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INPRESfMS (DEHJIR4 POLITIO \ A

INPRESfMS - Gobierno del Estado de Tamaulipas

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INPRESfMS (DEHJIR4 POLITIO

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\t fiHAl. PASCHAL ORTIZ RUBIO por

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MEXICO, D r .

til feral. J&naml ~$ttti f rrbiitu, s i

A N T E G E D E N T E

rUE en Merida, la blanca ciudad peninsular, aonde tuvo su cuna la idea de que fueran es-

cntaa unas impresiones de la jira politica del gefior mgeniero Paseual Ortiz Rubio.

En la tibia eaida de una tarde, varios de los acompanantes del candidate! del Partido Nacional Revolucionario, teniendo como nucleo principal del grupo al sefior Teniente Coronel Eduardo Hernan­dez Chazaro, su Secretario Particular, eomentaba-mos los incidentes ocurndos durante ztuestro viaje por el Sureste.

La bnea, saturada de mar, noa llegaba desde las playas de Progreso dejando eu el ambiente su delicioaa frescura, que reanimaba cuerpo y alma. La memona tornoae agjl, rememorando las boras de turbonada y mareo eu la travesia del Golfo; el deterioro lamentable de nuestro equipaje; las no-

ches panadas en las lentas bareas, por los rios de Tabasco; los grandes amores, a primera vista, del Tio Villegas; nuestros banquetes de carne de chan-go; los hermosos ojos de las mujeres de Ciudad del Carmen; las canciones de Carlos Dario Ojeda; el discurso de Perez Taylor en Palizada, hablando de piratas y sus descendientes. En fin, cada quien ex-ponia su relato, precisaba un detalle, completaba una anecdota o diluia en las aguas claras de la rea-lidad, un granito colorante de buen humor.

En el recio tronco de nuestro fundamental asun-to politico, habian nacido, pues, accesoriamente, nutridas con el exceso de savia, florecillas simpati-cas de agradable e inocente aroma.

i,Por que no conserrar aquellai florecillas, evi-tando que el transcurso del tiempo las marchite? T entonces surgio la idea de que se escribieran y pu-blicaran las impresiones que estan coleccionadas en este volumen.

Nadie dispute a Joaquin Pina el derecho de ha-cer las impresiones; era el periodista de la jira.

Pocos diss despues de nuestro regreso a esta Metropoli, "El National Eerolucionario" comenzd la publicaci6n de las crdnicas de Pina. 8e lea con-cedio el honor de oeupar la primera plana, en la co-lumna del margen donde estai dan prrncipio.

Se trata, por to dicho, de una obra que debe ca-

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talogarse dentro de las actividades penodistieas, que en la vida moderna sobre todo, requieren agili-dad de pensamiento, y no considerarla como un pu-ro afan hterano.

Ademas, cuentan estas impresiones con una la­bor psicologica haciendo siluetas y ob ervaciones que comunican fondo a la publicacion.

El fin propuesto lo ha cumplido Pina, como vie jo conocedor que es de achaques periodisticos, per-petuando con sana joco3idad la p rte anecdotica del paseo tnunfal que el sefior ingeniero Ortiz Ru-bio ha hecho por la Repiibhca, como pr 1 m nar de una funcion electoral que hab de 1 e arlo a la primera Magistratura para bien de Me o.

Mexico, D. F , a 16 de oc ubre de 29.

RAMON V SANTOYO

Noche de Tempest.ad.- Mareo a Bordo.- 51 Coloso.- Esto e s un Encanto.- Empapados y sin Ro-pa, pero Alejjres.

A alegria; esa sana alegria que emana de los \J hombres de bien, agita sus cascabeles en la ji-ra del Candidate popular Ortiz Rubio. En cantos, en alegres bromas, en graciosas manifestaciones de ingenio, la alegria del Ingeniero Ortiz Rubio y del punado de hombres que lo acompanan, estalla y fortalece a los que sienten la fatiga de las grandes caminatas por tierra, de los tediosos viajes por mar, de las jornadas por las carreteras del Sureste, ar-dientes, prenadas de moscos y de tabanos, en tardos caballejos que desafian oon su flacura y con su feal-dad, la legendaria figura del inmortal Rocinante.

Parece requisite indispensable para via jar en estas jiras, ser hombre alegre; tener listo en los la-bios el epigrama o la cancion; sonreir y poner al mal tdempo una cara de pascuas

Ahora que escribimos estos apuntes, lejos de los lugareg donde se desarrollaron los sucesos, to davia resuenan en nuetros oidos las carcajadas que arrancaba a la comitiva el Diputado Santoyo, "Al-mirante de los Mares Quaoajuatenses" ouando, des-bordando su gTacia decia un ohiste o inieiaba una canci6n ranchera; rememoramos al Teniente Coronel Hernandez Chazaro, enfundado en unoa pantalones baloon y en una guayabera de seda cruda, sin som­brero, paseando delgado, alto como un oriental de pe-bcula; remos correr al reporter 'Pleitos" tras de una momta huasteca que lanzaba de tiempo en tiempo agudos chillidos que e&fnaban el alma de su dueno: escuchamos la risa g&na y jovial, alegre del candidate Ortiz Rubio, siempre dispuesto a sonreir, siempre contento y, a la hora en que jugaba ajedrez, apigram&tico, agu do de ingenio, oportuno en sua chutes y en la mi mica de sus stanos que hacian extranoe gara atos sobre las piezas y el tablero. .

Todos esos recuerdos, gratos para los que fui-moi en la jira, suelen desvanacerse ante el terror panico que se apoderd de la mayoria de los miem-bros de la comitiva, la noche tragica —mag triate y mas penosa que la que dieron los guerreros azte-cas a Dos Hernando de Cortes al cruzar por la eal-

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zada de Tacuba, en plena derrota. El nombre de Palazuelos, el simpatico diputado veracruxano 4 quien se enlpo como antor directo y unico responsa-ble de la "noche tragica", quedara en loe labios de todoa los que vivieron aquellas horaa -de angustia; inutil qne diga qne eontratd el Bremen, el Oltmpia y el gemelo del Lusitania, para qne sus amigos fne-ran de Puerto Mexico a Ciudad AJvaro Obreg6n (Frontera). Inutile* todas las explicaciones: por Palaxueloe fuimos aquella noche en el "Ooloso", nn remolcador "muy marinero", segun la opini6n de la gente de aquellas playas, pero mas inquieto que un infeliz presa del mal de San Vito.».

Cuando llegamos a Minatitlan, todavfa habia es-peranzas: exploramoa el horizonte: esperabamoa ver el vapor de tares chimeneas, de mil eamarotes y de cien mil toneladas, surcar las aguas para encon-trarnos; nuestra Uusion, nos hizo esperar largo tiempo, hasta que el Secretario Particular, Hernan­dez Chazaro, hombre aeostumbrado a enfrentarse eon la realidad, dijo alguna palabra fuerte en me-moria de Palazuelos J procedio a buscar nn vapor que nos llevara * Frontera. (Serfa el "XX"? ^Se­n a el "Superior"? iCui l de los dos nos convendria? iOual presentaba mas seguridades?

En esta discuai6a, pr6xima una turiosa turbona-da que azotaria el mar y jugarfa eoa eualquiera em-

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barcacion que nos condujera por encima de los olas fne eontratado el "Coloso", nn remolcador, "muy marinero'', pero. . . "muy marinero"...

La alegria de los miembros de la co­mitiva, no habia terminado: el barquito era como el de la cancidn, "chico", pero con las seguridades del patron, de que era "muy marinero", lo abor-damos.

El candidato Ortiz Rubio, sonreia: parece que estaba en el secreto de lo que nos iba a ocurrir; cierto de marearse, miraba con l&stima a todos aquellos hombres de "tierra flrme" que se lanzaron hacia el barco y que, dando pruebas de ser muy listos, se acostaron sobre cubierta, en el sitio donde el peliculero "Buster Keaton" habia descubierto que se marean menos los hombres.

A las ocho y media de la noche, nos haciamos a la mar.

—"Esto es un encanto"— declar6 solemnemente el Diputado Santoyo.

—Yo puedo asegurar a todos ustedes, mis que-ridos companeros que nadie se mareara. Yo, nnnca me mareo; yo tengo callos de navegar por los mares de Guanajuato...

El Diputado Mendoza Gonzalez ratified las pa-

labras de su paisano Santoyo: —Era verdad: el Diputado Santoyo jamas se

habia mareado cruzando las procelosas agnas de la Presa de la Olla, de Guanajuato...

Muy serio, el "Camera Man", a quien llamamos Buster Keaton por su eztraordinario parecido con el actor de Cine, se habia colocado al pie del palo* mayor, sentado en su camara y echandose el som­brero panama a los ojos, trataba de conciliar el jueno.

—Parece un kono —me dijo, con su erudition universitaria, el simpatico Perez Taylor. Y este orador, el unico hombre que iba a enf rental se con la tempested sin sentir el mal del mareo, se quito el sombrero; se tendio en una silla plegadiza e hizo que las brig as del mar le peinaran la cabellera...

Rudo, enorme, mostrando sus dien-tes de oro en la negrura de la noche, el Teniente Coronel Jose Martinez pasea-ba sobre cubierta. El —decia— tambien habia sido marino. Y, como si reviviera

en el uno de los antiguos piratas que soliaa llegar hasta aquellos mares, poaaba su mirada sobre los hombres tendidos, despreciativo y risueno.. .

Al salir de la bocana, el 'Coloso" se acostd sobre uno de sus flancos: Iuego se inclin6 hacia el lado opuesto; luego hundio la proa en las olas y se le-vanto, todo eztremecido, sobre su popa. . . Y asi

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empezd el baile sobre las olas, un baile furioso. —"Coloso" . y esto se llama "Coloso' ? . . . pe­

ro si es un perro faldero, —exclam6 Duron Gon­zalez.

Una ola subio mas alta que el "Coloso" y azoto sobre cubierta: loa "avorazados" que habian eucon-trado "el me]or lugar", estaban, desde ese momen to, empapados. Otra ola ascendio y volvio a azotar a la pequena comitiva. Y asi mas y mas solas El viento arreciaba; las maderas del ' Coloso" crujian como una caja de fosforos en la mano de un gigan-te y el agua caia a cantaros, del cielo, o subia del mar para banar a los viajeros. .

El Diputado Santoyo fue requendo para que di-rigiera la embarcacion. Contesto gustoso —El era un domador de los mares, el nunca se mareaba.— Y hacia esta afirmacion, cuando, intempestivamen te lo sobrecogio el mal de mar, el mareo terrible. Bamboleandose sobre cubierta, lanzando gntos pa­ra ocultar el mareo, provoco una tempestad de nsas

El Candidato y el General Perez Trevifio, ha­bian desaparecido. Pero el rest* de la tripulacion se mareaba furiosamente. El hipo de los mareados levantaba gntos; se oian protestas de los que aun no se mareaban; unos reclamaban su ropa: petacas

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llenas de trajes domingueros que estaban desde el primer momento empapadas por el agua del mar. . .

El Lie. Enrique Jimenez, que viajaba eu el mis-mo barco, se sintio morir: el mareo lo afecto pro-fundamente y empezaron a sacudirlo violentos ata-ques nerviosos; el Dr. Ariosto Castellanos lo aten-dia. Y como a el, atendia a los mareados, procuran-do volverlos en si, resucitarlos, pues algunos se creian muertos. Los taquigrafos lanzaban gritos de espanto; Dario Ojeda, y tres de los Cuatro Corone-les del Candidate, Ignacio de la Mora, Teodoro Vi-llegas y el Dr. Perez Oil, habian perdido la memo-ria de sus hazanas y se sentian "fragmentos de hombre" presa de las convulsiones de los ma­reados.

Pero, de instante en instante, los chispazos de ingenio salian de aquellos labios. El "Cuate Pleitos" anunciaba la presencia de una ae­rie de embarcaciones a distancia: —Ya se vinie-r o n . . . ya se vinieron.. Alii v ienen. . .— y con aquello despertaba hilaridad en los viajeroa. Gnsta-vo Duron Gonzalez, sostenia su excelente buen hu­mor, desdenando el malestar que lo sobrecogia; Ojeda, solia iniciar una cancion; Vidal Castro no hablaba ya de millones de pesos; Pipitilla, invoca-ba al "Almirante Santoyo" para que detuviera aque-11a tempestad..,

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Empapados, perdida la ropa, sucios, pero con entusiasmo y alegria los de la Comitiva llegamos a Puerto "Alvaro Obregon", Frontera, donde espe-raban al Candidato los de Tabasco, y la muchedum-bre. El candidato descendio de la embarcacion son-nente, haciendo bromas y a su lado el General Perez Trevmo, quien minutos mas tarde pronunciaba un formidable discurso. Y tras de ellos, el Secretario Particular, los Coroneles ayudantes, los taquigrafos y el Ingeniero Duron Gonzalez, el diputado Mendoza Gonzalez Dario. Ojeda, Perez Taylor el Cuate Plie-tos". Y, cantando, el Almirante Santoyo domador de los mares procelosos de Guanajuato

Un chiste probablemente de Hernandez Cha­zaro, durd con exito dehrante por vanos dias; fue este: El doctor Perez Gil, deseoso de dar auxilio a varios enfermos manados olvido su profesion y pusose a gritar: —Un medico, por favor, un medico

Los Cuatro Goronelcs del Can­didato.- El Maravilloso Paisaje de Tabasco.- Perez Trevino, un Gran Orador.

ABASCO tieue un paisaje unico formado eon I los rios, la selva y el cielo. Los rios y las sel-

vas son silenciosos; en los pajaros de plumajes mara-villosos no lanzaran en la atmosfera diafana sus notas claras como la luz y armonia milagrosa; si las ma-quinas de las embarcaciones no rompieran con mur-mullos la tersa superftcie de los rios esmeraldinos: y los tardos cocodrilos no cruzaran, lentos, por los juncos de la orilla; si todo esto no diera senates de una vida formidable, de una naturaleza ardiente y fecunda como ninguna, creenamos que estabamos en un reino paradisiaco...

Interrumpimos esta vision al salir de las alas del aeroplano que nos llevo a Villahermosa, la ciudad que duerme a la margen del Grijalva como una oda-lisca ebria de voluptuosidad y amor.

El rumor de voces de los miembros de la comitiva del Ingeniero Ortiz Ru­bio y de los lideres visitantes, en la vas-ta sala que parecia una colmena, lo do-minaba Tomas Garrido, que iba presen-tando al Ingeniero Ortiz Rubio y a los hombres de Tabasco. En los brazos del lider Garrido, oi estas palabras: —Aqui en Tabasco, no hay reaccionanos: ya todos se fueron.

Aquellas frases eran el alarde del v ncedor. Al­mas apasionadas: hombres de impetuosas pa ones en concordancia con el sol ardiente del tropico; en las venas sangre de los conquistadore , de aquellos recios domadores de pueblos y fund dores de ciu-dades; los tabasqueiios han resuelto su p oblema arrojando fuera de su Estado a los enem gos de la Revolution. El ardimiento de estas almas lo encon-tramos, despues, en las manifestaciones en los gn­tos exaltados de las muchedumbres que aclamaban a Ortiz Rubio; en los negros ojos de las mujeres pahdas, de una pah-dez febril, como si un fuego irresisti­ble las quemara de amor.

Se hablaba del discurso de Frontera de Perez Trevifio: un gran discurso, orientador, fuerte, ener-gico, Ueno de ideas Con Gustavo Duron conversa-mos de la rapidez con que el Presidente del Parti-

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do National Eevolucionario ha logrado convertirse en un gran orador. El discurso de Perez Trevifio, fijaba orientaciones nuevas de los revolucionarios. decia de los medios para solucionar situaciones has-ta ahora no resueltas

El diputado Santos discutia de su proximo via-je. Melchor Ortega habia de los preparativos para la jira por Michoacan, la patria chica del candida­to. Los dos hderes con su dinamismo, sacaban de aquel grupo de hombres cansados, abatidos por la fatiga, por el calor y por el recuerdo del viaje en 'El Coloso", exclamaciones de entusiasmo.

En la acogedora hospitalidad de Tomas Garri­do Canabal y de Ausencio Cruz, que suspendia sus funciones de gobernador para saludar a sus cole-gas los revolucionarios que visitaban Tabasco, nos sentiamos como en nuestra casa. Y alii vimos pasar,

en versos de gracia flexible y armonio-sos, las figriras de cuatro miembros de la jira, "Los Caatro Coroneles del Can­didato '. Circulabau esos versos que nos pintan al 'Coronel Blanco", el Dr. Pe­

rez Gil, anstocrata como un dandy; al ' coronel ro-jo", el simpatico Ignacio de la Mora, luchador en revoluciones y en partidos pohticos, agil y despier-to siempre en la vigilancia de la persona del candi­dato national; el "coronel negro", llamado tambien

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"Tio", el diputado jarocbo Teodoro Villegas, que, como los marinos "experimentados", dejaba un amor en cada puerto, unos ojos llorosos ,de turca, de tabasquena, de veracruzana, de yucateca. . y siempre encontraba al atracar el barco o al dete-nerse el tren, dos brazos que se alzaban de la mu-chedumbre, Uamandolo... Y al "coronel verde", el inteligente Secretario Particular del candidato, Eduardo Hernandez Chazaro, con su coleccion in-acabable de cuentos alvaradenos, con sus chistes agudos, con su formidable dinamismo para traba-jar, para la organization de la jira, pensando en atender los pequefios y los gandes problemas de la comitiva...

iQuien fue el autor de esos versos? iQuien puso un barnl de sal en esos renglones que pwtan a los "Cuatro Co-roneles del Candidato", con mano m es-tra?

En la gran sala donde charlabamos con Tomas Garrido, oimos "Los Cuatro Coroneles de Candi­dates". Dicen asi:

Cuatro coroneles tenia el candidato; un coronel bianco, un coronel rojo y un coronel negro, y un coronel verde.

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El "coronel bianco" nunca fue a la guerre; empinaba el codo cuando los banquetes; hacia los bautizos y arreglaba bodas; usaba vestidos de factura extrana; cruzaban su pecho los escapularios y bajo su frente que escaso pelamen semi-ennoblecia, sus limpidos ojos, saliva de sastre, brillaban, mos-trando los fleros colores de un avorazante.

El "coronel rojo", siempre fue a la guerra, con sus mil rebeldes o llevando antorchas cuando los saqueos, con ellas pasaba cual vision de flebre, un pedazo de oro, medio carcomido le cubria los

dientes; un panuelo flotante de purpura al cuello cenfa con dos alflleres y el punal ostentaba en el pufio coagulo de sangre reluciente.

El "coronel negro", para las tristezas, los duelos y las capillas ardientes; para gemir junto a los camerinos y a las hondas criptas de los cabarets descender solemne,

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p esid endo mudas fllas d t ompetos tras los ataudes de la barba

Cuando el c ndidato d jaba su casa a furto de to os r celoso y grave, cuando por las ta des en el automovil por los vericuetos de Teno htitlan murmuraba recio, ajos y cebollas, cuando en el reposo de las bancas toscas bordaba proyectos sobre el porvemr, mientras la tediosa Cauda de los meses pasaba arrastrando sus mayos fl ridos sus julios quemantes, sus gnses d ciembres, cuando en el sueno sumergia su alma silencioso y flaco lo guardaba siempre con la mano puesta sobre el hueso ihaco el "coronel verde".

El "coronel verde' llevaba en su pecho vivo cocelete color de cantanda; veia al cand dato con ojos de rana y pensaba solo en las embestidas de los enemigos de los asp rantes y los idea istas", los poetas misticos y mordelones contra su reducto de buen secretano, tremula esmeralda lucia en su dedo, menos que sus crueles miradas de 6palo, henchidas de arcanos

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y sabiduria, como de serpiente V desde que el orto que destellos lanza

hasta que en ocaso toda luz se pierde, quizas como un simbolo, como una garrocha, flaco, largo y chueco, marcha por delante de los coroneles y del candidato al "coronel verde"

El pandidato, que habia escuchado la recitation de estos versos, sonreia maliciosamente. La alegria se desbordaba en aquella sala llena de luz, de calor, de hombres entusiastas. For las calles pasaban, en grupos, los manifestantes vitoreando a Ortiz Ru­bio, a Perez Trevifio, a Garrido a Ausencio Cruz. Y toda Villahermosa parecia estremecerse, en el atar-decer, recostada en el brazo de su amado, el Gri-jalva, languida de amores. . .

Garrido Rememora a los Con-quistadores.- Accidn.- Una Si-lotta del Gomandante de Arti-Herla de Pelipe Angeles.-

T ABASCO, la tierra maravillosa de los nos, acogid al ingeniero Ortiz Rubio y a los miem-

bros de su comitiva, con una aclamacidn entusias-ta. El Senador Tomas Garrido Canabal, el hombre' mas fuerte de la region, el idolo de las multitudes socialistas del Sureste, dijo estas palabras al can­didato nacional: —Esti usted en su casa. Como el General Obregon vivid aqui, sin guardias, sin re-celo, como en su casa asi esta usted aqui, entre sus amigos, entre hombres que ponen toda su alma y todas sus fuerzas en una causa.

Cuando decia esto el Senador Garri do, Gustavo Durdn Gonzalez me hacia notar que en los rasgos fisondmicos del lider del Sureste habia los mismos tra-zos fuertes de las siluetas de los conquistadores de estas tierras. Durdn hacia gala de su erudition en

historia de la Conquista. De alii en adelante habia de ilustrar a los legos en esta materia, de la expe­dition de don Juan de Grijalva del viaje de Cortes, de las expediciones tremendas de la pirateria por los rios de Tabasco y por las costas verdes y mila-grosas de Campeche y Yucatan.

Un dia mas tarde, en Villahermosa, en el vasto salon donde pasamos largas horas, empezamos a observar al antiguo comandante de artilleria de la division del General Felipe Angeles en el ejercito de Francisco Villa.

Duron era uno de los nucleos en la comitiva del Ing. Ortiz Rubio. Presentaba dos aspectos totalmen-te distintos: uno, reviviendo al soldado revolucio-nario, locuaz, bromista, casi rudo, buen companero decidor y alegre. El otro, al hombre de estudio, re-posado, tranquilo y pensador. Estos dos aspectos lo hicieron profundamente simpatico para todos los miembros de la comitiva, y, sin duda alguna, lo acercaban mas al ingeniero Ortiz Rubio, quien, tra-tando por igual, con campechana simpatia a todos, demostraba de tiempo en tiempo predilecciones pa­ra su Secretario Particular, el teniente Coronel Hernandez Chazaro y para Gustavo Duron.

Enfermo, ocultaba su malestar a los ojos de to­dos : reia y charlaba con sus camaradas; alentaba a

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loa que moatraban mas cansancio; acudia en ayuda de todos, se presentba con nn caracter en concor-dancia con la camaraderia que se adquiere en lar-gas jornadas. Sin duda aprendid esto en su epoca de soldado, cuando, formando parte de las fuerzas revolucionanas que derrocaron la dictadura, al igual que Perez Trevino que Prieto y tantos otros estudiantes que abandonaron las aulas para empu-fiar el rifle, puso su alma de civilizado como un bal-samo en las crueutas heridas que abria el feroz Pancho Villa y su falange semibarbara.

En las horas de descanso, Gustavo Duron se entregaba al estudio. El pe-dia datos a los gobernantes y a los in-dustriales, sobre las vias de comunica-cion, sobre las necesidades de los pueblos trazaba "sketchs" de caminos; proyectaba, en apuntes ra-pidos las obras que podrian emprenderse para ali-viar el gravisimo problema de las comunicaciones maritimas. Y esto lo hacia, probablemente con un in teres seme j ante al que ponia el candidato Ortiz Rubio, quien deseaba enterarse de todos los proble-mas de las regiones que recorna, que escuchaba de-tenidamente todas las quejas, todas las suplicas y los anhelos de los pueblos.

Gustavo Duron, despues de la jira, podria res-ponder, en cualquier momento, con datos, sobre las

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Gustavo Duron en la jira del ingeniero Ortiz Bubio, es uno de los hombres que mas ban observado al candidato En el transcurso de estos apuntes, dire-mo algunas de sus observaciones. Y esta, muy ati-nada:

—Ortiz Bubio es, en lo personal, la antitesis de algunos hombres de Gobierno: lo vamos conociendo cuando se maniflesta ante el pueblo, tal como es: su popularidad sera tan grande como la de Madero.

El "Almirante" Santoyo y su Eterna Alegria.- Sus Golegas Pipit ilia y el Terrible Leon - "El Patin".

OS dio un banquete, en su residencia de Vi-I l llahermosa, el Gobernador Ausencio C. Cruz. El candidato Ortiz Rubio, el Presidente del Parti-do, General Manuel Perez Trevifio, el hder Tomas Garrido Canabal, el Secretario Particular, Eduardo Hernandez Chazaro, diputados Gonzado N. Santos, Melchor Ortega, Ramon P. Santoyo, Alejandro Ce-risola, Octavio Mendoza Gonzalez, ingeniero Dur6n Gonzalez, Carlos Dario Ojeda, el inge­niero Angel Posadas, "doble de Luis Leon", E. Canabal Ynurreta, los "cua tro Coroneles del candidato", el diputado Nacho de la Mora, el Dr. Perez Gil y Or­tiz, el diputado Villegas, Jesus Penaloza. . y cies personas mas, rodeamos la mesa del Gobernador Cruz. Veiamos, frente a nosotros, la oara alegre de Panchito Trujillo Gurria, diputado tabasquefio, co-

lorado como una manzana; a Tito Hernandez, pro-fesor y diputado, con los ojillos vivisimos brillando-le en el rostro; la cabeza blanca del diputado Ma­nuel Garrido, oflciante predilecto en los jardines de Afrodita; al diputado Guadalupe Aguilera que de-partia con el diputado Hernandez Manero, con su cara de manzana de California; al orador Perez Tay­lor; mas rubio y mas encendido que una tuna en fior,; y el Senador Homero Margalli, que pedia, en tono de suplica, que le sirvieran peje-lagarto, —un extrano marisco que da singulares facultades.. .

—"Este diputado de la cara redonda, de los ojos negTos, de rapida movilidad en el rostro; que canta, que Tie, que dice discursos; que va de un lado a otro, moviendose en uno de sus piea y arrastrando el otro como una bola de eadena de presidiario; ese diputado que esta colocado al lado de su colega Pi-pitilla, que marcha siempre a su lado; ese es, amigo, el que se llamo ''Almirante" en "XI Coloso", el pri-mero en marearse y el unico en resistir el mal tiem­po con su buen humor con su gracioso decir."

Poniamos en conocimiento de un vecino de mesa esta noticia, porque hasta el habia llegado la de que el Diputado Santoyo habia batido el reoord de la alegria en la jira.

Nosotroe oonociamoe hacia tiempo al diputado Santoyo. En la jira del General Obregdn, por Gua-

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najuato, nos lo presentaron como colega en el pe-riodismo. "Es de San Luis de la Paz —nos habia dicho el inteligentisimo Federico Medrano—; sa-bihondo, muy alegre, desde que era escolapio; y, por mal nombre, "El Patin. ."

El diputado Santoyo parecia poseer el secreto de la alegria. La comunicaba a los que la rodeaban; y sus ironias, que no herian profundamente a na-die, ironias de hombre bien nacido y culto, desperta-ron en varias ocasiones a los que dornuamos en las barcazas, cruzando los rios sagrados de Tabasco. En palizada, cuando saltamos de la barcaza para oir una vez mas las aclamaciones de las muchedum-bres en honor de Ortiz Rubio: en Laguna del Car­men; en Merida, en las ruinas de Uxmal y de Cbi-chen-Itza; en los hoteles, en todas partes, Santoyo era el "mas alegre de la jira".

Movido por un amor a la belleza que lo hace aparecer ante nuestros ojos como un poeta, Santo­yo nos hizo el elogio de Ciudad del Carmen ciudad de palmeras, de casas con techo de tejas de Marsella, rojas, para recortarse en los cielos de celajes uni­ces. .

"Yo amo la belleza —me declaraba un dia, cuando regresabamos del banquete que nos ofrecio el Oobernador Cruz que es un fervoroso revolutiona­r y que tiene contaminada el alma en los frenesis

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del alms de los tabasquemos; —yo soy un adorador de la belleza, de la amis tad, del arte, de las muje-r e s . . . asi sean apinonadas, blancas, morenas, ru-b ias . . . pero prefiero las rubias. . ."

Burlandose con gracia de su cojera, al igual que lo hacia Cirano de su nariz, el abogado y represen-tante de Guanajuato, sabia recomendarme, con to-no discrete: "No olvide, si algun dia hace la silueta de los de la jira, decir que a mi, desde hace muchos afios, me dicen "El Patin".

Observador profundo de lo que lo rodea, pues a traves de sus bromas, con rapidez observa y juzga a los hombres, el diputado Santoyo logro imitar, de modo perfecto, a todos los oradores de la jira: decia fragmentos de los discnrsos del diputado Ce-risola: apresuraba las f rases y se detenia al final de ellas, produciendo pequenos chasquidos, como fa-

llas de Ford antiguo. Imitaba eon gra-cejo singular a Peres Taylor, afinando la voz, dando la entonacion melodica que el orador oficial pone en sus pala-bras; y asi, decia: "Conoceis la parabo­

la de la nube y de la fior?... Escuchadla..." Ahue-cando la voz, solia imitar al diputado Leon (Anto­nio), un muchacho impetuoso, brusco, violento y bondadoso. Para rememorar las arengas de Perez Trevino, alzaba el touo de la vox y repetia las pri-

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meras palabras de uno de los famosos discarsos del orador; y lo hacia tan bien, que no podia creerse que era la voz del Presidente del Partido.

A solicitud de los miembros de la comitiva, el diputado Santoyo repetia aquellos discursos, pro-vocando la hilaridad de todos sus oyentes. Pero un dia, requerido por Duron Gonzalez y por nosotros, tambien imito el tono grave que emplea el Can­didato en sus discursos. Y, con una rara habilidad. al misnio tiempo critico el estilo del candidato.

En el puerto de Progreso, sobre la barda del malecon que detiene el oleaje del mar, en la noche, ante un auditorio numerosisimo, hicimos que el di­putado Santoyo repitiera sus imitaciones Y eBta-ban presentes el candidato Ortiz Eubio. el General Perez Trevifio, el diputado Cerisola, el diputado Leon, el orador Perez Taylor Nadie r o mas que ellos, cuando se oyeron tan graciosamente imitados por el diputado guanajuatense.

Amigo de Antonio Leon y amigo y pa «ano de Mendoza Gonzalez, formaron estos tres muchachos, en la jira, un triangulo. A veces "los rugidos de leon" de Leon, los acallaba Santoyo; y Pipitilla que ha­bia sido Gobernador de Guanajuato co­mo lo habia sido Santoyo, parecia que se habia echa-do a cuestas la tarea de arrebatar a la selva para

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liempre, al bondadoso leon chiapaneco... iFue el diputado Santoyo, fue Dario Ojeda, o

fue Gustavo Duron el inventor de las polainas de papel contra los moscos? <,0 bien, fue Leon? No lo supimos entonces; pero en las noches de via-je, sobre las cubiertas de los barcos, a gritos, pediamos un periodico para meterlo entre el pan-talon y los zapatos y poner asi una coraza infran-queable a los moscos. Y cuando los tumbos del mar nos despertaban, y volvia a nuestra mente el re-cuerdo de los piquetes de los terribles animalitos, pensabamos en levantar en el Faseo de la Beforma, al igual que a tantos heroes, una estatua para el descnbridor de aquellas prodigiosan corazas. 4 A quie? j,Al inquieto Leon? 4AI pulcro Pipit ilia? 4A Gustavo Duron?. . . No, al diputado Santoyo.

Que fue el inventor de esas defensas, lo afirma-mos el dia que, al regreso de la jira, en la Camara de Diputados, nos encontramOs al diputado Santoyo, enfermo de paludismo. "Pero companero —le dijo alguien— &como se dejo?

—; Que quiere, amigo, fue un mosco vasconce-l i s t * . . . !

El Arribo de Luis Leon en Ae-roplano.- LosPaisajesdcldSel-va.- donuta nos did de Comer, Ghangos en Escabeche.

G UANDO Luis L. Leon descendid del mono-piano Fairchild en el campo que hay entre

el rio y la ciudad, en Villahermosa. los seis mil hombres de a caballo que formaban en la manifes­tation ortizrubista se arremohnaron y dispersa-ron . . . "Nos espantd la caballena" —me dijo el Go­bernador Cruz, doliendose de que el orden perfec-to en que desfilaban aquellos hombres, se interrum-piera con la presencia del "pajaro milagToso". Las muchedumbres se precipitaron hacia el avion, para admirarlo: jamas habian vis-to sus ojos una ave tan poderosa; nun-ca, amigos de las aguilas que cruzan con tardo vuelo sobre la selva, se ha­bian detenido en la contemplacidn del gigantesco aeroplano.

Luis Leon, el hombre del Norte, el muchacho

encendido en anhelos revolucionarios, en ansias de libertad; el vigoroso orador revolucionario, dijo, minutos despues, uno de sus mas grandes discursos en pro de la Revolution. Traia un mensaje de los hombres de Chihuahua, de las tierras que recorren los tarahumaras; de la zona donde todo es hostil al hombre, donde la sequia y el calor queman los campos y donde la naturaleza es tacana, —a estos hombres de la regidn cruzada por vastos rios, de tierras prodigiosan, donde las semillas caen y esta-llan en brotes. . . El mismo corazon de los revolu­cionarios del Norte era el de los tabasquenos: a unos y a otros los habia ardido la misma ansia de redencion; a nnos y a otros los animaba, en la pre-sen lucha, el anhelo de reunir a la f amilia revolucio-naria para sostener los triunfos conquistados, para seguir luchando, para veneer una vez mas y siempre.

El orador fue aclamado delirantemente: habla-ba con la fogosidad de los hijos de aquellas tierras calidas; tenia el verbo encendido de los luchadores que dieron su sangre en la penosa lucha y sus ad-moniciones a los reactionaries, sus cantos de jubilo al ideal revolucionario, se alzaban en la atmosfera sonora de vitores a los lideres revolucionarios, a Calles, a Ortiz Rubio, a Perez Trevino.

Leon fue, en las 24 horas que vivid en Tabasco, amado por el pueblo; esa fraternal camaraderia

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que existe entre los hombres que luchan bajo las mismas banderas, habia entre los tabasquenos y el fogoso orador.

Cuando el aeroplano que lo habia lie/ado, con Fihberto Gomez y con Manuel Riva Pilacio, volvio ascender sobre los rios y sobre la dulce Villahermosa, Perez Trevino nos dio la noticia de que Leon volveria a unirse, en la jira por el Norte. Esa noche sali-mos para Jonuta, la tierra de la pirami-de que se alza banada en Ieyendas milenarias a la margen del rio y sobre el corazon de la selva. Volvi-mos a sentir el encanto de los viajes sobre los rios, durmiendo a la luz de las estrellas, sin moscos y atormentados por los gritos del reporter Pleitos . .

Garrido nos acompanaba en esta parte de la ji­ra, al igual que Ausencio Cruz. Los dos lideres con-vivian con nosotros y aparecian al lado del Candi­dato del Partido Nacional Revolucionario, en el pequeno zocalo de la placita de Jonuta donde el pueblo tnbutaba su homenaje a Ortiz Rubio. En el banquete, un manjar extrano nos sorprendia con su suavidad y su dulzura. j,era carne de gallina? &era pescado? . El Senador Margalli que chorreaba de sudor y alegria, pues no lo veiamos sino en mangas de camisa, abrazando ahijados y sobrinas —nos aseguro que el manjar era "gallina en escabeche".

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Y al terminar la comida, fue a mostrarnos, riendo ante nuestro espanto los esqueletos de los chan-guitos que habian sacriflcado para el banquete. Fa-rodiando a Tolstoy, nos dijo el "doble" de Luis L. Leon, el ingeniero Posadas: —;Que mas da: alia, en nuestra tierra, comemos chivos!

El motor de la canoa siguio su marcha y desem-barcamos al pie de la piramide que ha visto pasar, por siglos, furiosas o mansas, rugientes o cantari-nas, las aguas del rio. En la piramide, de arista! perfectamente recortadas; formada con ollas que Servian, cada una, como sepulcro de los antiguos moradores de aquella zona, Garrido extendio su mano, senalando a los cuatro puntos del horizonte. Y repitio sus palabras de luchador: —nosotros ven-cimos a la reaction; la Revolution, ha triunfado.

Y alii oimos, vigorosa, ardiente, cali-da, la ultima salutation al candidato Ortiz Rubio; el ultimo grito de los ta-basquenos, vitoreando al Partido Natio­nal Revolucionario.

Trepidaba la canoa sobre las aguas del rio y a las orillas iba desarrollandose un espectaculo ja­mas sonado por nuestros ojos sedientos de maravi-11a: grupos de arboles de mango, de un verde pro-fundo, se recortaban en el suave claro de la selva: las copas altisimas de los arboles subian al cielo, y

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cargadas de frutos, se reproducian en las aguas, quedando entre dos cielos.. .

En Palizada nos acogieron con carino y . . . con cohetes. Las banderolas, los trajes claros de las da-mitas, los gritos de salutation al candidato Ortiz Bubio y al Partido National, los veiamos y los oia-mos tras de una cortina de humaredas estento-reas . . . Desesperado por la monotonia de las con-versaciones del Ayudante del Presidente del Par­tido National Bevolucionario, un muchacho, Glafi-ro, que hablaba de chivos y vetennanos y de vete-rinarios y chivos, Pipitilla, de un ingenio sutil, le hizo esta cuarteta:

Lengua de vampiro, sesos de canario, tiene Glafiro, el veterinario.

Eneontro el ingeniero Ortiz Bubio en Palizada, a un amigo excelente: el senor Perez Abreu Y con el a los moradores de toda la region. Volvio Perez Taylor, aprovechando la presencia de hndas ortiz-rubistas, a lanzar su parabola de la Nube y de la Flor Pero esa vez la adorno con datos historicos: alii, en Palizada, los feroces piratas que asolaron la costa de Campeche y Yucatan, se refugiaban; les era grato Palizada, lugar de descanso entre Yucatan y Tabasco. El hbro de erudici6n de Perez Tay-

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lor, se deshojd alii nna vez mas y volvieron a sonar en nuestros oidos los nombres de los feroces Loren-cillo y William Ryan . . .

Ducho en historia, Perez Taylor nsaba el proce-dimiento de decirle3 a los habitantes de cada lugar que tocaba la Comitiva, algun hecho saliente del pa-sado: hablaba de los fundadores de aquellas tierras con el mismo delicado estilo que lo hacia de los in-cas, de los mayas, de Luis Morones, de Hernan Cor­tes y de don Benito Juarez. T asi deleitaba el sim-patico companero a sus oyentes; o bien, cuando el medio era propicio, lanzaba anatemas contra los lideres corrompidos, a los que presentaba como nna especie de sapo marino: todo vientre, de la boca a los p ies . . .

Por dos horas dimos vuelta a la plaza, fragante de perfume, llena de mujeres, fresca. Carlos Dario Ojeda habia preesntado unas amigas al ingeniero Posada, quien a su vez las presento a Carlos Dario. Los taquigrafos, —menos el adusto Penaloza—pa-seaban con las damitas, como si fueran sua antiguas amigas. En un rincdn de la plaza, "El Tio", diputa­do Villegas, pensaba que solo alii so tenia labios en flor que lo besaran. De tiempo en tiemo, el rugido de Leon (Antonio), hacia correr a las paseantes; pero se reponian cuando el Almirante y Pipitilla, cos dulces reconvenciones, "le jalaban la cadena".

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Vimos alii, por primera vez, cl baile regional el za-pateado, que implantaron cn el Sureste, hace si-glos, los conquistadores...

El ingeniero Ortiz Rubio seguia intenogando sobre las necesidades de la region, preguntaba a los doctos y a los lletrados; ahondaba sus conocinuen-tos en los problemas de aquellas tie ras. Al igual que i\, conversaba el Geneial Perez Trevino con los miembros de las agrupacione3 del Nac onal Revo­lucionario; seguia desarrollando la in en a propa­ganda de las ideas contenidas en la Plat if01 ma del Partido, apretando las fllas de la agrupacion, uniendo a los elementos revolucionari a..

Iba con nosotros el diputado Carlos Real, un muchachon enorme a quien Canr pillo, que no perdonaba detalle jocoso habia apodado "Tito". Cuando inte ro-gamos al Senador veracruzano el porque de aquel apodo, nos dijo: "Es el diminutivo de ele-f antito "

Cuando abandonamos Palizada, va noche lin-das danutas recortaban sus siluetas claras en la margen del no. Y Carlos Dario Ojeda, acompana-do por un arabe que vende en abonos y toca admi-rablemente la guitarra, cantaba:

"Yo como "creido' me equivoque, querida ami-g a . . . "

La Bella Giudad del Carmen -La Inquietud de "Pleitos".- El Mar Verde de Gampeche.- La 0r$anizaci6n del P. IN. R.

N OS encontrd la aurora entrando a las aguas de Laguna de Terminos, a la vista la Isla del

Carmen, la bellisima isla de lot cocoteros. La muche-dumbre, envuelta en abrigos de caUe y recostada en sillas plegadizas, se desperezd ante el espectaculo maravilloso de la mas bella, de la mas hermosa de las auroras. Al salir de la desembocadura del rio Palizada, llegamos al mar en calma: como nna ez-meralda prodigiosa, de un verde obscuro, se alza-ba la isla en mi tad del oceano, de las aguas marinas de un color gris claro. Y nubes obscuras, solo ilu-minadas en los extremos superior es por una linea de oro radiante, se alzaban de las aguas hacia el cielo, sin dejar asomar el sol sino en BUS irradiacio-nes en la altura, donde la bdveda clara de azul pu-risimo, tenia un delicado jardin de estrellas de ful-gores desvanecidos.

Absortos en el espectaculo, llegamos haata el muelle de Ciudad del Carmen y alii atraco la canoa, e ntanto que estallaban millares de cohetes. LOB ar-cos triunfales de Tabasco se convertian abora en arcos de juncos floridos; pero volvian a aparecer las mujeres hermosas, con sus ofrendas florales al Candidato Nacional, con sus ojos de un verde ma-rino, menos palidas que las tabasquenas, mas dulces. . .

Ciudad del Carmen acogia al candidato Ortiz Rubio con el mismo afecto que habian de recibirlo en todo el Sureste. Los oradores regionales decian de su entusiasmo por la presencia del candidato; y expresaban sus esperanzas por la solucion de pro-blemas, de los tremendos problemas que agobian aquellas regiones distantes.

En un banquete que se of recid al candidato y al Presidente del Partido, vimos Uegar el avion que hace el servicio regular entre Tejeria, Minatitlan, Villahermosa, Laguna del Carmen, Campeche y Merida. El entusiasmo de los carmelitanos por esa via de comunicacion, dice de BU aislamiento, de la pobreza en que han ido cayendo, poco a poco, por en tanto que estallaban millares de cohetes. Los ar-de negocios se reunen para ver la llegada del avion, ansiosos de saber noticias del resto del pais. Y es­tas quejas de la falta de comunicacion, del aisla-

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miento en que se encuentran los habitantes del Su­reste, las escuchamos despues, en una residencia, cuando uno de los representatives del lugar, ha-blaba de la decadencia de Ciudad del Carmen, por su falta de barcos.

Aislada y magniftca, toda ella de huertas de co-coteros gigantescos; con sus viejos edificios, con sus calles preciosas; Ciudad del Carmen nos fue mostrada en la tarde. Habiamos ido lejos de la po-blacion a ver torear al diputado Cerisola. Otros de la comitiva, Nacho de la Mora y Juanito Ortiz, nos habian asegurado que ellos revivirian en la magni-fica sombra de las gigantescas guayas, las hazanas que habian hecho como aficionados a la fiesta bra-va. Pero el toro no tuvo oportunidd de que el "doc­tor Cerisola le "recetara" ni un capotazo y menos una estocada; y los otros valientes, se contentaron con admirar la bravura de la pequefia res.

Al pardear la tarde, el agua empezo a caer a grandes gotas primero y luego a gruesos chorros!-llovia tan copiosamente que abrigamos el temor de que se inundara el hotel. Y ya noche, a la hora de la partida, fuimos a las barcazas que nos esperaban para hacer la travesia, en el mar. Eran dos las bar-cas: una la "Joseflna" y otra, la "Amada Diaz". Aquellas dos cascaras de nuez, negruzcas, mal olientes, sin camarotes, apenas cubiertas con una

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lona vieja, albergaroa a las cincuenta personas que formabamos en la comitiva del candidato y a este que tom6 su sitio en una de ellas; y en la nochtl profunda, dentro de la turbonada que movia las olas furiosamente, emprendimos el viaje a Campe-che. Cada tumbo de ola nos movia de los lugaies que habiamos encontrado en la cubierta de la bar-caza: cuando el aire azotaba la lona, caia el agua sobre nuestros cuerpos ateridos de frio y de 'can-sancio. . Y toda la noche mmos los gntos del in-quieto reporter "Plietos."

—Mi cuate, hagase para alia, por favor . . Oja-la nos trague el mar para que no me este moles-tando. . .

Temprano, cuando el sol empezo a alzarse en un horizonte purisimo y fnlgurante de nubes de oro, vimos las aguas verdes de la costa de Campeche: la esmeralda hquida era tan clara que dejaba ver el fondo, Heno de vegetation verdosa y de peces de ex-tranas formas. Y, en el confin de las aguas, los cas-tillos que levantaron los fundadores de estas tie­rras para defenderse de los piratas; vetustos y pe-sados, mostrando sus formidables torreones, sus muros gruesos y sus almenas...

En el puerto, nos esperaban grandes grupos de mamfestantes oon estandartes, banderolas y cohe­tes. Era medio dia cuando entramos a la vieja ciu-

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dad espanola, triste como la vieron los hombres de la Colonia...

En uno de los balcones del hotel principal de Campeche, el Presidente del Partido dijo uno de sus discursoB sensacionales. Perez Taylor volvio a dar citas historical; el Candidato a ofrecer al pue­blo, en palabras sinceras y convincentes, que desa-rrollaria todo sn esfuerzo si llegaba a la presiden-cia de la Eepublica, para aliviar el aislamiento de los campechanos del Centro de Mexico.

Las multitudes escucharon aquellos discursos y los aplaudieron con entusiasmo. La labor de orga­nization del Partido se notaba en aquellas manifes-tacior.es de las masas para la agrupacion que reune a todos los revolucionarios en un anhelo de me-joria.

Al dia siguiente, antes de que saiiera el sol, es-tabamos instalados en los carros de los Ferroca-rriles Unidos de Yucatan. Los campechanos nos daban carinosa despedida con sus bandas de miisica y sus cohetes.

La locomotora nos llevo por sobre el suelo ca-lizo, aspero y sin montanas, de la peninsula yuca-teca.

GdmoTrabaja la Secretaria Par ticular - La Actividad de Her­nandez Chazaro.- Discursos y Notas al Pais.

G OMO un enjambre de abejas laboriosas, co­mo un pequeno e inteligente Es^ado Mayor

de un gran ejercito que libra uan bat a en extensa zona, la Secretaria Particular trabaj . I eligenCia labor, esfuerzo, orgamzacion; todas 1 s cu l.dades maximas de un grupo que ejecuia una mision per fecta y matematicamente, todas esas cualidades y otras muchas, tiene la Secretaria Particular.

Jefe de ese Departamento, es el ten ente coro nel Eduardo Hernandez Chazaro

Al llegar a una poblacion, en tanto que el can­didato pronuncia su discurso y las acla maciones populares hienden los aires co­mo glonosas fanfarrias, saludando al hombre que representa la esperanza de todo un pueblo, el temente coronel Her­nandez Chazaro se instala; ordena a sus taquigra-

fos, distribuye el trabajo; atiende a las comisiones de reception; responde, en nombre del Candidato, las demandas qne le hacen las comisiones; senala su lugar a los Jefes de la Escolta y del Estado Mayor . . . .

La figura delgada, nerviosa, eternamente movil-inquieta, del Secreatrio Particular, semeja una es-pada en la mano de un gran tirador; se agita, va de un lado a otro, se dirige recto hacia determinado objetivo, regresa rapido para ponerse en guardia; y es frecuente que salten de sus determinaciones, de sus ordenes, de sus mandatos, chispazos de in-genio.

Educado en la milicia; con larga practica en el Estado Mayor Presidential, Hernandez Chazaro desempena su labor de Secretario Particular, cos perfecci6n.

Dependen de la Secretaria Particular, el Depar-tamento de Taquigrafos, el Estado Mayor y la Es­colta. Directamente a las ordenes del teniente co­ronel Hernandez Chazaro, estan los jefes de esos departamentos.

El Secretario Particular los excita con el ejem-plo para que ellos, a su vez, desarrollen su labor en el personal que tienen a sus ordenes.

Laboriosos, infatigables son los taquigrafos que manda directamente el senor Jesus Penaloza, que

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es un trabajador incansable: senores Jose A. Ro-que, Gregorio Martinez, Miguel Martinez, Carlos Penaloza Gama y Carlos R. Bolanos.

Las horas de oficina no estan marcadas en nin-gun horario; se trabaja todo el dia, a veces toda la noche: en la jira, en todas las ciudades y pueblos y en el camino; en Mexico, en las oficinas que tie-ne la Secretaria Particular en la casa del Candi­dato.

La correspondencia que se recibe diariamente, pasa de dos centenares de cartas, e igual cantidad, aproximadamente, de telegramas Y estos y aque-11a suelen entranar asuntos de suraa importancia: hay que resolver problemas de inter es general; di-ferencias entre mayorias y minorias; conflictos po-liticos; mil asuntos que tienen antecedentes, que requieren estudio, que necesitan urgente resolu­tion. Llega al acuerdo con el ingeniero Ortiz Rubio, la cartera repleta, el Secretario Particular. Su co-nocimiento de la campana, sus datos sobre los asun­tos importantes y su clara memoria, le permiten formular la respuesta justa, la contestacion ade-cuada Esto, a no dudarlo, signinca una gran labor, un conocimiento completo de millares de asuntos.

La vigilancia sobre los hombres de la escolta; el despacho de la correspondencia; el cuidado para atender los conflictos de escasa importancia que

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surgen en el grupo que rodea al ingeniero Ortiz Bu­bio, la tiene bajo su responsabilidad el Secretario Particular. Para cumplir estas atenciones, emplea procedimientos ejecutivos, inteligentes, rapidos. Estallan los pequefios conflictos 7 en un minuto los solutions.

La atencion a las noticias informativas que se transmiten por telegrama, la tiene bajo su cuidado el Secretario Particular. El periodista Torres Es­trada recoge datos y se anaden a los que la Secre­taria Particular tiene; se envian los discursos mas importantes; se mueve el pequeno grupo de foto-grafos, para atender a la information graftca; se obsequian las demandas de los corresponsales de los grandes diarios y de los peri6dicos de provin-cias. Asi, el Secretario Particular da a los lectores de toda la Bepublica un serricio esplendido de la jira del candidato national.

Suelen ocurrir problemas de alguna importan­cia y siempre muchos de poca monta, pero que ocupan tiempo, entre los politicos que se ban reuni-do a la Comitiva adel candidato national. Entonces el Secretario Particular interviene: hasta a esos ele-mentos lleva su influencia contiliadora. Y rapida-m.n'e, se allana toda diflcultad.

Mover nn grupo mill tar, fortaletido en la ense-nanza de la guerra por la disciplina; ordenar a

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hombres acostumbrados a obedecer; someter volun­taries que desde el primer momento se han doble-gado ante el superior; eso es cosa bien facil; pero manejar grupo de hombres que desconocen la dis-ciplina, que por su caracter de politicos se conside-ran a igual o superior altura que el que los trata de mandar; hacer que se disciplinen individuos que jamas supieron obedecer, eso si es admirable. Y tal cosa logra a diario, en esta jira, el Secretario Par­ticular, el teniente coronel Hernandez Chazaro. Esa labor, la realiza con su dinamismo, con su agil ingenio, con inteligencia.

Por eso deciamos, al principio de este articulo, que este hombre delgado como una hoja de acero, semejase a una espada movida por mano nerviosa y habil. Y loabamos su actividad y sus admirables dotes de organizador.

Una Actitud Valerosa del Can­didato.- Heroes a 400 Pesos.-Los Oradores y La Muchedum-bre, con una Sola Alma.

T EEMINADA la manifestation ortizrubista de Tampico; cuando toda via estaban los animos

caldeados; cuando grupo* de ortizrnbistas eran ata-cados en las oncinas de sus comites por vasconcelis-tas y se producian choques sangrientos; ya caida la noche, que era propicia para que los apasionados de uno y otro bando, buscaron encuentros para di-rimir con violencia sus entusiasmos pasionales, el Ingeniero Ortiz Rubio salid del Hotel. Encontrd en el elevador a Gonzalo N. Santos, a Gustavo Durdn

Gonzalez y al que esto escribe. El Se­cretario Particular, el teniente coronel Hernandez Chazaro, que multiplicaba su esfuerzo, que atendia a comisiones, a periodistas y al cuerpo de taquigrafos

que sacaban en maquina las versiones de los dis­cursos pronunciados durante el mi tin, habia orde-

nado ya que dos ayudantes acompanaran al candi­dato: eran los ayudantes el Coronel de la Mora, y el teniente coronel Jose Martinez. Sonriente, el hombre que habia sido aclamado por el pueblo y que por primera vez en su jira habia encontrado a una muchedumbre hostil, descendio del elevador y salio a la calle. Acompanamos al pequeno grupo.

Recto, sin vacilacion, el ingeniero Ortiz Rubio, con aquel pequeno grupo, avanzo hacia la plaza don­de se exhibia la pelicula de la jira ortizrubista. A distancia, venia, como un eco, el grito de "Viva Vasconcelos"; y a este eco respondian voces acla-mando a Ortiz Rubio.

Llegamos a la plaza. A la luz de los focos elec-tricos, empezaron a conocer los paseantes al inge­niero Ortiz Rubio. El movimiento fue de especta-cion: la posibilidad de un choque entre vasconce-listas y el pequeno grupo que encabezaba el candi­dato nacional, era inminente. Inerme, sonriente, el ingeniero Ortiz Rubio continuaba su camino. Pron­to, fue creciendo el grupo que lo acompanaba: se le unian los hombres del pueblo, las mujeres, los mu-chachos, que antes jugaban en el jardin. Y, asom-brada la muchedumbre de la seremdad del candida­to, de su desden ante el peligro de ser atacado por la muchedumbre, alguien grito, a voz en cuello: jViva Ortiz Rubio!

£1 grito encontro eco: veinte, treinta o mas hombres prorrumpieron en vitores al candidato.

Torvos, cruzando por entre los prados y bajo los arboles del jardin, pasaban los vasconcelistaa mi-dos, serios, encendidos los ojos por la pasion. Pero ellos mismos parecian asombrados de la hazana da aquel hombre, del valor que desplegaba. Cuando llegd el ingeniero Ortiz Bubio al lugar donde se ex-hibia la pelicula de su jira a traves de la Bepubli-ca, el noventa por ciento de aquella muchedumbre era ya de el: las mujeres lo saludaban; los hombres se detenian a darle la mano; de todos los labios se­lla nn grito de entusiasmo, un vitor al candidato national.

£1 sentimiento de admiration por los hombres de energia, por los que desafian el peligro; ese en­tusiasmo delirante que brota de toda muchedum­bre, ante el hombre valiente, despertaba carino y admiration.

Era aquella una manifestation tan espontanea como la de la tarde, mas espontanea tal vez, sin previas ordenes de organization, sin programs, sin. preparativos: era una manifestation eminentemen-te popular.

En el baile en el Casino, la figura del Ingeniero Ortiz Bubio se hizo simpatica a la alta sociedad de Tampico. La noticia de que habia recorrido la pla-

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za con solo cinco amigos; de que habia despertado entusiasmos en los paseantes; de que se habia veri-ficado algo asi como otra manifestacion, todo eso y su simpatia personal, le atrajeron las voluntades de los caballeros y las damas que Uenaban el salon del casino.

Interrumpieudo los saludos que le hacian las damas y los caballeros, sonriente, hablaba en voz baja con alguno de BUS ayudantes, Y era para man-dar por informes sobre los hendos. Le habian co-municado que el mas grave, Hernandez, era ortiz­rubista. "Informeme como esta. Diga a la familia del herido, que estoy a sus ordenes . . . "

Aquella actitud humanitaria, saha del corazon bondadoso, sin ostentation, y reconfortaba al pe­queno grupo de ortizrubistas que veian el interes de su jef'e por un obscuro companero, al que no ha­bia visto el candidato por una sola vez, pero que habia sido victima de los vasconcelistas.

Ya tarde, cuando salia del Casino, volvio a re-cordar a Hernandez. Comisiono a unos amigos de Tampico que lo cuidaran y que atendieran las nece-sidades pecuniarias de la familia, en el caso de que muriera la victima.

La mentira, el ansia de escandalo; el af an de ha-llar martires para despertar en el sentimiento po­pular un acto de simpatia hacia su candidatura,

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hizo concebir a Vasconcelos un plan tragi-comico: declarar vasconcelista al agonizante. T asi lo hizo. Los vasconcelistas llegaron hasta el lecho del mo-ribundo, unos; otros fueron a la casa de Hernan­dez, a ver a la atribulada familia. Y le dieron cua-trocientos pesos p lata . . .

El agonizante, quedd convertido asi, en vascon­celista: era un martir, una victima del ortizubis-m o . . . j Heroes, martires de mentiras y de a cua-trocientos p e s o s . . . !

X X X

El mitin de Tampico, sobre una multitud que por momentos estuvo presa de terror, hizo calidos y vibrantes los discursos de los oradores. Qonzalo N. Santos habia arengado a la multitud, reclaman-do que castigara a los intrusos que se atrevian a ir a desaflar a los componentes de un partido homo-geneo, fuerte, que en aquellos momentos aclamaba al candidato nacional. Y cuando cesd la inquietud que provocd la turba vanconcelista; cuando sus es-paldas, ya castigadas por los cintarazos sostenian cabezas aterrorizadas, entonces Luis Leon y Perez Trevino, los dos grandes oradores de la jira, lanza-ron sus arengas. Leon sosteniendo su eterna tesis: "Ellos, loe vasconcelistas, prometen; nosotros hemos

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dado, estamos dando, seguiremos dando ejidos". Perez Trevmo, interrogo a la muchedumbre para preguntarle si consentiria en que el vanconcelismo le arrancara a la Revolution las conquistas conden-sadas en el articulo 123. Y la muchedumbre respon-dio: No, no, n o . . . como si el corazon de los orado­res y el de los hombres de la Revolucion vibrara, en aquel instante, en un alto anhelo de redencidn...

Un Millon de Hombres han Acla-mado a Ortiz Rubio.- Admira­ble Or$anizaci6n en «San Luis.

E N San Luis Potosi, despues de la manifesta­tion clamorosa de Tampico, ya haciamos la

cuenta, en el tren donde viajaba la comitiva del candidato Ortiz Rubio, de que lo habian escuchado y vis to mas de un millon de mezicanos. Habiamos entrado a San Luis por el rumbo de Tampico, en plena tierra caliente. El carro "Canitas" se hallaba detenido en Guerrero, bajo un sol torrido y perma-necia en la estacion, conteniendo en su hoquedad a una veintena de los de la comitiva, que se extreme-clan ante el caminar inquieto del Reporter Pleitos.

Toda via escuchabamos el eco de la ma-nifestatidn de Tampico: toda via co-mentabamos con entusiasmo el movi-miento envolvente, aquella carga de ca-balleria, machete en mano, que dieron

los agraristas a la turba de audaces contramanifes-tantes.

—^Llegamos ya al millon de mamfestantes?— interrogamos al Secretario Hernandez Chazaro.

—Seguro —contesto—. Y nos pusimos a hacer cnentas de las muchedumbres que habian pasado ante el ingeniero Ortiz Rubio, todas con estandar-tes del Partido National Revolucionario, con carte-lones, con leyendas alusivas; y todas proclamando-lo como Jefe de la Revolution.

iUn millon de hombres, gente de lucha en su totalidad, han manifestado su adhesion al candida­to nacional!

Hablando, recordamos la calidad de los mani-festantes de Ortiz Bubio y la calidad de los mam-festantes de Vasconcelos. Los pnmeros son de las clases campesina y obrera y media; los segundos, son en su inmensa mayoria, jovenes estudiantes, empleados del Timbre, senores y senoritas. Con los primeros podrian formarse batallones y regimien-tos y guerrillas; podrian cubrirse las necesidades del profesorado rural. Los pequenos industriales, los comertiantes, los politicos, los hombres de em-puje en cualquiera actividad honesta: los labnegos que desde 1910 andan con las armas en la mano defendiendo la imprecisa ideologia revolncionaria pero la precisa ansia de libertad economica y so-

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cial. Todos ellos, son ortizrubistas. Y los otros, los jovencitos inexpertos, algunas mujeres y los em-pleaditos del Timbre, forman las legiones vascon­celistas. En esta epoca de lucha, en Mexico y en cualquier parte de la tierra; en estos dias en que la conquista de los ideales se hace a f uerza de brazos y a costa de sangre; 4 que ocurriria si, perdido el control del Gobierno para lograr que les elecciones tuvieran lugar dentro de las nomas legates, los dos bandos, el vasconcelista y el ortizrubista fueran al campo a dirimir sus querellas?

Keimos alegremente viesdo en las manos de un miembro de la comitiva, una carta dirigida por An-tonieta B. M., —extrana hembra que es a la mane-ra de un Oscar Wilde invertido—, a un abogado del cenaculo vasconcelista, enemigo de la revolu-cidn pero que se sienta a la mesa de los revolucio­narios.

Dice Antonieta: "Di a Yasconcelos cuenta de las conversaciones habidas. Esta receptivo y docil. En Tamaulipas se declarara francamente agrarista, SI CONVIENE: "dice ((Vasconcelos), que nunca habia estado tan rico como ahora. En Torreon na-die tocaba a su puerta que no fuera para llevarle doscientos y trescientos pesos".. .

Y luego: "Hablo Ibarra Chayre con el torso al aire. Todo

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pasion. Tiene madera de Toral". .. Mujeres como esta Antonieta, que suenan en

que un asesino les haga el milagro de saciar su des-pecbo, son las partidarias de Vasconcelos.

Y seguimos, con la sonnsa en los labios, avan-zando en tierras de San Luis Potosi. El aspecto de los manifestantes cambiaba; no eran las muche-dumbres aborigenes de Yucatan; los encendidosso-cialistas de Tabasco, los recios hombres del Norte, de la Laguna, de Chihuahua y de Tamaulipas: aho-ra salian al encuentro del candidato millares y mi­llares de hombres armados, el fusil en la mano, montados en buenos caballos, con la idea de defender por una vez y por cien voces mas, con sus brazos y con su sangre, la tierra y la libertad que con-quistaron en la Eevolucion.

Gonzalo N. Santos, el lider politico mas fuerte de San Luis, era nuestro guia en su region. Prime-ro nos mostro, en su rancho que tiene el incompren-sible nombre de "Gargaleote", el arbol del Xulu-mate. Ante nuestra admiration aparecio aquel gi-gantesco irbol-pulpo, como una manifestation de fuerza, de dominio y de firmeza. Alto y con innti-me: os brazos que caen al suelo para convertirse en raices y troncos, el Xulumate es como un templo de column as flexibles.

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Fasaron ante nuestros ojos, repartidos en menos de seis pueblos, nueve mil hombres armados y mon-tados, viejos luchadores de la revolucion. En el Es­tado vivian su vida de trabajo honesto, concurrien-do a las escuelas nocturnas para instruirse y en el dia laborando la tierra; y dispuestos, siempre, a sostener los principios revolucionarios. La organi­zation tan perfecta; el sistema de sostener en la paz las eonquistas de la guerra, nos Uam6 podero-samente la atencidn. Si la vieja idea de la posesion de la tierra fnera batida en todos los Estados de la Republica en la misma forma; si subsistiera en ca-da entidad federativa un grupo de hombres de ac­tion, asi preparado para defender la pas, 4como los reaccionarios y los enemigos de la Revolution podrian alterar el orden? 4Como podria destruirse a la Revolucion?

En Juarez, en Villa Guerrero, en Cerritos, en Cardenas y en San Luis Potosi, unian los manifes­tantes al nombre del candidato national, el del ge­neral Saturnino Cedillo. Aquellas muchedumbres de hombres armados, tienen puesta su fe en el sol-dado que los llevd a los combates para traerlos des-pues a sus hogares y darles tierras y libertad. Y po-sian su esperanza en el porvenir de la Revolution y de Mexico, en el sencillo y afable hombre al que proclamaban como candidato a la Presidencia de la Republica.

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Adelantandose, en nn afan de expresar que el triunfo del ingeniero Ortiz Bubio es ya un hecho consumado en el corazon de las muchedumbres; rea-lizando en esta forma el pensamiento de todos los hombres de lucha de Mexico, los potosinos dieron la banda presidencial al candidato nacional.

Un Mitin Portesgilista.- El Espi-ritu de Galles Sobre el Mante.-La Obra Ajraria y Social de E. Portes Gil.

• A manifestacion al candidato Ortiz Rubio en M-J Ciudad Victoria, la capital del Estado de Ta-maulipas, termino con un mitin portesgilista. Ve-niamos de la region de El Mante,, donde, segun la frase del general Manuel Perez Trevino, "flota el espiritu del general Call eg", en la grande, en la magna obra que convierte a la selva en tierras irri-gables que han de producir riqueza y bienestar a millares de familias"; habiamos recorrido las tierras ejidales de Tamaulipas, donde el ideal agrario de

la Revolucion se ha convertido en una realidad. Y ahora llegabamos a la ca­pital del Estado, a la vieja y larga ciu­dad que lleva el nombre del primer Pre­sidents de Mexico —si la cita historica

de Perez Taylor no falla. En Villa Juarez, en Xicotencatl, en todas las es-

taciones de transito donde el tren se detuvo, los manifestantes habian vitoreado a dos hombres: al ingeniero Ortiz Rubio y al Persidente Portes Oil. Los dos nombres los repetian los manifestantes en­tre aclamaciones. Y esto nos hizo observar que alb, en tierras de Tamaulipas, el actual Presidente de Mexico se ha adentrado en el alma de las mucbe-dumbres de campesinos.

Despues de recorrer la larguisima calle, ya dete-sidos en el templo masonico que lleva el nombre de Jesus y en tanto que los oradores ha-blaban, Carlos Dario Ojeda, que habia terminado su discurso, nos dijo: "La bandera rojinegra que ha visto usted on-dear desde su entrada a Tamaulipas; todos los hombres que en estas tierras han aclamado a nuestro candidato; todos los elementos politicos de estas regiones, son mierobros del Partido Socia-lista Fronterizo y todos son portesgilistaz."

Y nos explico entonces como de la fuerza dtna-mica de Portes Gil, se habia formado aquella agru-pacion que ahora es una de las mas bien orgauiza-das, de las mas fuertes de la Republica. Portes Gil habia unido a todos los pequenos y grandes parti-dos tamaulipecos, al "Plutarco Elias Calles", al "La-borista de Tamaulipas", al "Democrata Popular" y a otros, en uno solo. Y lee habia dado, con la ooo-

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peration de los mejores elementos revolucionarios tamaulipecos, una organization solida, la del Par­tido Socialista Fronteruso.

Interrnmpia su discurso Carlos Dario Ojeda, para escuchar las frases calidas de los oradores, que exaltaban, sobre la masa de cabezas humanas 7 de estandartes roji-negros, la obra agraria 7 so­cialista de Portes Gil. Luis Leon habria afirmado su tesis agraria, enfrentandola como argumento inven-cible contra el vasconcelismo; Perez Trevino vol-vio a hablar de la unification de todos los partidos revolucionarios en una sola organization: la del Partido National Revolucionario; 7 el candidato Ortiz Rubio, pon su vox pausada 7 lenta, midiendo sus conceptos, razonando con serenidad, valorizd la obra del actual Presidente, como Gobernador de Tamaulipas, como revolucionario 7 como continua-dor, en la Presidencia de Mexico, de la obra de Obregon 7 de Calles.

Al mencionarse los nombres de los lideres de la Revolution, salian de los labios de la muchedumbre gritos guturales que no habiamos oido en el trans-curso de la jira: eran voces semejantes a las que se lanzan en los combates, freneticos sonidos de gar-gantas resecas por la lucha. Y, cuando ya la mul­titud estaba exaltada, cuando los gritos apenas de-jaban oir los discursos, un ejidatario, vestido con el traje tipico de los huastecos de Tamaulipas, lanzd

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su arenga calida, hablando de los cuerudos tamau-lipecos, de los bizarros luchadores que dieron su sangre en todas las luchas generosas por la li-bertad . . .

Mas tarde, en el hotel, dentro del calor sofocan-te e impalcable, Carlos Dario Ojeda seguia expli-candonos como en Tamaulipas habia logrado un en-sayo de exito admirable el Partido Socialista Fron-terizo, resolviendo por medio de un ple-biscito, cual de los dos candidatos que lanzaban los grupos del mismo Partido el licenciado Castellanos y el licenciado Gonzalez, habia de ocupar el puesto de Gobernador... "Un exito democratioo; quiza lo mas importante de cuanto se ha hecho desde el prin-cipio de la Revolucion hasta la fecha Y todo, abso-lutamente todo, debido a Portes Gil" —repetia Carlos Dario.

Un baile en la noche. Las damitas de Victoria, engalanadas para recibir al candidato. Alegria des-bordante en el pueblo que ha de ser profundamente triste . . Y, al dia siguiente, el anuncio de que el candidato Vasconcelos llegaria a Victoria.

El regocijo de los miembros de la jira ortizru­bista, fue bien grande: olvidamos por Unas horas al Reporter Pleitos, que habia hecho sonar las risas de la comitiva con sus gracias, y unos se dispusie-

ron a dar quorum en la estacion. Bajo el sol ardo-roso, se destacaba en la calls gris la figura del ayu-dante del candidato national, Jose Martin es.

iVais-Ver? interrogo el Reporter Pleitos en un grito.

Se volvio el Teniente Coronel Jose Martinez, con su rostro v&ronil, fuertemente marcados los tra-zos racial es. T sonri6...

Minutos despues, regresaban en un cami6n los cuatro ortizrubistas que habian querido "prestar su contingente para que la manifestation pro-Vas-concelos no fuera muy desairada." Habia desilusidn en sus rostros: nadie, sino ellos, habian ido a la es-tacion a esperar al candidato fllosofo. En un bal-con, prolongando su flgura gigantesca, Pleitos los recibio con un grito: "Vais-Ver?... Se vinieron... se vinieron.. ."

El Reporter "Plei tos".- Las Bromas del Soldado y Periodis-ta . - "Se Vinieron. Guate, se Vinieron."

T ORRES Estrada, el reporter Pleitos, era la alegria de la jira. Con el cuerpo alto y vigo-

roso; la cabeza casi desnuda de pelo; la dentadura recia y blanquisima; los ojillos amanllentos viva-ces; en camisa, brusco en sus ademanes y dotado de enormes manos de orangutan o de cargador de muelle, pasaba dando grandes zancadas, huyendo de las bromas de los ayudantes, o simulando la pro-ximidad de un enemigo que nunca venia . .

A solas, el reporter Pleitos esgrimia sus ideas moderadas. No era partidario de tales o cuales re-gimenes; no, de tales libertades. Algunas ideas de las Uamadat rancias, expuestas con toda elaridad y valor, lo haciaa aparecer como un hombre de cri-terio deftnido.

—Usted, cuate, le dijo alguien— es soldado a

ratos y a ratos periodista. iQue cosa es de las dos cosas?

—Yo soy su padre, cuate . . . "El Gato con Botas", "coco" de Pleitos, y ayn-

dante del Ing. Ortiz Bubio, nos referia que el apo-do que menos gustaba a Torres Estrada era Poco-a-Poco. Era nna anecdota de la vida militar de Pleitos. Antes de entrar a un combate, descubri6 que su jefe era un hombre valiente y audaz y que se precipitaba para lograr el triunfo. El momento era dificil y Pleitos con mucha cautela, le decia: —Mi jefe, vamos poco a poco, poco a poquito . . . . no sea que se vayan a espantar...

Una monita huasteca y una monita titi, la pri­mera de su propiedad, regalo de un gobernador y la segunda, propiedad del General Agustin Mora, pero con tendencias a quedarse en poder de Pleitos, costaron horas amargas a Poco-a-Poco. La monita huasteca desaparecia a cada rato del lugar donde la habia amarrado el reporter Pleitos. Y lanzaba agudos chillidos. Entonces el Pleitos salia dispara-do del sillon donde dprmia, en busca de su changa. En lo mas alto del palo mayor del buque, alii esta-ba, llorando, la mona que era el regalo mas esti-mado, el encanto de Pleitos.

—Cuate, pero cuate, <,no somos aliados 1j,ao so-mos cuates? —murmuraba Pleitos. Y ante aquel rostro sufriente, estallaban las carcajadas.

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Mmutos despues, las manos rccias de Pleitos se posaban en la espalda de alguno de los que habian hecho sufrir a su monita huasteca.

A la hora de comer, en el pullman cuando el te-niente coronel Hernandez Chazaro se sentaba a la mesa, aparecia el reporter Pie tos. Era el invitado forzoso del Secertano Particular. —Ya sabe, —le decia el teniente coronel Hernandez Chazaro —ya sabe, amigo, usted es mi invitado de siempre.

Pleitos tomaba del vino, la mayor parte- y de las golosinas, de los platillos especiales, de todo cuanto quedaba frente a el. —<,No so\ su invitado, cuate? £No soy su amigo?

Solia, el solo, contener a todos los avudantes, a la hora en que las bromas arreciaban En Victoria, una noche, tres de los balcones que qued ban sobre el zaguan por donde tendna que pasar Pleitos es-taban aprovisionados de jarras y botes de agua Pleitos medito si podia combatir contra tantos. Tardo una hora en resolverse Se fue a otro hotel y llamo apresuradamente a la puerta del cu, rto de Carlos Dario Ojeda • —Me ,v enen pe iguiendo, cuate juy! quien sabe cuantos son cuate . ! i dejeme dormir aqui, que me pueden matar

Esa noche los ayudantes quedaron b irlados Y en otras ocasiones, cuando se acercaban a la cama d" Pleitos, para sorprenderlo, lo hallaban con los

ojos abiertos, listo para repeler las agresiones... —No me dejan dormir, cuate, ya ve. Yo ni les

hago nada —decia en son de queja el Pleitos. En una ocasidn, aparecid el sombrero de Pleitos,

roto. Se hizo una colecta. Pronto subid la cantidad colectada a cuarenta pesos. Pero Luis Leon auadio a aquella suma, cincuenta pesos.

Quedd silencioso Pleitos, fijos los ojos ante una moneda de oro que el teniente coronel Hernandez Chazaro habia dado como contribution para el som­brero. Y era en aquella actitud, tan cdmico, tan gracioso como en ninguna otra.

Muy habil como reporter, con frecuencia gana-ba las noticias a sus colegas. Era mas diestro que ellos. Pero su amor a los animales domesticos lo ha­cia perder largas horas. Bused un loro, un par de venados, una urraca, un armadillo, una garza y una rata blanca, para que le hicieran compania a su changuita huasteca.

Sobre la cubierta del Mexico, ante un "publico" formado con damas aristocraticas de Merida, y los miembros de la comitiva del ingeniero Ortiz Bubio, Gustavo Durdn y yo solicitamos del fotdgrafo de la jira, Antonio Carrillo, que nos cantara una roman-za. No habia, para acompanarlo, sino una guitarra que el taquigrafo Penaloza, Boque, u otro de los muchachos de la Secretaria particular, habian pul-sado a lo largo de la jira.

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Y tras de una laiga preparation con el guita-rrista, me dijo que lo anunciara. Adelante unos pa-sos y anuncie • Senoras y senore3: el gran tenor me-xicano Antonio Carrillo, aplaudido en todos los teatros de la Republica, va a hacernos el honor de cantar algo de Marina."

Y acto continue opacando los acordes de la gui-tarra, en la penumbra en que estaba colocado el tenor lanzo las primeras palabras de la romanza que empieza "Costas las de Levante

Se deleitaba la concurrencia con aquella voz de-liciosa de Carrillo y permanecia en un mutismo completo. Pero, al terminar la romanza con un for-tisimo agudo, en el momento en que iba a estallar el aplauso, un ruido estruendoso, como de claxon ronco y descompuesto, como de trompeta desaft-nada y ronca, salio de la obscuridad. Y una carca-jada sonora broto de todos los labios

—Es Pleitos —grito alguien— ;Fue Pleitos . ! ;Fue P le i tos . . . !

Las risas se prolongaron durante varioa minutos. Mezclada al nombre de Pleitos, la alegria resono largamente, en la noche cargada de estrellas, sobre el mar . .

G6mo es el Gandidato Nacional En la Intimidad.- Anecdotes del Viaje por la Republica.

ODABA el tren entre Tampico y Valles; ha­cia nn calor sofocante.

£1 general Perez Trevino estaba recostado en dos asientos, formando un angulo con el cuerpo y las piernas. El ingeniero Luis Leon, tenia en las manos una novela de Wenceslao Fernandez Flores, libro que se perdia y aparecia, como las almas en pena. Pleitos, estaba quieto. Perez Taylor sudaba por to­dos los poros del rostro y por todos los poros del craneo: parecia que lo habian embadurnado de aceite Texaco

to las piernas forradas de cuero; po-^ * dria creerse, viendolo con detenimiento,

que si se ponia de pie, iba a agujerear el techo con

Estaba frente a mi, ensimismado y largnisimo, el Teniente Coronel Hernan­dez Chazaro, tenia dobladas en el asien-

la cabeza; la guayabera de seda, terminabi al em pezar el cuello de ganso de Tolosa; y los dos ojillos le brillaban, como dos puntos, en la cara palida del color de los idolillos chinos. . .

—iPor que no hace usted la semblanza del inge­niero Ortiz Rubio? —me pregunto.

Yo recorde que habiendole ofrecido al ingeniero Ortiz Rubio hacerle esa semblanza, se habia levan-tado de su asiento, en el corredor de su casa, y ha­bia soltado a reir su risa franca

—Una semblanza asi, ligera, nada de cosas gra­ves —afiadio Gustavo Duron, que se licuaba en una camisa color caramelo comprada en Was nngton

Me alentd a hacer la silueta, la presencia del in­geniero Ortiz Rubio cerca de nosotros, jovial y n-sueno, como siempre. Al pasar tuvo pal bras de broma para el "Pajaro Candil', como siempre las tuvo para los de la comitiva. Afable, senciilo, muy companero y muy camarada con todos, ya habia-mos observado que nos trataba por igual a todos con el mismo af ecto, con la misma llaneza

Minutos despues, charlabamos con el ingeniero. Nos decia:

Del tren a cantar baje; El tren se pelo sin mi . como cantar, cante bien .

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pero como me "perdi" pues me tuve que it a pie.

La vida del soldado, ruda y liana, dejo en el Candidato nacional una huella que aparece de tiem­po en tiempo. En el vestir, cuando sale a largas ca-minatas a caballo; en el trato, se descubre al hom­bre acostumbrado al mando y, al mismo tiempo, al hombre tolerante que ve los errores de sus seme-jantes sin que le provoquen indignation ni asom-bro. De este modo, sonriendo, su simpatia y su 11a-neza le atraen innumerables partidarios, todos aque-llos que lo tratan,

—Tan ortizrrubistas son los que lo siguieron hace anos y lo acompanaron y lo estiman desde aquellos tiempos, como los que lo conooen ahora, —ha­bia dicho Duron Gonzalez.

De su vida de soldado, nos cuenta el Teniente Coronel Hernandez Chazaro una anecdota: —En Morelia, por cuestiones baladies, el general Ortiz Eubio y el General Enrique Estrada, se desafiaron. A la hora de la cita, Enrique Estrada no fue, Ortiz Eubio permanecio largas horas esperando. Y se bromeaba con su subordinado como si se tratara de ir a un baile.

Tiempo que no emplea en pensar -y en infor-marse con las comisiones que lo visitan en el carro

"Cafiitas", de la situation de las regiones donde se encuentra, lo emplea en bromear, bailar, o en jugar al ajedrez. Alienta las bromas de todos los de la comitiva, conservando su lugar, de modo que el respeto no se lo pierde nadie; pero aviva la alegria de los de la jira, los excita y estimula a reir.

El ingeniero Ortiz Eubio descubrio, antes que nadie, que un miembro de la comitiva saltaba del tren o de las barcas antes que todos y mezclado a la muchedumbre, era el pnmero en lan-zar el grito de "Viva Ortiz Rubio". El que hacia tal cosa, era Vidal Castro, amigo de los primeros que tuvo el Can­didato.

Dos medicos, Jose Perez Gil y Ortiz y Alejan dro Cerisola, se empenan en curarlo de un mal que no tiene. Los dos acuden a presentarle cada uno a solas con el, una cajita de pildoras. Rojas las del primero, color de rosa las del segundo. Ya sabe us ted, sehor, son para ocho dias —dicen los medicos, en voz baja, cuidandose uno del otro—. A los ocho dias, el ingeniero Ortiz Rubio les devolvio las caji tas, llenas de pildoras y les dijo: No se molesten en hacer nuevas, vuelvanmelas a dar. .

Habia entre sus amigos. un yanqui que extre-maba sus atenciones para el candidato national. Sonaban en sus labios los miles, los centenares de miles, los millones de pesos. Las promesas bullian

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de su mente, con gran faciiidad. 7 , ante la irreali-dad de aquellas promesas, el candidato apodo al yanqui, con el mote de "Covas". Un dia vinieron a decirle que el yanqui, por cierto soltero y sin des-cendientes, trataba de hacerlo su compadre. Enton-ces, circularon entre los miembros de la comitiva, estos renglones:

Lanzo su candidatura para poder ser compadre sin tener a la criatura ni conocer a la madre. . .

iQuien habia sido el autor de estos versos? En Motul, Yucatan, el orador Carlos Dario

Ojeda en vibrantes conceptos, exalto la memoria de los grandes revolucionarios Obregon, Calles y Ca­rrillo Puerto. Y como el orador decia en su arenga pronunciada en un balcdn y al lado del candidato: "Debajo de la figura gloriosa de Madero, esta la de Obreg6n; debajo de Carrillo Puerto esta el ingenie­ro Ortiz Rubio", —este, en voz baja, de manera que lo escuchara solo el orador y no la muchedumbre, replied: —Debajo no, companero

Al mismo Carlos Dario le descubrio un truco; tenia el orador una cancion que empezaba: "yuca-teca linda . . . " Pero, segun la poblacion donde la

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eantaba, variaba la primera palabra. Asi, en Yuca­tan, era "Yucateca linda"; en Tabasco, 'Tabasque-fia linda"; en Jalapa, "Jalapena l inda. . . . '

Fue el quien descubrio que en la comitiva habia poker de Perez: Perez Trevino, Abel Perez Perez Gil y Perez Taylor. . . . A este, ya le habia apodado con el mote de Leon de Tapete. Lo parecia Perez Taylor, con su cabellera rubia, sus ojos claros y el rostro Ueno.

Descubrio el, tambien, que habia tres leones" en la comitiva: "El Leon de la Selva Chihuahuense" —Ingeniero Luis L. Leon; el Leon Dorado—. Pe­rez Taylor; y "el Leon Chiapaneco", Antonio Leon. . .

Sin referir jamaa sus hazanas de soldado, ni sus viajes; se coloca al igual de quien lo trata, de modo de impedir que su interlocutor sienta pena o corte-dad al tratarlo. De este modo, juega ajearez con quien lo invita, en las largas horas de espera al mi­tin o a la tertulia. Hubo dia que jugara vemte jue-gos, ya con Duron Gonzalez, ya con Nacho de la Mora, el Dr. Perez Gil, o con Carlos Dario Ojeda. Jugaba por jugar, sin tratar de veneer a su adver-sario. Y, durante el juego, tiene conversacion tan animada, que atrae oyentes.

Muy preocupado por algunas jugadas, Carlos

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Dario le interroga: —4Y ahora, que le hago, mi general?

£1 aludido conteBto con un retruecano que mo-tivo una tempestad de risas.

A veces, recitaba estos versos, aprendidos en el Brasil:

El compadre que a su comadre no le guarda el fiel decoro, le sucede lo que al moro. —Y ique le susedio al moro? —Le molestaron a

Es frecuente, en la jira, que Perez Trevino y Luis Leon le huyan, si se trata de asistir a bailes o reuniones, al llegar a un pueblo. El cansancio de la marcha, aumentado por el clima calido y por la fa-tiga de pasar largas horas sin hacer sada, en el in-comodo tren o en pequefias jornadas a pie o en au-tomoviles en pesimos caminos, hace que los de la comitiva busquen descanso en los hoteles. Pero el candidato acude a los bailes; va a ellos eon entu­siasmo, como un muchacho de treinta anos. Y baila toda la noche.

—A hombre, a amigo y a bailar, no hay quien le gane —dice jovial, Hernandez Chazaro.

Y todos los que lo conocen de anos, dicen de el:

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—Amigo, hombre capaz de hacer cualquier cacrifl-cio por sag amigos; mas que todo, amigo.. .

Asi aparece ante suestros ojos. en la jura, el candidato Ortiz Eubio. Y es bueno publicar que asi es en la intinudad: sencillo, afable, energico y cordial.

El" Flaco" Hernandez Chazaro.-Gomo se lleva la Jira.- Una Si-lueta del Secretario del Candi­dato Nacional.

desde que el orto sus destellos lanza I hasta que en Ocaso toda luz se pierde

quizas como un simbolo, como una garrocha —flaco, largo 7 chueco— marcha por delante de los Coroneles 7 del Candidato el "Coronel Verde."

Ayuda el autor de estos versos a pintar, en lo fi-sico, la silueta del tenieute coronel Eduardo Her­nandez Chazaro, Secretario Particular del Candi­dato Nacional.

Enfundadas en las botas de cuero las piernas que parecen popotes 7 que son mas delgadas que el bus to 7 mas aun que el cuello que es largo, largui-simo, para verle los ojos tenemos que alzar la cabeza, como para ver un aeroplano que pasa por el cielo. I a cabeza de Hernandez Chazaro tiene unos ojillos

verdes y vivaces. Parecen orientales estos ojos, como lo parece el color de la piel que es tensa y lisa co­mo un pergamino.

El muy ingenioso Arturo Campillo Seyde, le hi­zo estos versos que colgo de una obra abongen y que representaba extrano pajaro formado con guajes:

Que echarse a volar parece, Este pajaro candil La duda en mi mente acrece Si es "El Flaco" o Perejil.

En el asiento opuesto al nuestro, en este carro "Cafiitas", que va tragando el seis mil y un kilo-metro de la jira, pensamos que si Hernandez Cha­zaro fuera de maguey o de henequen, seria buen ne-gocio plantarlo, para cosechar fibras largas, muy largas, de muchos metros . Y nos parece tambien como el cuento de nuncaacabar, que empieza, pero no termina nunca. . . .

Hablando, casi siempre usa el mismo tono: im-perativamente sugiere, excita a obrar con rapidez, ordena, manda, grita . . . En una ocasion, soste-niendo una platica con el fogoso revolucionario e incansable gerente de ' El Nacional Eevoluciona-

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rio", senador Manlio Fabio Altamirano, e alguien creyo que iba a ocurrir algo se-rio; ese alguien se acercd a inquirir y entonces Hernandez Chazaro explico: —No hay cuidado, no se asuste usted,

somos veracruzanos Cuando regana a los taquigrafos, los llama. 7

permanece unos instantes en silencio. Y al romper a hablar, a gritar, lo hace en tal tono, que los mu-chachos de la Secretaria Particular abren los ojos, como deben abrirlos los patos al oir un disparo cer-cano

Una imagination alerta, despierta, agil, y su de­votion profunda por el ingeniero Ortiz Rubio, le sugieren un trabajo continuo en la jira. El es el unico que siempre esta ocupado: habia de lo que debe hacerse al llegar a determinado pun to; orde-na la forma en que han de trabajar los taquigrafos; dispone sobre la colocacidn de los ayudantes; grita al fotdgrafo Carrillo y al Hombre de las Peliculas, el Buster Keaton guanajuatense...

Cuando come, siempre con el reporter Pleitos, alza la cabeza un centimetro, lo suflciente para que domine todo el carro; y la mueve como en un pivote en el extremo del cuello larguisimo; y grita una orden. . . Bapidamente tiene que volver los ojos ha­cia la mesa: el inquieto Pleitos ha hecho desapare-cer la botella del vino, la fruta, el dnlce. Al recla-

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mo "alvaradefio" que hace Hernandez Chazaro, Pleitos tuerce el gesto y hace un mohm que lo se-meja con un orangutan rasurado . . .

Hernandez Chazaro orienta la vida de la jira. Una sorpresa contra el candidato nacional, podria percibirla, antes que nadie, el Secretario Particu­lar. Porque el recibe noticias de diversas partes so­bre las posibilidades de peligro, sobre la hostilidad de algunos elementos, sobre lo que puede y no pue-de ocurrir en el sitio donde la locomotora dejara al "Canitas". Desde el dia que desembarc6 el ingeniero Ortiz Rubio en New York, hace meses, cuando el numero de los ortizrubistas lo contabamos Nacho de la Mora y yo, y no llegabamos a un centenar, a la fecha, dia a dia, hora por hora, Hernandez Chaza­ro ha rodeado al Candidato de cuidados, ha estado presto para defenderlo de posibles agresiones, lo ha acompanado a todas partes. Y aun antes de la jira, en los dias de la Convencion de Queretaro, lo veia-mos siempre despierto, siempre previendo el peli­gro de que los saencistas, enardecidos por su derro-ta, intentaran alguna action "mexicana".

La admmistracion del dinero reunido para la ji­ra, la lleva el Secretario Hernandez Chazaro en tal forma, que resiste impavido, sin ceder nunca "las acometidas de los aspirantes", de los idealistas y de los poetas misticos y mordelones" que agobiau al

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Candidato con su ferviente y desinteresada adhe­sion

Dinamico, agil de entendimiento y alegre, ha or-ganizado la Secretaria Particular de modo de hacer su action extensiva a toda la Republica. Educado en la militia desde muy nifio y con larga practica en el Estado Mayor Presidential, donde fue estima-do por los Presidentes Obregdn y Calles ,puede de-sarrollar la misidn que ahora tiene encomendada oon una vision amplia de las cosas y de los hom­bres. T asi, su action como Secretario Particular, tiende a resolver infinidad de problemas daria-mente; los asuntos particulares del candidato en sus relaciones con grupos y partidos, la vigilancia de la persona del mismo candidato: la publicidad de la jira de modo que llegue a todos los periddicos de la Republica.

Mas alegre que todos, en sus ratos de ocio, el "Pajar'o Candil" —como lo apodd el inquieto Cam-pillo Seyde— organizaba las tremendas batidas a botes de agua contra Pleitos. 4 Era dl quien hacia suspirar por un descanso en el Bosque de Boulogne, en Paris, lejos de aquellos "mnchachos leperos" al aristocratico y fino Doctor Perez O i l ? . . . .

Grave en sus actividades de Secretario Particu­lar, Hernandez Chazaro ha conquistado una repnta-cidn de organizador, de hombre diestro en el ma-nejo de grupos de hombres y de inteligente y probo al lado del ingeniero Ortiz Bubio, en esta jira don­de desarrolla todas sus afctdvidades.

El General PeYez Trevino en la Jira.- Un Gran Propajandista.-La Gonquista de la Gapital de la Republica Por el P. N. R.

B N Orizaba, la muchedumbre era clamorosa y hostil. Y queria herir a Perez Trevino, no de-

jarlo hablar, para vengar de ese modo, la separacion de las agrupaciones socialistas de Coahuila del Par­tido Laborista. Lentamente, a fuerza de serenidad, Perez Trevino logro expresar sus ideas, dehnear por nna vez mas, la tesis del Partido Nacional Revolu­cionario. Ya en el resto de la jira, no encontro obs-taculos para desarrollar su misidn de propagandists. Lo oimos interesar a las muchedumbres, ponerse en contacto con ellas, en Torreon, en Villahermosa en Campeche, en Merida, en Tampico.

A traves de la jira, olvidaba su caracter de hder de la formidable agrupacion politica y social del P. N. R., olvidaba sus propios asuntos; ignoraba to­dos los acontecimientos que no se relacionaran con

su mision de propagandists fervoroso y entusiasta de la Revolucion.

Orador improvisado, como Leon y como casi todos los revolucionarios, ha­bia logrado encontrar formas claras y precisas para vaciar en sus discursos, conceptos deflnidos sobre las ansias de

las masas revolucionarias. Y algunas de sus aren-gas podrian servir para desarrollarse en libros o articularse en leyes.

Su actitud extremadamente seria, su mutismo en las horas en que el tren va en marcha, los solia cambiar, de pronto, por el alegre trato del camara-da. Pero dominaba en el, por tiempo, esa actitud meditativa y austera, su frialdad adusta.

Estas cosas que lo alejan de todo el formulismo palaciego al que son tan apegados los politicos, le dan fuerza en vez de restarsela. El ingeniero Ortiz Eubio lo manifesto asi una vez, declarando "que era cualidad y de las valiosas, la sencillez de Perez Trevino, ya que estaba sostenida por una leal tad absoluta, de hechos y no de palabras."

T nosotros explicabamos a los de la comitiva, co­mo el general Obregdn lo estimaba entre sus milla­res de amigos y de modo preferente lo consider6 siempre. Y no con el mismo carino paternal, pero con las mismas consideraciones, el general Calles

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trato a Perez Trevino, descubnendole sin duda al-guna, grandes cualidades. Para los dos expresiden-tes —mas para el general Obregon, a quien trato por mas tiempo —tenia la misma omision de formu­las sociales. Asi el general Calles lo llamo para po-nerlo al frente del Partido en el que el ex presidente cifro todas sus esperanzas de convertir al Mexico turbulento y de caudillaje, en un Mexico de tranqui-la y f ecunda vida institutional . . .

En la etapa de la jira que precedio a la llegada del candidato Ortiz Bubio a la capital de la Republica, un pensa-miento inquietaba a Perez Trevino' co-nocer si el esfuerzo de organization del P. N. B. en el Distrito Federal, daria un fruto visi­ble en la manifestation que se organizaba.

Habiamos presenciado manifestations de espe-sas muchedumbres: en Torreon, donde se aclamaba al mismo tiempo que al Candidato National a Na-zario Ortiz Garza, candidato popular al Gobierno de Coahuila; en Toluca, donde las muchedumbres de aborigenes tenian dos nombres en sus vitores: Ortiz Eubio y Filiberto Gomez; en Merida, donde el nombre del Candidato National se repetia al mismo tiempo que el de Bartolome Garcia Correa; en Villahermosa, donde los clamores resonaban vi-toreando a Tomas Garrido el formidable lider del Sureste y Ausencio Cruz, el gobernador querido por

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el pueblo; y en Ciudad Victoria, en Tampico, en Valle de Santiago, en Acambaro, en Celaya y en eien ciudadea mas. La de Torredn que impresiond vivamente la imagination de los ortizrubistas, por-que la muchedumbre la formaban en su totalidad hombres recios y conscientes, muchos de ellos fo-gueados en los campos de guerra; la de Merida, in-tegrada por todos los pueblos de todos los munici-pios de Yucatan, y la de Villahermosa, compuesta por hombres y mujeres encendidos en un santo fer­vor revolucionario....

i Como iba a ser la de la capital de la Republica? Yo lleve en un rapido vuelo de avion, buenas

noticias a los miembros de la comitiva. Los prepa-rativos de la manifestation eran un alarde de es-fuerzo. Gonzalo N. Santos, con su caracter de Se­cretario del Distrito Federal, celebraba a diario reuniones con presidentes y vicepresidentes de co-mites; con intenso dinamismo estimulaba a los hombres que habian de conducir a la gran masa ma-nifestante; desarrollaba actividad extraordinaria para conseguir que la idea de expresar la fuerza de la organization en un gran acto tivico, animara a

todos los revolucionarios del Distrito Fe­deral. Y hable de los esfuerzos inteligen-tes, tenaces y vigorosos de David Oros-eo y de Guillermo Zarraga, para allegar todos los elementos administrativos del

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acto en preparation. Las esperanzaa de todos la sobrepasd la reali-

dad: el dia de la Uegada del Candidato Nacional vimos la muchedumbre mas grande de cuantas ha­bian desfilado a traves de la jira. Los estandartes y las banderas flotaban sobre la imponente columna que apoyaba su cabeza en la en trad a del Bosque de Chapultepec y se extendia a lo largo del Paseo de la Beforma en actitud semejante a la de un ejerci-to en triunfo. Toda la ciudad aparecia adornada con centenares de miles de retratos del Candidato Na­cional y de discos con el distmtivo del P. N. B. Y cuando empezd a moverse la masa de manifestantes llevando a la cabeza al Candidato Nacional y al Comite Ejecutivo del Partido; y despues de desfi-lar por la Beforma, calle de Rosales, Avemda Hidal go, calle de Tacuba, Empedradillo, y Madero, y Avemda Juarez para llegar al frente del P. N. B., pudo decir la Re­volucion que habia conquistado la ciu­dad inaccesible, la fortaleza jamas to mada hasta entonces a la Reaccion

En el balcon del edificio del P N R., entre acla-maciones, el candidato Ortiz Rubio recibio la Have simbdlica del Partido que habia logrado tan extra-ordinario tnunfo. Y desde alb pudo ver como repre­sentatives de todas las clases sociales —campesi-

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nos, obreros, intelectuales, comerciantes, industria-les, grupos femeninos—, lo saludaban con nn grito: "Viva la Revolucion Mexicans. Viva el Candidato de la Revolucion."

La Manifestaci6n de Guadalaja­ra.- Un Pueblo con su Gobiemo.-Guellar y David Orozco.

Y A en prensa este libra, ocurrio la manifesta­tion de Guadalajara en honor del Candidato

Nacional, ingeniero Pascual Or iz Kubio. No pode-mos dejar de hacer mention de ella en estas paginas coasagradas a expresar la forma como el pueblo ha aclamado al Candidato del Partido Nacional Bevo-lucionario, mas tratandose de un Estado cuya im-portancia es de las mas grandes en la Republica.

La manifestation de Guadalajara fue enorme. Tan grande como las mas nutndas, las mas entusias-tas de la Republica. Y en ella, el Gobernador Jose Maria Cuellar, un revolucionano de los mas esforza-dos, y el diputado David Orozco, Presidente del Co mite Ejecutivo de Jalisco, dieron muestras de la per-fecta organization de las agrupaciones revoluciona-rias del Estado. La muchedumbre convivio con estos dos lideres tapatios y con el mismo entusiasmo que ellos, demostro su revolucionarismo uniendose con clamoroso entusiasmo a la manifestacion que signifi co un triunfo mas de la Revolution Mexicana.