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Introducción a la teología En el presente tema y unidad introducctoria, veremos: la situación actual de las ciencias de la religión y su diferencia fundamental con la teología (1); luego nos introduciremos al concepto de teología a partir de un breve acercamiento desde su desarrollo histórico distinguiéndola de la disciplina filosófica que se ocupa de Dios (2). A continuación, expondremos los términos por lo que la teología es ciencia, razón por la cual es estudiada en el contexto universitario (3). Finalmente presentaremos el punto de partida o principios de la reflexión teológica: las fuentes (4); desde donde las diversas ramas o disciplinas despliega su saber teológico (5). 1. La teología y las ciencias de la religión 1 . Diversas disciplinas y ciencias se han ocupado de la religión en estos últimos siglos. Se impone en primer lugar, ante de meternos de lleno en la Teología, repasar cada una de estas ciencias para descubrir sus diferencias pero sobre todo para conocer el fascinante campo de la investigación religiosa. Estas ciencias son: la historia de las religiones; la sociología de la religión; la psicología de la religión; la fenomenología de la religión; la filosofía de la religión y la teología de las religiones. Cada una de ellas surgieron como disciplinas humanistas pero que al final se constituyeron como ciencias independientes. Al observar las concordancias o divergencias entre estas ciencias, sobre su objeto común, y sus objetivos específicos, podemos enmarcarlas en tres funciones principales: el inventario del dato positivo religioso, objeto específico de la historia, la sociología y la psicología; el análisis de las estructuras del hecho religioso, objeto de la fenomenología; y la valoración de los mensajes de las religiones , objeto de la filosofía y la teología, según su modo propio. En lo referente a su método, hay que anotar que entre estas ciencias, unas abordan la religión en sí misma, en directo y otras 1 Cfr. MARTÍN PINDADO, V., El hecho religioso. Dato estructura, valoración, Editorial CCS, Madrid, 1995, 13-60; CROATO, J., Los lenguajes de la experiencia religiosa. Estudio de fenomenología de la religión, Docencia, Buenos Aires, 1994, 21-32. 1

Introduccion a La Teologia

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Introduccion a la teologia, prinicipios y bases de la teologia como ciencia

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Introducción a la teología

En el presente tema y unidad introducctoria, veremos: la situación actual de las ciencias de la religión y su diferencia fundamental con la teología (1); luego nos introduciremos al concepto de teología a partir de un breve acercamiento desde su desarrollo histórico distinguiéndola de la disciplina filosófica que se ocupa de Dios (2). A continuación, expondremos los términos por lo que la teología es ciencia, razón por la cual es estudiada en el contexto universitario (3). Finalmente presentaremos el punto de partida o principios de la reflexión teológica: las fuentes (4); desde donde las diversas ramas o disciplinas despliega su saber teológico (5).

1. La teología y las ciencias de la religión1.

Diversas disciplinas y ciencias se han ocupado de la religión en estos últimos siglos. Se impone en primer lugar, ante de meternos de lleno en la Teología, repasar cada una de estas ciencias para descubrir sus diferencias pero sobre todo para conocer el fascinante campo de la investigación religiosa. Estas ciencias son: la historia de las religiones; la sociología de la religión; la psicología de la religión; la fenomenología de la religión; la filosofía de la religión y la teología de las religiones. Cada una de ellas surgieron como disciplinas humanistas pero que al final se constituyeron como ciencias independientes.

Al observar las concordancias o divergencias entre estas ciencias, sobre su objeto común, y sus objetivos específicos, podemos enmarcarlas en tres funciones principales: el inventario del dato positivo religioso, objeto específico de la historia, la sociología y la psicología; el análisis de las estructuras del hecho religioso, objeto de la fenomenología; y la valoración de los mensajes de las religiones, objeto de la filosofía y la teología, según su modo propio.

En lo referente a su método, hay que anotar que entre estas ciencias, unas abordan la religión en sí misma, en directo y otras de modo colateral. Entre las primeras, la historia de las religiones es la que más directamente aborda el hecho religioso en sus distintas manifestaciones a lo largo del tiempo. Dentro de ella, con un estatuto cada vez más independiente, nacerá la fenomenología de la religión como análisis de las estructuras religiosas. En el polo contrario, en el acceso colateral e indirecto, hay que colocar la sociología y la psicología de la religión. Siendo ciencias con objeto y método propio, pueden, sin embargo, abordar el fenómeno religioso desde las características propias de esas ciencias. Finalmente en una posición intermedia están la filosofía de la religión y la teología de las religiones, la primera desde el criterio de la racionalidad y la segunda desde una opción confesional concreta.

Dicho esto, haremos a continuación una presentación sumaria de cada una de estas ciencias que tienen su comienzo en el siglo XIX.

1.1. La historia de las religiones

Esta ciencia nació como una disciplina de la teología, concretamente del ámbito bíblico. Arqueólogos, etnólogos e historiadores comenzaron a sacar a la luz, materiales no sólo del mundo judeo-cristiano sino también de las distintas manifestaciones religiosas de las culturas mesopotámicas y

1 Cfr. MARTÍN PINDADO, V., El hecho religioso. Dato estructura, valoración, Editorial CCS, Madrid, 1995, 13-60; CROATO, J., Los lenguajes de la experiencia religiosa. Estudio de fenomenología de la religión, Docencia, Buenos Aires, 1994, 21-32.

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egipcias. Los teólogos empezaron a ver éstos descubrimientos como un precioso tesoro del alma religiosa del hombre en su búsqueda de lo divino y en su expresión de lo sagrado. Quedó, así atrás la mirada de las otras religiones como desviaciones del cristianismo, contemplándolo dentro del inmenso mapa de las representaciones de lo religioso, subrayándose más las analogías que las dicotomías, pues compartía un lenguaje simbólico común.

La historia de las religiones surge como ciencia independiente cuando toma conciencia de que su objeto formal científico no era Dios (objeto propio de la teología), sino el hecho religioso en la multiforme historia de las culturas y de los pueblos. Se convierte así, en la ciencia básica de las otras ciencias de las religiones. La razón será evidente: para interpretar y valorar un hecho religioso primero hay que conocerlo.

En la actualidad esta ciencia se dedica a describir, analizar y comparar las distintas religiones . Así la historia de las religiones es descriptiva (geográfica y cronológicamente) cuando muestra los hechos religiosos concretos, como los ha dejado o trasmitido el ser humano. La lista puede abarcar los monumentos, los ritos, las obras de arte, los textos y sus contenidos (dioses, leyes, teodicea, etica, etc.) y todo lo que aparece como expresión religiosa. Esta tarea la ubica a su vez, dentro del campo de la historia como tal y es la base de los siguientes momentos.

También es analítica, ya que el investigador busca comprender la experiencia religiosa. Esto le exige compenetrarse con el hombre religioso y estudiar su religión desde la religión misma, es decir, desde el sentido del misterio y de lo sagrado.

Finalmente, el historiador puede a su vez establecer una tipología de las religiones (por ejemplo: religiones étnicas o fundadas, politeístas o monoteístas, etc.) o comparar unas con otras en general o simplemente algún aspectos de ellas. Esto último se denomina propiamente ciencia compara de las religiones.

Hoy la historia de las religiones es una de los campos más fecundo y fascinantes de la meditación sobre el hombre y el sentido de la existencia.

1.2. La sociología de la religión.

La sociología nació a raíz de los problemas que le creó a Europa el proceso de industrialización y la adquisición de la conciencia social. A su vez, sociología de la religión, surge como una aplicación colateral al campo de la religión desde unas teorías sociológicas más amplias. Sólo más tarde se concentrará explícitamente en el hecho religioso mismo como hecho sociológico. Es así que, en una primera etapa los sociólogos analizaron la religión desde el dogma evolucionista y consideraron que era una fase superada o por superar. En cambio, los sociólogos en una segunda etapa, considerarán la religión como un elemento constitutivo de la existencia del hombre como ser social. Desde esta última postura se superan dos prejuicios: 1) que la religión sea algo privado de la conciencia de cada individuo, 2) y una concepción abstracta de la religión como un conjunto exclusivo de convicciones intelectuales. Así la sociología ha dejado bases sólidas para afirmar que la religión es un dato empírico de la realidad que tiene como elemento constitutivo el hecho social comunitario, y que la religión no existe de forma abstracta sino en religiones concretas situadas en el tiempo y el espacio. Y este será el presupuesto básico para su estudio2.

Hay al menos dos sociologías de la religión: la que estudia la religión o una religión desde fuera de ella; y la que estudia el hecho sociológico dentro de ella y en el ámbito que le rodea. Esta segunda ha tenido y tiene una práctica permanente dentro de las Iglesias (por ejemplo a través de encuestas

2 Para tener una somera idea de esta disciplina, conviene ver: SONEIRA, A. – AMEIGEIRAS, A. – AUZA, N.- CAROZZI, M.- FRIGERIO, A.- MALLIMACCI, F., Sociología de la religión, Docencia, Buenos Aires, 1996.

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sobre las creencias de un país, prácticas religiosas3, etc) y en investigadores más preocupados por el análisis específicamente confesional.

1.3. La psicología de la religión.

Como la sociología, la psicología de la religión es la aplicación al área religiosa de una ciencia ya constituida en si misma. Así como los hechos religiosos son el espejo de una sociedad determinada, de la misma manera pueden serlo de la psique humana, piensan los psicólogos. Como en las ciencias anteriores, la psicología de la religión, trascurre por diversas etapas y surgen varias corrientes de interpretación del hecho religioso4.

En las primeras décadas del siglo XIX, hubo gran interés por la psicología de la religión entre los psicólogos de la tradición cognitivo-social. En Norteamérica, estudiando la religión desde un método pragmático, destacaban que ella surge de una necesidad estrictamente natural de satisfacer los anhelos afectivos y las aspiraciones morales del alma. Por esta época la psicología de la religión estaba definiendo su estatuto epistemológico y su diferencia con la filosofía y la teología, pues era necesario diferenciar las ciencias del psiquismo de la del espíritu o del alma. En cambio, en Europa se interpretaba la religión como una proyección de la patología del individuo neurótico. Para ellos deja de tener razón de ser un estudio independiente de la religión desde un punto de vista psicológico, puesto que el abordaje de ésta debe quedar subsumido a un estudio más amplio: la psicopatología individual.

Luego en una segunda etapa, la influencia del conductismo llevó a los psicólogos a una mayor insistencia en la observación de las conductas exteriores del hombre creyente dejando de lado todo interés por lo que pueda ser subjetivo y emotivo.

Por último, la historia de la psicología contemporánea se ha preocupado por el estudio de las actitudes religiosas. Se vuelve a incrementar el interés por la importancia de la religión en la vivencia personal de los individuos y se elaboran las teorías de la personalidad del creyente.

Con todo podemos ver que a lo largo de la historia de la psicología de la religión se ha respondido desde diferentes tradiciones epistemológicas y metodológicas a las preguntas sobre la esencia del hecho religioso desde el punto de vista psicológico. Pero todavía nadie ha logrado una explicación exhaustiva y satisfactoria de este multiforme, universal y permanente fenómeno humano. Como no existe aún una teoría unificadora que dé cuenta del hecho religioso en su totalidad, las teorías existentes pueden ser clasificadas en cuatro grandes tradiciones: la tradición instintiva, defensiva-protectiva, de crecimiento-realización, y social. La tradición instintiva, explica la religión postulando que el hombre tiene un instinto religioso. Para estos la religión es innata, no aprendida y tiene un origen biológico. La tradición defensiva-protectiva comprende que la religión surge de la debilidad humana y del miedo, ya sea ante la necesidad de tranquilidad ante la incertidumbre que provoca las dificultades de la vida y la muerte como fin del hombre, o ante la necesidad de controlar la ansiedad que provoca la culpa moral. La tradición de crecimiento-realización, ve la religión como fuente de energía que produce cosas positivas, y sería un proceso de organización del yo en torno a los valores más elevados del hombre. Desde un punto de vista evolutivo, la religión sería el resultado normal del desarrollo cognitivo. Finalmente, la tradición social tiende a ver la religión como un hábito social, que se perpetúa por que es enseñada como tal a los hijos en el hogar y luego es reforzada por la sociedad.

3 Un ejemplo cercano el realizado por Dotro Galli (Cfr. Dotro Galli, G., “Análisis socio-histórico-pastoral de la peregrinación juvenil a lujan”, en GALLI, C.-LICHELLI, M.- DOTRO, G., Seguimos caminando: aproximación socio-histórico teológica y pastoral de la caminata juvenil a Lujan, Ágape, Buenos Aires, 2004). 4 En esta breve presentación seguimos a Omar Franco-Tarragó, profesor de psicoética en la facultad de psicología de la universidad católica de Uruguay desde 1988 (cfr. La Psicología de la experiencia religiosa según las principales aproximaciones y perspectivas teóricas, en [http://www.ucu.edu.uy/Facultades/Psicología/Publicaciones.htm] Consulta: febrero/2007).

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1.4. La fenomenología de las religiones

Como ya dijimos, la fenomenología ocupa un lugar de bisagra entre las ciencias de la religión: recoge el material que le viene de la historia, la sociología y la psicología de la religión, lo organiza en estructuras y, sin hacer juicios de valor sobre ese material, lo pone a disposición de la hermenéutica filosófica y teológica. Ejerce así una función mediática entre uno y otro polo. Solo algunos autores insisten en que esta disciplina tiene una función hermenéutica.

La fenomenología de la religión parte necesariamente de los fenómenos religiosos (hechos, testimonios, documentos, ritos, mitos, etc.) y explora específicamente su sentido, su significación para el ser humano concreto que los ha expresado en el pasado o los expresa actualmente. Luego desentraña la estructura, coherencia y dinámica de los diversos fenómenos religiosos y desde ellos explicita su sentido. Incluso compara esas estructuras y sentidos en diversos sistemas religiosos.

La fenomenología de la religión es el campo más idóneo para asomarse al estudio de las religiones, pues nos ofrece una visión de conjunto sobre ellas.

1.5. La filosofía de la religión

La filosofía de la religión es un tema estrictamente moderno, ya que en la antigüedad no se reflexionaba filosóficamente sobre la religión sino sobre Dios (teología natural). A pesar de ello podríamos decir que la filosofía de la religión viene de muy lejos ya desde el inicio de la filosofía misma. Esta sería una de las diferencias fundamentales con las ciencias anteriores que no tienen un antecede lejano.

Le corresponde a la filosofía de la religión hablar sobre el contenido del mensaje del hombre religioso. Es un saber no un compromiso. Se trata, sobretodo, de comprender crítica y analíticamente la experiencia religiosa vivida en los diversos sistemas religiosos, para explicar el mensaje de esa experiencia. Se parte por ello no de una religión ideal sino de las religiones históricamente constituidas y se busca ahondar en la esencia de dicha experiencia y lo que ella significa para la conciencia racional y universal del hombre.

La religión, desde esta disciplina, fue comprendida en una primera etapa como un momento de la evolución de la conciencia humana, luego sufrió criticas descalificadotes y otras revalorizadoras. Poco a poco las aguas se dividieron entre los que adherían a una aproximación positiva, y los que tenían una postura negativa hacia la religión. Muchos en la actualidad simplemente reflexionan sobre la situación de la religión en la actualidad posmoderna. Para algunos el desafío central en esta disciplina esta en resolver los límites de la razón al reflexionar sobre la experiencia religiosa y la divinidad.

1.6. La teología de las religiones5

La teología de las religiones es un nuevo campo de estudio de la teología, y ella reflexiona, desde la fe cristiana, sobre las otras religiones no cristianas, preocupándose por el valor salvífico y la posibilidad de revelación divina en las mismas.

5 Para una visión panorámica puede verse el trabajo de DHAVAMONY, M., Teología de las religiones, en http://www.mercaba.org/DicT/TF_religión_10.htm. Consulta: febrero/2007.

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Esta disciplina surge en el actual contexto interreligioso y pluralista6, y se podría dividir el desarrollo de esta preocupación en dos períodos7: de 1900 a 1950 y de 1959 a nuestros días. En el primer período, fueron los teólogos protestantes los que propusieron un debate a sobre la salvación de los no cristianos en el marco de la misión. Del resultado de este debate surgieron tres posturas diferentes y modelos de pensamiento en torno a esta problemática: exclusivistas, inclusivitas, pluralistas.

El enfoque o modelo exclusivista: este modelo propone que Cristo es el único mediador de la salvación y de la revelación, pero que en el que se excluye cualquier otro camino. Por tanto, el cristianismo debe afirmarse en su significado de verdad absoluta. Consecuentemente, las religiones no cristianas se consideran como carentes de valor de revelación y salvación.

El enfoque o modelo cristológico o inclusivista: en este segundo enfoque, ajustándose a lo que frecuentemente se afirma en el texto bíblico, Cristo es el mediador universal de la revelación y de la salvación8. Se resalta aquí el carácter mediador de Cristo, en el que los valores positivos (“semillas del verbo”), aunque parciales, presente en otras religiones y culturas, están ya incluidas, por derecho propio en el evento de Jesucristo y de él adquieren su alcance y eficacia salvífica. El acento se pone en Cristo mismo más que en el cristianismo mismo como religión.

El enfoque o modelo pluralista o teocéntrico: los que aquí se ubican, afirman que todas las religiones poseen, aunque de manera diferente, valor salvífico y significado de revelación que viene directamente de la acción de Dios o del Logos universal o del Espíritu, y ello independiente de Cristo, el cual posee, a lo sumo, un valor normativo respecto de las religiones cristianas, que pone en evidencia los aspectos positivos, corrige los límites y lleva al cumplimiento la experiencia religiosa.

En una segunda etapa, desde 1959 y sobre todo en torno al Concilio Vaticano II, los teólogos católicos se hicieron eco de esta preocupación con mayor ahínco que en épocas pasadas. Pero estos tropezaron con un axioma católico que afirma que fuera de la Iglesia no hay salvación (extra ecclesia nulla salus). Así el problema se vivió en torno a la posición de la Iglesia frente a las otras religiones. Por ello el Concilio no esquivó el tema y en la declaración sobre las religiones no cristianas (Nostra Aetate) tomó una posición positiva frente a ellas favoreciendo el diálogo sin cerrar el tema con respecto a una teología de las religiones. En concreto, poco a poco también los teólogos católicos se ubicaron en algunos de los enfoques ya mencionados. En tal sentido,

“el magisterio de la Iglesia Católica considera hoy imposible proponer el primer y el tercer modelo; el primero porque desconoce la universalidad eficaz del designio salvífico de Dios; el tercero porque no toma en cuenta la unicidad y universalidad de la mediación de Jesucristo. Una rigurosa meditación teológica sobre el significado del pluralismo religioso, propiciada por la toma de conciencia del renovado contexto cultural, invita a proponer y a profundizar el segundo modelo, el cristo-centrismo o inclusivo, pero que ponga en foco radicalmente la dinámica de Cristo mismo. Se trata, sin lugar a dudas, de una dinámica de recapitulación en él (cfr. Ef 1,10) de toda semilla de verdad y de bien, diseminada en la historia religiosa y no religiosa de la humanidad, pero respetuosa de la alteridad y capaz de suscitar relaciones positivas entre diferentes y por lo tanto de reciprocidad”9.

Al respecto la Comisión Teológica Internacional en 199610 promovió una mayor exigencia en el conocimiento de cada religión. “Ya que cada tradición religiosa se encuentran de origen y alcance bien 6 Cfr. CONCHA GRAU, R., “Una acogida pluralista del mundo interreligioso. La teología cosmoteándrica de Raimon Panikkar”, en SCHICKENDANTZ, C., Culturas, religiones e Iglesia. Desafíos de la teología contemporánea, Editorial de la Universidad Católica de Córdoba –EDUCC-, Córdoba 2004, 153-171. El autor en este artículo solo estudia la visión pluralista de Panikkar sin tener presente el documento de la Comisión teológica Internacional del 1996, El Cristianismo y las religiones.7 Cfr. FITZGERALD, M., - MACHADO, F., “Teología cristiana de las religiones: un balance” en Ovnis Terra 328 (2003) 94-103; Id. en htttp: www.sedoc.org/spanish/machado.htm. Consulta: febrero/2007.8 Son numerosos los textos del Nuevo Testamento el alcance universal y la unicidad de la mediación salvífica de Cristo. Recordemos solo dos de ellos: “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4,12); “Por que hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate de por todos” (1 Tim 2,5-6).9 CODA, P., “El cristianismo y las religiones. A cuarenta años de la declaración ‘Nostra Aetate’”, en Teología 90 (2006) 270.

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diverso, la reflexión teológica debe limitarse a considerar fenómenos concretos y bien definidos, para evitar juicios globales y apriorísticos” (CR 5). Así mismo señaló las diversas tareas que tiene la teología de las religiones: 1) comprenderse y evaluarse a sí en el contexto de una pluralidad de religiones; 2) buscar el sentido, función y el valor de las religiones en la totalidad de la historia de la salvación; 3) estudiar y examinar las religiones concretas, con sus contenidos bien definidos, confrontándolos con los contenidos de la fe Cristiana (CR 7).

Esta disciplina es una de las que más en relación esta con la historia, la fenomenología y la filosofía de las religiones. Con todo “no presenta todavía un estatuto epistemológico bien definido” (CR 4).

1.7. La situación de la teología ante las ciencias de la religión

La teología es unas de las ciencias con mayor desarrollo a lo largo de la historia. Pero la diferencia fundamental con las anteriores ciencias es que la teología no tiene como objeto principal de estudio las religiones, sino a Dios. La teología estudia a Dios en cuanto Dios y lo hace desde el interior de una experiencia comprometida y confesional. La teología no es la simple constatación empírica de lo que sucede en el hecho religioso sino su interpretación desde el interior de dicha experiencia en una tradición religiosa. En tanto que, supone la experiencia de fe, podemos decir que es un conocimiento divino humano de las cosas de Dios y de la realidad misma. Por ello la teología, en cuanto conocimiento humano, al hablar de Dios y de su experiencia, recurre a la cultura científica y filosófica en la que se inserta11 y necesita de alguna manera de las ciencias de la religión y particularmente de la filosofía como ciencia, para expresarse mejor y dar así a conocer su más autentico mensaje:

“La referencia a las ciencias, útil en muchos casos porque permite un conocimiento más completo del objeto de estudio, no debe sin embargo hacer olvidar la necesaria mediación de una reflexión típicamente filosófica, crítica y dirigida a lo universal, exigida además por un intercambio fecundo entre las culturas” (FR 69)12.

“Puede [la teología] tomar algo de las disciplinas filosóficas, no porque forzosamente lo necesite, sino para mejor explicar lo que en ella se enseña, ya que no toma sus principios de las otras ciencias, sino inmediatamente de Dios por revelación” (S.Th. I q. 1 a.5 ad. 2)13.

La teología en la actualidad esta constantemente en diálogo con las ciencias en general, y con

las ciencias de la religión, en particular. Cada una de estas ciencias ofrece a la teología una ayuda valiosa para conocer mejor al hombre, aunque siempre sea necesario mantener bien diferenciados los campos, y actuar respetando la autonomía de ambos14. En concreto, las distintas ciencias de la religión han tenido diversos grados de diálogo y relación con la teología. Por ejemplo los teólogos después del Concilio Vaticano II priorizaron el diálogo y el trabajo interdisciplinario con las ciencias sociales y la

10 Cfr. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, El Cristianismo y las religiones, Paulinas, Buenos Aires, 1997. En adelante CR. 11 Cfr. MALHERBE, F., “El conocimiento de fe”, en LAURENT, B.,-REFLOULÉ, F., Iniciación a la práctica de la teología. I Introducción, Cristiandad, Madrid, 1984,108-110.12 JUAN PABLO II, Fides et Ratio. Carta encíclica a los obispos de la Iglesia Católica sobre las relaciones entre la fe y la razón, Paulinas, Buenos Aires, 1998. Aquí y en adelante FR.13 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, I Parte, cuestión 1, artículo 5, respuesta a la segunda dificultad, versión bilingüe latino-español, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1947-1960. Aquí y en adelante seguiremos la nomenclatura clásica para referirnos a los textos de la Suma Teológica (S. Th.).14 Cfr. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, La formación teológica de los futuros sacerdotes, en L’Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, 16 de mayo de 1976, 7.

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fenomenología de la religión15. Por su parte, también los obispos de la Iglesia católica en Argentina en sus últimos documentos pastorales se han servido de estas mediaciones científicas16.

Como pudimos ver es basto el mundo científico que se ha ocupado de la religión en donde la teología no esta ausente. A ella le toca ejercer este diálogo entre fe y razón, tarea que se ejerce como en su ámbito natural en la Universidad. Aspecto que desarrollaremos más adelante.

2. Aproximación al concepto de teología17.

Una visión histórica nos ayudara a desentrañar una primera distinción que es conveniente hacer al estudiar teología. La teología no pretende dar cuenta racional de la existencia de Dios, aunque al revisar la historia de la palabra “teología” es posible afirmar que éste fue su origen, y que en el cristianismo evolucionó de manera sorprendente en otra dirección hasta constituirse una ciencia en la edad media.

2.1 Origen histórico del termino Teología

La primera sorpresa, cuando nos acercamos a la historia de la palabra teología, es grande. El término “teología” no tiene un origen cristiano, ni siquiera bíblico. Procede del mundo cultural griego. Y sólo entra a formar parte del patrimonio común del mundo cristiano occidental, de forma generalizada, hacia el siglo XII. Antes de este siglo las expresiones más comunes para indicar la realidad de la teología cristiana eran la “sabiduría”, “plan de salvación”, y en un lenguaje marcadamente latino “doctrina cristiana” o “sagrada doctrina”.

Se puede considerar a Platón como el inventor del término. Al parecer fue él quien habló por primera vez de “teología”. Y la utilizó no en sentido de doctrina filosófica, o incluso de doctrina revelada, sino como sinónimo de “mitología”: teología “es la narración de las divinidades”. La palabra teología es sinónimo de dar cuenta de dios o de los dioses o de las cosas divinas. El contexto en el que utiliza Platón la palabra es el de “critica de los mitos”18. El estaba empeñado en purificar los mitos de todo aquello que pudiera suponer escándalo para la educación de los más jóvenes. Por ejemplo, en los mitos, se narraban frecuentes escenas del comportamiento inmoral de los dioses: los dioses mentían, eran ambiciosos, etc. Según Platón, tenía que quedar claro que los dioses no mienten, no son culpables del mal, etc. La expurgación de estas narraciones míticas se hacía siguiendo unas líneas directrices, es decir, no se hacía de forma arbitraria, sino que debía seguirse unos cánones o normas, que hoy llamaríamos método.

Para Platón los teólogos eran los antiguos poetas (Homero o Hesíodo, etc) que contaban la vida de los dioses del Olimpo, y por eso hacían las teologías. La teología, por tanto, más que una ciencia a como la entendemos hoy, era una narración.

Plutarco, otro filósofo griego, llamará teólogo no solo a los poetas, sino a los ministros del culto del santuario de Delfos, y posteriormente a los ministros de otros cultos. De alguna manera los teólogos eran los especialistas de Dios. Y desde Plutarco “teología” equivale a proclamación cúltica de los dioses al modo de una predicación.

15 Cfr. SCANNONE, J., “El misterio de Cristo como ‘modelo’ para el diálogo desde la teología de la cultura, la filosofía y las ciencias humanas”, en SOCIEDAD ARGENTINA DE TEOLOGÍA (SAT), El misterio de Cristo como paradigma teológico. XIX Semana Argentina de Teología en los 30 años de la SAT, San Benito, 2001,143-145.16 Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, nn.1-6; y Navega Mar Adentro, n. 1.17 Cfr. BARBOZA MARTÍNEZ, R., ¿Qué es teología?. Una aproximación a su identidad y a su método , Desclée de Brower, Bilbao, 1999; ROVIRA BELLOSO, J., Introducción a la teología, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1996, 47-55.18 Cfr. GARCÍA GUAL, C., Introducción a la mitología griega, Alianza, Madrid, 1999, 32-47.

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Aristóteles, amplía el sentido semántico de la palabra “teología”, en dos direcciones: primero habla de teología como “mitología” en el sentido platónico; pero en segundo lugar habla de teología como “conocimiento teológico”, algo así como una especie de filosofía especial. Esto quiere decir que Aristóteles utiliza por primera vez el término teología en sentido científico. La teología, según Aristóteles, sería una de las tres ciencias teóricas: física, matemática, y metafísica. Allí, en la metafísica, ubica la teología como cumbre de la filosofía, ya que es la filosofía que considera las causas supremas, las más radicales, del mundo astral, divino y visible, por eso es llamada también filosofía primera.

En el ámbito de la literatura clásica Cicerón habla de los teólogos como los fabuladores de mitos pero sin distanciarse demasiado con la concepción griega de la teología.

Con lo dicho hasta ahora, podemos adelantarnos un poco, afirmando que en la actualidad la teología como ciencia tiene también la misión, en el campo educativo, de purgar cierta imágenes de Dios que en ocasiones poco tiene que ver con el Dios cristiano. Tarea que es llevada adelante desde el ejercicio científico que supone la Teología.

2.2. La teología en el cristianismo

De alguna manera lo que han hecho Platón y Aristóteles es crear el cause para que fluya el discurso sobre Dios. Pero ese cause, en el cristianismo, la teología será el discurso sobre Dios que se revela en Jesucristo. Discurso que solo se desarrollará con el tiempo desde la antigüedad hasta nuestros dias.

En los siglos primero y segundo de nuestra era cristiana debemos afirmar, en líneas generales que ni el Nuevo Testamento, ni en los primeros Padres de la Iglesia19 hace acto de presencia el término “teología”. ¿Por qué no se tiende a utilizar la palabra “teología”? La respuesta es sencilla, y nos viene de San Pablo: el cristianismo no es un mito, ni una sabiduría, ni una filosofía, ni siquiera una ciencia. Es un acontecimiento histórico revelando: el misterio del Dios Trino revelado y realizado en la persona de Jesucristo. Escándalo para los judíos y necedad para los sabios griegos (1 Cor 1, 22-25). Para San Pablo, todo saber sobre Dios hacer referencia al misterio de Cristo. Misterio y sabiduría que nos hacen conocer misteriosamente nuestra salvación:

“Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio” (Ef 3, 6).

“En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria. Nosotros que anunciamos a Cristo, exhortamos a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo” (Col 1, 25-28).

Esta sabiduría se conoce sólo por fe (creer para entender). No se trata, por tanto, en San Pablo de una sabiduría “acerca de” o “sobre” Dios, sino un saber dado a conocer por Dios, salido “desde” Dios contrapuesto a todo intento del hombre de narrar cosas sobre Dios. Se trata en primer lugar de un acontecimiento: Cristo. Y la doctrina que surgirá después, depende de este acontecimiento. Por tanto la teología cristina se distinguirá de la griega por ser una narración de un acontecimiento y no una pura

19 Con la expresión Padres de la Iglesia o Santos Padres se designa en teología a los primeros escritores cristianos. Para el teólogo católico los “Padres de la Iglesia” adquieren una importancia radical en cuanto que son testigos auténticos de la tradición cristiana e intérpretes seguros y unánimes de las Sagradas Escrituras. El estudio de estos primeros escritores cristianos dentro de la ciencia teológica esta reunido en dos disciplinas: Patrología y Patrística (Para una visión panorámica de la patrología ver: MORALES, E., Introducción a la Patrología. Un estudio desde los géneros literarios, San Benito, Buenos Aires, 1994)

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narración sin acontecer. Así, la teología tiene dos realidades: la revelación de Dios que toma la iniciativa y la fe por la que el hombre se adhiere a Dios que se manifiesta.

Con todo lo dicho podemos aproximarnos a un concepto de teología: ciencia de la revelación de Dios. La teología como discurso sobre Dios quedaría afectada por un racionalismo estrecho si ella no llevara a una invocación y adoración a Dios.

“Así, el discurso del teólogo configura un tipo de razón (ratio) entrañada en la oración (o-ratio) y la adoración (ad-oratio) devota. Nada menos que Hegel incluía el Denken del pensar en el Andenken de la devoción (Andacht) –no un pensar formal (Rel I, 110). Luego en la teología caben tres géneros de discursos cuyo referente último es el singular «Dios», declinado y conjugado en primera, segunda y tercera persona. En efecto, con la reverente adoración de la confesión de fe el teólogo responde inicialmente a la interpretación del mensaje propuesto en nombre de Dios, en primera persona. Con diversas formas de oración dirigidas a Dios, en segunda persona, él implora su inspiración, su gracias y su perdón. Finalmente acerca de Dios, en tercera persona, él desarrolla un discurso narrativo y, sobre todo, argumentativo (ratiocinationis)» (FR 66) que interpreta y relaciona los libros de la Escritura, de la naturaleza y del alma”20.

Recapitulando, la teología cristiana en esta primera etapa de la historia se desarrolla como una “catequesis” o “anuncio”. Poco a poco los cristianos de aquellas épocas buscarán desde su fe dar razón de aquello que creen.

2.3. La teología en los primeros siglos del cristianismo

Toda la etapa de la historia del cristianismo que va desde el siglo I al X es conocida en la teología actual como la época de los “Santos Padres”, en donde se inicio la teología cristiana como profundización de la “fe vivida”. Haciendo una apretadísima síntesis podríamos decir que: el siglo I se caracterizó por el anuncio de Cristo (Kerigma21). Pero ya en los siglos II-III las comunidades cristianas comenzaron a vivir y anunciar el evangelio en medios culturales diferentes del cual habían surgido. Entraron así en contacto con ideas, creencias y prácticas religiosas diferentes. Los cristianos experimentaron la necesidad de contar con un canon o regla de fe que les sirviera como patrón de medida para diferenciar la falsa fe de la verdadera fe. En esta época, surgen las primeras escuelas catequísticas o teológicas, y gracias a la aparición de errores y herejías22, la Iglesia logrará expresar sus primeros dogmas cristianos (puntos fundamentales de la fe).

Los siglos IV-V son considerados actualmente, como la época de mayor riqueza de la teología antigua. Es el esplendor de la teología patrística. En este período se elaboran y afianzan los dogmas trinitarios y cristológicos. La Iglesia para este momento ya ha celebrado sus principales concilios: Concilio de Nicea (325), Concilio de Constantinopla (381), Concilio de Efeso (431), y el Concilio de Calcedonia (325). Uno de los teólogos representativos de esta etapa es San Agustín (354-430). Para el santo, la fe lleva a entender lo esencial, y este entender, conduce a vivir. Su obra es insustituible en el estudio de la teología de este período.

Entre los siglos VI-IX los escritores cristianos se dedicaron a ordenar y trasmitir la teología ya desarrollada de los Santos Padres. Es el período de “recopilación doctrinal”.

En los siglos IX-XI se hace teología en los monasterios y para los monjes. Se orienta el desarrollo de la vida espiritual, no a la disputa y a la apologética. La teología se desarrolla bajo el signo de la gramática, es decir, se hace teología mediante la exégesis literal y alegórica de la Sagradas Escrituras.

20 FERRARA, R., El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca, 2005, 27.21 La palabra Kérgma proviene de la lengua griega y es utilizada en teología para designar la primera predicación de los apóstoles y el núcleo central de la predicación cristiana. Este término será ampliamente usado en la materia. 22 Técnicamente hablando una posición herética es contraria a la fe. En cambio, cuando se habla de error teológico se quiere decir que se esta en presencia de un razonamiento falso, poco claro o que simplemente puede llevar a conclusiones falsas.

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Con la aparición de las ciudades empieza una nueva época. Desde el siglo XI la ciencia deja de ser un monopolio de los monasterios y nace el intelectual23 y así el teólogo de la ciudad. Ya no se escribe para el monasterio, sino para la ciudad plural, es decir, no se hace teología solo para meditar, sino para enseñar. Surge la exposición de la “doctrina cristiana” elaborada a través de construcciones deductivas. La teología estará así signada por la lógica.

La gran novedad de los siglos XII y XIII será el surgimiento de las universidades como institución más adecuada para el estudio de los distintos saberes y, en particular, de la teología como saber científico y sapiencial. Ya para esta época se distingue claramente entre la teología proveniente de la filosofía griega, hoy llamada “teología natural”, de la teología cristiana revelada, llamada “teología sobrenatural”.

2.4. La teología natural y la teología sobrenatural

Para aproximarnos al concepto de teología conviene tener presente que tanto el pensamiento filosófico como el pensamiento teológico se dedican al estudio de Dios. Pero lo hacen de diverso modo.

Teología, como su mismo nombre lo indica (Theos = Dios, y Logos = razón, discurso, conocimiento, tratado, etc.) es el conocimiento de Dios. La filosofía que se dedica al estudio de Dios 24, lo hace bajo la luz de la razón natural, es decir, sin tener presente fe alguna. Este estudio constituye una disciplina, que desde la tradición filosófica aristotélica, es llama teodicea25 o “teología natural”. Ella se ocupa de las pruebas racionales de la existencia de Dios; de los atributos que le corresponde a la naturaleza divina diferente de la naturaleza humana; y de la relación que a la divinidad le compete con el mundo26.

“El filósofo tiende a hacer de Dios [solo] objeto de especulación racional. Esto explica las conocidas concepciones [de Dios] en los filósofos, de las cuales mencionaremos algunas: Dios es un ente infinito; es lo que es en sí; y por sí se concibe; es un absoluto o, mejor dicho, el Absoluto; es el principio del universo, el Primer Motor, la causa primera, es el Espíritu o la Razón universal; es el Dios; es lo Uno; es lo que está más allá de todo ser; es el fundamento del mundo y hasta el propio mundo entendido en su fundamento; es la finalidad a que todo tiende, etc. Algunas de estas concepciones han sido elaboradas y refinadas por filósofos cristianos; otras proceden de la tradición griega; otras parecieran hallarse insitas en ciertas estructuras permanentes de la razón humana”27.

En cambio, a la teología propiamente dicha estudia a Dios y al hombre en cuanto referido a él como su principio y fin, desde la razón sobrenatural (Cfr. S. Th. I q.1. a 3 ad 1). Estudia a Dios y la realidad a partir de la revelación. Revelación que está contenida en la Biblia (Sagradas Escrituras), la fe vivida a lo largo de la historia (Tradición), y la enseñanza de los apóstoles y sus sucesores (Magisterio). Se emparenta, de alguna manara, con la teología natural en tanto que en ambas se utiliza la razón como instrumento de conocimiento28. Así la teología es un estudio razonado de la vida íntima de Dios y del

23 Cfr. LE GOFF, J., Los intelectuales de la edad media, Gedisa, Barcelona, 1996, 25-26.24 Cfr. MILLAN PUELLES, A., Fundamentos de Filosofía, Rialp, Madrid, 1985, 40-46.25 Según Millan Puelles, la palabra teodicea es la parte de la teología filosófica que se ocupa de justificar la bondad divina frente a la existencia del mal. Palabra que fue acuñada por Leibniz -filósofo de la modernidad- (cfr. MILLAN PUELLES, A., Op. cit., 44, nota 4). 26 Para un desarrollo de estos temas ver: JOLIVET, R., Curso de Filosofía, Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1965, 265-310; MILLAN PUELLES, A., Op. cit., 531-606.27 FERRATER MORA, J., Diccionario de Filosofía abreviado, Sudamericana, Buenos Aires, 2006, 102.28 “Lo que constituye la diversidad de las ciencias es el distinto punto de vista bajo el que se mira lo cognoscible. El astrónomo, por ejemplo, demuestra la misma conclusión que el físico, v.gr., la redondez de la tierra; pero el astrónomo lo hace empleando medios matemáticos, que prescinden de las cualidades de la materia, y el físico usa medios materiales. Por esto no se ve inconveniente en que las mismas cosas que estudian las disciplinas filosóficas, en cuanto asequibles con la luz de la razón natural, se ocupe también otra ciencia en cuanto, que son conocidas con la luz de la revelación divina. Por consiguiente, la teología que se ocupa de la doctrina sagrada difiere en género de aquella otra teología que forma parte de las ciencias filosóficas” (S. Th. I q. 1 a. 1 ad. 2).

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sentido profundo de la vida del hombre (su salvación y referencia a lo trascendente), a través de lo que se nos dice en la Revelación:

“Para la salvación humana, fue necesario que además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera la revelación divina. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la compresión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Is 64,4: ¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que aman. Sólo tú. El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia El pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más aún, lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que, con la razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos, acerca de lo divino, por revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que además de las materias filosóficas, resultado de la razón hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación (S.Th. I q.1 a.1 corpus).

Por todo ello le compete a esta ciencia probar la credibilidad de lo que se cree, espera y ama: Dios29. La teología supone este ejercicio racional para comprender las verdades contenidas en la revelación, su intrínseca conexión y sus implicancias teórico-prácticas.

“La reflexión teológica –inteligencia de la fe- surge espontáneamente e ineludiblemente en el creyente, en todos aquellos que han acogido el don de la palabra de Dios. La teología es, en efecto, inherente a una vida de fe que busque ser auténtica y plena, y, por lo tanto, a la puesta en común de esa fe en la comunidad eclesial. En tanto creyente, más aún, en toda comunidad cristiana, hay pues un esbozo de teología, de esfuerzo de inteligencia de fe. Algo así como una pre-comprensión de una fe hecha vida, gesto, actitud concreta. Es sobre esta base, y sólo gracias a ella, que puede levantarse el edificio de la teología, en el sentido preciso y técnico del término. No es únicamente un punto de partida. Es el suelo en el que la reflexión teológica hunde tenaz y permanentemente sus raíces y extrae su vigor”30.

Para algunos31 esta distinción entre teología natural y teología sobrenatural ha de entenderse tal como fue en su origen histórico como “enseñanza pagana” sobre Dios y “enseñanza cristiana y revelada de Dios”, ya que así la entendió Santo Tomas (Contra Gentes, I, 4). Esta clara comprensión le permitirá al mismo Tomás entender la teología como ciencia.

3. La teología como ciencia32.

Hablar de la teología como ciencia es una de las razones que nos ayudan a comprender su estudio en la universidad como parte integrante de la formación profesional (3). A continuación presentaremos brevemente el alcance de la consideración científica de la teología (2), después de haber repasado algunos mojones de su inserción en la ciencia universitaria (1).

3.1. La teología en las universidades del XIII

El saber científico se constituye como tal al surgir las corporaciones universitarias. La universidad comienza como un cuerpo de personas reunidas con un fin científico-social y cultural,

29 Estamos prestando atención aquí y refiriéndonos a la tarea que lleva adelante la disciplina llamada “Teología Fundamental”. Ver 5.1. 30 GUTIERREZ, G., Teología de la liberación. Perspectivas, Sígueme, Salamanca, 1994, 57.31 Cfr. BARBOZA MARTÍNEZ, R., op.cit., 62.32 Cfr. SÖHNGEN, G., “La sabiduría de la teología por el camino de la ciencia”, en AA. VV. Misterium Salutis. Manual de teología como historia de la salvación, Cristiandad, Madrid, 1969, t. I-II, 1030-1038. 1055-1067; CHENU, M., ¿Es ciencia la teología?, Colección Yo sé – yo creo 2, Andorra, Casal I Val, 1959.

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representada por profesores y alumnos33. El origen de esta institución estuvo ligado a la Iglesia Católica y su apoyo desde el pontificado fue capital para su desarrollo, aunque mas adelante adquieran su autonomía luchando tanto contra los poderes eclesiásticos como los poderes laicos del estado34. Y así surge una fuerza social nueva frente a la sacerdotal y la real: el intelectual.

Suele tomarse la universidad de París, fundada en 1215, como arquetipo de sus contemporáneas (en Bolonia, Oxford, Montpelier, Padua, Nápoles, Salamanca, en los países bajos y en Alemania, etc). Esta universidad estaba compuesta de cuatro facultades: Artes, Decreto o Derecho canónico, Medicina y Teología. El estudio de las artes constituía, en términos generales la enseñanza básica (filosofía y letras), y luego le seguían los estudios propios ya sea de medicina, derecho o teología35. La presencia fundante de la teología y su facultad en la universidad estaba ligada a la búsqueda común de la verdad. Así desde el inicio el intercambio de saberes fue decisivo para el desarrollo de la ciencia. Por ello mismo más adelante y conservando este espíritu medieval Francisco de Victoria (1492-1546) dirá “que el deber y la función del teólogo es tan vasto que ningún argumento, ninguna discusión, ninguna materia parecen ajenas a su profesión”36.

El gran acontecimiento del siglo XIII fue el “descubrimiento” de Aristóteles o, para hablar con exactitud, el conjunto de sus escritos doctrinales y no sólo de la lógica conocida desde los primeros tiempos de la Edad Media. Se conocerán en esta época la física de Aristóteles, su historia natural, su metafísica y su ética. Así, los conceptos de Aristóteles suplantaron a los de Platón, hasta tal punto que se le llamaba simplemente “el filósofo” o, como dice Dante, el maestro de los sabios. En la universidad de París que inicialmente fue fiel a su tradición platónica-agustiniana adquirió un giro casi completo 37. Mientras Platón tuvo el respaldo de los Padres de la Iglesia en el inicio de las escuelas medievales, Aristóteles, el nuevo guía doctrinal será trasmitido no por manos cristianas sino a través de los filósofos árabes (Averroes o Ibn Roshd). La filosofía aristotélica fue interpretada por los árabes a su propio modo, es decir, desde la visión islámica del mundo y del hombre. Realidad que rechazaron los teólogos, de aquel tiempo, aunque sin llegar a desterrarla, por que había ya penetrado a través de las facultades de artes que aceptaron en bloque la filosofía aristotélica junto a la interpretación islámica. Este será el comienzo de lo que Kant llamará más adelante el duelo entre facultades.

Fueron Alberto Magno y su discípulo Tomas de Aquino quienes afrontaron el enorme problema de la interpretación de Aristóteles que había separado la filosofía (las artes) de la teología. Tomás recurre a la lógica de Aristóteles, obra traducida y conocida ya desde el 525 (Boecio), para destrabar los errores provenientes de la interpretación averroísta de Aristóteles. Así llega a comprender y sostener que la lógica “es una y la misma” para la filosofía y para la teología, y las ciencias en general. Y ya que las leyes y las formas generales del pensamiento son las mismas para todas las ciencias, la teología puede constituirse como ciencia y conservar un estatuto universitario al usar de la lógica.

33 Cfr. HUBEÑÁK, F., “Orígnes y características de la universidad Medieval”, en Universitas 67 (1983) 21-52.34 Cfr. LE GOFF, J., op. cit., 72-76.35 Sobresale el estudio de la teología, ya en aquella época, por el nivel de exigencia de la misma: “Los primeros estatutos de la facultad de medicina de la Universidad de París prescriben seis años de estudio para obtener la licencia o doctorado en medicina, una vez obtenido el magisterio en artes. La teología era trabajo de largo aliento. Los estatutos de Roberto de Courson estable ocho años de estudio y la edad mínima de treinta y cinco para obtener el doctorado. En realidad, parece que la duración del aprendizaje del teólogo era de quince o dieciséis años: simple oyente durante los primeros seis años, el estudiante de teología debía cumplir períodos de práctica y cursillos de capacitación: especialmente explicar la Biblia durante cuatro años, la Sentencias de Pedro Lombardo durante dos años” (LE GOFF, J., op. cit., 80).36 FRANCISCO DE VITORIA, “Reelectio de potestate civili”, en Reeleciones teológicas del maestro fray Francisco de Vitoria, Imprenta La Rafa, Madrid, 1934, t. II, 171.37 La tradición platónica era el marco doctrinal de aquel modelo de un cosmos jerárquicamente organizado que sostenía la sociedad feudal. El aristotelismo, de alguna manera, rompe con este esquema “en la que el hombre va progresivamente emancipándose de la sumisión feudal, cambia los castillos por el burgo y la ciudad, conquista la propia autonomía y responsabilidad en la vida individual, familiar y colectiva” (Cfr. BOF, G., Teología Católica. Dos mil años de historia, de ideas, de personajes, San Pablo, Madrid, 1996, 109).

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Como vemos, la incorporación de Aristóteles revoluciona no solo el pensamiento científico sino también el teológico. Se da comienzo a una nueva epistemología o forma de razonar. Para la tradición platónica-agustiniana el punto de partida del conocimiento era la intuición inmediata. En cambio, con la entrada de Aristóteles, el conocimiento comenzará por la experiencia, mirando el mundo, desde los efectos a la causa primera. Esto será tomado por Santo Tomás para comprender el accedo a Dios desde la razón. “Para los agustinianos, el conocimiento de Dios precede a cualquier otro. El está presente en el alma y es inmediatamente cognoscible” en cambio, “Santo Tomas, niega la presencia inmediata de Dios en el acto de conocimiento… nuestro conocimiento no comienza por El, sino por las cosas creadas y finitas. Por los efectos llegamos a las causas”38.

Este intercambio de saberes que lleva adelante Tomás de Aquino en busca de la verdad no se hubiera logrado si la teología no hubiera estado en diálogo con las ciencias de su época. Así mismo, las ciencias en general no hubieran avanzado sin la interpretación aristotélico-tomista del conocimiento humano y científico.

3.2. La teología como ciencia39

Los teólogos del siglo XIII negaban que la teología tuviera verdadera razón de ciencia. El primero que comprendió la teología como ciencia, según el concepto aristotélico, fue Santo Tomas. Y a partir de él la teología se desarrollo no solo en el mundo monástico.

Ciencia, según Aristóteles, es un conocimiento evidente de las conclusiones contenidas en los principios. Los principios son el fundamento de la demostración, que de suyo no son demostrables. En teología estos principios son los contenidos de fe (Credo). Y como por la fe se participa de la vida de Dios, la teología, en general, es ciencia en cuanto es conocimiento (no evidente) de sus principios40. Pero fundamentalmente la teología es ciencia porque sus conocimientos se construyen, de manera argumentativa, es decir por demostración. Pero no argumenta para demostrar sus principios (la fe), sino para extraer otras verdades o conclusiones contenidas en sus principios: “la doctrina sagrada utiliza la razón humana, no ciertamente para demostrar el dogma, lo cual suprimiría el mérito de la fe, sino para esclarecer otras cosas que esta ciencia enseña” (S. Th. I, q. 1, a. 8, ad. 2). Por esta misma razón la teología utiliza otras disciplinas científicas para comprender mejor su propia materia41.

Son las conclusiones nuevas, que se consiguen a través de la argumentación teológica, lo que constituye el saber evidente de la teología. Por lo tanto la evidencia necesaria para que haya ciencia no esta en sus principios sino en sus nuevos conocimientos (conclusiones). Pero la teología sólo es ciencia de sus conclusiones para ser mejor inteligencia de sus principios.

El esquema de la ciencia aristotélica, aplicado a la teología, abre el campo a la perspectiva deductiva. Así lo comprendieron los autores escolásticos. Para ellos la teología, a partir de los principios conocidos por la Revelación, debe deducir conclusiones ciertas. Para llegar a estas conclusiones ciertas, desde la estructura del silogismo, la premisa mayor debe ser revelada. En cambio, la premisa menor puede ser una verdad cierta, conocida por la razón natural. En este caso, las conclusiones serán teológicamente ciertas. La teología se acerca, así, al modelo de la ciencia argumentativa que tiene como objetivo establecer conclusiones ciertas: con la certeza de la razón que deduce, pero con el respaldo de la Revelación que ofrece a la teología los principios como un reflejo de la Sabiduría.

38 ANDRÉS MARTÍN, M., Pensamiento teológico y cultural, Atenas, Madrid, 1989, 69-72, citado por BARBOZA MARTÍNEZ, R., op.cit., 61.39 Cfr. RAMIREZ, S., “Introducción a la cuestión I”, en SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, BAC, Madrid, 1964, 235-240; CHENU, M., Op. cit, 104-107; SÖHNGEN, G., Op. cit. 1060-1062; ROVIRA BELLOSO, J., Op., cit., 79-121.40 Cfr. SANTO TOMAS, Suma Teológica, I, q. 1, a. 2.41 Cfr. L situación de la teología ante las ciencias de la religión (1.7).

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En la actualidad donde el paradigma científico no es el aristotélico42, habitualmente la teología se comprende a sí misma más que como ciencia de la fe como inteligencia de la fe o inteligencia de la revelación (FR 92). Así la teología considera que “la verdad divina, como se nos propone en las Escrituras interpretadas según la sana doctrina de la Iglesia, goza de una inteligibilidad propia con una tal coherencia lógica que se propone como saber auténtico” (FR 66). Se trata de un saber que parte de la fe y va hacia la fe, pero exigido por la misma fe. La reflexión teológica está en el dinamismo presente en la fe misma43. “Por eso, una tarea primordial de la fe cristiana es la teología, discurso comprensible, lógico (racional-inteligible) de Dios”44. Por tanto, la teología no es un conocimiento exclusivamente universitario, sino un saber que ha de desarrollarse a partir de la fe en el contexto de la universidad, como ámbito propicio para el diálogo entre fe y razón.

3.3. Puesto de la teología en la universidad y en la ciencia universitaria

Es propio de la universidad como tal, por encima del cultivo de las verdades especializadas realizado en las facultades, el cultivo de la verdad sapiencial. “Sin el cultivo de esta sabiduría que domina y unifica e impregna de un sentido humano todos los demás conocimientos, la universidad dejaría de ser tal y se convertiría en un conjunto de facultades… vinculadas por un nexo puramente administrativo”45. En este contexto la teología junto con la filosofía aporta una vertiente reflexiva sapiencial al concepto que tiene el hombre de si mismo. En este sentido afirma que “la ciencia no lo es todo, ni lo definitivo en el hombre”46. “La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma” (SS 25)47. La ciencia al abordar al hombre desde un determinado punto de vista no puede pretender ser una antropología una y total, es decir única.

En cuanto que el hombre se experimenta a si mismo, y de múltiples formas, abierto a una trascendencia48, la teología ofrece una visión trascendente del hombre:

“El hombre, por su naturaleza, busca la verdad. Esta búsqueda no esta destinada solo a la conquista de verdades parciales, factuales o científicas; no busca solo el verdadero bien para cada una de sus decisiones. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar solución sino es en el absoluto” (FR 33).

De esta manera, la teología, colabora en la búsqueda sapiencial de la verdad. La teología que se concibe a si misma como sabiduría49, esta llamada a colaborar con las ciencias de las facultades en las

42 Cfr. LONERGAN, B., Método en teología, Sigueme, Salamanca, 1994, 305-309.43 “El conocimiento o saber de fe ilustrado tiene su fundamento vital en la predicación vivida de la fe. Como enseña la historia de la teología, los movimientos de renovación teológica florecen al mismo tiempo que los movimientos de renovación religiosa. Así, los movimientos teológicos de la alta Edad Media fueron causados no sólo por la corriente del nuevo bagaje científico, … el Corpus Aristotelicum, sino también, y en igual medida por los movimientos de renovación religiosa de las nuevas ordenes y de sus teólogos, la orden de predicadores con Alberto Magno y Tomas de Aquino y la orden de los franciscanos con buenaventura y Duns Scoto” (Cfr. SÖHNGEN, G., Op. cit., 1045). 44 RATZINGER, J., Introducción al cristianismo, Paneta De Agostini, España, 1995, 56.45 DERISI, O, La Iglesia y el orden temporal, Eudeba, Buenos Aires, 1972, 191.46 SÖHNGEN, G., Op. cit., 1038.47 BENEDICTO XVI, Spe Salvi. Carta Encíclica sobre la esperanza cristiana, 2007. Aquí y en adelante SS.48 Cfr. RAHNER, K., Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Herder, Barcelona, 1979, 44-59.49 “Esta doctrina es la sabiduría por excelencia entre todas las sabidurías humanas, y no sólo en algún orden, sino en absoluto. Puesto que la función del sabio es ordenar y juzgar, y el juicio acerca de lo inferior se forma recurriendo a causas más elevadas , en cada género de conocimiento se denomina sabio al que juzga con arreglo a la causa suprema de aquél género: por ejemplo en el arte de la edificación, el artífice que dispone los planos del edificio se llama sabio o arquitecto respecto a los artesanos inferiores, que labran la madera o pulimentan la piedra; y por eso dice el Apóstol: como sabio arquitecto puse los cimientos. Además en los asuntos de la vida humana se llama sabio al prudente, por cuanto ordena los actos humanos al debido fin; y por esto se dice en los Proverbios: La sabiduría para el varón es la prudencia. Por tanto, el

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que se inserta, en la búsqueda de una síntesis del saber, desde el diálogo entre fe y razón, y el trabajo interdisciplinario50:

“La excesiva sectorización del saber, el cerrarse de las ciencias humanas a la metafísica, las dificultades del diálogo entre las ciencias y la teología, no sólo dañan el desarrollo del saber, sino también el desarrollo de los pueblos, pues cuando esto ocurre, se obstaculiza la visión de todo el bien del hombre en las diferentes dimensiones que lo caracterizan” (CIV 31)51.

Así la teología ayuda y es enriquecida por otras ciencias con las que esta llamada también a dialogar:

“[La teología], presta una ayuda a todas las otras disciplinas en su búsqueda de significado, no sólo ayudándoles a examinar de qué modo sus descubrimientos influyen sobre las personas y la sociedad, sino dándoles también una perspectivas que no están contenidas en sus metodologías. A su vez, la interacción con estas disciplinas y sus hallazgos enriquecen a la teología, proporcionándoles una mejor comprensión del mundo de hoy y haciendo que la investigación teológica se adapte mejor a las exigencias actuales” (ECE 19)52.

El ejercicio de la teología en el ámbito académico, así como lo fue en el nacimiento de las universidades, ayuda a integrar fe y cultura como dos realidades complementarias y no contrapuestas53. Y este es el gran desafío que tiene que llevar adelante la comunidad universitaria (alumnos y profesores54), para así hacer frente la crisis que viven hoy las universidades argentinas55 que han desnaturalizado los saberes universitarios para convertirlos en conocimientos mercantilizados56.

que estudia la causa primera de todo el universo, que es Dios, es el sabio por excelencia, y por esto se dice que sabiduría es la ciencia de las cosas divinas. Ahora bien doctrina sagrada se ocupa de Dios precisamente es causa suprema, y no sólo en cuanto a aquello que de El puede conocerse por las criaturas (y que conocieron los filósofos, como dice el Apóstol: Lo cognoscible de Dios les es manifiesto), sino también en cuanto a lo que sólo El puede conocer de si mismo y comunicar a otros por revelación. Por consiguiente, la doctrina sagrada es la sabiduría por excelencia (S.Th., q. 1. a, 6).50 “Existe un ethos fundamental de todo verdadero hombre de ciencia, que tiene un estrecho parentesco interno con la actitud última del cristiano, y hace que ésta sea continuamente practicada en la vida concreta. La voluntad de llegar a la verdad, la voluntad decidida de autocrítica, la distinción serena entre lo que uno realmente sabe y lo que uno no sabe, el respeto ante lo no investigado y ante lo inescrutable, la objetividad y la conciencia de responsabilidad, la voluntad decidida de estar al servicio de la verdad más que al propio provecho; todas esas actitudes y otras semejantes no son cualidades que tenga todo hombre, que se da a si mismo el nombre de científico y que tal vez ha logrado considerables aportaciones en el campo de su especificidad; pero son ciertamente actitudes exigidas por la ciencia en cuanto tal, si entendemos el concepto de ciencia en sentido auténticamente humano, y son actitudes que uno puede practicar en el campo de la ciencia en el difícil servicio del ejercicio diario. Y esas actitudes no sólo son humanas, sino cristianas; están siempre abiertas por la gracia de Dios, que se anticipa siempre a toda acción humana… Por consiguiente el hombre de ciencia que se entrega plenamente a la esencia de la ciencia como una actividad realmente humana, está ya realizando aun en medio de la permanente mundanidad de su trabajo y de su objetividad, su cristianismo al menos anónimo. Y su cristianismo expreso no es propiamente otra cosa que el pleno venir sobre si misma de su humanidad ya divinizada anónimamente por la gracia de Dios, humanidad que el hombre de ciencia está realizando y desarrollando en su ciencia” (RAHNER, K., “Sobre la situación del intelectual católico”, en Escritos de de Teología. T. VII, Taurus, Madrid, 1966, 411-412).51 BENEDICTO XVI, Caritas In Veritate. Carta Encíclica sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad , 2009. Aquí y en adelante CIV.52 Cfr. JUAN PABLO II, Ex Corde Ecclesiae. Constitución apostólica sobre las universidades católicas, Oficina del Libro, Buenos Aires, 2001. Aquí y en adelante ECE.53 Cfr. GERA, L., “Misión de la Iglesia en la Universidad”, en AZCUY, V. – GALLI, C. – GONZALEZ, M. (ED.), Escritos Teológicos-Pastorales de Lucio Gera. Del preconcilio a la conferencia de Puebla (1956-1981), Ágape, Buenos Aires, 2006, 319-344.54 Cfr. GALLI, C., “In dulcedine societateis quaerere veritatem”, en Teología 80 (2002/2) 113-133.55 Cfr. MOLLIS, M., Un breve diagnóstico de las universidades argentinas: identidades alteradas, en http://168.96.200.17/ar/libros/mollis/mollis.pdf Consulta: febrero/2007.56 BORDON, J., “Globalización y reforma universitaria”, en Archivos del Presente 17 (1999) 77-88; TERRAGNO, R., “La universidad: qué produce y para qué produce”, en Archivos del Presente 17 (1999) 89-94.

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4. Las fuentes de la teología.

Con la expresión fuentes de la teología se retoma en la actualidad lo que antiguamente se conocía con el nombre de lugares teológicos57. Esta expresión hacía referencia a las mediciones, diversas y graduales por las cuales Dios instruye a la Iglesia58. No se trata solamente de referencias o puntos de partida científicos, sino de los órganos de comunicación de la vida de fe a partir de lo cual la teología reflexiona.

Ya en el Concilio Vaticano II, se ha dejado sentado que la fe y la teología ha de beber del depósito de la fe contenido en la Escritura, Tradición y el Magisterio de la Iglesia:

“Así, pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen a la salvación de las almas” (DV 10)59.

La teología parte de estas fuentes para elaborar su discurso y lo hace en dos momentos: 1) escuchar (auditus fidei); y 2) entender (intellectus fidei). En el primer momento, llamado positivo, la teología expone la fe de la Iglesia (¿qué es lo que creemos?), y en el segundo, llamado especulativo, la teología (sistemática), prefiere buscar y hallar las verdades próximas al fundamento de la fe (¿Cómo entenderlo?), para que, contempladas cada vez con mayor profundidad, permitan explicar el contenido racional de la fe de la Iglesia “mostrando el significado de salvación que éstas proposiciones contienen para el individuo y la humanidad” (FR 66). En este último momento es donde entran a formar parte del desarrollo teológico las ciencias humanas (mediaciones) para la comprensión de la fe60.

A continuación repasaremos cada una de las fuentes de la fe (Escritura, Tradición y Magisterio), principio de todo el discurso teológico. En este sentido, e insistiendo, conviene advertir que en ésta exposición teológica, así como en cualquier otra, se ha de priorizar y ordenar los niveles del discursos teológico prestando mayor atención y dando mayor importancia a las palabras o textos que proceden de las Sagradas Escrituras. Y de allí al dato de la Tradición y al Magisterio.

4.1. La Sagrada Escritura, “alma de la teología”61

Comencemos con una pregunta: ¿porqué nos atrevemos a llamar palabra de Dios a los libros de la Biblia, escritos según un lenguaje humano limitado, que se refiere a temas particulares, que proceden fundamentalmente de un pueblo específico y que solo contienen unos pocos hechos y dichos de Jesús?.

57 Fue un teólogo de la modernidad, llamado Melchor Cano (1509-1560) quien desarrollo de manera eminente el tema de los lugares teológicos en los cuales “a semejanza de Aristóteles que, en los Tópicos, propuso unos lugares comunes, como si fuesen la sede o los testimonios visibles de los argumentos que pudieran proporcionar los materiales para todos los debates, así también” Melchor Cano, propuso “unos lugares que sean como la sede de todas las argumentaciones teológicas, de las cuales los teólogos puedan extraer sus argumentos idóneos, ya sea para confirmar, ya sea para refutar” (Cfr. ROVIRA BELLOSO, J., Op., cit., 124).58 Cfr. CONGAR, Y., La fe y la teología, Herder, Barcelona, 1981. 188-224.59 CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Divina Revelación. Dei Verbum, BAC, Madrid, 1966. Aquí y en adelante DV.60 La teología durante siglos ha utilizado la mediación filosófica para el intellectus fidei, aunque en la actualidad también se incluyen, como ya dijimos, la mediación histórica, histórico-hermeneutica, socio-analítca, psicoanalítica, artistica, ect. (Cfr. ROVIRA BELLOSO, J., Op., cit.,151-193). Estas últimas mediaciones solo se usan en la medida que ayuden a una inteligencia más profunda de la fe y no podríamos hablar de un uso correcto de estas mediaciones cuando estas destruyen la fe. 61 Cfr. RIVAS, L., “La integración de la exegesis en la reflexión teológica”, en Teología 84 (2004/2) 117-134; ROVIRA BELLOSO, J., Op., cit., 195-220.

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Nos atrevemos a llamar palabra de Dios a estos escritos porque creemos en la posibilidad de que el Logos divino pueda expresarse en términos extraídos de la experiencia común, es decir, de la historia humana. En concreto “la Sagrada Escritura es palabra de Dios, en cuanto [fue] escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9). Es decir, tiene a Dios por autor, que se valió de los hombres y obrando en y junto con ellos, también como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y solo lo que Dios quería y era necesario para la salvación del hombre (cfr. DV 11). Por ello, para el cristiano, la Sagrada Escritura es guía de vida:

“La Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de fe la Escritura unida a la Tradición, ya que inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos transmite inmutablemente la palabra del mismo Dios... Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura” (DV 21).

La teología como ciencia, que tiene su punto de partida en la fe del cristiano, comienza en su reflexión con y desde las Sagradas Escrituras:

“La teología se apoya, como en cimiento perdurable, en la Sagrada Escritura unida a la Tradición; así se mantiene firme y recobra su juventud, penetrando a la luz de la fe la verdad escondida en el misterio de Cristo. La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios, y en cuanto inspirada es realmente palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología” (DV 24).

El Concilio Vaticano II, recoge esta metáfora de la Escritura “como alma de la teología”, propuesta años atrás por León XIII62, para expresar que el principio vital de todo el estudio teológico es la Sagrada Escritura. Ya que, en alguna época de la historia de la teología, la Escritura era utilizada para aportar argumentos probatorios de alguna tesis ya conocida o que se tenía de antemano. El Concilio utiliza esta expresión “alma de la teología”, aludiendo a la relación alma-cuerpo en el hombre, para manifestar el modelo según el cual hay que elaborar la teología. Así la Escritura es el alma de la teología porque ella es la única capaz de estructurar y animar todo el cuerpo del saber teológico, orientándolo hacia su centro y fin que es Jesucristo vivo, revelador de Dios.

4.2. La Tradición63

Con la palabra “tradición” habitualmente designamos el hecho humano de la “transmisión” y “entrega”, ya sea de doctrinas o costumbres, oral o escrita, de generación en generación. La Tradición que es fuente de la teología hace referencia a la tradición cristiana que tiene sus orígenes en los Apóstoles:

“La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, el culto y los escritos inspirados. Los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a toda las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que había recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo” (Compendio 12)64.

Tanto la Sagradas Escrituras como la Tradición, que “están estrechamente unidas y compenetradas” (DV 9), hacen referencia a la recepción y transmisión de Cristo. Por ello la Tradición 62 LEÓN XIII, Encíclica Providenticimus Deus (18-11-1893), 35: “es muy de desear y necesario que el uso de la divina Escritura influya en toda la teología y sea como su alma; tal ha sido en todos los tiempos la doctrina y la práctica de todos los Padres y de los teólogos más notables. Ellos se esforzaban por establecer y afirmar sobre los libros santos las verdades que son objeto de la fe y las que de éste derivan; y de los libros y de la tradición divina se sirvieron para refutar las novedades inventadas por los herejes y para encontrar la razón de ser, la explicación y la relación que existe entre los dogmas católicos. Nada tiene esto de sorprendente para el que reflexione sobre el lugar tan importante que corresponde a los libros divinos sobre las fuentes de la revelación, hasta el punto de que sin su estudio y uso diario no podría la teología ser tratada con el honor y dignidad que le son propios”.63 Cfr. GISEL, P., “Verdad y tradición histórica”, en LAURENT, B. – REFLOULÉ, F., Op. cit., 148-165; ROVIRA BELLOSO, J., Op. cit.,129-154.64 CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Oficina del Libro, Buenos Aires. (Aquí y en adelante Compendio seguida de la numeración correspondiente ).

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es más que una transmisión de un mensaje, pues es también el sentido de fe en Cristo de todo el Pueblo de Dios (Cfr, LG 12).

Si bien la Tradición nos remite a un pasado fundacional: Cristo. La fe y la teología hacen de ella un acto de crecimiento en el presente y hacia el futuro:

“Esta Tradición Apostólica va creciendo en la Iglesia con la Ayuda del Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas cuando los fieles la contemplan y estudian repasándolas en su corazón (cfr. Lc 2, 19, 51), cuando comprenden internamente los misterios que viven, cuando las proclaman los Obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad. La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios” (DV 8).

Cuando en teología estudiamos la Tradición, habitualmente el estudio se concentra en la vida y el pensamiento de los Santos Padres como “testigos privilegiados de la Tradición”, pues son los receptores de la Tradición bíblica y los “autores y exponentes de una Tradición ‘constitutiva’, la cual se tratará de conservar y explicar continuamente en épocas posteriores”65.

4.3. El Magisterio

La realidad objetiva de la fe de la Iglesia (creída y confesada) junto con la invitación a homologar la fe subjetiva de acuerdo con la fe y la confesión eclesial, es lo que durante muchos siglos dio lugar a la noción de Iglesia maestra o el Magisterio eclesial. Es decir, los obispos junto al Papa, como sucesores de los Apóstoles, tienen el deber de exponer rectamente la doctrina cristiana y el contenido de la Revelación (Magisterio ordinario) y lo contenido en ella a través de dogmas66

(Magisterio extraordinario):“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10).

Los órganos representativos de la fe de la Iglesia, dijimos, son: El Papa, los Concilios Ecuménicos (universales), el conjunto de los obispos, y todos, junto con, desde y como Pueblo de Dios (aunque formen parte de la jerarquía eclesiastica). Tanto el Magisterio como la teología son un servicio al Pueblo de Dios67 y desde el Concilio Vaticano II, habitualmente, la fe y la teología se sirve de este magisterio para “escrutar a fondo los signos de los tiempos” (GS 4) y responder a las urgentes reclamos que estos exigen (Cfr. GS 91).

65 Cfr. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, § 19, citado por MORALES, E., Op. cit., 29.66 “(…) Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de fe. Los vínculos mutos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo. ‘Existe un orden o jerarquia de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana” (CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Catecismo de la Iglesia Católica, Claretiana, Madrid, 1993, nn. 89-90. En adelante CEC seguido de la numeración de los párrafos)67 “Este servicio a la comunidad eclesial pone en relación recíproca al teólogo con el Magisterio. Este último enseña auténticamente la doctrina de los Apóstoles y, sacando provecho del trabajo teológico, rechaza las objeciones y las deformaciones de la fe, proponiendo además con la autoridad recibida de Jesucristo nuevas profundizaciones, explicitaciones y aplicaciones de la doctrina revelada. La teología, en cambio, adquiere de modo reflejo, una comprensión siempre más profunda de la Palabra de Dios, contenida en la Escritura y trasmitida por la Tradición viva de la Iglesia bajo la guía del Magisterio, se esfuerza por aclarar esta enseñanza de la Revelación frente a la instancias de la razón y, en fin, le da una forma orgánica y sistemática” (SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, Paulinas, Buenos Aires, n. 21).

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5. Disciplinas de la teología

Hacer referencia a “disciplinas” es ya ubicar de algún modo a la teología como una ciencia 68, aunque no hay que olvidar que ella es prioritariamente ciencia de la fe69, que esta en estrecha relación con la vida de la comunidad eclesial de la que surge, y con el hombre y su cultura hacia el cual se dirige.

La multiplicidad de disciplinas en teología viene dado: “por la inmensidad del saber, por las ventajas pedagógicas, por la evolución paralela de las ciencias humanas, y finalmente por la aparición de nuevos problemas”70 para la fe y la teología. Dicha multiplicidad debe evitar que se transforme en disparidad o desintegración del saber. Por ello, todas las disciplinas teológicas tienen una intima relación entre sí, que sin constituir una realidad monolítica, conforman una unidad. La unidad y pluralidad en la teología cristiana, tiene su origen en Dios mismo (Uno y Trino), centro de la reflexión teológica: “El objetivo fundamental al que tiende la teología consiste en presentar la inteligencia de la revelación y el contenido de la fe. Por lo tanto, el verdadero centro de su reflexión será la contemplación del misterio mismo de Dios Trino” (FR 93).

La teología en tanto acto de fe pensante (credo ut intelligam), y como comprensión crítica de sus fuentes, ha variado en su división en diversas disciplinas a lo largo de la historia de la teología 71. Por ello es que la agrupación de las disciplinas teológicas puede llevarse a cabo de diferentes maneras según cuanto se recoja de la tradición teológica o la apertura a nuevas organizaciones del saber científico en general, para su organización. Así por ejemplo fue característico de la organización escolástica de Santo Tomás en la Suma Teológica (Q. 1, a. 3, corpus), la agrupación del saber teológico en diversas cuestiones siguiendo el esquema bipartito de los Santos Padres: “la doctrina de Dios en sentido estricto” (Theología) y “la doctrina sobre la creación y acción salvífica de Dios” (Oikonomia)72. En dicha organización no estaba exenta del fuerte influjo que recibió la filosofía de Aristóteles en la obra de Tomás de Aquino, tarea inédita para su época. En esta estructura se seguía el aspecto formal73

68 “Durante la edad media y hasta bien entrada la edad moderna, la teología no tuvo problema alguno para afirmarse como ciencia, con su saber basado en principios seguros, y coherentes en sí misma. La dificultad surgió cuando las restantes ciencias se emanciparon de los presupuestos filosóficos [aristotélicos] que habían compartido con la teología, y cuando el ideal científico basado en las ciencias empíricas fue considerado casi como único válido. Esa evolución creó dificultades considerables también a las ciencias del espíritu” (KASPER: W., Teología e Iglesia, Herder, Barcelona, 1989, 18). 69 “Theo-logos, literalmente es el que habla la Palabra de Dios. Y, dado que Dios habla ‘humanamente’ su Palabra, el teólogo habla ‘humanamente’ la Palabra de Dios… Nunca, si no quiere condenarse a muerte, deberá la teología separarse de la fe que suscita su iniciativa y consuma su cumplimiento. Los avatares de la misma palabra teología, cuya historia entre los cristianos, y ya entre los paganos griegos y latinos, es tan sugestiva, no tiene su desenlace conceptual, doctrinal y científico en el cristianismo más que desde esa perspectiva y por esta decisión… La theo-logia –aunque se convierta en un saber en el sentido estricto, en un acto de argumentación- es Palabra de Dios; la teología que trata de entender es siempre la fe” (CHENU, M., “La teología como ciencia”, en Concilium 21 (1967) 96).70 LATOURELLE, R., Teología, ciencia de la salvación, Sígueme, Salamanca, 1968. Consultado en febrero/2011 en www.es.catholic.net 71 Cfr. BOF, G., Teología Católica. Dos mil años de historia, de ideas, y de personajes, San Pablo, Madrid, 1996; CONGAR,. Y., Op. Cit, 274-350.72 “Los Padres de la Iglesia distinguen entre la ‘Theologia’ y la ‘Oikonomia’, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la ‘Oikonomía’ nos es revelada la ‘Theologia’; pero inversamente, es la ‘Theologia’, la que esclarece la ‘Oikonomia’. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar” (CEC 236).73 “El aspecto formal de un ser es consiguiente su ‘forma’. Esta traduce la (morfé) griega, que no tiene nada que ver el aspecto exterior, como significaría en su acepción corriente, sino que es el principio determinante o constitutivo de todo lo que es. Concepto correlativo al de ‘materia’ que es indeterminación, potencialidad. Las cosas son por lo que son por su ‘forma’ que es un principio intrínseco constitutivo y operativo. Lo ‘formal’ deriva de la determinación esencial del ser” (ESCALLA TIJERO, A., “nota j de la q. 1. a.3”, en SANTO TOMAS, Suma Teológica, BAC, Madrid, 2001, 88).

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de la teología. Realidad que todavía esta presente en muchos manuales de teología aún hoy, aunque con información, espíritu pastoral y lenguaje, actualizado. También se ha organizado el saber teológico tiendo en cuenta su finalidad en: histórica, sistemática y práctica. Sin embargo este esquema de ordenación de las disciplinas no deja de ser exterior y plantea serias dificultades para ubicar, por ejemplo, las disciplinas bíblicas74.

En concreto, desde el Concilio Vaticano II en el que se promovió la revisión de los estudios teológicos (OT 13-18)75, las diversas disciplinas miran más la situación actual de la Iglesia y el mundo moderno al que se dirige su saber (sapientia). Por tanto, las materias teológicas se organizaron, en los últimos tiempos, de la siguiente manera76:

1) Sagradas Escrituras: fue mérito del Concilio el dar la importancia merecida al texto Bíblico, principio formal y norma de toda la reflexión teológica y dogmática, que en los siglos XVIII y XIX había perdido al ser relegada a ser solo parte de la argumentación teológica ( loci probantes). Lo decisivo de los estudios bíblicos fue la reconsideración metodológica y hermenéutica. A los métodos clásicos, concentrados en los sentidos de la Biblia (literal, alegórico, espiritual y moral77), se incorporan los métodos modernos de interpretación literaria (cfr. DV 12), uno de ellos es el habitualmente conocido con el nombre de método histórico-crítico78. A nivel de disciplinas son habituales las siguientes disciplinas: introducción general a la Biblia, teología bíblica, exégesis y estudio de los grandes núcleos teológicos de cada libro de la Biblia, teología bíblica del Antiguo y Nuevo Testamento, etc. Entre las disciplinas auxiliares podremos señalar: geografía del medio oriente, literatura oriental antigua, historia de la hermenéutica bíblica, arqueología bíblica, historia antigua, lenguas antiguas y lenguas bíblicas, etc.

2) Patrística e Historias de la Iglesia: “una de las metas de la enseñanza de la patrística consiste en delinear el cuadro de la teología y de la vida cristiana en la época de los Padres dentro de su realidad histórica”79. Habitualmente se encara es estudio de los Santos Padres en dos disciplinas: Patrología (que es el estudio de la vida y obra en general de los Santos Padres) y Patrística (en el que se estudia directamente el pensamiento de los Santos Padres desde el punto de vista filosófico y teológico). En este grupo de materias teológicas de carácter histórico conviene ubicar en un lugar privilegiado a la Historia de la Iglesia, en el que se recoge desde la metodología propia de la historia, la acción evangelizadora de la Iglesia a lo largo del tiempo. También se podría ubicar aquí también otras disciplinas que serán continuamente usadas por la teología dogmática pero que mantienen un acercamiento netamente histórico, como por ejemplo: la historia de los dogmas, historia de la teología, etc.;

3) Teología Dogmática o Sistemática80: si la teología busca “transferir el acontecimiento único e irrepetible de Cristo a cada una de las épocas sucesivas”81, esta tarea la lleva adelante primordialmente,

74 Cfr. RAHNER, K., “Teología”, en Sacramentum Mundi, TV. Herder, Barcelona, 75 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Optatanm Totius, Decreto sobre la formación sacerdotal, 1965. Allí se instaba a adquirir la cultura humanista científica exigida en cada nación, con el adecuado conocimiento de la lengua latina, y las de las Sagradas Escrituras. Se exige, también, que se coordinen mejor las disciplinas filosóficas y teológicas, en orden a entablar un mayor diálogo con el hombre actual. En este contexto se exhorta a que se renueven las disciplinas teológicas y los métodos didácticos. 76 Seguimos básicamente el esquema señalado por la Iglesia católica en la década del 70, pero se ha de tener en cuenta que es diversa la variedad de disciplinas que surgen a lo largo de la tiempo, y que aquí solo señalamos las más desarrolladas y conocidas. Dicha diversidad de disciplinas pueden ser agrupadas en la división que aquí indicamos (Cfr. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, La formación teológica de los futuros sacerdotes, 1976, III, 2).77 Cfr. DE TUYA, M. – SALGUERO, J., Introducción a la Biblia. T II, BAC, Madrid, 1967. 78 Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993.79 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, La formación teológica de los futuros sacerdotes, II, 2. 80 En la historia de la teología cuando en esta disciplina se prestaba mayor atención al dogma como criterio de la labor teológica se la denominó dogmática, en cambio cuando se presto mayor atención a la organicidad e inteligibilidad del dato revelado fue tomando (y bajo el influjo de la teología protestante) el nombre de sistemática81 O’DONNELL, J., Introducción a la teología dogmática, Verbo Divino, Navarra, 1996, 10.

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la disciplina que denominamos dogmática o sistemática. El Concilio al respecto instó a que se disponga la “enseñanza de la teología dogmática de manera que primer lugar se propongan los temas bíblicos; explíquese… la contribución de los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente a la transmisión fiel y al desarrollo de cada una de las verdades de la revelación, así como la historia posterior del dogma –considerada también en relación con la historia de la Iglesia-; tas esto, para ilustrar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás; enséñeseles a reconocer estos misterios siempre presentes y operantes en las acciones litúrgicas y en toda la vida dela Iglesia, y aprendan a buscar, a la luz de la revelación la solución de los problemas humanos, a aplicar sus eternas verdades a la mudable condición de la vida humana y a comunicarlas de un modo apropiado a sus contemporáneos” (OT 16). Este programa genético propuesto por el Concilio es llevado a cabo en los dos momentos del trabajo teológico ya mencionado: auditus fidei e intellectus fidei. En cuanto a las disciplinas que aquí pueden ubicarse podríamos mencionar, las de referencia directa al credo (Dios Uno y Trino, Cristología, Pneumatología, Antropología, Eclesiología, Sacramentología y Liturgia, Mariología, Escatología), las auxiliares a la sistemática (teología natural o teodicea, filosofía, etc) y las teologías de genitivo o contextualizadas surgidas durante las últimas década del siglo XX ( teología de la historia, teología de la belleza, teología política, teología de la liberación, teología feminista, teología de los estados de vida, teología espiritual, teología ecuménica o teología de las religiones, etc.);

4) Teología Moral: es el estudio científico-filosófico y teológico de los actos humanos. En tanto disciplina teológica se busca “mostrar la excelencia de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la vida del mundo” (OT 16). Las disciplinas morales están habitualmente organizadas en: moral fundamental, moral individual y moral social. Como parte de esta última se ubica la Doctrina Social de la Iglesia. Finalmente, como parte de este grupo de ciencias que consideran teoréticamente la praxis de la Iglesia hay que señalar: el estudio del Derecho Canónico, etc.;

5) Teología Pastoral o práctica: “es una reflexión científica sobre la Iglesia en su vida diaria, con la fuerza del Espíritu, a través de la historia” (PDV 57)82. “La teología pastoral es la ciencia de la reflexión metódica sobre los principios de la dogmática, de la teología moral y del derecho canónico”83. Habitualmente esta disciplina esta subdividida en: teología pastoral fundamental y teología pastoral especial (homilética, hodegética, catequética). Se agrupan también entre las disciplinas prácticas: misionología, teología de la cultura, etc;

6) Teología Fundamental: es una disciplina considerada como de nexo entre la filosofía y teología. “La teología fundamental, por su carácter propio de disciplina que tiene la misión de dar razón de la fe (cfr. 1 Pe 3,15), debe encargarse de justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica” (FR 67).

Si bien es cierto que en el proceso de formación teológica en una facultad o centro de formación teológica (profesorados o institutos de ciencias sagradas) las materias o disciplinas se suelen multiplicar y especializar cada vez más -en gran medida gracias al intercambio interdisciplinario ‘intra o extra teológico’-, sin embargo, todo el saber teológico estará recogido en las antedichas seis ramas o disciplinas.

5.1. Caracterización de la Teología Fundamental84

82 JUAN PABLO II, Pastores Dabo Vobis, Exhortación apostólica postsinodal, 1992. Aquí y en adelante PDV.83 RAHNER, K., “Teología Pastoral”, en NEUHÄUSLER, E.- GÖSSMANN, E., ¿Qué es teología?, Sígueme, Salamanca, 1969, 350.84 Cfr. ARDUSO, F., “Teología Fundamental”, en AA.VV., Diccionario teológico interdisciplinar. T I, Sígueme, Salamanca, 1982; LATOURELLE, R.- O’COLLINS, G., Problemas y perspectivas de Teología Fundamental, Sígueme, Salamanca, 1982;

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La presente materia, en lo que sigue (temas o unidades temáticas), estará organizada o estructurada en tres grandes momentos, en orden a comprender la dinámica interna de la experiencia de la fe, fundamento de la teología científica, en tres momentos o movimientos ascendentes y descendentes: 1) el hombre que busca a Dios; 2) Dios que sale al encuentro del hombre; 3) la respuesta del hombre en la fe.

1) Búsqueda silenciosa y anónima de Dios desde la pregunta por el sentido de la vida propia, la existencia humana y la realidad en general

“De múltiples maneras, en su historia y hasta el día de hoy, los hombre han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos. A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas da expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso” (CEC 28).

2) Encuentro plenificante y amistoso con el Dios revelado en las Sagradas Escrituras. Cristo plenitud de la Revelación (el seguimiento de Cristo)

“Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre” (CEC 50).

“En esta revelación, Dios invisible (cfr. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido de amor habla a los hombres como amigos (cfr. Ex 33,11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cfr. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV 2).

“Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tim 6,16), quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas” (CEC 52).

3) Comunión, en la fe, como fruto del encuentro gratuito y amoroso con Cristo, que incita a la comunión con el prójimo y exige ponernos al servicio de los más necesitados al formarnos para el ejercicio profesional.

“Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo y en ella recibirlos (DV 2)». La respuesta adecuada a esta invitación es la fe” (CEC 142).

GÖSSMANN, E., “Teología fundamental y apologética”, en NEUHÄUSLER, E.- GÖSSMANN, E., Op., cit., 31-65; PIÉ-NINOT, S., “La teología fundamental, hoy: identidad y articulación”, en Teología Fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca, 2001. 30-85; SEQUERI, P., Teología fundamental. La idea de la fe, Sígueme, Salamanca, 2007, 11-15.

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