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INFERNO Por David Saiz -¡Arrepiéntete, pecador, o irás al infierno!- Gritaba el predicador callejero, acusándome con el dedo. -¿El infierno?- le contesté, encarándome con el.- ¿Qué sabrás tu del infierno? Supersticioso charlatán… ¡Yo he visto el infierno con mis propios ojos! De niño estuve prisionero en un campo de concentración, en Alemania- Le mostré el tatuaje de mi muñeca- ¡Vi morir a mi padre! ¡Vi morir a mi hermana!- Me tiré encima de el, furioso, agarrándole por las solapas. Pese a la debilidad de mi edad, la rabia me dio una fuerza inusitada. Fulminé al sermoneador con mis ojos. - ¡He caminado entre cadáveres! ¡He olido la muerte! ¡Y me hablas del infierno! ¿Qué crees que ha sido mi vida? ¿Esperas asustarme con tu infierno de pacotilla? Le solté con desprecio. Habría caido al suelo si no le hubiesen sujetado dos de los curiosos que se habían acercado, atraidos por la escena que se estaba montando. Me alejé apoyándome en mi bastón, mientras a mi espalda todo el mundo quedaba en silencio. -¡Yo me río de el! Empieza a oscurecer. Pero aun no quiero irme a casa. Me siento en un banco, para intentar relajarme y olvidar el incidente. El infierno…

Inferno

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Relato corto de terror.

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INFERNO

Por David Saiz

-¡Arrepiéntete, pecador, o irás al infierno!- Gritaba el predicador callejero, acusándome con el dedo.

-¿El infierno?- le contesté, encarándome con el.- ¿Qué sabrás tu del infierno? Supersticioso charlatán… ¡Yo he visto el infierno con mis propios ojos! De niño estuve prisionero en un campo de concentración, en Alemania- Le mostré el tatuaje de mi muñeca- ¡Vi morir a mi padre! ¡Vi morir a mi hermana!- Me tiré encima de el, furioso, agarrándole por las solapas. Pese a la debilidad de mi edad, la rabia me dio una fuerza inusitada. Fulminé al sermoneador con mis ojos. - ¡He caminado entre cadáveres! ¡He olido la muerte! ¡Y me hablas del infierno! ¿Qué crees que ha sido mi vida?¿Esperas asustarme con tu infierno de pacotilla?

Le solté con desprecio. Habría caido al suelo si no le hubiesen sujetado dos de los curiosos que se habían acercado, atraidos por la escena que se estaba montando. Me alejé apoyándome en mi bastón, mientras a mi espalda todo el mundo quedaba en silencio.

-¡Yo me río de el!

Empieza a oscurecer. Pero aun no quiero irme a casa. Me siento en un banco, para intentar relajarme y olvidar el incidente. El infierno…

Abro los ojos. Me he quedado dormido. Ya es de noche. Me incorporo sobre mi bastón, para dirigirme a casa.

Paso por el puente por el cual se ve la entrada del teatro Liceum. Me apoyo un momento en la barandilla. No tengo prisa, nadie me espera. Las puertas están abiertas tras la función. Veo a la gente “guapa” de smoking salir después de una noche de ópera.

Un momento… ese hombre… que sale charlando animadamente con sus amigos…

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No… no puede ser… es imposible, si estuviera vivo tendría que ser mayor que yo…

Hoss… Kaspar Hoss, el director del campo en el que estuve. La causa de todas mis pesadillas. Es imposible, tiene el mismo aspecto de esa época.

Pero… aunque está casi igual… tiene canas… ¿Puede ser que se haya hecho operaciones de estética…? Lo pienso un segundo, pero después lo descarto por absurdo…

Pero… no puedo evitar temblar… es el, es idéntico… ¿o quizá sea su hijo…? Si, debe ser su hijo, no hay otra explicación.

Bajo por las escaleras del puente, para poder verle mas cerca. Se ha quedado en la esquina hablando con sus amigos. Cuando me acerco, disimuladamente le miro de soslayo. Su sonrisa… esa sonrisa… aunque la razón me dice que debe ser su hijo, el corazón me dice que esa sonrisa y esos ojos no pueden reproducir tanto la misma alma, por mucho que se trate de un descendiente. O quizá es mi imaginación… a fin de cuentas es de noche, está oscuro, mi vista ya no es lo que era…

Se ponen a andar… se introducen por la callejuela… y sin darme casi cuenta, mis pies empiezan a seguirles…

No debería hacer esto… incluso si es su hijo, ¿y que? ¿Qué responsabilidades voy a pedirle de lo que hizo su padre? Probablemente, como muchos hijos de criminales nazis, se avergonzará de su padre y se habrá cambiado de apellido… pero necesito… bueno, no se lo que necesito…

Ellos están bastante por delante de mi, pero no les pierdo. Se acercan a una calle céntrica. Allí se despiden, y el clon de Hoss continúa solo por el lado contrario. Continuo siguiéndole por impulso, sin saber aun lo que pretendo, ni lo que le voy a decir si le dirijo la palabra.

Finalmente, “Hoss” se acerca a un lujoso portal y saca sus llaves. Entonces el me ve. Me toma al parecer por un vecino.

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-¿Pasa…?- Me dice. Un escalofrío me recorre al oir su voz. Es idéntica.

-Si.. claro…- Y entro en la portería.

Llama al ascensor. Entramos.

-¿A que piso va?-

-Al último- es lo único que se me ocurre.

Empezamos a subir en silencio. Es el. Todas las células de mi cuerpo me lo gritan. Es el.

-Una noche fría, ¿eh…?- dice sonriente.

-¿No… no nos concemos…?-Balbuceo.

-De la escalera, supongo…

El corazón está a punto de estallarme.

-Hoss…

El brillo del reconocimiento en sus ojos. Me mira, con gravedad en el rostro.

-Hoss… ¿de verdad eres tu…? Estás igual…

-Usted…

-Yo era uno de ellos. Tu mataste a todos los míos. Eres Hoss, no puedes negarlo. ¿Es que acaso el tiempo trata mejor a los asesinos hijos de puta?

El ascensor llega a su piso, se detiene y abre sus puertas. Hoss gira la cabeza hacía mi, y su boca se tuerce en una irónica sonrisa beatífica que casi me provoca un ataque al corazón.

-Si, soy Kaspar Hoss… compruebo que usted debió ser uno de mis… “niños”… en ese caso tendremos mucho de que hablar. Le sugiero que lo hagamos en mi apartamento.

Sale del ascensor y se adentra en el pasillo. Al ver que estoy quieto, se gira, y con un gesto que indica que le siga, dice un imperativo “vamos”

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que me recuerda los tiempos en los que nos ladraba órdenes a mi y a mi familia.

Confundido, salgo del ascensor y le sigo. Llegamos a su puerta. La abre. Entramos.

Dentro, un salón con tapices encarnados. Varias sillas y sillones de lujo. La estancia amplia, repleta de gente. Y la gente… la gente…

Mujeres desnudas, en el suelo, lucen heridas abiertas. Apoyadas entre ellas, entremezcladas, se besan y se lamen la sangre. Tienen clavos y arandelas en varios sitios, en los pezones, eso las que tienen pezones, ya que alguna los tiene amputados y cauterizados. Cerca, sentado junto a un piano, veo a un hombre con los ojos desalineados, con la cabeza abierta por un costado exhibiendo su cerebro, el cual está siendo degustado por una bella mujer en traje de noche que lo mordisquea. Sus piernas acaban en tentáculos. Desde otro rincón, una extraña criatura negruzca, de varias cabezas con rasgos indefinidos, profiere gruñidos inhumanos, similares a una grotesca parodia del llanto de un bebé.

También hay algunas personas que parecen normales, vestidas de etiqueta, sujetando copas de Champagne. Uno de ellos me dirije un brindis.

Hoss se ha desnudado de cintura para arriba. En su vientre hay un enorme bulto del tamaño de un balón. En el centro del bulto hay un ojo sin párpados inyectado en sangre que no cesa de girar, y bajo el una enorme hendidura ribeteade de colmillos que forma una atroz boca. A ambos lados del bulto, dos pseudópodos terminaban en dos manos vestigiales y malformadas, con un remedo de garras.

-¿Te ries del infierno…?

Se acercan. No puedo moverme. Me quitan la ropa. Me besan, hombres y mujeres. Me muerden. Empiezan a devorarme lentamente.