Invasio Cultural

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INVASIO CULTURALEn el anlisis de Fromm, determina lo siguiente: los contextos objetivos que crean la una y la otra, sea esto en los hogares, en las relaciones padres-hijos, tanto en el clima desamoroso y opresor como en aquel amoroso y libre, o en el contexto socio-cultural. Nios deformados en un ambiente de desamor, opresivo, frustrados en su potencialidad, como explica Fromm, si no se puede hacer un cambio en la juventud, o se acomodan a una desercin total de su querer, desligandose a la autoridad y a los mitos utilizados por la autoridad para formarlos, o podrn llegar a asumir formas de accin destructiva. Esta influencia del hogar y la familia se prolonga en la experiencia de la escuela. En ella, los educandos descubren temprano que, como en el hogar, para conquistar ciertas satisfacciones deben adaptarse a los preceptos que se establecen en forma vertical. Y uno de estos preceptos es el de no pensar. Introyectando el mando paterna a travs de un tipo rgido de relaciones, que la escuela subraya, su tendencia, al transformarse en profesionales por el miedo a la libertad que en ellos se ha instaurado, es la de aceptar los patrones rgidos en que se deformaron. De la misma manera, les parece absurdo que sea indispensable escuchar al pueblo a fin de organizar el contenido programtico de la accin educativa. Para ellos, la ignorancia absoluta del pueblo no le permite otra cosa sino recibir sus enseanzas. Por otra parte, cuando los invadidos, en cierto momento de su experiencia existencial, empiezan de una forma u otra a rechazar la invasin a la que en otro momento se podran haber adaptado, los invasores, a fin de justificar su fracaso, hablan de la subordinacin de los invadidos, refirindose a ellos como contagiados, mal agradecidos y llamndolos a veces tambin mezclados. El miedo a la libertad se instaura entonces en ellos. Durante el desarrollo de este proceso traumtico, su tendencia natural es la de racionalizar el miedo, a travs de una serie de mecanismos de evasin. Este miedo a la libertad, en tcnicos que ni siquiera alcanzaron a descubrir el carcter de accin invasora, es an mayor cuando se les habla del sentido deshumanizante de esta accin. en los concursos de capacitacin es relevante cuando se da cuenta a que punto se quiere llegar los participantes llegan a cuestionarse, La verdad es que el coordinador no los desea conducir, sino que desea inducir una accin. Ocurre, simplemente, que al problematizarles una situacin concreta, ellos empiezan a percibir que al profundizar en el anlisis de esta situacin tendrn necesariamente que afirmar o descubrir sus mitos. Este es uno de los problemas serios que debe enfrentar la revolucin en el momento de su acceso al poder. Etapa en la cual, exigiendo de su liderazgo un mximo de sabidura poltica, decisin y coraje, exige el equilibrio suficiente para no dejarse caer en posiciones irracionales sectarias. Es que, indiscutiblemente, los profesionales, con o sin formacin universitaria y cualquiera que sea su especialidad, son hombres que estuvieron bajo la sobre determinacin de una cultura de dominacin que los constituy como seres duales. Podran, incluso, haber surgido de las clases populares, y la deformacin en el fondo sera la misma y quiz peor. Sin embargo estos profesionales son necesarios a la reorganizacin de la nueva sociedad. Y, dada que un gran nmero de ellos, aunque marcados por su miedo a la libertad y renuentes a adherirse a una accin liberadora, son personas que en gran medida estn equivocadas, nos parece que no slo podran sino que deberan ser recuperados por la revolucin. De este modo, en la medida en que ambos liderazgo y pueblo se van volviendo crticos, la revolucin impide con mayor facilidad el correr riesgos de burocratizacin que implican nuevas formas de opresin y de invasin, que slo son nuevas imgenes de la dominacin. La invasin cultural, que sirve a la conquista y mantenimiento de la opresin, implica siempre la visin focal de la realidad, la percepcin de sta como algo esttico, la superposicin de una visin del mundo sobre otra. Implica la superioridad del invasor, la inferioridad del invadido, la imposicin de criterios, la posesin del invadido, el miedo de perderlo.Esta es la razn por la cual, sometidos a condiciones concretas de opresin en las que se enajenan, transformados en seres para otros del falso ser para s de quien dependen, los hombres tampoco se desarrollan autnticamente. Al prohibrseles el acto de decisin, que se encuentra en el ser dominador, stos slo se limitan a seguir sus prescripciones. Los oprimidos slo empiezan a desarrollarse cuando, al superar la contradiccin en que se encuentran, se transforman en los seres para s. Si analizamos ahora una sociedad desde la perspectiva del ser, nos parece que sta slo puede desarrollarse como sociedad ser para s, como sociedad libre. No es posible el desarrollo de sociedades duales, reflejas, invadidas, dependientes de la sociedad metropolitana, en tanto son sociedades enajenadas cuyo punto de decisin poltica, econmica y cultural se encuentra fuera de ellas: en la sociedad metropolitana. En ltima instancia, es sta quien decide los destinos de aqullas, que slo se transforman.Estamos convencidos que a fin de comprobar si una sociedad se desarrolla o no debemos ultrapasar los criterios utilizados en el anlisis de sus ndices de ingreso per cpita que, estadsticamente mecanicistas, no alcanzan siquiera a expresar la verdad. Evitar, asimismo, los que se centran nicamente en el estudio de la renta bruta. Nos parece que el criterio bsico, primordial, radica en saber si la sociedad es o no un ser para s, vale decir, libre. Si no lo es, estos criterios indicarn slo su modernizacin ms no su desarrollo. La contradiccin principal de las sociedades duales es, realmente, la de sus relaciones de dependencia que se establecen con la sociedad metropolitana. En tanto no superen esta contradiccin, no son seres para s y, al no serlo, no se desarrollan.Por esto, las soluciones meramente reformistas que estas sociedades intentan poner en prctica, llegando algunas de ellas a asustar e incluso aterrorizar a los sectores ms reaccionarios de sus lites, no alcanzan a resolver sus contradicciones. Casi siempre, y quizs siempre, estas soluciones reformistas son inducidas por las mismas metrpolis como una respuesta renovada que les impone el propio proceso histrico con el fin de mantener su hegemona. Es como si la metrpoli dijera, y no es necesario decirlo: Hagamos las reformas, antes que las sociedades dependientes hagan la revolucin. Para lograrlo, la sociedad metropolitana no tiene otros caminos sino los de la conquista, la manipulacin, la invasin econmica y cultural (a veces militar) de la sociedad dependiente.En un momento determinado de su experiencia existencial, bajo ciertas condiciones histricas, stos renuncian, en un acto de verdadera solidaridad (por lo menos as lo esperamos), a la clase a la cual pertenecen y adhieren a los oprimidos. Dicha adhesin, sea como resultante de un anlisis cientfico de la realidad o no, cuando es verdadera implica un acto de amor y de real compromiso.Sin creer en s mismas, destruidas, desesperanzadas, estas masas difcilmente buscan su liberacin, en cuyo acto de rebelda incluso pueden ver una ruptura desobediente a la voluntad de Dios una especie de enfrentamiento indebido con el destino. De ah la necesidad, que tanto subrayamos, de problematizarlas con respecto a los mitos con que las nutre la opresin. En el segundo caso, vale decir una vez alcanzada la claridad o casi claridad de la opresin, factor que las lleva a localizar el opresor fuera de ellas, aceptan la lucha para superar la contradiccin en que estn. En este momento superan la distancia mediadora entre las necesidades de clase objetivas y la con-ciencia de clase.Con esto no queremos afirmar que esta adhesin se dio fcilmente. Exigi el testimonio valeroso, la valenta de amar al pueblo y de sacrificarse por l. Exigi el testimonio de la esperanza permanente por reiniciar la tarea despus de cada desastre, animados por la victoria que, forjada por ellos con el pueblo, no era slo de ellos, sino de ellos y del pueblo o de ellos en tanto pueblo. Fidel polariz sistemticamente la adhesin de las masas que, adems de la situacin objetiva de opresin en que estaban, hablan, de cierta forma, empezado a romper su adherencia con el opresor en funcin de su experiencia histrica.

En la hiptesis en que la contradiga, al buscar esta adhesin y sorprender en ellas un cierto alejamiento, una cierta desconfianza, puede confundir esta desconfianza y aquel alejamiento como si fuesen ndices de una natural incapacidad de ellas. Reduce, entonces, lo que es un momento histrico de la conciencia popular a una deficiencia intrnseca de las mismas. Y, al necesitar de su adhesin a la lucha, para llevar a cabo la revolucin y desconfiar al mismo tiempo de las masas desconfiadas, se deja tentar por los mismos procedimientos que la lite dominadora utiliza para oprimir. Racionalizando su desconfianza, se refiere a la imposibilidad del dilogo con las masas populares antes del acceso al poder, inscribiendo de esta manera su accin en la matriz de la teora anti dialgica. De ah que muchas veces, al igual que la lite dominadora, intente la conquista de las masas, se transforme en mesinica, utilice la manipulacin y realice la invasin cultural. Por estos caminos, caminos de opresin, el liderazgo o no hace la revolucin o, si la hace, sta no es verdadera.

ColaboracinLa teora que ahuyenta el dilogo, como su primera caracterstica, implica un sujeto que, conquistando al otro, lo transforma en objeto, en la teora dialgica de la accin, los sujetos se encuentran, para la transformacin del mundo, en colaboracin. El yo, dominador, transforma el t dominado, conquistado, en meroesto. El yo dialgico, por el contrario, sabe que es precisamente el t quien lo constituye. Sabe tambin que, constituido por un t un no yo ese t se constituye, a su vez, como yo, al tener en su yo un t. De esta forma, el yo y el t pasan a ser, en la dialctica de esas relaciones constitutivas, dos t que se hacen dos yo. El dilogo, que es siempre comunicacin, sostiene la colaboracin. En la teora de la accin dialgica, no hay lugar para la conquista de las masas para los ideales revolucionarios, sino para su adhesin. El dilogo no impone, no manipula, no domstica, no esloganiza. No significa esto que la teora de la accin dialgica no conduzca a nada. Como tampoco significa qua el dialgico deje de tener una conciencia clara de lo que quiere. de los objetivos con los cuales se comprometi. El liderazgo revolucionario, comprometido con las masas oprimidas, tiene un compromiso con la libertad. Y, dado que su compromiso es con las masas oprimidas para que se liberen, no puede pretender conquistarlas, sino buscar su adhesin para la liberacin.

Mientras en la teora antidialgica la lite dominadora mitifica el mundo para dominar mejor, con la teora dialgica exige el descubrimiento del mundo. Si en la mitificacin del mundo y de los hombres existen un sujeto que mitifica y objetos mitificados, no se da lo mismo en el descubrimiento del mundo, que es su desmitificacin. En este caso, nadie descubre el mundo al otro, aunque cuando un sujeto inicie el esfuerzo de descubrimiento de los otros, es preciso que stos se transformen tambin en sujetos en el acto de descubrir. De ah que, mientras los oprimidos sean el opresor que tienen dentro ms que ellos mismos, su miedo natural a la libertad puede llevarlos a la denuncia, no de la realidad opresora sino del liderazgo revolucionario. Por esto mismo, no pudiendo el liderazgo caer en la ingenuidad, debe estar atento en lo que se refiere a estas posibilidades. En el relato que hemos citada, hecho por Guevara sobre la lucha en Sierra Maestra, relato en el cual se destaca la humildad como una constante, se comprueban estas posibilidades, no slo como deserciones de la lucha, sino en la traicin misma de la causa. Obsrvese cmo un lder como Guevara, que no subi a la Sierra con Fidel y sus compaeros como un joven frustrado en busca de aventuras, reconoce que su comunin con el pueblo dej de ser teora para convertirse en parte definitiva de su ser (en el texto; nuestro ser). Incluso en su estilo inconfundible al narrar los momentos de su experiencia y la de sus compaeros, al referirse a sus encuentros con los campesinos leales y humildes, en un lenguaje a veces evanglico, este hombre excepcional revelaba una profunda capacidad de amar y comunicarse.

Unir para la liberacinSe impone una teora que no permite el dialogo, esencialmente, el que los dominadores provoquen la divisin de los oprimidos con el fin de mantener ms fcilmente la opresin, en la teora dialgica de la accin, por el contrario, el liderazgo se obliga incansablemente a desarrollar un esfuerzo de unin de los oprimidos entre s y de stos con l para lograr la liberacin. La primera se organiza a s misma libremente, y, aun cuando tenga divisiones accidentales y momentneas, se unifica rpidamente frente a cualquier amenaza a sus intereses fundamentales. La segunda, que no existe sin las masas populares, en la medida en que es una contradiccin antagnica de la primera, tiene, en esta condicin, el primer bice a su propia organizacin. Sera una inconsecuencia de la lite dominadora si consintiera en la organizacin del liderazgo revolucionario, vale decir, en la organizacin de las masas oprimidas, pues aqulla no existe sin la unin de stas entre s. El objetivo de la accin dialgica radica, por el contrario, en proporcionar a los oprimidos el reconocimiento del porqu y del como de su adherencia, para que ejerzan un acto de adhesin a la praxis verdadera de transformacin de una realidad injusta. El significar, la unin de los oprimidos, la relacin solidaria entre s, sin importar cules sean los niveles reales en que stos se encuentren como tales, implica, indiscutiblemente, una conciencia de clase. Descubrirse, por lo tanto, a travs de una modalidad de accin cultural, dialgica, problematizadora de s mismos en su enfrentamiento con el mundo, significa, en un primer momento, que se descubran como Pedro, Antonio o Josefa, con todo el profundo significado que tiene este descubrimiento. Descubrimiento que implica una percepcin distinta del significado de los signos. Mundo, hombre, cultura, rboles, trabajo, animal, van asumiendo un significado verdadero que antes no tenan.OrganizacinLa operacin til a la invasin se impone como estado preciso al hecho opresor, en la teora dialgica de la accin nos encontramos con su opuesto antagnico: el de la organizacin de las masas populares. Es por esto por lo que se impone la necesidad de un conocimiento claro y cada vez ms crtico del momento histrico en que se da la accin de la visin del mundo que tengan o estn teniendo las masas populares, de una clara percepcin sobre lo que sea la contradiccin principal y el principal aspecto de la contradiccin que vive la sociedad, a fin de determinar el contenido y la forma del testimonio. Siendo histricas estas dimensiones del testimonio, el dialgico que es dialctico no puede simplemente trasladarse de uno a otro extremo sin un anlisis previo. De no ser as, absolutiza lo relativo y, mitificndolo, no puede escapar a la alienacin. En el primer caso, la lite dominadora organizndose estructura cada vez ms su poder con el cual cosifica y domina en forma ms eficiente; en el segundo, la organizacin corresponde slo a su naturaleza y a su objetivo si es, en s, prctica de la libertad. En este sentido no es posible confundir la disciplina indispensable a toda organizacin con la mera conduccin de las masas. Sin liderazgo, disciplina, orden, decisin, objetivos, tareas que cumplir y cuentas que rendir, no existe organizacin, y sin sta se diluye la accin revolucionaria. Sin embargo, nada de esto justifica el manejo y la cosificacin de las masas populares. La organizacin de las masas populares en clases es el proceso a travs del cual el liderazgo revolucionario, a quienes, como a las masas, se les ha prohibido decir su palabra, instaura el aprendizaje de la pronunciacin del mundo. Aprendizaje que por ser verdadero es dialgico. De ah que el liderazgo no pueda decir su palabra solo, sino con el pueblo. El liderazgo que no procede as, que insiste en imponer su palabra de orden, no organiza sino que manipula al pueblo. No libera ni se libera, simplemente oprime.Sntesis culturalHemos afirmado a lo largo de este captulo, ora implcita ora explcitamente, que toda accin cultural es siempre una forma sistematizada y deliberada de accin que incide sobre la estructura social, en el sentido de mantenerla tal como est, de verificar en ella pequeos cambios o transformarla. De ah que, como forma de accin deliberada y sistemtica, toda accin cultural tiene su teora, la que, determinando sus fines, delimita sus mtodos. La accin cultural consciente o inconscientemente o est al servicio de la dominacin o lo est al servicio de la liberacin de los hombres. Ambas, dialcticamente antagnicas, se procesan, como lo afirmamos, Dado que en la sntesis cultural no existen los invasores, ni tampoco existen los modelos impuestos, los actores, haciendo de la realidad el objeto de su anlisis crtico al que no dicotomizan de la accin, se van insertando, como sujetos, en el proceso histrico. En vez de esquemas prescritos, el liderazgo y el pueblo, identificados, crean en forma conjunta las pautas de su accin. Unos y otros, en cierta forma, renacen, a travs de la sntesis, en un saber y actuar nuevos, que no gener el liderazgo, sino que fue creado por ellos y por el pueblo. Saber de la cultura alienada que, implicando la accin de transformacin, abrir paso a la cultura que se desenajena. La ubicacin que, en trminos aproximativos e introductorios, intentamos hacer de la pedagoga del oprimido, nos condujo al anlisis tambin aproximativo e introductorio de la teora antidialgica de la accin y de la teora dialgica, que sirven a la opresin y a la liberacin respectivamente. De este modo, nos daremos por satisfechos si de nuestros posibles lectores surgen crticas capaces de rectificar errores y equvocos, de profundizar afirmaciones y de apuntar a nuevos horizontes. Es posible que algunas de esas crticas se hagan pretendiendo quitarnos el derecho de hablar sobre materias, como las tratadas en este captulo, sobre las cuales nos falta una experiencia participante. Nos parece, sin embargo, que el hecho de no haber tenido experiencias en el campo revolucionario no nos imposibilita de reflexionar sobre el tema.ROSA XELEMANGO CUC