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IVIADRID NUMERO 7-52 H ABRIL 1952 fIfCCIOB Y MHhf10 Ufl BBBDO Por ELADIO ARANDA HEREDIA Profeaor de la Escuela Espeoiel de Ingenieros Agrónomoa, (Foto. Mesanza).

IVIADRID NUMERO 7-52 H ABRIL 1952 fIfCCIOB Y MHhf10 Ufl BBBDO · 2006. 10. 25. · hacer la calzadura y aguzado de una reja, tenga delante otra nueva del mismo modelo para medir en

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  • IVIADRID NUMERO 7-52 H ABRIL 1952

    fIfCCIOB Y MHhf10 Ufl BBBDOPor ELADIO ARANDA HEREDIA

    Profeaor de la Escuela Espeoiel de Ingenieros Agrónomoa,

    (Foto. Mesanza).

  • El arado está reconocido universalmente como elútil que mejores servicios presta al agricultor. Llegaa decirse que la fuerza empleada en las labores dearado rebasa la que se invierte para mover las fábri-cas del mundo entero. Pero, sin embargo, mientrasla industria aquilata por todos los medios economizarenergías para simplificar y abaratar la producción,en el campo se cuida poco de analizar las circunstan-cias que concurren en la labor con vistas a reducir elconsumo de fuerza, que es, en fin de cuentas, gasto dedinero y de tiempo.

    La primera cuestión que se presenta para ejecutarla labor racionalmente es la elección de arado. Quizáotro extremo ^debiera considerarse de antemano: elsistema de labranza, determinando si conviene mejorseguir los actuales sistemas de voltear la tierra enér-gicamente o respetar en cierto modo la natural colo-cación de las capas del suelo como lo hacía el aradoromano y como el día menos pensado lo harán, re-cordándole, los modernos escarificadores si prosperael criterio de favorecer, en los secanos, las complejastransformaciones biológicas del suelo con labores queno revuelvan las distintas capas cultivadas.

    Sin entrar en consideraciones sobre tal extremo, lacuestión queda hoy limitada a buscar el arado devertedera más conveniente a las condiciones de lafinca que se cultive.

  • ELECCION Y MANEJO DEL ARADO .

    Arados sencillos y dobles.

    Es preciso optar, ante todo, por los arados sencillos o Iosdobles; es decir, por el trabajo a una sola mano o en ambossentidos. Hay dos circunstancias que hacen indispensable elarado doble o giratorio : una, la existencia de riego, que im-pone la labor llana para no desnivelar la tierra, y otra, laexcesiva pendiente de las parcelas que hace necesario verterla tierra siempre al mismo lado.

    El clásico arado brabante encuentra su mejor aplicaciónen los regadíos, pero por su mticho peso y la posibilidad dereducir la profundidad del surco en ciertos cultivos, se ve sus-tituído por ntimerosos modelos giratorios que resultan nota-blemente ligeros y económicos en comparación con el brabante.Unos y otros están indicados también para las tierras fuertesde secano, prefiriénclose los brabantes cuando sea difícil parael conductor conservar la regularidad de la labor y convengaconfiarla por entero a la estabilidad del brabanzón que, con suavantrén, alivia mucho la intervención del obrero.

    Parece a primera vista que en todos los casos debería pre-ferirse el arado giratorio, pero bien pronto se recapacita que,si ha de conservar las características del fijo, sti peso resul-tará notablemente mayor, y si, en favor de la ligereza, seadoptan formas distintas, el trabajo nunca resultará compa-rable. Esencialmente es en la vertedera donde se acentúan ta-les diferencias, porque se busca sustitución a esas formasdifíciles de los arados fijos que cleterminan un volteo suave,sin choques, realizable con poco tiro, por otras sencillas, fá-ciles de unir entre sí, formando una sola pieza, que atacan latierra con violencia y la voltean a costa de aumentar la trac-ción.

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    Medios de atacar la tierra.

    Otras circunstancias, derivadas de la naturaleza del te-rreno, dividen también dentro de cada sistema la particularaplicación del formón y de la reja enteriza para decidir enfavor ^le ésta cuando se trata de tierras corrientes bien cons-tituídas y labradas de antiguo, mientras el formón se aplicaen las roturaciones y desfondes y en el cultivo ordinario delas tierras muy pedregosas, o que por su constitución silícea"comen mucho hierro".

    El formón es eficaz recurso para estos casos, pero no en

    Fig. i.--Con la misma vertedera (representada arriba, a la izquierda), pueden

    acoplarse.la reja enteriza de acero, cuya forma continua es la más racional; lade iundición maleable con puuta pustiza, muy conveniente en tierras pedregosasy silíceas que "comen" nnzcho Uierro, y la reja combinada con formón de cua-

    dradillo, que es insustituible donde abunda la piedra o la raigambre.

    balde rompe su larga barra, tan propicia a un aguzado rápidoy barato, la superficie continua por donde la tierra sube alempezar su ^rolteo, dando lugar a un aumento apre ĉiable dela tracción.

    Como término medio entre la reja y el formón puedenutilizarse, en los ara^dos fijos, las rejas irrompibles, que reci-ben este nombre por soportar choques violentos durante eltrabajo. Su elemento recambiable es la punta postiza, que,una vez desgastada, se sustituye por otra a poco coste, tal

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    como si a1 formón embotado se le aguzase. Estas rejas, porser fundidas y tener el borde endurecido, se prestan mal a lacalzaclttra para renovar el filo; a lo sumo, aclmiten saearlocon un pase por ]a piedra dé esmeril, pero su barattu-a acon-s^ja mejor recambiarlas frecuentemente.

    En los arados ordinarios el material emplea^lo para rejasy vertederas es acero corriente, que se forja para darle l;^forma debida. Su mejor aplicación es en las tierras l;geras,

    Fig. 2.-El acero blindado que se utiliza en las buenas rejas y verte^ie^as estácompuestó de tres capas: las superficiales, durísimas, de grano mny tino, yue

    facilitan con su pulimento el volteo de ]a tierra; y la central, blanda, paraconseguir al mismo tiempo reducir la fragilidad de las piezas.

    poco adherentes y sin piedras. Las rejas de acero tienen laventaja de soportar toda clase de reparaciones en la fragua.

    Los arados de buena calidad se construyen casi todos conaceros blindados para la reja y la vertedera. Estos aceros es-tán compuestos de tres capas, los dos exteriores muy frági-les, pero durísimas y capaces de aciquirir un brillante puli-mento por el trabajo, y la central, más gruesa, con cierta elas-ticidad para que el conjunto restllte algo flexible y no salte alos choques. De esta forma la vertedera ofrece una resisten-cia pequeñísima al avance del arado y permite labrar las tie-rras fuertes y muy cargadas de humedad sin temor a quesus partículas se peguen sobre la vertedera, attmente la re-sistencia y desmerezca el trabajo.

    Reparación de las rejas.

    Tan importante como elegir bien el arado es cuidarlo ymanejarlo después con destreza para obtener los mejores re-sultados. Los cuidados del arado pudiera decirse que se redu-cen a conservar la reja en buen estado, como corresponde ala herramienta qtte ataca el sttrco y corta la solera, iniciando

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    e1. ascenso de la tierra hacia la vertedera. Su punta y bordehan de estar siempre bien aguzados para que absorban pocatracción durante el avance del arado; las rejas desgastadas,con la punta roma y el borde embotado, malgastan la fuerzadel ganado y no pue^den hacer una labor limpia. Repararlasa tiempo, o, si es necesario, sustituirlas por otras nuevas, esmás balra,to que apurarlas en un trabajo deficiente.

    El arreglo de las rejas por los herreros suele hacerse con^oco cuidado. Lo más que procurarl es ponerles una punta

    B.

    Fíg. 3.-Las curvaturas de ]a reja son decisivas en el trabajo del arado: dos

    de ellas (A y B) se acusan en la solera; la tercera (C), sobre el corte vertical

    del terreno. Pa indispensable conservar su forma, al repar.^r las r,jas en la fragua.

    muy larga creyendo que así aumentan su duración y asegu-ran que el arado clave al entrar en el surco ; realmente, loque consiguen es fatigar al ganado con un exceso de tiro queno tiene aprovechamiento, por invertirse en vencer la mayorresistencia que opone al corte y ascenso de la tierra una rejade forma distinta a la concebida por , el f.abricante tras derrlinuciosos estudios.

    En particular el corte horizontal de la reja, que hace lasolera, y la cara opuesta que roza contra la pared clel surco,deben conservar siempre la curvatura que traen de fábrica,

  • pues esta curvatura es la que, en las rejas enterizas corrientesllamadas de "pico de pato", por tener la punta aplastada,produce el efecto de succión para facilitar el paso de la tierrainferior y lateralmente. Es indispensable que el herrero, alhacer la calzadura y aguzado de una reja, tenga delante otranueva del mismo modelo para medir en ella exactamente es-ias curvas de succión tal como indica la figura y prescindirde innovaciones que, salvo en casos muy particulares, resul-tarían perjudiciales para el agricultor.

    El enganche: tiro libre.

    En el manejo del arado son todavía más importantes laspéi didas de fuerza que pueden cometerse. Particularmente la

    Fig. 4.--Para conseguir un buen aplomo del arado en el surco, el gañán debeajustar el enganche teniendo en cuenta la idea fundamental de qua el tiro se hagaen línea recta, pasando por el centro de resistencia de la vertedera. Si la líneade tiro se quiebra, por enganche alto o bajo, el arado pica o talona excesivamente.

    forma de enganche y la destreza del conductor repercuten demanera sensible en la ligereza y perfección del trabajo.

    Pudiera decirse que la habilidad lo suple todo. Un aradocualquiera de tiro libre con balancines, sin lanza, rueda nia.vantrén que le proporcionen estabilidad en la besana, puestoen manos de un buen gañán puede hacer una labor irrepro-chable. Todo depende del celo puesto por el hombre para res-ponder con sus brazos a las desviaciones que surjan duranteei avance del arado, y del acertado ajuste que se haya hechopreviamente en los mecanismos de regulación. En estos ara-dos sencillos es donde los reguladores de anchura y profun-didad que lleva el enganche producen mayor efecto, porque

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    ningún otro mecanismo sirve para el mismo fin, como ocurrecon el avantrén de un brabanzón, por ejemplo.

    El gañán debe ajustar el enganche teriiendo en cuenta laidea fundamental de que el tiro se haga en la misma líneaque pasa por el punto donde puede considerarse concentradala. resistencia de la tierra sobre el arado. Este punto o centrode resistencia se encuentra cerca de la línea de unión de rejay vertedera, a unos ocho centímetros de altura sobre la solera

    AtZADO.

    PLANTA:

    Fig. 5.-La resistencia que la tierra opone al arado puede suponerse concetitradaen un punto A, situado cerca de la ttnión entre reja y vertedera. El clavijerohorizontal de enganche (B) permite variar la anchura del surco, evitando a la

    vez un excesivo tiro lateral.

    y cinco centímetros hacia dentro del borde vertical que rozacontra la tierra no labrada. Si esta coincidencia entre trac-ción y resistencia trata de quebrarse, el arado pica o talonaexcesivamente, se sale hacia lo ya labrado o toma demasiadatierra realizando un trabajo imperfecto y penoso. La figura 4muestra cómo la línea de tiro va desde la espalda de la caba-llería al centro de resistencia, pasando por el enganche, yhace comprender el efecto de subir éste para dar profundi-dad o bajarlo para quitarla. Igualmente se deduce cle la figu-ra 5 que, corriendo el enganche a B o al otro extremo del cla-

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    vijero horizontal, el surco disminuye ^^ aumenta de anchttra.Otra consideración básica para regttlar el tiro es qtte ^iem-

    pre uno de los animales marcha por el stu-a^ : es decir, quesu balancín tiene de antemano una .t^^sición fija nue cohibe

    Fig. 6.-Cuando el enganche está demasiado alto, la punta de la reja tiende aclavarse en el fondo del surco; el enganche bajo produce el efecto contrario.

    la libertad de enganchar los otros animales donde convenga.Así sucede en el esquema de la figura 8, que corresponde a unarado corriente de io pulgadas (25 centímetros de ancho nor-mal de labor), el cual trabajará, si el enganc^te horizontal vacentrado, con la línea de tiró desplazada ro centímetros a la

    Fig. ^.-Regulando el enganche horizontal, se evitaz^ las desviacione> lateraIes

    que hacen al arado tomar demasiada tierra, o salirse hacia lo labrado.

    derecha del centro de resistencia, engendrando un tiro ^late-ral, que, si bien no es grande, se acerca ya al límite tolerable.Para contrarrestarlo bastaría correr el enganche a la dere-cha, pero entonces los surcos resultan más anchos y qttizá elganado no fuera capaz de lograr la misma profundidad. Poreso la necesidad de elegir el tamaño de los arados segíin la

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    profundidad de la labor, resistencia del terreno y poder delas yuntas.

    Un tiro de tres caballerías en línea desplaza ya tanto lalínea de tracción hacia la izquierda que sólo con balancinesestrechos (6o centímetros) y arados anchos (4o centímetros),las líneas de tiro y resistencia quedan a una separación tole-

    ^ ^155^.------------------ --------- -^+^^ ,

    ;.----70-----^T&ACC16N ;^ , ^^ ^^ ^

    0

    RESISTENCIA.

    Fig. 8.-El tamaño de los balancines debe estar en armonía con el arado paI-aconseguir suficiente proximidad entre la línea de tiro y el centro de resistencia.En este esquema figuran las dimensiones recomendables en arados corrientes dez^ centímetros de corte (IO pulgadas), para no distanciar más de io centímetros

    el tiro y la resistencia.

    rable. Esta es la razón ^de que nunca se utilicen más de trescabezas en línea para tracción de los monosurcos.

    Resulta, en definitiva, que la anchura normal de labor laimpone el hecho de marchar una de las bestias por el surco }-que, prácticamente, esta anchura tiene un margen de varia-ción, en más o menos, de esos io centílYietros admisibles comodesplazamiento.lateral entre las líneas de tiro y resistencia.V ariar la anchura más allá de estos límites hace perder alarado su estabilidad y vence las tuerzas del gañán, obligán-dole a s^?portar constantemente, sobre las irregularidades nor-

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    males del trabajo, esta tendencia del arado a desviarse delsurco.

    Sin duda, la destreza que se necesita para manejar unarado libre con balancines y la costumbré de usar el timón^en el arado romano, dieron lugar a que se adoptase éste tam-bién en las vertederas enlazando rígidamente el ara^lo a layunta. Con ello soporta el ganado una sobrecarga en los ĉa-beceos del arado, que forzosamente ha de repercutir en per-juicio del trabajo útil.

    Más lógico es buscar el equilibrio horizontal del arado re-bulando debidamente el enganche, y confiar el tope de pro-

    Fig. 9.-El arado de tiro libre pone a prueba la destreza del conductor. La regu-

    lación del enganche tiene particular importancia para evitar que el arado tienda^corlstantemente a desviarse de donde el gañán lo dirige. Lo mejor, cuando se usa

    tiro libre en los arados corrientes, es adoptar una rueda, como la del grabado,que ayuda a conservar la profundidad del surco.

    fundidad a una ruedecilla montada en la cama, figura g, queimpide ahondar al arado más de lo previsto; el gañán entoncessólo tiene que preocuparse de sostener el arado, apoyándolosobre la rueda para conseguir la prof undidad que marca ésta.Tal sistema de balancines y rueda es, sin duda, el más reco-rnendable en los modelos sencillos cuando se dispone de gana-do con buena doma, que no necesite para dominarlo la suje-ción rígida del arado.

    El enganc;he de los arados giratorios ligeros se hace demanera análoga, bien sea con balancines o timón, pero enellos es preciso extremar el cuidado de que resulten las líneasde tracción y resistencia tan próximos como sea posible, de-

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    bido a que, conservando inmóvil el enganche en Ias dos direc-ciones de trabajo, el centro de resistencia pasa alternati^^a-mente a colocarse a uno v otro la^do de lá línea de tiro cuandase invierte la vertedera al final de cada surco.

    La superioridad del brabanzón.

    Ll arado de Brabante, o brabanzón, con su avantrén, so-luciona las dificultades del tiro, y nermite aliviar al obrerode toda fatiga por el asiento que se consigue dar al arado enla labor. Su principal defecto es el peso que, por ser grande,representa mayor gasto de adquisición y entretenimiento, ala par que absorbe más fuerza que los arados de vertederasencilla para hacer la misma labor. _

    La verdadera regulación del brabante no está en el en-ganche, sino en el avantrén. Los dos clavijeros que tiene elenganche, uno horizontal y otro vertical, pierden mtlcho desu papel para confiárselo a las ruedas ; pero, sin embargo, esnecesario que unos y otras busquen efectos concordantes y nocontrapttestos.

    La idea básica que inspira la regulación del brabanzón eshacer marchar la rueda del surco aplastando la esquina queferman entre sí la solera y el corte vertical de la tierra sinlabrar. Así se comprende que, cuando las ruedas clel avantrénse separan la anchura de trabajo aumenta, y viceversa; lomismo que cuando el avantrén levanta la cama se consigueduitar profundidad, y al contrario.

    El clavijero vertical del enganche ha de estar asimismoer, posición tal que ni por quedar demasiado bajo lleve el ara-do las ruedas en vilo, ni por resultar alto obligue a las rt^edascontra el suelo, malgastando trabajo.

    El clavijero horizontal tiene por principal misión en losbrabazones conseguir que tomen la anchura de tierra corres-pondiente a la separación entre las ruedas, es decir, engendrarun tiro lateral que, sin ser excesivo, haga inarchar la rueclapor la esquina del surco y proporcione al arado la ten^denciasuficiente para avanzar un poco sesgado hacia la tierra dura.Así, cuando el arado vierte la tierra a la derecha, el gancho

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    clebe quedar corrido a este mismo lado, y cuando el volteo sehaga a la izquierda, el gancho se colocará también a la iz-quierda. Para simplificar esta maniobra el clavijero tiene for-ma de V muy abierta, de modo que la argolla pasa de un ladoa otro con suma facilicíad al enfilar una nueva besana, y sedetiene en el tope que le ofrece la clavija colocada en el agu-jero correspondiente al tiro lateral que se necesite. Esta po-sición de 1a clavija varía también con el níimero de animales

    EI tiro del arado brabanzón o de Brabante queda desviado según el número de

    animales, desde la posición i', correspondiente a una sola cabeza que pisa en elsurco anterior, hasta 3', cuando van tres bestias en línea, pero siempre hacefalta dejarlo ligeramente corrido hacia lo labrado, para que el arado tienda apenetrar hacia la tierra dura, tanto como le consiente la rueda del surco que

    gradúa la anchura de labor.

    que se enganchan en línea, pues siendo uno solo debe mar-char por el surco y el tiro queda desplazado al extremo delenganche (posición primera de la figura). mientras que si sondos convendrá correrlo hacia el centro, y siendo tres quedaráaún más cerca dél eje del arado para evitar un tiro lateralescesivo, a más de que el ancho normal de los balancines, des-pués de colocar uno de ellos centrado idealmente en el surco,proporciona el eje de tracción próximo al eje del enganche.

    hinalnlente, es necesario fijar la inclinación del avantrénpor medio del sector que le sirve de enlace con la cama, paraque los cuerpos conserven su horizontalidad y no resulte elfondo de la labor en escalones, malgastando fuerza y desme-reciendo el trahajo.

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    El punto de vista económico.

    Quien desconozca el campo y carezca del estrecho criterioeconómico que debe inspirar toda explotación, puede tomarpretexto de esta superioridad de los arados brabanzones paraañadir una crítica más a las que dirigen a nuestros agricul-tores por considerarlos incapaces de perfeccionar sus siste-mas de trabajo; no faltará en seguida la comparación conFrancia y el recuerdo correlativo de algunas regiones espa-ñolas donde, a lo sumo, se utilizan modestas vertederas.

    Pero aquilaten esos críticos poco concienzudos las condicio-nes económicas de nuestro agricultor estepario, consideren si_puede gastar en adquirir y reparar un brabante dos o tres ve-ces más de lo que cuesta una vertedera sencilla para hacer lamisma labor, aunque ponga a prueba su destreza y le deje ago-tado al fin de la jornada, antes de sentar afirmaciones irre-flexivas, para evitarse algún día la sorpresa de reconocer laesplendidez con que el campesino gasta su dinero en mejorarlos procedimientos de trabajo donde la tierra, el clima y elagua le hacen concebir esperanzas de sacar provecho a ma-yores inversiones de ca.pital.

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