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itJYtL erce b Organo de Nuestra Venerable Orden Tercera de Ferrol Dirección y Administración: Colegio de PP. MERCEDARIOS I AN0 III IHT—ABRIL 1920 NÚNI.21 I MAGEN DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE que preside el coro del Convento de la Vera Cruz de Berriz. SUMARIO c- 1. Abril, por Fray P. N. Ciaite. 2 Al anochecer, por la pk, Condesa de Pardo Ba- zán. 3. Páginas Mercedarias, por Julia G. flerreros. 4. A San Pedro Armen- gol, por Sor Margarita María 5. Al Monte de la Mirra, por Fr. Ameno Blanco. 6. Leyendas: Un Dimas en el siglo xin, por Fray Serapio González Ga- llego. 7. Lirios y espinas.—Ino- cencia y penitencia, por Fray Ameno S. Blanco. 8. Bibliografía. 9. Noticias. 10. Alhajas para una Cus- todia.

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itJYtL ercebOrgano de Nuestra Venerable Orden Tercera de Ferrol

Dirección y Administración: Colegio de PP. MERCEDARIOS

I AN0 III IHT—ABRIL 1920 NÚNI.21

I MAGEN DE NUESTRA SANTÍSIMA MADREque preside el coro

del Convento de la Vera Cruz de Berriz.

• SUMARIO

c-

1. Abril, por Fray P. N.

Ciaite.

2 Al anochecer, por la

pk, Condesa de Pardo Ba-

zán.

3. Páginas Mercedarias,

por Julia G. flerreros.

4. A San Pedro Armen-

gol, por Sor Margarita

María

5. Al Monte de la Mirra,

por Fr. Ameno Blanco.

6. Leyendas: Un Dimas

en el siglo xin, por Fray

Serapio González Ga-

llego.

7. Lirios y espinas.—Ino-

cencia y penitencia, por

Fray Ameno S. Blanco.

8. Bibliografía.

9. Noticias.

10. Alhajas para una Cus-

todia.

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LLELITJA! Cristo ha resucitado!...; . las cam-panas repican alegremente, anunciando la

o gran victoria... ¡Qué bello es el sonido--6k3 e de las campanas, lenguas de bronce que

hablan en mitad del espacio, que son co-mo el lenguaje intermediario entre loshombres y el cielo!

Ellas son la voz del mundo, el gritomAximo de la angustia o de la dicha del

hombre: vigilantes de los pueblos escuchan atentas lamenor palpitación de los hombres. Cuando el hombre ne,ellas ríen también; calando el hombre llora, también llo-ran ellas; atentas, vigilantes, intermediarias entfe elcielo y la tierra, las campanas son como el corazón del.mundo, un corazón que vibra ante todas las emociones.

Las campanas de nuestras aldeas son tímidas; lasCampanas de los conventos son místicas, virginales, ar-gentinas; las campanas de las catedrales tienen un tonoMajestuoso, sefiorial; las campanas adoptan el aire de lascircunstancias, y . son la representación del medio, el ecode la humanidad, h voz de los hombres.

Las campanas que desde lo alto de las torres han vis-to llegar el carro triunfal de la primavera, que viene aYestir la tierra de hermosura para la celebración del grantriunfo de Cristo, no se cansan de repicar. Los cerezos

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han resucitado con sus florecillas blancas, y también losalbaricoqueros, con sus florecillas moradas: pronto flore-cerán los manzanos, y sembrarán las colinas con su ampode nieve.., los capullos de las rosas quieren entreabrirse...una profusión de amapolas y margaritas pulula por los cam-pos libremente.., es el resucitar de la naturaleza, que conla policroma variedad de tonos, sus embriagadoras esenciasy armonías viene a cantar la gloría del Salvador... lascamPanas lo dicen a toda voz y sin cesar Resurrexit,Resurrexit!! y por la vehemencia que ponen en su soni-do se ve quieren despertar a todos los hombres, para queno quede un solo corazón sin alegría.

¡Qué alegre es el amanecer del día de Pascua!A las horas de turbación y de tristeza se suceden la

alegría, la paz, el consuelo... Jesús resucita radiante degloría, de majestad y soberanía.

La fe antes desfallecida de los discípulos, despiertavigorosa y potente. La resurrección del Maestro sella to-da su doctrina y le da firmeza incontrastable.

Todas sus promesas y predicciones, renacían en lamente de los discípulos y brillaban de nuevo bailadas deviva luz, de celestial claridad. A las ignominias de laCruz se sigue la Resurrecció,n... al vencimiento de nues-tras pasiones se sucederá la Gloria... Escrito está si sufri-mos con El, seremos glorificados con El.

FR. P. N. GATTE

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AL ANOCIIECER

•En la vereda solitaria se encontraron a la puesta del sol los.dos hombres del pueblo. Venían en contrarias direcciones. El

uno regresaba de dar una ojeada a sus viñas, que empezaban abrotar; el otro había asistido, más bien curioso, al suplicio decierta Yesúa da Nazaret, y bajaba de la montafiuela para entraren la ciudad antes que los portones y cadenas se cerrasen.

NO

Se saludaron cortésmente, como vecinos que eran, y el viña-dor interrogó al ebanista:

—¿Qué hay de nuevo en la ciudad, Daniel? Yo estuve abo-nando mis tierras, que la primavera avanza, y he dormido en elchozo la noche anterior.

—Lo que hay—respondió el ebanista—no es muy bueno. Hancrucificado esta tarde al profeta Yesúa. Te acordarás del día enque le esperábamos a las puertas de Sión y agitábamos ramos depalma y le alfombrábamos el paso con espadañas y hierbas olo-rosas. Yo no era de los suyos, pero hacía como todos, que essiempre lo más prudente. No Se sabe lo que puede ocurrir. Lamultitud estaba alborotada, y le aclamaban Rey. Y entonces mequité el manto y lo tendí en el suelo, para que lo pisase el asnaen que iba montado el Rabí.

—Que por cierto era mía—declaró Sabas—. Mi gañán la dejó. atada a un árbol, con su buchecillo, y los discípulos la desataron

para el Rabí, a fin de que entrase en triunfo. Después me la res-tituyeron'. Yo digo que son gente benigna y que no daña a nadie.Y el Rabí ningún suplicio merecía. Ha curado a bastante gentePoniéndole las manos sobre la cabeza.

—¿Seria entonces, como muchos creen, el hijo de David?—dudó, pensativo, Daniel.

—No puedo contestarte—declaró Sabas, apoyándose en sucayadä, fruncidas las cejas—. Soy un labrador, y no un doctorde la Ley. Cuando recojo mis racimos y los prenso en :el lagar,y hago el vino rojo, y lo vendo, y lo cato, he cumplido la tareaque el Señor me impuso. Que el Rabí sea o no el Rey de los Ju-díos, y hasta el que ha de sentarse a la diestra del Padre, comodiz que anunció su primo Yokaanam, el que degollaron por ma-las artes de la Tetrarquesa, es cosa que no me incumbe resolver.Pero Yesúa me parecía inocente, y fué abuso y demasía enviarleal patíbulo.

—Pienso lo mismo que tú, Sabas—confirmó el ebanista—.No hallo en él culpa, si no es culpa apiadarse de los hombres. Yel Pretor era de nuestro parecer. Hay gente que no está contentaSi no persigue... Los fariseos...

—Mira si alguien escucha, y no nombres...Daniel lanzó una ojeada en derredor, y como a nadie viese

en los agros vecinos, iluminados por la luz violeta de un . Poniented esleído en lívidas tintas, continuó:

—Los fariseos son aficionados a suplicios. Desde que Sión sehalla sometida a los extranjeros, he aquí que se ha vuelto mascruel el Sanhedrín.

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El viñador escuchaba preocupado. En su espíritu nacía unainquietud. ,Cómo había sido lo del Illibí? ¿Tardó muchó en mo-rir? ¿Qué dijo?

—Yo—explicó el ebanista—me hallaba en mi taller, labran-do, por encargo del Pretor, un triclinio, y nada supe hasta queun tumulto de gente pasó por delante y o f el patear de los caba-llos y un ruido sobre las losas de la calle, como si arrastrasen unleño. Era el Rabí, que porteaba su propia cruz y no tenía fuerzaspara soportarla, hasta que le ayudó Simón de Cirene. Salí a lapuerta. Si no me dijesen algunos del gentío que era Yestia, nole conociera. ¡Tan demacrado, tan ensangrentada y amoratada la*faz! Ya sabes que la tenia muy" bella, y unos rizos, como la flordel jacinto, apretados y obscuros. Ahora, su melena era un pe-gote polvoriento, bajo la corona de ramas de espino entretejidas,que le laceraba la frente.

—¿Cordna?—inquirió Sabas—. ¿Por qué corona?—Bien se ve que le pasas el año en tus heredades y tus viñe-

dos... A Yestia le pusieron por mofa insignias regias. Corona,manto de púrpura, un cetro hecho de cañas. Y sobre su cruzhabía un letrero que decía, en tres lenguas: «Jesús de Nazaret,.rey de los judíos». Por cierto que los Pontífices...

--No hay nadie?—receló Sabas, inquieto.—Nadie... No ternas... Los Pontífices no querían la inscrip-

ción así. Fué el Pretor... •Y dijo cuando querían quitarla: «Loescrito, escrito...»

—¡Oh, Daniel!—susurró el viñador—. Ahora temo yo... Mialiento se acorta. ¿No será el hijo de David? ¿No será el que es-peramos? Labrador ignorante soy; pero he oído decir que, enotro tiempo, el Profeta Isaías anunció que nuestro Salvador seríallevado corno un cordero a la muerte, y sufriendo y muriendosin resistir, nos redimiría. Sí; esto se lo he oído repetir a Mipadre, que era un varón entendido y leía las Escrituras.

—Como un cordero le llevaron; efectivamente—afirmó Da-niel—. Arrastrado, con una cuerda al cuello. Las mujeres llora-ban a gritos en mi calle. Y entonces yo me uní a la comitiva.Cayó varias veces; la cruz debía de pesar mucho; era de maderaverde y recia. Eso lo entendemos los del . oficio... No sé cómo lle-gó Vivo al Gólgota. Hubo alguien que, conociéndome, me pro-puso que manejase el martillo cuando le clavaron manos y pies.Me resistí. Antes me dejo clavar yo. ¡Clavarle! Eso, allá los sa-yones

— Gritó mucho?—El, no. Sólo un gemido a cada martillazo. Los otros sen-

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Gteensetaiascios aullaban. ¿No sabes? Eran dos salteadores, Dimas y

—te':9ue si sé? Ese Dimas me quitó cabras y las asó en el

mon —Perdona a su alma—imploró el ebanista—. Yesúa le per-

donó y le prometió el Paraiso, porque Dimas, agonizante, llorósus pecados y coreyó en el Rabí.

Por segunda vez Sabas quedó meditabundo. hl velo de la noche que caía le oprimía como un sudario estrecho. Debían deocurrir cosas solemnes a tal hora. Xuäl era la verdad? Y en suinterior se alzaba la figura del Rabí cuando entró en la santa ciu-dad, caballero en el asna pacifica. Toda su actitud y su semblanted estellaban amor.. Su mano, muy blanca, trazaba bendiciones enel aire y las sembraba sobre la muchedumbre. Y ahora el Rabícolgaba de la cruz, con la cabeza caída sobre ‘ el pecho, cerradoslos ojos. Sabas ya olvidaba su terruño recién labrado, los retoñostan frescos y verdes de las vides, que le prometían cosecha pin-güe en el otoño. ¿Qné significaban los sucesos? No entendía bien.li,eIi7ltsanntielreaeel: hijo de David? Dudoso, meneó la cabeza y pronunció

—Daniel, ha llegado la hora de compadecerse • de Sión. Se havertido la sangre de un justo. Esta noche, el sueño tardará encerrar mis ojos, aunque estoy muy cansado del trabajo de todoel día. Yo no he cometido, a sabiendas, iniquidad; y con todoeso, mi espíritu se ha conturbado.

A su vez, Daniel notabaque el corazón le pesaba en el pechocomo una piedra. Había anochecido del todo, y un soplo estre-m ecedor se alzaba de las tierras que el rocío, lentamente, corno

siacli ed 6exclamó t

l luvia de ligeras lägrimas, iba empapando. Un temblor repentino

aocloel cuerpo de Sabas, y, ya sin miedo de que le oyese

d—¡Era el hijo de David, Daniel! ¡Era el esperado, el envia-

do! ¡Y le han dado muerte! ¡Ay de nosotros!Alzando la voz a su turno, Daniel gritó:—El ha dicho a las mujeres que le lloraban que llorasen por

Sí mismas y por sus hijos. Y El ha dicho también: «¡Felices lasestériles, cuyos pechos no amamantaron!»

A un tiempo los dos hombres del pueblo, el viñador y el ar-tesano, sollozaron angustiosamente:

—¡Ay de nosotaos! ¡Ay de la ciudad! ¡Han matado al Rabí!Mientras los dedos convulsos de Daniel rasgaban su túnica,

las manos forzudas de Sabas herían su rostro y arrancaban pu-

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fiados de cabellos. Y ambos se postraron„ la faz contra el camini-lbo pedregoso.

Cuando alzaron la frente, sin levantarse, entre el cielo y latierra, como suspensas, vieron dos nubes blancas, prolongadas,de imprecisas lineas. En lo alto, un resplandor tan tenue, queapenas se distinguía, dibujaba doble círculo luminoso, dos discosde oro pálido, casi invisibles. Alrededor de las nubes misteriosasflotaba Una claridad como de plateada nieve, esparcida en trazostrémulos.

—¡Son los mensajeros del Serior!—dijo en voz ahogada Sabas.—¡Los ángeles —balbució Daniel.--No ves cómo se agitan sus anchas alas?--Ne Ves cómo alumbra su cabeza?Postrándose otra vez, imploraron:—Misericordia! ¡Nosotros no somos quienes le colgarnos d e .

la cruz!—¡Nosotros le amábamos, esperábamos en él, aunque no lo

sabíamos!--¡No nos sea imputada su sangre!7--¡No se nos Cobre la cuenta de la iniquidad!

. Como un soplo, una voz que parecía . son de cítaras y arpas,les acarició el oído:

—No temáis. Resucitará el Rabí.—No lloréis. Saldrá del sepulcro.Cuando se incorporaron, el blancor difuso había desaparec i

-do. No se notaba sinO el negror de la noche, cerrada, profunda.A tientas, envueltos en tinieblas, buscándose para abrazarse, losdos hombres del pueblo repetían;

—HM Rabí resucitará! ¡El _Rabí resucitaf,ä!

LA CONDESA DE PARDO BAZÁN.

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Páginas MercedariasEra un día abrasador del año 1276; el sol cayendo a plomo

sobre los campos de Argel parecía arrancar fuego de la tierra enque un tropel de esclavos cristianos, medio desnudos, extenuadosy temblando bajo el duro látigo que amenazaba sus míseros cuer-pos, .trabajaban penosamente. Entre estos desgraciados que el

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Srta. Julia G. Herreros

Ttreiaria de la Merced, notable escritora y asidua colaboradora nuestra.

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—Muy bien... manda descansar a los doce más ancianos oenfermos, que yo haré su trabajo

Y el héroe de la caridad, en medio del asoinbro de aquellosinfelices que derramando lágrimas de gratitud unos, mirándolecon l pasividad de la bestia castigada otros, tomó los duros ins-trumentos de labranza, empezando su trabajo con una energíaque tenía algo de sobrehumano.

—¿Vió, abuelito, como trabajaba el monge blanco, él solomás que todos nosotros? decía al anciano el niño a quien hemosvisto interponerse entre aquél y el látigo agareno.

—Si, hijo mío; dijo el anciano en voz baja, ¿pero estás tuseguro que trabajaba solo?

—¡Y tan solo... abuelo!El anciano movió la cabeza.—Juan de Riaño es un Santo... dijo... me han contado que

el Rey Moro ha querido verle trabajar al saber lo que ocurría yha visto a su alrededor doce hermosísimos mancebos y hay quiendice que son los doce Apóstoles Ji quienes él invoca diariamenteen sus oraciones.

El niño abrió desmesuradamente los ojos.—Pero yo sé de él cosas más maravillosas.., siguió el anciano

en voz baja, le he visto volver la vida a dos niños a quienes (liómuerte su madre y que siendo ésta y su marido condenados a serquemados vivos, Riaño se present al Rey pidiendo el perdón delos reos, y el Rey se lo concedió si resucitaba a los niños.

—¿Y los resucitó?—Como lo oyes... pero calla... abren las puertas y -podrían

castigarnos si nos' oyen.En efecto, 'Sonido de llaves y cadenas hizo estremecer los ecos

de la -obscura mazmorra, y a la luz de una linterna los cautivosvieron surgir la blanca figura del religioso de la Merced, precedi-do de un mozo. •

—Venid, hijos míos, dijo dulcemente Juan de Riaño, estaislibres, van a quitaros vuestras cadenas y mañana al rayar el albasaldreis en una galera para España.

Los dos cautivos se miraron sin dar crédito a lo que oían;pero al ver que el mozo .les libraba de los grillos

del Hijodie

sus pies, cayeron de rodillas besando el blanco hábitoMaría Santísima dé la Merced

Al día siguiente 150 cautivos salían del puerto bajo la custo-

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feroz odio musulmán convertían en bestias de carga, peor trata-dos que los mismos animales a quienes por interés propio secuida y alimenta, veíanse un pobre anciano y un niño de doce acatorce años, cuyos movimientos torpes y cansados encendían laira y hacian restallar el -látigo de sus crueles verdugos.

Hubo un momento en que el anciano falto de fuerzas soltó elazadón que sus manos apenas podían sostener y sus piernas sedoblaron dando con su cuerpo en tierra.

—¡ Ah! perro marrullero y gandul !rugió el mozo que cerca deellos vigilaba, levantando su látigo amenazador que silvó en elaire de un modo siniestro. ¿Crees que es hora de dormir? ¡Arriba,o por el Profeta te juro que he de hacer un zurriago con las tirasde tu pellejo maldito!

El niño lanzó un grifo al ver caer el látigo sobre la blancacabeza del pobre anciano y se puso delante para recibir el golpea tiempo que, y como surgiendo de la misma tierra una blancafigura se apareció ante -ellos deteniendo en el aire el látigo ame-nazadór.

—¿Por qué maltratas a este anciano y a este niño? dijo el apa-recicló. cuya hermosa figura más que de hombre parecía de un sercelestial envuelto en blanquísimo ropaje que los rayos del . solhacían resplandecer. ¡Mal empleas tu fuerza y arrogancia contraseres tan débiles!

—¡Que trabajen! dijo el mozo con dureza. ¿Crees tú acaso quevoy a > mantener gandules?

—poco trabajo pueden hacer a juzgar por su aspecto... dijode la :blanca vestidtra dulcemente... ¿quieres que hagamos untrato? :déjalos descansar y yo haré el trabajo de los dos.• dijo el mozo mirándole de alto a bajo, tu tienes trazas de

ser upo de esos que compran los cautivos para llevarlos a lapatria ¿vienes tal vez a comprar a éstos?

—Hoy no, mañana tal vez.., tienes razón, soy Hijo de la Mer-ced; pero hoy sólo pido hacer el trabajo de esos infelices.

—¿De los dos?—IX de otros diez si quieres.El mozo miró con asombro al Mercedario, preguntándole:----¿Cómo te llamas?—Juan de Riaño.—Y dices, Juan de Riaño, que te comprometes a hacer el tra-

bajo de doce hombres? ¡será curioso de ver!—¿Por qué no?—Es que si no lo haces, mañana les doblo a ellos el trabajo

y si no lo hacen pagarán con su cuerpo.

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Al Monte de la MirraCAPÍTULO SEGUNDO

Declárase que sea este declinar el día

que precede a la noche del alma.

UCITA.S razones justifican la distinción entre este decli-nar el dia . y sobrevenir la noche del espíritu quelleva a la uniónAel alma con Dids, y, entre otraj,tres principalisimas.. La primera es por parte, del

término de donde _el . ánima viene a advertir este obscurecer, y estoen dos maneras: por el mutuo influjo (lela porción' racional enla sensitiva, y al contrario. Lo cual es aquí, así como el principiode la fe y los motivos de credibilidad, mediante el cual insensi--.blemente sentimos amortiguarse todos los apetitos- de las poten-cias y sentidos, que es irnos entrando en la noche obscura vien-do sin ver nada, lo cual obra la gracia ennosotros, sin nosotros..

La segunda es por parte del medio pör donde ha de .tender 'elalma a esta purísima y estrecha unión, qué es la fe, que es- subs-tancia de las cosas que han de esperarse en esta salida, y argu-mento de las cosas que no aparecen al tiempo de entrar en lanoche de los misterios divinos, porque según San Agustín aunqueincomprensibles a nuestro espíritu, se hacen por la fe más cier-tos que todo lo que vernos en la más copiosa luz del mediodía.

La última razón es por parte del término a que se dirige elalma, que es Dios al cual únicamente se puede llegar por amoradhesivo, bien que intensísimo e inefable, pues por habitar aquelSeñor . en una luz innacesible y ser incomprensible bondad, exce-de a todo encarecimiento y a toda comprensión: POrIodo lo cualha de pasar el alma.al declinar el día y sobrevenir las sombrasde la noche en que ha de Unirse al Amado por misteriosa ín-tima y por dulcísima e inefable introversión.

Lo cual se ve claro en aquel lugar del santo Evangelio en quetanto resplance la misericordiosa bondad del Señor, cuando pues-

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dia de Juan de Riaño, desembarcando. en Barcelona entre los ví-tores y aclamaciones de la muchedumbre que se agolpaba pararecibir, quienes a los padres, hijos o , esposos... otros sólo por lacuriosidad de ver y admirar aquel cuadro hermosísimo de caridadcristiana. -

El abuelo y mieto que hemos visto ya por dos. veces, fueronrecibidos por los brazos amantes de una pobre mujer que se des-hacia.en torrentes de lagrimas de la 2legTia.

Era la hija del anciano y madre del niño, a los que habíacreído muertos en las mazmorras de Argel, y a los que, como atantos y tantos otros, devolvían - los Redentores Mercedarios,alegría y sostén, todos los amores (le su vida y las esperanzas deSU porvenir.

JULIA G. HERREROS.

Terciaria de La Merced.

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Fl San .Pedro ?irmengolPedro Armengol, prodigio de la gracia

de la Virgen sin mancha, regaladoflor fragante de la Orden Mercedariaal jardín de los cielos trasplantado.

Permite que mis labios hoy te ensalcenque yo pregone tu virtud sublime,tu caridad ardiente é inefablecon el cautivo que tu amor redime.

Que yo acierte a llorar mi vida impíacomo tú, santo mío, la llorabas,que yo sepa vivir siempre en Maria,cual tú, que entre Sus brazos descansabas.

¡Oh, qué dulce ha de ser esta existenciaen brazos de María Inmaculada!¡Quien me diera trocar toda mi ciencia,por esta vida oculta e ignorada!

Guíame de tu mano salvadora,sy haz que en este destierro tenebrosocomo tú, sieMpre gima por la horade arribar al descanso venturoso.

. SOR MARGARITA M.Mercedaria del Colegio de Bérrlz.,

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to el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedadesse los traían, y El poniendo las manos sobre cada uno • de elloslos sanaba. Y aún de noche cerca de la primera luz del alba seretiró a un lugar desierto, y las gentes le buscaban y fueronhasta donde El estaba y le detenían para que no se apartase deellos. (Luc. IV, 40y 42).

En este declinar el día y esconderse el sol, después de quelas gentes habían admirado los milagros del Señor, se significanlos motivos de credibilidad; y el aparecer las tinieblas, la obscu-ridad de la fe en la que encubre Dios su majestad y su gloria,para sanarlas de todas las enfermedades, que son los defectos asíintelectivos como afectivos, en sombras caliginosas de contempla-ción verdadera que es luz de fe, por la imposición da sus manos

• que es la operación deificante. Y cuando ya empiezan a ver ygustar cuan suave es el Señor, desaparece de sus ojos, para que lebusquen en la noche, y después de hallarle no le abandonenjamás; que si bien estas finezas se advierten aun en estado devia, pero no serán saciados en el arroyo-de sus delicias suaví-simas hasta llegar al término.

Pero aun se declara esto mejor en lo que •sucedió a aquellosdiscípulos que iban a Emmaús que mientras caminaban conver-sando se les acercó Jesús y les acompañaba, pero ellos no le co-nocían porque algo impedía que sus ojos le conociesen. Y lespreguntó la causa de su aflicción diciendo:—¿Qué conversación.es esa que llevais de camino, y por qué estais tristes? A lo querespondieron admirados:. ¿Tan extraño eres en Jerusalém que nosepas lo que allí usaba de pasar estos días?—Qué sucedió? lesdijo.—No oiste hablar, dijeron los discípulos, de Jesús Nazarenoque era un profeta. poderoso en obras y palabras delante de Diosy de todo el pueblo? ¿No . sabes que los sacerdotes y nuestros prín-cipes le han condenado y crucificado? Nosotros esperähamos queEl mismo era el que debía libertar a Israel. No obstante, es hoyel tercer día, después que estas cosas han sucedido. Es verdad •que algunas mujeres que son de los nuestros nos han llenado deasombro. Han estado aun de noche, antes del amanecer en elsepulcro. No encontraron allí el cuerpo, pero afirman que vierona unos ángeles venidos a decirles que está vivo. Algunos de losnuestros fueron enseguida al sepulcro y lo hallaron todo comolas mujeres habían dicho, pero a El no le vieron.

¡Oh ciegos!, repuso el Peregrino ¡corazones tardos en creeren las palabras de los Profetas! ¿No era preciso que esto padecieseCristo antes de entrar en su gloria? Y abriendo las Escrituras,empezando desde Moisés y los Profetas les declaró cuanto a El

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mismo se refería. Y llegados al castillo a donde iban, aparentó Elquerer ir más lejos, pero le instaron vivamente a que se quedasecon ellos, invitándole con estas palabras: Quédate con nosotros,Porque se hace tarde y ya declina el día.—Y entró para quedarsecon ellos, y como estuviesen a la Mesa reposando, tómó un pocode pan, lo bendijo y después de partirlo se lo dió. Y al punto seabrieron sus ojos y le conocieron, pero en aquel mismo momentod esapareció de su vista. Y se decían entre sí: ¿No estaba nuestrocorazón enteramente abrasado, cuando nos hablaba en el caminoy nos declaraba las Escrituras? Y levantándose en aquel mismoinstante, volvieron a Jerusalén? y hallaron congregados a losonce, y a los que estaban con ellos, y fueron recibidos con estaexclamación: El Señor verdaderamente ha resucitado y se apare-ció a Pedro. Y los discípulos contaban lo que les había aconteci-do en el camino y comó le conocieron . en el partir del pan. Yestando hablando estas cosas de pronto se aparece el Señor .enmedio de ellos y con blandas palabras les dice: La paz sea convosotros. No temais, soy Yo. Pero ellos embargados de asombro,de duda, de gozo y de pena creían ver a un espíritu. Y El conmansedumbre les reconvino diciendo: ¿Por qué os turbais? ¿QuéPensamientos dominan vuestros corazones? Ved mis manos y misPies y que soy Yo realmente. Tocad y ved. Un espíritu no tienecarne ni huesos como veis que yo los tengo. Y les mostró susPies y sus manos, y ellos extasiados de gozo no acababan .deCreer. Entonces les dijo: ¡,Teneis aquí algo que comer? Y le ofre-cieron parte de un pez asado y de un panal de miel y comiódelante de ellos. Luego tornando lo que sobraba se lo diö dicien-do: Estas son las palabras que os decía cuando todavía me halla-ba entre vosotros. Os he dicho que, todo lo que acerca de míestá escrito, era necesario se cumpliera. Y les iluminó el enten-dimiento para que entendiesen las Escrituras. (Luc. XXIV,13-45).

En todo lo cual advertimos que el término por donde losdiscípulos vinieron a notar que obscurecía y se acercaba la nochefué efecto natural el cual se les hacía muy más sensible por elagrado que recibían de la afable conversación del Señor, que aquíequivale a la gracia preveMente que dispone nuestras almas condulce amor de indefinible esperanza para el principio de la fe, lacual cesará Con la visión beatífica. Este es como el primer actomediante el cual advertimos que se hace tarde y declina el díacuando amorosamente le recibimos y estrecharnos a entrar.Porque sustentada y alimeiatada la porción superior del alma conlas intelectuales y afectivas aprehensiones que cruzan por ella

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llega a deducir que el Señor finje ir más lejos y entonces le im-pulsa a entrar viendo que declina el día y se acerca la 'noche erque antes no reparaba. Lo segundo dícese allí que iban por ecamino hablando de las cosas que esperaban, y el argumento desu conversación versaba sobre cosas que sensiblemente no semanifestaban entonces, porquie velaba el Señor los ojos de ellospara que insensiblemente se despojasen de los objetos de los sen-tidos induciéndoles poco a poco a creer en las palabras quehablaron les Profetas, que por estar muy lejos de la revelaciónque de ellas les hizo el Señor no caían bajo los sentidos..

Mas en declararles las Escrituras, les avivó la fe y -afianzó laesperanza; y fingiendo ir más lejos, les abrasó en las llamas deun encendidísimo amor. Entonces advirtieron que declinaba eldía y se aproximaba la noche, y temiendo separarse de aqueldesconocido que les comunicaba tan sütils carísimas le invitana entrar con aquellas regaladas palabras: Quédate con nosotrosque es ya farde y declina el día. Y el Señor entra „ y reposa conellos y se les comunica con tanta intimidad que abriéndose susojos le vén como es, y le conocen en el partir del pan. Y entomices transformados en El por el suavísimo amor que enendiósus corazones mientras les acompañaba en el camino, notan yaantes del término, que" desaparece de suS ojos, y vénse de llenoen la gran noche de los misterios divinos, durante la cual caminan desde aquella hora, hasta que plenamente. pasadas las purifi:caciones del sentido se les manifiesta del modo más inefable sinvelos ni figuras y les da su paz bienaventurada, y pasando lanoche con ellos les enseña sus pies y sus manos .traspasadosentreabre su timiea y les permite ver la llaga de su purísimccostado. Siéntase a la mesa y come con ellos, les 'dirige las másdulces y tiernas palabras, y explica en las Escrituras cuanto a Else refiere. Aleja gradualmente la duda, el asombró y pavor desus almas y sustituye en ellas el gozo, el amor y la admiracióncon estrecha familiaridad. La g renueva, porque no es ya una aparición rápida como otras, sino una larga y dulce vigilio que Elpasa en la noche del espíritu con las almas, y menos solemnequizá que la primera, pero más larga y más 'íntima de lo quese cree.

FR. AMERIO S. BLANCO.

(Continuará)

1

4.1

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UN DIMMS LN E.L SIGLO XIII

o

RA al caer de la tarde: El sol se retiraba hacia Aloocaso, creo que un tanto disgustado; nó porquelas nubes le hubieran impedido derramar susrayos benéficos sobre la tierra, cubriendo susresplandores y hermosuras, sinó precisamentepor lo contrario: porque se habían alejado, de-

_ jando el cielo limpio como el alma ( l e un justo)1I no le habían ocultado con tupido velo, puesles vino en talante marcharse de ronda a otraparte, y así tuvo que contemplar edil toda su

desnudez yo . no sé qué de cosas, que unos pobres diablos habíanhecho impunemente entre las solitarias y abruptas montañas delos Pirineos; por 'cierto, que para poner de tan mal humor al as-tro del día, debían de ser bastante malucas las cosas que vió enaquel día, pues es un señor que no se espanta por una quisicosa:¡es tan viejo y tiene visto tanto!... Pero el caso es que sí; que ibade mal humor, y rodeado él de unos resplandores grises queapenas ya.daban luz. Aún estaba sobre el horizonte, más ¡ay! losmencionados diablelos, que. le habían puesto con humor de pe-rros, seguían haciendo de las suyas; y no pudo resistir más,apretó el paso, ,y a los pocos momentos se escondía allá detrás deuna elevada cumbre. La luna, no sé si por influencia telepática,'Sí por otro „medio llegó a comprender la causa del mal humor delsol, tampoco se atrevió a presentar su cara boba hasta las cuatrode la mañana; así, que las montañas pirenäicas quedaron sumi-

LEYENDAS

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das en densísimas tinieblas: algún indeciso resplandor emitíanlas temblorosas y titilantes estrellas, pero sólo servían para hacermás espantosa la noche entre aquellas escarpadas montañas. Ho-rripilaba estar allí aún al más valiente. Cada roca era un fantas-ma, cada peñasco un e,ndriago, y no se veían más que horriblesdragones, espantosas esfinges ' de infinidad de tamaños y formas,descomunales paquidermos, reptiles de infinita largura... Su in-movilidad silenciosa helaba la sangre.

Lector: ¿te atreverías a dar una. vueltecita por entre esas agres-tes montañas a semejante hora? ¡Oh! sólo la idea te espanta; sien-

to que tu corazón se resiste, yasí te veo encojer de hombros,torcer la cabeza con un signode negación, diciendo además«qué pitos voy a tocar a esashoras por esos andurriales sinutilidad alguna? ¡Oh sí; nos es-tamos mejor en nuestracasita»:.'.Eso está mal; eso es propio degente sin valor y sin pizca desangre caliente y roja. Por in-creíble que te parezca, yo soymás fuerte que todo eso, soy másvaliente. ¡Anda! yo me dispon-go a llevarte por aquel dédalo yservirte de ciUrone en todo loque sea necesario, ya para queno te rompas el bautismo, ya pa-ra darte completa explicación detodas las cosas que veamos ennuestra excursión pirenäico-noc-turna. ¡Ea, amigo; ánimo y va-7mos allá!

En efecto, nos encontramos ya entre dos montañas de losPirineos, en una de esas noches obscuras, con un cielo limpio,sin nubes, pero que está cubierto con una finísima nieblecina,que oculta más de la mitad del tenue resplandor de las estrellas,por lo que en la hondonada en que nos encontramos no se ve.casi nada; subamos a tientas, aunque sea con trabajo, a la cum-bre de alguna de las montañas • a ver si divisamos un faro adonde dirigirnos, porque aquí no podemos permanecer por mástiempo; tanta obscuridad a mí mismo me da miedo... ¡Gracias aDios! carillo me costó, pero ya nos hallamos en la cumbre de

San Pedro Armengol(Su fiesta el 27 de Abril).

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asad

una elevada montaña, después de haber trepado por su empinadaladera... ¡Hola! ¿Véis allá a lo lejos? ¡una luz! ténue, indecisa,pero no importa, es una luz; allá vamos, pues allí- debe haberpersonas, que acaso sean hospitalarias, y por caridad nos recibi-rán en su casa, o tienda, o lo que sea; aquí no nos hallamos nadabien; a lo mejor sale un furioso lobo • de una de esas horriblescavernas y nos traga. Pero ¡ay! si acaso vive allí gente que seapeor que los lobos de estas agrestes montañas, como es muy pro-bable, ¡,qué será de nosotros! ¿No tiemblas de miedo? ¡,No te sien-tes electrizado?. Nó tienes el corazón palpitando con fuerza, enco-jido como un cafiamón por el miedo?... ¡Oh! sí, te lo conozco;vuélvete pues a casita; creo que sabrás el camino; vilélvete cuanto antes, y no te lastimes en los pedruscos de la montaña; yo irésolo a donde está aquella luz, porque me huele que allí debe ha-ber algo gordo; y la vuelta, si vuelvo, ya te contaré todo lo quehaya visto.

***

¡Hola, amigo!... ¿Holgando en casita, cuidado a cuerpo derey, sin trabajos ni penas, y yo por esos mundos de Dios a lasaltas horas de la noche, lleno de hazares, sólo por tener. que

- contarte algo que te entretenga .un rato? Verdaderamente que ereslisto... ¿Has llegado con felicidad de los Pirineos? ¡Parece quetienes todos tus huesos sanos, de lo cual me alegro infinito. Puesamigo de Dios, yo a la luz aquélla dirigí mis pasos como te lohabía prometido, y todo lo que he visto, ahora te lo Voy a contar.Benevolencia y atención.

Lo he visto todo: cómo me arreglé para ello te debe tener sin,cuidado. Pero antes de empezar mi narración, debo advertir quenos hemos trasladado al siglo mil, cuando los aventureros, hol-gazanes, descamisados y perseguidos por sus crímenes, se refu-giaban entre los peñascos de las montañas, y sierras salvajes,despojando a los pacíficos viajeros, infestando todos los caminos,haciendo imposible el comercio entre unos pueblos con otros ycubriendo los alrededores de las montañas, donde se hacían fuer-tes, de espanto, crímenes y horrores.

Aquella noche, pues, los bandoleros tenían una gran hogueracerca de la tienda de campaña, de troncos de árboles, y losentendidos dirigían las manipulaciones culinarias para la cena.Allí se veían dos enormes ollas, montadas sobre piedras, debajode las cuales ardían gruesas raíces. Un hombre de buena muscu-

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latura, con los brazos remangados, de vez en cuando levantabala tapadera de una olla y con un cucharón revolvía; sus interio-res se podían colegir por el olorcillo que exhalaba. -Corderos, ca-britos, trozos d e . jamón, en fin, algo de todo lo que habían roba-do aquella tarde a una caravana que se dirigía a Francia con nittisde ocho acémilas cargadas de mercancías. En la otra. olla, quetambién abría aquel hombre, y revolvía de vez en cuando, habíalos mismos elementos que en la primera: quiere decir que la cenaestaría poco variada, pero abundante. ¿Pan?... más de cuatro sa-cos llenos estaban en la tienda «dormitorio». ¿Vino? ¡Oh, el vino!..El vinillo, tan amado del. Canastos ¡había de faltar? ¡Voto al chá-piro!, diría él, que no cenaría ni un bocado, sinó estuviera eltrago a discrección.

En fin, nada faltaba; sólo había que esperar que la cena estu-viese a punto.

Entre tanto, los bandoleros compartían amigablemente entresi en cuadrillas de cinco y seis; el motivo de las conversacioneseran las aventuras de aquella tarde, los peligros en que se habíanvisto, la buena suerte. que les había cabido oi-f la caravana quepasaba para Francia, etc... Pero en un grupo de más de nuevehombres se notaba extraordinaria animación. Las llamas de lahoguera, atizadas de vez en cuando por el cocinero, reververabanen los rostros de los nueve qne no se hallaban muy lejos, y sedivisaban con bastante claridad. El crimen se veía grabado concaracteres indelebles en sus rostros, curtidos por las inclemenciasde las estaciones y por los trabajos d'e una vida azarosa y vaga-bunda'. Uno de ellos se distinguía de los demás, por no sé quénobleza atávica, pero también cierto terrorífico despecho, y mira-da feroz: aquel hombre parecía un desesperado. Además . por eltraje aristocrático y por el respeto con que la mayor parte le tra-taban, se deducía que era el capitán: Y digo que la mayor partele trataban con respeto y miramiento y no todos; porque bueno-estaba Canastos para tratar con miramientos al- mismo que leengendró; él tenía que tratar a todos por igual y siempre con bufo-nadas, y el que no lo quisiera así que lo dejara. Pero escuchemoslo que entre aquellos hombres se decía, y luego saldremos de laduda de quién era aquel hombre que deseamos conocer.

—¡Por diez pares de demonios, seiiör Capitán, que se ha por-tado esta tarde bravamente!

—Siempre adulador, Canastos. ¡Vaya un lucimiento el deesta tarde ! .., respondió aquel hombre .de aspecto noble, pero deexpresión feroz, dándose por aludido.

--¡Dice V. que adulador en ésto? ¡Voto a tal! que tardes como

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e

éstas se pescan pocas. Es cierto que a cuatro tuvimos que man-darlos al otro barrio; pero bien merecía la pena eso y más losdespojos que dejaron. ¡Por Baco! y qué traguillos nos vamos aechar al coleto esta noche.

—¡011.! el traguillo, eso es lo único que te preocupa! ¡Siem-pre con el bagual° a vueltas!

—¡Pardiez! ¡cómo no? ¡Quiere V. que viva alegre en esta vidaarrastrada que llevo, sin tener el trago ad libitum. ¡Oh!, se-ñor Capitán, acuérdese de aquello de: Vinum letificat cop homi-nis, y comprenderá mi modo de ser.

— ¡Tú también sabes latín, Canastos?— ¡Latín, dice su merced con admiración? ¡Por Satanás! que

-es atrasado mi Capitán. Yo conozco todas las lenguas del mundoy algunas más en cuanto se relacionan con la salutífera plantade Noé.

El vino es la alegría del corazón del hombre, y como Canas-tos es hombre, mutatis mutandis, también alegra el corazón deCanastos. •

—Si la corte infernal quisiera hacerte competencia en bella-co, perdería la partida de seguro.

—Y- cuando el vinillo me ha calentado los cascos hablo enHebreo como un papagayo.

—¡La verdad pura!... De eso soy yo testigo en más de unaocasión—dijo uno de los presentes—mientras los otros se reían -a mandíbula batiente.

En aquel momento el hércules que hacía la cena, con voz detrueno, cuyo eco repitieron los periascos vecinos, llamó .a todoslos que allí estaban, diciendo:

-. ¡Gente honrada, a cenar tocan! y al mismo tiempo con uncucharón dió un toque en la • tapadera de nna olla. Era la cam-pana de la - comunidad. Voz más dulce que la 'de aquel hombre,ni más bien timbrada (fue la de aquella campana, no .1a podíanoir aquellas gentes santas. Con edificante puntualidad, dejandolas respectivas conversaciones sin concluir, acudieron todos entropel a la puerta de la tienda, donde tenían los enseres de suoficio, menos los caballos que estaban en otra contigua. Una vezreunidos, el Capitán pasó lista: no faltaba uno solo. Entonces dióórdenes de la manera siguiente:

—Jaime Santurce y Sancho Navarro, mientras los demáscenamos, se quedarán en los alrededores de la tienda bien arma-dos; y si hay algo, al momento dan la voz de alerta. Los aludidosse encogieron de hombros, y sin la menor réplica después de ar-marse de buenas espadas y ballestas, se marcharon por aquellos

mu

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escarpados montes, pero sin alejarse mucho; los demás entraronen la tienda, y se . dispusieron alrededor de una enorme • mesa demal labrada madera, sentándose en divanes de piedra. Entre cua-tro llevaron las ollas de junto al fuego; se repartieron por todala mesa unas cinco o seis fuentes de barro, y en ellas se desalojólo de las dos ollas con unos gárfios de hierro, y enseguida se hi-cieron tajadas que nada tenían de pequeñas, y se sembró la mesade rebanadas de pan. Terminada esta operación,. los 28 bandole-ros empezaron aquella función gästrico-nocturna con muy buenapetito y con pocas ganas de perder tiempo en inútiles charlas;el mismo Canastos guardaba un edificante silencio, que bastantedecir es; de modo que en la primera embestida no se oía ms queel ya suave ya fuerte siseo de 28 bocas hambrientas; una, descar-nando un jamón de cabrito, otro, haciéndole el examen amatá-mico a medio capón; otro, haciéndole la auptosia a un conejomontés, el sic de eoeteris Pr fin, el pobre Canastos, que le estabadando formidables mordiscos a un enorme prisma de jamón, yano veía con la sed; porque ¡claro! ¡estaba tan salado! Y en con-secuencia se resolvió a romper el silencio, pues nadie decía, nivino va...

— ¡Voto a Baco! dijo, si no va esto por la vía seca!...— Qué te pasa, Canastos?

Que 'no puedo resistir más, señor Capitán; esas .botas de.Dios, que están durmiendo el sueño de los justos, despertarlaspara que vengan a consolar a estos pecadores.

--¡Qué vengan pues!—¡Oh! Dios le dé mucha salud, señor Capitán, para que nos

guíe y dirija por muchos años, pues en su servicio nunca nosfaltó con qué consolar nuestros estómagos cuando se vieron .muynecesitados de consuelo.

—No es gran - cosa la que me deseas, Canastos, .pero en fin,hágase lo que tú dices... e

—Casi tiene razón, mi señor :Capitán, que no es gran cosa loque le deseo; porque esta vida que llevarnos nies dichosa ni san-ta... Pero en fin, dejémonos de escrúpulos monjiles y ¡por Barra-bás! a ver cuando llega esa bota, porque este jamón está infernal... .

A esto, cuatro descomunales botas se paseaban alrededor dela mesa de mano en mano, a las que .aquellos hombres sombríos,cual voraces vampiros chupaban las entrañas poco a poco y mu-cho a mucho. Por fin le tocó la vez a Canastos, y no parándoseen brindar, ni en hacerle un pobre requiebro o caricia, ni siquie-ra en echar un voló, restregó únicamente la punta del canutopor donde salía el salutífero licor, por estar de la boca del vecine,

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y poniendo sus ojos de hito en . hito en uno de los candiles queestaba colgado en lo alto, empezó a trasladar el dulce néciar dela uva de un pellejo a otro, con un deleite y fruición indefinibles.La cosa ya iba larga; tanto miraba al candil, que parecía quequería hipnotizarse. Por fin 'el Capitán le dice:

—¡Canastos! ¿Eres astrólogo también? ¡Voto a!,.. Tu vas aver las estrellas sin salir de la tienda.

—1Por cien pares de diablos!—que la engulle con pellejo ytodo—gritó otro alarmado.

—Canastos de Satanás, que nos dejas a buenas noches; quenos dejas sin aceite; y luego, apaga y vámonos.

Tantos requirimientos le hicieron, que por fin separó suslabios ya consolados del dulce objeto de todas sus caricias y ter-nuras. Y luego empezó diciendo satisfecho:

—¡Cuerpo de tal!, y qué . talento tenía el que inventó elvinillo.

Con este y otros incidentes no menos importantes, se pasóla cena, que duró hasta las doce de la- noche; sin embargo noquiero dejar de apuntar que Canast2s al .último, .parlaba elHebreo por los codos.

Los dos que estuvieron de centinela mientras los otros cena-ban, fueron relevados, para que también ellos pudieran cenar.Por fin, illicia medianoche, todos se • acostaron en sus rústicoscatres; pero armados y dispuestos a entrar en comhate a la me-nor voz del silbato del centinela.

Al día siguiente, cuando ya los dorados rayos del sol ilumi-naban las cimas de las más elevadas montañas, los bandolero3aún estaban .acostados; algunos ya despiertos, vagueando - con lavista por el espacio, sin pensar en nada; otros aún en semivigiliarestregándose los ojos; otros aún roncando como bajo de banda,y otros durmiando en silencio corno bienaventurados, sin penasni cuidados, de los cuales uno era Canastos: tanto miró para eltecho de la tienda la noche anterior, que estaba medio atolon-drado. Más he aquí que una pitada del silbato de uno de loscentinelas les vino a turbar esta quietud y pacífico silencio. Selevantaron todos más listos que liebres, espantados por el ladridode un podenco; con grandísima ligereza se calan todos el arnés,se arman de lanzas, sacan los caballos , ensillados de la tiendacoi-nigua, montan y marchan con gran concierto por el montearriba a las órdenes del Capitán, que iba a retaguardia. El quehabía dado la voz de alarma les 'sale al encuentro y dice alCapitán: • .

—Señor, desde la cima de aquella montaña he podido divi-

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maldito!—volvió a rugir el Capitán—y ahoramismo daos presos, sino .perdeis la vida. •

—A sus órdenes, señor ladrón; puede hacer de • nosotros loque le venga en voluntad, no haremos la menor resistencia, dijoel viajero con la. más estóica indiferencia, que no dejó de admirarsobremanera a todos los bandoleros y aún al mismo Capitán..

—Cuerpos de tal, decía Canastos, y qué hombres éstes mássingulares. Ea amiguitos hagan el favor de poner esas manosjuntas, porgne queremos. asegurarles, no sea que teniéndolaslibres, sé les antoje hacernos algún desaguisado.

Obedecieron los aludidos, y al momento les ataron las manoscon unas finas cadenillas, que ni el mismo Sansón seria capaz deromper. Así que los tuvieron a todos bien sujetos, empezó elsaqueo. Lo que en las acémilas iba era de lo que más apetecían:bastimentes de los más necesarios, para una semana, amén demil florines de oro. Aquellos hombres, aunque experimentados ylistos, esta vez se perdieron por tontos; pues sin reflexionar ysin contar con la huéspeda, bajaron de los &llanos Más de 14con grande algazara y brincos de alegría; se ceban en su presacomo el pobre besugo en el cebo sin fijarse en el anzuelo; puescuando más 'descuidados estaban, dan en éllos . unos 100 solda-dos', muchos • de lös cuales eran de a caballo que, sinó hubieranestado el Capitán y algunos sus más valientes bandidos arma-'dos de punta en blanco, no se hubiera salvado ni uno solo.Algunos pudieron escurrirse y guarecerse como zorras entre es-condrijos solo de éllos conocidos; otros fueron maniatados, yotros sucumbieron a los formidables mandobles que les atizabanlos bravos soldados de D. Jaime I de Aragón, llamado el Con-quistador. Del mismo Canastos dice la historia, que hallándosehaciendo una caricia a una bota que había pillado, con una ter-nura infinita, tal mandoble le dieron en el hombro derecho quecayó derribado en tierra, gritando como un desesperado—'Votoa mil demonios, sinó se han desplomado los Pirineos sobre mí!

Sin embargo, los que estaban a caballo, que serían unosdieciseis, entre los cuales se hallaba el joven Capitán, se'hicieronfuertes y sostuvieron ruda batalla. Mas, después de derribar unosdiez soldados, tuvieron que ceder al número; pero antes de en-,tregarse, el Capitán retó a singular combate al Capitán del Rey,el cual aceptó el reto; en consecuencia se bajaron de sus caballos,desenvainan las espadas y se disponen lös dos a, vencer o a servencidos. El Capitán del Rey dando un formidable grito-, des-cuelga un descomunal tajo a su contrarió, que si ,con singularmaestría no hurtara el cuerpo, le hubiera hecho polvo. Pero

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sar distintamente un grupo de hombres a caballo, avanzandohasta este sitio con gran concierto: temí que fuesen soldados delRey, 4ue nos busquen para . hacer justicia con nosotros, y poreso he dado el toque de alarma; ahora vea su merced lo que con-viene hacer.

—De modo que ahora ya estarán cerca—dijo el Capitán—yse podrán conocer si son soldados del Rey.

—Creo que desde la montaña ya no sería difícil. Entonces elCapitán con voz de trueno, dijo:

—Marmolejo, Ircio, Casquete 'y Navarrete, vayan sin detener-se un punto a la cumbre de aquella montaña, que está hácia elSur; desde allí os enterais de quienes son- esas gentes y al 'mo-mento dais aviso.

Los aludidos, sin la menor réplica, se dirigen a donde lesordena su Capitán a todo galope. Entonces volviéndose el capitánal corredor de campo, le preguntó:

- cuántos serían poco más o menos los hombres quevenían?

—Señor, no creo que pasaran- de diez.—Poca cosa; si nó son más, no hay que temer.El aviso de los exploradores, no se hizo esperar. A los pocos

instantes de haber partido, se oye una pitada especial, que lejosde alarmar a !os que esperahan su aviso, hunden las espuelas enlos hijares de los caballos, los qué como acostumbraps a aque-llos suelos, trepan con ligereza por la falda de la montaña yal momento ganan la cima. Allí estaban esperándoles los cuatroexploradores, y dice uno por todos:

—Oh, Sr. Capitán, que ya hemos ganado el día. ¿,Vé allá, poraquel valle cuatro acémilas como cuatro soles, cargadas de ricasmercaderías, y acompañándolas cuatro miserables malandrines,que en cuanto nos vean, que me lleve el diablo si chistan? Lossoldados que había visto el otro, voto a tal, si no eran duendes.

--Ea, amigos, a ellos; no dejarlos escapar, sinó prenderlossin herirles.

- Al poco tiempo la partida estaba junto a las acémilas, Tuyoscargamentos codiciaban.

- Alto ahí.—Grita el Capitán con bronca .y formidable voz.—Esas acémilas son nuestras!

--¡,Ah, sí? ¿Son sus mercedes por lo ,visto de esas gentessantas,. que hacen vida 'anacorética. en estas escarpadas y desier-tas cordilleras profesando hacer obras de misericordia?—dijo unode los detenidos sin inmutarse en lo más mínimo—mientras losdemás se sonreían socarronamente.

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¡Ay!... ¡Aquella voz!.., le hizo polvo el corazón; y el Capitán deaventureros cae de rodillas como herido por un rayo a los piesde su adversario.., diciéndole con una voz que conmovió a aque-llos rudos corazones:

—¡Ah, señor padre, adiós!... ¡Oh y qué desgraciado soy...tomad padre mío, tomad mi espada y con ella, atravesadme departe a parte;,.. y al mismo tiempo por la reja de la visera seveían correr gruesas lágrimas de .sus ojos. D. Arnaldo Armen-gol, de la familia de los Condes de Urgel, al ver de aquella guisaa su querido hijo, que era el baldón de su familia, le cayó laespada de las manos, se tambaleó todo su cuerpo y estuvo apunto de caer sin sentido; le cogieron dos soldados sostenién-dole un buen rato, hasta que repuesto un tanto vuelve_ a mirar asu hijo, que permanecia arrodillado en tierra, sollozando, derra-mando abundantísimas lágrimas, y con el corazón partido por eldolor y el arrepentimiento de sus pasados crímines. Entonces

. conmovidas las paternales entrañas de D. Arnaldo, parodiandoal padre del Hijo Pródigo, tiende amoroso los brazos a aquelhijo que por su arrepentimiento se volvía a hacer acreedor a sucariño, y con dulce emoción y. ternura le dice:

—¡Levanta, hijo mío, levanta y ven - a mis brazos!—¡Padre, replica el ya ex-capitán de bandoleros, no soy

digno!...—No te detengas, hijo, y ven -a mis brazos.Entonces, obediente el mancebo, se levanta y se precipita en

los brazos de su padre; aquellos dos corazones que debiendo estarsiempre unidos habían estado separados por largo tiempo, vuel-ven a unirse para no separarse jamás.

.Los soldados al ver aquel espectáculo tan _conmovedor; a dosenemigos cubiertos de hierro abrazándose tan tiernamente, esta-ban estupefactos, y los bandidos que no habían podido tomar lasde Villadiego, no digo yo si veían visiones, sobre todo al saberque el Capitán de D. Jaime era el padre de su esforzado caudillo.

—¡Cuerpo de tal, decía Canastos; no parece sinó que soy unchiquillo!

¡A mis años y con estos lagrimones 'en los ojos!—Pero tam-bién digo, que me cuelguen de un pino, si nó es la escena másconmovedora que he visto en mis días.

—Anda, maldito, le dijo un soldado que le tenía engarrafa-do, voto al Chápíro si tardarás mucho en verte colgado de unptno, y entonces sí que estarás conmovido.

La voz de D. Arnaldo soinó en aquellas escarpadas y agrestesmontañas llamando a todos sus soldados, que aún andaban a

u.

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pesca de bandidos; luego que estuvieron todos presentes, lespreguntó si los habían podido coger a todos, a lo cual contes-tó uno:

—Señor, si hubiéramos traído hurones y buenos lebreles,no sería difícil la tarea, pero desprovistos de tales medios, noes posible.

Pues prosigamos nuestro camino.Y D. Arnaldo con su hijo al lado, abatido y silencioso, y con

su gente, prosiguió la empresa de limpiar los Pirineos de saltea-dores, para que con Seguridad pudiese pasar de Valencia a Mont-peller D. Jaime el Conquistador, con toda su corte.

Aquel día había amanecido espléndido. Allá lejos, de las en-trañas del Mediterráneo, brotaba el astro que da vida a la Na-turaleza. Efluvios de resplandores derramaba el sol sobre la g ale-gres playas de Barcelona, y el Oriente se teñía con todos los ma-tices del iris. La quieta superficie del mar, ligeramente rizadapor la embriagadora brisa, parecía la polícroma piel- de un in-menso cetáceo. A media mañana salió de Barcelona un bergantín,cuyos tripulantes 'fueron cordialmente despedidos por los quequedaban. La brisa hinchó las velas, y la proa del navío, hen-diendo con suavidad la clara linfa, se fué alejando; la ciudad deBarcelona les parecía cada vez más pequeña_ a los navegantes, yel panorama que presentaba la mar extensa, jalonada de lejanasriberas, que luego iban a desapareeer a sus ojos, cada vez másgrandioso. Por fin, la costa de Levante 'se les ocultó detrás de lalínea que une el cielo con el mar, y no quedó a su vista más queel azul del Firmamento y el azul de la inmensidad de los mares.Dos hombres vestidos de blanco, en cuyos rostros estaba esculpi-da la santidad y candidez de sus almas, contemplaban absortosdesde cubierta la grandeza de Dios retratada con caracteres tangrandiosos en la inmensidad de los mares, y en la . profundidadde los cielos.

—¿Quiénes son vuesas mercedes, que traen una tan bellalibrea?—les preguntó un caballero, sacándoles de su abstracción.

—Religiosos de Nuestra Señora de la Merced, Redención decautivos—le respondió uno de los dos, de aspecto venerable, cuyamodestia y compostura eran indicio de acendrada santidad.

—¡Ah, si: de esos redentores que tanto bien están haciendoa la sociedad, arrancando de las garras de los malvados 'morostantos desgraciados...! ¡Oh, Padres míos!, pertenecen SS. RR. auna familia ilustre. El les conserve muchos años, pues enjugantantas lágrimas.

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San José(Su Patrocinio el 21 de Abril).

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Y llegaron a Argel, lugar de su destino. Allí redimieron unagran multitud de cautivos, hasta agotar todo el dinero que tenían.Cuando los religiosos quisieron volver a España con sus cautivos,reciben noticia de que unos niños, si no se les redimía cuantoantes, estaban al borde del abismo de la apostasía. Llenos los re-dentores de caridad, ambos quieren quedarse en fianza de la re-dención de aquellos inocentes; pero vence el de aspecto venerable,que parecía ser superior. Redime los niños, se queda él en fianzay envía a su compañero con los redimidos a Barcelona.

A los tres meses cabales había de estar con el dinero del res-cate, para -que el religioso detenido saliese con libertad. No le finéposible cumplir su promesa con puntualidad, sino que se retardómás de un Ines. Por fin llegó a Argel con la cantidad convenida;pero ¡oh dolor! aquellos- perros desalmados habían ahorcado detul árbol a su querido compañero, llenos de rabia, pensando queles habían engañado. Va al lugar del suplicio; ve a su .hermanosuspendido, le llama con tiernas exclamaciones llenas de melan-colía y dolor,. y ¡oh prodiglo .! el ahorcado le responde consolán-dole, desde el patíbulo, dibujando en su angelical rostro la alegríamás enajenadora. -La Virgen Santísima y muchos millares de šn-

.geles le habían sostenido durante ocho días, para que -la cuerdano oprimiese su cuello. Le baja de la horca lleno de gozo, y re-bosando felicidad se dirigen a España, al lado de sus hermanos.El mártir era Pedro Armengol, el antiguo capitán de bandolerosde los Pirineos; su compañero era Fr. Guillermo de Bas, cándi-do y santo religioso, que dejara el mundo antes de haber man-chado su alma con sus impurezas.

FR. SERAPIO GONZÄLES GALLEGO.

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No menos nos seduce la belleza y 'blancura de las azucenas,que la humilde y áspera apariencia de los abrojos y espinas quelas rodean. El encanto de las primeras establece marcada diferen-cia . con la tristeza de los últimos.

Pero a nadie se le oculta la armonía de este contraste.Del mismo modo hay dos fases en la vida del hombre que,

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¡Santo bendito! Tu también cual faroAlumbraste mi senda trabajosa,Y nunca en esta ruta congojosaEn vano te invoqué. Fuiste mi amparo,

Que nunca sufra yo tu desamparo;Dame tu protección ¡oh padre mio!En la vida, cn la muerte en ti confío,

Y rn tu amor halle siempre mi reparo.

Dame tu amor a Dios; que yo le ameComo amarle se puede en esta vida,Con alma, fuerzas, corazón y vida.

Que su divina luz en mi derrame,Y al fin de mi jornada bendecidaLlegue a gozar la gloria eternamente.

Sor 111. Luisa de JesúsMercedaria,

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•••

aunque opuestas entre sí, ponen de relieve la maravillosa acciónde la gracia. Prevenidos unos con bendiciones inefables de celes-tial dulzura, hermoseados con los esplendores de la santidad, ya

desde la cuna dejan entrever la bri-llante diadema que coronará su al-ma inmaculada. Senda de flores,camino de azucenas y jazmines pre-para el Amado a los que adornócon estela de inocencia, a ellos sus-tenta con el maná escondido, a ellosembriaga con los dulces acentos deun cántico siempre antiguo y siem-pre nuevo y a ellos finalmente des-pués de llevarlos de la mano paralibrarles de todo tropiezo les fran-quea las puertas del cielo, ciñen-do sus sienes con . 1auros de eternavictoria. Tal es la vida de la BeataMariana de,Jesfis, Virgen esclareci-da, cuya fiesta conmemora la Ordende la Merced el diecisiete de Abril,un lirio de Inocencia.

Beata Mariana de Je sús Los grandes pecadores peniten-(su fiesta, el 17 de Abril) tes, juzgados de ordinario,. dignos

de eterno fuego, protejen comolas espinas con la austeridad de sus rigores las más delica-das flores de la inocencia. Convertidos al buen sendero y purifi-cados de sus yerros, crecen a la sombra . de los lirios • más purosen consoladoras proporciones, gustando del?, misma benéficasavia de la gracia. Blanqueados en la sangre del Cordero inmacu-lado, slguenle hasta las más encumbradas cimas en donde lograncicatrizar las heridas que en ellos ocasionaron hediondas llagaspasadas, y con la suavidad de las divinas mercedes, rotas ya lasantiguas cadenas, descansan tranquilos al lado del Pastor de lasalmas que, entre amorosos silbos y dulces requiebros, se com-pensan de las zozobras con que habían acibarado su tierno cariño.Tal es San Pedro Armengol, un gran pecador, que convertido alSeñor, por El padeció el martirio, y honró a nuestra Orden: Undechado de penitencia. .

Mariana de Jesús, enamorada de la Eucaristía, la que endulces vigilias pasaba su vida abrazada a la Cruz de Gristo, y Pe-dro Armengol, joven disoluto, capitán de ladrones, llamado a La

Merced por Maria Santísima que le reservaba amargas- dulzuras

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1:

del Cáliz del Redentor, espiando en Bugía sus crímenes con elmartirio, llorando sus yerros en la soledad del Claustro, entrega-do a celestiales conversaciones y totalmente mortificado con rigu-rosas austeridades y tremendas mortificaciones son el lirio deinocencia, y la espina de penitencia que en este mes podemoscontemplar en los amenos pensiles dc nuestra querida Orden.

BIBLIOGRAFÍALAS RELIGIOSAS MERCFDARIAS EN CHILE

SU LLEGADA Y ESTABLECIMIENTO EN EL PAÍS POR EL R. P. FR. RICARDO

DELGADO, DE LA ORDEN DE LA MERCED.

Es este otro de los trabajos literarios debidos a la brillantepluma del P. Delgado con motivo del último centenario de nues-tra Orden, y está lujosamente editado con profusión de grabadosde los principales personajes que intervinieron en la ida de losReligiosas Terciarias de la Merced al suelo chileno en Enerode 1902.

Las primeras líneas tratan de los orígenes de dichas Religio-sas como auxiliares de los Padres Blancos, cuyos Institutos reco-nocen por fundador al Cardenal Lavigere, siendo agregadas porel Rdmo. Valenzuela a nuestra Orden pocos años después de sufundación. Hablanös luego el P. Ricardo con todo el cariño de.amigo y de hermano de las nobles aspiraciones del P. Tapia parallevar a su patria monjas mercedarias, y de los trabajos que rea-lizó en este sentido hasta ver coronados sus esfuerzos con el másfeliz de los éxitos, no sin haber logrado tener por auxiliares aprestigiosas personalidades chilenas que le ayudaron a allanarel camino de las primeras Religiosas que de Aaix—Francia—sa-

FR. A MERIO S. BANCO.

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lieron para la fundación de . Talca, primera que llevaron a caboen Chile. Fundaron luego otras varias casas donde desplieganinusitado celo, bien en la educación de la niñez femenina., ya enlös Asilos y Hospitales, siendo en todas - , partes apreciadísimossolicitados sus servicios. Ultiniamente han sido pedidas para Lima.

Celebramos que nuestras Religiosas hayan encontrado . unpanegirista tan autorizado y entusiasta como el P. Delgado.

El Tirano y El Primer Sermón

por Julia García Herreros.

Otra vez volvemos a ocuparnos en esta sección de nues-tra, asidua colaboradora y Terciaria de la Merced señorita 'JuliaG, Herreros; y lo hacemos con verdadera. satisfacción,- no ya 'portratarse de persona tan afecta a nuestras cosas, sino . principalmen-te porque el motivo nos agrada sobre manera. Tra,tase de dos bre-ves, pero sustanciosas narraciones, editadas para la , propaganda,en las cuales puede apreciarSe la fina observación y delicadogusto de su autora para descubrir con inimitable arte ciertasinconveniencias ya de los gustos y caprichos femeninos, bien delas preocupaciones y ridículos temores de algunas jóvenes, prin-cipalmente si se trata de confesar noblemente lo que acaso sien-ten muy al vivo dentro de su. corazón, como el santo temor deDios allí depositados por el celoso cuidado de una madre desdelos primeros años.'

Muchas veces a vista de las hermosísimas Cosas que con tantafacilidad _brotan de la pluma de esta ya consagrada escritora, nospreguntamos por qué no se decidirá a darnos una obra definitiva,quiero decir, un libro de muchas paginas, que nos proporcionereunido lo muchísimo bueno y de ley que tiene esparcido entantísimas revistas y folletos. Creernos sinceramente que los nu-.merosos esbozos originales de novela que de ella hemos visto, sonsulicientíSimos arsenales para escribir, no uno, sino varioslibros. Pero también hemos pensado que, dado el fin de verdaderoapóstol que ella se ha impuesto al escribir, acaso sea . de más pro-vecho para las almas su sistema, aun cuando reporte menos glo-ria a la escritora. De todos modos, y pese a su modestia, a nadie.puede ocultarse su preclaro talento y brillante fantasía. Recomen-damos vivamente todas sus composiciones.

FR. L. B.

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la

El Glosario Etimológico.

Silenciosamente, como la modestia del sabio, han visto la luzpública los dos tomos del Glosario Etimológico, del Ilustrísimo yReverendísimo señor Arzobispo de Gangra,.Dr. D. Pedro Armen-gol Valenzuela,.

Otras hay de cascabel gordo, que, a fuerza del continuo bom-bear de una artillería ad-hoc, logran, si no aterrar al vulgocurioso, hacerlo siquiera'salir a la calle y procurar cuantas noti-cias últimas pueda sobre el fenómeno; . ni fuérale posible otromodo de asegurar un éxito favorable.

Muy otro, el Glosario del Iltmo. y Rvdmo. señor Valenzuela,viene, casi con timidez, a visitar los hogares donde el estudiosereno e inteligente ha constituido de antemano su morada.

No hemos, pues, de llamar la atención de nadie hacia el valordel sabio Mitrado, ya muy conocido dentro y fuera de Chile; nide su Obra, que, como suya, no ha menester vanas alabanzaspara alcanzar valimiento, cuanto mas que plumas menos doctasmás quitan que dan valías.

Sólo tornamos nota de la gran utilidad y positivo beneficioque presta el Glosario Etimológico, más. aún que a la filología engeneral, a la historia y al tiempo prehistórico de Chile. Es unconjunto «de nombres de hombres, animales, plantas, nos y lu-gares, y de vocablos incorporados en el lenguaje vulgar, aborí-genes de Chile y de algún otro país americano», estudiados sabia-mente en dos volúmenes de corno 500 páginas cada uno, a cuyaluz va apareciendo por sí sola la generalmente velada razón denombres qu.e acertamos a explicar y de vocablos que, no siemprecon acierto, acabamos por proscribir del habla común.

En nada tanto como en el lenguaje es significado e inmortalel concepto del alma de todas las naciones, así muertas comovivas, ya que es el sabio lenguaje, precisamente, lo que en loexterior más nos distingue de los seres irracionales, que nacensin sociedad, viven sin tradiciones, y mueren sin dejar restos desu servil existencia.

A los hombres, dice el Eclesiástico, Dios «les dió consejo ylengua, y ojos y orejas, y corazón para pensar: y los llenó de ladoctrina del entendimiento». (Ecles. 175).

Esa divina enseñanza que resplandece en el hombre, alumbratodas las cosas que guardan relación con él, y en todas ellas que-da la huella sobreviviente de su efímero paso por el mundo.

Hay, pues, oculta sabiduría encerrada en esos ecos aún vi-brantes de las generaciones idas; hay principal utilidad dentro,

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Rector de esta casa, y el R. P. Serapio. Por las numerosas confe-siones y comuniones podemos congratularnos del feliz resultadode la divina palabra.

EN CAMOUCO.—Juntamente con el santo precepto coincidióla solemnidad con que esta pintoresca feligresía honra al glorioso

San Sebastián en cuya fies-ta predicó el R. P. Gaite.

EN NUESTRA IGLE-SIA.—Hubo una tanda deEjercicios para las diversasAsociaciones piadosas deFerrol, y durante ocho díasen pláticas y meditacionesexpuso el R. P. Rector lasexcelencias de la vida, pa-sión y muerte de nuestroSeñor Jesucristo

M IS A S GREGORIA-NAS.—Se celebraron du-rante todo el mes por elalma de la excelentísimaseñora doña María de laConcepción Brandariz, viu-da de Manjón, por la ange-lical jovencita María delPilar Belando Aznar, y porla virtuosa señorita Merce-des Pla García de Dios,

nuestra Venerable Orden Tercera de la Mer-

JUEVES EUCARÍSTICOS.—Como en meses anteriores huboel ejercicio de desagravios delante de S. D. AL de manifiesto.

NOVENA A SAN JOSÉ. --Con gran fervor se hizo en nuestraIglesia exponiendo las virtudes del Santo el R. P. Gaite.

SEMANA SANTA.—La predicaron en Galdo (Vivero) el Re-verendo P. Gaite, en Cedeira los RR. PP. Luís Barros y EugenioVázquez, en Camouco el R. P. Serapio González, en San Juliánde Ferrol el R. P. Anselmo Núñez.

EN LA IGLESIA DE LA ORDEN TERCERA.—Se festejé a •San José de la Montaña con suntuosa novena, predicando el úl-timo día el R. P. Gaite.

M. R. P. Alberto BarrosRecientemente nombrado Provincial de Aragón.

Hermanas deced. R. I. P. •

f•n••nn•n• memm

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(ligarnos, de esos nombres en que dejaron significada su alma!su ciencia, los que primero que nosotros conocieron nuestro país,vieron sus riquezas, amaron su hermosura, y dejaron, a veces,en sólo un término, como en cofre misterioso guardado, el frutode sus pensamientos y afanes.

Indolencia por todos títulos injustificada fuera desdeñarse de- conservar tan sagradas reliquias, tan útil y sintética enseñanza,no prestando el debido interés a libros que, como el Glosario delIltmo. y Rvdmo. señor Valenzuela, vienen a descubrirnos todoun mundo de ideas y costumbres que nos pertenecen, bien asícomo la casa solariega, aún después de mudada en un Montónde ruinas.

A. A.

Vade MeCum.

El P. Luis Márquez, acaba de publicar el segundo tomo .desu manual del joven mercedario, titulado: Vade . lifemm. El pri-mer tomo contiene las principales prácticas piadosas de laIglesia, a las que se agregan las devociones y formularios mer-cedarios. En el segundo tomo trae el autor algunas instruccionesy lecturas ascéticas, seguidas de una parte del ceremonial de laOrden y de las principales reglas de urbanidad. Encabeza todala obra un hermoso prólogo del Reverendo P. Vicario General,Fray Inocencio López Santa María.

Esta obra del P. Márquez, aunque un tanto abultada y volu-minosa, está llamada a prestar grandes servicios y utilidades enlos PostulantadOs, Noviciados y entre los hermanos conversos denuestra Orden. Por esto, nosotros no „podemos menos de reco-mendarla a todos nuestros Religiosos y unirnos sinceramente alas muchas alabanzas que de todas partes, y en especial de nuestros hermanos en Religión ha recibido el autor.

00.

SECCIÓN DE NOTICIRSDESDE FERROL

SANTOS EJERCICIOS.—Como en años anteriores los dieronal pueblo en la Iglesia Parroquial de San Julián el R. P. Gaite,

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dilocuencia y ajustada a todos los más exigentes cánones dél biendecir.

El estudio que en ella se hace de la obra y de las tendenciasde Concepción Arenal es realmente admirable y digno del reco-nocido talento de su autor».

NUEVO ESTANDARTE.—Preciosísimo es el que regaló a laOrden Tercera la piadosa Srta. María Bogo. En el se representala imagen del ínclito mártir San Alejandro de Sicilia, Patronodel Coro de que es Directora la generosa donante. Con decir quees obra del habil pincel de la Srta. María Teresa Morales, estáecho su elogio.

DE ESPAÑA

PEREGRINACIONES A COMPOSTELA.—Invitado por nues-tro querido amigo D. Angel Landeiro, Arcipreste de Iria-Flavia,el R. P. Armengol de nuestro Convento de Poyo, se encargó depredicar en la grandiosa peregrinación que con motivo del AñoSanto se organizó a la Ciudad del Apostol.

EN LA BUENA DICHA.—E1 M. R. P. Miguel López, .Pro-vincial 'de Castilla, ha dirigido los Santos Ejercicios a diversasAsociaciones .piadosas.

SANTOS EJERCICIOS.—Los han practicado nuestros religio-sos de los Conventos de Madrid y de Sarria.

DE VIAJE.—Después de pasar una temporada en el Conven-to de Sárria, regresó a su Encomienda de San Juan de Poyo, elR. P. Enrique Saco.

Se halla en Madrid, de paso para el Convento de San Ramón,el R. P. José Inglés.

En breve regresará para la Provincia de Castilla, el Reveren-do Padre Félix.

NOVENA A SAN JOSÉ—La predicó en la iglesia de -laBuena Dicha de Madrid, el M. R. P. Ramón Serratora y Queralt.

MILANS - DEL BOSCH.—E1 ex capitán general de -Barcelona,Sr. Miláns del Bosch, ha dado repetidas muestras de religiosidaddurante la época de su mando, de grata memoria en la CiudadCondal. De un diario de Barcelona recortamos oportunamente elsueltecito siguiente:

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u.

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TOMA DE HÁBITO.—De manos del R. P. Ameno vistieronel santo escapulario de la Merced las señoritas Julia Gonzále z-Llanos, Cheni Borras y Blanca Pita.

SEPTENARIO DE DOLORES.—La devoción que a este títulode la Virgen profesan los ferrolanos se hechó de ver durante losdías del espléndido y fervoroso Septenario con que la V. O. T. deServitas obsequia todos los años a María Santísima. Predicó ensentidas homilias el R. P. Gaite sobre la deuda de amor y grati-tud que nos une a -la Virgen por habernos recibido por hijos acosta de tantos dolores. Mil plácemes al señor Corrector donManuel Montes, Cura Párroco de San Julián nuestro íntimo ybondadosa amigo, por el celo y carácter de magnificencia quesabe imprimir a los actos de piedad en . que interviene, y en lapersona del piadoso y distinguido amigo nuestro Excmo. Sr. DonAlejandro Bouyón, Contraalmirante, Prior de la V. O. T., a to-dos los que forman parte de tan simpática y floreciente Herma n

-dad. El ornato del templo causaba gratísima impresión por lamajestuosa combinación de flores y luces, hechándose de ver lapiedad y buen gusto del fervoroso Camarero de la Virgen de Do-lores y querido amigo nuestro D. Jesús Rey Castro.

EN PUENTEDEUME.—Predicó el panegírico de San José elR. P. Luis.

EN BETANZOS.—Cantó las excelencias del mismo Santo Pa-triarca el R. P. Gaite.

EL CORO DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS.--Celebróuna Comunión general, y mandó aplicar una Misa por el alma dela señorita Mercedes Plä, Directora de dicho Coro.

MANIFESTACIÓN DE.SIMPATÍA.—A las misas celebradasen nuestra Iglesia el día 13 por el alma de la señorita MercedesPlá, acudió gentío inmenso. Con este motivo estaba adornado elaltar con profusión de blancas flores. A un lado del Presbiteriosobre un macizo de flores entre las que descansaba el escudo dela Orden, se alzaba el estandarte de la Beata Mariana de Jesús,regalo de la finada. •

Ciertamente será un motivo de consuelo para la distinguid a yseñora Viuda de Phi, Comendadora de nuestra V. O. T.

ORACIÓN FÚNEBRE. —A propósito de la predicada por elR. P. Gaite, Rector de - este Colegio, que en estos días acaba deimprimirse, dice nuestro colega El Correo Gallego:

«La oración del P. Gaite es realmente de extraordinaria gran-

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«por una extraña circunstancia ha llegado 'a nuestro conoci-miento la noticia de un rasgo del capitán general de esta región,Sr..Miláns del Bosch, que retrata de cuerpo entero su religiosidady creemos que tendrán interés en conocer nuestros lectores. Pa-rece que algunos días tuvo el Sr. Miláns del Bosch que hacer unavisita a una distinguida personalidad que se hallaba de paso enesta capital. Con este motivo SéProp-uso el señor general estrenarel hermoso y artístico bastón de mando que hace poco le :tué re-galado por suscripción popular • de la ciudad; pero al salir de casaentró el. Sr. Miláns del BosCh, 'como hace muchas veces, en laiglesia de nuestra Patrona, la Virgen de la Merced, inmediata ala Capitanía, y una vez allí pidió permiso para visitar el camerade la sagrada imagen, manifestando, según parece, que queríaque la primera visita que hiciera estrenando su bastón fuera lavisita a la Virgen. Así piensan y se portan siempre los católicosprácticos».

DEL EXTRANJERO

EN SAN ADRIÁN DE ROMA.—Han practicado los Santosejercicios espirituales los Conventuales de nuestaa Curia Genera-licia bajo la dirección dellervoroso y sabio P. Machí.

EL R. P. MAESTRO TORRES.—Con fecha 13 de 'Diciembreha sido nombrado por el Rdmo. P. Maestro General de la Orden,Vicario General y Visitador de los Conventos de la Argentina,el M. R. P. Maestro Fr. José L. Torres, que venia desempeñandoel puesto de Provtricial interino, por ausencia del titular que seencuentra en Europa. Tan honrosa designación no podio, caer enuna persona más digna de la misma que el R. P. Torres, sacer-dote dignisimo y venerable por su ciencia y Virtudes y.conocedorde las personas y necesidades de cada una de las casas, le serámuy fácil desempeñar su cargo con . provecho para todo.

NUEVO PROVINCIAL—Ha sido nombrado para ' regir losdestinos de nuestra Provincia del Perú el M. R. P. M. DámasoOros, de grande reputación y prestigio en aquella República.

MONUMENTO A NUESTRA SANTÍSIMA . MADRE.—Poriniciativa del ilustrado y distinguido cura párroco de Ancones,don José Miguel Camilo, infatigable apóstol dé la devoción a lasoberana Redentora de Cautivos, . se . ha erigido en la plaza dedicho pueblo un artístico monumento a la Santísima Virgen dé

Mercedes, obra de uno de los más afamados artistas de la.Repú-blica. En uno de los lados del pedestal se lee: A- Nuestra Madrede Mercedes. El cura párroco y feligreses de Ancones.

La inauguración del precioso monumento se llevó a caló el24 de Septiembre de 1917 con solemnes fiestas, con una concu-rrencia extraordinaria de fieles, que acudieron de todos los pue-blos limítrofes atraídos por la arraigada devoción -qué sientenhácia la Reina de Mercedes. • • •

El viajero, que va en el tren de San Fernando•al BalnearioPlchilemu, vé, no muy lejos de la vía, a la Santísima Virgencorno en actitud de cobijar debajo de su manto ,maternal a loshabitantes del pueblo, y se ofrece al corazón (lel viajero como unrayo de luz, como una aurora de salvación, como una fuente dedulces mercedes y misericordias. •

EL R. P. RICARDO DELGADO.—Este fervorosisiMo rhisio-riere de la Provincia de Castilla residente en uuestro Convento deSantiago de Chile, ha dado misiones en Llay-Llay, Las Mercedes,Pichilemu y Rancagua.

Alhajas para una Custodia

La Orden Mercedaria siguiendo sus tradiciones eucarísticas,encarnadas en San Ramón Nonato y en el Venerable Juan Falco-ni, doctor místico y las angelicales vírgenes Santas María deCervellón y Mariana de jesús, llama a las puertas de vuestroamor a Jesús Sacramentado,. para que le ofre,cais de vuestra ge-nerosidad oro y plata, símbolo de vuestra nobleza, y piedras pre-ciosas diamantes, ruhís, esmeraldas, perlas, topacios, brillantes,ágatas... para engastar eu la. magnífica custodia que peremnicevuestra fe y sea un memorial perdurable de vuestro amorosodesprendimiento. Valiosas joyas hemos recibido ya. Cuantas per-sonas deseen contribuir •a dar gloria al Señor, apresúrense ahacerle sus ofrecimientos. Nada importa sea humilde la dádiva,

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lo principal es que sea dada con alegría, anticipándose a escribirun recuerdo en el Ostensorio donde tantas veces está Sacramen-tado nuestro Señor, dador de todos los bienes.

ALHAJAS RECIBIDAS

Dos Terciarias de la Merced.—Un par de aretes de esmeraldasy brillantes.—Un par de aretes solitarios brillantes.—Un imper-dible brillantes y esmeralda.—Media luna con siete brilfantes.—Cruz de esmeraldas y perlas.—Cruz de diamantes tabla..—Cruz (Teoro con esmalte y diamantes.—Dos sortijas turquesa y diamen-tes.—Dos sortijas lanzaderas brillantes y diamantes.—Sortija es-meralda con .cuatro diamantes,—Sortija tresillo diamantes.—Pendientes dlamantes.—Imperdible zafiro y dos diamantes.—Pendientes perlitas.—Dos alfileres japoneses oro.—Medallón orocon un diamante.—Cadena con moneda de oro.—Dos ajustado-res oro.—Medalla de oro.—Medalla oro y esmalte.—Alfiler oro,plata y perla.—Cerquillo de oro.—Un brillante y dos perlitas.

Una Hermana de la Merced.—Un medallón de oro con chispasde rubíes y perlas.—Unos pendientes de oro con topacios y per-las.—Una sortija de oro con un topacio.

Una devota de la Santísima Virgen.—Un clavillo de oro • de leyy veinticuatro diamantes rosa.

Una persona piadosa.—Unos gemelos de oro con topacios ychispas de brillantes.

61,1r ERROL-IMP. Y EST. DE EL COREO GALLEGO

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