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38 I INTERDISCIPLINA Física y filosofía El reencuentro Para los griegos helénicos la sucesión natural del conocimiento era la gramática, la física, la epistemología y la ética. El dream team de los físicos y matemáticos europeos de principios del siglo XX tenía una sólida formación filosófica. Sin embargo, desde hace cincuenta años las fronteras de la física y de la filosofía parecen no correrse. ¿Le falta filosofía a la física y física a la filosofía? Guillermo Mattei - [email protected] Algunos destacados físicos opinan que la crisis actual en la que se encuentra sumergida la vanguardia de su discipli- na se debe a la falta de formación en fi- losofía de sus graduados de los últimos sesenta años. Sin embargo, el mediáti- co físico Stephen Hawking asegura que la filosofía está muerta, a pesar de que sus libros de divulgación sean la princi- pal fuente bibliográfica para muchos fi- lósofos académicos que incursionan en el análisis de teorías científicas. Física y filosofía, filosofía y física, muchos ángu- los para mirarlas. La pulsión por los fundamentos Hace muy poco que tienen libreta uni- versitaria de la carrera de física. Hace muy poco que el sol asomó por el Río de la Plata e ilumina los ventanales de la biblioteca del pabellón II de Ciudad Universitaria, donde grupos de estu- diantes saturan las mesas. Antes de em- pezar a resolver las guías de problemas, un estudiante reflexiona: “Yo sigo física porque siempre me apasionó el tema de la superconductividad”, y una alum- na le responde: “Yo, para acercarme lo mejor posible a las respuestas de las más grandes y profundas preguntas que plantea la realidad”. Esta distribu- ción bipolar de horizontes profesiona- les entre las y los futuros físicos parece mantenerse a lo largo del tiempo y las universidades. El físico Gustavo E. Romero, profe- sor titular de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de la Plata e in- vestigador superior del CONICET en el Instituto Argentino de Radioastronomía, corrobora como docente la estadísti- ca anterior y recuerda: “De adolescen- te siempre tuve la sensación de que, para responder esas preguntas filosófi- cas que tanto me motivaban, primero tenía que saber ciencia”. Hoy Romero se destaca tanto en el campo de la as- trofísica como en el de la filosofía: “No tengo un título académico en filosofía pero publico regularmente en revistas internacionales y participo en congre- sos del tema”, aclara. Los científicos que bucean tanto en los mares del conocimiento físico como en los del filosófico no fueron una rareza en otros tiempos. Carlo Rovelli, físico teórico experto en gra- vedad cuántica de la Universidad del Mediterráneo (Marsella, Francia), ob- serva: “Newton, Einstein, Heisenberg, Bohr y muchos otros de los grandes fí- sicos de todos los tiempos leyeron fi- losofía, aprendieron de la filosofía y nunca pudieron haber hecho lo que hicieron sin el input de la filosofía, como ellos mismos admitieron mu- chas veces”. Por su parte, Lee Smolin, físico del Perimeter Institute (Ontario, Canadá) y autor del polémico libro Las dudas de la física en el siglo XXI, agre- ga: “Los grandes físicos de principios del siglo XX –Heisenberg, Einstein, Bohr, Mach, Boltzmann, Poincaré, Schrödinger y más– pensaban a la fí- sica teórica como una empresa filo- sófica”. A estos ilustres personajes los motivaban verdaderos y profun- dos problemas filosóficos y, muchas

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física y filosofía

El reencuentroPara los griegos helénicos la sucesión natural del conocimiento

era la gramática, la física, la epistemología y la ética. El dream

team de los físicos y matemáticos europeos de principios

del siglo XX tenía una sólida formación filosófica. Sin

embargo, desde hace cincuenta años las fronteras de

la física y de la filosofía parecen no correrse. ¿Le falta

filosofía a la física y física a la filosofía?

Guillermo Mattei - [email protected]

Algunos destacados físicos opinan que la crisis actual en la que se encuentra sumergida la vanguardia de su discipli­na se debe a la falta de formación en fi­losofía de sus graduados de los últimos sesenta años. Sin embargo, el mediáti­co físico Stephen Hawking asegura que la filosofía está muerta, a pesar de que sus libros de divulgación sean la princi­pal fuente bibliográfica para muchos fi­lósofos académicos que incursionan en el análisis de teorías científicas. Física y filosofía, filosofía y física, muchos ángu­los para mirarlas.

La pulsión por los fundamentosHace muy poco que tienen libreta uni­versitaria de la carrera de física. Hace muy poco que el sol asomó por el Río de la Plata e ilumina los ventanales de la biblioteca del pabellón II de Ciudad Universitaria, donde grupos de estu­diantes saturan las mesas. Antes de em­pezar a resolver las guías de problemas,

un estudiante reflexiona: “Yo sigo física porque siempre me apasionó el tema de la superconductividad”, y una alum­na le responde: “Yo, para acercarme lo mejor posible a las respuestas de las más grandes y profundas preguntas que plantea la realidad”. Esta distribu­ción bipolar de horizontes profesiona­les entre las y los futuros físicos parece mantenerse a lo largo del tiempo y las universidades.

El físico Gustavo E. Romero, profe­sor titular de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de la Plata e in­vestigador superior del CONICET en el Instituto Argentino de Radioastronomía, corrobora como docente la estadísti­ca anterior y recuerda: “De adolescen­te siempre tuve la sensación de que, para responder esas preguntas filosófi­cas que tanto me motivaban, primero tenía que saber ciencia”. Hoy Romero se destaca tanto en el campo de la as­trofísica como en el de la filosofía: “No tengo un título académico en filosofía pero publico regularmente en revistas

internacionales y participo en congre­sos del tema”, aclara.

Los científicos que bucean tanto en los mares del conocimiento físico como en los del filosófico no fueron una rareza en otros tiempos. Carlo Rovelli, físico teórico experto en gra­vedad cuántica de la Universidad del Mediterráneo (Marsella, Francia), ob­serva: “Newton, Einstein, Heisenberg, Bohr y muchos otros de los grandes fí­sicos de todos los tiempos leyeron fi­losofía, aprendieron de la filosofía y nunca pudieron haber hecho lo que hicieron sin el input de la filosofía, como ellos mismos admitieron mu­chas veces”. Por su parte, Lee Smolin, físico del Perimeter Institute (Ontario, Canadá) y autor del polémico libro Las dudas de la física en el siglo XXI, agre­ga: “Los grandes físicos de principios del siglo XX –Heisenberg, Einstein, Bohr, Mach, Boltzmann, Poincaré, Schrödinger y más– pensaban a la fí­sica teórica como una empresa filo­sófica”. A estos ilustres personajes los motivaban verdaderos y profun­dos problemas filosóficos y, muchas

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veces, dejaron documentadas sus discusiones de temas científicos a la luz de la tradición filosófica que na­turalmente tenían internalizada. Para ellos, los cálculos en las teorías eran, si bien decisivos, un complemento para la comprensión conceptual de la naturaleza.

Sin embargo, tras el éxito de la mecáni­ca cuántica en la década de 1920, esta manera filosófica de desarrollar física teórica, poco a poco, se fue perdien­do y dio lugar a un estilo más pragmá­tico y utilitarista de investigación. Así, los nuevos problemas filosóficos que introdujo la mecánica cuántica no se resolvieron; por el contrario, siguieron presentes en planos más olvidados y poco preferidos. El corrimiento hacia esa manera materialista de hacer físi­ca se completó cuando el foco de la disciplina se trasladó de Europa a los Estados Unidos en 1940. Físicos desco­llantes tales como Richard Feynmann, Freeman Dyson, Murray Gell­Mann y Robert Oppenheimer simplemente ig­noraron los problemas fundamentales irresolutos en sus famosos aportes.

Romero opina: “Tras el éxito del pro­yecto Manhattan, que involucró a mu­chos físicos, surge una forma de hacer ciencia basada en el pragmatismo, en la cual lo que importaba era el resulta­do concreto, el detalle y el trabajo en equipo para lograr objetivos bien de­finidos. “En los años 70, ante alguna inquietud de los estudiantes gradua­dos sobre los fundamentos de las teo­rías, la respuesta de sus mentores era ‘callate y seguí calculando’”, recuerda Smolin.

Perder de vista el trasfondo filosófico separa a los formalismos teóricos de las interpretaciones. “Hemos alcanza­do formalismos muy sofisticados, muy bien pulidos, pero no están claras las interpretaciones”, observa Romero y agrega: “Entonces usamos teorías con las cuales podemos calcular y prede­cir cosas con mucha precisión, pero no sabemos bien de qué hablamos”. En esta línea, Rovelli aporta: “Mejor que cuestionar datos y teorías sería inquirir acerca de la estructura con­ceptual empleada para interpretar­los y elaborarlas”. El verdadero juego

no sería cambiar teorías sino cambiar el modo en que pensamos el mundo (ver recuadro Todos somos…). Así lo hizo Einstein, profundo lector del fi­lósofo Baruch Spinoza –uno de los tres pilares de la filosofía prekantia­na– y así lo hicieron también Charles Darwin y Noam Chomsky.

Bella falsabilidadLa falta de rumbo filosófico y el embriagante clímax de los bellos formalismos de teorías donde obser­vaciones y experimentos se presumen imposibles, parecen generar raros po­sicionamientos nuevos. Sean Carroll, cosmólogo del Instituto Tecnológico de California (Estados Unidos), se pregunta en su conocido blog: “¿Qué ideas científicas ya están listas para la jubilación?” Y, desafiando a Karl Popper, taladrando los pilares de la revolución galileico­newtoniana, se responde: “la falsabilidad”. En filoso­fía de la ciencia, la falsabilidad o refu-tabilidad es “la propiedad que tendrá una proposición universal si existe al menos un enunciado lógicamente

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posible que se deduzca de ella y que pueda demostrarse falso mediante observación empírica”.

La falsabilidad, ¿un criterio sobres­timado para juzgar si las teorías de­ben ser tomadas en serio o no? Los trabajos en ciencias naturales for­malizadas por la matemática, ¿no se deben evaluar por el hecho de que predigan o no fenómenos contras­tables sino por su belleza interna y por el consenso de la comunidad que los genera? George Ellis, pro­fesor emérito de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y coau­tor con Stephen Hawking de uno de los libros seminales en cosmología, y Joe Silk, profesor del Instituto de Astrofísica de París (Francia) pren­dieron todas las alarmas a fines de 2014 en la revista Nature. “Ellis y Silk son los dos cosmólogos más importantes de la actualidad”, afir­ma Romero y continua: “Les sobra prestigio para expresar su preocu­pación por la presión que cierta parte de la comunidad de la físi­ca teórica está haciendo por rela­jar las pautas de evaluación de los trabajos científicos cambiando fal­sabilidad por belleza”. En otros tér­minos, escenas de posmodernismo explícito: la ciencia es un discurso y una teoría es válida si es aceptada por la comunidad que genera ese

Todos somos anaximandro

Carlo Rovelli es autor del libro El primer científico: Anaximandro y su legado. Anaximandro de Mileto fue un filósofo jónico, discípulo de Tales, cuyo único escrito se refiere a la naturaleza. “Profundizar en la vida de Anaximandro es una aventura fascinante: él hizo algo muy típico en ciencia y que muestra qué es la ciencia”, explica Rovelli. Hasta Anaximandro, todas las civilizaciones pensaban que la estructura del mundo se reducía a un Cielo sobre las cabezas y una Tierra debajo de sus pies. Solo dos sentidos: arriba y abajo. Las cosas caían desde arriba hacia abajo. Sin embargo, Anaximandro pudo decir: “No, hay algo más. La Tierra es un cuerpo finito que flota en el espacio, sin caer, y el Cielo no está simplemente sobre nuestras cabezas sino en todo alrededor”. ¿Cómo pudo decir esto? Observando el cielo, seguramente. Sin embargo, muchas civilizaciones también lo observaron pero todas asumieron que debajo de sus pies no había nada. Ahora bien, si no había nada, la Tierra ¿debía caer como lo hacía cualquier objeto material? Anaximandro cuestionó esa pregunta y razonó que si los objetos debían caer significa que la dirección de caída cambiaba con cada punto de la Tierra. Así, los conceptos arriba-

abajo dependían de la posición. Esto implicaba, primero, un cambio en el lenguaje básico referido a algo estructural de la visión del homo sapiens sobre el mundo. Anaximandro pudo entender una parte de la realidad, esencialmente, cambiando algo en la estructura conceptual de que disponía para capturar esa realidad. “Anaximandro nos liberó del prejuicio, de un prejuicio que estaba encarnado en la estructura conceptual que teníamos del espacio”, opina Rovelli y se pregunta: “¿Por qué Anaximandro es tan emblemático? Porque ese proceso se encuentra en cada paso, grande o pequeño, de la investigación en física; esto es, para resolver problemas no hay que contestar preguntas si no cuestionarlas o darse cuenta de que la manera en la que el problema fue formulado contiene implícitamente una suposición prejuiciosa que es la que hay que desechar”.

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discurso. “Celebramos que Carroll abra el corazón de la física y ponga sobre la mesa de operaciones sus fundamentos filosóficos, pero esa exploración debe ser muy rigurosa, sobre todo cuando ciertos resulta­dos científicos, tales como el cambio climático o la teoría de la evolución, son cuestionados por sectores polí­ticos y religiosos”, advierte Ellis. De todas maneras, la postura de Ellis y Silk es categórica y puede resumirse con una cita de la astrofísica Sabine Hossenfelder, de la Universidad de Nordita (Suecia): “La ciencia post­empírica es un oxímoron”.

Si bien Ellis y Silk convocan a un gran cónclave de físicos y filósofos para dis­cutir estos temas, “hay muchos filóso­fos que no están de acuerdo porque la filosofía ha sufrido un proceso similar al de la física en el mundo anglosajón. Después de los grandes desarrollos en lógica de las décadas del 30 y del 40, en los que se establece la semántica formal, los lógicos se dedicaron, más que nada, a fabricar lógicas alternati­vas. La mayor parte de las aplicacio­nes de la lógica están en la llamada lógica del primer orden o lógica del predicado, y algunas pocas, en lógica del segundo orden. Sin embargo, hay muchas otras lógicas –infinitas lógi­cas posibles– pero que no tienen apli­cación en la realidad. Una de ellas, es

la que se llama lógica modal o lógica de la posibilidad, un mero juego for­mal sin aplicaciones reales. El filóso­fo Saúl Kripke del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (Estados Unidos) postuló que esa lógica mo­dal podía resolver un problema fun­damental: cómo establecer el valor de verdad de los enunciados. ¿Su so­lución? Un enunciado es posible si hay un mundo en el cual ese enunciado es verdadero. Luego, numerosos lógicos modales se dedicaron a reformular la lógica modal en términos de la plura­lidad de mundos o de infinitos univer­sos”, explica Romero. Toda similitud con teorías de la física no es casual.

La filosofía viveEn la conferencia Google Zeitgeist, de febrero de 2015, Stephen Hawking comparó a la filosofía con aquel que llega con toda seguridad, distensión y despreocupación a un cocktail cuan­do todos ya se fueron. “Los filóso­fos se durmieron ante los modernos avances de las ciencias y, particular­mente, los de la física”, sentenció ina­pelablemente el científico británico. Según Hawking, la conversación so­bre la verdad del mundo descansa en las manos de una elite de profe­sores de física subsidiados por corpo­raciones multinacionales y gobiernos nacionales. Algunos filósofos, de los

pocos que no entrarían en el sayo de Hawking, le recomendaron no con­fundir su disciplina con la teología. Acerca de agorerías, el polémico fi­lósofo existencialista alemán Martin Heidegger, también había anuncia­do el fin de la filosofía del siglo XX en tanto disuelta entre diferentes sub­disciplinas, como la estética, la éti­ca y la lógica, y entre ciencias como la física, la psicología y la biología. De todas maneras, independiente­mente de los fuegos artificiales a los que Hawking es aficionado, el pro­blema central parecería ser el grado de involucramiento cruzado entre la filosofía –en cualesquiera de sus for­mas– y las ciencias formalizadas por la matemática.

La formación cruzadaEn una apelación por recobrar la im­pronta de la física europea de princi­pios del siglo XX, George Ellis opina: “La educación en ciencia debería in­cluir algunos módulos básicos de Platón, Aristóteles, Kant, Hume y otros grandes filósofos consagrados, ade­más de los mejores de la actualidad. No se puede hacer física o cosmolo­gía fundamental sin adoptar una sóli­da base filosófica.”

“Todas las carreras de ciencia natu­ral deberían incluir varias materias de

Stephen Hawking es un importante físico del siglo XX con aún mucha intuición para el impacto mediático y, en consideración de muchos científicos como Esteban Romero, “con gran visión para los libros de alta

especulación –antes que de divulgación– científica”.

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filosofía. Primero, una materia de filo­sofía formal, como lógica y semántica, que potencie la formación matemá­tica previa y que le provea al futuro graduado una herramienta de inter­pretación de los lenguajes formales. Luego, una única materia de filoso­fía científica dónde se explique qué es lo que entendemos por una ley, si hay leyes de leyes, si puede haber pro­piedades de propiedades, qué es un cambio, qué es el azar, qué es una propensión, qué es una probabilidad. Después, algo de ontología: las ideas más generales acerca de lo que hay básicamente en el estudio de cosas, cambios, propiedades, leyes, espacio y tiempo. También una unidad de epis­temología donde se estudie qué es el conocimiento, qué es aprender, qué es una teoría, qué es una representa­ción de la realidad, qué es un mode­lo, cuál es la diferencia entre ciencia y pseudociencia –tema muy importante y de gran importancia cultural–, qué es la tecnología, en qué se diferencia la ciencia de la tecnología. Finalmente, una ética. Todos los grandes sistemas de pensamiento de la antigüedad y, particularmente, los del periodo hele­nístico de Grecia –epicúreo, estoico y aristotélico– siempre terminaban con una ética”, detalla Romero. Al final, siempre la ética.

Del otro lado, “los filósofos que preten­den estudiar los fundamentos de las teorías científicas generalmente tie­nen como bibliografía a libros de divul­gación científica, muchas veces, muy malos como los de Hawking. Las pu­blicaciones académicas en estas áreas no cuentan con un sistema de arbitra­je interdisciplinario ni con controles múltiples. Entonces, hay enormes dis­cusiones sobre cuestiones que, con un

poco de conocimiento, por ejemplo, de física, se podrían zanjar con alto ri­gor académico”, opina Romero y agre­ga: “En tanto las carreras de filosofía se orienten principalmente a la lectura de textos y al estudio de autores del pasa­do dejarán de lado la mirada sobre el problema filosófico en sí. Pasar cinco años haciendo una tesis sobre la lectu­ra que Walter Benjamin hizo de Martin Heidegger cuando vivió exiliado en París no le sirve a nadie”.

El planteo de problemas abiertos y la construcción de herramientas para poder investigarlos y resolverlos, pare­cería ser el perfil ideal de la formación de filósofos. Romero opina que el filó­sofo que quiere investigar y publicar a nivel académico competitivo debe primero apropiarse de herramientas científicas y luego de las formales pero sin perder de vista el planteo de los problemas reales. “En la carrera de fi­losofía, propender a una simbiosis con las ciencias formalizadas por la mate­mática demandaría un tronco básico de lógica, matemática, teoría de con­juntos, semántica e historia de la filo­sofía. Luego, materias optativas que le permitan al estudiante con interés por resolver problemas filosóficos relacio­nados con estas ciencias poder cursar en departamentos de matemática, físi­ca y biología”, explica Romero.

En suma, alcanzar una verdadera filo­sofía científica que se nutra de la fí­sica y que le provea a esta el marco general en el cual se desarrollen sus teorías es la mejor sinergia para ha­cer aportes reales a la sociedad y a la cultura; es la idea que Romero tiene acerca del esperado reencuentro en­tre la física y la filosofía.

Gustavo RomeroEs uno de los físicos más importantes del país. Es Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de la Plata e Investigador Científico del CONICET en el Instituto Argentino de Radioastronomía. Si bien su especialidad es la astrofísica también se distingue por sus aportes académicos en el campo de la filosofía científica.

En un extenso reportaje que publicó el portal de noticias NEXciencia, Romero abunda en la relación entre la Física y la Filosofía a la vez que, en clave de divulgación científica, toca conceptos físicos fundamentales: la teoría de cuerdas, Stephen Hawking, el problema ciencia-religión y los científicos-divulgadores son también algunos temas en los que Romero profundiza sin rodeos ni concesiones. Pueden consultar la entrevista completa en: http://bit.ly/RomeroEntrevista .

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