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1 Introducción en Los Órdenes del Amor y Constelaciones Familiares, según Bert Hellinger Tiiu Bolzmann 1. Introducción en el pensamiento sistémico Una definición amplia de “sistema” contiene cuatro puntos: 1. El sistema es un conjunto de elementos y sus relaciones entre los elementos y sus atributos. 2. Los elementos se influencian mutuamente. Si uno cambia, automáticamente causa un cambio en todo el sistema. 3. Los sistemas son totalidades. Todo lo que existe, existe en contextos totales. 4. El sistema es en cualidad más que la suma de sus elementos. Esto suena muy abstracto, pero si adaptamos estas definiciones al sistema familiar, ya nos parece conocido: 1. La familia es un conjunto de miembros y sus relaciones entre los miembros y sus características. 2. Los miembros se influyen mutuamente. Si uno cambia, automáticamente causa un cambio en todos los miembros de la familia. 3. Las familias son totalidades. Todos los miembros existen en contextos totales. 4. La familia también cualitativamente más que la suma de sus miembros. Los sistemas humanos, en este caso la familia, tienen una condición que es significativa para el comportamiento del ser humano: el afán hacia una finalidad y este es dirigido a la supervivencia de nuestra especie. El ser humano está condicionado a reproducirse y las relaciones humanas sirven para la vida. La meta ya existe en el pensamiento e incide en la acción. Así que el sistema familiar se encuentra en un proceso perpetuo y esta dirigido y unido por leyes visibles e invisibles. 2. Los Órdenes del Amor Desde el momento en que entramos en esta vida pertenecemos a un determinado sistema de relaciones familiares. Más tarde formamos también parte de otros sistemas, como el colegio, grupos de amigos, equipos de trabajo y más amplios, como religiones, culturas, países y al final el sistema del universo. En todos estos sistemas se encuentran Órdenes, en cada uno de distinta manera, que, al respetarlos nos permiten avanzar y vivir en sintonía, en caso contrario nos traban. Más fuertemente sentimos los Órdenes en la familia: si los respetamos, el amor puede fluir. Por eso Bert Hellinger los llama: Órdenes del Amor. Todos somos miembros de nuestro sistema familiar. Todos somos hijos de nuestros padres, que a su vez también son hijos de sus padres, no importa si ya han fallecido, si los conocimos o no. Nadie puede cuestionar el sistema en el que nació. Tampoco puede negar su familia sin negarse a si mismo. Estamos ligados con profundos lazos de lealtad a nuestra familia y seguimos las leyes que nos dirigen y unen.

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Introducción en Los Órdenes del Amor y Constelaciones Familiares, según Bert Hellinger Tiiu Bolzmann

1. Introducción en el pensamiento sistémico

Una definición amplia de “sistema” contiene cuatro puntos:

1. El sistema es un conjunto de elementos y sus relaciones entre los elementos y sus atributos.

2. Los elementos se influencian mutuamente. Si uno cambia, automáticamente causa un cambio en todo el sistema.

3. Los sistemas son totalidades. Todo lo que existe, existe en contextos totales.

4. El sistema es en cualidad más que la suma de sus elementos.

Esto suena muy abstracto, pero si adaptamos estas definiciones al sistema familiar, ya nos parece conocido:

1. La familia es un conjunto de miembros y sus relaciones entre los miembros y sus características.

2. Los miembros se influyen mutuamente. Si uno cambia, automáticamente causa un cambio en todos los miembros de la familia.

3. Las familias son totalidades. Todos los miembros existen en contextos totales.

4. La familia también cualitativamente más que la suma de sus miembros.

Los sistemas humanos, en este caso la familia, tienen una condición que es significativa para el comportamiento del ser humano: el afán hacia una finalidad y este es dirigido a la supervivencia de nuestra especie. El ser humano está condicionado a reproducirse y las relaciones humanas sirven para la vida. La meta ya existe en el pensamiento e incide en la acción. Así que el sistema familiar se encuentra en un proceso perpetuo y esta dirigido y unido por leyes visibles e invisibles.

2. Los Órdenes del Amor

Desde el momento en que entramos en esta vida pertenecemos a un determinado sistema de relaciones familiares. Más tarde formamos también parte de otros sistemas, como el colegio, grupos de amigos, equipos de trabajo y más amplios, como religiones, culturas, países y al final el sistema del universo. En todos estos sistemas se encuentran Órdenes, en cada uno de distinta manera, que, al respetarlos nos permiten avanzar y vivir en sintonía, en caso contrario nos traban. Más fuertemente sentimos los Órdenes en la familia: si los respetamos, el amor puede fluir. Por eso Bert Hellinger los llama: Órdenes del Amor.

Todos somos miembros de nuestro sistema familiar. Todos somos hijos de nuestros padres, que a su vez también son hijos de sus padres, no importa si ya han fallecido, si los conocimos o no. Nadie puede cuestionar el sistema en el que nació. Tampoco puede negar su familia sin negarse a si mismo. Estamos ligados con profundos lazos de lealtad a nuestra familia y seguimos las leyes que nos dirigen y unen.

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Como un árbol que tiene su forma y su lugar en el que crece a su manera.

El Orden viene antes y después viene el amor. Bert Hellinger comprobó y observó que el amor puede desarrollarse en un orden correcto; si existe un desorden, el amor aunque sea grande, no puede fluir.

La teoría sistémica investiga las relaciones entre los fenómenos y no la naturaleza de los fenómenos.

Lo mismo se aplica en el trabajo con Constelaciones Familiares y los Órdenes del Amor también se refieren a las relaciones. Las relaciones no son fijas, tampoco las actitudes o características de los miembros de la familia, sino que cambian en distintos contextos. Por eso no tiene sentido decir que una persona “es” de tal manera, sino que “parece ser”. De esta manera conseguimos informaciones sobre el sentido del comportamiento y también sobre el funcionamiento del sistema.

3. Tres condiciones para el logro de relación

El primer Orden es la vinculación. Cada ser humano está vinculado con su sistema familiar, lo quiera o no. El niño siente la vinculación como amor y felicidad, no importa de qué manera y en qué circunstancias haya crecido. No importa cómo sean los padres. El hijo sabe que pertenece y ese saber y ese vínculo los percibe como amor. Este vínculo tiene un poder enorme porque por ese amor el hijo es capaz de sacrificar su vida.

El segundo Orden es el equilibrio entre dar y tomar Todos los sistemas humanos tienen la tendencia y la necesidad de equilibrar. Esto es una ley natural y se muestra en relaciones como la necesidad de dar y tomar. Hay que diferenciar: el intercambio entre hombre y mujer (en pareja) es distinto al intercambio entre padres e hijos. Una pareja tiene la necesidad de compensar lo que ha tomado y dar a su pareja de la misma manera.

En la relación entre padres e hijos, en cambio, no se puede lograr el equilibrio, pues, los padres dan (la vida) y los hijos toman. Los hijos nunca pueden dar a los padres lo que ellos recibieron. Porque el equilibrio tiene que ver también con el tiempo y el orden sigue una jerarquía: aquellos que vinieron antes, dan a aquellos que vienen después. Esto vale también entre hermanos.

El tercer Orden son las normas y reglas del grupo. En todas las relaciones se desarrollan normas, reglas, rituales, convicciones y tabúes que tienen valor para todos. De esta manera se estructura una relación a un sistema con órdenes y reglas. Estos órdenes son conocidos y visibles, pero detrás de estos actúan órdenes invisibles, ya anticipados que no son negociables. (Ver capítulo sobre la conciencia familiar inconsciente) Resumiendo, se puede decir que hay tres necesidades elementales que es necesario cubrir para que una relación se logre y la conciencia está al servicio de las tres. Una relación tiene éxito solamente si estas tres condiciones son cumplidas a la vez:

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No hay vinculación sin equilibrio entre dar y tomar y sin reglas. No hay equilibrio sin vinculación y reglas. No hay reglas sin vinculación y equilibrio. Muchas veces aquel que da solamente y se niega a tomar, guarda su inocencia y se siente superior a aquellos que han tomado. De esta manera se rompe el equilibrio.

4. Formas de equilibrar Hay muchas formas de equilibrar. Algunas son adecuadas, otros no. El amor equilibra pero el amor ciego causa un desequilibrio.

El equilibrio se puede lograr a través del agradecimiento o a través del perdón, pero el perdón tiene también una condición: el que cometió un error tiene que sentir el perdón en el sentido “lo siento”. Diciendo “perdoname” no es suficiente porque no contiene el dolor de sentir la culpa. “Perdoname” es un pedido dirigido a aquel que fue lastimado quien tiene ahora demás la exigencia de perdonar a aquel que lo ha lastimado. El dar y el tomar en la pareja aumentan el amor cuando uno da al otro un poco más de lo que ha recibido y viceversa. La recompensa negativa: En el caso de haber dado algo negativo hay que dar menos de lo malo, es decir, hay que vengarse con amor.

Las formas inadecuadas son: La renuncia a la felicidad; la expiación; el sacrificio. Estas formas de equilibrar no satisfacen a nadie y son en vano.

Cuando una persona tuvo una suerte muy especial, por ejemplo, fue salvado de la muerte, tiene que tomar la vida como un regalo, sin tratar de equilibrar. Lo mismo vale si el destino exige a una persona experimentar una vida muy difícil. También tendría que asumir lo que le está dado. Si lo hace, puede recibir mucha fuerza de este destino. El equilibrio entre padres e hijos. Entre padres e hijos no es posible llegar a un equilibrio. Respecto a sus padres, los hijos siempre quedan en deuda, y por esta razón tampoco consiguen desligarse de ellos. De esta manera, la vinculación de los hijos con sus padres se fortalece y consolida aún más, precisamente por ser irrealizable el equilibrio. Este mismo hecho se convierte más tarde en el impulso para salir de la obligación y ayuda al hijo a separarse de ellos. El que no tiene la posibilidad de compensar un desequilibrio, tiende de alejarse. Aquí la solución es que los hijos pasan lo que recibieron de sus padres a sus propios hijos en el futuro. Si no tienen hijos, puede ser que asuman un compromiso con otras personas o realicen algún tipo de servicio a la comunidad.

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En el caso de que la reparación no sea posible como en un asesinato, tanto al perpetrador como a la víctima sólo les queda la impotencia y la sumisión.

5. La Conciencia como indicador (órgano) del equilibrio

Bert Hellinger distingue dos tipos de conciencia. La conciencia personal consciente y la conciencia familiar inconsciente. En los trabajos más recientes se refiere también a la conciencia del espíritu. Primero es importante entender de qué manera la conciencia puede ser un sentido o indicador del equilibrio en las relaciones.

Bert dice que siempre que entramos en relaciones nos vemos dirigidos por un sentido interior que reacciona automáticamente si hacemos algo que podría dañar o poner en peligro la relación. Es decir, hay como un órgano interno para el comportamiento sistémico, parecido al órgano interno que nos sirve para mantener el equilibrio corporal. En cuanto nos salimos del equilibrio, la sensación de malestar, producida por la caída, nos devuelve al equilibrio. Por lo tanto, el equilibrio se regula por el malestar o el placer. Si nos encontramos en equilibrio, la sensación es agradable, placentera. Si nos salimos del equilibrio, la sensación es de malestar, un malestar que nos indica el límite en el que tenemos que cambiar para que no ocurra ninguna desgracia. Algo similar es válido para sistemas y relaciones.

En las relaciones rigen órdenes determinados. Si estamos en armonía con ellos podemos permanecer en la relación, nos sentimos inocentes y en equilibrio. Si, por lo contrario, nos desviamos de las condiciones que nos permiten conseguir relaciones logradas y las hacemos peligrar, surgen sensaciones de malestar que actúan como un reflejo y nos obligan a volver al estado anterior. Este hecho se experimenta como culpa. A la instancia que controla este proceso, como un órgano de equilibrio, la llamamos conciencia. (Conciencia en el sentido de buena o mala conciencia). Hay que saber que por regla general experimentamos tanto la culpa como la inocencia sólo en las relaciones. Es decir, la culpa se refiere siempre al otro. Nos sentimos culpables si hacemos algo que perjudica la relación con otros e inocentes si hacemos algo provechoso para la relación con otros. La conciencia nos ata al grupo que resulta importante para nuestra supervivencia, independientemente de cuáles sean las condiciones que éste nos imponga. Esta conciencia no está por encima del grupo ni tampoco por encima de su creencia o de su superstición. Está a su servicio. “La conciencia vela por las condiciones importantes para nuestras relaciones, es decir, por la vinculación, por el equilibrio entre dar y tomar y por el orden. Tan sólo se puede conseguir una relación lograda si estas tres condiciones se cumplen a la vez. (....) Estas condiciones se experimentan en el alma como necesidades elementales. La conciencia está al servicio de las tres, y cada una de estas tres necesidades se impone por una sensación particular de culpa e inocencia. Por lo tanto, nuestra experiencia de culpa difiere, dependiendo de si la culpa se refiere a la vinculación, al equilibrio o al orden, y por la misma razón sentimos la culpa y la inocencia o maneras diferentes, según la meta y la necesidad a las que sirven.” (Felicidad Dual p. 45)

6. La conciencia consciente

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La conciencia personal es consciente (la sentimos) y tiene tres metas:

1. La vinculación al sistema original

2. El equilibrio entre dar y tomar

3. El Orden que nos permite vivir juntos.

Cómo “indicador” del equilibrio podemos experimentar la conciencia de distinta manera:

Conciencia y vinculación La conciencia se muestra con respecto a la vinculación y hace sentir: La culpa como miedo a sufrir una expulsión La inocencia como cobijo o cercanía. Conciencia y equilibrio La conciencia se muestra con respecto al equilibrio y hace sentir: La culpa como obligación La inocencia como libertad de cualquier obligación

Conciencia y Orden (normas y reglas) La conciencia se muestra con respecto al orden y hace sentir: La culpa como infracción y como miedo al castigo La inocencia como lealtad a la conciencia

En el caso de la vinculación o del equilibrio sentimos la culpa muy fuerte; en el caso del orden no tiene tanta importancia, si no cumplimos, pagamos una multa y ya está. Si alguien pretende someterse a las tres necesidades a la vez, se queda en deuda con cada una. Sea cual fuera la manera en que seguimos a la conciencia, por una parte nos declara culpables, por la otra, nos absuelve. Por eso, nunca tenemos la conciencia del todo tranquila.

Cada sistema tiene su propia conciencia. Si pertenecemos a distintos grupos tenemos también distintas conciencias. Donde la conciencia vincula y une, también pone límites, incluyendo y excluyendo. Todos los actos graves que cometemos con otros se realizan con la conciencia tranquila en relación al propio grupo. 7. La diferencia entre la conciencia personal (consciente) y la conciencia familiar (inconsciente) La conciencia personal debe ser diferenciada de la conciencia familiar La conciencia personal es consciente, la podemos sentir. La conciencia familiar es inconsciente y no la podemos percibir. Esta conciencia es arcaica. La conciencia personal muchas veces actúa contra la conciencia familiar inconscientemente. “Así como la conciencia personal vela por las condiciones de vinculación, equilibrio y orden, también existe una conciencia de grupo o de la red familiar, una instancia que vela por este sistema, encontrándose al servicio de la red familiar y procurando las infracciones del orden en el sistema. Esta conciencia actúa de otra manera totalmente distinta.

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Mientras que la conciencia individual reacciona con sensaciones de malestar o de bienestar, de placer o de desagrado, la conciencia de la red familiar no se percibe sensiblemente. Por esta razón, no son tampoco los sentimientos los que ayudan a encontrar una solución, sino únicamente un conocimiento que proviene del entendimiento. La conciencia familiar permanece inconsciente para nosotros, de la misma manera que, en lo esencial, también nos es inasequible el orden al que sirve. Donde más posibilidades de conocerlo tenemos es por el sufrimiento que causa el ignorar este orden, tanto para nosotros como para otros, sobre todo para los hijos. (...)” Esta conciencia familiar inconsciente se hace cargo de aquellas personas que nosotros excluimos de nuestra alma y de nuestro pensamiento consciente, bien porque les tememos o condenamos, bien porque queremos oponernos a su suerte. Puede ser que otros en la familia se hayan hecho culpables sin que la culpa haya sido nombrada, ni tampoco asumida o reparada. La conciencia personal La conciencia personal es la conciencia de primer plano, aquella que sentimos con respecto a las personas a las que estamos directamente vinculados. Ella cuida de que nosotros conservemos la pertenencia. Nos lleva a modificar nuestra conducta para poder seguir perteneciendo. Esto es el efecto en la relación.

La conciencia familiar La conciencia familiar es inconsciente, oculta, de trasfondo y actúa como un sentido de orden y equilibrio para todos los miembros de una red familiar. Esta conciencia sanciona y compensa en los sucesores toda injusticia sufrida por los antepasados, aunque aquellos no sepan nada de los antepasados y sean inocentes. 8. Las leyes de la conciencia familiar inconsciente En la profundidad de cada familia existe una instancia que une a todos los miembros entre ellos. Esta fuerza actúa como conciencia colectiva y es absolutamente inconsciente. En esta conciencia rige la ley: nadie debe ser excluido. En casos de exclusión, la conciencia familiar elige a otro miembro de la familia posteriormente que debe representar a la persona excluida.

La conciencia familiar actúa sobre la familia en un sentido más amplio como unidad e intenta preservar su integridad eligiendo a un descendiente para completar la totalidad.

Es decir: esta conciencia familiar trata de lograr tres metas:

1. Dar el mismo derecho a la pertenencia a cada miembro de la familia. Nadie puede ni debe negarle su lugar a un miembro (hijos muertos o abortados, parejas anteriores, miembros menospreciados). No distinguir entre bueno y malo.

2. Darles el derecho a aquellos que no lo tuvieron en su tiempo. Esta conciencia busca a un posgénito inocente que imita a aquella persona a través de la identificación. Pero ella no elige, no se da cuenta y no puede defenderse ya que esta imitación ocurre bajo la presión de la compensación.

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3. Dar prioridad a los anteriores. El ser se califica por el tiempo, es decir, existe una jerarquía encabezada por aquel que llegó antes. El que aparece primero en un sistema tiene prioridad respecto al que llega después.

La conciencia familiar se preocupa sólo por los anteriores y sacrifica a los posteriores. Pero la repetición sucede sin éxito, no trae una solución.

Con la conciencia personal actuamos muchas veces contra la conciencia familiar (inconscientemente). Esta es la dinámica de todas las tragedias.

9. La red familiar

La red familiar actúa como si fuera dirigida por una instancia superior que vincula a todos sus miembros. Esta instancia superior actúa como una conciencia común.

En términos generales, se considera que la familia está compuesta por primos, tíos, primos segundos, familia política, entre otros. Sin embargo, la conciencia común a la cual estamos aquí haciendo referencia abarca solamente a las personas mencionadas a continuación, algunas de las cuales no diríamos habitualmente que pertenecen a la familia.

El círculo de personas que esta conciencia abarca y dirige, comprende:

- todos los hijos, también aquellos que nacieron muertos o murieron posteriormente.

- hijos abortados (abortos naturales o inducidos)

- los padres y todos sus hermanos.

- los abuelos y a veces sus hermanos.

- parejas anteriores de los padres y/o a veces de los abuelos.

- los bisabuelos, e incluso antepasados más lejanos.

- todos aquellos que hicieron sitio a favor de los miembros hasta ahora citados, que

no son familiares.

- todos aquellos cuya muerte o desgracia trajo una ventaja a la familia.

- las víctimas de la violencia o de un asesinato perpetrados por miembros anteriores

de la familia.

10. Intentos inconscientes de hacer justicia a una persona excluida

a. Identificación b. Repetición c. Doble transferencia d. Reavivar una suerte ajena e. La recompensa f. La expiación

FEBRERO 2011