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1 Indígenas Zenues En las llanuras de la costa caribeña colombiana, en el actual departamento de Córdoba, vivía, a la llegada de los conquistadores, el pueblo de los Zenúes. Los últimos descubrimientos arqueológicos confirmaron que la zona fue habitada desde el primer milenio antes de Cristo. Se piensa que la cultura Zenú empezó a desarrollarse alrededor del segundo siglo antes de Cristo. En los primeros siglos después de Cristo comenzó el pasaje de una sociedad igualitaria a pequeños dominios independientes entre sí, gobernados por un Cacique. En base a atentos estudios lingüísticos, pudo establecerse que el pueblo de los Zenúes tenía origen amazónico, puesto que hablaba una lengua del grupo Caribe. En efecto, hablaban una lengua del grupo Caribe, hablada en Amazonia y en el territorio Caribe. Por desgracia, nadie en el departamento de Córdoba habla ya esta lengua y por esta razón es muy difícil establecer con certeza el verdadero origen de los Zenúes. La base de la economía Zenú era la agricultura. Eran expertos en irrigación y en agricultura, y de hecho, construyeron canales que les permitían transportar el agua hasta los campos más lejanos de las quebradas, y a los cuales dieron la pendiente precisa, tanto así que muchos de ellos aún hoy se utilizan. El pueblo Zenú se distinguió también por la artesanía y por el arte de tejer. Producían vasos de cerámica decorados con figuras antropomorfas y tejidos de algodón que eran intercambiados con los pueblos vecinos. Se sabe que eran artesanos expertos que fabricaban maravillosas cerámicas y espléndidos tejidos de algodón que i ntercambiaban con los pueblos vecinos. Cuando el castellano Pedro de Heredia, hizo sus primeras excursiones en este territorio, el pueblo de los Zenúes se dividía en tres reinos: Pancenú, Fincenú y Cenofana. Había tres centros principales: Mexion, Yapel y Fincenú. Este último era el lugar religioso más importante, donde se sepultaba a los caciques. Los Zenúes tenían una relación particular con el oro y con las piedras preciosas. Antes que nada, no le daban un valor intrínseco sino, más bien, espiritual, conectado con la Divinidad principal, el Sol. Las joyas de oro, magníficamente elaboradas, se dejaban junto a armas y tejidos en las tumbas, para acompañar al difunto en su último viaje. Sobre las fosas se sembraban árboles, en donde se dejaban tintinear al viento discos y campanas de oro. Lamentablemente, esta cultura fue aniquilada por el cruel Pedro de Heredia, quien no sólo saqueó desvergonzadamente las tumbas Zenúes para apoderarse del oro sepultado, sino que torturó y mató vilmente a muchísimos nativos para que le dijeran dónde tenían escondido más oro. En estos tiempos se encontraron estatuas de madera cubiertas de oro macizo, que lamentablemente, fueron fundidas y enviadas a España. Al conquistador Pedro de Heredia se le guarda memoria con una estatua en Cartagena de Indias, pero poco se dice de su verdadera y cruel naturaleza de genocida de un pueblo pacífico y tranquilo como el Zenú. Actualmente se descubrieron algunos importantes petroglifos, herencia de la cultura Zenú, en los Montes de María. En la costa Caribe colombiana, más precisamente en los Montes de María, hay

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Indígenas Zenues

En las llanuras de la costa caribeña colombiana, en el actual departamento de Córdoba, vivía, a la

llegada de los conquistadores, el pueblo de los Zenúes. Los últimos descubrimientos arqueológicosconfirmaron que la zona fue habitada desde el primer milenio antes de Cristo. Se piensa que la cultura

Zenú empezó a desarrollarse alrededor del segundo siglo antes de Cristo. En los primeros siglos después

de Cristo comenzó el pasaje de una sociedad igualitaria a pequeños dominios independientes entre sí,

gobernados por un Cacique.

En base a atentos estudios lingüísticos, pudo establecerse que el pueblo de los Zenúes tenía origen

amazónico, puesto que hablaba una lengua del grupo Caribe. En efecto, hablaban una lengua del grupo

Caribe, hablada en Amazonia y en el territorio Caribe. Por desgracia, nadie en el departamento de

Córdoba habla ya esta lengua y por esta razón es muy difícil establecer con certeza el verdadero origen

de los Zenúes.

La base de la economía Zenú era la agricultura. Eran expertos en irrigación y en agricultura, y de hecho,

construyeron canales que les permitían transportar el agua hasta los campos más lejanos de las

quebradas, y a los cuales dieron la pendiente precisa, tanto así que muchos de ellos aún hoy se utilizan.

El pueblo Zenú se distinguió también por la artesanía y por el arte de tejer. Producían vasos de cerámica

decorados con figuras antropomorfas y tejidos de algodón que eran intercambiados con los pueblos

vecinos. Se sabe que eran artesanos expertos que fabricaban maravillosas cerámicas y espléndidos

tejidos de algodón que intercambiaban con los pueblos vecinos.

Cuando el castellano Pedro de Heredia, hizo sus primeras excursiones en este territorio, el pueblo de los

Zenúes se dividía en tres reinos: Pancenú, Fincenú y Cenofana. Había tres centros principales: Mexion,Yapel y Fincenú. Este último era el lugar religioso más importante, donde se sepultaba a los caciques.

Los Zenúes tenían una relación particular con el oro y con las piedras preciosas. Antes que nada, no le

daban un valor intrínseco sino, más bien, espiritual, conectado con la Divinidad principal, el Sol. Las joyas

de oro, magníficamente elaboradas, se dejaban junto a armas y tejidos en las tumbas, para acompañar

al difunto en su último viaje. Sobre las fosas se sembraban árboles, en donde se dejaban tintinear al

viento discos y campanas de oro.

Lamentablemente, esta cultura fue aniquilada por el cruel Pedro de Heredia, quien no sólo saqueó

desvergonzadamente las tumbas Zenúes para apoderarse del oro sepultado, sino que torturó y mató

vilmente a muchísimos nativos para que le dijeran dónde tenían escondido más oro. En estos tiempos se

encontraron estatuas de madera cubiertas de oro macizo, que lamentablemente, fueron fundidas y

enviadas a España. Al conquistador Pedro de Heredia se le guarda memoria con una estatua en

Cartagena de Indias, pero poco se dice de su verdadera y cruel naturaleza de genocida de un pueblo

pacífico y tranquilo como el Zenú.

Actualmente se descubrieron algunos importantes petroglifos, herencia de la cultura Zenú, en los

Montes de María. En la costa Caribe colombiana, más precisamente en los Montes de María, hay

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algunos sitios arqueológicos completamente desconocidos, pero muy importantes para el estudio

profundo de los primeros habitantes de la zona, los cuales desarrollaron posteriormente la asombrosa

cultura de los Zenúes.

Ya algunos análisis arqueológicos efectuados en el siglo pasado en Puerto Hormiga fueron encontrados

numerosos fragmentos de cerámica y herramientas usadas para trabajar con el barro cocido. Fueronsometidos a la prueba del carbono 14 y se confirmó que datan del año 1120 antes de Cristo. Habían

probado que algunos grupos de nativos se habían establecido allí alrededor del 3000 a.C., período al

cual se remontan algunos pedazos de cerámica. Sin embargo, la terracota hallada en los Montes de

María, la cual se exhibe en el museo de San Jacinto, se remonta al 4000 a.C. y es por consiguiente la más

antigua de América.

Para llegar a los petroglifos de los Montes de María, una zona que lamentablemente fue escenario de

frecuentes enfrentamientos armados en los años pasados y que sólo desde hace poco tiempo fue

pacificada, hay que recorrer estrechos senderos y adentrarse en la espesa selva tropical, la cual, en un

tiempo, probablemente se extendía en gran parte de la costa Caribe.

Se pueden observar tres petroglifos principales. El primero, situado en un afluente de la quebrada

Rastro, ilustra algunos rostros, probablemente de caciques, o bien jefes espirituales y políticos del

tiempo. El segundo y el tercero, más importantes, que se encuentran también en la quebrada Rastro,

pero mucho más río abajo, en el municipio de San Juan Nepomuceno, muestran la imagen de 4 caras

pertenecientes posiblemente a 4 jefes espirituales de la época de los Zenúes. En la parte superior de

uno de ellos se ven otros 2 semblantes que, en mi opinión, ilustran a los antepasados de la persona

representada.

La Cosmovisión

Fundamento entendido como el conocimiento y pensamiento profundo de un pueblo, incluye las

creencias del origen, el sentido de la vida, la estructura y el destino del universo, interiorizado y

transmitido de generación en generación en la vida cotidiana, a través de los mitos, ritos, sueños,

oralidad, etc., dentro del sistema simbólico. La Cosmovisión determina a concepción de tiempo y el

espacio. Para los grupos indígenas el tiempo y el espacio están ligados a las actividades alimenticias a los

rituales, a los cantos, a los relatos y al trabajo comunitario. Es la relación que tiene el ser humano y la

naturaleza.

El Espacio

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No es propiedad de nadie, es compartido y las actividades no van en contra del lugar. A demás existen

varios espacios.

Espacio Sagrado: Es un lugar sagrado donde se repite la cosmovisión.

El Tiempo

Es manejado conforme a los fenómenos naturales y el espacio usado de acuerdo a esos indicadores,

como en las actividades agrícolas y en la búsqueda de recursos alimenticios. El tiempo no es un horario

tradicional, va de acuerdo al cambio de la naturaleza, como en las fases lunares, los estados de la

naturaleza y la posición geográfica.

Para las actividades muy especiales día y noche son indicadores de tabúes y de fuerzas. El tiempo y el

espacio son vida, por ello la lengua quechua pacha significa tiempo y espacio, mundo, naturaleza y

cosmos. Entre otras manifestaciones, la cosmovisión se refleja en: Mitos, Rituales, Los Sueños,

Territorialidad, Diversidad, Usos y Costumbres, entre otras.

Mitos

Explican el origen y el estado del mundo y relatan los hechos históricos de personajes que trascienden

en la actitud, organización social y el comportamiento de los miembros del grupo. Los relatos míticosson orientadores y formadores de caminos, en cuyo recorrido se encuentra el sentido de la realidad y la

solución a los problemas cotidianos. La tradición oral es dinamizadora de los mitos que se dan a conocer

en su propia lengua, la cual les confiere características internas a cada grupo además de su

autoformación.

No hay registro de los mitos de los Zenúes pero se sabe que contaban la historia de hydju un gran

diluvio que inundó todo. Desde ese diluvio los Zenúes aprovechaban el tiempo seco para cavar canales

que drenaran el agua, pues además de las frecuentes lluvias, la tierra de los Zenúes era regada por

caudalosos ríos: el río Sinú y su cuenca así como el Cauca y sus tributarios. Los Zenúes se dedicaron a

construir canales hasta dejar una red intrincada que unía las cuatro ciudades y los pequeños pueblos. Sesabe que los zenues construyeron una red secundaria de caminos que bordeaban las montañas y en las

zonas altas de las planicies para mantener conectadas las ciudades y el campo durante las sequías y las

inundaciones. Estos grandes canales fueron en su mayoría enterrados por los españoles al colonizar

Córdoba a mediados del S. XVII. Aun así, en la zona de la depresión momposina, poco explorada por los

españoles, se puede admirar esta magnífica obra de ingeniería.

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Rituales

Las danzas rituales de los Zenúes, el vestuario utilizado por los integrantes de la etnia en la época

Precolombina, las prácticas relacionadas con la medicina basada en plantas, tienen para estos cuatro

investigadores, un poder mágico que pretende ser utilizado para lograr despertar el orgullo de los

indígenas por su raza.

"Hemos avanzado más que nuestros hermanos de Córdoba en etnoeducación, pese a que allá está el

asentamiento Zenú más grande que hay en el resguardo. Por eso ya estamos logrando que se vuelva a

ver al indígena con el cabello largo, con collares que señalan su jerarquía dentro de la organización

social, con abarcas y sombreros, como acostumbraban nuestros antepasados. En fin, hemos fortalecido

el cabildo", indicó Márquez.

Los indígenas Zenú crearon todo un sistema cosmogónico entorno a sus creencias. Por eso tenían una

danza ritual para cada ocasión. Así, de acuerdo a los hallazgos encontrados por los investigadores, existeuna danza de la responsabilidad, que se realiza en el momento en que se elige un nuevo gobierno

dentro de la etnia, con el propósito de alejar las malas influencias, las larvas y los malos espíritus que

pueden impedir la sabiduría a la hora de tomar las decisiones para la tribu.

Esa danza, en la actualidad, se practica en cada una de las montas de cabildo que se realizan.

Según lo expresado por Delimiro Márquez, los Zenúes crearon también una danza del ocultismo, que se

realizaba en forma secreta después de la persecución de que fue víctima este pueblo indígena, hacia

1905.

"En esa persecución está explícito el motivo por el cual los indígenas empezaron a negar su identidadpara salvar sus vidas", relató Delimiro Márquez.

Los Zenúes también practicaron la danza del bautismo a la casa, en la cual se busca un padrino para cada

uno de los horcones que sostienen la vivienda típica de esta etnia.

"Esta tradición se conserva todavía en algunos cabildos. Inclusive, obliga a los padrinos de los horcones,

a estar pendiente para que se utilice un árbol resistente, como el carbonero por ejemplo, para que el

padrino tenga que intervenir menos en la reconstrucción de la casa cuando ésta se deteriore", anotó

 jocosamente el indígena.

El pueblo Zenú fue nómada, pero eso no impidió que se estacionara en sitios cercanos a fuentes de aguacomo las riberas de los ríos y las ciénagas. Allí empezaron a introducir en su actividad laboral, las tareas

agrícolas. Por eso, otra de las danzas autóctonas de los indígenas de Córdoba y Sucre, está dedicada a la

siembra.

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Por ese mismo camino, también le danzaron a la lluvia, utilizando el sapo como símbolo para atraer la

abundancia de agua procedente desde el cielo, de manera que pudieran garantizar así la fertilidad del

suelo

"En estos momentos, existen algunas comunidades Zenúes que aún sacan el sapo para regular las lluvias

cuando los aguaceros son demasiado copiosos", anotó Márquez.

Vestir para la ocasión

Amarrado al tema de las danzas rituales, está el vestuario Zenú, alrededor del cual también se hizo un

derroche de imaginación y creatividad.

Así, el vestuario de esa época, el cual se pretende rescatar ahora, estaba elaborado en materiales como

el maguey, el hilo de hamaca y la caña flecha.

Los colores, la forma y los accesorios que acompañaban el atuendo, dependía de la jerarquía del

indígena y de la ocasión. Por ejemplo, el chamán se viste de negro para celebrar el ritual de la muerte, o

de blanco para bendecir el nacimiento de un niño.

Las expresiones mágico-religiosas de los actuales zenues son fruto de un largo proceso de sincretismo

entre las creencias y prácticas de la religiosidad indígena precolombina y las manifestaciones y ritos de

la religión católica.

La mayoría de las festividades coinciden con las épocas propicias para la preparación, siembra y cosecha

de cultivos y en la temporada de estío.

En los festejos religiosos se mezclan ritos y santoral católico con la santería popular.

Los santos católicos más venerados son: San Andrés, santa Lucía, santa Catalina, santa Rosa de Lima, La

virgen del Carmen, san José, el Niño Jesús y Todos los santos.

San Simón de Ayuda, expresión ritual del tótem del maíz.

Los santos de creación indígena de mayor fervor son: san Simón de Ayuda, relacionado con la cosecha

del maíz santo Domingo Vidal y san Antonio, que fueron santificados porque sus cadáveres se

momificaron y por los innumerables milagros que han hecho a sus creyentes.

Y un sinnúmero de santos que se han formado de piedras encontradas en la vera de los caminos o en los

campos de cultivo, como san Quemao, la virgen de la Piedra, santa Rosa de Piedra, san Andrés y san

Andresito.

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Ritos fúnebres

Se conservan aún ritos fúnebres que se desarrollan en cuatro etapas: la mortuoria, el entierro, el

despacho del alma o novenario y la acompaña.

Durante la procesión del entierro los familiares o amigos más allegados al difunto van tomando ron

ñeque y chicha masato.

En la sepultura depositan el ataúd, orientando la cabeza del difunto hacia el poniente para que pueda

ver la claridad.

Le echan tierra que pisan con pisones de madera, uno macho y dos hembras, simbolizando una danza en

torno al muerto, pues la muerte es el renacer a la vida del más allá. Los funerales son demostraciones de

alegría y tristeza. Mientras los pisones giran rítmicamente hacia la derecha, se entonan zafras

mortuorias.

Velorio de angelito

El despacho del alma se realiza a los nueve días del deceso, bien entrada la media noche. Los

familiares del difunto deben apagar cada uno una vela, para simbolizar que el alma del muerto deja el

mundo de los vivos.

La acompaña son reuniones nocturnas de solidaridad durante un mes en casa de los deudos, paraacompañarlos a sobrellevar la pena. Las mujeres conversan y rezan; los hombres juegan cartas y dominó

y narran cuentos, leyendas y chistes; los niños se divierten con rondas y juegos infantiles. Se ofrecen

comidas, ron ñeque, tinto y calentillo durante las nuevas noches de velorio.

A los niños los entierran con la cabeza hacia el naciente, con los ojos abiertos con dos pajitas y una flor

en la boca. El velorio se diferencia por ser animado con tonadas interpretadas por conjuntos de pitos y

tambores y juegos de florón.

Dentro de los rituales cabe destacar las ceremonias de muerte, conocida como el festival funerario, que

realizaban los Finzenú. "Primero se celebraban las vísperas y se preparaba todo lo indispensable, entre

lo cual la chicha era indispensable. En la noche se hacia una procesión acuática, en la que el cortejo

fúnebre desfilaba por el río. En embarcaciones adornadas iban los mohones (médicos brujos) y los

gobernantes, cuidadosamente ataviados y con cocuyos sobre las cabezas. Concluía la ceremonia con el

entierro de un túmulo artificial cuya altura dependía de la calidad del muerto. El cadáver se colocaba

con la cabeza hacia y luego todos pisaban la tierra sobre la fosa y se bailaba sin parar; la cacica y el

mohán dirigían el entierro y ordenaban repartir la comida y la bebida. Al acabarse la chicha, se

sembraba una ceiba sobre el montículo.

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"La vida y la muerte era un solo viaje para los zenúes, quienes creían que la corriente los arrastraba por

el gran río de la vida que desembocaba en el río de la muerte. El mundo que atravesaba ese río era

similar al que ellos utilizaban, lleno de canales que regaban tierras fértiles cubiertas de árboles con

flores y frutas de oro. Los zenúes no le temían a la muerte. Cuando alguien moría se enterraba su cuerpo

en medio de una fiesta".

ASÍ ÉRAMOS LOS ZENUES

América fue poblada hace miles de años por gentes que venían del Asía. Con el tiempo se formaron

muchos grupos diferentes. Cada grupo hablaba su idioma y disponía de su territorio. En las llanuras del

caribe y en los Valles de los ríos San Jorge y Sinú se instalación los Zenúes. Un niño Zenú nos va a contar

como vivían.

Esta es la historia del oro y el agua dice el abuelo preparando la canoa. Vamos a cambiar oro por

comida, ollas y mantas en Finzenú y Panzenú.

Coge tu remo y sube. El viaje será largo. Dice, empezando a remar.

Verás las grandes ciénagas de Panzenú llenas de peces que saltan hasta las canoas.

Verás todos los canales que arrastran el agua para que la tierra no se nos inunde y las sabanas del

Finzenú que llegan hasta el mar, ese lugar a donde va toda el agua del mundo.

Zenufana queda en un buen lugar, al pie de las montañas y en parte de las sabanas. Por eso nos llega el

oro. Ayer estuvimos bateando en el río. Siempre hacemos lo mismo y después separamos la arena hasta

tener unos puñados del metal sagrado.

Nuestros antepasados le tenían miedo a la lluvia que inundaba estas hermosas tierras dice el abuelo,

señalándome los canales de Panzenú. Por eso aprovecharon el tiempo seco para cavar y cavar hasta

construir esta inmensa red de canales. El agua alimenta la tierra para que crezcan las plantas pero luego

se enfurece y nos quita sus frutos.

Hace muchísimo tiempo el agua cayó del cielo días y noches sin parar. Cubrió esta tierra y todos

tuvieron que abandonar sus viviendas.

El abuelo dirige la canoa hacia la orilla. La detiene y me ordena bajar a tierra y treparme en un árbol,

para que pueda ver desde lo alto la inmensidad de este territorio. Al llegar a la copa del árbol una

enorme bandada de garzas tapa el sol y se aleja dejando en sombra el caño. Veo muchas casas,

levantadas una detrás de otra sobre las dos orillas. La gente saca yuca o entierra semillas de zapote o de

otras frutas en las huertas detrás de las casas. Y los muchachos juegan, corren y se esconden entre los

árboles y los matorrales. Un mono colorado se aleja por donde sale el sol.

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Allá lejos se alcanza a ver el dibujo de un esqueleto de pescado, hecho por un gran caño y por muchos

canales que llegan a sus bordes.

Pasan nubes de patos. Algunos se clavan en el agua. Muchas canoas suben y bajan por el caño. Los

pescadores lanzan varas que trazan un arco en el aire antes de ensartar un inquieto pez. Los silbidos de

los arpones rompen el silencio. Cuando el sol se bebe el agua de los canales los peces nadan contra lacorriente para poner sus huevos más arriba.

En el tiempo seco se acercan distintos animales a calmar la sed. Los hombres salen a cazar. Aquí nunca

falta la comida. Nos detenemos a cambiar un poco de oro por hicoteas, venados y pescado.

Hay mucha gente por aquí. El pueblo debe quedar cerca. Nos gusta la yuca. Es fácil de cultivar, resiste el

calor y aguanta largo tiempo sin dañarse. Me encanta su sabor y he visto a mis parientes sembrarla con

auyama y calabaza para que la tierra sea más fértil y no haya tantas plagas. ¿Por qué no hay maíz aquí,

abuelo? El maíz necesita tierras más tranquilas, donde no haya períodos largos de inundación o de

sequía. Aunque no hay maíz aquí, tenemos muchas plantas, muchos alimentos. Mira esos árboles, mira

los yucales. Mira como la naturaleza crece en estas tierras. ¿Quieres un poco de yuca cocida? me invita

el abuelo, desenvolviendo una hoja de bijao y ofreciéndome un pedazo.

El pueblo es un complicado laberinto. Las casas se levantan sobre las plataformas alargadas. Veo los

túmulos funerarios en el extremo de cada una. Allí están enterrados los antepasados de Los habitantes

de la casa.

Los canales por donde nos movemos separan unas casas de otras. Mira, todo aquí, en Panzenú, es una

mezcla de tierra y agua. La gente es como las ranas y las tortugas, viven con placer en el agua y en la

tierra.

De aquí es el hombre hicotea, mitad humano y mitad tortuga.

Me señala el abuelo, mostrándome a la gente que saca tierra de los canales, amontonándola sobre las

plataformas para proteger las casas cuando venga el tiempo de las inundaciones.

Vamos a ver a unos parientes que vinieron a vivir aquí hace tiempo dice el abuelo. Nos reciben con

alegría. Nos llevan hasta una enramada donde se reúnen a hablar bajo la sombra. Nos dan vino de

corozo y se arma el alboroto. Los muchachos me invitan a jugar. Me pierdo con ellos hasta la hora de

comer. Nos brindan deliciosas hicoteas asadas, yuca, pescado y frutas. Después nos llevan hasta la choza

principal donde colgamos las hamacas.

El cansancio me funde. Sueño navegando a través de muchos canales, los peces de colores saltan a

saludarme. Despierto con el canto de los pájaros. Como el viaje aún no termina, rápidamente cargamos

la chalupa con hicoteas, pescado ahumado, yucas y ñame. Me da tristeza dejar a los parientes, pero

algún día volveré y les traeré sombreros, esteras y chinchorros.

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En la actualidad, el trabajo orfebre de Mompox en el Bajo Magdalena es el resultado de la combinación

entre la herencia indígena zenú y la influencia de las técnicas hispanoárabes introducidas durante la

época colonial.

Unos días después aparece un paisaje nuevo. Ya no hay tanta agua. No hay canales. Alcanzo a ver un

 jaguar que se mete entre el bosque. En nuestra tierra no tenemos los sembrados de algodón y maíz queaquí se dan por todas partes. Vemos grupos de hombres y mujeres ocupados en distintas tareas.

Vamos a ver qué pasa dice el abuelo dirigiendo la chalupa hacia la orilla. Nos cuentan que están

preparándose para ir a un festival funerario en Finzenú. Fermentan el maíz para la chicha y hacen ollas

de barro con hermosos dibujos. Unas ollas son para la chicha que se va a tomar en el festival. Otras, son

para enterrar a los muertos. Me explica el abuelo. Cambiamos hicoteas y pescado por maíz y algodón y

seguimos adelante.

Llegamos a Yapel. Una ciudad grande, llena de bullicio y gente alegre que va y viene con canastos llenos

de cosas. Las frutas, el maíz, la caña y los troncos de sal, traídos del mar, crean colores de arco iris que,

al cruzarse, producen otros colores. Llega gente de todas partes, contenta de traer animales, tejidos,

ollas y hermosas piezas de oro. Las cosas para usar y para comer son recibidas por los encargados de los

graneros y el oro y las ollas ceremoniales las van a llevar al festival funerario para que acompañen a los

muertos. Todos viven ocupados, corren, van y vienen del granero, entran con unas cosas y salen con

otras. Todo el mundo ríe y habla. Como si fuera fiesta, Yapel es toda una maravilla.

Los del Finzenú son magos del tejido. Tocan el oro y se vuelve hilo para tejer. El barro en sus manos

parece haber sido tramado, como si fuera de fibra. Le bordan dibujos que sirven para distinguir a un

artesano de otro El dibujo es el sello que se imprime en todo lo que hacen. La madre ha enseñado ese

dibujo a sus hijos. A ella se lo enseñó su madre. Mexión está junto a una ciénaga. Allí le ofrecen al

abuelo mantas, redes, sombreros, esteras y canastos. El abuelo les entrega algodón, caña y espartillopara que ellos puedan seguir haciendo lo que saben.

En cada pueblo de Finzenú la gente trabaja una sola cosa. Si en Mexión todos saben tejer, en este

pueblo todos trabajan el oro. Hay que ver las cosas que salen del metal sagrado, brillante como el sol y

capaz de hacer que la tierra nos entregue sus frutos. Hacen moldes de cera, los cubren con barro, por un

agujero le derraman oro derretido para fundir el molde y ya tienen hombres y mujeres, pájaros,

caimanes, micos y casi todos los animales.

Con alambre de oro hacen adornos a las figuras. La fina filigrana es famosa en todos Los Zenúes. El

pueblo está lleno de viajeros que vienen de todas partes para encargar a los orfebres alguna pieza de

oro para llevar al festival funerario.

Me parece estar soñando cuando veo sobre una colina, un árbol bello y frondoso con frutas que reflejan

el sol. Nos acercamos y cuando intento coger una me doy cuenta de que es una campana de oro.

Muchas campanitas cuelgan de las ramas. Ahora vamos a llegar a Faraquiel. Todos los Zenúes vamos por

lo menos una vez en la vida al templo que hay allí. Dice el abuelo. El pueblo está lleno de gente. Casi

todos van al festival y aprovechan la ocasión para visitar el templo. Hay música en las calles. Entramos al

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inmenso templo a adorar a nuestros dioses. Los mohanes, nuestros sacerdotes, viven cubiertos de oro,

hacen sus ceremonias y llevan a los adoradores hasta el lugar de las ofrendas. Las estatuas doradas nos

miran desde las paredes del templo. Parecen contentas de vernos colocar en la hamaca, los animalitos

de oro que el abuelo me entrega

Yo sabía que los tres gobernantes de las provincias del gran Zenú eran hermanos y que uno de ellos erala cacica del Finzenú, una mujer adorada por sus dos hermanos. El Cacique Yapel ordenó que todos los

Zenúes al morir debieran ser enterrados aquí y si no era posible, mandaran oro y ollas para ser

enterrados en su nombre. De esta manera honraba la tierra gobernada por su hermana. Vamos a ver a

Totó, la gran cacica. Dijo el abuelo. Cuando entramos a una sala grande, la cacica se estaba bajando de

su hamaca apoyándose en la espalda de una mujer muy joven. Todas las niñas que hay aquí esperan con

la cabeza hacia abajo que la cacica se apoye en ellas y así evitar que Totó tenga que tocar el suelo

desnudo. Nos acercamos y el abuelo postrándose ante ella, le entregó los regalos que habíamos estado

escogiendo en la mañana.

En Finzenú hay música por todas partes. Los músicos vienen y van. En el sitio del entierro los hombrescavan la tierra sin parar. Ya está todo listo para el funeral. Por el río de los muertos llega el cuerpo del

cacique que vamos a enterrar. Totó y el Moban vienen adelante con sus cabezas cubiertas de cocuyos y

a su lado viene el sucesor del muerto. En otras chalupas y balsas vienen las mujeres y los hijos con

comida y bebida y detrás todos los hombres y mujeres que fueron sus siervos. Luego vienen los caciques

de menor importancia. Todos traen los tributos de oro de otros gobernantes que murieron en sus tierras

y no pudieron enterrarse aquí. El abuelo y yo nos unimos al grupo de los comerciantes para ofrecer

nuestro oro. Así empieza la ceremonia.

El festival funerario dura varios días. Al cacique lo entierran con la cabeza dirigida al oriente. Luego

todos tenemos que pisar la tierra que echan sobre la fosa. Bailamos sin parar. La cacica y el mohán

dirigen el enterramiento y ordenan repartirnos comida y bebida. Cuando se acaba la chicha, sembramos

una ceiba en el montón de tierra y todo termina aquí. El abuelo y yo nos unimos al grupo de los

comerciantes para ofrecer nuestro oro. Así empieza la ceremonia.

El abuelo con la emoción brillándole en los ojos y haciéndole temblar la voz, me dice: Mira, muchacho, la

vida y la muerte son un solo viaje. Vamos con la corriente que nos arrastra por el gran río de la vida.

Desembocamos en el río de la muerte. Tal vez el mundo que atraviesa ese río sea como el de aquí, lleno

de canales que riegan tierras fértiles cubiertas de árboles con flores y frutas de oro. Por eso en el Zenú

no le tenemos miedo a la muerte. Por eso cuando alguien muere es enterrado en media de una fiesta.

Apenas terminó de decirme esto, el abuelo miró al cielo. Ya había entrado la noche. Cuando alcé la

cabeza las estrellas se fueron encendiendo una a una.