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CONTRAPUNTO

Gobierno del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave Fidel Herrera Beltrn Gobernador Reynaldo G. Escobar Prez Secretario de Gobierno Flix Bez-Jorge Director de la Editora de Gobierno

ndiceJacques Lafaye Laura Collin Harguindeguy5 21

La democracia a travs de los siglos La identidad regional de los tlaxcaltecas y la virgen de Ocotln De ojeadores, brujos y humores Una charla con el diablo o el hilo que pende La estancia de los arcngeles en el Romancero gitano Por qu la apata para aprender en el espacio escolar? La ira de los mansos (entrevista a Jos Saramago) Sobre la naturaleza del alma de las plantas

Anatilde Idoyaga/Elena Real Ingrid Fugellie Gezan Jos Luis Martnez Surez Beatriz Peredo/Jos Velasco Toro Regina Garza/Jos Antonio Salinas Rubn Snchez Muoz

40 69 83 90 119 125

ReseasEsther Hernndez Palacios Ernesto Camou Healy Flix Bez-Jorge136 139 150

Los poetas hispanoamericanos del siglo XX Tlamatine: el mito del trueno Yolotl Gonzlez Torres y el estudio del pensamiento religioso mesoamericano Fray Andrs de Olmos, Tlacatecolotl y la llamada conquista espiritual

Flix Bez-Jorge

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CONTRAPUNTO 13, vol. 5, ao 5, enero-abril 2010

Dossier

Dedicado a Ida Rodrguez Prampolini

Textos de Cristbal Andrs Jcome, Rita Eder, Jennifer Josten, Francisco Reyes Palma, Martha Palau, Paola Jasso, Diana Briuolo e Ida Rodrguez

De ojeadores, brujos y humores. Anlisis comparativo... Jacques Lafaye

La democracia a travs de los siglos*Respecto de lo que es, o ha de ser, la democracia, las elecciones y los representantes, esto es la cara poltica de la democracia, y no pasa de ser la parte ms vistosa, por tanto algo formal. La democracia es la expresin institucional de una sociedad que rene una serie de caractersticas sociales, econmicas, ticas y culturales, producto de la historia, sin las cuales las instituciones son como un molde de yeso al que le falta el bronce colado. Las formas polticas no son producto arbitrario y autnomo de la imaginacin de los polticos, o su falta de ella, que les impulsa a tomar prestados de otras naciones unos modelos reputados valiosos. Hay rboles que si se trasplantan mueren; la democracia es uno de stos. No lo digo yo, sino todos los filsofos, analistas polticos y sociales que desde Platn y Aristteles, hasta David Hume y Alexis de Tocqueville (sin llegar a Raymond Aron,1 Gadamer2 o Chomsky) lo han demostrado. Contrariamente a una leyenda con amplia aceptacin, ni los Padres fundadores de los Estados Unidos de Amrica del Norte, ni los Diputados de la Asamblea Constituyente de la revolucin francesa, han inventado la democracia. Lo que han inventado realmente es la exportacin del mito democrtico a otras naciones y latitudes, por lo comn con desastrosas consecuencias. En la actualidad, presentar una fachada democrtica ante las Naciones Unidas es la condicin sine qua non para conseguir ayuda del Banco Mundial y atraer5

* El presente artculo, a partir de la conferencia dictada el 25 de junio de 2009 en el Colegio de Jalisco, ha sido publicado anteriormente por el Colegio de Jalisco/Ediciones de la Noche, en Zapopan, Jalisco. Nota: el autor ha consultado las obras citadas en los idiomas originales. Para la comodidad del lector se sealan aqu las ediciones en lengua espaola. 1 Raymond Aron, Estudios polticos, Mxico: FCE, 1997. 2 Hans-Georg Gadamer, La herencia de Europa. Ensayos, Barcelona: Editorial Pennsula, 1989.

CONTRAPUNTO No. 13 enero-abril 2010

La democracia a travs de los siglos

turistas e inversionistas. La democracia en este siglo es equivalente (mutatis mutandis) a lo que fue en tiempos de la conquista la verdadera religin; implica la garanta de los derechos humanos, la libertad de prensa, la igualdad entre los sexos (incluso el tercer sexo y la bisexualidad), la proteccin del nio y la asistencia a los ancianos, la preservacin del medio natural, por supuesto elecciones libres, etc. En una expresin, la political correctness, como en el caso de la evangelizacin, se reduce con frecuencia a la imposicin de un ritualismo. Dicho esto, muchos van a pensar que yo soy un enemigo de la democracia: un viejo reaccionario, as como de la religin (ateo militante). Desengense, soy un producto puro de la democracia y he dedicado la mayor parte de mi vida profesional a la historia religiosa. Puntualizo: he hecho toda6

mi carrera estudiantil, entre el primer ao de secundaria y el concurso nacional de agrgation, con becas de la Repblica francesa. Por otra parte, no hubiera estudiado la religin si yo pensara que fuera simple supersticin; ahora, no confundo la fe de los grandes espirituales con la mojigatera que se adorna con el nombre de religin. Tampoco confundo las parodias de la democracia con la democracia. Voy a dar un ejemplo si me lo permiten, un recuerdo personal, digamos que un caso caricaturesco. Unos cincuenta aos atrs, el gobierno francs me mand a Conakry, a presidir el tribunal de bachillerato de la Repblica Democrtica de Guinea. El presidente me recibi en su imponente despacho, me regal la Historia del Partido Democrtico de Guinea (supuestamente escrita por l) en el que me puso una dedicatoria de casi una pgina entera, al estilo de un discurso de la ONU. Sekou Tour (dado que de l se trata) iba trajeado con refinamiento europeo: pantaln negro y saco de prince of Wales (supongo que cortado por un gran sastre de Pars, o quiz hasta de Londres). Me desped, y de regreso a mi residencia (con tres centinelas frente a la puerta) vi el noticiero de la televisin nacional, que se iniciaba y terminaba con el eslogan Todo para el

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pueblo y por el pueblo. Enseguida apareca la efigie de Sekou Tour, vestido con boubou blanco y tocado de piel de cabra, ya como cualquier pastor del Fouta Djalon, subrayado con este lema: Sekou: el Hombre-Pueblo Todo comentario sera superfluo. Tampoco creo necesario enfatizar el hecho de que la democracia ha llegado a ser uno de los principales gadgets contemporneos, o para decirlo en buen espaol, una engaifa meditica no ms eficaz que las cremas adelgazantes, si bien se vende con parecido xito. Les aseguro que, en lo personal, nunca me puse crema para adelgazar, pero siempre he combatido y denunciado, en la medida de mis flacas fuerzas, los abusos del poder y las desviaciones de la democracia en mi pas. Hgase reparo en que, en el transcurso de mi ya larga vida, he conocido cuatro regmenes polticos distintos en Francia (uno de stos nada democrtico), si bien el pueblo francs ha instituido histricamente, la primera democracia nacional unitaria jacobina. Este solo ejemplo demuestra que la democracia es una planta frgil: los pueblos que la gozan han de defenderla con permanente vigilancia, y los que aspiran a ella han de luchar con tesn para conquistarla. Ahora, les dije que la democracia no ha sido una invencin moderna, y lo delata su propio nombre compuesto de dos palabras griegas: demos-pueblo y xrata-gobierno. Los atenienses han inventado la democracia hace aproximadamente dos mil cuatrocientos aos. Esto es en un contexto radicalmente distinto del actual. No es posible, en el espacio de que disponemos, resear todos los escritos clsicos de Platn y Aristteles sobre el asunto que nos ocupa. Platn (en el Libro VIII, 557 a 564 de La Repblica, en los Libros VII y XII de Las leyes, y en el dilogo titulado El Poltico3) y Aristteles (en La Poltica [Politeia], Libros I, 1; II, 3; y VI, 1) han descrito y analizado la democracia ateniense de su tiempo. Hablando sin matices, yo dira que la7

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Cornelius Castoriadis, Sobre El poltico de Platn, Argentina: FCE, 2003.

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democracia se puso en Atenas en una coyuntura crtica. La oligarqua abus de su poder y el pueblo, que era un pueblo en armas, despus de la victoria que salv la comunidad, reclam el poder. A un famoso discurso de Pericles que ha publicado Tucdides,4 se remonta el maldito honor de morir por la patria, que en nuestro siglo pasado ha sepultado a varias generaciones de hombres jvenes. Ahora, pudo realmente gobernar el pueblo? Se dej pronto engaar por demagogos (otra palabra heredada de la Grecia antigua). Platn vea claramente a la democracia como un rgimen anrquico y de transicin hacia la tirana:Pero esta indulgencia, esta extremada tolerancia, ese desprecio de las mximas que hemos reseado con muy grande respeto [], con qu arrogancia se pisotean estas mximas (en la democracia), sin la menor preocupacin para la preparacin acadmica de un poltico a la administracin pblica: basta que se declare amigo del pueblo para que sea colmado de honores []. Es, como ves, un gobierno encantador, anrquico, abigarrado, y que regala una forma de igualdad, tanto a lo que es desigual como a lo que es igual []. Es una feria de constituciones en que uno puede escoger el modelo que quiera copiar.5

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Aristteles se ha dedicado a criticar, como se sabe, la filosofa de ScratesPlatn, pero no fue menos crtico de la democracia:La libertad es el principio fundamental de la constitucin democrtica []. Ahora bien, uno de los caracteres de la libertad es el alternarse en la obediencia y el mando, y en efecto la justicia democrtica consiste en la igualdad por el nmero y por el mrito, y siendo esto lo justo, de necesidad tiene que ser soberana la masa popular, estimarse como final y justa la decisin de la mayora. De acuerdo con esta teora todos los ciudadanos deben estar en pie de igualdad, por ms que lo que resulta en las democracias es que los pobres tienen ms poder que los ricos puesto que son ms numerosos, y es soberana la decisin de la mayora []. La

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Tucdides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Mxico: Porra, Libro II, 1975, pp. 35-47. Platn, La Repblica en Dilogos, Mxico: UNAM, Libros VIII, XI, 1992.

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principal o la nica tarea del legislador, sin embargo, o de los que quieren establecer un rgimen de esta ndole, no es meramente instituirlo, sino antes asegurar su conservacin []. Adems otra nota de la democracia es que ninguna magistratura sea vitalicia [], esto puede tambin lograrse dividiendo los titulares de la misma magistratura, entre unos nombrados por sorteo y otros por eleccin.6

De modo que estuvo lejos, entonces, de aparecer la democracia como paradigma institucional, aplicable universalmente; las ciudades del Peloponeso de aquel tiempo fueron otras tantas ciudadelas amenazadas por las vecinas. La poblacin de Atenas en la poca de Pericles sera algo como la quinta parte de la poblacin actual de Lagos de Moreno (la Atenas de Jalisco). Era fcil reunir a los ciudadanos en la gran plaza (el gora) para debatir los asuntos pblicos y votar levantando la mano. Cuanto ms fcil, que slo se consideraba ciudadanos atenienses a los hombres adultos con dos padres y cuatro abuelos naturales de Atenas, y dueos de su casa (algo parecido al burgus de las ciudades medievales). Los dems, metecos y esclavos (como la tercera parte de la poblacin), segn fueran sus tareas domsticas, artesanales o mercantiles. As que la democracia ateniense (durante tanto tiempo idealizada por los historiadores liberales) estuvo fundamentada en la discriminacin racial y social. Libanius dice que, en Atenas, un extranjero que se mezclaba con la Asamblea del pueblo estaba castigado a muerte. Es que un individuo como ste usurpaba el derecho de soberana.7 Pero sta fue democracia directa, no representativa como las democracias nacionales modernas que abarcan docenas de grandes ciudades, millones de ciudadanos y centenares de representantes. Aristteles pensaba que hay un tamao ideal para las ciudades, como para los hombres. Qu pensara de Guadalajara hoy, y en general de las democracias superpobladas?6 7

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Aristteles, Poltica, Mxico: UNAM, Libro VI, I-III, 2000. Charles Louis Montesquieu de Secondat, El espritu de las leyes, Mxico: Porra, Libro II, cap. II, 1997.

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Hemos de tener presente que durante los dos milenios que nos preceden, los regmenes democrticos han sido excepcionales y nada valorados. El concepto de soberana popular, que es su fundamento, era tan incompatible con el elitismo helnico, como con la nocin cristiana de soberana divina y la delegacin de la misma a un monarca, o teniente de Dios en la tierra; concepto que expresa el lema latino: omnis potestas a Deo. En el apogeo del Imperio, un consejero de Carlos V invent el eslogan: Un pastor, una espada, una grey. Pero mucho antes, en el siglo XIII, santo Toms de Aquino, en su tratado De regno8 ha expresado que la sociedad es incapaz de mejorarse por s misma, necesita un jefe, una cabeza (caput). Ha definido el deber del monarca como: gobernar a sus sbditos segn las reglas del derecho y la justicia, en vista del bien comn del cuerpo social. En ello no hay nada novedoso, pero pudiera aplicarse a cualquier10

democracia moderna. Lo que s es original es la descripcin de la tirana segn este doctor de la Iglesia. Santo Toms escribe que la tirana no es necesariamente el hecho de un tirano individual, puede ser obra de un grupo oligrquico, corporacin financiera, partido poltico o cofrada militar. El hecho de que finjan identificar el bien del pueblo a sus intereses particulares no cambia nada a su naturaleza tirnica, puntualiz. Y, lo que ms viene al caso, si la oligarqua tiene la dimensin de una mayora social, esta clase de tirana (la tirana de la mayora) se llama democracia. Agrega que cada una de estas formas de tirana es efecto de la corrupcin de una forma de gobierno justo; cuando el pueblo toma el poder y lo ejerce en el inters de todos, tenemos una repblica. Pero le inspira desconfianza el rgimen de partidos:Hay que evitar con mayor diligencia los peligros provenientes del rgimen pluralista que los que surjan del monrquico []. Pues una vez que ha surgido la discordia en un pluralismo, a veces uno supera a los otros y

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ca. 1267, cuyo ttulo se ha traducido impropiamente por De la monarqua, significa: De la soberana. Toms de Aquino (santo), La monarqua, Madrid: Tecnos, 1995.

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usurpa en su exclusivo beneficio el dominio de la sociedad []. Casi todos los regmenes pluralistas han finalizado en una tirana, como se ha visto en la Repblica romana.9

En otro contexto histrico, el de la revolucin inglesa del siglo XVII, otro gran pensador poltico, Thomas Hobbes, ha reflexionado a raz de la ejecucin del rey Carlos I en 1649. El soberano pregunt que en nombre de qu autoridad se le juzgaba, y le contestaron: en nombre del pueblo que os ha elegido. Este juicio, y regicidio, ha sido la primera revolucin moderna por ser la transferencia de la soberana de un monarca a un pueblo que por primera vez se afirm como dueo de la misma. La reaccin del autor de Leviathan or the Matter, Forme and Power of a Commonwealth ecclesiasticall and civil (1651), con pesimismo tal vez coyuntural, ha sido sta:11

As parece bien claro a mi entendimiento, lo mismo por la razn que por la Escritura, que el poder soberano, ya radique en un hombre, como en la monarqua, o en una asamblea de hombres, como en los gobiernos democrticos o aristocrticos, es tan grande como los hombres son capaces de hacerlo. Y aunque, respecto de tan ilimitado poder, los hombres pueden imaginar muchas consecuencias nefastas, las consecuencias de la falta de poder, que es la lucha permanente de cada individuo contra el vecino, son mucho peores.10

As es como Hobbes, en tiempo de anarqua, es cierto, se manifest a favor de un poder estatal fuerte, aunque pueda engendrar arbitrariedad. A lo largo de la historia se observa que el pueblo (esta entelequia poltica algo borrosa) est masivamente a favor de la mano dura; la libertad de expresin es un lujo de clase media intelectual que no trasciende en la mayora de los ciudadanos de las sociedades modernas, ni en las capas sociolgicas inferiores que no tienen mucho que expresar, ni en el estrato superior que slo aspira a proteger su capital.9

Ibid., cap. V, 15-16. Thomas Hobbes, Leviatn: o la materia, formas y poder de una repblica eclesistica y civil, Mxico: FCE, Parte II, cap. 20, 1980.10

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Este largo prembulo no ha tenido otro fin que mostrar, con el respaldo de autoridades de la filosofa poltica y el derecho constitucional, de lejanos o cercanos siglos pasados, que ni la democracia ni la soberana popular han sido desde siempre consideradas como referencias supremas. Una conclusin que ya podemos sacar es que la tirana, lo mismo puede ser republicana que monrquica o desptica. Consta que hasta el da de hoy, entre las ms recomendables democracias se cuentan varias monarquas, como la escandinava, la inglesa y la espaola, todas en Europa occidental. Y en el pasado de Mxico, no se puede negar que el gobernante ms indigenista y ms social (en ese sentido ms demcrata) ha sido, con gran probabilidad, el austraco emperador Maximiliano, vctima de su imprudencia. De tal modo que si se busca una definicin vlida de la democracia hay que descartar la forma poltica institucional como exclusivo12

criterio. La democracia no se reduce al sufragio universal. La educacin entre el rgimen republicano y la democracia representativa es slo herencia de los filsofos polticos de la segunda mitad del Siglo de las Luces, que combatieron la monarqua y proporcionaron su ideologa jurdica a la Primera Repblica francesa. El zcalo en que se ha edificado la democracia representativa tiene nombres (por orden cronolgico): Montesquieu, Lesprit des lois (1748); Rousseau, Le contrat social (1762); Voltaire, Trait sur la tolrance (1763). Antes de pasar a exponer someramente sus ideas rectoras, es justo sealar que Voltaire ha retomado y difundido el ideario del ingls John Locke,11 expresado cien aos antes en Letters on Toleration y Essay concerning Toleration (1666). El mismo Rousseau debe mucho a la lectura de La Rpublique (1593), del jurista parisiense Jean Bodin. Notemos de paso que ste, gran figura del Renacimiento tardo, ha sido entre los modernos el que primero ha hecho uso de la expresin ciencia poltica, con el sentido todava en uso (La Politea de los antiguos griegos era propiamente el estatuto de ciudadana). En su obra La Repblica

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John Locke, Compendio del Ensayo sobre el Entendimiento Humano, Madrid: Tecnos, 1999.

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(obra en latn res publica, esto es, la cosa pblica o el Estado), Bodin ha definido la soberana, en derecho positivo, y reflexionado sobre los cambios de regmenes polticos, ideas que ha retomado en su tratado Mtodo para agilizar el conocimiento de la historia (1572):Veo que la soberana consiste en cinco atributos esenciales: el primero y ms importante es nombrar los magistrados supremos y definir a cada uno su funcin, el segundo es promulgar o abrogar las leyes, el tercero declarar la guerra y concluir la paz, el cuarto es juzgar en ltima instancia por encima de todos los magistrados, y el ltimo el tener derecho de vida y muerte hasta donde la ley no permite clemencia.12

Ms abajo, Bodin hace una Comparacin de las tres repblicas de Atenas, Venecia y Roma (pero si se toman la molestia de comparar las constituciones de Atenas, Venecia y Roma, van a entender mejor que son populares [democrticas] y no tienen nada en comn, por ejemplo, con la de Esparta). Despus de describir el estado aristocrtico y el monrquico, Bodin diserta largamente sobre el cambio y las revoluciones. Merecera citarse in extenso este texto; por falta de tiempo ofrecemos este breve extracto:Esto (la corrupcin) explica cmo la monarqua se torna tirana, la aristocracia en oligarqua y la democracia en demagogia sin dar lugar, en la mayora de los casos, a ninguna violencia. Pero el cambio de la tirana al estado popular (democracia) ha sido siempre violento, porque requiere asesinar al tirano [] No hay ninguna Repblica que, por efecto del tiempo, no cambie y muera. De forma general los estados son muy frgiles y pueden caer por un incidente fortuito [].1313

Y sera una laguna, hasta una injusticia, no mencionar a otro filsofo poltico del Renacimiento tardo: tienne de La Botie, amigo predilecto de Montaigne,Jean Bodin, Mtodo para agilizar el conocimiento de la historia en Oeuvres Philosophiques, Paris: Presses Universitaires de France, cap. VI, 1951. 13 Idem.12

Reflexiones museolgicas

su editor. He aqu unas muestras de su ensayo Discurso de la servidumbre voluntaria (1574): Hay una sola cosa, hecha imperfecta, a la que no s por qu la naturaleza impide a los hombres desearle. La libertad, este bien tan grande y placentero que, una vez perdido, hace que todos los males vengan en caravana, y los bienes mismos que an permanecen, pierdan enteramente su gusto y sabor, corrompidos por la servidumbre.14 Ahora los padres fundadores directos de la ideologa democrtica, jurdica y filosficamente, han sido los hombres de las Luces del siglo XVIII, como el marqus de Condorcet, genial matemtico, primero en sugerir el uso del clculo de probabilidades en las ciencias sociales y la organizacin electoral, promotor de la educacin pblica como base de la democracia. Obra significativa de Condorcet es Esquisse dun tableau historique des progres de lesprit humain (1793),15 que est inspirada14

en Bacon,16 Bayle17 y directamente Turgot,18 pero marca un hito en el desarrollo de la revolucin francesa. Condorcet ha sido tambin quien ha acuado la expresin (y el concepto) de la sociedad civil, que en la actualidad se ha vuelto de uso comn. La democracia se podra definir como una sociedad participativa; el grado de participacin de la sociedad civil (esto es: toda la comunidad ciudadana) en la vida pblica, que es la piedra de toque de una democracia real, supone espritu asociativo y dilogo con los poderes pblicos. Un simple consumidor de bienes fabricados y de imgenes frvolas, difcilmente puede ser considerado como un ciudadano. Puesto que los filsofos ilustrados son los pilares del pensamiento constitucional en todas las democracias representativas modernas, veamos unas muestras de su pensamiento.tienne de La Botie, Discurso de la servidumbre voluntaria. David Hume escritos polticos, Mxico: Sexto piso, 2003, p. 20. 15 Condorcet, Bosquejo de un cuadro histrico de los progresos del espritu humano y otros textos, Mxico: FCE, 1997. 16 Francis Bacon, Ensayos sobre moral y poltica, Mxico: UNAM, Direccin General de Publicaciones, 1974. 17 Pierre Bayle, Dictionnaire historique et critique, Amsterdam: 1740. 18 Anne-Robert-Jacques Turgot, Discursos sobre el progreso humano, Madrid: Tecnos, 1991.14

Reflexiones museolgicas

De la rica aportacin de El espritu de las leyes, del barn de Montesquieu, presidente del Parlamento de Guyenne en Burdeos, se ha retenido sobre todo una serie de definiciones:Cuando, en la repblica, el pueblo en cuerpo tiene la potencia soberana, es una democracia. Cuando la potencia soberana est en manos de una parte del pueblo, esto se llama una aristocracia. El pueblo, en la democracia, es en cierto aspecto el monarca, y en otros aspectos es el sbdito. Pero cuando en un gobierno popular [democrtico] las leyes han dejado de aplicarse, esto no se puede explicar ms que por la corrupcin de la sociedad, el Estado ya est perdido. De la corrupcin del principio de la democracia: El pueblo cae en esta desgracia cuando sus mandatarios, en el intento de disimular su propia corrupcin, tratan de corromperlo. Para que no se d cuenta de su ambicin, no le hablan mas que de su magnificencia []. No habr que sorprenderse si vemos que los sufragios se compran con dinero. Lo que es la libertad: Es cierto que en las democracias el pueblo parece hacer lo que quiera; pero la libertad poltica no consiste en hacer lo que se quiere. En un Estado, es decir una sociedad regida por leyes, la libertad slo consiste en poder hacer lo que se ha de querer, y a no ser obligado a hacer lo que no se debe desear []. La libertad es el derecho de hacer todo lo que permiten las leyes. Por ms respetables que sean las ideas que inspira espontneamente la religin, no deben siempre servir de principio a las leyes civiles, porque stas tienen otro principio, que es el bien general de la sociedad.19

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De este libro de extraordinaria riqueza, en el que no slo se definen los principios, sino se prevn las desviaciones, la posteridad ha retenido principalmente el principio de la separacin de los poderes, inspirado en la constitucin inglesa:Tampoco puede haber libertad, si el poder judicial no est separado del poder legislativo y el ejecutivo.

19 Montesquieu, op. cit., Libro II, cap. II; Libro III, cap. III; Libro VIII, cap. II; Libro XI, cap. III; Libro XXVI, cap. IX.

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La libertad poltica en un ciudadano, es esta serenidad que proviene de la conviccin que cada uno tiene de su propia seguridad; y para que haya esta libertad, hace falta un gobierno tal que ningn ciudadano pueda temer a otro ciudadano.20

Por las mismas fechas, el filsofo e historiador escocs David Hume, para quien el contrato social (no el de Rousseau, sino la sociedad) no es ms que una burla, public unos Ensayos filosficos (1749) de donde entresacamos estas reflexiones:Es un rasgo particular de nuestra Constitucin el establecer un primer ministro con tanta preeminencia y dignidad que, aunque limitado por las leyes, est en cierta forma, en cuanto a su persona, por encima de la ley, y no puede ser cuestionado ni castigado por ningn perjuicio o dao que pueda ser cometido por l. Tengo la sospecha de que el mundo es an demasiado joven como para fijar muchas verdades generales sobre la poltica, que permanezcan vlidas para la posteridad. No tenemos siquiera tres mil aos de experiencia []. No se sabe completamente de qu grado de refinamiento es capaz la naturaleza humana, tanto en el vicio como en la virtud []. La fuente de la degeneracin que puede notarse en los gobiernos libres consiste en la prctica de endeudarse e hipotecar los recursos pblicos, que hace, con el tiempo, que los impuestos se vuelvan totalmente intolerables y que todas las propiedades del Estado pasen a manos de particulares. Esta prctica es de la era moderna.21

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El escptico e hipercrtico Voltaire, con ocasin de un probable error judicial (el proceso Callas ocurrido en Toulouse) del que fue vctima un protestante condenado al suplicio de la rueda, por supuesto asesinato de su propio hijo, inici su Tratado sobre la tolerancia, que en buena medida es una denuncia de la intolerancia religiosa. Argumenta que sta no tiene fundamento, ni en

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Montesquieu, op. cit., Libro XI, caps. VIII, VI. David Hume, De la obediencia pasiva en Ensayos polticos, Mxico: Herrero Hermanos, 1965, pp. 75, 95, 102.

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derecho humano ni en un derecho natural. Interpela as a los catlicos: Si queris imitar a Jesucristo, seis mrtires, no verdugos! Lo que ha quedado de la campaa de prensa del filsofo es el principio de la laicidad del Estado y la garanta del habeas corpus, que ya era el honor de la constitucin inglesa. Fue as como la primera Repblica nacida de la revolucin francesa reconoci a judos y protestantes derechos iguales que los dems ciudadanos franceses (en gran mayora catlicos). Otra de las obras emblemticas de la Ilustracin, El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau, lleva un subttulo: Principios del derecho poltico. Se trata de un cuerpo dogmtico precedido (de ocho aos) por un Discours sur lorigine et le fondement de lingalit parmi les hommes (1754) e iniciado unos veinte aos antes en Venecia (donde Rousseau fue secretario del embajador de Francia). No es casualidad que el filsofo fuera natural de Ginebra y vecino temporario de Venecia, las dos ms citadas (por ejemplares) y pequeas repblicas del tiempo. Por su carcter idealista, El contrato social ha llegado a ser para los revolucionarios de Europa y de Amrica Latina de principios del siglo XIX algo parecido al Pequeo libro rojo de Mao. La obra est rebosante de aforismos inolvidables como stos: El soberano que no es sino un ser colectivo, no puede ser representado ms que por s mismo,22 donde reconocemos la democracia directa de Ginebra. Recalca esta idea en otro lugar:La idea de los representantes es moderna; nos viene del rgimen feudal, de ese gobierno injusto y absurdo en el cual el gnero humano est envilecido y en el que el nombre de hombre est deshonrado. En las antiguas repblicas, y ni siquiera en las monarquas, el pueblo tuvo jams representantes. Como nuestros polticos no pueden dividir la soberana en su principio, la dividen en su objeto; en poder legislativo y poder ejecutivo17

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Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, Mxico: UNAM, Libro II, cap. I, 1962.

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[], en algunos casos confunden todas sus partes, y en otros las separan []. Todas las veces que creemos ver la soberana separada, nos equivocamos. Importa por consiguiente, para conocer claramente la voluntad general, que no existan sociedades parciales (partidos o corporaciones) en el estado, y que cada ciudadano opine segn su propio juicio. No es bueno que el que elabora las leyes las ejecute.23 En cuanto a la igualdad, no se ha de entender por este concepto que los grados de poder y de riqueza sean absolutamente parejos; sino que el poder est ms all de toda violencia y no se ejerce jams si no es en virtud de la jerarqua y las leyes; y en cuanto a la riqueza que ningn ciudadano sea lo bastante opulento como para poder comprar a otro, y ninguno tan pobre que se vea obligado a venderse.24 Si quieren dar consistencia al Estado acerquen, una a otra, las condiciones extremas en toda la medida posible: no sufran ni cresos ni mendigos. Ambos estados, inseparables uno de otro por naturaleza, son nefastos por igual al bien comn, del uno salen los autores de la tirana, del otro los tiranos, es siempre entre ellos que se trafica la libertad pblica, uno la compra, otro la vende.25 Si se consideran las tres categoras de religiones, todas ellas tienen sus propios defectos []. Todo lo que rompe la unidad social no vale nada, todas las instituciones que ponen al hombre en contradiccin consigo mismo no valen nada.26

Al llegar al trmino de las citas que he cosechado en mis lecturas preparatorias, me doy cuenta de que he dejado de lado mi propia reflexin sobre las democracias de este siglo y el XX que apenas termina: me refiero al desarrollo industrial, al pauperismo, a la conciencia nacional, al internacionalismo obrero, al individualismo y el hombre-masa. La libertad, la riqueza, la fe en el progreso y la evasin en las sectas. La drogadiccin, la trata de menores, de rganos, la explosin demogrfica, las migraciones, la inseguridad en todas sus formas, la degradacin del medio ambiente y la seudocultura meditica. El ciberespacio,

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Op. cit., Libro III, cap. XV; Libro II, cap. II; Libro II, cap. IV; Libro III, cap. IV. Op. cit., Libro II, cap. XI. Nota a pie de pgina, del mismo Rousseau, idem. Op. cit., Libro IV, cap. VIII.

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el ciudadano, el consumidor, el genio gentico y la clonacin, el mundo virtual en general, etc. La permeabilidad social y la independencia nacional que son las bases de la democracia, en fin, el azaroso porvenir de las ltimas democracias en un mundo donde el Estado, El ogro filantrpico27 (como lo ha llamado Octavio Paz), se est volviendo cada vez ms ogro y menos filntropo. Me temo, sin caer en la mera desesperacin, que la democracia tiene ms pasado que futuro. Pero se pudiera concluir esta charla con las lcidas palabras de Rousseau: Si existiera un pueblo de dioses, se gobernara democrticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres.28 Si bien no me propuse hablar de la poltica de Mxico, porque no le corresponde a un extranjero usurpar la soberana, no quiero defraudar totalmente su legtima espera. Voy a dar la ltima palabra (ya ltima) a mi ilustre compatriota Alexis de Tocqueville, joven magistrado que un rey de Francia mand a Estados Unidos de Amrica para estudiar el sistema carcelario de la reciente democracia, en vista de mejorar el rgimen penitenciario francs. Tocqueville rebas su misin publicando a su regreso a Pars, una obra monumental titulada: De la dmocratie en Amrique (1835). Se trata de un anlisis crtico y pionero del sistema democrtico, tal como funcionaba entonces en Estados Unidos, con certera provisin de su evolucin a muy largo plazo; se le ha reconocido internacionalmente como un libro proftico. Como ya he abusado de su paciencia, slo voy a citar lo que, como de paso, ha escrito Tocqueville sobre el Mxico de su tiempo:La Constitucin de los Estados Unidos se parece a aquellas hermosas creaciones de la invencin humana que colman de gloria y bienes a sus inventores, pero quedan estriles en otras manos. Es lo que Mxico ha19

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Octavio Paz, El ogro filantrpico, Mxico: Joaqun Mortiz, 1979. Op. cit., Libro III, cap. IV.

La democracia a travs de los siglos

hecho patente en nuestros das. Los mexicanos, con la idea de establecer el sistema federativo, tomaron como modelo, casi copiaron del todo, la Constitucin federal de los Anglo-Americanos, vecinos suyos. Pero al traspasar a su pas la letra de la ley, no pudieron transportar al mismo tiempo el espritu que la vivifica. Por ello se les vio embarazarse constantemente en el engranaje de su doble gobierno. La soberana de los Estados y la de la Unin, salindose del crculo que haba trazado la Constitucin, invadi a diario, mutuamente, el espacio de la otra. En la actualidad, Mxico est todava precipitado de la anarqua en el despotismo militar y del despotismo militar en la anarqua.29

As eran las cosas hace casi doscientos aos

20

Jacques Lafaye. Maestro y Doctor de Estado en Humanidades por la Sorbonne, Francia. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel II), miembro correspondiente extranjero de la Real Academia Espaola y de la Real Academia de la Historia. Ha sido director del Institut dtudes Ibriques et Latinoamricaines de la Universidad de Pars-Sorbonne, secretario general de la Socit des Amricanistes, coordinador de la Comisin de Culturas Ibricas en Amrica Latina de la UNESCO, profesor asociado de la Universit Catholique de Louvain, Blgica, miembro del Comit Permanente de los Congresos Internacionales de Americanistas. Autor de En el traspatio de la historia, Por amor al griego. La nacin europea, seoro humanista (siglo XIVXVII), Quetzalcatl y Guadalupe y Sangrientas fiestas del Renacimiento. La era de Carlos V, Francisco I y Solimn (1500-1557), entre otros.

29

Alexis de Tocqueville, La democracia en Amrica, Mxico: FCE, cap. VIII, 1957.

Laura Collin Harguindeguy

La identidad regional de los tlaxcaltecas y la virgen de OcotlnTlaxcala, cuna de la nacin

Tlaxcala, Cuna de la Nacin, rezan los carteles que reciben al visitante en el estado, igual que las placas de los automviles, la publicidad de un banco o las pginas web de gobierno del estado. El slogan hace referencia a una aeja polmica que enfrenta a los tlaxcaltecas con el resto del pas: la estigmatizacin como traidores por su participacin en la derrota de Tenochtitln, por tanto, en la conquista espaola. Es cierto y evidente que sin la ayuda de los tlaxcaltecas la conquista de Mxico-Tenochtitln no habra sido posible; sin embargo, a juicio de ellos, eso no los convierte en traidores. La polmica ha motivado, si no cuantiosos, al menos algunos escritos en defensa de los tlaxcaltecas arguyendo en su salvaguardia que antes de la llegada de los espaoles Mxico no era una nacin, sino un conglomerado de seoros independientes y en confrontacin constante: [] los aztecas eran para los tlaxcaltecas, lisa y llanamente enemigos mortales e irreconciliables.1 As, la conformacin como nacin sera un producto de la conquista. La aportacin tlaxcalteca a esta configuracin nacional radicara al menos en cuatro aspectos: la colaboracin militar, que permiti la derrota de los mexicas y el socorro prestado a las huestes espaolas despus de la Noche Triste; la colaboracin militar en la conquista de otros territorios desde21

Alfonso Romero Resndiz, Los de Tlaxcala. Anlisis imparcial de los sucesos acaecidos en poca de la conquista, Puebla: Gobierno del Estado de Tlaxcala/Cervecera Moctezuma, 1999, p. 17.

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CONTRAPUNTO No. 13 enero-abril 2010

La identidad regional de los tlaxcaltecas...

Guatemala2 hasta Filipinas; la participacin en la pacificacin de las tierras chichimecas; y por ltimo, las hijas de los seores cedidas a los conquistadores como esposas, de las que resultara el mestizaje. Destaca entre ellas doa Luisa Xicotencatl, amancebada de Alvarado y la nica de sus mujeres con la que procreara hijos.3 Adicionalmente se menciona el nacimiento de Martn Corts, el primer mestizo notorio4 en tierras tlaxcaltecas. A juicio de Meade fueron estas mujeres las forjadoras de la nacin:Cuando llegaron los espaoles a estas tierras, haba innumerables culturas, no exista un pas unificado. El Mxico unido nacera despus. Fueron estas mujeres [doa Luisa Tequelhuatzin, su hermana doa Luca, doa Elvira, hija de Maxicatzin, seor de Ocotelulco, la Malinche, Tecuchpo, hija de Moctezuma II, doa Mara Inaguatzin] que se unieron a los espaoles, las creadoras de nuestra nacin.522

La colaboracin tlaxcalteca en la conquista de Tenochtitln fue documentada en lo sucesivo, tanto por historiadores locales 6 como por los propios conquistadores.7 El lienzo de Tlaxcala8 realizado por los tlaxcaltecas a sugerencia del virrey Luis de Velasco, para ser enviado al rey, as como la crnica de Tadeo de Niza, hoy desaparecida, constituyen los documentos tempranos que sirvieron como referencia a posteriores historiadores locales. En su momento, igual que

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Andrs Angulo Ramrez, Historia de Tlaxcala, Mxico: TRLS, 2004. Mercedes Meade de Angulo, Prlogo a Actas de cabildo de Tlaxcala 1547-1567, Eustaquio Celestino Sols, Armando Valencia R. y Constantino Medina Lima, Mxico: CIESAS/AGN/ITC, 1985. 4 En tierras de la pennsula de Yucatn nacieron los primeros mestizos biolgicos, pero al permanecer en la comunidad slo lo fueron en dichos trminos, lo que significa que los espaoles se asimilaron a la comunidad mientras que sus hijos siguieron considerndose mayas. 5 Meade de Angulo, op. cit., p. 95. 6 Diego Muoz Camargo, Historia de Tlaxcala, Tlaxcala: Gobierno del Estado de Tlaxcala/CIESAS/ Universidad Autnoma de Tlaxcala (MS 210 de la Biblioteca Nacional de Pars), 1998. 7 Hernn Corts, Cartas de relacin, Mxico: Porra, 1981; Bernal Daz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, Madrid: Espasa Calpe, 1975. 8 Luis Reyes Garca, Prlogo a Historia de Tlaxcala, op. cit.

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otros memoriales al rey que hoy sirven como fuentes documentales, el lienzo tuvo como objetivo recordar los mritos y las promesas formuladas por el representante del rey en el nuevo mundo: Corts. En este memorial se basa Muoz Camargo para narrar su historia de Tlaxcala, y aunque las tres copias que se hicieron de l se perdieron, subsisten versiones posteriores, copias del original. Una de ellas reproducida por el Gobernador Cahuatzin en el siglo XIX.9 En la actualidad, tanto las rplicas del lienzo como las reproducciones de pictogramas o cdices coloniales del estado permanecen en un museo creado ad hoc para conservar los testimonios de la historia tlaxcalteca: El museo de la Memoria. Y para quienes no son asiduos a los museos, existe una copia de mayores dimensiones en forma de mural, sobre las paredes de la planta alta del Palacio de Gobierno, justo despus que termina el mural pintado por Desiderio Hernndez Xochilotiotzin, que narra la saga tlaxcalteca desde los orgenes del pueblo hasta la poca de la reforma. El mural, cuyo contenido analic en otro trabajo,10 igualmente rescata y resalta la oposicin tlaxcaltecasmexicas, la cual justifica su alianza con los invasores. En cuanto a la participacin en la pacificacin de las tierras chichimecas, tambin documentada en su momento,11 mantiene tal vigencia que todos los aos se celebra, el 24 de julio, el supuesto aniversario de la partida de las 400 familias, promovido por reas de cultura del gobierno del estado con actos alusivos. Presente tambin en la memoria oral, no es poco frecuente escuchar que los zarapes de Saltillo son en realidad de Tlaxcala, dado que Saltillo fue poblada por tlaxcaltecas. Desde el mbito acadmico se han promovido reuniones y publicado resultados de foros dedicados a analizar la importancia y repercusin23

Idem. Laura Collin Harguindeguy, Mito e historia en el muralismo mexicano, en Scripta ethnologica, Buenos Aires: ao/vol. XXV, nm. 25, 2003, pp. 25-48. 11 Buenaventura Zapata y Mendoza, Historia cronolgica de la noble ciudad de Tlaxcala, Tlaxcala: Universidad Autnoma de Tlaxcala/CIESAS, Transcripcin paleogrfica, notas de Luis Reyes y Andrea Martnez, 1995, pp. 201-202.10

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de los asentamientos tlaxcaltecas en los estados de: Guanajuato, Quertaro, San Luis Potos, Zacatecas y Coahuila.12 Si bien los tlaxcaltecas insisten en decir que las 400 familias llegaron hasta el hoy territorio norteamericano, la informacin documental limita a los estados antes mencionados; sugiere que si en fechas posteriores migraron a lugares ms remotos no fue producto de la colonizacin, organizada por la administracin colonial para pacificar a los insumisos chichimecas, sino de un fenmeno posterior y en algn sentido producto de iniciativas particulares, miembros o descendientes del grupo de 1591.13 La polmica en cuanto a la validez de la participacin de los tlaxcaltecas en la conquista y su estigmatizacin como traidores, lleg a tal grado que en 1943 una delegacin de Tlaxcala plante el tema ante la Academia de Historia,24

consiguiendo un resolutivo del Congreso firmado por Antonio Pompa y Pompa en su carcter de Secretario del Consejo permanente del Congreso Mexicano de Historia, quien reconoce:I,- Que el pueblo y gobierno tlaxcalteca constituan unidad absolutamente independiente de cualquiera otro pueblo, y muy particularmente del pueblo y autoridades mexicas, con quienes no tenan pacto ni alianza poltica, religiosa o militar. II,- Que la alianza que los cuatro seores tlaxcaltecas hicieron, en representacin de sus cuatro seoros, con el conquistador Hernn Corts, la llevaron a cabo en uso de sus propios derechos, como pudieron hacerlo con cualquier otro pueblo o grupo militar, en defensa de un enemigo comn. []

12

Elizabeth K. Butzer, Israel Cavazos Garza y F. Carlin, Constructores de la nacin. La migracin tlascalteca en el norte de la Nueva Espaa, Tlaxcala: Gobierno del Estado de Tlaxcala/El Colegio de San Luis, 1999; Toms Martnez Saldaa, La dispora tlaxcalteca. Colonizacin agrcola del norte mexicano, Tlaxcala: Tlaxcallan, Ediciones del Gobierno del Estado, 1998. 13 Rodolfo Fernndez y Jos F. Romn, Presencia tlaxcalteca en nueva Galicia en Elizabeth K. Butzer, op. cit., p. 28.

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IV,- Que por consiguiente, cualquier apreciacin que suponga falta de lealtad o traicin en la actitud de alianza entre el pueblo tlaxcalteca y los conquistadores espaoles, es carente en absoluto de fundamento histrico.14

Tanto en el caso de los tlaxcaltecas como en el de otros aliados de Corts,15 el encono contra los mexicas de la poca prehispnica y si atendemos a varias de las fuentes, en el caso de Tlaxcala, tan slo contra el mal gobierno del ltimo Moctezuma permanece a travs de los tiempos con mayor fuerza que otros agravios posteriores, incluyendo los resultantes de la conquista. A juicio de los tlaxcaltecas, el incumplimiento de las promesas de los conquistadores y la explotacin de sus recursos por parte de los mestizos recin se hicieron evidentes con la llegada de los borbones.16 En el habla de los tlaxcaltecas persisten muchas referencias, tanto al encono entre mexicas y tlaxcaltecas como a su capacidad de resistencia frente al cerco que sus enemigos, en alianza con cholultecas y huejotzincas, haban concretado contra su territorio, por ejemplo: el buen sazn de su comida se adjudica a que tuvieron que aprender a sazonar con hierbas en vez de sal debido al cerco en el que estuvieron durante sesenta aos, o que no pagaran impuestos porque nunca fueron sometidos y por tanto, no fueron tributarios.17 sta y otras referencias aportan a constituir una identidad local tlaxcalteca donde, si bien se reconocen como descendientes de los pobladores aborgenes, se diferencian con respecto a otros, fundamentalmente los mexicas. En este sentido, la historia segn los tlaxcaltecas no es la visin de los vencidos,25

14

Dado en el saln de sesiones del Congreso Mexicano de Historia en la ciudad de Jalapa, a los 28 das del mes de julio de 1951. Citado por Alfonso Romero, op. cit., p. 4. 15 Hago referencia en especial al caso de los otomes de Temoaya, cuyo encono contra los mexicas persiste hasta la fecha, y quienes tambin fueran aliados de Corts. Vase Laura Collin, Mito e historia en el muralismo mexicano, op. cit. 16 Entrevista hecha por la autora a Hernndez Xochiteotzin, en 2004. 17 Laura Collin, Mito e historia en el muralismo mexicano, op. cit.

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como la denominara Miguel Len-Portilla,18 sino la visin de los aliados de Corts. Esta diferenciacin ha optado por diversas sendas y permanece presente no slo en el lema que presenta al estado, sino tambin en las cartas de presentacin de la sociedad tlaxcalteca, como en el portal web del gobierno del estado donde se exalta, como caracterstica fundamental de la poblacin local, su sentido de independencia:Desde sus inicios, la sociedad tlaxcalteca se ha caracterizado por mostrar una notable cohesin y homogeneidad, debido, entre otras causas, a que tuvo su origen en un grupo indgena muy definido, el cual tambin integr la parte medular de su desarrollo posterior. Este ncleo social reconfigur y consolid su diferenciacin a raz de su constante lucha por sostener su autonoma frente al seoro tenochca especialmente durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin y luego por mantener vigentes los privilegios exclusivos que le concediera la Corona espaola durante la etapa virreinal.19

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La afirmacin contiene dos enunciados que pueden ser cuestionados: el primero, que se trataba de un grupo bien definido cuando la mayora de la literatura los ubica como parte de las tribus chichimecas provenientes del norte que ingresaron al altiplano en el siglo XIII; el segundo refiere los privilegios que si bien es cierto Corts, junto con algunos virreyes, les prometi, e incluso el rey los reconoci, la revisin historiogrfica moderna duda de la amplitud de tales privilegios. Otras voces abundan sobre el carcter independiente, el entonces gobernador del estado, Alfonso Snchez Anaya, en el prlogo de un libro sobre la historia local sostiene que:

Miguel Len-Portilla, Visin de los vencidos. Relaciones indgenas de la Conquista, introduccin, seleccin y notas de versin de textos nahuas: ngel Ma. Garibay, Mxico: UNAM, 1989. 19 Vase, Gobierno del Estado de Tlaxcala. Historia de Tlaxcala, www.groups.msn.com/ apizacoytlaxcala, 2004. Portal: www.tlaxcala.gob.mx

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Tlaxcala, no slo representa el orgullo de indmitos guerreros que lucharon por una repblica libre e independiente, que sobrevivi a la cruel e injustificada ambicin de los mexicas, por lograr un imperio cada vez ms fuerte []. Nosotros llamamos a Tlaxcala la cuna del mestizaje, el encuentro de dos mundos, debido a la suma y sntesis de ambas culturas, que empez con un semblante sangriento y concluy con una alianza entre espaoles y tlaxcaltecas, lo que dio lugar a un verdadero sincretismo cultural, del cual hoy nos sentimos orgullosos.20

El ex gobernador retoma la distincin en relacin con los mexicas a la que suma con orgullo inslito en otras partes de la repblica la alianza con los espaoles. Este sentimiento localista y autonomista, que en este siglo presenta hitos como la defensa pblica en contra del sealamiento a traidores y la forma orgullosa de reivindicar su alianza con los conquistadores, expresada en la consigna antes citada, al parecer tiene una larga data. Otro hito en esta historia de diferenciacin lo representa tempranamente la aparicin, en fechas prximas a la de la virgen de Guadalupe (1541), de una virgen local y exclusiva para los tlaxcaltecas: la virgen de Ocotln. La virgen de Ocotln El relato de la aparicin de la virgen de Ocotln es muy semejante al de la virgen de Guadalupe. Igual que sta se aparece a un Juan Diego, en este caso Bernardino,21 nativo de Xiloxotla y aparentemente topil de los franciscanos, de origen humilde,22 a quien concede agua milagrosa para curar la peste indgena y al que solicita la ereccin de un santuario: Avisa a los religiosos, de mi parte, que en este sitio hallarn una imagen ma, que no slo representa mis27

20 21

Alfonso Snchez Anaya, Prlogo a Los de Tlaxcala, op. cit., p. 4. Es decir, que adiciona al nombre del to del Juan Diego guadalupano. 22 El carcter humilde de Juan Diego contrasta con la afirmacin de Gibson (1991), en cuanto a que los cargos religiosos slo eran permitidos a los pillis.

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perfecciones sino que por ella prodigar mis piedades y clemencias, la que hallada quiero que sea colocada en la capilla de San Lorenzo. Juan Diego comunica a los franciscanos, quienes se trasladan al lugar del suceso donde un prodigio los deslumbr: Ardan con grandes llamaradas y sin consumirse, los rboles del bosque, especialmente un corpulento ocote o pino. A ste le pusieron una seal y se fueron a su convento []. Al da siguiente, dentro, en el corazn del ocote, descubrieron la imagen de Mara Inmaculada.23 La imagen fue trasladada al sitio solicitado, donde supuestamente comienza la advocacin de la virgen de Ocotln que definitivamente opaca y desplaza al pobre San Lorenzo. Tambin se convierte en objeto de culto el manantial o pocito,24 del que man el agua milagrosa. La imagen aparecida dentro del ocote en llamas, a diferencia de la de28

Guadalupe, de fisonoma morena aunque su color no se lo deba tanto al de los nativos sino a los moros del Guadalquivir, su probable origen, no disimula su origen occidental, con [] su cabeza delicada a la manera griega.25 La imagen tallada en madera de ocote de 1.48 m, que el cronista compara con la estatura de la mujer indgena de la poca seguramente la nica coincidencia que encontr con sus protegidos, manifiesta un [] acento gtico, del que lleg a Mxico en el siglo XVI. Los peritos en estatuaria, en 1755 declararon que [] en tiempos anteriores sufri algunos retoques. A pesar de su evidente figura europea algunos sostienen que [] vista de cerca y al natural tiene aspecto de mestiza, porque supuestamente expresara el hecho del mestizaje que de una manera especial se dio en Tlaxcala. La observacin resulta curiosa si se parte de aceptar la aparicin en 1541, a dos dcadas del primer contacto; fecha en la cual suponiendo una inmediata reproduccin, la primera generacin23 24

ngel Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, Tlaxcala: Grupo Infagon, 2002, pp. 2-4. Barabas seala el carcter liminar de los manantiales y su reconocimiento como sitios sagrados. Vase Alicia Barabas, Una interpretacin acerca de la construccin colectiva del milagro aparicionista, en Dimensin Antropolgica, ao7/vol. 20, 2000, pp. 125-143. 25 Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, op. cit., p. 5.

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de mestizos contara escasos veinte aos, tal vez insuficientes para establecer un patrn fsico. Por otra parte, las fuentes an ms tardas26 sealan el marcado rechazo de los tlaxcaltecas al mestizaje del que estaban protegidos por los privilegios concedidos por la Corona, incluyendo la prohibicin a los espaoles de radicar en la repblica, con excepcin de los franciscanos. En el relato de la aparicin atribuido a fray Martn de Hojocastro, sacerdote franciscano y posterior obispo de Puebla (cuando se traslada la sede del obispado a esa localidad), la virgen se haba presentado con huipil y titixtle a la usanza de las mujeres de la regin. Vale preguntarse cmo, en dicho caso, fue que los franciscanos reconocieron en esa figura a la advocacin de la Inmaculada. La supuesta narracin de Hojocastro fechada en 1547, hoy desaparecida27 y de cuya autenticidad dudan hasta los representantes de la Iglesia,28 refiere a los testimonios de viejos frailes residentes, dado que para la fecha de su nombramiento como guardin de Tlaxcala el suceso ya haba acontecido. Para asegurarse manifiesta haber interrogado al supuesto Juan Diego quien ratificara la aparicin. Hojocastro, o quien haya escrito el texto apcrifo, asegura que la aparicin fue providencial para ayudar a los frailes en el adoctrinamiento de los indios. Efectivamente, en caso de haber aparecido en 1541 el momento resultara significativo. Si bien la historia oficial consigna el bautizo de los cuatro seores al celebrarse la alianza con Corts en la catedral se conserva la supuesta pila bautismal, en ninguna de las crnicas de los contemporneos al hecho aparece la mencin del bautismo, como sealan Gibson,29 Martnez Baracs30 y BernalCelestino Sols y otros, op. cit. Hugo Nutini dice haberla visto, y presenta una sntesis de la misma; sin embargo, no aporta pruebas al respecto. Vase Rodrigo Martnez Baracs, La secuencia tlaxcalteca. Orgenes del culto a Nuestra Seora de Ocotln, Mxico: Coleccin Biblioteca del INAH, 2000. 28 Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, op. cit. 29 Charles Gibson, Tlaxcala en el siglo XVI, Mxico: FCE/Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1991. 30 Martnez Baracs, La secuencia tlaxcalteca. Orgenes del culto a Nuestra Seora de Ocotln, op. cit.27 26

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Daz.31 Menciona solamente el bautismo de las doncellas, previo a su entrega a los espaoles. En opinin de Gibson, Corts, tan expedito destruyendo dolos en Cholula y Tenochtitln, pareciera haber hecho el ojo gordo en Tlaxcala, en funcin de no obstaculizar la alianza con los tlaxcaltecas. Una vez consumada la conquista, la principal medida evangelizadora fue la educacin forzada de los hijos de los pillis,32 que diera como resultado del conflicto intergeneracional, a los mrtires tlaxcaltecas.33 Los frailes, junto con los jvenes pillis adoctrinados, se dedicaron a extirpar dolos e idolatras. La versin no eclesial del martirologio seala a un tal Acxotecatl, guerrero y pilli, compaero de lides del propio Corts, a quien dos veces salv la vida. ste, preocupado por evitar el adoctrinamiento de su sucesor lo escondi. El ocultamiento fue descubierto por los frailes, quienes tomaron bajo su proteccin al hijo que no slo convierten30

al cristianismo sino tambin en delator. Su padre lo asesina como resultado, no dispuesto a ser sucedido en su seoro por un cristiano ferviente. El conflicto generado entre jvenes conversos y sus mayores paganos acarre la muerte de los mrtires hoy santificados, igual que la de Acxotecatl y otros tres principales ajusticiados por el celo franciscano y que la historia an no reivindica como mrtires de los antiguos cultos. Los hechos violentos sucedieron tres aos antes de la providencial aparicin de 1541, un momento donde la aparente tranquila conversin de los tlaxcaltecas se encontraba en entredicho, donde los franciscanos evidenciaban la persistencia de las idolatras, muchas de ellas practicadas en ermitas y adoratorios supuestamente cristianos, mismos que se dedicaron a destruir bajo la excusa de que carecan del personal suficiente para su control.

Bernal Daz del Castillo, Historia Verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, Madrid: Espasa Calpe, 1975. 32 Nobleza indgena. 33 Los mrtires tlaxcaltecas canonizados por Juan Pablo II, fueron hijos de pillis que denunciaron a sus padres por conservar prcticas idoltricas; debido a que destruyeron los dolos sus padres los asesinaron.

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La virgen al presentarse solicit ser ubicada en el santuario de San Lorenzo, en Ocotln. Sin embargo, en las crnicas franciscanas de aquellos aos no se consigna la existencia de tal santuario, ni la de un poblado en ese sitio. Por otra parte, las pestes que asolaron a la poblacin corresponden a 1520 y 1531, el sarampin en 1545, pero no se registra ninguna en 1541, supuesta fecha de aparicin de la Virgen. El despoblado sitio parece coincidir con la localizacin de un teocali que fray Martn Valencia, el mismo que ajusticiara a los caciques idlatras, mand destruir.34 Debi ser un santuario de poca importancia (algo as como una ermita) y carecer de atencin eclesial permanente, dado que el capelln fue nombrado hasta 1670. Ciento veinticinco aos despus de la aparicin y de su gestin, result la construccin de un templo a finales del siglo XVII. Para esas fechas ya se celebraba la bajada y subida que suponen el peregrinar de la imagen.35 En la obra de Muoz Camargo, escrita ms de cuarenta aos despus de la supuesta aparicin y basada en la desaparecida obra de Tadeo de Niza que fuera origen tambin de la de Alva Ixtlixochitl no existe ninguna referencia a la aparicin, aunque s a una imagen de Santa Mara Ocotla36 sin mayor referencia. Tampoco existe ningn informe de la virgen, el santuario o la poblacin denominada Ocotln en las Actas del Cabildo de Tlaxcala 1547-1567; la detallada obra de Gibson sobre Tlaxcala en el siglo XVI no menciona el hecho, la nica referencia que aparece en su obra es una nota a pie de pgina en la que cita la historia de una aparicin, escrita por un tal Quiroz y publicada en 1940, lo que supone que teniendo referencias de la aparicin milagrosa no la consider importante para el anlisis de los sucesos tlaxcaltecas en su primer siglo de vida colonial. Cabe mencionar que el autor dedica un captulo especial a la historia eclesistica y a la obra de los franciscanos.31

34 35

Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, op. cit., p. 8. Buenaventura, Historia cronolgica de la noble ciudad de Tlaxcala, op. cit., 287 y 382, p. 427. 36 Martnez Baracs, op. cit.

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No aparece tampoco en las historias religiosas de Motolina37 y Mendieta,38 el primero seala que muchos de estos convertidos han visto y cuentan diversas revelaciones, las que desestima o no concede importancia. En el siguiente siglo la presencia de la virgen en el estado ya resulta significativa. En la Historia cronolgica de la noble ciudad de Tlaxcala, registrada en nhuatl por el principal Buenaventura Zapata, se lee: A la sacratsima Virgen Mara, en su milagrosa imagen de Ocotln, cita en la dicha ciudad, dedica, consagra y ofrece. La dedicatoria se adjudica39 al bachiller y tambin pilli Salazar, quien completa, adiciona y concluye la obra de Buenaventura Zapata despus de su muerte, por tanto, la dedicatoria sera posterior a 1684 y la obra publicada en 1750. En los anales aparece la mencin como objeto de atencin por parte de los miembros del cabildo indgena, es ah cuando aparece32

la decisin de construir un santuario, en 1687: Ahora 13 del mes de enero, asimismo del ao 1687, comenzaron el aumento de la casa de nuestra amada madre Santa Mara. El bachiller Salazar se queja en la dedicatoria, por no haber encontrado [] alguna antigua cronologa sobre la invencin y origen de nuestra milagrossima imagen de que nos ha privado el tiempo y slo una remota y oscura tradicin nos consuela; tambin agrega haber tenido noticias de que en tiempos pasados, en poder de un cacique de esta ciudad se hallaba [] un escrito antiguo aunque no autntico (qu desgracia).40 El presbtero de la comisin de arte sacro Santamara admite que la crnica de Buenaventura Zapata y Salazar es el documento escrito ms antiguo sobre la aparicin de Ocotln.

Fray Toribio de Benavente [Motolina], Memorias o Libro de las cosas de la Nueva Espaa, Mxico: UNAM, 1971. 38 Vase fray Gernimo de Mendieta, Historia eclesistica indiana, Joaqun Garca Icazbalceta (ed.), Mxico: Porra, 1980. 39 Martnez Baracs, La secuencia Tlaxcalteca. Orgenes del culto a Nuestra Seora de Ocotln, op. cit. 40 Buenaventura, Historia cronolgica de la noble ciudad de Tlaxcala, op. cit., p. 81.

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Los reconocimientos eclesisticos formales datan de los siglos XVII y XVIII: Patrona de Tepeaca (1643), nombramiento del primer capelln del santuario (1670), Cofrada de Nuestra Seora de Ocotln (1734) autorizada por el papa Clemente XV al ao siguiente, Patrona de Tlaxcala (1775) y de todo el obispado de Puebla (1940). El santuario fue elevado a la categora de Colegiata (Po X, 1906) y la virgen fue acreedora a la coronacin pontificia por Po XII en 1941, lo que la eleva a la categora de Baslica menor.41 Es a principios del siglo XVIII que el bachiller Manuel Loyzaga, quien asimismo escribi una de las primeras obras formales acerca de la virgen,42 dot al santuario con las glorias decorativas que an ostenta: la construccin del retablo central, el trono del camarn y el plpito. Considerando que la obra implic un gasto de ms de cuarenta mil pesos, se puede presumir que la devocin se encontraba suficientemente difundida; en esas fechas los donativos afluyeron al santuario constituyendo el tesoro de la virgen casi cien mil pesos de esos aos (desaparecidos con las leyes de desamortizacin). A finales de ese siglo la obra interior fue completada con las dos esbeltas torres churriguerescas que hacen tan impresionante el santuario, hoy baslica. Si la aparicin hubiese tenido lugar en 1541 habra efectivamente, servido a un momento de crisis, por la confrontacin entre los jvenes recin convertidos, sus mayores y la constatacin de la persistencia de la idolatra. Sin embargo, nada confirma la veracidad de tal fecha, al punto que Francisco de la Maza43 afirma que en realidad ocurri en 1641. Lo ms probable es que la aparicin o el culto se enmarquen en el conflicto por la secularizacin de la evangelizacin entre los franciscanos y el obispo Palafox a finales del siglo XVII. Durante el siglo XVI los frailes [] haban gozado del privilegio otorgado por la Santa Sede y la Corona de Espaa, de no estar sujetos a la autoridad41 42

33

Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, op. cit. Ibid, p. 5. 43 Santamara, Nuestra Seora de Ocotln, op. cit.

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episcopal, sino slo a la de sus superiores de la orden y sus respectivas reglas.44 La secularizacin supona que las parroquias o doctrinas pasaran de manos del clero regular a las del secular. El proceso no estuvo exento de conflictos que en vez de armas recurri a la violencia simblica. El obispo construy un templo en Nativitas, dedicado a San Miguel del Milagro, ubicado entre Nativitas y Cacaxtla, donde segn la tradicin el arcngel San Miguel se haba aparecido en dos ocasiones a un indio tambin llamado Diego, pero esta vez como segundo nombre Lzaro y, a quien el arcngel pidi comunicara el suceso al obispo. Aparentemente el conflicto se canaliz a las figuras de las apariciones, la virgen mostrando su predileccin por el clero regular (los franciscanos) y el arcngel por el secular (en la figura del obispo Palafox). La existencia de dos apariciones reconocidas oficialmente34

e incorporadas al sistema religioso-festivo: la de la virgen de Ocotln y la de San Miguel, resulta sospechosa. La supuesta aparicin temprana de la virgen de Ocotln se comunica a los franciscanos (evangelizadores con franquicia y exclusividad entre los tlaxcaltecas por aquellas fechas), quienes se encargan de erigir y cuidar el santuario. En cambio, San Miguel solicita que su aparicin sea comunicada al obispo;45 esta segunda aparicin claramente se enmarca en el contexto del conflicto entre el clero regular y el secular por la preeminencia sobre el territorio y la evangelizacin de los tlaxcaltecas.

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Ricardo Rendn Garcini, Breve historia de Tlaxcala, Mxico: El Colegio de Mxico/FCE, 1996, p. 53. 45 Rendn Garcini ubica esta segunda aparicin en el marco de la crisis generada por la ordenanza en torno a la secularizacin eclesial. Sostiene que: [] a diferencia de la peticin formulada por la Virgen, san Miguel pidi al indio dar aviso al obispo y no a los franciscanos; hecho muy sintomtico en virtud del conflicto inter eclesistico que entonces reinaba en Tlaxcala. Finalmente, la Iglesia jerrquica reconoci ambas devociones: la de Ocotln y la de San Miguel, y pronto puso los dos santuarios bajo la administracin del clero secular, centralizando as bajo su poder dos de los cultos ms importantes de Tlaxcala. Ibid. p. 56.

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Dado que no existen elementos que prueben, o al menos indiquen la posibilidad de un origen ms temprano, puede suponerse que la aparicin podra ser contempornea a la de San Miguel y expresar la disputa por la primaca en las tareas pastorales del clero, fecha que coincide con los primeros datos fidedignos: la decisin de construir un santuario y posteriormente nombrar un capelln. Las apariciones como fenmeno social La interpretacin de las causas o elementos que intervienen en la existencia de una aparicin, analizados como fenmenos sociales sin entrar a la discusin de la existencia en s de la aparicin como fenmeno sobrenatural desde la perspectiva teolgica puede recurrir, como todo hecho social, a diversos factores. Las apariciones consisten en fenmenos relativamente frecuentes en el transcurso de la historia, en especial en momentos de crisis,46 las apariciones y los movimientos que se generan a su alrededor pueden manifestar una tendencia conciliadora o subversiva, entendiendo a la primera por la intencin o el resultado de una aproximacin de creyentes a la Iglesia, mientras que la segunda representa la situacin contraria, es decir, un alejamiento de la Iglesia o de la institucionalidad vigente, por ejemplo, la aparicin se enmarca en una insurreccin, como documenta extensamente Barabas.47 Algunas de las apariciones consideradas populares logran su reconocimiento por parte de la Iglesia y se convierten en oficiales,48 generalmente35

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Alicia Barabas, Movimientos tnicos religiosos y seculares en Amrica Latina: una aproximacin a la construccin de la utopa india en Amrica Indgena, vol. XLVI, nm. 3, Mxico: 1986, pp. 143-160. 47 Alicia Barabas, Utopas indias. Movimientos sociorreligiosos en Mxico, Mxico: Plaza y Valds/ CONACULTA/INAH, 2002. 48 June Macklin, Santos populares y Santos de la Iglesia, ponencia en IV Congreso Latinoamericano de Religin e Identidad, Mxico: ENAH, 1998.

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en estos casos el protagonista principal del suceso es un laico, personaje ante quien la figura sacra se aparece dndole instrucciones. En el campo nebuloso queda la suposicin en cuanto a su carcter inducido por parte de la Iglesia, o de alguno de sus oficiantes. En el caso de Tlaxcala adems de las inconsistencias histricas antes sealadas y la falta de datos fidedignos antes del siglo XVII, su inscripcin en el marco de un conflicto intraeclesial pareciera sugerirlo. An suponiendo que exista una mano oculta en algunas de las apariciones, siguen vigentes las preguntas: por qu algunas poblaciones requieren de la aparicin? y por qu algunas advocaciones gozan de notoria adhesin, al tiempo que manifiestan funciones unificadoras o aglutinantes? En ese sentido, las apariciones milagrosas constituyen simbologas plenas de eficacia.49 Las vrgenes: smbolo de la diferencia El tema de la funcin de las advocaciones marianas en forma de apariciones, su carcter unificador, as como el tema de las vrgenes (smbolos de la diferencia), aparece de manera reiterada en el campo antropolgico. Bez-Jorge analiza detalladamente tres cultos nacionales: vrgenes de Guadalupe (Mxico), Copacabana (Bolivia) y La Caridad del Cobre (Cuba). Tambin enlista vrgenes veneradas en 20 pases de Amrica, entre ellas 26 de Mxico dentro de las que no figura la de Ocotln y, concluye que los cultos populares han cumplido el papel de cohesionantes internos, [] sustentando alteridades y lealtades nacionales.50 Los estudios y las referencias en Mxico sobre la virgen de Guadalupe como un smbolo nacional son numerosos (Bergend, De la Maza, Gruzinski,

36

Velho, 1987, citado en Alicia Barabas, Utopas indias. Movimientos sociorreligiosos en Mxico, op. cit. 50 Flix Bez-Jorge, La Parentela de Mara. Cultos marianos, sincretismo e identidades nacionales en Amrica Latina, Xalapa: UV, 1994, p. 182.

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Masferrer y Giuriati, Miranda, Caballero, Bez-Jorge). 51 Barabas centra el anlisis de la funcin simblica de las apariciones en las identidades tnicas y resalta su importancia en la demarcacin de un territorio simblico. Entre ambos niveles, el de la identidad nacional y el de la identidad tnica, puede ubicarse el caso de Tlaxcala; en la poca prehispnica un espacio multitnico en forma de repblica para algunos autores, y de confederacin, para otros. Repblica de indios en la Colonia; con un cabildo exitoso, elitista y racista en el siglo XVI, territorio progresivamente mestizado en el XVII, uno de los pocos lugares del pas donde se conservaron apellidos indgenas; estado a partir de 1856, con una poblacin que hasta la fecha se empecina en conservar su singularidad. Entonces la aparicin de la virgen de Ocotln, a pocos aos de la de Guadalupe, en cuyo caso reproduce discurso y fenomenologa (no slo por incorporar un mitema similar, sino inclusive en el nombre de a quin se aparece), puede consistir en una imitacin deliberada por parte de los franciscanos, dado el xito obtenido por la virgen del Tepeyac. Por qu no recurrir a la Guadalupe y, en cambio, tener la necesidad de una aparicin diferente. A mi juicio la necesidad de diferenciacin temprana con respecto a la virgen del Valle de Mxico se enmarca en el conflicto preexistente entre tlaxcaltecas y mexicas. Muestra desde esas pocas una ideologa del conflicto, propio de las situaciones de contacto, presente en la historia mitificada o mito historificado,5237

Bernardo Bergend, La nacionalidad mexicana y la Virgen de Guadalupe, Mxico: JUS, 1968; Francisco de la Maza, El Guadalupanismo mexicano, Mxico: FCE/Lecturas mexicanas 37, 1984; Serge Gruzinski, La guerra de las imgenes. De Cristbal Coln a Blade Runner (1492-2019), Mxico: FCE, 1994; Paolo Giuriati y Elio Masferrer Kan (coords.), No temas yo soy tu madre. Estudios socio-antropolgicos de los peregrinos a la Baslica, Mxico: Plaza y Valds /Centro Ricerche socio religiose, 1998; Francisco Miranda, Dos cultos fundantes. Los Remedios y Guadalupe, 1521-1649. Historia documental, Zamora, Mich., Mxico: El Colegio de Michoacn, 1998; Carlos Caballero, El lado oculto de la Guadalupana, su autenticidad india, Mxico: Dabar, 1999; Flix Bez-Jorge, La Parentela de Mara, op. cit. 52 Jonathan Hill (ed.), Rethinking History and Myth. Indigenous South American Perspectives on the past, Illinois: University of Illinois Press, 1988; Terence Turner, History, Myth, and Social Consciousness among the Kayap of Central Brazil, in Jonathan Hill, op. cit.

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plasmado a pocos aos de consumada la conquista en el lienzo de Tlaxcala, en la historia de Muoz Camargo, y que se arrastra hasta la fecha. En este caso el contacto conflictivo no refiere a los conquistadores espaoles sino a los igualmente conquistadores mexicas o aztecas. En 1541, o cuando sea que aparece realmente la Virgen, los tlaxcaltecas ya se rehusaban a compartir un smbolo con los mexicas, y hasta hoy la presencia de la Guadalupe en el estado no es tan fuerte como en otras partes del pas. Si bien su imagen se encuentra presente en casi todas las iglesias, aparece siempre en un altar secundario. En la baslica de Ocotln el altar a la Guadalupe se debe a la iniciativa del alfrez Miguel Rojas a principios del siglo XVII. Desde luego que la temprana aparicin de esta virgen puede adjudicarse a la inventiva de los evangelizadores franciscanos, que viendo el xito de la38

Guadalupana pueden haber intentado traducir la campaa evangelizadora en el mbito local, pero ese mismo hecho (si es cierta la suposicin) refuerza la necesidad de diferenciacin, de atender a la relacin entre texto y contexto, y apreciar la existencia y permanencia de la virgen de Ocotln como un [] proceso de produccin de significados,53 un marcador de la singularidad del pueblo tlaxcalteca. La trascendencia de la virgen de Ocotln no es tan fuerte como la de Guadalupe, pero su mbito de influencia no es local ya que tambin es patrona de la arquidicesis de Puebla desde 1740. Puede conceptuarse como regional pues abarca Puebla, Tlaxcala, Tepeaca y Crdoba, que quedaban en la jurisdiccin del obispado, igual que Morelos y Oaxaca. Su influencia regional se puede vincular, adems, con los factores histricos antes expuestos y la continuidad del territorio tlaxcalteca. Al respecto, uno de los historiadores de la entidad seala:No es una casualidad el hecho de que las actuales fronteras del estado de Tlaxcala sean muy similares a las que esta poblacin tuvo en la poca prehispnica. Ms bien se trata de un fenmeno que refleja la cohesin de

53

Alicia Barabas, utopas indias..., op. cit.

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un pueblo que luch constantemente por mantener su identidad y su soberana, tanto territorial como poltica y social. Llev a cabo esta defensa primero de manera violenta frente al imperio mexica, despus en forma de alianza ante la Corona espaola y, por ltimo, en una lid poltico-jurdica con los gobiernos republicanos. La lucha por su soberana es una caracterstica fundamental de la historia de Tlaxcala.54

En esta lucha constante por la identidad y la soberana, la diferenciacin constituy una necesidad y un imperativo; el adjudicar la existencia de la virgen de Ocotln a una necesidad de diferenciacin por parte de los tlaxcaltecas parece coincidir con otro mito histrico vigente en la historia local. El mito de origen tlaxcalteca resulta similar, en casi todo, a la historia tolteca-chichimeca recogida por Alva Ixtlixochitl y luego reiterada en mltiples textos, pero en el caso de la tribu tlaxcalteca, quien los gua y seala el sitio del asentamiento es una garza en vez de un guila, y sobrevuela un cerro en vez de posarse en un nopal. La diferencia en el mito marca una distincin de origen con respecto a los otros chichimecas, y precisa, como lo apunta el portal del Gobierno del Estado (vid supra), un grupo indgena bien definido. La existencia de una virgen propia se inscribira, por tanto, en esta larga historia de singularidad y diferenciacin por medio del mito y los marcadores simblicos. El lenguaje simblico del mito y del rito admiten la creacin de nuevos significados en contextos variados, en tiempo y lugar.39

Laura Collin Harguindeguy. Doctora en Antropologa por la Escuela Nacional de Antropologa, especialista en Antropologa simblica, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesora investigadora del Colegio de Tlaxcala.

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Ricardo Rendn Garcini, Breve historia de Tlaxcala, op. cit., p. 15.

Anatilde Idoyaga Molina / Elena Real Rodrguez

De ojeadores, brujos y humores.Anlisis comparativo sobre las concepciones del mal de ojo en Argentina y GaliciaIntroduccin

El mal de ojo, tambin conocido como ojo, ojeo y ojeadura, es una categora folk de enfermedad y el nombre del poder que poseen algunas personas para daar a40

travs de la mirada. En Amrica es una dolencia.1 Es una enfermedad tambin en Espaa, Italia, Grecia y entre los eslovacos norteamericanos.2 Los artculos dedicados al mal de ojo no son numerosos, aunque peridicamente se renueva el inters en el1

Cristina Bianchetti, Dao, ojeo y brujera en el Valle Calchaqu en Terceras Jornadas Nacionales de Folklore, Buenos Aires: Prensa del Ministerio de Educacin, 1995. Ana Brandi, Las prcticas de los legos y la cura del mal de ojo en Buenos Aires en Mitolgicas, vol. XVII, Buenos Aires: 2002, pp. 9-24. Eduardo Estrella, Funcin social de los trastornos culturales en la medicina tradicional de la regin andina ecuatoriana en Scripta Ethnologica, vol. XVII, 1996. Anatilde Idoyaga Molina, La seleccin y combinacin de medicinas entre la poblacin campesina de San Juan (Argentina) en Scripta Ethnologica, vol. XXI, 1999, pp. 7-33, y Lo sagrado en las terapias de las medicinas tradicionales del NOA y Cuyo en Scripta Ethnologica, vol. XXIII, 2001, pp. 9-75. Isabel Lagarriga, Las enfermedades tradicionales regionales en La medicina tradicional en el norte de Mxico, S. Echniz (ed.), Mxico: CONACULTA/INAH, 1999, pp. 159174. Carlos Zolla et al., Medicina tradicional y enfermedad en Antropologa Mdica en Mxico, t. II, R. Campos (ed.), Mxico: UAM, 1992, pp. 71-104. 2 Richard Blum y Eva Blum, Health and healing in rural Greece. A study of three communities, Stanford: Stanford University Press, 1965. Rafael Briones Gmez, Convertirse en curandero. Legitimidad e identidad social del curandero en Creer y Curar: La Medicina Popular, J. Gonzlez Alcantud y S. Rodrguez Becerra (eds.), Granada: Diputacin Provincial de Granada, 1996, pp. 545-588. Pedro Gmez Garca, Teoras tnicas y etnolgicas sobre la teraputica popular en Creer y Curar: La Medicina Popular, op. cit., pp. 209-250. Elsa Guggino, Es el mago quien tiene que creer, en ibid., pp. 143-160. Yolanda Guo Cerezo, Enfermedad y brujera en el discurso popular extremeo, en ibid., pp. 393-420. Howard Stein, Envy and the Evil Eye: An Essay in the Psychological Ontogeny of Belief and Ritual, in The Evil eye, C. Maloney (ed.), New York: Columbia University Press, 1976, pp. 193-222.CONTRAPUNTO No. 13 enero-abril 2010

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tema. La mayora de los estudios enfoca las creencias en que se inscribe el mal de ojo en tal o cual parte. Intentos de generalizacin por medio de asociaciones estadsticas, como los de Roberts y Murdock,3 quedaron envueltos en el problema de Galton, mientras que explicaciones psicolgico-interpretativas4 que ven al mal de ojo como smbolo del patronazgo no dan cuenta de la casustica. Los puntos que suscitaron polmica hacen referencia al origen y a la unidad de anlisis, que debera ser grupo local, segn Herzfeld,5 o una teora capaz de dar cuenta de todos los contenidos, como sostiene Galt.6 En cuanto al origen, la mayora seala el rea circum-mediterrnea de donde se expandi por Europa y Asia y luego fue introducida en Amrica por los espaoles;7 una minora sostiene que su origen es americano,8 mientras que Murdock encuentraJohn Roberts, Belief in the Evil Eye in World Perspective, in The Evil eye, op. cit., pp. 223278. George Murdock, Theories of Illness: A World Survey, Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1980. 4 Vivian Garrison y Conrad Arensberg, The Evil Eye: Envy or Risk of Seizure? Paranoia or Patronal Dependency in The Evil eye, op. cit., pp. 287-328. 5 Michael Herzfeld, Meaning and morality: a semiotic approach to evil eye accusations in a Greek village in American Ethnologist, vol. 8, no. 3, August 1981, pp. 560-574. 6 Anthony Galt, The evil eye as synthetic image and its meanings on the Island of Pantelliera, Italy, American Ethnologist, vol. 9, no. 4, November 1982, pp. 664-681. 7 American Psychiatric Association, Manual diagnstico y estadstico de los trastornos mentales, Barcelona: Masson, 1995, p. 867. Ana Brandi, Las prcticas de los legos y la cura del mal de ojo en Buenos Aires, op. cit. Sheila Cosminsky, The evil eye in a Quich community in The Evil eye, op. cit., p. 164. Ivana Disderi, La cura del ojeo: Ritual y terapia en las representaciones de los campesinos del centro-oeste de Santa Fe en Mitolgicas, vol. XVI, Buenos Aires: 2001, p. 136. Antn Erkoreka, Mal de ojo: Una creencia supersticiosa, remota, compleja y an viva en Munibe, 57, 2005, p. 395. George M. Foster, Hipocrates Latin American Legacy. Humoral medicine in the new world, New York: Gordon and Breach Science Publishers, 1994, p. 2. Anthony Galt, The evil eye as synthetic image and its meanings on the Island of Pantelliera, Italy, op. cit., p. 665. Anatilde Idoyaga Molina, La medicina humoral, las nociones de clido y fro y las prcticas teraputicas tradicionales en la Argentina en Folklore Latinoamericano III, Buenos Aires: Confolk, 1999/2000, pp. 259-260. Dora Jimnez de Puparelli, Funcin de la Medicina Popular Entrerriana y su relacin con la Medicina Oficial en Cultura Tradicional en el rea del Paran Medio, Buenos Aires: Bracht Editores, 1984, p. 241. Michael Kearney, A World-View Explanation of the Evil Eye in The Evil eye, op. cit., p. 187. Clarence Maloney, Dont Say Pretty Baby Lest You Zap It with Your Eye in The Evil eye, op. cit., p. 140. George Murdock, Theories of Illness..., op. cit., p. 58. John Roberts, Belief in the Evil Eye in World Perspective, op. cit., p. 234. 8 Alfredo Lpez Austin, Cuerpo humano e ideologa: las concepciones de los antiguos nahuas, Mxico: UNAM, 1980, p. 297. Armando Prez de Nucci, Magia y Chamanismo en la Medicina Popular del Noroeste Argentino, San Miguel de Tucumn: Editorial Universitaria de Tucumn, 1989, pp. 9, 27.3

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dos excepciones a la teora de la difusin: Mxico y China, donde las creencias se habran originado independientemente.9 Otra visin contrapuesta, en el nivel heurstico, es la de Erkoreka y la de Maloney.10 Mientras el primero destaca la regularidad de la creencia a travs del tiempo y el espacio, el segundo disfruta exagerando sus diferencias. En nuestro caso, creemos en la utilidad de los estudios cross-cultural y que los espaoles introdujeron la nocin de mal de ojo en Amrica, donde los saberes fueron renovndose con la llegada de nuevos inmigrantes. Una comparacin entre las manifestaciones actuales del mal de ojo en Galicia y la Argentina nos permite reflexionar sobre la dinmica histrica, los cambios y persistencias en el sistema de creencias. Basta recordar la importancia de la inmigracin gallega durante las oleadas de fines del siglo XIX y la primera mitad del XX y su instalacin preferencial en el rea pampeana.1142

En este artculo intentamos mostrar que las mayores similitudes con las creencias gallegas se encuentran en el rea pampeana, poblada por los inmigrantes de los siglos XIX y XX. Fundamos tal afirmacin en virtud de haber aplicado un modelo comparativo histrico-etnogrfico, gracias al cual se comprob que en Argentina, en las reas pobladas a partir del siglo XVI las creencias sobre el mal de ojo se encuentran envueltas en la medicina humoral,12 a diferencia de lo que sucede en la pampa y en Galicia, por lo cual researemos a grandes rasgos los saberes principalmente de elite en torno al mal de ojo propios del siglo XVI, que fueron trados a la Argentina, al resto de Amrica Latina y Filipinas en esa poca.

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George Murdock, Theories of Illness..., op. cit., p. 59. Antn Erkoreka, Mal de ojo en Euskal Herra, Salamanca and Bilbao: Ekain, 1984. Clarence Maloney, Introduction in The Evil eye, op. cit., pp. V-XVI. 11 La inmigracin inicial fue predominante vasca aunque, por supuesto, llegaron adelantados y migrantes provenientes de todas las regiones de Espaa, as como individuos de diversa condicin social, econmica y educacional. 12 Sobre medicina humoral vanse George M. Foster, Hippocrates Latin American Legacy, op. cit. y Xos Ramn Mario Ferro, Los dos sistemas de la medicina tradicional y sus claves, en Creer y Curar: La Medicina Popular, op. cit., pp. 421-456.10

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Los materiales sobre los que nos basamos fueron recogidos a travs de tcnicas cualitativas, como las entrevistas abiertas, extensas y recurrentes a informantes calificados y grupos naturales. Adems, realizamos observacin y observacin participante. Los dichos de los informantes aparecen entre comillas, transcritos literalmente. Agradecemos a la Agencia Foncyt del Ministerio de Ciencia, Tecnologa e Innovacin Productiva de la Argentina y a la Universidad Complutense de Madrid por el financiamiento y auspicio de la investigacin realizada. Bosquejo histrico En los das de la conquista el mal de ojo era una dolencia reconocida por la medicina oficial, encuadrada en la teora humoral.13 Ello implicaba aceptar la transmisin de las enfermedades por el aire, la influencia de los astros en la salud, la debilidad estructural de los nios respecto de los adultos, que las miradas de ciertas personas infectaban el aire, que la enfermedad implica cambios en la complexin de las personas, que la salud envuelve la moral y los comportamientos, que personas, animales y seres mticos pueden ojear, que personas, animales, vegetales, objetos y cualquier entidad puede resultar ojeada.14 De acuerdo con Valles, uno de los mdicos ms famosos del siglo XVI, eran sntomas de desbalance humoral: cansancio, transpiracin, hambre, sed, embriaguez, clera, padecer una enfermedad, estar embarazada o43

Anatilde Idoyaga Molina, La medicina humoral, las nociones de clido y fro y las prcticas teraputicas tradicionales en la Argentina, op. cit. 14 Enrique de Aragn, Marqus de Villena, Tratado del aojamiento en Heurstica a Villena y los tres tratados, F. Almagro y J. Carpintero (eds.), www.wordtheque.com/pls/wordtc), 1425, y Tratado de la lepra en Heurstica a Villena y los tres tratados, F. Almagro y J. Carpintero (eds.), www.wordtheque.com/pls/wordtc, 1451. Jos Mara Lpez Piero y Francisco Calero, Las Controversias (1556) de Francisco Valles y la medicina renacentista, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1988, pp. 25, 290, 324-329, 330-332, 383-393, 445-448.

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menstruando.15 Como puede observarse, estos sntomas son hoy en da rasgos tpicos de los ojeadores en Argentina y Amrica Latina.16 Para prevenir y tratar el mal de ojo algunos remedios se usaban por su virtud y otros por su calidad, como el coral, el azabache o el mbar.17 Se usaban adems paos empapados en agua rosada y vinagre. La saliva posea poderes teraputicos; los reyes solan curar con la saliva, el aliento y la imposicin de manos. En tiempos de la conquista la imposicin de manos inclua tambin a los curanderos, al igual que hoy en da. Algunas creencias sobre el mal de ojo todava vigentes eran definidas como supersticiones. Entre ellas figuraban el uso preventivo de amuletos, por ejemplo, colgantes de plata con formas de manos o higas, collares hechos con conchillas y espejos, as como las tcnicas diagnstico-teraputicas que44

empleaban agua y aceite, huevos y la medicin, usando el antebrazo como unidad de cuenta.18 Durante la Colonia varias nociones y prcticas aceptadas por el catolicismo eran compartidas por las elites y el comn de la gente. No obstante, muchas de ellas fueron dejadas de lado por las clases altas y slo se mantuvieron entre los sectores populares, como las creencias en brujas, las prcticas teraputicas con ensalmos y sahumados. Para tratar el mal de ojo, al igual que otras enfermedades, la teraputica ritual aceptada por la Iglesia inclua: la cura por ensalmos, las bendiciones, la ejecucin de la seal de la cruz, consumir o asperger agua bendita, fumigar y quemar para purificar

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Jos Mara Lpez Piero y Francisco Calero, op. cit., pp. 254, 304, 308, 311-314, 319, 333. 16 Sheila Cosminsky, The evil eye in a Quich community, op. cit. Eduardo Estrella, Funcin social de los trastornos culturales en la medicina tradicional de la regin andina ecuatoriana, op. cit. Dora Jimnez de Pupareli, Funcin de la Medicina Popular Entrerriana y su relacin con la Medicina Oficial, op. cit. Michael Kearney, A World-View Explanation of the Evil Eye, op. cit., Alfredo Lpez Austin, Cuerpo humano e ideologa, op. cit. 17 Enrique de Aragn, Marqus de Villena, Tratado del aojamiento, op. cit. 18 Ibidem.

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y eliminar las entidades corrompidas.19 La sal era reconocida por su poder teraputico en virtud de su sacralidad, expresada en el bautismo al expulsar el pecado y la oscuridad. En la Argentina hemos relacionado las creencias sobre el mal de ojo con el proceso de conquista, colonizacin y la posterior inmigracin, distinguiendo: a) reas colonizadas durante el siglo XVI y luego bsicamente aisladas de otras influencias; b) reas colonizadas en el siglo XVI y que luego recibieron nueva inmigracin; c) reas pobladas desde fines del siglo XIX hasta el XX. Asumimos que esta relacin puede explicar la existencia de diferentes tipos de creencias asociadas al mal de ojo. En las primeras reas, las creencias relativas al mal de ojo slo muestran reconfiguradas teoras aceptadas por la ciencia del siglo XVI; en las segundas se advierten las sntesis entre antiguos saberes humorales y tradiciones folk; mientras que en las terceras, slo aparecen diversas tradiciones folk. De humores, aires, cuerpos celestes y fuertes sentimientos: El mal de ojo en la Argentina En Argentina el mal de ojo designa a una enfermedad y no al poder que la produce. Al igual que en Galicia, pueden ser objeto del mal de ojo las personas, los animales, vegetales, las cosas y las propiedades, en fin, todo aquello que fuere motivo de envidia, de padecer desbalances humorales o sufrir las influencias de los astros. Las teoras etiolgicas son ms numerosas y algunas de ndole diversa a las registradas en Galicia y el resto de Espaa. As, se atribuye el mal de ojo a45

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Enrique de Aragn, Marqus de Villena, Tratado de