¿Qué recuerda exactamente del día del robo?

- Yo estaba… en la caja, tras el mostrador –comenzó la joven nerviosamente-

atendiendo a un cliente, de pronto comencé a ver humo, me fijé a ver si había

fuego, pero no, luego se activó la alarma y comenzó a caer agua. Yo di la vuelta,

para salir, y cuando lo logré, era tan espeso el humo que nada se podía ver,

intenté salir, me acuerdo que choqué contra algo camino a la salida y caí al

piso, tuve que ir apoyándome en los asientos y las paredes para salir.

- Cuándo logró salir ¿Vio alguien con una bolsa o semejante que le resultara

sospechosa?

- Estaba sofocada, no paraba de toser –y extendiendo los brazos en forma de

disculpa Rinaldi agregó- no presté atención, lo siento.

- No te hagas problemas –participó Tabarez- entiendo, no fue una situación fácil,

creo que es todo, muchas gracias.

La despidió con esas palabras acompañándola hasta la puerta, cuando el joven policía

se dio vuelta vio el rostro de los otros dos que reflejaban el reproche por dejarla ir sin

más. Leites ojeó otro de los archivos que tenía sobre la mesa, después de unos

segundos dijo:

- El que sigue era empleado dl banco también, renunció pocos días después del

robo, y puso una empresa de software. El Sr. Milnon, treinta y tres años, realizó

varios cursos de computación y programación, un tipo inteligente, trabajo en

varios lugares gracias a su conocimiento del asunto informática.

- ¿Se anima a describirnos con exactitud lo que pasó el día del robo? –dijo

Tabarez cuando entró y se sentó el ex empleado.

- No recuerdo gran cosa.

- La experiencia fue muy difícil para usted –se burló Tabarez.

- Para nada, a diferencia de otros, yo ya he pasado por situaciones difíciles.

- Con más razón recordara entonces lo sucedido –volvió a la carga el policía.

- Puedo decirle con certeza que el humo empezó contra el ventanal, algo raro ya

que de ese lado no hay instalaciones eléctricas, ni nada inflamable, salvo por el

cantero con plantas artificiales, las cuales recuerdo cuando volvimos a los días

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estaban bien así que tampoco fueron estas. Al comienzo el humo no era denso,

pero luego se volvió espeso, al punto de que nada se veía, sumado a eso los

ojos le lloraban y se dificultaba para respirar, lo que hacía bastante complicada

la salida. Recuerdo que escuchaba la gente toser de un lado y de otro. No soy

ningún héroe, así que me dirigí a la salida lo más rápido que pude, cuando logré

salir vi que ya estaban fuera el supervisor y el guardia, los recuerdo a los dos

porque me pregunté “¿Cómo hizo para salir tan rápido el supervisor?” y “¿No

debería el guardia ayudar a aquellos que están adentro?”

- Recuerda quien fue el último que salió.

- Si mal no recuerdo, era el cliente que estaba siendo atendido por Rinaldi

cuando comenzó todo.

Le hicieron algunas preguntas más de rutina y luego lo liberaron. Tabarez miró la cara

de desilusión de quienes tenía al lado y no pudo evitar preguntar:

- ¿Qué pasó? Este tipo nos aportó bastante ¿no? o ¿hay algo raro con él?

- Si –dijeron los otros a coro- ¡es un mentiroso!

- El que sigue –habló Leites sin dejar meditar mucho a su colega- uno de mis

sospechosos favoritos, el Sr. Albir, dueño de la farmacia “Albir S.R.L.”, tiene

cincuenta y tres años, tres hijos mayores. Acá va lo interesante: no tiene

coartada en la mayoría de los casos, además, a la farmacia no le va nada bien y

por último obviamente tiene el conocimiento y el acceso a las sustancias

necesarias para ejecutar el golpe.

El Sr. Albir entró a la sala de interrogaciones acompañado de un agente, luego de que

este se hubiera retirado, el Sub-comisario comenzó con los suyo:

- ¿Qué es lo último que recuerda antes de que comenzara el humo?

- Yo estaba siendo atendido por el empleado en esos momentos y el incendio fue

a mi espalda, así que nada vi, ni siquiera puedo dar fe de donde comenzó el

humo, solo sé que en cuestión de segundos se formo una espesa niebla, y no

lolamente eso, el humo era pos demás sofocante.

- ¿Qué sustancia combinada con agua tendría ese efecto? –preguntó Máximo.

- Algún nitrato o sulfato de calcio, pero se precisaría una cantidad considerable.

¿Así cree que lo hicieron?

- Puede ser ¿no le parece? ¿es posible? –habló con tono de confidencialidad

Leites, que comprendió la intención de la pregunta de su colaborador.

- Es posible si. Pero tendrían que haber puesto la sustancia de antemano en un

lugar seco, alguien tendría que haber visto ya que se precisarían algunas bolsas

del producto.

- ¿Se las podría pones mezclada, por ejemplo, con tierra?

- Por supuesto, siempre que este seca. Arena sería mejor.

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- Y dígame, lego de haber realizado el efecto, si uno analizara la tierra que

encontraría

- Tierra solamente. ¿Así fue hecho? Muy ingenioso, muy ingenioso. Además son

productos fácilmente adquiribles, incluso en las cantidades necesarias, no

levantaría sospechas, ¡claro que así lo hicieron! ¿Qué raro que no me di cuenta

antes?

- Cierto, es raro… -y con mirada torva Leites volvió al ataque- ¿Su farmacia esta

con problemas económicos? ¿no es así?

- Claro que no.

- Entonces porque estaba en el banco sacando un préstamo –arremetió Leites

con una sonrisa del que tiene un as bajo la manga.

- Ja, ja, ja –Albir rió ruidosamente- es una jugada económica, todos los años saco

préstamos para comprar mercadería, nunca compro a partir de los activos, no

indica que me vaya mal, por el contrario, aumenté mi compra respecto a años

anteriores, pueden consultar a mi contador él les dirá, que mis cosas están muy

bien.

- Pudo haber mentido ¿no es así? –preguntó Tabarez cuando se fue el

empresario.

- Probablemente lo hizo –sentenció Máximo Serpentelli- ¿Quién sigue?

- El Sr. Derbe, treinta años, casado, era taxista, tenía muchos problemas

económicos, otro caso sospechoso, como era taxista, todas son sus coartadas

son a medias, incomprobables o directamente inexistentes. Además, su

situación mejoró mucho poco después del robo, dejó de ser taxista y puso un

comercio, según él había estado ahorrando para esto.

En ese momento entraba al despacho el Sr. Derbe, con mirada extrañamanete

vidriosa como si hubiera estado durmiendo, se sentó pesadamente en la silla que

le indicó el viejo policía, quien sin mucho protocolo comenzó a interrogarlo:

- ¿Qué fue lo que vio el día del robo?

- Humo y mas humo –se burlo el sospechoso.

- ¿Nada extraño como un sujeto tirando algo al piso o manipulando algún objeto

extraño?

- De haberlo hecho, ya hubiera declarado a la policía cuando realizó la primera

investigación. Lo único raro que vi fue que el guardia de seguridad se estaba

durmiendo sentado.

- Y cuando salió ¿Alguien sospechoso? ¿Con una bolsa o bolso grande?

- Estaba algo aturdido y sofocado cuando salí, además fui uno de los últimos en

lograr salir, ya que yo estaba siendo atendido, y realmente me sorprendió el

humo, justo cuando la cajera me había dado el dinero, y no tenía intención de

dejarlo sobre el mostrador, así que demoré unos segundos en guardarlo.

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- Fueron más que solo unos minutos, según los testigos –intentó incomodarlo

Leites- ¿Cuál era su motivo en el banco?

- Estaba sacando un préstamo para invertir en un negocio, en el cual me va

bastante bien por cierto ¿eso me hace sospechoso?

- No ayuda ¿no? –dijo Máximo riendo, pero se calló al ver que nadie compartía

su sentido del humor- ¿creo que es todo no Sub-comisario? No se aleje mucho

igual. ¿Cuál es el comercio que puso?

- Una farmacia.

La mirada de los tres interrogadores se cruzó furtivamente. El hombre se paró y alejó,

dejando la puerta abierta tras de sí. El hombre que se paró en la puerta pronto para

entrar tendría unos treinta años, vestido bastante mal y de aspecto descuidado. El sub-

comisario sin inmutarse por la presencia del interrogado lo presentó diciendo así:

- El Sr. Grelle, casado con cinco hijos, no tiene profesión estable desde que salió

del bachillerato, ha hecho innumerables cosas desde entonces, según él, no

tiene problemas económicos. Trabajaba de comisionista de una empresa de

logísticas cuando el robo. ¿Me equivoque en algo? ¿Cuál es su edad ya que no

figura aquí?

- Veintinueve –contestó Grelle en tono áspero.

- ¿Qué recuerda de aquella tarde?

- Poco, estaba sentado esperando cuando comencé a ver el humo, de pronto

este era tan espeso, que no se podía ver nada. Entonces me paré y salí de ahí.

- ¿De dónde venía el humo?

- Creo que del centro de la habitación, pero enseguida llenó toda la habitación.

- ¿Cuánto demoró en salir?

- No mucho, aunque camino a la salida, alguien de los que tenía sentados a mi

izquierda me empujó y casi me voy al piso.

- ¿Y que vio cuando salió?

- Todos tosían y alguno iba saliendo todavía.

- Usted estaba sentado en la punta de las sillas de espera ¿no? Eso lo ubica junto

al guardia de seguridad ¿Qué recuerda de él?

- No… nada especial –Grelle se sorprendió por la pregunta- ¿Qué tiene eso que

ver?

- ¿Qué estaba haciendo en el banco en ese momento?

- Iba muy seguido en esa época, llevaba y traía el dinero, documentación,

cheques, cosas de esas.

- ¿Un cargo de confianza?

- Ni tanto, me echaron una sema después por solicitar una semana libre-

contestó camino a la salida obedeciendo al ademán del viejo policía.

- La siguiente es la Sra. Monete –dijo Tabarez al tiempo que leía el expediente-

ejecutiva de una empresa de cambios, acorde a su declaración anterior estaba

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por cobrar unos cheques en la fila, aunque, debería estar trabajado. Para los

crímenes del taxi, tiene alguna coartada, pero no muy segura.

El joven policía se frenó al verla entrar en la habitación, era una mujer de unos

cuarenta años, sin embargo, conservaba belleza, con la frente en alto y la gracia de

quien se sabe bella, buscó con la mirada la silla en donde había de sentarse.

Tabarez se apuró a darle ayuda, lo que fue rápidamente, evitado por Leites que le

dio una mirada de reprensión.

- Señora… -dijo pacientemente el Sub-comisario que parecía ser el único que no

estaba exasperado por la falta de resultados- ¿Qué pudo ver del robo desde su

posición?

- Humo, mucho humo, luego salí, tenía la vista irritada y estaba sofocada así que

nada vi tampoco afuera –dicho esto quedó esperando impávida que la dejaran

retirarse.

- Veo que no le gusta mucho colaborar. ¿Hay algún motivo por el cual esté

apurada para irse?

- Tengo trabajo y esta es la segunda vez que vengo a decir lo mismo.

- ¿No le da miedo ser la próxima?

- ¿La próxima para qué? ¿Para ser robada? ¿Qué me pueden robar?

- No, próxima en ser asesinada.

- ¿Asesinar? Pe…pero si este es un caso de robo ¿No es así?

- Lo era, pero después que murieron cuatro seis de los catorce presentes ese día

en el banco, se ha vuelto un caso de múltiples homicidios.

- ¿Eh?... –el rostro de Monete cambió notablemente, aparecieron las fisuras de

la edad que tan bien escondía- ¿Pe… pero que puedo hacer yo? No recuerdo

nada, solo estaba ahí en la cola esperando mientras atendían a otro, el resto

estaba sentado, salvo por aquellos atendidos en la otra fila –la mujer hablaba

rápido, las palabras parecían atropellarse para salir- el único sospechoso

parecía ser el guardia, estaba nervioso.

- ¿Ve que ya recordó algo más? Ahora sí, puede irse –dijo Leites levantándose.

- Me van a dejar ir sin más, anda un asesino suelto buscándome y no me dan

alguna seguridad, el asesino está ahí ¿no es así?, ¡esto no puede ser! Ya quiero

hablar con algún superior suyo, ¡ya!

- Señora Monete –dijo con voz tranquilizadora Leites- nada gana con gritar, no le

voy a dar un agente para su seguridad personal, pero esté segura, que el

asesino no va a salir de la jefatura el día de hoy.

Quedaron los tres interrogadores solos. Leites habló primero:

- Esto es todo. Tenemos que apurarnos. Recapitulemos.

- ¿Quiénes faltaron? -preguntó Tabarez.

- El guardia, el hombre fuera de la ciudad y los muertos –respondió rápido Leites.

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- ¿El guardia? ¿Dónde está? –puso cara de preocupación Máximo, que estaba

más pensativo que nunca.

- Yo le dije. Fue el que se dio a la fuga. –hizo un gesto de escusa el viejo policía.

- ¡No lo dijo! ¡Eso cambia todo! ¡Ahora si comprendo! Esa era la pieza que

faltaba. ¿No lo ven?

- No, para nada. Si está pensando que él seguridad es el asesino, está

equivocado, la razón de que no esté aquí, es que es el chantajista. No podía

venir. Era el único que sabía la relación entre el robo y los asesinatos. Se

arriesgaba mucho al venir. Probablemente, el guardia vio, quien lo hizo pero se

bloqueó, cuando todo terminó fue despedido, entonces en vez de denunciarlo,

sabiendo que nadie lo contrataría mas nunca, decidió chantajear al ladrón, se

complicó cuando las muertes comenzaron, entonces decidió huir.

- Estoy totalmente de acuerdo –dijo Máximo dejándolo terminar- no es eso a lo

que voy. Yo hablaba del ladrón-asesino. Todo se reduce a una cuestión de

lugar. Miren –se paró y comenzó a realizar un plano de la ubicación de las

personas en el banco el día del robo- Aquí tenemos al supervisor, lejos de todo,

aquí están los dos cajeros, la joven Srta. Rinaldi y el tal Sr. Milnon, con sus

respectivas filas, en las cuales está siendo atendido Sr. Albir y Sr. Derbe, atrás

del primero estaba la Sra. Monete, atrás de esta una de las víctimas, en la fila

del costado estaba, detrás de Derbe, dos víctimas más. Y sentados esperando

en la fila de asientos, estaba el Sr. Grelle, el hombre que está fuera del país y

tres víctimas más. Al costado de la fila de asientos, está la banqueta en la cual

permanece el de seguridad ¿no lo ven? ¡Está muy claro! Al principio, cuando

dijo que había uno que no había sido encontrado, pensé que estaba muerto, y

creí que, el chantajista, era el hombre que está fuera del país, que estaba

haciendo la cosa vía mail o correo. Y que el guardia solo estaba de suerte, que

todavía no le había tocado. ¡Pero ahora comprendo!

- Bueno, ¿y quien es el asesino entonces? –casi gritando Leites, que ya no

soportaba la espera.

- ¡Está muy claro! Está matando por cercanía ¿Quién en esta lista está rodeado

de muertos? –y con el dedo Máximo señalo un nombre- ¡Grelle! Esto fue lo que

pasó: el asesino, durante largo tiempo observó y trazó todo el plan, durante

varias idas al banco, fue colocando en el cantero junto al banco la sustancia,

ese día, llevó los artefactos que generarían el humo y dio el golpe. Lo que no

contaba fue, con ser visto por el guardia de seguridad. Cuando terminó, y tal

cual usted dijo, el guardia fue despedido y se decidió a chantajear a Grelle.

Este, no dudó, en hacer un nuevo plan para matar a quien fuera. Recordaba el

día, y lo lógico, era matar a aquellos que estaban más cerca, que era más

probable que lo hayan visto, cuando activó los artefactos, o cuando se desplazó

hacia adentro en vez de hacía afuera. Como fuera, tenía el tiempo y la

oportunidad para hacerlo, ya que era comisionista, iba mucho al banco, y podía

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desviarse sin levantar sospechas. Tenía los conocimientos, ya que había

trabajado en varias cosas diferentes, seguramente habrá trabajado en alguna

farmacia o droguería. Fue despedido del último trabajo, por voluntad propia,

así se hacía tiempo para cometer los otros crímenes. Para matar siguió un

método, como ya dije, el método de la cercanía, comenzó matando a los que

tenía sentados al lado, excepto por el que está fuera del país, que seguramente

lo descartó acorde a como le había llegado el chantaje. Luego, siguió, con los

que estaban en la fila, de atrás hacia adelante, seguramente la que seguía en la

lista era la Sra. Monete. Pero cometió un solo error, se olvidó del guardia. Este

estaba al lado de él, a su izquierda, sin embargo no lo tuvo en cuenta o se creyó

la pantomima de que estaba dormitando. Recuerdan cuando yo se lo nombré

en el interrogatorio, como se sorprendió, seguramente no lo había considerado

siquiera.

- Como dicen por ahí “errar es humano” –dijo con pesar Leites al tiempo que

llamaba a los guardias para que arrestasen a Grelle- Las pruebas ¿de dónde las

sacaremos?

- De la casa, del dinero que tendrá, de los trabajos que tuvo, y lo más

importante, si localizan al guardia, lo podrán hacer confesar, y de paso,

mandarlo unos días a la cárcel por generar toda esta complicación, si hubiera

hablado al comienzo, el día del robo nada de esto hubiera pasado.

- Alguien sabio dijo “para que el mal triunfe solo falta que los hombre buenos no

hagan nada”.

- Pero yo no soy “bueno” –dijo Máximo Serpentelli y luego se rio- soy excelente.

Capítulo X

La primera cena desde la muerte de Marcelo, estaba yendo pésimo. Difícilmente podía

ir peor. Pese a que el dueño de casa había puesto empeño para, no parecerse a las

otras: la hizo un sábado de noche, en lugar de un domingo, no hizo el típico asado sino

que se decidió por la pasta, evitó las bebidas alcohólicas fuertes, en fin un sin número

de medidas para que nadie encontrara un punto de comparación de la una con la otra,

salvo, que estaban todos juntos nuevamente.

Todos hablaban en voz baja, se habían ubicado de acuerdo a las preferencias y se

susurraban las cosas al oído, Carlo, no decía una palabra, permanecía con la cabeza

baja y la vista torva mirando la comida. Las tres mujeres permanecían juntas y apenas

se podía oír su susurro. Máximo había intentado, sin éxito, alguna que otra broma a

forma de integración, hasta que cansado de la situación, se paró enérgicamente y dijo:

- No soporto más, somos una familia y como tal tenemos que actuar, lo que

están haciendo es ilógico…

- Pero yo… -intentó interrumpir Carlo.

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- Vos –dirigiéndose a su hermano- vas a dejar de tener esa actitud, pareces

culpable, siendo que no lo sos, no hay por qué agachar la cabeza, en cuanto a

ustedes –mirando a las mujeres- no puedo creer que realmente dudes de tu

hermano ¡es tu hermano! Ya sabes que no pudo hacerlo, lo sabe la policía, lo sé

yo y vos deberías saberlo también –y haciendo un gesto al tiempo que sentaba-

a partir de ahora todo volverá a ser normal…

- No puedes obligarme a olvidarme de mi marido –se quejó Allegra- además

tampoco tu has avanzado mucho, pasas mucho tiempo con la policía, escapas a

tu trabajo y tus obligaciones, ¿crees que por qué me trajiste a tu casa ya has

cumplido, ya has hecho todo lo que podías?

Nadie se esperaba una respuesta de Allegra. Máximo se rió al ver por primera vez

luego de más de ocho meses a su hermana. Complacido murmuró algo que nadie

escucho.

- ¿El qué? –preguntó Allegra.

- ¡Que me voy a casar! –repitió enérgicamente Máximo.

Las preguntas saltaron desordenadamente de todos lados, que con quien, que cuando,

que como. Marian se paró sonrojada, se acercó al dueño de casa y tomándolo de la

mano dijo a todos los presentes:

- En tres semanas nos casamos. Esta cena largamente pospuesta era para

comunicarles esa noticia. Ya sé que tal vez lo consideren inoportuno o

acelerado, pero es la única manera, nos casaremos por civil, sin fiesta,

manteniendo perfil bajo.

El asombro de los presentes no se disipó sino hasta terminada la cena. La única que

permaneció sonriente fue Chela quien complacida con la noticia, fue la única que

felicitó a la pareja de comprometidos.

En la jefatura, luego de que hubiese comunicado las nuevas noticias y de ser

largamente felicitado por los policías, máximo decidió atender el caso por el cual lo

habían llamado.

- Este es el último caso en el cual me involucro de ahora en adelante voy a

dedicarme más a mi familia, sobre todo a mi nueva familia.

- Me parece justo, aunque algo me dice que lo tendremos nuevamente aquí

antes de lo que usted cree. Pero, que remedio, de última, y como despedida

este es un caso bastante interesante, sucedió en el hospital el día de ayer, ya

hemos hecho un arresto sin embargo hay cosas que no cuadran, y visto que

tenemos aún la posibilidad de actuar sin errores vamos a aprovecharla –el Sub-

comisario Leites se preparó para exponer sacando unos expedientes- ayer a la

noche, se encontraba internada en el hospital la Sra. Tina Ferrero de ochenta y

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seis años, junto a ella estaban sus dos hijos Marcelo y Mauricio, de treinta y

cinco y treinta y dos años respectivamente, también estaba la esposa del

último, Magda, además de una señorita de compañía y una joven doctora, que

es nuestra arrestada.

- Asumo que la víctima es la Sra. Ferrero.

- Asume bien, Serpentelli.

- ¿Por qué arrestaron a la doctora? –preguntó Máximo.

- La doctora Claudia Benelli, recientemente egresada de la facultad de medicina,

muy bonita ¿no es así Tabarez? –dijo Leites dedicándole una mirada de

reproche a su joven subordinado y continuó- ella estaba de guardia médica esa

noche, la víctima apareció muerta a causa de un envenenamiento por

estricnina, de la cual se encontraron rastros en el té que la anciana consumió

esa noche. El té fue servido por la señorita de compañía, pero pudo haber sido

manipulado por cualquiera. Además, nos encontramos con que se había usado

la estricnina de la farmacia del hospital, de la cual, solamente la doctora de

guardia tiene la llave, y aunque esta hábilmente declaró que había perdido la

llave, sabemos que ella fue la única que entró esa noche a la farmacia, ya que

esta tiene una cámara de seguridad de circuito cerrado, recientemente

instalada, nadie más entró o salió desde la tarde hasta el otro día.

- Veo que no tiene dudas de su culpabilidad ¿Qué lo aflige entonces?

- No hay motivo –hablo Tabarez- no tenía relación alguna con la anciana, no

tiene sentido.

- ¿Eutanasia?

- No, tampoco, la señora se estaba recuperando bien.

- Muy bien, entonces, volvamos al punto cero y reveamos todo el asunto. Estoy

seguro que hay algo que no estamos viendo, nadie mata porque sí nada más. La

víctima habíamos dicho una anciana, viuda y con dos hijos mayores.

- Exactamente, poseedora de una interesante fortuna, forjada por su difunto

esposo.

- ¿Por qué motivo entro primeramente al hospital?

- Ya cubrimos ese ángulo, no es lo que piensa, la Sra. Ferrero estaba en la casa de

una amiga tomando el té, cuando iba de salida, se cayó quebrándose la cadera,

ninguno de los presentes esa noche estaba siquiera cerca cuando sucedió.

- ¿Suicidio?

- No cuadra con la personalidad de la anciana.

- Sobre los hijos ¿que sabemos?

- Marcelo, el mayor, como dicen: “suerte en el amor, mala suerte en el juego”,

esa frase resume la vida del muchacho: no completó sus estudios, no le ha ido

bien en los negocios y para colmo es apostador de caballos perdedores. En

contrapartida se a caracterizado por llevar una vida amorosa desenfrenada, ha

roto corazones por doquier, ha hecho de esto su profesión, ya que es

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mantenido por alguna de sus tantas novias. Se preguntará si tenía motivo, lo

tenía, precisaba el dinero, le hubiera venido bien, sin embargo todos coinciden

que su madre era lo más preciado para este hombre.

En cuanto al otro, Mauricio, es todo lo contrario, reconocido analista de

mercado, tiene un trabajo muy bien remunerado, buen administrador y gran

inversor, tuvo una sola novia en su vida, su actual esposa. Tampoco tiene

grandes motivos, no era el favorito de su madre, pero parece ser que la quería

tanto como su hermano.

- Nos quedan las mujeres entonces –mirando a Tabarez Máximo agrego con risa

socarrona- ¿Decime vos cual crees que sea? Que tenés talento para leer las

mujeres.

- Basta de bromas –Leites retó a los otros dos para que dejaran de reírse- la

primera es la esposa de Mauricio, la tal Magda, una mujer bastante repulsiva a

la vista y al trato, no se llevaba para nada bien con su suegra, la víctima, pero

más allá de eso no tiene motivos, ni los conocimientos para haberlo hecho.

- Yo creo que ella es la asesina –intervino Tabarez- no me gustó para nada como

habló de la muerta, con desprecio y desdén, dijo que esta se merecía lo que le

pasó por explotadora.

- ¿Qué acaso ella había sido empleada de la anciana?

- Así es, un dato interesante ¿no? –siguió Tabarez con los ojos iluminados-

trabajaba como mucama en la casa de la familia, así conoció a Mauricio, la

anciana siempre se opuso a la relación, pero el esposo de esta, que todavía

estaba vivo, les permitió casarse.

- No es tan interesante –siguió Leites dispuesto a no dejarse interrumpir por su

subalterno- la próxima es la Señorita de compañía, una joven bastante

atractiva, la tercera que tenían desde que cayó internada la Sra. Ferrero. Tuvo

algo de oportunidad, ya que fue ella quien preparó el mortal té, sin embargo,

no tiene conocimientos de medicina, cuando le preguntamos si sabía cómo

había sido envenenada su jefa, no supo ni pronunciar correctamente el nombre

del químico.

- ¿Qué opinás vos? –Máximo le preguntó a Tabarez solo para hacer enfadar al

viejo policía.

- No pudo ser ella, no tiene motivos, además no cuadra con la personalidad de la

joven.

- Buena apreciación –ironizó el Sub-comisario Leites- en cuanto a la enfermera

tiene unos sesenta años bastante mal llevados, conocía a la víctima, como suele

decirse “de aquí y de allá”, no tiene una coartada muy firme, acorde a ella

estaba en otro pabellón controlando a los internados, nadie la vio, mi opinión

estaba durmiendo en alguna habitación.

- Creo que habría que investigar más de donde se conocían esas dos –se animó a

acotar Tabarez.

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- Ja –dijo Leites dándole una miradita de reproche a su compañero- la última

presente esa noche era la linda doctora, una joven muy orgullosa de sus logros,

que con su corta edad es una excelente doctora, pero, como dije

anteriormente, tuvo la oportunidad, tiene los conocimientos que se requieren y

sobre todo fue la única que sabemos que tuvo contacto con el veneno.

- Escuchemos a la defensa –Máximo se volvió hacia Tabarez.

- Tiene justificativo para todo. Estuvo en la farmacia para obtener anestesia, la

cual fue administrada como dijo a otro paciente, además, lo más importante,

no tiene motivos, no ganaba nada con la muerte de la anciana.

- ¿Qué opina usted Serpentelli?

- La verdad –respondió Máximo con tono y cara de preocupación- no lo sé, como

dije estamos pasando algo por alto, pero aún no veo que es, no sé, no se me

ocurre nada.

La sorpresa se transformó en preocupación en el rostro de los policías, que para este

momento ya creían tener el caso resuelto. Al verlos congelados Máximo agregó:

- Ánimo, déjenme hablar con la doctora y tal vez pueda sacar algo más.

Al entra en la sala de interrogatorios, Máximo Serpentelli se percató de a que se

referían los policías con bonita, realmente lo era, pensó para sí. Tomó una silla, se

colocó frente a ella, y se presentó cordialmente como consultor de la policía, sabía que

no hacía falta tales presentaciones, ya era bastante conocido, pero lo hizo igual por

pura cortesía. Sin más comenzó a preguntar:

- ¿Doctora eh? ¿No sos algo joven para serlo?

- Fui la más joven desde que se implementó el nuevo sistema de facultad.

- Ya veo. Noto algo de orgullo en tu voz… es raro, algunos toman la juventud

como un defecto… veo que por el contrario vos…

- Yo no –interrumpió la joven doctora.

- ¿No le sorprende el hecho de que este retenida aún?

- Soy la opción lógica ¿no? –respondió con tranquilidad la doctora- era quien

tenía lo oportunidad y la posibilidad de acceder al veneno.

- Bueno saberlo, decime entonces ¿Sabes con que fue envenenada la señora?

- Claro, con estricnina, es un potente químico, una pequeña dosis es mortal en el

humano.

- ¿Y cuál es tu defensa?

- La misma que le di a la policía, cualquiera pudo tomarla, cualquiera pudo entrar

en el hospital en cualquier momento, es un hospital, no una unidad militar, no

tiene gran seguridad, es más, yo diría que es más difícil salir de un hospital que

entrar.

- Tiene cierto sentido, pero ¿no sería raro y complicado que alguien entrase,

tomase el veneno, lo colocará en el té y lograse salir sin que nadie lo viera? Es

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difícil ¿uh? ¿no es más probable que haya sido alguien que ya estaba adentro?

–Máximo se acercó a su interlocutora con un tono de confidencialidad- es lo

que yo creo al menos.

- Mmm… puede ser, sí –pensó Claudia Benelli y agregó como buscando

aprobación- podría ser alguien de la familia ¿no?

- Podría ser, podría ser –dijo Máximo a forma de despedida.

Ya afuera, nuevamente junto a los dos policías Máximo sentenció:

- Es ella la asesina, sin dudas, pero aún tengo mis dudas sobre el porqué, hay

algo que no cierra en todo esto.

- ¿La dejamos salir? No tenemos nada cierto contra ella –preguntó Tabarez.

- Queda a su consideración Sub-comisario

En la madrugada, el Sub-comisario Leites recibía una llamada a su celular:

- Leites, soy yo… Máximo Serpentelli –la voz sonaba agitada- ¿soltó a la doctora?

- Claro que no… ¿pero qué hora…? –respondió somnoliento el policía.

- Ya lo tengo, ya se por qué –continuó Serpentelli despreocupado por el policía-

fue un error, todo fue un error, esto pasó por el hijo mayor, el tal Marcelo,

Claudia Benelli, la doctora, como tantas otras se enamoró de él, pero este,

luego de estar con ella la dejó. Pero ella no era una chica cualquiera, como las

otras, no le gustó para nada el hecho que la dejara, y lo peor, seguramente,

sería verlo pasearse con la otra joven, la señorita de compañía; así fue que con

una mezcla desmedida de orgullo y celos planeó el asesinato de él y la

inculpación de ella. Esperó a la noche cuando menos gente hay, estaba en la

sala cuando escuchó que Marcelo le pedía un té a la acompañante, entonces,

con la estricnina sacada de antemano de la farmacia esperó un descuido y

colocó el veneno en la taza, pero se equivocó en dos cosas, primero no sabía de

la existencia de la cámara de seguridad, y segundo, no sabía que el primogénito

no había pedido el té para él sino que para su madre, así resultó en la muerte

de la anciana.

- Ya veo… interesante… ¿pero no podía esperar hasta mañana? Está y seguirá

presa, ¿cuál es el apuro?

- ¿Qué acaso usted podía dormir sin haber resuelto el caso?

- Por supuesto que sí, y si me hace el favor, voy a seguir haciéndolo.

El comisario colgó secamente.

Éxodo

“¿Nadie sale impune?”

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El día de la boda, se encontraba reunida la familia Serpentelli al completo, también

estaban muchos allegados a esta, mas de los que todos suponían luego de que

Mariana Di Pietro, hubiera usado el término “perfil bajo”. El Sub-comisario Leites

ingresaba al salón pensando justamente en eso, en que había más invitados de lo que

suponía que habría. Miro a un lado y al otro, reconoció varios rostros, entre ellos el de

su subordinado, el Oficial Ayudante Tabarez, que pareció al extremo sorprendido por

la presencia de su superior y acercándosele comentó alegremente:

- Gran fiesta ¿eh? Aunque no me lo imaginaba a usted como hombre de fiestas

Comisario.

- Imagino bien –respondió secamente Leites- Estoy aquí por trabajo y nada más.

Continuó caminando dejando a su compañero mas sorprendido que nunca, quien

quedó estaqueado al suelo, con un vaso en la mano, sin poder ni hablar ni caminar, sus

pensamientos absortos en que podría estar buscando el Sub-Comisario en la fiesta.

Leites se acercó a Máximo y lo tocó por la espalda, con voz ronca dijo:

- Señor Serpentelli tengo que hablar urgentemente con usted.

- Qué bueno que vino –respondió Máximo son poder ocultar su asombro y luego

reaccionó- ¿no ha venido por trabajo? Sabe que no hago más eso.

- Lo sé, lo sé, pero créame que este caso es urgente, puede venir unos minutos

para que hablemos a solas –Leites le hizo in ademán indicándole un rincón del

salón donde no había nadie.

- Esta bien –dijo Máximo dejándose escoltar por el policía- ¿Qué pasa que es tan

importante?

- Resolví el caso de la muerte de su cuñado.

- Eso… es… genial ¿no? –respondió Máximo sorprendido y algo incrédulo- ¿Y

quien cree usted que lo hizo?

- USTED

- Eso es ilógico, sabe tan bien como yo, como todo el mundo, que yo no pude

hacerlo, estaba en el comedor cuando falleció.

- Guarde silencio hasta el final. Le explicaré como lo deduje. Desde el comienzo

usted me pareció muy sospechoso: su seguridad sobre sí mismo, la forma en

que trató de hacerse cargo de situación, la frialdad de sus procederes. Pero

como no comprendía el porqué lo habría hecho, no había motivo, pensé que

quizá estaba protegiendo a alguien, dada su capacidad para deducir, supuse

que había deducido quien era el criminal e intentaba protegerlos. Además, no

sabía aún como lo había hecho, no lograba imaginármelo. Pero ayer lo deduje.

No fue una sola cosa, fueron una suma de elementos y hechos lo que me llevó

a esta deducción. Verá, con cada caso que usted resolvía dejaba ver no

solamente sus procedimientos, sino que también me dejaba entrar en su forma

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de pensar y de creer. Y aplicando sus própios métodos fue que llegué a esta

conclusión.

Durante el primer caso que resolvió, usted mismo dijo: “No existen accidentes

ni coincidencias cuando hay intereses de por medio”. Si bien usted se refería al

accidente, yo lo llevé a su caso, y descarté de buenas a primeras, la posibilidad

de que alguien de afuera lo hubiera hecho, pero supuse erróneamente que

usted creía lo mismo, y que trataba de proteger al asesino.

En el segundo y el tercer caso nos sorprendió con sus deducciones que le son

típicas, pero dejó traslucir algunas ideas, como cuando dijo: “Uso las cámaras

como cómplices”. Y también dijo: “El plan consistía en manipular a quienes lo

rodeaban para que todos estuvieran seguros de que su socio era el asesino, aún

si este no podría haberlo hecho”. Se me ocurrió entonces que alguien podría

haberlos utilizado a ustedes como cómplices, descarté entonces a su hermano,

quien era el único que no tenía nadie que corroborara su historia. También me

dio otro dato, pero que recién ayer comprendería.

Del cuarto caso extraigo su desprecio y falta de respeto hacia la víctima y la

vida en general, cuando dijo: “En verdad, lo terminó por provocarle la muerte

fue el doctor que le recomendó no cenar. Al higienizarse sin haber cenado, la

concentración fue la suficiente para causarle la muerte. ¿Gracioso no?”, lástima

que esto me vendría a la mente recién ayer.

Para el quinto caso, me volvió a recordar de que usted tampoco creía en la

historia del ladrón merodeador, que al verse descubierto, asesino a su cuñado,

tal cual usted lo dijo: “Y como policía que es, que mejor que inventar un

asesino, que él mismo había visto”; ese fue uno de los motivos por el cual le día

aquel caso simple, quería ver su reacción pensando que tal vez eso me llevaría

al asesino, pero no, usted fue lo bastante hábil como para no mostrar nada.

En los casos de robo que usted ágilmente dedujo, me dio oportunidad de ver

sus métodos, la forma en cómo razona lateralmente, que nunca nadie deja de

ser sospechoso, y, aunque a veces parece que saca conclusiones en el aire,

todo se ajusta a un método de razonamiento lógico, donde las acciones de las

personas, tiene que coincidir con su forma de ser.

En el caso del marido celoso. Ahora lo veo, tuve la oportunidad de descubrirlo.

Pero me equivoqué al extraer conclusiones sobre lo que usted dijo en ese

momento. Encontré un aparente motivo, cuando dijo: “…su vecina lo había

descubierto y actuó en consecuencia, por pura necesidad de no ser

descubierto…”. Sin embargo me opacó el raciocinio otro de sus pensamientos

de ese día: “…la suerte le jugó notablemente a favor, pero bueno, el asesino no

siempre va ha ser inteligente, metódico y calculador. A veces, es la solución

más evidente.” Ahora que lo veo claramente, me pregunto cómo no me di

cuenta en ese momento.

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El espectacular caso del asesino serial taxista, me dio otra buena idea, a veces

un crimen se apoya en otra situación anterior, y esto asociado con el caso

anterior, el de la necesidad como causal, me hizo apuntar nuevamente hacia

usted, aunque aún me quedaban muchos vacios por llenar.

El último caso, me dio la pieza faltante del puzle. Tenía todo en frente,

simplemente estaba todo desordenado, tenía solamente que ponerlo en orden.

El único caso que no pudo resolver antes que yo, fue aquel en que el error tuvo

que ver. Cuando usted me llamó yo hacía horas sabía que la doctora era la

asesina, no era un caso tan complicado para mí, pero para usted, una persona

al extremo metódica y que no concibe la posibilidad de error, le resultaba

imposible que la asesina se hubiera equivocado, eso fue lo que me despertó.

Estaba claro. Sabía cómo y porque lo había hecho.

El asesinato de su cuñado fue el desenlace de una historia que venía de mucho

atrás. Como usted mismo dijo: “Nunca hay que dar una historia por hecho”.

Este era uno de esos caso en que todos los que participamos en la

investigación, incluyéndome, dimos por hechos algunos datos siendo en verdad

erróneos. Con esto me refiero a la historia de la muerte de sus padres.

Teníamos datos de la investigación de hace diez años, en la cual, los

investigadores de aquel entonces, consideraron lo sucedido, como asesinato

suicidio, en el cual su padre mata a su madre y luego se quita la vida. Pero no

fue tal, en verdad usted y su cuñado los mataron y lo hicieron parecer lo que la

policía concluyó. Y se exactamente como y porque lo hicieron.

Su cuñado se había casado con su hermana por el dinero, sin embargo vuestro

padre les negó el acceso a este. Vivían en la pobreza, siendo que su familia

tiene mucho dinero.

En cuanto a usted, sabía que si se casaba correría con la misma suerte que su

hermana, además envidiaba los privilegios que tenía su hermano por ser el

primogénito. Así que juntos planearon el golpe. Matar a ambos y cerrar el caso

en el mismo instante.

La idea seguramente fue de él, pero el plan fue suyo. Su familia es familia de

costumbres, usted lo sabía y sacó provecho de ello, todos los domingos que se

juntaban: comían y luego sus padres y Allegra, Mariana y Chela se iban a

dormir, mientras que su cuñado Marcelo, su hermano Carlo y usted, salían al

jardín a jugar a las cartas. El plan fue simple, durante el juego de cartas

drogaron con somníferos a Carlo, luego que este se durmiera, chequearon

donde estaban las tres mujeres, que acorde a las declaraciones estaban en la

planta baja. Entonces fueron a la planta alta, al cuarto de sus padres, tomaron

el revólver de su padre y sin pensarlo mataron a su madre y luego a su padre,

haciéndolo parecer como un suicidio. Seguramente fue Marcelo quien jaló del

gatillo dos veces, mientras que usted controlaba. Finalmente bajaron las

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escaleras y fingieron estar subiendo, cuando el resto de la familia llegó, ustedes

se unieron a ellos e hicieron su parte de la actuación.

Los años pasaron y ambos obtuvieron lo que querían, usted el privilegio de

dirigir su familia, y su cuñado acceso al dinero y la confianza del jefe de familia.

Su hermano cayó en desgracia sin el apoyo de su padre y terminó perdiendo no

solamente el liderazgo de la familia sino que también su mujer y su hijo. Todo

les iba redondo, hasta ese día.

Cuando todos hicieron las declaraciones, las cuales eran muy parecidas por

cierto, todos comentaron la discusión que ese día tuvieron su hermano y usted,

donde mencionaron entre otras cosas, cuando su hermana dijo: “No fue tan

así”. En el momento lo interpreté como un simple comentario que buscaba

proteger al niño presente. Pero ayer recordé que el único que no mencionó esa

parte fue usted, eso fue porque usted sabía realmente lo que eso significaba,

así que busqué los archivos de la época de la muerte de sus padres y me

encontré con que la única que decía que no era suicidio era su hermana.

Seguramente seguía con esa idea. A partir de ese comentario, Marcelo quedó

pensativo, seguramente se sintió amenazado y comenzó a planear una forma

de matar a Allegra.

Pero no era muy inteligente. El plan que trazó fue realmente tonto y lo

hubiéramos descubierto fácilmente. Su plan consistía en envenenar a su

esposa, para eso era el vino y las copas que llevo a su cuarto, y que la policía

jamás encontró porque usted se las llevó.

Usted hizo cálculos rápidos, si lo dejaba matar a Allegra, lo descubriríamos

rápidamente y cuando todo se supiera, eso terminaría por arrastrarlo a usted

también; no cabía la posibilidad de detenerlo o denunciarlo, porque Marcelo lo

hubiera hundido con todo lo que sabía. La única forma era matarlo.

Tuvo que trazar su propio plan de manera muy rápida, no podía culpar a nadie

de la casa, tenía que culpar a alguien de afuera, pensó en un robo frustrado,

¿pero cómo sacarse las sospechas de arriba? ahí lo ayudó la tecnología, buscó o

tal vez descargó en su celular un ringtone que se asemejaba a un grito. Cuando

su cuñado se fue al cuarto, usted se excusó diciendo que iba a fumar, salió

rápido, dio la vuelta a la casa, y fue hasta la ventana del dormitorio

matrimonial, golpeó y esperó, cuando su cuñado sacó la cabeza para ver quién

o qué era, usted lo acuchilló en el pecho y le tapó la boca para que no hiciese

ningún ruido, no le fue difícil considerando la disparidad de físicos entre ambos.

A continuación entró a la habitación y sacó de inmediato el vino y las copas ,

dejando su celular, lo más cerca de la puerta posible, pero seguramente en un

lugar donde no se viera fácilmente.

Volvió a la mesa como si nada, se sentó y siguió hablando, disimulando su

estado de adrenalina. Luego que su hermano y su cuñada se hubieran retirado,

esperó unos minutos, y utilizando otro celular llamó al celular que había dejado

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en el dormitorio del muerto. Todos escucharon el grito apagado, aún en

máximo de volumen, todos declararon que sonó muy bajo, aún así atrajo la

atención de todos. Luego de eso es historia conocida lo que sucedió.

En algún momento me pregunté que papel jugaba su flamante esposa en esto,

creí incluso que podría estar involucrada, pero me desasné que no, que

simplemente desconfiaba, pero como tenía sentimientos por usted, se esforzó

en inculpar a Carlo. Y usted se casó con ella para asegurarse que no pueda

declarar en su contra.

¿Qué le parece? ¿Me equivoqué en algo?

El rostro de Máximo Serpentelli se había transformado de sonriente a sorprendido, de

sorprendido a ofuscado y finalmente había aparecido una sonrisa casi diabólica.

Recuperando la entereza dijo con tono calmado:

- De hecho su historia tiene algunos errores pequeños, sobre todo en el final, no

lo hice por el dinero, ni por el reconocimiento, ni por el liderazgo de la familia,

todo eso simplemente sucedió. Todo lo hice para poder casarme con Mariana.

Mientras mis padres estuvieran vivos jamás podría haberme casado con ella,

porque jamás la hubieran dejado divorciarse de mi hermano. Así que tuve que

matarlos. Y si iba a la cárcel no podría casarme con ella lógicamente. Así que

tuve que actuar ante la tontería de mi cuñado y matarlo también. No tuve

opción.

- ¿Qué piensa hacer ahora Sr. Serpentelli? Supongo que se entregará a la policía.

- No sea tonto oficial, no hice todo lo que hice para dejarlo irse así nada más.

Además no tiene pruebas contra mí, todo lo que tiene son conjeturas y la

esperanza que yo tenga un ataque de remordimiento de conciencia.

- ¿Qué tal si le dijera que tengo un grabador y he grabado la conversación?

- Diría que me toma por tonto. Sé que no lo tiene, porque lo conozco lo

suficiente para saber que no esperaba que le reconociese mi culpa, pero verá,

es un secreto demasiado grande para uno solo, es mejor compartirlo, ahora es

el de los dos.

- ¿Y qué piensa? –levantó la voz Leites- ¿Qué voy a dejarlo ir así nada más?

Sabiendo que es culpable. Nunca.

- No le queda otra –dijo Máximo mientras se arreglaba despreocupadamente el

traje- si me lleva a juicio, ganaré, saldré libre y le aseguró que me encargaré de

que lo echen de la fuerza, perdiendo su jubilación, y de que no consiga trabajo

en ningún otro lugar jamás; en cambio si me deja ir, tendrá la conciencia

tranquila de haber hecho lo único que podía, pedirme que me entregara, y

quien sabe, quizá pronto, tenga otros ascensos en su vida –agrego con tono de

complicidad al tiempo que le guiñaba un ojo- pero por ahora quédese y disfrute

de la fiesta, es un invitado de la casa.

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Dicho esto Máximo Serpentelli se alejó, dejando atónito y sin palabras al viejo oficial

de policía. Se acercó a su flamante esposa, que lucía más hermosa y más feliz que

nunca, la tomo de la mano y la besó, mientras miraba por sobre los hombros de ella

como el Sub-comisario Leites permanecía cual estatua en el lugar donde lo había

dejado.

FIN

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