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INTRODUCCIÓN MIRANDO TÚ CASA

1. Símbolo: Una casa

Estás invitado a mirar tu propia casa, a abrir las ventanas y las puertas. A darte cuenta de ¿cómo está?, ¿Por

quién y de qué está habitada?, ¿Si te sientes contento de cómo está tu casa o quisieras modificar algo en

ella? ¿En qué o en quién está cimentada tu casa? ¿Están las puertas y ventanas de tu casa abiertas?

2. Finalidad de los Ejercicios Espirituales

En el Evangelio de Marcos 3, 13, dice así:

“Entonces Jesús subió al cerro y llamó a los que Él quiso, y vinieron a Él. Así constituyó a los Doce,

para que estuvieran con Él.”

Sí. Gracias a la fe, podemos asumir que es Jesús quien nos invita. Él te llama por tu propio nombre, para

compartir contigo un tiempo diferente, en el que tendrás la posibilidad de bajar a las intimidades de ti mismo,

sanar tus heridas, conocer tus debilidades y fortalezas, así como ganar en autenticidad. Los Ejercicios

Espirituales son una escuela de la afectividad, en la que podrás aprender a discernir ser más libre,

encontrarle sentido a tu vida.

Los Ejercicios Espirituales apuntan a tres cosas:

1) “Ordenar la vida”: mediante un breve alto en la dinámica diaria, poder realizar un balance de la historia

personal. Tomar conciencia de las luces y sombras de tu vida, las convecciones y creencias que orientan

tus acciones, el proyecto existencial que tienes, tus ilusiones y anhelos más profundos, el estado de tus

relaciones con los otros, tu auto-imagen y aquellas cosas, personas o circunstancias que sabotean tu

felicidad.

2) “Quitar las afecciones desordenadas”: En los Ejercicios puedes encontrar pistas que ayuden a “liberarte”

de aquellos afectos, apegos, actitudes, maneras de ser o de comportarte que en tu vida no te ayudan a

relacionarte de manera sana, madura, libre y gozosa con Dios, contigo mismo, con los otros, con tu

entorno, etc.

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3) “Para buscar y hallar la voluntad de Dios”: Es decir, comportarnos como personas maduras en la fe y en

la vida. Esto significa que la “voluntad de Dios” es que cada quien, con sus cualidades y defectos, sus

luces y sombras, su historia, psicología, sueños, valores, etc. siguiendo el modo de proceder de Jesús,

encuentre la forma particular de contribuir activamente en la construcción de una sociedad en la que los

seres humanos vivan libres, felices y de la manera en que deben estar los hijos de Dios.

3. Condiciones para el éxito de la experiencia

a) Ánimo y Libertad: una condición muy importante para hacer los Ejercicios es que tengas ganas deseos

de realizarlos. Eso implica una actitud pro-activa y gozosa para avanzar desde el principio hasta el final,

manteniendo el mayor grado de transparencia contigo mismo, sin encapsular temas.

b) El Silencio: para examinar lo más profundo de ti mismo es necesario creas las condiciones que

contribuyan positivamente a tu concentración. El silencio es un elemento clave.

c) El horario: todas las actividades fueron cuidadosamente planificadas, para tener un ritmo de trabajo y

de descanso apropiado, para que ayude a irse adentrando cada vez más en la experiencia.

d) La Biblia: es ver tu historia a la luz de la Palabra de Dios, es Él quien te va hablar, con quien te vas a

encontrar.

e) El cuaderno: será tu amigo, tu confidente, un recurso importante que te va a ayudar para conocerte a ti

mismo.

f) Acompañamiento espiritual: un acompañante que re ayudará en las dificultades que se te puedan

presentar. Estará dispuesto a escucharte y, con toda libertad, te ayudará hasta donde les permita su

experiencia y competencia. Lo confesado quedará en total confidencialidad.

4. Metodología

Cada Meditación tiene:

1. MEMORIA HISTORICA con las explicaciones convenientes para mejor hacer el ejercicio.

2. GUÍA PARA LA ORACIÓN O EJERCICIO. Lo que hace posible el proceso verdadero de los ejercicios es la

GUÍA, no la memoria histórica la cual te pone en contexto para el ejercicio propiamente tal. No se trata

de saber mucho sino de sentir y gustar de la relación (ENTRE DOS IGUALES) con Dios sin afán de un viaje

intelectual en vez de afectuoso.

3. EVALUACIÓN DE LA ORACIÓN sobre la autenticidad de la experiencia de Dios como se irá indicando.

“Mucho ayuda entrar en los Ejercicios con gran ánimo y libertad”

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Pasos para la oración

La oración es un espacio privilegiado para tener un encuentro profundo con el Dios de la vida. Cada cual, según su personalidad y lo que ha aprendido en materia de espiritualidad, tiene un método favorito para sacarle el máximo provecho a ese momento. Para que se te pueda facilitar tu proceso de familiarización con la práctica de la oración, te ofrecemos una serie de pasos para realizar Ejercicios Espirituales, inspirados en los textos de san Ignacio de Loyola. 1º Paso: Saber comenzar Escoge un lugar para tu oración. Es importante que sea cómodo y que puedas estar tranquilo, sin que nada ni nadie te distraiga. Según tu creatividad, puedes colocarle cosas (estampas, imágenes, fotos, velas,…) que sean significativas para ti y te ayuden a contactar con Dios. Trata de que siempre sea el mismo lugar. Es tu “tienda de encuentro”. Ex. 33, 7-11 Al llegar al lugar escogido para la oración, concientiza sobre el tipo de ejercicio que te propones a realizar. Por eso es apropiado que te preguntes: ¿a qué vengo? Y luego te des la respuesta según la temática a trabajar. En una posición que sea cómoda, pero que no te induzca al sueño, comienza el proceso de pacificación, respira lenta y profundamente hasta que la presión interna baje y sientas serenidad. 2º Paso: Saber Pedir Con una frase corta, pedirle a Dios que puedas lograr lo que se te propone en el ejercicio. Por ejemplo: Señor, que pueda ver… que pueda descubrir…, que pueda comprender…, que pueda estar en paz… 3º Paso: Saber Dialogar El tema que se te propone trabajar se denomina Saber Dialogar. Éste, por su extensión y complejidad, suele estar dividido en puntos. Éstos sirven para resaltar un aspecto específico a contemplar, meditar o reflexionar. Toma el que más despierte tu interés y dedícate a él hasta que sientas que quedó suficientemente trabajado y luego pasa al otro. Recomienda san Ignacio “no el mucho saber es lo que satisface el ánima sino el sentir y gustar las cosas internamente”. [E.E. No. 2] 4º Paso: Saber Terminar (El coloquio) Una vez que termines los puntos seleccionados, dedica un momento para compartir, en charla libre, con Jesús, María u otro personaje con el que sientas confianza o cercanía.

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Examen de la oración

Meditación No.______

Al terminar el rato de oración, “rebobina la película” y analiza cada uno de los momentos de la oración:

¿Qué sentimientos, expectativas, etc. tenía

antes de llegar a la oración?

¿Cómo me sentí durante el rato de oración?

¿Qué paso me costó más? ¿Por qué? ¿Qué paso me fue más fácil? ¿Por qué?

¿Qué sentimientos quedaron en mí al terminar? ¿Por qué tuve esos sentimientos?

¿Qué descubrí o me llamó la atención de mí?

Password (palabra clave con la que resumo lo experimentado).

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Examen del día

El paso de Dios por mi vida

Esta actividad se realiza al terminar la jornada del día. Es fundamental llenar este instrumento, tratando de

condensar lo más significativo, lo que ha sobresalido, el dato emergente de la experiencia.

1º Dar gracias por el día vivido.

2º Petición: Señor, concédeme memoria, entendimiento y voluntad, para ver lo que he vivido en este día.

¿En qué momento del día sentí cercana la presencia de Dios?

¿Cuáles son los sentimientos que predominaron durante los ejercicios?

¿Por qué tuve esos sentimientos?

¿Qué pasa si sigo fomentando las acciones o circunstancias que generaron tales sentimientos?

¿Qué descubrí hoy?

¿Qué nombre le pondría al día de hoy?

¿De qué me siento más agradecido con Dios hoy?

¿De qué me siento menos agradecido?

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Temores y Esperanzas

I. Memoria Histórica

En las anotaciones de los Ejercicios Espirituales, san Ignacio le indica tanto al ejercitante como al que da los

ejercicios:

El que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a hacer una promesa que

sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir más que otro… en los tales ejercicios espirituales es

más conveniente y mucho mejor, al buscar la divina voluntad, que el mismo Creador y Señor se

comunique con su alma devota suya, abrazándola en su amor… y disponiéndola para el modo de

vivir en que mejor podrá servirle en adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline

a una parte ni a otra, sino estando en medio como el fiel de la balanza, deje obrar, sin intermediario,

al Criador con la criatura y a ésta con su Creador y Señor. [Anotación No. 15]

Así que el asunto está entre tú y Dios. El equipo de facilitadores solo tiene el rol de dar modo y orden del

proceso, crean el escenario para que se pueda dar el encuentro del “Creador con la criatura”.

En este sentido, lo primero a lo que le dedicaremos tiempo es a revisar cómo estamos llegando a estos

Ejercicios, para que, en una conversión libre y espontánea, como la que se da entre amigos, le cuentes a Dios

cómo estás.

II. Guía para la Oración

Saber comenzar

- Busca el lugar más adecuado que te permita sintonizar con el Señor.

- Toma una postura físicamente cómoda para orar.

- Haz un ejercicio de silencio que te recupere la paz interior y te permita tener “la casa sosegada”.

- Céntrate y concéntrate en todo tu ser para estar como discípulo a los pies del Maestro y escuchar su voz.

Saber pedir

Señor, Ayúdame a descubrir cómo estoy en este momento.

Saber Dialogar (materia)

1º Punto:

Imagínate el último día de los Ejercicios. ¿Qué te gustaría haber sacado en limpio? Piensa sobre esa y las

siguientes preguntas. Anota las respuestas en tu cuaderno.

¿Cómo te sientes ahora? ¿Qué te alegra? ¿Qué te entristece? ¿Qué te preocupa?

Urgencias: ¿Tienes algún tipo de problema en este momento? ¿Qué temas crees que debes abordar en

este tiempo? ¿Crees que debes tomar en este momento alguna decisión importante?

Temores y esperanzas: ¿Qué crees que te pueden costar estos Ejercicios? ¿Tienes alguna expectativa

concreta? ¿Qué esperas de este encuentro?

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Disposición y ánimo: ¿Estás dispuesto a dar lo máximo de ti? ¿A qué te comprometes en concreto para

que la experiencia sea fructífera para ti?

2º Punto:

Medita este cuento:

Un hombre se acercó a un sanyasi (hombre sabio) que estaba meditando a la sombra de un árbol, y le dijo: -Quiero ver a Dios. Dime cómo puedo experimentarlo. El sanyasi no dijo ninguna palabra, sino que siguió haciendo su meditación. El bueno del aldeano volvió con la misma petición el día siguiente, y el otro, al otro, y al otro… sin recibir respuesta, hasta que, al fin, al ver su perseverancia, el sanyasi le dijo: -Pareces un verdadero buscador de Dios. Esta tarde bajaré al río a tomar un baño. Encuéntrate conmigo allí. Cuando aquella tarde, estaban los dos en el río, el sanyasi agarró al aldeano por la cabeza, lo sumergió en el agua y lo mantuvo así durante un rato, mientras el pobre hombre luchaba por salir a la superficie. Al cabo de un par de minutos, el sanyasi lo soltó y le dijo: -Ve a verme mañana junto al árbol. Cuado al día siguiente, acudió el aldeano al lugar indicado, el sanyasi fue el primero en hablar: -Dime, ¿por qué luchabas de aquella manera cuando te tenía sujeto por la cabeza debajo del agua? -Porque quería respirar; de lo contrario, habría muerto- respondió el aldeano. El sanyasi sonrió y dijo: -El día en que desees a Dios con la misma ansia con que querías respirar, ese día lo encontrarás sin lugar a dudas.

¿Cómo está hoy tu deseo de encontrarte con Dios?

Escribo una carta a Dios en la que le expreso todo lo que traigo a estos Ejercicios.

Saber Terminar (coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

III. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”

“HACER TODO COMO SI DEPENDIERA DE NOSOTROS SABIENDO QUE TODO DEPENDE DE DIOS”

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Meditación No. 1

Principio y fundamento Leyendo el libro de mi vida

I. Memoria Histórica

San Ignacio comienza la experiencia de los Ejercicios Espirituales, presentándonos su Principio y Fundamento. Es una apretada síntesis sobre el sentido de la vida humana, desde la perspectiva de un seguidor de Jesús. Este texto fue fruto de un largo proceso de discernimiento en el que la razón y la experiencia mística fueron de la mano. Se pueda apreciar cómo están presentes los cuatro cuadrantes principales:

Principio y Fundamento: El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados. [E.E. No 23]

Sobre este texto clásico de la tradición católica, nos comenta el P. Carlos González Valles, SJ, autor de varios libros sobre espiritualidad:

Para mí, estas palabras son tan sagradas, tan exactas, tan sabias que prefiero no cambiarlas; me gustan tal como están, y así las he usado toda mi vida. Por otro lado, he ido cayendo en la cuenta en años recientes de que no todos encuentran esas palabras tan llenas de sentido como yo. Un joven muy espiritual y muy moderno hizo cristalizar mis temores cuando me dijo que la frase “salvar mi alma” no tenía atractivo para él. Tal expresión olvidaba el cuerpo, miraba solo al futuro, era individualista y casi egoísta, hablaba de “salvar” cuando Jesús mismo había hablado más bien de “perder” por su causa, y de todos modos no encajaba en su idioma espiritual.

Al discutir sobre este asunto, el P. Carlos G Valles, SJ, llegó a esta conclusión:

Dios me ha creado para que lo ame, lo adore, le sirva… y así llegue yo a ser plenamente yo mismo. Yo soy alma y cuerpo, he sido hecho por Dios tal como soy, y siendo en verdad plenitud todo lo que Él quiso que yo fuera es como le sirvo y alabo y le doy gloria. Ya no puedo darle gloria a Dios si no empiezo a ser yo. Si yo no soy yo, no le doy gloria… Para darle la gloria plena que yo pueda darle, yo he de ser plena y totalmente yo. De hecho, esa es la única manera que tengo yo de servirle y de darle gloria: ser yo mismo en plenitud alegre y reconocida. Al ser yo mismo, no una copia, una réplica, una momia, sino un ser vivo y único, distinto, hago resaltar la originalidad y el poder del creador, que nunca se repite. Y así de descubrir todas las potencialidades de mi existencia, todas las dimensiones de mi ser, todas las facetas de mi vida, y de desarrollar cada una de ellas con plena responsabilidad y minucioso cariño, para que no se pierda ni una sola partícula de la revelación de Dios en mí, de su arte, su amor y su poder a través de mí.

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Por este motivo, la primera tarea que tienes que hacer, al empezar a conocer sobre tu espiritualidad, es leer el libro de tu historia. “La vida se vive hacia delante, pero se entiende hacia atrás”, escribió un filósofo. Esta puede ser una experiencia fascinante. Evocar tu infancia y adolescencia. Puntualizar qué cosas, personas y situaciones han conformado tu historia. Ahora bien, esta es una tare que debe hacerse con una mirada misericordiosa, cariñosa. El P. Julio Velilla, SJ, profesor de psicología y poseedor de una profunda experiencia en el conocimiento de los laberintos de la mente y el alma humana, nos brinda esta serie de recomendaciones antes de iniciar el proceso de revisión de la auto-biografía. Descubrirse a sí mismo supone estar consciente de:

Nada en la vida humana está perdido, ni siquiera el pasado, porque siempre puede ser vivido de otro modo.

Tu historia personal, con sus aspectos agradables y desagradables, está llena de sentido, porque es tu historia y no la de otro.

Cada página de tu historia que quisieras arrancar te está revelando algo importante que no quieres aceptar, por tanto si las haces tuyas cobran sentido.

Sumergirte en tu pozo provoca un eco personal, revives situaciones desagradables, pero es necesario ponerte en contacto con tus sentimientos y dejarlos que fluyan.

Debes darle nombre a TODO lo que surja, ya sea amenazante o doloroso.

Ante todo lo que surja debes mantener la paz y la serenidad.

El problema no está en lo que ocurrió sino en ti, porque no lo haces tuyo.

En toda historia hay temas que se repiten, así como se repite el tema musical de una película.

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.

II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y escucha los sonidos de la naturaleza. Busca la

tranquilidad y la paz

Una vez pacificado encomiéndate a Dios y pide que te suscite el gesto y la palabra oportuna para las diversas situaciones de la vida. Puedes decir, lentamente, la siguiente oración: “Señor, que en el día de hoy, todas mis intenciones, pensamientos y acciones estén encaminadas a cumplir tu voluntad”.

Saber Pedir Señor, concédeme valor y sinceridad para descubrir cuál ha sido realmente mi experiencia de vida, o… Señor, que pueda contemplar mi historia, pero con tu mirada de misericordia. Saber Dialogar (La materia) 1º Punto: a) Mi sentido de la vida

¿Cuáles son esas cosas que son vitales en mi vida? Describirlas.

¿Qué sueños, proyectos, ideales… están dando sentido a mi vida?

¿Cuáles son mis grandes preocupaciones?

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¿Podría enunciar algún principio, convicción o creencia que no estoy dispuesto a negociar y por lo que daría la vida?

b) La imagen real de mí mismo:

¿Qué imagen tengo de mí? (cualidades, defectos) ¿Cómo me describo?

¿Cuál es la página de mi vida que me da vergüenza enseñar? ¿… o qué quisiera arrancar?

¿Qué es lo mejor de mí?

¿Cuáles son los temas que más se repiten en mi vida?

¿Cuál es la imagen que yo creo que los demás tienen de mí?

¿Qué actitudes han predominado más en mí: verdad o mentira, responsabilidad o mediocridad, pro-actividad o reactividad, transparencia o racionalismo, aliento o queja, aislamiento o comunicación?

c) Mis responsabilidades:

¿Cómo siento mis responsabilidades personales y comunitarias?

¿Qué me han enseñado? ¿Por qué afirmar esto?

¿Cuáles son las más importantes? d) Mis afectos:

¿Cuáles han sido mis grandes amores? ¿Cuál es el de hoy?

¿Puedo decir que, el paso por la vida, me ha dejado algo que recuerdo con dolor? ¿Qué heridas he tenido a lo largo de mi vida?

¿Puedo decir que, el paso por la vida, me ha dejado algo que recuerdo con mucha alegría y entusiasmo? ¿Qué personas, situaciones y cosas constituyen un referente de alegría, entusiasmo y/o esperanza en mi vida?

Hoy en día, ¿puedo afirmar que me siento querido?

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

Puedes orar con este salmo:

“En tus manos, Señor, pongo mi misterio, a veces duro, sin la más mínima grieta donde escarbar, impenetrable superficie, lámina de acero.

Y a veces difuso, turbio y cambiante como una humareda donde se queman mis días secos. En tus manos dejo, mis afanes y trabajos sepultados en los surcos.

Sólo conoceré su verdad cuando rajen la tierra con sus hojas verdes y su nombre propio. En tus manos, Señor, no sé lo que pongo, pero sé que es mío porque me enciende y a veces me

congela. Y sé que es tuyo, porque por mis grietas respiro un aroma que calma la ansiedad, y me llega un canto

que no tiene estridencias” (Benjamín González Buelta. S.j)

III. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“Cada amor tiene una historia y toda historia es una historia de amor”

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Meditación No. 2

Principio y fundamento

…para ser felices, amando y siendo amados

I. Memoria Histórica

Los Ejercicios Espirituales suponen una mínima base de fe en los Ejercitantes. No son, ni pretenden ser, un

seminario donde se resuelvan los problemas o lagunas teológicas de los participantes. Si, eventualmente,

detectas que hay inquietudes sobre este asunto, enhorabuena. Te invitamos para que las guardes y, al

terminar esta experiencia, podremos retomar el asunto, para conversar lo que te interese con mayor

profundidad.

Ahora bien, sí es responsabilidad de los acompañantes (y así lo indica San Ignacio) presentar la materia a

meditar lo más claramente posible, para que la razón pueda estar al servicio de la fe. No buscar tanto

entender para poder creer, sino creer para poder entender.

En tal sentido, se puede comentar que, en la actualidad, está claro que el ámbito científico y el ámbito

religioso no tienen por qué rivalizar en el monopolio de la verdad. Por el contrario, y parafraseando a Juan

Pablo II, “la razón y la fe son las dos alas que el espíritu humano se alza en la búsqueda de la verdad”.

Así, por ejemplo, ningún teólogo contemporáneo serio, intentaría tomar al libro del Génesis un tratado en el

que se narra una verdad científica. Es el ámbito de la ciencia (el de la razón cultivada) con todos sus adelantos

y descubrimientos, donde se nos brindan diversas e interesantes teorías sobre el origen del ser humano. Este

ámbito nos da respuestas para las preguntas que comienzan con un CÓMO y un POR QUÉ.

Por su parte, es el ámbito de la religión (el de la fe madura y densa) donde el hombre y la mujer pueden

acudir para buscar respuestas a las preguntas que comienzan con un PARA QUÉ. Son éstas las que nos exigen

algún tipo de sentido. Fíjate en la sutil diferencia de forma, pero profunda de fondo, en estas preguntas:

¿POR QUÉ vives? ¿PARA QUÉ vives?

¿Qué contestarías tú? Como podrás notar, cada una de ellas exige respuestas radicalmente distintas que

pueden complementarse y formar parte de una verdad fundamental para ti.

El Principio y Fundamento de san Ignacio de Loyola está desarrollado desde la perspectiva de una experiencia

de fe. Es un texto clásico de la espiritualidad cristiana. Escrito hace cinco siglos, ha fascinado a muchas

personas, las cuales, al profundizar en su significado se han sentido motivadas a realizar cambios sustantivos

en sus vidas.

Pretende dar pista sobre el sentido de la vida (el PARA QUÉ): ¿qué busca el ser humano?, ¿hacia dónde va?,

¿para qué vive y qué implicaciones éticas le supone tener esta apuesta existencial?, etc. Es una proposición

fundamental, capaz de brindar un horizonte a la vida y dar sentido a la cotidianidad, puede significar al

hombre y a la mujer, dándoles su lugar en el cosmos. Desea profundizar qué es lo más significante en la vida,

cuál es su base, la raíz, la plataforma sólida sobre la cual pueden construir el edificio de su existencia.

Sin embargo, y como es natural, dado que los códigos culturales han cambiado, sus palabras te pueden

parecer extrañas, ajenas al idioma espiritual actual. Es muy probable que, en un primer momento, hasta

puedas rechazarlo, por el tono tajante con el que está redactado. En tal sentido, te propongo que

desmenucemos el párrafo, para poder saborear la riqueza y la belleza que guarda esta propuesta de san

Ignacio.

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Tomemos la primera parte del Principio y Fundamento:

“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar

su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre (y la mujer) y para que le

ayude a conseguir el fin para el que es creado”. [E.E. No. 23].

Veamos sus componentes fundamentales:

1. El hombre (y la mujer) es creado: significa que ha recibido la vida como regalo. Alguien le dio al hombre

y a la mujer lo más importante que tienen: la vida. Al ser creados, antes fueron pensados y fueron

pensados (así lo asume la doctrina cristiana) en un sueño de amor y libertad. La vida nace del amor, la

fuerza más poderosa y fecunda del universo.

¿Por qué Dios quiere así al hombre y a la mujer?, ¿con qué finalidad? Sí pensamos desde una mentalidad

mercantilista, deberíamos decir que para nada. Dios no quiere nada a cambio, no exige, no chantajea con

y por su amor. Más bien, se trata del modo propio de ser de Dios: Dios es Amor. Lo que sabe y puede

hacer es amar. Dios solo sabe darse a sí mismo, entregarse continuamente a sus criaturas.

El ser humano es creado por Amor, para Amar. Esta es una convicción que procede de una experiencia

de fe. Dios le ha transmitido (ha puesto en sus corazones) lo más valioso e importante de sí: el modo y la

capacidad de amar. Él invita a experimentar esa capacidad, y mediante esto, ser feliz.

2. Para alabar: significa vivir con alegría, lleno de un inmenso gozo, celebrar la grandeza y la belleza de Dios,

que se expresa, por ejemplo, en cada rincón de la naturaleza. Alabar es entusiasmarse (palabra de origen

griego que alude al hecho de meterse a Dios dentro, llenarse de Dios) al saber que existe la fuente de la

vida y que se le puede sentir activa y vibrante en la creación. También, la alabanza indica una actitud de

profundo agradecimiento por el regalo de la vida, por todo lo que el ser humano es y tiene.

3. Hacer reverencia: significa reconocer, con honra, la superioridad de Dios. Este “reconocer” no es con

miedo o resignación, sino desde el Amor del que se siente querido y ama a su vez. Reverenciar indica una

actitud de respeto, cuidado, consideración y delicadeza que nos merece cada vida, incluyendo la propia.

4. Servir a Dios nuestro Señor: significa realizar enteramente la voluntad de Dios, haciendo de esta práctica

una norma de vida. Aquí la voluntad de Dios debe entenderse como que cada hombre y mujer, desde su

especificidad, encuentre los caminos para ser feliz y contribuir, activamente, en la construcción de una

sociedad en la que se pueda vivir y morir dignamente; una sociedad justa en la que los legítimos derechos

de sus miembros (vivienda, salud, educación, recreación, trabajo, seguridad, etc.) sean respetados; en la

que los hombres y las mujeres sean libres y pueda expresarse sin miedo; en la que los derechos

personales terminen donde comienzan los de los otros; una sociedad donde se respete la justicia y no

haya impunidad, una sociedad que busque la equidad y favorezca dinámicas incluyentes. Dios no quiere

que la felicidad sea en el “más allá y entonces” sino que descubramos los caminos para tenerla “en el

aquí y el ahora”. Servir a Dios es reconocerlo como Padre-Madre y a los otros como hermanos.

5. Salvar su alma: indica la consecuencia de un estilo de vida. Es llegar a la plenitud, realizarse como

hombres y mujeres maduros, que tienen el modo de proceder de Jesús como su modelo a seguir. Es

superar el sentimiento de soledad existencial, y la concepción de la vida como una pasión inútil, para

llegar a tener una vida sin sentido.

6. Y las otras cosas sobre la faz: indica que es legítimo considerar a todas las cosas como medios para

alcanzar la felicidad. Eso implica que debemos tener una libertad responsable y un sano criterio para

hacer uso (o no) de las cosas. Dijo san Pablo “todo nos es permitido, más no todo nos es provechoso”.

II. Guía para la Oración

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Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz

Saber Pedir Padre Bueno, permíteme experimentar tu amor incondicional. Enséñame a amarte en mi prójimo, así como tú me amas.

Saber Dialogar (La materia) 1. Punto:

¿Qué me suena bien del Principio y Fundamento?

¿Qué me suena mal del Principio y Fundamento?

¿Para quiénes vivo? ¿A quién le dedico mis esfuerzos, mis ilusiones, mis logros? ¿Qué papel juega en mi vida la vocación que elegido, mi prestigio, mi fama? ¿Por qué?

¿Cómo me veo dentro de 10 años? ¿Qué estaré haciendo? ¿Soy feliz? ¿Cómo podría saberlo?

¿Qué descubrí?

2. Punto:

¿Qué es para mí el amor?

¿Qué papel tiene Dios en mi vida?

¿Podría decir que he sentido ese amor que dicen que Dios me tiene? ¿Cuándo y cómo lo he sentido? ¿A través de qué mediaciones (personas, sentimientos, hechos)?

Lee 1 Cor 13, 1-13 Aquí se expresan los rasgos distintivos del amor cristiano. ¿Qué me transmite esa lectura?

3. Punto

Lee detenidamente el salmo 8 (donde dice qué es el hombre, pon tu nombre. P.e. qué es Juan para que de él te acuerdes,…)

¿Qué siento cuando veo mi nombre en el texto?

¿Cómo siento hoy mi relación con Dios? Con todo lo que he leído y reflexionado ¿ha cambiado algo?

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

IV. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“Las letras no tienen sentido sin rostros, como el amor sin encarnación”

Meditación No. 3

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Construyendo mi propio Principio y fundamento

I. Memoria Histórica

El p. Juan José Madariaga, fue un jesuita, maestro de novicios y gran conocedor del tema de la espiritualidad.

Él realizó una adaptación del Principio y Fundamento, tratando de ponerlo en un lenguaje más cercano a

nuestros tiempos:

El Dios de la vida, que se revela en Jesús como Abbá, nos ha creado hijos e hijas suyas/os con todo amor y

con toda generosidad para que nos realicemos en el mundo de la manera más plena y perfecta posible y, así

(mediante esto) colaborando aquí con Él en la construcción de un mundo más justo, más humanos y más

fraterno para todos, lleguemos a la plenitud del Reinado de Dios en el más allá; y todas las otras cosas creadas

y todas las circunstancias, acontecimientos, positivos o negativos (aún los pecados), tan presentes

íntimamente en nuestras vidas, han de ordenarse para que cooperen a la vocación a la que el Dios de la vida

nos ha llamado: la plenitud de la realización personal y comunitaria de todo lo creado.

Si esto es verdad, hay que aprovecharse de todas las cosas, y de todas las circunstancias, acontecimientos (y

aún los pecados) tanto cuanto nos ayuden a colaborar con Dios en la construcción de este mundo que El

quiere, y arrancarnos de todo aquello tanto cuanto nos lo impidan.

Y puesto que estamos tan condicionados por tantas afecciones desordenadas es necesario crear

distanciamientos, ser imparciales, objetivos, ser libres para elegir solo aquellos medios que respondan (y no

contradigan) a los designios que el Dios de la vida quiere para toda la humanidad; de tal manera que no

queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, vida larga que corta; ni riqueza más que la pobreza,

ni el honor más que el deshonor, teniendo la misma forma de actuar en todo lo demás; solamente deseando

y eligiendo lo que más conduce para cooperar con el proyecto que se ha hecho camino, verdad y vida en

Jesús de Nazaret.

Si releemos el texto podremos notar que, en el fondo, es tomar consciencia de cómo están jerarquizados

nuestros “amores, quereres e intereses”, dado que “es eso” lo que nos permite valorar y significar todo

cuando hacemos y nos rodea. En el evangelio de san Mateo, Jesús le dice a sus discípulos: “pues donde están

tus riquezas (las cosas que valores) ahí también está tu corazón” (Mt 6,19)

En este sentido, el p. Arrupe, que fue superior general de los jesuitas de 1965 a 1983, escribió lo que

podríamos interpretar como su principio y fundamento:

No hay nada más práctico que encontrar a Dios.

Es decir, enamorarse rotundamente y sin ver atrás. Aquello de lo que te enamores, lo que arrebate

tu imaginación afectará todo.

Determinará lo que haga levantarte por la mañana, lo que harás con tus atardeceres, cómo pases tus

fines de semana, lo que leas, a quien conozcas, lo te rompa el corazón y lo que te llene de asombro

con alegría y agradecimiento.

Enamórate, permanece enamorado, y esto lo decidirá todo.

De acuerdo a lo que vas conociendo de tu momento existencial actual ¿cómo redactarías tu principio y

fundamento?

II. Guía para la Oración

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Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz

Saber Pedir Luego de toda la jornada de trabajo, le pido a Dios que me conceda los siguientes frutos del día: poder encontrar las palabras adecuadas para formular mi propio principio y fundamento.

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto

Ahora, con toda la información que tiene de ti mismo, vas a realizar el primer esbozo de lo que serían tu principio y fundamento.

La extensión la decides tú. Lo importante es que quedes bastante satisfecho.

Que el texto empate con tu historia, psicología personal, afectos, modo de ser, etc.

Que responda a preguntas como: ¿Quién soy? ¿Para qué vivo? ¿De dónde vengo? ¿Cómo me relaciono con Dios, con las cosas, con los otros? ¿Cuál es la finalidad de mi existencia? ¿A dónde van a parar todos mis afanes?, etc.

Que tenga creatividad y originalidad.

Una vez terminado el texto:

Lee detenidamente el texto, pásalo por tu corazón y tu afectividad.

El texto hace eco en ti. ¿Podrías decir, que se parece a ti?

Si leyeras ese texto en el futuro, ¿podría ayudarte a realizar un balance de tu vida en este momento?

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

III. Evaluación de la Oración

Meditación No. 4

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¿Quién soy yo para ti?

I. Memoria Histórica

El trabajo que se te propone es explorar cómo estás viviendo el segundo cuadrante existencial (La manera

como damos cuenta de la relación que tenemos –o no- con Jesús).

Un día Jesús caminaba con sus discípulos y les preguntó: “¿Quién dice que la gente que soy yo?” (Mt 16, 13) Ellos dieron diferentes respuestas y enseguida les preguntó: -“Y ustedes, ¿Quién dice que soy yo?” (Mt 16, 15)”

Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos. Y la historia no ha terminad aún

de responderla. El que preguntaba era simplemente un aldeano que no hablaba a un grupo de pescadores.

Nadie hacía sospechar que se trataba de alguien importante. El y los que lo rodeaban eran gente humilde y

sencilla, sin lo que el mundo llama “cultura”. No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades

de adquirirlo. Eran todos jóvenes, poco más que unos muchachos, el que hacía la pregunta, morirá antes de

dos años con la más violenta de las muertes. Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo

la espada. Eran, ya desde el principio odiados por los poderosos, pero tampoco los pobres los entendían a él

y a sus compañeros. Eran “unos incomprendidos”.

Los violentos lo encontraban débil y manso, los cultos lo despreciaban y le temían, los poderosos se reían de

su locura… Ciertamente eran muchos los que lo seguían por los caminos cuando predicaban, pero a la mayor

parte les interesaban más los gestos asombrosos (milagros). De hecho todos lo abandonaron cuando sobre

su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y solo su madre y unos cuantos amigos lo

acompañaron en su agonía.

La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado

un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio.

Y… sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno aquel hombre. Dos mil años después

de su vida y muerte, se sigue escribiendo sobre él. Y cada año, decenas de millones de hombre y mujeres

dejan todo –su familia, costumbres, tal vez su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce

primeros amigos.

¿Quién, es ese hombre por quienes tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay! Tantas violencias? Su nombre ha estado en la boca de los agonizantes, como una esperanza, y millares de mártires. Y también ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantas guerras los tiranos han justificado con su nombre. ¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal? ¿Quién es y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Quién es? ¿Quién es?

(J.L. Martín Descalzo)

“Lamentablemente” vivimos en una cultura cristiana. Decimos esto porque eso es una de las razonas por las

que Jesús de Nazaret, su vida, su pasión, muerte y resurrección, forman parte de lo cotidiano para nosotros.

Hemos “domesticado” tanto su paso por el mundo, que lo vemos a él como quien ve las vallas publicitarias

en una autopista.

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Hemos visto “la película”, nos sabemos también el guión, las partes más grandilocuentes de su historia que

perdimos la noción de escándalo, irreverencia, heroísmo y amor que hay en ella. Hasta la cruz, otro símbolo

de escándalo y espanto (y por ende, símbolo del mayor gesto de Amor que hombre alguno ha realizado) la

edulcoramos, pintándola de colores, preocupándonos más del tipo con que ésta hecho, que de su significado

profundo.

Lo que se te propone trabajar, ahora, no es lo que has escuchado de otros sobre Jesús, sino lo que tú

descubres en él. Es dedicar un tiempo para reencontrarte con Jesús de Nazaret y, al agudizar tu percepción,

tratar de descubrir que fue lo que fascinó a los primeros discípulos, de tal manera que dejaron todo para

seguirle, hasta dar sus vidas por él. Hoy nos acostumbramos a decir que Jesús es Dios hecho hombre,

Emmanuel (Dios con nosotros). ¿Qué llevó a los discípulos a esa convicción tan grande? ¿Si decimos que fue

por su carisma –que lo tuvo- la historia está repleta de hombres con este don pero no los recordamos como

Hijos de Dios? ¿Qué tiene este hombre que ha fascinado y sigue fascinando a hombres y mujeres desde hace

veintiún siglos? Hacemos propias las preguntas de Martín Descalzo y te las preguntamos a ti.

¿Quién es Jesús de Nazaret? ¿Quién es y qué significa para ti este Príncipe de la Libertad?

II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oracción?

Saber Pedir Dame señor conocimiento interno tuyo, para ver tu paso en mi vida.

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto:

Imagínate esta escena: tocan la puerta de tu habitación. Cuando abres la puerta es Jesús que viene a visitarte.

Lo invitas a entrar, se sienta y te hace estas preguntas:

¿Quién dice la gente que soy yo, hoy en el siglo XXI?

Y para ti, ¿quién soy yo para ti?

¿Qué significo yo en tu vida?

Escucha tu corazón, contesta desde tus afectos y sentimientos.

2. Punto:

Lee el texto “Los cinco defectos de Jesús”, de Mons, Francois-Xavier Nguyen van Thuan.

En la prisión mis compañeros que no son católicos, quieren comprender «las razones de mi esperanza». Me

preguntan amistosamente y con buena intención: ¿Por qué lo ha abandonado usted todo: familia, poder,

riquezas, para seguir a Jesús? ¡Debe de haber un motivo muy especial! ». Por su parte, mis carceleros me

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preguntan: ¿Existe Dios verdaderamente? ¿Jesús? ¿Es una superstición? ¿Es una invención de la clase

opresora?».

Así pues, hay que dar explicaciones de manera comprensible, no con la terminología escolástica, sino con las

palabras sencillas del Evangelio.

Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria.

En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas

con tu Reino» (Lc 23, 42). Si hubiera sido yo, le habría contestado: «No te olvidaré, pero tus crímenes tienen

que ser expiados, al menos, con 20 años de purgatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te aseguro que

hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). Él olvida todos los pecados de aquel hombre.

Algo análogo sucede con la pecadora que derramó perfume en sus pies: Jesús no le pregunta nada sobre su

pasado escandaloso, sino que dice simplemente: «Quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha

mostrado mucho amor» (Lc 7, 47).

La parábola del hijo pródigo nos cuenta que éste, de vuelta a la casa paterna, prepara en su corazón lo que

dirá: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus

jornaleros» (Lc 15, 1819). Pero cuando el padre lo ve llegar de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su

encuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pronunciar su discurso, y dice a los siervos, que están

desconcertados: «Traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies.

Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y

ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 22-24).

Jesús no tiene una memoria como la mía; no sólo perdona, y perdona a todos, sino que incluso olvida que ha

perdonado.

Segundo defecto: Jesús no sabe matemáticas.

Si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la parábola

de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla

dejando las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus

hombros (cf. Lc 15, 47).

Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá incluso más! ¿Quién aceptaría esto? Pero su misericordia

se extiende de generación en generación...

Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún

esfuerzo. ¡Contemplemos sus acciones llenas de compasión cuando se sienta junto al pozo de Jacob y dialoga

con la samaritana, o bien cuando quiere detenerse en casa de Zaqueo! ¡Qué sencillez sin cálculo, qué amor

por los pecadores!

Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica.

Una mujer que tiene diez dracmas pierde una. Entonces enciende la lámpara para buscarla. Cuando la

encuentra, llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido»

(cf. Lc 15, 89).

¡Es realmente ilógico molestar a sus amigas sólo por una dracma! ¡Y luego hacer una fiesta para celebrar el

hallazgo! Y además, al invitar a sus amigas ¡gasta más de una dracma! Ni diez dracmas serían suficientes para

cubrir los gastos...

Aquí podemos decir de verdad, con las palabras de Pascal, que «el corazón tiene sus razones, que la razón

no conoce»

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Jesús, como conclusión de aquella parábola, desvela la extraña lógica de su corazón: «Os digo que, del mismo

modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta» (Lc 15, 10).

Cuarto defecto: Jesús es un aventurero.

El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara

un programa detallado, con muchas promesas. Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos

humanos, está destinada al fracaso.

Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les

asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida.

A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos;

pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20).

El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del

Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los

perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira

toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será

grande en los cielos» (Mt 5, 312).

Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo no se

agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos

forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!

Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía.

Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que

salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia

mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos

y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno (cf. Mt 20, 116).

Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones

quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde

un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas?

¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu

ojo malo porque yo soy bueno?».

Y nosotros hemos creído en el amor

Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos? Porque es Amor (cf. 1 Jn 4, 16). El amor auténtico

no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.

Jesús actúa siempre por amor. Del hogar de la Trinidad él nos ha traído un amor grande, infinito, divino, un

amor que llega -como dicen los Padres- a la locura y pone en crisis nuestras medidas humanas.

Cuando medito sobre este amor mi corazón se llena de felicidad y de paz. Espero que al final de mi vida el

Señor me reciba como al más pequeño de los trabajadores de su viña, y yo cantaré su misericordia por toda

la eternidad, perennemente admirado de las maravillas que él reserva a sus elegidos. Me alegraré de ver a

Jesús con sus «defectos», que son, gracias a Dios, incorregibles.

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Los santos son expertos en este amor sin límites. A menudo en mi vida

he pedido a sor Faustina Kowalska que me haga comprender la

misericordia de Dios. Y cuando visité Paray-le-Monial, me

impresionaron las palabras que Jesús dijo a santa Margarita María

Alacoque: «Si crees, verás el poder de mi corazón».

¿Qué fue lo que más te llamó la atención de este texto?

¿Qué descubriste sobre Jesús?

¿Qué sentimientos brotaron en ti durante su lectura?

Saber Terminar (El coloquio)

Mira una imagen de Jesús ¿Qué te dice? ¿Qué ideas te vienen? ¿Qué sientes?

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

III. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“De qué valdría mi vida sino la gasto al servicio de los demás”

Meditación No. 5 Jesús, ¿y Tú qué propones?

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I. Memoria Histórica

Muchas veces hemos escuchado que Jesús predicó su Evangelio: pero, alguna vez te preguntaste ¿qué es eso

de “Evangelio”? Esta palabra significa “Buena Noticia”. Surge, entonces, otra pregunta: ¿de qué se trata esa

“Buena Noticia”?

La “Buena Noticia” que anuncia Jesús, es que para el hombre y la mujer SI hay un “sentido de la existencia”.

Nosotros no somos un accidente del universo, un estornudo del azar cósmico. Somos los hijos, muy queridos

del Dos de la Vida que nos revela Jesús. Un Dios que ama y cree profundamente en el hombre y la mujer,

más de lo que ellos creen en Él y en sí mismos, porque los conoce desde lo más intimo de lo íntimo de ellos

y sabe de que barro están hechos. Un Dios Amor, que Ama y pone en el corazón de sus hijas este don, para

que lo ejerzan. Un Dios que cree en la liberta de los seres humanos y desea que sean felices. Un Dios que

quiere que los hombres y las mujeres descubran que sí vale la pena ser un Ser Humano, por eso él se encarnó,

se hizo uno de nosotros.

La “Buena Noticia” es que, a pesar de los sufrimientos, el mal, el dolor, las injusticias y las angustias que hay

en el mundo, eso no es la última palabra. Que las últimas palabras son la Justicia, Vida, Misericordia, Consuelo

y Paz. ¿Qué te parece? ¿Es o no es Buena Noticia?

En el Evangelio, según san Lucas, capítulo 4, versículos 14 y siguientes, se narra, de manera fabulosa, como

de épica cinematográfica, el siguiente momento de la vida de Jesús:

Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu, y su fama corrió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan. Llegó a Nazaret donde se había criado y, según acostumbraba, entró el día sábado ala sinagoga. Cuando se levantó para hacer lectura, le pasaron el libro del profeta Isaías; desenrolló el libro y halló el pasaje en que se lee: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por el que me consagró. Me volvía traer la Buena Noticia a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor.” Jesús, entonces, enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sienta. Y todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Empezó decirles: “Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar.”

(Lc 4, 14-22) Esa PALABRA DE DIOS, que es “Buena Noticia” se concreta, fundamentalmente, el anuncio y realización del

Reino. Jesús anuncia y hace patente el Reino de Dios entre los seres humanos. Aunque, más que el “Reino”,

se debería de hablar del “Reinado de Dios”, es decir, “donde Dios gobierna” y su Ley es obedecida. El Reinado

de Dios no es un lugar geográfico concreto o un sistema político en particular. El Reinado de Dos comienza

en lo más íntimo de cada quien y brota para salir de nosotros y reflejarse en el mundo. Éste tiene una nueva

lógica, propone nuevo orden en las relaciones.

¿Cómo es este nuevo orden? No sabríamos decírtelo con el tecnicismo de un científico social. Sin embargo,

sí podemos presentarte una visión, desde la experiencia de Fe que heredamos de los profetas del Antiguo

Testamento.

Dijo Yavé: Pues Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva y el pasado no se volverá a recordar más no vendrá más a la memoria. Qué se alegren y estén contentos para siempre por lo que voy a crear. Pues yo voy a hacer de Jerusalén un Contento y de su pueblos una Alegría. Yo quedaré contento con Jerusalén y estaré feliz con mi pueblo.

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Ya no sentirán, en adelante, sollozos de tristeza ni gritos de angustia, NI habrá más, allí, recién nacidos que apenas vivan algunos días o viejos que no vivan largos años. Pues morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien será tenido como una maldición. Harán sus casas y vivirán en ellas, plantarán viñas y comerán frutos. Ya no edificaran para que otro vaya a vivir, ni plantarán para alimentar a otro. Los de mi pueblo tendrán vida tan larga como los árboles y mis elegido vivirán de lo que haya cultivado con sus manos. No trabajarán inútilmente ni tendrán hijos destinados a la muerte, pues ellos y sus descendientes serán una raza bendita de Yavé. Antes que me llamen les responderé, y antes que terminen de hablar habrían sido atendidos. El lobo pastará junto con el cordero; el león comerá paja como el buey y la culebra se alimentará de tierra. No harán más daño ni perjuicio en todo mi santo cerro, dice Yavé. (Is 65, 17-25)

La ley que regiría este Reinado de Dios, la presenta Jesús con la última Cena:

Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan en mi amor. Si guardan mis

mandatos, permanecerán en mi amor, así como yo permanezco en el amor de mi Padre, guardando

sus mandatos.

Yo les he dicho todas estas cosas para que participen en mi alegría y sean plenamente felices. Ahora

les doy mi mandamiento: Ámense unos con otros, como yo los amo a ustedes. NO hay amor más

grande que éste: dar la vida pos sus amigos. (Jn 15, 9-13)

II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oracción?

Saber Pedir Dame Señor, conocimiento interno tuyo, para ver el paso de tu Buena Noticia por tu Vida.

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto:

¿Cómo me siento con respecto al Reinado de Dios ¿ ¿Me identifico yo con él? ¿Me motiva, me ilusiona,

me apasiona ese proyecto de vida? ¿Considero que es válido y posible?

2. Punto:

Luis Espinal s.j., uno de los mártires del siglo XX, en América Latina, escribió la siguiente oración. Léela

despacio, saboreando cada una de las palabras.

EMPEZAR A SER CRISTIANOS

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Somos cristianos por rutina porque lo fueron nuestros padres; porque no nos hemos tomado la molestia de dejar de serlo. El cristianismo nos parece algo tradicional, un elemento cultural que hay

que conservar, como una antigüedad. Por esto nos molestan los cambios, porque hacen pensar.

A veces, nos poseemos del Espíritu de Cristo, sino sólo las costumbres externas; y en nombre del cristianismo somos intolerantes e injustos.

Jesucristo, nos gustaría ser cristianos de verdad; descubrirte por primera vez después de tantos años que al parecer te seguimos.

Sabemos que el Evangelio es hiriente, pero nos lo hemos acomodado; hemos hecho de él un texto de conformismo y vulgaridad. Nos sirve para defender la propiedad y nuestros privilegios.

Pero esto nos empieza a parecer incorrecto. Danos unos ojos nuevos para verte, sin astigmatismo, tal como eres. Danos un corazón nuevo para amarte plenamente, con tu quietud, tu pobreza, tus

ideas amenazantes.

Danos el convencimiento de que no te conocemos mientras nos parezcas lógico, mientras sea fácil seguirte.

Enviamos tu Espíritu, para que nos de el sentido cristiano de tu mensaje; que nos turbe la paz de la rutina, con una embriaguez de Pentecostés.

Enséñanos a leer el Evangelio de un modo vital, que sea la norma de nuestra vida práctica, y no sólo un arsenal de teoría.

Otórganos, Señor, la sinceridad de descubrir la inconsecuencia de nuestro cristianismo: de predicar el amor y quedarnos dormidos. Si no queremos vivir como cristianos, que al menos tengamos la

sinceridad de dejar de llevar tu nombre.

El único Evangelio que, a lo mejor, será el que lean algunas personas, si nuestras vidas son acciones y palabras

eficaces.

Saber Terminar (El coloquio)

Mira una imagen de Jesús ¿Qué te dice? ¿Qué ideas te vienen? ¿Qué sientes?

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

III. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“La amistad con los pobres nos hace amigos de Dios”

Meditación N. 6

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Todo, para que seas feliz

I. Memoria Histórica

El trabajo que se te propone es explorar cómo estás viviendo el tercer “cuadrante existencial” (La manera

cómo damos cuenta de la relación que tenemos con las cosas (materiales e inmateriales). Nosotros no somos

unos seres que están en “la nada”. Vivimos un aquí y u ahora, en una cultura, rodeados de cosas naturales y

bienes civilizatorios. La tradición de la Iglesia nos enseña que este cúmulo de “cosas” le son dados al hombre

y a la mujer, para que sean medios con los cuales puedan desarrollarse como personas, según su sentido de

la vida.

“… y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre (y la mujer) y para que le ayuden a

conseguir el fin para el que ha sido creado. [E.E. No. 22]

Ahora, lee el primer capítulo del libro del Génesis. En este texto se nos presenta una verdad de fe: que del

Dios de la vida brota todo cuanto existe y le es dado al ser humano para que sean sus administradores. No

nos cabe duda de que Dios se siente complacido por sus obras. Lo que ha hecho, y así lo dice el texto, es

bueno, bello y perfecto. Sin embargo, nos hemos acostumbrado tanto a lo que nos rodea, que pasamos por

alto el que estamos envueltos en un portentoso milagro del amor.

En tal sentido, le tenemos que agradecer a esas personas con tal sensibilidad artística, a los místicos

y a los sabios que, con su aguada mirada, penetran en los rincones de nuestro entorno y nos descubren las

huellas del Creador discreto, tal como lo llama, el p. Benjamín González, SJ:

CREADOR DISCRETO

No hay que pensar el aire para que se filtre al último rincón de los pulmones, ni hay que imaginar la aurora

para que decore en nuevo día, jugando con los colores y las sombras.

No hay que dar órdenes al corazón tan fiel, ni a las células sin nombre, para que luchen por la vida hasta el

último aliento.

No hay que amenazar a los pájaros para que canten, ni vigilar a los trigales para que crezcan, ni espiar la

semilla de arroz, para que se transforme en el secreto de la tierra.

En su dosis exacta de luz y color, de canto y de silencio, nos llega la vida sin notarlo, son incesante tuyo,

trabajador sin sábado, Dios discreto.

Para que tu infinitud no nos espante, te regalas en el don en que te escondes.

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II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oración?

Saber Pedir Dame Señor, conocimiento de cómo me relaciono con las cosas.

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto

Este ejercicio está basado en uno elaborado por el p. Anthony de Mello, SJ, llamado la Biblia:

Tomo consciencia de mi respiración… o de otras sensaciones de mi cuerpo… porque esto me

proporciona silencio y la Palabra reveladora de Dios, sólo se entiende en el silencio. Examino la

naturaleza que me rodea: los árboles, las aves, los animales, el cielo y la madre tierra… pienso en

los cambiantes aspectos de la naturaleza: en el frescor de la mañana… en el calor de la tarde… en la

puesta del sol… y en la noche cerrada.

La veo especialmente en su constante movimiento: el continuo ciclo de las estaciones… el

nacimiento y el ocaso de la vida y la muerte… su belleza y su violencia… Pregunto: ¿Qué tratas de

decirme, Señor, a través de la naturaleza? ¿Qué mensaje intentas transmitirme mientras la observo

ahora?.

Me quedo esperando la respuesta de Dios… puede llegarme por medio de una palabra, una frase o

una imagen… por medio de un silencio capaz de instruir a mi corazón, mejor que todas las palabras…

Si la respuesta no llega, pido a los árboles que me informen, o a las aves, o a las estrellas, o a los

ríos, a cualquier elemento de la naturaleza que pueda tener a la vista.

Considero la historia humana (lo que recuerde de ella) desde la edad de piedra hasta nuestros días…

el auge y decadencia de naciones y culturas… la paz y la guerra… la buena y la mala gente. Y mientras

observo, sigo esperando que su palabra me hable en el silencio. A través de cada una de las personas

con las que vivo, Dios irrumpe en mi vida…¿Qué es lo que hace… lo que dice… a través de ella?.

Tengo especial cuidado en no apresurarme a expresarlo con palabras. Aguardo a que me sea dado.

Con el lenguaje o con el silencio.

Hago lo mismo con las cosas que acontecen en la vida: acontecimientos que pueden ser alegres o

dolorosos. Excepcionales o vulgarmente cotidianos… El número de ellos excesivo, podría optar por

fijarme con lo sucedido ayer… u hoy… pues desde que desperté (e incluso mientras dormía) Dios no

ha dejado nunca de actuar y de revelar… Así pues, sigo buscando, esperando que mis ojos puedan

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ver y mi corazón pueda entender, o le pido al propio acontecimiento que hable y me ayude a

comprender.

Antes de concluir, le pido al Señor que se digne iluminarme para poder siempre comprender las

escrituras que aún hoy sigue Él escribiendo en mi propia vida y en cada una de las cosas entorno a

mi.

2. Punto

Al finalizar la Cuarta Semana de los Ejercicios Espirituales, san Ignacio propone la siguiente

meditación, la cual te invitamos a realizar:

Mirar como Dios habita en las criaturas: en los elementos dándoles al ser, en las plantas dándoles

la vida vegetativa, en los animales la vida sensitiva, en los hombres dándoles también la vida

racional, y así en mí dándome el ser, la vida, los sentidos y la inteligencia; asimismo habita en mí

haciéndome templo, pues he sido creado a su semejanza e imagen de su divina majestad…

Considerar cómo Dios trabaja y labora en mí en todas las cosas criadas sobre la faz de la tierra; esto

es, se comporta como uno que está trabajando. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos,

ganados, etc. Dándoles el ser, conservándoles la vida vegetativa y sensitiva.

Mirar cómo todos los bienes y los dones descienden de arriba, así como mi potencia limitada

procede de la suma e infinita de arriba, y así la justicia, bondad, piedad, misericordia, etc. Así como

del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc. [E.E. No. 235, 236, 237] * Reflexionar para

sacar provecho.

Saber Terminar (El coloquio)

Mira una imagen de Jesús ¿Qué te dice? ¿Qué ideas te vienen? ¿Qué sientes?

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

IV. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“No malgastar la Buena Noticia

con palabras que no hayan salido del corazón”

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Meditación 7

¿Qué pasa cuando no nos relacionamos

con las cosas a la manera de Jesús?

I. Memoria Histórica

Durante estos días hemos reflexionado sobre la relación que existe entre el amor a Dios y nuestras

vidas. Los místicos y entendeos de las cosas espirituales nos hablan de un amor creativo, proactivo,

incluyente, tierno y divertido. Sí, el Dios que nos muestra Jesús es un Dios al que se le puede llamar

Tú, que goza profundamente con su creación en donde proliferan los colores, formas, olores,

sabores… y también le quedó todo que dotó al ser humano de sentidos para que pudiera compartir

con Él tanta maravilla.

Ahora bien, no es poco frecuente el encontrar personas que les cuesta cultivar una imagen

de Dios Padre-Madre afectuoso. Muchas pueden ser las causas: historias familiares, heridas en los

colegios de religiosas, decepciones puntuales en ambientes católicos, experiencias castrantes con

fanatismos o rigorismos religiosos, y así un largo etc. Todo esto bloquea, genera miedos, activa

mecanismos de rechazo que sabotean intentos personales de explorar ese tema.

En este sentido, y si eso pasa, hay que aprender a desaprender, para reencontrarse, de una

manera diferente, con aspectos que creíamos “conocer” muy bien. Así, por ejemplo, detrás de esa

imagen terrible, acusadora, vigilante, estricta y legalista de Dios, se pudiera esconder una

sobredimensionada imagen de padres y madres estrictos, sobreprotectores, etc. El tomar

conciencia de que se está viviendo esa situación es todo un gran paso para liberarse de ella.

Al realizar el ejercicio de contemplación tratamos de reencontrarnos con la vida y mirarla

con “ojos diferentes”. Imagina por un segundo lo que pudiera sentir un ciego de nacimiento si

pudiera recuperar la vista y encontrarse con este mundo. Seguramente hoy pudiste observar tantas

cosas, tan diferentes cada una de ellas y, sin embargo, en perfecta armonía y equilibrio. ¿Realmente

te puedes imaginar a este Artesano Universal, el “Creador discreto”, tomando nota (detallada) de

todo “lo malo” que hacemos, decimos u omitimos? Jesús nos muestra, definitivamente, otra cosa.

Ahora bien, en este mundo maravilloso, que hemos recibido como regalo, no todo es paz y

amor. Eso lo sabemos muy bien. También hay dolor, tristeza, injusticias. Dinámicas que van en

sentido totalmente contrario al plan de Dios para los hombres y mujeres. Tal situación nos lleva a

reflexionar sobre la idea de PECADO. Sin embargo, antes es necesario realizar algunas

consideraciones con relación a la palabra “pecado” y su contexto cultural.

En la lectura de san Ignacio, por ejemplo, predominó la imagen de un Dios-legalista, que

lleva una economía del pecado, en la que funciona el “debe” y el “haber”, es decir, faltas cometidas

y meritos que la atenuaban. Entonces se entendía al “pecado” como algo que le hacía a Dios la vida

imposible. Históricamente podemos encontrar cómo se ha abusado de esta palabra, causando,

daños psicológicos, sufrimientos y corrosivos sentimientos de culpa.

Jesús recibió a todos, consoló a todos, sin mirar razas, sexo y condición. ¿Te imaginas a Jesús

diciendo cosas como estas: “Bueno, solo los que estén debidamente preparados, según esta lista de

requisitos, pueden venir a compartir conmigo”?. Nosotros pertenecemos a una cultura que no sólo

superó esta noción enfermiza (que reducía el tema, en algunas oportunidades, al aspecto sexual)

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sino que se fue al otro extremo. Es decir, gracias a las ciencias humanas, existen tantos atenuantes

que casi ha desaparecido la conciencia de pecado.

Sin embargo, el dolor, el caos, la injusticia, los sufrimientos, el oprobio, la corrupción y

tantos males que aquejan al mundo están ahí. Luego, hay responsables. Nuestra sociedad, al

desterrar la conciencia de pecado, lejos de favorecerse, quedó más desprotegida. No hay corrección

porque no hay conciencia de mal. En so origen la palabra “pecado” hacía referencia a esta idea: “la

flecha que es disparada por un arco que no atina en el blanco”. Es decir, un comportamiento que

no es el correcto, según la ley que propuso Jesús: “Escucha Israel, nuestro Dios, es el único Señor.

Al Señor tu Dios amarás con todo tu corazón, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y

después viene este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más

importante que éstos. (Mc 12, 28ss)

En este sentido, vamos a entender como PECADO, el ejercicio que hace el ser humano de su

libertad para cultivar actitudes y conductas que no le ayudan a ser libre, auténtico y maduro según

el modo de proceder de Jesús de Nazaret. Cuando la vida de los hombres y las mujeres se apoya en

dinámicas egocéntricas, egoísmo, gustos y preferencias individuales; en su autosuficiencia y su

poder impositivo sobre los demás, entonces nos alejamos de lo bueno que Dios ha querido hacer

con nosotros y contribuimos a reforzar del mal en nuestro mundo, en la vida de nuestros hermanos

y en la propia.

Con la presencia del “pecado” reforzamos la presencia del mal y sus efectos en nuestra vida

personal, en la de nuestros hermanos, y también en las estructuras sociales de nuestro mundo.

Salimos de la dinámica de la vida que Dios nos ofrece, para entrar en una dinámica de oscuridad,

encierro, división y muerte. El pecado engendra muerte (Rom 6, 23: “la consecuencia del pecado es

la muerte, en tanto que el don de Dios es la vida eterna por Jesucristo”).

II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oración?

Saber Pedir Dame, Señor, conocimiento de cómo actúa el mal en el mundo

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto

El asunto no será preguntarnos, ahora, qué hacer, sino caer en la cuenta de la presencia del pecado

social en el mundo, para hacernos solidarios con el sufrimiento de tantos hijos e hijas de Dios. Es

tomar conciencia de la red del pecado en la que están atrapados los hombres y las mujeres, al

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ponerse en contracorriente de la propuesta de Jesús. Será aquí pasearme, con los ojos de la

imaginación, por los diferentes rostros sufrientes de Jesús:

Rostros de niños, golpeados por la pobreza antes de nacer; por obstaculizar sus

posibilidades de realizarse a cusa de la deficiencias mentales y corporales irreparables; los

niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y

desorganización moral familiar.

Rostros de jóvenes, desorientados por ni encontrar su lugar en la sociedad; frustrados,

sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de

capacitación y ocupación.

Rostros de indígenas, que viviendo marginados en situaciones inhumanas, pueden ser

considerados los más pobres entre los pobres.

Rostros de campesinos que, como grupo social, viven relegados en casi todo nuestro

continente, a veces privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa,

sometidos a sistemas de comercialización injustos.

Rostros de obreros, frecuentemente mal retribuidos y con dificultades para organizarse y

defender sus derechos.

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

V. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

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Meditación 8 La infelicidad en mi vida:

Los afectos desordenados

I. Memoria Histórica

San Ignacio resalta en el Principio y Fundamento:

…y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre (y mujer) y para que le ayuden

a conseguir el fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre (y la mujer) tanto han de

usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe privarse de ellas cuanto para ello le impiden.

Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que cae bajo la

libre determinación de nuestra libertad y no le está prohibido; en tal manera que no queramos, de

nuestra parte, más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que

corta, y así en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que más conduce al fin para el que

somos creados [E.E. No. 23]

Resulta que, a través de este texto, san Ignacio nos descubre que gran parte de nuestros problemas

y sufrimientos tienen que ver con nuestra (in) capacidad para amar. ¿Es que realmente conocemos

el Amor?. Nuestra sociedad nos ha manoseado tanto esa palabra, que la coloca en un mismo plano,

deseo, querer, amar, enamorarse, gustarse…

Así también, muchas veces hacemos algo que tiene que ver con el amor, y aunque lo hay, está

infectado por otras cosas. Por ejemplo: muchas veces creemos que estamos amando y lo que

estamos haciendo es: 1) tranquilizar nuestras conciencias. Ejemplo, cuando regalamos cosas, damos

limosna, etc. 2) cultivar para nosotros nuestra imagen de buenos. Ejemplo, cuando somos

caritativos. 3) siendo educados, formales, amoldándonos a la manera como se comporta la gente,

siguiendo las costumbres. 4) evitar que nos reclamen. 5) pagando por algo bueno que nos han hecho

a nosotros. 6) captando la benevolencia de una persona, a nuestro favor. 7) preparando el terreno

para recibir los favores de esa persona. 8) manipulando una persona, para que nos de lo que

necesitamos, sin importarnos, en el fondo, lo que esa persona pueda sentir.

En nuestra oración, al tomar conciencia del pecado (de nuestros desamores) en nuestra vida y

reconocernos pecadores, acerquémonos sin miedo a nuestro Padre misericordioso, que nos espera

con los brazos abiertos para reconciliarnos y volver, con Él y con nuestros hermanos, a la vida.

Dios, el Padre amoroso, nos llama a la conversión, a reconocer nuestra necesidad de Él y de nuestro

prójimo.

Jesús demuestra con sus acciones que el pecador viva, y que no muera por efecto del pecado. Jesús

nos muestra, de un modo claro e insistente, como Él (que es la mejor imagen de Dios) ha venido

para buscar a los pecadores, mostrándoles el rostro misericordioso y reconciliador del Padre.

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II. Guía para la Oración

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oración?

Saber Pedir Dame, Señor, el conocimiento del amor

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto:

Lee algunas de estas lecturas sobre el amor de Dios y reflexiona sobre cómo vives el amor:

Si yo hablara todas las lenguas de los hombres… y me falta el amor…” 1Cor 13,1ss

Si alguien pretende estar en la luz y aborrece a su hermano… el que ama a su hermano… 1Jn 2,9-10

¿Cómo va a amar a un Dios a quien no ve, si odia a su hermano… 1Jn 4, 20-21

Todo el que ama ha nacido del amor… 1Jn 4, 7-8

2. Punto:

Teste del amor: Pasa a las personas que están en la lista de tus afectos por las siguientes frases y,

con la mayor franqueza que puedas tener contigo mismo, trata de identificar en cual de ellas los

puedes ubicar. 1) Te quiero, por que te necesito. 2) Te necesito, por que te quiero.

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

III. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

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Meditación 9

¿Un proyecto juntos?

I. Memoria histórica

En la antesala final de estos Ejercicios, se te propone explorar cómo estás viviendo el cuarto

“cuadrante existencia” (la manera como damos cuenta de la relación que tenemos con los otros).

Sí, al redactar tu sentido de la existencia, los-otros también tienen que estar presentes. Ahora bien,

¿quiénes son los otros?,¿cómo influyen en mí?, ¿cómo influyo yo en ellos?, ¿cómo están en los

planes míos?, ¿cómo yo estoy en sus planes?.

En tu proceso de vida has tenido varios grupos humanos de referencia. Cada uno, con su

historia, con un modo de proceder, con unas costumbres, unos valores que han sido claves en el

desarrollo de tu personalidad. Paséate con ellos y trata de identificar la huella que dejaron en tu

vida.

Saber comenzar

Buscar tu lugar de oración

Contempla el espacio que has escogido, toma aire y quédate unos minutos en silencio. Busca la tranquilidad y la paz. Y pregúntate ¿Qué me gustaría descubrir en esta oración?

Saber Pedir Dame Señor, que pueda recordar cómo han influido esos grupos en mí.

Saber Dialogar (La materia)

1. Punto

Toma conciencia de los grupos de referencia a los que has pertenecido:

¿Qué has aprendido de ellos?

¿Cómo han influido en tu vida? ¿Podrías ubicar cosas concretas?

¿Qué le aportan al sentido de tu vida?

¿Qué le aportaste tú a ellos?

¿Cómo creo que ellos me recuerdan?

2. Punto

En función de la relación con los demás:

¿Cuáles son los puntos fuertes, mis ventajas en tu relación con los demás?

¿Cuáles son los puntos débiles, mis desventajas en tu relación con los demás?

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3. Punto

Lee reposadamente Lc. 10, 25-37 Después de lo reflexionado sobre el amor contesta:

Hoy en día, ¿quién es mi prójimo?

¿A quién atiendo? ¿Por quién me siento atendido?

¿Tengo que aclarar algo con alguien cuando llegue a mi casa?

¿Debería tomar alguna decisión con alguien? ¿Con quién, qué?

4º Punto:

¿Qué te sugiere la frase: “porque el mundo no se hace solo”?

5º Punto:

Leer esta oración y meditarla junto con tu principio y fundamento.

Misión es partir, caminar, dejar todo, salir de

sí, quebrar la corteza del egoísmo que nos

encierra en nuestro yo.

Es parar de dar vueltas alrededor de nosotros

mismos como si fuésemos el centro del mundo

y de la vida.

Es no dejar bloquearse en los problemas del

mundo pequeño al que pertenecemos: la

humanidad es más grande.

Misión es siempre partir, más no devorar

kilómetros.

Es sobre todo abrirse a los otros como

hermanos, descubrirlos y encontrarlos. Y, si

para descubrirlos y amarlos es preciso

atravesar los a res y volar por los cielos,

entonces misión es partir hasta los confines

del mundo. (Don Helder Cámara)

Saber Terminar (El coloquio)

En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversación espiritual” sobre lo vivido durante la experiencia.

IV. Evaluación de la Oración

Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”.

“Ser hombres y mujeres para y con los demás”

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Tiempo de cosechar:

Finalizas los Ejercicios Espirituales. Esperamos que te hayan servido mucho. Ahora te invitamos a

que rebobines la película hasta el primer día. Contempla cada momento de esta experiencia, relee

tus apuntes y evoca los momentos más significativos. Es el momento de poner en “blanco y negro

lo vivido”, dado que experiencia no evaluada se desperdicia.

La consigna

Un aspecto importante al finalizar los Ejercicios es la elaboración de tu consigna. Ésta es una frase

corta, pero altamente significativa para ti. Al pronunciarla, debería contactarte con estos Ejercicios

y sus aprendizajes fundamentales. Es una frase que viene de lo más íntimo mío, para contactarme

con Dios cuando lo necesite, en momentos alegres y momentos tristes, momentos de esperanzas y

de desolación.

No se trata de encontrar la idea interesante de la oración, sino ver por donde es el impulso de Dios

en mi vida. Por eso, la consigna es un imperativo que el “Papadios” me hace ver y que yo lo traduzco

en mi oración en un subjuntivo:

Por ejemplo: “Se generoso” se convierte en “que sea generoso, Señor”

1. Características de la consigna:

Es pragmática: me mueve a la acción.

Es personal: recoge los elementos claves de mi identidad.

Es instrumento místico: ayuda a revisar el paso de Dios en mi vida.

Es instrumento de medida: ayuda a discernir si algo es bueno o malo.

Carta de agradecimiento

Escribe una carta a Dios, en la cual expreses los sentimientos, experiencias, aprendizajes y todas

esas cosas que quieras contarle, al finalizar este encuentro profundo e íntimo con Él.

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BITÁCORA Cuadro resumen de la experiencia

¿Cómo me veo luego de los Ejercicios Espirituales?

¿Cuáles son los sentimientos que predominaron durante los E.E.?

¿Cuáles son los descubrimientos más importantes que he logrado?

¿Cuál es mi principio y fundamento?

¿Cuáles creo que son los principios rectores de mi vida?

¿A qué me he sentido invitad@ por Dios en estos E.E.?

¿Qué fortaleza tengo?

¿Qué debilidades tengo?

¿Qué siento que debo hacer ya?

¿Cuál es el pecado que me resta libertad y que debo estar alerta en el futuro?

¿Cuál sería mi consigna?

¿Qué comentario final me gustaría hacerme al momento de concluir estos E.E.?