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DANIELA CONTRERAS Inventario de unas cajas vacías

"Inventario de unas cajas vacias" (2015) por Daniela Contreras

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DANIELA CONTRERAS

Inventario de unas

cajas vacías

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“Inventario de unas cajas vacías” por Daniela Contreras

2015

Editorial Isidora Cartonera

Edición a cargo de Daniela Contreras y Leandro Pérez

Diseño de portada y composiciones fotográficas por Daniela Contreras

Impreso en Santiago de Chile por

Editorial Isidora Cartonera

2015

Primera edición

Contacto autor:

[email protected]

Se permite la reproducción parcial o total de la obra

sin fines de lucro y con autorización previa del autor

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INVENTARIO DE UNAS

CAJAS VACÍAS

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SALIENDO DEL ENCUADRE

INTRODUCCIÓN AL INVENTARIO Porque la vida no puede ser vista simplemente como una foto la risa que escapa hoy no se guarda en cuadros; porque no necesito un pie de página para decir algo, ni mayúscula ni letra, ni zapato porque en cada payaso hay una nariz que cubre los mokos

y en una puta una falda que esconde pudores, que quizás sólo sean

porque no existen y atormentan sin realmente ser parte de sus

piernas

porque la sangre que hoy bombea sabe escaparse de los muros; los

museos sólo son el cementerio de algo que un día creyó estar vivo;

porque si me caigo es porque me gusta sentir también a veces el

beso del suelo; la gravedad sabe que yo también soy un cuerpo, o

quizás sea yo quien lo ignore y se suelte muy fácilmente al viento

porque en la esquina de mi hogar no habrá nunca una taza de café

esperando latente que un corazón lo encuentre,

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porque mi casa no conoce de mesas, ni de lugares, ni de latencias

inexistentes

porque si en todas las fotos salgo fea es porque mi belleza no es y

no será nunca para el encuadre de una mueca

ni de la muerte,

porque ésta siempre cosquillea dentro de las luces de algún flash

que se deja caer monótonamente sobre el deterioro del tiempo, de

una cara que se petrificará creyendo

que la VIDA –contradicción de todos los puntos encontrados y por

perderse– no pasará sobre ella sin dejar surcos, pliegues tan

profundos que servirán

quizás de senda y para algunos LA MUERTE

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LÁGRIMAS DE ARENAS

I

En el muro, la espalda que abraza la llama, se incendia mi brazo tendido desfigurando la espada que se nos interpone en la cintura, en la vaina derruida de mi destino. Las manchas figuran un sino, y en su oscuridad se añeja complacida mi lengua. En la boca me queda un sabor amargo, y el muro se deshace en flores de papel; pétalos envejecidos que ni el tiempo les arrebató el olor a rosas, sutil perfume que desafía lo divino y se postra en la nariz marfil de los dioses, escondiendo las manos en los bolsillos blasfemando una oración que lejos de ser la blanca bandera de este barco que se hunde, incluso antes de poder zarpar, se rinde a los pies divinos mofándose de su inevitable inmortalidad… ¡Pobre arcángel que ahogado cree que se desplaza en el éter! ¡Si tan sólo supiera morir tendido en pies sangrantes y alabar la sangre caliente que inundó su Destino! El desierto desciende del mar, y sólo así se mantiene seco; las olas se la lleva el viento, y únicamente así se hilvanan. En los ojos se me quedan imágenes que mi pupila odiosa invade, se me figuran de piedra cuando su boceto se aniquila en mi mano; tenemos las manos atadas hasta que pensamos en la llave.

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Los candados no son de azúcar, pero se digieren mejor que el agua; brebaje gris traslucido que se nos acumula en los ojos: Lágrima de Niño, la lágrima que vierte en la tierra para que no lleguemos a ser el Hombre que se incendia antes de alcanzar la mano resbaladiza oculta tras su espalda el Destino. Nos quedamos escribiendo un poema, mientras se nos seca la boca, y El Vaso que contiene mis olas se deshace y convierte en hastío. Olvidamos que en los manos también se queda algo de tierra… Entendimos la vida como la línea efímera que se nos acoge al cuello, mientras en algún calendario se olvidan los días de escribir la historia que el polvo se lleva; entender la vida como un trazo, aunque la Tierra sea redonda. Decidimos bailar un tango lento y preferimos mirar el piso cuando estalla la guerra que no sabemos esconder en nuestras manos. Los escombros nos ven directo, con su flecha herrumbrada de cobre, cómo congelamos en un trozo de vidrio los restos polvorientos que nos nubla el Camino; y se deshacen mis manos en Polvo. Y comprendo que una briza tan suave, incluso el suspiro del océano, basta para borrarme antes de que me aniquile en un soplo las letras muertas de este Texto.

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II

Las Flores renacen cándidas de las cenizas bajo el árbol de las memorias, cuyas raíces son el fruto ocioso del fuego, antes que la llama se avive con la brisa. En los labios de nuestras historias se queda el rescoldo de lo olvidado pensamos que lo escrito es lo recordado. Todavía se cree en la sombra de los fantasmas, todavía nos quedamos con la cruz en el pecho y las muñecas atadas. La porcelana de su rostro me transmite lo que el tiempo petrificó prescindiendo del polvo. ¡Te convoco, Luz opalescente, para que vengas hacer brillar el metal herrumbrado de mis dientes! ¡Destina mi sonrisa a tu cautiverio y descarta el frío que la sombra se llevó en su beso!

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III En los espejos de mi casa los rostros se esconden detrás del cristal, la luna reconoce mi oscuridad, y la sombra advierte un ápice dudoso de divinidad. No sabemos levantar el rostro hasta que el sol nos abofetea con su calidez; el fuego nos prende para dejarnos perecer. Somos la llama fulgurosa que se encandila de su mismo brillo, las luces que en la lejanía nos pedían a gritos no apagarlas; la mecha que se incendia paulatinamente dentro de los márgenes de mi Sino; la luz triste que se ciñe a mi forma para darme el cuerpo que la palabra me arrebató con su camino, trayectoria lingüística que opaca toda posibilidad de brillo: la vía que blandea cuando escribe la historia; el paso de arena que nos dicen nos lleva a la Gloria. Pero la figura me desatiente el sendero y me escribe, aniquilándome, para morir ahogado en mi propio bebedero, el agua santa que mis animales rechazan serenos en la carne polvosa de su abrevadero.

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IV En las uñas no me queda el boceto de la tierra. Mi cuerpo no conoce el pan del que algún día vertió su esencia; olemos a tierra, sobre todo al polvo que rechazamos… Cuando nos nubla la vista, el polvo trágico que nos enreda los brazos, el polvo que en las hojas de un libro antiguo permanece, el polvo que se escurre bajo los movimiento ondulantes de las olas, el polvo que nos lleva, el polvo santo que deshace toda historia: la arena que nos sepulta y nos multiplica, que nos ahoga y suplica; coágulo que en la garganta se apelmaza y se desplaza a nuestros labios vomitando un sinfín de palabras: La Sangre que nos creamos para fluir dentro de este pequeño vaso, pecera que nos invade y ahoga en su ocaso; el horizonte que las aguas se traga, la historia que nuestra vida amasa, la letra que se pierde en los bolsillos, las manos que se tocan escribiendo, los besos que se conciben dibujados: el amor se convierte en un cuento y nuestra vida finaliza con una palabra. ¡Y si después de tantas palabras, decía Vallejo, si después de tantas no sobrevive la palabra! ¡Y si después de tantas palabras no sobrevivimos nosotros! ¡Y si después de nosotros se apaga la palabra! ¡Si después del fuego no sobrevive la llama...! Entonces se nos cae a pedazos la boca,

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en cenizas se convierte mi lengua y mi historia en un suspiro se deshilvana se desteje trágica para recordarnos que también nos morimos, que la carne joven también se pudre; la sal proviene de la arena y la carne que protege no es más que el Tiempo que fallece… El reloj de arena que simula mi sangre. La partícula que se descubre y marca mi paso beligerante; la huella que la ola se lleva a sus profundidades, la marca que trasciende sólo cuando se olvida: La Historia rota que por fin se ha dado por vencida. V …

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EL CUERPO QUE NOS PERDEMOS En la cuna que dormimos una mano gotosa nos alcanza, nos suspira en el cuello el aire de nuestras añoranzas. Nos levanta y nos ofrece al cielo, nuestras pupilas se disparan hacia el techo para romper en el llanto: la furia brumosa que se nos esconde en las rugosidades de mi sueño. Despierto azorado con las manos enterradas en las sábanas, mi cuerpo se hunde en una marejada, todavía. Atmósfera onírica que me lleva los puños al pecho; delirio que levanta y eriza la piel que oculta mi cuerpo… ¿Será esto un sueño o habré despertado antes de tiempo? En el velador de mi cuarto se derrite nuestra foto… Amor mío, no te quedes conmigo. Tu sonrisa se desfigura y se mezcla con el bluyín de mi pantalón tu boca se rompe y mi pierna se deshace nos convertimos en manchas ininteligibles y no puedo ya saber con precisión los límites de tu boca y mi pantalón. A diario nos quedamos dormimos y nos manchamos, y siento, como la foto que se derrite en mi velador, que juntos nos convertimos, convergimos en seres que prefieren no ser: La inexistencia que no borra la cama, el beso tibio que nos lleva a ningún lugar; el tiempo que se deshace y el cuerpo que nos perdemos: La vida que nos abandona en su tren de realidad.

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TIERRA DEL FUEGO Se mecen las plantas en mi jardín, quietas bailan al ritmo del sol el esplendoroso estruendo del fin, perdiendo esporádicamente un botón, un pétalo, su perfume, su color. El Sol se las lleva, y del fuego de la llamarada son. Árbitros oscuros que nos ven desde un ventanal aprecian nuestro cuerpo nuestra supuesta agilidad. Irónico cómo son ellas quienes perecen para quedarse, quienes nos despiden en el final. Se posan sobre la tumba de quién un día celebró a las rosas marchitar Pero cuya espina sólo se entierra en la mano que se cae al final… El brazo que suspendido cae al vacío; la piel que se pudre para nunca acabar. La rosa nos despide roja y sangrienta en nuestro funeral… Supiera la Flor que es nuestra carne lo que ella jamás podrá imitar la envidia que la corroe y la hace fulgurar. La espina que clavamos nosotros en la vida, la sangre de los demás. El cuerpo de lo inerte, la sombra de los cuerpos sin corazón, exentos de sangre y de pulmón…

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Hebras que creamos para sangrar sangrar un poco, sólo un poco más. Verter nuestro brebaje en las plantas, en la tierra para renacer en el fuego de las espinas: Las cenizas que el viento no supo llevar.

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SOMOS LA RAZÓN INEXPLICABLE Me siento frágil… Corporalidad de cristal. Me duele la calma, se me desfigura la moral; el corazón me tiembla… Me hundo en lo más profundo de tu sal. Ardo como el fuego que desconoce su llama, me escondo en los acertijos de tus ojos; soy la espuma que mece tu cuerpo en las olas; eres la sangre que recorre el vacío de mis venas. Somos la muerte, el suspiro, el pequeño reflejo de una vida, de un pan sagrado que en el mismo horno barroco de nuestros sueños, en la puerta de la llamarada el pan se nos quema. Eres la luz que se filtra por mi ropa, el sol que prende y consume; la noche que pierdo, la oscuridad que invade los cimientos de tu sexo. Eres el césped que descalzo piso, la tierra que con mi piel nefasta acaricio: La sombra que mis manos traen, las migas de pan que mi corazón invade. Eres la delicia, el néctar que se interpone, el dulce suplicio que me dispara;

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el proyectil que el corazón perfora; la música rota que bailan mis manos; la grieta que deja escapar agua de mi vaso; el cable que quiebra con el paso; la ropa que devoran las polillas: La arena que me atraganta y me asfixia. Eres el color que en las mejillas posa nervioso y exuberante. Eres el suculento abrazo que me arropa, la sonrisa que encarcela la lágrima que me moja el aire que me ahoga. Eres, definitivamente, la razón por la cual pierdo la razón.

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INVENTARIO DE UNAS

CAJAS VACÍAS

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no alcanzo a ser de carne no puedo oler a ceniza el viento me trae agua en las venas y en las venas se me congela el esperma de alguna vela que se incendió de viento de agua y de sangre agria velas gigantes se apagan en contacto con la piel de los que no conocen las quemaduras ni las llagas que se prenden desde la raíz no las de un árbol antiguo

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tampoco raíces del fuego las cenizas cuyo hollín carbón para poesía barata no sabe sino manchar aquello que se cree limpio por ser blanco pero sucio de luz limpio de noche limpio es lo que la noche consume eso que se confunde con el pan el pan se transmuta en sillas y la cruces de las paredes pueden ser paredes

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y las mismas paredes se deshacen se dislocan en noche hembra por hembra hebra por hembra hebra sin hebra hembras que no conocen las agujas y hebras que se tejen porque no tienen brazos y las teteras suenan solas no hay mano que apague el vapor que se acumula en donde los ojos no quieren ver sino un té sano con poca agua para no ahogarse en el intento de salvarse o dejarme morir fingiendo que el aperitivo es el plato de fondo de cualquier cena humilde

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pero siempre sobre la mesa donde manos se esconden en la simplicidad de tenedores pero pies aletean y celebran porque no tienen ojos y si los tienen no les interesa ver mucho sobre la mesa el herrumbre de la madera precede a veces al óxido pastoso de las bocas prudentes pero no olvides toquemos madera para la suerte antes que se escape en la suela del zapato o en la sombra de las tres o cuatro

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o cualquier sombra incluso la sombra de la luz porque, compatriotas, qué sería de la sombra sin la luz las luces de cigarrillos que se consumen y viven sabiendo que se consumen y que por eso arden detrás de las rejas no empieza la calle no termina de empezar nunca siempre se queda en el tintero no de los ojos sino de las manos

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nos quedamos con las manos atadas y descubrimos tarde tristemente tarde que el tiempo se toca y sólo así no se siente el reloj pulsera me dijo que tarde o temprano me dio risa él tampoco sabe a qué hora nos juntamos y empezamos a ser yo y el reloj pulsera

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él cree que somos uno a veces quizás, le digo somos dos o muchos pero él cree que no sabe dónde terminamos a empezar y desembocar en el otro no es en el tictac pero tampoco será en el tiempo si acabamos de ser nosotros es porque no estamos empezando a dejar de sernos

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él nunca quiso saber tanto de tiempo saber desconociendo saber entendiendo que asume porque pierde y entre más apunta con el dedo o con la punta de la lengua y cae en la trampa de vocalizar materializar el pan como pan el vino como la sangre o pensar que en la sangre tenemos vino

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de repente se asoma una sombra en la puerta y me dice me dice algo inconfundible pero lo mismo irreconocible quizás sea porque no sé qué me dijo que nunca olvidaré que me dijo algo

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te dije que me gustaría irme a parís no sé por qué parís pero en verdad lo que quiero es irme caminando encontramos en la pared un viejo clavo suficientemente fuerte para que nadie quiera colgarse y suficientemente débil para dejar caer una torre eifel

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un pequeño llavero con la cúspide de parís el axis mundi de la cuidad de las luces o de la sombra quizá la cuidad más oscura que trata de iluminar con tótems muerte herrumbrada como para lanzarse pero mejor para mirar e imaginar que nos lanzamos

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me diste el llavero toma tú quieres ir a parís aunque cuando lo vi en mi mano la minúscula imitación cobriza en mi mano supe que no quería ir a parís que me quería quedar contigo iluminar sin necesidad de ampolletas o de cuerpos verticales que se extienden más allá o menos de donde ponernos extendernos nosotros sin acabar de ser o de terminar a ser eso aquello que se extiende y nos une por ejemplo

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nos une separándonos al entender que no somos una torre o un bloque de marfil nosotros somos maleables a medida que nos acostumbramos a incorporarnos en lo otro perdiéndonos en ese universal que cuelga llaveros de parís y pone torres con luces o luces sin cruces o cruces que malentendiendo parecen luces por ejemplo

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ventanas empañadas por humo y no por el frío porque tarde o temprano lo que te hace arder es el frío gélido combustible que prende con su blanca y triste pero por qué digo triste si tan sólo es la fiel representación de la nada

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pensamos en la nada y el blanco riela en las baldosas de una pieza que no existe y que refleja ventanas claraboyas que no sabemos si están hechas de baldosas o de un cristal congelado quizás de hielo y dentro de una cama fría también una ventana refleja a alguien que se despierta pero que se duerme tras el frío atrapado del cristal de su reflejo

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y se mira y se pierde y se sabe porque en algún momento se extravía y la imagen deja de moverse al ritmo del que baila y se descubre en el reflejo se detiene porque elotro continúa y hay un desfase y hay y hay y no paran de haber cosas de crease cosas solamente

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tristemente solo sólo para saber que en el fondo o en el principio o en ningún lado donde el fondo y el principio puedan marcar más que la irrisoria comedia vertical/horizontal de una línea descubrir por el des fase donde comienza a aparecer las cosas l e n t a m e n t e de a una hasta que no hay cosa que pueda mirarse considerarse de-a-una

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ahí se comprende un instante efímero

que quizás sangra porque no alcanzó a coagularse o se desgrana tristemente a medida que se condensa y te das cuenta

te repites mientras tu reflejo insiste insiste en callarse y decirte tú no EXISTES

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LA VIDA: CONTRADICCIÓN DE TODOS

LOS PUNTOS ENCONTRADOS Y POR PERDERSE

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COLGANDO Manos colgando de una hebra edénica. Un lápiz que se pierde en la profundidad ilegible del charco de tinta que colgando nos emana. La herida que en su gorjeo manchado salpica a la cara. El cuerpo desdichado ajado por el insufrible pasar irrefutable del tiempo acabado, incinerado en la llama dolorosa de las manos: Alcanzarnos para no empezar a ser nada

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EL LADO OSCURO DE LA MEDALLA El vaso que su grieta nos denuncia, y en la transparencia nos oculta. La herida que en su gorjeo manchado salpica a la cara el cuerpo, los brazos que perdemos atados. Las manos colgando. Brazos que se hilvanan con la facilidad estática del viento. La celosía cubierta por los cristales deshechos en el estruendo descubierto del cemento. Medallas colgando allá muy alto Pero sobre todo la llave, allá mucho más alto.

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LA FOTO SALIÓ MOVIDA Dibujo mi cuerpo sobre las líneas de un calendario me guían sus horarios las líneas que en el cielo se olvidan de vernos. Los meses que con su tiempo nos entierran. El polvo que levanta el circuito ciego de las horas: El polvo que se levanta a cada letra que conjuro La baraja sobre la mesa apuntando Con el sinónimo la vehemencia ruidosa de un ciego: su amo Creemos, (¿creamos?) pensamos vagamente que dominamos la mano escueta que se diseca dentro del viejo diccionario.

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EL POLVO QUE ESTÁ EN TODAS LAS COSAS PERO SIN SER NINGUNA DE ELLAS Tormentas de arena, cuya sangre no me permite trascender, porque su cuerpo no guarda mi letra en su piel. El humo siempre se deshace y las huellas de la arena también.

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EL PAN DE CADA DÍA El deshilvano de la noche en que no hubo nada qué decir. Los jirones hechos personas. El rostro deshecho que circundan los trechos de la risa: la carcajada póstuma que encabeza siempre las espinas rotas, las rosas ofrendadas para esta cita, el encuentro inevitable en estas esquinas solas. Pan, y el dolor ahogado que me hunde en su miga sabor anulado que la lengua nos hace trizas un poco más nos invertimos en la cuenta desastrosa de un universo hecho únicamente acompañado por la delgada línea que separa los hechos de la risa. ¿Y qué habíamos de decir? La pregunta que sus brazos nos silencia… La respuesta que en su contradicción nos propone reluciendo insustancialmente como el pan de cada día.

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CUADERNO ANTIGUO En un cuaderno antiguo veo mis dedos dibujados. En la escritura de ese cuerpo se aparece el fantasma de mis huesos carcomiendo, saboreando la carne que el mismo papel en el boceto inútil de las líneas que bajo la palma se me enredan desatan la bruma inédita de esta vida:

El ovillo La pelusa y el revoltijo

que no entienden los primeros pasos para derruir el camino de cualquier viejo acertijo En la lápida donde me despiden se escribe la ceniza de esos dibujos escribiendo mi cuerpo prescindiendo de la rosa que en las palmas surcadas únicamente se deshoja.

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EL SILENCIO Estructuras cuyo sustento son los huesos que se nos quedan callados en el camino. Edificios altaneros cuyas paredes nos hablan invocando la sed absoluta del destino. Los huesos que abrazados enmudecen y los brazos que deshechos nos proponen gritando.

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VOCES ANTIGUAS Las hojas se agitan sabiendo que por eso no caen; Las flores colorean sabiendo que por eso no marchitan. El viento que nos lleva entiende que nos desea atados, con la sonrisa suave sobre el vaso también inevitablemente quebrado… Y la sonrisa que despilfarras es también un poco porque no sabes, ni entiendes las marcas que te dejan inevitable. Te hacen caer por los surcos de esa risa, que en fondo es la herida que nos abre la boca que nos impulsa y nos emancipa pero que nos ahoga la lengua igualmente con voces demasiado antiguas.

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DISPARO La línea que nos delimita. El borde que con su filo, con las manos nos empujan de los pétalos hasta las navajas ocultas en las palmas más debajo de la sonoridad rota de esta risa. Hasta los dedos y sus líneas. Cuerdas flojas que se desprenden de cada cosa. El hilo de saliva que emana la boca en su brisa. No acabamos de ser la mancha que nos envuelve. No empezamos a ser la sangre que la herida –Historia inevitable con su soga atada al cuello– nos emana. Y en un soplo la luz nos pulveriza; no soy más que el verso desdeñable que se adhiere temeroso al vaso que se hace trizas.

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ÓXIDO No somos más que el viento que en su mismo suspiro se pulveriza a sí mismo, la herida que abre la ventisca convirtiendo en ceniza; Respirar como el reflejo inevitable del camino que nos dibuja en el rescoldo de su tinta el boceto roto que nos ensalza y agita… ¡Pero si no depende de nuestras manos el bosquejo que inocente nos triza! Los trozos del espejo que nos acaba, Pero lo mismo nos inicia.

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LA SOMBRA DE LOS DEDOS Totalmente inesperado… Un vaso de arena que se le rompen los castillos; La grieta silenciosa que en su grito nos ahoga: las olas los peces que en el cristal chocan el tiempo que se va de sus manos: La nada que alimentamos, El cuerpo que nos perdemos, Las manos que nos dibujamos, La sangre que rechazamos. Así como si nada se nos caen las manos a los costados, Se nos mueren a los lados Moviéndose como si no dependieran de la cabeza que triste nos cortamos; Me arde la sangre que me queda: Se mezclan y vomito un poema que se ahoga sereno en el blanco abismo frente al cual nos perdemos, el éxtasis el gemido doloroso que nos ata y enreda en una maraña la sombra escueta de los dedos.

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LAS MANOS COMO LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS Y EL HOMBRE TAMBIÉN La luna que en la cara nos refleja El blanco que en su eterna y sólida oscuridad nos ilumina; El rescoldo de un incendio cuyo combustible nos tiñe el hollín en la punta acalambrada de los dedos El oscuro abismo que se abre entre el menique y el pulgar desocupados, el quehacer ahogado inevitable cuya ejecución nos proporciona la medida de nuestras manos.

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NACIMIENTO Ese tambaleo quejumbroso, el equilibrio desquiciado que invade la soberanía de una cuerda floja. El oscuro abismo que se abre en el terreno infranqueable de las uñas, el espacio que tenemos en los dedos: el vacío que nunca supimos atar en las manos. El lápiz que cogemos pero lo mismo su trazo nos borra curioso como la tinta que nos circula acaba siendo la misma que en el pozo hosco de su escritura en el llanto de las letras en la oscuridad de su tinta soberanamente nos inunda.

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CALAMBRES EN LA MEMORIA En la boca anido un temblor se gesta el torpe declive de un antiguo dolor La Historia, su línea aberrante que simula la sombra de una soga. En los temblores anido una boca se nutren los albores de una queja insidiosa La Literatura, su posibilidad desquiciante que intercede el cuerpo de la soga. En el cuerpo me tiembla una boca cuya palabra se deshace pero que lo mismo se materializa cuando caminamos en el tambaleo menesteroso en las costillas de esta cuerda floja.

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ARENA DE LIBROS El libro que al abrirlo nos arroja arena en los ojos, la historia que nos colma, inunda y deforma por los barrotes que nos son ofrecidos en una misma hoja. La llave herrumbrada que se esconde bajo la sombra blanca de las palabras los espacios, los márgenes que no podemos ni siquiera penetrar ni con el poder insuperable: La nada. El vacío que circunda toda historia y que por lo mismo la concede, el blanco inmaculado de una hoja: El abismo de todo escritor, de toda mano creadora; El espacio que todos olvidan pero que nunca se olvida de nosotros: El vacío ignorado que otorga.

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LA LÍNEA MUERTA Las calles que se caen se deshacen en las manos las tomamos y sus avenidas en polvo se apelmazan se escapan como la arena entre los dedos los kilómetros los días el tiempo que se queda todavía en la muerte sólida de este credo un poco atado en las manos deshacerse en historia callarse el grito silenciar la bulla llamar a los perros con el dedo sobre la boca Silbar enmudecidos Gritar aborrecidos de tanto dolor de tanta calle sobrando colgando desde la punta borrascosas de los años La quiromancia, la línea muerta de las manos.

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TODAVÍ(D)A Y qué pasa si en la boca tengo todavía la palabra que se desvirtúa en las uñas de tus años el rasguño que se concede se silencia en la tierra quieta de tus manos Callarse con la boca gritando; el silencio otorga la palabra es mentira la verdad es sencilla pero sobre todo es certero lo que se consume: El solsticio La división del horizonte con la punta de los dedos el dolor ahogado, el absoluto indicio de los objetos que se duermen quedos.

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CARICIA La luz la llamarada, el incendio quejumbroso calambres en la mirada los colores dolorosos Pintar un cuadro en llamas amar una piedra transparente sentir en el cuello el mordisco de estos dientes, el esqueleto tosco que se sientas en las piernas de la Muerte.

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CINTURA Un poco la ceniza que me queda a veces todavía en los espacios vacíos de tus manos me acarician y siento como si fueran estrellas los dedos muertos que me tocan con desgano cada espacio es otorgado únicamente por el tacto las luces que de a poco se encienden en la piel que destejo a tu lado ver la carne que se adhiere a la cosquilla suave en mis costillas y sus teclas de piano escucha la melodía que me convierte fácilmente en tu amo; Y así, con ese beso ahogado en la profundidad de mi cabello estarás para siempre en mi cintura atado.

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A PESAR DE DECIRLO Cantando una canción en silencio escapándose de mis latidos el quejido inevitable de una oración Había una vez o el Ave María parecen nacer del mismo dolor Sálvanos, señor, que en el corazón me aqueja un color el sabor de la sangre que no puedo soportar en este cuerpo de historia: antes y después pero nunca ser la soga. Sentirme atada a la imposibilidad de dibujar aunque sea con la sangre del dedo el color de esta cuerda floja: El abismo que abajo está a pesar de todo, Incluso a pesar de decirlo El abismo que se escapa siempre de la Historia.

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LANZAR AL HOMBRE Cantando una canción en silencio sentado en el poyo de barro con la sombra de las hojas sobre el excremento ¡Silencio! La música de las cosas se desprende en cada lágrima el choque misterioso de sus esquinas ya demasiado cálidas el estruendo que rompe los paralelos y sus ruinas incluso lo que sabe escaparse siempre de los pies negros de una sátira Callados, todos inertes saben que viven y en el silencio se mueve la tierra el universo que se desvanece en jirones cuyo pulso crece frente al paso tenebrosos de estos vacíos aviones: Las ideas que nos llevaron a levantar al Hombre; El barro que ignoramos en cada bostezo tristemente conforme.

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EL BLANCO QUE TODO LO SALPICA Las calles silenciosas con la boca llena de polvo de los pasos de esa gente angustiosa La vereda manchada de olvido de apelmazada quietud interviniendo siempre en el azar y el acertijo falta constante de la virtud. Las calles ruidosas con la boca cerrada por el polvo de la ausencia de esa gente revoltosa La vereda inundada de voces a todo color el silencio se disipa de la mano con la luz que todo lo eriza… ¿yace deshecha la cruz? Caminando siento el placer que en las manos en las huellas de los dedos nos multiplica: ¡El blanco descompuesto que todo lo salpica!

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LA PUNTA DE LAS CEJAS A dos voces el silencio se hace estridente; el fragor de estas rugosidades antes no me aparecía tan evidente La voluptuosidad de tus inquietudes el vacío que reluce en todas sus latitudes Unir el horizonte con la lengua y la punta de las cejas coagular las líneas que penden de tu cuerpo para crear con tus senos el ocaso que no depende de los colores de los sexos.

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LOS NAIPES En las manos el espacio vacío es el que circula la sangre en la piel. Las venas ardientes circundan de la cabeza a los pies. El espacio vacío de los dedos me permite doblar del diez o del tres de corazones que no descifrarán nunca el color de mi piel. Baraja en manos de arácnidos hábiles Naipes que caen y se postran para que su denuncia nos marque pero siempre sin dejar ni la costra. El trabajo impecable del azar que se quita el sombrero para estos dedos tiritar; las luces de las estrellas que no saben titilar: que no sea el número la piedra que nos atraganta al final. Y si podemos algún día, Aprender a barajar… ¡El naipe que nos aplasta y nos pretende anular!

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PRISMA EXISTENCIAL Una luz tibia atraviesa el ventanal y se ciñe a las figuras que dentro no logran entender la forma que el cuerpo gana únicamente porque la luz. Y aquí dentro, se olvida la luz que se prende dentro de un vaso con agua azul; el horizonte blandea y reluce porque el cristal. Y las manos de hombres ahogados, asoman lentamente por el umbral. Cuerpos que peleando entre sí entendieron trágicos el maravilloso estruendo del fin: el sino que se ciñe porque lo piensa un ventanal; sol esplendoroso que se adhiere cándido a las revoltosas alas del mar. ¡Dónde habrán quedado los peces negros que se dejaban vislumbrar tras las olas! Brazos de pájaros que nadando perdieron el vuelo y quizás hasta la capacidad de amar: El agua que incendia la inocencia de aquello que deshace la sal; la carne que conserva no es más que sangre fantasmal que se queda porque se muere donde entibia el braceo furioso del mar.

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FINALES INCONCLUSOS Toma 1: Hay un grupo de gente que no sabe qué hacer un grupo que no puede sino apelmazarse en el respaldo aterciopelado de un sillón café o ¿tendrá que ser gris por lo ambiguo? para que de una calce con la buena metáfora que está esquelética bajo la lengua Toma 2: La misma gente pero sabiendo qué hacer y cómo hacerlo apelmazando su inagotable actividad e interminables quehaceres en el respaldo aterciopelado de un sillón café, aunque lo mismo podría ser de cualquier color por lo ocupada que está la gente buena metáfora para anudar las articulaciones en algo así como una caja de mimbre y un listón pequeñito Toma 3: No hay ni gente ni actividades qué hacer y mucho menos espacio para las desocupaciones sólo queda un invencible vacío sobre el cual resulta irrisorio proponer un sofá y mucho más discutir el color del mismo como siempre y como nunca no hay metáfora ni cajita de mimbre

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Cuando ya no queda nada más que decir el silencio nos grita en los oídos

nos dice que el ruido que metemos no se escucha suficiente.

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ÍNDICE

SALIENDO DEL ENCUADRE

(5) Introducción al inventario

(7) Lágrimas de Arena

(13) El cuerpo que nos perdemos

(14) Tierra del Fuego

(16) Somos la razón inexplicable

INVENTARIO DE UNAS CAJAS VACÍAS

(21) Poemas

LA VIDA: CONTRADICCIÓN DE TODOS LOS PUNTOS ATADOS Y POR

PERDERSE

(41) Colgando

(42) El lado oscuro de la medalla

(43) La foto salió movida

(44) El polvo que está en todas las cosas y sin ser ninguna de ellas

(45) Pan de cada día

(46) Cuaderno antiguo

(47) El silencio

(48) Voces antiguas

(49) Disparo

(50) Óxido

(51) La sombra de los dedos

(52) Las manos como medida de todas las cosas y el hombre

también

(53) Nacimiento

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(54) Calambres en la memoria

(55) Arena de libros

(56) Línea muerta

(57) Todaví(d)a

(58) Caricia

(59) Cintura

(60) A pesar de decirlo

(61) Lanzar al hombre

(62) El blanco que todo lo salpica

(63) La punta de las cejas

(64) Los naipes

(65) Prisma Existencial

(66) Finales inconclusos

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“Inventario de unas cajas vacías” de Daniela Contreras

se terminó de imprimir en el mes de diciembre del 2015

en los talleres de la Editorial Isidora Cartonera,

Santiago de Chile.

http://isidoracartonera.yolasite.com