John Cheever

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    "Una mujer sin pas"por John Cheever

    Traduccin: Jos Luis Lpez Muoz y Jaime ZulaikaGoicoechea

    La vi aquella primavera en Campino, con el conde deCapra -el que lleva bigote-, entre la tercera carrera yla cuarta, bebiendo Campari junto a las pistas delhipdromo, con las montaas a lo lejos y, ms all delas montaas, una masa de nubes que en Amricahubieran significado una tormenta para la hora decenar capaz de derribar rboles, pero que allterminara por quedarse en nada. Volv a verla en elTennerhof de Kitzbhel, donde un francs cantabacanciones de vaqueros ante un pblico que inclua ala reina de Holanda; pero nunca la vi en lasmontaas, y no creo que esquiara; iba all, al igualque tantos otros, para estar con la gente y participaren la animacin. Ms tarde la vi en el Lido, y denuevo en Venecia algo despus, una maana en queyo iba en gndola a la estacin y ella estaba sentadaen la terraza de los Gritti, tomando caf. La vi en larepresentacin de la Pasin de Erl; no exactamenteen la representacin, sino en el mesn del pueblo,donde se suele comer aprovechando el intermedio, yla vi en la plaza de Siena con motivo del Palio, y aquelotoo en Treviso, cuando coga el avin para Londres.

    Exagero, pero todo esto podra ser verdad. Era unade esas personas que vagabundean incansablemente,y luego, noche tras noche, se van a la cama parasoar con bocadillos de bacon, lechuga y tomate.Aunque proceda de una pequea ciudad industrial delnorte donde se fabricaban cucharas de palo, uno deesos lugares solitarios de donde surge,paradjicamente, la sociedad internacional, eso notuvo nada que ver con su vida errante. Su padre erael gerente de la fbrica, que perteneca a la familiaTonkin: grandes propietarios, dueos de regionesenteras, por lo que la tramitacin de su divorcio fueseguida con gran inters por los peridicos

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  • sensacionalistas; el joven Marchand Tonkin pas unmes all para adquirir prctica en los negocios, y seenamor de Anne. Ella era una chica normal, dulce ymodesta, por naturaleza -cualidades que nuncaperdi-, y se casaron al cabo de un ao. Aunque eraninmensamente ricos, los Tonkin no amaban laostentacin, y la joven pareja vivi discretamente enun pequeo pueblo desde donde Marchand setrasladaba todos los das a Nueva York para trabajaren el despacho familiar. Tuvieron un hijo y vivieronuna vida feliz y sin historia hasta una hmedamaana del sptimo ao de su matrimonio.

    Marchand tena una reunin en Nueva York y debatomar el tren a primera hora de la maana. Pensabadesayunar en la ciudad. Eran alrededor de las sietecuando se despidi de su mujer. Anne no se habavestido, y estaba echada en la cama cuando lo oypelearse con el motor del coche que sola usar para ira la estacin. Despus oy cmo se abra la puertaprincipal y la voz de su marido que la llamabamientras suba la escalera. El coche no se pona enmarcha, le importara llevarlo a la estacin en elBuick? No le daba tiempo a vestirse, de manera queAnne se ech una chaqueta por encima de loshombros y lo llev a la estacin. De medio cuerpopara arriba estaba correctamente vestida, pero de lachaqueta para abajo el camisn segua siendotransparente. Marchand le dio un beso de despedida yle recomend que se vistiera en seguida; Anneabandon la estacin, pero en el cruce de AlewivesLane y Hill Street se qued sin gasolina.

    Como se hallaba delante de la casa de los Bearden,pens que podran proporcionarle un poco degasolina, o, al menos, prestarle un abrigo. Toc elclaxon una y otra vez hasta darse cuenta de que losBearden estaban de vacaciones en Nassau. Todo loque poda hacer era esperar en el coche,prcticamente desnuda, a que alguna compasiva amade casa pasara por all y se ofreciera a ayudarla. MaryPym fue la primera, y aunque Anne la salud con lamano, pareci no darse cuenta. Despus pas JuliaWeed, que llevaba a Francis al tren a toda velocidad,pero que iba demasiado de prisa para fijarse en nada.A continuacin cruz por all Jack Burden, el libertinodel pueblo, y sin que nadie lo llamara, parecisentirse magnticamente atrado hacia el automvil.Se detuvo y pregunt si poda ayudar en algo. Annese traslad a su coche -qu otra cosa podra haberhecho?-, pensaba en lady Godiva y en santa gueda.Lo peor de todo fue que no acababa de despertarse:de cruzar la distancia entre las sombras del sueo yla luz del da. Y era un da sin luz, sombro y opresivo,como el ambiente de una pesadilla. El sendero hastasu casa quedaba oculto desde la carretera gracias a

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  • unos cuantos arbustos, y cuando Anne se ape delcoche y le dio las gracias a Jack Burden, l la siguiescalones arriba y se aprovech de ella en elvestbulo, donde fueron descubiertos por Marchandcuando volvi en busca de su cartera.

    Marchand abandon la casa en aquel mismomomento, y Anne nunca volvi a verlo. Muri de unataque cardaco diez das despus en un hotel deNueva York. Sus suegros fueron a los tribunales parasolicitar la custodia del nio, y durante el juicio, Anne-en su inocencia- cometi la equivocacin de echarlela culpa de su extravo a la humedad. Las revistassensacionalistas lo sacaron a relucir -no fui yo; fue lahumedad-, y aquello se extendi por todo el pas.Inventaron una cancin que se hizo muy popular, y,dondequiera que iba, pareca que Anne estabacondenada a escucharla:

    La pobrecita Isabelnunca besaba a un doncelsi faltaba la humedad,pero si estaba nublado,no se poda contener,convertida en un tornado

    A mitad de juicio, Anne retir sus demandas, se pusounas gafas de sol y se embarc de incgnito paraGnova, catalogada como persona indeseable por unasociedad que slo pareca capaz de suavizar supuritanismo con un procaz sentido del humor.

    No le faltaba dinero, claro est -sus sufrimientos eranslo espirituales-, pero la haban herido, y susrecuerdos eran amargos. Por lo que saba de la vida,Anne tena derecho al perdn, pero no se lo habanconcedido, y su propio pas, al recordarlo desde elotro lado del Atlntico, pareca haber dictado contraella una sentencia salvaje y poco realista. Se la habautilizado como cabeza de turco; se la haba puesto enridculo, y precisamente porque su pureza de coraznera autntica, estaba profundamente ofendida.Basaba su expatriacin en razones morales ms queculturales. Al interpretar el papel de europea, queraexpresar su desaprobacin por lo que haba pasadoen su pas. Vagabunde por toda Europa, perofinalmente compr una villa en Tavola-Calda y pasabaall por lo menos la mitad del ao. Aprendi italiano,as como todos los sonidos guturales y gestos demanos que acompaan al idioma. En el silln deldentista deca ay!, en lugar de au!, y poda espantara un abejorro de su vaso de vino con gran elegancia.Se senta muy duea de su expatriacin -su territoriopersonal, conseguido con grandes sufrimientos-, y lairritaba or a otros extranjeros hablando italiano. Suvilla era encantadora; los ruiseores cantaban en los

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  • robles, las fuentes susurraban en el jardn, y ella,desde la terraza ms alta, con el cabello teido delpeculiar tono bronceado que estaba de moda enRoma aquel ao, saludaba a sus huspedes:Bentornati. Quanto piacere!, pero la escena no eranunca del todo perfecta.

    Pareca una reproduccin, con las levesimperfecciones que se encuentran en lasampliaciones: una disminucin de calidad. Elresultado no era tanto que estuviera de verdad enItalia como que se haba marchado completamentede Estados Unidos.

    Anne pasaba gran parte del tiempo con gente que,como ella, aseguraban ser vctimas de una atmsferamoral represiva y raqutica. Sus corazones estaban enlos muelles de los puertos, siempre escapndose decasa. Anne haba pagado su continua movilidad concierta dosis de soledad. El grupo de amigos queesperaba encontrar en Wiesbaden desapareci sindejar ninguna direccin. Los busc en Heidelberg y enMunich, pero no consigui encontrarlos. Lasinvitaciones de boda y los partes meteorolgicos (Lanieve cubre el nordeste de Estados Unidos) leproducan una terrible nostalgia. Siguiperfeccionando su interpretacin del papel deeuropea, y, aunque sus logros eran admirables, nodejaba de tener una especie de alergia a las crticas,y detestaba que la confundiesen con una turista. Unda, al final de la temporada en Venecia, tom el trenen direccin al sur, y lleg a Roma en una calurosatarde de setiembre. La mayor parte de los habitantesde la Ciudad Eterna estaban durmiendo, y el nicosigno de vida eran los autobuses de los turistasrechinando cansadamente por las calles, como sifueran una pieza bsica en el funcionamiento de laciudad, igual que el alcantarillado o la conduccin dela luz. Le dio el taln del equipaje a un mozo y ledescribi sus maletas en un excelente italiano, pero lno se dej engaar y murmur algo acerca de losnorteamericanos. Eran tantos! Esto irrit a Anne, quereplic con aspereza:

    - Yo no soy norteamericana.

    - Disculpe, signora -dijo el otro-. De qu pas esusted, entonces?

    - Soy griega -respondi.

    - Cmo es que habla italiano?

    - Vivo aqu.

    - Me llamo Stebbins -dijo l-. Charlie Stebbins, deFiladelfia.

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  • - Encantada -dijo ella-. De qu parte de Filadelfia?

    - Bueno; nac en Filadelfia -dijo l-, pero no he vueltoall desde hace cuarenta aos. Mi verdadero hogar esShoshone, en California. Lo llaman la puerta del vallede la Muerte. Mi mujer era de Londres. Londres en elestado de Arkansas, ja, ja. Mi hija se educ en seisestados de la Unin: California, Washington, Nevada,Dakota del Sur y del Norte y Louisiana. Mi mujermuri el ao pasado, y decid que tena que ver unpoco de mundo.

    Las barras y las estrellas parecan materializarse en elaire por encima de la cabeza del seor Stebbins, yAnne se dio cuenta de que en Norteamrica las hojasestaban cambiando de color.

    - Qu ciudades ha visitado? -le pregunt.

    - Sabe? Es un poco cmico, pero no lo s demasiadobien. Una agencia de California plane el viaje y medijeron que iba a hacerlo con un grupo denorteamericanos, pero tan pronto como llegu a altamar descubr que viajaba solo. No volver a hacerlonunca. En ocasiones me paso das enteros sin orhablar a nadie en un ingls de Estados Unidosdecente. Fjese que algunas veces me siento en lahabitacin y hablo conmigo mismo por el placer deescuchar norteamericano. No s si me creer, perotom un autobs de Frankfurt a Munich, y no habanadie all que supiera una palabra de ingls. Despustom otro autobs de Munich a Innsbruck, y tampocohaba nadie que hablara ingls. Luego otro deInnsbruck a Venecia y tres cuartos de lo mismo, hastaque se subieron unos norteamericanos en Cortina.Pero de los hoteles no tengo ninguna queja.Normalmente hablan ingls en los hoteles, y heestado en algunos francamente buenos.

    A Anne le pareci que aquel desconocido, sentado enun taburete de un stano romano, haba conseguidoredimir a su pas. Un halo de timidez y de hombra debien pareca rodearlo. En la radio, la emisora de lasfuerzas armadas de Verona lanzaba a las ondas loscompases de Stardust.

    - Eso es Stardust -seal el norteamericano-. Aunquesupongo que ya habr reconocido la cancin. Laescribi un amigo mo, Hoagy Carmichael. Slo conesa pieza gana todos los aos seis o siete mil dlaresde derechos de autor. Es un buen amigo mo. No lo hevisto nunca, pero nos escribimos. Quiz le parezcaextrao tener un amigo al que no se ha visto nunca,pero Hoagy es realmente amigo mo.

    A Anne le pareci que sus palabras eran mucho msmelodiosas y expresivas que la msica. El orden de

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  • las frases, su aparente falta de sentido, el ritmo conque haban sido pronunciadas le parecieron como lamsica de su propio pas y se vio andando, todavamuchacha, junto a los montones de serrn de lafbrica de cucharas, camino de la casa de su mejoramiga. A veces, por las tardes, tena que esperar enel paso a nivel, porque iba a cruzar por all un tren demercancas. Primero se oa un sonido a lo lejos, comode un huracn, y despus un trueno metlico, el ruidode las ruedas. El tren de mercancas cruzaba a todavelocidad, como un rayo. Pero leer los carteles de losvagones sola emocionarla; no es que le hicieranimaginarse maravillosas posibilidades al final deltrayecto: tan slo la grandeza de su propio pas,como si los estados de la Unin -estados trigueros,estados petrolferos, estados ricos en carbn, estadosmartimos- se deslizaran por la va muy cerca dedonde ella se haba parado, y desde donde leaSouthern Pacific, Baltimore amp; Ohio, Nickel Plate,New York Central, Great Western, Rock Island, SantaFe, Lackawanna, Pennsylvania, para ir despusperdindose paulatinamente a lo lejos.

    - No llore, mujer-dijo el seor Stebbins-. No llore.

    Haba llegado el momento de volver a casa, y Annecogi un avin para Pars aquella misma noche; al dasiguiente tom otro con destino a Idlewild. Temblabade nerviosismo mucho antes de que vieran tierra.Volva a casa, volva a casa. El corazn se le subi ala garganta. Qu oscura y qu reconfortante parecael agua del Atlntico despus de aquellos aos en elextranjero! A la luz del amanecer, desfilaron bajo elala derecha del avin las islas con nombres indios, eincluso llegaron a entusiasmarla las casas de LongIsland, colocadas como los hierros de una parrilla.Dieron una vuelta sobre el aeropuerto y aterrizaron.Anne tena pensado buscar una cafetera all mismo, ypedir un sndwich de bacon, lechuga y tomate.Agarr con fuerza su paraguas (parisino), y su bolso(siens), y esper su turno para abandonar el avin,pero cuando estaba bajando la escalerilla, antesincluso de tocar con los zapatos (romanos) su tierranativa, oy cantar a un mecnico que trabajaba en unDC-7 muy cerca de all:

    La pobrecita Isabelnunca besaba a un doncel

    No lleg a salir del aeropuerto. Tom el siguienteavin para Orly y se reuni con los cientos, con losmiles de norteamericanos que circulaban por Europa,alegres o tristes, como si realmente fueran gentes sinun pas. Se los ve doblar una esquina en Innsbruck,en grupos de treinta, y esfumarse. Llenan un puentede Venecia, e inmediatamente ya se han ido. Se los

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  • oye pidiendo ketchup en un refugio del macizoCentral por encima de las nubes, y se los vecurioseando entre las cuevas submarinas, con susgafas y sus aparatos para respirar, en las aguastransparentes de Porto San Stefano. Anne pas elotoo en Pars. Tambin estuvo en Kitzbhel. Setraslad a Roma para los concursos de equitacin, yfue a Siena para ver el Palio. Segua viajando sindescanso, soando siempre con sndwiches de bacon,lechuga y tomate.

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