2
Mortimer J. Adler y Charles van Doren Cómo leer un libro sus partes y la relación existente entre ellas, seguramente se trata de un mal libro, por mucha fama que tenga. Pero no debemos apre- surarnos a emitir tal juicio; posiblemente la culpa es del lector, no del autor. Sin embargo, siempre debemos juzgar la obra y no creer que la culpa es nuestra en todos los casos. De hecho, por muchos defectos que tengamos como lectores, el culpable suele ser el libro, porque en su mayoría -en su inmensa mayoría- está mal escrito en el sentido de que sus autores no lo desarrollaron ateniéndose a estas reglas. Podríamos añadir que estas dos normas también son aplicables a la lectura de cualquier parte sustancial de una obra de ensayo y a su totalidad. Si la parte elegida constituye en sí una unidad compleja y relativamente independiente, habrá que descubrir su unidad y su complejidad con el fin de leerla bien. Aquí hallamos una diferencia significativa entre los libros que transmiten conocimiento y las obras poéticas, de teatro y de narrativa. Las partes de los primeros pueden ser mucho más autónomas que las de las segundas. La per- sona que asegura que «ha leído lo suficiente como para hacerse una idea de qué trata» una novela no sabe lo que dice, porque si la obra es buena, la idea se encuentra en el conjunto y no se la puede des- cubrir a menos que se lea aquélla en su totalidad, pero podemos hacernos una idea de Ética, de Aristóteles, o de El origen de las especies, de Darwin, leyendo detenidamente algunas partes, si bien en tal caso no observaremos la tercera regla. Descubrir las intenciones del autor En este capítulo deseamos exponer otra regla de la lectura, que puede expresarse sucintamente, pues requiere pocas explicaciones y ninguna ilustración. En realidad, repite bajo otra forma lo que el lector ya habrá hecho si ha aplicado la segunda y tercera normas, pero la repetición resulta útil porque arroja una luz distinta sobre el todo y las partes. La cuarta regla es la siguiente: REGLA 4.•: AVERIGUAR EN QUÉ CONSISTEN LOS PROBLEMAS QUE SE PLANTEA EL AUTOR. El autor de un libro empieza con una o varias preguntas, y la obra, en aparien- cia al menos, contiene la respuesta o las respuestas. El escritor quizá deje constancia de las preguntas o quizá no, así como de las respuestas que constituyen los frutos de su trabajo. Tanto en un caso como en el otro, y sobre todo en el segundo, la tarea del lector consiste en formular las preguntas con la mayor precisión posible. Debe ser capaz de expresar el interrogante prin- cipal al que la obra trata de responder, y de expresar las preguntas subordinadas si la principal es compleja y consta de muchas partes. No sólo ha de haber comprendido bastante bien todos los interro- gantes sino, además, situarlos en un orden inteligible. ¿Cuáles son los primarios y cuáles los secundarios? ¿Cuáles deben contestarse en primer lugar, si otros pueden responderse más adelante? Vemos que, en cierto sentido, esta regla reproduce la tarea que ya se ha realizado al expresar la unidad y descubrir sus partes, pero quizá sirva de ayuda al lector realizar tal esfuerzo. En otras pala- bras, seguir la cuarta norma resulta útil si se la aplica en conjunción con las otras dos, y como es ligeramente menos conocida que aqué- llas, incluso puede resultar más útil a la hora de enfrentarse con un libro difícil. No obstante, quisiéramos hacer hincapié en que no pretendemos que el lector caiga en lo que los críticos denominan falacia intencionada, consistente en pensar que se puede descubrir lo que un escritor tenía en mente a partir de una obra suya, algo especialmente aplicable a la literatura: constituye un grave error tratar de psicoanalizar a Shakespeare a partir de Hamlet, por ejem- plo; pero incluso con una obra poética puede resultar de gran ayuda tratar de averiguar las intenciones del autor. En el caso de los libros de ensayo, la regla tiene un valor evidente, y, sin embargo, la mayo- ría de los lectores, aunque posean gran destreza en otros aspectos, no suelen ser capaces de observarlo. En consecuencia, su concepción del punto o tema principal de una obra puede ser muy deficiente, y, por supuesto, bastante caótico el perfil que tracen de la estructura. No llegarán a ver la unidad del libro porque no comprenden por qué tiene la unidad que tiene, y su comprensión de la estructura del libro carecerá de la aprehensión del fin que persigue. Si el lector conoce el tipo de preguntas que cualquiera puede plantear acerca de cualquier cosa, se convertirá en un experto a la hora de detectar los problemas del autor, que pueden formularse 102 103

Intensiones Del Autor

Embed Size (px)

DESCRIPTION

como descubrir las intensiones de un autor

Citation preview

Page 1: Intensiones Del Autor

Mortimer J. Adler y Charles van Doren Cómo leer un libro

sus partes y la relación existente entre ellas, seguramente se trata de un mal libro, por mucha fama que tenga. Pero no debemos apre- surarnos a emitir tal juicio; posiblemente la culpa es del lector, no del autor. Sin embargo, siempre debemos juzgar la obra y no creer que la culpa es nuestra en todos los casos. De hecho, por muchos defectos que tengamos como lectores, el culpable suele ser el libro, porque en su mayoría -en su inmensa mayoría- está mal escrito en el sentido de que sus autores no lo desarrollaron ateniéndose a estas reglas.

Podríamos añadir que estas dos normas también son aplicables a la lectura de cualquier parte sustancial de una obra de ensayo y a su totalidad. Si la parte elegida constituye en sí una unidad compleja y relativamente independiente, habrá que descubrir su unidad y su complejidad con el fin de leerla bien. Aquí hallamos una diferencia significativa entre los libros que transmiten conocimiento y las obras poéticas, de teatro y de narrativa. Las partes de los primeros pueden ser mucho más autónomas que las de las segundas. La per- sona que asegura que «ha leído lo suficiente como para hacerse una idea de qué trata» una novela no sabe lo que dice, porque si la obra es buena, la idea se encuentra en el conjunto y no se la puede des- cubrir a menos que se lea aquélla en su totalidad, pero podemos hacernos una idea de Ética, de Aristóteles, o de El origen de las especies, de Darwin, leyendo detenidamente algunas partes, si bien en tal caso no observaremos la tercera regla.

Descubrir las intenciones del autor

En este capítulo deseamos exponer otra regla de la lectura, que puede expresarse sucintamente, pues requiere pocas explicaciones y ninguna ilustración. En realidad, repite bajo otra forma lo que el lector ya habrá hecho si ha aplicado la segunda y tercera normas, pero la repetición resulta útil porque arroja una luz distinta sobre el todo y las partes.

La cuarta regla es la siguiente: REGLA 4.•: AVERIGUAR EN QUÉ

CONSISTEN LOS PROBLEMAS QUE SE PLANTEA EL AUTOR. El autor de

un libro empieza con una o varias preguntas, y la obra, en aparien- cia al menos, contiene la respuesta o las respuestas.

El escritor quizá deje constancia de las preguntas o quizá no, así como de las respuestas que constituyen los frutos de su trabajo. Tanto en un caso como en el otro, y sobre todo en el segundo, la tarea del lector consiste en formular las preguntas con la mayor precisión posible. Debe ser capaz de expresar el interrogante prin- cipal al que la obra trata de responder, y de expresar las preguntas subordinadas si la principal es compleja y consta de muchas partes. No sólo ha de haber comprendido bastante bien todos los interro- gantes sino, además, situarlos en un orden inteligible. ¿Cuáles son los primarios y cuáles los secundarios? ¿Cuáles deben contestarse en primer lugar, si otros pueden responderse más adelante?

Vemos que, en cierto sentido, esta regla reproduce la tarea que ya se ha realizado al expresar la unidad y descubrir sus partes, pero quizá sirva de ayuda al lector realizar tal esfuerzo. En otras pala- bras, seguir la cuarta norma resulta útil si se la aplica en conjunción con las otras dos, y como es ligeramente menos conocida que aqué- llas, incluso puede resultar más útil a la hora de enfrentarse con un libro difícil. No obstante, quisiéramos hacer hincapié en que no pretendemos que el lector caiga en lo que los críticos denominan falacia intencionada, consistente en pensar que se puede descubrir lo que un escritor tenía en mente a partir de una obra suya, algo especialmente aplicable a la literatura: constituye un grave error tratar de psicoanalizar a Shakespeare a partir de Hamlet, por ejem- plo; pero incluso con una obra poética puede resultar de gran ayuda tratar de averiguar las intenciones del autor. En el caso de los libros de ensayo, la regla tiene un valor evidente, y, sin embargo, la mayo- ría de los lectores, aunque posean gran destreza en otros aspectos, no suelen ser capaces de observarlo. En consecuencia, su concepción del punto o tema principal de una obra puede ser muy deficiente, y, por supuesto, bastante caótico el perfil que tracen de la estructura. No llegarán a ver la unidad del libro porque no comprenden por qué tiene la unidad que tiene, y su comprensión de la estructura del libro carecerá de la aprehensión del fin que persigue.

Si el lector conoce el tipo de preguntas que cualquiera puede plantear acerca de cualquier cosa, se convertirá en un experto a la hora de detectar los problemas del autor, que pueden formularse

102 103

Page 2: Intensiones Del Autor

Mortimer J. Adler y Charles van Doren Cómo leer un libro

sucintamente, de la siguiente manera: ¿existe algo? ¿Qué clase de problema es? ¿Qué lo ha producido, o bajo qué circunstancias puede existir, o por qué existe? ¿Qué objetivo persigue? ¿Cuáles son las consecuencias de su existencia? ¿En qué consisten sus característi- cas, sus rasgos? ¿Cuáles son sus relaciones con otros puntos simila- res o diferentes? ¿Cómo se comporta? Todas estas preguntas tienen carácter teórico. ¿Qué fines deben perseguirse? ¿Qué medios habría que elegir para alcanzar un fin concreto? ¿Qué hay que hacer para obtener un objetivo dado, y qué orden hay que seguir? Bajo unas circunstancias determinadas, ¿qué se debe hacer? ¿Bajo qué condi- ciones resultaría mejor hacer esto o lo otro? Todas estas preguntas tienen carácter práctico.

La anterior lista de preguntas no pretende ser exhaustiva, pero representa las clases de preguntas que se formulan con mayor fre- cuencia cuando deseamos obtener un conocimiento teórico o prácti- co, y puede ayudar al lector a descubrir los problemas que ha inten- tado resolver en un libro, si bien hay que adaptarla cuando se aplica a obras literarias, en las que también resultarán útiles.

Primera etapa de la lectura analítica

Ya hemos expuesto y explicado las primeras cuatro reglas de la

lectura, las de la lectura analítica, que cuando se inspecciona un libro antes de leerlo contribuirán a ayudarnos a su aplicación.

Al llegar a este punto, reviste gran importancia reconocer que las primeras cuatro reglas guardan relación entre sí y forman un conjunto con un objetivo único. Todas juntas proporcionan al lector que las aplica el conocimiento de la estructura de una obra. Una vez aplicadas a un libro o a cualquier texto bastante largo y difícil, se habrá dominado la primera etapa de la lectura analítica.

No debemos entender el término «etapa» en sentido cronológi- co, a menos, quizá, al principio del ejercitamiento en la lectura ana- lítica; es decir, no hace falta leer un libro hasta el final para aplicar las cuatro primeras reglas y después volver a leerlo una y otra vez con el fin de aplicar las demás. El lector experto alcanza las cuatro

etapas al mismo tiempo. Sin embargo, hemos de comprender que conocer la estructura de un libro no constituye una etapa encamina- da a la lectura analítica.

Otra forma de expresar lo anterior podría consistir en decir que aplicar las cuatro primeras reglas ayuda a responder a las primeras cuestiones básicas de un libro. El lector recordará que la primera es como sigue: c·de qué trata la obra en conjunto? También recordará que esto equivale a descubrir el tema principal, que el autor desarro- lla ordenadamente subdividiéndolo en temas o puntos subordina- dos. La aplicación de las cuatro primeras reglas de la lectura nos proporcionará la mayor parte de los datos necesarios para respon- der a esta pregunta, si bien hemos de añadir que lo haremos con mayor exactitud a medida que apliquemos las demás reglas y res- pondamos a las demás preguntas.

Como ya hemos descrito la primera etapa de la lectura analítica, detengámonos unos momentos para dejar constancia de las cuatro primeras reglas ordenadamente, según los encabezamientos más adecuados.

La primera etapa de la lectura analítica, o normas para averiguar sobre qué trata un libro

l. Clasificar el libro según la clase y el tema. 2. Enunciar de qué trata el libro lo más sucintamente posible. 3. Enumerar las partes principales según su orden y relación y

perfilarlas tal como se ha perfilado el conjunto. 4. Definir el problema o los problemas que trata de resolver el

autor.

104 105