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© Universidad de Salamanca Zephyrus, LXX, julio-diciembre 2012, 33-47 ISSN: 0514-7336 INSTRUMENTOS LÍTICOS TALLADOS DEL ASENTAMIENTO NEOLÍTICO DE LA VAQUERA (SEGOVIA) EMPLEADOS EN ACTIVIDADES AGRÍCOLAS Knapped lithic tools used in agricultural activities from the Neolithic site of La Vaquera (Segovia) Juan F. GIBAJA*, María Soledad ESTREMERA**, Juan José IBÁÑEZ*** y Unai PERALES**** * CSIC-IMF. Dpto. de Arqueología y Antropología. C/ Egipciàques, 15. 08001 Barcelona. Correo-e: jfgibaja @imf.csic.es ** Alacet Arqueólogos S. L. C/ Doce de Octubre, 9. 47005 Valladolid. Correo-e: [email protected] *** CSIC-IMF. Dpto. de Arqueología y Antropología. C/ Egipciàques, 15. 08001 Barcelona. Correo-e: ibanezjj @imf.csic.es *** Dpto. de Geografía, Prehistoria y Arqueología. Universidad del País Vasco (EPV -EHU). Correo-e: unai.perales @ehu.es Recepción: 2012-06-29; Revisión: 2012-07-26; Aceptación: 2012-08-17 BIBLID [0514-7336 (2012) LXX, julio-diciembre; 33-47] RESUMEN: La Cueva de la Vaquera constituye un contexto arqueológico de una riqueza excepcional. Entre las distintas ocupaciones documentadas nos detenemos en las pertenecientes a las primeras sociedades agricultoras y ganaderas del Neolítico antiguo. En este trabajo nos centramos en el estudio del utillaje lítico y en concreto en los caracteres morfológicos de las hoces empleadas en actividades de siega y procesado de los cereales. La información obtenida la contextualizamos en el marco de los inicios del Neolítico en la Península Ibérica en relación a los primeros instrumentos agrícolas. Palabras clave: Interior peninsular. Agricultura. Utillaje. Traceología. Hoces. ABSTRACT: La Vaquera Cave is located at the centre of the Iberian Peninsula (Segovia). The cave was occupied by the first groups of farmers settling down in the area, during the late 6th millennium cal BC. In this paper, we study the lithic tools which were used for cereal harvesting and processing. The characteris- tics of these agricultural tools are compared with those coming from other Early Neolithic sites, which have been previously analyzed. The pattern of geographical distribution of the different sickle types is explained in the context of the spread of agriculture in the Western Mediterranean region. Key words: Inland Iberian Peninsula. Agriculture. Tools. Use-Wear analysis. Sickles. 1 Los proyectos en los que se enmarca esta investigación son: “Origins and spread of agriculture in the south-western Mediterranean región”, The European Research Council (ERC-AdG 230561); “Las ocupaciones lacustres y la gestión 1. Introducción Desde hace algunos años un grupo de investi- gadores estamos abordando el estudio de los ins- trumentos de siega empleados por las primeras comunidades de agricultores y pastores que se asentaron en el Mediterráneo occidental (Ibáñez et al. , 2008; Gassin et al. , 2010; Gibaja et al. , 2010). Dicho estudio forma parte de proyectos de mayor envergadura en los que los objetivos priori- tarios versan sobre el proceso de neolitización y el origen de la agricultura 1 .

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ISSN: 0514-7336

INSTRUMENTOS LÍTICOS TALLADOS DEL ASENTAMIENTONEOLÍTICO DE LA VAQUERA (SEGOVIA) EMPLEADOS ENACTIVIDADES AGRÍCOLAS

Knapped lithic tools used in agricultural activities from the Neolithicsite of La Vaquera (Segovia)

Juan F. GIBAJA*, María Soledad ESTREMERA**, Juan José IBÁÑEZ*** y Unai PERALES***** CSIC-IMF. Dpto. de Arqueología y Antropología. C/ Egipciàques, 15. 08001 Barcelona. Correo-e: [email protected]** Alacet Arqueólogos S. L. C/ Doce de Octubre, 9. 47005 Valladolid. Correo-e: [email protected]*** CSIC-IMF. Dpto. de Arqueología y Antropología. C/ Egipciàques, 15. 08001 Barcelona. Correo-e: [email protected]*** Dpto. de Geografía, Prehistoria y Arqueología. Universidad del País Vasco (EPV-EHU). Correo-e: [email protected]

Recepción: 2012-06-29; Revisión: 2012-07-26; Aceptación: 2012-08-17

BIBLID [0514-7336 (2012) LXX, julio-diciembre; 33-47]

RESUMEN: La Cueva de la Vaquera constituye un contexto arqueológico de una riqueza excepcional.Entre las distintas ocupaciones documentadas nos detenemos en las pertenecientes a las primeras sociedadesagricultoras y ganaderas del Neolítico antiguo. En este trabajo nos centramos en el estudio del utillaje líticoy en concreto en los caracteres morfológicos de las hoces empleadas en actividades de siega y procesado delos cereales. La información obtenida la contextualizamos en el marco de los inicios del Neolítico en laPenínsula Ibérica en relación a los primeros instrumentos agrícolas.

Palabras clave: Interior peninsular. Agricultura. Utillaje. Traceología. Hoces.

ABSTRACT: La Vaquera Cave is located at the centre of the Iberian Peninsula (Segovia). The cave wasoccupied by the first groups of farmers settling down in the area, during the late 6th millennium cal BC. Inthis paper, we study the lithic tools which were used for cereal harvesting and processing. The characteris-tics of these agricultural tools are compared with those coming from other Early Neolithic sites, which havebeen previously analyzed. The pattern of geographical distribution of the different sickle types is explainedin the context of the spread of agriculture in the Western Mediterranean region.

Key words: Inland Iberian Peninsula. Agriculture. Tools. Use-Wear analysis. Sickles.

1 Los proyectos en los que se enmarca esta investigaciónson: “Origins and spread of agriculture in the south-western

Mediterranean región”, The European Research Council(ERC-AdG 230561); “Las ocupaciones lacustres y la gestión

1. Introducción

Desde hace algunos años un grupo de investi-gadores estamos abordando el estudio de los ins-trumentos de siega empleados por las primerascomunidades de agricultores y pastores que se

asentaron en el Mediterráneo occidental (Ibáñezet al., 2008; Gassin et al., 2010; Gibaja et al.,2010). Dicho estudio forma parte de proyectos demayor envergadura en los que los objetivos priori-tarios versan sobre el proceso de neolitización y elorigen de la agricultura1.

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¿Cuál es nuestro interés en el caso de LaVaquera? Es bien conocido el notable número deyacimientos del Neolítico antiguo situados en lasáreas costeras del Mediterráneo: sudeste de Fran-cia, Cataluña, Valencia o Andalucía. Muchos deellos presentan un registro arqueológico excepcio-nal, con secuencias en las que se documentan

ocupaciones de los últimos cazado-res-recolectores y de las primerascomunidades de agricultores y pasto-res del Neolítico.

Aunque buena parte del utillajelítico de los yacimientos más repre-sentativos de este periodo y marcogeográfico ya ha sido estudiada pornosotros en el marco de los proyec-tos citados, sin embargo, para cier-tas áreas del territorio peninsular lainformación disponible hasta elmomento sigue siendo muy escasa.Este es el caso del centro peninsulardonde sólo en las últimas décadas eltrabajo de ciertos equipos de inves-tigación se ha visto recompensadocon el descubrimiento de nuevosyacimientos, que son un referente ala hora de hablar sobre el proceso deneolitización en el interior peninsu-lar. Nos referimos, por ejemplo, alos asentamientos de La Revilla delCampo y La Lámpara (Rojo et al.,2008), en Soria; las Minas de CasaMontero, en Madrid (Consuegra etal., 2004; Díaz del Río y Consue-gra, 2011), o a la protagonista de esteartículo, la Cueva de La Vaquera, enSegovia (Estremera, 2003, 2005).

El análisis traceológico realizadosobre los útiles de siega de LaVaquera nos ha permitido conocercómo eran morfológicamente lashoces utilizadas por las comunida-des que ocuparon esta cueva y quéotros instrumentos líticos se destina-

ron al procesado de los cereales. Estos resultados,comparados con los datos ya conocidos en otrosasentamientos neolíticos del Mediterráneo occi-dental, nos han permitido definir grandes áreasgeográficas en las que aparecen tipos de hoces y técnicas de siega similares. La distribución geográfica de las técnicas de siega ha posibilitado

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de los recursos entre las primeras sociedades agrícolas y ganade-ras del NE peninsular: Tecnología de las producciones materialesy usos instrumentales. Estrategias agroforestales y ganaderas”,Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2009-13494-C02-01y HAR2009-13494-C02-02); “The last hunter-gatherers and

the first farming communities in the south of the IberianPeninsula and north of Morocco: a socio-economic approachthrough the management of production instruments andexploitation of the domestic resources”, Fundação para Ciênciae a Tecnologia (PTDC/HAH/64548/2006).

FIG. 1. Situación del yacimiento de la Cueva de La Vaquera (Torreigle-sias, Segovia).

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el planteamiento de hipótesis sobre la expansiónde la primera agricultura en el Mediterráneooccidental.

2. La Vaquera en el marco del Neolítico interior

Situada en el municipio segoviano de Torreigle-sias, a caballo entre la cuenca sedimentaria delDuero y el piedemonte del Sistema Central, laCueva de La Vaquera es uno de los yacimientosemblemáticos del conocido como Neolítico inte-rior (Fig. 1). La cavidad se abre a media ladera deun escarpe calizo que domina la confluencia de losríos Pirón y Viejo que configuran un espacio natu-ral de indudable atractivo por la riqueza de susrecursos. La Vaquera disfruta así de una privilegia-da situación, pues se beneficia del fondo de vallehúmedo, que conserva pastos frescos durante todoel año y ofrece diversidad de especies arbóreas, yde la inmediata campiña de vocación agrícola.

La Sala A, que da acceso a la galería superior,conserva una compleja estratificación vertical deunos 5 m de potencia que abarca desde el Neolí-tico hasta momentos altomedievales, aunque loshorizontes mejor representados son los del Neo-lítico, Edad del Cobre y Bronce Antiguo (Figs. 2 y 3). En concreto, el depósito neolítico ofrece unespesor de más de 2 m y descansa directamentesobre la roca de base, sin que hayamos identifi-cado niveles de ocupación previos. A partir deun exhaustivo estudio del conjunto material, deuna amplia serie de dataciones radiocarbónicas yde la información proporcionada por la recons-trucción paleoambiental y económica del yaci-miento hemos establecido (Estremera, 2003) tresfases evolutivas en la secuencia neolítica de LaVaquera, cuyos principales rasgos resumimos acontinuación:

— La fase I corresponde al Neolítico antiguo,con una cronología situada entre la segundamitad del VI y el primer tercio del V milenio calBC. Este horizonte se caracteriza por la diversidadque ofrecen los perfiles cerámicos, entre los quesobresalen los recipientes ovoides con fondo cóni-co y las vasijas globulares con cuello, vinculados aabundantes elementos plásticos y de prensión,profusamente decorados con motivos inciso-impresos y aguadas a la “almagra”. El utillaje lítico

tallado está elaborado en sílex y en cristal de roca.Se caracteriza por la presencia mayoritaria de lámi-nas que conviven con útiles de sustrato –buriles,raspadores y perforadores– y microlitos geométri-cos, habitualmente segmentos de círculo. La pie-dra pulimentada está representada por variosbrazaletes de mármol, mientras que la artesanía delhueso está definida por los punzones sobre metá-podo de ovicaprino y los objetos de adorno. Eneste horizonte encontramos ya todos los indiciosde la práctica de una economía productora con lapresencia de distintas variedades de cereales –trigosdesnudos y vestidos y, en menor medida, cebada–,una cabaña ganadera basada en los ovicaprinos,

FIG. 2. Planta de la denominada Sala A con el área delas excavaciones arqueológicas desarrolladas en1988/89 y 1991/95 (rayada).

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apareciendo al final del Neolítico antiguo el cerdodoméstico y el ganado vacuno, y restos de perro.La recolección de frutos silvestres y la caza conti-núan desempeñando un papel importante en labase subsistencial de esta comunidad, cumpliendoesta última la función añadida de protección delos cultivos y del ganado.

— La fase II o Neolítico reciente abarcadesde mediados del V a la primera mitad del IVmilenio cal BC y ofrece diferencias significativasrespecto a la etapa precedente. Dominan las for-mas cerámicas simples, casi siempre hemisféricas,con menor presencia de asas y elementos plásti-cos. La decoración se reduce de manera drásticay adopta diseños más sencillos al tiempo que seincorporan técnicas nue vas como el boquique y las

aguadas rojizas ad quierenun carácter muy margi-nal. En piedra continúanproduciéndose láminasmientras desaparecen losgeométricos y las piezasde sustrato.

En nuestro Neolíticoreciente comparece ya elpolen de cereal y lasleguminosas y se incre-mentan los síntomas deantropización del entor-no. Además se asiste aun proceso de diversi -ficación de la cabañaganadera, en la que ove-jas y cabras constituyenlas especies dominantes,orientadas tanto al con-sumo cárnico como a la producción de leche,seguidas por el ganadobovino y porcino. Lashuellas de una mayorpresión económica sobreel medio, unidas a lapresencia significativa devacas y cerdos, podríanindicarnos que el hábitatse hace más estable ysedentario.

— La fase III repre-senta el epílogo del Neo-

lítico y su tránsito hacia la Edad de los Metales amediados-finales del IV milenio cal BC. En ellacristalizan los cambios anunciados en la etapa pre-cedente, además de consolidarse la agriculturacerealista basada en las variedades de trigos desnu-dos. La alcallería está constituida de modo exclu-sivo por formas simples, sobre todo cuencos decasquete esférico, libres de cualquier elemento de prensión. La decoración ha desaparecido casipor completo, lo mismo que el tratamiento a laalmagra. El material lítico de esta fase manifiestaun claro distanciamiento respecto a los dos hori-zontes anteriores. El sílex se convierte en la mate-ria prima exclusiva y las láminas con melladurasaumentan de tamaño y tienden a la estandariza-ción tipométrica.

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FIG. 3. Sección resultante de las excavaciones realizadas en la Sala A (perfil nortedel sondeo).

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Esta secuencia, junto con los datos proporcio-nados por otros yacimientos excavados en laMeseta Norte como La Velilla y La Lámpara,demuestra que en el interior de la Península Ibéri-ca se documentan de forma temprana las innova-ciones tecnológicas y económicas que estabanrecorriendo todo el Mediterráneo occidental(Delibes et al., 1996). Con la información dispo-nible hace unos años proponíamos la implanta-ción ex novo del Neolítico a inicios-mediados delVI milenio cal BC (Estremera, 2003), momento en que comparecen todas las novedades de estehorizonte. Esta circunstancia, unida a la prácticainexistencia de pruebas de la presencia de gruposepipaleomesolíticos en la Meseta Norte, indicabaque estábamos ante un proceso de colonizaciónpor parte de comunidades neolitizadas que vanexpandiendo de forma rápida la frontera agrícola.

El desarrollo de la investigación en estos últi-mos años parece refrendar la validez de estas con-clusiones. El reciente trabajo sobre la neolitizacióndel interior de la Península Ibérica (Jiménez,2010) recoge, en una notable labor de síntesis, el catálogo de yacimientos neolíticos de ambasmesetas y ofrece una propuesta de secuenciaregional basada en el modelo dual (Bernabeu,1996), en la que se diferencian dos fases: el Neo-lítico I, dividido a su vez en dos etapas, siendo enla segunda donde se encuadrarían las fases I y IIde La Vaquera, y el Neolítico II, cuya etapa inicialpodemos equiparar a la fase III de la cueva sego-viana, pero en el que además incluye las manifes-taciones del Calcolítico regional.

El mayor problema que plantea esta propuestaradica en la diferenciación que se establece en elNeolítico I. Por un lado, por una cuestión termi-nológica, pues al designarla con las letras A y B seinsinúa una sucesión cronológica o cultural queen realidad no existe, pues ambas fases se desarro-llarían de forma paralela según muestran las data-ciones, aspecto reconocido por el propio autor(Jiménez, 2010: 593). Por otro, la misma defini-ción de ese Neolítico IA, que identificaría elmomento de implantación neolítica a mediadosdel VI milenio cal BC, es todavía muy endeble.Este horizonte, en el que las huellas del sustratoson mínimas, presenta todo el bagaje neolítico yes atribuido por este investigador a colonos“puros”, término que hay que entender como de

filiación cardial, por la presencia de escasos frag-mentos de cerámica cardial y pseudocardial en losyacimientos de La Paleta y Mesegar de Tajo, enToledo, y Verona II, en Madrid (Jiménez, 2008;Jiménez et al., 2008). Sin negar el interés de estoshallazgos, su contexto arqueológico nos planteaserias dudas. En el caso del enclave madrileño,Jiménez señala que “el yacimiento se encontróprofundamente alterado” (Jiménez, 2010: 288) yla amplia excavación realizada en 1991 no pareceque contribuyese a aclarar la estratigrafía del yaci-miento ni su evolución cronocultural (Jiménez,2010: 293).

Menos reparos ponemos a la adscripción estrati-gráfica de los fragmentos cardiales y cardialoides deLa Paleta, pese a que la mitad del relleno sedimen-tario de los hoyos fue excavada mediante una “sin-gular” técnica de piques artificiales, reconstruyendoen el laboratorio la estratificación con la ayuda delos materiales (Jiménez, 2010: 324-325).

La presencia de esas especies de tipo cardial enla Meseta Sur no debería extrañar, pues este terri-torio debió de mantener estrechas conexiones conla vecina área levantina, así como con la fachadaatlántica portuguesa a través del valle del Tajo, loque no creemos es que esos escasos fragmentoshallados en unos registros arqueológicos pobres opoco fiables, como el de Verona II, permitan dife-renciar por ahora un grupo correspondiente a unafase de colonización cardial distinta a la del Neolí-tico antiguo de cerámicas impresas que sí seencuentra bien representado en los yacimientos dela Meseta, que ofrecen igualmente fechas calibra-das de entre inicios y mediados del VI milenio yen los que también comparecen esas cerámicasdecoradas con matriz múltiple de aspecto cardia-loide. Es el caso de los niveles del Neolítico anti-guo de La Vaquera (Estremera, 2003: figs. 17, n.º1; 18, n.º 9 y 46, n.º 3), donde estas especiesconviven con decoraciones impresas y aguadas ala almagra, además de con una industria lítica conelementos de sustrato, en los de La Lámpara(Kunst y Rojo, 1999a: fig. 4) o en la cueva delMirador (Vergés et al., 2008: 423-424). Parecemás sencillo, por tanto, explicar la presencia deestos tiestos en el marco de procesos de acultura-ción e intercambio, que introducir una nueva faseen la secuencia del Neolítico regional, que por elmomento no encuentra suficientes argumentos.

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De forma sincrónica al grupo de La Paleta sedesarrollaría, siempre según la propuesta de Jimé-nez Guijarro, la fase IB que, si mantenemos por elmomento la cuarentena sobre esa supuesta etapade colonización pura, sería el verdadero Neolíticoantiguo de la Meseta, en el que entendemos quese encuadrarían las dos primeras fases de LaVaquera (Estremera, 2003), los yacimientos soria-nos de La Lámpara, La Revilla del Campo y elAbrigo de Carlos Álvarez-La Dehesa (Kunst yRojo, 1999b; Rojo et al., 2008a; 2008b), El Por-talón de Mayor (Ortega et al., 2008) y la cuevadel Mirador (Vergés et al., 2008), en la Sierra deAtapuerca, así como La Paleta, en Toledo y lacueva de La Ventana, en Madrid (Jiménez, 2010),cuyas datas más antiguas son del VI milenio. Estosyacimientos presentan todo el equipamientomaterial neolítico, así como una economía orien-tada a la producción de alimentos basada en elcultivo de cereales y en la cabaña de ovicaprinos,que se consolida avanzado el V milenio cal BC.

La sincronía de las dataciones de los yacimien-tos meseteños con las de muchos levantinos yandaluces habla de la rapidez de la neolitización,lo que avala la existencia de una importante redde contactos e intercambio de información, y enla que “los valles de los grandes ríos y sus afluen-tes debieron funcionar como auténticos corredo-res de bienes, de información y también de gente”(Estremera, 2003: 211), lo que a su vez debió darlugar a desarrollos regionales diferenciados queserían el reflejo de los contactos establecidos entrecomunidades y de las vías de penetración elegidas(ibid.: 212). Estas particularidades dentro de lasecuencia regional también han sido reconocidaspor Jiménez (2010: 584) al diferenciar los gruposde La Vaquera-Jarama, Ambrona y Atapuercadentro del Neolítico Antiguo.

Con la consolidación del modo de vida cam-pesino estas diferencias se irán diluyendo, demodo que el Neolítico final del interior de laPenínsula, situado a mediados-finales del IV mile-nio cal BC, se hará más uniforme y se caracteriza-rá, como demuestra la fase III de la cuevasegoviana, por la generalización de las cerámicaslisas, el dominio de los soportes laminares más omenos normalizados empleados en útiles com-puestos, la restricción de los geométricos al ámbi-to funerario y la generalización y diversificación

de la economía productora que evolucionará haciala adopción de la primera metalurgia.

3. El utillaje lítico de La Vaquera.Caracterización tecno-tipológica

El utillaje lítico tallado neolítico del yacimien-to segoviano está realizado mayoritariamente ensílex y se orienta casi con exclusividad a la obten-ción de soportes laminares cada vez más estanda-rizados, los cuales constituyen la base de laindustria, pues los elementos retocados aparecenen escaso número. Si estos son los rasgos básicosque caracterizan nuestra colección lítica, puedenadvertirse sin embargo una serie de diferenciasevolutivas, tanto a nivel tecnológico como tipoló-gico (Estremera, 2003).

En primer lugar, y por lo que se refiere a lasmaterias primas, podemos comprobar comomuestra una gama de tonalidades muy variada,desde el blanco casi transparente hasta el negro,sin que falten algunas litologías “opalinas” y jaspea -das. Algunas variedades de sílex de coloracionesmarrones es probable que procedan de la explota-ción minera de Casa Montero, Madrid. No obs-tante, será necesario hacer los análisis pertinentespara confirmar esta apreciación (Consuegra et al.,2004; Consuegra y Castañeda, com. pers.).

En las dos fases iniciales observamos una pre-ferencia por los sílex de tonalidad marrón-grisá-cea, empleados para fabricar las láminas másregulares y de mayor tamaño, así como los geo-métricos. Por el contrario, al final del Neolíticoeste tipo de sílex pierde protagonismo en favor deotros de color blanco y la calcedonia, lo que sinduda indica un cambio en el lugar y en las estra-tegias de aprovisionamiento. Por otro lado, el cris-tal de roca tiene una presencia importante en losdos horizontes más antiguos, desapareciendo casipor completo en la tercera fase. Comparece enforma de pequeños núcleos agotados, microlascasy laminillas, así como de prismas naturales quehan sido transformados en buriles y raspadores.

A lo largo de toda la secuencia hay un marca-do predominio del componente laminar, quesupera el 60% en las tres fases distinguidas, y que,entero o fracturado, ha sido seleccionado paraconfigurar el utillaje retocado (Fig. 4). Podemos

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distinguir dos grupos. Elprimero formado porláminas largas y anchas,de sección trapezoidal o triangular, con ladosparalelos y un espesoruniforme, que habríansido obtenidas por talla apresión a partir de núcle-os prismáticos o pirami-dales. El segundo sería elconstituido por las lami-nitas. Los núcleos sonescasos y sólo comparecen en los dos horizontesmás antiguos. Su reducido número junto a la pre-sencia mínima de restos de talla y al dominio delos soportes de tercer orden apuntaría a que laactividad de talla se habría realizado en contextosdiferentes a los del asentamiento.

En los soportes laminares hemos documentadoel uso del tratamiento térmico para facilitar suextracción (Fig. 6). Aunque este tipo de procedi-miento técnico lo hemos observado en láminas ela-boradas en distintas variedades de sílex, predominaespecialmente en los sílex de color blanquecino ocalcedonia. Ello es coherente en tanto que este tipo

de sílex suele ser muy duro y de peor aptitud parala talla. Nos parece enormemente interesante estehecho ya que, a diferencia de lo que sucede en elárea levantina durante los primeros momentos delNeolítico (no posteriormente como se aprecia enyacimientos como Costamar [García, 2009], la

conjunción de la talla lami-nar y el uso del tratamientotérmico puede registrarsetambién en otros contextosarqueológicos del interiorpeninsular –La Lámpara, LaRevilla del Campo o elAbrigo de Carlos Álvarez–,pero especialmente enAndalucía –Nerja, Murcié-lagos de Zuheros, Castille-jos de Montefrío, etc.– y enlos territorios del centro-meridional de Portugal –Pena d’Agua, Laranjal deCabeço das Pias, Valada doMato, entre otros– (Diniz,2007; Carvalho, 2008;Gibaja, 2008; Aura et al.,2010; Gibaja et al., 2012).

Desde el punto de vistade la tipometría también esposible advertir algunas

diferencias entre las tres fases. Así, además deconstatar una mayor diversidad de grupos tipo-métricos en las dos primeras, en estos momentoslo microlítico tiene un gran peso específico, cuan-do las microlaminillas suponen algo más del 50%,lo que indicaría un significativo componente desustrato. Durante el Neolítico reciente también

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TIPO DE SOPORTEFASE I

NEOL. ANTIGUO (% sobre total)

FASE II NEOL. RECIENTE

(% sobre total)Núcleos 5 0Prismas trabajados 3 4,5Lascas 16 18,2Tabletas de núcleo 0 4,5Flancos de núcleo 3,9 0Aristas de núcleo 3,9 2,3Láminas 63,4 61,4Lasquitas de talla / Debris 5 9,1Indeterminados 0 2,3N.ª TOTAL DE PIEZAS 101 44

FIG. 4. Soportes y tipos de utillaje retocado en las dos fases iniciales de Neolítico.

FIG. 5. Láminas talladas mediante tratamiento térmico; es posible observar la con-junción de facetas lustradas con otras de enrojecidas y sin lustre.

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encontramos laminitas, pero lo “ultramicrolítico”tiende a desaparecer, lo mismo que las láminasestrechas, mientras que en el horizonte de transi-ción Neolítico final-Calcolítico su presencia esabsolutamente marginal. Por su parte, las hojas delas fases I y II, a pesar de que se mueven en unasdimensiones muy próximas entre sí, ofrecen unamayor variabilidad en su tamaño que las del últi-mo momento, las cuales parecen acomodarse a unmismo patrón métrico.

Nuestra impresión es que desde el primermomento de la secuencia neolítica se tiende a dotaral conjunto de las hojas de unas dimensionesestándar, que realmente fructifica en la últimafase, y que también puede rastrearse en la frag-mentación intencionada mediante flexión demuchos soportes laminares. Esta “normalización”progresiva del tamaño del componente laminar,advertida en otros yacimientos neolíticos peninsu-lares, vendría impuesta por la necesidad de crearelementos intercambiables entre sí dentro de unequipamiento industrial integrado por útiles com-puestos –hoces, cuchillos, etc.–.

Si nos ocupamos de los grupos tipológicos,veremos como desde los inicios del Neolítico lacategoría dominante es la de las láminas simplesque aumenta cuantitativamente en cada una de las fases, al tiempo que la diversidad de tipos

propia del Neolítico másantiguo se va reduciendo.Se trataría de piezas utiliza-das en bruto, pues muchasde ellas ofrecen melladurasirregulares, marginales y máso menos continuas a lolargo de sus filos, así comorestos de pátina de cerealeso de ocre. El siguientegrupo en número de efecti-vos es el de las muescas ydenticulados, dentro delcual el tipo más frecuentees el de la lámina o lamini-ta denticulada con retoquesimple poco profundo. Losútiles de sustrato –buriles,raspadores, perforadores yláminas de borde abatido–son casi exclusivos del Neo-lítico antiguo o fase I, y lo

mismo sucede con los geométricos. De los ochomicrolitos recuperados en contexto estratigráfico,uno es un pequeño trapecio con la base menorretocada y el resto son segmentos de círculo, casitodos delineados mediante retoque abrupto, comosucede en otros contextos del interior como losyacimientos sorianos de La Lámpara, Revilla delCampo o el Abrigo de Carlos Álvarez (Kunst yRojo, 1999a, 199b; Rojo et al., 2008).

4. Los instrumentos líticos tallados de LaVaquera empleados en el trabajo agrícola

La presencia de útiles lustrados ha sido uno delos argumentos a los que recurrentemente se haacudido para hablar de la existencia o no de prác-ticas agrícolas en aquellos contextos arqueológicosdonde no se conservaban o no se habían recupe-rado restos carpológicos. En los últimos años latraceología ha adquirido una relevancia significati-va en el estudio de las técnicas de siega, pues hapermitido abordar qué tipo de útiles eran desti-nados a estas actividades, cómo se usaban, cómoestaban enmangados, etc.

En el caso del utillaje tallado de La Vaqueranos vamos a detener precisamente en el estudiode las hoces destinadas a la siega y en el de unconjunto de láminas que debieron utilizarse en

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FIG. 6. Láminas de la fase I empleadas para segar. La distribución del pulido nosindica que se enmangaron en diagonal (fotografía microscópica a 100X). Lalínea blanca sobre la pieza muestra el límite y la distribución del área pulida.

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un segundo trabajo relacionado con el procesadoy la gestión de los tallos.

Antes de entrar a detallar los resultados cabehacer ciertas puntualizaciones de carácter metodo-lógico y explicar el tipo de selección del materialanalizado. La metodología de análisis funcionalaplicada en nuestro estudio ha sido ampliamentedescrita en otras publicaciones, a las que remitimosal lector interesado (Keeley, 1980; Vaughan, 1985;González e Ibáñez, 1994; Juel Jensen, 1994; Gas-sin, 1996). No obstante, en diversos trabajos pre-vios hemos desarrollado aspectos específicosvinculados con el estudio de los elementos de hozneolíticos (Gibaja, 2008; Ibáñez et al., 2008).

Hemos empleado de forma paralela una lupabinocular Leica, que abarca entre 10X-90X aumen-tos, y un microscopio metalográfico Olympus BH2,cuyos aumentos van desde 50X a 400X. Como laspiezas no tenían restos de concreción calcárea lashemos limpiado únicamente con agua y jabón.

Las características de la materia prima lítica ysu comportamiento ante las alteraciones antrópi-cas y naturales tienen importantes repercusiones,no únicamente con respecto a la formación y eldesarrollo de las huellas de uso, sino también enrelación a su conservación. Por ello, comprenderlas consecuencias que las alteraciones tienen sobre lassuperficies líticas y sobre los rastros de uso se tra-ducirá en una mejor comprensión de los resul -tados obtenidos. En el caso de La Vaquera losinstrumentos líticos muestran un estado de con-servación excepcional. Únicamente la presencia deligeros lustres de suelo, así como del lustre térmi-co propio de las piezas que han sido talladas des-pués de haber calentado los bloques o los núcleos,han provocado ciertas dificultades a la hora dediagnosticar aquellas modificaciones por uso pocodesarrolladas.

En todo caso, nuestro objetivo prioritario es elestudio de las hoces y el de ciertas piezas conabrasiones incluso macroscópicas. Ambos tipos deinstrumentos suelen generar modificaciones tanintensas en los filos que las ligeras alteracionessufridas no han impedido su observación, sucaracterización y por ende la determinación de laactividad realizada.

Otras huellas vinculadas también con la utili-zación de los instrumentos, como son las produ-cidas por el contacto con los mangos, son

enormemente complicadas de diagnosticar por-que suelen provocar pequeñas modificaciones ais-ladas en ciertas zonas de los filos opuestos alusado (Roots, 2003). Sin embargo, como vamosa ver, en el caso de las hoces de La Vaquera ladistribución del micropulido de cereal en losfilos, así como ciertas modificaciones tecnológicaspracticadas en las piezas, nos han permitido reco-nocer cómo estuvieron enmangadas.

Una de las cuestiones que ha guiado la selec-ción y presentación de los datos es la contextuali-zación del material. Una parte significativa delutillaje lítico estudiado no puede encuadrarse conseguridad en los niveles estratigráficos definidos apartir de la excavación desarrollada desde 1991,pues proceden de una intervención de urgenciaprevia, cuyas circunstancias ya expusimos en untrabajo anterior (Estremera, 2005). No obstante,las piezas de la campaña de 1988-89 analizadaspara este estudio proceden sin duda de contextosasimilables a las fases I y II del yacimiento. Estacircunstancia hizo que si bien estudiáramosmacroscópicamente con lupa binocular todo estematerial, sólo analizáramos en profundidad algu-nas de las piezas del conjunto lítico adscrito conseguridad a los niveles pertenecientes a las tresfases neolíticas de la secuencia. En efecto, laobservación macroscópica de todo el material nospermitió observar y separar aquellas piezas quepodían estar relacionadas con el trabajo agrícola:en total 27. Fue relativamente sencillo hacer dichaselección, pues por lo general las piezas presenta-ban, incluso de visu, pulidos muy desarrolladosgenerados posiblemente por el corte de cereales.

Las experimentaciones de siega de cereales conreproducciones de hoces prehistóricas que hemosrealizado muestran que el lustre macroscópicoaparece entre las dos y tres horas de trabajo (Gon-zález et al., 2000; Gibaja, 2003; Gassin et al.,2010). La intensidad del lustre depende de nume-rosos factores como el tiempo de trabajo, la densi-dad del campo de cereales, la humedad delcontexto de siega, la resistencia de los tallos –rela-cionada con el tipo de cereal–, etc. Es cierto queotros trabajos diferentes de la siega también pue-den generar lustres macroscópicos. Es el caso, porejemplo, del corte de otras plantas silíceas diferen-tes del cereal –juncos, aneas, etc.– o del trabajo deciertas materias minerales como la cerámica o el

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ocre. Sin embargo, la observación microscópicapermite distinguir las huellas debidas al corte delcereal de las provocadas por otro tipo de trabajos.

Tras realizar el análisis del utillaje lítico de LaVaquera hemos reconocido dos tipos de hoces,ambas configuradas sobre soportes laminares. Porun lado, hay cuatro láminas elaboradas sobre sílexmarrón, pertenecientes exclusivamente a la faseneolítica más antigua (Fase I), cuya distribucióndel pulido nos indica que debieron enmangarseen diagonal (Fig. 7). El ángulo de inserción –conuna inclinación respecto al eje del mango de 60º-75º– sería tan alto que seguramente sólo seenmangaba una lámina. Morfológicamente esta-mos ante dos fragmentos mediales y dos láminasmás que han perdido la parte distal. En tres deestas cuatro láminas los laterales opuestos al usadohan sido modificados mediante retoques abruptosmarginales. No podemos asegurar que la cuartahubiera estado también retocada, en tanto quesólo ha llegado hasta nosotros un pequeño frag-mento medial. En todo caso, tales modificacionespor retoque debieron realizarse para facilitar elenmangamiento, fijando la pieza y evitando queel mango se fracture por la presión que durante eltrabajo se genera sobre el filo insertado en laranura practicada para introducir la pieza.

Morfométricamente es difícil definir qué lon-gitud debían de tener tales láminas, pero lo queparece evidente es que debían ser bastante largas yanchas. Y es que las cuatro hoces de este tipo tie-nen una longitud entre 32-57 mm, una anchuraentre 18-24 mm y un espesor entre 3-6 mm. Laestandarización, especialmente en lo referente a laanchura y el espesor de las láminas, es una cues-tión que debe estar muy bien controlada, ya quepermite que la ranura donde se enmangan notenga que modificarse con cada pieza que se inser-ta, lo que provocaría que esa parte de la hoz serompiera al poco tiempo. Cabe recordar que lamayor inversión de tiempo se efectúa en la elabo-ración del cuerpo de la hoz elaborada en madera,hueso o asta, y no en la lámina de sílex. Un buenmango puede durar mucho tiempo, mientras laspiezas líticas son fácilmente intercambiables porotras nuevas cuando aquellas se han desprendido,han agotado su efectividad o se han fracturado.

Por otro lado, en las fases I, II y III encontra-mos un conjunto de siete láminas de menor for-mato empleadas también como hoces quedebieron haber sido insertadas paralelas al mango(Fig. 7). Tres provienen de los niveles de la fase I,dos de la fase II y otras dos de la fase III. Hay cier-tas diferencia con respecto a las hoces anterior-mente descritas:

— se han empleado en su elaboración distin-tos tipos de sílex;

— no suelen estar retocadas y, cuando se hamodificado el filo, se ha incidido tanto enel usado, con el objetivo probablemente dereavivarlo y alargar su vida útil, como en elque quedaba enmangado;

— suelen ser nuevamente fragmentos medialeso próximo-mediales de láminas, pero eneste caso con una longitud entre 23-44mm, una anchura de 10-14 mm y un espe-sor entre 3-5 mm.

El conjunto de huellas relacionadas con lasiega de cereales presentes en ambos tipos dehoces líticas de La Vaquera muestra un grado de desarrollo heterogéneo, desde algunas que pre-sentan pulidos de cereal en un estadio de forma-ción incipiente hasta otras en las que los filosincluso han sido reavivados como consecuencia delas numerosas horas de trabajo invertidas.

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FIG. 7. Lámina de la fase I usada para segar. Estabainsertada paralela al mango de la hoz (fotografíamicroscópica a 100X).

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Entre las modificaciones por usoapreciables en estas hoces cabe desta-car que la mayoría presenta numero-sas estrías y abrasiones. Nuestraexperimentación, como la de otroscolegas, ha demostrado que la canti-dad de estrías está relacionada con ellugar por donde se cortan los tallosdel cereal. Así, cuanto más cerca delsuelo se realice el corte, mayor es lacantidad de estrías que se producecomo consecuencia de las partículasde tierra adheridas a la base de dichostallos. El hecho de que en las hocesde La Vaquera haya numerosas estríasindica que eran empleadas para segarlos tallos del cereal cerca del suelo.Esta forma de segar implica quehabía un aprovechamiento de la lon-gitud total del tallo para posterioresusos: techado de casas, cesterías, etc.

Junto a las hoces, entre el utillaje de La Vaque-ra encontramos también un conjunto de ocholáminas –3 de la fase I, 3 de la fase II y 2 más dela fase III– que muestran filos muy redondeados yabrasionados con innumerables estrías paralelas.Tales modificaciones son el resultado del corte deplantas en contacto con una materia muy abrasivacomo es la tierra (Fig. 8). Entendemos que lasúnicas tareas que pueden responder a esta vincula-ción cereales-tierra son la siega a ras de suelo o elcorte de los tallos sobre el mismo, con el fin deseparar la espiga y raíces del tallo o cortar estos enunas medidas determinadas (Gibaja, 2003). Setrata de láminas fragmentadas elaboradas sobredistintas variedades de sílex entre las cualesencontramos piezas retocadas y no retocadas.Cabe destacar la presencia de una lámina que trasemplearse en esta actividad ha sido transformadaen un perforador por su parte distal.

Hay algunas láminas en las que incluso lashuellas nos hacen pensar en una doble utilización.En ellas se aprecia un pulido de cereal muy desa -rrollado y extenso asociado a fuertes abrasiones yestrías localizadas a lo largo de todo el filo. Estadiversidad de huellas diferentes en un mismo filodebe ser consecuencia de un proceso de reutiliza-ción en el que la lámina se empleó primero parasegar cereales y posteriormente para cortar sobreel suelo los tallos y/o separar las espigas y las raíces.

La secuencia debe de ser ésta, en tanto que elcorte sobre el suelo de los tallos es la actividadque provoca mayor destrucción del filo.

5. Las hoces de La Vaquera en relación a otroscontextos neolíticos peninsulares

El conjunto de instrumentos líticos de LaVaquera empleados en la siega de cereales y su pos-terior procesado tiene claros vínculos de conexióncon los documentados en otros contextos del Neolí-tico antiguo del centro y nordeste de la PenínsulaIbérica. Hoces similares compuestas por una únicalámina larga enmangada en diagonal están presentesen el interior de las fosas realizadas para la extrac-ción de sílex del complejo minero de Casa Monte-ro, así como en los asentamientos al aire libre de LaDraga, La Lámpara y La Revilla del Campo. El casomás espectacular lo encontramos en el asentamientolacustre de La Draga, con preservación excepcionalde los objetos en madera, donde se han conservadovarias hoces de madera, una de las cuales aún man-tiene un fragmento de la lámina de sílex insertadaen la ranura (Gibaja, 2008; Terradas et al., 2010;Palomo et al., 2011).

Las hoces líticas enmangadas en paralelo sontambién muy comunes en la parte septentrional

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FIG. 8. Láminas de las Fases 2 y 3 con huellas muy abrasivas productodel contacto con el suelo (fotografía microscópica a 100X).

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de la Península Ibérica y el SE de Francia. Habi-tualmente se trata de lascas alargadas o láminascon una longitud mayor a los 30 mm, llegandoincluso a los 80 mm. Están ampliamente docu-mentadas en diversos yacimientos del norestepeninsular datados entre el VI y IV milenio cal BC,tanto en contextos de hábitat al aire libre (LaDraga, Ca n’Isach), en cueva (Cova del Frare),como en ámbitos funerios (necrópolis de SantPau del Camp, Bòbila Madurell y Camí de CanGrau) (Gibaja, 1997, 1999, 2000, 2002, 2003,2004). También son conocidas en yacimientoscontemporáneos del SE de Francia, en las regionesde Provenza y el Languedoc: Grotte Lombard,l’Abri Pendimoun, Le Baratin, Grotte de l’Églisesupérieure, Giribaldi o Fontbrégoua (Gassin,1991, 1996, 1999; Gassin et al., 2004).

En tales contextos encontramos igualmente laspiezas líticas de las que hemos hablado previa-mente que muestran un conjunto de huellas en elque se combinan el corte de cereales y el contactocon una materia tan abrasiva como es la tierra.Estos instrumentos no los hemos constatado enlos territorios más meridionales correspondientesa las actuales comunidades de Valencia y Andalu-cía, así como en el centro de Portugal.

Precisamente, en los yacimientos de estas áreaslas hoces son diferentes. Están compuestas porláminas con medidas entre 20 y 30 mm de longi-tud, que fueron enmangadas sucesivamente endiagonal formando una alineación dentada. Lashemos registrado en los asentamientos del VImilenio cal BC de Mas d’Is, Cova de l’Or y Covade la Sarsa (todos ellos en Alicante); en contextosandaluces situados en la franja cronológica entrefinales del VI e inicios del V milenio, caso de Mur-ciélagos de Zuheros (Córdoba), Castillejos deMontefrío (Granada), Cueva del Toro (Málaga) yCabecicos Negros (Almería), y en el yacimientodel final del Neolítico antiguo (aún sin fechasradiocarbónicas) de Cortiçois (Rodríguez et al.,1996; Rodríguez, 1999; González et al., 2000;Gibaja et al., 2007, 2010a, 2010b).

6. Conclusión

La cueva de La Vaquera constituye uno de loscontextos arqueólogicos más importantes del

interior peninsular (Estremera, 2003, 2005;Gibaja, 2008; Ibáñez et al., 2008; Gassin et al.,2010; Gibaja et al., 2010b). El estudio de los úti-les tallados relacionados con tareas agrícolas hapermitido identificar la existencia de dos tipos dehoces en los niveles neolíticos. Por una parte, seutilizaron láminas individuales insertadas enángulo oblicuo en vástagos de madera. Se hanrecuperado hoces completas en las que huboláminas insertadas de esta manera en La Draga,fabricadas en madera, y en un reciente ejemplorecuperado en el yacimiento de Costamar, elabo-rado en asta (Flors et al., 2012). Estas hoces seutilizaban acopiando los tallos con el apéndicetransversal de la hoz, recogiendo los tallos en unamano, girando la hoz 90º y cortando los talloscon la lámina de sílex. Teniendo en cuenta que lainserción de la lámina de sílex identificada en LaVaquera y las de La Draga y Costamar son igua-les, es razonable suponer que el tipo de hozempleado en estos yacimientos fue similar. Estetipo de inserciones de hoz se han observado enlos yacimientos del noreste y el interior peninsu-lar. Por otra parte, otros elementos de hoz seinsertaron en paralelo al vástago. Junto a estaspiezas de siega, otras láminas se emplearon parael corte de los tallos sobre el suelo, generandohuellas de uso muy abrasivas.

Este conjunto de útiles y actividades relaciona-das con la siega y procesado de cereales se handocumentado en los yacimientos del Languedoc,Cataluña y costa levantina hasta Castellón –yaci-miento de Costamar– y en el interior peninsular–Soria, Navarra y Madrid–. Sin embargo, en lamitad sur de la costa levantina, incluyendo losyacimientos valencianos, en Andalucía y en elcentro y sur de Protugal se utilizaron hoces confilos dentados, formados por inserciones de diver-sas láminas cortas de sílex, mientras los útiles conhuellas abrasivas no están presentes. Estas diferen-cias en las técnicas de siega en las primeras comu-nidades neolíticas del Mediterráneo occidentalparecen comenzar a definir dos áreas diferentes,norte y sur, con tradiciones técnicas diversas. Enla actualidad, continuamos estudiando los útilesde siega de nuevos yacimientos, lo que nos permi-tirá fijar mejor estas dos posibles áreas, a partir de lo cual abordaremos el tema de la explicación dela existencia de estas dos tradiciones técnicas.

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