Itinerario de Acompañamiento Diaconal

Itinerario de Acompañamiento diaconal

ITINERARIO DE ITINERARIO DE

ACOMPAÑAMIENTO DIACONALACOMPAÑAMIENTO DIACONAL

ÁREA AGENTES EVANGELIZADORES

COMISIÓN NACIONAL DEL DIACONADO PERMANENTE


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INTRODUCCIÓN

Damos gracias al Señor por el inmenso don que ha significado para la Iglesia en

Chile la restauración entre nosotros –hace ya 45 años- del Diaconado Permanente.

El incremento de las vocaciones al diaconado, y “conscientes que la Iglesia, Pueblo

de Dios, espera de los diáconos un testimonio evangélico y un impulso misionero

para que sean apóstoles en sus familias, trabajos, comunidades y en las nuevas

fronteras de la misión” (DA 208), más los acelerados y profundos cambios que vive

nuestra sociedad que afectan la vida y desarrollo del ministerio, impulsan la

necesidad de ofrecer este Itinerario de acompañamiento diaconal.

En este contexto los equipos diocesanos del diaconado permanente tienen la tarea

fundamental de acompañar la vida y el desarrollo del ministerio diaconal, para que

los diáconos puedan vivir plena e integralmente su doble sacramentalidad. En la

historia de los 40 años del Diaconado en Chile, vemos la enorme riqueza del

servicio que los diáconos realizan, pero también vemos algunos problemas que

afectan tanto su ministerio como su vida familiar y laboral.

Teniendo presente estas situaciones la Comisión Nacional del Diaconado

Permanente convocó a un grupo de matrimonios diaconales, para que colaborara

en la presente propuesta de acompañamiento, que busca ser una herramienta

práctica para que los equipos diocesanos puedan realizar un acompañamiento más

efectivo a los diáconos.

El itinerario está dividido en cuatro etapas, según la edad y los años de ordenación

de los diáconos. Cada etapa tiene una breve descripción de las fortalezas y las


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debilidades más significativas que se dan en ella y la conveniencia de algunas

tareas de acompañamiento en la vida familiar, pastoral, laboral y espiritual y en su

formación permanente.

Sin duda las descripciones, fortalezas, debilidades y tareas de cada etapa se

refieren a grandes generalidades que no se agotan solamente en lo que en ellas se

señala. Es posible que también puedan haber quedado algunos elementos fuera,

pero es tarea de cada equipo ir haciendo las adecuaciones en cada etapa, de

acuerdo a sus realidades y a las personas que en ellas se encuentran.

Hay algunas tareas que son transversales en todas las etapas, como el

fortalecimiento de la vida de oración, la pertenencia a una comunidad de vida

diaconal, la necesaria y adecuada formación permanente, entre otras. También hay

situaciones que pueden suceder en cualquier etapa, como la viudez, la cesantía,

alguna discapacidad, etc.

Confiamos que el itinerario también permitirá consolidar algunos procesos

importantes y vitales como el fortalecimiento de la vida familiar, la pertenencia al

cuerpo diaconal, la fidelidad con la Iglesia, una sana y madura relación con la

autoridad y el trabajo en equipo con el clero y laicos, reconociendo los valores y

aportes que cada uno hace desde su vocación y ministerialidad.

Esperamos que este itinerario permita a los diáconos una sana y enriquecida

vivencia de su doble sacramentalidad, y a la vez fortalezca el trabajo y servicio de

los equipos diocesanos del diaconado permanente, los que serán los responsables

de su implementación y adecuación con el pasar de los años.

Comisión Nacional del Diaconado Permanente


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I. ETAPA: 1 I. ETAPA: 1 AA 4 4 AÑOSAÑOS DEDE ORDENACIÓNORDENACIÓN

Tiempo de asimilar en forma vivencial y gradual el ministerio del diácono permanente asumiendo responsabilidades concretas ante el pueblo de Dios y sin descuidar la vida matrimonial y familiar.

A. DESCRIPCIÓN

Las nuevas generaciones de diáconos son ordenados mucho más jóvenes que en las décadas anteriores; hoy la ordenación ocurre aproximadamente a los 45 años. Por tanto en esta etapa nos encontramos con diáconos que tienen entre 46 y los 52 años de edad.

En el desarrollo del ejercicio ministerial este es un tiempo muy activo en lo espiritual y en lo pastoral, debido al entusiasmo e impulso que ha dejado la formación inicial, y al deseo de poner en práctica aquello para lo cual fue preparado.

Es también un tiempo de poner en juego el servicio a los demás con gran alegría y generosidad, involucrándose más activamente en la vida de la comunidad con una gran disponibilidad y generosidad.

El celo, el entusiasmo y el tiempo que dedican en estos primeros


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años a responder a todas las necesidades y encargos que surgen en la comunidad, van lastimando el desarrollo de su vida matrimonial y familiar, ya que una parte importante del tiempo que antes se destinaba a la familia ahora es ocupado en el ejercicio del ministerio.

A la luz de lo anterior y a partir de la experiencia de acompañamiento presentamos algunas amenazas, y elementos que se deben fortalecer en esta etapa:

Las amenazas más frecuentes son:

Disponibilidad absoluta al servicio de la comunidad en desmedro de la vida familiar.

Desorientación y desaliento ante los conflictos que se encuentran en la relación con las personas.

“Verse” como superior al interior de su comunidad y dar un antitestimonio de humildad y servicio.

Autosuficiencia y falta de disposición para dejarse ayudar en el acompañamiento espiritual y en la corrección fraterna.

Lo que se debe fortalecer:

La vida matrimonial y familiar, favoreciendo una mayor presencia en su familia.

La oración personal y matrimonial.

Una adaptación familiar progresiva al nuevo ministerio.

Incorporarse y participar en comunidades de vida diaconal.

Una actitud prudente ante el servicio.

Impulsar el estudio y la formación permanente.


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B. TAREAS

a) Familiar:

Impulsar en los diáconos el cuidado de su vida matrimonial y familiar, reconociendo en ella el primer lugar donde debe ejercer el ministerio diaconal. Realizar encuentros y talleres de reflexión sobre este tema con sus esposas.

Procurar que los diáconos tengan un fin de semana al mes libre de todo servicio pastoral y sacramental, para que puedan dedicarlo a su familia.

Fortalecer la vocación y vida matrimonial de modo que proyecte en la comunidad su doble sacramentalidad, aunque muchas veces se encuentre solo realizando el ministerio.

Invitar a los diáconos a mantener una constante vida de oración al interior de su familia, compartiendo en algunas instancias la Liturgia de las Horas, rezando en los momentos importantes de la vida familiar, etc.

Procurar que los diáconos y sus esposas participen de instancias espirituales para el crecimiento y fortalecimiento del matrimonio como son las Comunidades de Vida Diaconal, y participar también en algunos retiros para matrimonios, encuentro conyugal, etc.

Velar porque se mantenga un sano y adecuado equilibrio entre el tiempo dedicado al matrimonio, la familia, lo laboral y el ministerio diaconal.


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Cultivar una sana relación de cercanía y amistad entre el diácono y su familia con el párroco

b) Pastoral:

Asignarle un diácono tutor para acompañar su ministerio pastoral en los primeros años.

Formar a la comunidad (incluido los obispos y el presbiterio) para que comprenda mejor el ministerio diaconal desde su doble sacramentalidad, evitando verlo como un presbítero y para que comprenda la importancia de una buena vivencia de su vida matrimonial y familiar.

Ayudarles a no verse y sentirse a sí mismo como presbíteros.

Ayudarles, a través de algunos talleres y jornadas, a tomar conciencia de sus capacidades y habilidades - así como también, de sus limitaciones – para ponerlas al servicio de la comunidad.

Aprender a delegar el trabajo pastoral y no sentirse imprescindible en todo.

Cuidar que su agenda no se sobrecargue de actividades pastorales y sacramentales, especialmente el fin de semana.


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c) Vida (laboral y autocuidado):

Impulsar una reflexión donde se ayude al diácono a desarrollar en su vida la actitud de un contemplativo en la acción, reconociendo que su discipulado misionero también se desarrolla y plenifica en lo cotidiano de la vida laboral.

Saber escuchar y respetar a los demás, siendo muy prudente al dar consejos.

Implementar talleres de reflexión para una mejor inserción del diácono en la vida laboral, ya que “no será el mismo” para sus compañeros de trabajo.

d) Espiritualidad:

Velar porque cada diacono tenga un acompañante espiritual, tomando conciencia de la necesidad de una visita en forma periódica.

Disponer de textos donde los diáconos puedan adquirir herramientas y algún método de oración, como la lectio divina, etc.

Impulsar el ejercicio de las virtudes teologales, especialmente de la caridad pastoral.

Velar por su participación en los retiros o ejercicios espirituales que anualmente se realizan. Procurando participar junto a su esposa.


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Cultivar la oración matrimonial, potenciando el rezo de la Liturgia de las Horas.

Impulsar el conocimiento y la vivencia de la espiritualidad mariana, que le permita fortalecer su servicio ministerial.

e) Formación permanente:

Despertar el deseo de estar formándose constantemente para ir adquiriendo nuevas herramientas y habilidades en su discipulado misionero y para acompañar y desarrollar de mejor manera su ministerio.

Procurar mantener actualizados los diversos cursos, talleres, seminarios, diplomados, etc. que se realizan en la diócesis donde los diáconos puedan participar.

Motivar la formación en el acompañamiento espiritual, para que puedan ir introduciéndose en este servicio pastoral tan necesario e importante en la vida de la Iglesia.

Preparar un taller o jornada donde se les capacite o enseñe a trabajar en equipo y en forma colaborativa.


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C. SINTESIS

Los primeros años después de la ordenación tienen una importancia especial, pues ponen las bases y, de alguna manera, marcan el futuro de la vida del matrimonio y del ministerio. La vida matrimonial se fortalece y enriquece con la oración familiar, con el ejercicio ministerial, con la participación en las Comunidades de Vida Diaconal, con una adecuada y progresiva inserción en el servicio pastoral y con un constante acompañamiento espiritual. Es importante que los equipos diocesanos acompañen más cercanamente a estos nuevos diáconos y sus familias en estos primeros años del ejercicio del ministerio, encargando a algunos matrimonios de diáconos el acompañamiento de estos.


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II:II: ETAPA: 5 a 10 años de ordenaciónETAPA: 5 a 10 años de ordenación

Tiempo de fortalecer el ministerio refrescando alguno de los elementos esenciales que vitalizan la vida matrimonial y diaconal.

A. DESCRIPCIÓN

Los diáconos en esta etapa se encuentran en promedio entre los 50 y los 58 años de edad.

En esta etapa el matrimonio está mucho más consolidado, los hijos están más grandes y terminan su etapa de estudiantes o se incorporan al mundo laboral, lo que implica una menor demanda de tiempo, y económica, etc., de los padres, permitiendo a estos tener más tiempo para su vida matrimonial.

El ejercicio diaconal está más asumido y maduro, permitiendo una vivencia más plena de su servicio pastoral y teniendo mayor claridad de cuáles son sus aportes a la comunidad y por dónde van sus carismas y servicios más específicos.

En lo familiar y laboral, el diácono y su esposa se van transformando en un referente para sus compañeros de trabajo y familiares, quienes comienzan a recurrir a ellos para solicitar consejo, apoyo y acompañamiento espiritual.


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Luego de los primeros años, caracterizados por un gran ímpetu espiritual y pastoral, comienza a presentarse en el ejercicio de la vida ministerial un decaimiento en su espiritualidad. La oración, la participación y celebración de los sacramentos van cayendo en una rutinización, sin que ésta provoque un flujo nuevo y fresco de gracia, ánimo, alegría de servir y de amar, indispensables para su vida matrimonial, familiar, laboral, comunitaria y de servicio pastoral. También se produce cierta indiferencia o falta de sentido a la necesidad de participar en las reuniones del cuerpo diaconal.

Se aprecian también fuertes signos de competitividad con sus pares, con los agentes pastorales consagrados y laicos no valorando la formación de los otros y colocándose él como referente válido. Esto a su vez hace surgir rasgos de autoritarismo que debilitan la participación y la comunión con los otros.

En lo familiar algunos comienzan el proceso del “nido vacío”, los hijos comienzan a independizarse produciendo en el matrimonio un fuerte decaimiento que los desmotiva, pero que a su vez puede ser una oportunidad para recrear la vida matrimonial y familiar.

En lo laboral se va transformando, para sus compañeros, en un referente a quien acuden con frecuencia a solicitar apoyo, consejo y acompañamiento ante diversas situaciones. A su vez es un tiempo de gran competencia laboral, donde se debe cuidar por mantener el trabajo, actualizarse y enfrentar nuevos


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desafíos para no quedar obsoleto.

En su desarrollo físico y psicológico comienza a hacerse presente un deterioro de la salud, más aún si no se lleva un cuidado por tener una vida más sana y buen estado físico. En lo psicológico se presenta el tema del desgaste de la mitad de la vida, donde la mayoría de las cosas que realiza se van transformando en monótonas comenzando un tiempo donde aflora un desencanto con las expectativas personales.

A la luz de lo anterior y a partir de la experiencia de acompañamiento presentamos algunas amenazas y elementos que se deben fortalecer en esta etapa:


Rutinización de la vida espiritual.

Se decae en el celo y trabajo pastoral.

Se comienza a tener conflictos en la relación con los presbíteros, especialmente con los párrocos.

Se tiende a sentirse superior a otros, con sus pares, y especialmente con los agentes pastorales laicos.


Un reencantamiento de la vida espiritual.

Una sana y adulta relación con sus pares y con la autoridad.

Reconocer sus aportes y talentos para la vida comunitaria.


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B. TAREAS

a) FAMILIAR

Favorecer el desarrollo y consolidación del sano equilibrio entre los tiempos destinados a la familia y al ministerio, para mantener una sana y entusiasta vida conyugal y familiar.

Procurar que los diáconos tengan un fin de semana al mes libre de todo servicio pastoral y sacramental, que puedan dedicarlo a su familia.

Motivar los espacios para la gratuidad, el esparcimiento y recreación familiar.

Velar porque todos puedan estar participando en una comunidad de vida diaconal.

Motivar y realizar propuestas para mantener y profundizar una vida de oración preferentemente junto a su esposa.

Promover encuentros, talleres, charlas, para profundizar y apoyar el proceso del “nido vació” y descubrir pistas que permitan dar nuevo sentido a la nueva situación en que se encuentran como matrimonio y familia.

b) PASTORAL

Favorecer la comunión diaconal con la participación en las instancias de encuentro del cuerpo diaconal, ya sea de la


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zona, decanato o diócesis, velando porque los temas de estas reuniones sean atengentes a la vida de la Iglesia y al servicio pastoral que se debe realizar.

Estimular la comunión con el obispo diocesano participando en los encuentros que él convoque, conociendo las orientaciones pastorales, declaraciones y cartas que publique, colocándose a su disposición para asumir los servicios pastorales que le encomiende.

Acompañar adecuadamente a quienes van asumiendo responsabilidades importantes en las parroquias, zonas, decanatos, vicarias, etc.

Ayudarles a consolidar sus aportes y habilidades para servir mejor en su comunidad parroquial, ambiental y en las nuevas fronteras de la evangelización.

Impulsar el saber delegar y valorar el servicio y la formación que tienen y realizan los laicos.

c) VIDA (laboral y autocuidado)

Procurar que en esta etapa se realice un chequeo médico general, al menos cada dos años.

Motivar la formación permanente en el ámbito de su especialidad laboral.


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Favorecer el apoyo psicológico para enfrentar de mejor modo aquellos temas que pueden impedirle tener una sana relación y ejecución de su servicio, por ejemplo los conflictos con la autoridad, cómo enfrentar el desencanto de las expectativas personales, las tensiones producidas en lo laboral, etc.

Motivar el desarrollo de una vida saludable, promoviendo la práctica de deportes, hobbies, etc.

e) ESPIRITUALIDAD

Importancia de contar y revisar el proyecto de vida personal y matrimonial.

Motivar que la oración, la Liturgia de las Horas y la Lectio Divina puedan ser practicadas con su esposa.

Favorecer en las reuniones mensuales el ejercicio de la Lectio Divina o un momento de oración que privilegie el encuentro comunitario y la participación.

Motivar y velar porque cada diácono esté siendo acompañado espiritualmente.

Realizar un retiro que profundice su vida de oración.

Impulsar la lectura espiritual buscando y manteniendo textos


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que contribuyan a este fin.

e) FORMACIÓN PERMANENTE

Preparar y realizar una jornada de renovación pastoral que permita refrescar y actualizar los contenidos teológicos y pastorales.

Favorecer una sana madurez para que cada uno vaya asumiendo su formación permanente en forma autónoma.

Motivar la participación en seminarios, diplomados, cursos, charlas, reflexiones de diversa índole que se realicen en la diócesis o el país, y que le permitan renovar la práctica pastoral y la formación intelectual.

C. SINTESIS

En esta etapa marcada por cambios importantes tanto en lo familiar, pastoral y laboral, que afectan la vida y el ministerio y donde se está en la encrucijada de renovarse o quedarse en la rutina, se hace necesario que los equipos puedan acompañar estas situaciones a fin de renovar y dar un nuevo impulso más dinámico a la vida y ministerio de los diáconos.


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III.III. ETAPA: 10 a 20 años de ordenaciónETAPA: 10 a 20 años de ordenación

Es la etapa de la madurez en el ministerio donde este se puede desarrollar con más libertad, especialmente luego de la jubilación.

A. DESCRIPCIÓN

En esta etapa el diácono en promedio se encuentra entre los 59 y los 75 años de edad.

En lo familiar se comienza a vivir la experiencia de ser abuelos, lo que incorpora un nuevo elemento a su vida de familia, es una oportunidad para seguir creciendo en ella.

En el servicio pastoral hay una mayor madurez, ya que se es más consciente de lo que puede y no puede realizar, además de contar con una vasta experiencia.

En lo laboral se entra a la última etapa activa de esta área, lo que muchas veces provoca susto y angustia, tanto por el futuro económico, como por el sentirse inútil. La jubilación le permite contar con mayor tiempo para desarrollar su vida familiar y pastoral, favoreciendo una nueva relación de mayor cercanía con sus seres queridos, especialmente su esposa, y también para asumir más compromisos en su ministerio.

Si en los años anteriores no se ha desarrollado la capacidad de encontrar significado y sentido a sus conocimientos y habilidades


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para su propio bien y el de los demás, se producirá más agudamente un estancamiento donde la vida aparece monótona y vacía, donde el tiempo pasa sin mayor sentido viendo que las expectativas no son cumplidas; además se sienten apáticos y están constantemente cansados.

En el desarrollo humano, comienza a aparecer un declive del desarrollo físico y una mayor preocupación por la salud, debiendo aprender a tener una vida más saludable. La salud pasa a ser un tema central en su vida, por lo cual debe aprender a vivir sanamente.



El estancamiento en el desarrollo de su vida familiar, laboral, espiritual y pastoral.

Se decae físicamente y comienzan a acentuarse los problemas de salud.

La angustia por la situación económica que se puede presentar al momento de su jubilación, por la baja en sus ingresos.

Una vez jubilado, cuando se dispone de más tiempo, se puede caer en el riesgo de destinar mucho de él al servicio pastoral en desmedro de la esposa y familia.


La búsqueda sana y ordenada de nuevos servicios


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pastorales.

La riqueza de ser abuelos.

La oportunidad de disponer de más tiempo para compartir.

La riqueza de la experiencia que ha ido adquiriendo.

B. TAREAS

a) FAMILIAR

Procurar que los diáconos tengan un fin de semana al mes libre de todo servicio pastoral y sacramental, para que puedan dedicarlo a su familia.

Favorecer la riqueza del ser abuelos, permitiendo un crecimiento y enriquecimiento de la vida familiar.

Velar por la participación en las Comunidades de Vida Diaconal.

Motivar la riqueza de contar con mayor tiempo para la relación familiar.

Favorecer el diálogo, especialmente con la propia familia, respecto del tema de la jubilación, compartiendo los temores.


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b) PASTORAL

Recoger y motivar compartir la riqueza y madurez de los años de ministerio.

Velar porque los servicios pastorales no estén cayendo en una rutina.

Favorecer el sentido de vinculación con la comunidad y el cuerpo diaconal, a fin de no aislarse en el ejercicio ministerial.

Favorecer una mayor presencia pastoral en su comunidad, velando no dejar de lado su vida familiar.


Procurar que en esta etapa se realice un chequeo médico general, al menos una vez al año.

Favorecer una vida sana y saludable.

Velar por un buen acompañamiento a aquellos diáconos o esposas, que están sufriendo por enfermedad crónica o grave.


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Acompañar el paso de una vida laboral a la jubilación.

Mantener un acompañamiento y preocupación por los diáconos que están pasando dificultades económicas.

f) ESPIRITUALIDAD

Mantener una asidua y profunda vida de oración junto a su esposa.

Velar por que todos estén siendo acompañados espiritualmente.

Favorecer la lectura espiritual, manteniendo una renovada biblioteca o listado de textos que ayuden a este fin.

Velar por la participación en los retiros espirituales.


Favorecer la sana búsqueda de autoformación, de modo especial en aquellos temas donde se ha ido especializando en su servicio pastoral.

Preparar una jornada de renovación pastoral y teológica que entregue pistas y herramientas para esta nueva etapa de su ministerio.


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IV. ETAPA: 20 años de ordenación en adelanteIV. ETAPA: 20 años de ordenación en adelante

Es el tiempo de lograr la integridad, a fin de mirar los años vividos con gratitud, recogiendo y ofreciendo a los demás la sabiduría lograda en la vida.

DESCRIPCIÓN

Esta etapa se inicia alrededor de los 75 y más años de edad.

Es un momento oportuno para dar gracias a Dios Padre por la vida y servicio que han realizado estos hermanos en la Iglesia diocesana y nacional, reconociéndole personal y públicamente el gran bien que han hecho.

En esta etapa es importante rescatar la experiencia de vida, de familia, de ministerio de estos diáconos y sus esposas,

Esta es la etapa de la gratuidad y libertad, donde el diacono debe ir asimilando las dimensiones que le permitan descubrirse amado y valorado por Dios y la comunidad por lo que él es.

Es importante acentuar en esta etapa la riqueza de la oración, junto a su esposa, como un ejercicio ministerial que puede ofrecer por la Iglesia y las necesidades del mundo.

Esta etapa tiene una mayor complejidad debido a que el envejecimiento produce un distanciamiento de las actividades sociales y pastorales.


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Es también una etapa donde comienzan a acentuarse las enfermedades, por lo cual se debe realizar un buen acompañamiento en esta materia. Se agudizan las dificultades con la memoria.

El tema de la muerte comienza a tratarse más continuamente debido a que los amigos y contemporáneos comienzan a fallecer, como también la esposa y algunos familiares.

Existe también la tendencia a sentir la amargura ante los cambios y evolución que van desarrollando los procesos intra y extra eclesiales.



El aislamiento.

El deterioro de la salud física y mental.

La desesperanza.

El ir quedando solo.

El querer perpetuarse en cargos y servicios en la comunidad.


La valoración del servicio realizado

La gratuidad del encuentro con Jesucristo en la oración.

Servicio orante por la Iglesia.

La redefinición de los vínculos con la familia.


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B. TAREAS

a) FAMILIAR

Favorecer la mayor presencia en la familia mirando con gratuidad el camino recorrido.

Acompañar la redefinición de los vínculos con la familia.

Favorecer el compartir el gozo de los años vividos como esposos.

Mantener la participación en las Comunidades de Vida Diaconal.

Reflexionar y acompañar el tema de la muerte para enfrentarla con gratitud y esperanza.

b) PASTORAL

Promover una sana transición hacia el ministerio más libre, sin tantas actividades y con menos compromisos establecidos.

Crear espacios donde pueda compartir su experiencia con diáconos más jóvenes o en las escuelas del diaconado.


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Valorar efectiva y cordialmente el aporte que realizan y han realizado a la Iglesia.

Considerarlo e invitarlo a las reuniones del cuerpo diaconal.

Colaborar en el acompañamiento de las nuevas Comunidades de Vida Diaconal.


Velar por el buen cuidado de la salud mental y física.

Preocuparse, en el caso de los diáconos célibes y viudos, que estén viviendo con algún familiar cercano, o si por motivos de salud estos deban ser derivados a hogares especializados donde sean cuidados y atendidos.

Visitar constantemente a los que por motivo de salud o edad ya no pueden participar.

Mantener una preocupación constante por aquellos que están pasando problemas económicos, favoreciendo la caridad y fraternidad diaconal.

Mantener el contacto y la preocupación por las viudas de los diáconos.

Favorecer encuentros fraternos con el cuerpo diaconal.


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d) ESPIRITUALIDAD

Acentuar la experiencia de encuentro con Cristo con una oración más prolongada y gratuita.

Favorecer una preparación espiritual que le permita ir alegremente al encuentro del Padre.

Mantener el acompañamiento espiritual.

Realizar un servicio orante junto a su esposa por la Iglesia y las necesidades del mundo.


Se agudiza el problema de la memoria, por lo cual se sugiere que realice un plan más adecuado a sus circunstancias, a través de lecturas de documentos, reflexiones, revistas pastorales, etc.

Motivar o propiciar la escritura de reflexiones que puedan ser socializadas en los medios diocesanos.

C. SINTESIS

En esta etapa se requiere una mayor presencia efectiva de acompañamiento a fin de ayudarles a ir asumiendo su situación de mayor vulnerabilidad y a comprender el servicio orante que la Iglesia necesita de ellos. Continuar valorando sus aportes y su presencia en el cuerpo diaconal.

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