Informe Sobre Exclusión y Desarrollo Social en España 2014

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    Informe sobre exclusin ydesarrollo social en EspaaVII 2014

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    ndicePg.

    05 Introduccin

    07 Hacia un nuevo modelo social: la privatizacin del vivir social?

    15 La distribucin de la renta, condiciones de vida y polticas redistributivas

    22 La fractura social se ensancha: intensificacin de los procesos de exclusin enEspaa durante 7 aos

    28 Trabajo y cualificacin

    33 Estado de bienestar en Espaa: transformaciones y tendencias de cambio en elmarco de la Unin Europea

    41 Qu sociedad saldr de la actual crisis? Qu salida de la crisis impulsar lasociedad?

    48 Capital social y cultural en Espaa

    53 Espaa en el entorno internacional

    61 Una aproximacin a la evolucin del bienestar social en Espaa durante el auge y larecesin. El ndice FOESSA de Bienestar Social (IFBS)

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    IntroduccinEl VII INFORME FOESSA sobre exclusin y desarrollo social

    en Espaano es un informe sobre la crisis. Obviamen-

    te, en coherencia con sus objetivos y con los trabajos

    realizados a los largo de los 50 aos de historia de la

    Fundacin FOESSA, no puede omitirla. Pero no es un

    informe centrado nicamente en dar cuenta de ella

    y de sus consecuencias inmediatas. Para responder a

    este objetivo, de corte coyuntural, la Fundacin apost

    en 2012 por crear la coleccinAnlisis y Perspectivas,de

    la cual ya lleva tres ttulos publicados.

    Con precisin y en base a multitud de investiga-ciones ad hoc, realizadas dentro del proceso detrabajo de construccin de este Informe, se vandesgranando aquellos procesos ms relevantesque se han desencadenado en los ltimos aos.Pero lejos de quedarse ah, este Informe se acercaa la crisisdesde la conviccin de que no es cau-sa sino consecuencia. Es el fruto ineludible deun modelo social (cultural, econmico, poltico,antropolgico) concreto al que la propia crisis

    retroalimenta y fortalece.

    En 2008, con la publicacin del VI INFORME FOES-SA,se elabor un diagnstico que, en un contextomuy distinto al actual tras aos de expansineconmica, de crecimiento en trminos de PIB yde generacin de empleo por encima de la media

    europea se evidenciaba la diferencia entre creci-miento y desarrollo.

    Se explicitaba entonces cmo los indicadores ma-croeconmicos estaban ocultando situaciones devulnerabilidad extendidas, que hacan del nuestro;un modelo de integracin precaria. Un modeloinundado por la economa, en el que crecimiento esconsiderado como un requisito imprescindible paraproceder despus a la distribucin y a la implemen-tacin de polticas para la inclusin y la cohesin so-cial. Pero dejando al descubierto que, aun alcanza-

    do este primer objetivo, la distribucin no fue lanica asignatura que qued sin resolver.

    Se constat as que este periodo de crecimientoeconmico no fue aprovechado para consolidarun modelo integral de proteccin social capaz deprevenir, controlar y reducir aquellos riesgos pre-sentes o potenciales derivados de las estructurasde desigualdad existentes. Estructuras que han idoconsolidando la precariedad como rasgo especfi-co de un contexto aparentemente favorable.

    Con una clara falta de un cuestionamiento profundode los modelos que subyacen a nuestra estructuraeconmica y productiva (generadora entonces de uncrecimiento elevado en trminos cuantitativos, perodbil en trminos de sostenibilidad), solo se contem-pla su abordaje para cuando salgamos de la crisis;obviando el potencial de las polticas econmicas,

    pblicas, sociales, financieras, fiscales, energticas,ambientales y otras medidas activas de empleo, lascuales precisamente podran posibilitar la genera-cin de oportunidades laborales tambin para laspersonas ms distantes del mercado de trabajo.

    Pero de la misma forma que el crecimiento era elbuque insignia de nuestro modelo social, aho-ra son las necesidades de ajuste las que guan lasdecisiones polticasy las que construyen nuestroimaginario colectivo. De esta forma, parecera queno se trata de llevar a cabo ningn plan de adel-

    gazamiento, sino de ajustar el anterior sobrepesodel Estado. Y en este proceso de pagar por los ex-cesos cometidos, observamos el efecto que dichasreformas estn ocasionando: reforzamiento delprincipio contributivo y retroceso del principio deciudadana social, reduccin del gasto pblico, tras-lado al Tercer Sector y a la familia de las funcionesde apoyo y cuidados personales y de atencin a loscolectivos excluidos, reforzamiento de la idea de ac-tivacin frente a la de inclusin activa

    Asistimos al cambio de discurso en el que la ga-

    ranta de derechos queda desplazada por un argu-mentario estructurado en torno a los valores de larevolucin neoliberal y meritocrtica. As, el trabajodeja de ser un espacio de consolidacin de dere-chos para convertirse en un espacio de vulnerabi-lidad y de prdida de capacidad econmica, socialy personal, y de fragilidad social. Y otros derechos

    *Este resumen ha sido elaborado por el Comit Tcnico de la Fundacin FOESSA

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    y servicios (sanidad, dependencia, educacin, be-cas, etc.) presentan condiciones de acceso cadavez ms restrictivas, a la vez que los programas debienestar social son ms cuestionados.

    Es innegable que las polticas de austeridad gene-ran desigualdad, pobreza y exclusin. La austeri-dad no es neutral en trminos distributivos, locual pone sobre la mesa dos cuestiones fundamen-tales. La primera, si queremos mantener el coste delos mecanismos estabilizadores o por el contrariosi estamos dispuestos a asumir los riesgos sociales

    de su desaparicin. Y la segunda, en caso de res-ponder afirmativamente a la opcin de asumir losriegos hasta dnde pueden ser soportables laspolticas de austeridad para aquellas capas de lapoblacin que carecen de posibilidades en trmi-nos de crecimiento econmico?

    Se est produciendo una confrontacin entre ma-yores demandas y menores recursos, lo que genera

    una crisis de desproteccin que asistencializalos derechos, y coloca a los asistidos en el foco dela sospecha de por qu ese gasto.

    Y lo que percibimos como una imposicin casiincuestionable, no es ms que el resultado de lalgica que entiende la crisis como la oportunidadde la puesta en marcha de una propuesta de unnuevo modelo de sociedad. Un modelo que pasadel contrato social al contrato mercantil .

    Sin duda alguna, los procesos econmicos men-

    cionados se relacionan con procesos de naturalezacultural e ideolgica. Si bien las instituciones delbienestar han sido, por encima de todo, un proyec-to de vida en comn, es precisamente ese proyec-to de comunidad, el que ha entrado en crisis.

    A medida que las polticas pblicas pierden am-bicin universalista, dejan de ser espacios para lacooperacin, el reconocimiento y el encuentro, y

    se convierten en campos de batalla donde distin-tos colectivos sociales pugnan por recursos cadavez ms escasos.

    Son cambios que estn modificando la concepcindel individuo y de lo colectivo, del papel de losmedios y los fines. Por ello, el reto que se planteaes ambicioso. Y como tal, se entiende como opor-tunidad pues, si el modelo actual ha constatadosu fracaso, estamos en disposicin de impulsaruno nuevo. Para ello, nuestro objetivo necesarioes remoralizar nuestras preferencias como ciuda-danas y ciudadanos; fortalecer los valores cvicosy que estos se vean reforzados con la regulacinnecesaria.

    Este es el sentido ltimo del presente informe. Yde la necesidad de un nuevo proyecto social (queabandone la lgica del crecimiento sin sociedad)surge cada uno de sus captulos.

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    Hacia un nuevo modelosocial: la privatizacindel vivir social?

    1. El largo ciclo neoliberal que, a nivel mundial,comienza con la crisis de los aos 70, y queresolvi que los problemas de rentabilidaddel sistema econmico se resolveran por

    la va del crdito y la deuda, ha prevalecidosobre el modelo de bienestar

    Que estamos en un mundo sumido en profun-dos cambios resulta evidente. Desde el ltimocuarto del siglo XX, se han producido en el

    campo econmico un conjunto de acontecimientosque condicionan la dinmica econmica actual.

    Hay una coincidencia fundamental en establecerun punto de inflexin importante a nivel interna-cional a partir de la crisis de los aos setenta del si-

    glo XX como momento en que se empieza a pasaren los pases centrales del capitalismo fordista a laspolticas neoliberales aplicadas con mayor o menorintensidad en las ltimas dcadas. Se inicia un lar-go ciclo neoliberal que da de s un nuevo modelono solo econmico, sino social que debe resolver,ante todo, la recuperacin de la tasa de ganancia.La solucin la implementa, de forma mantenida y

    continuada, mediante la reduccin generalizadade los salarios. Pero cmo pagar todo lo que esofrecido con unos salarios bajos? La respuesta escon el crdito, con la deuda.

    de los mercados, la privatizacin, la reduccin delpeso del sector pblico, la disciplina fiscal y la po-tenciacin de la competencia y la productividad.

    Este modelo no consigui alcanzar el nivel de creci-miento econmico, ni la estabilidad macroeconmi-ca, ni la promocin de la equidad que haba carac-terizado al modelo anterior, aunque s fue capaz dealterar la correlacin de fuerzas entre distintos sec-tores sociales propia de los aos 50, 60 y 70 y cre el

    caldo de cultivo favorable a dos de los fenmenoseconmicos ms decisivos de los ltimos tiempos:la globalizacin y la financiarizacin.

    La crisis econmica que padecemos es plenamenterepresentativa de este proceso de financiarizacin,pero no supone una novedad. Desde los aos 80, lascrisis financieras exceden ampliamente el centenara escala mundial, si bien esta ltima ha superado aepisodios anteriores en amplitud y profundidad.

    En las ltimas dcadas hemos asistido a profundas

    transformaciones en la estructura econmica mun-dial que afectan tanto al polo de los pases econ-micamente desarrollados, como al configuradopor las denominadas tradicionalmente nacionesen desarrollo, la relativa mejora econmica deAmrica Latina y la severa postracin que afectaa la mayora del frica subsahariana, parte de Asiameridional y del amplio conjunto de pases pobres

    El contexto del que venimos y hacia el que nos dirigimos

    Los procesos de desigualdad, pobreza,

    privacin material y exclusin social,

    a los que pretende hacer frente el Estado

    de bienestar (al que Espaa se incorpora

    tardamente), desvelanuna misma tendencia a lo largo

    del ciclo neoliberal: la de su mantenimiento

    a pesar del crecimiento, y esto tuvocomo consecuencia la consolidacin de la

    precariedad como rasgo

    de la estructura social

    Junto a ello, se produce otro proceso, la canaliza-cin del dinero acumulado por la reduccin de lamasa salarial y que no queda absorbido por el con-sumo o el endeudamiento, hacia la colocacin delcapital en el mercado financiero internacional.

    El pensamiento econmico emergente codifica-do en sntesis como el Consenso de Washington crey encontrar un modelo econmico de validezuniversal centrado en la desregulacin, la apertura

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    que los organismos multilaterales clasifican comode Pases Menos Adelantados y que someten almundo a notables incertidumbres.

    Esta modificacin del paisaje econmico mundialgenera nuevas relaciones y equilibrios de poder yuna configuracin se ha tornado mucho ms com-pleja. Hay Nortes distintos y dentro del Sur ladiversidad predomina sobre los aspectos comu-nes. Por no hablar de la presencia de Sures en elNorte y de nuevas lites en pases del Sur.

    En este mundo de contrastes, y atendiendo a lapreocupacin prioritaria de este informe, quese centra en la evolucin del bienestar social, ladesigualdad, la pobreza y la exclusin, una mi-rada al entorno internacional permite identificarvarias tendencias significativas.

    1. El crecimiento econmico permiti reducirel nmero de pobres absolutos del planeta.Dos aclaraciones: hay que atribuir prctica-mente toda esa reduccin al extraordinariocrecimiento de China en ese periodo y que la

    mayora de quienes han superado ese umbralde pobreza se sitan con unos ingresos diariosinferiores a los 2,5 dlares.

    2. La desigualdad extrema sigue caracterizandonuestro planeta.

    3. Algunas regiones del mundo, anteriormentesumidas en una gran postracin, han genera-do una ascendente clase media que ha visto

    mejorar notablemente sus condiciones devida. No obstante, en muchos de estos casos,la polarizacin y la pobreza siguen siendomuy intensas y los logros econmicos y socia-les estn lejos de haberse consolidado.

    4. Asistimos a una creciente toma de concienciarespecto a los lmites ecolgicos del vigentemodelo de produccin y consumo en el con-texto social y demogrfico actual.

    Para comprender el alcance del deterioro econ-mico experimentado por nuestro pas hay que su-

    mar a los efectos de la crisis financiera internacio-nal y al conjunto de debilidades econmicas in-ternas, el influjo determinante de la pertenenciaa la Unin Europea y, en particular, a la zona euro.Sin duda, dicha pertenencia ha tenido durantemuchos aos efectos sociales, polticos y econ-micos muy positivos, pero, en los ltimos aos, haterminado representando un severo condicionan-te para superar la crisis.

    Cuatro elementos destacan en este sentido:

    1. Como consecuencia de la implantacin del

    euro, los tipos de inters en la eurozona seunificaron cayendo en Espaa muy por de-bajo de lo que haba sido su nivel tradicional.Esto gener un fuerte crecimiento econmi-co (el mayor de la Europa-15), vinculado enbuena medida a la generacin de una bur-buja inmobiliaria propia conduciendo a unnivel de endeudamiento excesivo.

    2. La moneda nica tambin represent, enun primer momento, una clara ventaja paraEspaa. Sin embargo, el paso del tiempo ge-ner un proceso de crecimiento de los pre-cios internos mayor que los del resto de laeurozona, traducindose en una crecienteprdida de competitividad. Y por otra parte,encareci sensiblemente las exportacionesfuera de la zona euro.

    3. El diseo institucional del Banco Central Eu-ropeo (BCE) ha representado otro obstculopara una gestin adecuada de la recesin,

    dadas sus diferencias de objetivos frente aldiseo de la inmensa mayora de los bancoscentrales del mundo.

    4. Por ltimo, la contraposicin de diagnsti-cos e intereses que ha enfrentado a los diver-sos miembros de la Unin Europea respectoa las races de la crisis.

    En Espaa nos encontrbamos pues, en la dca-da de los ochenta y noventa del siglo pasado, conun modelo socioeconmico de bases frgiles. Unmodelo social que buscaba su ajuste a un imagi-

    nario del bienestar igualitario y universalizado.Aunque ese ajuste se haca simultneamente a laconstatacin fctica de que el contrato social alque responde el Estado de bienestar no solo noestaba consolidado, sino que a nivel internacionalse estaba produciendo una crisis que amenazabacon una grave fractura. Una etapa donde el im-portante proceso de desindustrializacin cambi

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    nuestro modelo productivo sin que fuera com-pensado por las dificultades competitivas asocia-das a los procesos de globalizacin.

    Provenimos de una sociedad transitada por po-cas de crisis y fases de crecimiento. En el perio-do precedente a la crisis actual habamos llega-do muy alto. Sin embargo, el periodo de 1995 a2007 demostr que el crecimiento econmicopor s mismo no genera distribucin y la propiadistribucin queda supeditada al crecimiento. Lospropios datos sealan con fuerza que la crisis fis-

    cal del Estado de bienestar era un impedimentoinsalvable para hacer frente a la distribucin ne-cesaria para resolver los riesgos sociales. Desdelos aos ochenta, venimos conviviendo con algoque podemos denominar la autoinfligida crisis fis-cal pues se han producido bajadas de impuestossiempre justificadas para el crecimiento, lo quegener una insuficiencia para las polticas de co-hesin social.

    En este contexto hay que destacar la fragilidaddemogrfica cuyas repercusiones tendrn graves

    efectos en el futuro. A finales del siglo XX y prin-cipio del siglo XXI se produce la segunda transi-cin demogrfica. Las familias espaolas pasan aser unas familias ms plurales, ms verstiles, mscomplejas, y tambin ms frgiles, que las quepredominaban en el siglo anterior. Si la disocia-cin entre sexualidad y reproduccin, con el con-siguiente descenso de la fecundidad, fue uno de

    los grandes catalizadores del cambio familiar enla segunda mitad del siglo XX, la disociacin en-tre matrimonio y reproduccin, la coexistencia dela maternidad/paternidad biolgica y social, y laevolucin de las relaciones de gnero hacia mo-delos ms igualitarios, son los ejes que moldeanlas biografas familiares en el presente siglo. Lacreciente diversificacin de trayectorias conyuga-les y reproductivas puede condicionar de formaimportante el reparto de responsabilidades fami-liares, la articulacin de las redes de solidaridadfamiliar, los patrones de relaciones de gnero y las

    condiciones de vida de nios, mujeres y hombresa lo largo del curso de vida.

    De no invertirse la tendencia de las bajas tasas defecundidad estaremos poniendo bases de fragili-dad en el modelo social, pues estaramos en unadinmica demogrfica negativa. Donde, adems,sabemos que la fecundidad tiende a ser ms ele-vada en aquellas sociedades donde los costes yel cuidado de los nios son compartidos entre lasfamilias y el Estado y tambin equitativamenteentre ambos progenitores y donde las polticas

    sociales promueven la igualdad de gnero y laconciliacin de la vida laboral y familiar.

    En la dimensin social hemos ido construyen-do un Estado de bienestar de carcter modestoen comparacin con nuestros vecinos europeos,donde existen mltiples evidencias de que la ex-tensin de los Estados de bienestar en general no

    ha evitado, en la medida esperada, la pobreza y ladesigualdad.

    Nuestro Estado de bienestar es fruto de una com-binacin de un sistema contributivo, donde lascotizaciones sociales de trabajadores y empresasson uno de sus tres soportes, con un sistema decarcter universal, donde determinadas necesida-des son accesibles para toda la poblacin va re-caudacin de impuestos (sanidad, educacin), se-gundo soporte. Y como tercer soporte, los vacosde proteccin que deja el Estado son suplidos por

    un entramado de redes de apoyo, bsicamentefamiliares y del Tercer Sector, que complementanun bajo gasto pblico y una proteccin de bajaintensidad.

    En trminos de resultados hemos construidoun sistema que favorece a las personas ms ma-yores, en trminos de jubilacin y a los trabaja-dores con largas trayectorias de empleo. Por elcontrario, colectivos como los jvenes, los niosy las familias carecen del mismo tratamiento entrminos comparativos.

    En sntesis, mientras que en las dcadas de los aossetenta y ochenta las polticas redistributivas tuvie-ron un papel determinante en los resultados finalesde la distribucin de la renta en Espaa, con un pa-pel compensador en las etapas de destruccinde empleo o de refuerzo en los momentos ex-pansivos de los efectos del ciclo econmico, des-

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    Todo ello nos remite a la lgica de la acumulacinen los estratos ms altos de renta. Los poderes fi-nancieros han acabado desposeyendo a otros gru-pos sociales del control y de los recursos que lassociedades haban ido consiguiendo, en su evolu-cin hacia sociedades en las que el bienestar con-templara una distribucin social.

    En este nuevo modelo de relaciones sociales, sepuede constatar cmo se han agudizado las ten-dencias disgregadoras hacia los extremos que,de no modificarse, estn llevando hacia la duali-

    zacin social y hacia la polarizacin social: enla desigualdad en el acceso a las oportunidades;en las garantas ante los riesgos; en la posesin yapropiacin de los recursos; en la seguridad; en laspolticas, etc. En todo ello, los ms vulnerables yms pobres disponen de menos recursos y sufrenprdida de centralidad en las decisiones, en cam-bio los ms ricos disponen de ms recursos y mscentralidad en las decisiones.

    El momento que estamos viviendo, en relacin a

    nuestro modelo de bienestar, es el de una reorien-tacin no tanto en la revisin de los derechos so-ciales, que tambin, sino ms bien en clave de cules su sostenibilidad. Estamos pasando de un dis-curso de fondo sustentado en la garanta de dere-chos a otro estructurado alrededor de los valoresde la revolucin neoliberal y meritocrtica. Las me-

    didas adoptadas ante la crisis estn dando paso auna hiptesis de trabajo, que cada vez viene sien-do una hiptesis ms consolidada, segn la cual loque realmente se est erosionando y socavando esel mbito de los derechos como mbito definitorioy de estructuracin del modelo social. Lo que tieneel efecto consecuente de que al dejar de ser los de-rechos la categora estructuradora de lo social y dela sociedad, desaparecen las obligaciones.

    interrupcin provisional de un modelo, sino quese estn manifestando como el preludio de algode mucho ms calado, como es el anuncio cadavez ms explcito de que, por exigencia del ajustefiscal, no hay otra opcin que modificar el marcoregulatorio.

    No se trata solo de prdida de derechos, sino deprdida de las condiciones de acceso a los bienesnecesarios para la satisfaccin de necesidades b-sicas basadas en los derechos. Por ello hay queinsistir en que no es suficiente para definir las ba-

    ses que se estn poniendo a la arquitectura socialel aumento del empobrecimiento de unos y elenriquecimiento de otros, ni siquiera la crecientedesigualdad, etc. Incluso no es suficiente definir laprivatizacin de lo pblico como ganancia de losricos. Hay que desvelar que todo ello no es sinola forma de estructuracin social resultante de lanegacin del derecho, de los derechos, como loselementos definitorios de la estructuracin socialque son, que deben ser, los principios rectores delorden econmico y social.

    Se ha roto el contrato social que se mantena comola base de la estructura del bienestar. Es consta-table que hoy no existe un concepto compartido(consenso) de lo que es el bien comn. Y la pregun-ta clave es, y esto por qu se ha producido? Fun-damentalmente, ha sido debido a lo que se puede

    En relacin a nuestro modelo de bienestar

    lo que se est erosionando es el mbito de

    los derechos como mbito definitorio y de

    estructuracin de nuestro modelo social

    Con su efecto consecuente, que cuando desapa-recen las obligaciones: a) desaparecen los obli-gados; y b) se invisibilizan los titulares de losderechos, ya que nadie est en el otro polo, en elde la obligacin. Si se produce la prdida de la ca-pacidad de los derechos de ser la base de la cons-truccin social, lo que se pone en cuestin es elcontrato social que se mantena como la base de

    la estructura del bienestar.

    Se est produciendo entonces la ruptura del pacto

    social?

    El problema es que la red de fenmenos cons-tatados en este periodo de crisis no son ya una

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    denominar la secesin moral de los ricos, bajo elsupuesto de que no deben nada a la sociedad, quecada uno tiene lo que cada uno se ha ganado; yesto est polarizando la sociedad a lmites cada vezms extremos.

    Lo que est, pues, en cuestin es la propia fun-cin redistribuidora del Estado. Y es este un temaque no se ha originado con la crisis y l as medidasde austeridad para hacerla frente. Porque esto seha venido gestando desde las reformas tributa-rias desarrolladas desde mediados de los aos

    noventa hasta la crisis, que apostaron por la re-duccin de los tipos impositivos, lo que supusouna menor capacidad de redistribucin, y que enla actual crisis se ha combinado con los recortesen los sistemas bsicos del bienestar. De ah quela reduccin y adelgazamiento de las prestacio-nes del Estado acabe derivando en una crisis deproteccin y seguridad, que reduce la capaci-dad colectiva de afrontar los riesgos individualesremitiendo su solucin al propio individuo.

    Pero tambin el aumento en trminos absolutosde las personas en situacin de pobreza y exclu-

    sin social est convirtiendo en lugar de compe-tencia el acceso a los mecanismos de seguridaddel Estado de bienestar. Nuevas pobrezas frentea viejas pobrezas. El escenario se complejiza.

    3. Estamos transitando de un modelode integracin precaria a un modelode privatizacin del vivir social

    Estamos transitando entonces de una Europa de

    ciudadanos donde el pacto dependa de la poltica, a

    una Europa de mercaderes donde el acuerdo respon-

    da a lo que pueda o no contratar o comprar?

    En la respuesta a esta pregunta no aparece en suhorizonte un nuevo Keynes.

    En nuestro caso, despus de unas dosis adecuadasde austeridad, de demostrar que el pago de nuestrasdeudas a nuestros principales acreedores es nues-tra prioridad, volvemos al discurso del crecimientocomo salida a la crisis, como la respuesta unvocaa nuestras necesidades. Parte de la lgica del mses igual a mejor, donde aquellos que no puedenparticipar de ese crecimiento se tornan conflictivospara el modelo; un conflicto ignorado pero latente.

    Lo que est en juego es la paradoja de poder pre-

    senciar un crecimiento sin sociedad. Cuatro cues-tiones resumen las claves de esta paradoja.

    Se ha roto el contrato social que se

    mantena como la base de la estructura

    del bienestar. Fundamentalmente,

    por lo que podramos denominar la

    secesin moral de los ricos

    Esto crea escenarios sociales en los que se estngenerando espacios duales de socializacin,pues la prdida de recursos de las personas, fami-lias y grupos y de las propias redes familiares secombina con la prdida de servicios pblicos, decondiciones educativas y laborales. Y esto acabafragilizando la propia red social, las redes asocia-

    tivas y comunitarias, configurando una situacinagresiva que predefine una convivencia conflictiva.

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    Estamos transformando nuestro modo de respon-der a las necesidades colectivas. Es un cambio queno est siendo radical. Viene formando parte de unaagenda reformista que permite, de una forma progre-siva, que la ciudadana europea vaya asumiendo queel coste de la proteccin social debe ser sufragado de

    GRFICO 1. La paradoja de un crecimiento econmico sin sociedad

    ESTAMOS EN PRESENCIA DE UNCRECIMIENTO SIN EMPLEO?

    ESTAMOS ANTE UN CRECIMIENTOECONMICO SIN CUALIFICACIN?

    CMO ES UN CRECIMIENTO ECONMICO SINDISTRIBUCIN?

    CMO CALIFICAR UN CRECIMIENTO SINEQUIDAD EN UNA SOCIEDAD EN LA QUE LOSQUE MS ACUMULAN NO SON LOS QUE MS

    CONTRIBUYEN?

    Un crecimiento sin un cambio sustantivo en las opciones y enel crecimiento de empleo, es un signo preocupante de falta de

    sociedad en este modelo econmico

    La inexistencia de los procesos de formacin y recualificacindeja a los desempleados sin herramientas para el acceso a las

    oportunidades que se generen de empleo

    Porque la concentracin de pobreza en los hogares consustentadores principales jvenes y en los hogares con

    menores habla de una distribucin de la renta que les distanciade la media

    Si al dficit fiscal aadiramos la economa sumergida y elfraude fiscal, el dficit de la sociedad toma signos alarmantes

    Fuente:Elaboracin propia.

    una forma mixta, va impuestos y contribuciones porun lado, y va gasto directo en los hogares por otro.El problema es que parte de la ciudadana europea yparte de los hogares (en el caso de los pases del surde Europa con mucha ms claridad) no podrn satis-facer las necesidades que dependan de los ingresos

    que cada uno disponga. Y en esta crisis, este ha sidoel verdadero salto cualitativo.

    La principal consecuencia es el creciente procesode dualizacin social. Este proceso incluye, al me-nos, cuatro caractersticas:

    1. La reduccin de la movilidad social.2. Desde un punto de vista ms amplio, la idea

    de brecha, como aumento de una distanciao dificultad preexistente, comienza a trasla-darse a diferentes mbitos.

    3. La creciente prdida de universalidad en los

    servicios bsicos del bienestar social.4. Una mayor pluralidad en la produccin del

    bienestar social. Y en esa diversificacin esuna probabilidad muy relevante que lleveaparejada una fragmentacin en el accesoen trminos de renta.

    La principal consecuencia

    de esta crisis es el creciente proceso

    de dualizacin social

    A esto se suma el que los ciudadanos cada veztraducimos ms nuestras relaciones en trminoseconmicos. Se pone el acento ms en la lgicadel tanto tienes tanto vales, donde los sistemas decapitalizacin individual para sufragar los riesgossociales prevalecen.

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    Se ha roto el consenso social que mantiene a las so-

    ciedades cohesionadas?

    Lo que parece incontrovertible es que estamos enpresencia de relaciones deslegitimadas, no solopor la prdida de la capacidad de mantener la co-hesin, la integracin y la proteccin de mnimosbsicos y necesarios, sino por la prdida de con-fianza en que en esta sociedad haya vas, caminos,posibilidades.

    negociacin y acuerdo de cada individuo de suscondiciones de vida, actividad, empleo, protec-cin, seguridad.

    Provenamos de un modelo social de integracinprecaria antes de la crisis en cuyo seno se produ-can tensiones por la necesidad de garantizar la co-hesin social, la extensin de derechos, junto concambios que producan efectos de precarizacin yde contencin de la funcin protectora del Estado.Y estamos entrando en un modelo de privatiza-cin del vivir social acorde al proceso de cambio

    antropolgico y que culmina en unas relacionesque cambian el sentido del bienestar, del asocia-cionismo y de la solidaridad.

    Antropolgica y socialmente, las relaciones de estemodelo de desarrollo son relaciones vueltas al in-dividuo que se define a s mismo nicamente enla relacin consigo mismo. Cualquier cultura quetenga como eje la excentricidad, encontrar elsentido en el otro, queda situada fuera de la legi-timidad social que un modelo social estructurado

    en torno al crecimiento como validador de lo socialha sentenciado cuasi como de derecho natural.

    En su lgica, este modelo adquiere grandes dosisde legitimidad en su propuesta de privatizacin deservicios, incluyendo servicios sociales de intersgeneral. Mediante la crisis, se est profundizando enla privatizacin de los propios sistemas universalesdel bienestar. Lo que sita lo social en la pura ges-tin competitiva econmica y relega los criterios deaccin pblica, de primaca de los derechos sobre elpresupuesto, adems de menoscabar la accin de

    la iniciativa social, gratuita, sin fin de lucro, etc. Es loque cierra el proyecto de modelo social.

    No solo no se produce el cuestionamiento antro-polgico-social de un modelo que se encuentra enla base de la crisis, sino que se plantea que su con-tinuidad es imprescindible para salir de la crisis.Todo ello consolida una antropologa sin tocar, yuna continuidad del proyecto que hizo crisis y ge-ner la crisis. Al menos deberamos tener claridaden que no estamos autorizados a esta ceguera.

    Hoy por hoy el proceso que se est imponiendo esel que, de forma simblica, podramos denominarde trnsito del contrato social al contrato mercantilal quedar reducido lo social al mbito del intercam-bio individual, a la capacidad de competitividad,

    La agenda reformista que se viene

    produciendo desde hace aosest transformando, de forma simblica,

    nuestro contrato socialen un contrato mercantil

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    La distribucin de la renta,condiciones de viday polticas redistributivas

    4. Las debilidades en relacin a ladesigualdad del modelo distributivoespaol, un modelo muy vulnerabledesde hace muchos aos, no han variado

    sustancialmente en el largo plazo

    Aunque los datos comparados sobre distri-bucin de la renta para periodos anterioresa los aos ochenta son parciales y escasos,

    existe suficiente consenso para poder afirmar quea principios de los aos setenta Espaa era uno delos pases industrializados donde la desigualdadera mayor. Cuatro dcadas despus, tal retrato noparece haberse modificado sustancialmente. Es-paa se encuentra tanto dentro del grupo de lospases de la UE-28 donde ms amplias son las di-

    ferencias de renta entre los hogares como en losprimeros lugares del rankingen las clasificacionesque extienden la comparacin internacional almarco ms amplio de los pases de la OCDE. Nodebe entenderse, sin embargo, que la desigualdadno ha disminuido en el largo plazo, pero s que elesfuerzo realizado ha sido insuficiente para conse-guir niveles de equidad cercanos a los de pases

    con los que se ha producido una mayor conver-gencia en otras dimensiones del desarrollo econ-mico y social. Persisten, por tanto, algunas debili-dades notables en el modelo distributivo espaol.En este captulo se revisan algunas de las principa-les caractersticas de este modelo, adems de pro-fundizar en los determinantes de los altos nivelesde desigualdad en la sociedad espaola.

    En la dcada siguiente, se registr el proceso msintenso de reduccin de la desigualdad de losltimos cuarenta aos, animado por la mejoraeconmica y el aumento del gasto social. La re-duccin de la desigualdad se detuvo en el primertercio de los aos noventa, en el que repunt porla severidad de una breve pero intensa recesin.Los logros econmicos de la fase de bonanza pos-terior y, sobre todo, el crecimiento de los nivelesde empleo, no tuvieron un reflejo directo en los

    indicadores de desigualdad y de progresividaddel crecimiento. En la crisis iniciada en 2007, ladesigualdad aument a un ritmo sin parangn enlas dcadas anteriores, evaporndose en pocosaos buena parte de las ganancias en trminos deequidad que haban requerido varios aos para suconsolidacin.

    Este aumento de la desigualdad en la crisis no pue-de considerarse un proceso puramente cclico. Talcomo se argumenta en el captulo, el modelo distri-

    butivo de las dos ltimas dcadas no parece habercambiado sustancialmente, salvo en trminos de laerosin sufrida por algunas polticas fundamenta-les para el bienestar de los hogares. Se trata de unmodelo de alta vulnerabilidad de un segmento im-portante de la poblacin espaola, con una acusa-da inestabilidad en las rentas de los hogares y unacapacidad redistributiva limitada, que provoca que

    El contexto del que venimos y hacia el que nos dirigimos sigue enfatizando las diferencias de la poblacin en trminos de desigualdad y pobreza

    Nuestro modelo de distribucin

    de la renta no reduce sustancialmente la

    desigualdad en pocas de bonanza

    y, por el contrario, hace que aumente

    en periodos recesivos

    Una primera conclusin es que si bien es innega-

    ble la progresividad del crecimiento de la renta

    en el largo plazo, tal proceso no fue uniforme enlas distintas etapas estudiadas. As, en los aos se-tenta, se dio un proceso simultneo de cada de

    las rentas en los extremos de la distribucin de larenta, aunque dominado por la mejora de las ren-

    tas medio-bajas, apoyada en el desarrollo tardode instrumentos bsicos del Estado de bienestar.

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    en pocas de bonanza no se reduzca sustancial-mente la desigualdad y que, por el contrario, estaaumente en periodos recesivos.

    5. El veloz crecimiento de la incidenciae intensidad de la pobreza monetariacuestiona la proteccin social existenteen Espaa en comparacin con su nivel

    de riqueza

    En un mismo sentido, tal modelo distributivo pro-

    duce altos niveles de pobreza en la sociedad espa-ola. Destaca la resistencia a la baja de la pobrezaen el periodo de bonanza anterior a la crisis, a pesardel alto nivel de empleo creado, en claro contrastecon lo que sucedi en los aos ochenta, y su velozcrecimiento en la crisis, alcanzando mximos des-conocidos desde haca dcadas, especialmente enlas formas de pobreza ms severa. La pobreza haaumentado aunque el umbral que define esta si-tuacin se ha reducido considerablemente por lacada de la renta media. El veloz crecimiento de la

    incidencia y la intensidad de la pobreza cuestionatanto el tipo de proteccin social con el que Espaase enfrent a la crisis, muy por debajo de las po-sibilidades que ofreca nuestro nivel de riqueza,como la viabilidad de que ambas realidades pue-dan reducirse solamente con mayores tasas de cre-cimiento econmico. La experiencia de recesiones

    anteriores muestra que sin una alta inversin enrecursos sociales, los aumentos de la pobreza quesuceden a los cambios de ciclo, lejos de ser transi-torios, pueden convertirse en estructurales.

    Las fluctuaciones en el tiempo de los indicadoresde pobreza han estado acompaadas de algunoscambios en los perfiles de riesgo. La informacindisponible para las cuatro ltimas dcadas revelaque los cambios ms destacados en el largo plazohan sido:

    Una clara juvenilizacin de la pobreza y suaumento en los hogares con nios.

    Una progresiva mejora de las personas mayores.

    Un riesgo mayor de los hogares monoparentales,que ya son uno de cada diez.

    El incremento del riesgo de los tituladosuniversitarios, aunque todava muy por debajode la media.

    La ausencia, en general, de grandes cambiossegn la relacin con la actividad, aunque conniveles altos de trabajadores pobres.

    La ausencia, en general, de grandes cambios enel patrn territorial, aunque con cierta tendenciaal alza en algunas comunidades de renta alta.

    Aunque no ha sido el nico factor determinante,este cambio de patrn se ha visto afectado por laintensidad de la crisis econmica. Esta ha afecta-do especialmente a los hogares con nios, muchomenos protegidos que en otros pases europeos.El aumento registrado, adems, en las desigualda-des econmicas en la infancia durante esta ltimaetapa puede suponer una mayor desigualdad in-tergeneracional futura. La clara insuficiencia de lared pblica de proteccin econmica se ha refle-jado tambin en las formas de pobreza ligadas almercado de trabajo, como el rpido aumento de la

    pobreza en los parados, con tasas de cobertura de-crecientes, y en los trabajadores de bajos salarios,para los que apenas hay instrumentos especficosde proteccin. En general, las redes de proteccininformal, como la estabilidad del hogar, han amorti-guado algo los efectos de la crisis, aunque tampocohan podido evitar el gran aumento de la pobreza.

    La experiencia de recesiones anteriores

    muestra que sin una alta inversin

    en recursos sociales, los aumentos

    de la pobreza que suceden a los cambios

    de ciclo pueden convertirse

    en estructurales y, adems,

    no tener vuelta atrs en el corto plazo

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    6. Aumento simultneo de la privacinmaterial y de la baja renta

    La crisis y algunas de las polticas desarrolladaspara combatirla han producido tambin un em-peoramiento drstico de las condiciones de vidade los hogares espaoles. En consonancia con loapuntado anteriormente, ya en la etapa de bonan-za la mejora general en las condiciones de vida nopudo ocultar la persistencia de amplias zonas devulnerabilidad, con dificultades cada vez mayorespara hacer frente a los gastos asociados a la vivien-

    da. En la crisis prcticamente han aumentado to-dos los indicadores de privacin material, especial-mente en los problemas de dificultad financiera. Elndice sinttico de privacin material que se apli-ca en este informe muestra que en tan solo cincoaos se pas de un valor ligeramente superior al15% a otro cercano al 25% de los hogares.

    Especialmente preocupante es el aumento de lassituaciones en las que se padecen simultneamen-te problemas de privacin material y de pobreza

    monetaria. El porcentaje de hogares afectados haaumentado en la crisis casi un 50%, modificndoseadems en parte el patrn tradicional de pobrezaconsistente. Cabe destacar la reduccin de estadoble situacin en el caso de las personas mayo-res, que contrasta con el aumento de su incidenciaen las familias con ms nios y las monoparenta-

    les. Los hogares con un extranjero ya acumulabanmayores desventajas antes de la crisis, pero estaha hecho que la simultaneidad de desventajas seagrave, especialmente en el caso de los no comu-nitarios, con porcentajes que triplican la medianacional. Por otra parte, el desempleo y el empleoprecario se han erigido como factores especialesde riesgo de pobreza consistente en la crisis, debi-do al rpido deterioro del mercado laboral. Parececlaro, de nuevo, que las redes de proteccin, insufi-cientes ya antes de la crisis, se han visto claramentedesbordadas para contener el rpido aumento de

    estas formas de privacin material e insuficienciade ingresos.

    rasgo no se ha alterado sustancialmente con lacrisis, concentrndose todava ms en los hogarescon ingresos bajos y medios. En general, ha pesadoms el cambio de posiciones en la distribucin dela renta, en la zona media y baja, que los cambiosde renta, que han sido negativos en trminos rea-les para el conjunto de la sociedad.

    El porcentaje de hogares afectados

    simultneamente por problemas de

    privacin material y de pobreza monetaria

    ha aumentado en la crisis casi un 50%

    La crisis ha invertido la movilidad

    ascendente. Mientras en la parte alta

    de la distribucin de la renta

    no se ha notado apenas, la cadahacia niveles ms bajos se ha dado,

    especialmente, en la parte baja de la

    distribucin de hogares

    7. La dinmica de los ingresos en los hogaresha trastocado la movilidad social

    Una de las contribuciones ms importantes de estecaptulo es el anlisis dinmico de los procesos ci-tados. La crisis ha afectado tambin a la movilidadde ingresos, que ha sido histricamente menor enla parte alta que en el resto de la distribucin. Tal

    La crisis ha invertido tambin algunos de los pro-cesos positivos que, tmidamente, acompaarona la etapa de bonanza. Mientras que antes de lacrisis las transiciones hacia decilas de renta supe-riores pesaban ms que la movilidad descendente,el cambio de ciclo econmico ha dado lugar al pro-ceso contrario. Esta cada hacia niveles ms bajosse ha dado, especialmente, en la parte baja de ladistribucin. Algunas de las principales barreraspara la movilidad proceden de las singulares ca-ractersticas del mercado de trabajo. Los limitadosniveles de movilidad ascendente afectan, en cual-

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    quier caso a todos los niveles de ingresos, aunqueen mayor medida a las rentas medias y bajas. Encontra de cierto estereotipo que asoci la cada delprecio de los activos financieros al principio de lacrisis a un hipottico mayor derrumbamiento delas rentas ms altas, las estimaciones realizadasdejan pocas dudas de que de todos los grupos deingresos es precisamente el de mayor renta el quemenor probabilidad ha tenido en la crisis de caeren la escala de ingresos.

    8. El anlisis de la desigualdad y de la pobrezaconfirman la debilidad de nuestro modelodistributivo: alta desigualdad en las rentasprimarias y capacidad de redistribucindecreciente

    El anlisis tanto esttico como dinmico de ladesigualdad y la pobreza confirma, por tanto,la debilidad del modelo distributivo y el fuerteimpacto de la crisis sobre ambas realidades. Lasraces de esa debilidad son varias, pero destacan,sobre todo, los altos niveles de desigualdad sala-rial en el contexto comparado y la limitada capa-cidad redistributiva del sistema de impuestos yprestaciones. En relacin al primer aspecto, cabedestacar que la mayora de los pases de la OCDEexperimentaron aumentos de la desigualdad sa-larial durante las dcadas previas al inicio de la cri-

    sis, siendo Espaa una de las pocas excepciones.Mientras que en varios pases el crecimiento dela proporcin de trabajadores con niveles forma-tivos superiores y la demanda de trabajo sesgadahacia las mayores cualificaciones hizo que au-mentara la desigualdad, en Espaa se registr unaimportante cada de los rendimientos salarialesde la educacin, provocada por un aumento de laoferta de titulados superior al de la demanda. Porotro lado, la exhaustiva revisin realizada muestraque la desigualdad salarial en Espaa parece ha-berse contenido en las expansiones y aumentado

    sensiblemente en las recesiones.

    tiva, en la competencia exterior, en la composicinde la poblacin activa y en la influencia de las ca-ractersticas de las empresas. Para la ltima dca-da ha aumentado tambin la evidencia sobre elefecto de la dualidad en el mercado laboral entretrabajadores indefinidos y temporales, junto con elimpacto de los flujos migratorios y los efectos de laburbuja en el sector de la construccin.

    En casi todos los pases, la crisis econmica dio ori-gen a cadas de los salarios reales medios, pero enmuchos de ellos la desigualdad salarial no cambi

    sustancialmente durante la crisis. En Espaa, sinembargo, la crisis est teniendo un efecto negativosobre la distribucin de los salarios, especialmen-te en la parte baja de la distribucin. Tal tenden-cia se observa especialmente al desagregar pornacionalidad, aumentando el diferencial entre lostrabajadores de nacionalidad espaola y los naci-dos fuera de Espaa, y por niveles de cualificacin,con un empeoramiento especialmente intenso delos trabajadores manuales poco cualificados y en-tre los trabajadores no manuales de cualificacinmedia. La crisis, por tanto, ha anulado en un brevetiempo las ganancias en trminos de equidad en elreparto de las remuneraciones que tuvieron lugaren el periodo expansivo, ms ligadas al efecto quetuvo la expansin de sectores muy cclicos, como laconstruccin, que a grandes cambios en las formasde determinacin de los salarios.

    Destacan como races de esa debilidad los

    altos niveles de desigualdad salarial, la

    limitada capacidad redistributiva

    del sistema de impuestos y un modelo

    de prestaciones pequeo, excesivamente

    ligado a lo contributivo, poco protector en

    el tiempo y que no se adeca

    a las necesidades de los hogares

    en funcin de sus caractersticasLos factores que se han utilizado para explicar esastendencias en Espaa han sido diversos. Para ex-plicar lo sucedido en los aos ochenta y noventa,parecen pesar ms, sobre todo, los cambios en losrendimientos educativos, en la negociacin colec-

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    El mantenimiento durante varias dcadas de nive-les de desigualdad muy altos en el contexto compa-rado en las rentas primarias y en la renta disponiblede los hogares remite, inevitablemente, a la menorcapacidad redistributiva del sistema espaol deimpuestos y transferencias. Siendo abundante laevidencia emprica acerca del impacto sobre ladesigualdad de las dos vertientes de la interven-cin pblica, sobre todo los gastos sociales, desta-ca el mantenimiento de diferenciales importantesrespecto a los pases de nuestro entorno. Desdeel lado de los impuestos, la tendencia comn en

    muchos pases ha sido la reduccin de los tiposaplicados en los impuestos directos y una gradualconcentracin de la recaudacin tributaria en losobjetos imponibles ms fciles de controlar, comolas rentas del trabajo asalariado o el consumo. Taltendencia parece obviar el efecto redistributivo dela imposicin directa progresiva y el regresivo de laimposicin indirecta.

    En el caso espaol destaca, sobre todo, que aunqueel IRPF sigue teniendo un efecto igualador, este esmodesto y tiende a disminuir con el tiempo. No esextrao, en este contexto, que Espaa sea uno delos principales pases de la Unin Europea dondemenor es la capacidad redistributiva de los tribu-tos. Para acercarse a la capacidad de otros pases esnecesario aumentar la progresividad y el efecto re-distributivo del impuesto sobre la renta. La apues-

    ta por un mayor peso de la imposicin indirecta,como revindican algunos autores e instituciones,tendra, sin duda, consecuencias distributivas ne-gativas. Es posible, en cualquier caso, mejorar laequidad del IRPF, rebajando el tratamiento privile-giado que concede a determinadas rentas e inten-sificando los esfuerzos en la lucha contra el fraude.

    Desde la vertiente de las prestaciones monetarias,cabe recordar que la menor generosidad relativay la presencia de lagunas importantes en la co-bertura ofrecida son algunas de las razones de la

    presencia de indicadores de pobreza y desigual-dad mayores que los de otros pases. En el periodoreciente, sin embargo, han tenido lugar algunoscambios destacables, como cierta ampliacin dela cobertura de algunas prestaciones entre 2005y 2008 y la generalizacin de recortes desde 2010.Las pensiones contributivas siguen siendo el prin-cipal instrumento redistributivo, aunque en la cri-sis han ido perdiendo parte de esta capacidad. Engeneral, las prestaciones solo han ganado peso enlas rentas de los hogares en la crisis y no en las eta-pas previas, debido a la cada de las rentas prima-rias y no al aumento de sus cuantas. En casi todoslos pases lo que ha hecho que en el largo plazose incremente el efecto redistributivo de las pres-taciones monetarias es ms el aumento de su pesoen la renta de los hogares que el de su progresivi-dad. En el contexto espaol parece, por tanto, poco

    sostenible pretender mantener niveles de redistri-bucin aceptables sin mejorar sustancialmente lascuantas y el volumen del sistema de prestacionesmonetarias.

    Algo similar puede decirse respecto al gasto enprestaciones en especie que, con un efecto redistri-butivo notable, ha sufrido importantes recortes enla crisis. Pese a la relevancia que tiene el poder con-tar con evidencia las cifras del reparto de gastostan importantes como la sanidad y la educacin,el conocimiento de su impacto redistributivo es

    limitado. Cobra especial inters, por tanto, el an-lisis realizado sobre el efecto de ambos gastos enla distribucin de la renta, recogiendo por prime-ra vez algunos de los efectos de la crisis. Algunosgastos sanitarios son especialmente progresivos,como el dedicado a la atencin primaria. Destacatambin cierta prdida de progresividad del gastofarmacutico, que antes de la introduccin de losrecortes era uno de los ms progresivos. En gene-ral, aunque la redistribucin resultante del gastosanitario es mayor que la que haba a mediados delos aos noventa, es menor que la estimada para elmomento anterior a la crisis.

    Tambin sigue siendo redistributivo el gasto eneducacin, aunque con algunos elementos de re-gresividad, como el gasto en colegios concertadosy en educacin superior. Aunque en la fecha del

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    La fractura social seensancha: intensificacinde los procesos deexclusin en Espaadurante 7 aos

    11. La fractura social se ensancha

    En el informe anterior de la Fundacin FOESSAtratbamos de dar cuenta de El primer impac-to de la crisis en la cohesin social en Espaa,

    basndonos en la comparacin de las dos Encues-tas sobre Integracin y Necesidades Socialesde la Fundacin FOESSA disponibles entonces(EINSFOESSA, 2007 y EINSFOESSA, 2009). Se se-alaba en dicho informe la preocupacin por laextensin de la vulnerabilidad y la precariedadsocial en Espaa, y se alertaba del riesgo de queesta dinmica acabase erosionando la cohesinsocial. El espacio social de la exclusin comenza-ba a crecer ya, pero no tanto en sus formas msseveras.

    Puede concluirse hoy, a la luz de los datos queaporta esta nueva edicin de la EINSFOESSA en

    2013, que ha quedado plenamente constatadoel enorme deterioro que la cohesin social estexperimentando en nuestro pas durante los l-timos 7 aos, con un incremento notable de losprocesos de exclusin social, que se hacen ade-ms ms graves, y con una expansin significa-tiva tambin de las situaciones de precariedady vulnerabilidad social. El empeoramiento de lasituacin social en Espaa se extiende a amplios

    sectores de la poblacin. Ahora ya solo una decada tres personas en Espaa se encuentra librede los 35 problemas que se han identificado eneste anlisis, 16,5 puntos menos que en 2007.Este ncleo central de la sociedad espaola quellamamos integracin plena, es ya una estrictaminora. Por el contrario, todos los espacios, des-

    de la i ntegracin precaria o la exclusin modera-da hasta la exclusin ms severa han aumentadosignificativamente.

    El ndice Sinttico de Exclusin Social (ISES) delconjunto de la poblacin pasa del 1,03 en el ao2007 al 1,21 en 2009 y al 1,50 en 2013. Las grietasde la cohesin social son ahora ms amplias en

    Espaa: la fractura social se ha ensanchado un45% en este periodo.

    De la extensin de la precariedad social que trajoconsigo, en un primer momento, la destruccinde empleo hemos pasado a la intensificacin delos procesos de exclusin: la exclusin severase ha incrementado en un 82,6% y afecta ya a5 millones de personas en Espaa. Esta evolu-cin pone sobre la mesa un riesgo real de duali-zacin de la sociedad espaola, lo que, sin duda,tendr efectos en el propio modelo econmico,en la vida poltica e institucional y, en suma, enel modelo de convivencia. Desde la perspecti-va de las polticas sociales, una sociedad msfragmentada supone un contexto de mayor di-ficultad para la intervencin social, en el quelos itinerarios de incorporacin son mucho msimprobables, ms complicados y ms costosos.

    El ncleo central de la sociedad espaola,

    que llamamos integracin plena,es ya una estricta minora. La poblacin

    excluida en Espaa representa ya el 25%:

    ms de 11,7 millones de personas.

    Y lo que es ms grave, de ellas, 5 millones

    se encuentran en exclusin severa

    El contexto del que venimos y hacia el que nos dirigimos sigue enfatizando las diferencias de la poblacin en trminos de desigualdad y pobreza, y lo que es

    ms grave, tambin en trminos de exclusin social...

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    12. No solo la economa de los hogares ha

    empeorado, el deterioro social se extiendea otros mbitos como la vivienda y la salud,entre otros

    Se planteaba en las conclusiones del informe an-terior, hace cuatro aos, la necesidad de preservarel capital humano y rescatar a las personas. Estaestrategia no se puso en marcha seriamente. Hoyse nos muestra ya totalmente insuficiente: ahoraes necesario recuperar el capital humano que hemosdestruido. El deterioro en la situacin econmica ysocial de muchos hogares est afectando ya clara-mente a su propia salud, a la calidad de la vivienda yde su entorno. No solo es la economa de los hoga-

    y, con todo ello, la empleabilidad, las potencialida-

    des de las personas para salir adelante. La subutili-zacin del capital humano durante la fase tempranade la crisis est derivando en su destruccin, lo queest teniendo una repercusin en el plano del desa-rrollo personal y progreso social y repercutir tam-bin en el plano econmico-productivo. Ese es elmayor capital social que se est destruyendo y quetendra que recuperarse en el futuro.

    Sin entrar aqu en el debate econmico de si esta-mos ya o no en una nueva fase expansiva del ci-clo, lo que s tenemos que constatar es que no haysntomas de que la tendencia al empeoramiento sehaya detenido en cuanto a los problemas sociales.No sabemos cunto tiempo tardar el crecimientoeconmico en producir por s mismo una mejorade la situacin de los hogares ms afectados por lacrisis, que parten ahora de una posicin de desven-taja y cuya recuperacin ser ms lenta (y si llegara producirse ciertamente: depender entre otrascosas del modelo de crecimiento). Tampoco hayanunciadas medidas polticas, en ninguno de losniveles administrativos, de suficiente envergadura

    como para que tengan incidencia en los problemassociales que hemos sealado aqu.

    Pero adems, incluso la recuperacin delempleo, si llega, puede ser insuficiente. Hemosencontrado que cada vez menos el acceso alempleo garantiza la integracin social: la tasade exclusin social entre los trabajadores ha as-

    cendido hasta el 15,1% y hasta los empleos de

    exclusin de la economa sumergida, que no es-tn creciendo, son cada vez una alternativa msinaccesible para un volumen creciente de perso-nas excluidas. A pesar de la utilidad social y dela funcionalidad econmica del trabajo que rea-lizan, las personas excluidas reciben una escasacompensacin por su aportacin al conjunto dela sociedad. El desempleo expande la exclusinsocial, pero la ocupacin precaria tambin haceque aumente.

    13. La crisis no nos ha afectado a todos porigual

    En el esfuerzo por cuantificar la evolucin de laexclusin social, hemos aportado una estimacinde la incidencia que tiene tanto en los hogarescomo en los individuos. Plantear el anlisis dela exclusin social en trminos de hogares tienesentido pues es una unidad de consumo, de redis-tribucin interna de los recursos, de produccinde solidaridades y apoyos, y tambin una unidad

    habitual para la provisin de las polticas sociales

    Ya no es suficiente preservar sino

    que necesitamos la recuperacin del

    capital humano que hemos destruido.

    De los 11.746.000 excluidos, el 77,1 %

    sufren exclusin del empleo, el 61,7 %

    exclusin de la vivienda

    y el 46% exclusin de la salud

    Son las familias de mayor tamao

    las que ms afectadas se han visto.

    Familias excluidas en las que hay muchos

    nios y muchos jvenes

    res lo que ha empeorado (el empleo, o los ingresos);el deterioro social se extiende a otros mbitos comola vivienda (el aumento de la privacin como conse-cuencia de asumir los costes de vivienda) o la salud,

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    (donde se observa un incremento del 26,4%, frente

    al 17,3% de los hogares encabezados por mujeres).

    tnicas en nuestro pas, un modelo que se haba

    llegado a poner como ejemplo frente a otras rea-lidades ms penosas en Europa, tanto respecto ala poblacin extranjera como a la propia comu-nidad gitana espaola. Ahora el modelo de inte-gracin de la poblacin extranjera ha mostradola vulnerabilidad del empleo precario y de bajacualificacin sobre el que se asentaba y se hatambaleado tambin al cuestionarse la universa-lidad de ciertas polticas pblicas. En el caso dela comunidad gitana, adems, se ha evidenciadola inviabilidad de una verdadera integracin so-cial al margen del sistema educativo y del mer-cado de trabajo normalizado. En suma, vemoscmo se van erosionando significativamente im-portantes logros del periodo precedente en esteaspecto. La creciente asociacin de los procesosde exclusin social con la diferencia tnica (tresde cada diez personas excluidas pertenecen aminoras tnicas, una ms que en 2007) implicatambin una mayor dificultad para construir pro-cesos de integracin en el futuro.

    14. La exclusin social en las comunidadesautnomas no se distribuye de la mismaforma que la produccin y la distribucinde la riqueza

    El anlisis territorial de la exclusin social nos mues-tra un mapa muy distinto de aquel que se deducede la produccin y la distribucin de la riqueza: no

    son siempre los territorios ms ricos los que mayo-

    res niveles de integracin social alcanzan y hay dife-rencias sustanciales en la incidencia de la exclusinsocial en territorios con niveles de riqueza similares.Este desajuste nos abre toda una agenda de inves-tigacin para conocer mejor las diferencias territo-riales en el modelo de integracin social y entenderel papel que en cada caso ocupan los factores quelo explican: el desarrollo de ciertas polticas pblicaso de otros factores estructurales, sean econmicos,sociales o demogrficos. Este anlisis comparadodebera ser de gran ayuda para orientar las decisio-nes en materia de poltica social y para hacer msefectiva la propia intervencin social.

    La creciente asociacin de los procesos

    de exclusin social con la diferencia tnica

    pone en el punto de mira un modelo de

    integracin que haba sido puesto como

    ejemplo en Europa

    Hay diferencias sustanciales en la

    incidencia de la exclusin social en

    territorios con niveles de riqueza similar

    En cualquier caso, en la medida en la que la exclusin

    social se hace ms intensa, las diferencias entre am-bos tipos de hogares se van reduciendo y la propor-cin de hogares en exclusin severa es prcticamentela misma para los hogares encabezados por un varny por una mujer. El hecho de que la situacin empeo-re ms intensamente para los hogares encabezadospor hombres, sin embargo, no puede esconder quelos hogares encabezados por mujeres enfrentan unriesgo de vivir procesos de exclusin considerable-mente ms elevado. La proporcin de hogares en in-tegracin precaria era un 12,9% ms elevada y la de

    hogares en exclusin moderada un 16,9% mayor. Enel caso de la exclusin severa, sin embargo, no se evi-dencian diferencias significativas en funcin del sexo.

    De la misma forma, la incidencia diferencial quelos procesos de exclusin estn teniendo en losdistintos grupos tnicos ha puesto en el punto demira el modelo de integracin para las minoras

    15. La solidaridad familiar y las redes de ayudaresisten, pero comienzan a debilitarse

    Como elemento positivo, cabe resaltar tambinque no aparecen en este anlisis indicios de que elcapital social y relacional se est viendo afectadotodava por el deterioro tan significativo que he-mos visto en otros mbitos como el econmico, elde la salud o la vivienda.

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    colectiva que invierta estas tendencias hacia la fractu-

    ra social en un nuevo marco en el que la respuesta a lacrisis se construya de una forma ms solidaria.

    Pero es necesario tener presente que en determi-nados sectores de la exclusin social hay personassin estas redes, ms aisladas socialmente o dondelas personas cercanas no pueden ayudarles, lo quesupone un factor aadido de vulnerabilidad. Ade-ms, en amplios sectores precarizados son mani-fiestos los sntomas de extenuacin que presentaya la institucin familiar para compensar las nuevas

    necesidades, lo que hace prever que se va a debili-tar la capacidad de proteccin de esta en el futuro.Ambos hechos, la falta de apoyos en unos casos yel agotamiento de los existentes en otros, ponen demanifiesto una vez ms que las polticas pblicasson insustituibles para preservar la cohesin social.

    16. El efecto amortiguador de las polticassociales en Espaa se est erosionando,teniendo en cuenta, adems, que dostercios de la exclusin provienen de antes

    de la crisis

    Y la cuestin esencial es que quienes no han estadoa la altura de las circunstancias han sido justamen-te las polticas pblicas, impermeables a la deman-da ciudadana. Las medidas puestas en marcha han

    sido insuficientes, ineficaces o inadecuadas. El siste-

    ma de garanta de rentas (especialmente las presta-ciones por desempleo) en su lgica de estabilizadorautomtico, ha reducido notablemente el impactode la destruccin de empleo en el aumento de lapobreza y la exclusin social, especialmente en elcorto plazo. Tambin los pensionistas estn alivian-do, con su aportacin al hogar, la situacin de unaparte (un tercio) de los hogares ms afectados pordesempleo. Pero las nuevas prestaciones (PRODI,PREPARA) han seguido demasiado pegadas a lainercia de lo que ya se haca: prestaciones semicon-tributivas que dejan fuera una parte notable de laspersonas necesitadas; que siguen siendo prestacio-nes de duracin determinada que se quedan cortasen una crisis prolongada como esta; y que, adems,tienen una cuanta fija y reducida, claramente insu-ficiente para hogares de varios miembros sin otrosrecursos. En otros mbitos, las medidas adoptadashan sido poco eficaces, como la nueva legislacinantidesahucios, que no ha conseguido impedir que

    Estamos a tiempo para una reaccin

    colectiva que invierta las tendencias haciala fractura social en la medida que existe

    un marco solidario que an se mantiene

    en la sociedad espaola

    Es necesario priorizar la atencin

    a los fenmenos de exclusin y pobreza

    severa en las polticas pblicas

    de proteccin social: primero los que estn

    peor, por dignidad

    y por sostenibilidad social

    La sociedad en su conjunto, hasta cierto punto, hareaccionado. Se han desarrollado los mecanismosde ayuda informal (ayuda mutua y multidireccio-nal, preferentemente en el mbito familiar, pero

    extendindose tambin a las redes de amistad ydel vecindario). Las entidades sociales, a pesar dela notable reduccin de las subvenciones pbli-cas, han hecho un gran esfuerzo en captar nuevasdonaciones y ms voluntariado (la sociedad, quemantiene su confianza en estas instituciones, harespondido razonablemente a la llamada) y hanreorientado sus prioridades para dar cobertura alas demandas ms bsicas que les llegaban de lossectores ms intensamente afectados por esta cri-sis social. La ciudadana se ha movilizado tambinen la protesta y la denuncia social, en la calle, enlos medios de comunicacin, en el entorno inme-diato. No se puede hablar de falta de sensibilidado de despreocupacin.

    Esta constatacin nos muestra un elemento de opor-tunidad: todava se est a tiempo para una reaccin

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    38.961 familias perdieran su vivienda habitual en

    2013, segn el reciente informe sobre los procesosde ejecucin hipotecaria del Banco de Espaa. Yotras veces han ido claramente en contra de las ne-cesidades sociales en educacin y sanidad, dondelos recortes, adems, han tenido un impacto mayoren los grupos ms vulnerables.

    Es precisa una revisin del papel de las polticas pbli-cas en la lucha contra la pobreza y la exclusin social.En esta lnea, planteamos la necesidad de priorizar laatencin a los fenmenos de exclusin y la pobrezasevera, bsicamente por tres argumentos: en primerlugar, por baremo, deben ir primero los que peorestn; en segundo lugar por una cuestin de dere-chos humanos, ya que estas situaciones de pobreza

    y exclusin social severa, ms all de la reduccin de

    ciertas comodidades, implican un atentado directo ala dignidad de las personas; y, finalmente, por un cri-terio de inters colectivo general ya que la expansinde estas situaciones puede poner en cuestin la con-vivencia y la seguridad del conjunto de la sociedad;en suma, la sostenibilidad social.

    En este sentido, deberan ser atendidas las pro-puestas para reformar profundamente y ampliarla cobertura del sistema de garanta de ingresosmnimos, que diversas entidades estn realizando(Critas, CC. OO., la Red de Lucha contra la Pobreza,Crculo Cvico de Opinin). Sobre esta base, ten-drn que reforzarse las polticas activas, aportandoa las personas ms excluidas oportunidades vita-

    les, de ocupacin y empleo. Para ello, es precisa la

    implicacin del sistema educativo, de los serviciosde empleo, incluida la formacin ocupacional, y delos servicios sociales. El mbito de la vivienda y dela salud deberan ser tambin muy seriamente con-siderados dentro de un plan real, que no virtual, delucha contra la exclusin. Las investigaciones rea-lizadas nos cuentan tambin la importancia de laspequeas ayudas puntuales, que resuelven nece-sidades inmediatas en los sectores ms desfavore-cidos. Esto es algo que permite la participacin demltiples agentes en esta estrategia colectiva de

    recuperar lo que hemos perdido y es algo que nosrecuerda que construir una sociedad cohesionadaes cosa de todos.

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    Trabajo y cualificacin

    17. Nuestra economa participa de la tendenciageneral de las economas desarrolladasobservada en las ltimas dcadas, de unademanda creciente de mano de obra mscualificada, aunque con matices

    La evolucin de la demanda de mano de obragenerada por la economa espaola pone enevidencia que participa de la tendencia gene-

    ral en las economas desarrolladas de una mayornecesidad de mano de obra ms cualificada. Com-partiendo algunas de las causas que generan estamayor necesidad de cualificacin con estos pases,como el cambio tecnolgico y el proceso de globa-lizacin, el caso espaol presenta ciertas peculiari-dades que han ayudado a este incremento generalde la ocupacin de trabajadores ms cualificados.

    Algunos de estos hechos diferenciales, como lareduccin de la ocupacin agraria y el desarrollodel aparato administrativo, parece que ya no vana poder ejercer una gran influencia sobre los ni-veles de empleo en la medida en que se trata deprocesos consolidados. Ms difcil parece pronosti-

    car cmo van a evolucionar los procesos de ajusteen la industria espaola e incluso en los sectoresvinculados con el Estado de bienestar. Ambos pro-cesos son relevantes, puesto que la economa es-paola ha sufrido un adelgazamiento del peso delsector industrial de gran magnitud en las ltimasdcadas y es difcil contemplar que vaya a poderseguir creando muchos nuevos puestos de trabajoen educacin y sanidad, sectores en los que Espaa

    todava se encuentra en niveles inferiores a los delresto de los pases de la Unin Europea.

    Este proceso de crecimiento relativo de las ocu-paciones ms cualificadas est provocando que laestructura ocupacional espaola se asemeje pau-latinamente a las de los pases ms desarrollados,si bien no debe olvidarse que todava se percibenclaras diferencias.

    El conjunto de los sectores manufactureros no pa-rece capaz de crear directamente un nmero ele-

    vado de puestos de trabajo, aunque todava puededesempear un papel clave como generador detrabajo en el sector servicios y como motor de de-sarrollo econmico. En este sentido, su estructuraocupacional y la evolucin que ha seguido en las l-timas dos dcadas parecen indicar que las empresas

    manufactureras podran llevar a cabo, de manerageneral, estrategias competitivas basadas en ele-vados niveles de investigacin y desarrollo porque,aunque en este sector siguen teniendo un peso ma-yoritario los trabajadores manuales cualificados yno cualificados, estos pierden peso en las plantillas ylos trabajadores asociados a niveles de cualificacinelevados han ido incrementando paulatinamentesu importancia (no solo durante la recesin, sino

    tambin en el periodo expansivo anterior).

    El contexto del que venimos y hacia el que nos dirigimos sigue enfatizando las diferencias de la poblacin en trminos de desigualdad y pobreza, y lo que es

    ms grave, tambin en trminos de exclusin social. Y no parece que la reduccin de esas diferencias vaya a venir solo por la va del empleo

    Espaa sigue manteniendo un peso

    en el empleo total inferior al europeo en

    las categoras que agrupan

    a las ocupaciones no manuales

    ms cualificadas (tcnicos de apoyo)y un peso mayor en categoras

    relacionadas con puestos manuales

    (tanto cualificados como no cualificados)y en ocupaciones de servicios de baja

    cualificacin. La estructura sectorial solo

    explica en parte las diferencias

    con la media de la Unin Europea

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    Estas tendencias observadas en el sector manu-

    facturero podran verse complementadas poruna tendencia en el subsector de servicios a lasempresas a mostrar una dinmica muy fuerte decreacin de empleo muy cualificado. Aunque esevidente que este subsector se ha mostrado muydinmico y los niveles de empleo asociados a lostrabajos ms cualificados han aumentado sensi-blemente (durante la expansin), se observa quelos trabajadores no cualificados de los serviciosrepresentan una parte muy importante del em-pleo total del sector y que su peso en este total

    es creciente, resultado influido por el hecho deque la hostelera y el comercio tienen una estruc-tura ocupacional sesgada hacia cualificacionesde tipo medio-bajas. En el resto de los subsec-tores de servicios (colectivos), las tendencias sonclaramente hacia estructuras ocupacionales enlas que es mayor el nmero de trabajadores cua-lificados. De todos modos, resulta difcil saberdnde va a recaer la consolidacin de este pro-ceso, teniendo en cuenta el ajuste en el empleoque se ha producido en los ltimos aos en las

    ramas de educacin, sanidad y administracinpblica. Si estas ramas mostrasen unas tenden-cias de crecimiento ms dinmicas en el futuro,ello podra ayudar a reducir el diferencial exis-tente con respecto a la media de los pases de laUnin Europea.

    18. En el conjunto de la Unin Europea se est

    produciendo un fenmeno de polarizacindel trabajo

    Cul es la situacin de la economa espaola encomparacin con la de los pases (grandes) europeosen lo que se refiere a los resultados de su mercadode trabajo desde el punto de vista de la generacinde empleo y en relacin con las cualificaciones?

    de nivel de estudios del factor trabajo espaol era

    a principios de los aos ochenta muy diferente a lamedia europea y, a pesar de los cambios que suce-dieron durante los aos ochenta y principios de losnoventa, no se produjo un acercamiento significati-vo de Espaa a la media de los pases europeos. Encuanto al primer aspecto, se dio una lenta conver-gencia ocupacional, aunque algunos sectores se-guan divergiendo sustancialmente. En cuanto al se-gundo aspecto, se progres ms rpidamente, perola estructura productiva no fue capaz de integrar elmayor nivel de estudios de la poblacin.

    Estos resultados se pueden extender a lo que hasucedido en los ltimos 20 aos. La razn de ellopuede encontrarse en la posicin que viene ocu-pando la economa espaola en la divisin inter-nacional del trabajo desde hace dcadas y en elmodelo de desarrollo econmico que se ha segui-do en los ltimos aos, que no ha alterado signi-ficativamente dicha posicin. As, puede decirseque en Espaa, como en los pases de la Unin Eu-ropea, se est produciendo un fenmeno de po-larizacin del empleo, que podra tener un efecto

    diferencial en el caso espaol debido a que su eco-noma ha ido especializndose en actividades deservicios de bajo valor aadido y en actividadesindustriales en donde predominaran las laboresfabriles frente a las profesionales y tcnicas (msmontaje que investigacin e innovacin).

    La situacin diferencial en Espaa

    es que nuestra economa se ha ido

    especializando durante dcadasen actividades de servicios de bajo valor

    aadido y en actividades industriales

    donde predominan las labores fabriles

    frente a las profesionales y tcnicas

    A pesar de los aparentes cambios acaecidos en losltimos 20 aos, podemos hacer nuestro el anlisisrealizado en Alonso et al. (1996) que se refera a lasituacin a mediados de los aos noventa. Estosautores ponan de manifiesto dos aspectos. Por unaparte, la economa espaola utilizaba menos trabajoque la media europea y exista una debilidad en lageneracin de empleo, debilidad que tena que vercon los cambios en la estructura productiva y conla composicin factorial diferente de los sectores es-paoles. Por otra parte, la estructura ocupacional y

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    En particular, la industria espaola estara concen-

    trada en lo que llamaramos una economa demontaje y la especializacin de las empresas seraen las fases del proceso en que simplemente se fi-naliza el producto para introducirlo en el mercado(en cambio, aquellas fases de investigacin de nue-vos productos o procesos, desarrollo de prototipos,etc., quedaran fuera, en trminos generales, de suesfera de actuacin). En este sentido, debe tener-se en cuenta que un porcentaje importante de lostrabajadores manuales (en puestos con contenidorutinario) realiza sus actividades en el sector indus-trial que, cabe recalcar, es un sector ampliamente

    expuesto a la competencia internacional. Esta es-pecializacin marca el tipo de cualificaciones quegenera la estructura productiva espaola y que serefleja en una estructura ocupacional que desdehace dcadas presenta un peso menor de los pues-tos con contenido abstracto y un peso mayor delos puestos con contenido rutinario y de servicios.

    En cuanto a los niveles de capital humano de la po-

    blacin en edad de trabajar, Espaa todava tiene cla-ros dficits respecto a los pases de nuestro entornoque, aunque en menor medida, tambin se puedenobservar entre la poblacin joven. En este grupo po-blacional se observa cierta tendencia a la polarizacinentre muy cualificados y poco cualificados. Asimismo,tambin cabe destacar las dificultades de integracinen el mercado de trabajo de los ms cualificados(el fenmeno de la sobrecualificacin se encuentramuy extendido, ms que en la media de los paseseuropeos). Estas dificultades se van reduciendo conla edad, lo que parece indicar que estamos ante unproblema de transicin, aunque el hecho de que laincidencia de la sobrecualificacin sea tan elevada entrminos transversales (en un momento dado) indi-ca que hay un cierto componente permanente (notransitorio) en dicho fenmeno. En cualquier caso, lalarga transicin comporta en s misma un elevadodespilfarro de recursos. Adems, si la transicin seresuelve en base a que los ms cualificados vayan re-duciendo sus expectativas y acaben aceptando em-pleos con menores requerimientos, ello dar lugar aprocesos de frustracin profesional y de falta de moti-

    vacin, que en definitiva ser otra manera de malgas-tar recursos pblicos y privados.

    En todo caso, el sistema educativo parece ir por de-lante de las necesidades de formacin que plantea elsistema productivo (sobrecualificacin de los trabaja-dores frente a infrarrequerimientos de los puestos de

    En Espaa, el fenmeno de la

    sobrecualificacin de los trabajadoreso el de los infrarrequerimientos de

    los puestos de trabajo, no es tanto un

    problema transitorio como de carcter

    ms permanente en las carreras laborales

    de las personas

    trabajo, dos caras de la misma moneda). En efecto,

    parece que en las dos ltimas dcadas el aumento delos niveles de formacin de la poblacin ocupada hasuperado las necesidades que cabra haber previstoy, de proseguir las tendencias actuales del sistemaeducativo, lo que parece probable, no parece que va-yan a surgir graves carencias educativas en los prxi-mos aos, al menos de forma general. Subsistir elproblema de la falta de personas con cualificacionesintermedias, problema histrico que las sucesivas re-formas educativas han intentado abordar sin grandesxitos. No obstante, la persistente y creciente sobre-cualificacin tambin llama a la necesidad de intentarextender a los niveles no universitarios capacidadesclave relacionadas con el cambio tcnico (la solucinde problemas con procedimientos no rutinarios yla transmisin de informacin de modo efectivo),mbitos en los que Espaa suele obtener peores re-sultados en los estudios PISA en comparacin conotros pases y que muestran una falta de adaptacinpreocupante de nuestro sistema educativo a pesar delas reformas realizadas.

    19. En la recesin se ha producido una crisisdel empleo caracterizada por un bloqueode entrada en el mercado de trabajo cuyosefectos podrn sentirse durante muchos aos

    El punto de partida consiste en entender que loque en realidad caracteriza la intensidad de una

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    crisis es la cada de los flujos de entrada al empleo;

    es decir, cunto caen las contrataciones y por cun-to tiempo las contrataciones permanecen en nive-les relativamente bajos. Lo que muestran los datoses que la intensidad de la crisis en Espaa se ha re-flejado en una cada de los flujos de entrada en yde salida del empleo.

    los segundos, la cada de las contrataciones significa

    que sus duraciones en el desempleo se prolongan,aumentando no solo el volumen de paro, sino tam-bin la proporcin de parados de larga duracin.

    Por otro lado, hay que tener en cuenta que aquellostrabajadores con productividad ms baja (los menoscualificados) van a verse tambin ms afectados porla crisis. Al terminar una expansin, son los primerostrabajadores de los que una empresa prescinde. Portanto, quedan en el margen de ser contratados enel momento en el que la contratacin comienza acaer. As, los trabajadores de baja cualificacin (quepertenecen a generaciones menos jvenes) van atender a sufrir ms y por ms tiempo los problemasde desempleo asociados a la recesin.

    Pero, adems, algunas caractersticas del mercadode trabajo espaol exacerban estos procesos gene-rales, como la gran extensin de la temporalidad yla inmigracin extranjera. Por un lado, la extensinde la temporalidad facilita el ajuste de las empre-sas a los vaivenes del ciclo econmico, permitiendoque muchos trabajadores queden sin empleo y a la

    bsqueda de una nueva contratacin. Por otro lado,la inmigracin genera una especie de margen adi-cional en el mercado de trabajo, dando lugar a unamovilidad mucho mayor que la de los trabajadoresnativos. Adems son uno de los ms afectados poruna fuerte cada de la contratacin, a lo cual se aa-de, cuando son irregulares, su mayor participacin

    en la economa sumergida, as como la ausencia de

    otros mecanismos de integracin que les proteja.

    La relevancia del anlisis generacional del mercadode trabajo tiene mucho que ver con entender esasituacin de bloqueo en la entrada al mercadode trabajo. Los resultados del anlisis emprico porgeneraciones a lo largo del tiempo muestran que,en cuanto al colectivo de los espaoles nacidos enEspaa, la crisis econmica supone una reduccinde unos 15 puntos porcentuales en la tasa de em-pleo de los hombres nacidos en 1961-1965.

    Para las cohortes de varones ms jvenes, la prdidade empleo es menor, pero se observa (especialmen-te en los nacidos en los ochenta y los noventa) queno llegan a alcanzar las tasas de empleo mximas delas generaciones previas a sus mismas edades.

    El anlisis ms detallado de la trayectoria laboralde algunas cohortes (las nacidas en 1976-1980 y en1981-1985) muestra que el contrato temporal es lava de entrada al mercado de trabajo. Para esas mis-mas cohortes, a partir de los 24-28 aos comienza

    una transicin al empleo indefinido. No obstante,la crisis ha contribuido a la destruccin de empleotemporal a la vez que ralentizaba el trnsito a la con-tratacin indefinida y aumentaba el desempleo ymuy ligeramente la inactividad. En estas cohortes,los efectos descritos de la crisis sobre la integracinlaboral son similares para hombres y para mujeres.

    Para las cohortes de hombresms jvenes la prdida de empleo

    es tal que no llegan a alcanzar las tasasde empleo de generaciones previas a sus

    mismas edades. En las mujeres se ha notado

    menos la reduccin de las tasas de empleopero ha supuesto un freno a su incremento

    en el tiempo

    Esto significa que aquellos que por primera vez en-tran en el mercado de trabajo durante los aos de

    crisis tienen grandes dificultades para encontrar unempleo y aquellos que lo pierden tienen tambingraves problemas para ser contratados de nuevo.Para los primeros, que son los jvenes, la cada de lascontrataciones suele paliarse con prolongacionesde los estudios, algo que se vuelve cada vez menosprctico conforme se prolonga una recesin. Para

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    El efecto de la crisis sobre el empleo de las muje-

    res no se ha notado tanto como en el caso de losvarones en cuanto a la reduccin de las tasas deempleo pero ha supuesto un freno considerable asu incremento en el tiempo.

    Parece bastante claro que la dilatacin del proceso deintegracin laboral generada por la temporalidad haincrementado la vulnerabilidad de los jvenes anteuna crisis tan intensa y prolongada como la actual. Perono solo la de ellos, sino tambin la de todos los demstrabajadores que estn en el margen de ser contrata-dos, como los trabajadores con menos formacin, los

    cuales experimentan descensos en sus tasas de em-pleo incluso en las generaciones que en la actualidadestn por debajo de los 50 aos de edad. Estos traba-jadores van a sufrir previsiblemente periodos muchoms largos de desempleo y muchos de ellos procedende un sector (la construccin) que ya no va a generartantas contrataciones como gener en la poca de laburbuja inmobiliaria. Para estos parecera ms ade-

    cuado el apelativo de generacin expulsada porque

    realmente han perdido su sector e incluso la cualifica-cin que hubieran podido acumular desempeandoocupaciones propias del mismo y que seguramenteson tiles en muy pocos otros sectores. Resulta muydifcil imaginar que puedan volver al empleo a cortoplazo cuando se recupere la contratacin.

    20. No hay grandes cambios en la tasa deempleo de bajos salarios (ronda entre el15% y el 20% de la poblacin asalariadaantes y durante la crisis)

    Este modelo productivo contribuye a explicar la di-mensin del fenmeno del empleo de bajos salarios:gran parte de los puestos de trabajo que se crean (y sedestruyen despus con rapidez) son de baja calidady ciertos sectores de gran peso en el empleo acusanun problema de productividad, fuerte competenciava precios y un comportamiento cclico que alimen-ta una suerte de bulimia en el mercado de trabajo.

    En el caso de los pases europeos, la incidencia del

    empleo de bajos salarios aument para unos y dismi-nuy para otros entre 2006 y 2