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J.Lukacs

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  • JOHN lUKACS

    TRADUCCIN DE JOS ANTONIO MONTANO

    Memorias de un historiador

    TURNER

  • UN MAL CUARTO DE HORA

    Hce unos veinte aos, a la edad de sesenta y cinco, es-crib una especie de autobiografa titulada Corifessions of an Original Sinner [Confesiones de un pecador original]. Tuvo una acogida bastante aceptable cuando se public, en 1990, y no ha dejado de reimprimirse hasta hoy. Ms que una au-to-biografa al uso, era propiamente una auto-historia. (Co-menzaba con estas dos frases: "Esto no es una historia de mi vida. Es u,na historia de mis ideas y mis creencias"). En el captulo "Writing" [Escribir], escrib sobre qu me con-dujo a escribir y por qu he seguido hacindolo, y sobre algunos de los libros escritos durante los cuarenta aos que llevaba entonces como historiador. Pues bien, resulta que, entre una cosa y otra, durante los veinte aos siguientes he escrito ms libros (aunque puede que ms cortos) que en los cuarenta anteriores. Pero en este de ahora no habr lugar para un ufano recuento (ni siquiera para un recuento melanclico) de mis logros editoriales, pues pretendo que avance justo al revs que Corifessions. Este ltimo abarcaba de 1924 a 1987, los primeros sesenta aos largos de mi vida, y parta de lo personal para dirigirse a lo ms o menos im-personal; era una suerte de autobiografa que derivaba en una suerte de filosofa propia. En el presente, en cambio,

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    partir de un repaso de mis consideraciones sobre nuestro conocimiento actual del mundo para dirigirme a unas me marias de mi vida privada; ser una suerte de filosofa que derive en una suerte de autobiografa. Estoy convencido de la importancia de lo primero, y por eso ir en primer lugar. Mi obsesin es resaltar que el conocimiento humano no es ni objetivo ni subjetivo, sino personal y participante; entre otras cosas, porque nos encontramos, con nuestra tierra, en el centro del universo.

    Empezar por el principio no es siempre, ni necesaria mente, la mejor manera de iniciar un libro. Corro un ries go al hacerlo; pero todo arte, tambin el de la escritura, debe implicar un riesgo. Yo no s, por lo dems, quines leern este libro; lo que s s es que, por nuestro modo de vida actual, su periodo de atencin, si no completamente "grosero" y "brutal", se habr vuelto ms estrecho, reduci do y corto (e incluyo con creces a profesores, intelectuales, filsofos, eruditos, y s, tambin me incluyo a m). Solicito del lector, pues, ms o menos un cuarto de hora.

    Un mauvais quart d 'heure, llaman los franceses a ese peno so cuarto de hora en que un hijo debe confesarle a su padre que le han suspendido en la escuela; o que ha robado; o cuando un hombre considera que ha llegado el momento de decirle a su mujer que va a dejarla.' Estas personas tie nen que decir la verdad: una verdad.

    Empezar por el principio. Esta es la parte ms importante de este libro. Solicito un cuarto de hora del lector.

    * Ah, pero hoy en da, al trmino de toda una civilizacin, estamos an en un mundo en que existan, en que se sientan como necesarios, los mauvais quarts d'heure?

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    Un mauvais quart d'heure. Decir una verdad. Paso a paso. O: "Arquitectura de un nuevo humanismo''. Oh, ya de muy joven vi que los historiadores (y los es

    tudiosos y los cientficos y los seres humanos en general) no son objetivos. Tena un problema, pues, con todos los que pensaban que eran objetivos y pretendan convencer de ello al mundo. Todava hay muchos historiadores, y an ms cientficos, as. Hombres con miradas de hielo.

    Pero lno es la Objetividad un ideal? Pues no: porque el propsito del conocimiento humano -y diramos que de la propia vida humana- no es la exactitud, ni tampoco la '

    "'--' certeza. Es la comprensin.

    Un ejemplo. Intentar ser "objetivo" con Hitler o Stalin es una cosa, y otra cosa diferente es intentar comprenderlos; y esta no es inferior a la primera. Podemos esperar que una vctima sea "objetiva" con quien le hizo dao? po. demos esperar que un judo sea "objetivo" con Hitler? Es posible que no. Pero s podemos esperar que l, o cualquiera, intente comprenderlo. Algo que depender, no obstante, de cmo lo intente, de cul sea su propia implicacin y de su perspectiva mental, que debe incluir un mnimo de conocimiento de s mismo. Despus de todo, Hitler y Stalin pertenecieron a la especie humana, por lo que no fueron entera o esencialmente distintos de cualquier otra persona que hoy reflexione sobre ellos.

    La historiaimplica el conocimiento acerca de seres hu manos por parte de otros seres humanos. Y este conoci

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    miento difiere de otros tipos de conocimiento, ya que no hay en el universo organismos ms complejos que los seres humanos.

    La objetividad tiene como ideal la completa y asptica separacin entre el que conoce y lo conocido. La compren-sin, en cambio, supone una aproximacin, y de lo ms estrecha. En todos los casos, y acerca de todas las cosas, no hay, ni puede haber, una separacin esencial entre el que conoce y lo conocido.

    Pero es que no hay hechos objetivos? Ah, esa es la cues-tin. Adems de los lmites de la "objetividad", estn los lmites de los "hechos".

    Ciertamente, hay "hechos". La puerta se abri. El agua estaba hirviendo. La casa arda. Napolen fue derrotado en Waterloo. Pero los "hechos" tienen, como poco, tres lmites; lmites especialmente vigentes para los historiado-res, me temo. Uno: para nosotros, el significado de cada "hecho" existe porque de inmediato lo ponemos en rela-cin y lo comparamos con otros hechos. Dos: para no-sotros, el significado de cada "hecho" depende de cmo se enuncie, de los trminos con los que se exprese. Tres: esos trminos dependen del objetivo que se tenga. (Puede haber enunciados en los que el "hecho" sea cierto, pero su significado, su tendencia o el objetivo con el que se enuncie sea falso).

    Somos humanos y tenemos nuestras limitaciones inevi-tables. Pensamos con palabras. Esto afecta de un modo muy particular a la historia, que carece de un lenguaje propio y de una terminologa cientfica: los historiadores hablamos, escribimos y enseamos por medio de las pa-

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    labras. Estas, por lo dems, como el lenguaje mismo, tie-nen su historia. Hace cuatro o cinco siglos, por ejemplo, las propias palabras "objetivo", "subjetivo" y "hecho" no queran decir lo mismo que ahora. Las palabras no son categoras finitas, sino significados: son lo que significan ante nosotros, para nosotros. Cada una tiene su propia historia, su vida y su muerte, sus poderes mgicos y sus lmites.

    El conocimi~nto histrico -y todo conocimiento humano en general- es inevitablemente subjetivo. Esto es lo que yo pensaba cuando tena veinte aos. Pronto comprend que estaba inevitablemente equivocado: que la subjetivi-dad no es ms que el reverso, la otra cara del objetivismo y de la objetividad; y que era la moneda cartesiana mis-ma, con su divisin del mundo en Objeto y Sujeto, la que erraba de raz. El Subjetivismo es tan determinista como el Objetivismo.

    Cada ser humano ve el mundo desde su perspectiva par-ticular. Esto es algo inevitable, s: pero no determinante. Nosotros no solo elegimos qu y cmo pensamos, sino tam-bin qu y cmo vemos. Segn el subjetivismo, yo solo puedo pensar y ver de una manera: la ma; y alguien dife-rente solo podr de otra: la suya. Lo cual es falso, puesto que pensar y ver son actos creativos: parten de dentro, no de fuera. Por esta razn, no solo somos responsables de cmo y qu hacemos o decimos, sino tambin de cmo y qu pensamos y vemos. (O de lo que queremos pensar y de lo que queremos ver).

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    Muy pocos han reconocido que la esencia del nacionalsocia-lismo, incluido su racismo biolgico, era una suerte de determi-nismo subjetivista, o, por decirlo de otro modo, de determinis-mo idealista, o incluso de idealismo subjetivista. Hitler afirm una vez que los judios, ms aun que una raza biolgica, cons-tituyen una raza espiritual. Ellos piensan de una determinada manera: la suya, y no pueden hacerlo de otra. Un gran histo-riador, Johan Huizinga, atisb pronto este peligro. En tomo a . 1933 -aunque no refirindose a Alemania ni a Hitler- advirti del gran peligro que suponia el "subjetivismo". (El otro gran peligro que detectaba era el creciente dominio tecnolgico).

    Algunos historiadores, por su parte, reconocieron los l-mites del ideal de la Objetividad Cientifica, al menos en lo concerniente a su profesin. (Uno de ellos fue Charles A. Beard, quien, ms o menos por la misma poca, pas del Objetivismo al Subjetivismo; aunque, a diferencia de Hui-zinga, se qued ah). Veinticinco o treinta aos ms tarde, fue a Edward Hallett Carr, un antiguo marxista, a quien le correspondi decirles a los profesionales de la. historia lo que seguramente queran or. (He aqu el motivo por el que la historia de las ideas suele quedar deplorablemente incompleta: lo que la gente est predispuesta a or no de-pende del qu, sino del cundo). En Qjt es la historia?, un libro publicado en 1961 y an celebrado hoy en da, Carr manifest: "Antes de estudiar la historia, estudien al his-toriador''. Bueno, s; aunque tambin valdra a la inversa: antes de estudiar al historiador, estudien su historia.' La

    * Lo que, dicho sea de paso, precisa de ms honradez y fuerza mental. No pocas veces los historiadores descartan un libro debido a que no les gusta su autor.

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    postura de Carr, en cualquier caso, no es ms que Deter-minismo Subjetivista: segn l, el origen de un historiador -en especial, su clase social- prcticamente determina la historia que escribe. Yo me pregunto qu hay de todos esos hijos de la burguesa que se hicieron marxistas o de los retoos de marxistas que eligieron ser neoconservadores, y resalto el trmino eligieron.'

    Adems -o puede que no solo "adems"-, el subjetivista Carr nunca consigui librarse de la terminologa cartesiana de Objetivo-Subjetivo: "No puede deducirse del hecho de que una montaa parezca cobrar formas distintas desde di-ferentes ngulos que carezca de una forma objetiva o que tenga objetivamente infinitas formas''. Pero cuanto ms "objetivo" sea nuestro concepto sobre la montaa, ms abs-tracta se vuelve la montaa en s."

    No mucho despus de Carr, el viejo ideal burgus del Obje-tivismo se desmoron. Irrumpi el posmodernismo; aunque el trmino resultaba confuso, al igual que el adjetivo "posmo-derno" (era la Objetividad un mero ideal burgus, un ideal

    * Los aficionados a la historia de las ideas deberan fijarse en que el libro de Carr coincidi casi con el de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones cientfficas, que se public en 1962. Por ms elogios que haya recibido, se trata de un libro carente de valor: no hay en l pensamiento, sino palabrera; y, aunque no se atreva a manifestarlo abiertamente, se desliza hacia el Subjetivismo, al sostener que la ciencia no es ms que el resultado de los cientficos (Carr hubiera podido decir: "antes de estu-diar la ciencia, estudien al cientfico).

    **La perspectiva es un componente de la realidad. Como lo es la historia: pues hubo de transcurrir historia hasta que los seres humanos empezaran a usar la palabra "montaa)', y a verla propiamente; es decir, a diferen-ciarla de las colinas y de otros_ accidentes del terreno.

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    "moderno"?). Irrumpi tambin el estructuralismo, muchos de cuyos seguidores eran franceses, y, aunque no pasaba de ser una moda acadmica ms, departamentos universitarios enteros de literatura se lo tomaron en serio. En esencia, am-bos eran prolongaciones del Subjetivismo. Y .caducarn. Lo que no caducar, lo que no debe hacerlo, es el progresivo reconocimiento de que la divisin del mundo entre objetos y sujetos es, como cualquier otra creacin humana, algo perte-neciente a la historia: como todas las realidades, la Objetivi-dad y sus posibles aplicaciones prcticas no son perennes, ni ,,,,1 ,,,.~c tienen una validez perpetua.

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    El conocimiento no es "objetivo" ni "subjetivo", sino perso-nal, siempre. No individual: personal. El concepto de "in-dividuo" es uno de los errores de partida del liberalismo. Cada ser humano es nico. Si bien no existe en soledad: no ya porque dependa de otros (el beb humano mucho ms que las cras de los dems animales), sino porque su existen-cia es inseparable de sus relaciones con ms seres humanos.

    Cada persona establece cuatro tipos de relaciones: con Dios, consigo misma, con otros seres humanos y con otros seres vivos. Estas dos ltimas relaciones podemos verlas y juzgarlas; sobre las dos primeras, solo podemos hacer con-jeturas. Pero estn conectadas: sabemos cosas de los dems a partir de las que sabemos de nosotros mismos. Esto es (o debera ser) algo evidente.

    Pero an hay ms. Nuestro conocimiento no es solo per-sonal: es tambin participante. No hay, no puede haber, se-paracin del que conoce con respecto a lo conocido. Pero

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    debemos dar otro paso. No basta reconocer la imposibilidad (el absurdo incluso) del ideal de la separacin asptica y "objetiva". Ms an que la inseparabilidad, lo que nos inte-resa, o nos debera interesar, es la participacin en lo conoci-do por parte del que conoce. Esto resulta bastante obvio en lo que se refiere a la lectura, la investigacin, la escritura o Ja reflexin histricas. "Distanciarse" de las propias pasiones y de los propios recuerdos es ms que encomiable. Pero dis-tanciarse no significa "separarse"; es la capacidad (y el de-seo) que uno tiene de situarse en una perspectiva ms lej~na y ms amplia. Y la eleccin de semejante perspectiva no implica necesariamente una atenuacin del inters personal, de la participacin; sino puede que incluso lo contrario.

    Todo inters implica participacin. Pero hay que sealar que la participacin no es, ni puede ser, completa. Lo que A le dice a B nunca es exactamente lo que oye B, ya que B establece aso-ciaciones instantneas con cosas distintas de las palabras de A. As que la comunicacin entre ambos, como toda comunica-cin humana, debido a la complejidad y a las limitaciones de la mente humana, es necesariamente incompleta. Pero esto tiene una maravillosa contrapartida, y es que en ello reside precisa-mente el encanto de la comunicacin humana, en el hecho de que lo que oiga B no sea exactamente lo que dice A; en lo cual, por cierto, tambin se cifra a veces el atractivo de A:

    * Un buen ejemplo es el encanto que tiene, para el que sabe bien un segundo idioma, conocer (o mejor, comprender) que palabras iguales, y con el mismo origen, pueden significar algo ligeramente distinto en cada uno. (As la inglesa-honor y la francesa honneur).

    Otro estado que ilustra la imposibilidad de separar Objeto y Sujeto. Fij-monos en lo que ocurre cuando nos sentimos preocupados y ansiosos por

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    Pero esta inevitable participacin del que conoce en lo conocido no se da solo en las relaciones humanas. Afecta tambin a lo que llamamos "ciencia'', es decir, al conoci-miento humano de los objetos fsicos, de la naturaleza y de la materia. Volver pronto sobre ello. Antes, solo unas palabras sobre la relacin entre mente y materia. Existi (existe) materia independiente de (sin) la mente humana? Pues s, antes y ahora: solo que sin la mente humana su existencia carece de sentido; de hecho, sin la mente huma-na no podemos pensar de ningn modo en su "existencia". Segn esto, se podra incluso proponer que la Mente sea, o pueda ser, anterior a la Materia (o a aquello que vemos y a continuacin llamamos materia).

    En ningn caso o circunstancia las relaciones entre "men-te" y "materia" son simples. En ningn caso o circunstancia* son mecnicas.

    una persona querida. dPodemos separar nuestra preocupacin por ella del modo en que tal preocupacin nos afecta (y nos afectar)? Puede que haya un desequilib1io entre estas dos preocupaciones, entre el pensamiento di-rigido a ella y el pensamiento dirigido a cmo su estado nos afecta (o nos afectar). Pero, en cualquier caso, ambas preocupaciones son inseparables: ni la "objetividad" (una concentracin exclusiva en su estado) ni la "sub-jetividad" (una concentracin exclusiva en mi estado) resultan posibles. Nuestra conciencia y nuestro conocimiento, nuestras preocupaciones y nuestras esperanzas, son participantes y, por tanto, inseparables.

    * Circunstancia, no hecho. Obsrvese que circunstancia, como evento, evoca algo que fluye desde el pasado hacia el presente, mientras que hecho da la impresin de algo definitivo y terminado, ya fijo en el pasado.

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    Lo que sucede es lo que la gente piensa que sucede. En el momento en que sucede, y al menos durante un tiempo a partir de entonces. As es como se forma la historia.

    Lo que sucede no puede separarse de lo que la gente piensa que sucede. Se trata de una condicin humana inevitable. (Hay dolor sin el reconocimiento del dolor? Cuando alguien piensa que es infeliz, es infeliz. Etctera). Por supuesto que podemos estar equivocados con lo que sucede, o con lo que sucedi; equivocacin que podemos reconocer ms tarde, en otro momento. (O no. Incluso entonces podemos estar o no equivocados, ya que la me-moria no es meramente mecnica, sino tambin creativa: podemos rectificar nuestros recuerdos o engaarnos con ellos). -~:;,

    Pero esto no importa ahora. Lo que importa es el recono-cimiento, necesario e histrico, de que la mente humana se inmiscuye en la causalidad, en las relaciones causa-efecto.

    La causalidad -el cmo y el porqu- tiene diversas for-mas y significados (Aristteles y santo Toms de Aquino distinguieron cuatro); pero durante siglos han sido las leyes de la causalidad mecnica las que han dominado nuestro mundo y nuestras categoras mentales. Todo lo relativo a las aplicaciones prcticas de la "ciencia", todo lo que es de carcter tcnico, depende inevitablemente de la causalidad mecnica, de sus tres leyes: (i) las mismas causas producen los mismos efectos; (z) hay una equivalencia entre causas y efectos; (3) las causas preceden a sus efectos. Ninguna de ellas tiene una validez necesaria para los seres humanos, para el funcionamiento de sus mentes, para sus vidas ni, en especial, para su historia.

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    Vemoslo con ejemplos. (1) El vapor que se acumula den-tro una tetera: en un punto concreto, a una temperatura medible, la presin se volver intolerable, determinando, haciendo inevitable, una explosin; la tapa de la tetera sal-tar. Pero en la vida humana la "tapa" tiene consciencia de s misma: "intolerable" ser lo que elija no tolerar. Lo into-lerable es lo que la gente no desea -o no piensa- tolerar. (2) No hay equivalencia entre causas y efectos. Las prohibicio-nes, las restricciones y los tributos que un gobernante im-pone a un pueblo en un determinado momento no tendrn iguales consecuencias si se los impone a otro pueblo, o in-cluso al mismo pueblo pero en otro momento. Depende de qu piensan los pueblos de sus gobernantes y de s mis-mos, y depende de cundo. (Bajo Hitler, muchos alemanes -el pueblo ms culto del mundo en su poca- pensaban que eran ms libres que nunca). (3) En la vida, en nuestras historias, hay "efectos" que a veces pueden preceder a las "causas": por ejemplo, el miedo (o la preocupacin) de que algo ocurra puede ser la causa de que ocurra (con lo que tendramos que "un futuro" puede causar "un presente").

    En resumen, la causalidad mecnica no basta para enten-der el funcionamiento de nuestra mente, ni por lo tanto de nuestras vidas; ni siquiera el sentido y el significado de nues-tros recuerdos, del pasado, de la historia. Cada accin huma-na, cada pensamiento humano, es algo ms que una reaccin. (Este es tambin el motivo por el que la historia nunca se re-pite). La mente humana se inmiscuye en la estructura misma de los acontecimientos, hacindola ms compleja.'

    * Tocqueville lo vio y lo describi con claridad, sin andarse por las ra-mas, en El Antiguo Rgimen y la Revolucin: las revoluciones surgen no

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    Me permito aadir una conclusin personal: la de que esta relacin, esta intromisin de la Mente en la Materia, no es constante; la de que quiz la nica evolucin que exista sea la de la conciencia humana, y qe en esta era democrtica dicha intromisin de la mente en la materia tiende a crecer.' Resulta enormemente paradjico que este desarrollo se produzca justo cuando las aplicaciones de la causalidad mecnica dominan la vida humana corno nun-ca antes. Wendell Berry escribi (en 1999): "Puedo intuir sin dificultad que la prxima gran divisin en el mundo se dar entre quienes deseen vivir corno .seres humanos y quienes deseen vivir como mquinas". /

    La mente sobre la materia; la mente dominando la materia. No estarnos ante una afirmacin categrica propia de una filosofa idealista?

    cuando la opresin que ejerce un rgimen es ms fuerte, sino cuando empieza sensiblemente a aflojar. (De nuevo: "intolerable,, es lo que la gente no est dispuesta a seguir tolerando; es decir, cuando empieza a pensar y a manifestar que no hay que tolerar tal o cual cosa).

    * De aqu viene la estructura de muchos de mis libros. Los captulos se suceden en algunos de ellos segn una (mi) jerarqua ascendente: desde el desarrollo econmico y social al desarrollo mental, intelectual, espiri-tual y religioso; desde lo que considero menos importante a lo que con-sidero ms importante; esto es, desde los elementos materiales de la vida de la gente a cmo aparecen y se forman (y en qu consisten) sus pensa-mientos y creencias. (El reciente y bastante tardo inters por estudiar la historia de las mentalits representa un obstculo para esto, al "perseguir la evidencia con el entusiasmo de un detective miope'' (Wilde); o mejor: al perseguirla con el afn, dictado por la moda, del mundo acadmico).

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    S, lo opuesto al materialismo es el idealismo. Pero todo idealista inteligente debe ser un realista. Lo opuesto al idealismo no es el realismo, sino el materialismo. Pero negarse a aceptar categricamente la importancia de la materia no es solo un error: es tambin un peligro. Los idealistas consideran que la mente prima sobre la materia, pero deben admitir la materia; es ms, deben agradecer su existencia. (O agradecrsela a Dios: porque tanto el hom-bre como la materia son creaciones divinas). Al Maestro Eckhart, mstico alemn del siglo XN, le dijo una vez un fraile: "Ojal su alma residiera en mi cuerpo". A lo que Eckhart respondi: "No servira de nada. Un alma solo puede salvarse en el cuerpo que le ha correspondido". Un poeta alemn, mucho ms tarde: "Siento una gran reve-rencia por el cuerpo humano, porque el alma reside en l". Otro filsofo alemn (Romano Guardini): el hombre no es "la criatura que el idealismo ha fabricado" (en El ocaso de la Edad Moderna).

    He querido citar a autores alemanes a propsito: para evidenciar que anidan grandes y graves peligros en el idealismo categrico, al igual que en el materialismo cate-grico. Existe la tendencia -alemana por lo general, aun-que tambin rusa en ocasiones- hacia un determinismo idealista, o a creer en l. Esto era fundamental en la ideo-loga nacionalsocialista de Hitler: el dar por hecho que las ideas nacionalsocialistas, por ser ms poderosas y mejores que las de sus adversarios (conservadores, liberales o co-munistas), estaban abocadas inexorablemente al triunfo:

    * Hitler fue un determinista idealista. En 1940 afirm que, debido a la fuerza superior de su ideologa, un soldado alemn vala por dos o tres

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    El error, en este sentido, no lo encontramos nicamente en las aplicaciones del Zeitgeist de Hegel; sino tambin, por ejemplo, en el historiador "idealista" ingls R. C. Colling-wood (del que se habla a veces como precursor del "pos-modernismo"), que escribi que la historia no es ms que la historia de las ideas. Pero ninguna idea existe sin la persona que la piensa y se la representa.

    Yo, que soy un idealista antimaterialista, tard unos cua-renta o cincuenta aos en darme cuenta, de golpe, de que la gente no tiene ideas, sino que las elige.

    Y eligen cmo y por qu y cundo (iimportante esto!): iah!, este es el quid de la cuestin, el de los conflictos de los seres humanos, el de sus destinos, el de la historia.

    Existe una profunda diferencia entre un idealismo anti-materialista sin ms y un idealismo realista que acepta la coexistencia y la confluencia de la materia y el espritu: Y

    soldados franceses, britnicos o rusos, como ya antes de 1933 los militantes nacionalsocialistas se haban mostrado en las peleas callejeras de Alema-nia ms fuertes que los socialistas o los comunistas. El nacionalsocialismo estuvo destinado al triunfo entonces, como Alemania estaba destinada al .triunfo ahora en la guerra, la cual no era sino una repeticin a mayor es-cala de lo anterior. Su fiel ayudante el general Alfredjodl, en noviembre de 1943: "Venceremos porque debemos vencer, porque de otro modo la historia habr~ perdido su sentido". Y el mariscal de campo Walter Model, el 29 de ma1Z/) de 1945 (!): "En nuestra lucha por los ideales [ldeenwelt} del Nacionalsocialismo [ ... ] existe la certeza matemtica [!] de que vencere-mos, en tanto se mantengan intactas nuestras creencias y nuestra voluntad.

    * Otro neoidealista, el ingls Michael Oakeshott: "La historia es la ex-periencia del historiador. Nadie la 'hace', salvo el historiador: porque la nica manera de hacerla es escribirla". Esto supone distinguir entre la idea de historia y la historia propiamente dicha: separar el pasado de la

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    he aqu otra dualidad, la eterna paradoja de dos tendencias opuestas dndose a la vez. S, en la actualidad. Ahora que se hace palpable el peligro de que la gente caiga de lleno en el materialismo, resulta que existe un peligro mayor y ms profundo an, que puede proliferar y florecer a partir de los falsos idealismos y de todos los espiritualismos fraudulentos: a partir de la sed y el hambre espirituales que surgen al final de una era, y que el materialismo no puede s~tisfacer.

    Pero yo no soy un profeta: soy un historiador. Vivimos hacia adelante, pero solo podemos pensar hacia atrs (Kier-kegaard). Todo lo que conocemos est en el pasado: El "presente" es una ilusin fugaz; el "futuro", una sensacin sobre la que lo nico que podemos hacer es proyectar, "pre-decir", tal o cual cosa que conocemos del cambian-te pasado. La historia no es todo el pasado; pero es ms que el pasado registrado (que es lo que muchas personas y muchos historiadores piensan que es): es el pasado regis-trado y recordado. Al igual que la memoria, es incompleta y falible. La memoria y el pensamiento son inseparables, como la imaginacin y la vista. Tienen sus lmites; aunque el reconocimiento de tales lmites puede, paradjicamente, enriquecernos. As es la naturaleza humana. Y as debe en-

    memoria de un pasado y de la reconstruccin de algo de ese pasado a partir de las ideas del historiador acerca de l; solo esto, segn Oakes-hott, es la "historia".

    *Diario (en adelante D.) 14 de septiembre de 2004: "Famosa obviedad de L. P. Hartley: 'El pasado es un pas extranjero; all hacen las cosas de mane-ra diferente'. Una clsica media verdad. (Quiz menos que media incluso)".

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    tenderlo todo humanismo, viejo o nuevo, que haya de ser ms histrico que "cientfico".

    En el siglo XVIII, cuando empez a surgir la historiografa profesional, la gente empez a leer cada vez ms historia, tomndola como una forma de literatura. En el siglo XIX, la historia pas a ser considerada una ciencia. Esta palabra, al igual que "cientfico", no significaba lo mismo en todos los pases ni en todos los idiomas, pero esto ahora no nos interesa. Baste decir que, durante aquel siglo y el siguien-te, los historiadores, que fueron muchos, aunque no todos profesionales, hicieron aportaciones enormes y decisivas al conocimiento histrico. En el siglo xx, el estudio pro-fesional de la historia se ensanch, al empezarse a ocupar de temas y de personas hasta entonces inditos. En 1694, la primera edicin del Diccionario de la Academia Francesa defina historia como "la narracin de acciones y materias dignas de recordarse". La octava edicin, de 1935, ms o menos lo mismo: "El relato de hechos, acontecimientos y materias dignos de recordarse". Dignes de mmoire!i Qu dis-parate! Es el historiador un individuo cuya formacin lo cualifica para decirles a las personas comunes qu merece recordarse y qu no? Para darles carta de autenticidad a las personas y a los acontecimientos como si fueran fsiles de peces o restos minerales? Existe una diferencia entre ser una persona y ser una persona histrica? Toda fuente es una fuente histrica; toda persona es una persona histrica.

    Dijera lo que dijera el Diccionario de la Academia France-sa, algunos historiadores franceses de principios del siglo xx fueron ampliando los campos y los horizontes de sus investigaciones histricas. Con todo, la crisis cultural y de

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    civilizacin del siglo xx afect al estado y al estudio de la historia, como afect a todo arte y toda ciencia. Adems de por la burocratizacin de la historiografa profesional, la esencia del problema viene de la errnea concepcin de la historia como "ciencia" -cierto que ciencia social, pero ciencia al fin y al cabo-, con la correspondiente aspiracin a la perfeccin de la Objetividad.

    Justo al final del siglo xrx, uno de sus ms destacados historiadores, lord Acton, afirm que la ciencia histrica habra llegado a su cuhninacin cuando, por ejemplo, pu-diera escribirse una historia de la batalla de Waterloo de tal modo que no solo fuera completamente aceptada por los historiadores franceses, britnicos, holandeses y alemanes, sino que se mantuviera inmutable, perenne y fijada para siempre. Lo cual no dejaba de ser una ilusin. (El cardenal Newman dijo una vez que, a su juicio, Acton "espera de la historia ms de lo que la historia puede proporcionar"). Hoy, un siglo ms tarde, tenemos (o deberamos tener) una visin ms escarmentada, ms realista, de la Objetividad histrica y cientfica; e incluso de la misma verdad. Acton le conceda una suprema importancia a la historia (s), y consideraba que esta disciplina tena por objeto definir y establecer verdades definitivas (no). El propsito del co-nocimiento histrico es la reduccin de la falsedad.' (Y el mtodo de la historia es la descripcin, no la definicin).

    * "Toda perfeccin en esta vida lleva consigo cierta imperfeccin; y toda nuestra especulacin no carece de alguna oscuridad. El humilde conoci-miento de uno mismo es un camino ms cierto para Dios que escudriar la profundidad de la ciencia". "De la doctrina de la verdad", captulo III de la Imitacin de Cristo, de Toms de Kempis.

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    Y este mismo es (o debera ser) el propsito de toda ciencia.

    La Verdad pertenece a un orden superior que la Justicia (primaca que ya se encuentra en la diferencia entre el Vie-jo y el Nuevo Testamento). La Verdad pura (Kierkegaard de nuevo) es propiedad exclusiva de Dios; lo que a noso-tros se nos concede es la bsqueda de la verdad.' La his-toria nos muestra la falibilidad humana, de la que forman parte las variaciones, la mutabilidad y la relatividad del co-nocimiento humano; de ah que la bsqueda de la verdad suela desarrollarse a travs de una jungla de falsedades. A finales del siglo xvm, Edmund Burke percibi y consig-n esta dimensin histrica. En la segunda mitad del siglo xx, los filsofos liberales y neoconservadores propusieron "sociedades abiertas" o "verdades absolutas" (Karl Popper, Leo Strauss), y denunciaron y atacaron a la historia por su "relativismo". Ignoraban as la fundamental diferencia que hay entre historicismo e historicidad: el primero es la con-cepcin categrica de la historia (concepcin mayormente alemana e idealista); la segunda es el reconocimiento de la historicidad del razonar humano.

    La secuencia evolutiva es: del racionalismo al historicis-mo, y de este a la historicidad; de la afirmacin del conoci-miento objetivo a la del conocimiento subjetivo, y de esta a la del conocimiento personal y participante. Todo ello referido a la consciencia, y no al subconsciente. Tal es la

    * Tambin el propsito de la ley ha de ser la reduccin de las injusticias, y no la consecucin- de la justicia perfecta (algo a lo que tan inclinados parecen los estadounidenses), insensato empeo este que podra destruir al hombre y buena parte del mundo.

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    razn por la que en este tiempo,' al comienzo del siglo xx1, hemos de empezar a pensar sobre el pensamiento mismo.

    De las dualidades de la naturaleza humana a las dualidades de la historia, y de estas a las dualidades de nuestro mundo.

    A primera vista -o, mejor dicho, con un vistazo superfi-cial-, parece que hemos ingresado en un mundo del que estn desapareciendo las enseanzas tradicionales. Una consecuencia es la disminucin, hasta llegar a la elimina-cin a veces, de la enseanza de la historia en los colegios, as como la reduccin de cursos de historia en universida-des y escuelas universitarias. Hay tambin sobradas prue-bas de que, en esta poca de democracia de masas y sobe-rana popular, amplias capas de la poblacin carecen de un conocimiento siquiera bsico de la historia.

    Simultneamente -y sin profundizar demasiado bajo la superficie-, se da un movimiento de signo contrario. Hay sobradas pruebas de que se ha despertado un mters por la historia, mejor dicho, un hambre, en un pblico ms

    * El tiempo, incluido el tiempo no histrico, constituye un misterio ms insondable que el "espacio" (la creacin divina del tiempo es una condi-cin de la humanidad, algo que obsesionaba a San Agustn). Entre otras muchas cosas, abre una posibilidad de respuesta al persistente problema de la maldad humana; respuesta que consiste no tanto en que ningn ser humano haya sido absolutamente malo o absolutamente bueno, como en que no se trata de una cuestin de proporciones. El que ha cometido (o comete) tal o cual maldad, pero luego se comporta bien con los nios, es fiel a sus amigos, etctera, es malo tan solo por aquella maldad? No, no se trata de una cuestin de porcentajes: es que ningn ser humano puede ser bueno y malo al mismo tiempo; o, para ser ms precisos, a la vez

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    numeroso que nunca. Las pruebas de esta hambre son tan-tas y tan variadas que se necesitaran pginas enteras solo para enumerarlas, cosa que lamento no poder hacer aqu.' Tampoco puedo pararme a especular sobre los posibles or-genes del fenmeno. Naturalmente, tal hambre puede ser satisfecha con comida basura; pero lo que quiero sealar aqu es el hambre, no cmo se alimenta. Johan Huizinga fue el nico que percibi esta dualidad

    hace ms de setenta aos. Se senta desazonado por la democracia de masas, el populismo, la americanizacin y la tecnologia. En su debate con el racionalista francs Julien Beuda, en 1933, escribi: "Nuestro enemigo comn es ese amo temible, el espritu de la tecnologa. No debe-mos subestimar su poder". Por aquel tiempo (1934) escribi tambin: "El pensamiento histrico se nos ha metido en la sangre".

    *Una (y apenas una) de esas pruebas: los libros de historia, de todo tipo, se venden hoy mejor que las novelas. Esto resulta interesante, porque l historiografa profesional y la novela moderna aparecieron casi a la vez, en el siglo XVIII, y, hasta hace unos cincuenta aos, los lectores de novelas eran muchos ms que los de historia. Bastantes de esas novelas eran "novelas histricas", gnero surgido hace dos siglos y que utiliza-ba la historia como ambientacin de la novela. Lo reseable ahra es que cada vez hay ms novelistas que se interesan propiamente por la historia, convirtindola en el tema principal de sus novelas. El hecho de que la mayora de ellos lo hagan muy mal (incluso de manera ilegti-ma: atribuyndoles actos, palabras, pensamientos y deseos inexistentes a hombres y mujeres que s existieron) no importa aqu: lo que pretendo es indicar cn10 la historia va devorando poco a poco a la novela.

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    Puede decirse que los dos mayores logros intelectuales de la era de quinientos aos a cuyo fin hoy asistimos son la in-vencin (invencin, mejor que descubrimiento) del mtodo cientfico y el desarrollo del pensamiento histrico. Resal-tando, naturalmente, que, por encima del reconocimiento de este ltimo, ha estado, y est, el reconocimiento de la importancia de la "ciencia", debido a la prodigiosa varie-dad, que sigue aumentando, de sus aplicaciones prcticas. Aunque existen fundados indicios de una creciente duali-dad en nuestras reacciones hacia sus xitos cada vez ms asombrosos y sus aplicaciones subsiguientes.

    A primera (y hasta a segunda) vista, impresiona el rpido incremento de la diversidad de aplicaciones tcnicas de la "ciencia". La mayora ha rebasado con creces las ms osa-das fantasas de nuestros antepasados. Son incuestionables sus beneficios en multitud de campos, el ms destacado de los cuales quiz sea el de las aplicaciones mdicas y quirr-gicas. Tampoco puede negarse que la mayora de las per-sonas, incluidas las ms jvenes, estn locas por adquirir y usar los cada vez ms complicados artilugios y mquinas disponibles. Represe aqu en la habilidad natural (natural en el sentido de instintiva, no de intuitiva) de los jvenes, incluso a veces de los muy jvenes, para manejar los te-clados de esos aparatos mecnicos; personas a las que no les importa compararse o incluso imaginarse a s mismas semejantes a tales mquinas, desconocedoras de la comple-jidad y la singularidad de la naturaleza humana.

    Represe tambin en cmo la gente, a medida que sus mquinas cotidianas se vuelven ms complejas, va reac-cionando de un modo cada vez ms pasivo. Pocos saben

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    cmo se fabrican y cul es su funcionamiento interno; por no hablar ya de repararlas. No se sienten estimulados por eilas. (Comprese, por ejemplo, el entusiasmo popular que sigui al primer vuelo de Lindbergh a travs del At-lntico, en 1927, con la excitacin mucho ms apagada que sigui a la llegada de los astronautas a la luna cuarenta y dos aos ms tarde). Puede que las mquinas les hagan ms fcil la vida fsica a las personas, pero no les hacen ms fcil el pensamiento. Y esto es debido a que al pensa-miento -por la inevitable intromisin de la mente en la es-tructura y secuencia de los hechos- le resulta insuficiente el esquema mismo de la causalidad mecnica. Pero es de esta de la que dependen por completo nuestras mquinas. Es cierto que empleamos la mente cuando las usamos (es decir, antes, durante y despus de usarlas): pero su fun-cionamiento se atiene absolutamente al principio de que las mismas causas producen los mismos efectos. Precisa-mente por esto, por su causalidad mecnica, es por lo que los ordenadores tienen ms de doscientos cincuenta aos de edad, o casi podramos decir de antigedad. En 1749, un racionalista francs, La Mettrie, escribi un libro que se hara famoso: El hombre mquina. Lo que propona era nuevo entonces (aunque quiz no se tratase ms que de una de esas Ideas Cuyo Momento Ha Llegado): dejar de lado el alma o el espritu; el hombre puede que sea una mquina muy complicada, quiz la ms complicada de todas, pero mquina al fin y al cabo. Doscientos cincuenta aos despus, percibimos algo de anodino y anticuado en semejante imagen; es una maqueta polvorienta y mohosa de la naturaleza humana. Mas ah se encuentra ya, en lo

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    profundo, nuestra actual dependencia pasiva (y enfermiza y rutinaria en ocasiones) de muchas mquinas, as como nuestra manera de aceptarlas.

    En este punto de mi argumentacin, alguien podra pre-guntarme: no son estas las simples opiniones de un huma-nista trasnochado? Es posible que un poeta, o incluso un cierto tipo de historiador, vea las realidades del mundo de un modo distinto a corno las ve un naturalista. Represen-taran Dos Culturas, una humanista y otra cientfica. Esto pensaba un intelectual y divulgador cientfico, C. P. Snow (ms tarde lord), en torno a 1960. Equivocndose, he de decirle al lector. En nuestras reacciones puede haber duali-dades; pero (y esto es importante) hay cada vez ms prue-bas de que la divisin dual del mundo, desde Descartes et al., entre Objetos y Sujetos, entre Lo Conocido y El Que Conoce, ya no es vlida. Y estas pruebas no solo se dan de manera relevante en las llamadas humanidades. En el siglo xx, durante la crisis general del final de una era, se han dado tambin en la ciencia, afectando hasta al estudio de la materia.

    En el ya menos de un quart d'heure que me queda, he de resumir el qu antes del cmo. Lo llamemos Incertidumbre, Indeterminacin o Cornple-rnentariedad; nos refiramos a la fsica cuntica, la fsica nu-clear, la fsica subatrnica o la fsica de partculas, el hecho es que los investigadores encontraron que la conducta de las partculas pequeas (por ejemplo, de los electrones) es altamente impredecible; y que esta incertidumbre no se

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    debe a las imprecisiones en la medicin, sino que puede probarse experimentalmente.

    En lo que respecta a tales partculas pequeas, interfiere la observacin. Y debido a esta participacin humana, es imposible definirlas de forma completa u "objetiva".

    Pueden ser descritas (ms que "definidas"), pero la des-cripcin est a su vez constreida por las limitaciones del lenguaje humano. Las propias definiciones de palabras corno posicin o velocidad son necesariamente indefinidas, incompletas y variables: dependen del momento y las con-diciones de su observacin. (Al igual que las formulaciones matemticas de sus relaciones).

    Una unidad fundamental de la materia no es ni medi-ble ni determinable. Existe "realmente"? Los tomos y los electrones no son siquiera "hechos" inmutables. (No pode-mos verlos. Corno mucho, podernos ver las huellas de sus movimientos; pero solo con la ayuda de mquinas inventa-das por el hombre).

    Tampoco puede mantenerse por ms tiempo, de un modo tajante, la antigua distincin cientfica entre materia "orgnica" e "inorgnica". La "energa" puede transformarse en materia, calor o luz:

    pero la energa es una potencialidad. No se puede definir con precisin ni medir la temperatura de un tomo, por-que su "existencia" misma es solo "potencial", es solo una probabilidad.

    En la fsica cuntica, que se ocupa de las partculas pe-queas, no pueden aplicarse, y no se aplican, ni la causali-dad mecnica, ni la separacin entre objeto y sujeto, entre el que conoce y lo conocido. \

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    Este es apenas un apresurado resumen de algunos de los descubrimientos (o mejor, invenciones) ms importantes de la fsica cuntica. Solo espero que el lector aprecie su equi-valencia con nuestra manera de pensar la historia; es decir, con el conocimiento humano que no versa sobre cosas sino sobre otros seres humanos, en el que est inevitablemente presente la participacin.

    Pero, entonces, han precedido los historiadores a los f-sicos con su saber? Oh, no. Los historiadores han pensado y dicho durante mucho tiempo que la ciencia de la histo-ria, la historiografa profesional, debe ocuparse de lo que realmente ocurri. Esta es la traduccin ms aproximada del dictum, o al menos desideratum, que Leopold von Ranke expres hace ms de ciento veinte aos en una frase cle-bre: hay que escribir (o ensear) la historia wie es eigentlich gewesen, "como (realmente) ocurri". No debemos criticar a Ranke: en aquella poca, en su poca, tena esencialmente razn. Pero en el seno de su frase lata la ilusin de algo ya definitivo (como en el mencionado afn, o ilusin, de Acton por una historia de la batalla de Waterloo ya fijada, y por lo tanto vlida para siempre). Y el historiador no debe dejar de tener presente la potencialidad: la consideracin de que las cosas podran haber sucedido de otro modo.'

    *En el siglo xx, Huizinga fue ms all de Ranke: "El socilogo, etcte-ra, [ ... ] estudia de qu modo el resultado estaba ya determinado por los hechos. El historiador, en cambio, debe contemplar siempre su tema desde una perspectiva indeterminista. Debe situarse constantemente en un punto del pasado en el que los factores conocidos an parezcan

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    He de reconocer que yo me he beneficiado de esto l-timo. El xito, moderado, de dos de mis libros, The Duel [El duelo] (1990) y Cinco das en Londres (2000), que tratan de mayo y junio de 1940, se debi en buena parte a mi descripcin de lo difcil que fue la situacin de Churchill en aquellos dramticos das y semanas; descripcin que resulta inseparable del reconocimiento de lo fcil que fue que las cosas hubieran sucedido de otro modo, es decir, de lo cerca que estuvo Hitler en aquel momento de ganar la guerra. Este no es ms que un ejemplo, una ilustracin del hecho de que en toda realizacin histrica late una po-tencialidad. (Tambin: de que las caractersticas humanas, incluidas las mentales, no son categoras, sino tendencias).'

    permitir desarrollos diferentes. Si se ocupa de la batalla de Salamina, debe hacerlo como si los persas pudieran ganarla an" (El concepto de la historia). *Una toma de conciencia (aunque, lamentablemente, tendenciosa y abu-siva) de las relaciones entre lo que ocurri y lo que pudo ocurrir se ha convertido en los ltimos tiempos en una moda entre (de nuevo lamen-.tablemente) reputados historiadores. Se trata de la moda de la, as lla-mada, historia "contrafctica,,. Ambos trminos, fctico y contra., estn mal empleados aqu. La historia no consiste en "hechos" [fizcts en ingls]. Y la alternativa a un acontecimiento no es necesadamente lo "contrario", es decir, lo opuesto en la realidad. De hecho, los acontecimientos alternativos que se proponen o se sugieren deben estar cerca de l, deben ser plausibles. Una cosa es escribir una "historia" en la que se especule con lo que podra haber pasado si Lee llega a ganar la batalla de Gettysburg, y otra muy distinta escribir que el Sur gan gracias a que un ejrcito de la Patagonia se present en Pensilvania para ayudar a combatir al Norte, lo que no sera nada plausible y carecera de sentido.

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    La historia es ms amplia que la ciencia: ya que la ciencia forma parte de la historia, pero no al revs. Primero fue la naturaleza, luego el hombre, y luego la ciencia de la natu-raleza. No los cientficos, no la "ciencia".

    Por ello debo resumir un poco la historia reciente de la f. sica. La dcada de 1920 fue, como suele decirse, una "edad de oro" de la fsica, y en ella empezaron los reconocimien tos de la fsica cuntica; justo cuando ya haban estallado de lleno los sntomas de la crisis general, de cultura y de civilizacin, del siglo xx. Pero de pronto, tras la Segunda Guerra Mundial, esa crisis general, profunda y terrible de toda una civilizacin, de su intelecto y de su arte, empez a afectar tambin a la fsica.

    Cmo? Por qu? Porque los fsicos son tambin seres humanos, con sus virtudes y sus defectos, con sus fortalezas y sus debilidades. Durante su edad de oro de la dcada de 1920, algunos de ellos reflexionaron seriamente sobre qu significaban sus nuevos descubrimientos (o, ms precisa mente quiz, sus nuevas invenciones) para el conocimiento humano mismo. A medida que pasaba el tiempo (y crecan sus reputaciones) cada vez eran menos los que se ocupa ban de esta decisiva cuestin. Heisenberg fue uno de esos pocos. Treinta aos despus de su inesperada formulacin, pionera y revolucionaria, de las realidades de la fsica cun tica, y despus de los acontecimientos revolucionarios y dramticos de la Segunda Guerra Mundial, hizo en 1955, en las Gifford Lectures, una recapitulacin de lo que esta nueva fsica haba significado para nuestro conocimien to del mundo. Muchas de sus frases fueron memorables. Afirm, entre otras cosas, que el mtodo cientfico se ha

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    convertido en su propia limitacin, ya que la ciencia, al intervenir, altera los objetos de sus investigaciones, por lo que "mtodos y objetos ya no se pueden separar". Y: "El objeto de la investigacin ya no es la naturaleza en s, sino el estudio humano de la naturaleza". Represe en la expre sin que aparece en esas dos afirmaciones distintas: ya no.

    Pero muy pocos cientificos estuvieron y estn de acuerdo, o siquiera interesados, en las afirmaciones epistemolgicas de Heisenberg.' Por lo dems, durante los ltimos veinte aos de su vida, el propio Heisenberg incurri en la bsqueda, como casi todos los dems fisicos," de una "solucin" matemtica, de una frmula para el problema del conocimiento fisico, persi-gtriendo lo que se llam una Teora Unificada de la Materia (o, por algunos, una Teora de Todo). Otro cuarto de siglo ms tarde, algunos fisicos empezaron a hacer generalizaciones dis paratadas."' El declive de la fisica haba comenzado.

    * La epistemologa es (mejor dicho, era) la rama de la filosofa que se ocupa de las teoras y las condiciones del conocimiento. Creo que hemos alcanzado una etapa en la evolucin de nuestra conciencia en la que toda filosofa que tenga sentido debe convertirse en epistemologa. (O, como suelo escribir: debemos empezar a pensar sobre el pensar mismo).

    ** D. 13 de abril de 2007: "Heisenberg fue un fsico muy superior a Eins-tein (sobre el que an se escriben biografas muy ambiciosas en Estados Unidos). Aunque no excepcionalmente grande, Heisenberg. Por supuesto, Newton, Galileo, etc., tampoco lo fueron".

    ***Hay muchos ejemplos. He aqu uno (del que ya me ocup en su da) de Steven Weinberg, premio Nobel de Fsica, dicho en 1999: "El universo es inmenso, y no debera sorprender que, entre el enorme nmero de los planetas que solo-admiten vida no inteligente, y el nmero mayor an de los que no pueden admitir vida en absoluto, haya una diminuta frac-cin con seres vivos capaces de pensar sobre el universo, como estamos

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    Todo esto tuvo lugar a lo largo, y despus, de tres cuartas partes de un siglo en que los fsicos, inventando mquinas cada vez ms poderosas en las que apoyarse, han encon-trado partculas de materia cada vez ms y ms y ms pe-queas, a las que han ido poniendo todo tipo de nombres; hasta que ahora, ya metidos en el siglo XXI, es (o debera ser) cada vez ms probable que, no ya Una Teora Bsica de Todo, sino la Unidad Bsica de Materia ms pequea, ni se encuentre ni pueda ser nunca encontrada. y por qu? Porque estas partculas las producen los cientficos, que son seres humanos.

    Cada trozo de materia, hasta el ms pequeo, es, al igual que los nmeros, divisible sin fin, infinitamente, por obra de la mente humana. Algunos cientficos lo admitirn. Otros no.

    A lo que la ciencia llega es a un conocimiento de tipo proba-bilstico, con sus propios lnites, que son las limitaciones de la mente humana, entre las que se cuentan las operaciones men-tales y las caractersticas personales de los propios cientficos, cuyas potencialidades oscilan entre lo sublime y lo falible. Exis-te un nico tipo de conocimiento: el conocimiento humano; con la inevitabilidad de su participacin, de la relacin del que conoce con lo conocido, del qu y el cmo y el porqu y el cundo los hombres conocen y desean conocer.

    haciendo aquF'. A lo que yo respond: "Pero dqu tipo de lenguaje -y de lgica- es ese? dCmo que 'no debera sorprender'? A ver as: "Los cinco barrios de Nueva York son inmensos, y no debera sorprender que, entre el enorme nmero de los habitantes que no caminan, y el nmero mayor an de los que no gustan de caminar en absoluto, haya una diminuta fraccin capaces de levitar''.

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    Esto ha sido siempre as; incluso cuando no se reconocan estos condicionantes.

    Pero ahora, en el siglo XXI, al final de la era "moderna", ha ocurrido algo nuevo, algo sin precedentes. Por primera vez desde Adn y Eva, por primera vez en la historia de la humanidad, los hombres han adquirido el poder de des-truir buena parte de la tierra y buena parte de la humani dad; y potencialmente ms incluso.

    En los comienzos de la Era Moderna, hace unos cinco si-glos, escribi Bacon: "El conocimiento es poder". Ya prxi-mos al final de esta era sabemos, o deberamos saber, que el incremento de poder -incluso de poder mental- corrompe.

    Hasta ahora, las grandes catstrofes que azotaban la tie-rra -terremotos, inundaciones, tempestades, pestes, plagas, epidemias- venan de fuera. Ahora los peligros potenciales vienen de dentro: explosiones nucleares, calentamiento glo-bal, nuevos tipos de contanrinacin, pestes producidas por la propia humanidad (por ejemplo, por la ingeniera gentica).' Todos estos peligros proceden del creciente conocimiento por parte de los hombres; o mejor dicho, de su creciente in-terferencia con los elementos de la "naturaleza". Ahora pue-

    * Dicho de otro modo: la mente dirigiendo la materia, la mente pre-cediendo la materia. La propia historia de la medicina, la etiologa (el estudio de. las causas) de las enfermedades, ofrece una extraordinaria demostracin. Hay cada vez un mayor nmero, y una mayor variedad, de enfermedades que, sobre todo entre los pueblos ms "desarrollados" del mundo moderno, no vienen ya de fuera, de heridas o infecci~nes, sino de la confluencia "interna" -otra prueba de la creciente intromisin de la mente, a veces palmaria, pero en lo esencial profunda y compleja-de la mente y la materia en las vidas humanas.

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    de que haya un desplazamiento desde los peligros potenciales de la tecnologa de materiales hacia los de la biotecnologa.

    Por supuesto, al decir "peligro" hablarnos de una poten-cialidad, no de su realizacin. Y por supuesto que algunos de estos procesos pueden no tener lugar. El camino del in-fierno est empedrado de buenas intenciones, pero el cami-no del cielo puede que est empedrado de malas intencio-nes que no llegaron a ser actos. Esta es nuestra salvacin

    ' nuestra esperanza. Pero debernos reconocer de dnde nace nuestro nuevo y enorme peligro: no de fuera de nosotros, sino de dentro de este mundo, debido a la mente de los hombres, incluidos los cientficos y todos aquellos que los apoyan y celebran.' Debemos repensar la idea misma de "progreso", su sentido.

    * Una muestra: "Es ya algo comnmente aceptado [?J decir que el siglo XX fue el siglo de la fsica y que el XXI ser el de la biologa. Casi todo el mundo [?] acepta dos hechos [?] acerca del nuevo siglo. La biologa es ahora ms grande que la fsica [ ... ] Estos hechos [?] suscitan u.na cuestin interesante. La domesticacin de la alta tecnologa, a la que hemos visto marchar de triunfo en triunfo con la Ilegada de los ordenadores perso-nales, los receptores GPS y las cmaras digitales, dse extender pronto desde la tecnologa fsica a la biotecnologa? Considero que la respuesta a esta pregunta es s. Aqu me muestro con la suficiente audacia como para hacer una prediccin concreta. Predigo que la domesticacin [?J de la biotecnologa dominar nuestras vidas durante los prximos cincuen-ta aos como mnimo, del mismo modo que la domesticacin de los ordenadores ha dominado nuestras vidas durante los ltimos cincuenta".

    As empieza el artculo principal del nmero de 19 de julio de 2 007 de la New York Review of Books -"muchos de sus ensayos aparecieron en estas pginas"-, de Freeman Dyson, profesor emrito de fsica del Ins-titute far Advanced Study de Princeton. "Algo comnmente aceptado", "hechos", "domesticacin''. He aqu a un idiot savant.

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    Y ahora, un paso -un ltimo paso- ms all: debernos reconocer, debemos comprender, que estarnos en el centro del universo.

    En contra de todas las ideas aceptadas, debernos ahora, al final de una era, al comienzo de otra nueva, comprender y reconocer que nosotros y nuestra tierra estarnos en el centro del universo.'

    Nosotros no creamos el universo. Pero el universo es nues-tra invencin: y, corno todas las invenciones humanas y mentales, es una invencin temporal, relativa y potencial-mente falible.

    Debido a este reconocimiento de las limitaciones hu-manas de las teoras, del conocimiento incluso, semejante afirmacin de nuestra centralidad -o, por decirlo de otro modo, de una nueva (mejor que renacida) visin antro-pocntrica y geocntrica del universo- no es arrogante ni estpida. Al contrario: es desazonada y modesta. Arro-gante y estpida, o al menos miope, es la pretensin de que unas formulaciones humanas (surgidas en su mayor parte en los ltimos quinientos aos, iun breve periodo en la historia de la humanidad!) corno las de que el agua es H,O, la velocidad no puede superar los 300.000 krn/s o e = me', la pretensin, digo, de que estas frmulas cien-tficas y matemticas sean verdades absolutas y eternas, para todo tiempo y lugar del universo, lo mismo hace

    *D. 1 de mayo de 2001: 'john Polkinghorne [religioso y fsico de Cam-bridge] en Ciencia y teologa: l quiere la cuadratura del crculo. Yo quiero la curvatura del crculo".

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    miles de millones de aos que dentro de miles de millo-nes de aos; la pretensin de que las matemticas y la geometra sean anteriores a la existencia de nuestro mun-do y sean verdades o hechos eternamente vlidos desde , antes incluso de que el universo existiera y hasta despus incluso de que nuestro mundo, o el universo entero, haya dejado de existir.

    No. Los aspectos conocidos, visibles y medibles del uni-verso no son previos, sino resultantes de nuestra existencia y de nuestra conciencia. El universo es como es porque en su centro hay conciencia y seres humanos participantes que pueden verlo, explorarlo, estudiarlo.' Esta insistencia en la centralidad y en la singularidad de los seres humanos no es una declaracin de arrogancia, sino de humildad. Otro reconocimiento ms de nuestras inevitables limitaciones.

    Le pido al lector que me escuche. Esto es un llamamien-to (llamamiento: llamada: toque de atencin) para que piense; s, en un determinado estadio de la historia. Lo nico que espero es que para algunos mi campana pueda' sonar al menos con un dbil eco de verdad. Es un llamamiento al sentido comn del lector.

    Cuando yo, un frgil y falible ser humano, digo que cada maana el sol sale por el este y se pone por el oeste, no estoy mintiendo. Tampoco digo que lo est haciendo un astrnomo copernicano o poscopernicano, que afirma lo contrario, que la tierra gira alrededor del sol. Sus afirmaciones son exactas, determinables, de-mostrables; pero mi experiencia comn del sol y de la

    *Para el lector que crea en Dios: el mundo y esta tierra fueron creados por l para la existencia de la conciencia de los seres humanos.

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    tierra es anterior, y ms elemental, que la frmula de cualquier astrnomo.

    Retenga el lector que todas las concepciones cientficas de la materia, y del universo, son modelos. Un modelo es algo que est hecho por el hombre, y depende de su inven-tor: Un modelo no puede, ni debe, ser confundido con el mundo.

    Y hoy existe una evidencia adicional, muy significativa, de nuestra situacin central en el universo. Hace cinco siglos, el descubrimiento de Coprnico, Kepler, Galileo, Descar-tes y Newton -un descubrimiento real, una invencin real: calculable, demostrable y verificable- nos sac a nosotros y a la tierra del centro del universo. (Sin duda con buenas intenciones). A partir de ah, este desplazamiento -con el desarrollo del cientificismo y con la fabricacin de instru-mentos de observacin cada vez ms potentes, como los te-lescopios (instrumentos que nos h= ido alejando cada vez ms de lo que podemos ver a simple vista; aunque la vista

    1 t '" !") humana, por supuesto, nunca es rea men e s1mp e - nos condujo a nosotros y a nuestra tierra a quedar convertidos poco menos que en una mota de polvo en el borde de un enorme basurero csmico, y a nuestro propio sistema solar en nada ms que un diminuto remolino entre innumera-bles galaxias. Pero el reconocimiento de los fsicos (quiz en especial el de Niels Bohr) de que el observador humano no puede ser separado de las cosas que observa (en espe-cial cuando se trata de los componentes ms pequeos de la materia) le da la vuelta a la cuestin. Nosotros, y la tierra en la que vivimos, sobre la que vivimos, volvemos al centro

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    del universo;' un universo que es -inevitablemente- antro-pocntrico y geocntrico.

    No hay que confundir esto con un retorno del pndulo. La historia oscila (como nuestro conocimiento del mundo), pero no a lo largo del arco por el que ya pas. A lo que se debe es a nuestro presente histrico y a los condicionantes mentales que debemos reconocer; y viene de una visin escarmentada de nosotros mismos, de nuestra situacin, en el centro de nuestro universo. Pues nuestro universo no es ms, ni es menos, que nuestro universo." Y ha sido as desde

    * D. 20 de diciembre de 2005: "De acuerdo: s que nosotros en esta tierra estamos en el centro del universo; el cual (por supuesto) es una invencin nuestra. Hemos estado inventando (y re-inventando) el uni-verso. Pero Dios es ms que una invencin nuestra. Y a todos los que piensan que Dios no es nada ms que una invencin nuestra, les pregun-to: por qu? Qu hace que los seres humanos quieran semejante in-vencin? No ser que una chispa de Dios puede existir dentro de nosotrost'.

    **Hace ms de cuatrocientos aos, ya escribi Montaigne: "Falta saber, puesto que Ptolomeo se enga antao fundndose en su razn, si no sera necedad confiar en lo que los cosmgrafos de ahora [los coper-nicanos] dicen, y si no ser ms verosmil que este gran cuerpo que llamamos el mnndo resulte cosa muy distinta de lo que pensamos". Y cincuenta aos ms tru:de, un pensador bien distinto de Montaigne, Pas-cal: "El pensamiento constituye la grandeza del hombre''. "El hombre no es ms que una caa[ ... ] pero una caa pensante. No es menester que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua basta para matarlo. Pero, aun cuando el universo lo aplastase, el hom-bre sera todava ms noble que aquello que lo mata, porque sabe que muere, y la ventaja que el universo tiene sobre l; el universo no sabe nada. Toda nuestra dignidad consiste, por lo tanto, en el pensamiento. De ah es de donde debemos elevarnos, y no del espacio ni del tiempo, que no podremos llenar", "Una caa pensante. No es en el espacio donde

    \IN MAL CUARTO DE HORA

    Adn y Eva, tambin para Ptolomeo, Coprnico, Galileo, Newton, Einstein, Heisenberg, y para m mismo, que soy dual en tanto que humano (tan obstinado en mis opiniones como humilde).'

    Nuestro pensamiento del mundo, nuestra imaginacin (y nosotros imaginamos y vemos a la vez) lo antropomorfiza y lo humaniza todo, incluso las cosas inanimadas; de igual modo que nuestra exploracin del universo es inevitable-mente geocntrica. No es ya que el "concete a ti mismo" sea el fundamento indispensable de nuestra comprensin de los otros seres humanos; es que no podemos salir nunca completamente de nosotros mismos, de igual modo que no podemos salir nunca del universo para mirarlo.

    En fin. Nuestra conciencia, nuestra situacin central en el espacio, no puede ser separada de nuestra conciencia del

    debo buscar mi dignidad, sino en el gobierno de mi pensamiento. Yo no tendra ms ventajas si poseyera mundos: por el espacio, el universo me comprende y me traga como a un tomo; por el pensamiento, yo lo comprendo a l".

    *D. 13 de enero de 2006: "Al final, mi rpida pero fuerte visin de que estamos en el centro del universo, etc., ha sido -quiz- un importante reconocimiento. Da igual que haya o no admiradores que lo descubran en el futuro. Lo que no da igual es que, por desgracia, yo he lanzado estas cosas, estos reconocimientos, sin desarrollarlos ni difundirlos. Esto fue as (y sigue siendo) por culpa de mi frivolidad y mi falta de carcter. Mi filosofa 'histrica', este nuevo monismo de nuestro conocimiento de nosotros mismos y del universo, puede que sea mi gran logro mental. Pero no me siento especialmente orgulloso de l".

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  • LTIMAS VOLUNTADES

    tiempo.' No les correspondera, por ejemplo, a los creyen-tes cristianos pensar que la venida de Cristo a la tierra pue-de haber sido el acontecimiento central del universo; que el acontecimiento ms trascendental de todo el universo ha tenido lugar aqu, en esta tierra, hace dos mil aos? visit el Hijo de Dios esta tierra durante una gira por las estrellas y los planetas, haciendo una actuacin estelar especial ante diferentes pblicos, llegando desde algn lugar y -quiz-partiendo para otro?

    Y hace solo dos mil aos. La polmica del creacionis-mo contra el evolucionismo pasa enteramente por alto este punto esencial. La contradiccin insalvable no se da entre "evolucin" y "creacin", sino entre evolucin e historia. Historia: porque en todo el universo somos los nicos seres histricos. Nuestras vidas no son automti-cas; somos responsables de lo que hacemos, decimos y pensamos. La aparicin del darwinismo fue histrica, se produjo en una poca en que no se cuestionaba el pro-greso. Pero en esencia el darwinismo era, y sigue siendo, antihistrico. Dilat la existencia de la humanidad cada vez ms, hasta haber llegado a estirar hoy la aparicin del "hombre" en la tierra a hace ms de un milln de aos; lo que implicara que podemos tener al menos otro milln de aos por delante. No deberamos cuestionar-nos semejante optimismo en el progreso; y ms cuando los hombres son capaces de alterar la naturaleza por aqu

    * D. 18 de abril de 2007: "Heidegger, el Dasein, etc.: 'Toda descripcin de la conciencia debe incluir un mundo). No) toda descripcin de un mundo debe incluir la conciencia; de la propia perspectiva de uno, del propio tiempo, de la propia situacin en la historia) etc.)'.

    UN MAL CUARTO DE H

    y por all y de destruir buena parte del mundo, as como a muchos de sus iguales?

    Este es mi esbozo de una nueva arquitectura del humanis-mo, de un humanismo escarmentado, consciente de nues-tras inevitables limitaciones, y de que la tierra y nosotros mismos estamos en el centro del universo, nuestro universo. Qu propuesta ms ambiciosa. y no es la ambicin inse-parable de la vanidad? por qu he puesto esto al principio de una especie de autobiografa que no debera ser ms que un relato entretenido, una charla tranquila?